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A quién engañas

Abril tiene varias fechas en torno al cuidado de la madre tierra (día de la tierra, del árbol), pero más
allá de las declaraciones públicas, la pregunta es: ¿nuestras prácticas están en el marco de un vivir
armónico con la naturaleza?

Aproximémonos a este interrogante a través de una noticia reciente: bolsas de plástico que se
habían anunciado como biodegradables en realidad no se han destruido luego de tres años de estar
expuestas al agua o enterradas; hecho descubierto tras una investigación de la Universidad de
Plymouth, en Inglaterra.

La pregunta que surge es, ¿a quién estamos engañando? Por supuesto que no es a la naturaleza, la
trampa es para nosotros mismos, el engaño está en no querer transformar nuestras maneras de
habitar y en desconocer los efectos de la contaminación que generamos diariamente.

Ante este hecho la tierra llora, pero no deberíamos olvidar que nosotros también lloramos y
lloraremos cada vez que llega la factura por los desmanes que cometemos cotidianamente, y sobre
todo, por nuestra dificultad para reconocer que no tenemos derecho a depredar, despilfarrar y
dañar, solamente para tener “comodidades” y mantener un confort que es irracional.

Este evento indica que el control sobre las medidas para cuidar la madre tierra no debemos
delegarlo y que, por tanto, es nuestra responsabilidad generar los canales necesarios para garantizar
que los consensos sobre acciones de rectificación de prácticas consumistas se realicen
efectivamente. Esta tarea debe incorporarse no solamente en nuestros hábitos de la vida diaria sino
que en nuestros entornos debemos procurar que no le hagamos conejo a las medidas de protección,
preservación y cuidado de la naturaleza. A propósito, ¿cómo estamos vigilando que se cumplan ésta
disposiciones en la ciudad?

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