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Asociada a nombres persas y árabes como Rumi, Avicena, Ibn ‘Arabi, Al-Hallay y ‘Attar,
la poesía mística islámica encuentra en algunos animales los símbolos para hablar de
la transformación del alma que arde de amor por Dios y anhela fundirse en Él. El
símbolo del alma como un ave es bien conocido en La conferencia de los pájaros de
Farid ad-Din ‘Attar, en la que una abubilla convoca a varias aves a emprender la
búsqueda del Simurg. Al final del recorrido, las treinta aves sobrevivientes descubren
que ellas mismas son el sî murgh (que en persa significa “treinta pájaros”), así como el
corazón o qalb, otro símbolo sufí de vital importancia, es al mismo tiempo el que refleja
y el reflejado.
En esta ponencia nos interesa revisar los símbolos de la grulla y la polilla tanto
transformación del alma, y ver cómo a partir del diálogo entre chamanismo e Islam se
ha nutrido el imaginario poético sufí. Estas dos danzas son practicadas por los alevíes-
bektachís de Turquía, una secta del islam chiíta. Llevaré a cabo este estudio a la luz de
búsqueda mística del sufí se anula el signo: cuando el hombre se reconoce en Dios,
concepto que no tiene que ver con lo que entendemos por semiótico según Saussure,
también según Kristeva. Es decir, cuando el danzante sufí imita los movimientos de la
categorías en que está subdividido el icono, según Charles S. Peirce. Es decir, partimos
este caso, nos interesa la relación que existe entre la palabra poética que refiere la
icónica de Peirce, como explica la Dra. Shekoufeh Mohammadi, “es un signo icónico
Objeto y ese Objeto a su vez no suele ser una cosa, sino una acción, una experiencia,
una emoción. Por eso, una buena metáfora aristotélica, igual que el icono metafórico,
es capaz de evocar imágenes vivas ante los ojos de su intérprete” (en prensa, 6). La
metáfora icónica se relaciona con el objeto al que denota por medio del paralelismo,
esto es, que revive la misma experiencia que produce el objeto que representa. El
(Mohammadi, en prensa: 198). Podemos decir entonces que hay un doble juego de
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habla de la experiencia transformacional del alma mediante metáforas y símbolos, los
aves puede leerse como una alegoría de la transformación y la búsqueda del alma del
sufí. En este poema, encontramos alegorías e historias intercaladas entre los diálogos
de las aves que hablan de los distintos estados del alma, como la historia de la araña
que ejemplifica lo efímero de la vida o la historia de Laila y Majnun, que nos remite al
Cántico espiritual de San Juan de la Cruz por tratarse de los amores entre el alma y el
Amado; y una de ellas [estas historias intercaladas] es precisamente “La historia de las
polillas”.
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Sohravardî (siglo XI), una doctrina que combina elementos mazdeístas,
solamente la luz que triunfa sobre las tinieblas de Ahrimán, si hablamos de mazdeísmo,
sino que también es esa Luz que habita en un Mundus Imaginalis, un mundo espiritual
partículas de Luz que están prisioneras en el alma del hombre. Como ha señalado
Henry Corbin, a propósito del sufismo iraní, es esta una “luz sobre Luz”: Dios es esa
Luz, ese Deus absconditus que anhela ser conocido, y que solamente puede revelarse
cuando uno se conoce a sí mismo. “Lo semejante sólo puede ser conocido por lo
semejante” (Corbin, 2008: 38), es decir, sólo los treinta pájaros descubren al final de su
travesía que ellos mismos son el Simurgh, y sólo consumiéndose en el fuego, la polilla
que también la Luz arquetípica y divina desciende para reunirse con su partícula
terrenal.
En la historia de las polillas vemos tres estados del alma: la polilla que solamente
mira la llama de la vela, pero que ni siquiera se acerca; la polilla que se acerca pero que
tiene miedo de quemarse y, por último, la polilla que se consume gustosa en el fuego.
Para ciertos sufís, el alma atraviesa siete estadios; para el Corán son solamente tres.
Pero podemos decir que todas estas tipologías coinciden en que la última etapa es la
pero prefiero remitirme a Corbin y llamar al estado de fanâ más bien como “reabsorción
en Alá”, es decir, “ser para sí mismo no ser es ser para Al-lâh” (Corbin, 2000: 61). Esto
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es lo que hace la última polilla: ha dejado de ser ella misma, y bajo esa forma de “no
mística, metaforizada como la polilla consumiéndose en el fuego, puede ser leída como
consiste principalmente en asesinar al ego, a la nafs ammârah o alma que incita al mal,
para poder retornar a ese momento arquetípico que no puede ser descrito por el logos.
Puede decirse que este proceso de muerte del ego es análogo al momento anterior al
signo: “No puede haber conocimiento del ser divino que no sea experiencia teofánica.
la Ipseidad divina, luz negra, excluye esta correlación” (Corbin, 2000: 60). Es por ello
que no he utilizado los términos “unión” o “reunión” con Alá, sino re-conocimiento en él,
recogidos y traducidos del turco al francés por Françoise Arnaud-Demir: “Turnam gök
yüzüne pervâne döner” (“Mi grulla gira en el cielo como la polilla”). Pese a esta
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carencia, podemos colegir que la danza de la polilla es semejante en su cometido a la
danza de la grulla, es decir, se trata de la metáfora icónica del ascenso o vuelo del alma
hacia su morada divina y verdadera. De la misma forma, estos versos se valen del
paralelismo metafórico para recrear el ascenso del alma en la imagen de los animales
alados que giran. Así como la polilla se consume en el fuego en el poema de ‘Attar, el
alma sube hacia la luz. Es probable que la danza de la polilla sea giratoria, como la de
los derviches mevlevíes, el dhamal de los sufís de Pakistán o la misma danza aleví-
bektachí de la grulla, ya que para el sufismo el giro y el círculo son símbolos del infinito
y del retorno a esa condición primaria en la que las almas se hallaban en comunión con
lo divino.
[LÁMINA GRULLA]
trata de una danza circular que reúne ideas islámicas y chamánicas. Con base en sus
danza la imitación que hacen los bailarines de los movimientos y graznidos de la grulla,
así como la sacralización de la temporada en que éstas migran y pasan por territorio
turco.
Como los alevíes-bektachís pertenecen a la rama chií del Islam, los imanes son
islamizadas. Por ejemplo, como refiere Arnaud-Demir, varios santos sufís como Hacı
Bektaş (de quien los alevíes-bektachís toman su nombre) y Ahmet Yesevi, tienen la
cabo en primavera, cuando estas aves se estacionan en Turquía al final del invierno, y
anuncian la renovación del ciclo de la vida. Por lo tanto, se les considera mensajeras, y
resulta más acertado denominarla semah, pues estamos ante una puesta en escena o
bektachíes, así como el de los mevlevíes, es una performance ritual, y como tal, forma
parte a su vez de una ceremonia que tiene por objeto reunir a toda la comunidad aleví,
llamada ayn-i cem, en turco. Este cem comprende también peregrinaciones a tumbas
El aspecto que más nos interesa son los distintos simbolismos de la grulla en el
semah y cómo éstos se encuentran en la poesía mística que se recita mientras los
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Korkmaz ki avcı var deyi yollarda.1
La grulla representa aquí al alma que vuela hacia y desde Dios, y por ello actúa
en su ascensión al cielo, cuando Dios mismo le dictó el Corán, así como a los doce
bailar y a girar en el semah, por lo que los bailarines, además de imitar en sus
“Eğlenin turnalar ben de varayım/Ali ile Muhammed’in aşkına” (“Esperen, oh grullas, que
danza celeste de las grullas, como en estos versos de Pir Sultan Abdal, poeta aleví
turco del siglo XVI: “Hava üzerinde semâ ederken” (“Mientras ustedes bailan el semah
ocurre mientras se está ejecutando la danza, por lo que tiene lugar el paralelismo
metafórico del que hablábamos con anterioridad: el ascenso hacia el cielo, hacia “el
país del amigo” por parte de Mahoma, los imanes y los santos sufís está simbolizado en
el vuelo giratorio de las grullas, las cuales son interpeladas en los poemas, y al ocurrir
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Versos recogidos durante una sesión en el Centro Incontri Umani en Ascona, 2008, durante el encuentro
“Shamanism and Healing Rituals in Contemporary Islam”. “The Bektashi-Alevi ‘Dance of the Crane’ in Turkey”,p.
205-206.
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Semah de Malatya. P. 54
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Malatya. Poema cantado por el dede Hüseyin Orhan (1938-), en el CD Turquie. Cérémonie du djem Alevi, París,
Ocora Radio France, 1998, pista 8.
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esta interpelación verbal y lingüística tiene lugar una respuesta dancística por parte de
los bailarines. Los giros, los pasos y los movimientos de los brazos del turnalar semahı
son la metáfora icónica del ascenso de la grulla como símbolo del alma, alma que
corresponde a la del bailarín y a la de las figuras religiosas. Como tal, y pienso que
cabe ir concluyendo con estas ideas, la ejecución dancística y la recitación poética son
del signo, pues cada movimiento que metaforiza icónicamente el ascenso del alma está
inserto en una semiótica: por ejemplo, cuando el tempo aumenta significa que el éxtasis
está próximo, o cuando el laúd ejecuta ciertas notas que emulan el graznido de la grulla
los bailarines llevan a cabo movimientos concretos. Habría que indagar, empero, si en
presencia de la mortaja como símbolo de la muerte del ego, pero parece no ser así
entre los alevíes-bektachíes. Concluyo que este trabajo, pese a su brevedad, es una
invitación para explorar las relaciones entre poesía y danza en el contexto de la mística
ARNAUD-DEMIR, Françoise. (2002) “Quand passent les grues cendrées… Sur rune composante chamanique du
cérémonial des Alévis-Bektachis” en Turcica, 34, 39-67.
ATTAR, Farid ud-Din. (2002) La conferencia de los pájaros. Versión de Raficq Adbulla. Madrid: Gaia.
CORBIN, Henri. El hombre de luz en el sufismo iranio. Traducción de María Tabuyo y Agustín López. Madrid: Ediciones
Siruela, 2000.
KRISTEVA, Julia. (1984) Revolution in Poetic Language. Nueva York: Columbia University Press.
MOHAMMADI Shirmahaleh, Shekoufeh. (En prensa) Sintiendo la palabra. Contextos lingüísticos y literarios del icono
metafórico.
PEIRCE, Charles Sanders. (1974) La ciencia de la semiótica. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
ZARCONE, Thierry. (2013) “The Bektashi-Alevi ‘Dance of the Crane’ in Turkey: A Shamanic Heritage?” en Zarcone,
Thierry y Angela Hobart (eds.), Shamanism and Islam. Sufism, Healing Rituals and Spirits in the Muslim
World. Londres, Nueva York: Tauris. 203-216.