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Maestría en Clínica Psicoanalítica con Niños – U.N.R.

Director: Mg. Jaime Fernández Miranda,

Seminario Al Borde de las Neurosis


Profesora: Dra, Marisa Punta Rodulfo
Colaboradora Docente: Doctoranda: Daniela Muiña

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Duelos enquistados. El trabajo terapéutico en tiempos de la subjetivación temprana
Daniela Muiña

El duelo es una reacción ante la pérdida de un ser amado o una abstracción equivalente.
Si bien no es un estado patológico, sí le impone al ser humano considerables
desviaciones de su vida normal, debido a los trabajos psíquicos que requiere su
metabolización. En el duelo el yo se encuentra absorbido por una intensa labor psíquica
que le provoca inhibiciones generales al verse empobrecido de la energía de que puede
disponer y obligado a restringir su gasto. El examen de realidad le impone
definitivamente la separación del objeto, lo que exige con un alto nivel de dolor, llevar
a cabo la separación del mismo en todas las situaciones en las que él era de una elevada
carga.
Los trabajos psíquicos que exige la metabolización de un duelo pueden verse
complicados, interferidos u obstaculizados, y presentar así, según la complejidad
individual de cada subjetividad, distintas gradaciones en las posibilidades de su
resolución. Estas dificultades pueden marcar particularmente la subjetividad de un
adulto que está en función de sostén de un bebé o niño pequeño.
Al hablar del duelo indecible N. Abraham y M. Torok (2005), nos refieren el enorme
esfuerzo psíquico que implica la elaboración de una pérdida cuando se trata de alguien o
algo especialmente significativo, y las consecuencias absolutamente indigestas para el
sujeto cuando este proceso de metabolización no logra llevarse adelante
saludablemente. Pareciera quedar claro que la puesta en palabras, en escena, o en
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Trabajo publicado en Revista Lúdica Nº 14 - Guatemala - Abril/Junio 2015 www.revistaludica.com

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recuerdos, facilitaría el proceso de elaboración; cuando así sucede, la angustia
encontraría canales de expresión y los hechos acontecidos podrían ser incluidos en la
trama vivencial.
Se plantea una diferencia importante entre introyección e incorporación para pensar las
particularidades que puede adquirir la pérdida de un objeto. La fantasía de
incorporación justamente se presenta cuando resultó fallido el proceso de introyección,
instalando al objeto perdido en el interior de sí, en el intento de mantenerlo con vida. En
estos casos el trabajo del duelo se encuentra limitado u obstruido. Para la supervivencia
de la incorporación es necesaria la instalación del secreto, rechazando el duelo y
negándose a reconocer la pérdida. El carácter traumático (Benyakar y Lezica, 2005), de
las vivencias atravesadas facilitaría la incorporación.
Cuando el trabajo de duelo no encuentra una resolución saludable pues se impone el
mecanismo de la incorporación, se produce un sufrimiento psíquico. En estas
situaciones el acontecimiento puede ser condenado al secreto y el mecanismo dinámico
en juego ser la represión conservadora (Tisseron y otros, 1997), a través de la cual se
mantiene la secreta esperanza de hacer revivir a la persona perdida y otorgarle un
desenlace distinto en relación con los deseos del sujeto. De esto resultaría una cripta.
El funcionamiento psíquico de un niño puede verse afectado cuando su padre es
portador de una cripta. Si bien el niño no tiene una posición pasiva frente a las
transmisiones, pues su vida psíquica se constituye en interrelación, el trabajo del
fantasma puede afectarlo a través de los efectos en su subjetivación, que provoca la
cripta de otro. Estas situaciones enfrentan a la segunda generación con elementos
perturbadores que irrumpen en su psiquismo ya que su lógica no puede acceder a
comprenderlos; emerge algo que resulta inadmisible.
Los bebés son muy sensibles al estado mental de quienes constituyen su entorno directo
y son capaces de captar hilos cruciales de la trama vincular que habitan (Moreno, 2010).
Los tiempos tempranos son cruciales en la maduración y crecimiento del niño, tanto en
lo referente a su desarrollo físico-neurológico como a los procesos de su subjetivación;
son períodos sensibles donde los trabajos psíquicos que están en juego, se constituyen
en cimientos sobre los que otros pilares de la constitución psíquica se entraman. Cuando
el o los adultos a cargo del niño, se encuentran enmarañados en trabajos de duelo no
metabolizados, los efectos de estas dificultades de elaboración pueden hacerse presentes
en el niño -siempre teniendo en cuenta las diferencias marcadas por la singularidad y las
potencialidades propias de cada uno-.

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Sirven mucho estas conceptualizaciones para pensar varias situaciones clínicas. Dos de
ellas:
 Consulta una mujer de 25 años. Plantea sentirse muy mal porque no puede
conectarse con su bebé de apenas unas semanas de vida. Cuando lo tiene en
brazos se angustia muchísimo; no sabe qué hacer. Intenta amamantarlo, pero
esos momentos terminan resultando absolutamente tensos. El bebé llora
constantemente cuando está con ella. No puede perdonarse esto. Siente que falla
todo el tiempo como mamá, y cada vez se le hace más complicado acercarse a
él. La familia (esposo y suegra) le plantean su preocupación por lo que pasa y
alternan entre insistir en que sostenga y se haga cargo del nene, y retirárselo
cuando las situaciones terminan angustiando a todos. Se empieza a trabajar con
la mamá. A los primeros encuentros asiste sola; posteriormente se alternan estos
encuentros con otros en los que trae al bebé, y en algunas ocasiones también a su
marido. En los espacios que tenía a solas empezaron a aparecer cuestiones
ligadas a la intensa angustia que le producía encontrarse siendo mamá, cuando
hacía unos años que su propia madre, quien constantemente insistía con su deseo
de ser abuela, había fallecido. Se sentía en falta con ella porque en esos tiempos
no deseaba aún ser madre, y postergó la llegada de un hijo, resultando la misma
cuando su madre ya no estaba. No puede dejar de hablar de la mamá cuando
recorre como se dan los encuentros con el niño.
 Consulta un matrimonio por su hija de 5 años. Presenta problemas en la escuela.
No para un minuto, lo que hizo que se ganara entre el equipo escolar el título de
ADHD. En ocasiones no controla esfínteres, angustiándose marcadamente
cuando le ocurre. Tuvo un accidente a los 2 años que si bien no implicó cirugía,
la mantuvo durante 45 días enyesada hasta la cintura e inmovilizada en la cama.
Cabe aclarar que los padres se sorprenden cuando recuerdan lo dócil que se
presentaba. No hace deportes. Según refieren tiene miedo, y ellos también, de
que le pase algo. Siempre están pendiente de su salud. Cuando está en el
consultorio, la misma carrera que emprende con su cuerpo por todo el lugar, la
tiene con sus palabras. No puede parar. Lleva siempre consigo un conejo de
peluche que era de su tía. Cuando se pregunta sobre ella, dice que está en el cielo
y agrega que la mamá y la abuela a veces la llaman con su nombre porque es
igualita a ella. Al trabajar con sus papás surgen cuestiones ligadas a la muerte de
la hermana de la mamá, a los 16 años, en un accidente automovilístico cuando

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acompañaba a un amigo. Un año después nace la niña por quien consultan, quien
acapara la atención familiar, logrando por momentos que se olviden del dolor
por quien ya no está, según ellos mismos refieren.
Todo psiquismo opera según un proceso de articulación y transformación al que se
denomina vivenciar, donde los otros cometabolizadores juegan un rol facilitador para
que estas operaciones sean posibles en el niño. Cuando el niño queda pasivizado frente
a lo que irrumpe y no tiene la posibilidad de procesarlo, tiene abierto el camino a que el
vivenciar traumático se instale en él acarreando dificultades en los aconteceres propios
de su vivenciar infantil. En este punto lo que resultó traumático en el adulto, podría
propiciar efectos potencialmente traumáticos en el niño. Cuando en la generación
anterior no puede realizarse un trabajo de metabolización de determinado
acontecimiento o una serie de ellos, el resultado podría ser un clivaje que se
transformaría en prehistoria para la generación siguiente, complicando u obstaculizando
sus propios trabajos psíquicos. En estos casos nos encontramos con cuestiones que
implicaron acontecimientos disruptivos al no poder ser elaborados, y que colaboraron
en que se obturen los trabajos de escrituración de la trama vivencial por parte de estos
bebés o estos niños.
Si estas dificultades se hacen presentes, si los acontecimientos no elaborados por una
generación pueden resultar favorecedores de complicaciones subjetivas en generaciones
siguientes, el trabajo debe tener en cuenta varios aspectos. Así como será clave poder
encontrar espacio para que pueda iniciarse un proceso metabolizador de los
acontecimientos encriptados, también lo será entender los tiempos en los que el bebé o
el niño se encuentran, y si hay procesos que estén resultando facilitados o complicados
en su instalación o procesamiento por aspectos que hacen al espacio del entre entre ese
niño y ese medio -que en los materiales planteados se encuentra inmerso en trabajos de
duelos que no han encontrado formas de resolución-.
Niño y medio están presentes y se modifican uno al otro a través de los encuentros que
promueven y de la actividad puesta en juego por cada uno. Estamos muy lejos de
entender al bebé o al niño en tanto simple y pasivo, y a los adultos como figuras
complejas y activas. Lo activo o lo pasivo se hace presente más allá de la edad que se
porte, y la complejidad está pensada desde los mismos inicios.
Es en el terreno de la interacción donde cobran vida las fantasías parentales, los mitos
familiares y las transmisiones transgeneracionales. Es también a través de este
entonamiento afectivo que los padres transmiten al bebé lo que está permitido y es

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compartible, y lo que está prohibido y debe mantenerse por fuera de esta posibilidad.
Pero debemos tener en cuenta, como plantea muy bien D. Stern (2005), que sólo las
representaciones parentales actuadas en la interacción son las que tienen influencia
directa sobre el bebé. Todo tipo de influencia, saludable o patógena, en los primeros
momentos de la vida, podrá afectar al niño en la medida en que influya en las figuras de
sostén primarias.
Cuando la interacción, o en un momento posterior la interrelación, se encuentra
afectada por la posibilidad de que los procesos de subjetivación que se están
produciendo en el adulto, en el niño o en ambos, tomen un cauce que se aleje de lo
saludable, el trabajo terapéutico debe instalarse allí. Sabemos que el alejamiento de lo
saludable se produce entre otras cuestiones, cuando los conflictos característicos de cada
momento se encuentran trabados, limitados u obstruidos, cuando las angustias paralizan
los procesos de elaboración, cuando lo espontáneo va perdiendo lugar y lo diferencial
propio de una subjetividad queda a merced de lo no metabolizado de otra.
Pensemos las dimensiones que esto adquiere si se da en los momentos de la vida que
venimos siguiendo, especialmente sensibles por los trabajos psíquicos que están en
juego. Cuanto más temprana sea la intervención en situaciones donde están en riesgo los
procesos de subjetivación, más posibilidades habrá de que puedan desarticularse
procesos mórbidos que se encontraban en curso, y presentaban conflictivas de difícil
resolución.
En momentos tempranos de la subjetividad no podemos esperar que transcurra el tiempo
para que estos adultos resuelvan sus trabajos pendientes. Es al mismo tiempo, el trabajo
con ellos, el trabajo con el niño (si ya se encuentra con procesos que no logran instalarse
o desarrollarse saludablemente), y el trabajo con las interacciones o interrelaciones entre
ese medio y ese niño. Habilitar canales diferenciales de intervención podría resultar
posibilitador de la inscripción de acontecimientos saludables en la vida de estos niños y
también de estos padres.
Retomando los materiales:
 No podemos centrarnos sólo en la mamá del bebé y descuidar las
particularidades de los encuentros entre ambos. Es importante trabajar en esos
encuentros, y lo fue hacerlo dentro del consultorio. Tampoco resultaría sano
dejar a esta mamá a expensas de las sensaciones de que su hijo se angustia
porque ella no sabe qué hacer, ni cómo ser mamá. Si no se logra entender qué
esos encuentros resultan angustiantes por cuestiones que exceden el nacimiento

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y su ser mamá, pueden quebrarse cada vez más las posibilidades mismas del
estar juntos, con la pérdida de posibilidades satisfactorias de encuentros
diferenciales que podrían iniciarse. También resultó importante el trabajo, en
ocasiones conjunto, con su marido, que habilitó corrimientos de lo
rigurosamente pensado, y el permiso de que en ocasiones esta mamá pueda estar
y en otras permitirse ciertos alejamientos que no implicaban que los afectos en
juego quedaran ligados al desamor por el niño.
 En relación a la niña de 5 años, fue clave iniciar un trabajo con los padres, en el
intento de poder pensar con ellos cuál era el lugar en el que se anticipó y fue
creciendo su hija. Que puedan escucharse e impresionarse confundiendo los
nombres de ella y el de la tía fallecida, no resultó factor de menor importancia.
Tampoco lo fue entender que la dificultad para dejar de estar movimiento se
imponía sobre todo si el movimiento mismo quedaba equiparado al estar vivo.
Pero también fue importante empezar un trabajo con la niña que pudiera facilitar
en ella la posibilidad de ubicarse en otro lugar. Fue llamativa su sorpresa cuando
a raíz de fotos que trae recibe palabras que la encuentran parecida a su mamá, y
en nada igualita, en fotos de otros tiempos, a la tía a quien nunca dudó parecerse.
Esas fotos habían llegado al consultorio cuando el pedido era que trajera fotos
suyas desde que era chiquita hasta el momento actual.
Según B. Golse (1998), para que una psicopatología materna se constituya como nociva
para el desarrollo del niño, tuvieron que haber sido desbordadas las capacidades de
compensación de éste, y también haber fallado las personas del medio cercano que
hubieran podido protegerlo del impacto. Esto nos remite nuevamente a la necesidad de
un pensamiento complejo que pueda tener en cuenta la cantidad de variables que
confluyen en la constitución de una subjetividad. El autor plantea que los propios
vínculos tempranos de apego de la figura maternante inducirían en un porcentaje
importante, esquemas de apego más seguros o inseguros en el bebé, ya que las
experiencias pasadas de la historia infantil precoz de la madre, reactivadas por la
presencia interactiva del bebé, infiltran la naturaleza cualitativa del sistema relacional
que la madre va a proponer a su hijo (pág. 51). Tanto la madre como el niño, en tanto
elementos de la interacción, tendrían un poder el uno sobre el otro que podría adquirir
características potencialmente saludables o potencialmente patógenas.
Si nos adentramos en los primeros tiempos de la constitución del psiquismo podremos
entender que cuanto más joven es el niño, más estrecha es la relación entre el cuerpo, el

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psiquismo y el medio familiar o circundante, lo que hace que podamos entender a los
procesos saludables totalmente ligados a las modalidades de relación, de encuentro y de
afrontamiento que se propician en las interacciones tempranas. En este mismo sentido
cuando se presentan trastornos o complicaciones psicopatológicas también podemos
entenderlas como verdaderas enfermedades de las interacciones (Golse, 1998).
D. Stern (2005) marca la importancia de tener en cuenta los períodos sensibles,
entendidos como los momentos iniciales de formación de numerosos procesos de
desarrollo psicológico y neurológico que se dan en tiempos tempranos de la formación
del psiquismo, para poder entender que el factor tiempo en el que se produce un
fenómeno, no tendrá el mismo efecto si se da en momentos iniciales de subjetivación,
que si se produce en momentos posteriores. Inicialmente, sólo pueden afectar al niño las
influencias patógenas que influyan en la díada o en la tríada privilegiada. Es por ello
que las intervenciones tempranas, ya sean desde el ámbito familiar más amplio, desde
espacios sociales más abiertos, o desde el campo específicamente profesional, cuando
son requeridas o necesarias, deberían abordar la relación interactiva misma, o por lo
menos tenerla en cuenta.
Según J. L. Tizón (2013), puede ocurrir que un encadenamiento de duelos terminen
descompensando las capacidades de contención o equilibrio psicológico de cualquier
persona, y también las posibilidades de metabolización de un medio familiar. Un duelo
o conjunto de duelos mal elaborados puede cronificar la psicopatología previa,
desequilibrar los sistemas de contención individual o familiar, o colaborar en la
instalación de una problemática psicopatológica. Estas situaciones pueden influir en el
equilibrio u homeostasis familiar, convirtiendo, en algunas ocasiones, el duelo de la
familia en una suma de duelos individualizados, en otras, provocando la invasión de
unos integrantes sobre otros, o intentando encontrar en el seno familiar sustitutos de los
vínculos perdidos.
Si bien hay mucha bibliografía que plantea la importancia de las intervenciones cuando
se detectan señales de alerta durante el embarazo, el puerperio, o en los procesos de
vinculación temprana entre el bebé y el ambiente en el que nace y crece, no se encuentra
demasiada que plantee las características singulares que podrían presentarse cuando
estas señales de alerta están marcadas por la dificultad de elaboración de pérdidas
acontecidas en quien está gestando, experienciando los primeros encuentros con su
hijo, o se constituye como figura de sostén para un bebé o niño pequeño. Estos
momentos son claves en las posibilidades de interacción e interrelación futura, y

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requieren una disponibilidad afectiva y efectiva del medio, que puede verse
tempranamente conmovida o complicada por la presencia de acontecimientos dolorosos
que no encontraron vías saludables de metabolización.
Considerar la posibilidad de intervenciones preventivas ligadas a estas temáticas en
momentos constitutivos de la subjetivación, requiere además de los conocimientos sobre
las problemáticas ligadas a los procesos pérdida, separación y duelo, una formación de
los profesionales en el área de infancia y niñez, en las conceptualizaciones vinculadas a
las complicaciones de la interacción e interrelación temprana, así como también en
todos los aspectos que hacen al desarrollo saludable y a sus complicaciones
psicopatológicas. Requiere también pensar cómo trabajar en el intento de propiciar
vinculaciones saludables y prevenir la posibilidad de instalación de interacciones
patógenas. Pensar intervenciones diferenciales, nuevas y oportunas que tengan en
cuenta la singularidad de estos fenómenos, se vuelve un desafío necesario. En este
punto coincidimos con Tizón en que es importante integrar las actividades preventivas
en la clínica cotidiana de forma tal que podamos delimitar factores de riesgo o de
vulnerabilidad sobre los que nos sea posible incidir, y también factores protectores con
los que nos sea posible contar.
La constitución de la subjetividad se da inicialmente en la interacción y posteriormente
en la interrelación; las complicaciones presentes en ellas son causa interviniente en la
dificultad para llevar adelante por parte del bebé o el niño, los propios trabajos de
constitución de su subjetividad. La posibilidad de constituir la propia trama vivencial
por parte de los adultos, con la introyección de las pérdidas sufridas, facilita la
posibilidad de escritura de la trama vivencial por parte de los propios niños.

BIBLIOGRAFÍA

* Abraham, N. y Torok, M. (2005): LA CORTEZA Y EL NÚCLEO. Cuarta parte: La


cripta en el seno del yo. Nuevas perspectivas metapsicológicas. Amorrortu, Bs. As.

8
* BENYAKAR, M. y LEZICA, A. (2005): LO TRAUMÁTICO. CLÍNICA Y
PARADOJA. Tomo I: El proceso traumático. Biblos, Bs. As.

* Golse; B. (1998): PSICOPATOLOGÍA DE LA PERINATALIDAD. II Congreso


Europeo de la Asociación Europea de Psicopatología del Niño y del Adolescente y XI
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* Stern, D. (2005): EL MUNDO INTERPENSONAL DEL INFANTE. Una perspectiva


desde el Psicoanálisis y la Psicología Evolutiva. Editorial Paidós, Bs. As.

* Stern, D. (1997): LA CONSTELACIÓN MATERNAL. Un enfoque unificado de la


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* Tisseron, S. y otros (1997): EL PSIQUISMO ANTE LA PRUEBA DE LAS


GENERACIONES. Clínica del fantasma. Introducción, cap. 1, 2 y 6. Amorrortu
Editores, Bs. As.

* Tizón, J. (2013): PÉRDIDA, PENA, DUELO. Vivencias, investigación y asistencia.


Cáps. I, III, V, VII, VIII. Colección Salud Mental; Editorial Herder; Barcelona.

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