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Conmemoramos el V Centenario del inicio de la expedición -del 1519- que circunnavegó el globo

por primera vez. La mayoría conocemos los nombres de sus protagonistas principales y estamos
familiarizados con ellos: Magallanes, Elcano, Pigafetta, Carlos I… Por eso aquí vamos a tratar hoy
uno que, a buen seguro, no suscita tanta atención, pero cuya participación casual en esa aventura
tuvo una incidencia decisiva: Lapulapu, el jefe de la tribu que acabó con la vida de Magallanes.
El marino portugués estaba al mando de una flota de cinco naves cuyo objetivo era abrir una ruta
alternativa hacia las Molucas, islas especieras, para la Corona española; un itinerario que evitase la
costa africana, pues en 1494 el Tratado de Tordesillas había dejado ésta en manos portuguesas.
Dado que Núñez de Balboa había descubierto la existencia del Mar del Sur, es decir, el Océano
Pacífico, la idea de Magallanes consistía en doblar el Cabo de Hornos. Primero se la propuso al rey
luso Manuel I pero a éste no le interesaba financiar un viaje que no necesitaba, así que el joven
Carlos I se perfiló como nueva opción.
A los españoles sí les parecía una inversión prometedora,
ya que, al igual que pasase antes con Colón, prometía un
gran beneficio para su moderado coste: encontrar la
forma de competir con los portugueses en un comercio,
el de las especias, que dejaba una gran cantidad de
dinero. Magallanes fue nombrado capitán general, aparte
de gobernador y adelantado de las tierras que
descubriera y su flota, que llevaba 239 hombres a bordo,
zarpó del puerto de Sevilla el 10 de agosto de 1519. La
componían, de mayor a menor tonelaje, las naos
Trinidad, San Antonio, Concepción y Victoria más la
carabela Santiago. Tras una estancia de seis semanas en
Sanlúcar de Barrameda, para finalizar la puesta a punto
de la expedición, zarparon definitivamente hacia el
sureste para realizar la habitual escala en Canarias.
Desde allí atravesaron el Atlántico y alcanzaron la costa
Fernando de Magallanes brasileña cuatro meses más tarde.
Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
La travesía fue turbulenta, no sólo por las tempestades y el avistamiento del siempre temido fuego
de San Telmo, sino porque el veedor de la armada quiso igualarse en autoridad al luso y fue
arrestado1. Luego tomaron rumbo sur, tuvieron que dar marcha atrás cuando entraron por error en el
estuario del Río de la Plata, dejaron atrás la Patagonia y, luchando contra las duras condiciones
climáticas del extremo Sur americano, lograron cruzar al Pacífico por el estrecho que hoy lleva el
nombre de Magallanes.

Ruta de paso por el Estrecho de Magallanes. Imagen: Shakki en Wikimedia Commons


Para entonces sólo quedaban tres barcos, pues la carabela Santiago naufragó y la nao San Antonio
se había amotinado y regresado a España2. Aunque el océano por el que navegaban ahora era más
tranquilo, en tres meses no avistaron tierra, siendo la tripulación diezmada por el hambre y el
escorbuto. La situación era ya desesperada cuando por fin avistaron la actual Guam, en marzo de
1521, que llamaron Isla de los Ladrones y en la que se instalaron. Una vez restablecidos,
reanudaron la singladura hasta lo que bautizaron como Islas de San Lázaro, que eran las Filipinas.
Entablaron amistad con los indígenas de Cebú y consiguieron la conversión al cristianismo de su
gobernante, el rajá Humabon que abrazó el catolicismo junto a su familia y cientos de súbditos
adoptando el nombre de Carlos en honor del rey de España (su esposa principal pasó a llamarse
Juana). Para ampliar esa confianza, Magallanes aceptó su petición de ayuda contra sus mortales
enemigos, dos datus (caciques) de la vecina isla de Mactán con quienes llevaba tiempo en guerra
por el control del comercio en la zona.
Aquí es donde entra en escena Lapulapu, pues uno de ellos era él (el otro se llamaba Zula).
Ubicación de Cebú y Mactán. Imagen: Wikimedia Commons
Conocido también como Çilapulapu (así lo escribió Pigafetta), lo cierto es que apenas sabemos nada
sobre él. Se calcula que nacería en torno a 1491 pero al no haber documentos escritos -los de
Pigafetta fueron los primeros- la tradición oral se trufaba a menudo de leyendas, todas posteriores.
Las historias populares cuentan que procedía de Borneo y solicitó a Humabon un lugar donde
establecerse con su pueblo, siéndole cedida la región de Mandawili (actual Mandaue) con una isla
incluida, la de Opong u Opon. Se suponía que allí vivirían cultivando la tierra y, efectivamente,
prosperaron de tal forma que el comercio empezó a bascular hacia allí. Lapulapu descubrió
entonces que resultaba más lucrativa la piratería que la tierra, dedicándose a asaltar los barcos de
sus vecinos y, con ello, debilitando su economía en favor de la suya. La isla pasó a ser conocida
como Mangatang («los que acechan»), de donde deriva el nombre de Mactán.
Estatua dedicada a Lapulapu en Cebú. Imagen: Alpapito en Wikimedia Commons
En esa historia se entrecruzan elementos históricos con otros legendarios, como suele pasar. El
hecho es que en esas latitudes la piratería se repartía entre chinos, coreanos, japoneses y
musulmanes, dándose la circunstancia de que Lapulapu era, según algunas fuentes, de esa última
religión. En realidad no se sabe con seguridad y muchos antropólogos opinan que el islam aún no
había llegado a esa parte del Pacífico, donde algunas costumbres como: escarificaciones,
“piercings” y tatuajes -de ahí que los españoles les llamaran pintados–, así como el consumo de
carne de cerdo y perro, además de vino de palma, eran incompatibles con dicha fe, por lo que el
datu sería más bien animista o incluso hindú.
De hecho, en su obra Relazioni in torno al primo viaggio di circumnavigazione. Notizia del Mondo
Novo con le figure dei paesi scoperti, el propio Pigafetta distingue a los cebuanos y demás
indígenas de los «moros» que vio en otras islas y especifica que éstos son más difíciles de convertir
al cristianismo; en su lugar habla de simples paganos.
En cualquier caso, Magallanes le envió un ultimátum para que cesara en su actividad, pagara tributo
a Humabon y rindiera homenaje a Carlos I. Lapulapu se negó (Zula, en cambio, aceptó) y los
españoles se prepararon para una operación de castigo.
Pintados o habitantes de las Islas Bisayas según el Boxer Codex
Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
No se consideró necesaria una gran fuerza: unos sesenta hombres apoyados por una treintena de
karakoa (lanchas indígenas de guerra) de Cebú. Alcanzaron Mactán durante la noche pero la
abundancia de arrecifes les impidió acercarse a tierra para fondear, manteniéndose a «dos tiros de
ballesta». En la playa les esperaban millar y medio de guerreros armados con espadas de hierro,
arcos y lanzas de bambú, según describió Pigafetta. Magallanes reiteró su oferta pero sólo obtuvo
burlas y Lapulapu emplazó a los intrusos a combatir al amanecer.
Cuando el sol empezó a salir, Magallanes subió a un bote y se dirigió a tierra haciéndose acompañar
sólo de 48 soldados, que al ir bien armados y protegidos (armaduras, espadas, ballestas, arcabuces)
esperaba fuera suficiente para impresionar al datu. Con ese fin, tras desembarcar, ordenó quemar
unas chozas que había en la playa, pero no sólo no consiguió asustar al enemigo, sino que lo
enfureció, haciendo que desatara abiertamente las hostilidades: una nube de flechas envenenadas
voló en su dirección, matando a dos españoles e hiriendo a Magallanes en una pierna.

Los guerreros de Lapulapu atacan a Magallanes al desembarcar en Mactán (Angus McBride).


En realidad el barco estaba anclado muy lejos Imagen: Pinterest
Comprendiendo que su plan había fracasado, el portugués ordenó la retirada, quedándose junto a un
puñado de hombres para proteger a los demás. Eso hizo que los guerreros nativos le identificaran
como jefe y centraran en él su ataque. Rodeado por varios de ellos y mermado por el veneno que
empezaba a correr por sus venas cayó muerto entre las olas, atravesado a lanzazos y machetazos,
compartiendo destino fatal con alguno más de los suyos. Otros escaparon a duras penas, corriendo
por el agua hasta el agotamiento durante casi un kilómetro de bajamar. La escena, contemplada con
impotencia desde los barcos sin poder usar los cañones por la distancia, fue tremendamente similar
a la que costaría la vida a James Cook en Hawai en 1779.
Se dijo que Lapulapu fue quien acabó con Magallanes en duelo singular, pero es el mito habitual en
estos casos, como el de la muerte de Moctezuma a manos de Cuauthémoc. Más interesante es
entender el porqué de la agresividad del datu y ahí jugó un papel fundamental la errónea percepción
que tuvieron los españoles de las estructuras de poder indígenas, al considerar que éstas se
desarrollaban de forma piramidal como en Europa y, por tanto, Lapulapu debía obediencia a
Humabon, cuando en realidad se trataba más bien de ciudades-estado y todos los datus estaban al
mismo nivel jerárquico. Que Humabon estuviera casado con la sobrina de Lapulapu debió agravar
esa confusión.
Curiosamente, aquel revés supuso un descrédito tal a ojos de Humabon, que éste decidió deshacerse
de los españoles invitándolos a un banquete de comida envenenada. Quizá el rajá quería
congraciarse con Lapulapu; quizá es que se había irritado al negarse los europeos a liberar a Enrique
de Malaca, un esclavo malayo que usaban de intérprete, al que Magallanes había prometido
manumitir a su muerte -y que pudo encizañar a unos contra otros diciendo que había un plan para
apresar a Humabon-; o quizá era verdad que algunos soldados molestaban a las mujeres locales.
Fallecieron 27 expedicionarios, entre ellos Duarte Barbosa, que había sucedido al portugués en el
mando. El esclavo logró quedarse en Cebú y los barcos hispanos levaron anclas para refugiarse en
Bohol. Quedaban 108, demasiado pocos para pilotar tres naves, por lo que quemaron la nao
Concepción y se repartieron entre las otras dos, nombrando nuevo capitán al piloto mayor, Juan
Lopes de Carvalho, luego destituido y sustituido por Gonzalo Gómez de Espinosa. Con la Trinidad
y la Victoria arribaron por fin a las Molucas y llenaron las bodegas de especias.

Itinerario de la primera vuelta al mundo Imagen: Sémhur en Wikimedia Commons


Entonces decidieron separarse: la primera, al mando de Espinosa, intentaría volver a España
haciendo el itinerario inverso. Pero el barco naufragó (esa ruta no se conquistaría hasta 1565, de la
mano de Andrés de Urdaneta, en el llamado Tornaviaje) y los 17 supervivientes volvieron a las
Molucas, donde quedaron prisioneros de los portugueses (fueron liberados en 1527). La Victoria,
profético nombre, quedó al mando de Juan Sebastián Elcano y pudo retornar rodeando África,
pasando mil penalidades y con la amenaza lusa siempre presente, ya que en una desesperada escala
en Cabo Verde quedaron cautivos 12 marineros, aunque se les dejó libres semanas después.
Los 18 tripulantes restantes (de curiosa composición internacional,
pues 9 eran españoles, 4 griegos, 2 italianos, uno alemán y otro
portugués) desembarcaron en Sanlúcar de Barrameda el 8 de
septiembre de 1522, famélicos y enfermos pero ricos, porque el
cargamento que llevaban amortizó sobradamente los gastos dejando
pingües beneficios demostrando lo acertado del viaje (no obstante,
Carlos I renunció a las Islas de la Especiería en 1529, por el Tratado
de Zaragoza, aunque conservando las Filipinas, a donde se enviaron
sucesivas expediciones: las de Loaisa, Cabot, Saavedra y Rui de
Villalobos, antes de que Legazpi las colonizara en 1564). Elcano, que
paradójicamente había sido uno de los amotinados iniciales3, se
cubrió de gloria y recibió la famosa divisa Primus circudedisti me.

Imagen:
De Heralder, lambrequins by User:Sodacan - [1], [2], [3], CC BY-SA
4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=62150289
En cuanto a Lapulapu, aceptó la propuesta de
paz de Humabon y sus pueblos convivieron
durante un tiempo, hasta que él decidió
regresar a Borneo con 11 de sus hijos, 3
esposas y 17 fieles. Así desapareció de la
historia porque no se volvió a saber de él.
Según una leyenda, se convirtió en piedra
antropomorfa y como tal vigila las aguas que
bañan Mactán, siendo venerado por los
pescadores; otra dice que su estatua, erigida en
la isla, impresionaba tanto que tres alcaldes
murieron frente a ella.
La realidad es que hoy en día se le homenajea
como el primer héroe filipino, la ciudad de
Opon fue rebautizada con su nombre y
estatuas suyas decoran
Moneda filipina de un céntimo con plazas mientras su efigie estuvo en algunas
la efigie de Lapulapu (1988) monedas en la segunda mitad del siglo XX.
Imagen: John Alan Elson En 2017 hasta se proclamó el 27 de abril,
en Wikimedia Commons aniversario de la batalla de Mactán, como el
Día de Lapulapu, fundándose una orden
homónima para premiar a funcionarios.

Fuentes:
Primer viaje alrededor del mundo (Antonio Pigafetta)
Expediciones al Maluco, viage de Magallanes y de Elcano (Martín Fernández de Navarrete)
Historia de las Islas e Indios de Bisaya del padre Alcinas 1668 (Francisco Ignacio Alcina y María
Luisa Martín-Merás)
Atlas de los descubrimientos (Mauricio Obregón)
Conquistador de los mares. Historia de Magallanes (Stefan Zweig)
1 De hecho se produjo una rebelión durante el invierno en la Patagonia. El deseo de regresar en lo que se consideraba
un fracaso por no haber hallado el paso hacia las Molucas, unido a lo inhóspito del paraje y las condiciones de
navegación provocaron descontento entre la tripulación Apenas fondearon en el puerto de San Julián, cuando los
capitanes de las otras cuatro naves tramaron un motín para matar al comandante en jefe. Los conspiradores eran:
Juan de Cartagena, veedor; Luis de Mendoza, tesorero; Antonio de Coca, contador; Gaspar de Quesada, capitán de
la Concepción. Fracasado el complot, Magallanes condenó a muerte a Gaspar de Quesada, y mandó descuartizar su
cadáver junto al de Luis de Mendoza, que había muerto durante la revuelta. Juan de Cartagena fue abandonado en
tierra, junto con el clérigo Sánchez de Reina, al zarpar la expedición el 21 de agosto de 1520 del puerto de San
Julián, sin que nada se haya sabido después de ellos.
2 Llegados a la boca del que sería el estrecho de Magallanes, se ordenó a las naves Concepción y San Antonio
explorar el canal. La nave San Antonio, con Álvaro de Mezquita se adelantó, momento en el que el piloto Esteban
Gómez y el tesorero Jerónimo Guerra deponen a Mezquita para desandar el camino por la noche y regresar a
España. La nave San Antonio era la que transportaba las provisiones de la expedición.
3 En realidad participó en la “rebelión de invierno” en el puerto de San Julián, como “maestre” en la nao Concepción,
bajo el mando de Gaspar de Quesada, saliendo mejor parado que su superior.

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