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El trabajo en equipo se conforma por un grupo de personas que se reúnen para trabajar
de manera coordinada en la ejecución de un proyecto. Por la teoría sistémica, el equipo
responde del resultado final y no cada uno de sus miembros de forma independiente. No
obstante cada miembro se especializa en un área determinada que afecta al proyecto,
siendo a su vez, cada integrante responsable de un cometido para sacar el proyecto
adelante, pero obteniendo el resultado tal que en un trabajo en equipo, uno más uno, es
igual a tres, ya que el trabajo en equipo no es simplemente la suma de aportaciones
individuales. Un grupo de personas trabajando juntas en la misma materia, pero sin
ninguna coordinación entre ellos, en la que cada uno realiza su trabajo de forma individual
y sin que le afecte el trabajo del resto de compañeros, no forma un equipo.
Mientras que un grupo de trabajo es un conjunto de personas que realizan dentro de una
organización una labor similar, que suelen estar próximas físicamente, tienen un mismo
jefe, realizan el mismo tipo de trabajo pero son autónomos, no dependen del trabajo de
sus compañeros: cada uno realiza su trabajo y responde individualmente del mismo, el
trabajo en equipo responde a un “equipo de trabajo”, como hemos dicho antes, que logra
el resultado en su conjunto.
• Confianza: cada persona confía en el buen hacer del resto de sus compañeros. Esta
confianza le lleva a aceptar anteponer el éxito del equipo al propio lucimiento personal.
Cada miembro trata de aportar lo mejor de si mismo, no buscando destacar entre sus
compañeros sino porque confía en que estos harán lo mismo; sabe que éste es el único
modo de que el equipo pueda lograr su objetivo.
Los proyectos asignados a los equipos de trabajo en la organización suelen tener cierta
complejidad. El equipo tiene que tener muy claro cuál va a ser su función, qué objetivos
se le demandan.
En cada rol pueden verse dos tipos de componentes, el programado, para el cual existen
indicaciones establecidas de cómo cumplir ese rol y el discrecional, que da el margen de
maniobrabilidad que tiene la persona que desempeña ese rol, para actuar según su
criterio. Es el que permite la creatividad. Para un equipo se recomienda una división de
roles dentro del mismo para un trabajo más rápido y organizado. Teniendo cada
integrante una función determinada el resultado del trabajo es mucho más eficaz.
COMUNICACIÓN
Para que un equipo funcione de forma eficaz es fundamental que exista un gran nivel de
comunicación dentro del mismo, el trabajo en equipo exige ante todo coordinación y esto
sólo se logra con una comunicación fluida entre sus miembros.
• De arriba hacia abajo (es decir, del jefe hacia sus colaboradores). En el caso que los
haya.
• Horizontalmente.
MOTIVACIÓN
ASUMIR RESPONSABILIDADES
Lo importante del trabajo en equipo es una valoración subjetiva del objeto por cada uno
de los integrantes ya que un equipo integra diversos puntos de vista que permiten tener
una visión más amplia, para construir una imagen más completa. De a poco, el equipo va
conformando el pensamiento de equipo, por el cual se va teniendo visiones particulares
de la realidad incorporadas por todos los integrantes del mismo.
• Hay que definir con claridad cuales van a ser sus cometidos y cuales los objetivos que
deberá alcanzar. Hay que tener muy claro que la tarea encomendada debe justificar la
formación de un equipo de trabajo, sólo se deben formar equipos cuando haya razones de
peso, si no será una pérdida de tiempo y de esfuerzo.
• Hay que seleccionar a sus miembros. En función de la tarea asignada hay que buscar a
personas con capacidades y experiencia suficiente para cubrir adecuadamente las
distintas facetas del trabajo encomendado. • Entre los miembros seleccionados es
preferible nombrar un jefe del equipo en base a elementos que determinen su capacidad
para conducir al equipo.
Dinámica de grupos
1. ¿QUÉ ES LA DINÁMICA DE GRUPOS?
La experiencia nos dice que el grupo pequeño es donde las relaciones pueden ser más
vivas, auténticas, controladas y evaluadas. Este tipo de grupos posibilita también un
proceso de grupo en el que se experimentan las reacciones ante las distintas fases, ante
la autoridad, ante la propia imagen y la de los demás y ante la posible autonomía del
grupo.
Para que estos fines se alcancen el grupo debe intentar cubrir, al menos, tres
necesidades básicas:
Necesidad de afecto, de valoración como persona no por lo que se hace, sino por lo
que se es.
2. EL “GRUPO”
Las posibilidades del grupo vienen condicionadas, en gran parte, por el pasado de cada
uno de los miembros que forman dicho grupo. Cada miembro trae consigo un montón de
condicionantes que afectaran la marcha de todo el grupo: intereses, necesidades, formas
de relacionarse, mecanismos de defensa, heridas, esquemas de valores, carencias
afectivas, complejos, miedos, frustraciones, seguridades, recursos, motivaciones...
De igual manera influyen en el conjunto las condiciones del aquí y ahora que vive el
grupo: lugar de reunión, número de componentes, estilo de relaciones, liderazgo, clima,
lenguaje, actitudes...
Y por ultimo no podemos olvidar que el futuro condiciona también la vida del grupo:
miedos, inseguridades, proyectos, expectativas, ideales...
El grupo no es, por tanto, una realidad estática sino dinámica, múltiple y condicionada
por multitud de factores que habremos de tener en cuenta a la hora de intervenir
eficazmente en su proceso.
Una vez aproximado el concepto de grupo quizás la primera pregunta que deberíamos
plantear a la hora de afrontar el resto del tema es ¿por qué nos reunimos en grupos?
Vivir solo es imposible (el hombre es un animal social), pero la vida de pareja y de
grupo resulta muy difícil, aunque al mismo tiempo, se torna en una aventura apasionante
(más aun desde la perspectiva cristiana).
Existen muchas razones por las cuales nos reunimos en grupo, citando sólo algunas de
las más importantes (a nivel psicosociológico) nos reunimos para:
Hacer nuestros los objetivos concretos del grupo con el que nos identificamos.
Alcanzar metas o actividades que no son posibles, o son más difíciles, en solitario.
Por último, si atendemos a los motivos educativos, el grupo nos ofrece cauces de
aprendizaje suscitando preguntas, seleccionando críticamente contenidos culturales y
religiosos, filtrando críticamente los mensajes (desde el dialogo con las distintas ofertas
sociales) para no caer en el conformismo o la indiferencia... Al mismo tiempo, nos ofrece
cauces de acción desde unos criterios compartidos (ver-juzgar-actuar).
Hay múltiples formas de clasificar los grupos, aunque nosotros, según la perspectiva en
que trabajamos, sólo nos centraremos en dos: relacionalmente y antropológicamente.
- Grupos primarios. Son aquellos que se caracterizan por una colaboración íntima
donde las personas viven una relación cálida de la que surge un "nosotros".
- Grupos secundarios. Son aquellos caracterizados por una relación más formal, más
funcional; buscan un interés común externo (empresa, sociedad...).
Todo grupo que empieza camina hacia la maduración y de hecho siempre madura,
al menos en algunas dimensiones.
Para madurar todo grupo debe pasar por unas fases más o menos intensas, en las
que la fase de conflicto siempre es necesaria.
La calidad de los miembros, de alguno de ellos o del educador pueden hacer que
las etapas sean más cortas, más ricas y con menos desgaste humano.
3.- Etapa de organización: al finalizar la etapa de conflicto el grupo ha pasado del miedo
a expresar un “no estoy de acuerdo” a una participación que incluye la cooperación y el
consenso a la vez que la sinceridad y la posibilidad de disentir y confrontar. Aparece el
líder, se divide el trabajo, se toman responsabilidades y, sobre todo, se da la
identificación con el grupo, expresada en el nosotros. Declinan las tensiones y el grupo
refuerza la relación emotivamente. En esta etapa la intervención principal será
mantener el equilibrio entre la afectividad y la eficiencia y vigilar que no haya marcha
atrás. Deberá cuidar el intercambio personal entre los miembros del grupo así como su
relación con cada uno de ellos (abriéndose una nueva etapa en el acompañamiento
personal, que será ahora más profundo).
4.- Etapa de interacción: los diferentes roles de cada uno se han ajustado entre sí y
aparece la cohesión. En las relaciones interpersonales hay calidez afectiva (grupo
primario). La productividad, como capacidad y habilidad para hacer el grupo, es alta y
efectiva. El liderazgo se reparte entre sus miembros. En esta etapa lo principal es
mantener la corresponsabilidad y el clima relacional alcanzado. El educador puede ya
adoptar una postura intermedia y abandonar parcialmente el papel de autoridad que
había mantenido en las etapas anteriores.
¿Cerca o lejos?. Situándonos ante cada miembro del grupo individualmente para
trazar con él lazos afectivos más o menos profundos.
Una vez analizadas las distintas etapas por la que pasa un grupo nos detendremos en
los elementos clave de su funcionamiento interno, teniendo en cuenta para ello, tres
aspectos fundamentales: interacción, cohesión y tensiones.
La interacción o el intercambio que se produce entre los miembros del grupo, necesita
siempre una comunicación (no siempre verbal) de forma múltiple, es decir, que permita la
participación de todos los miembros en todas las direcciones (no sólo con el educador).
Se nos presenta en este punto el problema del tamaño del grupo, que influirá en las
actitudes participativas, en la fluidez del diálogo y de las relaciones interpersonales, en la
facilidad para alcanzar el consenso, en la riqueza y profundidad del tratamiento de los
temas... Como ya hemos comentado anteriormente, el grupo pequeño es la mejor opción
metodológica para resolver estos problemas. Los expertos suelen concretar un número de
miembros entre 6 y 12 personas. Un número superior a 12 personas comenzaría a
dificultar la comunicación y un número inferior a 6 personas empobrecería el trabajo
(aunque la determinación concreta de estos límites se tendría que hacer en función del
trabajo, objetivos, calidad de los componentes...).
Ambiente
adecuado para que facilite y contribuya a la espontaneidad, la participación
y la cooperación.
Relaciones
interpersonales cordiales, sinceras y de colaboración, de forma que
todos nos hallemos cómodos y a gusto con los demás.
Liderazgo
distribuido entre todos los miembros según las capacidades y habilidades
de cada uno (según sus dones) de modo que se favorezca el logro de los objetivos.
Flexibilidad
en las normas para poder adaptarse a las situaciones, a menudo
cambiantes, de la vida del grupo.
Consenso
en la toma de decisiones y en la forma de llevarlas a cabo, no excluir a
nadie, y procurar que todos aporten su parte al proyecto común, de modo que todos
se sientan integrados.
Evaluación
continua, de manera que podamos saber si respondemos al proyecto del
grupo o a los intereses particulares de algún/algunos miembros.
Como último factor, importantísimo para dar cohesión al grupo y facilitar la adhesión de
sus miembros, tenemos que resaltar la elaboración del objetivo. La adhesión profunda se
dará cuando los objetivos individuales de cada miembro del grupo se identifiquen con los
objetivos del propio grupo. Para ello es fundamental un objetivo claramente establecido y
del que todos se sientan partícipes.
En buena medida el grupo girará durante su recorrido en torno a los objetivos: nace por
unos objetivos, se define por sus objetivos, se orienta, se organiza, se actúa y se evalúa
en razón de los objetivos. La claridad con la que se defina el objetivo (sin ambigüedad, sin
dispersión...), la correspondencia con los intereses y las necesidades reales de los
miembros del grupo, el conocimiento y la comprensión que cada uno de los miembros del
grupo tenga de dichos objetivos, la aceptación y el compromiso para realizarlos y la
posibilidad real de poder alcanzarlos, harán posible una auténtica cohesión dentro del
grupo y como consecuencia un mayor crecimiento del mismo.
Hemos de tener en cuenta también, que muchas veces dichas tensiones se viven como
una experiencia desagradable que bloquea el avance del grupo y desemboca en forma de
crisis, pudiendo, en algunos casos, romper el grupo o la adhesión de alguno de sus
miembros.
Tensiones por oposición al líder: se originan por el afán de dominio del líder o por su
incapacidad para resolver determinadas situaciones.
Para resolver eficazmente las tensiones es necesario tomar conciencia de las causas
determinantes del malestar y tratarlas metódicamente, intentando siempre provocar el
efecto terapéutico comentado anteriormente y crecer a partir de ellas. “No os turbéis el
desasosiego no es de Dios” (Calasanz).
3. LA MOTIVACIÓN
Todo buen educador debe ser esencialmente un buen motivador, debe saber sacar de
cada uno de los miembros del grupo el máximo provecho para el crecimiento personal de
cada individuo y del propio grupo. Para ello es necesario saber motivar a cada uno en
particular para tocar los resortes necesarios que favorecerán dicho crecimiento. Es
necesario acercarnos a las personas, no sólo observarlas en sus fenómenos psíquicos y
sus manifestaciones, sino también comprender por qué obran así, sus motivaciones. Una
buena motivación estimula la creatividad, la cohesión grupal, la pertenencia, la fidelidad al
grupo y a los objetivos, la valoración de los otros...
Seguridad:
este deseo puede satisfacerse, en parte, con cosas materiales. También
puede satisfacerse con valores, creencias, experiencias, relaciones, normas de
conducta definidas...
Reconocimiento:
este deseo se satisface cuando la persona , o el grupo, es alguien
para otros. Es necesario que se reconozca la valía de cada uno, que se tiene un
sitio, que cuentan conmigo.
Afecto:
este deseo se satisface al sentirse querido, aceptado como persona (por lo
que se es y no por lo que se tiene). Es necesario que los otros le expresen
inteligiblemente que él es importante para ellos, que se comparta intimidad, que se
esté presente en la vida de los otros. Surge también el deseo de amar a otros, con
un amor correspondido y expresado.
Nueva
experiencia: este deseo se satisface con la búsqueda de nuevas relaciones,
nuevas situaciones, nuevos roles, nuevas responsabilidades... Aunque, en principio,
lo conocido nos ofrece seguridad y somos reacios al cambio finalmente la seguridad
se acaba adquiriendo ampliando los campos de los saberes experimentados y de
las relaciones construidas, facilitando el entrenamiento para las situaciones
cambiantes de nuestra sociedad.
La expresión o la respuesta a estos deseos puede ser múltiple y diversa (hay infinitas
formas de llamar la atención, de expresar cariño, de justificar conductas...) pero hemos de
estar siempre atentos a las reacciones dentro del grupo para saber identificar cuál es la
motivación de fondo y responder así adecuadamente para favorecer el crecimiento.
Otro factor a tener muy en cuenta es la atención personalizada a cada miembro del
grupo. Construimos nuestra identidad al sentirnos valorados, útiles; la mejor recompensa
a un comportamiento es siempre el reconocimiento. A partir de aquí adquirimos confianza
y seguridad en nosotros mismos, desplegamos nuestras capacidades, superamos
complejos y surge la cohesión y la armonía dentro del grupo. Hay numerosas formas de
atención: gestos, miradas, sonrisa, citar, aprobar lo que se dice, preguntar... Por el
contrario la desatención conduce a la infravaloración, el desinterés, el anonimato y
también hay numerosos signos que nos la revelan: apatía, desinterés, indiferencia,
ausencias, miradas perdidas, posturas corporales...
Por último, como ya vimos anteriormente, el pasado de cada uno así como el futuro del
grupo inciden de manera notable en las motivaciones.
4. LA COMUNICACIÓN
El tipo de comunicación que buscamos es, por tanto, pluridireccional, de forma que nos
permita una circulación de ideas, sentimientos, creencias y vivencias que contribuyan al
crecimiento del grupo, haciéndonos conscientes de que a mayor participación y
profundidad en la comunicación de todos y entre todos, obtendremos un mayor
crecimiento.
La comunicación no es sólo verbal, la persona se comunica y la persona comunica.
Todo es comunicación, intencional o no: los gestos, la postura, la ropa, la colocación en la
sala, la mirada, la sonrisa... Siempre estamos comunicando. Otra cosa será que se nos
atienda y se nos entienda. Como ya hemos visto anteriormente, es importante estar
atentos a este tipo de comunicación por lo que pueda expresar en sí misma, en cuanto al
grado de interés, aceptación, integración... de cada individuo.
Principios
básicos de toda comunicación
Ponerse
en la situación de aquél con quien queremos comunicarnos.
Personalizar
el mensaje, dirigiéndose a cada uno individualmente. Escuchar al otro e
interesarse por lo que dice, expresándolo de alguna manera.
Expresarse con sencillez, utilizar un lenguaje que el otro pueda entender, evitar el
lenguaje excesivamente técnico o abstracto.
Ser
objetivo, puesto que nuestras propias convicciones o creencias deforman en
mayor o menor medida nuestro mensaje, debemos mostrarnos dispuestos a
rectificar cuando sea necesario. Mostrar un talante abierto, liberal, compatible con
otras ideas y opciones. No mostrarse nunca a la defensiva. No relacionar todo lo
que se escucha con uno mismo.
Tener
algo que decir. Mucha gente habla para exponer cosas que todos conocen,
para llamar la atención, para hacerse el interesante... Hay que procurar que
cualquier intervención sirva para el enriquecimiento del grupo.
M
ostrarse claramente sin prejuicios, creer en la posibilidad de cambio de las
personas.
Mostrarse
siempre uno mismo, sin dobleces, sin titubeos. Siempre claro, auténtico,
respetuoso. Intentar aprovechar cada oportunidad para dar lo mejor de uno mismo.
Hablar con libertad de las propias ideas, sentimientos y vivencias, compartiendo
más experiencias de vida que ideas.
Barreras
de la comunicación
Diferencias
de cada persona que nos hacen reaccionar conforme a nuestra propia
originalidad, interviniendo en el diálogo apoyados en nuestra propia experiencia,
conocimientos y perspectivas, intentando que prevalezca nuestro punto de vista.
Juicios
de valor que nos llevan a encasillar a las personas y a perder objetividad y
escucha, así como al rechazo y oposición a sus propuestas.
Plegarnos
sobre nosotros mismos de manera que sólo estemos pendientes de
expresar nuestras propias ideas o una determinada postura personal, haciendo que
nos desconectemos de lo que ocurre en el grupo para encontrar la forma y el
momento de transmitir nuestro pensamiento.
El miedo al cambio o a la crítica que nos dificulta el atender y aceptar proposiciones
o sugerencias de los otros si cuestionan nuestros planteamientos y posturas y nos
exigen un cambio.
Utilizar un lenguaje incomprensible o lejano con los demás. Hablar sin convicción,
monótonamente, usar términos complicados o excesivamente técnicos, hablar
demasiado rápido, no prestar atención al auditorio, en definitiva no ponerse en el
lugar del que escucha.
Criterios
para superar obstáculos de la comunicación
En un grupo todo participante depende de los otros. Nuestro desarrollo depende de
abrirnos a los demás y aceptar sus aportaciones.
No
existe un único punto de vista. Los problemas tienen diferentes planteamientos y
soluciones. La riqueza del grupo consiste precisamente en la diversidad de ideas y
perspectivas para alcanzar un mismo objetivo.
Necesitamos conocernos, quitarnos las máscaras y ver nuestra realidad con verdad,
saber analizarnos con objetividad ya que muchas de nuestras posturas están
mezcladas con intereses poco clarificados y en algunos casos claramente
particulares.
Hay que crear un ambiente de comprensión, adoptar posturas positivas frente a los
demás, saber escuchar y favorecer un diálogo sincero y libre.
En todo grupo, cada persona actúa sobre el grupo, unos más, otros menos; unos
mediante la amabilidad, otros a base de astucia, otros a base de espontaneidad, etc. El
liderazgo de un grupo se distribuye de forma variable según las personas que formen el
grupo, según la tarea realizada, según el momento vital del grupo, según las fuerzas de
cada uno, etc., presentándose distintas clases de líderes que recurrirán a distintas fuentes
de poder.
Como ya hemos visto anteriormente, las relaciones con la autoridad van a ser una
fuente de conflicto para el grupo, tanto para aquellos que presenten problemas para
aceptar dicha autoridad, como para los que creen dependencias con dicha autoridad. Por
eso la figura del líder (el educador por su función siempre será uno de los líderes del
grupo) es de vital importancia durante el proceso. De hecho el líder tiene en su mano,
sobre todo en las primeras etapas, que el grupo madure en mayor o menor grado y con
mayor o menor rapidez según ejerza un liderazgo positivo o negativo.
Un líder positivo es aquél que favorece el crecimiento del grupo en general y de cada
uno de sus miembros en particular desarrollando la función de personalización propia del
grupo, buscando la consecución de los objetivos del grupo mediante la aplicación de
métodos que potencien al grupo, y a cada uno, en su ser, su hacer y su saber. El
liderazgo positivo es aquél que sabe ejercer la “autoridad” desde el servicio a los otros, de
modo que facilita y “aúpa” el crecimiento de cada uno para que llegue a lo que está
llamado a ser, haciendo de cada uno el protagonista y “autor” de su propio crecimiento.
Un líder negativo es aquel que utiliza su poder en contra de las personas o en contra
del propio grupo. Manipula o establece los objetivos en base a criterios subjetivos
recurriendo al método que más le conviene. Se dan también liderazgos negativos debido
a un mal uso del poder a causa de motivaciones torcidas, debidas en muchos casos a una
falta de autoestima o a ansias enfermizas de poder. Se manifiestan así actitudes muy
críticas con los demás, necesidad de reconocimiento exagerada, autoritarismo,
incapacidad para aceptar la corrección, infravaloración de los demás, inculpación de sí
mismo (victimismo), búsqueda de recursos para alcanzar el poder y situarse en posición
de dominio...
Un buen líder esta llamado a cuidar las funciones básicas del grupo de una manera
especial:
En cuanto a la función de producción el líder debe presentar los objetivos con
claridad, proporcionar las indicaciones oportunas para realizar el trabajo, fomentar la
evaluación, revelar los roles de cada uno en el grupo promocionando la integración
de cada uno de ellos en la estructura grupal y proponer -y en algunos casos tomar-
las decisiones necesarias para alcanzar los objetivos del grupo...
3. Visión global del grupo, tanto en el conjunto de sus miembros como en el proceso
que se vive.
4. Capacidad de análisis.
5. Capacidad de previsión.
Podríamos resumir todas estas cualidades en una sola: capacidad de escucha: a cada
uno de los miembros del grupo (aspiraciones, necesidades, metas, dificultades...), al
grupo como “ser vivo” (momento vital, etapa del proceso en la que se encuentra,
necesidades, objetivos, tensiones...), al entorno que rodea al grupo (signos de los
tiempos, situación social, necesidades, estilos de vida...) y a Dios (¿qué quiere de
nosotros?, ¿cómo nos conduce?, ¿dónde o para quién nos llama?...). Se trata en
definitiva de hacerse uno con los demás.
Asimismo el líder debe procurar mostrar una serie de actitudes que ofrezcan al
grupo una cierta seguridad:
Ayudar a la integración de cada uno dentro del grupo. Conocer a cada uno en
particular, hacerle partícipe y definir, en cuanto sea posible, su aportación al
proyecto y su responsabilidad. Relacionar sus necesidades con las del grupo y
ayudarle a realizar sus objetivos o a clarificarlos (según su momento vital, su
preparación...). Relacionar su tarea con la de cada uno de los otros miembros y
crear un espíritu de equipo en el que todos se sientan necesarios para lograr los
objetivos...
Valorar
a cada uno por lo que es, procurar que cada uno se sienta importante, cuidar
los detalles, reconocer los logros de cada uno y su importancia dentro del proyecto,
saber escuchar a cada uno en particular...
Evaluar
periódicamente su propio crecer como persona en todas las dimensiones y
su servicio al grupo: autoconocimiento, conocimiento de cada uno de los miembros
del grupo, proyecto, conocimiento de la realidad del grupo y de su entorno,
formación, cuidado de cada uno de los miembros del grupo, liderazgo como servicio
o como fuente de poder, motivaciones viciadas...
El “rol” que cada miembro tiene en el grupo hace referencia al papel que desempeña
dentro del grupo, ya sea asignado por el propio grupo o bien debido a comportamientos
individuales de cada participante. Conforme se avanza en la vida del grupo cada
participante va asumiendo determinadas formas de actuar dentro del grupo (a menudo de
manera inconsciente), cada uno de los miembros del grupo puede vivir varios roles
durante el proceso del grupo (incluso a lo largo de una misma reunión).
Conocer el funcionamiento de los roles dentro del grupo nos ayudará a facilitar la
intervención de cara a mejorar su estructura interna y a promover una mejor organización
dentro del grupo mejorando su funcionamiento y desarrollo. Nos revelará también cuales
son los roles conflictivos para el grupo y cual es la mejor intervención posible.
Entre los roles que se dan dentro de un grupo podemos distinguir dos tipos:
Roles
formales : se refieren a papeles de los que el grupo hace un reconocimiento
explícito y concreto, y que normalmente son asignados por el grupo a uno de los
participantes.
2. Secretario anota todo aquello que puede facilitar el trabajo del grupo: aspectos
fundamentales del diálogo, decisiones, compromisos, propuestas...
Papeles
de producción :
3. Opinante aporta opiniones, ideas, sugerencias, valores, etc. que ayudan al grupo
a conducir su tarea.
4. Evaluador enjuicia, valora la vida del grupo y su tarea, etc., de manera que lleva a
una actitud crítica al propio grupo.
7. Interrogador pregunta por los valores que hay tras las acciones y las sugerencias,
solicita aclaraciones y explicaciones a los problemas...
Papeles
de mantenimiento :
Papeles
que dificultan la marcha del grupo : Proponemos aquí intervenciones
posibles ante estos roles, teniendo muy presente que hemos de cuidar tanto al
grupo como al individuo en cada caso concreto. En algunos casos prevalecerá el
grupo ante el individuo y es por ello necesario que se establezca posteriormente un
dialogo con el sujeto en cuestión de cara a que integre la postura del educador y
del propio grupo (el acompañamiento personal se hace en estos casos muy
necesario).
2. Bloqueador tiende a ser negativo, se opone sin razón, intenta que el grupo vuelva
sobre asuntos ya tratados. Devolvedle al tema, intentad que el grupo exprese lo
positivo.
7. Charlatán habla de todo fuera de tema y de una forma incontenible, distrae a los
demás hace continuos apartes... Hay que pararle, pedirle que sea breve en sus
intervenciones, resumir su discurso y ceder la palabra a otro, si es necesario
atajarle sin rodeos.
9. Tímido interviene poco, en algunos casos se desinteresa por todo quizás porque
se cree por debajo de los asuntos tratados. Hacedle preguntas fáciles, despertad
su interés pidiendo su opinión y valorando sus intervenciones, aumentad su
autoestima.
10. Discutidor busca la polémica, el llevarlo todo al campo de las ideas, muy
frecuentemente al protagonismo, se enzarza en ideas, puntualizaciones y
bloquea, desvía, aburre o intelectualiza todo. Separar lo bueno de sus
intervenciones y pasar a otro tema, habladle en particular. Acompañamiento
personal.
11. Intérprete se siente el intermediario justo, cree saber lo que el otro dice o quiere
decir, juzga sobre las personas o situaciones. Dadle la palabra al implicado y
permitir que cada uno exprese su opinión sin intermediarios.
12. Estrella busca cualquier oportunidad para destacar, para ser el protagonista y
acaparar la atención. Devolved la atención al grupo y si es necesario cortad sus
intervenciones.
El saber integrar positivamente a cada miembro del grupo nos ayudará enormemente a
lo largo del proceso y para ello el rol de cada uno y su forma de vivirlo y asumirlo tiene
una gran importancia ya que el modo en que cada uno desempeñe su papel dentro del
grupo va a condicionar la comunicación, la calidad del mensaje, la cohesión y la
capacidad de alcanzar los objetivos. Debemos, pues, situarnos ante nosotros mismos y
ante cada miembro del grupo para ver cuál es el rol con el que está funcionando y de qué
manera podemos potenciar los roles que nos ayudan y cambiar los roles que nos impiden
crecer, dando a cada uno su lugar dentro del grupo y del proyecto común que se quiere
vivir.
7. EL EDUCADOR
Como hemos visto en los distintos apartados del cuaderno, la figura del educador cobra
una especial importancia de cara al desarrollo del proceso del grupo, y especialmente en
las primeras etapas, donde su papel determinará en gran medida el buen funcionamiento
del grupo y su crecimiento.
Partimos de una visión del educador como aquella persona “enviada” (nuestra
actuación como educadores dentro del grupo nunca es a nivel particular, sino en el marco
de una comunidad que nos envía y de la cual nos hacemos testigos) a un determinado
grupo, de modo que lo cohesiona, lo impulsa y lo ayuda a caminar para lograr sus
objetivos (objetivos que, en nuestro caso, siempre tendrán como fin último el crecimiento
integral de la persona). No hablamos, por tanto, de la simple transmisión de unos
contenidos más o menos estructurados y presentados de forma didáctica, ni de la persona
excepcional, distinta de los demás miembros del grupo, sino de una persona
vocacionada, que como parte activa de una comunidad se siente enviado por ella para
animar y ayudar en el proceso de crecimiento de un grupo.
Este tipo de animación de grupos necesita una serie de actitudes para el desarrollo de
las funciones propias del educador dentro del grupo.
Actitudes
básicas del educador.
Conocer
y aceptar a las personas como son. No partir de juicios que anulen a las
personas ni de expectativas que las aprisionen. Trabajar con la realidad de cada
uno y ayudar a crecer con el convencimiento de la valía personal (oculta o
manifiesta) de cada miembro del grupo y de su aportación valiosa al proyecto
común.
Ayudar
al grupo a tomar conciencia de su situación. En un primer momento el grupo
no puede ser autónomo y habrá que ayudarle a romper las dependencias y
favorecer un clima de auténtica comunicación, de forma que crezca en autonomía y
libertad y a partir de ahí afrontar la corresponsabilidad.
Aceptar
ser cuestionado. Poner nuestros dones al servicio del grupo implica un
modelo de autoridad en el que es posible la comunicación en todos los sentidos, de
modo que nuestra función pueda ser cuestionada y evaluada por el propio grupo,
permitiendo a éste expresar sus necesidades y aspiraciones y replantear a partir de
ahí los objetivos, métodos y técnicas necesarios, así como los distintos roles de
cada uno y el modo de ejercerlos.
Confianza
en sí mismo. No buscar el reconocimiento o la aceptación en base a
nuestras necesidades de imagen o afecto, sino centrar nuestra atención en las
necesidades del grupo de forma objetiva. Confiar en la tarea encomendada por la
comunidad de origen y en la idoneidad del proceso para alcanzar los objetivos
(creer en lo que hace).
Ser
modelo de conducta. El educador es observado por los demás miembros del
grupo como ejemplo de comportamiento: debemos, por tanto, ofrecer una actitud
coherente entre lo que decimos y lo que vivimos, tenemos que ofrecer un testimonio
de vida reflejado en actitudes (escucha, tolerancia, alegría, compromiso,
disponibilidad, respeto, entrega, dialogo, unidad...) que se hagan patentes en cada
una de nuestras intervenciones dentro y fuera del grupo, de modo que los miembros
del grupo se sientan interpelados por nuestra conducta y sea referencia positiva
para ellos.
Potenciar
los dones de cada uno. Al grupo le interesa que cada miembro encuentre
en la convivencia y en el compromiso grupal la posibilidad del desarrollo de sus
facultades y aptitudes personales. Para que los dones personales se desarrollen y
se pongan al servicio del grupo es necesario el reparto de responsabilidades de
modo que cada uno tenga una tarea en la cual pueda activar y ejercitar sus
capacidades. La creatividad del grupo radica en la riqueza de cada uno de sus
miembros. El educador siempre debe estimular, sacar lo positivo de cada situación y
de cada persona y nunca hundir al grupo o a alguno de sus miembros. Hay que
creer siempre en el otro.
Funciones
básicas del educador.
Favorecer
la comunicación. Crear un ambiente de confianza y sinceridad que
posibilite una autentica comunicación en todos los sentidos. No resolver las
cuestiones sino orientar para que sea el propio grupo quien las resuelva de forma
madura. Favorecer la participación de todos los miembros del grupo y neutralizar los
comportamientos negativos. Ayudar en la resolución de tensiones, buscando el
momento y la intervención adecuados. Cuidar la relación personal con cada uno de
los miembros del grupo y conocer su situación, sus necesidades y aspiraciones.
Favorecer
la corresponsabilidad. No imponer nuestros criterios o puntos de vista al
grupo sino potenciar la autonomía de éste de forma madura y acorde con cada
etapa del proceso. No considerar el grupo como propiedad privada y abrirse a
experiencias de intercambio dentro y fuera del propio grupo. Estimular los dones de
cada uno de manera que encuentren cauces de participación y compromiso dentro
del grupo. Conectar sus aspiraciones y necesidades con los objetivos y el proyecto
del grupo.
Motivar.
Lograr unos objetivos, contenidos y método coherentes entre sí, partiendo
desde la realidad y posibilidades del grupo. Proponer metas concretas y posibles
que abran horizontes nuevos y sean capaces de desarrollar lo mejor de cada uno de
los miembros del grupo y del grupo como tal.
Acercar
la realidad. Ofrecer claves de interpretación crítica del entorno y del propio
grupo. Poner al grupo ante su propia realidad para que responda a las necesidades
del momento que vive. Relacionar la vida del grupo con el resto de la sociedad y
favorecer una actitud solidaria, de búsqueda de la verdad y capaz de transformar la
sociedad según el Evangelio.
Garantizar
la unidad. Crear un clima fraternal entre los miembros del grupo. Velar por
la unión con la comunidad de la que es testigo y transmitir los criterios, objetivos y
proyecto de dicha comunidad de origen (que deben coincidir con los del educador,
al menos en las líneas fundamentales). Promover el encuentro y el intercambio con
otros grupos y con la comunidad de origen, de modo que quede de manifiesto el
proceso que se intenta seguir y que se establezcan referencias claras al proyecto
común que engloba a todos.
Podríamos enumerar muchas más funciones o actitudes básicas del educador, pero no
es el objetivo de este cuaderno que lo que pretende es situar al educador en el contexto
de la dinámica de grupos como un factor más a tener en cuenta y no como el tema de
estudio (para una información más específica ver el cuaderno de formación nº 1:
Evangelización y evangelizador y bibliografía). Para resumir cuál debería ser la actitud y
la función del educador recogemos dos frases de S. José de Calasanz : «...cuando los
alumnos ven amor de padre en el maestro e interés de su aprovechamiento van con
gusto a la escuela...» (EP. 2148) «...enseñando con el mismo afecto con que enseñaría
si viera que Dios le estaba mirando cuando enseña o cuando se prepara para enseñar.»
(EP. 1937).
La cooperación consiste en trabajar juntos para alcanzar objetivos comunes. En una situación
cooperativa, los individuos procuran obtener resultados que Sean beneficiosos para ellos
mismos y para todos los demás miembros del grupo. El aprendizaje cooperativo es el
empleo didáctico de grupos reducidos en los que los alumnos trabajan juntos para
maximizar su propio aprendizaje y el de los demás. Este método contrasta con el aprendizaje
competitivo, en el que cada alumno trabaja en contra de los demás para alcanzar objetivos
escolares tales corno una calificación de "10" que solo uno o algunos pueden obtener, y con el
aprendizaje individualista, en el que los estudiantes trabajan por su cuenta para lograr metas
de aprendizaje desvinculadas de las de los demás alumnos. En el aprendizaje cooperativo y
en el individualista, los maestros evalúan el trabajo de los alumnos de acuerdo con
determinados criterios, pero en el aprendizaje competitivo, los alumnos son calificados según
una cierta norma. Mientras que el aprendizaje competitivo y el individualista presentan
limitaciones respecto de cuando y como emplearlos en forma apropiada, el docente puede
organizar cooperativamente cualquier tarea didáctica, de cualquier materia y dentro de
cualquier programa de estudios.
Los grupos informales de aprendizaje cooperativo operan durante unos pocos minutos hasta una
hora de clase. El docente puede utilizarlos durante una actividad de enseñanza directa (una
clase magistral, una demostración, una película o un video) para centrar la atención de los
alumnos en el material en cuestión, para promover un clima propicio al aprendizaje, para crear
expectativas acerca del contenido de la clase, para asegurarse de que los alumnos procesen
cognitivamente el material que se les esta enseñando y para dar cierre a una clase. La actividad
d e estos grupos informales suele consistir en una charla de tres a cinco minutos entre los
alumnos antes y después de una clase o en diálogos de dos a tres minutos entre pares de
estudiantes durante el transcurso de una clase magistral. Al igual que los grupos formales de
aprendizaje cooperativo, los grupos informales le sirven al maestro para asegurarse de que los
alumnos efectúen el trabajo intelectual de organizar, explicar, resumir e integrar el material a las
estructuras conceptuales existentes durante las actividades de enseñanza directa.
Los grupos de base cooperativos tienen un funcionamiento de largo plazo (por lo menos de
casi un año) y son grupos de aprendizaje heterogéneos, con miembros permanentes, cuyo
principal objetivo es posibilitar que sus integrantes se brinden unos a otros el apoyo, la ayuda, el
aliento y el respaldo que cada uno de ellos necesita para tener un buen rendimiento escolar.
Los grupos de base permiten que los alumnos entablen relaciones responsables y duraderas
que los motivaran a esforzarse en sus tareas, a progresar en el cumplimiento de sus obligaciones
escolares (como asistir a clase, completar todas las tareas asignadas, aprender) y a tener un
buen desarrollo cognitivo y social.
El docente que emplee reiteradamente los grupos formales, los informales y los de base
adquirirá un grado tal de práctica que podrá estructuras situacionales de aprendizaje
cooperativo en forma automática, sin tener que idearlas ni planificarlas conscientemente.
Podrá entonces utilizar correctamente el aprendizaje cooperativo durante todo el resto de su
actividad docente.
No hay nada mágico en el trabajo en grupo. Algunos tipos de grupos facilitan el aprendizaje
de los alumnos y mejoran la calidad de vida en el aula. Otros entorpecen el aprendizaje y
provocan insatisfacciones y falta de armonía en la clase. Para manejar con eficacia los grupos
de aprendizaje, el docente debe saber qué es y qué no es un grupo cooperativo.
2. El grupo de aprendizaje tradicional: se indica a los alumnos que trabajen juntos y ellos se
disponen a hacerlo, pero las tareas que se les asignan están estructuradas de tal modo que no
requieren un verdadero trabajo conjunto. Los alumnos piensan que serán evaluados y
premiados en tanto individuos, y no como miembros del grupo. Sólo interactúan para aclarar
cómo deben llevarse a cabo las tareas. Intercambian información, pero no se sienten motivados
a enseñar lo que saben a sus compañeros de equipo. La predisposición a ayudar y a compartir es
mínima. Algunos alumnos se dejan estar, a la espera de sacar partido de los esfuerzos de
sus compañeros más responsables. Los miembros del grupo que son más responsables se sienten
explotados y no se esfuerzan tanto como de costumbre. El resultado es que la suma del total es
mayor al potencial de algunos de los integrantes del grupo, pero los estudiantes laboriosos y
responsables trabajarían mejor solos.
3. El grupo de aprendizaje cooperativo: a los alumnos se les indica que trabajen juntos y
ellos lo hacen de buen grado. Saben que su rendimiento depende del esfuerzo de todos los
miembros del grupo. Los grupos de este tipo tienen cinco características distintivas. La
primera es que el objetivo grupal de maximizar el aprendizaje de todos los miembros
motiva a los alumnos a esforzarse y obtener resultados que superan la capacidad
individual de cada uno de ellos. Los miembros del grupo tienen la convicción de que
habrán de irse a pique o bien salir a flote todos juntos, y que si uno de ellos fracasa, entonces
fracasan todos. En segundo lugar, cada miembro del grupo asume la responsabilidad, y hace
responsables a los demás, de realizar un buen trabajo para cumplir los objetivos en común.
En tercer lugar, los miembros del grupo trabajan codo a codo con el fin de producir
resultados conjuntos. Hacen un verdadero trabajo colectivo y cada uno promueve el buen
rendimiento de los demás, por la vía de ayudar, compartir, explicar y ablentarse unos a otros.
Se prestan apoyo, tanto en lo escolar como en lo personal, sobre la base de un compromiso y
un interés recíprocos. En cuarto lugar, a los miembros del grupo se les enseñan ciertas formas de
relación interpersonal y se espera que las empleen para coordinar su trabajo y alcanzar sus
metas. Se hace hincapié en el trabajo de equipo y la ejecución de tareas, y todos los miembros
asumen la responsabilidad de dirigir el proceso. Por último, los grupos analizan con que
eficacia están logrando sus objetivos y en que medida los miembros están trabajando juntos
para garantizar una mejora sostenida en su aprendizaje y su trabajo en equipo. Como
consecuencia, el grupo es más que la suma de sus partes, y todos los alumnos tienen un mejor
desempeño que si hubieran trabajado solos.
Para emplear con eficacia el aprendizaje cooperativo, hay que tener en cuenta que no todos
los grupos son cooperativos. La curva de rendimiento del grupo de aprendizaje muestra
que el rendimiento de cualquier grupo reducido depende de como este estructurado
(Katzenbach y Smith, 1993). Agrupar a varias personas en la misma habitación y decir que eso
es un grupo cooperativo no basta para que lo sea. Los grupos de estudio, los equipos de
investigación, los talleres de trabajo y los grupos de lectura son grupos, pero no
necesariamente cooperativos. Aun con las mejores intenciones, un docente puede terminar por
tener grupos de aprendizaje tradicionales en su aula, en lugar de grupos cooperativos. Uno de
las principales aspectos de su tares es integrar a los alumnos en grupos de aprendizaje,
diagnosticar en que punto de la curva de rendimiento se encuentran los grupos, fortalecer los
elementos básicos de la cooperación y hacer avanzar a los grupos hasta que lleguen a ser
realmente cooperativos.