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¿Y quién fue el Mariscal Nieto?

En la galería de próceres y héroes de nuestra independencia hay infinidad de nombres que, sin ser
tan conocidos como San Martín, Sucre, Bolívar o Unanue, tuvieron enorme trascendencia desde el
ejército e incluso, posteriormente a la liberación decretada el 28 de julio de 1821, de gran
participación en las batallas que sellarían esa liberación y como políticos en actividad, sirviendo al
país desde los cargos más relevantes de la nueva república. Es el caso del Mariscal Domingo Nieto
y Márquez, hijo insigne de Moquegua, ciudad en la que estaremos en los próximos días haciendo
realidad el sueño de un docente, paisano de este valiente personaje. Desde 1936, Mariscal Nieto
es nombre de la principal provincia moqueguana, donde se ubica la Plaza de Armas, la
municipalidad y gobierno regionales y las principales instituciones públicas y privadas de la región.
Además, su nombre es usado en el colegio militar de Moquegua y cómo no, en una importante
avenida de Lince, conocido distrito de nuestra capital, Lima. ¿Y quién fue el Mariscal Nieto? Aquí
se lo contamos:

Domingo Nieto y Márquez fue un militar y político peruano. Participó a lo largo de toda la
campaña de la Independencia del Perú, de 1821 a 1825. Luego actuó en las revoluciones y guerras
civiles de su país, aunque siempre respaldando a la autoridad legítima y a la Constitución, por lo
que recibió en vida el pseudónimo de “El Quijote de la Ley”. Otro de sus apodos fue el “Mariscal
Grecorromano”, por su vasta cultura clásica y su conducta política que recordaba a la de los viejos
romanos republicanos que veneraban a la ley.

En las postrimerías de su vida fue nombrado Jefe de Estado Provisorio del Perú, que desempeñó
durante un corto período entre 1843y 1844, pues falleció víctima de una enfermedad, cuando
apenas contaba con 40 años de edad.

Nació en el puerto de Ilo, Moquegua el 15 de agosto de 1803. Sus padres fueron Domingo Nieto
Hurtado de Mendoza y María del Carmen Márquez. Hizo sus estudios en Moquegua.

Se incorporó al Ejército Libertador, que llegó a Moquegua al mando del comandante Guillermo
Miller (1821). Al lado del general José de La Mar estuvo en las Batallas de Junín y Ayacucho (6 de
agosto y 9 de diciembre de 1824).

Participó en la guerra contra Colombia (1828-1829), al frente del primer Regimiento de Húsares de
Junín. Promovido a la clase de coronel en 1829, estuvo a cargo de una brigada de caballería junto
al presidente Gamarra hacia la frontera con Bolivia (1831). Fue ascendido a general de brigada en
1833.

Al conocerse en Arequipa el pronunciamiento del general Pedro Bermúdez, asumió la


comandancia militar del departamento (1834) y organizó la defensa de la autoridad legal. Sostuvo
adversas acciones armadas en Miraflores y Cangallo contra las fuerzas sediciosas, y después del
abrazo de Maquinguayo (1834), ejerció la jefatura política y militar de los departamentos del Sur.

Promovido entonces a general de división en 1834 pasó a Lima, donde asumió el cargo de
Inspector General del Ejército, y en tal virtud dirigió las operaciones contra un motín efectuado en
las fortalezas del Callao.
Pero allí se inició luego el pronunciamiento del general Felipe Santiago Salaverry (1835), quien
dispuso la prisión de Nieto. Desterrado por su orden a California, logró desembarcar en Huanchaco
y organizar la defensa de la autoridad legal.

Decidida la opinión a favor del caudillo rebelde, obtuvo autorización para trasladarse a Chile; y
cuando llegó a su conocimiento la intervención boliviana, se presentó en Arequipa ante el
presidente Orbegoso para moverlo a rechazar los actos de gobierno autorizados por Santa Cruz y
la división del país.

Al ser esto imposible y conocido el recelo con que lo miraba el caudillo boliviano, aceptó el cargo
de ministro plenipotenciario en Ecuador; pero no alcanzó a desempeñarlo, y quedo como prefecto
del departamento de La Libertad.

Sin comprometerse con el régimen de la Confederación Perú-Boliviana, trató de servir a los


pueblos y organizó fuerzas con cuyo respaldo proclamó la libertad del Estado Nor-Peruano (1838).

Al triunfar en la Batalla de Agua Santa, Pisco (1842), fue proclamado mariscal. Formó en Tacna,
con la colaboración del general Ramón Castilla, una Junta de Gobierno (1843). Convertida después
en Suprema Junta de Gobierno Provisorio, presidida por Nieto. Ejercía este cargo en el Cusco,
cuando falleció el 27 de febrero de 1844, se le reconoce porque siempre respaldó a la autoridad
legítima, aun con sacrificio personal.

En la bibliografía histórica moderna, destaca esta crónica de Enrique Chirinos Soto, tomada de su
libro Historia de la República, Tomo 1, 1821-1930 (publicado en 1985) en que narra el singular
combate, al estilo medieval, que sostuvo el Mariscal Nieto con su émulo y retador, el lancero
venezolano José María Camacaro:

“Camacaro, lancero de Colombia, jefe de un regimiento, reta a Nieto, jefe de un regimiento


peruano, a combate singular, como en los torneos medievales, a fin de ahorrar la sangre del resto
de la oficialidad y de la tropa. Camacaro es hercúleo y de enorme talle, a punto tal que lo llaman
“el gigante”; Nieto, antes bien, es de corta estatura. No obstante, la aparente desventaja física,
Nieto acepte la proposición. Parten los caballos al galope; se cruzan las lanzas; el gigante
Camacaro es atravesado y muerto: Nieto ha obtenido la victoria. Entonces, a despecho de lo
estipulado, los colombianos enfurecidos atacan súbitamente, según parece, a los peruanos. Nieto
tiene que ordenar la retirada. Más tarde, al atravesar un desfiladero, los peruanos divisan las
tropas de Sucre, que, desde la altura, dominan completamente la situación. Nieto se prepara para
lo peor. El vencedor de Ayacucho ha tenido ya noticia del épico lance, e hidalgamente, en vez de
ordenar el ataque, que pudiera ser a mansalva, dadas las circunstancias, se descubre y saluda al
héroe peruano y ordena se le rindan honores militares. Nobleza obliga. Nieto responde al saludo
del adversario. El parte de la batalla del Portete de Tarqui da cuenta, con el acostumbrado
laconismo castrense, de la bravura de Nieto; pero el caballeresco episodio fue narrado, con algún
detalle, por el Deán Valdivia en sus Memorias, y está certificado por la autoridad de Jorge Basadre
en la última edición de su monumental Historia de la República”.

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