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Los teoremas de la economía del bienestar

1. El Primer Teorema

El Primer Teorema Fundamental de la Economía del Bienestar declara que en


un sistema de mercado bajo libre competencia los equilibrios competitivos
que se logran en la asignación de recursos, bienes y servicios, son Pareto-
óptimos.

No obstante su aparente simplicidad, muchas personas han malinterpretado


esta concepción o sus derivaciones..

¿En que sistema se logra un mayor bienestar social? ¿En una economía de
mercado o en una centralizada?

Las preocupaciones acerca de la relación entre el sistema de economía de


mercado y el bienestar social datan de siglos.

Una preocupación particular es si las políticas que el gobierno desarrolla en


este sistema son buenas o no. Pero exactamente ¿que es una "política
buena"?

Esta pregunta ha figurado de forma destacada en las mentes de los


economistas, por lo menos desde Aristóteles, y no es fácil de contestar.

Bentham y los utilitaristas establecieron la interpretación dominante a fines


del siglo XVIII y principios. del XIX: “Una buena política sería la que
proporciona la mayor felicidad al mayor número de personas”.

Y asi el “óptimo social” fue definido como aquella asignación por la cual la
suma de utilidades individuales resulta ser la mayor.

El tema de la “equidad” se convirtió en una de las grandes cuestiones en


discusión.

El principio de disminución de la utilidad marginal justifica que el gobierno


promueva una redistribución equitativa. Es evidente que un dólar adicional
mas vale menos para un hombre rico que para uno pobre. .

Pero ¿sobre qué conviene aplicar la tal “redistribución equitativa"? ¿sobre la


utilidad, sobre el ingreso o sobre los medios para obtener ese ingreso?

Y supongamos que el gobierno logre alcanzar la equidad social. ¿Qué


sucedería con la eficiencia económica?. ¿No son metas antagónicas?
Stuart Mill (1848) defendió elocuentemente que era posible redistribuir el
ingreso sin sacrificar la eficiencia económica.

Los primeros Marginalistas, como Gossen (1854), defendieron que la


competencia lleva al óptimo social.

Pero Gossen fue por ello muy criticado por Walras (1874), quien a su vez fue
acusado por Launhardt (1885) de sugerir que el equilibrio competitivo eleva la
utilidad total al máximo.

Wicksell (1893) defendió a Walras de Launhardt y así la "alianza" entre la


economía Neoclásica y la filosofía social inspirada en Bentham continuó
durante el siglo XX.

El problema principal del razonamiento utilitarista es que requiere que de una


comparación numérica cardinal para comparar los niveles de utilidad de las
personas.

Digresión: En matemática, para distinguir las expresiones numéricas, los


números, se los clasifica en cardinales, ordinales y nominales. Un numero
cardinal nos indica cuanto de algo (v.g. tantos lápices por caja), un numero
ordinal nos indica una posición de orden (v.g. primer puesto, quinta fila) y los
números nominales nos sirven para nombrar identificar cosas (v.g. un tamaño
de calzado, un numero de teléfono)

Pareto (1896, 1906) se había opuesto la idea de los marginalistas -que era
posible hacer una comparación cardinal de la utilidad-, argumentando que ella
era meramente una representación ordinal de las preferencias personales en el
consumo.

El “número de útiles" –que era la unidad de medida marginalista- no sólo no


servia para representar la utilidad de una sola persona, sino que tampoco
ciertamente servia para aumentar la utilidad o comparar esa utilidad entre las
personas.

Por esto se negó a usar el término "utilidad" y lo reemplazó por el de


“ophelimity".

Pareto (1906) concluyó que bajo libre competencia se llega a un equilibrio que
representa un "ophelimity" máximo (Pareto optimo).

Pero fue Wicksell (1958) quien advirtió que Pareto había confundido la
Pareto-optimalidad con el optimo social.
Según Wicksell la libre competencia posibilita un número infinito de
asignaciones Pareto-óptimas, entre ellas el optimo social. No cualquier
asignación Pareto optima se corresponde con el optimo social.

Wicksell escribe:

"Con tal definición es casi evidente que este así llamado máximo [Pareto-
optimality] se obtiene bajo libre competencia... Pero esto no es decir que el
resultado de esa producción e intercambio será satisfactorio desde un punto de
vista social o producirá la mayor posible ventaja social”.

2. El Segundo Teorema

El Segundo Teorema Fundamental cambió un poco el tono de la discusión.

Este declara que en un sistema de economía de mercado, si el gobierno


emprende una redistribución apropiada de los recursos, puede lograrse un
equilibrio competitivo que representa el optimo social (y que es un Pareto
optimo).

Dicho de otra forma, si se desarrolla una política social apropiada, el óptimo


social es lograble como un equilibrio competitivo.

Nótese que la necesidad de un óptimo social no requiere que el gobierno


arrastre a toda la economía al óptimo social sino simplemente que ponga el
orden para la distribución inicial de recursos y permita que el sector privado,
en un mercado competitivo, hallen su propio camino al optimo social.

Esto da sustento a la noción de Mill que resolver la aparente contradicción


entre equidad-eficiencia no era algo fácil pero no imposible..

Efectivamente, al menos en teoría, una economía puede hacerse más


“equitativa" por la redistribución apropiada de recursos iniciales sin sacrificar
la eficiencia porque el último resultado, el "óptimo social", es un Pareto-
óptimo.

Este punto final es una de las mayores nociones normativas que fundamentan
los Estudio de Economía Social de Léon Walras (1896).

En la mente de Walras no había confusión entre el óptimo social y el resultado


del mercado: ellos raramente coincidían, pero por medio de impuestos y
planes de redistribución –lo que él propuso repetidamente-, podría alcanzarse
el óptimo social como un equilibrio competitivo - como implica el Segundo
Teorema de Bienestar.
El Segundo Teorema del Bienestar es el corazón del argumento de Enrico
Barone (1908) y Wilfredo Pareto (1896; 1906) sobre la eficiencia de la
"planificación socialista” que abrió el “debate del Cálculo Socialista".

Mientras la profundización de los teoremas fundamentales del bienestar se


confinaron a la Escuela de Lausana, en Inglaterra, mas precisamente en
Cambridge, Sidgwick (1874), Edgeworth (1877, 1881), Pigou (1912) y los
discípulos de Marshall, simplemente continuaron asumiendo que era posible
hacer una comparación interpersonal de utilidad y en base a esto calcular el
óptimo social.

Ellos defendieron que con tal que uno asumiera que las personas tienen la
misma "igual capacidad" de satisfacción, entonces el principio de disminución
de la utilidad marginal podía fundamentar la conveniencia general de cambios
en políticas tales como esquemas de impuestos progresivos, etc.

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