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Es una clase histórica de textos del género argumentativo, de manera que la base de su
construcción textual es la argumentación; según esto, todos los planos textuales
(semántico, sintáctico y comunicativo) estarán concebidos para justificar lo posible mediante
la razón y para alcanzar como finalidad última un tipo particular de persuasión del receptor.
El objetivo del ensayo es establecer la credibilidad de una idea u opinión mediante pruebas;
pero éstas no serán demostrativas, es decir, las que partiendo de premisas verdaderas
llegan a conclusiones necesarias y cuyo valor es universal y atemporal, sino pruebas
retórico-argumentativas, que son aquellas cuyas premisas son simplemente probables o
verosímiles y sólo son válidas en contextos concretos y con fines determinados. En el
ensayo, como en cualquier texto argumentativo, las pruebas no son irresistibles a la crítica,
pues a menudo están determinadas por la subjetividad y la imaginación. Mientras que el
sabio, el erudito o el especialista constatan y prueban, el ensayista mira e interpreta, pues
no trabaja desde necesidades matemáticas o axiomas que le exijan demostrar
regularidades mediante pruebas con valor universal; en el ensayo raras veces hay una
relación necesaria entre la hipótesis y la conclusión, sino que más bien predomina una
relación de probabilidad, de credibilidad. Para describir su objeto y defender su tesis el
ensayista aporta como pruebas: 1) sus vivencias y experiencias personales (lo visto u oído,
lo sentido y vivido); 2) las vivencias de otros (narraciones); 3) sus valoraciones e
interpretaciones subjetivas; 4) argumentos retóricos (cuyas premisas se basan en valores y
en lugares de lo preferible). Mientras que el especialista intenta ante todo ser objetivo,
eliminando todo rasgo ideológico o subjetivo, el ensayista siempre piensa y expone desde
su punto de vista personal, de ahí que sus pruebas estén teñidas de subjetividad
Qué se dice y cómo se organiza: superestructura argumentativa del ensayo.
El exordio es la primera presentación del asunto, de ahí que suela mantener un vínculo con
la argumentación que va a desarrollarse a continuación. Aunque también puede ser que el
contenido semántico del exordio no mantenga una relación clara con el asunto que se va a
debatir a continuación; en estos casos, los primeros parágrafos del texto son una digresión
o divagación inicial sobre un tema ajeno o aparentemente ajeno al asunto de la
argumentación.
En este terreno habría igualmente que situar la voluntad de estilo personal, pues la
argumentación se realiza no sólo mediante razonamientos, sino también a través de la
fantasía (analogías, comparaciones, metáforas...) y de la elección y uso singular de los
registros de la lengua común. Igualmente, la argumentación ensayística debe gran parte de
su eficacia y credibilidad a los mecanismos de personalización orientados a enriquecer y
matizar el éthos del enunciador (deseo de causar buena impresión) como vía emotiva para
alcanzar la persuasión del receptor.
Para qué se escribe: ámbito de la finalidad y de la función del ensayo.
El ensayo tiene una función social concreta: no sirve para divulgar en lenguaje corriente
doctrinas y teorías dominadas sólo por los especialistas, sino para replantear críticamente
los fundamentos de la realidad en todas sus dimensiones, desde los aspectos más nimios a
los más trascendentales. El ensayista asume la imposibilidad de encontrar la respuesta
verdadera a determinadas cuestiones de la vida o de la cultura, pero ofrece una opinión
orientadora que ilumine a sus coetáneos, colaborando así a la posible solución de los
problemas.
Texto adaptado de: Cervera, V., Hernández, B. y Adsuar, M. (2005). “EL ENSAYO COMO
GÉNERO LITERARIO“. España:Universidad de Murcia.
Recurso disponible en:
http://recursos.salonesvirtuales.com/assets/bloques/Cervera_Vicente_el-ensayo-como-gene
ro-literario.pdf