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CUATRO DECADAS QUE CAMBIRON NUESTRO PLANETA.

En las últimas décadas la humanidad ha vivido cambios profundos en prácticamente


todos los ámbitos. Las nuevas formas de relación entre las personas, las instituciones y
los países, han creado un escenario de interacción de alcance planetario. En la
globalización existen “perdedores y ganadores”, ya que no podemos hablar solamente
de los beneficios que trae consigo la misma, sino también de los impactos
desfavorables que en las sociedades y organizaciones esto puede originar. No existe
en la actualidad área del conocimiento que no esté vinculada, directa o indirectamente,
al tema de la globalización. Este fenómeno ha permeado prácticamente todos los
campos de la actividad humana: economía, cultura, política, ecología, etc., adquiriendo
así un carácter pluridimensional. El impresionante avance de las fuerzas productivas a
escala mundial durante el siglo XX, especialmente en la segunda mitad, profundizó la
división internacional del trabajo, modificando el contenido de conceptos como ventajas
comparativas y dando origen a otros como ventajas competitivas, determinadas por
factores relacionados con la economía del conocimiento apoyado a la idea del progreso
como constatación y como exigencia que incluye un juicio de valor basado en una
imagen del hombre.

No cabe duda de la necesidad urgente de humanizar la globalización. Por eso hay que
impulsar el desarrollo humano como alternativa al actual ordenamiento mundial,
buscando un mayor equilibrio socioeconómico y político, con sostenibilidad, pensando
en la calidad de vida de las generaciones futuras. En este sentido es importante
analizar el concepto de desarrollo humano. De acuerdo con el PNU: El desarrollo
humano es un proceso en el cual se amplían las oportunidades del ser humano, de las
cuales las tres más importantes son disfrutar de una vida prolongada y saludable,
adquirir conocimientos y tener acceso a los recursos necesarios para lograr un nivel de
vida decente. Aparte de estas, otras oportunidades altamente valoradas por muchas
personas, van desde la libertad política, económica y social, hasta la posibilidad de ser
creativo y productivo, respetarse a sí mismo y disfrutar de la garantía de derechos
humanos. El desarrollo humano debe incluir dos aspectos: la formación de capacidades
humanas, mejor salud, conocimientos y destrezas. De acuerdo con este enfoque, el
ingreso, aunque importante, no es más que una de las oportunidades que la gente
desearía tener. Por eso, el desarrollo debe abarcar más que la expansión de la riqueza
y los ingresos. Su objetivo central debe ser el ser humano.

Se trata de un desarrollo donde las personas puedan tener y aprovechar su potencial


como seres humanos. En última instancia, el desarrollo humano se basa en lo que las
personas pueden hacer y en lo que pueden convertirse, sus capacidades y en la
libertad de disponer de opciones reales en la vida.

A partir de esta definición, se puede inferir que aunque se han logrado progresos en
materia de ingreso, servicios públicos, educación, entre otros, aún persisten las
desigualdades sociales y la exclusión en materia de participación en la toma de
decisiones en los asuntos que competen a la mayoría de la población.

Uno de los precursores de la adopción del concepto desarrollo humano es el premio


Nobel Amartya Sen (2006). Para este autor, el concepto de desarrollo debe ir mucho
más allá de la acumulación de riqueza y del crecimiento del producto nacional bruto y
de otras variables relacionadas con la renta, este debe ocuparse más de mejorar la
vida que llevamos y las libertades de que disfrutamos.

Según Sen, el desarrollo debe estar ligado a la expansión de las libertades, lo cual
lleva a centrar la atención en los fines por los que cobra importancia el desarrollo y no
sólo en algunos de los medios, a pesar del papel que estos desempeñan en el proceso.
Es de vital importancia, entonces, eliminar las principales fuentes de privación de la
libertad: la pobreza, la escasez de oportunidades económicas, las privaciones sociales
sistemáticas, el abandono de los servicios públicos y la intervención de los Estados
represivos.

Este planteamiento choca de frente con la ortodoxia imperante de ver el desarrollo


como el simple crecimiento del PIB, sin tener en cuenta los efectos sociales del mismo.
Es a partir de este cuestionamiento que se plantea el concepto de desarrollo humano.

Se trata de un enfoque cualitativo del desarrollo, donde el centro y fin del mismo es el
ser humano y lo importante es no sólo el nivel de vida, sino la calidad de vida. Por eso
nada más alejado de la realidad que el dogma imperante en los círculos del
pensamiento económico neoliberal, según el cual lo que es bueno para la economía,
para el crecimiento, también lo es para toda la población.

Otro tema que es de suma importancia resaltar es la pobreza y la desigualdad.


Paradójicamente, se escuchan, asimismo, con cierta frecuencia, incluso en círculos
académicos, opiniones respecto a que el verdadero problema es la pobreza, y que es la
carencia de bienes materiales lo que debe preocuparnos. Consecuentemente, la
política económica debería ocuparse de generar crecimiento, el cual reducirá o incluso
eliminará la pobreza y corregirá significativamente los actuales niveles de desigualdad.
Afirmaciones de este tipo pueden deberse a una cierta pereza intelectual en distinguir
ambos conceptos, pobreza y desigualdad.
Con frecuencia, pobreza y desigualdad aparecerán juntas, y una elevada desigualdad
implicará que una parte significativa de la población sufre carencias materiales; pero
también puede imaginarse una sociedad rica en la que existe alta desigualdad, pero
apenas carencia de bienes materiales. Es todavía más sencillo imaginar un país en
África subsahariana, por ejemplo, con una reducida desigualdad, pero una carencia
material extendida a la mayoría de la población. Por tanto, pobreza y desigualdad
pueden manifestarse, asimismo, por separado. A diferencia de la pobreza, la
desigualdad es un concepto relativo, basado en comparaciones entre personas.
Mientras que la lucha contra la pobreza persigue que todas las personas tengan
satisfechas sus necesidades materiales básicas, lo cual puede analizarse individuo a
individuo, la lucha contra la desigualdad busca que las condiciones en que vive cada
persona no sean injustificadamente inferiores a las que disfrutan las personas de su
entorno.

Otra razón que explica la mayor relevancia actual del debate sobre desigualdad global
se debe a que el proceso de globalización de la información que estamos viviendo
constituye una auténtica revolución que está alterando drásticamente muchas de
nuestras concepciones. Parece razonable pensar que el bienestar que siente una
persona depende de sus posibilidades de desarrollo en términos relativos respecto de
su entorno. En el actual mundo globalizado, donde prácticamente todas las personas
conocen las condiciones de vida de los demás ciudadanos del mundo, la evaluación de
su propio bienestar no es la misma que cuando sólo se conocían las condiciones de
vida de entornos próximos. En tal contexto, la preocupación por conseguir unas
condiciones dignas de vida debe extenderse a todas las personas, no importa cuál sea
su país de residencia. De ahí la preocupación por la desigualdad global, la que existe
cuando comparamos a todos los ciudadanos del mundo de acuerdo con conceptos
como renta, riqueza, bienestar, consumo o nivel de educación.

La globalización como proyecto es auspicioso y en esencia rescata lo mejor del ideario


de los libertadores: la patria grande, la confederación americana, la patria unida. Pero
una cosa es la enunciación de los propósitos y otra la concreción de los mismos. Hay
quienes piensan que se está depurando un proceso que debe darse naturalmente y
que a Europa le insumió 34 años hasta llegar a la realidad comunitaria actual.

Hay quienes sostienen que estamos avanzando en la más válida de las ideas, pero sin
que las sociedades de los países intervinientes hayan resuelto acabadamente qué
modelo de país ambicionan. Lamentablemente, hasta ahora la forma elegida ha sido
equivocada, porque no se ha aprovechado la experiencia obtenida por el modelo que
funciona efectivamente en la actualidad: la Comunidad Europea.
El problema de integración de los países de América Latina plantea muchas y muy
complejas cuestiones que no son fáciles de resolver.

Podemos mencionar entre otras, los sentimientos nacionalistas generadores de odios


que resultan absurdos en estos tiempos, más cuando la lógica histórica nos está
marcando la necesidad de integración, económica primero y política después, de todos
los países para superar la pobreza y el subdesarrollo.

El único remedio a tantos males es la integración de los países latinoamericanos.

De todas maneras este proceso, ya en camino podrá ser obstaculizado o demorado,


pero nunca frenado.

La responsabilidad de los logros también recae en los empresarios, en lo que le


brindan a la comunidad en la cual se mueven, cómo trata a sus empleados, cómo
elabora sus productos, cómo cuida el medioambiente, cómo se preocupa por los
clientes, el sector más vulnerable de la comunidad.

El desafío de la globalización de los últimos 20 años ha sido la generalización de los


regímenes democráticos a nivel mundial, así como la expansión de los derechos
humanos. Ha puesto en crisis los regímenes autoritarios de diversas especies,
dictaduras militares, Estados socialistas, regímenes teocráticos, que se han
derrumbado en dirección a instituciones de democracia liberal constitucional.

Este fenómeno global de transiciones a la democracia ha sido impulsado por ideales


asociados con el régimen democrático, pero vinculado al predominio económico de
inversores, grandes firmas, organismos internacionales y naciones centrales.

La civilización industrial produjo la más grande expansión del mercado a cualquier


precio, mejoró las condiciones de vida en muchos lugares pero generó el colonialismo
con sus secuelas de explotación y dolor. Algo no anduvo bien será necesario
cuestionarnos sobre los fundamentos de nuestra civilización, nuestros sistemas
culturales y crear los códigos comunicacionales entre culturas diversas, los sistemas
que rigen el aquí y ahora en la vida de los hombres. Habrá que intentar un nuevo
concepto de progreso o desarrollo. Deben comprender los poderes y los poderosos que
los bienes individuales son imposible de goce y pertenencia sin respeto al pluralismo, a
las autonomías morales de los hombres y de las comunidades que forman, a la
tolerancia y a la justicia, en el hogar común de nuestro pequeño planeta.

“Llevemos al mundo por un camino sostenible, liberemos la raza humana de


la tiranía de la pobreza”.

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