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Depresión: Pertenencia Negada

6.1 Lo que no explica la serotonina


La depresión plantea muchas preguntas, por ejemplo, ¿por qué es cíclica? Es bien sabido que esta
psicopatología tiende a resolverse por sí misma y reaparece después de un periodo de remisión total o
parcial, cuando se vuelve crónica. En el mejor de los casos, los fármacos aceleran la remisión que ocurre
de forma natural en la enfermedad. Si excluimos la distimia (para la que no aplican las hipótesis
desarrolladas en este capítulo), las otras formas de la enfermedad se caracterizan por un patrón de
aparición-remisión. La depresión está allí o no lo está; los pacientes a menudo describen entrar o salir de
la enfermedad como un suceso repentino, a veces inesperado. Ésta es la particularidad de la depresión;
cuando otras psicopatologías se vuelven crónicas, tienden a mantenerse en el tiempo sin muchas
variaciones. Si un desorden psíquico no se supera rápidamente, independientemente de su etiología,
éste reorganiza las relaciones interpersonales a su alrededor, creando nuevos posicionamientos, roles y
configuraciones relacionales que inevitablemente contribuyen a estabilizarlo (Sluzki, 1981). Como bien
saben los terapeutas familiares, los intentos que realiza la familia para encontrar una solución al
problema frecuentemente lo incrementan (Watzlawick, Weakland & Fisch, 1974), y la misma capacidad
del núcleo familiar para lidiar con las dificultades de uno de sus miembros se vuelve un obstáculo para el
cambio cuando persiste el problema. Sin embargo, la naturaleza cíclica de la depresión parece no seguir
esta regla.
El vínculo entre el arte y la depresión plantea otra pregunta desconcertante: ¿Cómo es que las
personas propensas a la depresión, típicamente con particular baja autoestima, tienen la capacidad para
producir grandes obras maestras? Es bien sabido que muchos grandes artistas, a lo largo de sus vidas,
han experimento periodos de depresión. Este fenómeno tiene una implicación mucho más amplia que la
que sugiere la conexión entre la depresión y el arte. En la historia del mundo no abundan genios, así
como los artistas son pocos; aun así, muchas personas propensas a la depresión muestran una capacidad
poco común para realizar grandes negocios, trabajos importantes en ciencias y otras profesiones. Pero,
¿cómo es que una persona con una gran visión negativa -de sí misma, del mundo y del futuro- según la
definición conocida de Beck (1967), encuentra los recursos necesarios para realizar tan notables logros,
incluyendo obras de arte? Es otro enigma que necesitamos intentar descifrar.
Si la falta de serotonina fuera de hecho, la causa de la depresión, tal como la industria farmacéutica
y la psiquiatría lo han dicho por años, no habría respuesta a ésta u otras preguntas que consideraré
después. Las investigaciones disponibles, de hecho, no demuestran que la deficiencia de serotonina

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


tenga un efecto causal en la depresión; hay un gran abismo entre lo que se ha anunciado y lo que la
literatura científica ha logrado demostrar (Lacasse & Leo, 2005).
Desde el 2000, ha habido una gran disputa en torno a la idea de si la depresión es una enfermedad
del cerebro, comparable con diabetes o asma, sobre su aumento en el occidente y sobre la efectividad
de los Inhibidores Selectivos de Recaptura de Serotonina (ISRS) (Greenberg, 2010; Healy, 2004; Horwitz
& Wakefield, 2007; Kirsch, 2010; Lane; 2007).
Las pruebas disponibles actualmente muestran que aproximadamente el 25% de pacientes con
depresión tienen bajos niveles de serotonina o norepinefrina (Horwitz & Wakefield, 2007; Valenstein,
1998). Si las hipótesis sobre la falta de serotonina fueran correctas, en términos etiológicos, explicarían
sólo un número limitado de casos; pero no lo son, al menos en términos etiopatológicos. Los bajos
niveles de serotonina encontrados en dichos pacientes puede ser, de hecho, la consecuencia más que la
causa de la depresión. No existe evidencia empírica que muestre que el desequilibrio químico es la causa
de la depresión. En efecto, sabemos que lo opuesto ocurre en los primates, como se demostró en
estudios de laboratorio en los años 80s por el psiquiatra Michael McGuire y sus colegas (McGuire,
Raleigh & Johnson, 1983; Raleigh et al., 1984) en el mono verde y otros monos cuya vida social se
caracteriza por relaciones jerárquicas cercanas y estables con un macho dominante en cada grupo. Estos
estudios mostraron que los niveles de serotonina y de otros neurotransmisores conectados con la
depresión, varían según el estatus social de los monos. Cuando los investigadores quitaron a los machos
dominantes de cada grupo respectivamente, sus niveles de serotonina, que eran el doble al de los otros
machos del grupo, disminuyeron rápidamente junto con sus niveles de actividad, y los monos rechazaron
los alimentos; en breve, a juicio de los investigadores, parecían “deprimidos”. Por otro lado, los niveles
de serotonina de los monos que obtuvieron un mayor estatus después de quitar a los machos
dominantes, aumentó, alcanzando los niveles de los machos que fueron retirados. Estos resultados se
han repetido recientemente con las monos hembras (Shively, Laber-Laird & Anton, 1997) y en entornos
naturales (Berman, Ramussen & Suomi, 1994). Entre los babuinos fuera de cautiverio en el Este de
África, el neuro-endocrinólogo Robert Sapolsky también encontró que la posición de subordinación
crónica produce altas cantidades de hormonas de estrés, similar a las que muestran las personas
deprimidas. Pero cuando la posición jerárquica de los babuinos cambió, los niveles de las hormonas de
estrés se redujeron (Sapolsky, 1989). También se encontró que hay ventajas conductuales y
neuroquímicas en las posiciones de mayor rango, sólo si las jerarquías dominantes son estables. Cuando
la jerarquía es inestable y las posiciones dominantes son precarias, los primates con posiciones altas
también producen cantidades de hormonas de estrés similares a las de sus seguidores (Sapolsky, 2005).

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


De igual manera, la teoría de que la depresión es una enfermedad transmitida genéticamente no ha
sido confirmada por evidencia empírica. Con base en los resultados obtenidos de estudios longitudinales
en gemelos, realizados en el último siglo, la mayoría de los expertos concuerda en que el componente
genético de la depresión es alrededor de 30-40% (Coyne, 1982; Gilbert, 1982). Los extraordinarios
desarrollos en genética permitieron a los investigadores mapear genes específicos y examinar los
vínculos en el desarrollo de la depresión (Capsi et al., 2003). Sin embargo, los resultados de este estudio
indican hasta el momento que la genética juega un rol limitado en el desarrollo de la depresión: cómo
mucho, puede ser un factor de riesgo o de protección (véase, por ejemplo, Bentall, 2009; Horwitz &
Wakefield, 2007).
De mayor importancia han sido los resultados relacionados con la efectividad del Prozac y otros ISRS
y sus efectos secundarios, que han surgido de ensayos clínicos de doble ciego. Estos resultados son
preocupantes, ya que, aunque presentados como milagrosos, dichos fármacos han tenido efectos
idénticos o un poco mejor que el placebo. Un meta análisis llevado a cabo por Kirsch y su colegas (Kirsch
et al., 2008; Kirsch et al., 2002) sobre la investigación presentada por las compañías farmacéuticas a la
Administración Federal de Drogas no arrojó diferencia entre los ISRSs y el placebo para depresiones
ligeras o moderadas así como mínima diferencia para depresiones más severas. Otro meta análisis no
encontró diferencia alguna entre el placebo y los ISRSs en cualquier nivel de gravedad de depresión
(Kahn et al., 2002) ni ligera ni moderada (Fournier et al., 2010). Además, los ISRSs no tienen mejores
resultados que el efecto placebo en las pruebas más fiables, a saber, aquellas con un “activo placebo”.
Los datos más preocupantes se refieren a los efectos secundarios de los ISRSs: estos antidepresivos
aumentan el ya de por sí alto riesgo de suicidio. Esto fue comprobado para niños, adolescentes y gente
joven (Hammad, Laughren & Racoosin, 2006), tanto es así que la Administración Federal de Drogas
recientemente concluyo que “en comparación con los placebos, los ISRSs doblan el riesgo de
pensamientos y comportamientos suicidas en pacientes deprimidos de hasta 24 años” (Kirsch, 2010, p.
151). Fue revelado un aumento en el riesgo de suicidio entre sujetos adultos deprimidos (Fergusson et
al., 2005; Healy, 2004; Stone & Jones, 2006), aunque estos resultados son polémicos. Además, también
ha surgido que éstos fármacos pueden causar impotencia y otros desordenes sexuales (Clayton et al.,
2002), así como numerosos efectos secundarios (Kirsch, 2010).
Además, el preocupante aumento en la depresión, investigado por sociólogos, psicólogos, filósofos
e incluso economistas, es cuestionable. Ha habido un incremento, no en el número de pacientes
deprimidos, sino en el diagnóstico y en el tratamiento farmacológico de este trastorno, puesto que los
criterios para diagnosticarlo han cambiado.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


El DSM, desde su tercera edición en 1980, introdujo criterios que eran tan indistintos y alejados del
contexto de diagnóstico de “depresión mayor”, que ésta categoría incluye tanto a personas entristecidas
normalmente por eventos negativos como a pacientes afectados por una depresión clínica. Dos mil
quinientos años de tradición clínica occidental fueron arrastrados por la tercera edición y posteriores del
DSM. Incluso la distinción psiquiátrica tradicional entre depresión “endógena” -causada, por definición,
por procesos internos en ausencia de eventos externos negativos- y depresión “reactiva” provocada por
pérdidas y otros eventos sociales negativos.

En el intento de caracterizar los tipos de síntomas sufridos en trastornos depresivos, sin hacer
referencia al contexto en el que los síntomas ocurren, la psiquiatría contemporánea ha
caracterizado inadvertidamente al sufrimiento normal intenso como enfermedad.
(Horwitz & Wakefield, 2007, pp- 9-10)

Un estado de ánimo depresivo, la pérdida de interés de actividades usuales, el insomnio, la pérdida


de apetito y la incapacidad para concentrarse pueden ocurrir durante quince días tras el descubrimiento
de una infidelidad, una enfermedad que ponga nuestra vida o la de alguien cercano en riesgo, un fracaso
empresarial y otros acontecimientos negativos. Siempre y cuando los síntomas sean apropiados a las
circunstancias, dichos comportamientos son considerados como reacciones normales más que cómo
síntomas.
La diferencia entre la depresión unipolar grave y lo que antes era conocido como psicosis maniaco-
depresiva ha desaparecido en gran medida a través de la creación de dos subtipos de trastorno bipolar,
el segundo de los cuales (trastorno bipolar II) incluye las depresiones unipolares. De hecho, no es
necesario que los pacientes muestren un comportamiento maniaco para ser diagnosticados con
trastorno bipolar II; es suficiente que manifiesten un estado de ánimo irritable por cuatro días junto con
una menor necesidad de sueño y un nivel mayor de actividad y locuacidad para satisfacer el criterio de
“episodio hipomaniaco” y por lo tanto ser candidatos para ser diagnosticados como paciente “bipolar”.
Como resultado, personas que antes hubieran sido consideradas como teniendo problemas de la vida
cotidiana ahora son tratadas farmacológicamente, y pacientes deprimidos ahora están en riesgo de
convertirse en crónicamente enfermos (afectados por el trastorno bipolar) y de ser mantenidos bajo
medicación por el resto de sus vidas.
En Occidente no nos enfrentamos a una implosión en la depresión. Las formas graves de depresión
unipolar y bipolar siguen siendo poco frecuentes. Son los criterios para el diagnóstico los que han

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


cambiado: la tristeza se ha convertido en un trastorno mental y la depresión clínica se ha convertido en
un sucesor de la psicosis maniaco-depresiva. Horwitz y Wakefield (2007) señalan irónicamente:

No hay evidencia de que las compañías farmacéuticas tengan un papel en el desarrollo de los
criterios de diagnóstico del DSM-III, sin embargo, sorprendentemente, el nuevo modelo de
diagnóstico era ideal para la promoción de tratamiento farmacológico de las condiciones
delineadas. (…). El diagnóstico de Depresión Mayor, con síntomas comunes como la tristeza,
falta de energía o insomnio, fue particularmente bien adaptado para expandir el mercado de
fármacos psicotrópicos porque inevitablemente abarcó a muchos pacientes que anteriormente
podrían haber sido considerados como que sufrían problemas de la vida.
(p. 182)

Esto es lo que sucedió: el uso de antidepresivos entre los adultos que viven en Estados Unidos se
triplicó entre 1988 y el 2000. El incrementó se dio particularmente entre niños, adolescentes y adultos
mayores. Para ellos, el porcentaje de prescripciones para antidepresivos subió durante los 90s entre
200% y 300% (Crystal et al., 2003; Thomas et al., 2006).
Psicólogos clínicos y psicoterapeutas están siendo alentados a centrar su atención en la depresión
debido a los decepcionantes resultados de los ISRSs, así como por el debate que se ha desarrollado a lo
largo de la última década y el incremento de estudios de los efectos positivos de la psicoterapia para
todas las formas de depresión.
Los más de 20 años de dominio indiscutible de la psiquiatría biológica sobre este trastorno ha
dejado un legado difícil: no existen criterios diagnósticos compartidos o siguiera categorías diagnósticas
que nos permitan distinguir la depresión de la tristeza. La razón principal del éxito del DSM es su
habilidad de ofrecer criterios que permiten diagnósticos clínicos uniformes y comparables, un
prerrequisito esencial para el desarrollo de conocimiento en esta área. Sin embargo, este no es el caso
de la depresión. La etiqueta general de “depresión mayor” ahora se da a gente triste por pérdidas y otros
eventos negativos así como a pacientes de diferentes tipos. No es sorpresa que los resultados de un
estudio sean contradichos por otros, ya que el mayor problema es que se relacionan con diferentes
condiciones clínicas. Incluso psiquiatras que siguen un enfoque biológico han empezado a darse cuenta
que la falta de claridad en los resultados de sus propios estudios se debe probablemente a la falta de
uniformidad de las muestras de sujetos (Nierenberg et al., 2011).
En ausencia de criterios guía compartidos, debo ser clara en la medida de los posible, sobre la
situación clínica a la que las teorías que estoy presentando relacionan.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Los casos, en los que se basan las hipótesis presentadas, son tratamientos específicamente
solicitados debido a la depresión del paciente, ya sea como el único problema o en conjunto con otros.
Son casos graves que, además de la condición depresiva, presentaban anhedonia, ideas o intentos
suicidas e insomnio persistente, generalmente insomnio por la mañana, síntomas que mejor distinguen a
la depresión de la tristeza (Lewinsohn et al., 2003; Santor & Coyne, 2001). Ninguno de los casos
considerados presenta otra psicopatología al mismo tiempo, ni se les puede clasificar con otra
organización psicopatológica.
Las generalizaciones que estoy presentando en este capítulo pueden extenderse a lo que algunos
psicoterapeutas cognitivos (Arciero & Bondolfi, 2009; Bara, 1996; Guidano, 1987, 1991; Neimeyer &
Raskin, 2000; Villegas, 2000, 2004) describen como organizaciones depresivas en las que el significado
personal es caracterizado por eventos que están activamente construidos en términos de perdida, y en
dónde el enojo y la desesperación tienen un rol decisivo. En términos de neurosis, los encontramos en la
práctica clínica en casos de depresión unipolar, de un estado psicótico a una psicosis maniaco depresiva.
Mientras se reconstruye la historia pre-mórbida de los pacientes que después se vuelven deprimidos, o
aquellos que acuden con problemas existenciales, también encontramos estas organizaciones como
formas de funcionamiento normal del individuo.
La depresión, como síntoma, se encuentra en todas las organizaciones presentadas anteriormente.
Es poco probable que los anoréxicos la padezcan, pero muchas personas obesas sí lo hacen. Los fóbicos
también pueden manifestar trastornos depresivos, especialmente los agorafóbicos cuya autoestima es
estructuralmente baja dado que sufren debido a su dependencia. La depresión se presenta
frecuentemente entre los obsesivos. Estos pacientes a menudo solicitan terapia por depresión más que
por sus obsesiones y/o compulsiones, las cuales tienen bajo control. La razón principal por la que acuden
a terapia las personas con trastornos narcisistas es por depresión. En este capítulo no se consideraran
estas formas de depresión. La semántica que describo a continuación, y el posicionamiento asumido por
pacientes y las más importantes para ellos dentro de esta semántica, se relacionan con un solo tipo de
depresión, la organización depresiva unipolar, lo que ayuda a identificar estas organizaciones de forma
más clara.

6.2 Una conversación en la que algunos pertenecen y algunos son excluidos


Las conversaciones en familias, donde uno de los miembros tiene una organización depresiva, dan
importancia a lo que he llamado “semántica de pertenencia”. La tabla expuesta en la Figura 6.1 resume
sus significados principales. Las dos polaridades principales son la inclusión/exclusión y

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


honor/vergüenza; estas se alimentan de alegría/júbilo y de ira/desesperación, emociones que tipifican
esta semántica. Lo más importante para los miembros de estas familias es ser incluidos como parte de la
familia así como ser parte de una comunidad más amplia. La razón es que dentro del mismo grupo
familiar hay también quienes son excluidos, rechazados o marginados. Ser expulsado del grupo o no
pertenecer a una familia es visto por estas personas como una desgracia irreparable, mientras que el
bien mayor es ser respetado y estar bien establecido en el grupo al que se pertenece, incluyendo a la
familia y a la comunidad. Sin embargo, es en nombre de la dignidad que se producen divisiones
permanentes. En estas familias, el honor es un valor tan fundamental como el pertenecer.

VALORES
Pertenencia Exclusión
Honor Vergüenza
Elegido Rechazado
Gloria Ruina
DEFINICIONES DEL SÍ MISMO / OTROS / RELACIONES
En el grupo Fuera del grupo
Honorable Indigno de
Elegido Marginado
Agradecido Enojado
Enérgico Alicaído
FORMAS DE RELACIONARSE
Incluyente Ostracismo
Honrar Usurpar
Abrumado por buena fortuna Defraudado
Venerar Destruir
EMOCIONES Y SENTIMIENTOS
Júbilo Ira
Alegría Desesperación
También puede ser parte del polo negativo
Figura 6.1 Tabla de Semántica de Pertenencia. La tabla detallada es presentada en Ugazio et
al., 2009

Las rupturas con los padres, con familiares y con la comunidad, son frecuentes en estos grupos
familiares. A veces son irreparables, en otras ocasiones éstas rupturas han sanado, sin embargo tienen
un efecto profundo en el destino de ciertos miembros de la familia. Al unir las piezas de la historia de
estas familias, a menudo me he encontrado con personas que han sido despojadas, defraudadas o
repudiadas, como sucede con los nacimientos ilegítimos o con niños abandonados por sus padres. Con
frecuencia hay miembros de la familia que terminan en un hospital mental, en prisión o en alguna otra
institución porque son considerados, con o sin razón, indignos de ser parte de la comunidad a la que
deberían pertenecer.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


El abuelo paterno de Arianna (escultora de 40 años de edad con crisis recurrentes de depresión) fue
repudiado por su madre cuando, a la edad de 50 años, se casó con una mujer Argentina de bajo nivel
socioeconómico. La relación con su próspera familia ya era mínima, él era un anarquista y había
emigrado a Argentina cuando fue acusado de estar involucrado en un ataque terrorista. Su matrimonio
fue considerado por su familia como una afrenta intolerable: la mujer era una extranjera, sin educación,
pobre y, además, la hija de una mujer con quien él había vivido anteriormente en Argentina. El abuelo de
Arianna era un hombre con buen aspecto, educado, que cuando regresó a Italia con su nueva familia se
las arregló para reintegrarse a la sociedad, gracias también a una considerable herencia de su padre. Sus
hijos también se integraron bien en la ciudad donde vivían. Sin embargo, la abuela de Arianna fue
totalmente marginada; habiendo sido separada de sus propias raíces, no pudo integrarse en Italia y era
una paria aún entre sus propios hijos. Su contacto con el mundo era su marido, cuando él murió su dolor
era inconsolable. Arianna, quien según toda su familia tenía un sorprendente parecido físico al de su
abuela, la conoció a través de las historias de su madre ya que su padre nunca hablo de ella.

Ella vivía segregada, aislada de todos. Mis tías no sentían la menor preocupación por ella; se
habían casado con prósperas familias. (…) Ellas consideraban a su extranjera, pobre e
ignorante madre como una desgracia. Cuando mi madre fue a vivir a la villa, mi abuela nunca
salió de las dos habitaciones de la planta alta donde vivía con la ayuda de una cuidadora.
Solamente bajaba una vez a la semana, a las 11 en punto de la mañana de cada jueves, y
dejaba salir gritos desesperados de dolor por al menos media hora; ese había sido el día y la
hora en la que el funeral de su esposo se había realizado.

Fue hasta dos años después de vivir ahí, que la madre de Arianna logró establecer una mínima
comunicación con su abuela:

En un cierto punto mi abuela comenzó a bajar y hacer pequeñas visitas a la cocina,


probablemente atraída por el olor de la comida (…) Inmediatamente, mi madre trataba de
hablar con ella, pero ella huía, hasta que un día acepto un plato de risotto. A partir de ese
momento estableció alguna clase de relación con mi madre (…) A mi madre le era
tranquilizador tener un poco de contacto, aunque limitado, con ella, aunque se sentía aterrada
por su figura (…) Mi madre temía a esa mujer, de la misma manera que se asusta de mí.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Estas historias deben haber afectado a Arianna. De hecho había similitudes claras entre los rituales de
lamento de su abuela y las recurrentes depresiones de la paciente a lo largo de un periodo de 20 años,
los cuales coincidían con el aniversario de suicidio de su padre y de su hermano.

La historia de José comienza con un abandono; él tenía dos años cuando sus padres murieron en un
accidente automovilístico y fue llevado a vivir con su tío Miguel, quien había tenido un negocio conjunto
con su padre. Tan pronto como fueron adultos, los dos hermanos mayores de José, que habían sido
llevados a vivir con otros familiares, comenzaron procedimientos legales contra su tío Miguel,
acusándolo de haberlos engañado respecto a una parte de su herencia. Cuando José alcanzo la mayoría
de edad, sentía que no podía involucrarse en dichas acciones legales contra su tío; esto causó conflicto
con sus hermanos biológicos. Rechazó la propuesta de su tío de adoptarlo legalmente y a los 20 años
dejo Brasil para irse a Italia. Cuando lo conocí, después de un grave episodio de depresión, él tenía 32
años, estaba divorciado y su relación actual estaba en crisis. Pero sus sentimientos hacia sus parientes
seguían siendo fuertes: parecía como si apenas acabara de dejar Brasil.

Las historias de las personas deprimidas no necesariamente son tragedias. Pero invariablemente
hay un conflicto entre aquellos que son el centro de su propio mundo y aquellos que están solos y
aislados.

“En los últimos seis años he vivido en cinco ciudades, tres países europeos y veintiuna casas.”

Así es como Francesca se presentó: ella era una ejecutiva de una compañía, de 30 años de edad, a
quien conocí durante su primera depresión grave. Pero ¿fue realmente el ser trotamundos lo que la
había llevado a la depresión? Es difícil aceptar esta explicación, viendo que Francesca atribuía todas sus
rupturas de relaciones –incluida la última- a su carácter fuerte más que a su dificultad en reconciliar sus
compromisos de trabajo con su vida personal. Su soledad emocional (sin duda causada en parte por su
acuerdo incondicional de viajar por su trabajo) la coloca en una posición similar a la de su padre. Solo, sin
familia, ni amigos, sin apoyo, él había creado una buena reputación profesional en la ciudad a la que se
había mudado a los 17 años, cuando su madre lo dejó por su esposo quien había emigrado a Estados
Unidos años antes; pero él nunca se había sentido realmente integrado. La mamá de Francesca, por otro
lado, era un punto focal de esta ciudad. La dueña de un salón de belleza próspero, en el cual varios
miembros de la familia habían trabajado, ella estaba llena de vida, era amable, enérgica, organizaba
almuerzos y eventos sociales para sus amigos, siempre tenía una sonrisa para todos. “Nunca podía ir de

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


compras con mi madre cuando era una niña”, se quejó la paciente, “Todos la saludaban, hablaban con
ella, y ella siempre tenía algo que decir”. Ni siquiera cuando el hermano mayor de Francesca se volvió
drogadicto, le dio prioridad a su familia: “Su mundo era el salón de belleza, sus hermanos y hermanas,
sus amigos y sólo después, nosotros”.

En las familias donde se desarrolla la depresión a menudo hay gente que está viva y alegre como la
madre de Francesca; a veces son personajes positivos como la Sra. Ramsey, el retrato de la madre de
Virginia Woolf en “Hacia el faro”. Pero incluso cuando son personalidades difíciles quienes causan
sufrimiento a otros miembros de la familia, por lo general son el punto focal alrededor del cual gira la
familia o el entorno social.

Un caballero, un par de generaciones mayores que yo –esa fue mi primer impresión al conocer a
Rodolfo-, gravemente deprimido, resistente al tratamiento de medicamentos que había recibido en el
hospital en repetidas ocasiones. Me quedé asombrada al darme cuenta que ambos teníamos la misma
edad, ninguno de los dos llegábamos a los cincuenta. Después me di cuenta que detrás de su forma de
ser de caballero de inicios del siglo 20 yacía su tragedia. Rodolfo vivía en el mundo de su padre, un
mundo que siempre lo había rechazado.

El padre de Rodolfo era encantador, con una personalidad magnética, que había ocupado cargos
políticos hasta la edad de 70, teniendo un papel destacado en la vida ciudadana. Estaba presente en
todos los eventos, era sociable e ingenioso, regularmente asistía a fiestas de moda en las que tenía éxito
con las mujeres. Todos en la ciudad lo saludaban y lo admiraban por su naturaleza invariablemente
amable. Nunca fue visto en eventos públicos con su esposa, ella era más una sirvienta que una
acompañante; ella adoraba a su esposo quien parecía pertenecer a otra clase de ser, se dedicó al
cuidado del suntuoso guardarropa que él utilizaba en un mundo en el que ella no tomaba parte, casi
como si fuera suficiente para ella saber que su esposo era el centro de atención gracias a los servicios
que ella le prestaba. Madre e hijo estaban excluidos de dicha sociedad. Estaban solos incluso en Año
Nuevo. La madre de Rodolfo se mantuvo en silencio, pero la tensión mientras esperaban el regreso de su
padre era considerable; a veces llegaba a tiempo para el brindis de Año Nuevo pero generalmente
aparecía unas horas pasada la media noche. Rodolfo no podía olvidar las quejas de su padre si la comida
no estaba lista tan pronto como él llegaba, ni las cachetadas que dio a su esposa en un par de ocasiones
cuando ella se atrevió a reclamarle por sus repetidas infidelidades. Fuera de casa el hombre era

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


encantador. Todos admiraban su elegancia, su caballerosidad y su buen humor. Incluso los directores de
la empresa de consultoría en la que trabajaba Rodolfo fueron alcanzados por este viejo hombre que no
dudaba en asumir responsabilidad por el colapso de asegurar que su hijo no terminara “con una caja de
cartón frente a una iglesia”, para usar una de las expresiones recurrentes de Rodolfo. Esta era una de las
razones por las que el paciente estaba convencido de que él y su madre estaban contaminados, y tenían
que mantenerse tan lejos como fuera posible de la buena sociedad. “Hubiera sido mejor que el otro
hubiera nacido”, le dijo su padre cuando llegó a la adolescencia; se refería al primer hijo que murió en el
nacimiento y estaba enterrado en el cementerio para los niños aún no nacidos, que habían visitado al
menos una vez al año, por 20 años. Y Rodolfo, convencido de que no había heredado la fina apariencia
de su padre ni su personalidad, se pensaba a sí mismo como una fuente de humillación para su padre por
razón de su inadecuación inherente.
La posición central que disfrutaba el padre de Rodolfo, como es generalmente en el caso de los
miembros muy queridos de la familia, no es por el resultado de trabajo y esfuerzo, al menos no a los ojos
del paciente; estos individuos son naturalmente agradables y dignos de respeto, parecen casi como si
hubieran sido elegidos por una gracia divina que los ha dotado de muchos regalos. Este destino es muy
diferente de aquel de los pacientes deprimidos, quienes, si logran algo, lo hacen con un gran esfuerzo
con el que terminan poniendo su salud en riesgo.
Las personalidades y los eventos familiares en mis casos de estudio varían. Cuando la semántica de
pertenencia tiene una larga historia en la familia, extendiéndose a varias generaciones hacia atrás,
aquellos que eran las ovejas negras, o han sido repudiados, defraudados y olvidados se posicionan con
respecto a individuos que son respetados, o que valen la pena ser recordados por sus acciones, o
simplemente han sido incluidos por gracia divina entre los elegidos. Nacimientos ilegítimos, deserciones
y abandonos se acompañan de eventos como herencias, bodas de cuento de hadas, distinciones
profesionales y carreras deslumbrantes. Para algunos la vida ha sido particularmente dura, mientras que
para otros ha sido particularmente amable. Algunos miembros de la familia son adorados y admirados
mientras que otros han sido ignorados o han sido objeto de agresión y violencia. En otras ocasiones,
especialmente cuando la semántica de la pertenencia ha adquirido una importancia central en la familia
de manera reciente, los acontecimientos son menos típicos pero generan ira/desesperación o,
alegría/júbilo y son interpretados en términos de inclusión/exclusión.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


6.3 El dilema y la función adaptativa de la depresión.
La prevalencia de la semántica de pertenencia en las conversaciones familiares tenía una presencia
recurrente en mis casos de estudio. Como he encontrado en otras organizaciones, es la posición asumida
por el paciente en la semántica dominante la que hace una contribución decisiva hacia el desarrollo de
una organización depresiva. Se trata de un posicionamiento que hace que los pacientes experimenten el
siguiente dilema: Pertenecer significa ser indigno de consideración y respeto, pero ser excluido o estar
aislado significa renunciar a la condición del ser humano. Dos aspectos esenciales de la existencia –
pertenecer y la dignidad personal- están en peligro de anularse entre sí.
En esta sección, voy a examinar el dilema, centrando la atención en los que lo experimentan, sus
emociones, así como en las situaciones típicas que lo desencadenan.
Como he mostrado en la Figura 6.2, el dilema está marcado por júbilo/gratitud y por
ira/desesperación. La pertenencia genera júbilo y gratitud, al menos al inicio.

Figura 6.2 El circuito reflexivo bizarro de la organización depresiva y las emociones que la distinguen

Las personas con una organización depresiva son conscientes de estas emociones positivas, incluso
si las experimentan sólo por periodos cortos. Capaces de compromisos emocionales intensos –para ellos,
enamorarse es una “historia permitida”-, puede sentir alegría por la satisfacción y el intercambio que les
ofrece el amor o amistades profundas. El comienzo de una relación íntima, por ejemplo, generalmente
termina en una depresión clínica. El embarazo puede tener el mismo efecto para la madre embarazada.
Una paciente mía de 44 años, que había tenido 12 años de depresiones recurrentes graves, se sintió
espléndida durante sus embarazos:

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


“Es una locura”, decía su esposo repetidamente, “durante los dos embarazos Lorenza era
exactamente la mujer que yo había conocido en los primeros años de nuestro matrimonio:
animada, vivaz, llena de energía. Durante ambos, ella dejo de tomar medicación y estaba
perfectamente bien. Durante el primero incluso regresó a trabajar. Todo el mundo nos advirtió
sobre un segundo hijo. (…) Pero considerando la maravillosa experiencia del primer embarazo,
pensé que un segundo hijo la podría haber ayudado, sobre todo porque Lorenza realmente lo
quería. Cuando descubrimos que el segundo hijo era una niña, estábamos llenos de alegría,
ella realmente quería una niña. Qué lástima que después del nacimiento de Elisa ella tuvo, tal
vez, la peor depresión de todas”.

Diversos estudios sobre los embarazos de adolescentes confirman esta observación clínica: Las
mujeres propensas a la depresión eran aquellas que habían tenido una actitud más positiva sobre sus
embarazos no deseados. El efecto benéfico era de corta duración, de hecho, fueron quienes sufrieron
depresión post-parto con mayor frecuencia (Wagner et al., 1998).
Al pertenecer, las personas con una organización depresiva se encuentran por fin en la posición que
siempre han deseado, de alguien que es incluido, que es reconocido como miembro de un grupo. Pero
pronto terminan sintiéndose indignos, precisamente a causa de su posición anhelada de pertenecer. La
alegría se convierte en enojo y resentimiento, que corre el riesgo de degenerar en episodios de violencia
física o verbal, capaz de amenazar o destruir las relaciones interpersonales que garantizan su inclusión. El
precio pagado por mantener dicha posición de pertenencia es extremadamente alto: su propio sentido
del honor.
Cuando el dilema los rebasa, la persona oscila entre dos alternativas igualmente inaceptables:
continuar manteniendo la relación significa ser despreciable, mientras que terminarla significa dejar a un
lado la vida en la sociedad humana. Generalmente, el comportamiento agresivo, descrito con frecuencia
por los pacientes como “acting out”, provoca una crisis o ruptura en la relación, pero disminuye la
reflexividad del circuito. Los pacientes están en peligro de perder lo que tienen, pero la reflexividad del
circuito es reducida gracias a que al menos han salvaguardado su sentido del honor. Por desgracia, tan
pronto como su enojo se apaga, son superados por la desesperación por lo que han perdido y por su
consecuente soledad.
Para el depresivo, la soledad es un castigo, un estigma. A diferencia de aquellos afectados por un
trastorno narcisista, que son más vulnerables a los ataques a su auto-imagen sobrevalorada que al vacío
emocional en el que se encuentran, los depresivos sufren terriblemente por su aislamiento emocional.
Aun cuando son autosuficientes, no están orgullosos de esto. Ser autosuficiente no es un logro, como lo

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


es para aquellos con una organización fóbica; más bien es un mal necesario. Sin embargo, al mismo
tiempo que la persona siente desesperación, la depresión clínica no se desarrolla hasta que logran
desarrollar comportamientos de reparación, restablecer relaciones capaces de darles un sentido de
inclusión o de encontrar nuevas formas de sentir pertenencia.
Diversos contextos de pertenencia pueden desencadenar el dilema: la familia de origen, la familia
nuclear, las relaciones con la familia extensa, el lugar de trabajo o amistades. Cuando el dilema involucra
a la pareja, las emociones son más intensas. La idea de que la relación de pareja es capaz de producir los
sentimientos más destructivos es particularmente cierto en las organizaciones depresivas.
Ciertas situaciones que alimentan el dilema son recurrentes. Un ejemplo son los celos; en este caso,
los pacientes están convencidos de que han sido traicionados o que no son amados. En otros casos, la
pareja realmente es incapaz de ser fiel: los pacientes parecen haber tomado la clásica “decisión
equivocada” con su pareja. Más a menudo la sospecha de infidelidad es injustificada o los pacientes han
contribuido a la infidelidad de su pareja por su propio comportamiento. Estas traiciones, ya sean reales o
imaginarias, producen el mismo resultado: las personas se sienten rechazadas o abandonadas y
consideran que continuar con la relación es una fuente de desgracia.
El dinero también puede desencadenar el dilema. Si los pacientes son ricos, generalmente se
sienten explotados, si son pobres piensan que han sido robados; por ejemplo, están convencidos de que
su pareja continua viviendo con ellos por una ganancia económica. Mis pacientes deprimidos
generalmente son generosos. Al estar convencidos de que son antipáticos o conscientes de la naturaleza
destructiva de sus ataques, prodigan a su pareja o a otros miembros de su familia con dinero o servicios
para no perderlos. Pero esto, en sí mismo, los hace sentir indignos: un paciente mío, particularmente
adinerado, se describió a sí mismo como un “méndigo de amor”. Otros tiranizan a sus familias por las
mismas razones.

El caso de Matteo es un ejemplo típico. Él era un abogado que sufría de psicosis maniaco-depresiva
y atormentaba a toda su familia sobre el dinero. Cuando lo conocí a él y a su esposa, junto con sus cinco
hijos, todos estaban tan pobremente vestidos que mi equipo y yo decidimos (sin que la familia lo pidiera)
darles condiciones más favorables de pago; pronto descubrimos que el paciente venía de una familia
adinerada. También era un trabajador incansable, como pasa a menudo con los depresivos, competente
y apasionado por su profesión. El dinero era su arma; convencido de que sólo era tolerado por la
seguridad económica que proveía, hacía que su esposa e hijos vivieran en la pobreza, salvo excepción de
algunos actos de generosidad. No obstante, había pagado una suma considerable en las cuentas

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


bancarias de su esposa y de cada uno de sus hijos; lástima que el dinero no podía ser tocado, aunque
todos lo necesitaban, nadie se había atrevido a hacerlo,. Cada vez que los conflictos con su esposa
crecían, suspendía todas las contribuciones de dinero a su familia; incluso su mujer había empeñado
algunas joyas de modesto valor, heredadas de su madre, para poder cumplir con algunos gastos
esenciales. En esas ocasiones, ella era cuidadosa de no recurrir a su cuenta bancaria o de empeñar la
magnífica joyería Bulgari que su esposo le había regalado durante los periodos buenos de su relación.
Entre los pacientes que sienten que han sido engañados, los culpables más frecuentes son de la
familia de origen quienes les han negado lo que, según su punto de vista, ellos tienen derecho a
merecer. Frecuentemente, los ex esposos, colegas de trabajo o parejas son acusados de haberlos
estafado. Otros recursos personales, como las competencias profesionales o científicas, o las amistades,
pueden producir dinámicas similares a las del dinero.
Aunque ciertas situaciones pueden alimentar el dilema, los pacientes generalmente han
desempeñado un papel vital en crearlo y continuarlo con comportamientos agresivos y provocativos.
Algunos estudios han demostrado que estos individuos, con más frecuencia que otros, contribuyen
activamente (más no intencionalmente) en lograr los acontecimientos negativos que los aquejan, ya que
carecen de habilidades sociales para la resolución de problemas (Pettit & Joiner, 2006).
La presencia de emociones intensas, como el enojo, en personas con organización depresiva ayuda
a explicar porque es poco común que muestren signos evidentes de tristeza o de abatimiento en el
periodo pre-mórbido, o durante la remisión en la depresión crónica. Generalmente encontramos este
tipo de actitud, que corresponde a la idea de una persona proclive a la depresión, en el sentido popular,
en pacientes con una organización obsesiva en la etapa en la que renuncian a sus impulsos personales.
Sin embargo, aquí estamos preocupados por personas que generalmente son activas, enérgicas y tienen
muchos intereses. Algunas veces son dinámicas, animadas, provocadoras, capaces de dominar una
discusión, audaces y agresivas, a pesar de que a menudo pueden sentirse como Soren Kierkegaard
(1834-1835; 1978) en este pasaje de su diario:

Justo ahora, acabo de venir de una reunión en la que era el alma de la fiesta; ocurrencias
fluyeron de mi boca; todo el mundo rió, me admiraban---pero me fui, los puntos suspensivos
deberían ser tan largos como el radio de la órbita de la tierra… me fui y quería pegarme un
tiro.
(p.69)

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Naturalmente, cuando la depresión estalla, la desesperación no emerge en momentos particulares como
en el pasaje que cité, pero se hace cargo de toda la escena. Todo el gozo, la actividad, los intereses se
han ido; el depresivo, que ahora se ha convertido en paciente, siente tal desesperación que es imposible
salir incluso de la cama.
El inicio aparece generalmente después de una ruptura, separación de la pareja o del fracaso de un
negocio. Algunas veces la respuesta depresiva es inmediata, o bien puede ocurrir después, cuando el
enojo se ha ido y la desesperación no es suficiente para restablecer la relación perdida ya sea porque la
pareja no tiene intención de hacer un nuevo compromiso o porque la persona no es inducida por la
desesperación a modificar su conducta. El sentido de la dignidad personal no permite la reconciliación.
En el mundo relacional del depresivo, el enojo y el comportamiento agresivo provocan conflicto,
rupturas o separaciones en relaciones significativas. En mis casos, el efecto práctico de la depresión es
hacer que los pacientes reanuden el contacto con otras personas como un medio de escapar de su
aislamiento. Dado que el contacto era requerido por una condición considerada como “enfermedad”, la
dignidad de los pacientes puede ser preservada. Por supuesto, el precio pagado fue prolongar un
sufrimiento terrible.
Algunos estudios (Pettit & Joiner, 2006) han documentado el hecho de que la depresión, en toda
regla, interrumpe un ciclo de comportamiento interpersonal destructivo. Estos estudios apoyan la teoría,
avanzada por Bateson (1971) en relación al alcoholismo, de que los síntomas de la depresión tienen una
función de auto-curación; por lo tanto la depresión tiene un valor adaptativo. De hecho, fuerza al
paciente a terminar el comportamiento negativo interpersonal. De esta forma, los prerrequisitos para
restablecer relaciones significativas, y por tanto para la recuperación, se ponen en acción.
Los autores de estos estudios asignan diferentes funciones a los síntomas depresivos. Para Hammen
(1999), son “mecanismos de ruptura”, mecanismos reales para terminar conflictos. Para Gardner y Price
(1999), son una expresión de una “estrategia de subordinación involuntaria”; según ellos, al momento de
entrar en depresión, los pacientes envían señales de “no amenaza” hacia su pareja, rivales y superiores.
Estas señales desalientan la agresión contra ellos que anteriormente habían alentado a través de su
comportamiento agresivo y provocativo. La depresión –nuevamente según Price y Gardner- funciona
como especie de “señal de alarma” que indica al paciente mismo la necesidad de cambiar de rumbo e
invita a otros a hacer lo mismo.
Dejando de lado las diferentes funciones que estos investigadores atribuyen a los síntomas de la
depresión, todos sugieren que una depresión, hecha y derecha, inhibe el comportamiento interpersonal
destructivo y con frecuencia activa los mecanismos de reparación de las relaciones. Desafortunadamente

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


el mecanismo correctivo no tiende a durar mucho. La remisión de síntomas, al menos en la depresión
crónica, vuelve a abrir un ciclo de comportamiento interpersonal negativo que provoca una recaída.
La hipótesis de que la depresión ayuda al restablecimiento de las relaciones interpersonales
destrozadas por el conflicto, explica por qué este trastorno es cíclico. Al haber recuperado la estabilidad,
el paciente puede comenzar, nuevamente, a crear situaciones conflictivas que fácilmente pueden
degenerarse hasta producir conflictos y destrucción que lleven a un nuevo episodio depresivo. Es una
hipótesis que nos ayuda a entender cómo es que el curso natural de la depresión permite que pueda ser
superada. Si la función adaptativa de la depresión es restablecer vínculos con otros, una vez que su
propósito ha sido alcanzado, la depresión tiene que llegar necesariamente a su fin.
Estos factores mueven nuestra atención de los síntomas de la depresión al comportamiento que
lleva a su desarrollo. ¿Por qué las personas con depresión se comportan de tal manera que necesitan
mecanismos adaptativos tan dramáticos como la depresión? ¿Por qué son tan propensas a entrar en
conflicto? Si el dilema subyacente es como lo he descrito, ¿por qué se involucran en situaciones en las
que el mantenimiento de una relación socava su propia dignidad?
En un intento de responder estas preguntas, tenemos que examinar el contexto conversacional
intersubjetivo en el que se desarrolla la depresión. Por su puesto, eso no es un contexto externo e
independiente, sino que es construido por el paciente junto con otros miembros significativos de su
familia.

6.4 El contexto intersubjetivo en el aquí y el ahora


Mis pacientes adultos deprimidos, aunque diferentes entre sí en términos de sexo, edad, estatus
profesional y personalidad, a menudo se encuentran en una situación de relación similar al inicio de la
terapia: distantes emocionalmente de su familia de origen, con los que han roto todo contacto; o bien
están involucrados en una relación de pareja conflictiva o recientemente han terminado una relación. En
ambos casos, la relación con su pareja ha tenido una posición tan central en su vida emocional que
frecuentemente es difícil para ellos durante la conversación terapéutica concentrarse en otras
relaciones. A pesar de que sus vidas se han centrado en el trabajo, dinero, poder o creatividad, lo que
más anhelan es una relación profunda y que abarque todo, dentro de la cual sean reconocidos como una
persona digna de amor. Aunque la relación de pareja que tenían no alcanzaba sus expectativas, el
conflicto que la atravesaba era el centro de su universo emocional.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Esta imagen de mis casos concuerda con lo que emerge de muchos estudios: hay una conexión
significativa entre el conflicto marital y la depresión (Beach, 2001; Benazon & Coyne, Thompson, &
Palmer, 2002; Davila, 2001). Como vimos en la sección previa, los conflictos interpersonales que
preceden a la aparición de síntomas, tiene frecuentemente que ver con la relación de pareja. Por
supuesto, es una simplificación inaceptable asumir que el conflicto en la relación es causa de la
depresión o viceversa. Es una asociación que plantea más preguntas de las que resuelve. ¿Por qué los
individuos propensos a la depresión son también propensos al conflicto marital? ¿Por qué son
vulnerables también en las crisis de pareja? Muchos investigadores, de hecho, han estado interesados en
identificar las variables involucradas en esta asociación (Caughlin & Huston, 2002; Davila & Bradbury,
2001; Heene, Buysse, & Van Oost, 2005, 2007; Scott & Cordova, 2002). Dada la importancia de este
conflicto, vale la pena mirar más de cerca la relación con la pareja.
A diferencia de lo que cabría imaginar en una organización donde la percepción de soledad es tan
significativa, solo dos de mis pacientes parecen haber elegido una vida de verdadera soledad emocional,
sin una pareja estable, elección que es más frecuente en los trastornos narcisistas. Todos los demás
tenían relaciones a largo plazo. Si estaban solteros al inicio de la terapia, era porque habían estado
recientemente involucrados en una devastadora ruptura emocional. Mi experiencia clínica confirma que
los depresivos son, como Linares y Campo (2000) han sugerido, “entre los pocos pacientes psiquiátricos
que establecen relaciones sistemáticas y significativas a largo plazo. Ciertamente junto con los pacientes
bipolares, son los que con mayor frecuencia tienen éxito en hacerlo, entre aquellos que tienen
trastornos mentales graves” (p.26).
La pareja puede ser altamente valorada. Al menos al inicio de su relación, los pacientes habrán
adorado, idealizado y amado a su pareja, buscando recibir lo mismo, y dedicado su tiempo, atención y
recursos a la relación.
Las depresiones recurrentes de la esposa de Andrea, su comportamiento provocativo, incluyendo su
negativa a cuidar a sus dos hijos o de la casa, incluso durante sus remisiones, han transformado su vida
durante los últimos 12 años en una pesadilla; y no obstante, él no ha podido olvidar los primeros años
felices de su matrimonio. Ha sido cautivado, no solo por la cara angelical de Luisa, sino también por su
alegría, su compromiso emocional y su devoción hacia él. A pesar de las demandas profesionales, Luisa
cocinó deliciosas comidas para él, dejó cartas de amor bajo su almohada y en sus bolsillos, y trabajó para
ganar el afecto de su familia y amigos, incluyendo a su suegra que la adoraba. Andrea nunca se había
sentido tanto el foco de atención de otro, nunca se había sentido tan amado y tan hombre.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Chiara y Carlo habían dormido en los brazos del otro todas las noches durante los primeros tres
años de su vida juntos. Carlo era un paciente bipolar, de 35 años, cuyo contexto interpersonal previo a la
aparición de síntomas describiré después. Chiara, seis años menor, había tenido muchas relaciones en su
pasado pero no había experimentado una relación tan completa como ésta. Nadie había sido tan devoto
hacia ella, ni la habían colocado completamente en el centro de su mundo como lo había hecho Carlo. La
unión había sido tan feliz, que había logrado obtener un título, cambiar de empleo y ser más atractiva.
Era gracias a Carlo que ella había cambiado, incluso físicamente.

Cuando la pareja es, o ha sido idealizada, es más fácil que la relación se vuelva tensa, en ocasiones
violenta. Algunos de mis pacientes han iniciado terapia precisamente para controlar su agresión contra
su pareja.

Comencé abofeteando a mi marido, destruí su oficina, rompí sus papeles y lo que fuera que
caía en mis manos. Estoy aterrada por la idea de perderlo.

Viviana había reanudado la terapia con estas palabras. Ella era una cardióloga, de 44 años, quien
había iniciado terapia hace 5 años después de un episodio grave de depresión. La reunión con Valerio,
que tuvo lugar al final del primer período de terapia, la había llenado de alegría, en ese entonces, temía
estar condenada a una vida de soledad. Valerio era un colega exitoso, atractivo físicamente y simpático.
Su encuentro fue tan positivo como inesperado. Habiendo superado el dolor devastador que sintió al ser
dejada por un colega estudiante con quien vivió mientras se especializaba en cardiología, Viviana había
pasado 15 años en un desierto emocional. Todas sus energías habían sido canalizadas a su profesión y en
cuidar a un sobrino que había sido abandonado por su madre. Su mundo de relaciones gradualmente se
había vuelto desierto, tenía pocos amigos, su familia de origen vivía a kilómetros de distancia y su
contacto con ellos, después de la muerte de su padre, era poco frecuente. Con Valerio había encontrado
una nueva oportunidad de vida, con él había desarrollado una relación exclusiva, intensa y le había
dedicado todas sus energías a él, incluso redujo sus compromisos laborales. Irritada por la falta de
involucramiento de Valerio en buscar lo que habría sido su nuevo hogar, que interpretó como un
indicador de falta de afecto hacia ella, se convirtió extremadamente celosa del grupo de colegas mujeres
de su esposo. Ella estaba convencida de que existía atracción mutua entre él y una de ellas, y no pudo
controlar por mucho su ira: era capturada por una furia incontrolable cuando su marido regresaba tarde
a casa o era llamado por su colega.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Las parejas son frecuentemente consideradas como inadecuadas por naturaleza; tales pacientes, al
menos en su propia opinión, han hecho una mala elección desde el principio. Sus parejas están por
debajo de ellos, los pacientes parecen haberlos escogido para evitar terminar solos. Mantener la relación
contribuye a hacerlos sentir indignos y a excluirlos del mundo al cual sienten que estaban destinados.

Rodolfo no quería hijos porque sentía que su esposa era incapaz de ser madre: “Ella no es una mujer
que pueda tener hijos, no tiene refinamiento ni la educación necesaria (…) Realmente no puedo
imaginarla con niños”.
Una antigua novia que aparecía repetidamente en sus relatos, podía haber sido la madre de sus
hijos: “Ella tenía unas maneras tan finas… no era particularmente hermosa, pero era cortés, refinada…”
Yo estaba impresionada cuando conocí a su esposa: ella era agradable, una dama elegante. Rodolfo
no la veía de esa manera; él estaba convencido de que su esposa se había casado con él por
conveniencia y que, por su parte, él había sido tentado al matrimonio a través de la dependencia sexual.
Él no podía olvidar la monotonía cultural y humana de su educación aunque ella misma se había liberado
claramente de estas raíces.
Las relaciones con estas parejas generalmente son menos conflictivas ya que los celos y la
posesividad son menos marcados. Aunque sus parejas son sujetas a críticas y menosprecio, mis
pacientes, pocas veces, piensan en dejarlos; frecuentemente el obstáculo es la gratitud (la pareja les ha
sido fiel, los ha salvado de la desesperación) o la falta de auto-estima: “Al final, pienso que no soy digno
de algo mucho mejor”. En ocasiones estos pacientes se identifican con la pareja totalmente inadecuada,
defendiéndola vehementemente. No obstante, están convencidos de que mantener dicha relación
aumentará su marginación, aunque esto por otra parte les permite responsabilizar a su pareja por una
exclusión, de la que de todas formas hubieran sido objeto.
Entre mis pacientes que han establecido su propia familia o una relación a largo plazo, dos
configuraciones relacionales recurrentes surgen en el periodo previo a la aparición de los síntomas.
Podemos entender lo significativo de estas configuraciones si revisamos los conflictos de la pareja en un
contexto interpersonal más amplio. Aunque las personas propensas a la depresión centran su atención
en su pareja, viven dentro de un contexto relacional más amplio.
Estas configuraciones no aplican para adultos jóvenes cuyos síntomas aparecieron por primera vez
cuando aún vivían con sus padres, aunque generalmente dichos síntomas preceden a la ruptura de una
relación amorosa.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


La primera configuración ve al paciente en una posición de exclusión mientras que el otro integrante
de la pareja es el centro de la relación. Esta configuración, que es más frecuente cuando la pareja es
respetada, es el resultado de un proceso conversacional prolongado en el que el paciente contribuye con
la expectativa de una relación total con su pareja (Linares & Campo, 2000; Loriedo & Jedlowski, 2010) y
los consecuentes celos y posesividad.
El deseo de una relación a largo plazo que abarque todo y la intolerancia contra cualquiera que
intervenga en esa relación coloca a estos futuros depresivos en una posición marginal con respecto a
todas sus relaciones familiares, excepto la de la pareja. Los hijos, parientes y amigos son vistos como
amenazas. Sus hijos los ven como distantes o abiertamente hostiles y desarrollan una unión estrecha con
el otro padre, que generalmente es más sensible. Sus amigos se alían más con la pareja que
generalmente es más abierta al contacto externo. La familia de la pareja permanece distante y mantiene
contacto individual con su familiar, más que con él o ella. La decepción ante la incapacidad de la pareja
de responder a sus necesidades, así como la posición marginal en la que se encuentran en su familia, en
general hacen que aquellos con una organización depresivos sean agresivos y provocativos contra su
pareja y de forma indirecta contra sus hijos. Aunque el conflicto con sus hijos puede ser intenso, el
objetivo primordial sigue siendo su pareja. Cuando la relación se vuelve tensa, generalmente a través de
su comportamiento agresivo, se encuentran completamente solos. Su mundo relacional está vacío
debido a que su contacto con otras personas es a través de su pareja. Es por esta razón que las personas
con esta organización –aunque capaces de terminar la relación- se rehúsan a terminar la relación con su
pareja y terminan aceptando situaciones que alimentan su enojo y su sentimiento de culpa. Se sienten
marginados, excluidos o rechazados por aquellos a quienes apoyan. Ignorados, por una pareja que con
frecuencia obtiene su posición de seguridad y centralidad gracias a las atenciones exclusivas y a su
adoración, especialmente al inicio de la relación. No obstante, a pesar de su hirviente ira, se muestran
reticentes a dejar a su pareja.

Ferdinando, un ejecutivo de publicidad de 50 años, estaba totalmente excluido por su familia justo
antes de que desarrollara su depresión. Unos años antes había logrado su ambición: comprar una casa
grande que pudiera ser su hogar así como su oficina, y finalmente trabajar con su esposa. Ella se había
opuesto al plan de su esposo por un tiempo, ella era la cabeza de relaciones públicas de una gran
compañía y estaba feliz de hacer un trabajo que le propiciaba estimulante contacto social, oportunidades
de viajar y un excelente sueldo. Al final, superada por el entusiasmo de la nueva casa, cedió ante la
presión de su esposo aunque se arrepintió amargamente muy pronto. Ella no pudo soportar la pérdida

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


de su independencia, ni el tener que lidiar con los cambios de humor de su marido, y tomó ventaja de
cada ocasión en la que podía salir de la casa. Desilusionado por el comportamiento de su esposa,
Ferdinando se volvió cada vez más agresivo; como resultado, su esposa e hijos lo evitaban tanto como
podían, incluso llegaban tarde a las comidas, comían lo más rápido que podían y tan pronto terminaban
se iban. Él se quejaba:

Tengo que llamarlos, gritarles para que vengan al almuerzo o a cenar. Ornella es la peor de
todos, es la última en llegar. Y tan pronto como lo han devorado todo, salen corriendo como
cucarachas cuando apagas la luz.

En la segunda configuración, los futuros depresivos no solo están en la posición de alguien que es un
marginado de su propia familia, sino que al mismo tiempo son testigos de la inclusión de su pareja en su
propia familia, inclusión que (como veremos más adelante) ellos mismos no han sido capaces de
disfrutar. En general, la pareja no ha tratado de ganar intencionalmente a la familia el paciente, sin
embargo, el paciente siente que su pareja le ha robado a su propia familia:

Carlo se sorprendió cuando sus padres lo invitaron a participar en la compra de lo que, durante la
terapia, describimos como “la jaula en el bosque”: una pequeña y atractiva villa rodeada de extensos
jardines. Como descubrimos a lo largo de la terapia, Carlo se había sentido solo siempre. Aunque es hijo
único, nunca se había sentido aceptado por sus padres, Angelo y Angela. Ellos eran una pareja cercana
aunque mal emparejada. Ella era diseñadora gráfica, intelectualmente curiosa, comprometida
políticamente y feminista; él era un tímido ejecutivo de banco, sin algún talento o ambición, y menos
intelectual. Constantemente ella clamaba haber decidido amar a su esposo, a quien conocía desde la
infancia, implicando que nunca había sentido un interés real en tan insignificante hombre. Pero nunca
iba sin él a ningún lugar, y él la seguía a donde ella fuera: reuniones políticas, exhibiciones, al teatro.
Carlo mostró una respuesta fría a la invitación de compartir la casa, aunque tal vez estaba complacido de
que finalmente pudo compartir algo con sus padres. Chiara estaba entusiasmada con el proyecto: la casa
era bonita y las condiciones financieras ofrecidas por sus suegros eran ventajosas, ellos pagarían todos
los gastos y la joven pareja solo pagaría una pequeña hipoteca. Chiara nunca había recibido algo de sus
propios padres, quienes estaban separados y en pobres condiciones financieras, por lo que se sentía
agradecida con sus suegros por su amabilidad y generosidad.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Tan pronto como las dos parejas se mudaron a la casa, la relación entre Chiara y su suegra se volvió
muy cercana. Carlo nunca había tenido tal tipo de relación con su madre, ni siquiera de niño. Las dos
mujeres parecían entenderse muy bien. Su alianza no parecía molestar la posición de Angelo como
pareja, a menudo él se les unía para criticar la buena naturaleza de Carlo, describiéndolo como el
“señorito” que había sido apoyado por sus padres quienes siempre estaban listos para prodigarlo con
dinero y apoyo. Cierto tipo de alianza “adulta” se desarrolló entre los padres de Carlo y Chiara (quien era
6 años menor que Carlo y había tenido una vida difícil anteriormente), en la que Carlo estaba marginado,
más bien él tenía una posición de niño consentido. Ciertamente, Carlo no se había encontrado en esta
situación ni siquiera de niño: los recuerdos de su niñez eran de esperar en casa a su padres que siempre
estaban fuera, distante de su padre quien parecía nunca tener tiempo para él, jugando solo por las
tardes en el patio, en compañía de su abuela sorda con quien era imposible comunicarse.
Carlo comenzó a mostrar signos de intolerancia hacia la situación al menos un año antes de su
depresión: ya no dormía en los brazos de Chiara, no respondía sexualmente, durante las comidas con sus
padres él se iba a trabajar a su computadora, y hacia largos recorridos en bicicleta solo. Sobre todo, fue
el nacimiento de Remo el que hizo sentir a Carlo no deseado. El bebé estaba bajo de peso, no era más
largo que su mano. Al inicio estaba involucrado emocionalmente, pero pronto se sintió extraño incluso
con él. Su madre, por otro lado, que siempre le advirtió que no cuidaría de sus hijos, y que nunca estuvo
particularmente interesada en él, se volvió muy unida a su nieto. El niño, nacido bajo de peso y con una
anomalía –no tenía cuerpo calloso- se gano a su abuela, que siempre sintió simpatía por aquellos, como
su esposo, que habían sido desafortunados. Fue esta situación la que había dado lugar a la aparición de
la depresión de Carlo: de repente, como ocurre en la depresión grave, hubo una erupción de
desesperación:

Estaba en el jardín, tratando de arreglar un escalón que se había soltado. Fui a buscar mis
herramientas y de repente sentí un dolor insoportable-- fue como si el peso de toda la
desesperación en el mundo hubiera caído sobre mí y hubiera agotado toda mi energía.

Estas dos configuraciones, así como el serio conflicto entre una pareja que en general precede la
aparición de los síntomas depresivos, pueden ser mejor entendidas cuando son interpretadas a la luz de
la ruptura de la relación entre una persona con organización depresiva y su familia de origen; esto lo he
encontrado con regularidad en mis casos. Algunos de mis pacientes no habían roto su relación con su
familia, aunque el contacto con ella era, en la mayoría de los casos, más bien formal. Otros estaban en la

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


posición de oveja negra a partir de que su familia de origen consideraba ciertos comportamientos como
inaceptables.

Arianna, por ejemplo, dijo que ella había sido rechazada y mantenida a cierta distancia de su familia,
la cual se había vuelto tradicionalista y mojigata después de que su hermano mayor y su padre se habían
suicidado. Su madre y sus hermanos no aprobaban de ninguna manera su estilo de vida. Su decisión de
volverse escultora, aunque le había traído reconocimiento y ganancia financiera, la unieron a un mundo
bohemio. Su negativa a tener hijos se volvió evidente cuando admitió haber tenido un aborto, su familia
encontraba sus ideas radicales y su vida emocional como perturbadora. Todo el mundo criticó su
incomprensible decisión de dejar a un marido fiable y rico por irse a vivir con un periodista a quien
encontraban como arrogante y que era un ateo declarado. Estas decisiones reflejaban la falta de
convencionalidad de su padre, a quien su madre y hermanos no podían perdonarle el suicidio.
Otros pacientes parecen haberse vuelto auto-marginados. Todos ellos, incluyendo a quienes habían
dejado a su familia de origen años antes, sentían enojo y resentimiento hacia sus padres y hermanos, a
menudo enmascarado como indiferencia. Algunas veces no tenían conocimiento de las razones de
dichos sentimientos negativos y esto incrementaba su visión negativa de sí mismos.
Antonio había sufrido insomnio por al menos 10 años antes de haberse deprimido gravemente.
Incapaz de permanecer en cama, caminaba por las calles de la ciudad esperando el primer lugar que
abriera para poder desayunar y leer el periódico:

Mi vista siempre daba vueltas a la columna de obituarios, buscaba el anuncio de la muerte de


mi padre, no sé por qué, la idea era absurda, yo hubiera sabido si él hubiera muerto. Sin
embargo, cada mañana leía los obituarios esperando encontrar el nombre de mi padre. Él
nunca me había hecho algún daño, entonces ¿por qué quería verlo muerto? y ¿por qué, ayer
mientras estaba en el balcón, había tenido la idea de aventarlo desde ahí? (…) Era algo más
que una idea- yo estaba casi decidido a hacerlo. Dime ¿hay alguna diferencia entre aquellas
personas de las que uno lee en el periódico que han matado a su esposa o a sus padres, y yo?
Yo no veo ninguna.

La distancia emocional de los pacientes con su familia de origen, independientemente de las


historias que han creado, ayuda a explicar el conflicto con su pareja. Un vacío emocional, se crea en
realidad para alimentar las demandas y expectativas de una relación total con su pareja. Induce a los
pacientes, que ya han experimentado el dolor de la pérdida, a no terminar la relación muy rápido,

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


aunque terminar la relación sea una “historia permitida” para ellos. Temen al abandono, si la relación no
funciona no hay una familia de origen que los reciba y los apoye. Además, la pareja de muchos de mis
pacientes representa la única relación interpersonal en la que están emocionalmente involucrados.
En resumen, el conflicto con la familia de origen lleva a los pacientes con una organización depresiva
a estar excesivamente involucrados y comprometidos en su relación de pareja, y esto daña su capacidad
de negociar las reglas de la relación con su pareja quien, no obstante, tiene una sólida relación con sus
propios padres y hermanos. También existe la posibilidad (derivada de la segunda configuración) de que
la pareja, en caso de contacto con la familia del paciente, desarrolle vínculos más cercanos con ellos que
los que el mismo paciente ha podido tener con su propia familia.
Esta revisión del contexto más detallada que precede a la aparición de síntomas nos permite
movernos varios pasos. Se vuelve más claro, por ejemplo, por qué las personas propensas a la depresión
conservan una relación lo más que se pueda, aunque les genere un sentimiento de vergüenza. También
explica por qué estos pacientes esperan una relación total con su pareja. Pero ¿por qué nunca han
experimentado una ruptura tan extrema con su familia de origen? Para responder a esta pregunta,
revisaremos el contexto intersubjetivo original tal cual es reconstruido por los pacientes durante sus
procesos terapéuticos. Este contexto tiene un papel directo en el aquí y el ahora, cuando los síntomas
aparecieron por primera vez en adultos jóvenes que aún no han logrado desarrollar una relación
emocional a largo plazo.

6.5 Reconstrucción del Triángulo Original en terapia.


Desde 1990, con el cambio hacia un enfoque predominantemente biológico, han disminuido
drásticamente las investigaciones y los modelos clínicos respecto al contexto intersubjetivo de los
depresivos. Sin embargo, hubo un aumento en la investigación de los problemas relacionales que
afectan a los niños cuando uno o ambos padres sufren de depresión (Focht-Birkerts & Beardslee, 1996,
2000; Hamilton, Jones & Hammen, 1993; Herring & Kaslow, 2002; Whiffen, Kerr & Kalloss-Lilly, 2005). En
todo caso, hay un acuerdo sustancial entre los clínicos y los investigadores sobre que la experiencia
relacional de los individuos con depresión grave está marcada por un fracaso en las relaciones primarias.
La incapacidad de establecer una relación cercana con al menos uno de los padres durante la niñez,
adolescencia o adultez temprana fue considerada por Bowlby (1980) y por algunos cognitivistas (Bara,
1996; Guidano, 1987, 1991) como la raíz de la depresión grave. Esto es consistente con un estudio de
Brown, Harris y Copeland (1977) del que se desprende que la pérdida o separación de la madre antes de
los 11 años aumenta el riesgo de depresión en la adultez. Investigaciones posteriores de Brown y otros,

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


hicieron posible clarificar que la variable crucial no era tanto la pérdida de la madre como la calidad de
los cuidados posteriores. Por lo tanto, la pérdida de la madre es un factor que predispone el riesgo de
abandono y de abuso. De hecho, Brown y sus colegas (Bifulco, Brown, & Harris, 1994; Brown, 2002)
descubrieron que las experiencias de abandono y abuso antes de los 17 años duplicaban el riesgo de
depresión en la adultez.
Algunos de mis pacientes habían perdido a su madre durante la niñez, pero muchos de ellos
parecían no haber logrado desarrollar vínculos afectivos estables con nadie en su familia; otros no
tuvieron éxito en mantenerlos durante su desarrollo. La opinión de que los patrones de apego evitativo
son la causa de depresión crónica (Bowlby, 1980) es ciertamente posible; sin embargo, es inespecífico.
Las formas evitativas del apego se encuentran en otras psicopatologías (Dozier et al., 2008). Esta visión
etiopatogénica no distingue la organización depresiva del narcisismo patológico ni de otros trastornos.
No explica, por ejemplo, por qué en los pacientes deprimidos, a pesar de la ausencia relaciones afectivas
estables en la infancia, no hay rastro de la petrificación emocional y ausencia de empatía, características
del narcisismo patológico. Sobre todo, la hipótesis de Bowlby no arroja luz sobre por qué los depresivos
tienen la habilidad de desarrollar relaciones emocionales. Esta capacidad es desconocida entre los
trastornos de personalidad narcisista y mayor entre estos pacientes que en cualquier otra psicopatología
(Linares & Campo, 2000).
Durante la terapia, la reconstrucción de la red de relaciones, entre las que mis pacientes se han
posicionado a medida que crecieron, ha resaltado un complejo contexto intersubjetivo caracterizado por
tres componentes. Por supuesto, esta reconstrucción no hace ninguna pretensión de objetividad. Al
contrario, describe la forma en que mis pacientes, solos o con sus familias, reconstruyen su historia
relacional con un terapeuta sistémico que, utilizando al menos una tríada heurística, ayuda a los
pacientes a enlazar sus emociones personales con lo que está sucediendo en las relaciones
interpersonales en las que están involucrados.

1. El contexto familiar del futuro paciente, en general consiste en una pareja que no permite espacio
para la relación vertical padre-hijo. Por lo tanto, los futuros pacientes no han sido capaces de desarrollar
momentos de intimidad con sus padres durante la infancia y la adolescencia. En la dinámica familiar en la
que se desarrollan las organizaciones depresivas, no sólo no hay una relación triangular con el niño –el
futuro paciente- si no que el niño mismo se siente sustancialmente ignorado, según lo sugerido por
Linares y Campo (2000).

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Los padres pueden ser una pareja cohesionada y eficaz en su funcionamiento. En este caso, sus
límites son muy rígidos para permitir espacio para el niño, quien no puede encontrar un posicionamiento
importante entre sus padres. Frecuentemente la pareja no está unida de ninguna forma. Aquí, un
miembro de la pareja frustrante –frecuentemente con personalidad narcisista- monopoliza totalmente la
atención del otro, quien frecuentemente le adora. En teoría, el padre frustrado podría tener mucho
espacio emocional para el niño, dado el vacío emocional que deja la pareja frustrante, que es objeto de
una adoración unidireccional, pero desafortunadamente ese padre no tiene tal espacio. Las dificultades
de la relación entre los padres absorben todas las emociones de los padres frustrados o su capacidad
relacional residual se dirige hacia los otros niños. El resultado es que, los pacientes potenciales, no
encuentran lugar para ellos con ninguno de los padres. Los padres de mis pacientes eran tan variados
que fue imposible categorizarlos, aunque compartían dos aspectos: la dinámica emocional de la familia
se centraba alrededor de la propia relación de los padres y, el niño que se convertiría en depresivo, era
excluido de dicha relación.

2. La exclusión, por una pareja que centra la dinámica emocional de la familia sobre sí misma, y su
falta de interés por sus roles parentales, produce celos, envidia y rivalidad en el niño hacia uno o ambos
padres. Estos sentimientos, en general experimentados con violencia por mis pacientes, no son, en su
opinión, justificados, porque sus padres no se comportan de forma hostil o persecutoria hacia ellos, si
acaso, son agresivos hacia la pareja. Por lo tanto, el potencial depresivo es forzado por estas emociones
para desarrollar una auto-percepción negativa. La agresión, el odio y la amargura hacia uno o ambos
padres, a sus ojos, injustificada, les da una auto-imagen de alguien indigno de amor.

3. En esta situación relacional, durante la infancia, adolescencia o adultez temprana, surge una
oportunidad para el futuro depresivo para tomar un lugar entre los “elegidos”. Finalmente parece
posible para él/ella establecer una potencial, exclusiva y satisfactoria relación con uno de sus padres o
con otro miembro importante de su familia. Por supuesto, el futuro paciente sería muy feliz de pasar de
una posición de exclusión a una de aceptación y de ser recibido. Pero la respuesta del adulto con quien el
futuro paciente había buscado la inclusión es de rechazo indignado. La oferta relacional del niño es
rechazada: el niño está tratando de usurpar una posición que no le pertenece. En ocasiones el niño es
incapaz incluso de ofrecerse al padre con una posición favorecida porque el otro padre, con quien el niño
pasa más tiempo, bloquea la maniobra relacional al condenarlo como indigno. En algunos casos, es el

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


niño quien no busca la posibilidad de inclusión entre los elegidos, ya que está convencido que ese
movimiento traerá vergüenza a uno de los padres.

En todas las situaciones mencionadas anteriormente, los futuros depresivos se encuentran en una
posición relacional que les produce una auto-imagen negativa: mantener una posición de exclusión, de
hecho, significa experimentar sentimientos de rivalidad, envidia y celos hacia una pareja que es incapaz
de ofrecer oportunidades de intercambio emocional. No obstante, intentar mover su posición hacia
aquellos que son amados, honrados y aceptados significaría ser indigno y despreciable.
La muerte de un padre ofrece una oportunidad particular para crear una situación de relación con
los componentes que he descrito, como puede verse en el siguiente caso.

Paola, que tenía 6 años cuando su madre murió de cáncer pulmonar, no sintió dolor ni tristeza con
su muerte. Cuando comenzó la psicoterapia, a la edad de 50, aún tenía un recuerdo claro del serio duelo
que había adoptado durante el funeral, la tragedia la había colocado en un lugar central, el foco de la
preocupación y el respeto de todos, y ella desempeño el papel por completo. A diferencia del hijo mayor,
quien era cercano a su madre, Paola nunca había logrado desarrollar un vínculo con ella; poco después
de su nacimiento, su madre Beatriz, se puso enferma y delegó el cuidado de su hija recién nacida a sus
cuñadas. Las pocas memorias que Paola tenía de su madre le indicaban hostilidad hacia ella, la recuerda
como posesiva, impulsiva y egocéntrica. Beatriz era 12 años más joven que su esposo, él la adoraba. Su
muerte lo devastó a tal grado que, según Paola y su familia, desarrolló tuberculosis durante el duelo por
la pérdida de su mujer. Durante el año que estuvo en el sanatorio, ciertamente parecía más interesado
en unirse a la muerte de su esposa que en preocuparse por sus hijos y empezar una vida nueva. Este no
fue el caso de Paola, quien se había sentido excluida por años, en los márgenes de una familia donde la
madre era el centro de toda la atención de su esposo. Con la muerte de su madre, Paola vio la
posibilidad finalmente de ganar una posición cerca de su padre. El sufrimiento que todo el mundo vio en
su posición de huérfana les hizo compararla con su madre y la hicieron digna de la atención de su padre.
Como todos los niños, Paola estaba más interesada en el futuro, después de la muerte de su madre ella
quería mirar hacia adelante. Cuando su padre regreso a casa 18 meses después del entierro de su madre,
Paola buscó consolarlo ofreciéndose como pareja sustituta. Muchos episodios durante su niñez
estuvieron dirigidos a este final, incluso fue tan lejos como pretender que estaba enferma para atraer la
atención de su padre. Su respuesta era siempre la misma, un rechazo indignante que significaba “¡Cómo
te atreves a pensar en sustituir a tu madre!”. Paola no se parecía a su madre, excepto en sus delicadas y

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


hermosas manos. Cuando de adolescente se las mostró a su padre diciendo “mira, son como las de mi
madre”, la respuesta que recibió fue “no, tienes que estar bromeando, no se parecen a las de ella en lo
más mínimo”- tan contundente como indignado.
El caso que describo a detalle a continuación tiene las características que he indicado como típicas
de aquellos contextos que no involucran la muerte. Esta es la situación más frecuente entre mis
pacientes.

6.6 “Puta alcohólica loca”


Así es como su exesposo y sus suegros la veían, y Giulia se presentó conmigo de esta forma en nuestro
primer encuentro, porque era mejor ser una “puta alcohólica loca” que una “desgraciada patética”.
En sus treinta y tantos, tenía tantos recursos como problemas psicológicos. Exuberante, muy
inteligente, con un encanto seductor salvaje, Giulia había pasado por dos tratamientos hospitalarios y
muchos intentos de suicidio, había sido diagnosticada con trastorno bipolar y enfrentaba una demanda
de su esposo para quitarle la custodia de su único hijo de 7 años; el riesgo de perder la custodia de
Alberto era alto. Así como con el diagnóstico de trastorno bipolar y los dos intentos de suicidio, ella se
negaba a tomar medicamento, una decisión que los abogados de su exesposo impugnaban.

¡Estaba tomando más de 40 medicamentos al día! Litio en grandes cantidades. ¡Incluso


trataron de inyectarme cinco o seis veces al día! Deben haber pensado que yo era un conejillo
de indias, yo no sé (…) Después de ocho días, solicité ser dada de alta y me dejaron salir;
afortunadamente mi padre me apoyo, de otra forma quien sabe cuánto tiempo hubiera estado
ahí. De inmediato reemplacé las cuarenta píldoras por remedios homeopáticos, después de
dos meses dejé de tomar todo. ¿Qué podía hacer? Pensaban que debería haber estado
llevando un maletín de medicamentos, tenían que estar bromeado. Levanté la tapa del
escusado y tire los medicamente, todos, sabiendo que tendría mis altas y bajas… pero me
deshice de todos ellos. Ahora estoy siendo acusada de no seguir la terapia del Prof. X… que si
la hubiera seguido, me habría curado. ¡Tonterías, hubiera sido un vegetal! Desde entonces no
he tomado una sola pastilla, ni siquiera puedo soportar verlas.

Por encima de todo, estaban las repetidas separaciones de su hijo, Alberto, quien había sido dejado
con su abuelo y su pareja. La primera ocasión, tres años antes, después de la fase depresiva aguda y la

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


consiguiente hospitalización, fue un abandono real. Después de un periodo en una comunidad, al final de
su tratamiento, Giulia se fue a la India, donde se quedó por tres meses sin contacto alguno.
Giulia no era una alcohólica, aunque había abusado del alcohol algunas veces en su vida,
especialmente cerveza. No había sido promiscua sexualmente, pero durante su corto matrimonio, no
faltaron las relaciones extra-maritales y después de su separación, cinco años antes de comenzar la
terapia, parecía ser incapaz de tener una relación duradera. Cuando la conocí, había estado viviendo por
un año con un latinoamericano de 21 años, una unión que había exacerbado aún más la relación con su
exesposo y la familia de él.
Al darse cuenta de que tenía muchos problemas, Giulia inició varias terapias, aunque las
abandonaba después de pocas sesiones. No pensé que nos seguiríamos viendo por dos años, como lo
hicimos, si no hubiera sido porque Giulia tenía el riesgo de perder a Alberto, a quien amaba. Alberto era
muy apegado a ella y a su abuelo materno. Es por eso que los abogados la enviaron conmigo, estaban
conscientes de las dificultades de Giulia para cuidar a Alberto, pero temían que darle la custodia al
padre, quien vivía con su pareja a miles de kilómetros de distancia, pudiera ser catastrófico tanto para
Alberto como para Giulia. No estaban seguros de que posición tomar y, aún más, porque Alberto tenía
problemas de aprendizaje. ¿Sería capaz el niño de lidiar con otro revés?
Examinemos el contexto interpersonal en el que vivió Giulia hasta la edad de 19 años. Es también el
contexto en el que se relaciona la aparición de sus síntomas, lo que consideraré más adelante. El
episodio grave que la llevó a la depresión, tres años antes de empezar la terapia, estaba totalmente
ligado a las relaciones con su propia familia de origen, a pesar de que había tenido lugar después de una
ruptura de una relación emocional.

El Contexto Intersubjetivo Original


Era difícil para las mujeres en la familia Albertini tener una posición respetable. En la familia de Giulia,
donde la rama paterna tenía un papel claramente dominante, los hombres tenían un destino. Algunos
eran los elegidos, besados por la fortuna, bañados por la riqueza, como su abuelo paterno y su tío. Otros
eran rebeldes, perseguidos, exiliados, pero capaces de sobrevivir si eran afortunados. La oveja negra
siempre se podía levantar, así como sucedió con el padre de Giulia. En cambio, las mujeres seguían
siendo parte del grupo, siempre y cuando disfrutaran de la benevolencia de los hombres y siguieran las
reglas. Este fue el caso de la pareja de su padre, Beatriz, y de su tía paterna. Si perdían el favor o
entraban en conflicto con los hombres, eran ignoradas, abandonadas o desechadas, como sucedió con la
madre de Giulia y con su abuela paterna. Así es como Giulia presentó a su familia extensa con quienes

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


vivió hasta los 19 años; se convirtió en la oveja negra en su intento de encontrar una identidad, incluso si
era una negativa, era una identidad de todos modos, identidad por la que fue rechazada. En su familia,
como me contó inmediatamente, si la oveja negra era una mujer, no tenía derechos en absoluto:

PT: Tengo el carácter de mi padre y de mi abuelo.


TH: ¿De qué maneras son iguales?
PT: Somos de cabeza caliente, duros. Pero desafortunadamente soy una mujer… Si yo fuera un hombre
hubiera sido diferente… Mi abuela, de sus cinco nietos, me hubiera preferido a mí, ya que yo era la
oveja negra, como su hijo. En cierto sentido, su esposo era también la oveja negra. Ella siempre
prefirió a mi padre que a mi tío, pero por desgracia soy una mujer y para ella no valgo nada.
TH: ¿Qué fue lo que hiciste para convertirte en la oveja negra?
PT: Así, es como es. Rompí todas las tradiciones, hice lo que hasta los hombres no tienen permitido
hacer. Fui la primera en mi familia en pedir el divorcio. Soy la única a la que no le importa lo que la
gente piense. Me han hecho pasar un mal rato, yo sé lo que ellos piensan, lo sé incluso sin que ellos
me digan algo, sin siquiera verlos, porque tenemos la misma sangre…

Durante la infancia y adolescencia de Giulia, la familia Albertini vivió en dos villas rodeadas por un
jardín, su abuelo vivía en una villa con uno de sus hijos, mientras que su abuela vivía en la otra con el
otro hijo de la familia. De hecho, los abuelos de Giulia habían estado separados por años. Su abuelo era
el “elegido”: cortejado, venerado y temido por todos. Aunque sin educación, había construido una
empresa de producción de material eléctrico que exportaba a todo el mundo, se había convertido en una
de las industrias más importantes de la región. Era considerado un genio. La descripción que su nieta
hacía de él evocaba a la novela de Becket, Watt. Al igual que con el Sr. Knott, era imposible tratar de
entender a este solitario e insondable hombre, en relación con él su familia estaba en la posición de
Watt, los sirvientes eran incapaces de encontrar sentido al comportamiento de su amo.

PT: Él era el rey, era su forma… Incluso ahora, si le preguntas a los amigos de mi abuelo (algunos aún
viven), ellos te dirán “Cuando tu abuelo hablaba, toda Italia se quedaba en silencio”.
TH: ¿Por qué “toda Italia se quedaba en silencio”? ¿Era autoritario, le tenían miedo?
PT: No lo sé, no tengo la menor idea. Yo vivía con mi abuelo, pero no lo veía; era su nieta favorita, pero
nunca lo veía. No comía con nosotros en la cocina, comía en la sala de estar, le servían en bandejas
de plata.
TH: Ah ¿Tu comías en la cocina con la servidumbre y él comía solo en la sala de estar?

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


PT: Si, solíamos comer en la cocina. Era una cocina encantadora, grande… algunas veces, la sirvienta
comía con nosotros, otras no. Había una niñera que era como una madre para mí, aún voy a
visitarla- no hay formalidades entre nosotras.
TH: ¿Y él?
PT: Él era atendido por la sirvienta y por la hermanastra de mi abuela, quien le preparaba la comida y se
aseguraba de que tuviera todo lo que él quisiera. Era una cocinera excelente, completamente a su
servicio.
TH: ¿Por qué comía solo?
PT: No lo sé, así es como le gustaba. Nunca comía lo mismo en el almuerzo y en la cena, cuando estaba
en casa desde luego, porque a menudo estaba fuera.
TH: ¿Y cuándo tu padre llegaba el sábado por la noche?
PT: Comía en la cocina con nosotros.
TH: ¿Y en navidad?
PT: Nunca pase navidad con mi abuelo
TH: Eso es extraño…
PT: (risas)… pero para mí eso era normal. Nadie se atrevía a decir una sola palabra sobre mi abuelo. Yo
era muy afortunada, vivía en una villa enorme, incluso tenía claro que la situación en la que estaba
era debido a mi abuelo.
TH: ¿Era casi un dios?
PT: Era más que eso, él era un dios, era un genio. Solo piensa… dejo la escuela a los 14 años y aun así
hablaba un francés perfecto. No sé cómo ni dónde lo aprendió.
TH: Debió haber sido muy difícil para tu madre vivir en esa casa.
PT: Si, y ahora dice “Dios, como sufrí con ese hombre, no podía hacer nada. Siempre estaba preocupada
cuando él estaba porque no podías gritar ni hacer ruido…” Tenía que haber absoluto silencio cuando
él estaba cerca, no podíamos respirar.
TH: Un tormento…
PT: Si, para ella fue una tortura, pero solo me di cuenta de esto después. Para mí, él era “el gran jefe”…
incluso ahora es el gran jefe porque aun lo veo como lo veía cuando era niña. Quizás aún estoy
agradecida con él porque decían que me prefería a mí más que a sus otros cuatro nietos. Es algo
difícil de creer.

Por décadas, la abuela de Giulia fue completamente excluida de la vida de su esposo; su madre
murió cuando ella era joven y fue echada de la casa cuando se embarazó del padre de Giulia. Su

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


matrimonio con el patriarca se llevó a cabo después del nacimiento de su segundo hijo y después de que
contrajo una infección de sífilis que le transmitió su marido, la cual la hizo coja. Ella ayudó a su esposo a
hacer su fortuna, ayudándole en las primeras etapas de su ascenso, antes de ser olvidada pero no
abandonada “(Mi abuelo) se aseguraba que no le faltara nada, ella le había dado dos hijos” y conservaba
una especie de devoción canina hacia él. Todos sabían que tenía una amante con quien viajaba, pero
nadie sabía o se atrevía a preguntar quién era esa mujer.
Esta historia provee los antecedentes del tormentoso matrimonio entre los padres de Guilia,
Verónica y Giacomo. Aunado a los problemas de la pareja, estaba el conflicto de Giacomo con su padre.
Giacomo y su hermano menor trabajaron con el patriarca, cuyo favorito era el hermano. El hermano era
deferente hacía su padre, animado, amante de la diversión, simpático: “besado por la fortuna, siempre
vivió una vida de lujos, haciendo muy poco”. Giacomo no podía soportar la autoridad de su padre, y
cuando Giulia no tenía ni tres años, se mudó a Milán donde fundó su propia compañía independiente,
aunque afiliada a la de su padre. “Si no puedo ser rey aquí, seré un príncipe en Milán” había dicho, o al
menos así es como fue la historia familiar. Su esposa e hijos fueron dejados en la villa donde, al principio,
regresaba por un par de noches durante la semana, pero después sólo en los fines de semana -nunca se
perdió un fin de semana hasta que Giulia tuvo 19 años. Su matrimonio ya tenía dificultades cuando se
mudó a Milán: “Nunca vi a mis padres dormir juntos en la misma cama y siempre veía a mi madre sola y
desesperada cuando él se iba”.
Cuando Giulia fue concebida, Beatriz, la mujer que se convertiría en la pareja de su padre, ya estaba
en escena. Se casaron 35 años después, cuando la terapia de Giulia estaba por terminar, pero su
encuentro y el cortejo provocaron una ruptura inmediata e irreparable entre los padres de Giulia. Al
menos así era la versión de la paciente.

Todo mi pesar y mi enojo hacia mi madre, es por este asunto. Yo le dije “Eres una idiota ¡qué
estabas haciendo al concebirme! No me importa un comino si eres religiosa, si crees en el
matrimonio o en Dios. ¿Qué hacías concibiéndome si sabías que mi papá ya estaba con otra
mujer por dos años? ¿Estás loca? Al menos le hubieras permitido concebirme con la otra
mujer, darme la oportunidad de haber nacido… al menos hubiera tenido… no diré nada, eres
una madre y eso está bien- pero al menos habría tenido otra madre y a mi padre. ¿Por qué me
tenías que hacer sufrir incluso antes de haber nacido?” (…) Porque después fue mi padre quien
quiso un segundo hijo, no mi madre. Pero es una locura de todas formas. Si mi exesposo me
hubiera dicho “Quiero otro hijo contigo”, yo le hubiera dicho “No querido, no, olvídalo, si
acaso tendré uno con mi actual pareja”.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Aunque su padre la quería, Giulia estaba convencida de que ella había sido un obstáculo en su relación
con Beatriz, y esa es la razón por la que, por muchos años, había ocultado su existencia a Beatriz.
Además, su madre dejó su trabajo como maestra cuando ella nació, volviéndose completamente
absorbida por la kafkiana situación familiar.
La situación matrimonial de sus padres debió haber sido más compleja de lo que le pareció a Giulia
después. Aunque su padre redujo gradualmente el tiempo de sus estancias, pasó cada fin de semana con
su familia oficial por más de 25 años, incluso después de que el patriarca murió. Además, pasaron 20
años antes de que la relación entre el padre de Giulia y su pareja fuera traída a la luz y se informara a sus
hijos, y pasaron 30 años antes de que él solicitara la separación y el divorcio.
Ciertamente fue un golpe devastador para la madre de Giulia, traicionada y confinada con la familia
de su marido, Verónica experimentó graves dificultades psicológicas, pasando de un “colapso nervioso” a
otro después de la muerte de su suegro, quien había garantizado su estatus de esposa oficial. Era una
dificultad que se mantuvo. Cuando la terapia comenzó, Verónica aún vivía en la villa con su suegra,
viviendo una vida entre una rabia impotente, despotricando contra su esposo y tomando psicofármacos.

PT: Mi madre ahora sale con estas historias: “No le voy a dar el divorcio” Sale con estas historias,
después de 30, 40 años (…) Es increíble. No entiendo cómo es que no puede entender el efecto que
estas cosas tienen sobre mi hermano y sobre mí… Es terrible, realmente terrible.

Casi no es necesario señalar que Giacomo y Verónica no tenían un espacio positivo que dar a Giulia
y a su hermano durante su infancia y adolescencia. Giacomo estaba demasiado ocupado creando su
propia buena posición; habiendo abandonado la compañía de su padre, tenía que triunfar en su propio
negocio para superar el rechazo de su familia. Por mucho tiempo, la batalla competitiva entre su padre y
su hermano, y su doble vida emocional, no le dio ni el tiempo ni la energía para preocuparse por sus
hijos. Por su parte, el sufrimiento de Verónica era cada vez mayor y se encontraba incapaz de cuidar a
sus hijos. Habiendo dejado de ser maestra, siendo relegada al mundo claustrofóbico de las dos villas,
comparando constantemente su vida con la felicidad de la familia de su cuñado, terminó siendo
completamente absorbida por su desgracia matrimonial. Ella era la hija de una respetable familia de
clase media, inteligente en la escuela, la favorita de sus padres, admirada por su hermano. A diferencia
de la abuela paterna de Giulia, ella no estaba preparada psicológicamente para lidiar con dicha situación
frustrante y humillante. Nadie la ayudó, mientras aún había oportunidad de salir del mundo
claustrofóbico que la estaba destruyendo- ni sus padres, quienes se apartaron, desorientados por la

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


enorme diferencia entre la situación financiera de ambas familias; ni su hermano, quien era devoto a ella
pero no hizo más que ofrecerle su amor y entendimiento, sin alentarla a tomar decisiones firmes.
Giulia y su hermano Eduardo, quien era 4 años más grande, sufrieron inevitablemente. Casi no
vieron a su padre, cada día vieron el dolor y la soledad de su madre, así como a sus afortunados primos
cuyos padres estaban felizmente casados y disfrutando de la vida. De los dos, Giulia fue la que
verdaderamente estuvo sola. Eduardo era el nieto favorito de su abuela y tenía una relación cercana con
su madre, aunque los roles se invirtieron, fue Eduardo quien cuidaba a su madre, en lugar de a la inversa.
Fue él quien busco permanecer cerca de ella y actuar como su confidente. Al llegar a la adolescencia, su
padre comenzó a interesarse en él, le ofreció un trabajo en su compañía y lo presentó con su amante
durante unas vacaciones. Cuando el patriarca murió, al menos el padre de Eduardo había buscado
involucrarlo en su vida.
Giulia fue ignorada y excluida de todas estas relaciones familiares, ella era más joven y una mujer.
En esa familia, haber nacido mujer significaba ser rechazada por el único adulto capaz de mostrar
cualquier cuidado, su abuela paterna, cuyo sesgo hacia los hombres de la familia era igual de fuerte
cuando se trataba de la generación más joven. Siempre se sintió agradecida de haber dado a luz a dos
hombres. No estaba interesada en las niñas, solía decir “denme 10 niños a cuidar, no a una niña”.
El incesto entre Giulia y su hermano se desarrolló en este contexto de soledad. Giulia tenía 11 años
cuando éste comenzó, fue excluida por su abuela, su madre sólo estaba preocupada por su matrimonio
roto, las invitaciones de su padre eran sólo para su hermano. Ya no gozaba de la benevolencia de su
abuelo, quien había muerto recientemente. En su habitual manera provocativa, Giulia la describía como
“la mejor relación sexual de mi vida”. En realidad era algo que le pesaba fuertemente. Cuando sus
síntomas aparecieron por primera vez, no fue de extrañar que lo echara en cara a sus padres, como ya
veremos. El incesto duró dos años. Su madre, que lo sabía, no hizo nada. Además, Giulia afirmó haber
sido quien dio el primer paso. Esto parece poco probable, dado que su hermano era cuatro años más
grande. Pero ciertamente, ella tuvo un rol activo en el asunto, sus motivaciones eran bastante
entendibles. Giulia era capaz de terminar con su exclusión y soledad a través de la relación incestuosa. El
precio que pago fue la construcción de una intransitividad entre pertenencia y dignidad. Encontró que
ser excluida era intolerable, pero la única posibilidad de ser incluida, el incesto, la hacía indigna.
A partir de su experiencia de incesto, Giulia también comenzó a posicionarse como la oveja negra de
la familia, en oposición a su madre, cuya honestidad y pureza no la había salvado de su destino de
soledad. El incesto jugó un papel mayor en modelar la personalidad de Giulia, caracterizándola con una
organización depresiva, aunque esto no dio lugar a la psicopatología. Una vez que la relación de incesto

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


terminó, su adolescencia y adultez temprana tuvieron un periodo positivo. Al fin fue capaz de dejar los
confines de la familia Albertini, y otros contactos, fuera de la familia, finalmente fueron posibles. Giulia
era extrovertida, atractiva, la primera en ser invitada a las fiestas y la primera en aceptar: “Yo era alegre,
enérgica. Ciertamente tenía muchos admiradores y amigos”.
A los 19 años, su padre le ofreció un trabajo en su compañía. Estaba entusiasmada. “Mi padre era
mi ídolo”. Giacomo era el favorito de su madre, padre al que Verónica estaba tratando
desesperadamente de reconquistar. Y era también la oveja negra que había tenido éxito, su compañía
estaba prosperando. Pero la felicidad de Giulia no duraría, un mes después de unirse a la compañía de su
padre, le presentó a Beatriz. Habiendo sido mantenida en secreto de la doble vida de su padre, y
habiendo sido hostil hacia su madre, empezó a reconsiderar el comportamiento de Verónica a la luz de
esta traición y a verla como una mujer que había sido destruida por su esposo. Este proceso no estaba
pasando solo en la mente de Giulia, Verónica involucró a su hija en los tormentos de su vida
matrimonial. Devastada por la decisión de su marido de revelar su relación con Beatriz a su hija, que
consideraba como el último paso hacia la separación legal y el divorcio, Verónica le contó todo. Giulia fue
profundamente sacudida. A la luz de las revelaciones de su madre, la idea de pertenecer al mundo de su
padre, de finalmente tener un lugar en la familia Albertini, significaba destruir a su madre. Aunque Giulia
anhelaba ser parte del mundo de su padre, no podía tentarse con lo que veía como un crimen. Tomó el
lado de su madre. Su hermano ya había encontrado la forma de mantener contacto con su padre sin
traicionar a su madre, trabajaba con Giacomo pero no pasaba ningún otro momento con él, dado que no
aceptaba a Beatriz. Giulia era incapaz de considerar esa opción y prefería la exclusión a la vergüenza. La
ruptura entre la relación padre e hija fue sellada cuando la abofeteó en respuesta a sus acusaciones de
comportamiento vergonzoso.
La exclusión de Giulia fue un golpe duro para ella y, aún más, pues su hermano trabajaba con su
padre y su madre no le daba apoyo económico ni emocional. Comenzó un periodo de inestabilidad
marcado por viajes al extranjero y relaciones efímeras. Dos intentos de suicidio sugirieron que Giulia ya
estaba clínicamente deprimida. El encuentro con su futuro esposo terminó esta fase problemática en la
vida de la paciente. El matrimonio parecía ofrecer la oportunidad de un nuevo comienzo, su esposo era
el hijo de una ilustre familia, menos adinerada que la suya, pero educada y con mejores conexiones
sociales. Pero el matrimonio fue breve; tuvo su fin después de un par de años de excesivas cantidades de
cerveza y traición mutua. Su esposo se mostró reacio a aceptar el divorcio, porque quería mantener el
control sobre su hijo, pero acepta de buena manera que ella no le siguió al extranjero. Por lo tanto ella
se mantuvo sola en Milán, en un apartamento que pertenecía a sus suegros, quienes vivían en el mismo

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


edificio. Cuando su nueva pareja se mudó al departamento con ella, la relación con sus suegros se
deterioró. También se sintió enojada cuando su padre le regaló a su hermano un departamento de lujo,
mientras que ella seguía en dichas circunstancias difíciles. Aunque también estaba furiosa con su madre,
quien no la ayudó a cuidar a su hijo pequeño. Cuando su pareja se fue, su ya precario estado mental se
deterioró más.

El inicio de los síntomas


Su entrada en la patología, hecha y derecha, se dio completamente dentro de su familia de origen.
Giulia sintió que ya no podía manejar la situación, fue sacudida por el insomnio, estaba altamente
ansiosa y agitada. Pensaba que toda su vida, desde los once años, había estado completamente
equivocada, una farsa. Llamó a Verónica “¡Mamá, te necesito!, y su madre le respondió, como siempre
lo había hecho “Mi niña, soy más pobre que tú, no te puedo ayudar”. Giulia se sentía perdida: “¿Y quién
cuidará de mí?” Se dio cuenta de que no podía permanecer sola, ya no era capaz de asumir la
responsabilidad de Alberto:

Sentí un alarido que pasó desde las uñas de los pies hasta las puntas de mi cabello. Quería ir a
una montaña, en la cima del mundo y gritar. Dejarme llorar como niña, necesito gritar, ¡lo
necesito! Mi cuerpo necesita gritar, físicamente, pero no puedo. ¿Qué vería mi hijo de cuatro
años… una madre llorando? No, no puedo enloquecer delante de mi niño, mi sentimiento de
culpa me lo impide. Me trae recuerdos de mi madre gritando frente a mí porque mi padre se
había ido; no le puedo hacer lo mismo a mi hijo.

Giulia decidió organizar que sus padres visitaran su hogar en presencia de un psicoterapeuta. Cuando
ambos llegaron comenzó a gritar, desahogándose: “Voy a decirlo todo, porque ya no estoy interesada en
echarle la culpa por todo a mi madre”. Se dio cuenta de que su padre no sabía nada sobre el incesto ni
sobre sus intentos de suicidio. “En cierto punto, entré a la cocina y desde ahí lo escuché decirle a mi
madre: ‘¿Cómo pudiste haber guardado esto sin decirme?’” Las cosas que Giulia les dijo a sus padres
eran verdad, pero estaba agitada, no podía controlar sus emociones. Era evidente que no podía hacerse
cargo de su hijo de cuatro años. Como siempre, su madre evadió el asunto “Por primera vez, mi padre
entró en mi vida y dijo: ‘Yo cuidaré a tu hijo’”.
La psicoterapeuta señaló a sus padres que no podían dejar a Giulia sola en ese estado. Giulia estaba
de acuerdo. “Nadie me quiere, ¿a quién puedo acudir? Ni siquiera mi madre me acepta. Bueno, lo diré,
¡intérnenme en un hospital!”

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Para Giulia, el hospital significaba recuperar a su padre, pero perder a su madre: “Para mí, abre una
puerta, pero cierra otra. Encuentro a mi padre, pierdo a mi madre”. Madre e hija no se hablaron por dos
años, ni siquiera por teléfono. Giulia no podía perdonar a su madre por no permitirle regresar a casa en
aquel momento tan dramático. Y estaba agradecida con su padre y su pareja por cuidar de Alberto.
Estaba consciente de cuán difícil era para un hombre de 65 y una mujer de 60 años (alguien que nunca
había tenido hijos, y que por muchos años no había sabido de la existencia de Giulia) cuidar de un niño
de cuatro años. Solo habían visto a Alberto dos veces cuando se lo llevaron. Giulia también estaba
agradecida con su padre por visitarla diario durante su estancia en el hospital y por ayudarla a ser dada
de alta tan pronto como había recuperado algo de autocontrol. Pero no hizo ningún intento de buscar un
lugar en la familia Albertini. Se fue a la India. Estos serían los tres meses más dramáticos de su vida. Casi
termina mal. Al final, su voluntad de vivir prevaleció, regresó. Estaba feliz de que se diera una
comprensión extraordinaria entre nieto y abuelo. Finalmente, al menos, su hijo había encontrado un
lugar entre los elegidos. Le caía bien Beatriz y admitió que la veía como una segunda madre: “Era la
mujer de mi padre, compartía todo con él, aún se aman el uno al otro”. Por lo que estaba contenta de
que Beatriz hubiera tenido un rol maternal hacia su hijo. Dejo a Alberto con ellos por otro año más. Pero
se quedó al margen, no quería ser incluida en la familia Albertini, a pesar de que su padre le ofreció
nuevamente un trabajo en su compañía. Ella solo había podido involucrar a su padre cuando había
estado realmente enferma, cuando no estaba en condiciones de cuidar a su hijo y necesitó a una
psicoterapeuta para confirmar que estaba enferma.
Giulia no habría encontrado difícil trabajar en la empresa de su padre, ella estaba educada, sabía
cuatro idiomas y tenía buenas habilidades para comunicarse. Y era lo que ella más deseaba, pero no
podía hacerlo, trabajar en su compañía habría significado ser indigna porque habría sido el golpe final
para su madre. La búsqueda del divorcio la había hecho sentir culpa hacia su madre, convencida de que
su padre había hecho lo mismo solamente después de que ella rompió el tabú que había existido en la
familia por tres generaciones. Esto, por supuesto, no era cierto. Los tiempos simplemente habían
cambiado. En Italia, el divorcio ya era legal, y el número de divorcios y de familias reconstruidas estaba
aumentando como en cualquier otro país desarrollado. Pero las estadísticas y argumentos racionales no
mitigarían la mezcla de enojo, desesperación e impotencia que Giulia siempre había sentido frente a la
angustia de su madre, y eso constituyó un obstáculo inmensurable para su pertenencia al mundo de los
Albertini. Cuando comenzó la terapia, Giulia estaba altamente antagonista hacia su madre. Una llamada
telefónica era todo lo que tomaba para hacerla pedazos. Este es su relato de lo sucedido, justo después

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


de iniciar la terapia, cuando su madre la llamó para pedirle perdón por haber descargado su
desesperación sobre ella:

No pude dormir anoche. Para mí fue algo… estoy completamente confundida. Mi madre llamó
por teléfono y dijo: “Perdóname por todo el daño que te he hecho”, mi reacción ¿cuál fue?
“No, tú no tienes que pedir mi perdón, por favor mamá, no tienes que decirme esas cosas” Me
sentí extraña, me sentí muy enferma. Había estado esperando estas palabras por 33 años y
ahora estoy hecha pedazos. Ella me dijo esto ayer en la tarde, a las 2:30pm, y desde entonces
no he sido capaz de comer o dormir, no sé qué es lo que me está pasando. Hace tres años ya
había terminado con ella, para mi estaba muerta…

No era tanto el apego a su madre lo que había hecho a Giulia tan frágil. Durante toda su vida no
había logrado establecer una relación estable con ella. Lo que las unía era el sufrimiento de Verónica,
junto con la agresión que siempre había sentido hacia ella, una agresión que al final, siempre sintió que
era injustificada. Verónica nunca se había comportado con dureza hacia su hija. Simplemente siempre
había sido infeliz de tener que cuidarla. Esto era el por qué Giulia solo podía acercarse a la familia
Albertini cuando estaba deprimida. En sus propias palabras: “La relación más hermosa que tuve con mi
padre, fue cuando estuve enferma”. Pero ni siquiera su depresión le permitió tener un sentido de
pertenencia a ese mundo. No obstante, Giulia parecía contenta de haber encontrado un lugar en ese
mundo en el que su hijo podía pertenecer.

6.7 Los Recursos en las Organizaciones Depresivas


La depresión, y la clase específica de depresión que he considerado en este capítulo, está ligada
indudablemente a la melancolía de los Antiguos, tratada por Hipócrates y Galeno, y estudiada por
Aristóteles, Galeno, Avicenna, John Cassian y muchos otros. No es muy diferente a la melancolía del
periodo Renacentista, objeto de los ensayos de Marsilio Ficino, Timothy Bright y Robert Burton, y
magistralmente pintada por Durer. Ciertamente no parece una patología solamente limitada al Oeste.
Parece que se ha extendido por todos lados, aunque su frecuencia varía mucho de país a país, como se
muestra en los estudios transculturales de Brown y sus colegas (Brown, 2002). Los mamíferos que viven
en grupo –monos por supuesto, pero también otros incluyendo a la zarigüeya- también parecen mostrar
patrones de comportamiento “depresivo”, especialmente cuando hay una pérdida de estatus. Por lo
tanto, parece razonable suponer que el comportamiento “depresivo” es parte de la historia evolutiva de
los mamíferos y tiene, como ya he mencionado, un significado adaptativo.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


Por consiguiente, no hay una premisa cultural del oeste típica implícita en la depresión. Las
mónadas de Hobbes, Descartes y Leibnitz, sin puertas o ventanas, o las noluntas de Schopenhauer, no
son, de ninguna manera, responsables. Al contrario, parece ser que lo que subyace a esta psicopatología
es esencialmente una premisa pre-moderna de que los individuos están unidos, inextricablemente, a un
grupo de relaciones, generalmente a aquellas de su familia de origen. Las personas con una organización
depresiva, interpretan su propia exclusión del grupo (real o supuesta) como una desgracia, un daño
irreparable que perjudica su dignidad personal, como la interrupción de un orden natural, que destruye
su futuro de una vez por todas. Esta es también la razón por la que la depresión que he considerado en
este capítulo, que tiene poco que ver con la tristeza o la moral baja, no está muy extendida, como no lo
era en la antigüedad.
En este punto, es interesante discutir un asunto que pienso es muy ignorado –los recursos de las
organizaciones depresivas. Todas las organizaciones tienes recursos específicos conectados a la
semántica y al posicionamiento del paciente. La semántica del poder, por ejemplo, le da a aquellos para
quienes es relevante, la capacidad de “co-posicionarse” a sí mismos en situaciones laborales, estas
personas son capaces de entender las dinámicas de poder que caracterizan a pequeñas y grandes
organizaciones así como para comportarse como corresponde. Las anoréxicas, bulímicas y aquellos que
se posicionan en el polo valorado positivamente en esta semántica también poseen una extraordinaria
voluntad y determinación, así como motivación para el éxito, que son los pre-requisitos necesarios para
los logros personales en casi todos los campos.
A primera vista nada parece tener menos recursos que la depresión. En realidad, la semántica de
pertenencia y la posición experimentada por el individuo con una organización depresiva durante la
infancia y la adolescencia ofrece, como lo hace para otra semántica que hemos visto, ciertos recursos
importantes que pueden ser usados durante el curso de la terapia. Los encontramos mediante la
reconstrucción de la forma en la que funcionan estos pacientes y en sus historias de vida. Ciertas
posibilidades también se encuentran dentro de las limitaciones de esta organización.
La exclusión experimentada en la familia de origen, a menudo permite a las personas con una
organización depresiva, vivir su adolescencia y adultez temprana con menos problemas que durante la
infancia. En situaciones menos patológicas, el acceso a mundos fuera de la familia les provee con una
gran posibilidad de pertenencia que les ha sido negada en su familia de origen. Crecer y crecer rápido, es
lo que con frecuencia anhelan estas personas. No tener vínculos estrechos ni triangulaciones, la
liberación de la familia de origen que es necesaria en la adolescencia o adultez temprana (al menos hasta
cierto punto) es para ellos una “historia permitida” y a menudo es muy emocionante. Dejar el hogar, por

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


ejemplo, que es generalmente un momento difícil para las organizaciones fóbicas, no plantea problemas
para las organizaciones depresivas.
Esta oportunidad de involucrarse en contextos fuera de la familia puede resultar peligrosa. Por
ejemplo, estos individuos pueden terminar dependiendo emocionalmente de su círculo de amigos al
punto de caer en acciones auto-destructivas con tal de pertenecer, o pueden formar demasiado pronto
relaciones íntimas dañinas. Por supuesto, hay muchos riesgos, pero el vacío emocional que los sujetos
con esta organización han dejado atrás les da un fuerte incentivo para construir nuevas situaciones de
conversación.
Principalmente, lo que la gente joven con esta organización quiere, es crear una relación íntima
exclusiva. Incluso en etapas posteriores de la vida, incluyendo a la gente mayor, el objetivo central de
estas personas es compartir y tener intimidad con su pareja. Al no tener vínculos importantes con su
familia de origen, las personas con esta organización, generalmente entran en relaciones íntimas y
absorbentes muy pronto y con frecuencia. La experiencia de vivir en contextos donde la intimidad de la
pareja es tan central –a veces buscada por un solo miembro de la pareja, como la familia de Giulia, pero
con una importancia clave- provee, incluso a aquellos que son excluidos de ella, de registros
emocionales. Tal vez, la experiencia de haber sido excluidos, hace que la relación sea aún más deseable.
El amor romántico fusionado, como es entendido hoy en día, donde cada uno es el centro del
universo de la otra persona, ciertamente es un sentimiento típico de las organizaciones depresivas. Las
expectativas de una relación de un futuro depresivo, así como la difícil historia de relación con la familia
de origen, expone tales relaciones al riesgo de ser un desastre. Con frecuencia, el resultado es conflicto
con la pareja. No obstante, el interés que tienen los individuos, propensos a la depresión, en la relación y
en su capacidad para la fusión y la intimidad, les proporciona recursos valiosos. En primer lugar, para
ellos mismos. Incluso pacientes que están gravemente enfermos –como ya he enfatizado en acuerdo con
Linares y Campo (2000)- con frecuencia son capaces de construir y mantener una relación de pareja.
También en terapia: mientras que la familia de origen probablemente no desea involucrarse en el
proceso terapéutico y renegociar un posicionamiento diferente con el paciente deprimido, la pareja es,
por lo general, un recurso fundamental en el proceso terapéutico debido a su vínculo emocional con el
paciente. A menudo estoy sorprendida por la buena disposición de las parejas que han sido objeto de la
violencia, insultos y provocaciones del paciente, de olvidar el pasado e intentar reconstruir su relación
una vez más. La capacidad de fusión de las personas con organización depresiva en una atracción
poderosa para la pareja. Aparentemente, situaciones sin esperanza entre parejas pueden tomar un giro
positivo inesperado durante el curso de la terapia, y sucede con más frecuencia que en otras

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual


psicopatologías. Esto es también, gracias a la iniciativa tomada por el paciente deprimido, quien, a
menudo es responsable por el comportamiento destructivo dentro de la relación, y al ver el compromiso
emocional de la pareja, resuelve reparar y reconstruir una relación que frecuentemente se convierte en
una pasión renovada.

Referencia
Ugazio, V. (2013). Depression: Denied Belonging en Semantic Polarities and Psychopathologies in the
Family: Permitted and Forbidden Stories. Routledge Taylor & Francis Group: New York and
London.

Traducido por Ana Victoria Hernández Pascual

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