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Aunque los divorcios son algo común en la escena social de hoy en día –más de la mitad de
los matrimonios terminan en divorcio - sigue siendo una dolorosa manera de finalizar un
matrimonio.
Al igual que el matrimonio es una realidad metafísica – en el cual dos almas se fusionan para
crear un alma completa – el divorcio también lo es. Para que una pareja judía se divorcie, el
hombre debe darle a la mujer un documento llamado “guet”, como está prescrito en la Torá
(Deuteronomio 24:1-4). Un guet termina el matrimonio judío y certifica que la pareja es ahora
libre para volver a casarse de acuerdo a la ley judía.
Además de las consideraciones legales, un guet puede proveer una especie de cierre
emocional – al igual que el matrimonio comienza con una ceremonia judía, también termina
con una.
Sin un guet adecuado, a pesar de que el hombre y la mujer estén separados físicamente,
siguen unidos metafísicamente – y es considerado como si estuvieran completamente
casados. Esto es verdad hasta el punto en que si una mujer quisiera casarse de nuevo, sin
haber recibido un guet apropiado, el segundo matrimonio es inválido y esa segunda relación
es considerada adulterio.
El Procedimiento
Un guet debe estar escrito de una manera muy
específica, y sólo puede ser hecho bajo la supervisión
de un rabino experto que conozca muy bien las leyes
respectivas. Por ejemplo, el guet debe estar escrito específicamente para esta pareja y no
puede ser utilizado un documento escrito previamente. También hay otros factores complejos,
incluyendo el tipo de personas que deben atestiguar la entrega del guet, y fórmulas precisas
para deletrear las palabras y los nombres. Todo esto debe ser hecho de manera apropiada, ya
que si no, la pareja seguirá siendo considerada como casada.
El documento de guet es escrito por un escriba entrenado (sofer). Contiene 12 líneas de texto
escritas en arameo, que era la lengua vernácula en la época del Talmud. El texto contiene el
lugar, los nombres del hombre y de la mujer, y una breve declaración de que la mujer es ahora
libre para casarse nuevamente. El hombre le da el guet a la mujer en presencia de dos
testigos autorizados. No se dice ninguna plegaria ni bendición. Todo el procedimiento lleva
alrededor de una hora y por lo general ocurre en la oficina del rabino.
En situaciones en las que el contacto directo entre el esposo y la mujer sería difícil (ya sea por
limitaciones geográficas o incomodidad emocional), el proceso puede ser hecho a través de
un delegado.
El documento del guet queda en los archivos del rabino oficiante y es roto para que no pueda
ser utilizado de nuevo. El rabino emite un certificado de prueba a las dos partes, atestiguando
el hecho de que se hizo un guet apropiado, que fue entregado y aceptado, y que ambos son
ahora libres para volver a casarse.
Un Ojo en el Futuro
En el momento de divorciarse, un guet no sólo es lo correcto, sino que también es lo más
inteligente de hacer. Independientemente de las convicciones o creencias personales,
soluciona muchos problemas futuros al asegurar la posibilidad de tener una libre interacción
social dentro de la comunidad judía.
Más aún, si el divorcio no fue hecho como corresponde, hay un peligro para las generaciones
futuras: si un niño nace de una madre que técnicamente está casada con otro hombre, ese
niño será considerado ilegítimo (mamzer). Este niño no podrá casarse con la mayoría de las
mujeres judías, posiblemente privándole por tanto la oportunidad de casarse con la persona
que elija.
Como vemos, conseguir un guet apropiado es un componente importante para preservar la
unidad judía.
Cuándo Divorciarse
Primero, debemos preguntarnos qué es lo que el judaísmo entiende por matrimonio.
El acto del matrimonio es más que un hombre y una mujer compartiendo una casa, teniendo
una cuenta bancaria conjunta o criando niños juntos. El matrimonio en realidad une dos almas,
creando un alma completa. Como dice la Torá, una pareja casada se “convierte en una sola
carne” (Génesis 2:24).
“Una carne” significa que el compromiso del matrimonio es como el compromiso que uno tiene
con su mano. Como un rabino explicó:
Por supuesto, hay ocasiones en las que los matrimonios caen en un ciclo destructivo de
abuso, y en esas situaciones es apropiado realizar un divorcio. Aún más, el divorcio es una
mitzvá – una oportunidad de intentarlo de nuevo, de encontrar felicidad.
Es por eso que antes de facilitar un guet, una corte judía (beit din) a veces alentará a la pareja
a buscar reconciliación. De hecho, una de las razones por las que el proceso de divorcio judío
involucra tantos tecnicismos es para evitar una situación en la que una pareja se divorcie sin
haber explorado todas las opciones.
A lo largo de toda la historia, los judíos han buscado un ideal para la vida familiar, el cual es
capturado en el término shalom bait – literalmente, “paz en el hogar”. Cuando existe armonía
marital, la Presencia Divina mora en el hogar. Cuando la armonía marital está ausente y el
divorcio se convierte en la única opción, esto es innegablemente una tragedia. El Talmud
(Sanedrín 22a) dice que cuando ocurre un divorcio, el altar del Templo – el símbolo de la
unidad y santidad judía - metafóricamente “llora”, como si lamentara la pérdida de esta unión
fallida.
De acuerdo al Gaón de Vilna, las letras hebreas guimel y tet (las letras de “guet”) no aparecen
juntas en ninguna palabra – lo cual simboliza la falta de armonía que precipita el divorcio.
El Cónyuge Recalcitrante
Un matrimonio judío sólo puede terminarse con la muerte de uno de los miembros de la pareja
o con el divorcio. Si no se sabe si el esposo está muerto, o en el caso en que éste no está
disponible para dar el guet, eso podría dejar a la mujer en el limbo, imposibilitada de casarse
de nuevo.
En el Estado de Nueva York hay una ley que enlaza la validez del divorcio civil con la correcta
ejecución del guet religioso – es decir, un esposo no puede obtener un divorcio civil a menos
que remueva de su esposa todos los impedimentos para casarse de nuevo (esto también
ayudó a otras comunidades creyentes que tenían problemas similares).
Asegúrale a los niños que el divorcio no es su culpa, y que no hay nada que hubieran
podido hacer para prevenir que la unidad de la familia se rompiera.
No pongas a un niño en medio de la disputa marital ni crees una situación en la que el
niño tiene que elegir un padre por sobre el otro.
Un niño se beneficia de una relación fuerte con ambos padres. No trates de minimizar
el tiempo que el niño pasa con el otro padre, y tampoco hables mal de éste.
Publicado: 10/11/2012