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1 Yásnaya Poliana, 28.8.1828 (juliano)/9.9.1828 (gregoriano)-Astápovo (hoy Lev Tolstói, provincia de Lípetsk), 7.11.1910
(juliano)/20.11.1910 (gregoriano).
2 Disponible en http://www.temakel.com/trltolstoi.htm
sus relaciones con sus causas y efectos, y no sólo desde el punto de vista del placer personal que pueda
hacernos sentir.
Si decimos que el fin de cierta forma de actividad consiste en nuestro placer y definimos esta
actividad por el placer que nos proporciona, tal definición será forzosamente inexacta. Esto es lo que ha
ocurrido cada vez que se trató de definir el arte. Por lo que hace a la alimentación, a nadie se le ocurriría
afirmar que su importancia se mide por la suma de placer que nos procura. Todos comprendemos y
estimamos que no puede admitirse eso, y que no tenemos, por lo tanto, el derecho de decir que la
pimienta de la Guayana, el queso de Límberg, el alcohol, etc., a los que estamos acostumbrados, y que
nos gustan, forman la mejor de las alimentaciones.
Así ocurre con el arte. La belleza, o lo que nos gusta, no puede servirnos de base para una
definición del arte, ni los muchos objetos que nos producen placer han de considerarse como modelo de
lo que debe ser el arte. Buscar el objeto y el fin del arte en el placer que nos producen, es imaginar,
como los salvajes, que el objeto y el fin de la alimentación están en el placer que nos producen.
El placer en ambos casos sólo es un elemento accesorio. Así como no se llega a conocer el
verdadero objeto de la alimentación, que es el mantenimiento del cuerpo, si no se deja de buscar ese
objeto en el placer de la comida, de igual modo no se comprende la verdadera significación del arte
hasta que se deja de buscar su objeto en la belleza, es decir, en el placer. Y así como averiguar como un
hombre prefiere los frutos y otro la carne, no nos ayuda a descubrir lo que es útil y esencial en la
alimentación, tampoco el estudio de las cuestiones de gusto en el arte, no sólo no nos hace comprender
la forma particular de la actividad humana que llamamos arte, sino que nos hace, por lo contrario, de
todo punto imposible dicha comprensión.
A la pregunta: ¿Qué es el arte? Hemos dado contestaciones múltiples, sacadas de diversas
obras de estética. Todas estas contestaciones o casi todas, que se contradicen en los demás puntos,
están de acuerdo para proclamar que el fin del arte es la belleza, que ésta se conoce por el placer que
produce, y que el placer, a su vez, es una cosa importante por el solo hecho de ser un placer. Resulta de
esto que las innumerables definiciones del arte no son tales definiciones, sino simples tentativas para
justificar el arte existente. Por extraño que pueda parecer, a pesar de las montañas de libros escritos
acerca del arte, no se ha dado de éste ninguna definición verdadera. Estriba la razón de esto en que
siempre se ha fundado la concepción del arte sobre la de la belleza.