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Capítulo 2

LA ORACIÓN

2.0. I n t r o d u c c ió n

¿Cómo se plasma el conocimiento que un hablante posee de su lengua?


A pesar de su aparente banalidad, no resulta tarea fácil responder a esta
pregunta, ya que la lengua es un complejo mecanismo en el que se imbrican
aspectos muy dispares que el usuario maneja de forma global: sonidos, pa­
labras, oraciones... El dominio de todos ellos es consustancial a lo que he­
mos denominado competencia lingüística. Sin embargo, tal dominio no se
da de forma desintegrada o dispersa: la pronunciación esmerada de los so­
nidos de una lengua no es equivalente a conocer esta lengua; como tampoco
lo es el haber memorizado un número más o menos elevado de palabras de
su caudal léxico. Conocer una lengua implica saber construir oraciones. Es­
tas no se hallan encerradas en manuales ni en diccionarios. Suponen un acto
constante de creación1 individual, a la vez que actúan a modo de eje verte-
brador de las restantes unidades lingüísticas. En la oración se condensa y
organiza todo el conocimiento que el hablante posee de su lengua. Tal
como recoge la fórmula latina, nihil est in lingua quod non prius fuerit in
orañone.
La relevancia que adquiere el concepto de oración dentro de la GGT
(Gramática Generativa Transformacional) no tiene parangón con la que po­
see en otras escuelas lingüísticas. Tanto en la gramática tradicional como
en la estructural el punto de confluencia entre los dos polos «externos» de
cualquier manifestación lingüística —sonido y significación— reposa en uni­
dades inferiores a la oración. Para la gramática tradicional es la palabra.
De ahí que durante siglos el análisis gramatical por excelencia se centrara,

1. La palabra creación no debe entenderse aquí en su sentido retórico o literario, sino


come ur. término técnico que se refiere a la puesta en práctica del conjunto de reglas que el
hablante ha interiorizado a lo largo de su aprendizaje lingüístico. Con el objeto de diferenciar
nítidamente atnb:? conceptos, la GGT distingue entre creatividad «que cambia las reglas» y
crea".:' dan regida por las reglas». La primera se halla localizada en la actuación y a la larga
puede acabar afectando al sistema. La segunda forma parte de la competencia y entronca di­
rectamente con el supuesto de que la lengua es un sistema de reglas recursivas. Salvo que se
indique lo contrario, creadas. creatividad, etc. se usarán en el texto con ese último sentido
(cf. Ruwet, 1968. cap. 1).
LA ORACIÓN 49

tal como anotan Bursill y Hall (1971, p. 327), no tanto en la oración misma
como en las «partes de la oración», concepto que en la práctica se asimila
al de «clases de palabras». El estructuralismo (especialmente el europeo)
no variará sustancialmente las cosas. Doctrina anclada en el signo (cf. Saus-
sure, 1916), tiene como centro de interés prioritario, según afirma el propio
Martinet (1961, p. 219), el «análisis de enunciados —de hecho, de oracio­
nes— en una sucesión de “morfemas” [más] que la síntesis de los elementos
así delimitados en unidades más amplias». Saussure no ve en la oración sino
una pluralidad de combinaciones difícilmente reducibles a unos esquemas
regulares: lo único que éstas tendrían en común es precisamente el hecho
de haber sido confeccionadas con signos. Por lo demás, «lo que domina es
la diversidad» (cf. Saussure, 1916, p. 183).
Con la GGT se invierten radicalmente estos planteamientos. La oración
no se define por vía inductiva, a partir de unidades de nivel inferior como
la palabra, sino que, por el contrario, representa el punto de partida de la
descripción gramatical. Oración constituye el símbolo inicial del sistema de
reglas de que consta la gramática y su status teórico es semejante al de un
axioma (cf. Chomsky y Miller, 1963). El contenido que a éste deba asignár­
sele, esto es, lo que aparezca a la derecha de la regla O —» ..., se formula
como una hipótesis cuyo grado de adecuación dependerá lógicamente de la
eficacia que posea tanto para dar cuenta de la estructura de una amplia
gama de enunciados «dados», como para predecir la de un número no me­
nos extenso de enunciados «potenciales». Por consiguiente, su validez se ha­
lla sometida a contrastación empírica. De hecho, un repaso cuidadoso a los
casi treinta años de historia de la GGT permite constatar que el contenido
asignado a O ha sido objeto de frecuentes revisiones.

2 .1 . O r a c ió n y e n u n c ia d o

Como afirma Lyons (1977, p. 29), es frecuente referirse a la oración con


dos sentidos bien distintos que conviene diferenciar en el plano terminológi­
co: como una realidad ligada a la conducta lingüística o como una entidad
teórica resultado de la elaboración de un modelo de la gramática del ha­
blante. En la primera acepción es equivalente al término enunciado y en la
segunda al de oración propiamente dicha. Ésta es una unidad gramatical
que, al igual que otras unidades abstractas como el fonema, etc., no viene
dada de antemano, sino que se abstrae a partir de los enunciados emitidos
en el seno de la enunciación, definida por Benveniste (1970, p. 80) como
«la puesta en funcionamiento de la lengua mediante un acto individual de
utilización».
Oración y enunciado no siempre se han delimitado, sin embargo, con
suficiente nitidez. Como consecuencia de ello, durante siglos se ha manteni­
4 . — HERNANZ
50 LA SINTAXIS

do viva la polémica, dentro de la gramática tradicional, en torno a la defi­


nición del concepto de «oración». Para algunos autores, ésta debía cimen­
tarse sobre la existencia de propiedades sintácticas específicas como la pre­
sencia de un verbo en forma personal; para la gran mayoría, no obstante,
lo que debía prevalecer eran criterios semánticos como el del «sentido com­
pleto». Ambas posturas son difícilmente conciliables, ya que —según apun­
ta Rojo (1978, p. 16)— se sitúan en perspectivas distintas y ponen el énfasis
en propiedades diferentes de las secuencias. La primera parte de premisas
estrictamente sintácticas y concibe la oración como una unidad gramatical.
La segunda se atiene a una «lógica» basada en la enunciación y asimila
«oración» a «enunciado», con lo cual el alcance que ésta adquiere excede
con mucho los límites marcados por la existencia de un verbo flexionado.
Así, por ejemplo, desde una óptica nocional, basada en el «sentido comple­
to», tanto los enunciados de (1) como los de (2) son oraciones. Por el con­
trario, si nos ceñimos a criterios más restrictivos, los ejemplos de (2) queda­
rían excluidos del concepto de oración:

(1) a. El Etna ha entrado en erupción.


b. Malta es una isla.
c. En Etiopía no llueve desde hace años
(2) a. ¡Qué maravilla!
b. ¡Un barco!
c. ¡Buenos días!

Ante esta situación, cabe preguntarse si no es posible llegar a una carac­


terización sintáctica de la oración que no sea tan excluyente como la basada
en la presencia de un verbo flexionado. A primera vista, cabe responder
afirmativamente a esta pregunta: la solución estaría en la definición pro­
puesta por Bloomfield, la cual se fundamenta sobre bases distribucionales;
oración sería toda forma lingüística no incluida en una construcción más am­
plia. Los enunciados de (1) y (2) no aparecen dentro de un contexto lingüís­
tico más complejo; por consiguiente, ambos serían oraciones en virtud de
esa nota común.
A continuación, intentaremos demostrar que ni las definiciones basadas
en aspectos semánticos de los enunciados ni las que inciden exclusivamente
en sus propiedades distribucionales contribuyen de forma eficaz a caracteri­
zar '.as propiedades que deben asignarse a la oración, entendida ésta como
una unidad gramatical abstracta.
LA ORACIÓN 51

2.2. L a s d e f in ic io n e s n o c io n a l e s d e o r a c ió n :
EL PROBLEMA DEL «SENTIDO COMPLETO»

De entrada, la dificultad que más claramente puede esgrimirse en contra


de una definición nocional de oración deriva de la vaguedad misma que en­
traña la noción de «sentido completo». A la pregunta de qué es lo que ello
significa se le han dado diferentes respuestas. Así, en opinión de Jespersen
(1924), tal propiedad va ligada a la posibilidad por parte de una secuencia
de formar un todo por sí misma y de poder ser emitida aisladamente. Para
Alonso y H. Ureña (1938, vol. I, pp. 27-28), la unidad de sentido equivale
a «declarar, desear, preguntar o mandar algo» y se manifiesta a través de
la entonación. La validez que puede concederse a una u otra opinión dima­
na significativamente del hecho de que ambas desplazan el problema a un
terreno lejano al del significado: la primera hacia criterios distribucionales,
y la segunda al plano fonológico.2
Ahora bien, si se renuncia a reinterpretar la noción de «sentido completo»
en términos externos a lo puramente semántico, surge de inmediato un sinfín
de problemas. En primer lugar, está la cuestión de la elipsis. Es frecuente, en
efecto, que en la interpretación de una oración se supla información que no
aparece expresa. En los casos más simples, la clave para la restitución de los
elementos sobreentendidos nos la proporcionan las pautas gramaticales y es
independiente de factores contextúales. Es lo que ocurre en (3):

(3) a. Perro ladrador, poco mordedor.


b. Un hombre, un voto.
c. Got the tickets? (‘¿Conseguidos los billetes?’) (ej. de Lyons,
1968).

En otros casos, sin embargo, no es posible una interpretación unívoca


sin recurrir al contexto lingüístico; es el caso de las respuestas a preguntas
formuladas previamente:

(4) a. Mañana, si hace sol.


b. Quizás sí.
c. John’s, if he gets here in time (‘De Juan, si llega a tiempo’)
(ej. de Lyons, 1968).

Tanto (3) como (4) pueden considerarse elípticos, ya que disponen de


correlatos «ampliados» con elementos que no figuran materialmente en
ellos:

2. Si nos atenemos a consideraciones fonológicas, empleadas frecuentemente como crite­


rios auxiliares en la definición de oración, ésta es una unidad gramatical caracterizada por su
independencia melódica, ya que va enunciada entre pausas.
52 LA SINTAXIS

(5) a. Perro ladrador es poco mordedor.


b. Quizás sí (que) saldremos!comeremos/bailaremos ...
No obstante, como anota Lyons (1968, § 5.2.3), se trata de dos tipos de
elipsis bien diferentes: para la cabal comprensión de (4), no basta con el
conocimiento de las reglas que presiden la organización de oraciones; hay
que apelar al contexto lingüístico previo. Son, por ello, gramaticalmente in­
completas. Por consiguiente, habrá que diferenciar, de acuerdo con el lin­
güista inglés, entre sentido completo gramatical y contextual, según venga
determinado por reglas sintácticas o bien por el contexto.
# En íntima conexión con los fenómenos de elipsis reseñados, hay que tratar los
casos en que la interpretación plena de un enunciado depende de la situación extra­
lingüística, esto es, de las condiciones pragmáticas que envuelven la emisión. Consi­
dérense las oraciones de (6) y supóngase que han sido enunciadas como resultado
de una situación concreta:
(6) a. Si no lo veo, no lo creo.
b. No ho facisl (‘¡No lo hagas!’).
c. I hope i f s a herbivore (ej. de Hankamer y Sag, 1976) (‘Espero que sea
herbívoro’).
d. Nenikékamen (‘Hemos vencido’).3
Analizadas en abstracto, cada una de ellas es perfectamente congruentes y nada
impide que reciban una interpretación gramatical. No obstante, conllevan una carga
de indeterminación semántica de la que claramente están exentos ejemplos como
los de (7):
(7) a. Los niños son la alegría de la casa.
b. ¡No llores!
Semejante indeterminación viene provocada por la existencia de una serie de ele­
mentos —los subrayados en (6a) y (6c) y simplemente cero en (6d)— cuya propie­
dad más notable consiste en remitir a un antecedente que en (6) no se materializa
en el texto previo (caso en el que hablaríamos de anáfora),4 sino en el contexto

3. La oración (6d), como es sabido, se atribuye al mensajero que llevó a los atenienses
la noticia de la victoria griega sobre el ejército persa en la batalla de Maratón.
4. Rigau (1981. p. 95) define la anáfora en general «como la relación existente entre un
fragmento ce la estructura superficial del discurso, nulo o no, y otro fragmento de la estructura
superficial no nu'.o Entendida de esta forma, la anáfora recubre ciertos casos de elipsis (aná­
fora cero Por otra rarte. cuando la anáfora se halla controlada pragmáticamente, como en
(6), se habla Je deíxis cf. Hankamer y Sag, 1976, p. 391). Obviamente, dichos ejemplos po­
drían igualmente ilustrar un caso de anáfora propiamente dicha, esto es, controlada sintáctica­
mente. si aparecieran momios en un contexto lingüístico:
(i) a. Vull cantar No ho facisl ('Quiero cantar. ¡No lo hagas!’)
b. If the omcom -ere a possible animal, it would certainly be a herbivore (ej. de
Hankamer > Sag 1 'Si el unicornio fuera un animal posible, seguro que sería
herbívoro’).
LA ORACIÓN 53

extralingüístico, que es el que fija la lectura concreta que recibirán en cada caso los
citados ejemplos. ¿En dónde reside entonces el «sentido completo» de (6)? ¿Son
equiparables en el plano semántico (6) y (7)? En tanto no haya respuestas claras a
estas y otras preguntas similares, resulta aventurado defender la viabilidad de una
definición nocional de oración. #

Por último, queda la cuestión de las relaciones que contraen entre sí las
oraciones en el seno del texto. Considérese a título ilustrativo el siguiente
párrafo:

(8) Vamos a otra cosa o, mejor dicho, a examinar otro aspecto de


la cuestión. Nuestra Escuda Popular de Sabiduría Superior ten­
dría muchos enemigos ... Nos acusarían de corruptores del pue­
blo, sin razón, pero no sin motivo. Porque si la cultura sirve a
unos pocos para mandar, sólo hay una manera muy otra que la
nuestra de conservarla; enseñar a obedecer a todos los demás. Y
reparad en que esos hombres se preocupan, a su modo, de la
educación del pueblo tanto o más que nosotros. ¿Tendríamos en­
frente a la Iglesia? ... Acaso. Pero no por motivos de competen­
cia. (A. Machado, Juan de Maireña.)

Del conjunto de oraciones que lo integran, la mayoría no podría apare­


cer aisladamente, ya que entre ellas median diferentes tipos de dependen­
cia, sintáctica y semántica: elementos conectores como las conjunciones
porque, y, pew, formas no personales ligadas al régimen del verbo situado
en la oración precedente: enseñar; elementos elípticos con antecedente en
el texto previo (es lo que Ocurre en acaso y en la oración encabezada por
pero), etc. Tales fenómenos han permanecido tradicionalmente desatendi­
dos, precisamente porque exceden las fronteras oracionales. No obstante,
la moderna gramática del texto ha reivindicado su estudio, ya que —como
apunta Rigau (1981, p. 87)— inciden en la interpretación coherente del tex­
to o discurso.
Uno de los mecanismos más importantes de cohesión entre oraciones en
el seno del discurso es la anáfora (cf. Rigau, 1981). Las relaciones anafóri­
cas entre elementos, tan frecuentes dentro de una misma oración, trascien­
den con no menos frecuencia los límites de ésta. Es el caso de (9):

(9) Nunca profeséis de graciosos. Porque no siempre hay ganas de


reír. Aunque nunca falten motivos para ello. (A. Machado, Juan
de Maireña.)

Si las oraciones de (9) se refundiesen en una sola, el antecedente de ello


dejaría de ser, obviamente, preoracional.
54 LA SINTAXIS

En suma, las dependencias interoracionales ponen una vez más en tela


de juicio el carácter «completo» de la oración considerada como una unidad
cerrada sobre sí misma. Ello constituye una nueva evidencia en contra de
las definiciones nocionales, las cuales, a pesar de lo laxas que en algunos
aspectos resultan, en otros, paradójicamente, imponen condiciones que, en
rigor, pocos enunciados podrían superar.

2.3. L as definiciones distribución ales de oración

Dada la vaguedad de la noción de «sentido completo», la oración, en­


tendida desde una óptica nocional, recubre, como ya anotaba Jespersen
(1924), desde un chasquido de lengua hasta la secuencia más elaborada pro­
nunciada por Demóstenes. No se relaciona, pues, con ninguna configura­
ción sintáctica específica: puede corresponderse bien sea con enunciados in­
tegrados por un verbo flexionado del tipo ilustrado en (1), bien sea con los
enunciados «fragmentarios» (o, simplemente, fragmentos)5 de (2), tan ap­
tos para la comunicación como los de (1), a pesar de responder a configura­
ciones sintácticas diversas y carecer de verbo en forma personal.

# Ya se ha señalado antes que semejante manera de ver las cosas es impecable si


nos situamos en el plano de la enunciación. Está claro, en efecto, que el emisor
dispone de un amplio margen de maniobra en el momento de utilizar el sistema
lingüístico que ha interiorizado, y que., de las numerosas estrategias que puede des­
plegar a tal efecto, las secuencias integradas por un verbo en forma flexionada no
son —como observaba Bally (1932)— sino el límite superior de una compleja escala
de la que no quedan excluidos, por debajo ya del umbral de lo lingüístico, gestos y
manifestaciones afines. Así pues, usando el mismo ejemplo que el citado autor, su­
pongamos que queremos desembarazarnos de una persona molesta y la instamos a
que abandone la sala en que se encuentra: las múltiples maneras de conformar lin­
güísticamente tal mensaje pueden ilustrarse siguiendo un orden que se aleja progre­
sivamente de la «forma lógica y analítica del pensamiento comunicado» (Bally, 1932,
p. 41):

(10) a. Je veux (j’exige) que vous sortiez (‘Quiero [exijo] que salga’).
b. Vous devez sortir (‘Tiene usted que salir’).
c. Sortez! (‘¡Salga!’)
d. Á la pone! (‘A la calle’)
e. Guste! (‘¡Fuera!’) •

5. El término fragnentos aquí empleado coincide exactamente con lo que Alcina y Blecua
(1975, pp. S**~-v—v frases. Si hemos renunciado a esta segunda denominación, ha
sido con el or e:: de e es imprecisiones que provocaría el uso sumamente varia­
do que de frase hacen las gnaád cas (puede recubrir desde «enunciados» hasta «sintagmas»).
LA ORACIÓN 55

Las ventajas de tipo intuitivo que supone tratar como oraciones tanto
los enunciados fragmentarios como los que disponen de una forma verbal
tienen como contrapartida fundamental la enorme diversidad estructural
existente entre unos y otros, que llevaría a concebir como símbolo inicial
de la gramática una unidad cuyas propiedades no serían formulables en tér­
minos sintácticos. Tal solución resulta, obviamente, inaceptable, tanto por
razones metodológicas como empíricas. Algunos lingüistas, conscientes de
esta dificultad, se ven obligados a distinguir entre enunciados que son ora­
ciones por la «forma» y enunciados que lo son por el «sentido», lo que en
definitiva equivale a trabajar con dos definiciones de oración y no una,
como es de rigor. Así, Alonso y H. Ureña (1938, I, p. 29) afirman lo si­
guiente:

El grito de ¡socorro! es una oración por el contenido, ya que ex­


presa sentido completo, y no lo es por la forma, ya que su sentido no
está partido en sujeto y predicado. En la frase el día que vuelva Anto­
nio..., que vuelva Antonio es oración en cuanto al criterio de la forma,
porque tiene sujeto y predicado, pero no lo es por el contenido, por­
que no tiene un sentido unitario y completo.

Los problemas a que nos estamos refiriendo podrían a primera vista re­
solverse si se optara por una definición de oración como la de Bloomfield,
basada en las propiedades distribucionales6 de las secuencias y no en su es­
tructura interna. De acuerdo con Bloomfield (1933, § 11.1), «cada oración
es una forma lingüística independiente, que no está incluida, en virtud de
ninguna construcción gramatical, en ninguna forma lingüística mayor». En
toda emisión de habla una forma lingüística aparece, bien como constitu­
yente de una forma más amplia, como John en la emisión John ran away,
bien como una forma independiente no incluida en una forma lingüística
más compleja. En el primer caso se hablará de forma en posición incluida
(PI); en el segundo, de forma en posición absoluta (PA) y, más concreta­
mente, de oración. Dicha unidad, así entendida, es esencialmente relativa;
se define por su distribución, esto es, por factores externos a los elementos
que la integran. Para ilustrarlo, basta con tomar los ejemplos de que se vale
el lingüista norteamericano:

(17) a. John! (‘¡Juan!’).


b. Poor John\ (‘¡Pobre Juan!’).
c. Poor John ran away (‘El pobre Juan huyó’).
d. When the dog barked, poor John ran away (‘Cuando el perro
ladró, el pobre Juan huyó’).

6. Para una exposición detallada del sentido y alcance del concepto de distribución, cf. 1.5.
56 LA SINTAXIS

Las formas John, Poor John y Poor John ran away son oraciones en
(17a), (17b) y (17c) respectivamente, pero no en los contextos en que apa­
recen subrayadas, pues sólo en el primer caso se hallan en PA.
El atractivo fundamental de la propuesta de Bloomfield reside en llevar
más allá del marco de la enunciación las similitudes entre fragmentos y
enunciados con verbo flexionado: ambos tipos de secuencias serían caracte­
rizables en términos de su independencia sintáctica con respecto a unidades
más complejas. En este sentido, representa un intento muy simple y elegan­
te de configurar estructuralmente la propiedad más sobresaliente que com­
parten las emisiones resultantes del acto de la enunciación: la de aparecer
en PA. No obstante, tal propiedad constituye un requisito sintáctico excesi­
vamente «débil» como para hacer de él la nota más relevante de la defini­
ción de oración. Un análisis cuidadoso demuestra, en efecto, que no todos
los enunciados en PA exhiben el mismo comportamiento cuando figuran en
ciertas posiciones incluidas. Supóngase que intentamos convertir en subor­
dinadas las secuencias de (18):

(18) a. ¡Juan!
b. Juan salió.

Como se demuestra en (19), ello sólo es posible en el caso de (18b):

(19) a. *María ignora que Juan.


b. *María se enfadó porque Juan.
c. María ignora que Juan salió.
d. María se enfadó porque Juan salió.

Los ejemplos de (19) evidencian que la subordinación no puede cimentar­


se sobre la noción de forma lingüística en PA, sino sobre secuencias dotadas
de un elemento verbal. Ello constituye una prueba concluyente a favor de es­
tablecer una frontera sintáctica clara entre enunciados con y sin verbo flexio­
nado. Que tal exigencia se hace igualmente ineludible en la obra de Bloom-
fíeld lo demuestra la distinción que éste formula entre oraciones menores y
oraciones completas: únicamente estas últimas se ajustan a los esquemas canó­
nicos que caracterizan la oración stricto sensu (cf. Bloomfield, 1933, § 11.2).
En síntesis, la definición de Bloomfield, al reinterpretar la vaga noción
semántica ce sentido completo» en términos de un comportamiento sintác­
tico especifico la distribución independiente), supera claramente los plan­
teamientos nocionales. No obstante, dado que sólo aparentemente evita el
divorcio entre unidades de la enunciación —«oraciones» en general— y uni­
dades gramancale' — raciones completas»—, no contribuye a despojar al
concepto ce oración ce se tradicional ambivalencia. El mismo defecto, a la
postre, que restaba rn-eratividad a los criterios de tipo nocional.
LA ORACIÓN 57

2.4. La e s t r u c t u r a d e l a o r a c ió n

2.4.1. Los constituyentes SN y SV

Ya se ha señalado que la oración, entendida como unidad teórica de la


gramática, resulta de un proceso inevitable de abstracción a partir de los
enunciados producidos en cualquier acto de enunciación. Como tal unidad
abstracta, no puede ser un retrato directo de la realidad, sino más bien,
como diría Bunge (1972, p. 194), una representación «hipotética, de rodeo
y parcial». En ella quedarán reflejados aspectos recurrentes y, por consi­
guiente, relevantes de los enunciados, pero otros inevitablemente deberán
ser postergados. La GGT concibe la oración como el símbolo inicial de su
sistema de reglas (como una unidad, por tanto, en PA), dotado de una es­
tructura definida y capaz de recibir una interpretación semántica y otra fo­
nética. De estos dos últimos aspectos se encargan el componente semántico
y el fonológico respectivamente. Nos centraremos, pues, a continuación en
el análisis de la estructura de la oración.
En la consideración de cualquier enunciado de una lengua L, lo que de
forma más inmediata salta a la vista es que está compuesto por palabras.
Sin embargo, no todo conjunto de palabras da lugar a un enunciado posible
en L, tal como queda patente en (20):

(20) a. Los estructuralistas admiran las ideas de Chomsky.


b. ^Estructuralistas los de Chomsky ideas admiran las.

Los elementos materiales que figuran en ambos ejemplos son los mis­
mos, sólo que dispuestos de forma diferente: en (20a) aparecen estructura­
dos de acuerdo con unas pautas o reglas que cualquier hablante del español
es capaz de manejar; en (20b), por el contrario, dichas pautas son violadas,
con el consiguiente caos que ello provoca. La primera aproximación al con­
cepto de oración consiste, pues, en afirmar que ésta es un conjunto de pa­
labras que se ajusta a determinadas reglas sintácticas.
La buena formación de (20a) y de toda oración en general descansa en
la de ordenamientos más pequeños de palabras denominados constituyentes.
En (20a) pueden aislarse, entre otros, los siguientes: los estructuralistas, ad­
miran las ideas de Chomsky, las ideas de Chomsky, de Chomsky, etc. Di­
chos constituyentes, frente a agrupaciones aberrantes como *estructuralistas
admiran las, *ideas de, etc., se ajustan a esquemas estructurales constantes
susceptibles de ser identificados en otras oraciones. Así, por ejemplo, Det
+ N es una combinación posible de palabras en español, pero no lo es N
+ Det (*estructuralistas los). En función de sus características internas y de
sus propiedades distribucionales los constituyentes pueden agruparse en ca­
tegorías sintácticas distintas: «los estructuralistas» es un SN porque consta
58 LA SINTAXIS

de un núcleo, el N, cuya presencia es condición necesaria para la existencia


de SN; lo mismo puede decirse de la preposición «de» con respecto al SP
«de Chomsky», y del verbo «admiran» en relación con el SV «admiran las
ideas de Chomsky». El criterio de la estructura interna no basta, sin embar­
go, a la hora de comparar los estructuralistas y las ideas de Chomsky. A
pesar de que este último presente una configuración más compleja que el
primero, puede considerarse igualmente un SN, debido a que posee las mis­
mas propiedades distribucionales, tal como demuestra la expansión (cf. 1.4).
Dicha prueba permite constatar, en efecto, que ambos constituyentes son
libremente intercambiables en los mismos contextos: «le enfurecen los es-
tructuralistas» / «le enfurecen las ideas de Chomsky», «de los estructuralis­
tas» / «de las ideas de Chomsky», etcétera.
Si intentamos sustituir, en cambio, cualquiera de estos SSNN por el SV
«admira las ideas de Chomsky» en, por ejemplo, «Pepe admira las ideas
de Chomsky», es de esperar que obtengamos un resultado agramatical,
como efectivamente ocurre: *Pepe los estructuralistas, *Pepe las ideas de
Chomsky.
En suma, en el reconocimiento de constituyentes se conjugan criterios
formales, de estructura interna, y distribucionales, relativos a los privilegios
de figuración de aquéllos en contextos más amplios. Volvamos ahora a la
estructura de (20a). A priori, cabría pensar en diferentes análisis posibles
para dicha oración:

(21) [los] [estructuralistas] [admiran] [las] [ideas] [de] [Chomsky],


(22) a. [los estructuralistas] [admiran] [las ideas] [de Chomsky].
b. [los estructuralistas] [admiran] [las ideas de Chomsky].
c. [los estructuralistas] [admiran las ideas de Chomsky].

Si la segmentación en constituyentes obedeciera a consideraciones mera­


mente lineales, cualquier partición que respetara las combinaciones posibles
de palabras en español sería aceptable, incluida, claro está, aquella que se­
parara palabra por palabra. Las razones que excluyen (21) ya han sido dis­
cutidas en el cap. 1: en ella no se refleja que entre la oración como un todo
\ cada una de las unidades léxicas que la integran existen constituyentes
intermedios. De las restantes divisiones sí se derivan, en cambio, prediccio­
nes con respecto a la configuración que deben presentar tales constituyen­
tes. No obstarle, según vamos a demostrar seguidamente, son inadecuadas,
salvo en el caso de í22c).
Es premisa básica del modelo que estamos presentando el que un cons­
tituyente resulta ue la aivisión —es constituyente inmediato (CI)— de otro
que lo inclu.e __e e erce sobre él una relación de dominio. Por consi­
guiente. desde esta perspectiva, el análisis de una oración no se reduce a
LA ORACIÓN 59

su segmentación en constituyentes, sino que debe, además, plasmar la orga­


nización de ésta en constituyentes inmediatos (CCII). Ni en (22a) ni en
(22b) se captan de forma correcta las relaciones jerárquicas entre los ele­
mentos léxicos que integran O. A sí, por ejemplo, (22a) debe ser descartada
porque ignora que entre O y los constituyentes las ideas y de Chomsky exis­
te una unidad intermedia, las ideas de Chomsky, según evidencia el criterio
de la expansión: «los estructuralistas admiran las ideas de Chomsky» / «los
estructuralistas admiran esto». Gráficamente:

(23) a. b.
O O

SN V SN SP SN V SN

admiran las ideas de Chomsky admiran las ideas de Chomsky

Con ello llegamos al análisis de (22b) —reflejado en el árbol de (23b) —,


el cual, con ser más adecuado que el de (22a) —plasmado en (23a) —, tiene
que ser igualmente abandonado. Nótese, en efecto, que los constituyentes
admiran y las ideas de Chomsky son sustituibles en su conjunto por un único
elemento con sus mismas propiedades distribucionales: «los estructuralistas
admiran las ideas de Chomsky» / «los estructuralistas existen». Este hecho
queda recogido en (24) —representación gráfica de (22c) —, en donde admi­
ran y las ideas de Chomsky forman una unidad de rango superior a ambas
consideradas aisladamente:

(24)

admiran las ideas


de Chomsky

Apelando igualmente a la expansión, podría demostrarse, por otra par­


te, que secuencias como los estructuralistas y otras de mayor complejidad
(los estructuralistas de la Escuela de Praga, los estructuralistas de la segunda
etapa de la Escuela de Praga, etc.) son intercambiables por unidades léxicas
como Pepe, ellos, etc.: «los estructuralistas admiran las ideas de Chomsky»
60 LA SINTAXIS

/ «los estructuralistas de la Escuela de Praga admiran las ideas de Chomsky»


/ «los estructuralistas de la segunda etapa de la Escuela de Praga admiran las
ideas de Chomsky» / «Pepe admira las ideas de Chomsky» / «ellos admiran
las ideas de Chomsky», etcétera.
De esta forma se llega a una generalización interesante: sea cual sea la
complejidad de una oración, los elementos que la integran se organizan en
torno a dos constituyentes, que denominaremos SN y SV, cuyas propieda­
des distribucionales coinciden con las de las dos unidades en que puede seg­
mentarse la oración de estructura más simple del español, representada en
(25):

(25) Ellos trabajan.

La segmentación recogida en (22c) establece una división bimembre


para (20a), que es la que forzosamente debe otorgarse a (25), dado que
ésta no puede ser sustituida por una sola de las dos palabras que la inte­
gran.7 Todo ello nos permite concluir que la regla inicial de la gramática
debe formularse como sigue:

(26) O -» SN SV

La predicción que establece (26) es que en toda oración, desde la más


compleja hasta la más simple, convergen las expansiones o proyecciones
máximas de las categorías léxicas N y V, esto es, SN y SV. Ambos consti­
tuyentes, a su vez, ejercen relaciones de dominio sobre otros más simples,
que van segmentándose sucesivamente hasta llegar a las palabras, que aquí
se tomarán como las unidades mínimas del análisis.8 El estudio de la confi­
guración interna de esos dos CCII de O será abordado más adelante (cf.
caps. 5 y 6).

7. Cabría argüir que (25) es sustituible simplemente por el SV trabajan. Sin embargo,
dicha secuencia sigue siendo una oración y no meramente un SV, ya que en ella se materiali­
zan. por medio de la flexión verbal, las marcas de concordancia con el SN sujeto. El que éste
pueda ser fonéticamente nulo en español (y otras lenguas) no significa, pues, que no sea recu­
perable sintácticamente (cf. 2.4.2 y cap. 4).
S. En rigor ci análisis en CCII podría proseguir hasta aislar los morfemas (cf. Hockett,
195S No obstante, en términos estrictamente sintácticos, resulta innecesario llevar la segmen­
tación hasta ese extreme, por lo que es práctica habitual detenerse en el nivel de la palabra.
El estudio : : '.os fenómenos de derivación y flexión deberá ser abordado por un componente
aparte, el morfológico, muy poco explorado, por no decir inexistente, hasta etapas muy recien­
tes de '.a GGT cf ;ar 1 En cualquier caso, los rasgos de flexión, dada su relevancia más
allá del ámbito de la palabra, deben relacionarse con la sintaxis de forma más directa que los
de tipo derivativo En que respecta a los morfemas de flexión verbal, cf. 2.4.2.
LA ORACIÓN 61

2.4.2. El co n stitu y en te FLEXIÓN

Considérense los siguientes enunciados:

(27) a. *Juan comían salmón ahumado,


b. *Juan comer salmón ahumado.

Uno y otro responden a la estructura de constituyentes prevista por la


regla de (26) y, a pesar de ello, son agramaticales. En (27a) el conflicto
reside en la carencia de concordancia entre el núcleo del SN y el del SV.
En (27b), la incapacidad morfológica del infinitivo para llevar morfemas fle-
xivos de ningún tipo impide no sólo la relación de concordancia entre Juan
y c o m e r , sino también la referencia temporal necesaria en cualquier ora­
ción. Tal como ha sido frecuentemente observado, los rasgos de flexión ver­
bal trascienden el plano morfológico y de una forma u otra inciden global­
mente sobre el conjunto de la oración. Esa relevancia sintáctica puede ex­
presarse postulando la existencia de un tercer constituyente para O, que de­
nominaremos f l e x ió n ( f l e x ). La forma definitiva que adoptará la regla de
reescritura de O será, pues, la indicada en (28):

(28) O SN flex SV

# La realización material de flex suele ir ligada a los morfemas flexivos del verbo.
No obstante, es importante precisar que con la introducción de este constituyente lo
que se pretende es configurar sintácticamente una compleja gama de fenómenos que
las lenguas pueden concretar de formas muy diversas. En griego clásico, por ejem­
plo, los morfemas flexivos que marcan el modo optativo no disponen de un correlato
exacto ni en español ni en otras lenguas románicas, que deben recurrir a determina­
das piezas léxicas (frecuentemente llamadas verbos «modales») para cubrir parte del
campo abarcado por el citado modo. Otro caso bien ilustrativo al respecto nos lo
proporcionan las dos fórmulas de que dispone el catalán para expresar el pretérito
indefinido del español: la de tipo flexivo (cuntí, cantares, canta) y la perifrástica (vaig
cantar, vas cantar, va cantar). Por otra parte, es bien sabido que en inglés, cuando
una oración va en forma negativa o interrogativa (y carece de un verbo auxiliar), se
usa la forma verbal do, desprovista en estos casos de un valor semántico preciso. Por
último, también en español puede ocurrir que determinadas marcas verbales se rea­
licen por medio de piezas léxicas independientes y no a través de la flexión: haber
en las formas compuestas del verbo, ser en la pasiva, etcétera. #

Dentro de los rasgos que cabe adscribir a f l e x deben distinguirse dos


grandes tipos: los de carácter verbal (tiempo y aspecto) y los de naturaleza
básicamente nominal (número y persona). Los primeros se integran bajo
t ie m p o y los segundos bajo c o n c o r d a n c ia ( c o n c ), los dos nudos domina­
dos por f l e x . Estas dos clases de rasgos se hallan estrechamente conecta-
62 LA SINTAXIS

das. Así, si el verbo aparece en forma no finita, c o n c no podrá materiali­


zarse. De esta forma se da cuenta de un fenómeno sistemático en español
y, por lo demás, extendido sobre un gran número de lenguas: la correlación
existente entre formas no personales y carencia de sujeto léxico. Considé­
rense los ejemplos de (29):

(29) a. Los niños quieren cantar.


b. *Los niños quieren que Pedro cantar.

En (29a) no se produce conflicto ninguno, ya que la ausencia de los ras­


gos de número y persona (consecuencia del carácter no finito de cantar) im­
pide una concordancia que, en rigor, no podría realizarse, dado que en el
dominio oracional creado por el infinitivo no existe en posición de sujeto
un SN realizado fonéticamente. Tal situación es la inversa a la que tenemos
en (29b), cuya agramaticalidad debe atribuirse al hecho de que, al no hacer­
se efectivos los rasgos de c o n c , queda prohibida la presencia del SN Pedro,
que no puede concordar con el verbo.
Una buena manera de reflejar la importancia que posee f l e x como eje
cohesionador del SN y del SV es considerarlo el núcleo de la oración. Con
ello la relación sintáctica entre f l e x y los restantes constituyentes' de la ora­
ción queda planteada de forma paralela a la que media entre núcleo y com­
plementos de cualquier construcción endocéntrica, esto es, como una rela­
ción de rección. Dentro de este marco, la concordancia es concebida espe­
cíficamente como el resultado de la rección que c o n c , a través de f l e x ,
ejerce sobre el SN sujeto:
En suma, la estructura tripartita que en virtud de la inclusión de fl e x
se postula para la oración permite eliminar la asimetría antes existente entre
dicha unidad (única construcción exocéntrica de la gramática) y los constitu­
yentes endocéntricos (SN, SV, SP, etc.). F l e x es el elemento vertebrador
de O, como N lo es del SN, V del SV, etc., pues crea las condiciones sintác­
ticas necesarias para vincular los complementos9 que integran su dominio
estructural. En ello reside fundamentalmente su naturaleza nuclear. De ahí
que la imposibilidad de que aparezca como representante aislado de O no
deba entenderse como una restricción sintáctica, sino como resultado de
exigencias de tipo léxico cuya razón de ser halla justificación independiente
en otros dominios de la lengua.

9. E: •. alar ¿r _cc complemento no se corresponde en el texto con el que se le ha


otorgad: ~ er. as gramáticas, sino con el que posee dentro de la convención de la
X, donde desigM «■ ro—orao estructural preciso organizado alrededor del núcleo de una ca­
tegoría sintáctica (cf. i_5i
LA ORACIÓN 63

2 .5 . LAS ORACIONES IMPERSONALES

De forma paralela al esquema canónico basado en la articulación de un


elemento nominal y otro verbal, las gramáticas establecen un segundo tipo
de oración, carente de sujeto, que recibe el nombre de impersonal. Bello
(1874, § 728) la llama «anómala» o «irregular» y dice de ella que «es la que
carece de sujeto, no sólo porque no lo lleva expreso, sino porque según el
uso de la lengua, o no puede tenerlo o regularmente no lo tiene».
Dentro de las construcciones impersonales pueden establecerse dos
grandes clases. La primera viene definida por las exigencias léxicas de una
serie de piezas verbales, incapacitadas para la flexión en número y persona,
bien sea permanentemente (como ocurre con los verbos meteorológicos,
salvo en sus valores metafóricos), bien sea en ciertos usos específicos del
tipo indicado en (31):

(30) a. En invierno anochece temprano.


b. Mañana tronará.
(31) a. Es de noche.
b. Está nublado.
c. Hace frío.

Las formas verbales subrayadas en (30) y (31) van en tercera persona


del singular, lo que ha llevado a algunos autores a hablar de verbos «uniper­
sonales», ya que «parecen referirse siempre a una tercera persona de singu­
lar, bien que indeterminada» (Bello, 1874, § 773). En términos estructura­
les, sin embargo, los conceptos de «impersonalidad» y «unipersonalidad» no
se recubren plenamente, ya que en el segundo caso cabe hablar, en rigor,
de concordancia —si bien «defectiva»— entre el verbo y un SN (cf. «El abo­
lió la ley» vs.*«El nevó»). La posición de sujeto en todas estas oraciones
es, por consiguiente, una posición vacía, lo que en forma alguna puede po­
nerse en paralelo con casos como «juega», «canta», etc., en donde ésta es
ocupada por un SN que, aunque elíptico, posee status argumental (cf. 1.2)
y, como tal, es capaz de recibir un papel temático del SV (concretamente
de «agente», en los ejemplos anteriores).
# De la comparación de las oraciones de (30) y (31) con sus equivalentes en fran­
cés, inglés y otras lenguas parece desprenderse que en éstas la estructura que cabe
asignar a las construcciones impersonales no difiere sustancialmente de la de las per­
sonales:

(32) a. 11 pleut (‘Llueve’).


b. 11 fait chaud (‘Hace calor’).
c. It rains (‘Llueve’).
d. It is very coid (‘Hace mucho frío’)
64 LA SINTAXIS

La razón de ser de los pronombres expletivos il / it hay que buscarla, sin embar­
go, no ya en el marco estricto de las oraciones impersonales, sino en fenómenos de
índole más general. Las oraciones de (32) hallan un correlato significativo, en efec-
to, en las de (33), que a su vez contrastan con las de (34)

(33) a. Elle chantera (‘Ella cantará’).


b. He sings (‘Él canta’).
(34) a. *Chantera.
b. *Sings.

En español, por el contrario, los equivalentes de (34) son perfectamente grama­


ticales:

(35) a. Cantará,
b. Canta.

Lo que demuestran (32)-(34) es que en francés y en inglés actúan restricciones


que impiden que la posición de sujeto —se halle ésta ocupada por un elemento ar-
gumental {elle / he) o no (il / it)— sea fonéticamente nula. Por el contrario, en espa­
ñol (al igual que en catalán, italiano, etc.) dicha exigencia no opera, tal como evi­
dencian (30)-(31) y (35). Es, pues, este requisito y no la existencia de un verdadero
sujeto lo que explica la presencia de los expletivos en (32). #

La segunda clase de oráciones impersonales a la que antes se ha aludido


corresponde a las impersonales reflejas. Su estructura no dimana del carác­
ter propiamente impersonal del verbo, sino de procedimientos gramaticales
sistemáticos. Formalmente se manifiestan por medio de una marca prono­
minal unida a un verbo en tercera persona del singular. En español, dicha
marca es la partícula se:

(36) a. Se come bien en Maxim’s.


b. Aquí no se canta, se duerme.
c. Se amenazó a los obreros con el despido.

En otras lenguas románicas existen construcciones muy semejantes a las


de (36):

(37 a. Aquí es parla de lingüística (‘Aquí se habla de lingüística’).


b. Non si dorme più con tutto questo rumore (ej. de Belletti,
1982) ('Ya no se duerme con todo este ruido’).

L i interprete: n análisis de las impersonales reflejas ha suscitado nu­


merosas cor.trt ers as Antro de las gramáticas españolas, tanto en lo que
respecta al status de la forma se como al valor activo o pasivo de las mis-
LA ORACIÓN 65

mas.10 El problema viene agravado por las evidentes afinidades existentes


entre (36), las pasivas reflejas («se bailaban tangos en París») y los usos
anómalos de las construcciones con se («se bailaba tangos en París»), consi­
derados inaceptables desde un punto de vista normativo, pero ampliamente
extendidos en determinadas variantes del español actual.11
Aunque no es éste el lugar adecuado para entrar en la discusión de una
cuestión tan sumamente compleja, sí puede resultar oportuno hacer algunas
precisiones. Ante todo, impersonales reflejas y pasivas reflejas deben man­
tenerse nítidamente diferenciadas, ya que, al margen de su innegable proxi­
midad semántica, revisten características sintácticas dispares. Las pasivas re­
flejas coinciden en aspectos sustanciales con las oraciones pasivas, si bien
unas y otras, como se verá más adelante (cf. cap. 3), difieren en el plano
morfológico. En cuanto a las impersonales reflejas, no parece sostenible la
postura defendida por Bello (1874, § 787) de considerarlas «pasivas en su
significado», dada la facilidad con que los verbos intransitivos aceptan esta
construcción («se vive», «se duerme», «se pelea», «se llora», etc.). Por otra
parte, pueden llevar, como en (36c), complemento directo (que Bello ana­
liza como dativo debido a su forma de pronominalizar en masculino: «Se
les amenazó con el despido») y en ningún caso toleran la presencia de sin­
tagmas por + SN con valor de «agente» (*se amenazó a los obreros por el
empresario) . Se trata, por consiguiente, de construcciones activas en cuya
estructura sintáctica aparece vacía la posición de sujeto. Aquí, como en
(30)-(31), parece adecuado, pues, hablar de impersonalidad.
# En el plano semántico, sin embargo, resulta más aventurado postular una total
identificación entre impersonales e impersonales reflejas, debido al carácter prono­
minal de la forma se. A la función de ésta en tanto que elemento activador de la
impersonalidad puede sumársele una interpretación como argumento indeterminado
léxicamente. No en vano son posibles correlaciones como «se canta» y «ella canta»
y no lo son, en cambio, las alternancias «llueve» y *ella llueve. Una evidencia empí­
rica que ayudaría a matizar las diferencias a que nos estamos refiriendo nos la pro­
porcionarían ejemplos donde una misma pieza léxica permitiera contrastar un caso
de impersonalidad atribuible al significado del verbo con otro ligado al clítico se.
Tal evidencia existe en las oraciones —aunque raras, no imposibles— en que coapa­
rece se con un verbo meteorológico:

(38) a. Amanecimos en París sin un duro.


b. Cuando se amanece en París sin un duro...
c. En París amanece temprano.
La viabilidad de (38b) no se explica a partir de (38c), sino de (38a), en donde
amanece refiere a un argumento especificado léxicamente. #
10. Para un análisis pormenorizado de esta cuestión, cf. Tollis (1978-1980).
11. En torno a estas construcciones, cf. Otero (1972, 1973) y Martín Zorraquino (1979),
entre otros autores.

5 . — HHRNANZ
66 LA SINTAXIS

Algunas gramáticas, juntamente con los verbos propiamente impersona­


les y las impersonales reflejas, suelen hacerse eco de ciertas construcciones,
algunas de clara procedencia coloquial, que, en rigor, más que impersona­
les, deberían considerarse procedimientos diversos de que dispone el emisor
para evitar la alusión directa al SN sujeto:

(39) a. Cuando vas al Corte Inglés, gastas más de lo previsto.


b. Por aquí dicen que esto es falso.
c. Uno no puede hacer más de lo que hace.

Como afirman Alcina y Blecua (1975, p. 592), «razones muy diversas


permiten cambiar de eje una misma comunicación». El que el sujeto «real»
de las oraciones de (39) se encubra mediante fórmulas variadas de distancia-
miento no obsta, claro está, para hablar de concordancia. El verdadero al­
cance de estas construcciones no puede, pues, ser calibrado sin recurrir a
consideraciones de tipo pragmático tales como las relaciones entre el emisor
y sus interlocutores, el tipo de registro empleado en la comunicación, etc.
Es interesante anotar, a propósito de (39b), el contraste que se da en
español entre esta clase de oraciones y las impersonales reflejas. Considére­
se (40):

(40) a. En esta casa cenan a medianoche,


b. En esta casa se cena a medianoche.

Si (40a) y (39b) tuvieran que someterse a la misma caracterización sin­


táctica que (36),12 quedarían por explicar las razones por las que en la inter­
pretación semántica de las primeras queda excluida la referencia al emisor,
mientras que en la de las segundas éste puede o no quedar incluido.13 Por
otra parte, frente a lo que ocurre con las impersonales reflejas, las construc­
ciones del tipo ilustrado en (39b) y (40a) son frecuentemente ambiguas, esto
es. pueden referir a un sujeto determinado o bien indeterminado léxicamen­
te. Más aún. con no menos frecuencia —tal como queda patente en (41b)
y (42b) —. rechazan esa segunda lectura, lo que pone en entredicho, una
vez más. el carácter sistemático de la tercera persona del plural como marca
activadora de la impersonalidad:

(41) a. Cuando se duerme más de ocho horas, no se puede trabajar,


b. Cuando duermen más de ocho horas, no pueden trabajar.
-1 i S: e :aja de noche, se tiene que llevar linterna,
b 5: :a;un de noche, tienen que llevar linterna.

12. E- re ¿r.:r. : _ a-.t _r_t>:o. cf. Suñer (1983).


13. recogida en Schroten (1972, p. 19), entre otros autores.
LA ORACIÓN 67

EJERCICIOS

1. Supóngase que a la oración de (i) se le asigna la segmentación en


CCII indicada en (ii):
(i) La empresa se avino a la negociación.
(ii) [La empresa se avino] [a la negociación].
Adúzcanse los elementos de juicio que se consideren oportunos
para demostrar que la división de (i) es incorrecta. ¿Cuál sería el
análisis adecuado para (ii) y por qué?

2. Considérese la oración que sigue:


(i) Pedro estudia.
¿Sería adecuado asignarle un análisis como el representado en (ii)?
Razónese la respuesta.

N V

Pedro estudia

3. En (i) y (ii) los elementos subrayados son intercambiables:


(i) La fruta madura.
(ii) La fruta de Canarias.
¿Puede inferirse a partir de aquí que pertenecen a la misma catego­
ría sintáctica? Razónese la respuesta. ¿Existen configuraciones en
las que un SAdj y un SP no sean expandióles? En caso afirmativo,
apórtense ejemplos para demostrarlo.

4. Las oraciones siguientes, a pesar de presentar idéntica configuración


externa, se ajustan a una estructura de constituyentes diferente:
(i) Juan miraba el libro de reojo.
(ii) Juan miraba el libro de texto.
Indíquese cuál es esa estructura en cada caso y preséntense todas
las pruebas que se estimen relevantes para demostrar que el libro
de reojo no forma constituyente. Inténtese construir un par de
ejemplos con características semejantes a las de (i) y (ii).
68 LA SINTAXIS

5. Considérense los ejemplos de (i) y (ii):


(i) *Las mujeres viajaré / viajarás / viajará en avión.
(ii) Las mujeres viajaremos / viajaréis ¡viajarán en avión.
¿Qué constituyente oracional permite dar cuenta de la agramatica-
lidad de (i)? Inténtese dilucidar a qué razones obedecen las alter­
nancias ilustradas en (ii).

6. Estúdiense las dependencias que, más allá de las fronteras oracio­


nales, median en el siguiente texto:
Es posible que los prisioneros sean revolucionarios, es po­
sible; pero su revolución no será la que usted les brinda ni la
que otros esperan; su revolución será otra. ¿Cuál? Yo no lo
sé ni pretendo profetizar; ni ellos son los mismos que cuando
salieron de Francia, ni Francia será la misma cuando ellos
vengan. Las revoluciones no se hacen a la medida, las revolu­
ciones son la medida de su tiempo.
Por lo demás, de acuerdo: esta revolución, protegida por
el gobierno de Vichy, es una revolución sin revolucionarios.
(V. Kent, Cuatro años de mi vida.)

• 7. Considérense los siguientes ejemplos:


(i) Pedro bebe cerveza negra.
(ii) Pedro bebe constantemente.
¿Puede o no inferirse de la prueba de la expansión que los elemen­
tos subrayados son equiparables desde el punto de vista distribucio-
nal? Justifiqúese la respuesta.

• 8. Analícense las diferencias existentes entre el par de oraciones que


se dan a continuación:
(i) Llamaron a la puerta, pero no abrí.
(ii) Llamaron a la puerta, pero no les abrí.
¿En cuál de sus dos lecturas (i) es sinónima de (ii)? ¿Por qué (ii)
no es ambigua?

• 9. Analícense los diferentes tipos de elipsis ilustrados en los enuncia­


dos que siguen:
a. Lisios para el aterrizaje?
r Separo que mañana es fiesta.
c. En Filamos, me parece.
LA ORACIÓN 69

d. María puede que tampoco.


e. ¡Es increíble!
f. No.

• 10. Dada una definición de oración como «toda secuencia de palabras


estructurada en constituyentes», búsquense tres ejemplos que no
sean oraciones a pesar de reunir los requisitos impuestos por la ci­
tada definición.

• 11. Estúdiense los paralelismos y las diferencias existentes en los dos


pares de oraciones que siguen:

(i) a. María quiere las botas de cuero,


b. María las quiere de cuero.
(ii) a. María adora las botas de cuero,
b. *María las adora de cuero.
¿Qué consideraciones cabe extraer del contraste entre (ib) y (iib)
con respecto a su estructura de constituyentes? Formúlese el análi­
sis en CCII de (ia) y (iia).

• 12. La noción semántica de «sentido completo» y la noción sintáctica


de «posición absoluta» ¿son o no equivalentes desde el punto de
vista empírico? Ilústrese la respuesta con ejemplos.

B ib l io g r a f ía

En torno a la oración en general, pueden consultarse, entre otros, los


siguientes textos: Bally (1932), Bloomfield (1933), Jespersen (1924), Lyons
(1968), Lope Blanch (1979), Matthews (1981), Roca (1960) y Rojo (1978).
Para la oración en español, véanse Alcina y Blecua (1975, pp. 845-852), Be­
llo (1874, §§ 35-40, 307-309, 723-795), Gili (1943, §§ 7-14), RAE (1973, pp.
349-352), Seco (1972, pp. 71-75), etc. Sobre las relaciones entre oraciones
dentro del discurso, cf. Brown y Miller (1980), Rigau (1981) y Waterhouse
(1963), entre otros. Con respecto al análisis en constituyentes inmediatos,
cf. Brown y Miller (1980), Hockett (1958), Lyons (1968), Palmer (1971),
Smith y Wilson (1979), Tusón (1980) y Wells (1947). En torno al nudo f l e ­
x ió n , véase •Chomsky (1981). Para las oraciones impersonales, cf. • B e -
lletti (1982), Martín Zorraquino (1979), Monge (1954), Roca (1960),
• Schroten (1972) y •S u ñ e r (1982).

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