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01/Septiembre/2009
Para comprender el derecho penal existen dos perspectivas antagónicas. (Así como
Flora y Fauna en la naturaleza) Una perspectiva fenoménica o periodística, consistiría
en mirar el bosque del derecho penal, asumiendo aproximarse a esto que llamamos el
sistema penal en su conjunto, entendiendo que aquello con lo cual nos vamos a
encontrar en su conjunto es la integración de fenómenos distintos; jueces, sangre y
crimen. Es decir, ciertos recintos, personajes, y eventos. (Tales como cárceles,
defensores, jueces, imputados, y procesos con carga de violencia).
No existe monopolización del conflicto por parte del Estado, sino que se convertiría en
la reprivatización del conflicto entre el victimario y víctima, no hay tal cosa como un
interés público comprometido, el Estado no tendría legitimidad alguna, y la única
solución sería abolir el sistema penal es su conjunto. Viene de ciertos trabajos de
Foucault, en su genealogía de lo carcelario. Le interesa mostrar como el carácter
autoevidente de la cárcel institución, resulta ser un fenómeno brutalmente reciente; en
menos de dos siglos pasaron de no tener un sistema carcelario a tenerlo y saberlo como
óptimo. El surgimiento por ende de una sociedad disciplinaria. Bentham describe el
diseño de la cárcel, con vigilancia permanente y económicamente buena.
La ilustración no fue una interrupción del proceso monopolizador sino que fue una
garantía. La guinda de la torta es la evidencia en ello, hoy en día el ciudadano es el que
pide mayor intervención punitiva. El ciudadano concibe el peligro en el no
aplacamiento de lo punitivo.
La criminología; es una ciencia empírica que se ocupa del fenómeno criminal. Data del
fenómeno criminal para reconocerlo para efectos políticamente relevantes. Dos
paradigmas rivales: matrices disciplinarias que al parecer son inconmensurables entre sí.
El paradigma etiológico; entiende su objeto en términos de la determinación de las
causas del fenómeno criminal. Se entiende en sentido positivista, lo que ocupa a la
criminología es la determinación de las causas. La primera gran variante de
criminología etiológica es la escuela positiva italiana (Ferry, Garrofalo y Don
Ambrosio) básicamente lo que propuso la escuela positiva italiana es lo que podríamos
decir una genuina antropología criminal, identificar ciertas disposiciones individuales al
delito lo que requería crear una taxonomía, Don Ambrosio llamó a un tipo de
delincuente; el delincuente nato. Hay una clase de individuo que importa una
disposición al delito (hasta los 50` se empleaba la lobotomía en la cárcel). La búsqueda
de las causas se desplaza a elementos socioculturales, es un tipo de discurso en la
génesis del fenómeno criminal ocupado hasta hoy. Falta de educación y delincuencia.
(Citando a Miguel Soto, en Chile se ponen canchas de fútbol no para entretención sino
para que no se cometan delitos). Una socialización deficiente sería la causa del crimen
y atacarla sería atacar procesos de socialización.
04/Septiembre/2009
1-. Se puede distinguir dos perspectivas para dar cuenta de lo que llamamos sistema
penal en su conjunto:
Fenoménica. Desde una perspectiva fenoménica todo lo que dice relación con el
funcionamiento del sistema penal en su conjunto, resulta ser un conjunto de cuestiones
que se presentan a la primera vista de un modo determinado, que aparecen. A eso apunta
la noción de fenómeno, el fenómeno es la manera en la que algo aparece
inmediatamente. Entonces filosóficamente la fenomenología se ocupa de la manera en
que las cosas aparecen en el mundo. Y claro lo que el fenomenólogo podría decir es que
aquellos que el ser del mundo es, es el fenómeno, no existiría lo que Kant reconoce
como la cosa en si. Lo único que tenemos es lo que se nos aparece de algún modo y uno
puede estudiarlo, y es eso lo que la fenomenología se ha encargado de decirlo
brutalmente. Entonces se dice que de alguna manera cuando uno asocia el término de un
cierto conjunto de lugares comunes, lo penal a hechos de sangre a jueces, uno está
privilegiando éste tipo de perspectiva según la cual hay un tipo de fenómeno distintivo
que está intrínsecamente asociado a lo criminal. Entonces contraponer esa perspectiva a
una perspectiva que entiende lo criminal, como algo que esta desde el principio
institucionalmente configurado, o sea que no podemos reconocer algo como penalmente
relevante sino por referencia a un set de instituciones y que por lo tanto no hay razón
para asociar apriorísticamente delito y sangre, puede ser que un delito consista también
en una evasión tributaria, pero desde el punto de vista fenoménico la evasión tributaria
parece no estar cerca del ámbito de referencia que uno asocia instintivamente a lo que es
propio de lo penal.
2-.Retribución. Cuando uno trata de justificar la pena hay dos grandes grupos de
respuesta que compiten. Una comprensión retributiva y preventiva de la pena.
Una mirada retribucionista de la función de la pena consiste en responder punitivamente
al hecho delictivo en virtud de una sola consideración de merecimiento. La pena se
impone porque es merecida o sea no se impone porque sea preventivamente útil. Se
impone porque retrospectivamente es decir de cara al hecho que esta en el pasado
resulta merecida y no se impone como lo sostienen las distintas variantes de la
prevención por razones de conveniencia futura o sea prospectivamente orientada a la
prevención de delito.
Suele haber una asociación entre la idea de retribución y la idea del Talión. O sea
cuando se piensa de un modo no demasiado reflexivo en lo que es la retribución lo
primero que aparece en consideración parece ser la idea del Talión y entonces uno
puede discutir cuan comprometida parece estar una idea retribucionista de la pena con la
idea del Talión. Y esa es una discusión que tiene que ser aprendida en sus propios
términos. Y entonces la razón por la que se quiere enfatizar de entrada con cargo a lo
que vamos a discutir más adelante es que una consecuencia de entender la pena
institucionalmente es que uno puede ya disponer de una herramienta para eventualmente
disociar la idea de retribución de la idea del Talión. O uno podría decir la idea de Talión
es la primera formulación primitiva de la idea de retribución pero eso no quiere decir
que sea correctamente entendida la idea de retribución equiparándola a la idea de
Talión. Entonces se podría entender el desarrollo retribucionista de la pena como un
continuo históricamente mediado y uno podría decir que la primera intuición
retribucionista es la propia del principio del Talión pero el principio del Talión todavía
podría decirse que esta formulado de manera preinstitucional. Es decir, que entiende la
pena en el nivel de lo que llamamos el hecho bruto o sea la irrogación del mal sensible
ojo por ojo diente por diente. Al autor de un homicidio corresponde por retribución y
eso es lo que se entiende desde el Talión, la pena de muerte. (Todo esto se explica, para
que próximamente cuando se explique detenidamente, se tenga un de ja vu de lo que es
retribución). No es correcto sin más entender la idea de retribución a la manera del
Talión.
Estábamos en éste sentido originario de la dogmática como ciencia que se ocupa de los
dogmas. Tendría simpatía por la sugerencia de que podríamos postular un criterio de
reconocimiento formal penalmente relevante y es posible afirmar que ese criterio
podría ser que la proposición en cuestión permita ser formulada a través de un latinazgo.
(A los penalistas les encantan los latinazgos)
El gran dogma que subyace a toda la teoría general del delito que tiene por objeto la
identificación de las condiciones necesarias y suficientes para que un hecho cuente
como un hecho delictivo, reza ultra posse nemo obligatur, nadie está obligado más allá
de su capacidad. Entonces vamos a ver sistemáticamente que esta es la formulación a
través de éste latinazgo de la idea de que deber implica poder. Nadie está sometido a
deber más allá de su capacidad. Y esto tiene extrema relevancia desde un punto de vista
jurídico penal porque es a través de éste dogma que el principio de culpabilidad
adquiere concreción. El principio según el cual no puede haber punibilidad sin
culpabilidad, no hay responsabilidad objetiva. y una concreción fundamental de la idea
de que en el derecho penal no hay responsabilidad objetiva es que la responsabilidad
penal es siempre dependiente de la medida de capacidad de la persona, de seguir la
norma correspondiente y eso todavía significa muy poco pero más adelante debería
significar mucho. El que entiende éste dogma entiende algo sumamente importante
acerca de las condiciones que hacen legítima la imposición de una pena.
Otro dogma cogitationis poena nemo patitum, los meros pensamientos no se castigan.
Y ese es el dogma que el próximo semestre vamos a entender como la responsabilidad a
título de tentativa. O sea el Derecho penal no solo conoce punibilidad por hechos
consumados, sino también por hechos tentados, la tentativa es punible y el delito
frustrado en términos del Código penal. Y hay una técnica sumamente difícil que
consiste en delimitar lo que cuenta como el inicio de la tentativa y eso quiere decir el
inicio del ámbito de lo punible frente al ámbito de la mera preparación. (Sobre esto
vamos a volver una y otra vez)
"Volentia non fit iniuria" éste es el dogma que subyace a la manera en que el
consentimiento del titular de un bien jurídico es relevante en Derecho Penal. Si ustedes
van, que se yo, al Portal Lyon, a hacerse un piercing, ustedes consienten que un tercero
efectúe una acción que cuenta ciertamente como menoscabo de su salud corporal, y
entonces que ahí no haya delito a pesar de que haya un menoscabo imputable de su
salud corporal a manos de un tercero, se explica porque hay una voluntad conforme de
parte de ustedes que excluye la injuria. Y entonces entender el dogma “volentia non fit
iniuria” es entender la media las condiciones y el presupuesto en que el consentimiento
del ofendido excluye el carácter delictivo de un hecho ajeno. Y entonces se tiene que
dar cuenta de ese dogma y desarrollarlo sistemáticamente.
"Societas delinquere non potet". Las sociedades, y eso quiere decir en éste contexto las
personas jurídicas no son capaces delictivamente. Y eso quiere decir la responsabilidad
penal, así reza el dogma, es privativa de personas naturales. Ese es un dogma que está
en crisis, porque hay una tendencia que parece ser irreversible hacia la consolidación de
modelos de genuina responsabilidad penal de personas jurídicas. Ahora eso representa
una crisis del dogma allí donde el dogma ha tenido vigencia y eso es básicamente el
ámbito de influencia europeo-continental, En el ámbito norteamericano el problema
jamás ha existido como tal, allá tienen soluciones mucho más pragmáticas. Pero en el
ámbito de influencia alemana, española, etc. el dogma se encuentra en crisis porque la
tendencia es hacia la implantación de sistemas que van hacia la responsabilidad de
personas jurídicas. Y aquí se vuelve relevante porque de lo que uno se ocupa en
definitiva es de cual es el margen de vigencia que todavía existe para éste dogma, y
cual es la verdad secreta que se oculta detrás del dogma. Que problema pudiese
enfrentar un modelo que pretendiese constituirse como un genuino modelo de
responsabilidad penal de personas jurídicas. Es compatible el reproche, que supone la
pena con la posición de una persona jurídica como tal, entonces claro uno tiene que
hacerse cargo de ese problema y en definitiva insisto preguntarse, cual es el margen de
vigencia que quepa reconocer aún al dogma.
Entonces claro no se puede en un curso como éste efectuar una revisión enciclopédica,
que muestre con rigor historiográfico cual ha sido el desarrollo, la evolución etc. Lo que
interesa es que veamos a modo fotográfico 5 cuadros, en que en términos históricamente
descontextualizados podamos formarnos una impresión acerca de cuales han sido las
banderas de lucha, acerca de la racionalización del ejercicio de la potestad punitiva. Y
entonces se podría decir que el primer cuadro que resulta esencial para situarnos en el
debate actual es el que representa esta imagen algo idealizada y utópica de la
ilustración, o sea de éste modelo de derecho penal, que algunos quisieran llamar modelo
del bueno y viejo modelo penal liberal, que habría resultado, en menor o mayor medida,
del triunfo del ideario, de la ilustración.
Proporcionalidad de la pena con el delito. Sólo basta con que supere al bien que le trajo
a la persona delinquir. Ese es un punto igualmente fundamental porque eso ya
presupone una redefinición del sentido de la pena, porque la pena entendida como mal
sensible tiene que ser superior al beneficio que el criminal pretende obtener a
consecuencia de la ejecución del delito pero no superior hacia arriba de aquello que es
inmediatamente superior, una pena que es todavia más severa que la pena que es
mínimamente severa, para ser superior al beneficio esperable, es excesiva. Ahora eso
supone una visión radicalmente prevencionista de la función de la pena y prevencionista
en términos de una relación estratégica entre el Estado que tiene que generar los
incentivos adecuados, para que el homos economicus se abstenga de cometer el delito.
O sea el modelo es contable, el sujeto que se dispone a cometer un delito espera obtener
provecho del mismo. Entonces la práctica racional tiene que genere el incentivo
adecuado para que el ciudadano se abstenga amenazando la irrogación de un mal, un
mal que sea superior al beneficio esperado, pero mínimamente superior, por tanto el
criterio de desproporción de la pena es un criterio preventivo de desproporción.
Al inicio de los delitos y las penas encuentra una fundamentación contractualista del
principio de prevención. Dado que al celebrar el pacto cada uno cede un margen de su
propia libertad para así asegurar el margen restante, o sea para evitar el estado de
naturaleza a la Hobbes, la única hipótesis admisible acerca de por qué podrían quienes
concurren al contrato ceder una porción de libertad que incluya una concesión de
potestad punitiva al Leviatán es que de ese modo la libertad restante se ve asegurada. Y
la manera en que se vería asegurada la libertad restante es con el diseño de una potestad
pública orientada a la prevención de delitos porque el delito es una vulneración de
libertad.
Ahora esa una primera fundamentación estándar del principio de legalidad. La idea de
que el principio de legalidad hace posible entender la imposición de la pena como
resultado de un modelo de auto-obligación. Entonces Beccaria articuló esta idea a modo
de un consentimiento y el consentimiento requiere ley. Pero hay otra fundamentación
igualmente relevante del principio de legalidad de Beccaria. Si la contribución de la
pena a la felicidad pública tiene que consistir en la prevención de delitos futuros y ese
mecanismo de prevención de delitos futuros ha de ser entendido al modo de una
disuasión, entonces la amenaza de pena que el Estado dirige a la generalidad para que
aquí todos se abstengan de cometer delito tiene que ser conocido ex ante y la ley
garantiza ese efecto intimidatorio ex ante.
En el diseño ahora del proceso penal el alegato consiste en lo que podríamos llamar la
presunción de inocencia, la que resulta ser una exigencia que se sigue del modelo
contractualista. Nadie consentiría en ceder libertad para que se configure una práctica
que pueda traducirse en una persecución que presuma mi propia culpabilidad. Ahora el
desarrollo de las consecuencias de la presunción de inocencia es vasto. Una
consecuencia es la proscripción de formas de apremio y tortura, para obtener confesión.
Otra consecuencia sería el principio de publicidad de la prueba, la restricción de la
posibilidad de la prisión preventiva que es contraria a la presunción de inocencia. Y ya
en el nivel de la sentencia lo que la idea de legalidad produce es la consecuencia de un
régimen de sentencia legalmente determinado. Beccaria dice que el trabajo del juez ha
de ser entendido como un silogismo perfecto, con una brutal sospecha a cualquier
admisibilidad de interpretación de la ley penal. La idea ilustrada originaría que la
interpretación es traición a la ley. En términos de una concepción mecanicista de la
adjudicación. Y entonces eso presupone la formulación previa de tipos delictivos
determinados, lo que nosotros vamos a llamar el mandato de certeza de la ley penal. Y
presupone entonces en el nivel judicial, una vocación de estricta subsunción, bajo esa
descripción legal, lo que llamamos el tipo delictivo, para que entonces se haga aplicable
el margen de pena estrictamente fijado también a la ley y que tiene que ser proporcional
en los términos ya indicados.
Y con eso entendía Beccaria el carácter abusivo y arbitrario que el modelo de práctica
punitiva propio del antiguo régimen que tenia grabado a fuego desaparece. Este es el
esquema de racionalización ilustrada de la práctica punitiva.
Esa es una primera foto. Y cada uno de los pasos esta ideológicamente impregnado. Y
esa ideología es recibida de manera más o menos sofisticada, por el debate político
criminal reciente que uno puede circunscribir a esta oposición entre modelos
punitivistas, ley y orden, modelos que pretenden distanciarse del modelo ilustrado,
modelos garantistas que tienen nostalgia por la ilustración penal. Un representante
paradigmático es Ferrajoli. Él es un campeón contemporáneo del minimalismo penal, de
regresar a ese modelo que los ilustrados nos legaron pero que no fuimos capaces de
administrar correctamente. Al otro lado están los abolicionistas que dicen que la
ilustración penal no fue un movimiento de racionalización en términos de vocación de
progreso, sino que fue una racionalización en términos de lógica industrial de
mecanismos disciplinarios y de control y eso es Foucault entonces en él encuentran la
versión más canónica de esa lectura brutalmente crítica de lo que significó de hecho la
ilustración penal. Una generalización de mecanismos de castigo que se alejaban de éste
disciplinamiento de los cuerpos pero que aseguraba un disciplinamiento de las almas. Y
entonces se encuentra ilustrado en éste modelo de cárcel atribuido a Bentham, el
panóptico. Que es una cárcel cuya arquitectura se compone de una torre central y una
serie de paneles bajos circundantes en términos tales que el recluso que está encerrado
abajo se sabe permanentemente expuesto a la vigilancia del guardia ubicado en la
cúspide de la torre sin que para el recluso sea posible verificar si está siendo vigilado o
no, con lo cual ni siquiera es necesario, y esa era la propuesta de Bentham, gastar
recursos teniendo el vigilante arriba porque el que está abajo va a saber que está
potencialmente siempre observado, entonces por ello, la genialidad arquitectónica del
modelo de Bentham.
Bentham es un tipo problemático. Goethe habría dicho que es un asno. Marx habría
dicho que es un genio de la imbecilidad burguesa. Uno tiene que quedarse más con la
visión de Marx, porque la lectura de Foucault de lo que significa el modelo panóptico
no es directamente o aburridamente crítica, Foucault ve en la recepción utilitarista a la
Bentham del modelo de la ilustración una sofisticación inusitada, de una cierta
tecnología del control, Y Foucault trata de mostrar pormenorizadamente como esta
tecnología se generaliza en las sociedades postindustriales. En las cárceles, en las
fábricas, donde podemos encontrar un sistema de vigilancia parecido. Donde hay esos
grandes galpones en donde, al fondo hay una oficina con vidrio polarizados desde los
cual se puede ver hacia afuera pero nunca hacia adentro. Entonces Foucault entiende
que con eso se sintetiza un modelo, de ejercicio de mecanismos de control permanente,
que habría sido asegurado por el ideario de la ilustración, y por eso es tan importante
tomarse a Foucault en serio.
08/Septiembre/09
Foucault sugiere que bajo esa superficie de raciocinio impregnada de los principios de
libertad encontramos una sofisticación del mecanismo de disciplinamiento, que bajo
esta máscara de racionalización ilustrada se ven masificados hasta el punto en que en
nuestras sociedades post industriales nos dominan completamente. Se traduce en la
organización social bajo el foco de una vigilancia constantes de los sujetos. Hay una
tensión irresoluble entre restricción y expansión. Desde el punto de vista de la
ilustración existe una restricción (de la potestad punitiva), pero Foucault señala que más
bien existe una expansión.
Primera Versión: es la versión Italiana del conflicto, existe un destacado jurista en esta
disputa Carrara. La escuela clásica entendía como objeto del derecho penal como
determinado por el mismo derecho penal, la mejor exposición de esta teoría se explica
en la tesis de Carrara que el delito sería el objeto de la jurídica penal, reconocer un
fragmento de la realidad como un delito entiende asumir el delito como jurídico, la
única manera de entender y reconocer lo que es el delito es desde la perspectiva del
derecho.
El delito se entiende como un acto de una voluntad objetiva contraria a la voluntad del
derecho, la voluntad delictiva subjetivizada se denomina “Culpabilidad”. El
desconocimiento de esta voluntad del derecho no puede excusar de la culpabilidad,
ahora, si existen casos en que se admita una excusación de la culpabilidad. Si el sujeto,
muestra una fidelidad al derecho en su desconocimiento del derecho puede éste
excusarse, caso contrario se configura la culpabilidad. La orientación de la pena es la
culpabilidad, se impone como una forma de defender al derecho por la contravención
del derecho, la culpabilidad se objetiva en el hecho. Se entiende al criminal como autor
racional de un hecho que el derecho tomaba en serio para la configuración de su
culpabilidad, se da valor al libre albedrío al considerar la voluntad, el sujeto es culpable
por haber obrado voluntariamente.
La escuela moderna deja de entender el delito como un ente jurídico, ya que tiene su
asidero jurídico en la realidad social directamente, la escuela moderna entiende que la
tarea de la teoría penal era acoplarse al moderno desarrollo de las ciencias modernas,
sientan las bases para el Positivismo Jurídico. Se teoriza el derecho en base a las teorías
de las ciencias naturales. Son los artífices de la criminología. La criminología
ideológica, baraja la noción de delincuente nato, se debe indagar en las bases
antropológicas que determinar dicha disposición. La disposición esta determinada por
una suerte de identidad personal del delincuente, esta es reconocida por la ciencia
empírica.
Hoy la comprensión jurídico penal es dualista, el derecho penal posee dos vías de
intervención respecto de hechos delictivamente relevantes. Uno de ellos es la pena que
presupone culpabilidad. Las otras son las medidas de seguridad, que no presuponen
culpabilidad. Si a un sujeto se le busca imputar un hecho, y adolece de demencia hasta
el grado que podría quedar exento de culpabilidad, lo que corresponde es determinar a
nivel procesal si corresponde imponer una medida de seguridad, si la respuesta es
positiva se toman medidas, debe determinarse si existe un grado de peligrosidad para el
derecho.
Jacobs articula estas caras distinguiéndolas entre un derecho penal del ciudadano
(Culpabilidad) y derecho penal del enemigo (Peligrosidad). El delincuente pasa a ser un
enemigo, no hay una determinación biológica, se trata de una peligrosidad distintiva que
resulta de un modo de organización en donde se pone de manifiesto una
despersonalización del delito. Sostiene que hay una dimensión jurídico penal en que la
respuesta penal es una respuesta al enemigo, algo así como una guerra refrenada, es un
derecho de intervención bélica camuflado de derecho penal.
En la primera formulación, que Jacobs hace del derecho penal del enemigo, Jacobs
acuña éste concepto con un objetivo crítico, busca someterlo a crítica. La supuesta
prevención que busca el derecho penal termina convirtiendo al autor del delito en el
enemigo. Los bienes jurídicos protegidos por el derecho penal configuran al delincuente
como un enemigo, enemigo del bien jurídico, la actividad punitiva esta entonces
enfocada a lidiar preventivamente con éste enemigo. Por ejemplos, en caso de delitos de
Asociación Ilícita, se adoptan medidas preventivas, antes de afectar al bien jurídico, en
el caso de la asociación ilícita se considera que por el sólo hecho de existir se comete
delito. Se anticipa siempre el margen de la imputabilidad, la noción de culpabilidad acá
no desaparece, en cuanto al existir mi posibilidad mental de no haberme asociado
ilícitamente no se configurara mi culpabilidad.
Jacobs señala que no entiende enemigo como Hostis, sino como Enemigus (la otra
noción de enemigo). Según esto hay una suerte de intolerancia subjetiva, un cierto modo
de criminalidad que las sociedades occidentales contemporáneas no puede soportar,
porque si la combatieran usando las herramientas del derecho penal la sociedad misma
se vendría abajo. Comprendemos como enemigus las células terroristas, los traficantes
de drogas, la prostitución infantil, etc.
Problema: El mantenimiento contra fáctico tiene sus limites dice Jacobs, éste modo de
procesar la defraudación supone que las expectativas tienen algún grado de protección
cognitiva, se presume que en general las expectativas no son defraudadas, solo así se
puede mantener éste sistema. El delito, se presume, es un hecho aislado. Si se masifica
la comisión de delitos se ve en crisis éste procesamiento contra fáctico. Si el criminal
supone un procesamiento normativo y no cognitivo tiene que probar que su hecho
supone un hecho aislado. En un procesamiento cognitivo el criminal no puede esperar
un procesamiento normativo, se suprime la peligrosidad del criminal. De lo anterior se
sigue que las características de un derecho penal del enemigo van a depender de la
gradualidad de esta articulación cognitiva de la intervención del Estado.
Hay una masificación de las conductas delictuales que presuponen un riesgo a los
bienes jurídicos, Jacobs las identifica como conductas terroristas. Las organizaciones,
que busquen provocar delitos, presuponen un peligro para la sociedad per se.
Un derecho penal del enemigo puede manifestar una disposición global a configurar la
practica punitiva del Estado como una práctica que se entiende a si misma como la
neutralización del peligro que representan otros. La dinámica de la expansión punitiva
se presenta en que el ciudadano se encuentra en una situación similar a la que padece
aquel que padece halitosis, nadie reconoce su propio y mal aliento. En la conciencia
colectiva se cree que el delincuente siempre es otro, siempre viene desde afuera,
entonces, como el delincuente siempre es otro se sigue que la manera de que el Estado
responde interviniendo punitivamente frente al delito se aleja de la respuesta estatal a un
ciudadano, configurándose como si la respuesta estatal se refiere a un enemigo del
ciudadano.
Conexión entre merecimiento de pena y privación de ciudadanía.
Cuando uno entiende la exigencia de culpabilidad como una condición necesaria para la
imposición de la pena, la pena pasa a tener algún carácter condenatorio como una
respuesta a un hecho culpable, hay un límite para el merecimiento pena, esto constituye
una condición irrenunciable.
11/Septiembre/2009
El problema de la institución de la pena.
La pena es una institución necesaria para la legitimación y no puede asumirse sin más el
resultado del despliegue de la carga, como efectivo. La cuestión de legitimación
funcionaria en la práctica en términos binarios, lo que debe abandonarse. Se debe dejar
de pensar la legitimación en un todo o nada.
La pena es en tanto institución la consecuencia jurídica que se sigue de la comisión de
un delito. Pero ¿Qué es el delito? Para responder esta pregunta, primero se debe saber
que la pena se define como consecuencia jurídica asociada al delito. La pena es la
consecuencia jurídica fijada en una norma y dado que se trata de ello, esa norma tiene
que ser entendida como norma de sanción. Desde éste punto de vista la legitimación de
la pena se traduce en la legitimación de la formulación, producción y aplicación de una
norma de sanción penal. Esta norma tiene estructura de proposición que se crea
conjugando antecedente de hecho con una consecuencia jurídica. En términos
dogmáticos, de éste supuesto de hecho depende la posibilidad de imposición y ejecución
de la consecuencia jurídica. Este supuesto de hecho recibe la dominación de tipo
delictivo. Esta norma es condicional, porque la realización del tipo delictivo es
condición necesaria para la ejecución de la pena.
Pero la pregunta capital es ¿Por qué debemos llamar a éste supuesto de hecho tipo
delictivo? ¿Que significa ello? La razón por la que resulta necesario o adecuado
denominar al supuesto de hecho tipo delictivo, es que de eso depende que podamos
llamar pena a la consecuencia jurídica. Porque si uno, recurre al sentido natural y obvio
de la expresión pena, uno se encuentra con determinada propuesta de definición
semántica. La pena sería la irrogación de un mal, que expresa desaprobación, por un
comportamiento previo defectuoso (Hart. Definitional Stop). Se excluye por ser
incompatibles, una serie de propuestas en cuanto a una comprensión adecuada
normativamente para la definición de la pena. La definición exige la irrogación de un
mal que expresa desaprobación por un comportamiento previo jurídicamente incorrecto,
que tiene lugar con anterioridad a la disposición de la consecuente pena jurídica. El
problema es que si necesitamos entender que el supuesto de hecho representa al
comportamiento defectuoso, identificar cuál es el estándar que determina la
incorrección de ese comportamiento.
El gran hallazgo atribuible a (héroe personal del profesor) Carl Binding, es que el
estándar que determina la incorrección del comportamiento punible no puede ser la
propia norma de sanción. Lo que quiere decir que el autor del delito no quebranta la ley
penal. Porque realiza la condición de aplicabilidad, se ajusta a ella. El criminal no
quebranta sino que cumple la ley penal. Por lo tanto, es imprescindible un estándar que
convierta en jurídicamente defectuoso el comportamiento punible y éste estándar, debe
ser lógicamente previo al comportamiento defectuoso. Binding lo llamo norma a secas,
nosotros lo llamaremos, norma de comportamiento. Es una norma de prohibición o
mandato, cuyo quebrantamiento representa la realización del tipo delictivo, que habilita
al cuadro de funcionarios competentes en la realización de la respuesta penal.
El destinatario de las normas de sanción no son las personas sino el funcionario que las
debe aplicar. El destinatario según Kelsen es el cuadro de funcionarios competentes
para la coacción jurídica. El autor del delito es previo al destinatario de la norma de
sanción, ésta no le habla a él. Se necesita entonces la norma que es quebrantada por el
autor del delito. Según Hart la norma quebrantada es la primaria y la que esta dirigida a
funcionarios es la secundaria, dentro de su teoría.
No existe en el código la norma explícita que norme el comportamiento, sólo se
encuentra explícita la norma de sanción. Porque es necesario postular la existencia de
una norma no explícitamente formulada en la norma penal que hace posible realizar el
supuesto de hecho para que cuente como hecho delictivo. La razón es pragmática, en el
sentido de que sólo postulando esa norma de comportamiento subyacente podemos
interpretar la consecuencia jurídica como la irrogación de un mal por un
comportamiento previo defectuoso. Según Binding ese estándar no puede ser la misma
norma de sanción.
Hoyer nos da la clave para entender la razonabilidad del problema. Para éste autor, si
uno tiene la única norma que declara su existencia, es la norma de sanción, ¿Cuál es la
diferencia entonces entre pena e impuesto? ¿Qué diferencia al derecho penal del
derecho tributario? ¿Cuál es la diferencia entre hecho punible y hecho gravado?
La diferencia es fenoménica, periodística. Lo que le concede demasiada relevancia a
esta perspectiva, porque la pena de multa tiene una pena expresiva. Lo que esta ausente
en el caso del impuesto es que no pretende ordinariamente ser una manifestación de
reproche por tal actividad, en principio. El propio Hoyer sugiere que no se trata de un
problema porque la diferencia entre uno y otro sería una diferencia cuantitativa que
correspondería a una variable sociológica, pero de acuerdo a una teoría pura la
distinción es irrelevante. El problema no es lógico, es consistente, en Hoyer no hay
falacia. El problema es pragmático, si nosotros seguimos dando cuenta plausiblemente
la diferencia entre la pena y el impuesto. Por ello es que las grandes disputas no se
ganan con argumentos irrefutables. Tiene que haber una conexión de reproche y Hoyer
nos podría sacar del auto engaño, no hay una respuesta imparcial, la respuesta esta
mediada por nuestro compromiso a la comprensión de la pena. No existe una respuesta
única, Hoyer nos ve como inflacionistas, mientras él es reduccionista.
Al interior de cada una de las teorías monistas para intentar justificar la institución de la
pena existe un subconjunto de abanicos en cuanto a la prevención. Es posible identificar
dos grandes variables; según cual sea el destinatario de la intervención punitiva
orientada a la prevención, como según que aparezca como destinatario de la táctica
preventiva. General y especial. Hablamos de prevención general cuando la intervención
pretende, producir un efecto preventivo en la generalidad de los integrantes del grupo
social respectivo, en cambio es especial cuando la intervención punitiva se orienta hacia
un efecto preventivo hacia el propio individuo sancionado. Al interior de las teorías de
la prevención general existe una subdivisión, según si ese modo de incidir
preventivamente en la generalidad opera en términos de intimidación o en términos de
reforzamiento de la confianza de la generalidad. Por ello existe una intervención
negativa y una positiva. Por negativa se entiende vía intimidación. Por positiva se
entiende a la intervención general con efecto en el reforzamiento de la confianza. En el
ámbito de la prevención especial más que distinguir distintas variables teóricas se trata
de distinguir distintas modalidades en términos de diferentes técnicas sobre incidencias
preventivas sobre el individuo, dependiendo de su disposición. Se distinguen entre una
técnica de prevención con intimidación sobre el sujeto sancionado, hay rehabilitación o
rehabilitamiento o bien hay técnica de neutralización.
Esto resulta básicamente de una clasificación de Von Disk quien defendió un programa
radical de prevención, quien distinguió tres clases de delincuentes, al modo de un
paradigma etiológico. Habría un delincuente no habitual para quien corresponde
intimidación y rehabilitación. Para el delincuente habitual neutralización.
15/ Septiembre/2009
A Jacobs lo que le interesa es el traspaso del trato de ciudadano a enemigo. Ahora hay
un enemigo a la Schmidt, el que queda incorporado dentro, lo que cuestiona la
heteronomía resulta insalvable cuando el Estado intenta declarar como ciudadano a
alguien que es enemigo. Es posible que el Estado prive de ciudadanía a quien desea
intervenir. Pero también puede ser que sean llamados a responder como ciudadanos
sujetos que son llamados para hacerlos caer. Esa posibilidad resulta irreductible cuando
se discute la posición de un extranjero ante la ley nacional. Aquello que en Jacobs
aparece como unilateral puede ser unilateral desde el punto de vista material de la culpa
en el cruzamiento de la autonomía privada y publica, pero a Jacobs no le interesa porque
es un liberal.
La altísima penalidad produce inflación punitiva. Las penas son cada vez más altas y
cada vez que se cometa un hecho que remueva la opinión pública el legislador
aumentaría las penas, ya que, lo que el hecho muestra es que es inadecuada por ser una
pena demasiado baja. Presupone una utopía de un mundo sin delito.
El problema es que más allá de sus términos estéticos esta concepción sólo retarda la
genuina pregunta, Rouse desplaza la pregunta radical. La pregunta radical concerniente
al caso es que por más improbable que sea, podría existir el caso en que desviarse de la
regla esté justificado y pueda ser preventivamente inútil. ¡Si usted mantiene la
posibilidad de ese caso de un modo tal que se produzca fácticamente!... Salió del closet.
En cambio, si renuncia a la exigencia de culpabilidad y no contempla en ningún caso
éste caso, se derrumba la teoría.
Todos tienen la sana intuición que no puede haber pena para quien no tiene culpa.
Podría haber una razón distinta para no imponer pena en ese caso. La consideración de
que hay que tratar todos los casos que son iguales, de igual manera. Si por lo general no
ponemos pena para quienes no tienen culpa, se supone que hay igualdad de caso donde
no se pone pena. La pena resulta útil a pesar que no hay culpabilidad por lo tanto no se
considera a ambos casos como equivalentes por analogía. En Rouse por ejemplo;
alguien mata a su causante para recibir herencia por la razón que sea, y la opinión
pública cree que esta encerrado en la cárcel. Se llega a la conclusión de que no se debe
imponer la pena efectivamente sino porque la pena ya se impuso, ya que se cree por
periodismo que está ya preso. Se supone desde un punto de vista utilitarista que no es
necesario imponer una pena. No hay necesidad preventiva, por el contrario; si se piensa
que se debe imponer una pena, se tiene un pensamiento retribucionista.
17/Septiembre/2009
La única razón desde un punto de vista preventivo para la imposición de la pena tras la
comisión del delito se reduce a la necesidad de confirmar la seriedad de la amenaza
estatal, amenaza que vista desde la estrategia habría resultado fallida. Por ello la
tendencia es a la inflación punitiva.
Mas allá de éste problema del riesgo inflacionista, el otro riesgo fundamental está
constituido por el chivo expiatorio, de que pudiera resultar preventivamente útil
imponer penas sobre sujetos no culpables para así confirmar la seriedad de la amenaza
de la pena por producción de un hecho que hubiese sido posible identificar, existen dos
posibilidades:
1. Fundamentar utilitarístamente la justificación preventiva de la pena tal que la
exigencia de la culpabilidad fuera exigencia intrínseca de la teoría utilitarista.
Cuando lo anterior es un fracaso, se abandona la teoría pura utilitarista. Roxin y Hart
entienden la justificación global de la práctica de la pena prevencionista, sin embargo,
en lo punitivo hay un criterio de culpabilidad que no se deja explicar, criterio de
distribución justa de la causa. Se defiende un modelo pluralista. Por encima de la
culpabilidad del sujeto sancionado.
2. Teoría de la prevención general positiva: mientras que una teoría de TPGN o
TPGI una TPGP puede ser denominada TPG de integración, aquí el efecto de
prevención general sigue estando referido a la generalidad, a cualquier potencial
actor de un hecho futuro. La diferencia se encuentra en que, el efecto preventivo
general en la PGP es entendido a grosso modo como un fortalecimiento de la
confianza de la generalidad. En la vigencia de la norma quebrantada a través del
delito. Aquí hay matices variantes que es importante esbozar si quieren porque
hay una posibilidad de entender esta estrategia PGP como fortalecer confianza
en el establecimiento de norma quebrantada lo que quiere decir una
confirmación de que en general es correcto seguir la norma. Por ende el hecho
punible cometido no cuenta como una razón para dejar de desconfiar en la
vigencia de una norma. Se trata de neutralizar un posible efecto de
desmoralización relativo a la vigencia de norma quebrantada. Cuando uno
entiende la TPG en estos términos, se entiende de modo psicologizante. Lo que
aparece como término peyorativo, lo que quiere decir, que esa concepción le
daría demasiada relevancia a variables de psicología social que de algún modo
harían imposible entender el efecto de PGP como efecto jurídico. Desde esta
crítica que es una crítica que se puede decir Jacobs levanta contra si mismo, el
que todavía validaba esa concepción que luego se retractaría. La otra
posibilidad consiste en renunciar o prescindir de esa concepción psicologizante
por concesión normativa. Normativización radical de idea de PGP, tal que se
entendiera por ésta nada más y nada menos que la declaración a través de la
ejecución e imposición de la pena que la norma quebrantada vale, que sigue
contando con una razón eficaz para la acción. Ahora ¿Por qué tiene importancia?
Hoy por hoy nadie está cerca de defender un puro modelo de prevención especial,
aunque es sumamente recurrente, es un verdadero lugar común asociar criminalidad con
educación, donde se reconoce un problema P de la especialización. Pero la PE resulta
sumamente determinante en el marco de teorías combinatorias, que concilian principios
aparentemente incompatibles. Roxin el momento de ejecución de la pena esta gobernada
de TPE. No al modo defendida por Von Liszt sino que más pluralistas en cuanto a
estrategias de prevención admisibles.
18/Septiembre/09 (Feriado)
22/Septiembre/09
Teoría que busca una justificación monista de la institución de la pena, que descanse en
un sólo principio legitimatorio, corresponde al abanico de variante que asociamos a las
llamadas teorías de la retribución.
Este principio debe ser entendido a modo de una noción de justicia que es secundaria,
por oposición a una primaria, la justicia secundaria dice relación con la justicia de la
respuesta punitiva. La justicia retributiva supone una apelación a un estándar de justicia
anterior que ha sido quebrantado, por eso hablamos de dos niveles de justicia. Por eso es
que uno puede reconocer que el discurso de la dogmática criminal, que la peculiar
ilicitud del delito es designada como injusta, el quebrantamiento delictivo de un
determinado estándar de justicia es entendido como un hecho injusto, contrario al
estándar de justicia anterior. Este estándar primario se identifica entonces con las
normas categóricas de comportamientos. El secundario se identifica con la justicia
retributiva, con la justicia de la norma que sería en éste caso la imposición de una pena.
Las normas de comportamiento que se encuentran reforzadas por la pena son normas
que distinguen ámbitos de comportamiento, de libertad. En toda norma se expresa una
opción que da a lugar a la autonomía de la voluntad, esto es, al encontrarnos con una
prohibición se nos presenta una opción, elegir seguirla o no. Toda formulación de norma
de comportamiento supone un conflicto de autonomía. Por ende, la justificación de la
norma punitiva depende siempre de la legitimidad de la norma prohibitiva.
Existen obstáculos para esta concepción kantiana que entiende que la respuesta punitiva
justa es una respuesta categóricamente exigible. A continuación mencionamos algunos.
No es necesario asociar como asumen la crítica adjudicarse una conexión entre las
teorías retribucionistas y esta metaética deontológica kantiana. La importancia de esto
radica en lo relativo los problemas del retribucionista deontológico para dar cuenta de la
conveniencia de una selectividad de los ámbitos de persecución penal bajo condiciones
de escasez de recursos. En el diseño político, esa concepción choca con el problema de
que el Estado tiene recursos limitados para poner en movimiento el aparato de potestad
punitiva. El Estado podría privilegiar la persecución de delitos graves, debido a la
relevancia de la importancia de la norma quebrantada, en desmedro de las otras normas
que no suponen un quebrantamiento importante. Un ejemplo de la radicalidad del
principio deontológico kantiano es una sociedad que esta a punto de separarse, señala
Kant que todos los asesinos deberían ser asesinados, independiente de si va a existir o
no en un futuro la sociedad, hay un deber categórico retributivo de sancionarlos.
Kant señala que la lógica retributiva para el asesino seria la imposición de la pena de
muerte, es retributivamente justa. Kant sigue preso de la teoría fenoménica, esto por
estar ligado a la Ley de Talión (ojo por ojo, diente por diente), la pena de muerte sería
justificable en un sentido taliónico. Lo anterior es sumamente problemático incluso para
Kant. La dificultad se presenta cada vez que uno tiene ante si un delito sin víctima,
delito cuya ilicitud consiste no en el quebrantamiento de una norma que protege un bien
jurídico individual sino una norma que protege un bien jurídico colectivo. Se debería
acudir a ficciones para lograr una pena. También en el caso de homicidios frustrados,
¿Cómo se responde? ¿Fallando el disparo por parte del verdugo, en caso de un
homicidio frustrado?
Pensamiento Hegeliano:
Hegel abandona la noción de una aplicación de la ley de Talión, se aleja de la
perspectiva fenoménica de Kant. Hegel se pregunta la relación entre la el delito y el
merecimiento de la pena. Hegel logra un cuestionamiento efectivo redefiniendo el
significado de un delito, para Hegel es un hecho expresivo que exhibe un cierto valor
declarativo, lo que hace el autor del delito es declarar algo a través de su hecho, esto es
que el Derecho no vale para él, el Derecho susceptible de ser quebrantado por el delito
es un Derecho abstracto, un Derecho que denomina una voluntad universal abstracta,
una voluntad de configuración del mundo, el Derecho carece de todo contenido preciso.
El delito según esto pone de manifiesto una voluntad contraria a Derecho. Hegel se
plantea el drama de que en la medida en que prevalezca esta voluntad contraria a
Derecho el Derecho pierde validez, entonces para lograr una reafirmación de la validez
del Derecho se impone una pena, que es comprendida como una cancelación de esta
voluntad particular, se impone para reestablecer el Derecho.
Se barajan términos como Identidad (Voluntad universal, en éste punto no hay voluntad
particular), Diferencia (la voluntad particular busca diferenciarse de la universal),
Reconciliación (se reconcilian ambas voluntades). Reconciliación es la identidad entre
la identidad y la diferencia. El Derecho se afirma a si mismo. Lo que el delito representa
es el hecho en que una voluntad particular se diferencia de esa voluntad universal, lo
que hace la pena es reconciliar la identidad con la diferencia y demostrar que la
identidad es igual a su diferencia, son una misma voluntad. No hay entonces un retorno
a la situación anterior, el Derecho que se afirma a si mismo al ser quebrantado es una
Derecho que crece, más desarrollado que un Derecho que no ha sido quebrantado. Hay
entonces un antídoto a esta ilusión prevencionista de un mundo sin delitos. Entiende
Hegel que para que el Derecho sea valido es necesario su quebrantamiento, el momento
del delito es un momento internamente necesario para la vigencia del Derecho, un orden
que no es desafiado es un orden precario. Esto se explica porque para Hegel la
posibilidad de la libertad es la que el concepto de Derecho promete, cuando la voluntad
del individuo se reconoce como igual a la voluntad de la universalidad, sin éste
reconocimiento no hay libertad. La libertad de Hegel (y de todos los demócratas) es una
libertad positiva en el sentido de que la libertad que se reconoce en una voluntad
particular que se reconoce en una libertad de una voluntad universal, que es la voluntad
del Derecho.
Todo delito, más allá de su visión fenoménica, significa en último término lo mismo,
una toma de posición de una voluntad particular en contra de la vigencia del Derecho.
El delito tiene una posición paradójica, en cuanto a lo que tiene que hacer la potestad
punitiva es demostrar que esa expresión de voluntad particular no vale, es siempre una
voluntad negativa, irrelevante. La paradoja es que el Derecho necesita reconocer una
voluntad para poder negarla. La pena no es solo la irrogación de un mal al autor, sino
más bien honra a éste, desde el punto de vista del sentido común esto es inaceptable. La
pena sería consideraba como honor porque reafirma que la expresión de voluntad
contraria es tomada en serio, y el autor del delito es considerado como un sujeto
racional, en contraposición a los hechos de un animal o de un niño.
Hegel entiende además que debido a que el delito es coacción la pena también debe ser
coacción.
24/Septiembre/09
Hegel entiende que el delito es un acto de coacción, mas allá de su fenomenología (su
expresión material), el delito es en su significado una primera coacción, porque es una
pretensión de voluntad de cancelar otra voluntad, hay una voluntad libre (la del
individuo) que busca suprimir otra voluntad libre (la del Derecho), la posición de la
victima es relativamente irrelevante. El delito es una primera coacción que tiene un
sustrato empírico, cabe preguntarse, cuáles son aquellas normas cuyo quebrantamiento
merecen la imposición de la pena. Se deben analizar los distintos sustratos empíricos
para determinar el merecimiento, no basta una mera declaración (quien en una plaza
declara que el derecho no vale no es merecedor de pena).
Si uno entiende el delito como una declaración de voluntad uno puede considerar el
delito como un hecho que expresa algo, la pena también expresa algo, también es una
declaración de voluntad. Entiende Hegel que la sola declaración de voluntad no es
suficiente, si yo digo “yo te insulto a través de éste acto” no estoy insultando
propiamente tal, no basta anunciar que el Derecho no vale para constituir una
declaración de voluntad contraria al Derecho. Sólo realizando un hecho que el Derecho
contempla como su quebrantamiento podría configurarse una voluntad contraria, la
única manera de reconocer si un hecho configura un quebrantamiento de una norma
mediante el reconocimiento de si ese hecho es reconocible en su exterioridad como un
quebrantamiento, si esto es reconocible la pena debe responder en los mismos términos,
sino se incurriría en un déficit de objetivación frente a la objetivación del delito, si
pretendemos cancelar la primera manifestación de voluntad debemos responder en los
mismo términos.
Hegel cree que no existe una conexión necesaria entre una irrogación del mal y el
reestablecimiento del Derecho. La severidad de las penas que uno vaya a esperar va a
ser dependiente de cual sea el estadio de evolución social en que se encuentra la
comunidad social, esto en términos tales que mientras mas efectiva sea la vigencia del
derecho como orden practicado en una determinada comunidad menor es la necesidad
de una pena severa. Pensamiento europeo post ilustrado, mientras mayor sea la
debilidad de un Estado mayor es su necesidad de imponer penas ejemplificadoras.
Mientras mayor sea la vigencia del Derecho, menor es la necesariedad de una pena
severa. Mientras menos sea la severidad de la pena se entiende que la distancia entre la
voluntad universal del derecho y la voluntad particular es menor.
La idea de pena es el concepto de pena realizado, y para que ese concepto se realice es
necesaria una maquinaria institucional que permita su realización. Dando esta
maquinaria institucional como supuesto sucede que la teoría de la prevención pasa a ser
mera retórica, si el teórico de la prevención tiene injerencia en el establecimiento de las
instituciones punitivas se dejan de lado los principios retribucionistas que existen hoy en
día, como por ejemplo la noción del principio de inocencia. La prisión preventiva en
Chile contradice el principio de inocencia, cae en nociones propias de la teoría
retribucionista ya que se considera culpable al sujeto “por el hecho que cometió” aun no
siendo probada su autoría.
Ultimo gran teórico de la retribución Binding, éste entiende que de la pena que la
respuesta siempre es coactiva. Cuestiona Binding la lógica de esa coacción, hay un
dilema, la coacción punitiva se puede entender en términos de una coacción física o una
sicológica. La idea de que la pena funciona como una pena sicológica efectiva se
aproxima a las teorías de la prevención negativa. Binding considera que la forma de
entender de forma correcta la pena como coacción es como una coacción física. La
peculiaridad de la pena como coacción plena es que la pena no logra hacer efectivo el
cumplimiento de la norma original, no se puede hacer nada, la víctima esta muerta en
caso de infringir la prohibición del homicidio. El Derecho ya perdió, el otro se debió
abstener y no se abstuvo, cabe cuestionarse, ¿Cómo afirma el Derecho entonces su
validez ante esta irreversibilidad de volver atrás lo hecho? Lo que puede hacer el
Derecho para aparecer como “siempre vencedor jamás vencido“es actuar a través de
una novación, una subrogación, ante la evidencia del incumplimiento del sujeto se le
impone un nuevo deber, un deber subrogatorio, un deber de soportar la pena, es un
deber que debe ser cumplido físicamente, la pena demuestra que el Derecho siempre
termina imponiéndose a si mismo. Con esta teoría se termina las Teorías Monistas.
01/Octubre/2009
Hablaremos del primer conjunto de criterios que la tradición del Estado de Derecho
formula como criterios de legitimación del ejercicio de la potestad punitiva. El primero
de estos criterios se encuentra que de entrada al menos; son criterios eminentemente
formales en contraposición a un material sustantivo. No dicen relación con la sustancia,
dice más bien con la forma en cuanto a como han de ser formuladas y judicialmente
aplicadas la normas de sanción penal. En otros términos se atiende a la exigencia del
paradigma que un Estado de Derecho impone en cuanto a la norma, en la producción y
aplicación de normas de sanción penal.
Se debe al gran penalista lustrado alemán Feuerbach, quien se valió de un latinazo que
entendemos como el principio de legalidad penal, éste autor acuño la forma del “Nullum
Crimen Nulla Pena Sine Lege”, lo que es un principio genuinamente ilustrado que no se
trata de un principio sin asiento en el derecho romano. Se trata de una formulación
bastante tardía en pleno s.XVIII. Entonces, a grosso modo de conformidad con el
principio de legalidad no puede haber delito ni pena sin ley. Lo que quiere decir que una
sentencia condenatoria pronunciada por tribunal competente que imponga una sanción
penal tiene que estar necesariamente basada en términos de la justificación en una
norma que satisface la forma de ley. Esa norma tiene que además especificar que cuenta
como el hecho en virtud de cuya punición el órgano competente queda habilitado para la
imposición de esa sanción penal. Este principio de legalidad se especifica en 4
exigencias distintas. “Nullum Crimen Nulla Pena Sine Lege”;
àScripta; Escrita
àCerta; Cierta
àStricta; Estricta
àPraevia; Previa
La legalidad como garantía de libertad incluye que el juez éste sometido a la ley y que
esta de aplicación a esa norma de rango legal a una situación fáctica que se deje
subsumir bajo el contenido de la ley. Por eso becaria decía que la aplicación judicial de
la norma penal debía ser bajo un silogismo perfecto. Cualquier interpretación como
premisa en el razonamiento judicial había un riesgo de arbitrariedad. El lenguaje exhibe
una radical indeterminación de modo tal que la idea de que tal cosa como pura
subsunción como silogismo fuerte resulta sumamente poco viable. Se tiene que entender
la exigencia de aplicación estricta de ley penal de un modo más razonable y se entiende
como prohibición de aplicar analogía. Por lo tanto el problema no es la interpretación
sino demarcar interpretaciones posibles sino como cánones de interpretación, entendido
como un traslado de esa regulación en virtud de una similitud. Por eso la manera usual
de representar eso es una diferencia entre una interpretación extensiva a otra puramente
analógica.
02/Octubre/09
Resulta formalmente injusta una punición que no haya sido previsible para el
ciudadano, esta fundamentación que se encuentra en el manual de Jacobs tiene el
atractivo de que parece explicar de modo plausible las cuatro concreciones del principio
de legalidad (Feuerbach, Scripta, Certa, Stricta, Previa). Que lo anterior sea
efectivamente una garantía de objetividad pasa por una cuestión en especial sensible,
determinar cual es el significado preciso de Ley, esto para poder entender el principio de
legalidad. En el caso que estudia Jacobs, Alemania, el principio de legalidad, relativo a
la forma de la ley, se satisface en un determinado ámbito (en delitos menos graves, con
penas no privativas de libertad) si la forma en cuestión tiene rango reglamentario, lo que
desencadena que no es necesario el proceso legislativo. Jacobs lo estudia a propósito de
las penas de multas.
Esto quiere decir que una norma de rango reglamentario es una norma menos segura en
términos de esta expectativa de certeza para el ciudadano, no hay una justicia formal
para éste, ya que los requisitos formales no fueron satisfechos para asegurar su
conocimiento de la norma.
Cabría entonces suponer que se puede entender la separación de poderes como único
fundamento para el principio de legalidad y la reserva legal. El legislador es quien
“determina el contenido” de la ley de forma clara (Scripta), el juez debe “conocer” la
ley para su aplicación con la debida sujeción al legislativo (Certa), “no cabe a lugar” la
aplicación por analogía, debe la aplicación ser estricta (Stricta), pero la exigencia de una
ley anterior (Previa) no se explica por la separación de poderes. No sirve entonces la
separación de poderes como único fundamento del principio de legalidad.
Si el legislador, a través de una ley penal en blanco, dejara a cargo del órgano
adjudicador (tribunales) o dejara a cargo de un órgano administrativo la determinación
precisa (p. Ej. Supuesto de hecho), en términos de la separación de poderes no habría
problema, porque es la voluntad del legislador la que habilita éste ejercicio. Esta es una
práctica legislativa muy usual en los casos de dificultad técnica para la determinación
del supuesto de hecho, por ejemplo, casos en que el supuesto de hecho se remite al
reglamento establecido por la autoridad administrativa. Los anterior puede ser
problemático o no, si hubiera un problema con la utilización de esta técnica legislativa
el problema no podría ser detectado en caso alguno bajo el radar del principio de
separación de poderes, no hay problema en esta delegación parcial de determinación
especifica de por, ejemplo, de la conducta punible.
Para el requerimiento de ley Stricta, los obligados son el juez y el ministerio público.