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El triunfo de Justo o la construcción de una hegemonía interna

La creación del semanario La Vanguardia, el 7 de abril de 1894, marca la emergencia


de Justo en un movimiento socialista que buscaba por entonces una organización más eficaz.
Por cierto, no era el primer órgano de prensa del incipiente socialismo: sin contar con las
innumerables y a menudo efímeras hojas redactadas en lenguas extranjeras, la prehistoria
del PS esta jalonada por la publicación de varios periódicos. Destaca entre ellos El Obrero
que aparece a fines de 1890 como “propagandista de la sublime doctrina del socialismo
científico”, dirigido por Lallemant –uno de los futuros adversarios de Justo–, y cuya
aparición se detendrá en 1892; poco después de finalizada esta experiencia, aparece El
Socialista, editada por la Agrupación Socialista de Mauli, que solo tendrá pocos meses de
vida. Como los otros grupos de izquierda, argentinos y europeos, los socialistas harán de la
prensa escrita un instrumento de organización por excelencia. Pero el papel que jugará La
Vanguardia en el control del futuro PS por un grupo dirigente marcará para siempre una
modalidad propia de funcionamiento del socialismo. La llamada “Comisión de prensa” se
tornará un lugar estratégico en la distribución del poder partidario, en la medida que se
concentran allí los dirigentes dedicados full-time a la actividad política, siendo un lugar de
poder que sufre menos vaivenes que el grupo parlamentario, cuyo peso estará sujeto a los
éxitos electorales1.
La irrupción de Justo en el liderazgo partidario no estará exenta de enfrentamientos.
De hecho, ligada a una serie de proposiciones sobre la forma de actuación política, Justo
había conocido una derrota en el Congreso de 1896, que se declaraba, contrariamente a sus
propuestas, enemigo de alianzas políticas y favorable al mandato imperativo de los
diputados, promoviendo también la entrega de las eventuales dietas parlamentarias al
Partido. En las rechazadas ideas de Justo, que éste hacia en nombre del respeto del individuo,
se puede leer ya una estrategia por “normalizar” al Partido Socialista, insertándolo en el
sistema político argentino, aunque con características propias. Pero dos años después, en el
II Congreso Nacional, Justo pasa a conducir el PS, un papel que conservará hasta su muerte,
treinta años más tarde2. El triunfo de Justo sanciona de algún modo la coherencia de su

1
En ese sentido, tal vez haya sido aun más importante en Argentina que en los partidos socialistas europeos,
habida cuenta que estos contaban con más lugares de ejercicio de poder.
2
En un estudio pionero, Ricardo Falcón, juzgaba que estas “luchas de tendencias” tuvieron una significación
singular, en la medida que las orientaciones programáticas del Partido no estaban aun consolidadas.
visión, pero fue favorecido también por el carácter más heterogéneo de sus adversarios
internos, e incluso el alejamiento de la política activa de algunos de ellos.
Si bien el núcleo dirigente conocerá desde entonces una gran estabilidad, las crisis y
los conflictos comienzan –o mejor dicho, resurgen– de manera contemporánea. Ya en 1899,
ante la consolidación de la orientación dada por Justo, se constituye la llamada Federación
obrera socialista colectivista, que denuncia lo que juzga un alejamiento de los principios
internacionalistas y el predominio del carácter “político” asumido por la agrupación, en
detrimento de la lucha y la “conciencia económica”, vistas como base de la cuestión social.
Si bien esta escisión se reabsorberá rápidamente, poco después, en 1906, se separa del
Partido el grupo sindicalista, que, inspirado en las tesis sorelianas entonces en auge en
Francia e Italia, propugnaba una táctica política de acción directa contraria a la
parlamentaria. Este segundo desgajamiento ocasionará una pérdida de influencia del Partido
en el movimiento obrero. Ambas crisis dan cuenta de las tensiones cada vez mayores entre
un partido revolucionario, que se define por su identidad de clase, y un partido reformista
legal, de base pluriclasista.
Esta tensión interna, que no terminará nunca de saldarse, se encuentra “recubierta” por
un signo externo de identidad: el PS es, ante todo, un partido con programa. El programa –
concentrado, en su expresión mínima, al final de la llamada “Declaración de principios”–,
se transforma, de cara al sistema político argentino, en una forma de individualización que
trasciende en los hechos su contenido socialista y transformador: el Partido Socialista es “el
único que tiene un programa concreto, real y positivo”, como se declara en 1906. Se
transformaba así, en palabras de uno de sus primeros dirigentes, en el “partido político por
excelencia, que aspiraba a transformar costumbres electorales, legislación, conceptos de
administración y gobierno, y a infundir en el país un verdadero espíritu republicano y
democrático”3. En definitiva, el Partido no era diferente solo por ser obrero o socialista, sino
porque contaba con un Programa, lo que lo transforma en un agente de modernización de la
atrasada Argentina, a la par que define su accionar propio como pedagógico, e incluso

3
J. Oddone, Historia del socialismo argentino (1934), Buenos Aires, CEAL, 1988, t. II, pp. 193-194.
“científico”. El Partido reivindicaba para si, ya en 1898, “la causa del trabajo, la paz, el orden
y la probidad”.

1. Actividades.
- Clase 1: El docente, luego de presentarse, repartirá unas fotocopias de un glosario, el cual
contendrá las definiciones de distintos conceptos que se abordarán a lo largo de sus prácticas.
Esto será con el fin de que los alumnos puedan entender mejor los procesos que se trabajarán.
Además, dará unas fotocopias de la página 78, del libro Historia de Argentina y el resto del
mundo (siglo XVIII-XX). En esta se encuentra un cuadro que sintetiza los primeros gobiernos
patrios, la cual les será de guía durante todo el transcurso de la práctica del docente.
Para trabajar la expansión de la Revolución de Mayo en el Virreinato del Río de la Plata y
las expediciones militares, el docente hará una explicación y expondrá una imagen de la
pintura “El fusilamiento de Liniers”. Además, para tratar las expediciones, utilizará un mapa
del Virreinato del Río de la Plata, extraído de las páginas 60 y 61 del manual Historia. La
Argentina y el resto del mundo (siglos XVIII al XX), el cual repartirá a sus alumnos, este
mismo será del Virreinato del Río de la Plata, en el cual estarán marcadas las diferentes rutas
de las expediciones militares que fueron enviadas desde Buenos Aires en 1810. También se
les dará una fotocopia de la página 109 del manual Historia del mundo moderno y la América
colonial y de la página 47 de Historia III: La formación de los Estados Nacionales en
América Latina en el contexto mundial del siglo XIX. Con todo ese material, los estudiantes
tendrán que responder unas preguntas en grupo. Por último, se cerrará la clase con las
respuestas realizadas.
(Tiempo estimado: un módulo).

- Clase 2: Para trabajar sobre la formación de la Junta Grande, las divisiones que hubo, cómo
se desarrollaron los triunviratos y la llegada de San Martín a Buenos Aires, el docente hará
una exposición explicativa. Luego, se les pedirá a los alumnos que lean la página 80 del libro
Una historia para pensar. Argentina en el largo siglo XIX. Para finalizar la clase, se hará una
red conceptual con lo trabajado, donde los alumnos que participen se los invitará a escribir
en el pizarrón su aporte. Esto se hará con la guía del profesor y lo construido se deberá copiar
en las carpetas. También el docente irá mostrando distintas imágenes de los personajes que
se mencionarán.
(Tiempo estimado: un módulo).

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