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La civilización maya se caracterizó por ser una de las más avanzadas de América
científica y artísticamente. Poseía una escritura jeroglífica altamente evolucionada, una
arquitectura imponente, importantes avances en los campos de la astronomía y las
matemáticas, un arte destacado y una cosmogonía riquísima. No obstante, para muchos
países de occidente esta cultura precolombina se da a conocer masivamente ya en la
contemporaneidad por la divulgación de una profecía que anunciaba el final de los
tiempos el 21 de diciembre del año 2012. Un vaticinio calculado por el autor
estadounidense Frank Waters de la corriente del new age. Los aportes matemáticos
mayas, fundamentales para la ciencia moderna, pasaban a un segundo plano ante la
inminente venida del apocalipsis.
“Bajan hojas del cielo, bajan del cielo arcos floridos. Celestial es su perfume.
Suenan las músicas, suenan las sonajas del Once Ahau. Entra al atardecer y cubre
muy alegre con su palio al sol, al sol que hay en Sulim cham, al sol que hay en
Chikinputún. Se comerán árboles, se comerán piedras, se perderá todo sustento
dentro del Once Ahau Katún”. (Anónimo, 1986)
Los Chilam Balam son recopilaciones escritas en lengua maya de la mitología, folclor e
historia de esta civilización, uno de los más destacados es el de Chumayel, llamado así
por la población en donde fue escrito. Se remonta al siglo XVI, época en la que los
españoles ya se habían asentado en América y la situación de los mayas era bastante
crítica. Es posible que se haya realizado con el fin de dejar constancia de su por la tierra
y no permitir que su cultura fuera borrada totalmente. Sin embargo hay que tener en
cuenta que el Chilam Balam es un intento de plasmar en forma escrita la tradición oral y
las historias representadas en la arquitectura y el arte. Sumado a esto las traducciones a
otras lenguas resultan una interpretación de otra interpretación, con unos textos que son
altamente metafóricos y simbólicos, errores de transcripción, páginas perdidas y
renovaciones. Además la lengua maya está compuesta de términos polisémicos, ni
siquiera las palabras ‘chilam balam’ tienen una traducción directa: puede ser desde de
boca de brujo hasta sacerdote del dios jaguar. Y finalmente la cosmovisión de occidente
y la de los mayas es muy distinta, incluso en la forma de medir y percibir el tiempo, así
que no es descabellado deducir que pasamos por alto muchísimas creencias perdidas al
leer esta recopilación.
Las profecías apocalípticas tan difundidas en las pesadillas de occidente tienen su origen
en la interpretación de Waters de varias inscripciones mayas en piedra, el Chilam Balam
de Chumayel y, aunque parezca mentira, una mezcla de las creencias de otras culturas
como la azteca con su Mito de los Cinco Soles.
Los españoles se apropiaron de las tierras de los indígenas que habitaban Centroamérica
y Suramérica, así como de sus cabezas, de su fe. Por eso cuando los mayas fueron
perdiendo a sus ‘sacerdotes’, como son llamados en varias traducciones del Chilam
Balam, su mitología perdió la fuerza y los descendientes que sobrevivieron no tenían
balam que les enseñara cómo era el tiempo, cómo tratar las plantas, qué rituales existían
y cómo se debían leer las estrellas. Ya para cuando llegó el convulsionado siglo XX su
rastro era casi imperceptible para la gente que habitaba sus territorios, el Balam Chilam
fue cambiando de manos y reescrito una y otra vez, hasta que en 1955 Íñigo de Martino,
un director de cine mexicano, decidió plasmar en una película su punto de vista sobre este
libro. Este filme es quizá la prueba más clara de la importancia que tenían para el pueblo
latinoamericano la nueva república y las ideas de nación (un dios, una lengua, una
bandera, una tierra), tan similares a las europeas. La búsqueda de su identidad ancestral
parecía totalmente extinta. En el filme no hay un ápice de la cosmovisión del libro, los
intentos por usar palabras mayas se quedan en mera enunciación restándole aún más
contenido. El director transforma una recopilación mitológica en una historia
melodramática, con actuaciones y escenografías notoriamente teatrales, usando la derrota
de los mayas frente a los españoles como pretexto para alabar el mestizaje y la “nueva
raza de hombres” que componen el pueblo mexicano. La fotografía y dirección tampoco
son destacables y el “homenaje” termina pareciendo una ofensa. Vale la pena mencionar
una anécdota del rodaje como el único punto rescatable de la película: los indígenas
mayas que actuaban en la película se rehusaban a hacerse los muertos en ciertas escenas
y seguían luchando contra los actores blancos.
“Cinco días será mordido el Sol y será visto. Esta es la representación del Trece
Ahau . Señal que da Dios es que sucederá que muera el Rey de esta tierra. Así
también que vendrán los antiguos Reyes a pelear unos contra otros, cuando vayan
a entrar los cristianos a esta tierra. Así dará señal Nuestro Padre Dios de que
vendrán, porque no hay concordia, porque ha pasado mucho la miseria a los hijos
de los hijos. Nos cristianizaron, pero nos hacen pasar de unos a otros como
animales. Y Dios está ofendido de los Chupadores..” (Anónimo, 1986)
Ese dolor de los mayas por la lucha perdida y su religión prohibida por tanto tiempo es
muy evidente a lo largo del libro, al comienzo con la descripción de su quebranto y al
final con la furia de sus profecías. El símbolo del sol es un elemento fuerte en sus
metáforas, esa castración de lo más importante, ese apagón de lo que los ilumina el
camino y los mantiene vivos. Las mordidas al sol como símbolo divino: los eclipses, esa
constante mirada al cielo y su lectura constante de los astros. No es de extrañar que sean
símbolos tan fuerte, los mayas poseían varios calendarios y tenían un enorme
conocimiento astronómico que fue totalmente subestimado por sus invasores.
• Anónimo. (1986). Los libros de Chilam Balam de Chumayel. Madrid: Historial 6..