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En el estudio del fenómeno literario intervienen diversas disciplinas, especializadas cada una
en un aspecto del objeto de estudio y cuya combinación nos posibilita un conocimiento
completo y profundo del hecho poético. Cada una de estas disciplinas se vale de una
metodología distinta y pueden centrarse en objetos de estudio más concretos, pero su fin
último es contribuir a la formación del estudioso de la literatura.
La figura del estudioso literario debe tener ciertas competencias lingüísticas, por lo que no
estamos hablando de un lector, ni siquiera de un crítico literario, sino de un filólogo, que
conozca el fenómeno del lenguaje humano y su funcionamiento y pueda, por ello, analizar las
manifestaciones lingüísticas que son los textos poéticos. Por lo tanto, la primera disciplina que
entra en juego en la formación del filólogo es la gramática, como instrumento para la
corrección idiomática.
Una vez que el filólogo, conocedor del sistema de la lengua y de una teoría universal de lo
literario, tiene las competencias necesarias para practicar la crítica literaria, es decir, el análisis
de textos poéticos en particular para obtener de ellos un conocimiento más profundo que el
que nos aporta la mera lectura. Basándonos en las competencias adquiridas previamente, el
filólogo tiene la capacidad de generar un texto nuevo de carácter analítico a raíz de la
interpretación que él hace del texto leído. A raíz de las interpretaciones nace la hermenéutica,
una disciplina encargada de la búsqueda de la significación del texto, de si es una o múltiple y
de qué factores son significativos para encontrar esa significación.