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Cuando se hace mención a mujeres que cumplieron un rol destacado en la ciencia y el conocimiento

en el Egipto pos-Faraónico, la primera que viene a la mente es «Hipatia de Alejandría». No es para


menos ya que esta matemática, astrónoma, física y filósofa de la escuela neoplatónica nacida en el
370 DC fue una de las últimas personas en dedicarse a la docencia e investigación en la mítica
Biblioteca de Alejandría.
Su asesinato a manos de seguidores de San Cirilo en el 411 y la posterior destrucción de la
Biblioteca representan para Carl Sagan el fin de una época de conocimientos e investigación, para
entrar en la “Edad de la Barbarie”.

Umm Hani, la nueva Hipatia


Al momento de la muerte de Hipatia, Egipto formaba parte del Imperio Romano de Oriente, más
tarde conocido como Imperio Bizantino. En el siglo VII cayó bajo dominio árabe e inició un
proceso acelerado de islamización. Tras varias dinastías árabes, se constituyó el poderoso
«Sultanato Mameluco» (1250-1517).
A diferencia de lo que sucedía en la Europa cristiana, en el Mundo Islámico, florecieron las ciencias
y las artes. “Buscar el conocimiento incluso tan lejos como en China”, dice una de las tantas frases
que se le atribuye al profeta Mohammad o Mahoma. En los siglos posteriores astrónomos,
matemáticos, cartógrafos, ingenieros, médicos, químicos, filósofos y abogados árabes siguieron este
consejo. Los eruditos musulmanes supieron nutrirse de los conocimientos de las culturas como
Persia, India y Grecia, y tradujeron al árabe sus principales obras filosóficas y científicas.
En el Egipto del siglo XIV se vivía una gran prosperidad económica, lo que favoreció el
florecimiento de la creatividad y el conocimiento científico. El epicentro de esta revolución cultural
estaba en las ciudades gemelas de El Fustát (capital del Sultanato) y El Cairo. En esta última
funcionaban más de 75 Madrazas, especie de escuela en donde se impartían conocimientos de
forma oral y escrita en torno al patio, siguiendo el modelo de la Academia de Platón y el Liceo de
Aristóteles.
Dado el espíritu de la época, miles de hombres y mujeres de El Cairo y localidades vecinas se
acercaron a las Madrazas con intención de estudiar el Hadith o tradición islámica, además de
adquirir conocimientos generales.
De acuerdo a la tradición, a nadie se le debía impedir el acceso a la enseñanza. Un erudito de la
época había escrito:
“cerrar la puerta de la Madraza es dejar fuera a las masas. Dejad las puertas
abiertas y no prohibáis la entrada a ninguna criatura de Dios, al igual que hacéis
con las mezquitas”
Al igual que Hipatia en la Biblioteca de Alejandría, en las Madrazas de El Cairo también se
destacaría una extraordinaria mujer erudita: Umm Hani, conocida como Maryam. Nació en el 1376
DC o 777-778 del calendario islámico. Su abuelo paterno era el juez Abú al-Rahman ibn Abad al-
Malik y su abuelo materno otro reconocido magistrado: Muhammad ibn Mahamad al Qayati. Este
último se hizo cargo de su educación y a los 7 años la llevó directamente a La Meca para que
estudiara con cuatro maestros. De regreso a El Cairo estudió con su abuelo y otros seis maestros.
Finalmente obtuvo un certificado por sus estudios firmado por, al menos, trece maestros.
Contrajo matrimonio en dos oportunidades, y tuvo siete hijos e hijas que más tarde estudiarían en la
Escuela de Leyes. Uno de ellos Sayf al Din Muhmad al Hanafi llegó a ser un profesional de
excelencia. A la muerte de su abuelo y mentor, su segundo esposo pretendió usar libremente las
tierras y herencia que ella había recibido. Pero pronto falleció, por lo que se vio libre para
administrar sus bienes. Con el dinero de la herencia compró un taller de hilado que se hizo famoso
por el tamaño y gran número de sus ruedas giratorias. Uno de los descendientes del dueño original
le entabló un juicio arguyendo que la compra había sido ilegal, pero el juez le dio la razón a Umm
Hani.
Las mujeres musulmanas de la época tenían más opciones profesionales que sus congéneres en la
Europa cristiana. Podían desempeñar la docencia, la filantropía, los trabajos domésticos, el
comercio o la medicina. Sin embargo se esperaba de la mayoría de ellas que trabajaran en su propia
casa o en compañía de otras mujeres. Al igual que en otras sociedades, sus posibilidades estaban
determinadas en gran medida por la clase social. Así la mujer que heredaba tierras o negocios de su
padre, podía dedicarse a la actividad comercial, y las mujeres de las clases adineradas podían
dedicarse al comercio o la industria.
Este fue el caso de Umm Hani Maryan que, por provenir de una familia dedicada al derecho, tuvo
acceso al conocimiento y a la posibilidad de estudiar. Durante años enseñó la Hadith en la Madraza,
teniendo como discípulos a eruditos eminentes y personalidades de El Cairo. Se cuenta que ya
desde niña era capaz de recitar el Corán de memoria, y que enseñaba sobre teología, derecho,
historia y gramática. También fue celebrada por su dominio de la caligrafía, el idioma árabe, la
poesía y su estricta observancia de la religión. Realizó al menos trece peregrinaciones a La Meca y
Medina, y en más de una oportunidad permaneció hasta un mes en el lugar dictando clases. Su
programa de trabajo era estricto, algo que también fue reconocido por sus estudiantes.
A medida que envejecía fue perdiendo la vista y la movilidad de las piernas, por lo que terminó
recluida en una habitación atendida por su hijo y discípulo Hanafi. Esta nueva Hipatia murió en el
1466 DC o 871 del calendario islámico mientras realizaba otra peregrinación a La Meca.
Fue enterrada junto a su abuelo y mentor en el Cementerio cercano al Mausoleo del imán Shaffi en
Qarrafa.
A diferencia de su antecesora alejandrina, la figura de Umm Hani es menos conocida en el mundo
occidental, siendo muy difícil encontrar información al respecto en español, inglés o francés. Sin
embargo su vida y legado merecen ser conocidos y valorados.
Autor: Lic. Luciano Andrés Valencia para revistadehistoria.es

Bibliografía:
Sagan, Carl; Cosmos, Barcelona, Planeta, 1986
AA.VV.; Vivir la Historia en las Tierras del Islam (Mundo Islámico, 570-1405), Madrid, Folio,
2008.
Robinson, Francis (ed.); The Cambridge Illustrated History of the Islamic World, Cambridge-
London, Cambridge University Press, 1996.

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