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All content following this page was uploaded by Cristina Pontes Bonfiglioli on 09 January 2015.
“En la historia de cada individuo, y también de la raza hay un período en el que los cazadores son
considerados los hombres por excelencia, como los llamaban os algonquinos. No podemos dejar de
*
Traducción del original portugués (Brasil) por Omar Ardans. Citaciones, en traducción libre de la autora, del inglés para el
portugués constantes en el texto original, fueron cotejadas, para ofrecer la traducción al español, con la versión original
inglesa (inseridas por la propia autora en notas de pié de página).
Doctora en Ciencias de la Comunicación por la Escola de Comunicações e Artes de la Universidade de São Paulo,
Maestría en Enseñanza de Ciencias por la Faculdade de Educação de la Universidade de São Paulo y Bachiller en Ciencias
biológicas por la Universidade Estadual Paulista (Campus de Rio Claro). Investigadora del Laboratorio de Psicología Socio-
ambiental e Intervención (LAPSI-USP) y del Grupo de Estudios “Política Ambiental, ética y psicología” del Instituto de
Estudios Avanzados (IEA- USP). Desarrolla parte de sus estudios de post-doctorado en el Núcleo de Estudos Filosóficos da
Comunicação (FiloCom) de la Escola de Comunicações e Artes de la Universidade de São Paulo.
BONFIGLIOLI, C. P. El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas.
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sentir pena del muchacho que nunca disparó un revolver; él no se convirtió en más humano, al paso que
su educación fue tristemente descuidada. He ahí mi respuesta al respecto de esos jóvenes que tenían
inclinación por la caza, confiando que rápidamente habrían de superarla. Ningún ser humano, pasada la
etapa de imprudencia de la infancia, irá irresponsablemente asesinar cualquier criatura que valoriza su
vida por medio del mismo título de posesión que él. La liebre, en su hora extrema, llora igual que un
niño pequeño. Madres: les advierto que mis simpatías ni siempre hacen las distinciones filantrópicas
usuales. (Thoreau, 2001, p. 208-209, énfasis del autor)
Esa visión transcendentalista del mundo produce, todavía hoy, efectos sobre la
sociedad contemporánea; varias organizaciones ambientalistas se ocupan de los derechos de
los animales, de las plantas, del planeta entendido como organismo Uno, legitimando la
concepción de que lo natural tiene que ser protegido de cualquier agresión proveniente del
Hombre y que la valoración de los derechos civiles debe ser, entonces, extendida al ambiente
natural.1
No es extraño, entonces, que, en 1864, diez años después de la publicación de Walden
y dos años antes de la “invención” de la palabra ecología por Ernst Haeckel (1834-1919) haya
ocurrido la publicación de la obra antológica de George Perkins Marsh (1801-1882),
naturalista británico, en la cual la visión negativa de la presencia del Hombre en la
Tierra/Naturaleza, sea presentada como debida del uso “inescrupuloso” de los recursos
naturales. Intitulada Man and Nature, or Physycal Geography as Modified by Human Action,
el libro es considerado, por muchos filósofos e historiadores de la ciencia, “un clásico, en lo
que se refiere al problema de la influencia del hombre en el mundo y en la armonía que debe
existir entre él y su habitat. (…) Los conceptos que deben presidir la conservación de la
naturaleza en el mundo moderno, fueron todos expuestos en esa obra fundamental. (Dorst,
1973, p. 91)
La obra de Marsh (1864) marca el comienzo de la preocupación con el ambiente
natural, entendido como espacio a ser protegido de la amenaza de lo urbano, invirtiendo, una
vez más, la relación de fuerzas entre la ciudad y el paisaje, en lo que respecta al maniqueísmo
típico de los mitos arcaicos judaico-cristianos. Ahora es la ciudad que representa el lugar de la
maldad, de la corrupción del alma, de lo irracional; y lo sagrado, como lugar de lo natural,
está en riesgo.2
1
El pensamiento casi ‘anarquista” expresado por el ensayo “Desobediencia Civil” (1849) inspiró no solamente a Gandhi,
sino a grupos ambientalistas tan diferentes como el Greenpeace, el Sea Shepard y la PETA (People for the Ethical Treatment
of Animals). Ese aspecto cultural que marca la aparición del ambientalismo moderno como formación discursiva es, muchas
veces, ignorado u olvidado, tanto por periodistas, cuanto por varios estudios sociológicos relacionados al movimiento.
2
En el complejo conjunto de mitologías relacionadas al proceso de neolitización y al pasaje del politeísmo al monoteísmo en
el Oriente Medio, la consolidación de las ciudades aparece como principal forma de ocupación del espacio natural y de la
organización social, estableciendo una manera de relación con la Naturaleza que no es más pasible de modificación. La
relación Hombre-Naturaleza era experimentada y vivenciada a partir de ese espacio transformado por el Hombre – la ciudad
– de donde el ambiente natural es observado y se consolida la concepción de algo que es externo al hombre, de lo cual él
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En 1908, esa versión de valores encuentra apoyo en las declaraciones del entonces
Presidente Theodore Roosevelt (1858-1919), durante la Conferencia sobre la Conservación de
los Recursos Naturales:
Nos enriquecemos por la utilización pródiga de nuestros recursos naturales y podemos, con razón,
enorgullecernos de nuestro progreso. Llegó, no obstante, el momento de que reflexionemos seriamente
sobre lo que sucederá cuando nuestras florestas hayan desaparecido, cuando el carbón, el hierro y el
petróleo se agoten, cuando el suelo esté más empobrecido todavía, llevado a los ríos, contaminando sus
aguas, desnudando los campos y dificultando la navegación. (apud Dorst, 1973, p. 1)
Así, en 1935, cuando Arthur George Tansley (1871-1955), ecólogo de plantas inglés,
introduce la palabra y el concepto de ecosistema en la presentación e su artículo The Use and
Abuse of Vegetational Concepts and Terms, en la revista científica Ecology, el campo político
que defendía la importancia de la conservación o protección del ambiente natural ya estaba
sedimentado. La combinación entre el sesgo político y el científico de la formación discursiva
sobre medio ambiente será fundamental para la expansión del discurso ecológico como
discurso político contra-cultural en la década de 60, en los Estados Unidos y para la
institucionalización de la ecología como ciencia que estructurará tal discurso.
La preocupación con el espacio natural pasa a organizarse, entonces, como formación
discursiva de un sistema de pensamiento sobre la ciencia ecológica y sobre la necesidad de
proteger recursos naturales. De un lado, la necesidad de garantizar la permanencia de un
conjunto de condiciones generales físicas, químicas, biológicas, políticas, sociales y
económicas necesarias a la supervivencia humana y, también de adherir a una forma de
protesta generalizada contra procesos degenerativos (guerras, polución, desigualdad social y
económica, sigilo de informaciones) del sistema político dominante, en el período de la
Guerra Fría (1947-1991) deflagra los discursos políticos sobre la conservación del mundo
depende, pero del cual no forma parte. En aquél período de la civilización, la ciudad era entendida como paraíso y protección,
en tanto que la Naturaleza, fuera de los muros de las ciudades era lo inhóspito, el peligro, la prueba y lo infernal. Turner
(1990, p. 30) explica:“(...) la aparición de la civilización en Oriente Medio, de la forma como Occidente después lo
entendería, tiene el aspecto concomitante y altamente significativo de la superación de sentimientos más antiguos y
orgánicos: la gratitud a la Naturaleza y la interdependencia vital de todas las cosas. Esos sentimientos fueron desplazados por
las nociones masculinas de enfrentar la fuerza con otra fuerza y de la oposición permanente de Hombre y Naturaleza. La vieja
concepción de una tierra-madre y fecunda fue transformada en la simbología de una lucha vencida, con el falo metálico del
arado introduciendo su semilla grávida en el sutilmente resistente útero/suelo. Las ciudades verticales y estériles, reluciendo
en el paisaje, esculpían leones y bueyes para vigilar sus portones contra todos los peligros exteriores. De la forma que
emergió en esa región, la civilización conscientemente crió muros que la separaban de las armonías orgánicas y se definió en
términos de oposiciones. Como dice Joseph Campbell (1970), este punto de vista ‘se diferencia de la visión arcaica más
antigua por colocar todos los pares de opuestos – macho y hembra, vida y muerte, verdad y mentira, bien y mal – como si
fueran expresiones absolutas en sí mismas y no meros aspectos de la entidad más amplia de la vida’. Mumfold (1963) llama a
esa mitología de la revolución neolítica de ‘mitología del poder’ y dice que sus culturas tenían ‘personalidades envueltas en
armaduras’. Ahora bien, esas culturas ejercían poder no apenas sobre los animales salvajes que por tanto tiempo hostilizaron
pastores y agricultores, sino que, empleando sus nuevos músculos, trataban de controlar toda una naturaleza que parecía
resistir con sus propias fuerzas a la fuerza de la civilización.” De ahí nuestra afirmación de que esa relación polarizada, cuyo
valor se da por oposición maniqueísta entre Naturaleza y Ciudad/Civilización (o Cultura) pasa a invertirse una vez más en el
comienzo del siglo XIX.
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3
SMUTS, Jan Christiaan. Holism and Evolution. New York: Macmillan, 1926. apud GOLLEY, 1993, p.
4
BERTALANFFY, Karl Ludwig von. Problems of Life: An Evaluation of Modern Biological and Scientific Thought. New
York: Harper Torchbooks, 1952.
5
“But the more fundamental conception is, as it seems to me, the whole system (in the sense of physics), including not only
the organism-complex, but also the whole of physical factors forming what we call the environment of the biome – the
habitat factors in the widest sense. It is the systems so formed which, from the point of view of the ecologist, are the basic
units of nature on the face of the earth. These ecosystems, as we may call them, are of the most various kinds and sizes. They
form one category of the multitudinous physical systems of the universe, which range from the universe as a whole down to
the atom.”
6
“(…) the conditions for growth existed only in the United States.The most important factor was the second world war,
which interrupted ecological work worldwide. After the war the United States experienced a period of rapid development,
which included scientific activity in ecology. In contrast, Europe and Japan were preoccupied with reconstruction, a
reexamination of the principles of government, and the recovery of normal life.”
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“In America, however, the ecosystem concept appeared to be modern and up to date. It concerned systems, involved
information theory, and used computers and modeling. In short, it was a machine theory applied to nature. The concept
promised an understanding of complex systems and explicity promised to show Americans could manage their environment
through an understanding of the structure and function of ecological systems and by predicting their responses to
disturbance. Further, it extended the holistic concept into the modern, postwar environment.”
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“The whole played a key role in the intellectual development of ecology through the monoclimax and successional
paradigms of Frederic Clements, the famous plant ecologist of the Carnegie Institution of Washington. The concept of holism
had wider cultural significance. It postulated the existence of a complex entity, larger than humans or human society, which
was self-organized and self-regulating. In one sense, involved the extension of God-like or parental properties to nature.
Most significantly, it provided the individual faced with the complications and difficulties of daily life the notion that
somewhere out there, there was ultimate order, balance, equilibrium, and a rational and logical system of relations.
This mixture of ideas was carried forward past the second world war period by the generation that had fought the war, and it
dominated the immediate postwar years. The ecosystem concept fit into it, giving guidance to ecological scientists and
avoiding dissonance with the overall culture.”
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procesos deletéreos a los sistemas naturales, reflejando la apropiación del discurso contra-
cultural inicial por el sistema económico dominante.
A la vista de un sistema capitalista que prioriza el control de plagas en el agro-negocio
por el uso de substancias químicas altamente contaminantes y perjudiciales a los seres vivos9,
Rachel Carson10 se manifesta. Organizado em 1962, dos años antes de la muerte de la autora,
el libro Silent Spring enfoca especificamente las consecuencias desastrosas del uso
descontrolado de DDT11 e de otros pesticidas organoclorados en la agricultura norteamericana
y que llevó a la drástica reducción de especies animales – principalmente aves, anfibios y
pequeños mamíferos. Parte del libro fue, antes, publicado como una serie de artículos en la
revista The New Yorker. Trayendo innúmeras fuentes sobre las primeras “cuestiones
ecológicas”, por tratarse de problemáticas en que básicamente investigadores de la ciencia
ecológica empezaban a observar en los ecosistemas graves alteraciones en el “equilibrio” de
los flujos de materias y energías, el libro de Carson relata, de forma bien documentada, las
constaciones científicas a respetco de la real intervención negativa que el Hombre podía
ejercer en el ambiente natural de forma drástica. Eso llevaba a los investigadores a creer que
habría consecuencias dañinas también para la salud humana. Esa correlacion entre causa-
efecto, en el campo de la ciencia ecológica, llevó a otras correlaciones que extrapolan el
campo de saber ecológico em lo atinente a los efectos concretos y a los de significación y
sentido. Surge, así, la ecologia política, permitiendo a Golley (1993) afirmar que la ecología
política propiamente dicha, tuvo inicio, exactamente, en la década de los 50:
Alrededor de los años 50 los conflictos dentro de la sociedad americana empezaron a invadir las salas
de investigación de los ecólogos, no importando cuan escondidos estaban en sus torres de marfil. Rachel
Carson inició el movimiento ambientalista con su libro sobre los efectos de los pesticidas y a los
ecólogos les fue solicitado testimoniar para ambos lados del debate que siguió. Ambientalistas se
aprovecharon del concepto de ecosistema como una forma de mantener su fé en el holismo. El uso de
pesticidas por los seres humanos perturbó de manera fundamental el orden natural del mundo. El asunto
pasó a ser un problema moral. El ecosistema y, a veces, ‘la ecología’, estaban siendo perturbados y los
hombres estaban en peligro por destruir un sistema del cual dependían.” (GOLLEY, 1993, p. 3; énfasis
de la autora)12
9
El uso intensivo de agrotóxicos em la llamada “Revolución Verde”, está asociado a la estratégia y táctica de guerra del
gobierno norteamericano em las guerras de Corea y de Vietnam, y tuvo el apoyo de la industria química norteamericana, que
desarrolló los más diferentes tipos de substancias químicas tóxicas para uso en los combates en oriente y en la agricultura
doméstica de los Estados Unidos.
10
Carson, Rachel. (1962). Primavera silenciosa. São Paulo: Melhoramentos, 1969.
11
La década de 50 (en el siglo XX) refleja el auge del uso de los pesticidas organoclorados. Según Acot (1990, p. 106) fue
“el descubrimiento de los poderes insecticidas del DDT y de su larga descendencia de pesticidas organoclorados” que
desencadenó “la irrupción en gran escala de la lucha química en ecología. Esta, a su vez, “desempeñó, en la historia del
control biológico, un rol complejo, no obstante, contradictorio”, por el hecho de que proponía el combate a plagas por el uso
de substancias químics que se acumulaban en los fluíos de materia y energía tanto de los ambientes agro-cultivables cuanto
de los ecosistemas naturales.
12
“By the end of the 1950s, however, the conflicts within American society began to intrude upon ecological scientists, no
matter how deeply they hid within their ivory towers. Rachel Carson ignited the environmental movement through her book
on the effects of pesticides. Ecologists were asked to testify on both sides of the debates that followed. Environmentalists
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seized upon the ecosystem concept as a way to maintain their faith in holism. The use of pesticides by humans disturbed
in a fundamental way the natural order of the world. The issue was a moral one. The ecosystem, and sometimes, ‘the
ecology’ were being disturbed, and humans were in danger of destroying the system upon which they lived.”
13
En las décadas de 60 y 70 surgen Sierra Club, WWF y Greenpeace, algunas de las principales organizaciones
ambientalistas de la contemporaneidad. Greenpeace, especialmente, tiene, desde su origen, la marca de las protestas de la
contra-cultura de los años 60 y la clara adhesión al transcendentalismo de Thoreau, al defender abiertamente la desobediencia
civil en sus acciones. Por otra parte, en este caso es curioso notar como la contra-cultura de los años 60 se opone al consumo,
al sedentarismo y a los valores de la clase media dominante, pero percibiendo y utilizando los vehículos de información para
hacerse oir.
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“ecológicos), difundidos por los grandes medios. El impacto visual e informativo de los
accidentes de Three Miles Island14, Exxon Valdez15, Bhopal16 y Chernobyl17 transformaron
radicalmente la visión que se tenia del progreso, del desarrollo tecnológico y del potencial de
felicidad, igualdad y fraternidad derivados de ellos.
Es en ese período que el quehacer periodístico ofrece otra significación a la noción de
ecosistema y confunde el logocentrismo que debería tener por base:
John Algeo (1988)18 describe numerosas palabras con sufijo “eco-” corrientes en la literatura y el
discurso norteamericanos. Estas palabras incluyen ecotage, ecofix, ecopornography, ecodisaster,
ecodefense, ecofact, ecomenu, econote y así por delante. El uso casi siempre implca en alguna conexión
con el ambiente natural. Así, ecodisaster significaría um evento serio en el cual um desastre ocurriría en
el ambiente natural. La utilización del prefijo “eco-” como referencia al ambiente natural proviene de
um equívoco: el uso del vocábulo ecologia como sinônimo de ambiente natural por los medios
norteamericanos, a comienzos de los años 60. Aparentemente se trata de que, por ser menor, la palabra
ecology cabría mejor que la palabra environment en el ancho de la columna de los diarios. Los diarios
impresos, principalmente, fueron impermeables a los repetidos intentos de los ecólogos para corregir
ese uso equivocado. Este significado está, ahora, fijado en la lengua. (GOLLEY, 1993, p. 221; itálicos
del autor)19
14
A las cuatro de la mañana del 28 de marzo de 1979, um reactor de la termoeléctrica nuclear ee Three Miles Island, próxima
a Harrisburg, Pennsylvania, repentinamente se recalentó, liberando gases radioactivos. Durante una semana tensa, científicos
se movilizaron para prevenir la pesadilla de un colapso del reactor, el gobierno se apresuró a calmar a la población y centenas
de residentes se refugiaron en abrigos de emergencia. Fallas de equipamientos, errores humanos y falta de suerte habrían
conspirado para crear el peor accidente nuclear de la historia de los Estados Unidos. Disponible en:
http://www.pbs.org/wgbh/amex/three/ Acceso en: 04 Dic. 2005.
15
El 24 de marzo de 1989, en seguida de la medianoche, el petrolero Exxon Valdez se desvio de la ruta em Prince William
Sound (PWS), Alaska, para evitar icebergs y quedó encallado en Bligh Reef, provocando el derramamiento de 37.000
toneladas de oleo bruto en Alaska North Slope (ANS). Esa cantidad era aproximadamente 20% de las 180.000 toneladas de
oleo que el navío transportaba, cuando encalló en el arrecife. Disponíble en:http://www.valdezscience.com Acceso em: 04
Dic. 2005.
16
En la madrugada del 3 de diciembre de 1984, 27 toneladas de metilisocianato, cianuro de hidrógeno, mono-metil-amina y
outros gases letales, se filtraron de la fábrica de productos pesticidas organoclorados de la Union Carbide Corporation, em
Bhopal, Índia. Ocho mil personas murieron en la primera semana siguiente al accidente. Cien mil habitantes del área afectada
poseen lesiones permanentes. Hasta 2003, más de ocho mil personas habian muerto em consecuencia de los efectos de la
contaminación. Disponible en: http://www.bhopal.net/ Acesso en: 04 Dic. 2005.
17
El 26 de abril de 1986, a la hora 1:23:44, el reactor 4 de la Usina Nuclear de Chernobyl explotó, durante un test de las
turbinas. La realización del test dependía del desligamiento de los sistemas de seguridad de la planta, durante um teste das
turbinas. pero el desligamiento de emergencia del reactor, inexplicablemente, tampoco funcionó. De esta forma, la radiación
fue violentamente liberada – 100 veces más de la que resultó del lanzamiento de las bombas de hidrógeno sobre Hiroshima y
Nagasaki. Disponible em: http://www.chernobyl.info/index.php Acceso en: 29 Abr.2006.
18
Algeo, John. Among the new words. American Speech. 63:345-52. 1988. apud GOLLEY, 1993, p. 221.
19
“John Algeo (1988) describes numbers of eco- words that have become current in American literature and speech. These
words include ecotage, ecofix, ecopornography, ecodisaster, ecodefense, ecofact, ecomenu, econote, and so on. The usage
almost implies some connection with environment. Thus, ecodisaster would mean a serious event in which a disaster
occurred in the environment, causing environmental disturbance. The use of eco- for environment comes from misuse of
ecology as a synonym for environment by the American media beginning in the late 1960s. Apparently, the shorter word
ecology fit the column width of a printed page better than the longer word environment. Newspapers especially were
impervious to repeated attempts by ecologists to correct this misusage. It is, now, fixed in the language.”
BONFIGLIOLI, C. P. El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas.
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Esos foros institucionalizan el discurso ecológico y lo legitiman porque llevan el tema a las
instituciones sociales que, ahora, son responsables por actuar em nombre de la población – el
lugar “oficial” de donde el discurso ecológico pasa a ser proferido. Todas estas características
sociales, históricas, culturales y semânticas, construyen uma complejidad discursiva única, que se
expresa em los productos de comunicación:
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El capitalismo post-industrial que, de mi parte, prefiero calificar como Capitalismo Mundial Integrado
(CMI) tiende, cada vez más a descentralizar sus focos de poder de las estructuras de producción de
bienes y de servicios para las estructuras productoras de signos, de sintaxis y de subjetividades, por
intermedio, especialmente, del control que ejerce sobre los medios, la publicidad, las encuestas, etc.
(GUATTARI, 1990, p. 31).
20
“lenguas negras” es el nombre dado, en Rio de Janeiro, a sectores, de la arena de playas, que reciben agua y residuos
lanzados en redes urbanas de alcantarillados clandestinos y también pluviales, capaces de producir diversos tipos de
contaminación a bañistas y transeúntes que con ellas tomen contacto.
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Así como Viola y Leis (1992), Castells (2002) propone una tipología de los
movimientos ambientalistas, organizándola en función de sus objetivos, considerando que
para cada “tipo” de actuación corresponde una “identidad”. Las “identidades” propuestas por
Castells (2002) se refieren a enunciados que participan del discurso ecológico como
formaciones discursivas que se complementan o que se oponen, como vectores de fuerza
característicos del propio discurso que engendran.
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21
Algunos especialistas, no obstante, defienden que esa distinción cayó em desuso, ya que el aislamiento idealizado de las
áreas de preservación es totalmente imaginario y la fiscalización para mantenerlas aisladas comprobadamente ineficaz.
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de forma a evitar cualquier tipo de perturbación al medio natural. Esas “unidades delimitadas”
son denominadas “áreas de preservación permanente”, al contrario de “áreas de
conservación”, porque em éstas últimas, el uso para ócio es permitido. Esa distinción sobre las
estratégias de manutención del ambiente natural y del acceso a sus recursos, nace, según
Diegues (2004) de la oposición de “escuelas” así denominadas: la Ecología Profunda (Deep
Ecology), la Ecología Social, el Eco-Socialismo/Marxismo y el Neo-Naturalismo Neo-
Marxista de Serge Moscovici22.
Todas estas formaciones discursivas y las diferentes formas de traducirlas, están
sintetizadas em el vocablo ecología que moviliza el discurso ecológico contemporáneo,
definiendo la necesidad, para determinados sectores de la sociedad, de “esclarecer a la opinión
pública” sobre los efectos dañinos del desarrollo, en cuanto, para otros, hay necesidad de
“esclarecer a la opinión pública” sobre los esfuerzos de las grandes empresas y del gobierno
para evitar tales efectos dañinos. Ese embate de intereses es tanto emblemático cuanto
contradictorio, constituyendo la realidad discursiva en que estamos sumergidos:
Así, para donde miremos, re-encontramos esa misma penetrante paradoja: de un lado, el desarrollo
continuo de nuevos medios técnico-científicos potencialmente capaces de resolver las problemáticas
ecológicas dominantes y determinar el re-equilibrio de las actividades socialmente útiles sobre la
superficie del planeta y, de otro lado, la incapacidad de las fuerzas sociales organizadas, y de las
formaciones subjetivas constituidas, de apropiarse de esos medios para hacerlos operativos.
(GUATTARI, 1990, pg. 12).
Desde ese punto de vista, puede ser importante evaluar, por qué, hace cerca de 30
años, em el contexto de Brasil, que vivia el auge de la política de substitución de
importaciones realizada pelo II PND (LAYRARGUES, 1998), la imagen de un árbol
derribado en la floresta amazónica estaba relacionada a las ideas de desarrollo, progreso y
riqueza. La misma imagen hoy es interpretada de manera completamente diferente y trae
consigo una significación bastante negativa o, por lo menos, que no refleja uma interpretación
unânime como la de aquella época. Com el auxilio de los médios, los distintos “tipos” de
discurso sobre la sostenibilidad, son transformados em narraciones cuyo embate refleja
disputas de poder por diferentes grupos de subjetividades, que promueven agenciamientos
sociales y políticos buscando la manutención del sistema productivo hegemônico.
Guattari (1990), cuando se refiere a las crisis contemporâneas, em las cuales incluye la
problemática ambiental, afirma que las mismas resultan de um comprometimiento “de la
relación de la subjetividad com su exterioridad – sea ella social, animal, vegetal, cósmica – en
22
Moscovici, Serge. Hommes domestiques et hommes sauvages. Paris: Union Générale d’Éditions, 1974.
BONFIGLIOLI, C. P. El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas.
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Aún así, surge uma nueva práctica social y cultural, que empieza a buscar uma
alternativa al modelo económico vigente, y que está marcada por la necesidad de establecer
reglas y acuerdos para la implementación de critérios y límites que re-dibujen el nuevo
desequilíbrio de fuerzas representadas em la relación Hombre-Naturaleza. Esas medidas
buscan permitir el desarrollo y la manutención de esa relación de “intercambio”, em el
contexto sócio-económico em que es mantenida, teniendo como objetivo alcanzar calidad de
vida para los que aquí están y para las generaciones futuras.
Así ampliada, la noción de sostenibilidad no se organiza más apenas por la escritura
científica que conceptuó los términos ecosistema o ecología, ni por la escritura del
transcendentalismo norteamericano que defendió el derecho de todos los seres vivos a la vida,
sino que se re-diseña como expresión de un fundamento biopolítico en moldes foucaultianos:
En los mecanismos implantados por la biopolítica, se tratará sobre todo, claro, de estimativas,
estadísticas, mediciones globales; (…) se trata de establecer mecanismos reguladores que, en esa
población global, con su campo aleatorio, van a poder fijar un equlilibrio, mantener una media,
establecer una especie de homeostasis, asegurar compensacioes; en suma, de instalar mecanismos de
previdencia alrededor de ese aleatorio que es inherente a una población de seres vivos, de optimizar, si
ustedes lo prefieren, un estado de vida: mecanismos, como ustedes ven, como los mecanismos
disciplinarios, destinados a maximizar fuerzas y extraerlas, pero que pasan por caminos enteramente
diferentes (…). Se trata de actuar de tal manera que se obtengan estados globales de equilibrio, de
regularidad; en resumen, de tener en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre-especie y de
asegurar sobre ellos no una disciplina, sisno suna reglamentación. (FOUCAULT, 2002, p. 293-294)
23
El dibujante de historietas Laerte ilustró esa idea, de manera divertida, em el Cuaderno “Folha Ilustrada” del periódico
Folha de S. Paulo en 1991, utilizando la dupla Gato & Gaga, de la serie “Piratas do Tietê”:
- Gato (camina agitado, lleva las manos a la cabeza): "El comunismo acabó… ¿y? ¿Adónde fue a parar la lucha
contra la miseria? ¿Adonde fue a parar la lucna contra la opresión?¿La lucha por libertad?
- Gata (muy calma, en frente a la computadora): “Fue todo reprogramado para ‘ecología’.”
24
FUKUYAMA, Francis. O fim da história e o último homem. Rio de Janeiro: Rocco, 1992.
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ambiente natural, pero también los demás espacios “naturales” donde vive el Hombre
moderno. Al legitimar la “nueva” idea de sostenibilidad, los medios hacen circular una “re-
lectura” del fundamento ecológico de la unidad, que ahora, acopla al concepto de ecosistema,
otras nociones como las de agro-ecosistemas (el ambiente”natural” dominado por el Hombre
del campo) y de los ecosistemas urbanos (la ciudad).
Esta “fragmentación discursiva, como indican Žižek (1996), Viola y Leis (1991),
Castells (2002), Coutinho (2002) y Diegues (2004), establece nuevos “aparatos” o “sistemas”
de producción de formaciones discursivas sobre el discurso ecológico “original”, reunidas,
entonces, como temática de sostenibilidad. El aparato mediático interfiere en la estructuración
y organización de las formaciones discursivas, en la medida en que legitima los diferentes
grupos de subjetividades que las enuncian: entidades ambientalistas, sectores legislativos y
jurídicos de gobierno, agencias ambientales, entidades del sector privado, científicos y
tecnólogos. Esos grupos productores de subjetividades movilizan el discurso de la
sostenibilidad, la nueva imagen de mundo posible, [re]organizándolo y [re]significándolo, en
vista de procesos de subjetivación económicos y políticos, estableciendo oposiciones que “al
contrario de un eterno debate filosófico, expresan la constitución de sistemas discursivos
discontinuos y muy diferentes, bajo contextos sociales específicos”. (Coutinho, 2002) Así
fragmentada en su régimen, al mismo tiempo de operador y operado, la temática de la
sostenibilidad desarrolla y expresa una “gama heterogenea de estilos de vida y juegos de
lenguaje”, como dice Eagleton26 (1987, apud HARVEY, 1992, p. 20) al referirse al post-
modernismo. Orientada por, pero también orientando, sistemas burocráticos, científicos y
políticos, la temática de la sostenibildad es mantenida por un complejo conjunto de elementos
significantes que giran en la industria cultural y reafirman la metafísica de la presencia que
constituye la temática.
Simultaneamente, los sistemas de formaciones discursivas sobre la temática de la
sustentabilidad disputan la “centralidad simbólica” del discurso ecológico, que, al contrario,
del amplio movimiento cultural que lo originó, todavía no “renunció al impulso nostálgico de
totalizar y legitimar a sí mismo.” (LAYRARGUES, 2000).
La meta de esta sección no fue recorrer y desdoblar extensivamente estos vestígios,
mucho menos emprender uma de-construcción de los textos fundantes del saber ecológico,
25
La expresión brasileña “trocar em miúdos” ou, como consta en el texto, “traducir en cambio chico” entre otros significados
quiere decir cambiar un billete por monedas (cambio chico) lo que en el contexto de la frase debe ser entendido como
transformar una información compleja en otras más simples, sin perder, claro, o valor. (N. de T.)
26
EAGLETON, Terry. As ilusões do pós-modernismo. Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 1998. apud HARVEY, 1992.
BONFIGLIOLI, C. P. El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas.
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sino explorar algunas de las consecuencias de esos textos en la construcción de una formación
discursiva, entendiendo que la Historia de la Ciencia pocas veces es blanco de un estudio “del
tipo” arqueológico o genealógico como sugiere Foucault:
(...) la historia de un concepto no es, de ninguna manera, la de su refinamiento progresivo, de su
racionalidad continuamente creciente, de su gradiente de abstración, sino la de sus campos de
constitución y de validez, la de sus reglas sucesivas de uso, la de los médios teóricos múltiples em que
fue realizada y concluída su elaboracion. (...) prescriben de esta forma, para el análisis histórico, no más
la investigación de los comienzos silenciosos, no más la regresión sin fin em dirección a los primeros
precursores, sino la identificación de um nuevo tipo de racionalidad y de sus múltiples efectos.
(FOUCAULT, 2000, p. 4 - 5)
Al defender la idea de que, para tratar de los discursos de los hombres con cuidado de
método es preciso aceptar el tratar apenas “de una población de acontecimientos dispersos”,
Foucault (2005) entiende el discurso como un conjunto de enunciados que son irrupciones de
acontecimientos no necesariamente semejantes o fácilmente inter-ligados. Es necesario
desalojar las formas prontas e inmediatas de la continuidad, de la sucesión y de la identidad de
los enunciados.
El discurso tiene su unidad en el conjunto “constituido por todos los enunciados
efectivos (que hayan sido hablados o escritos), en su dispersión de acontecimientos y en la
distancia propia de cada uno”. (FOUCAULT, 2000, p. 29-30). Su proyecto es el de una
“descripción de los acontecimientos discursivos como horizonte para la búsqueda de las
unidades que ahí se forman” lo que se distingue fácilmente del análisis de la lengua. Ese
proyecto entiende el análisis del campo discursivo como la comprensión del enunciado “en la
estrechez y singularidad de su situación; de determinar las condiciones de su existencia, de
fijar sus límites de la forma más justa, de establecer sus correlaciones con los otros
enunciados a los que puede estar relacionado, de mostrar qué otras formas de enunciación
excluye.” (idem, p. 31)
De esta forma, Foucault destaca la importancia del enunciado como irrupción
histórica, restituyendo a él su singularidad como acontecimiento y mostrando que la
discontinuidad “no es solamente uno de esos grandes accidentes que producen falla em la
geologia de la historia, sino ya en el simple hecho del enunciado”, pois,
por más banal que sea, por menos importante que lo imaginemos en sus consecuencias, por más
facilmente olvidado que pueda ser después de su aparición, por menos entendido o mal descifrado que
lo supongamos, un enunciado es siempre un acontecimiento que ni lengua ni sentido pueden agotar
enteramente. (FOUCAULT, 2000, p. 31)
la idea de lo ecológico en cuanto tal. Este estatuto, el estatuto ecológico, permea todos los
enunciados independientemente de su irrupción histórica.
El estatuto ecológico es el reconocer en los seres vivos, y por lo tanto, en sus cuerpos,
una característica común, o sea, una base química y orgánica cuya manutención está fundada
en la co-dependencia y en la interacción de hecho de los ciclos de materia y energía que
mantienen la vida biológica. Este reglamento remonta al pensamiento griego, pero se organiza
como enunciado técnico-científico a partir del concepto de ecosistema, establecido en los
comienzos del siglo 20, siglo que concebirá la compleja temática de la Sostenibilidad en su
segunda mitad.
En esa misma dirección, a pesar que desconfiando de la carga de sentido
estructuralista puesta en la palabra, Derrida (2005, p. 229) retoma la posibilidad del
acontecimiento en la historia de un concepto como “la forma exterior de una ruptura y de un
re-doblamiento”. En lo que tiene que ver con el pensamiento ecológico, esa ruptura, ese re-
doblamiento, que por la escritura funda su premisa-llave, se dio en tres momentos de
temporalidedes muy diferentes y conexiones elípticas, refiriéndose al aparecimiento del
concepto de ecosistema.
Es com base em este fundamento de unidad, en que unidad corresponde, al mismo
tiempo, a las partes correspondientes del todo (los organismos vivos, los componentes
minerales del planeta, las reacciones químicas que permiten la transferência de matéria y
energia entre ambiente y seres vivos), como al conjunto resultante de la reunión de las partes
(ecosistema), cuyo valor es mayor que el de las partes, permite que la palabra ecología se
vuelva sinónimo de ecosistema y “emigre” para significar campos de saber tan diferentes
como los que, hoy, llamamos Ecologia política, Justicia ambiental, Biología de la
Conservación, Derecho ambiental, Ambientalismo27, Desarrollo sostenible.
Estabelecer, pues, una historia de las ciencias que tratan de las relaciones entre seres
vivos y su medio ambiente – que es como, convencionalmente, se define el “objeto” de la
Ecología – implica la búsqueda por los vestigios de los saberes que se configuraron, en ese
trayecto, como saberes de una Historia de los Sistemas del Pensamiento Ecológico, por medio
de la escritura que legitima esos discursos. Se destaca, así, el logocentrismo característico de
27
Existe una preocupación em la producción acadêmica brasileña em precisar las significaciones para los términos
“ambientalismo” y “ecologismo”. Se percibe una tendencia del uso de “ecologismo” como sinônimo de “ecologismo
profundo”, que defiende la ruptura com los modos de producción y de consumo del capitalismo avanzado, considerado
subversivo y radical, em oposición al uso de “ambientalismo”, referido como el discurso ecológico empresarial o
gubernamental, o sea, el discurso ecológico apropiado por las instituciones del sistema económico hegemónico. Estas
diferencias de significación aparecen en LAYRARGUES, 2000; VIOLA y LEIS, 1991; y LEIS, 1991.
BONFIGLIOLI, C. P. El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas.
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esos dos aspectos ontológicos del pensamiento ecológico – su competencia como Ciencia
positiva y su historicismo, debido a factores sociales, económicos y culturales específicos
cuya confluencia favoreció su surgimiento.
Los saberes (FOUCAULT, 2000) que definem la Ecología como Ciencia (relaciones
entre seres vivos y su medio ambiente) y como Política Pública (la creación de leyes, tratados
y acuerdos y la reivindicación de la ratificación internacional de algunos de ellos, bajo la
alegación de la necesidad de “garantizar un futuro ecológicamente saludable para las
generaciones futuras”) se organizan, entonces, por la escritura y por los textos que encadenan
y sostienen discursos. Al mismo tiempo en que la escritura fija acontecimientos, hechos y
conceptos, los textos y discursos constituidos pueden ser analizados, de-construidos,
revisitados, interpretados y re-interpretados, permitiendo que aquello que estaba fijado pueda
moverse en el tiempo debido a la propia práctica discursiva y a la escritura de nuevos textos.
En ese sentido, desde el pensamiento griego hasta la actualidad, hay caminos
históricos, discontinuos y complejos, que tejen el trayecto de institucionalización de sistemas
de pensamiento por la escritura, culminando com la acepción moderna de lo Natural
entendido como sinónimo de Ecosistema, uno de los términos-llave para pensar el discurso
ecológico contemporáneo y las representaciones que de él se hacen los vehículos de
información.
El pensamiento ecológico resulta, entonces, de um arreglo, em la Historia, de uma
ciência y de um saber específicos, que fueron fundamentados como verdades. Esas verdades
vuelven legítima, en la actualidad, la creación de leyes, tratados y acuerdos y la
reinvindicación de la ratificación internacional de algunos de ellos, bajo la alegación de la
necesidad de “garantizar un futuro ecológicamente saludable para las generaciones futuras”.
La preocupación con el ambiente es entendida, así, como la necesidad de manutención
de um tipo de salud – la “salud ambiental” – y de um tipo de equilíbrio, ajuste, adaptación – el
“equilibrio ecológico” –, de los cuales la existência da especie humana es dependiente, a
punto de justificar la implementación de interdicciones en el campo jurídico, en el campo de
la actuación política y de la vida cotidiana contemporánea y, en consecuencia, su explotación
textual e imagética por los vehículos de información.
Protocolos, Tratados y Convenciones internacionales representan, así, la escritura de la
ciência ecológica y el texto jurídico que define metas en el orden político y económico
mundial, trayendo en sí el fundamento de la sostenibilidad como unidad planetaria. Esos
acuerdos internacionales son regímenes disciplinarios porque legislan e imponen una visión
BONFIGLIOLI, C. P. El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas.
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