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(1) Cartas de Indias, pág. 39. y siguientes.

— En el capítulo ccxi de
su historia, dice que le llamaron como conquistador más antiguo para
asistir á la Junta reunida en Valladolid con el fin de tratar de las enco-
miendas de indios.

(2) Adiciones y aclaraciones, pág. 390.

(3) Cartas de indias, pág. 39 y siguientes.

(4) ídem, idem.

DISCURSO PRELIMINAR. XLV

Cortés Francisco López de Gomara publicó su Crónica de


la conquista de México, que si por considerarla ((historia
libre,» cual la calificó León Pinelo, fué prohibida en 1 5 53
por Felipe II, no se pudo evitar que uno de los ejemplares
llegara á manos de nuestro conquistador. No pudiendo
leer éste con paciencia que Gomara le deprimiese, junta-
mente con sus compañeros de armas, por aumentar la gloria
de Cortés, como si éste necesitara del achicamiento de los
demás para descollar en grandeza, se puso á escribir su Ver-
dadera Historia de la conquista de la Nueva España, que
debió terminar hacia el año de 1 568, y cuando contaba cerca
de ochenta de edad. Esta apreciabilísima obra, que cono-
cieron algunos en Guatemala, cual lo declaró en 12 de Fe-
brero de 1579, viviendo aún el autor, Juan Rodríguez Ca-
ballo de Medrano, que la vio y leyó, y asegura que se envió
á su Majestad el rey D. Felipe (1), fué impresa el año
de i632 en la Imprenta Real de Madrid por Fr. Alonso Re-
món, sirviéndole de original el manuscrito que poseía el
erudito consejero D. Lorenzo Ramírez de Prado: reimpri-
mióse á principios de este siglo por D. Benito Cano, en cua-
tro volúmenes dozavo: mereció los honores de la traducción
al alemán en i838; y últimamente, el año 1861, la publicó
D. Enrique de Vedia, no bastantemente depurada de errores
materiales, en el tomo vigésimosexto de la Biblioteca de
Autores españoles y segundo de los Historiadores primiti-
vos de Indias.

Que Bernal Díaz vivía algunos años después de terminar


la obra, lo prueba su permanencia en Guatemala al ha-
cerse en 1579 por su hijo mayor la probanza de los méritos
y servicios de su abuelo Bartolomé Becerra, para fundar en
ellos la petición de algunas mercedes, ya que en los de
su padre no era posible por habérselos premiado; y pasada
aquella fecha, en que se aproximaría el historiador á los no-
venta de edad, puede asegurarse sin gran riesgo que no

(1) Adiciones y aclaraciones. — Probanza de los méritos y servicios


de Bartolomé Becerra, pág. 3g8.
XLVI BIBLIOTECA DE LOS AMERICANISTAS.

viviría mucho más tiempo aquel singularísimo carácter.


El inglés Robertson, á quien tanto sirvió la obra de Ber-
nal Díaz para escribir su deñciente Historia de América, le
pinta muy favorecido; aplaudiéndole con entusiasmo la in-
genuidad, sinceridad y sello de autenticidad que la crónica
manifiesta, aunque al contar los pormenores más interesan-
tes demuestre un amor propio y vanidad muy graciosos, si
bien disimulables en un soldado que asistió, sin duda, á más
batallas que á lecciones de gramática. Bernal Diaz ni aun
sabía latín, lo cual, en su tiempo, apenas era disculpable, y
así lo refiere al asegurar que por aquella ignorancia no pudo
entender las palabras puestas en el escudo concedido á Her-
nán Cortés con el título de Marqués del Valle; mas no por
esto debe admitirse el calificativo «de idiota y sin letras» que
á sí propio se aplica en el cap. ccxn de su historia. Bernal
Díaz pasó por buen soldado; si no de los nacidos para produ-
cir héroes cual Cortés y grandes capitanes como Alvarado y
Montejo, fué de aquellos que en la subordinación y en la
obediencia cifran su culto; y que siendo fácil en prestarse á
la fatiga, buen explorador como andariego, voluntarioso y
alegremente dispuesto siempre, aunque por jactancia, á todo
lo que pudiera hacerle figurar entre los primeros, contribu-
yó, y no poco, al éxito admirable de la conquista. Hija de su
carácter fué la mala suerte que en ella alcanzó; pues mien-
tras sus compañeros más osados tenían en poco los títulos,
los honores, las capitanías generales y adelantamientos con
que fueron premiados, él, sin pasar de simple encomendero
y de regidor de Cabildo, siquiera fuese del de Guatemala,
limitó el lamento de sus desdichas á sublimar en su historia
el valor de los servicios que á la patria había prestado. En
ellos obró más de corazón que por cálculo, y ahí se equivocó
grandemente; pues sabido es que la sencillez y la modestia
nunca se tuvieron por las mejores cualidades para conse-
guir medros y disfrutar aplausos ruidosos. Mas ya que sus
contemporáneos se los negaron, justo es que la posteridad,
libre de egoísmos y de pasiones, se los conceda con esplén-
dida largueza.

DISCURSO PRELIMINAR XLVlI

V.

El verdadero historiador de la conquista de la Nueva Es-


paña, según él mismo se titulaba, murió de edad avan-
zadísima y después de i58o probablemente; y no dejándoles

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