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INTELIGENCIA EMOCIONAL: ¿CAPACIDAD O RASGO DE PERSONALIDAD?

Autor: Guzmán Ávila, María de los Ángeles


Institución: Facultad de Psicología. UNT. Consejo de Investigaciones de la
Universidad Nacional de Tucumán
Contacto: 0381-4248389 / mariguzman@yahoo.com
Resumen
Desde la Psicología Positiva, Mayer y Salovey (1993) introducen el concepto de
Inteligencia Emocional (IE capacidad) como la habilidad para percibir, valorar,
comprender y manejar las emociones. A su vez, Petrides y Furnham (2001) la
conceptualizan como una “constelación de disposiciones comportamentales y
autopercepciones concernientes a las capacidades propias para reconocer, procesar y
utilizar las informaciones con carga emocional” (IE rasgo). Contemplando la necesidad
de discriminar los últimos conocimientos sobre este constructo, el presente trabajo
constituye un avance del proyecto de investigación de tesis doctoral “Inteligencia
emocional, afrontamiento y potencial resiliente en adultos con accidente
cerebrovascular de Tucumán” y tiene el propósito de distinguir entre los dos modelos
conceptuales de Inteligencia emocional (IE capacidad - IE rasgo), explorando sus
principales exponentes y características. Se destaca la importancia de evaluar la IE en
sujetos con ACV, dado que esto posibilitaría potenciar determinadas competencias, o
bien, detectar sujetos en riesgo; y así desde un enfoque preventivo se puede intervenir
para ayudar a estas personas a una recuperación rápida y el desarrollo de una mejor
calidad de vida.
Palabras Claves: Inteligencia emocional capacidad- Inteligencia emocional rasgo-
Evaluación en sujetos con ACV

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Introducción
Mientras que algunos individuos son perfectamente capaces de controlar su irritación
cuando tratan con una persona terca, otros pierden los estribos, logrando un
empeoramiento de la situación. Los individuos varían mucho en su capacidad y
propensión a poner en práctica procesos de regulación emocional (Gross y John,
2003).La inteligencia emocional (IE) es uno de los conceptos que se ha propuesto para
tener en cuenta esta variabilidad de las personas para percibir, identificar, expresar y
regular las emociones.
Las raíces distales de la IE pueden hallarse en la inteligencia social de Thorndike
(1920), la cual se refería a la capacidad para comprender y dirigir a las personas y para
actuar sabiamente en las relaciones humanas. Las raíces más próximas descansan
sobre el trabajo de Gardner (1983) acerca de las inteligencias múltiples y más
específicamente, sobre sus conceptos de inteligencia interpersonal e inteligencia
intrapersonal.
El término, “inteligencia emocional” (IE) apareció varias veces en la literatura
(Greenspan, 1989; Leuner, 1966; Payne, 1986) antes de que el primer modelo y la
primera definición formales fueran introducidos, en los años 90, por los profesores Peter
Salovey, John Mayer y colegas. Estos investigadores también llevaron a cabo los
primeros estudios empíricos relevantes (Mayer, Di Paolo y Salovey, 1990). Sin
embargo el influyente libro de Goleman (1995a) popularizo el constructo e influyo
fuertemente en la mayoría de las conceptualizaciones posteriores de la IE. Así,
siguiendo el modelo propuesto por Salovey y Mayer, especialmente después del best
seller de Goleman, emergieron muchos modelos de IE, entre los que se destacan dos
concepciones complementarias que co-existen en la actualidad: el modelo de la IE
capacidad y el modelo de la IE rasgo. El primero capta lo que el individuo es capaz de
hacer, mientras que el segundo tiene como objetivo capturar la cantidad de
conocimiento que se traduce como competencia en la práctica (Petrides y Furnham,
2001).
Es importante comprender que la IE rasgo y la IE capacidad son dos constructos
distintos, desde el punto de vista psicométrico. Ambos se distinguen por los métodos de
medición que utilizan en el proceso de operacionalización. La IE rasgo se mide a través

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de autoinformes al estilo de los cuestionarios de personalidad, en cambio la IE
capacidad se mide con test de rendimiento máximo como en los tests de inteligencia
tradicionales (Petrides y Furnham, 2001, 2003).

El Modelo de Capacidad
El trabajo académico publicado por primera vez por P. Salovey y J. Mayer en 1990,
profesores de la Universidad de New Hampshire sobre la Inteligencia Emocional
indicaba que el procesamiento de la información relacionada con las emociones
suponía unas aptitudes diferentes de las exigidas por el procesamiento de información
de carácter matemático, verbal o visuoespacial típica de los tests tradicionales de
inteligencia (Carr, 2007). Esta corriente se refiere a la IE como la capacidad del
individuo para razonar sobre las emociones y procesar información emocional con la
finalidad de mejorar los procesos cognitivos. En 1997, Salovey y Mayer redefinen el
concepto de la IE a través de un modelo de cuatro ramas y sostienen que la misma es
la “capacidad para: a) percibir emociones; b) utilizar las emociones para facilitar el
pensamiento; c) comprender las emociones, y d) regular las emociones”. La primera
rama de la IE, percepción de las emociones, se define como la capacidad para percibir
e identificar las emociones en uno mismo, y en los demás incluyendo voces de
personas, expresiones faciales, historias, música y obras de arte. Ej: una persona que
pueda advertir expresiones faciales sutiles de irritabilidad se encuentra en una posición
mejor para afrontar una situación social potencialmente conflictiva que una persona que
no tenga esa capacidad. La segunda rama de la IE se refiere a la capacidad para
acceder a sentimientos que faciliten el pensamiento de un modo lógico y creativo. Las
emociones se pueden introducir en el sistema cognitivo como pensamientos explícitos
sobre unos sentimientos concretos (por ej.: “soy feliz”) y como cogniciones congruentes
con el estado emocional, como cuando una persona feliz piensa: “hoy me irá todo de
maravillas”. Por ej: las personas que tienen una buena integración emocional tienden
más a ver las cosas desde un punto de vista optimista cuando se sienten felices, desde
un punto de vista pesimista cuando se sienten tristes. Esta capacidad de ver las cosas
desde múltiples puntos de vista puede facilitar una gran creatividad en la resolución de
problemas. La tercera rama de la IE, la comprensión de las emociones, se refiere a la

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capacidad de comprender las repercusiones de nuestras emociones. Las personas con
una comprensión emocional bien desarrollada pueden entender como una emoción
lleva a la otra, como cambian las emociones con el tiempo. La cuarta rama de la IE, la
regulación de las emociones, se refiere a la capacidad para regular las emociones, de
optar por abrirse a sentirlas y de controlar la forma en que se expresan. Por ej: las
personas que expresan sus emociones con libertad enriquecen sus relaciones
interpersonales, sin embargo en una situación de urgencia, como sufrir un accidente o
luchar contra un incendio, puede que sea mas adaptativo bloquear las emociones. Las
aptitudes para percibir, integrar, comprender y controlar las emociones se pueden medir
con la Multifactor Emotional Intelligence Scale (MEIS), (Mayer y otros, 1997) y con otras
medidas de ejecución o de habilidad de la inteligencia emocional, de los mismos
autores. Se sigue la metodología clásica empleada para valorar las inteligencias
cognitivas humanas. Su principal fuerte es que los resultados se basan en la capacidad
actual de ejecución o de conocimiento emocional de la persona en una tarea y no solo
en su creencia sobre tal capacidad (Extremera y Berrocal, 2007).
Desde este modelo teórico se plantea que las capacidades para regular las emociones,
expresarlas y controlarlas siguen un desarrollo gradual desde la infancia hasta la
madurez.

El Modelo de Rasgo
La Inteligencia emocional se ha conceptuado también como un conjunto de rasgos de la
personalidad. Esta postura ha sido adoptada por R. Bar-On (2000), autor del Emotional
Quotient Inventory, por D. Goleman y sus colegas (Goleman, 1995) y por el profesor
Richard Cooper (1996/1997), autor del Emotional Quotient Map. Uno de los enfoques
que ha demostrado solidez empírica y teórica es el denominado Modelo de Inteligencia
Emocional Rasgo o Rasgo de Autoeficacia emocional de K. Petrides y Adrián Furnham
(2001) de la Universidad de Londres. De acuerdo a estos autores, la Inteligencia
Emocional puede ser entendida como una “constelación de disposiciones
comportamentales y autopercepciones concernientes a las capacidades propias para
reconocer, procesar y utilizar las informaciones con carga emocional, localizada en los
niveles inferiores de la jerarquía de la personalidad”

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Las medidas de evaluación de la IE rasgo siguen un formato de cuestionarios de
autoinforme y, por lo tanto, se relacionan con la percepción que la persona tiene sobre
sus propias capacidades emocionales, evaluando lo que comunican las personas sobre
su comportamiento habitual.
El cuestionario de autoinforme creado por K.V. Petrides y A. Furnham (2001) TEIQue
(Trait Emotional Intelligence Questionnaire) para medir la Inteligencia Emocional Rasgo,
fue adaptado por Isabel Mikulic y su equipo UBACyT en el año 2009 y evalúa la
Inteligencia Emocional a través de 15 facetas: adaptabilidad, asertividad, percepción de
la emoción, expresión de la emoción, control de la emoción, impulsividad, autoestima,
empatía, felicidad, optimismo, manejo del estrés, habilidad para las relaciones
interpersonales, etc. A modo de ejemplo, los sujetos que puntúen alto en adaptabilidad
son flexibles y se amoldan fácilmente a nuevas condiciones o nuevos ambientes, los
que tienen alta puntuación en habilidad para las relaciones interpersonales presentan
una tendencia para iniciar y mantener relaciones enriquecedoras y profundas con los
demás, siendo capaz de escuchar y preocuparse por ellos.
Investigaciones actuales con el TEIQue (Mikolajczak, Nelis, Hansenne, Quoidbach,
2008) han encontrado que la IE rasgo se asocia con una menor propensión a
experimentar emociones negativas y una mayor tendencia a experimentar emociones
positivas. Este último hallazgo es particularmente importante porque sugiere que los
individuos con altos niveles de IE no presentan menor intensidad emocional, sino una
regulación de las emociones mucho más afinada. A saber, la elección de estrategias de
adaptación para regular las emociones negativas y mantener las positivas explica su
menor propensión a experimentar estas emociones negativas y su mayor propensión a
las experiencias positivas.

Evaluación de la inteligencia emocional en sujetos con ACV


¿Porqué evaluar Inteligencia Emocional en sujetos con ACV? Entre los sujetos que
padecieron un ACV, merecen atención aquellos que, luego de la instancia critica de la
enfermedad, logran una reinserción y una recuperación psico-emocional plena y
satisfactoria a sus contextos habituales. Esta situación nos lleva a delimitar un complejo
fenómeno donde intervienen algunas variables como la inteligencia emocional, el

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proceso de afrontamiento y la conducta resiliente derivada del interjuego de los factores
de riesgo con los factores protectores. Ante esto cabe preguntarse: ¿cuál es el rol de la
inteligencia emocional en el proceso de afrontamiento que implementan? ¿Por qué
razón algunos sujetos se recuperan rápidamente, resultando fortalecidos luego del
evento traumático y otros desarrollan manifestaciones depresivas que dificultan la
recuperación?
Una revisión bibliográfica sobre los estudios realizados acerca de la Inteligencia
Emocional me ha permitido advertir la carencia de investigaciones aplicadas sobre este
tema en el campo de la salud. Pensando el constructo de la IE en relación a los sujetos
que sufrieron un ACV, aparece como respuesta la conjunción de los siguientes factores:
la crisis vital (evento de ACV), el estrés generado por esta situación a nivel individual y
familiar, y el afrontamiento del mismo.
La evaluación de la inteligencia emocional en sujetos con ACV constituye un desafío en
la clínica y apunta a la discriminación de competencias personales facilitadoras del
proceso de rehabilitación; así como también permite detectar conductas de riesgo que
generarían estancamiento y apatía en relación al tratamiento.
Esta concepción es importante desde el punto de vista interventivo, en tanto habilita al
despliegue de estrategias focalizadas en la identificación y promoción de recursos y
factores protectores que puedan contrarrestar el impacto de situaciones estresantes. A
partir de investigaciones (Suárez Ojeda, Melillo, 2001) se ha puesto en evidencia que la
capacidad resiliente puede ser fomentada, lo que exige identificar y promover recursos
de la persona y su entorno, ya que la misma es el resultado de la interacción entre
ambos. La resiliencia se expresa a través de distintas áreas del ajuste psicosocial de la
persona: física, emocional, intelectual, social, interpersonal; y puede desarrollarse
gracias a una serie de factores protectores que la sostienen y que contrarrestan el
efecto de los factores de riesgo. Por ende, desde estas concepciones se considera que
la inteligencia emocional actúa como un factor de resiliencia que favorece el
afrontamiento activo y positivo en el proceso de rehabilitación, mejorando la calidad de
vida entendida como “percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en
el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus
objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes” (OMS, 1994)

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Conclusiones
Más allá de las diferencias conceptuales y metodológicas en relación al constructo de
Inteligencia Emocional, el tema de la regulación de las emociones, además de ser un
proceso psicológico universal y recurrente, es crucial. El deterioro de la regulación
emocional puede llevar a graves consecuencias para las relaciones sociales, así como
para la salud mental y salud física.
En lo que refiere a los elementos que integran los diferentes modelos de IE, los mismos
tienden a ser complementarios más que contradictorios entre sí (Ciarrochi, Chan y
Caputi, 2000) ya que uno apunta a la identificación de los rasgos de personalidad
afines a la IE y el otro modelo enfatiza en las capacidades para percibir, acceder,
comprender y regular las emociones, que pueden desarrollarse a partir de esos rasgos.
Por lo tanto la Inteligencia Emocional puede ser considerada tanto una capacidad o
habilidad, como también un rasgo de personalidad. Las aplicaciones y preferencias
hacia uno u otro modelo dependerán de los objetivos propuestos ya sea en el campo de
la investigación, el clínico, educacional, laboral, etc. Algunos autores (Carr, 2007)
plantean que desde un punto de vista teórico, hay más razones para adoptar un modelo
de la inteligencia emocional como capacidad antes que como rasgo de personalidad, ya
que los programas de investigación que se basan en estos modelos impulsaran el
desarrollo de instrumentos que permitan identificar a las personas más capacitadas
para entender y controlar las emociones propias y ajenas, para afrontar la tensión, para
sentir empatía hacia los demás y para tomar decisiones complejas en situaciones
sociales ambiguas.
A pesar de las polémicas generadas, la aplicación de los resultados de los estudios de
la inteligencia emocional al desarrollo de programas de prevención y de psicoterapia
tiene un gran potencial y ésta es una de las razones que explican la importancia de este
concepto.

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Bibliografía
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