Sie sind auf Seite 1von 21

Enrique González Torres

Rector
Enrique Beascoechea Aranda
Vicerrector Académico
Mtro. José Ramón Ulloa Herrero
Director de la División de Estudios Disciplinares

Historia
Valentina Torres Septién
Directora del Departamento de Historia

HISTORIA Y GRAFÍA
Revista semestral d el Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana
Núm. 16, año 8, 2001
Comité Editorial:
Judith AdJer Hellman, York University, Toronto; Alfonso Alfaro; Walther L. Bernecker,
Universiliil Erlangen-Nürnberg; David Brading, University of Cambridge; Raymond Buve, Rijks

,~
Universiteit Leiden; Mario Cerutti, Universidad Autónoma de Nuevo León; John Coatsworth,
Hnrvard Un iversity; Roger Chartier, École des Hautes Études en Sciences Sociales; Frarn;ois
Dosse, Inslitul Universitaire de Forma/ion des Maftres, Versailles; Bernardo García Martínez, El
/
Colegio de México; Moisés González Navarro, El Colegio de México; Luis González y González,
Academia Mexicana de la Historia; Frarn;ois Hartog, École des Hautes Études en Sciences Sociales;
Guadalupe Jiménez Codinach, Universidad Iberoamericana; John Kraniaus kas, University of
London; Edmundo O'Gorman1, Miembro Honorario, Universidad Nacional Autónoma de México;
Manuel Plana, Universitá Degli Studi Di Firenze; Ricardo Rendón Garcini', Universidad
Iberoamericana; Aurelio de los Reyes, Universidad Nacional Autónoma de México; Guy Rozat,
Instituto Nacional de Antropología e Historia; Cristina Torales Pach eco, Universidad
Iberoamericana; Eric Van Young, Un iversity of California, San Diego; Jan de Vos Vangerven,
Centro de Investigaciones y Estudios en Antropología Social; H ayd en White, University of
California, Santa Cruz; Guillermo Zermeño Padilla, El Colegio de México. UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
Director: Alfonso Mendiola Mejía
Consejo de Redacción: Leonor Correa Etchegaray, Perla Chinchilla Pawling,
Jane-Dale Lloyd, Rubén Lozano Herrera, Luis Gerardo Morales Moreno,
Laura Pérez Rosales, Valentina Torres Septién.
Coordinación Editorial: Lourdes Márquez Romero
Diseño: J. Gerardo Menéndez
Coordinación del ntímero: Luis Gerardo Morales Moreno

Impresión: Todo artículo firmado es responsabilidad


Oak Editorial, S. A. de C. V., Cerrada d e de su autor. Se prohíbe la reproducción de
Veracruz 110, C-302, Col. Jesús del Monte, los artículos, sin consentimiento d el editor.
Huixquilucan, 52764, México. Reserva para uso exclusivo d el título ante
Junio d e 2001. la Dirección General d e Derechos de Autor,
002816/94
Distribución:
Certificado de licitud de título 8021
Universidad Iberoam ericana
Certificado de licitud de contenido 5682
Toda colaboración o correspondencia ISSN 1405-0927
deberá dirigirse a:
Historia y grafía Historia y grafía aparece en los siguientes
Revista del Dep artamento de Historia índices: CLASE, Citas Latinoamericanas en
Universidad Iberoamericana Ciencias Sociales y Humanid ades, UNAM;
Prol. Paseo de la Reforma 880 Revistas Mexicanas d e Investigación
Col. Lomas de Santa Fe, 01210, México, D.F. Científica y Tecnológica del CONACYT.
Arlicles appearing in lhis journal are
2 O O 1
Tels. 5267-4044 y 5267-4000, ext. 4749
Fax 5267-4276 abstracted and indexed in HISTORICAL
E-mail: historia.grafia@uia.mx ABSTRACTS and AMERJCA; HISTORY ANO LIFE.
Tiraje: 800 ejemplares
72 / José Antonio Alvear

do de las imágenes se convierte en análisis comunicativo si quie-


re verse desde el prisma del lenguaje. También lo es cuando, en Pintura de historia e imaginario
lo que entendemos por proceso cognitivo, se vincula a la imagen
con la experiencia sensorial, lo que revela una sensibilidad deter-
nacional: el pasado en imágenes
minada y las condiciones materiales que lo hacen posible. Final-
mente, este análisis cognitivo se interseca con la comunicación,
cuando se observa al individuo del pasado dialogando con su me-
moria, con lo que cree que es su herencia, y con lo que cree que él
es en sí mismo.
Dentro de estas coordenadas y bajo estos documentos vis- • Tomás Pérez Vejo
tos, no es posible conocer cabalmente la historia religiosa del Universidad Autónoma del Estado de Morelos
Palermo en el siglo XVII. Tampoco puede darse fe de la existencia
de Antonio Genovesi y mucho menos la de la religiosa vidente RESUMEN
que fue testigo de la aparición de la Virgen. No es posible, inclu- El desprestigio artístico de la llamada pintura de historia ha ocultado
so, comprobar que dicha aparición se llevó a efecto, y resultaría durante mucho tiempo su importancia en uno de los procesos culturales
insuficiente sostener que la imagen que se encuentra en la Cate- más fascinantes del desarrollo de la modernidad, el de la construcción
dral Basílica de León, Guanajuato, es la original que presidió las de un imaginario nacional capaz de hacer de la nación la forma básica de
misiones italianas. Nuestro interés se centra en la reconstrucción identidad colectiva del mundo contemporáneo. El objetivo de esta in-
cognitiva de las imágenes con las que se va construyendo el dis- vestigación es, por un lado, demostrar la validez de la afirmación ante-
curso implicado en elló. A través del estudio concentrado en la rior; por otro, reconstruir los mecanismos de los que se sirvieron los na-
cientes Estados nacionales para hacer de este género pictórico un
imagen, confluyen no sólo significados, sino también condiciones
imp_ortante agente de nacionalización del imaginario. Se parte de la idea
que nos brindan información para, finalmente, crearnos una nue- de que la pintura de historia no es sólo un episodio más de la evolución de
va imagen del pasado; la comunicaremos con los medios circuns- la historia de la pintura. Es un sofisticado ejemplo del uso de las imáge-
tancialmente a la mano y daremos así el siguiente paso a una nue- nes como elemento de persuasión ideológica, de la capacidad de las imá-
va sensación perceptible, traducible en imágenes, y posiblemente genes para crear realidad y de la capacidad de la historia para legitimar
entendible en la codificación de quien ahora lee.Lü el presente. Entender la forma en que los pintores de historia dieron imá-
genes a las historias nacionales es una forma de entender el proceso de
construcción, de invención, de la nación como mito identitario de la
modernidad. Es entender el proceso que ha hecho de una comunidad
imaginada e imaginaria, la nación, el protagonista principal de la histo-
ria de la humanidad, al menos durante los dos últimos siglos.

HISTORY PAINTING AND NATIONAL lMAGINARY:


THE P AST THROUGH lMAGES
The artistic discredit of what has been called "history painting" has concealed
for long its importance in one of the most fascinating ideological and cultural
processes of the development of modernity. This process being the construction
of a national imaginary capable of raising nation as the basic form of collective
identity in modern world. This research has two objectives. On one hand it aims
to prove the validity of our previous statement, on the other to reconstruct the
mechanisms which were used by the rising national Sta tes to make of this picto-

Historia y grafía, UIA, núm. 16, 2001


74 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 75

rial genre an important agent ofnationalization of the ima~inary. We depart from bra de las exposiciones nacionales de bellas artes, y no, como ocu-
the idea that "history painting" is not merely one step m the evolutwn of the rre con los demás géneros, simplemente inspirados en la historia
history of painting. It's a sophisticated example of the em~loym:nt of images as de cualquier época y estilo.
elements of ideological persuasion. It illustrates the capaczty of zmages ~o cre~te El desprestigio artístico de este género pictórico ha oculta-
reality and of history to legitima te the present. Understanding the w_ay_m wh_zch
history painters gave images to national stories through thezr pamtmg~, zs a
do, durante mucho tiempo, su importante papel en uno de los
way of understanding the process of construction, of invention of the natwn as procesos ideológico-culturales más fascinantes del desarrollo de
an identitary myth of modernity. It means understanding the process that has la modernidad en el ámbito occidental: el de la construcción de un
placed nation, an imagined and imaginary community, as the_leading actor in imaginario nacional capaz de hacer de la nación la forma básica
the history of humanity (at least in the Nineteenth and Twentzeth century). de identidad colectiva del mundo contemporáneo. La pintura de
historia no es sólo un episodio más de la evolución de la historia
de la pintura; es un sofisticado ejemplo del uso de las imágenes
INTRODUCCIÓN como elemento de persuasión ideológica, de la capacidad de las
imágenes para crear realidad y de la capacidad de la historia para
La llamada "pintura de historia" ha sufrido uno de los procesos legitimar el presente. Entender la forma en que los pintores de
más curiosos y llamativos de toda la historia del arte occidental. historia crearon imágenes para las historias nacionales es enten-
Género hegemónico durante la mayor parte del siglo XIX, habas- der el proceso de construcción, de invención de la nación como
tado el paso de poco más de un siglo para que el olvido y el des- mito identificador de la modernidad.
prestigio más absoluto se hayan abatido sobre ella. Pintores q~e
en su época se consideraron poco menos que el culmen del gemo
artístico( de Couture a Makart, por citar algunos de ellos, hoy son PINTURA Y DISCURSO: UT PICTURA POESIS
sólo, en el mejor de los casos, una nota a pie de página de biblio-
grafías especializadas. Sus obras, esas grandes composiciones que Una de las polémicas recurrentes de la segunda mitad del siglo
año tras año cubrieron los muros de exposiciones nacionales e in- XX ha sido la de si el arte debe entenderse, prioritariamente, co-
ternacionales y por las que los Estados pagaron precios exorbi- mo un fenómeno de comunicación y significación, como lengua-
tantes, muy superiores de lo que se pagaba por cualquier otro je, o si, por el contrario, lo comunicativo debe ocupar un lugar
cuadro, se ocultan en los sótanos de los museos o están perdidas secundario en el campo de lo estético. No voy a entrar aquí en
en los pasillos de alguna dependencia oficial. esta larga polémica, en parte estéril; sólo quiero afirmar, parafra-
El desprestigio del género ha sido tan absoluto que, ·ffiien- seando lo escrito por Umberto Eco en 1968, a propósito de la cul-
tras los demás géneros en los que la teoría académica dividía la tura, que ver todo arte .sub specie communicationis no quiere decir
pintura (retrato, bodegón, paisaje, entre otros) conservan un ca- que el arte sea sólo comunicación, sino que éste se comprende
rácter descriptivo y ahistórico y se refieren simplemente al tema mejor si se examina desde el punto de vista de la comunicación;1
del cuadro, el término pintura de historia designa, con un tono en concordancia con lo anterior, doy por válida la idea estructu-
claramente peyorativo, no una determinada temática pictórica, ralista de que el arte visual es esencialmente un lenguaje de sig-
sino una forma de pintar, un estilo. Parecería que el género pintu- nos que transmite ideas.
ra de historia comprende sólo a los-grandes lienzos de tema histó-
rico y factura académica, pintados a partir de mediados del siglo
XVIII y hasta la década de los sesenta del XIX (las variaciones cro- 1 La afirmación exacta de Umberto Eco es: "Ver a toda la cultura sub specie commu-
nológicas son aquí muy importantes entre unos países y otros; en nicationis no quiere decir que la cultura sea sólo comunicación sino que ésta pue-
de comprenderse mejor si se examina desde el punto de vista de la comunica-
el caso de México, por ejemplo, el gran momento de la pintura de ción", Umberto Eco, La estructura ausente, tr. Francisco Serra Cantaren, Barcelona,
historia se retrasa hasta la segunda mitad del siglo XIX) a la som- Lumen, 1986, p. 37.
Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 77
76 / Tomás Pérez Vejo
Los episodios capitales serían aquellos que tuvieron la capacidad
En el campo de la Historia del arte, y más concretamente en
de modificar el concepto pictórico, el cómo se dice, no el qué se
el de la historia de la pintura, la corriente "comunicativa" no ha
dice, por referirnos a la evolución del arte moderno en el ámbito
sido nunca hegemónica, de modo que los aspectos formales han
occidental, el Renacimiento, el Barroco y las Vanguardias. Ahora
acabado siempre por juzgarse como determinantes en el análisis
bien, ¿se debe minusvalorar la importancia de la revolución ro-
de la evolución plástica. Se puede objetar que el espectacular de-
mántica sólo porque, según la afirmación francasteliana, fuese úni-
sarrollo de la iconografía-iconología en el siglo XX -y el nombre
camente una revolución en el campo de las j.mágenes y de las ideas
de Gombrich es aquí cita obligada- refuta de forma contunden-
y no en el de la plasmación plástica; en el fondo y no en la forma?
te esta afirmación. Pero, a pesar de las grandes aportaciones de ico-
Parece difícil responder de forma afirmativa a esta pregunta, máxi-
nógrafos e iconólogos al análisis de la obras de arte, no es exage-
me cuando, en el caso concreto del romanticismo pictórico, es
rado afirmar que el paradigma hegemónico en los estudios de
posible que ningún otro movimiento haya aportado un cúmulo
historia del arte es todavía de tipo formal y que la producción plás-
tal de ideas e imágenes a la cultura occidental. Y esto no es, en
tica se articula en torno a conceptos como estilos y escuelas, no
ningún caso, un asunto menor, aunque en el campo de las formas
como imágenes e imaginarios.
siga atado a un espacio escenográfico de tipo renacentista, en es-
Los historiadores del arte han tendido, casi siempre, a privi-
pecial si pensamos que fue la capacidad de generar ideas e imáge-
legiar el "cómo se dice" sobre el "qué se dice". Esta tendencia,
nes la que los contemporáneos juzgaron prioritario a la hora de
cuyos logros no se deben en ningún modo menospreciar, tiene
valorar este tipo de pintura.3
asimismo algunos efectos negativos en cuanto ha limitado las apor-
Cabría incluso ir un poco más lejos y afirmar que la gran
taciones que un estudio global de las imágenes, desde la pers-
revolución artística del siglo XIX, no estrictamente del romanticis-
pectiva de la comunicación, habría hecho a un conocimiento más
mo, ya que abarcaría también la pintura neoclásica de finales del
preciso de la evolución de la historia de la producción plástica.
XVIII y el realismo decimonónico, es iconográfica. Es la sustitu-
Así, por referirnos al objeto de este artículo, es conveniente men-
ción de la pintura de tema religioso por la de tema laico. Yesta lai-
cionar la conocida afirmación de Francastel, el historiador del arte
cización pictórica no es un asunto baladí; refleja, a la vez causa y
francés quien afirmaba que la pintura académica decimonónica
consecuencia, uno de los cambios más relevantes y significativos
debe estudiarse sólo como un episodio menor en la evolución de
del nacimiento de la modernidad en el mundo occidental: la desa-
la pintura occidental, porque siguió atada a un espacio esceno-
parición del cristianismo como fuente del mito, la estética y lamo-
gráfico de raíz renacentista, y la tan publicitada revolución román-
ralidad -las tres funciones de la religión, según Hegel-.4 Aun-
tica habría sido, a fin de cuentas, sólo una revolución en los te-
que más precisamente se diría que es la sustitución del cristianismo
mas;2 su consecuencia ha sido que, durante mucho tiempo, si no
por la nación como base del mito, la estética y la moralidad.5
es que todavía hoy, gran parte de la historiografía artística tiende
a considerar la ingente producción plástica de la pintura acadé-
3 A propósito de la Exposición Universal de 1855, véase como ejemplo Jo escrito
mica dieciochesca y decimonónica como un capítulo epigónico y
por Bau~elaire: "Me su:_ed~rá a menudo apreciar un cuadro únicamente por la
casi marginal de la historia de la pintura. suma de ideas o de ensonac1ones que aporte a mi espíritu"; reproducido en Char-
A fin de cuentas, según la concepción francasteliana, am- les Baudelaire, Salones y otros escritos sobre arte, tr. Carmen Santos, Madrid, Visor,
pliamente compartida por muchos estudiosos del arte, en la his- 1996, p. 203.
4 Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Fenomenología del espíritu, tr. Wenceslao Roces,
toria de la pintura sólo tendrían importancia aquellos movimien-
con la colaboración de Ricardo Guerra, México, FCE, 1966.
tos artísticos capaces de modificar la estructura espacial del cuadro. 5 Para un análisis de la nación como sustituto de la religión, véanse, entre otros,

Carlton Hay~s, Nationalism: a Religion, Nueva York, MacMillan, 1960; Hugh Seton-
Watson, _N atzons and Sta tes. An Enquiry into the Origins of Nations and the Politics of
2 Sobre esta interpretación de Francastel, véase especialmente Pierre Francastel, Natzon~l!sm, Londr~s, Methuen, 1977; y Conor Cruise O 'Brien, GodLand: Reflections
Pintura y sociedad: nacimiento y destrucción de un espacio plástico. Del Renacimiento al on Relzgzon and Natzonalism, Cambridge, Harvard University Press, 1988. Sobre la
cubismo, tr. Elena Benarroch, Madrid, Cátedra, 1990.
78 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 79

Si esto es así, asunto que intentaré demostrar a continua- demolición de la dictadura del terna en la pintura, del triunfo del
ción, la revolución iconográfica llevada a cabo por la pintura en- principio de la hegemonía del cómo se cuenta y no del qué se
tre la última mitad del siglo XVIII y la primera del XIX es todo me- cuenta. 6 Será en torno a estos años cuando empiece a abrirse paso
nos un asunto baladí. Tiene el suficiente calado ideológico para la idea de que la función de la pintura no es transmitir mensajes,
no analizar a la pintura de la época de las academias y las exposi- algo que hoy nos puede resultar obvio, pero que no lo era en ese
ciones nacionales sólo corno una especie de episodio epigónico concreto momento histórico, cuando la elección del tema se había
del arte moderno anterior a las vanguardias. convertido en tan importante que, en opinión de la crítica con-
Sería pertinente una última apreciación a propósito de este temporánea, podía determinar por sí sola el éxito o el fracaso de
tipo de pintura. Habituados al discurso ideológico en el cual la un cuadro.
especificidad de "lo artístico" consiste en su carácter de actividad Por otro lado, el propio concepto de pintura de historia -al
autónoma, regida por sus propias reglas y valores, tendemos a margen de algunas consideraciones bastante marginales, como el
estudiar corno atributo intemporal lo que no es sino el resultado tamaño del lienzo-,710 proporciona el tema, no la forma. En prác-
de un proceso histórico de conquista de esa autonomía. La neu- ticamente cualquier país donde hubo pintura de historia de cierta
tralidad del sujeto sería sólo el resultado final, por lo tanto un entidad, las escuelas y los estilos artísticos se sucedieron, sin que
episodio limitado en el tiempo y en el espacio, de la larga lucha esto afectase a la pervivencia del género en sí. En casi todos está
mantenida por los artistas occidentales por afirmar su exclusivo en primer lugar el neoclasicismo davidiano, más o menos intenso
dominio en el campo de la producción artística. Hacer que se im- en función de lo temprano o no del proceso de construcción na-
ponga la manera de decir sobre lo que se dice, sacrificar el tema cional; seguirá el purismo romántico, con la influencia, en mayor
del cuadro por su tratamiento, es el arma de la que se han servido o menor medida, del nazarenismo de los seguidores de Overveck
los creadores para reivindicar su exclusivo dominio sobre la obra y, con una importancia mucho menor, salvo en el caso de Inglate-
de arte y rechazar cualquier imposición o exigencia externa. Al rra, por el prerrafaelismo inglés y, finalmente, las corrientes rea-
afirmar la preeminencia de aquello que le define y le pertenece, la listas que impregnaron toda la _pintura de historia del último cuarto
forma y el estilo, el arte en definitiva, lo que el artista moderno de siglo. Aunque quizá lo que mejor defina la pintura de historia
hace es reivindicar su propia autonomía corno productor artísti- como corriente pictórica sea justamente el eclecticismo; un eclec-
co, algo perfectamente legítimo, pero históricamente temporal. En
la mayor parte de la historia de la humanidad la autonomía de lo 6 Para un enfoque bastante novedoso de este proceso de conquista de la autono-
artístico no sólo no ha existido, sino que ni siquiera se ha plantea- mía artística en el siglo XIX, véase Pierre Bourdieu, Les regles de /'art. Genese et
do como deseable. estructure du champ littéraire, París, Seuil, 1992.
7
El carácter temporal de la autonomía de lo artístico modifica Sobre el concepto de pintura de historia, véanse Tomás Pérez Vejo, Pintura de
historia e identidad nacional en España, Madrid, Universidad Complutense (en pren-
de manera radical la perspectiva acerca de las relaciones entre lo sa), pp. 42-52, y Carlos Reyero, La pintura de historia en España. Esplendor de un
que dice el cuadro y cómo lo dice, entre el fondo y la forma, por- género en el siglo XIX, Madrid, Cátedra, 1989, pp. 74-7. La definición de qué se
que se podría afirmar que, prácticamente hasta Manet, o de ma- entiende por pintura de historia resulta más complicada de Jo que cabría supo-
nera más genérica hasta el impresionismo, la idea de un arte que ner, complicación cuyo origen está en que los conceptos empleados tradicional-
mente por historiadores y teóricos del arte para pensar las obras de arte, para
no sirva para algo o diga algo, de un arte en el cual la ejecución clasificarlas y juzgarlas, se caracterizan, como ya observó Wittgenstein, por una
sea lo importante y el tema lo secundario, es casi por completo indeterminación extrema. La distinción entre géneros, estilos y periodos se mue-
ajena al pensamiento artístico. Sólo a partir de finales de la déca- ve en parámetros tales de flexibilidad que es más fruto de la casuística que de una
da de los sesenta del siglo XIX aparecen los primeros atisbos de la definición esencial. Éste es un asunto de enorme importancia, pero se sale com-
pletamente de lo aquí planteado. Para las opiniones de Wittgenstein sobre la in-
determinación conceptual de los estudios artísticos, véase Richard Shusterman,
nación como forma hegemónica de identitad colectiva en la modernidad, Tomás "Wittgenstein and Critica) Reasoning", Philosophy and Phenomenological Research,
Pérez Vejo, Nación, identidad nacional y otros mitos nacionalistas, Oviedo, Nobel, 1999. vol. 47, núm. 1, 1986, pp. 91-110.
80 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 81

ticismo que permitirá a los pintores de historia mezclar en sus guillo o no'',9 o si "la ropilla y las calzas del arquitecto que empu-
cuadros modos y estilos de las diferentes escuelas, una prueba ña el compás son treinta años posteriores a las del paje que sos-
más del carácter secundario que la técnica pictórica tiene en este tiene el plano" .10
tipo de pintura. Estamos ante un género pictórico en el que lo La idea de fidelidad al pasado histórico supone, desde el
importante es el discurso, no la forma en la que está narrado. Un punto de vista formal, la gran revolución de la pintura de historia
discurso que, además, debe ser verosímil; de ahí la insistencia de decimonónica respecto a épocas anteriores; transciende más allá
la literatura artística de la época en la importancia de las fuentes de la propia pintura de historia. Por poner un ejemplo referido a
para el pintor de historia. Un manual publicado en Madrid en la pintura religiosa, después del historicismo romántico ya nunca
1870 recomendaba: más se pudo pintar una Última Cena con personajes vestidos a la
moda florentina o veneciana, cosa que el pintor barroco habíahe-
Es menester así que se ha escogido el asunto, leerlo muchas veces cho con total inocencia.
hasta dominarlo bien y saberlo de memoria, no concretándose sólo
al párrafo que lo describe, sino leyendo toda la parte anterior y Podemos perdonar y perdonamos en efecto a nuestros antiguos
posterior por lo menos desde que el personaje o personajes que pintores, el que nos presenten a los soldados de las legiones roma-
constituyen el asunto elegido empezaron a figurar en la historia nas con las armaduras del siglo XVI, y aun con anteojos; les perdo-
de que se trata, para poder conocer perfectamente el carácter, edad namos así mismo que pongan en la mano de San Juan una pluma
y demás circunstancias que describan exacta y totalmente su retra- para escribir su Apocalipsis en un libro de nuestros días; pero po-
to físico y moral.8 demos, tenemos obligación de pedir a nuestros artistas de hoy que
estudien y que no cometan anacronismo alguno.11
Como advertimos, el tema era tan importante que el pintor
debía lograr una visión cabal y completa del mismo antes de co- Esto plantea de forma muy clara algo fuera de los límites
menzar a pintar. La fuente escrita, el relato que iba a llevar al lien- del estudio, pero con una gran relevancia en la historia de las ideas,
zo, se convertía en una especie de guión al que debía atenerse en el que hasta el siglo XIX no hay un verdadero concepto histórico del
todo momento y con total fidelidad, tanto en el desarrollo de la paso del tiempo: los antepasados son contemporáneos. Sólo a partir
acción principal como en otros aspectos secundarios (psicología del siglo XIX se establece una separación clara entre pasado y pre-
de los personajes, mobiliario, vestidos, paisaje, entre otros). La sente, entre unas épocas históricas y otras.
obsesión por la verosimilitud, por la representación de los hechos
"tal como habían ocurrido", obligará al pintor de historia a recu-
rrir, no sólo a obras de carácter narrativo (historias, novelas histó-
ricas, obras de teatro, memorias, etcétera), sino a otras más espe-
cializadas, como la arqueología, la numismática o los estudios de
indumentaria. La búsqueda de detalles de "época" evoluciona-
9 Carta de Rosales, que en ese momento preparaba su Presentación de don Juan de
rá hacia auténticas reconstrucciones arqueológicas, de marcado Austria a Carlos V en Yuste, a Gabriel Maureta, en "Textos: Rosales, selección, intro-
carácter kitsch, y así veremos a pintores y críticos preocuparse ducción y notas por Pardo Canalís", Revista de Ideas Estéticas, núm. 121, 1973, p. 84.
por cuestiones como si los jerónimos de Yuste "llevaban o no ca- 10 Federico Balart, El prosaísm_ o en el arte, Madrid, Imp. de los Hijos de M. G.
pucha y si ésta estaba en la capa o en la sotana; si llevaban cer- Hernández, s.a. (debió publicarse hacia 1892), p. 43. Se refiere al cuadro Cisneros,
fundador del Hospital Santuario de la Caridad de Illescas de Alejandro Ferrant y
Fischermans. Para entender en su justa medida lo que el crítico reprocha al pintor
8 Francisco de Mendoza, Manual del pintor de historia, o sea, recopilación de las prin- piénsese que está hablando de variaciones de la moda masculina en treinta años,
cipales reglas, máximas y preceptos para los que se dedican a esta profesión, Madrid, ¡pero de finales del siglo XV!
11 Manuel Murguía, "Bellas Artes", La Iberia, Madrid, 1855.
Imp. de T. Fortanet, 1870.
Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en 1magenes / IIJ
82 / Tomás Pérez Vejo
una mera distinción honorífica, como pudo comprobar el, por otro
LA PINTURA COMO RELATO: DONDE UN CUADRO
lado, prestigioso pintor de género Chardin, quien al final de su
NO ES UN CUADRO
carrera vio cómo se le negaba una pensión por no ser un pintor de
La visión que tenía de la pintura el espectador de los siglos xvrn y historia. La jerarquía de los géneros se mantiene durante buena
XIX estaba mediatizada por la existencia de lo que se ha denomi- parte del siglo XIX (por seguir con ejemplos del tipo del anterior,
todavía en 1845 Pérez Villaamil, reconocido pintor de paisaje, tie-
nado la jerarquía de los géneros, que le decía, incluso antes de ver
ne dificultades para acceder al cargo de Teniente Director de la
el cuadro, si lo que tenía ante sus ojos era importante o no. La
Academia de Bellas Artes de San Femando de Madrid porque la
existencia de una jerarquía de géneros, con la pintura de historia
en la cúspide de la pirámide, es un lugar común en la teoría esté- institución reservaba este cargo a los pintores de historia), al me-
tica europea posterior al Renacimiento. Ambas doctrinas, la de la nos hasta la década de los setenta, con una subvaloración de los
jerarquía de los géneros y la de la supremacía de la pintura de his- cuadros y los pintores de los llamados géneros menores (bodego-
toria, estaban ya implícitas en la teoría humanista de la pintura de nes, retratos, paisajes, costumbres ...) y una sobrevaloración de la
Alberti;12 sufrieron un cierto eclipse con la aparición del rococó y pintura de historia, el género mayor por excelencia.
Como consecuencia, críticos y público analizan sólo la gran
su ~re:erencia por lo ínti~o, lo sensual y lo decorativo; pero el
nacmuento de las Academias de bellas artes y la reacción anti-ro- pintura, la pintura de episodios históricos inspirados en la Biblia,
cocó, iniciada en Francia hacia 1750,13 hicieron explícita y exacer- las historias nacionales y la mitología. Habrá que esperar hasta la
baron esta jerarquización de cuadros y pintores en función del segunda mitad del XIX para que los pintores conquisten lo que
Josep Sloane ha llamado "la neutralidad del sujeto" ,15 en esencia,
género al que estaban adscritos.
Ya en 1747 La Font de Saint-Yenne puede afirmar que "De el rechazo de la jerarquía de los géneros.
tous les genres de la Peinture, le premier sans difficulté es celui de La teoría académica, por su parte, afirmará también, desde
l'Histoire".14 Durante el siglo XVIII, desde el punto de vista prác- un punto de vista técnico, la superioridad del género histórico
tico, las jerarquías en el interior de la Academia francesa se esta- porque contenía a todos los demás: paisajes al fondo, naturalezas
blecían a partir del género elegido por el artista en su obra de muertas en los primeros planos, retratos en los personajes, entre
admisión, morceau de récepcion, como agregado, con la pintura y otros. Los cuadros de historia eran los más difíciles y los que me-
los pintores de historia en el lugar de honor. Y no estamos ante jor mostraban la valía de un pintor, aquéllos en los que medía sus
fuerzas el auténtico artista.
12 Véase
La jerarquía de los géneros se justifica en la idea de que el
Rensselaer W. Lee, Ut Pictura Poesis. La teoría humanística de la pintura, tr.
arte debe cumplir una función didáctico-moral, una idea amplia-
c_onsuelo ~uca de TeI_ta, Madrid, Cátedra, 1982. El origen último de la suprema-
c1a de la pintura de histona se basaba en la afirmación aristotélica de que el arte mente compartida en los siglos XVIII y XIX y que privilegia aque-
de la pintura consistía en la representación de una acción humana significativa. llos géneros que no sólo cuentan algo (pintura narrativa), sino algo
13
Sobre la reacción anti-rococó, véanse, entre otros, Hugh Honour, Neoclasicismo, capaz de contribuir a la formación moral del espectador. Tal como
tr. Justo G. Bar~mendi, Madrid, Xarait, 1982; James Andress Leith, The Idea of Art
as Propaganda zn France, 1750-1799, Toronto, University of Toronto Press, 1965;
escribió Diderot en Pensées détachées: "Toda obra escultórica o pic-
Jean Locquin, La Peinture d'histoire en France de 1747 ii 1785, París, These pour le tórica debe ser expresión de una gran máxima, una lección para el
doctorat, présentée a la ~aculté des lettres de l'Université de Paris, 1912; y Robert espectador". 16 Ya a finales de la década de los sesenta, el escritor
Rosenblum, Transformaciones en el arte de finales del siglo XVIII, tr. Bernardo Moreno francés Emile Zola, en el contexto de un virulento artículo en de-
Carrillo, Madrid, Tauros, 1986.
14 "De todos los géneros de la pintura, el de pintura de historia es sin duda el fensa de la pintura de Manet (lo que no es casual; fue éste uno de
primer?", La Font de Sanint-Yenne, Réflexions sur quelques causes de /'etat présent Joseph Curtís Sloane, French Painting between the Past and the Present. Artists,
15
de la peznture en France, La Haya, 1747, reeditado en Ginebra, Slatkine, p. 8. Para Critics and Traditions, from 1848 to 1870, Princeton, Princeton University Press,
el ~riunfo de la pintura de historia en el arte francés del siglo xvm, véase Michael
Fned, El lug~r del espectador. Estética y orígenes de la pintura moderna, tr. Amaya 1951, p. 77.
16 Cit. por Michael Fried, El lugar del espectador... , op. cit., p. 113.
Bozal, Madnd, La balsa de la Medusa, 2000, [especialmente el capítulo 11).
84 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 85
los primeros pintores en rechazar la idea, no sólo de que la pintu- tido, no sólo habría que reconstruir el código en que fueron "es-
ra debiese servir para algo, sino también de que debiese decir algo), critos", sino, también, la mirada moral y espiritual de los hom-
se atreverá a denunciar el uso didáctico que Proudhon pretende bres para quienes fueron pintados.18 Esto exige no dejarse llevar
hacer de la pintura de Courbet: por una aparente facilidad de comprensión que, un poco a la ~a-
nera de los falsos amigos de los traductores, nos puede llevar a in-
¡Pero cómo! Tiene usted la escritura, la palabra, puede usted decir terpretaciones erróneas de un código que, aun sin sernos del todo
todo lo que se le antoje, y se le ocurre echar mano del arte de las ajeno (las imágenes de los cuadros de historia están muy cercanas
líneas y de los colores para enseñar e instruir. ¡Piedad, por favor! en el tiempo como para resultamos lejanamente familiares), sólo
Recuerde que no somos todo razón. Sea usted práctico, deje para revela su significado real tras una paciente reconstrucción filoló-
el filósofo el derecho a damos lecciones y para el pintor el derecho gica. Todo ello sin perder nunca de vista que lo propio de la c~~-
a damos emociones. No creo que le pueda usted exigir al artista prensión original es la ausencia de este esfuerzo de construcc10n
que nos instruya y, en cualquier caso, niego tajantemente la acción y traducción; lo que a nosotros se nos muestra como fruto de un
de un cuadro sobre las costumbres de la multitud. 17 complejo proceso de desciframiento filológico fue captado por l~s
contemporáneos de forma "natural", sin que las reglas del códi-
En la mayoría de los países, sin embargo, afirmaciones de go, lo mismo que ocurre con las reglas gramaticales, fuesen for-
este tipo sólo son habituales ya en pleno siglo XX-y, en todo caso, malizadas de manera consciente.
hasta esos años finales del XIX, nadie pone en cuestión dos axio- En general, la pintura de historia tiende, de acuerdo con la
mas complementarios: que lo importante de un cuadro es lo que sugestiva distinción de Jakobson acerca de la oposición esencial
dice y que, consecuencia de lo anterior, la pintura de historia es el en la historia de la literatura y el arte entre lenguajes metafóricos
género más importante, ya que es el único explícitamente orienta- y metonímicos,19 a utilizar un lenguaje metafórico, en el cual los
do a la transmisión de ideas. objetos materiales representan conceptos; esto, por supuesto, no
Con base en todo lo anterior el espectador de los siglos XVIII será óbice para que el tratamiento técnico, luz, figuras humanas y
y XIX se enfrenta a la pintura de historia con un a priori explícito: paisaje, puedan ser, en especial en la pintura de historia de la se~
lo importante del cuadro es lo que cuenta. Dicho de otra forma, gunda mitad del siglo XIX, de un realismo absoluto. Delacroix,
un cuadro no es un cuadro, o lo es de forma secundaria, un cua- por poner un ejemplo, en Grecia expirando sobre las ruinas d~ Misso-
dro es una narración. Pero, ¿qué veía en la superficie del lienzo lungui o en La libertad guiando al pueblo, representa a Grecia y a la
ese espectador decimonónico? La pregunta puede parecer ociosa, libertad en las figuras de la joven griega y en la mujer del pecho
pero no lo es. La pintura, el arte visual, es, como ya se ha dicho desnudo que enarbola la bandera tricolor, respectivamente, sin
anteriormente, un lenguaje de signos que transmite ideas; un ar- que, en ambos casos, se planteen dificultades de lectura. No es lo
tefacto cultural que, mediante códigos cifrados, transmite infor- habitual. La mayor parte de la pintura de historia utiliza un len-
mación a "lectores alfabetizados", lo que, en paralelo, supone un guaje metafórico, prístino en la época, pero al que el tiempo ha
claro hermetismo para los no letrados. . dotado de un cierto hermetismo semántico y ha dificultado su
El lenguaje de la pintura de historia, como todo lenguaje, es lectura actual y hecho necesaria una reconstrucción del texto ori-
temporal, de un tiempo histórico concreto, en parte muerto, que ginal, como si se tratase de un palimpsesto.
ha perdido vigencia comunicativa, lo que exige, si queremos lle-
gar a una exacta comprensión del significado de los cuadros, re- 18 Un poco a la manera en que Michael Baxandall reconstruye la "mir~da'.' del
construir las claves idiomáticas originarias, resucitar el código en hombre del Renacimiento en su estudio clásico sobre el quatroccento 1tahano.
que fueron "escritos". Todavía más, para entender su exacto sen- Michael Baxandall, Painting and Experience in Fifteenth Century Italy. A Primer in
the Social History of Pictorial Style, Oxford, Clarendon Press, 1972. .
19 Véase Roman Jakobson, Ensayos de lingüística general, tr. Joseph M. Pu¡ol Y Jem
17 Emile.Zola, Mes Haines, París, Slatkine, 1979, p . 34. El artículo es de 1866.
Cabanes, Barcelona, Seix Barral, 1975.
86 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 87

· Un ejemplo, referido a la pintura de historia mexicana deci- conquistados sobre los conquistadores, la reivindicación de los
monónica, aclarará mejor lo que se ha dicho. José Obregón expo- aztecas. "La joven que acaba de descubrir el pulque es encantado-
ne en la Nacional de 1869, con gran éxito (compra por la Acade- ra [... ]. Hay en suma, tanta distinción en todos los tipos, que no
mia de San Carlos en 1888,20 reproducciones en varias revistas,21 parece sino que el espíritu del pueblo azteca, deseando reivindi-
envío a la Exposiciones internacionales de París y Chicago, etcé- carse guiaba el pincel del afortunado pintor". 24
tera), un cuadro titulado El descubrimiento del pulque. Representa Afirmaciones todas ellas que sólo adquieren su auténtico sig-
el momento en que la princesa Xóchitl ofrece al señor de Tula una nificado a la luz del debate que, sobre su propia identidad como
jícara con la primicia del pulque, que acaba de descubrir; un epi- nación, mantenía la sociedad mexicana del momento. Es este dis-
sodio histórico, 22 impregnado de un cierto pintoresquismo, aun- curso ideológico, no el colorido del cuadro ni las excelencias de la
que, obviamente, de importancia menor. Pero a la vez, y sin nin- composición, lo que los contemporáneos de Obregón vieron en el
guna duda muy por encima de lo anterior, tal como se deduce de lienzo cuando fue expuesto en los salones de la Academia de San
la crítica de la época, la representación simbólica de una civiliza- Carlos. No es necesario aclarar que parte de su éxito deriva de la
ción feliz, cuyo ingenio había logrado extraer del maguey, la planta adecuación del discurso al momento histórico en que fue expues-
de las estériles llanuras de Anáhuac, la bebida del pulque, casi un to-República Restaurada-, cuando el indigenismo retórico (Mé-
símbolo de identidad nacional. 23 xico como nación era la resurrección de la tradición indígena),
La princesa Xóchitl, trasunto exacto de la joven griega de las defendido por los liberales méxicanos prácticamente desde los
ruinas de Missolungui, no es la princesa Xóchitl, es la representa- inicios de la Independencia,25 pudo al final imponerse al hispanó-
ción del México de la Edad de Oro al que la Conquista había puesto filo proyecto de nación defendido por los derrotados conservado-
final de una forma ominosa y cruel. El cuadro de Obregón no es, res. Esto explica también la aparente paradoja de que el éxito del
tal como se podría interpretar en una primera mirada, la repre- cuadro aumentase a medida que avanzaba el siglo, a medida que
sentación de un suceso más o menos pintoresco, es un sofisticado su discurso ideológico gozaba de un mayor consenso social.
discurso ideológico en el que se afirman cosas tan dispares como Pero la lechira de un cuadro de historia no estaría completa si
la continuidad del México independiente con el México prehis- no tuviésemos en cuenta que el espectador decimonónico, por pri-
pánico, el rechazo de la Conquista, la superioridad moral de los mera vez en toda la historia del arte (en algunos países como Fran-
cia el fenómeno es un poco anterior; piénsese en las críticas de
20 Archivo de la Antigua Academia de San Carlos, doc. núm. 7784. Diderot a los Salones de la segunda mitad del XVIII),26 no lee solo,
21 El Hogar, Toluca, 1872, t. I, p. 89; El Mundo, México, t. I, núm. 25, 1895, p. 10; El lee ayudado por el crítico o, incluso, lee lo que le dice el crítico.
Tiempo Ilustrado, 1891, t. I, núm. 17, p. 7; "Primer almanaque histórico artístico y
monumental de la República Mexicana", El Noticioso, México, 1883, p. 93. La importancia que el crítico tuvo en la vida artística del si-
22 Poco importa que, como hoy sabemos, el episodio no fuese "histórico" sino glo XIX la determinan, fundamentalmente, dos aspectos: los cam-
literalmente "inventado" por Carlos María de Bustarnante, quien no tiene nin- bios en el ecosistema cultural (el artista ya no produce para un
gún empacho en citar como fuente una obra del siglo XVIII, Historia antigua de
México, de Echevarría y Veytia, en la cual en ningún momento se hace referencia
24 L.G.R., "La Escuela de Bellas Artes. Exposición de 1869", El Siglo XIX, México,
a la supuesta invención del pulque: los contemporáneos vieron el cuadro como la
representación de un episodio estrictamente histórico. Para un estudio reciente 24 de diciembre de 1869.
25 Su origen habría que remontarlo hasta mediados del siglo xvrn y el acerca-
sobre este cuadro y el contexto en que fu e pintado, A. Sánchez Arteche, "Vida
secreta de dos cuadros: El descubrimiento del pulque y El senado de Tlaxcala", miento hacia los valores de la vida prehispánica iniciado por los jesuitas.
26 El que la crítica de arte nació en Francia a mediados del siglo XVIIl es ya un lugar
Memoria, núm. 7, México, 1998, pp. 6-29.
23 Altarnirano establece un paralelismo entre Xóchitl y Moisés, entre el pulque y común historiográfico. Diderot es sólo el ejemplo más conocido. A él habría que
el maná: "¿Qué otra cosa ha sido la princesa Xóchitl sino el Moisés del pueblo añadir La Font de Saint-Yenne, Grimm, Laugier... Para la crítica de arte en la Francia
azteca, sacando del ingrato metl el blanco y sabroso neuctli que había de apagar del siglo XVIII, véase André Fontaine, Les Doctrines d'art en France. Peintres, Ama-
la sed de los indios?", Ignacio Manuel Altarnirano, "Crónica de la semana", El teurs, Critiques, de Poussin ii Diderot, Ginebra, Slatkine, 1970. Para las críticas de
Renacimiento, septiembre de 1869; se reprodujo en Obras completas, vol. vn, Méxi- Diderot a los Salones, véase Hotel de la Monnaie, Diderot et l'art de Boucher a David,
co, 1987, p. 411. Les Salons: 1759-1781, París, Éditions de la Réunion des Musées Nationaux, 1984.
88 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 89

mecenas que le encarga la obra sino para un público anónimo, lo En el campo de las artes plásticas la función del crítico de
que exige un intermediario entre artistas y público) y el desarro- intermediario entre el autor y el público se refuerza fundamental-
llo de la prensa como medio de difusión de ideas. Fenómenos am- mente por algunas peculiaridades específicas de estas formas de
bos que convierten al crítico en una especie de vocero del arte, de expresión artística. Para lo que aquí nos interesa: la disponibili-
anunciador de la buena nueva artística.27Pero no son estos aspec- dad de la pintura para generar metadiscursos y el que, en muchos
tos cuantitativos los que aquí nos interesan, sino los cualitativos. casos, la palabra del crítico actúe de sucedáneo respecto a la pro-
La crítica ocupa en la cultura romántica, y por extensión en toda pia obra artística.
la cultura decimonónica, un lugar central y hegemónico. No es Por lo que refiere a lo primero, se debe comprender que la
una actividad secundaria. Es un acto de reflexión relacionado con irreductibilidad de la obra pictórica, su no dependencia de dis-
la obra artística que significa potenciarla, elevarla a un nivel más cursos literarios, es una conquista reciente del campo artístico,31
alto de conocimiento. El crítico de la obra artística la "traduce", -quizás, en sentido estricto, no anterior a Duchamp y sus meta-
aísla sus aspectos esenciales. Novalis equipara, de hecho, explíci- discursos anticipados (títulos oscuros, comentarios retrospecti-
tamente la crítica a la traducción. Distingue en esta última tres vos ... )- y que, anteriormente, y desde luego durante la práctica
tipos: gramatical, modificadora o mítica. Las traducciones/críti- totalidad del siglo XIX, los artistas están en una relación de infe-
cas míticas son "las de más estilo. Representan el carácter puro y rioridad estructural respecto a los productores de metadiscursos
completo de la obra de arte individual. No nos ofrecen la obra de artísticos, los cuales utilizan la obra de arte como objeto suscepti-
arte real, sino su idea".28 ble de interpretación. Relacionado con esto, resulta significativo
Baudelaire insistirá también en esta idea de la crítica como el que muchos de los críticos decimonónicos de arte comiencen
traducción: "Las consideraciones y las ensoñaciones morales que sus reseñas relativas a las exposiciones con una profesión de fe
surgen de los dibujos de un artista son, en muchos casos, la mejor explícita de su carácter de no profesionales de la pintura, lo que,
traducción que el crítico pueda hacer de ellos" .29 en ningún caso, parece inhabilitarles para desarrollar complejos
Para el siglo XIX, tal como explica Walter Benjamin, al refe- discursos acerca de los cuadros y sus significados. Más bien todo
rirse al romanticismo alemán: "La crítica [... ] no debería hacer otra lo contrario. Parecería, e incluso en algunos casos así se afirma,
cosa que descubrir las disposiciones secretas de la obra, cumplir que lo que inhabilita para hablar de pintura es precisamente el
sus intenciones ocultas. En el sentido de la obra misma, es decir hecho de ser pintor. La consecuencia más inmediata es el que el
de su reflexión, debería sobrepasarla, hacerla absoluta". 3º público no "ve" el cuadro más que a través de la interpretación
Es el crítico, más que el propio autor, el que hace posible la que del mismo hace el crítico.
lectura de la obra artística hasta sus últimas consecuencias, el que El uso de la palabra del crítico como sucedáneo de la obra
"hace la obra de arte absoluta". artística, es sólo el resultado de la imposibilidad material, la que
27 tenía la mayor parte del público decimonónico, de contemplar, de
La importancia de la prensa como modelador del gusto artístico del público
queda muy bien reflejada en un artículo publicado en el periódico madrileño La forma directa, cuadros o esculturas; por esta razón debía confor-
Época, en 1862: "En el periódico de la mañana busca el juicio [se refiere al público] marse con la descripción que de éstos hacía la crítica en periódi-
del drama que vio estrenar la noche anterior; al siguiente día de la aparición de cos y revistas. Estaríamos ante la afirmación anterior del crítico,
un libro quiere saber lo que de él piensa la crítica; apenas abierta una exposición
pero llevada a sus últimas consecuencias: el público no ve el cua-
de bellas artes necesita opiniones que le ayuden a formar la suya", J. García, "Ex-
posición de Bellas Artes", La Época, Mad rid, 21 de octubre de 1862. dro en sentido literal, lo que "ve" es la descripción escrita que de
28
Cit. por Alfredo de Paz, La revolución romántica. Poéticas, estéticas, ideologías, él hace el crítico. Una descripción en la cual, de forma general, los
Madrid, Tecnos, 1992, p. 161.
29 31
Charles Baudelaire, El pintor de la vida moderna, reproducido en Salones y otros Un buen ejemplo de la lucha por la autonomía artística de los pintores frente a
escritos ... , op. cit., p. 379. los críticos lo tenemos en las relaciones, tal como son descritas por Darío Gamboni,
30 entre el pintor Odilon Redon y el crítico Huysmans. Véase Darío Gamboni, La
Walter Benjamin, E/ concepto de crítica de arte en el romanticismo alemán, tr. J. F.
Yvars y Vicente Jarque, Barcelona, Península, 1988, p. 64. Plume et le Pinceau, París, Minuit, 1989.
90 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 91

aspectos narrativos ocupan un lugar determinante. Lo que el crí- en primera página, y esto al margen de la longitud de estas rese-
tico hace, en la mayoría de los casos y con frecuencia como justifi- ñas, que pueden prolongarse, como si de un folletín se tratase,
cación de que hay lectores que nunca verán el cuadro, es una des- durante varios días).33 Por lo que se refiere al tratamiento perio-
cripción, minuciosa y pormenorizada, del argumento desarrollado dístico, estaríamos ante algo muy cercano a lo que hoy podrían
en el lienzo. Analicemos como ejemplo lo que un crítico mexicano ser las crónicas de los grandes festivales internacionales de cine,
escribe a propósito de El suplicio de Cuauhtémoc de Izaguirre, un en las que los comentarios acerca de artistas y directores se entre-
cuadro del que se volverá a hablar más adelante, con motivo de mezclan con reseñas relacionadas con las películas presentadas,
su exposición en la nacional de 1899: no sólo respecto a aspectos formales sino también en torno a sus
argumentos. En el caso de las exposiciones nacionales de bellas
Donde Izaguirre muestra su grandeza de concepción es en su so- artes, largas críticas, ideológicas en su mayor parte, que sirvieron
berbio cuadro: Suplicio de Cuauhtémoc. Aquí todo es majestuoso e para llevar hasta el último rincón de cada país el eco de los cua-
imponente; el asunto, los personajes, la composición. El empera-
dros y temas expuestos en la capital.
dor mexicano y el señor de Tlacopan, atados al madero, sufren los
Es esta imagen mediatizada la que recibe, en general, el pú-
agudos dolores de las quemaduras en los pies en presencia de sus
blico; la creada por unos críticos que se estimaban muy por enci-
crueles verdugos, con inquebrantable constancia, sin cambiar la
ma del propio pintor a la hora de enjuiciar y determinar el valor y
serenidad de su rostro. "El de Tlacopán, próximo a sucumbir, vol-
el sentido de los cuadros. No es infrecuente leer cómo estos mis-
vió tristemente los ojos al monarca, como para pedirle licencia de
revelar el secreto o suplicarle que él lo hiciese: fijóle airadamente
mos críticos se quejan del excesivo número de pintores que com-
la vista Cuauhtémoc dirigiéndole secamente estas palabras: "¿Es- ponen los jurados, ya que no los creían capacitados para juzgar
toy yo en algún deleite o baño?" (Orozco y Berra). Es en el momen- las obras de pintura.
to de pronunciarlas, que el artista nos representa la grandiosa fi- El análisis de la pintura de historia decimonónica debe, por
gura del Emperador Azteca..Ese rostro donde ha sabido representar lo tanto, marginar los aspectos más propiamente pictóricos en fa-
tan bien adanado el padecimiento con la indignación, es de mano vor ·de los narrativos. Lo importante sería, -- si, como ya se ha
maestra. El dolor en las facciones, la ira en los ojos, la frase que dicho, la pintura de historia es una narración-, reconstruir el dis-
brota por los labios entreabiertos, son de una poderosa energía en curso ideológico que subyace tras toda narración. Habría que cen-
el pincel y de un colorido impresionante.32 trarse, en sentido estricto, más en un estudio de "historia de las
imágenes" que de "historia del arte". Pero de imágenes utiliza-
El peso de la palabra del crítico, como sucedáneo de la pro- das, no como mera ilustración, sino como objeto susceptible de
pia obra artística, se acentuó por la importancia que la prensa explicación. Por recurrir a una dicotomía clásica, habría que pri-
decimonónica concedió en sus páginas a la celebración de las ex- vilegiar el fondo sobre la forma,34 opción discutible, pero deter-
posiciones nacionales. Un fenómeno hoy difícil de entender, pero minada por las propias características de una pintura que, en su
que hizo que año tras año, exposición tras exposición, la práctica época, fue juzgada por criterios que hoy consideraríamos como
totalidad de las revistas y los periódicos de los países en los que extra artísticos.
hubo exposiciones nacionales, tanto los de ámbito local como los
33 Por poner algunos ejemplos referidos a México, El Universal dedica once días a
de estatal, dedicasen durante varias semanas lo mejor de sus pá-
la exposición nacional de 1849-1850; El Omnibus, ocho a la de 1853-1854; El Uni-
ginas a una crítica pormenorizada de los cuadros expuestos (en el versal, quince a la de 1854-1855; El Siglo XIX, quince a la de 1856-1857; El Siglo XIX,
caso de los periódicos es habitual, al menos hasta la década de los trece a la de 1857-1858; El Diario Oficial, diez a la de 1858-1859; y El Mundo, doce a
ochenta, que las reseñas de las exposiciones nacionales aparezcan la de 1898-1899.
34 Para aspectos formales de la pintura de historia en el siglo XIX, véase José Enri-
que García Melero, "Pintura de historia y literatura artística", Fragmentos, núm. 6,
32G. Djalma, "Academia de Bellas Artes. La Pintura. I. Los mexicanos discípu- 1985, pp. 50-71, donde se hace un análisis bastante completo de la bibliograña
los", El Universal, México, 5 de febrero 1899. aceca de pintura de historia en el siglo XIX (técnica, composición, entre otras).
92 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 93

La pintura de historia es obra de un siglo (a pesar de los HÉROES CONTRA SANTOS: HISTORIA SAGRADA
antecedentes del XVII y del XVIII es fundamentalmente un fenó- VS. HISTORIA NACIONAL
meno decimonónico) que había iniciado su andadura estética con
el intento hegeliano de dividir la historia del arte en tres grandes Durante toda la época moderna, la pervivencia de la jerarquía de
épocas: simbólica, clásica y romántica, de las que esta última esta- los géneros, a la que ya se ha hecho referencia, fue acompañada
ría d efinida por el triunfo de la idea y de la pintura, de la pintura de por un cambio radical en el concepto de pintura de historia. Hasta
ideas, en definitiva. 35 División todo lo incompleta que se quiera bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII, en algunos países
pero que muestra con claridad la predilección de la cultura román- como México, incluso hasta mediados del XIX,36 tanto la teoría aca-
tica por la pintura y, más concretamente, por las ideas plasmadas démica como la práctica pictórica habían entendido por pintura
en la pintura. Es de acuerdo con estos principios con los que se de historia la representación, en formato grande, de episodios ocu-
debe juzgar la pintura producida en este periodo. Tengamos en rridos en el pasado e inspirados, generalmente, en la Biblia, la his-
cuenta, además, que son estos principios los que determinan tam- t~~ia antigua ~ la mitología, a veces también en episodios que glo-
bién algunos de sus rasgos formales característicos y sobre los que, nficaban la vida del monarca reinante. En la práctica, la fuente
una y otra vez, volverán los críticos al juzgar las obras expuestas: principal era la historia sagrada, la Biblia. Progresivamente las
necesidad de verosimilitud (las pinturas deben representar los historias nacionales desplazaron a la historia sagrada como fuen-
hechos tal como ocurrieron o pudieron haber ocurrido), claridad te de inspiración de los pintores.
de lectura (la persona que mira el cuadro debe interpretar rápida- El cambio no fue simultáneo en todos los países. Hay varia-
mente lo que allí se representa) y dramatismo compositivo (los ciones cronológicas significativas entre unos y otros. Aquéllos en
cuadros deben estar compuestos como una escena de teatro en su los ~ue el calendario de construcción nacional fue más temprano
momento cumbre). En resumen, lo que se pide a la pintura de his- el triunfo de la pintura de historia laica se adelanta hasta la se-
toria es que represente el pasado como un relato "verdadero", ve- gunda mitad del siglo XVIII. Es el caso de Inglaterra (La rendición
rosímil, capaz de atraer la atención del espectador y atraparle en de Calais por Eduardo III, Pine, 1760; Eduardo el Confesor despojando
su argumento. a su madre, Mortimer, 1763; Muerte del general Wolfe, West, 1770;
La pintura de historia es un discurso, pero no cualquier tipo Entrevista del rey Eduardo con Elfrida, después de su matrimonio con
de discurso; es un discurso público. El objetivo último de los cua- Athelwold, Kauffmann, 1771; La reina María de Escocia renunciando
dros de historia decimonónicos era que los adquiriera el Estado a la corona, Hamilton, 1776;... ) o de Francia (San Luis y Margarita de
para ser expuestos en algún museo o adornar las salas y pasillos Provenza, Vien, 1774; Muerte de Marat, 1793, David; Reunión de los
de los cada vez más numerosos edificios oficiales, desde palacios Estados Generales en Versalles el 5 de mayo de 1789, Durameau, 1789;
municipales a sedes legislativas, donde los veían y leían un gran Enrique II condecorando con el collar de su Orden al vizconde de Tavanne
número de personas. Ya desde su propia concepción material es Brenet, 1789; Bendición de las armas la noche de la masacre de Sa~
una pintura de carácter cívico, abocada a la exposición pública y Bartolomé, Le Barbier, 1791; Desembarco de San Luis en el puerto de
alejada de cualquier tentación de privacidad; en la mayoría de los Túnez, Restout, 1791; El sitio de las Tullerías por los sans-culots, Gen-
casos, el tamaño de los cuadros hacía imposible que los compra- soul-Desfonts, 1793; ... ). Aquellos otros en los que, por motivos di-
ran clientes particulares. versos, el proceso de construcción nacional fue más tardío, el triun-

~ Para la ev~luc(ón d_e _la pintura de his toria en México, véase Tomás Pérez Vejo,
konograph1e h1stonc1ste dans les expositions de l' Academia de San Carlos de
Mexique et son irnportance dans J'invention d ' une identite national", en Pierre
35 Para un an álisis pormenorizado de este tema, véase Lionello Venturi, Historia Rag_ón, Aline He~ond y Beatrice Tatard (eds.), Usages, appropiations et transgressions
de la crítica de arte, Barcelona, Gustavo Gili, 1979, pp. 203-4. de I image au Mexi,¡ue. París, CEMCA-L'Harmattan (en prensa).
94 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 95

fo de la pintura de historia laica se retrasa, en algunos hasta fina- a la fe; el artista puede hallar en la historia un fresco manantial de
les del siglo XlX. Es el caso de la mayoría de las repúblicas iberoa- hermosas concepciones.37
mericanas, incluida la mexicana, cuyos grandes cuadros de temas
de la historia nacional fueron todos pintados en la segunda mitad Poco se puede añadir a esta cita. La pintura de historia re-
del XlX (El descubrimiento del pulque, Obregón, 1869; El Senado de presenta el triunfo de una nueva sensibilidad, de la nueva reli-
Tlaxcala, Gutiérrez, 1875; Fray Bartolomé de las Casas, Parra, 1875; gión del nacionalismo, y su éxito, en detrimento de la pintura re-
Fundación de la Ciudad de México, Jara, 1891; El suplicio de Cuauhté- ligiosa, principalmente, es sólo el reflejo de este triunfo. El gusto
moc, Izaguirre, 1892;... ). del público acabó por decantarse del lado de los cuadros de histo-
La pintura de historia era hegemónica, pero los relatos que ria laica, vistos como cuadros con ideas, frente a otros géneros
narraban los lienzos no eran ya, en su mayoría, los viejos episo- que, bien no las tenían, caso de los de costumbres, retratos o pai-
dios bíblicos. El cambio fue tan radical y el triunfo de los temas de sajes, o bien sus ideas no respondían a las necesidades de la nue-
inspiración laica tan absoluto que, finalmente, el término pintura va sensibilidad, como la pintura de historia religiosa.
de historia se usa, en la mayoría de los idiomas, el español inclui- Este cambio iconográfico se encuentra también en relación
do, casi de forma exclusiva para los cuadros que representan es- directa con el cambio paralelo en el estatus de los pintores. Sin
cenas históricas no religiosas. A mediados del siglo XIX la pintura realizar un análisis pormenorizado, objeto de la sociología histó-
religiosa, hegemónica en toda la historia del arte occidental, era rica, el pintor decimonónico en general, y el de pintura de historia
ya marginal en el panorama artístico del momento. Las referen- en particular, ve cambiar radicalmente su situación social. De ma-
cias a la decadencia de este tipo de pintura, ya sea para lamentar- nera cada vez más clara forma parte de ese nuevo grupo social,
lo o para alegrarse de ello, son continuas en la crítica artística del si- desarrollado a la estela del nacimiento y el auge de la sociedad
glo XIX; alcanza su máximo en torno a los años ochenta, cuando el burguesa. Habría que remontar su origen a los filósofos de la Ilus-
declive del género parece ya definitivo. tración que, por simplificar, podríamos definir como el de los in-
Una vez que la pintura religiosa desapareció, o se convirtió, telectuales (no es casual que sea precisamente en el siglo XlX cuan-
en sentido estricto, en un mero apéndice de la de historia, la hege- do el término toma carta de naturaleza en la mayoría de los idiomas
monía de esta última fue incuestionable. La pintura de histori_a modernos). Un grupo heterogéneo de individuos que, al margen
ocupó el lugar que dejó libre la religiosa; se elevó al máximo rango y con frecuencia en contra del monopolio eclesiástico anterior en la
en la jerarquía de los géneros. En esta sustitución debe observarse configuración de una imagen mental del mundo, se convierten en
no un simple cambio de gustos estéticos. Los cuadros de pintura los primeros profesionales laicos de la interpretación y la construc-
religiosa, producidos por la Academia de San Carlos de México a ción de la realidad social. Un grupo que conquista un cuasimo-
mediados del siglo XlX, tienen el mismo tratamiento formal que nopolio de la producción del discurso relacionado con el mundo
los pintados en Europa por esos mismos años, con argumentos social da contenido a esa nueva realidad desacralizada. El pintor
profanos, sino el reflejo de una profunda mutación cultural en la decimonónico se convierte así, junto con otros profesionales del
cual la nación desplaza a la religión como fuente del mito y de la es- discurso, en un creador de realidad, en un modelador de opinio-
tética. Cambio del que, por supuesto, fueron claramente conscien- nes y, casi, en un profeta social.
tes los propios contemporáneos: Lo que ocurre en la mayoría de los países es que este nuevo
intelectual orgánico, por utilizar la terminología gramsciana, en
Nuestros abuelos tenían una aspiración, la del cielo; nosotros una contra de lo que se ~a pensado, no está -al menos en forma di-
religión, la de la patria; [... ] Ahí está nuestra historia cuyas glorio- recta-, al servicio de la burguesía, sino del Estado. Ya fuese por
sas páginas pueden inflamar la mente de los que deseen traducir la debilidad de la burguesía, una clase social extremadamente frágil
en loores la brillante epopeya de nuestro pasado de grandeza. El
37
cuadro histórico remplaza al religioso; el entusiasmo por la patria "Exposición de Bellas Artes I", El Museo Universal, Madrid, 1860, 43, p. 338.
96 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 97

en la mayoría de los países durante todo el siglo XIX, o porque ~s iglesia pierde su monopolio en favor del Estado en la creación y la
una hipótesis-, el fenómeno más importante del XIX no ha sido difusión de imágenes (el desarrollo de la academias y, correlativa-
el del ascenso al poder de las nuevas clases sociales_ burguesas mente, de las exposiciones de bellas artes, saca la producción y la
sino el del desarrollo y fortalecimiento del Estado, lo cierto es que visualización de imágenes del campo de lo sagrado al de lo pro-
la vida de los intelectuales decimonónicos estuvo fundamental- fano)¡ por otro, consecuencia de lo anterior, hay una auténtica re-
mente vinculada al Estado. Esto, que fue más o menos cierto en volución iconográfica, principalmente en la gran pintura, la pin-
función de cada grupo intelectual, es mucho más claro en el caso tura con ideas, al decir de los críticos contemporáneos. Donde los
de los pintores de historia, cuya dependencia del mecenazgo es- pintores anteriores habían representado escenas de la historia sa-
tatal fue casi absoluta. grada (Biblia y vidas de santos), los nuevos, ahora al servicio del
No parece haber ninguna duda acerca de la existencia de un Estado, ilustrarán otra historia sagrada, la de la nación, plasma-
marcado interés en la protección de las artes por parte del Estado da en los episodios gloriosos de la nueva comunidad definida por
decimonónico, que en este punto concreto parece tener el apoy_o el Estado.
unánime de todos, críticos y académicos (celebración de exposi- El Estado utiliza en forma propagandística la pintura con la
ciones nacionales de bellas artes bajo patrocinio estatal, funda- idea, muy arraigada en el siglo XIX, del carácter docente del ar-
ción de museos nacionales de pintura y escultura, mantenimiento te. Idea de origen dieciochesco, que el nuevo siglo desarrollará
-creación en los casos en que no existían-, de academias de be- hasta alcanzar las más altas cotas de aplicación práctica. Ya al co-
llas artes, dotación de becas para artistas, compra de cuadros, en- menzar el siglo, Lenoir, fundador del Museo de los Monumentos
tre otros) y, de forma muy especial, de la pintu_ra de historia, g~- Franceses, uno de los pilares del posterior Museo del Louvre, ha-
nero hegemónico durante la mayor parte del siglo XIX y que, s~ bía enunciado, con enorme crudeza, alrededor de 1800, que "la
la protección del Estado, nunca habría existido. El lugar que de¡o cultura de las artes de cualquier nación [... ] purifica sus costum-
libre la pintura religiosa lo ocupó, con el beneplácito y el apoyo bres y le hace más pacífico y más dúctil para obedecer las leyes de
de la instituciones estatales, la de historia. su Gobierno" .38 Carácter docente que la gran pintura había tenido
El aumento del poder del Estado y la pérdida paralela del desde sus orígenes. Lo novedoso es que ahora era el Estado quien
mismo por parte de la Iglesia, siempre que no restrinjamos la nu~- la usaba, y no la Iglesia. ·
va correlación de fuerzas únicamente al terreno económico, con- El Estado utilizará la pintura de historia como un sistema de
vierten, poco a poco, a la pintura religiosa en un mero subproducto coerción ideológica que le permitirá crear consenso social en tor-
de la pintura de historia. Las sucesivas desamortizaciones en los no a la existencia de una nación que legitima el ejercicio del poder
diferentes países mermaron de forma significativa los recursos estatal sobre el conjunto del territo_rio nacional. Llegados a este
económicos de la iglesia y afectaron radicalmente su capacidad punto, es necesario precisar que cuando hablo de Estado me refie-
de mecenazgo, a la vez que el proceso sistemático de laicización ro a una entidad cuya concreción no se limita al poder político en
social la despojó progresivamente de su papel como creadora y sentido estricto, sino también a ese entramado de academias, pro-
legitimadora de una visión del mund?. . , . . fesores, comisiones de compra, jurados, etcétera, un ente mucho
Durante siglos, la preponderancia de la iconografía religio- más difuso, pero no por ello menos real y con una lógica de fun-
sa había sido absoluta. Las imágenes que el hombre occidental cionamiento de gran coherencia sociopolítica; el Estado como el
pudo contemplar una y otra vez sirvieron para afianza~ ·en él la conjunto de personas e instituciones que participan del ejercicio
idea de una comunidad cristiana de la que se sentía miembro y del poder público.
con la que se identificaba: era la historia de esta comunidad lo
que le contaban las imágenes que veía en las iglesi~s._ Cuan?º la 38 Cit. en Francisco Calvo Serraller, Fernando Checa Cremades, Manuel Freíxa,
nación sustituye a la cristiandad como forma hegemoruca de iden-
Ángel González García y Pedro Vélez, Fuentes y documentos para la historia del arte.
tidad colectiva se produce una doble translación. Por un lado, la Ilustración y Romanticismo, Barcelona, Gustavo Gilí, 1982, p. 256.
98 / Tomás Pérez Vejo
Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 99
Todo este proceso de laicización del imaginario social, en el es, a la vez, un trasunto del sacrificio de Cristo (el cuadro se pue-
que confluyen estados, críticos, pintores, compradores, entre otros,
de ver como un calvario laico, aunque quizá fuese más exacto decir
cristaliza en tomo a las academias de bellas artes, unas institucio- como un martirio de San Lorenzo en versión mexicana) y un tra-
nes cuyos orígenes se remontan a la Italia renacentista pero que sunto de la nación (parece bastante obvio que el espectador mexi-
tendrán su momento de máximo esplendor en los siglos XVIII y
cano veía en el cuadro no tanto el sacrificio de Cuauhtémoc como
XIX, y coinciden con el afianzamiento del Estado-nación como for-
el de su propia nación).
ma hegemónica de organización política. 39
La pregunta es por qué Izaguirre, .parece que bastante du-
El resultado final de todo este proceso, cuya complejidad
cho en el género sacrificial, pinta a Cuauhtémoc y no a Jesucristo,
aquí apenas se esboza, fue que el santoral cristiano fue sustituido
representa el sacrificio de un rey azteca y no el del fundador del
por un santoral laico. Los episodios inspirados en la Biblia, que
cristianismo. Es evidente que apenas un siglo antes la elección hu-
durante siglos habían sido la principal fuente de metáforas, si no biese sido la contraria; también que en la elección de uno u otro
la única, con la que el hombre occidental contaba para compren-
tema se vinculaba con el hecho de que, ni un siglo antes habría
der y ordenar el mundo en que vivía, se sustituyeron por otros de
conseguido vender su Cuauhtémoc, ni en 1899 hubiese recibido
carácter laico, principalmente; la metáfora de pertenencia a una
3 000 pesos por un Jesucristo en el Calvario.
comunidad cristiana se sustituyó por la de pertenencia a una co-
Lo que hizo Izaguirre, con un magnifico resultado, no sé si
munidad nacional. Los santos fueron desplazados por los héroes
fue tanto seguir la exhortación que unos años antes había hecho
y los mártires de la fe por los mártires de la patria.
Martí a los pintores mexicanos de que dejaran de pintar cuadros
religiosos y se dedicaran a pintar episodios de la historia patria
-una especie de acta de defunción de la pintura de tema religioso,
¿POR QUÉ CUAUHTÉMOC SUSTITUYE A JESUCRISTO?
la afirmación de que el tiempo de la pintura de historia religiosa ya
había pasado-,
El pintor mexicano Leandro Izaguirre llevó a la exposición nacio-
nal de 1898 un cuadro titulado El suplicio de Cuauhtémoc, compra-
Todo anda y se transforma y los cuadros de vírgenes pasaron[ ... ].
do inmediatamente por el Estado por la exorbitante cifra de 3 000
Copien la luz de Xinantecatl y el dolor del rostro de Cuauhtemotzin
pesos,40 el precio más alto jamás pagado en México hasta ese mo-
[... ] y las amargas lágrimas que pozúan en el rostro de Marina el
mento por pintura alguna. El cuadro de Izaguirre consiguió ade-
amor invencible a Cortés y la lástima de sus míseros hermanos
más el objetivo al que todo cuadro de historia aspiraba: convertir-
[...]. ¡Pinte Cordero, ya que tanto ama las tintas rojas de la luz, cómo
se en imagen arquetípica de la nación, en el símbolo mediante el
al pie de las espigas de maíz quebrantadas por los corceles del con-
cual generaciones y generaciones de mexicanos verán su pasa-
quistador, lloraba al caer la tarde amargamente un indio sobre la
do y se identificarán con él. Por falta de espacio no voy a realizar
vestidura ensangrentada del hermano que pereció en la pelea, ar-
aquí un análisis iconológico detenido del cuadro (revísese la re-
mado de piedra y lanza contra el jinete cubierto de acero, ayudado
producción de la descripción que del mismo hace un crítico con-
por el trueno de Dios y favorecido todavía por los dientes acera-
temporáneo unas páginas más arriba), pero no parece demasiado
dos de un mastín!,41
aventurado afirmar que el éxito de la escena imaginada por
Izaguirre se debió a su capacidad de plasmar, en una sola imagen,
o, lo que parece más pausible, limitarse a satisfacer la demanda
una visión sanguinaria de la conquista en la que el héroe azteca que el Estado, nuevo mecenas de las artes, le pedía. Incluso, yen-
do un poco más lejos y parafraseando lo dicho anteriormente a
39 Para un resumen de la evolución de las academias de bellas artes, Nikolaus
Pevsner, Las academias de arte: pasado y presente, Madrid, Cátedra, 1982. 41
40
Archi,vo de la Antigua Academia de San Carlos, doc. núm. 9269. José Martí, "Una visita a la exposición de Bellas Artes", Revista Universal, t. X,
núm. 297, México, 1875, p. l .
Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 101
100 / Tomás Pérez Vejo
tura religiora cuando ya el mecenazgo religioso prácticamente
propósito de El descubrimiento del pulque de Obregón, cabría afir-
había desaparecido:
mar que Izaguirre hizo la elección de acuerdo con las necesida-
des de adecuación de la pintura de historia al discurso oficial del lo que era de esperarse, el gusto por los Santos, las Marías y los
momento en que se expuso, "el Porfiriato", cuando la retórica in- Calvarios, en que tanto se han ejercitado[ ... ]. Ni un sólo héroe de
dige~sta, acompañada, ahora sí ya sin matices, de una negación la Independencia, ni un solo martir de la Reforma. Estos tipos no
exphc1ta de lo que la Conquista había significado, parece afian-
eran del agrado de los antiguos académicos y parece que no lo son
zarse como hegemónica en el discuso historigráfico de la nación tampoco de los actuales[... ]. Si en vez de consagrarse a esta patrió-
• 42
mexicana. 1
tica y util tarea, los escultores se dedican a hacer las vírgenes en
La desamortización había mermado de forma significativa
éxtasis, ahora que no hay frailes, y que aun cuando los haya no
los recursos económicos de la iglesia y afectaba radicalmente su gastan el dinero de la contenta en comprar imágenes, es dificil que
ca_p~ci~~d de _mecena~go, a la vez que el paralelo proceso de obtengan recompensa en sus trabajos [... ]. De ahí resulta que los
la1c1zac1on social la hab1a despojado progresivamente de su papel artistas, por no haber comprendido su tiempo se quedasen pobres
como creadora y legitimadora de una visión del mundo. Así lo
y lamentándose de su suerte.44
expresa?a, con abs_?luta claridad y en el florido lenguaje de la épo-
ca, el pintor espanol Cruzada Villaamil para justificar la hege-
Pero el final del patronazgo monárquico-eclesiástico-nobi-
monía de la pintura de historia en la exposición nacional de 1858
liario no supone, necesariamente, el triunfo del mercado como
en Madrid:
regulador de la vida artística. Es más, me atrevería a afirmar que
el p~tor del siglo XIX, y me refiero al pintor de un cierto prestigio,
Todo acaba en este mundo; el grande número e inmensas rique-
no pinta, o al menos no de forma prioritaria, para el mercado,
zas de aquéllos [está hablando de la iglesia] cayeron con la marcha
pinta por y para el Estado. Pinta para el Estado, bien porque la
de la civilización, y el arte, sintiéndose por ella misma arrastrado,
mayor parte de su vida transcurre bajo la tutela de éste (becas,
sin ser por aquéllos buscado y mantenido, sintiéndose arrastra-
pensiones, cargos administrativos ... ) o bien porque, de forma más
do por la misma causa, se entregó, guiado por la moderna filoso-
directa, es el Estado, en este sentido, el heredero en la función de
fía, en brazos de la historia de sus pueblos. Buscó en ellos los más
mecenazgo de Corona, Iglesia y Nobleza, el principal comprador
sublimes momentos, las más tiernas y enérgicas manifestaciones,
de pintura, en particular de pintura de historia, en la que es casi el
los instantes más inspirados del alma humana, y empezó la obra
~co comprador. Fenómeno este último que explicaría el que una
sublime, la sacrosanta misión que estaba llamado a desempeñar
pintura tan poco comercial como la de género histórico llegara a
en el siglo XIX, a crear la pintura de historia.43
convertirse, para muchos pintores, en una forma de superviven-
cia económica. Algo que difícilmente se hubie.se producido en un
Unos años más tarde Altamirano, en México, utiliza argu-
campo artístico regido por el mercado, ya que, en este caso, no ha-
mento~ muy pare,cidos para exp_licar la pobreza en la que viven brían sido precisamente las grandes composiciones históricas las
los artistas del pa1s. Consecuencia fatal de una enseñanza acadé-
favorecidas por la demanda de los compradores. En buena parte
mica empeñada en instruir a sus alumnos en el cultivo de la pin-
del siglo XIX no existe un mercado de arte en sentido estricto.45
\
\
42
44 Ignacio Manuel Altamirano, El salón de 1879-1880. Impresiones de un aficionado.
Para la evolución de la imagen de la Conquista en la pintura de historia mexi- Artículos publicados en el diario La Libertad, México, Imprenta de Ignacio Cumpli-
cana: véase To~ás Pérez Vejo, "La Conquista de México en la pintura española y do, 1881, pp. 11-2.'
~ex1cana ~el siglo XIX: ¿dos visiones contrapuestas?", Antropología. Boletín Ofi- 45 Esto no significa, por supuesto, negar de forma absoluta la existencia de un mer-
~!al del In~tituto de Antropología e Historia, núm. 55, México, 1999, pp. 2-15. cado de arte, aunque más que de mercado de arte habría que hablar de comercio
Gregono Cruzada Villaamil, "Exposición General de Bellas Artes de 1858" La de piezas artísticas. Existe un mercado privado relativamente boyante de pintura
España,_Madrid, 30 de octubre de 1858. '
102 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasaao en imagen~~ 1 1u.1

Existe un simulacro de mercado de arte, mediatizado y monopo- existido. Fue el Estado quien pagó la formación de los pintores de
lizado por las instituciones estatales, falso tanto por los producto- historia, premió sus composiciones y compró sus cuadros.
res -las Academias funcionan como una especie de gremio me- La pregunta es por qué los Estados del siglo XIX estuvieron
dieval y los pintores, por medio de un complicado sistema de dispuestos a gastar grandes cantidades de ~ero en p_intura de
becas, cargos administrativos, etcétera, dependen para su susten- historia, no sólo directamente en su compra, sino tambien, de for-
to no tanto de la venta de cuadros como de sus relaciones con el ma indirecta, en premios, becas a pintores, entre otros. La respuesta
aparato burocrático administrativo estatal- como por los consu- está en que nos hallamos ante un nuevo tipo de Estado, ~l nacido
midores. Hay un monopolio real del Estado, principal y, -en al- de las revoluciones burguesas. Un Estado muy fortalecido pero
gunos géneros, caso de la pintura de historia-, único comprador. cuyas necesidades de legitimación habían variado radicalmente
La idea, dentro de los postulados del liberalismo económico, respecto a los sistemas políticos tr~dicion~les. Los si~temas _políti-
de que la verdad del arte y su integración en la sociedad habría que cos del Antiguo Régimen no habian terudo, o habian terudo d_e
buscarla en el libre intercambio entre artistas y público, gozó de forma mínima, necesidad de una legitimación diferente a la reli-
muy escaso predicamento en la "liberal" sociedad del XIX, quizá giosa. El poder era un atributo divino y_se ejercía en nomb~e de
con la única excepción de Inglaterra, al menos en la práctica, tal Dios, "por la gracia de Dios", para ser mas exactos. En la socieda-
como prueba el hecho de que toda la vida artística del XIX girase des desacralizadas posteriores esto ya no es posible.
en tomo a las exposiciones nacionales de bellas artes, no sólo or- Los nuevos Estados, nacidos de las revoluciones burguesas,
ganizadas y mantenidas por el Estado, sino también en las que el tienen su fuente de legitimidad en ser representantes de la na-
Estado era el principal comprador. En algunos países, como Mé- ción; gobiernan en nombre de ésta. Ya no ejercen el poder por la
xico, la dependencia del Estado es todavía mayor, ya que las ex- gracia de Dios, sino por la gracia de la nación, pero para est?,es
posiciones nacionales funcionaban como una especie de continua- necesario inventar la nación, mostrarla en imágenes. La nacion,
ción de los antiguos concursos de la Academia. nuevo sujeto religioso, lo mismo que el Espíritu Santo, necesitaba
Es esta dependencia de la vida artística de las exposiciones una representación plástica. Y esto es lo que hace la pintura de
nacionales la que mejor muestra la falta de un auténtico mercado historia: dar imágenes a la nueva religión. Ahora bien, ¿cómo se
de arte durante buena parte del siglo XIX. Sólo a partir del mo- representa un poder laico en el contexto de una sociedad desacra-
mento en que el comercio especializado de productos artísticos, lizada? No como representación de sí mismo, aunque también lo
con una red de galerías y marchantes orientada al consumo priva- hace (el ceremonial laico, inspirado muchas veces en el ritual cris-
do, desplaza a los tradicionales sistemas de patronazgo como tiano, con el que se adornan la mayoría de los regímenes republi-
impulsores de la vida artística, podemos hablar de un arte regula- canos durante el siglo XIX, es uno de los ejemplos más claros de
do por el mercado. Algo que, en la mayoría de los países, no se esto), sino como representación del pasado de la comunidad en
produce hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. En nombre de la cual se ejerce el poder; como representación vicaria.
otros habrá, incluso, que esperar al XX. Mientras tanto, el Estado Esto tampoco era nuevo en la cultura europea. Lo hacía el cristia-
se configura como el principal, o único, mecenas de la actividad nismo con un evidente éxito prácticamente desde sus orígenes, y
artística. Sin Estado la evolución artística del siglo XIX hubiese sido ahí están para atestiguarlo los millones de imágenes religiosas pro-
muy diferente y, por lo que respecta en concreto a la pintura de ducidas por la civilización cristiana a lo largo de casi dos mil años.
historia, sin la protección oficial ésta sencillamente no hubiese Lo nuevo es que esta representación vicaria, esta representación
del origen del poder, de la imagen del cosmos, ya no se plasm~ en
de retratos, miniaturas, escenas de género, entre otras. Pero su peso, tanto econó- la vida de los santos, sino en la vida de la nación. La pintura de histo-
mico como de repercusión cultural, es mínimo si se compara con la gran pintura
tutelada por el Estado. Lo que marca el triunfo de un pintor no son sus ventas a
ria es la representación del pasado de la nación lo mismo que la
clientes privados sino sus éxitos administrativos y la compra de su obra por las pintura religiosa había sido la representación del pasado de la re-
instituciones públicas. ligión. La legitimidad del poder estatal deriva ahora del hecho de
104 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 105

ser el representante de la nación, lo que, desde la perspectiva que historiadores, entre el desarrollo de los Estados-nación y el de la
aquí se analiza, tendrá dos importantes consecuencias. pintura de historia, entre el triunfo del Estado-nación como forma
Primera, la aparición de la propaganda como forma priori- hegemónica de organización política y la hegemonía de la pintu-
taria de acción política. Un Estado que legitima su existencia en la ra de historia como género pictórico. Correlación de la que, por el
nación debe tener a la nación de su parte. Mientras que en el anti- contrario, sí fueron conscientes los contemporáneos:
guo régimen no había necesidad de persuadir al pueb}o,46 en los
Estados modernos esta persuasión se convierte en el centro de la Fue necesario para que la pintura histórica se levantase a la altura
actividad política. que hoy ha llegado, los trastornos de la revolución francesa, que
Segunda, la necesidad de crear y difundir la idea de una na- hizo surgir de las ruinas del viejo edificio la vieja civilización pu-
ción concreta. Cada Estado necesita su nación. Si el Estado legiti- jante y vencedora como hoy la vemos. El amor a la patria ocupó el
ma su poder en ser el representante de la nación, deberá comen- lugar en el.que antes se rendía culto al amor de los reyes, empezo-
zar por definir cuál es la nación a la que representa. Y la nación, a se a conocer que hay una santa solidaridad entre los hombres de
pesar de lo que creen los nacionalistas, no es una realidad obje- hoy y los de ayer, entre el pasado y el presente, que las glorias de un
tivable, es sólo la creencia en un relato de origen al que la pintura pueblo alcanzan siempre a los de su raza, y que no se puede rene-
de historia dará imágenes. · · gar de ellas sin renegar de sí mismo.47
Identidad nacional y propaganda política serían dos caras
de una misma moneda: la respuesta a los pr9blemas de legitima- Tan exacta es esta correlación que, me atrevería a afirmar,
ción en una sociedad desacralizada. En el nuevo sistema de legiti- sería posible establecer un calendario del proceso de construcción
mación del poder político sin nación no hay Estado, y de ahí ese de las naciones si utilizamos las fechas de aparición y desarrollo de
enorme esfuerzo propagandístico de la pintura de historia deci- su pintura de historia.48
monónica empeñada tanto en representar a la nación como en re-
presentar un tipo de nación determinada; también la hegemonía
de la pintura de historia en las exposiciones nacionales, patroci- LA SAGA DE UNA NACIÓN: DONDE UN CUADRO
nadas por el Estado. NO ES UN CUADRO SINO UN CAPÍTULO
Si aceptamos que todo artista, como tiene que satisfacer el
gusto de los patronos para quienes trabaja, tiende a proyectar en Quizá lo más fascinante de la pintura de historia decimonónica sea
sus obras las aspiraciones e ideales de los grupos sociales a los la coherencia interna de los ciclos pictóricos. Al margen de los ca-
que las dirige, cuando es el Estado el que se convierte en el patro- sos obvios de programas iconográficos, desarrollados expresamen-
no principal -en el caso de la pintura de historia casi único- lo te para determinados edificios públicos de especial representa-
que el pintor de historia proyectará en sus cuadros serán las aspi- tividad (senados, congresos, etcétera), en los que hay una voluntad
raciones e ideales de los grupos sociales qué controlan el aparato expresa por desarrollar un discurso en el que cada uno de los cua-
estatal, las aspiraciones e ideales del Estado moderno. Un Estado dros se convierta en ilustración de una parte del mismo, el conjun-
embarcado en un ambicioso proyecto de autolegitimación colecti- to de la pintura de historia de una nación puede verse como un
va, de construcción de una nación. relato coherente y articulad_? de un mito de descendencia: el de la
Esto explicaría esa sincronicidad histórica extraña y exacta,
que hasta ahora apenas parece haber llamado la atención de los 47 Manuel Murguía, "Exposición de Bellas Artes", Las Novedades, Madrid, 10 de
noviembre de 1860.
46 48 Para las posibilidades de uso de la pintura de historia en los análisis de los
Es ésta una afirmación que ha de tomarse con todas las prevenciones posibles
ya que, en sentido absoluto, sería radicalmente falsa: resulta difícil concebir un procesos de construcción nacional, véase Tomás Pérez Vejo, "La pintura de histo-
poder que no necesite alguna forma de legitimidad y, por tanto, de persuasión ria y la invención de las naciones", Locus: revista de historia, vol. 5, núm. 1, 1999,
ideológica. Sin embargo, comparativamente, se puede considerar como válida. pp. 139-59.
106 / Tomás Pérez Vejo Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 107

propia nación. El conjunto de los cuadros d e historia se convierte Kohn ha insistido en sus trabajos52 en la contribución directa al
así en una sucesión de estampas en las que se desarrolla la saga nacionalismo del Antiguo Testamento, mediante la importancia
de una etnia mítica capaz de dar soporte a la nación. concedida al pasado, la idea de pueblo elegido y su mesianismo
La historia pintada se convierte, y cito a Smith, en "una trama latente. En un nivel más abstracto, es evidente, tal como afirma
omnicomprensiva para la comunidad que da sentido a sus expe- Andrés de Blas,
riencias y define su esencia";49 se convierte en el sustento último
de un mito fundacional que permite afumar la existencia de la pro- que la religión es un buen ambiente socializador para el naciona-
pia nación como algo al margen del tiempo y de la historia, para- lismo cultural: el desprecio por el compromiso, la validez de prin-
dójicamente gracias a la historia. Si seguimos de forma un cipios absolutos, el clima emocional que se desprende del ethos
tanto libre al propio Smith,50 lo que hacen los cuadros de historia religioso, puede fácilmente ser asimilado por las ideologías nacio-
es dar respuesta a las preguntas a las que todo mito de origen debe nalistas [... ], pocas cosas más aptas que el autosacrificio de los na-
responder: una definición del origen temporal (cuándo nació la na- cionalistas para reemplazar el martirio de los santos.53
ción), una de origen espacial (dónde nació la nación), otra de sumo-
mento de esplendor (cuál fue la edad dorada de la nación, el momen- El modelo cristiano, ampliamente interiorizado por las po-
to mítico en que una civilización fue capaz de dar lo mejor de sí blaciones de los nuevos Estados nacionales, estaba ahí. La propa-
misma), una más de su decadencia (cuándo y por qué perdió su ganda estatal se limitó a utilizar el arquetipo de un relato existen-
antiguo esplendor) y una definición de su resurrección (cuándo y te y llenarlo con nuevos contenidos.
cómo consiguió la nación recuperar, al menos en parte, ya que la Pero, como decía anteriormente, lo que llama la atención es la
edad de oro siempre está en el pasado, su antiguo esplendor). coherencia del relato, la sensación de que existe un guión previo
Este relato mítico, capaz de justificar la existencia de una en el que hay una casilla para cada uno de los cuadros que des-
nación, de dar realidad a lo que es poco más que una ensoñación pué~ se van a pintar. Y es que, en cierta forma, este guión existió
romántica -finalmente toda nación es sólo un relato sobre los gracias a la celebración de las exposiciones nacionales de bellas
orígenes, que ha conseguido un cierto consenso social-,51 susti- artes. El éxito de las nacionales, cuya celebración llegó a conver-
tuye en el imaginario de los pueblos contemporáneos ese otro re- tirse en la mayoría de los países en un auténtico acontecimiento
lato mayor, en el ámbito occidental, que es la pintura de historia social, puso en manos de los Estados un importante mecanismo
religiosa. Responde a las mismas preguntas y crea un sentido de de control ideológico y artístico. El sistema era relativamente senci-
pertenencia con la misma fuerza. Allí donde el cristianismo y la llo. Por una parte, los reglamentos daban prioridad a determi-
pintura de historia religiosa ponían los misterios gozosos, doloro- nados géneros en perjuicio de otros; se reservaba siempre un lu-
sos y gloriosos del Rosario, señas de identidad de una comunidad gar preeminente a la pintura de historia; por otra, la composición
cristiana, el nacionalismo y la pintura de historia laica ponen el de los jurados, encargados de la selección de las obras y la conce-
gozo de un tiempo puro en el que la nación era ella misma, el do- sión de premios, recaía siempre en personas vinculadas al'mundo
lor de la muerte a manos de un enemigo exterior y la gloria de la oficial, lo que permitía definir determinadas orientaciones: no sólo
vuelta a sí misma, de la resurrección. se privilegiaban los temas de historia, sino, además, determina-
Esta pervivencia de arquetipos cristianos en el imaginario dos temas de historia.
nacional occidental tampoco debe sorprendemos demasiado. Hans
52
49 Anthony D. Smith, The Ethic Origins ofNations, Nueva York, B. Blackwell, 1988, ~~anse, especialmente, de Hans Kohn, The Idea of Nationalism. A Study in its
p. 15. Orzgms and Background, Nueva York, Collier Books, 1967, y Prophets and Peoples:
50 ]bid., p. 192. Studies in Nineteenth Century Nationalism, Nueva York, Macmillan, 1961.
51 Sobre 53 Andrés de Bias Guerrero, Nacionalismo e ideologías políticas contemporáneas, Ma-
el concepto de nación, véase Tomás Pérez Vejo, Nación, identidad nacional
y... , op. cit. drid, Espasa Calpe, 1984, p. 85.
108 / Tomás Pérez Vejo
Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes / 109
Cuando algún tema concreto era premiado, éste se conver- ministración. La situación se podrí¡i. resumir de la siguiente ma-
tía inmediatamente en el favorito de los pintores para futuras ex- nera: la vida del pintor gira en torno a las exposiciones naciona-
posiciones, y no sólo por el premio en sí, s~o por lo q':1~ éste lle- les, éstas en torno al Estado y el Estado en torno a la creación de
vaba consigo: lo compraba el Estado, atraia la atenc10n de los una imagen que legitime su propia existencia. Con tales presu-
críticos y lograba una carrera administrativa. Esto permitía al Es- puestos, el desarrollo de programas iconográficos que sirvan para
tado el desarrollo de un programa iconográfico completo en el explicar y justificar la existencia de una nación de la que el Estado
cual, año tras año, se generaban imágenes de los hechos más rele-
es su representante en la tierra es casi una nece~idad lógica. .
vantes del devenir nacional, en función de la interpretación que Existieron también otras causas que explican la coherencia
este mismo Estado hacía de la historia nacional. Es decir, los te- de estos relatos iconográficos. Una de las más interesantes se re_la-
mas representados no son aleatorios, no dependen d_el cap_richo ciona con el cambio de estatus del pintor, al que ya se ha hecho
del pintor, sino que todo un difuso sistema, en el que ~te_rvienen referencia. Existe en el mundo artístico del XIX, mucho más que
críticos, jurados, comisiones de compras, entre otros, mdi<:a .ª.los en otros periodos históricos, el convencimiento de que el trabajo
pintores qué temas serán bien recibidos y cuáles no; en defrm~va, del pintor es un trabajo intelectual, de que el pintor crea con ideas.
qué es lo que debe de pintar. Co~o ejemplo curi?so ~e puede :itar Esto supone, al margen de otras muchas consideraciones de índo-
la proliferación de cuadros relacionados con episodios de 1~ epo- le sociológica, una clara dependencia de los artistas plásticos del
ca prehispánica en las últimas exposiciones nacionales mexicanas libro, de la obra impresa, considerados en ese momento histórico
del siglo XIX, producción atribuida, por muchos críticos de la épo-
como la principal o única fuente de difusión de ideas. Primero era
ca, a una serie de artículos de Altamirano, publicados en 1881, en
el libro y después la pintura. Ya cuando en los albores del roman-
los cuales exhortaba a los pintores a buscar en la historia antigua ticismo español la revista El Artista quiere ejemplificar el pintor
de México temas para sus cuadros, de "ogaño" frente al de "antaño", representará a éste, en un des-
tartalado estudio, rodeado sólo de los recipientes e instrumentos
Notará el público la profusión de cuadros que representan episo-
propios de un oficio artesanal, mientras que aquél aparece con
dios de nuestra historia antigua[ ...]. Cúlpase de esta profusión de
todos los atributos que definen el trabajo intelectual, particular-
cuadros[ ... ] al maestro Altamirano, quien en 1881, con motivo de la
mente un anaquel con libros -Biblia, Byron, Víctor Hugo, Dante
anterior exposición, escribió varios artículos que tuvieron gran re-
y Calderón-,55 reflejo, por otra parte, de la importancia que los
sonancia, y en los cuales censuraba dura y justamente a la Acade-
temas iconográficos tienen en la pintura román,tica.
mia por circunscribir su radio de producción a la interpreta~ión de
Hablar de pintura en el siglo XIX significa, por lo tanto, ha-
asuntos místicos[... ] citaba este escritor como ejemplo de los vas-
blar de fuentes literarias, y más todavía en el caso de la pintura de
tos campos profanos que podía tener la composición pictórica en-
historia. El pintor de historia -una pintura de ideas-, no crea en
tre nosotros, los mil episodios de nuestra historia antigua. En-
el vacío, sino que recurre, tanto para la elección de lo~ temas co~o
tusiasmáronse los jóvenes y diéronse a esa clase de composición.54
para su plasmación plástica concreta, a fuentes escritas y se atie-
ne, de forma bastante estricta, a lo que estas fuentes narran acerca
La vida del pintor del siglo XIX estaba completamente supe- del desarrollo del hecho histórico que, generalmente, se lleva al
ditada a su éxito o fracaso en las exposiciones nacionales, y era el lienzo respetando, hasta en sus mínimos detalles, lo narrado por
Estado el que, directa o indirectamente, las controlaba, tanto por lo
éstas, tal como ya comentamos que recomendaban los tratad~stas
que se refiere a la propia admisión de las obras, como a la conce- de la época. Y esas fuentes escritas son, en su mayoría, la~ his~o-
sión de premios y, sobre todo, a la compra del cuadro por la ad- rias nacionales en las que tan pródigo fue el siglo XIX, las historias

54J. Sánchez Ancona, "La exposición de Bellas Artes. Guía del visitante. Los tra- 55El Artista, Il, 1836, p. 108. La lámina del pintor de "ogaño" fue dibujada por
bajos presentados", El Mundo, México, 22 de enero de 1899.
Federico de Madrazo, la del de "antaño" por Blanchard.
110 / Tomás Pérez Vejo

nacionales en las que, como si se tratase de un drama romántico,


la nación se muestra como la heroína de una novela por entregas.
Los fantasmas de la Iglesia ante
En estos grandes relatos historiográficos, la historia no es una su- la imagen cinematográfica:
cesión de episodios sociales, económicos o culturales, es la vida
de la nación, un personaje de carne y hueso que sufre, goza, se 1953-1965*
humilla, pero que, al final -no olvidemos que es la heroína de la
historia-, vence a sus enemigos. Es la vida de esa heroína de
folletín la que ilustran los pintores, y los cuadros no son episo-
dios aislados, tomados al azar, son los momentos claves del dra- • Valentina Torres Septién
ma de una de la mayores creaciones literarias del siglo XIX: las Departamento de Historia / UIA
historias nacionales.
La pintura de historia es la ilustración de un relato, relato a
su vez ella misma de la construcción de la principal y más pode- RESUMEN
rosa metáfora de identidad colectiva de la modernidad: la nación. Este artículo es un resultado parcial del proyecto de investigación "El
Esto la convierte en una especie de material arqueológico que, un impacto de la cultura de lo escrito en la historia de México, siglos XVI-
poco a la manera foucaultiana, nos permite reconstruir el proceso XX". El objetivo de este ensayo es mostrar cómo la Iglesia reaccionó ante
de invención de las naciones, mediante la formalización de una el impacto de la imagen cinematográfica entre 1950 y 1965, años en que
historia imaginada e ilustrada en imágenes. Desde esta perspecti- se manifiesta una fuerte intención de regular la asistencia d e la feligresía
va, los miles de cuadros dispersos en museos y edificios públicos hacia este espectáculo, y las formas que se utilizaron para vigilar la ob-
servancia de esta regulación.
en los que los pintores del siglo XIX volcaron su enorme pericia
Durante la primera mitad del siglo XX la Iglesia católica mexicana
técnica son mucho más que el episodio final de una pintura aca- atribuyó a la imagen cinematográfica una gran capacidad para estimu-
démica, amanerada y un tanto anacrónica. Son el relato en imáge- lar los sentidos y perturbar la moral. A través de su discurso, la Iglesia
nes de la "invención" de las diferentes naciones, un archivo ar- vio al cine como el peor enemigo de las familias, discurso que se tradujo
queológico de imágenes con las huellas del proceso mediante el en la necesidad de reflexionar sobre el impacto de la imagen y de su
cual los nuevos Estados-nación articularon un relato sobre los orí- influencia en la feligresía. En todo este largo proceso en que la Iglesia
genes, capaz de justificar la existencia de las naciones como en- católica se enfrentó a este medio de comunicación considerado como una
tidades naturales al margen del tiempo y de la historia. Y es que, gran amenaza para sus enseñanzas evangélicas, la institución centró su
no lo olvidemos, las imágenes han sido a lo largo de la historia una esfuerzo en conservar, mediante prescripciones, un estricto control que
de las principales -quizá la principal- fuente de legitimación invalidara influencias externas, frente a las cuales el espectador era con-
del ejercicio del poder. Lü siderado como un ser desvalido.

• Este artículo forma parte del proyecto de investigación "El impacto de la cultu-
ra de lo escrito en la historia de México, siglos XVI-XX. Una aproximación desde la
historia cultural", financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y
la Universidad Iberoamericana. Los documentos utilizados en este trabajo son
parte del Archivo de la Acción Católica Mexicana (en proceso de catalogación),
en adelante AACM, que se encuentran en el área de Acervos Históricos de la Bi-
blioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana. Agradez-
co a Leonor Magaña s u apoyo en la investigación y en la lectura de este texto.

Historia y grafía, UIA, núm. 16, 2001

Das könnte Ihnen auch gefallen