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La importancia de la investigación educativa y su aplicación en el aula

La investigación educativa se consolidó como ciencia desde la década de los años


70, apoyada en una perspectiva epistemológica y metodológica, planteando así, las bases
para el análisis, la crítica, argumentación y reflexión que necesitaría para su posterior
reconocimiento, como, para su ejecución en los procesos pedagógicos. En la actualidad ha
obtenido un espacio significativo en la educación superior, y un reconocimiento a nivel
estatal, sin embrago, ¿Es este hecho, suficiente para promoverla en las instituciones
educativas escolares y por ende en las aulas de clase? Es un cuestionamiento que merece
tenerse en cuenta, pues su grado de importancia se reduce a la participación en programas
que promueve el gobierno de turno, donde los recursos económicos son muy variables e
inestables para sostener el avance y consolidación de los proyectos con la condición
permanente de formación que se requiere e involucrar a los docentes y estudiantes de
manera activa. Esta situación de alguna manera, desmotiva a los docentes, al no permitir
que la investigación sea tomada como un proceso formativo que se efectúa con
estimulación y convicción, transmitiéndose así a los estudiantes, para que sea concebida
como una acción transformadora aplicable, no solo a las ciencias exactas, sino a sus
realidades históricas, sociales y culturales. Teniendo en cuenta lo anterior es evidente
percibir que se resta relevancia al hecho investigativo en la educación y se quebranta el
proceso enseñanza-aprendizaje, ya que, como lo afirma Paulo Freire (2004) “No hay
enseñanza sin investigación, ni investigación sin enseñanza”. (p.14).
La investigación educativa es más que una ciencia o un formalismo que se involucra
en el currículo, busca ser una práctica relevante en el proceso educativo, es necesario
comprender la trascendencia que tiene en la construcción del aprendizaje del estudiante;
cuando el sujeto se acerca al conocimiento a través de sus propios intereses y obtiene
resultados, después de aplicar un proceso que desarrolló, teniendo en cuenta, unos
objetivos, es satisfactorio y motivador reconocer sus aciertos y desaciertos, así como,
comprobar por sí mismo la validez de sus valoraciones anticipadas, al respecto, del tema
abordado. Bien lo manifiesta Rojas Raúl (como se citó por Abero, Berardi, Capocasale y
García, 2015) “mientras más temprano se inicie al individuo en la investigación, más
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fácil será que comprenda y realice las actividades propias del trabajo científico”.
(p.30).
Como bien se define, es preciso, que los procesos investigativos se enfoquen y
empiecen su construcción desde los grados escolares inferiores, donde el estudiante tiene
mayor interés por el descubrimiento, dada la curiosidad, que en esta etapa, el niño presenta.
El maestro, padre de familia y entorno cercano son responsables de incentivar esta
habilidad y aportar desde su rol y contexto los recursos, las estrategias y herramientas para
motivar los primeros pasos en la investigación que cada niño pretenda desarrollar. Así que,
es esencial el grado de importancia que tiene la investigación en el aula y la ejecución de
proyectos que el docente puede orientar y conducir desde su quehacer. Padres de familia,
también, deben asumir el reto de apoyar al niño para emprender proyectos de tipo
investigativo que aporten a una formación sistémica se su hijo. El contexto social, entes
gubernamentales, tienen el desafío y la responsabilidad de contribuir desde su
administración con los recursos económicos suficientes para llevar a cabo en el aula
proyectos de investigación y materializarlos en la práctica.
Para orientar la metodología que se puede abordar en la indagación, el
cuestionamiento, la duda, fases o pasos que el estudiante empieza a reconocer y que más
adelante lo conducirán a la investigación, es necesario instruirlo de acuerdo a su edad en los
paradigmas que se pueden aplicar según los objetivos propuestos y los resultados
esperados. Es significativo que el docente tenga en cuenta aspectos como: el área de
preferencia, los recursos que se emplearán, el objeto de estudio, las perspectivas del
estudiante, para poder de esta forma introducirlo al enfoque de investigación más adecuado,
es fundamental conseguir que aprenda a identificar las diferencias entre la investigación de
carácter cuantitativo, la de carácter cualitativo y la complementariedad que puede existir
entre las dos, si tenemos en cuenta lo que afirma Capocasale (citado por Abero et al., 2015).
En la epistemología contemporánea, el cientificismo positivista ya no se sostiene.
La ciencia no puede negar la credibilidad de otras formas de conocimiento. La
‘verdad’ no es propiedad de modo de conocimiento alguno. La epistemología
reconoce que todas las formas de conocimiento humano no solo son válidas, sino
que se complementan y se enriquecen. (p.33)
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Esta afirmación permite distinguir que no se trata solo de inducir al niño a la investigación,
sino de, propiciarle los conocimientos aplicables a su contexto social. Que aprenda a
discernir y reflexionar sobre la importancia que tienen los procesos investigativos en su
formación y adquirir una visón critica de como conectando los resultados cuantitativos
arrojados por determinado instrumento aplicado en el desarrollo de la investigación, le es
posible, de igual forma, vincular el análisis, su percepción, así como, sus propuestas y sus
aportes, lo que hace parte de la investigación cualitativa.
Atendiendo la descripción anterior, direccionada a determinar el grado de
preeminencia que presentan los procesos investigativos en educación se evidencia que los
actores básicos son el docente y el estudiante. Contar con una formación propicia, idónea y
fundamentada para el docente, quien es el promotor de la búsqueda de nuevos
conocimientos, es la acción prioritaria en la cual se debe enfocar y aunar esfuerzos de
manera conjunta con las políticas institucionales, para propiciar espacios de capacitación
permanente. Es oportuno que el maestro asuma la investigación educativa como una
estrategia formadora del perfil innovador que es pertinente para los estudiantes del siglo
XXI, con nuevas exigencias históricas, sociales, tecnológicas e ideológicas En este
panorama el docente debe estar cualificado y preparado para afrontar las trasformaciones
actuales. El “pacto social por la educación” consignado en el Plan Nacional Decenal de
Educación, PNDE 2006-2016, (citado por Jurado, 2016) especifica las siguientes acciones:
En relación con el “Desarrollo profesional, dignificación y formación de docentes y
directivos docentes”: 1) profesionalización y calidad de vida de los docentes, 2)
formación y desarrollo profesional, 3) formación de los docentes de educación
superior, y 4) identidad profesional de los maestros y los directivos-docentes. El
segundo aspecto, formación y desarrollo profesional, implica, igualmente,…
articular los niveles de formación inicial, pregrado, postgrado y la formación
permanente de los maestros, mediante políticas públicas y un sistema nacional de
formación y promoción docente cuyos ejes centrales sean la pedagogía, la ciencia,
el arte, la tecnología, la investigación, la ética y los derechos humanos. (p.19)
Sin embrago, cabe anotar, que el gobierno en consecuencia con su política de
calidad educativa no genera ámbitos de formación continua en contenidos relacionados con
la investigación y sus procesos pedagógicos dentro del aula, puesto que, no se cuenta con
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los recursos necesarios para dicho objetivo. A pesar de ello, está en las manos del
maestro buscar estos espacios, los medios, las ayudas con entes no gubernamentales o a
través de convenios institucionales, la promoción de la práctica investigativa, y así, generar
en los estudiantes el deseo de explorar, indagar, cuestionar, comprobar e investigar.
Asumir la investigación como estrategia de aprendizaje dentro del aula y
transversalizar los planes curriculares desde su inclusión es el primer acercamiento para
considerar su aplicación como obligatoria en toda institución educativa, además de,
exhortar a los docentes a su ejecución. En este sentido, el maestro considerará la necesidad
de capacitarse y evaluar el grado de aprehensión que posee sobre el tema para de esta
manera buscar formarse en el ámbito investigativo.
Para concluir, es necesario recalcar, que todo el sistema educativo es responsable de
generar espacios para la formación de estudiantes a partir de la investigación educativa y
evidenciar su compromiso a través de las funciones y desafíos que el nuevo contexto social
propone, es un deber si tenemos en cuenta que el trabajo actual en el aula está encaminado
a alcanzar competencias, a que la calidad en la educación sea la impronta. Si alguno de los
sujetos involucrados en el procesos falla es determínate para enfrascarse en la imposibilidad
de ejecutar proyectos investigativos alrededor de la educación. Así que, buscar estrategias,
gestionar, invertir recursos económicos, juntar esfuerzos, conferir tiempo al proceso, es
deber de todos los involucrados, de lo contario la calidad de la educación en Colombia
seguirá en tela de juicio. Formar a los futuros docentes es esta materia es imprescindible
para generar la cultura de investigar, si no existen docentes formados en investigación
¿cómo se pretende que ellos instruyan al estudiante en la materia? Barboza (citado por
Abero et al., 2015) afirma.
Solo los docentes capacitados para desenvolver todas estas dimensiones, es decir, lo
que llamamos docentes investigadores pueden estar capacitados para ello,
aunque se auxilien en técnicos externos. Y este es el único plan central posible;
cualquier otro correrá el riesgo de no tomar en cuenta todas las variables y sus
dimensiones en cada lugar y, por tanto, llegar a errores cuyos únicos perjudicados
serán los alumnos. (p.12).

Incentivar la construcción, desarrollo y ejecución de proyectos investigativos en educación


requiere ser emprendido como una condición cultural inmersa en toda institución que preste
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como función la formación de conocimientos. De este hecho puede partir la iniciativa de


nuevos paradigmas, enfoques y métodos de abordar la investigación educativa que en lo
posible contribuyan a una resignificación de la misma, adecuada a las necesidades y
contextos sociales.
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Referencias
Abero, L., & Berardí Lilian, C. A. (2015). Abriendo puertas al conocimiento. Montevideo, Uruguay:
Camus Ediciones.

Guardían, A. (2007). El paradigma cualitativo en la investogación socio-educativa. San José, Costa


Rica.

Inmaculada, I., & Muñoz, A. R. (2015). formación de maestros e investigación educativa: la


percepción de los estudiantes de grado en la universidad complutense de Madrid.
Tendencias pedagógicas(26).

Jurado, F. (2016). Hacia la renovación de la formación de los docentes en Colombia: ruta


tradicional y ruta. Artículos de Investigación Pedagogía y Saberes(45), 11-22.

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