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Beethoven: Concierto p.

violín y
orquesta

Como es natural, el bagaje cultural de Beethoven a los diecisiete años no era muy amplio ni
tampoco profundo. Pero luego que a raíz de la muerte de su madre en 1787 regresara a Bonn tras
su primer viaje a Viena –un simple esbozo del futuro–, tuvo la fortuna de ser contratado por una
inteligente y distinguida viuda, la señora Helene von Breuning, para que diera lecciones de música
a sus cuatro hijos. El joven Ludwig fue acogido en esa casa como un hijo más y la distinguida
dama se convertiría en su mentora y maestra, al tiempo que una segunda madre. Allí aprendió
francés, perfeccionó su latín y conoció a los maestros de la poesía alemana.

Helene von Breuning

El dedicatario
Durante algún tiempo, Beethoven mantuvo un interés algo más que amistoso por una de las hijas,
Eleonora, pero la relación no fructificó –fue una primera señal de que, en ese campo, las cosas
iban a resultar difíciles.
En cambio, estableció estrechos lazos con uno de los hijos, Stephan von Breuning, de casi su
misma edad. Luego de trasladarse a Viena y reanudar su amistad con Beethoven –afincado ahí a
partir de 1793– Stephan llegará a ser una de las personas más cercanas al músico por muchos
años. Ludwig responderá al cariño en 1806 con la dedicatoria del Concierto para violín y
orquesta.
Obras del periodo
Solo cuatro años antes, Beethoven había redactado una carta dirigida a sus dos hermanos –el
célebre Testamento de Heiligenstadt–, donde anunciaba la posibilidad de acabar con su vida,
abrumado por la progresiva sordera. Por fortuna, no fue así –tampoco envió la carta– y dos años
más tarde el maestro aportará al repertorio universal ni más ni menos que la Sinfonía Eroica, a la
que seguirán el Triple Concierto, la sonata Appassionata y el Concierto para piano N° 4, por
nombrar algunas de las obras más relevantes de ese período.

Concierto para violín y orquesta en re mayor, opus 61


A esta prolífica etapa pertenece la composición del Concierto para violín y orquesta, el único
escrito por Beethoven para este instrumento. Al parecer, no tenía por éste una predilección
especial, sin embargo, aceptó el encargo hecho por su joven amigo Franz Clement, por esos años
concertino y director de la Ópera de Viena.
La obra debía estrenarse en una función a beneficio de Clement el 23 de diciembre de 1806 en el
Theater an der Wien, de modo que los plazos, extremadamente breves, forzaron a Beethoven a
trabajar contra el tiempo, entregando la partitura muy poco antes de la velada, con lo que Clement
casi no tuvo tiempo de prepararse.
Según se cuenta, Clement, molesto, se permitió tocar una pieza suya entre el primer y segundo
movimientos, para que quedara claro aquello de lo que era capaz. La obra no tuvo el éxito
esperado y no se volvió a interpretar sino hasta 1844, con el violinista de doce años Joseph
Joachim como solista, dirigido por Felix Mendelssohn, quien la rescató de un inmerecido olvido
diecisiete años después de la muerte de Beethoven.

De la obra también existe una versión para piano, solicitada por el pianista y compositor Muzio
Clementi, presente hasta hoy por su gran aporte en el plano pedagógico. Pero se interpreta muy
de vez en cuando pues no logra alcanzar la brillantez que consigue la sonoridad del violín en la
obra original que, por lo mismo, se ha convertido en una de las obras más importantes del
repertorio para violín solista.

Movimientos:
0:36 Allegro ma non troppo Es el más largo de los tres movimientos, dura casi la mitad del
concierto, alrededor de 25 minutos, lo que en su época fue considerado extremo. Cuatro golpes de
timbal introducen el movimiento. Después de una larga exposición de la orquesta, entra el violín
solista en 3:53 con el primer tema que la orquesta ya ha prefigurado. El segundo tema lo presentan
fagot y clarinetes en 6:00, que toma inmediatamente el violín para desarrollarlo, en 6:09. Luego lo
toma la orquesta mientras el solista se entretiene en florituras. Un extenso desarrollo de los dos
temas da finalmente paso a una larga cadenza (20:22 a 23:26) que desemboca en el segundo
tema, apacible. Un vigoroso crescendo de la orquesta anunciará el final.

25:35 Larghetto (en el video, luego de una exasperante espera a que el público deje de toser) El
movimiento, de gran musicalidad, está basado en una lírica melodía tomada probablemente de
algún tema ruso, según los especialistas. Sin interrupción, conecta con el tercer movimiento en:

35:23 Rondó El tema es introducido por el violín solo. Beethoven no escribió cadenzas para este
movimiento final (ya sabemos que andaba corto de tiempo), de modo que es ésta la oportunidad
para que el solista se luzca con su propia inventiva y capacidad técnica (41:57) lo que hace de
manera brillante la violinista alemana de origen coreano Clara-Jumi Kang. Cuando todo parece
haber terminado, la orquesta calla y permite al solista ensayar un eco rítmico del tema (44:53). Dos
briosos acordes en tutti marcan el final.

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