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tema

10 LENGUA CASTELLANA
Y LITERATURA
La lengua como sistema.
La norma lingüística.
Las variedades sociales y funcionales
de la lengua.
22-5183-13

Temario 1993
tema 10

lengua castellana y literatura

1. La lengua como sistema


1.1. El sistema de la lengua. Las relaciones de oposición

1.2. La lingüística estructural

1.3. Niveles lingüísticos


1.3.1. Nivel fonológico
1.3.2. Nivel morfológico
1.3.3. Nivel sintáctico
1.3.4. Nivel léxico-semántico

2. La norma lingüística

3. Las variedades sociales y funcionales de la lengua


3.1. Variedades sociales

3.2. Variedades funcionales

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INTRODUCCIÓN

El estudio del lenguaje ha experimentado cambios muy notables a lo largo de su


historia.
La gramática tradicional se caracteriza por dos rasgos. En primer lugar, no se li-
mita a la descripción de los hechos lingüísticos, sino que se sirve del criterio de
autoridad para señalar qué producciones lingüísticas son correctas y cuáles no. Es
decir, la gramática tradicional, vigente a lo largo de muchos siglos, es, en primera
instancia, normativa o preceptiva. El segundo rasgo característico es que su pos-
tura, además de normativa, es lógica. Al hablar de postura lógica lo que queremos
decir es que, dentro de esta concepción de la lengua, se tratará de ver cómo las
categorías lógicas o del pensamiento encuentran un reflejo en las categorías gra-
maticales. Se parte de conceptos extralingüísticos, totalmente ajenos a la lengua,
para dar cuenta de los fenómenos lingüísticos. No es de extrañar que, desde la
perspectiva de nuestro siglo XX, se hayan criticado tales planteamientos, tal equi-
paración entre el pensar y el hablar o identificación de las categorías lógicas y las
gramaticales. Sin embargo, también se ha sabido reconocer sus aciertos: sin duda
alguna, el más importante para el tema de que nos vamos a ocupar es que, tras sus
afirmaciones, subyace la idea de que hay fenómenos o hechos constantes que se
mantienen invariables bajo las múltiples variaciones de la lengua.
Más adelante, con el descubrimiento de lenguas como el sánscrito, sobreviene la
llamada gramática histórica, en cuyo seno las lenguas se definen como productos
del espíritu colectivo de un pueblo y los hechos de lengua se explican recurriendo
a factores psicológicos, sociales o culturales, pues, al igual que la gramática tradi-
cional, se recurre a lo no lingüístico para dar cuenta de lo puramente lingüístico.
Estas dos corrientes (la gramática tradicional y la gramática histórica) parten de
postulados ajenos y externos a la propia lengua y que no logran definirla. Esto se
debe a que no la consideran como un fin en sí misma, sino como un simple medio
para llegar a alcanzar otras realidades de tipo psicológico o cultural.
Si hemos citado estas corrientes es por el contraste que va a suponer respecto a
ellas la llegada de la lingüística moderna por lo que a la concepción de la lengua
se refiere. Efectivamente, hemos de esperar al siglo XX y a la ciencia lingüística en
esta centuria configurada para que se comience a considerar la lengua desde una
perspectiva inmanentista. De esto modo, y gracias fundamentalmente a la figura
de Ferdinand de Saussure, se empieza a plantear la necesidad de ver los hechos
lingüísticos desde dentro de la propia lengua y no desde campos, aunque relacio-
nados, externos a ella: la lengua deja de ser vista como un medio para convertirse
en objeto de estudio interesante en sí mismo.

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1 La lengua como sistema

1.1. El sistema de la lengua. Las relaciones de oposición

Desde que la propusiera el lingüista ginebrino Ferdinand de Saussure, se acepta la definición de


lengua como un sistema de signos.
Se entiende por signo un conjunto de sonidos evocador de un concepto determinado. Solamen-
te cuando se produce la asociación de estos dos componentes (significante y significado, imagen
acústica y concepto) hablamos de signo lingüístico: no es signo un concepto que no se vea expre-
sado mediante una secuencia de sonidos, como tampoco lo será un conjunto de sonidos que no
evoque ningún significado.
Una cuestión clave que se nos plantea es el significa de lengua como sistema. Fuera de toda consi-
deración lingüística, el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define así el sistema:
«Conjunto de cosas que ordenadamente seleccionadas entre sí contribuyen a determinado objeto».
Si aplicamos esta definición a la lengua, diremos que un sistema es un conjunto de unidades in-
terdependientes (los signos lingüísticos) que se relacionan entre sí. Para Saussure los elementos
lingüísticos mantienen un equilibrio parecido al que mantienen las piezas en el juego del ajedrez
en un momento de la partida, de tal modo que si se cambia de lugar una pieza, o si desaparece o se
incorpora una nueva, el equilibrio se modifica, se pasa de un estado a otro diferente.
La relación que las unidades lingüísticas mantienen entre sí es una relación opositiva o de oposición.
Algún ejemplo nos ayudará a comprender este concepto: decimos que el fonema /p/ mantiene
una relación de oposición respecto al fonema /b/ puesto que gracias a él es posible diferenciar los
significados de peso y beso, así como afirmar que se trata de palabras distintas. Por otra parte, la desi-
nencia verbal de imperfecto -aba de tomaba o -ía de comía se opone a la desinencia de indefinido
-é de canté o -í de bebí. Asimismo, decimos que la palabra frío se opone significativamente a caliente,
tibio o helado.
No debemos olvidar tampoco que las unidades lingüísticas (sean fonemas, morfemas o palabras) se
oponen entre sí debido a que cada una de ellas está configurada a través de un haz de rasgos distin-
tivos o pertinentes. En última instancia, es la presencia o la ausencia de un determinado rasgo lo que
hace que un signo se oponga a otros en el sistema. De este modo, la oposición entre los fonemas
/p/ y /b/ de peso y beso se establece en virtud de un solo rasgo distintivo: la ausencia de sonoridad
de /p/ frente a su presencia en /b/. Por lo demás, los restantes rasgos de estos fonemas son comunes:
son consonánticos (frente a los fonemas vocálicos), orales (frente a las consonantes nasalizadas),
bilabiales (en su articulación intervienen los labios) y oclusivos (la emisión del sonido se produce en
un solo golpe de aire).
Desde el punto de vista morfológico, hemos de considerar que, a pesar de que tanto el imperfecto
como el indefinido expresan tiempo pasado, lo que opone a las desinencias -aba o -ía frente a -é o -í
es la no indicación del final de la acción: el imperfecto es un tiempo progresivo, el indefinido es un
tiempo puntual.

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Recapitulando lo mencionado hasta ahora, podemos afirmar que la lengua está formada por un
conjunto de unidades perfectamente organizadas e interrelacionadas entre sí, de tal modo que
unas dependen de las otras. Esta afirmación tiene bastante peso, puesto que de ella depende que
puedan ser definidas todas y cada una de las unidades que la integran.
Una unidad lingüística no tiene valor aisladamente. Sólo cuando la considera­-mos dentro del con-
junto del que forma parte adquiere plena significación. Es por esta razón por lo que se afirma que
una unidad tiene un valor relativo, no absoluto: no es nada por sí sola, lo que sea, nacerá de su dife-
rencia respecto a otras unidades. Quiere esto decir que, por ejemplo, el pronombre personal «yo»
queda definido más por lo que no es que por lo que es, ya que se opone a «tú» y a «él».
Así pues, en el sistema de la lengua no hay más que diferencias. Cabe hablar de sistema porque hay
un conjunto de diferencias de sonidos (significantes) asociadas a una serie de ideas o contenidos
(significados).
Hemos de reparar, por otro lado, en que el mecanismo lingüístico se basa en dos tipos de relacio-
nes: sintagmáticas y asociativas. Las relaciones sintagmáticas son aquellas que establecen entre
sí los elementos del decurso hablado o escrito. En la cadena, el valor de cada elemento estará en
directa dependencia de su relación con otros que también aparezcan en ella. Las relaciones asocia-
tivas son las que establece una unidad con otras que no están presentes en el enunciado hablado
o escrito.
Explicaremos esta distinción con otras palabras: cada unidad de un enunciado está sometida a una
doble presión. Por una parte, la propia de las unidades con la que comparte la cadena hablada o
escrita; por otra, la de aquellas que forman sistema con ella y que, por esta razón, podrían haber
aparecido en lugar suyo.
Hjelmslev señaló la distancia entre estos dos tipos de relaciones: mientras que las relaciones sintag-
máticas son directamente observables, las asociativas sólo lo son de un modo mediato.
Ya se trate del eje sintagmático o del paradigmático, las relaciones habrán de pertenecer a una de
estas dos categorías:
„„ Relaciones de oposición: el único modo de definir un fenómeno lingüístico es relacionándolo
con los demás que lo rodean, relación opositiva en virtud de la cual recibe su valor y su función.
„„ Relaciones de identidad: cuando no se da oposición, existe identidad de signos.
La teoría de Saussure sobre el signo como semejante u opuesto a los demás ha hecho posible el
desarrollo de una lingüística basada en los hallazgos de la moderna teoría de la comunicación.

1.2. La lingüística estructural

En lingüística se vienen utilizando como sinónimos los conceptos de sistema y estructura, a pesar de
que Saussure no habla de estructura, sino solamente de sistema. Sea como fuere, esta identificación,
la afirmación de que la lengua es un sistema o una estructura, hizo que el modo de hacer lingüística
iniciado por Saussure y continuado después por sus seguidores (la escuela de Ginebra, el círculo de
Copenhague y el círculo lingüístico de Praga) recibiera la denominación de estructuralismo, enten-
diéndose como tal el estudio sistemático y descriptivo del sistema de la lengua.
Trabajos posteriores a Saussure permitieron a los lingüistas estructurales precisar las nociones de es-
tructura y signo lingüístico. En especial, los miembros de la escuela de Praga, y después la teoría glo-
semática de Hjelmsev y el distribucionalismo americano, llegaron a realizar un método para el análisis
de la estructura de la lengua, de aplicación tanto al eje sintagmático como al paradigmático.

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En el plano sintagmático es de primera importancia el concepto de distribución, que da nombre a


la teoría cuyo más firme representante es L. Bloomfield. En ella lo importante es el contexto en que
aparece un elemento, es decir, las unidades que le preceden y las que le siguen. La distribución es el
conjunto de contextos en que una unidad puede aparecer: por este camino se llegan a determinar
un conjunto de reglas, las relaciones sintagmáticas, a las que se accede mediante el mecanismo de
la conmutación. Por conmutación se entiende la tarea de sustitución de un elemento por otro en el
plano de la expresión para verificar si este cambio provoca alguna diferencia significativa. Volviendo
a uno de los ejemplos anteriores, vemos que lo que diferenciaba a peso de beso era la presencia de
dos fonemas, /p/ y /b/, relacionados opositivamente. Pues bien, llegamos a la conclusión de que es
esta la relación que estas unidades fonológicas mantienen entre sí tras conmutar en la palabra peso
el primer segmento por otro, resultando de este cambio otra palabra (beso) que nos remite a un
nuevo concepto.

1.3. Niveles lingüísticos

Dentro de la estructura del sistema general de la lengua es posible establecer diferentes niveles, cuya
estructura es semejante a la de la lengua, por lo que se habla también de subsistemas lin­güísticos.
Fue Mathesius quien, en 1929, aludió a la lengua como un sistema de niveles correlacionados: fo-
nológico, morfológico y sintáctico, a los que en 1961 Trnka añadió el supersintáctico o estilístico.
Normalmente, y atendiendo a cada una de las facetas del mensaje verbal, se diferencian cuatro nive-
les, el fonético-fonológico, el morfológico, el sintáctico y el léxico, aunque será igualmente habitual
la reducción de los niveles morfológico y sintáctico a uno solo, el nivel morfosintáctico. Cada uno de
estos niveles constará de ciertas unidades y serán tratados por ciencias del lenguaje específicas.
Además, dentro de cada nivel existen otros microsistemas. Sin ir más lejos, al plano o nivel morfoló-
gico pertenece el sistema del número en español, formado por dos miembros:
„„ Singular, cuya realización es el cero fonético.
„„ Plural, donde caben tres realizaciones: -s, -es o cero fonético (lobo-s, rey-es, crisis).
Los niveles de lengua serán, según sus límites, abiertos o cerrados. Son cerrados los niveles fonoló-
gico y morfológico, porque, una vez establecidos, no se pueden incrementar con nuevas unidades,
ya que no hay más que cinco fonemas vocálicos y tres terminaciones verbales en nuestra lengua.
Frente a estos niveles, el del vocabulario estará integrado tanto por subsistemas cerrados (son doce
las palabras con que denominamos los meses del año) como por subsistemas abiertos (creándose
continuamente denominaciones para todo tipo de nuevos aparatos que salen al mercado).
Analizaremos por separado cada uno de los niveles lingüísticos del español deter­mi­nando sus uni-
dades y disciplinas­.

1.3.1. Nivel fonológico


Practicando la segmentación hasta el último grado en el plano de la expresión, hallamos las unida-
des mínimas carentes de significación pertenecientes a la segunda articulación del lenguaje.
Estas unidades son los fonemas o segmentos fónicos que desempeñan una función distintiva de
significantes.
En efecto, el fonema es un conjunto de rasgos distintivos cada uno de los cuales es capaz de diferen-
ciar palabras. Así, boca/poca se diferencian gracias a que, coincidiendo en la base común de /bilabial,
no líquida, oral, grave, difusa/, se oponen en un rasgo diferencial:
−− /b/ es sonora
−− /p/ es sorda

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Desde un punto de vista intuitivo también se ha considerado al fonema como el sonido intencional;
es decir, el sonido que el hablante intenta pronunciar. Pero el sonido es lo que realmente pronuncia
el usuario de la lengua.
Pues bien, el fonema es el modelo abstracto, es funcional por ser distintivo, y pertenece a un sistema,
el sistema fonológico, constituido por un número fijo y limitado en cada idioma. En cambio, los so-
nidos son mucho más numerosos ya que cada fonema puede realizarse de varias formas o variantes
que reciben el nombre de alófonos.
Por ejemplo: fonema /b/ no hay más que uno, pero se puede realizar en forma oclusiva como en
[bola] o en forma fricativa como en [chabola].
La multiplicidad de alófonos depende del contexto fónico, de la persona que habla, del habla emo-
cional, de la expresividad enfática, etc.
En suma, el fonema pertenece a la lengua (al sistema) mientras que el alófono corresponde al ha-
bla.
Dentro del sistema fonológico puede distinguirse un subsistema vocálico y otro consonántico.
Ahora bien, en determinadas posiciones se produce el fenómeno de la neutralización de una oposi-
ción de fonemas. Por ejemplo, en el caso de la doble realización fonética de atlas, o sea, [a t l a s] y [a
d l a s], no funciona la oposición /t/ / /d/ como en «pita» y «pida» puesto que en «atlas» - «adlas» no
se produce diferenciación de significante y significado.
Así pues, en la neutralización dejan de funcionar los rasgos distintivos, y lo que actúa es la base co-
mún o conjunto de los rasgos comunes a dos fonemas. Este conjunto común es el archifonema.
Además de los fonemas, en el plano de la expresión funcionan los prosodemas o elementos supra-
segmentales, así llamados por ir sobre los segmentos o fonemas y no tener existencia sin ellos. Los
prosodemas son el acento y la entonación.
El acento es un prosodema intenso, pues recae sobre un fonema. El acento desempeña función
constitutiva al diferenciar palabras llenas (sustantivo, adjetivo, verbo, adverbio) y palabras vacías (las
restantes).
También desempeña el acento la fun­ción distintiva:
l í m i t e / limité / l i m i t e
Nos estamos refiriendo, por supuesto, al acento como elemento fónico.
Por último, destacaremos la función enfática del acento, que no es solo una sobrecarga intensifi-
cadora, sino que incluso consiste en un desplazamiento de la intensidad por razones emocionales
como, por ejemplo, en una situación de ira cuando se dice «¡N i ñ ó!» para dar una orden o emitir
una prohibición.
Por su parte, la entonación es un prosodema extenso, ya que es una melodía que «cabalga» sobre
toda la frase, sobre la totalidad de los segmentos del enunciado hasta llegar al último con la rama
final o tonema, el cual desempeña una función distintiva, como ocurre en:
−− Ha venido el cartero.
−− ¿Ha venido el cartero?
−− ¡Ha venido el cartero!
Pero, además de la función distintiva, la entonación también funciona constitutivamente, ya que no
hay frase, no hay idioma sin melodía, sin entonación peculiar de los diferentes tipos de enunciados.
Por supuesto, la entonación también desempeña una función enfática en relación con las situacio-
nes emocionales o con las características de las personas, según cultura, costumbres locales, etc.

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1.3.2. Nivel morfológico


Actualmente se tiende a unificar nivel morfológico y nivel sintáctico, pero en la realidad del análisis
científico pueden tratarse por separado.
Practicando ahora la segmentación y la conmutación para descubrir otro tipo de unidades mínimas,
se determinan los monemas, según terminología de A. Martinet.
Los monemas son las unidades de primera articulación, es decir, unidades mínimas dotadas de sig-
nificación.
Así, si en la segunda articulación de Tu amiga llegó pronto se segmentan las unidades de segunda
articulación: ⁀
/ t-u-a-m-i-g-a-l -e-g-ó-p-r-o-n-t-o /
cada una de las cuales carece de significación. Sin embargo, podemos efectuar otra fragmentación
en unidades mínimas dotadas de significación, bien léxica, bien gramatical:

tu/ = perteneciente al oyente


/amig-/ = persona que siente amistad
/-a/ = femenino
/lleg-/ = venir
/—ó/ = 3ª persona singular pretérito
perfecto simple indicativo

Estas unidades dotadas de significación se dividen en lexemas y morfemas, aunque en la terminolo-


gía americana solo se usa el término morfemas sin diferenciación.
Los lexemas son las unidades mínimas portadoras del concepto. En cambio, los morfemas no signi-
fican conceptos, sino que sirven para añadir una modificación semántica o gramatical al lexema, o
para relacionar lexemas. En este sentido, son morfemas relacionantes las preposiciones y las conjun-
ciones; son modificadores léxicos los morfemas afijos, y añaden significación gramatical los morfe-
mas de género, número, grado, caso, persona, tiempo, modo, voz.
Los morfemas pueden presentarse con alomorfos al igual que los fonemas se realizaban con di-
versos alófonos. Por ejemplo, el morfema de plural presenta tres alomorfos o variantes del mismo
morfema:

/-s/ = piso-s
/-es/ = cárcel-es
/ø/ = tesis -
Por el modo de construirse en la cadena hablada, unos morfemas son independientes, como las
preposiciones y las conjunciones, pues no se unen a ningún lexema. Por contra, otros morfemas son
dependientes porque siempre van trabados con un lexema, es decir, no existen como palabras. Por
ejemplo, en cantábamos hay varios morfemas dependientes o trabados:
______á - ba - mos
En el nivel morfológico, pues, se realiza la estructuración interna de las palabras, operación funda-
mental en el proceso onomasiológico de la constitución de la «lengua» para la comunicación.

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1.3.3. Nivel sintáctico

En la estructuración del lenguaje verbal intervienen otras unidades o secuencias dotadas de signi-
ficados más amplios que el del monema: se trata de las unidades en relación sintagmática, es decir,
en relación por su presencia junto con otras para constituir cada enunciado. Estas unidades son los
sintagmas.
Los sintagmas son conjuntos de monemas afectados como conjunto por una unidad de función
sintáctica en la oración o enunciado.
El conjunto puede ser unitario, como en la oración Pan de un niño pidiendo tal alimento a su madre.
No obstante, en una concepción binaria de los hechos lingüísticos siempre podemos afirmar que se
trata, como mínimo, de dos monemas:
/pan-/ + monema cero
lexema + morfema cero de número.
Un enunciado puede estar estructurado con uno o múltiples sintagmas, no hay límites:
−− Pan. (1 sintagma)
−− Roma ataca. (dos sintagmas)
−− El pintor creó un cuadro muy bello en el jardín de su familia. (6 sintagmas).
Ahora bien, en esta última frase figuran sintagmas que aparecen incluidos en otros sintagmas:
Es decir, un sintagma puede experimentar el fenómeno de la expansión al recibir otros sintagmas
que lo complementen.
Según la clase de palabras que domine en el sintagma, este recibirá distintas denominaciones:
„„ Sintagma nominal, si el núcleo es un nombre:
Se comprueba que es un conjunto de monemas que desempeña unidad de función ya que es el
sujeto del predicado de la frase antes expresada.
„„ Sintagma verbal, si el núcleo es un verbo:
/creó un cuadro muy bello en el jardín de su familia/
Evidentemente, es un conjunto de monemas (cre-ó) que funciona como núcleo al recibir dos
complementos.
„„ Sintagma adjetivo, si el núcleo es un adjetivo como en muy bello, construcción que actúa, sin-
tácticamente, como adyacente o modificador directo (depende de la terminología).
„„ Sintagma adverbio, si el núcleo es un adverbio. Por ejemplo, en Vive cerca de la torre:
Estos cuatro tipos de sintagmas son endocéntricos ya que tienen un núcleo receptor de los adjun-
tos, complementos o modificadores.
Sin embargo, los sintagmas en el jardín y de su familia son exocéntricos porque no presentan núcleo
dentro de la unidad principal:
en el jardín de su familia

Obsérvese que la secuencia en el jardín de su familia funciona sintácticamente como circunstancial


y que se constituye a base de un enlace y un término enlazado. Por tanto, no hay núcleo en este
sintagma, que es el sintagma preposicional. El núcleo que aparece lo es del término enlazado (T),
como ocurre con de su familia, unidad funcional formada por enlace más término.

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Además de estos sintagmas (nominal, adjetivo, verbal, adverbial y preposicional), algunos autores
consideran que también existe el sintagma oración.
Sin embargo, la oración se diferencia de los demás sintagmas en que es el receptáculo de todos los
sintagmas para constituir un enunciado completo: es un conjunto de sintagmas (que a veces puede
ser conjunto unitario) que no desempeña una función sintáctica como tal conjunto, tiene melodía
completa (unidad de entonación), constituye mensaje (unidad de sentido) y tiene autonomía sin-
táctica.

1.3.4. Nivel léxico-semántico

Este nivel se corresponde con los lexemas, que son los monemas que están dotados de significado
léxico, pues denotan seres, procesos y propiedades de los seres de la realidad extralingüística. Los
lexemas son elementos básicos, unidades léxicas para estructurar el significado en el lenguaje ver-
bal.
El significado es un conjunto de rasgos conceptuales vinculados a una imagen acústica determina-
da.
Esos rasgos son las unidades constitutivas más pequeñas, o sea, los rasgos semánticos pertinen-
tes; que son:
„„ Rasgos constitutivos: son los rasgos integrantes del núcleo semántico fundamental. Por ejemplo,
en mirar, los constitutivos son vista y acción.
„„ Rasgos relacionantes: son rasgos implicados que rigen las restricciones combinatorias. Por ejem-
plo, mirar implica los rasgos animado y órganos visuales e impide (restringe) que mirar se pueda
combinar con el monte, salvo en poesía (lenguaje figurado).
„„ Rasgos no constitutivos: son los rasgos connotativos, no distintivos por tanto. Por ejemplo, mirar
puede añadir el rasgo connotativo de mala educación si se hace fijamente a un desconocido.
Por su parte, la semántica estructural considera que las unidades semánticas son:
„„ Unidades mínimas, los semas.
„„ Unidades dotadas de varios semas, los sememas.
„„ Unidades formadas por varios sememas, los campos semánticos.
Por ejemplo, el campo semántico de /asiento/ sería /silla, sillón, sofá, banqueta, taburete.../. El se-
mema es el conjunto de rasgos que corresponden a silla o a sillón, etc. Así, para la silla el semema
es:
/patas+sentarse+respaldo+una persona/

Pues bien, sema es cada uno de esos rasgos de, por ejemplo, silla: /con patas/ es sema, /para sentar-
se/ es otro sema, etc.
El conjunto de semas comunes a varios sememas es un archisemema­.

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2 La norma lingüística
La gramática tradicional es una gramática normativa, ya que se preocupa por emitir juicios de valor
sobre la corrección o incorrección de los enunciados emitidos por los hablantes de una lengua. La
palabra norma nos sugiere la idea de algo que no debemos contradecir: si emitimos enunciados
como La semana pasada andé buscándote o No me dijistes que estabas de mal humor, sin duda alguna,
nuestros interlocutores nos entenderán (estamos hablando español), pero posiblemente alguien
nos corregirá y hará que nos fijemos en las formas verbales andé y dijistes. Estas formas son incorrec-
tas, pues con su empleo estamos incurriendo en una infracción contra la norma lingüística, aquella
que dicta que hemos de usar anduve y dijiste.
Es fácil imaginar ejemplos contrarios a la norma en el nivel sintáctico, donde existen unas reglas
que determinan qué combinaciones de signos son posibles en una lengua dada. Cuando se violan
las reglas sintácticas, se incurre en construcciones agramaticales (no gramaticales), tanto más graves
cuantas más reglas se violen. Los siguientes enunciados:
−− Ella le prepara la comida a sus hijos.
−− Ellas les prepara la comida a sus hijos.
−− Ella les prepara comida la a hijos sus.
Son agramaticales, pero muestran un distinto grado de agramaticalidad, pues en el primero aparece
le en lugar de les, en el segundo falla la concordancia entre sujeto y predicado; ya en el tercero, no se
ha respetado la precedencia que siempre debe haber entre determinante y núcleo.
Gracias a estos sencillos ejemplos se puede comprender la importancia del concepto de norma
lingüística: conjunto de reglas que determinan los patrones de corrección en el uso de la lengua. La
Real Academia de la Lengua es la encargada de modelar estos criterios para el español.
La norma, como conjunto de realizaciones obligatorias de tipo geográfico o sociocultural, limita las
posibilidades que ofrece el sistema. Dentro de un país y un sistema lingüístico lo habitual será que
coexistan, con diferente localización geográfica, varias normas dialectales, regionales o locales. Ob-
sérvese el siguiente ejemplo: en un área de Andalucía (la Andalucía ­seseante) es norma la realización
­del fonema fricativo interdental sordo como [s] (sapato para zapato).
Se considera que la norma es una abstracción (como la lengua), que ocupa una posición intermedia
entre esta y el habla: entre el sistema lingüístico y el habla concreta y peculiar de un sujeto existen
unas reglas constantes y fijas que son seguidas por los miembros de una misma comunidad lingüís-
tica, que varían de una a otra comunidad y que son independientes de la función del lenguaje. Estas
reglas constituyen lo que se denomina norma. Los hechos de norma, a pesar de ser constantes en
cierta comunidad lingüística, no son, sin embargo, pertinentes desde el punto de vista funcional, no
pertenecen al sistema.
E. Coseriu trata este tema en profundidad en «Sistema, norma y habla» (contenido en Teoría del
lenguaje y lingüística general). El autor analiza y busca ejemplos en los que se distinguen hechos de
lengua de hechos de norma correspondientes a los diversos niveles de análisis lingüístico:
„„ Plano fónico: un fonema (hecho abstracto de lengua) puede ser realizado por infinidad de va-
riantes fonéticas o sonidos (hechos del habla concreta). No obstante, dentro de las posibles reali-
zaciones de un fonema dado, hay unas cuantas variantes habituales en determinadas posiciones
dentro de la palabra. Estas variantes, anteriores al sistema, pertenecen a la norma.
El sistema vocálico español está formado por cinco fonemas. Cada uno de ellos se puede realizar
como sonido abierto o como sonido cerrado, pero estas variantes no tienen valores ni funciones,
si bien lo habitual será que en ciertas palabras se opte por la variante abierta y en otras, por la
variante cerrada. Estos repartos habituales ya pertenecen a la norma, y no se deben confundir

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con las variantes imprevisibles cuyo origen estará en factores individuales y ocasionales de muy
diversas índole, hechos de habla.
Si nos fijamos en el sistema consonántico, las ilustraciones a la distinción lengua/norma se mul-
tiplican: en nuestra lengua la vibrante simple y la vibrante múltiple se oponen solo en posición
intervocálica (cero-cerro), mientras que en los demás contextos se produce una neutralización. La
norma es la que dictamina que la variante múltiple aparezca en posición inicial (ruso) y tras l, n y s
(honra, Israel), mientras que la simple aparecerá tras consonante oclusiva (brazo, traza). El hecho de
que realicemos como simple la vibrante en un término como ruso afecta a nuestra comprensión
de la palabra, pero resultará extraña o anormal a cualquier hablante de español.
„„ Plano morfológico: los errores de norma se dan cuando se aplican principios perfectamente
aceptables por el sistema, pero rechazados por la norma de una comunidad dada. Así, de manera
análoga a la formación de indefinidos en -é (amé, superé, etc.) el sistema contempla la posibilidad
de una forma andé, ya mencionada: será la norma la que la rechace e imponga otra distinta.
Lo mismo ocurre con todo lo relativo a los procesos de formación de palabras (derivación y com-
posición). En potencia, el sistema permite todos los nombres posibles acabados, por ejemplo, en
-mento; de hecho, el hablante, para satisfacer sus necesidades expresivas, podría, en un momento
dado, crear un nuevo nombre recurriendo a este o a cualquier otro sufijo; sin embargo, algo muy
distinto dice la norma, que viene a actuar a modo de «filtro» de las virtualidades de la lengua; por
eso en el diccionario se consigna una entrada como mantenimiento, pero no otra como expresa-
miento.
„„ Planos sintáctico y léxico: en estos planos parece existir mayor dificultad a la hora de separar
hechos de sistema y de norma establecida. De cualquier manera, cita Coseriu, respecto al nivel
sintáctico, la distancia que separa a las construcciones regulares de las fórmulas fijas.
En el campo léxico los problemas sobrevienen de la propia dificultad que ha venido planteando
un estudio estructural del vocabulario, dada la enorme heterogeneidad de las unidades bajo con-
sideración. A este respecto, Coseriu menciona, entre otros, el verbo latino esse, que se correspon-
de con los españoles ser y estar, poniendo de relieve como cada lengua lleva a cabo de un modo
peculiar su clasificación conceptual la realidad.
Otro caso es el de los sinónimos, a los cuales la norma no es indiferente, puesto que dos palabras,
por muy cercanas que estén sig­nificativamente, no comunican exact­a­men­te lo mismo, como
tampoco son semejantes sus condiciones y registros de uso.
Finalmente, hemos de reparar en la importancia de la triple distinción lengua-norma-habla. De
nuevo, es Coseriu quien puntualiza que lo realmente significativo es la diferenciación entre siste-
ma de la lengua y norma por lo que puede ayudar en la comprensión del mecanismo del cambio
lingüístico, es decir, en cómo cambian las lenguas. El hablante dispone de las posibilidades que le
brinda el sistema, pero se le impone la norma que rige su uso. Este hablante puede no obedecer
la norma y puede ocurrir que su comportamiento lingüístico sea seguido por otro u otros hablan-
tes, transformándose así en una nueva norma que desplaza a la anterior. Este cambio, debido al
rechazo de su norma, puede suponer el punto de partida de un cambio en el sistema.

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3 Las variedades sociales y funcionales de la lengua


En la consideración saussureana de lengua como un sistema, el lingüista ginebrino no tuvo en cuen-
ta el aspecto social y, por tanto, cambiante, de la lengua en toda su profundidad. Fue su discípulo
Antoine Meillet quien, en 1928, subrayó que la lengua era parte de un todo cultural, con lo que dio
origen a la Escuela sociológica francesa. Aunque no será hasta 1963 cuando los estudios sociolin-
güísticos adquieran la importancia que merecían merced al Social Sciences Reseach Council.
William Brigth, al año siguiente, delimitó el campo de esta nueva disciplina. Se trataba de estudiar
la diversidad lingüística teniendo en cuenta sus condicionantes (distintos elementos que intervie-
nen en la comunicación), la diacronía, las creencias lingüísticas y la extensión de la diversidad.
Así pues, la lengua, desde esta perspectiva, se nos presenta como un instrumento esencial para la
comunicación y desde esta dimensión deja de poder ser considerada como un código uniforme y
rígido, ya que los usuarios de esa lengua adaptan las reglas del sistema a sus peculiaridades o nece-
sidades.
De acuerdo con esto, empleamos el término variedad para aludir al conjunto de elementos lingüís-
ticos que se asocian con un tipo particular de relación geográfica, social o situacional.
Teniendo en cuenta la distinción empleada en sociolingüística, Hudson distingue entre variedades
diatópicas, diastráticas y diafásicas, que desarrollamos a continuación.

3.1. Variedades sociales

Dentro de este apartado se consideran las variedades diatópicas y las diastráticas.


XX Variedad diatópica
Se entiende por variedad diatópica el uso que hace de la lengua un hablante en función de su
origen territorial. Aquí se incluyen el dialecto, las hablas locales y las hablas regionales, cuya diferen-
ciación radica fundamentalmente en la extensión. De todas estas variadedades diatópicas, fijaremos
nuestra atención en el dialecto.
Se define dialecto como un sistema de signos desgajado de una lengua, viva o muerta, con una
concreta limitación geográfica y sin notables diferenciaciones con respecto a otro dialecto de origen
común. Frente a la lengua de origen, el dialecto se caracteriza por:
„„ Tener una delimitación geográfica concreta.
„„ Desarrollarse en función, exclusivamente, del crecimiento de su población autóctona.
„„ Carecer de normatividad.
„„ Carecer de una literatura (excepto cuando se reproducen sus rasgos para caracterizar el habla de
un personaje).

XX Variedad diastrática
Hablamos de variedad diastrática para referirnos al uso que hacen de la lengua los hablantes en
función de su estratificación social.
En este sentido, López Morales señala que todas las lenguas están estratificadas socioculturalmen-
te. De acuerdo con esta variedad, el hablante elige un determinado nivel de uso lingüístico en fun-
ción de diversos factores extralingüísticos como el hábitat, la edad, el nivel cultural o el sexo.
Evidentemente, el conjunto de estos factores es casi ilimitado, de manera que también lo sería el
conjunto de niveles, por lo que a continuación sólo haremos mención de los más significativos.

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„„ Nivel culto: es el uso de la lengua de acuerdo a la normativa académica, lo que supone que el
usuario ha de tener una alta competencia lingüística. Es el nivel que sirve de modelo de correc-
ción, como ideal de lengua para los estratos inferiores, al tiempo que es el más estable y uniforme
en su uso, y el que posibilita la cohesión y unidad del idioma.
Tiene una manifestación más abundante en la lengua escrita que en la oral. Las características
fundamentales de este nivel son:
−− Perfecto uso de los matices de expresividad fónica.
−− Ausencia de relajación o pérdida de -d-.
−− Corrección en la sintaxis.
−− Riqueza léxica.
−− Precisión lingüística.
„„ Nivel medio, coloquial o popular: es el utilizado por la mayoría de los hablante de una lengua
así como por los medios de comunicación. Si bien mantiene un alto grado de normatividad, este
nivel es menos riguroso que el anterior dado que en él influyen tanto la competencia lingüística
de los hablantes como su nivel cultural. El DRAE define este nivel como el «propio de la conversa-
ción, que puede llegar o no a registrarse en la obra escrita».
Las características fundamentales de este nivel son:
−− Interrogaciones enfáticas (¿No?) o retóricas (¿Por qué discutimos?).
−− Abundancia de exclamaciones e interjecciones (¡Hombre!, ¡Uf!).
−− Uso repetitivo de los pronombres personales (A mí lo que me pasa...).
−− Abundancia de imperativos (Mi­ra, fíjate).
−− Abundancia del vocativo (Ni­ño, cállate).
−− Predominio de la oración simple.
−− Frases inacabadas.
−− Polisemia de los nexos que, pero, pues.
−− Uso de formas afectivas.
−− Presencia de muletillas (Tiene tela marinera).
−− Abundancia de deícticos (Dame eso).
Dentro de este nivel podemos incluir una variante suya como es el nivel familiar, que mantiene
los rasgos generales del nivel coloquial, pero intensifica otros (especialmente diminutivos, ex-
presiones afectivas y frases inacabadas) y añade determinadas connotaciones propias de cada
núcleo familiar.
„„ Nivel vulgar: es el usado por los hablantes de escasa formación cultural y que, por tanto, desco-
nocen las reglas del idioma, de manera que el descuido que se observa de la lengua no es por
voluntad del usuario, sino por desconocimiento. En ocasiones, como anotan Salvador y Antonio
López Quero, se confunde este nivel con el coloquial; sin embargo, mientras el registro vulgar
depende de variables sociológicas, el coloquial depende fundamentalmente de la situación co-
municativa, de ahí que pueda darse tanto en las personas cultas como en las iletradas.
Entre las características fundamentales destacan:
−− Alteración del timbre vocálico (melitar).
−− Alteración de los diptongos (Juaquín).
−− Velarización de h ante ue (güevo).
−− Metátesis vocálica y consonántica (niervo, cocreta).

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−− Etimología populares (vagamundo).


−− Vacilaciones l/r (sordao, arma).
−− Pérdida de consonantes (esperezarse, dino).
−− Adición de consonantes (dijistes, emprestar).
−− Leísmo, laísmo y loísmo.
−− Uso de deber de con valor de obligación.
−− Dequeísmo (Opino de que...).
−− Concordancia con haber (Habían muchas personas).
−− Alteraciones de género (el radio)­.
−− Uso de palabras y expresiones vulgares (mangar, trompa).
−− Formas contractas (contimás).

3.2. Variedades funcionales

En este apartado vamos a mencionar aquellos usos de la lengua que vienen dados por la finalidad
con la que el hablante emplea el lenguaje y, sobre todo, con la situación en que se produce la co-
municación. Se trata de lo que denominamos como variedad diafásica.
Junto a lo señalado anteriormente, esta variedad también está condicionada por el canal y por el
tema. Estamos, pues, ante un registro en el que el hablante escoge un uso de la lengua para acomo-
darse a las circunstancias antes señaladas. Como es lógico, la amplitud de situaciones origina una
amplitud de jergas que escapa al contenido de estas páginas. No obstante, podemos establecer dos
grandes grupos: jergas profesionales y jergas generales.
Las jergas profesionales: se trata de un conjunto de realizaciones lingüísticas que unifican y cohe-
sionan a los individuos dentro de su profesión. Del amplio número que hay podemos destacar la
científica, la literaria, la jurídico-administrativa, la comercial, etc.
Las jergas generales: incluimos aquí un conjunto de jergas que no aparecen en función de una
profesión, sino en función de la pertenencia del individuo a un determinado grupo y que, como en
el caso anterior, también contribuyen a la cohesión del individuo con ese grupo. Aquí podemos citar
la jerga estudiantil, la de los soldados, del hampa, etc.
Indudablemente, entre ambas clases exis­-ten notables diferencias, sin embargo, pode­mos extraer
algunas características comunes:
−− Surgen por la necesidad de cohesión del individuo.
−− Crean nuevos términos (mola, abrasivo).
−− Variaciones del significado de determinadas palabras de uso común (operación, abortar). ALAR-
COS LLORACH, E.: Fonología española. Ed. Gredos, 4ª ed., aumentada y corregida, Madrid, 1983.

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BIBLIOGRAFÍA
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RESUMEN

La lengua como sistema.


La norma lingüística.
Las variedades sociales y funcionales de la lengua.

1. La lengua como sistema 1.3.1. Nivel fonológico


„„ Fonemas: unidades mínimas carentes de significación per-
tenecientes a la segunda articulación del lenguaje; con-
1.1. El sistema de la lengua. Las junto de rasgos fónicos distintivos, cada uno de los cuales
relaciones de oposición puede diferenciar una palabra; pertenece a la lengua
La lengua es un sistema de signos (Saussure). „„ Sonido: pronunciación real y concreta de un fonema, sus
variantes son alófonos; pertenece al habla.
Signo: conjunto de sonidos que evoca un concepto (signifi-
cante y significado, imagen acústica y concepto). „„ Subsistemas: vocálico y consonántico.

Sistema: conjunto de unidades interdependientes que se re- „„ Neutralización: dejan de funcionar los rasgos distintivos de
lacionan entre sí. dos fonemas, creándose un archifonema.
Las unidades lingüísticas mantienen entre sí relaciones de „„ Prosodemas o rasgos suprasegmentales: acento y entona-
oposición. ción (tonemas).
La oposición se da porque cada unidad está compuesta de
1.3.2. Nivel morfológico
un haz de rasgos distintivos o pertinentes, cuya presencia o
ausencia hacen que un signo se oponga a otro del sistema. „„ Monemas: unidades mínimas de la primera articulación,
Una unidad lingüística no tiene valor asiladamente, sino que dotadas de significación.
sólo lo tiene cuando está dentro del conjunto del que forma „„ Tipos de monemas: lexemas (portadoras de conceptos),
parte; su valor es relativo, no absoluto. morfemas (añaden una modificación semántica [afijos] o
Relaciones: sintagmáticas (las que se establecen entre los ele- gramatical [flexivos] al lexema, o relacionan lexemas [rela-
mentos que aparecen en la cadena) / asociativas (entre uni- cionantes]).
dades no copresentes, pero que pertenecen al sistema y que Pueden presentar alomorfos.
podrían haber aparecido). De oposición / de identidad. Dependientes / independientes.

1.3.3. Nivel sintáctico


1.2. La lingüística estructural
„„ Sintagmas: unidades en relación sintagmática, en relación
„„ Estructuralismo: proviene de la idea de que la lengua es un
por su presencia junto con otras para constituir cada enun-
sistema o estructura. ciado; conjunto de monemas con unidad de función en la
„„ Continuadores del estructuralismo de Saussure: Escuela de oración o enunciado.
Praga, Glosemática de Hjemslev, distribucionalismo americano.
Un sintagma puede expandirse al recibir otros sintagmas
„„ Distribución (Bloomfield): conjunto de contextos en que que lo complementen.
una unidad pueda aparecer.
„„ Tipos de sintagmas: nominal, verbal, adjetivo, adverbio,
„„ Conmutación: sustitución de un elemento por otro en el
preposicional. Endocéntricos / exocéntricos.
plano de la expresión para comprobar si esa sustitución
provoca diferencias significativas. „„ Oración: conjunto de sintagmas que no desempeña una
función sintáctica como tal conjunto, tiene melodía com-
pleta, constituye mensaje y tiene autonomía sintáctica.
1.3. Niveles lingüísticos
Niveles: fonético-fonológico, morfológico, sintáctico, léxico.
1.3.4. Nivel léxico-semántico
Niveles: cerrados (una vez establecidos, no pueden ampliar- „„ Lexemas: monemas dotados de significado léxico, unida-
se) / abiertos (pueden seguir ampliándose). des que estructuran el significado.

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„„ Significado: conjunto de rasgos conceptuales vinculados a Dialecto: sistema desgajado de una lengua. Características:
una imagen acústica. delimitación geográfica concreta; se desarrolla por el creci-
„„ Rasgos semánticos pertinentes: constitutivos / relacionan- miento de su población autóctona; carece de normatividad;
tes / no constitutivos. carece de literatura.

XX Variedad diastrástica
„„ Unidades semánticas: semas (unidades mínimas), seme- Uso que hacen de la lengua los hablantes en función de su
mas (unidades con varios semas), campos semánticos (uni- estratificación social.
dades con varios sememas), archisemema (conjunto de
semas comunes a varios sememas). Niveles:
„„ Culto: de acuerdo a la normativa; alta competencia lingüís-
tica del usuario; modelo de corrección, ideal de lengua,
2. La norma lingüística más estable y uniforme; perfecto uso de los matices de
La gramática tradicional es normativa (corrección o incorrec- expresividad fónica y ausencia de relajación o pérdida fo-
ción de los enunciados). nológica; corrección en la sintaxis; riqueza léxica; precisión
lingüística.
Construcciones agramaticales: las que violan las reglas sintácticas.
„„ Medio, coloquial o popular: alto grado de normatividad,
Norma lingüística: conjunto de reglas que determinan los pa- pero menos riguroso que el culto; propio de la conversa-
trones de corrección en el uso de una lengua. La norma limita ción; interrogaciones enfáticas, exclamaciones o interjec-
las posibilidades del sistema. ciones; repetición de pronombres; uso de imperativos y
La norma es una abstracción intermedia entre la lengua y el vocativos; predominio de la oración simple; frases inacaba-
habla. El hablante puede rechazar el uso normativo, siguien- das; polisemia de los nexos; formas afectivas y muletillas;
do una posibilidad del sistema, y si este hecho se generaliza, abundancia de deícticos.
puede ser un punto de partida para un cambio del sistema. „„ Familiar: variante del anterior, con sus rasgos propios e in-
tensificando otros con connotaciones propias del núcleo
familiar.
3. Las variedades sociales y „„ Vulgar: hablantes de escasa formación cultural; descuido
funcionales de la lengua por desconocimiento de las reglas; se puede confundir con
el coloquial, pero el vulgar depende de variables sociológi-
„„ Meillete: la lengua forma parte de un todo cultural (Escuela cas, y el coloquial de la situación comunicativa; alteración
sociológica francesa). del timbre vocálico y de los diptongos; metátesis vocálica
„„ W. Brigth: estudio de la diversidad lingüística teniendo en y consonántica, etimologías populares; pérdidas y adicio-
cuenta sus condicionantes, la diacronía, las creencias lin- nes consonánticas; laísmo, leísmo y loísmo; dequeísmo;
güísticas y la extensión de la diversidad. alteraciones de género; palabras y expresiones vulgares;
„„ Variedad: conjunto de elementos lingüísticos que se aso- contracciones.
cian con un tipo particular de relación geográfica, social o
situacional. 3.2. Variedades funcionales
„„ Hudson: variedades diatópicas, diastráticas y diafásicas.
Usos de la lengua dados por la finalidad que el hablante quie-
ra dar y por la situación de comunicación.
3.1. Variedades sociales
Variedades diafásicas: jergas (profesionales o generales)
XX Variedad diatópica Rasgos comunes: necesidad de cohesión del individuo con un
Uso que hace de la lengua un hablante en función de su ori- grupo; creación de nuevos términos; variaciones de significa-
gen territorial: dialectos, hablas locales y hablas regionales. do de palabras de uso común.

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