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¡Ha nacido un Salvador!

Gloria a Dios, paz al hombre


Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de César Augusto, para que se
hiciera un censo de todo el mundo habitado. Este fue el primer censo que se
levantó cuando Cirenio era gobernador de Siria. Y todos se dirigían a inscribirse
en el censo, cada uno a su ciudad. Y también José subió de Galilea, de la ciudad
de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por ser él de la
casa y de la familia de David, para inscribirse junto con María, desposada con
él, la cual estaba encinta. Y sucedió que mientras estaban ellos allí, se
cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito; le
envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos
en el mesón.

En la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus


rebaños durante las vigilias de la noche. Y un ángel del Señor se les presentó, y
la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Mas el ángel
les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que
serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de repente apareció con el
ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo:
Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El
se complace.

Y aconteció que cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían
unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, que
el Señor nos ha dado a saber. Fueron a toda prisa, y hallaron a María y a José,
y al niño acostado en el pesebre. Y cuando lo vieron, dieron a saber lo que se
les había dicho acerca de este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron
de las cosas que les fueron dichas por los pastores. Pero María atesoraba todas
estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón. Y los pastores se
volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto,
tal como se les había dicho.

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Algunas de las palabras más conocidas y felices de la navidad son estas de Lucas
2:

"Porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el


Señor. Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre.” Y de repente apareció con el ángel una multitud de
los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace. (Lucas 2:11–
14).

Quiero gloriarme con ustedes en esta navidad, por las maravillas de este texto,
con nuestro principal enfoque en el versículo 14: "Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace".

FUE UN DÍA VERDADERO

"Porque os ha nacido hoy… “(versículo 11). Ocurrió en un día. Un día en la


historia. No fue un día en un cuento imaginario, mitológico, sino un día en que
César Augusto era emperador de Roma y Cirenio gobernador de Siria.

Fue un día planeado en la eternidad, desde antes de la creación del mundo. De


hecho todo el universo (con un espacio de innumerables años luz y de billones
de galaxias) fue creado y hecho glorioso para este día y para lo que significa
para la historia humana.

"Porque en El fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la
tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades;
todo ha sido creado por medio de El y para El". (Colosenses 1:16).

¡Para Él! Para Su aparición. Para este día de Su aparición. "Pero cuando vino la
plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley"
(Gálatas 4:4). Ocurrió en un día. El día perfecto. En la plenitud del tiempo. El
tiempo perfecto designado por Dios desde antes de la fundación del mundo.
"Porque os ha nacido hoy".

FUE EN UNA CIUDAD REAL

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“. . En la ciudad de David". Ocurrió en una ciudad. No fue en Narnia. No fue en
la Tierra Media. No fue en una galaxia muy muy lejana. Ocurrió en una ciudad
a unas 7000 millas de Minneapolis. La ciudad aun existe hoy. Mi madre murió
en un accidente justo en las afueras de esa ciudad. Es una ciudad real.

El nombre de la ciudad es Belén (Lucas 2:4: "José subió de Galilea... a la ciudad


de David que se llama Belén"). Belén a seis millas de Jerusalén. Belén, la ciudad
donde vivió Isaí, el padre de David, el gran rey de Israel. Belén la ciudad de la
cuál profetizó Macaías.

Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me
saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos
antiguos, desde los días de la eternidad. (Micaías 5:2).

Ocurrió en una ciudad. Una ciudad real, igual que Minneapolis, o Burnsville,
o Mounds View.

SALVADOR, MESÍAS, SEÑOR

“. . . un Salvador... ". "Porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David,


un Salvador”. Un salvador. Si alguna vez usted ha pecado contra Dios, entonces
necesita un Salvador. El ángel dijo a José: "le pondrás por nombre Jesús, porque
El salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21). Solo Dios puede perdonar
los pecados cometidos contra Dios. Es por eso que envió al Hijo eterno al
mundo, porque Hijo es Dios. Es por eso que Jesús dijo: "el Hijo del Hombre
tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados". Por eso, ha nacido un
Salvador.

“. . . que es Cristo... ". "Porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un


Salvador, que es Cristo". Cristo es la palabra en español para Christos, que
significa "ungido", que es el significado de "Mesías" (Juan 1:41; 4:25). Este es
el Ungido tanto tiempo predicho, tanto tiempo esperado, el que fue ungido
más de todos los demás (Salmo 45:7). El último y supremo Rey Ungido. El
último y supremo Profeta ungido. El último y supremo Sacerdote Ungido. ¡En
él todas las promesas de Dios son sí y amén! (2da a los Corintios 1:20). Él
cumplirá todas las esperanzas y sueños del Israel piadoso. Y más, mucho más.
Porque Él también es. . .
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“... El Señor". "Porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es Cristo el Señor. El Padre eterno, poderoso Dios, soberano, gobernador.
El Rey del universo.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará
sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios
Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de su soberanía y de la
paz no tendrán fin (Isaías 9:6–7).

EL RESUMEN DE LA NAVIDAD

El gobierno eterno, universal, soberano, del Señor. El Señor de señores.

Un día, en la historia real.

En una ciudad, en un mundo real.

El Salvador - para tomar toda nuestra culpa.

El Cristo - para cumplir todas nuestras esperanzas.

El Señor - para derrotar a todos nuestros enemigos, y hacernos seguros y


satisfechos para siempre.

Por tanto, me glorío con ustedes en esta Navidad porque tenemos un gran
Salvador, Jesús, el Cristo, el Señor, nacido en un día en una ciudad para
salvarnos de nuestros pecados, de nuestros muchos pecados.

Dos grandes propósitos de esta grandiosa noticia

Y cuando el ángel había anunciado estas noticias a los pastores (versículo 11),
y les había señalado el pesebre mismo donde reposaba el bebé,
repentinamente, un ejército de ángeles apareció en el cielo. Evidentemente,
un ángel puede traer la noticia, pero no es suficiente un ángel para responder
a la noticia. El significado de esta noticia, el resultado supremo de esta noticia,
demanda un ejército de ángeles. Versículo 13:

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Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales,
alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre
los hombres en quienes El se complace. (Lucas 2:13–14).

Las gozosas noticias de que un día, en la plenitud del tiempo perfecto, en la


perfecta ciudad profetizada, había nacido un Salvador, quien era Cristo, el
Señor, esa noticia tiene dos grandes resultados. Dos grandes propósitos.
"Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El
se complace".

LA GLORIA DE DIOS Y NUESTRA PAZ

La llegada de este niño será la mayor revelación de la gloria de Dios, incluso


entre alturas celestiales, y la llegada de este niño traerá paz al pueblo de Dios,
quienes un día llenarán la tierra con justicia y paz. "El aumento de su
soberanía y de la paz no tendrán fin" (Isaías 9:7).

Lo primero y más importante, Dios es glorificado por el nacimiento de este


niño. Y segundo, la paz se esparcirá dondequiera que este niño sea recibido.
Estos son los grandes propósitos de la llegada de Jesús: Una gloria que siempre
ascienda de los hombres hacia Dios. Una paz que siempre descienda de Dios
hacia el hombre. Que la gloria de Dios sea cantada entre los hombres por amor
de Su nombre. Que la paz de Dios sea experimentada entre los hombres, por
amor de Su nombre.

Difícilmente haya una mejor manera de resumir lo que Dios pensaba cuando
creó el mundo, o cuando vino a reclamar el mundo en Jesucristo: Su gloria, es
nuestra paz. Su grandeza, es nuestro gozo. Su belleza, es nuestro deleite. El
propósito de la creación y la redención es que Dios es glorioso y una humanidad
llena de paz debe conocerle y alabarle por su gloria.

EXPERIMENTAR LA PAZ QUE ÉL TRAE

"Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El
se complace".

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La versión Reina Valera tradujo el versículo 14b: "¡Y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres!". Casi todas las traducciones modernas están
de acuerdo con esta no es una traducción correcta. La NVI internacional dice:
"...y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad". La NBLH dice: "... Y
en la tierra paz entre los hombres (de buena voluntad) en quienes El se
complace". Y la VPEE dice: “… ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de
su favor!”.

La idea es, que incluso con la oferta de Dios de darnos paz a todos, solo Su
pueblo escogido, el pueblo que recibe a Cristo y confía en Él como Salvador y
Mesías y Señor, solo Su pueblo escogido experimentará la paz que él trae.

Usted ve un destello de este significado en Lucas 10:5-6, Jesús dice a Sus


discípulos: "En cualquier casa que entréis, decid primero: “Paz a esta casa.”
[Esa es la oferta de paz a todos] Y si hay allí un hijo de paz, vuestra paz reposará
sobre él; pero si no, se volverá a vosotros".

La paz de Dios en Cristo es ofrecida al mundo. Pero solo los hijos "de paz" la
reciben. ¿Cómo sabe usted si es un "hijo de paz"? ¿Cómo sabe si es parte de la
promesa del ángel: "paz entre los hombres en quienes El se complace"?
Respuesta: usted recibe al Pacificador, usted recibe a Jesús.

Tres relaciones de paz

Mi gran deseo para ustedes en esta Navidad es que disfruten esta paz.
Sabemos que hay aspectos globales de esta paz que son para el futuro cuando
"la tierra se llenará del conocimiento de la gloria del Señor como las aguas
cubren el mar" (Habacuc 2:14). Cuando, como dice Isaías: "El aumento de su
soberanía y de la paz no tendrán fin" (Isaías 9:7).

Pero Jesús ha venido a inaugurar esa paz en el pueblo de Dios. Y hay tres
relaciones en las que él quiere que usted busque esta paz y disfrute esta paz.
Paz con Dios. Paz con su propia alma. Y paz con otras personas, en lo que
dependa de usted.

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Y por paz no solo me refiero a la ausencia de conflicto y animosidad, también
me refiero a la presencia de tranquilidad gozosa, y de toda la riqueza y
comunicación interpersonal de la que usted sea capaz.

Miremos brevemente, por tanto, cada una de estas tres relaciones llenas de
paz y asegurémonos de que ustedes las están disfrutando tanto como pueden.
La clave para cada una de ellas es no separar lo que los ángeles dejaron junto:
la gloria de Dios y la paz que usted anhela. "Gloria a Dios en las alturas, y en la
tierra paz".

LA IDEA CENTRAL DE PAZ

El propósito de Dios es darle paz siendo la Persona más gloriosa de su vida.


Cinco veces en el Nuevo Testamento Él es llamado el "Dios de paz" (Romanos
15:13; 16:20; Filipenses 4:9; 1ra a los Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:20). Y
Jesús dijo: "mi paz os doy" (Juan 14:27). Y Pablo dijo de Jesús: "Él mismo es
nuestra paz" (Efesios 2:14).

Esto significa que la paz de Dios, o la paz de Cristo, nunca podrán ser separadas
de Dios mismo y de Cristo mismo. Si queremos que la paz gobierne nuestras
vidas, Dios debe gobernar nuestras vidas. Cristo debe gobernar nuestras vidas.
El propósito de Dios no es darle paz sin Él. Su propósito es darle paz siendo la
Persona más gloriosa de su vida.

Así que a clave a la paz es mantener unido lo que los ángeles mantuvieron
unido: La gloria a Dios, y la paz al hombre Un corazón decidido a mostrar la
gloria de Dios, conocerá la paz de Dios.

Y la fe en las promesas de Dios obtenidas en Jesús es lo que mantiene juntos


esos dos elementos - Dios recibe gloria y nosotros recibimos paz. Romanos
15:13 es uno de esos textos fundamentales para este crucial rol de la fe. "Y el
Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer" En el creer. En
otras palabras, es mediante "el creer" que las promesas de Dios se hacen reales
para nosotros, y producen paz en nosotros. Cuando las creemos. Esto es cierto
si estamos hablando de la paz con Dios, de la paz con nosotros mismos, o de la
paz con otras personas.

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PAZ CON DIOS

La necesidad más básica que tenemos es de paz con Dios. Esto es fundamental
para todas nuestras búsquedas de paz. Si no vamos primero a Él, todas nuestras
experiencias de paz serán superficiales y temporales.

El pasaje clave aquí es Romanos 5:1 "Por tanto, habiendo sido justificados por
la fe [este es el acto cardinal de creer], tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo". Ser justificado significa que Dios declara que
usted es justo ante Su presencia, al imputarle la justicia de Cristo. Y éso lo hace
solo por fe: "Habiendo sido justificados por la fe". No por obras. No por
tradición. No por bautismo. No por ser miembros de una iglesia. No por obras
de piedad. No por parentesco. Sino solo por fe. Cuando creemos en Jesús como
Salvador y Señor y Tesoro supremo de nuestras vidas, estamos unidos a Él y
Dios cuenta su justicia como nuestra. Somos justificados por fe.

Y el resultado es paz con Dios. Es quitada la ira de Dios que nos era adversa y
era ocasionada por nuestros pecados. Es vencida nuestra rebelión en Su
contra. Dios nos adopta en Su familia. Y en adelante todo Su trato con nosotros
será para nuestro bien. Nunca se opondrá a nosotros. Él es nuestro Padre y
nuestro Amigo. Tenemos paz. No necesitamos temer más. Esto es fundamental
para todas las demás personas.

PAZ CON NOSOTROS MISMOS

Y como tenemos paz con Dios por ser justificados por la fe, podemos comenzar
a crecer en el disfrute de la paz con nosotros mismos, y aquí incluyo cualquier
sensación de culpa o ansiedad que tiende a paralizarnos o a desanimarnos.
Nuevamente, es clave creer en las promesas de Dios con la perspectiva de
glorificar a Dios en nuestras vidas.

Filipenses 4:6-7 es uno de los pasajes más preciosos en este sentido: "Por nada
estéis afanosos [lo opuesto de la ansiedad es paz]; antes bien, en todo,
mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer
vuestras peticiones delante de Dios [en otras palabras, lleve todas sus
ansiedades ante Dios]. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús".
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La imagen aquí es que nuestros corazones y mentes están bajo asalto. La culpa,
las preocupaciones, las amenazas, las confusiones, las incertidumbres, todas
amenazan nuestra paz. Y Pablo dice que Dios quiere "guardar" nuestros
corazones y mentes. Él los guarda con Su paz. Él los guarda de un una forma
que va más allá de todo lo que la comprensión humana puede imaginar. No
limite la paz de Dios por lo que usted comprende o ve. Él nos da paz
inexplicable, una paz supra-racional. Y lo hace cuando presentamos nuestras
ansiedades ante Él en oración y confianza; él las llevará por nosotros (1ra de
Pedro 5:7), nos protegerá.

Cuando lo hacemos, cuando venimos a Él (debemos recordar que: ¡ya tenemos


paz con Él! ) y confiamos en él como nuestro amante y poderoso Padre celestial
para ayudarnos, su paz viene a nosotros y nos estabiliza, y nos protege de los
efectos destructores del temor y la ansiedad y la culpa. Y entonces podemos
continuar, y nuestro Dios recibe la gloria por lo que hacemos, porque
confiamos en Él.

Hágalo en esta Navidad. Lleve sus ansiedades a Dios. Dígale sobre ellas. Pídale
que le ayude, que le proteja para restaurar su paz y, entonces, que le use para
hacer paz.

PAZ CON LOS DEMÁS

La tercera relación donde Dios quiere que disfrutemos su paz es nuestra


relación con otras personas. Esta es la que menos podemos controlar. Por ello
debemos decirlo cuidadosamente, como lo hace Pablo en Romanos 12:18.
Dice: "Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los
hombres".

Para muchos de ustedes, cuando se reúnan con la familia para la Navidad,


habrá algunas relaciones interpersonales incómodas y dolorosas. Parte del
dolor es muy antiguo. Y parte es nuevo. En algunas relaciones usted sabe lo
que tiene que hacer, no importa cuán duro sea. Y en algunas de ellas se siente
confundido y no conoce el camino de la paz.

En ambos casos la clave es confiar en las promesas de Dios con una consciencia
sincera de cómo Él le perdonó a usted en Cristo. Creo que el texto que lo explica
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más poderosamente para mí, una y otra vez, es Efesios 4:31-32: "Sea quitada
de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda
malicia. Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos
unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo".

Cultive continuamente la sensación de sorpresa porque, a pesar de todos sus


pecados, Dios le perdonó mediante Cristo. Maravíllese por tener paz con Dios.
Lo que hace que mi corazón sea tierno, amoroso, y perdonador es esta
sensación de sorpresa porque yo, un pecador, tengo paz con Dios. Extiéndala
a otros, setenta veces siete.

Quizás se la devuelvan en su cara. Ciertamente se la devolvieron a Jesús sobre


la cruz. Eso hiere, y puede amargarle si usted no es cuidadoso. No lo permita.
Siga sorprendiéndose más porque sus daños son perdonados que por los daños
que recibe. Maravíllese por tener paz con Dios. Usted tiene paz con su alma.
Su culpa es quitada.

Siga confiando en Dios. Él sabe lo que hace. Mantenga la gloria de Dios como
el tesoro supremo en el cofre de su corazón, no su éxito personal o su
efectividad como pacificador o en las relaciones interpersonales.

Y entonces será como los ángeles: La gloria a Dios en las alturas es lo primero.
La paz entre Su pueblo es lo segundo.

"Porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el


Señor". Es por esto que él vino, en un día, a una ciudad, como el Salvador,
Mesías, y Soberano. Que Dios reciba la gloria y usted reciba la paz. Que el Dios
de paz le dé paz, y reciba Su gloria.

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