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S​INOPSIS

Helena Conway se ha enamorado.

Involuntariamente.

Inadvertidamente.

Pero no sin provocación. Kit Isley es todo lo que ella no és, –desestructurado, sin ataduras, y ni
siquiera un poco cuidadoso.

Todo podría ser hermoso… si él no estuviera saliendo con su mejor amiga.

Helena deberá desafiar a su corazón, hacer lo correcto y pensar en los otros.

Hasta que no lo hace.


C​ONTENIDO
Capitulo Uno: #WTF
Capitulo Dos: #BebióElKoolaid
Capitulo Tres: #Calcetines
Capitulo Cuatro: #AmanteObsceno
Capitulo Cinco: #Arte
Capitulo Seis: #MuyPorEncima
Capitulo Siete: #Heroe
Capitulo Ocho: #JodidoAmor
Capitulo Nueve: #AntesDeQueÉlEngañe
Capitulo Diez: #ComidaPorno
Capitulo Once: #Kitella
Capitulo Doce: #MierdaVieja
Capitulo Trece: #Negativo
Capitulo Catorce: #OMG
Capitulo Quince: #Yogi
Capitulo Dieciséis: #Extraña
Capitulo Diecisietes: #AdiosEntonces
Capitulo Dieciocho: #Gravedad
Capitulo Diecinueve: #EncuentraMagia
Capitulo Veinte: #QueSeJodaElMiedo
Capitulo Veintiuno: ​#PuertoMaritimoVictoriano​ ​#Historico​ ​#Ecletico​ ​#Viejo
Capitulo Veintidós: #PorQuéEstasTanObsesionadaConmigo
Capitulo Veintitrés: #CraigYSuLista
Capitulo Veinticuatro: #ElArteEsGuerra
Capitulo Veinticinco: #Marrowstone
Capitulo Veintiséis: #NoTemasALosAnimales
Capitulo Veintisiete: #LaBodaDeMiMejorAmigo
Capitulo Veintiocho: #Calabacita
Capitulo Veintinueve: #LosHombresDicenMentiras
Capitulo Treinta: #ConSaborACorcho
Capitulo Treinta y uno: #NoTocar
Capitulo Treinta y dos: #BañeraDeTipaDura
Capitulo Treinta y tres: #Lugares
Capitulo Treinta y cuatro: #SoloUnSueño
Capitulo Treinta y cinco: #MásParaQuemar
Capitulo Treinta y seis: #MalasNoticias
Capitulo Treinta y siete: #Chile
Capitulo Treinta y ocho: #Carrusel
Capitulo Treinta y nueve: #TiempoDeCamaEnParejas
Capitulo Cuarenta: #Apesta
Capitulo Cuarenta y uno: #LoQueSeSiembra
Capitulo Cuarenta y dos: #LesMostraréQueSoyBonita
Capitulo Cuarenta y tres: #GafasDeColorRosa
Capitulo Cuarenta y cuatro: #Desconocido
Capitulo Cuarenta y cinco: #Enganchada
Capitulo Cuarenta y seis: #PerraBeige
Capitulo Cuarenta y siete: #Delirio
Capitulo Cuarenta y ocho: #CocaCola
#Epílogo
Capitulo Uno: #WTF

—Se supone que debes estar conmigo.


¿Qué palabras son estas? Me asustan, y al principio creo que he escuchado mal. Él está apoyado
en la mesa, mientras que nuestras parejas están a unos metros de distancia, esperando en línea
por nuestra comida.
—Tú y yo —dice. —No nosotros y ellos.
Parpadeo hacia el antes de darme cuenta de que está haciendo una broma. Me rio y vuelvo a
mirar mi revista. En realidad, no es realmente una revista. Es un diario de matemáticas, porque
soy así de genial.
—Helena…—No miro de inmediato. Tengo miedo de hacerlo. Si levanto la mirada y veo que no
es una broma, todo cambiara.
—Helena —El extiende un brazo y toca mi mano. Salto, retrocediendo. Mi silla hace un sonido
raspando y Neil mira. Pretendo que se me cayó algo y lo busco debajo de la mesa. Debajo de la
mesa están nuestros zapatos y piernas. Hay una crayola azul a lado de mis pies. Lo recojo y me
levanto.
Neil está al frente de la línea de pedido de nuestra comida, y el novio de mi mejor amiga, está
esperando mi respuesta con los ojos cargados de atención.
— ¿Estas borracho? – Siseo—. ¿Qué carajo?
—No —dice. A pesar de que no parece tan seguro. Por supuesto. Por primera Vez, me doy
cuenta de la barba en su cara. La piel alrededor de los ojos amarillenta. Él está pasando por algo,
¿tal vez? La vida está siendo una mierda.
—Si esto es una broma, me estas poniendo realmente incomoda – le digo—. Della está ahí. ¿Qué
demonios está mal contigo?
—Solo tengo 10 minutos. Helena – Sus ojos se mueven a la crayola azul, que está descansando
en nuestras manos.
— ¿Diez minutos para qué? Estas sudando –digo—, ¿tomaste algo? ¿Estás usando drogas?
¿Qué tipos de drogas te hacen sudar así? ¿Crack? ¿Heroína?
Quiero que Neil y Della regresen. Quiero que todo vuelva a la normalidad. Me giro alrededor
para ver dónde están.
—Helena…
—Deja de decir mi nombre de esa manera —Mi voz se corta. Empiezo a pararme, pero él agarra
el crayón, luego mi mano.
—No tengo mucho tiempo. Déjame mostrarte.
Está sentado muy quieto, pero sus ojos me recuerdan a un animal acorralado: Asustado, en
pánico, brillante. Nunca he visto esa mirada en su rostro, pero como Della solo ha estado
saliendo con él durante unos meses, es un punto discutible. No conozco realmente a ese tipo. Él
podría ser un drogadicto por todo lo que sé. El gira mí mano con la palma hacia arriba y yo lo
dejo hacerlo. No sé por qué, pero lo hago.

Coloca el crayón en mi palma y cierra mi puño a su alrededor.


—Hay que decirlo en voz alta —dice—. “Muéstrame Kit.”
—Dilo Helena. Por favor. Tengo miedo de lo que va a pasar si no lo haces.
Porque se ve tan asustado, lo digo.
—Muéstrame, Kit. —Y luego: ¿Debería saber lo que es esto?
—Nadie debería —dice—. Y entonces todo se vuelve negro.
***
Kit está ahí cuando despierto. Mi cabeza duele, y mi lengua se pega a la parte superior de mi
boca. Debo haberme desmayado. Eso nunca me había pasado antes. Me incorporo, pero en lugar
de estar en el piso de Bred Company, estoy tendida en el sofá de alguien. Es un bonito sofá, del
tipo que ves en el catálogo de Pottery Barn. Cinco dólares de gamuza tratada. Rasco la superficie
y a continuación, huelo mi dedo. ​Gamuza.
— ¿Neil? —Me incorporo, mirando al mí alrededor. ¿Me han llevado a la oficina del gerente?
Que embarazoso. Un sofá bastante elegante para un gerente. —Kit, ¿Qué paso? ¿Dónde está
Neil?
—Él no está aquí.
— Me pongo de pie, pero es demasiado rápido, y me mareo. Me desplomo sobre el sofá y pongo
mi cabeza entre mis rodillas.
—Ve por Neil, por favor. —Mi vos suena nasal. Levanto la mirada para ver los pantalones
vaqueros de Kit aun delante de mí. El no hace ningún movimiento para ir por Neil. Con un
profundo suspiro, se sienta a mi lado.
—Neil está en barbados en su luna de miel.
— ¿Se casó en el camino de vuelta a nuestra mesa? —digo a través de mis dientes. He terminado
con este juego. Della está chiflada si sigue viendo a este tipo. Él está en drogas, está loco, o
ambos.
Kit se aclara la garganta. —Este es en realidad su segundo matrimonio. Había estado casado
contigo por un tiempo.
Mi cabeza se dispara. Cuando ve la mirada en mi rostro se estremece.
Un niño viene corriendo en la habitación y se arroja a mi regazo. Retrocedo. No me gustan los
niños; son desordenados y ruidosos y—
El me pide un sándwich.
—Ey, amigo. Te conseguiré uno. Démosle a mamá un minuto.
Qué. Demonios.
Estoy fuera del sofá y acorralada en una esquina en cinco segundos. Kit y el pequeño humano
han salido de la habitación. Puedo escuchar sus voces, altas y felices. La habitación Pottery Barn.
Hay una gran cantidad de azul marino por todas partes. Veo, marcos de cuadro azules, mantas
trenzadas de azul marino, macetas azules, que desbordan con sanos helechos. Camino a la
ventana, convencida de que voy a ver el estacionamiento frente a Bread Company. Tal vez ellos
me llevaron al hotel Pier One. En cambio, estoy viendo un bonito jardín. Un roble nudoso se
encuentra en el centro, un círculo de piedras blancas alrededor de su base
 Estoy alejándome de la ventana cuando choco con algo. Kit. El agarra la parte superior de mis
brazos para estabilizarme. Hormiguea donde me toca.​ Soy alérgica a los tontos.
— ¿Dónde diablos estoy? —pregunto, empujándolo lejos—. ¿Qué está pasando?
—Estás en tu casa —dice—. 214 Sycamore Circle. —Hay una larga pausa y entonces dice—:
Port Townsend, Washington.
Me rio. El que hizo esto se las va a ver conmigo. Paso alrededor de Kit y corro por la casa. Un
comedor se abre a una amplia cocina bien iluminada. Puedo ver el agua más allá de las ventanas,
su superficie salpicada por la lluvia. Estoy viendo a la lluvia cuando una pequeña y balbuceante
voz dice—: ¿En que estas trabajando?
El chico. Esta sentado en la mesa de la cocina, su cara rellena de pan.
— ¿Quién eres tú? —Pregunto.
—Thomas —Cuando dice su nombre, pan mojado vuela fuera de su boca y salpica la mesa.
— ¿Thomas qué? ¿Cuál es tu apellido?
—Igual que papá, pero no el mismo que el tuyo –dice, con total naturalidad.
Mi piel pica.
—Thomas Finn Browster. Y tú eres Helena Marie Conway. —Su puño golpea el
aire. ​¡Browster!​ El apellido de Neil.
Escucho a Kit detrás de mí, y cuando me dirijo a mirarlo está apoyado en la nevera, frunciendo el
ceño.
Levanta un dedo a sus labios cuando ve que lo veo, y luego mira al niño.
—Tienes otro —dice.
—Otro, ¿Qué?
—Niño —se aleja de la nevera y camina hacia mí. De repente estoy notando el gris en las sienes
y las fines líneas alrededor de sus ojos. Él no se parece al Kit de Bread Company.
Me dirige a un dormitorio y abre la puerta. Un cuarto para bebés. Una pequeña cabeza con el
pelo negro suave y esponjoso. Me asomo a la cuna, mi corazón se acelera.
—Dijiste que Neil estaba en su luna de miel, pero ella es solo un bebé…
—Ella es nuestra.
— ¿Tuya y mía?
—Sí.
Mi corazón se está volviendo loco. Puedo sentirlo bombear toda la sangre a mi cerebro...
— ¿Eres un viajero del tiempo?
Kit ríe por primera vez. Profundas líneas de su sonrisa cortan sus mejillas como si lo hiciera a
menudo. Es curioso, no recuerdo haber visto la sonrisa de Kit. Siempre parece tan serio, que es
lo que a Della le gusta de él. ​Della.
— ¿Dónde está Della? —Oh dios. Tuve un bebé con su novio. Miro mi mano, pero no hay anillo
de bodas.
El sale de la habitación, Echo un vistazo hacia la bebé antes de seguirlo.
Cuando estamos en el pasillo, cierra la puerta de la habitación.
—No estamos exactamente en términos de hablar con Della —dice.
 Siento tanto dolor. Della y yo habíamos estado juntas por más de diez años. Kit ve la expresión
de mi rostro y rápidamente aparta sus ojos.
—Esto es un sueño —le digo. Kit sacude la cabeza. No. Cojo una visión de mi misma en el
pesado espejo dorado detrás de su cabeza. Me cabello es corto. Con destellos. —No, una
pesadilla —digo, alcanzando hasta tocarlo—. Me veo como una mamá.
—Eres una mamá.
En este universo alternativo, o viaje en el tiempo, o un sueño, soy una mamá. Pero yo soy solo
Helena en mi mente. Sin niños y con el vientre plano. Y ante mi esta Kit. El tipo que mi mejor
amiga piensa que es el “indicado”. No es posible que yo lo viera nunca de esa manera. Lo veo
ahora, tratando de verlo con una luz diferente. Él es tan diferente a Neil. Fornido, un poco
desaliñado. Neil afeitaba sus brazos; los brazos de Kit están cubiertos de pelo negro. Neil tiene
ojos oscuros; Kit tiene ojos claros. Neil lleva contactos, Kit lleva gafas. Della y yo nunca
compartimos el mismo gusto en hombres. Lo cual se adaptaba a nosotras muy bien. Hacía que el
dicho “amigas antes que chicos” fuera más fácil para vivir.
— ¿Dónde está? —pregunto.
—Ella aún está en florida. Nos trasladamos aquí hace años.
Kit toma mi mano. —Deja que te enseñe algo —dice.
Se siente mal. Nuestros dedos no encajan bien juntos. Sus manos son grandes, dedos anchos. Mi
mano se siente estirada y torpe en la suya. Della siempre decía que las manos deben encajar
juntas como piezas de un rompecabezas. La suya y la de Kit encajaban. ¡Ella me dijo eso!
El niño aparece de repente de la cocina. Kit suelta mi mano para girarlo en sus brazos.
Parecen muy cómodos juntos, teniendo en cuenta que no es el padre del niño. Neil es su padre.
Entonces, ¿Dónde está Neil? ¿Por qué no estamos juntos?
El mira al niño… ¿cuál era su nombre? ¿Tim? ¿Tom? Y lo para sobre sus pies.
—Ve a poner una película, hombrecito, y voy a estar ahí en un minuto para verla contigo.
Es un buen chico, supongo, porque asiente con la cabeza sin discutir sale corriendo, sus pies
descalzos golpeando la madera dura.
—Neil te engañó —dice—, pero no es tan simple como parece. No estás enojada con él. Lo
entendiste.
El calor se eleva a mi cara. ¿Neil me engaño? Neil no era de ese tipo, por no hablar de que
adoraba la tierra por donde yo pisara. —Él nunca lo haría —digo. Kit Se encoge de hombros.
—Las personas son personas. Las cosas cambian.
—No —le digo—. Esta es una vida de Pottery Barn. Y no la quiero.
—Como he dicho, no es así de simple. Él tenía sus razones…
Antes de que pueda preguntar cuáles son esas razones, el bebé comienza a llorar. Kit mira a su
puerta y luego a mí.
—Lo único que ella quiere es a ti. Le están saliendo los dientes. Si yo entro allí y llego a ella,
llorara aún más.
—A mí ni siquiera me gustan los bebés.
El agarra mis brazos y me gira hasta que estoy frente a la puerta de la habitación.
—Esta te gustará. —dice, me da un pequeño empujón.
— ¿Cuál es su nombre? —Siseo antes de abrir la puerta.
—Brandi.
Le doy una mirada de disgusto. — ¿Igual que el licor? —Siseo.
Trata de no sonreír, pero de repente veo de donde vienen esas líneas profundas a cada lado de su
boca.
—Es lo que estabas bebiendo la noche en que quedaste embarazada.
—Oh Dios —le digo, abriendo la puerta—. Envejecí para ser un maldito cliché.
Brandi está sentada en su cuna, gritando. Sus brazos suben al minuto en que me ve. Nunca tuve
un bebé que me buscara así, ellos gustan de mi tanto como a mí me gustan ellos.

La recojo y ella detiene sus gemidos inmediatamente. Es pequeña. Chiquita. Y tiene tanto pelo
que parece un pequeño león. Supongo que si me gustasen los bebés, esta sería considerada linda.
La llevo fuera… a su padre. —Aquí —le digo, ofreciéndosela a él. Sacude la cabeza. —Tú
sostenla.
Lo hago con tanta rigidez mientras caminamos hacia lo que parece otra sala de estar. Esta es
menos Pottery Barn para adultos, y más Pottery Barn para niños. Dios. Si todo esto es real, ¿Qué
me sucedió? No me gustan mierdas como estas. Mi departamento parecía como si una venta de
garaje hubiera salido mal.
— ¿Por qué todo luce así? —pregunté.
— ¿Luce cómo?
—Como que no tengo personalidad.
Kit se ve sorprendido. —No lo sé. Esto es lo que te gusta. Nunca he pensado en esto antes.
— ¿Cuánto tiempo hemos estado juntos?
Las comisuras de sus labios se contraen, y antes de que diga nada, sé que va a mentir.
—Algunos años.
— ¿Y nos amamos?
Deja de buscar en un cajón para mirarme.
— ​¿Conoces esa sensación que tienes ahora mismo? ¿El desconcierto, el miedo, la fascinación?
Asiento con la cabeza.
 —Eso es lo que siento cada día. Porque nunca he amado a alguien como te amo a ti.
Mi estómago hace esta cosa de aleteo involuntario. Me siento culpable de que el novio de mi
mejor amiga ha causado este aleteo en mi estómago. Por suerte, Brandi da un tirón en mi pelo
para que se vea más como el dolor causado por ello que una reacción a sus palabras.
El vuelve al cajón y saca un libro para colorear. Al principio creo que lo saca para el niño, pero
luego me lo da a mí.
— ¿Quieres que se lo dé a Tim? —preguntó confusa.
—Tom —dice—. Y no. Esto es lo que te quería mostrar.
Le doy la vuelta a la primera página y encuentro lo que no estoy esperando. Bellas imágenes de
castillos hechos de dulces, cosas de hadas sobre las frutas de los árboles, y princesas que luchan
con dragones. El tipo de libro para colorear que habría querido de niña.
— ¿Qué es esto? —Le pregunto, sin levantar la mirada. Quiero ver más
—Es tuyo —dice, tomando a la bebe de mis brazos.
Me rio. —No puedo dibujar. No soy artística en lo absoluto. —lo cierro de golpe y se lo regreso.
Este es un sueño tan extraño. Me pellizco, pero no me despierto y me duele.
—Así es como compraste esta casa, te mudaste a Washington. Tienes una marca de ellos y son
muy populares. Hay incluso carteles y cuadernos. Lo puedes comprar en Target.
— ¿Target? —repito—. Estoy en la facultad para ser contadora. —digo—. Esto es una tontería.
Quiero despertar.
¿Por qué siquiera me molesto? Si esto es un sueño, debería seguirlo ¿no?
Tom viene corriendo en ese momento y anuncia que derramó el juego de uva en el suelo. Kit sale
a toda prisa, y yo me quedo sola para atender a la niña. La siento en mi regazo y toco su melena
sedosa. Ella suspira satisfecha y me imagino que a ella le gusta. —Me gusta también —le
digo—Una vez me quede dormida en un funeral porque mi papá estaba jugando con mi pelo
—sigo haciéndolo para que no llore y alerte a Kit ante el hecho de que no sé nada acerca de
bebés. Cuando vuelve, estamos sentadas en el sofá, ella medio drogada contra mi pecho. Todavía
estoy tratando de despertarme de este extraño sueño. Él se inclina contra el marco de la puerta,
sonriendo con esa media sonrisa que él hace.
—Ella es como tú.
—Tú no sabes como soy —le digo.
— ¿En serio, Helena? ¿No lo sé?
Dudo. No sé nada.
****
Sigo esperando que el sueño termine, pero no lo hace. Me paso lo que paren horas con Kit, y
Brandi mientras el día pasa. Trato de ser buena, fingiendo para encajar en su vida, incluso dando
un paseo con ellos a través de los bosques más verdes que he visto alguna vez. ¿Los sueños son
realmente así de largos? ¿Porque cuando uno se despierta, los sueños parecen ser tan confusos y
distorsionados? Nos detenemos en un lago, y Kit y Tom tiran piedras mientras yo sostengo a
Brandi, quien realmente, para mi horror, no quiere a nadie más que a mí. Saco algo de la rica
tierra húmeda en una yema del dedo y la saboreo. La suciedad no debería tener sabor en un
sueño. O debería saber a Oreos. La suciedad definitivamente no debería saber a suciedad.
Después de la caminata, Kit nos prepara la cena. Pescado que el mismo pescó. La cocina está
afuera, en un patio que dice yo misma diseñé. Una vez más, le recuerdo que no soy lo suficiente
creativa para haber diseñado algo tan majestuoso como el patio. La cual me recuerda un poco a
los libros para colorear, con sus casas en los árboles de madera tallada, y linternas colgando de
los árboles. El pescado esta delicioso. Para el momento en que Kit lleva a Brandi y Tom adentro
para darles sus baños, estoy en pánico total. Recuerdo las películas que he visto que podrían
ayudarme: Inception, BIG, el Mago de Oz. Cuando Kit regresa con una botella de vino y dos
copas, estoy llorando y rasgando las servilletas.
Él no dice nada de mis lágrimas. Abre la botella y llena un vaso, poniéndolo frente a mí.
Lo tiro hacia atrás como una universitaria. Porque soy una chica universitaria y no una mamá.
—Esto no es real —le digo—. ¿Dónde están todos mis recuerdos si es que es real?
Se sienta a mi lado y toca mi rodilla.
—El día que me enamore de ti fue el primer día que te encontraste a ti misma e incluso no eras
mía aun.
Se ve todo borroso y distorsionado a través de mis lágrimas, dejo que se deslicen por mi cara
mientras lo escucho.
 —Siempre insististe en que usabas el cerebro izquierdo, pero no te creí. Un artista siempre puede
reconocer a otro artista. Nos olemos el uno al otro. Una noche estábamos todos borrachos y
pasábamos el rato en casa de Della. Ella dijo que quería pintar, por lo que trajo todos estos libros
para colorear, lápices de colores y marcadores. Y todos nos recostamos con el estómago en el
suelo y coloreamos como niños de cinco años. Fue una de esas noches que no se olvidan, porque
era tan extraño —hace una pausa— y porque también me enamoré.
Quiero que siga adelante. La historia que está contando nunca ha sucedido, pero suena tan real.
—Yo estaba tumbado a tu lado en la alfombra, y Neil estaba del otro lado. Tu dibujo fue el
mejor. No era solo bueno; fue sorprendentemente bueno. Todo el mundo se asustó, pero yo me
sentí presumido como si ya lo supiera. Comenzamos bromeando sobre que eras una artista, y fue
entonces que dijiste que querías ser buena para poder tener tu propia línea de dibujos para
colorear. Así que te dije que lo hicieras.
Encuentro que mis labios se apartan y mis ojos se vuelven vidriosos cuando me​ habla como si
 me conociera. Es íntimo. Siempre he querido conocerme a mí misma y nunca he sabido donde
empezar.
—No puedo…
—Dibujar —termina—. Si, tuviste que tomar clases. No le dijiste a nadie, más que a mí.
Quiero tomar un bolígrafo y ver si es verdad, si tengo algún talento oculto que nunca supe si
tenía. Y quiero saber, de todas las personas, por qué se lo dije a Kit, si esto no es un sueño…
Es un sueño.
— ¿Q–que tipo de cosas hacemos? —pregunto.
Kit se lame los labios. —Tú y yo somos lo mismo —dice—. No me mires así.
Resoplo cuando me rio, tapándome la boca con el dorso de la mano.
—Somos muy diferentes. —Ríe—. Soy un optimista, tú una pesimista. Evito la confrontación, tú
vas con todo sobre ella.
—Entonces, ¿Cómo somos lo mismo?
—Los dos estábamos en la búsqueda de algo verdadero, al mismo tiempo. A veces la verdad de
una persona es el amor de otra persona.
No sé qué quiere decir con eso y tengo vergüenza de admitirlo.
 — ¿Nos gusta hacer las mismas cosas?
—Si —su rostro está en la sombra, pero escuchar sus dedos mientras se frota la barba en su
barbilla—. Nos gusta el arte. La comida. Pequeños momentos que duran para siempre. Nos gusta
tener sexo. Nos gustan nuestros bebés. —Tengo la piel de gallina después de lo último. —Hemos
viajado un poco antes de que tuviéramos a Brandi. Esperamos hacer más de eso. Tenemos una
lista de todos los lugares en los que queremos hacer el amor…
— ¿Qué está en la lista? —Lo interrumpo. Mi boca se siente seca.
Su voz baja cuando habla. —The Blue Train.
— ¿Qué es eso? —Me inclino hacia adelante.
Él me sonríe. —Es un tren en el sur de áfrica que va desde Pretoria a la Ciudad de Cabo.
Me siento de nuevo. — ¿Un tren? Oh.
Kit levanta la ceja. —Es alquilado. Te lleva a través de algunas de las vistas más impresionantes
que existen. Cabina privada, chef privado.
Levanto mis cejas.
— ¿Qué más?
—Un cementerio durante la luna llena. La casa del árbol.
Se inclina hacia adelante y se sirve otra copa de vino.
— ¿Qué… que es lo que me gusta hacer contigo?
—Tú quieres ser tu —dice—, y eso no me ofende.
Una vez más, no tengo ni idea de lo que está hablando. Era sumamente inofensiva.
Aburrida. Ser yo llevaba un esfuerzo mínimo.
Bebemos la botella de vino en silencio, escuchando a las ranas, el agua, y a los árboles. Una
mezcla de sonidos de las cosas de Dios. Cuando me levanto mi cabeza da vueltas. Me balanceo y
tengo que coger la parte posterior de la silla para sostenerme a mí misma. Kit se pone de pie
también, y yo no sé si es por el vino, o el hecho de que me he convencido de que esto es un
sueño, pero camino audazmente hacia él. Lo he hecho antes. Esa es la sensación que tengo
cuando sus manos y brazos me encuentran. Todo en él me es familiar. La solidez, su olor, los
callos en la punta de sus dedos. Este no es el abrazo torpe de dos personas tocándose por primera
vez. El desabrocha mi sostén y quito mi camisa antes de que alcance su boca. Lo beso por
primera vez, desnuda de la cintura para arriba mientras sus pulgares trazan la línea debajo de mis
pechos. El aire se siente erótico cuando sopla a través de mis pies. Manos tan diferentes de las de
Neil, dedos gentiles me tocan. Pesadas manos calientes con dedos grandes. Él sabe a vino.
Cuando lo beso en su mejilla, las puntas de su barba arañan en mis labios. No es del todo
desagradable. Tiro de su camisa y él se la quita. Me gusta lo fuerte que es, y realmente me gusta
su fuerza cuando me levanta y me pone en la mesa y mis piernas se estiran para llegar alrededor
de él.
Esto no es real. No estás engañando. Cierro los ojos. El me quita mis pantalones, me besa por
encima de mi ropa interior, y se desliza encima de mí. Nuestra botella de vino se estrella contra
el piso, y giro la cabeza para mirar los fragmentos mientras el besa mi cuello y sus dedos están
en mi ropa interior. Mi piel hormiguea, mis caderas se levantan en demanda. Demanda de… Kit.
Su cabeza esta doblada. Lo puedo ver mientras se prepara para introducirse dentro de mí.
Entonces lo siento, allí mismo. Me agarro de sus brazos, frenética. Y en ese momento no me
importa quién es, y a quien se supone debo pertenecer, Esto se siente natural, Kit y yo actuando
sobre algo que estaba ahí. Mis ojos ruedan de nuevo en mi cabeza mientras él se desliza dentro
de mí.
Y entonces me despierto.
Capitulo Dos: #BebióElKoolaid

Me despierto en mi coche. La luz brilla fuertemente a través del parabrisas, y entrecierro mis
ojos. Hay huellas digitales grasientas en la ventana del lado del conductor. Manos que se
presionaron y resbalaron. Han estado allí por un rato… algo sobre estar borracha y comiendo el
pollo frito, y después no poder encontrar mis llaves. Me sigo diciendo que debo limpiarlo, pero
estoy… tan ocupada. Busco a Kit. ¿Dónde está? No, no se supone que deba estar buscando a Kit.
Es Neil con quien estoy. Amo a Neil. ¿Mi mente todavía está atrapada en mi… sueño? Levanto
mi asiento y frotó mi pecho sobre mi corazón. Está doliendo. De verdad. Esto podía ser un
ataque del corazón; Me siento como si tuviera el colesterol alto. No, no, es algo más. Me siento
tan triste. ¿Cómo podría un sueño tener tantos detalles? Nunca he experimentado nada cosa
como eso. La pantalla de mi teléfono se ilumina. Es Neil. Están en el restaurante buscándome.
Neil, Della, y Kit. Kit. Ahora recuerdo. Llegué una hora antes y quería cerrar los ojos por
algunos minutos antes de que todo el mundo llegara al restaurante. Todas las pasadas noches
estudiado me han cobrado factura.
Salgo lentamente del coche y miro alrededor. No he estado durmiendo bien con los finales en
una semana. Y luego me graduaré. Y luego voy a volverme un adulto. No como el adulto que era
en el sueño, con niños y una casa, y Kit. Todavía puedo sentir sus labios en mi cuello. Alzo mi
mano hasta alcanzar mi punto sensible, justo debajo de mi oreja. Me río mientras camino a la
puerta del restaurante. Tan estúpido. Nunca he pensado en un chico de esa manera. El sueño se
disipará pronto, pero mientras camino por las puertas y hacia mi novio, todavía está allí,
pegajoso y espeso. No me siento como la Helena de ahora, sino como la Helena de mi sueño.
Busco a Kit. Está sentando al lado de Della, escuchando con atención algo que ella le está
susurrando en su oído. Espero que levante la vista y me vea. No sé lo que espero ver en sus ojos,
quizá familiaridad. Es tan estúpido. No ocurre nada de eso. Cuando Kit me ve caminar hasta la
mesa, me sonríe cortésmente, el revolotear de sus ojos, neutral. Cómo debería ser desde que
apenas nos conocemos. El saludo de Della es mucho más entusiasta. Sonrío gentilmente mientras
que salta para abrazarme, comentando sobre mi camisa. Kit está mirando el menú. Deseo
arrebatárselo.
¿No me ves? ¡Teníamos un bebé juntos!
Me sonrojo de mis propios pensamientos mientras Neil saca mi silla, besándome en la mejilla.
Cierro mis ojos e intento ser arrastrada por él. Pero huele diferente, y sus dedos son demasiado
largos y molestos mientras acaricia mi cuello.
Oh mi dios. Es como si estuviera drogada.​
— ¿Qué está mal? —pregunta Neil.
Tomo un trago de mi agua, derramándolo sobre mí—. Nada, —digo—. Solo estoy realmente
hambrienta. —Hace señas al camarero, y mientras lo hace, me pregunto si realmente quería
engañarme. Neil, que le gusta que las cosas sean simples y fáciles. Engañar requiere mucho
trabajo. Una complicada mezcla de emociones de las cuales no está conectado.
Cuando viene el camarero, pido vino. Neil levanta sus cejas. No lo culpo, supongo. He sido una
bebedora de cerveza hasta este momento—. Pensé que no te gustaba el vino.
—No lo hacía, —digo, dándole a Kit una mirada—. Supongo que lo hace ahora. Está, como,
muy caliente aquí.
Kit pide vino también. Della y Neil se ríen de nosotros. Gente mayor, ella dice. Habría dicho eso
también… la semana pasada, esta mañana, hace una hora. ¿Puede un sueño realmente influenciar
tu paladar? No lo creo.
Hablan de todo tipo de cosas, pero apenas los escucho. Ya no son cosas que me importen. Saco
una pluma de mi bolsa y comienzo a dibujar en la servilleta. Estoy intentando dibujar las cosas
que vi libro de colorear, pero soy terrible.
— ¿Qué estás haciendo? —Pregunta Della—. Estás totalmente fuera de ti. —Ella se está
inclinando hacia él, su mano frotando su muslo. Toma la servilleta y la examina—. ¿Es esto…
una casa del árbol?
— ¡Sí! —digo emocionada. Se ríe, y me siento triste.
—No renuncies a tu trabajo, Helena, —dice—. Eres la chica matemática. —Tomo de regreso de
regreso la servilleta y la pongo boca abajo sobre la mesa. Kit me mira por primera vez, como
realmente dentro de la zona.
— ¿te gusta dibujar? —pregunta. Me gusta comparar los ojos de la gente con dulces. Los ojos de
Kit son chocolate fundido y cálido. No soy una persona amante del chocolate, pero Neil tiene
ojos de pastillas para la tos, y justo ahora, realmente necesito algo dulce.
—No, —responde Neil por mí—. Le he conocido por años, y nunca la he visto hacer más que
garabatos en sus cuadernos.
Miro hacia Kit, esperando algo. Pienso decir sobre el deseo de ilustrar un libro para colorear,
pero no es cierto, y me siento tonta de decirlo. Tal vez estoy asustada.
—No sé, —le respondo a Kit—. No soy muy buena en ello.
Espero que me aliente, pero el mesero viene con nuestro alimento, y se olvida todo. Pasan el
resto de la cena hablando de un viaje que estamos planeando tomar durante el verano. Paso el
tiempo pensando sobre el sueño. Una vida que nunca supe que quería. Deseo regresar. Deseo
dormir otra vez para ver si puedo visitar con Helena y Kit el hogar Pottery Barn en Port
Townsend, Washington. Cuando Kit dice algo, escucho. Es como la misma persona que conocí
en el sueño, quizá no tan consciente de sí mismo. Pero, por primera vez, noto cuan atento es con
mi mejor amiga. Cuan sensible, y no de una manera de sofocante. Solo le gusta tocarla, y me
siento celosa. Cuando habla, nunca es sin un propósito. Dice cosas que hace que Neil asienta
pensativo, y hace que Della lo observe con una mirada soñadora en su cara. Esto es una locura.
Me levanto.
—Tengo que irme, — digo.
— ¿Por qué? —Protesta Neil—. Se suponía que íbamos a ir a ver una película.
—No me siento bien, —digo. Me inclino y lo beso en la mejilla. No hay barba que raspe mis
labios—. Te veré mañana. Adiós chicos. —me despido con la mano de Della y Kit y camino
rápidamente a mi coche. Miro sobre mi hombro, esperando que uno de ellos me siga, y siento
una punzada de tristeza de que todos estén hablando en la mesa como si nunca hubiera estado
allí.

Conduzco a mi casa y llego a mi apartamento, aún incapaz de sacudirme la extraña sensación


que he tenido desde que desperté del sueño. En lugar de tomar mis libros de textos para estudiar,
encuentro un cuaderno vacío y comienzo a anotar los detalles del sueño. ​Tan estúpido. Un
desperdicio de tiempo.​ Me digo esto a mí misma, pero no dejo de hacerlo, hasta que hay diez
páginas de garabatos, de tinta azul. Cuando he terminado, me siento exhausta. De la emoción de
ello, sí. Pero más aún, porque me siento cambiada. Desplazada. Redirigida. Bebo tres vasos de
agua, tomo una ducha. Cuando nada puede distraerme de la extrañeza que siento, abro mi portátil
y encuentro el perfil de Facebook de Kit. Nos volvimos amigos recientemente, después la
primera vez que Della nos presentó. Siempre parece como la cosa que hacer cuando conoces a
alguien nuevo, los agregas a tu vida en redes sociales. ​¡Ahora somos amigos!​ Ahora puedes ver
lo que como para el almuerzo, publicado en mi filtro preferido, y ver las fotos de mis zapatos
deportivos mientras tomo una foto desde arriba para hacerte saber que me ejercito. Y leer mis
publicaciones sentimentales sobre cómo salgo con el mejor chico del universo (publicado en su
cumpleaños o nuestro aniversario). Cada pretencioso, momento compuesto de mi vida será tuyo.
¡Bienvenido, seguidor!

Después de que hicimos click en nuestro camino en la vida social del otro, nunca me tomé el
tiempo de regresar y mirar el perfil de Kit. Aunque al parecer lo sigo en Twitter, Facebook, e
Instagram, Kit no publica mucho. Encuentro una foto de Della sentada en su regazo y los estudio
atentamente a ambos, los blancos, dientes perfectos de ella, su sonrisa con los labios cerrados.
¿Dónde incluso se conocieron? Intento recordar. Él era músico, creo. Ella siguió y siguió por
eso. Busco pistas en su Instagram, pero él solamente publica puestas de sol y tomas de la playa
vacías de seres humanos. Realmente buenas en realidad. Uso su cámara del celular bastante bien.
Cierro de golpe mi portátil, ignoro una llamada de Della, y me arrastro en la cama. Tal vez tenga
suerte y vuelva a Port Townsend en mi sueño. Tal vez el sueño se vuelva una pesadilla, y
entonces desearé olvidarlo. Mañana, mi cabeza estará clara. Mañana, Kit será solo el novio de
Della, y estaré enamorada de Neil, y tendré toda mi vida delante de mí.
Capitulo Tres: #Calcetines
Me despierto y acecho todos sus perfiles de nuevo. Nada ha cambiado desde anoche, pero es lo
primero que pienso en hacer. Tengo siete llamadas perdidas de Della y Neil. Llamo a Neil
primero, mientras estoy acostada sobre mi estómago, estudiando una imagen que Kit tomó de
una gaviota sentada sobre un trozo de madera flotante.
—La película estuvo genial —me dice—. No sé si alguno de ellos vio algo de eso; estaban uno
encima del otro.
Reportó la fotografía de Kit como inapropiada por despecho.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó—. Él realmente no es tan sentimental.
—Creo que realmente se gustan entre sí. Estaban haciendo bromas sobre fugarse para casarse
anoche.
— ¿Qué? ¡No! —Meto uno almohada sobre mi boca y ruedo sobre mi espalda.
Afortunadamente, Neil piensa que estaba molesta por Della.
—Relájate. Sabes cuán loca por los chicos está Della. En realidad no va a casarse con él.
Hago la señal de la cruz mientras miro hacia el techo.
—Nos pidieron ir con ellos a Barclays esta noche, pero les dije que no sabía si tú podías ya que
tienes que estudiar.
—Iré —digo rápidamente. Ruedo fuera de la cama, tratando de aterrizar sobre mis pies, pero en
lugar de eso soy atrapada por las sábanas y caigo al suelo. Neil no escucha el golpe, o mi grito de
dolor.
—Te recojo a las siete —dice antes de colgar. No espera a que me despida. Me quedo enredada
en mis sábanas y finjo que soy Frodo cuando Shelob–La araña lo envuelve en su red. Casi me
quedo dormida de nuevo, pero mi teléfono suena. Es Della esta vez.
—Neil dice que vienes esta noche —dice—. Estoy tan malditamente emocionada. Escucha, sé
que esto va a asustarte, pero en realidad creo que Kit va a pedirme que me case con él.
Mi ​¿Qué?​, es amortiguado por las mantas.
—Lo sé, lo sé —dice—. Pero cuando lo sabes, lo sabes. Eso es lo que todos dicen.
Lucho mi camino fuera de las mantas y me pongo de pie de un salto. Atrapo la vista de mí
misma en el espejo y me estremezco. El moño ha salido mal, torcido y derramando cabellos de
melena de león alrededor de mi rostro, sobresaliendo en todas direcciones. Estoy usando mis
pijamas del Rey León de mis días de la secundaria. No puedo soportar la idea de tirarlas, porque
Simba y Nala tenían un amor hermoso. Hay un golpe en mi puerta. Ya la estoy abriendo cuando
Della dice:
—Ah, sí, Kit debería estar allí en un par de minutos. Lo envié a conseguir mi bolso del
ordenador portátil.
Es demasiado tarde para cerrar la puerta. Con su novia parloteando en mi oído, le abro la puerta
al esposo de mi sueño. Excepto que ni siquiera estoy segura de que estuviéramos casados, sólo
teniendo hijos fuera del matrimonio y viviendo en Port Townsend como un montón de hippies.
Kit levanta las cejas cuando me ve.
—Me tengo que ir —le digo a Della. Cuelgo sin esperar su respuesta.
—Hakuna Matata.
—Tan predecible. ¿Haciendo recados para la reina?
Pienso en estirarme para alisar mi melena, pero si abrí la puerta así, bien podría reconocerlo.
— ¿Ella dejó su bolso aquí?
—Sí. —Doy un paso a un lado para que él pueda entrar. Cuando pasa junto a mí, atrapo un
olorcillo de su colonia. No es el mismo que el del sueño, pero bueno. Neil no usa colonia. Lo
observo mirar alrededor de la habitación por el bolso de Della. Sé dónde está, pero quiero
observarlo. También quiero ser mala con él porque está arruinando mi vida.
—Está ahí, por el taburete —digo finalmente. Kit se agacha para recogerlo. Nunca tenemos
mucho que decirnos entre sí, y siempre es un poco incómodo. Pero, ahora siento que lo conozco.
Me dirijo junto a él en la cocina y saco el tocino.
Él duda, no seguro de si se supone que se vaya o que haga una pequeña charla.
Realmente no quiero compartir mi tocino con él —es caro, del tipo de granos de pimienta— pero
estoy curiosa acerca de quién es él. O quién él es. O lo que sea.
— ¿Tienes hambre? —pregunto.
— ¿Es ese del tipo con pimienta en él? ¿De delicatessen?
Asiento.
Él se sienta en uno de mis dos taburetes y cruza las manos sobre la isla.
—No sé cómo cocinar. Es una gran desventaja.
Me encojo de hombros.
—Hay videos en internet, programas de cocina, y lecciones que puedes comprar por cincuenta
dólares la hora. Sólo necesitas un poco de impulso y puedes ser rehabilitado.
Él se ríe. Su sonrisa no se centra en su rostro; está por toda su mejilla izquierda como si estuviera
ebrio. Realmente no sabrías eso ya que rara vez sonríe. Se ve más joven, travieso.
—Tal vez debería hacer eso —dice—. Convertirme en un sou chef autodidacta.
—Predigo que te encantará cocinar en diez años —digo, volteando el tocino—. Entonces tendrás
que hacerme algo genial, ya que yo comencé tu amor por la cocina.
—De acuerdo —dice, mirándome—. ¿Qué te gustaría?
—Pescado —dijo rápidamente—. Que atrapes tú mismo.
—Y después de eso, voy a cortar un árbol para ti.
Me siento hormiguear, así que bajo la mirada hacia mi tocino. Eso ocurrió con tanta facilidad. La
charla. La primera vez que hemos tenido una discusión a solas, y somos simpáticos. Saco los
huevos y el queso también, porque tengo que comer por estrés.
—Así que tú sólo…
Hace el movimiento de batir que estoy usando para revolver los huevos.
—Sí —digo—. ¿Quieres intentar?
Lo hace para seguirme la corriente; sé que lo hace. ¿Quién quiere batir huevos viscosos en un
bol? Los salpica sobre toda mi encimera, pero es lindo que él lo esté intentando. Hago que los
vierta en la sartén, y luego, cuando veo que es un ayudante dispuesto, le entrego la espátula.
Observa mientras terminó con el tocino y espolvoreo queso sobre los huevos. Ojalá me sintiera
acomplejada por mi cabello, pero a decir verdad, me veo jodidamente linda con mi cabello
psicópata.
¿Demasiado?​, me pregunto. ​¿A quién le importa?​ Sirvo nuestra comida en los platos y camino
delante de él hacia mi pequeño comedor. Mientras él se sienta, regreso por café.
—Yo no bebo café —me dice.
Tomo un gran sorbo de mi taza y lo miro por encima del borde.
—Es por eso que nunca sonríes. Serías un hombre mejor si bebieras café. —Se ríe por segunda
vez, y me siento un poco embriagada por la felicidad cuando le entrego su taza.
— ¿Qué es un Muggle? —pregunta, quitándomela.
 —Reservo esa taza para personas especiales, Kit. No hagas preguntas.
Kit bebe su café. Espero a que se estremezca, o haga las quejas habituales que hacen los
no—bebedores de café. Pero él lo bebe como un profesional, y decido que no es tan malo como
pensaba. Tal vez un poco estoico. Melancólico. Pero, hombre, cuando logras hacerlo reír, se
siente como un verdadero maldito premio.
—Gracias por enseñarme a revolver huevos, y también por alimentarme —dice cuando es hora
de irse.
—No hay problema, Kit. Nos vemos esta noche. —Sueno toda negocios. Quiero palmearme en
la espalda por no desmayarme.
— ¿Esta noche? —pregunta.
—Sí, Neil y yo estamos yendo a Barclays.
—Genial —dice—. No lo sabía.
—Della hace planes para todo el mundo —digo. Quiero ver cómo reacciona a eso. Si está
molesto por las tendencias de Della de controlar el tiempo libre de todos. Pero él sólo se encoge
de hombros.
—Entonces te veo luego.

Cuando me miro en el espejo después de que se marcha, encuentro huevo en mi cabello.


Además, no me veo tan linda como imaginaba.

Della se presenta más tarde mientras estoy ordenando a través de mi caja de calcetines sin pareja.
Ella entra directamente, lanzando su mierda de diseñador sobre mi sofá.
—Oh, no —dice—. ¿Por qué tienes eso fuera?
— ¿Qué? Por ninguna razón. —Trato de esconder la caja, incluso a pesar de que ella ya la ha
visto.
Me agarra por los hombros y me mira a los ojos.
—No consigues sacar esa caja a menos que tengas mucha ansiedad —dice—. ¿Qué pasa?
Della tiene razón. Mi caja de calcetines ha estado alrededor desde que era una niña. Mi mamá se
quejaría de que uno de mis calcetines estaba extraviado, y tiraría el solitario a la basura. A los
cinco años conseguiría sacarlo de la basura cuando ella no estaba mirando y lo metería debajo de
mi almohada. El otro calcetín aparecería. Lo sabía incluso entonces. Sólo estaba manteniendo
este par a salvo hasta que lo hiciera. Cuando mi madre cambió las sábanas, enloqueció por todos
los calcetines debajo de mi almohada. La escuché diciéndole a mi papá que era una acaparadora.
Recuerdo sentir vergüenza. Había algo mal en mí; mi madre lo había dicho con tanta convicción.
¡Acaparadora! ¡Acaparadora de calcetines!​ Después, cuando mi papá vino a mi habitación para
hablar conmigo, me dijo que cuando él era pequeño, solía guardar todas las tapas de los tubos de
pasta de dientes. Él no podía soportar la idea de tirarlos a la basura. Me dio una caja de zapatos y
me dijo que guardara mis calcetines ahí dentro en su lugar. La escondí debajo de mi cama, mi
caja de zapatos de la vergüenza, y cuando me sentía ansiosa o perdida la sacaría y tocaría todos
mis calcetines. Todos solitarios. Todos esperando ser reunidos con su gemelo. Eventualmente
sobrepasé la caja de zapatos… y con eso me refiero a que había demasiados calcetines.
Capitulo Cuatro: #AmanteObsceno

Kit no viene a Barclays. Al último minuto llama a Della y le dice que algo surgió. No sé quién
está más desilusionado: Della, quien comienza a llorar, o yo, una sombra en la esquina
pretendiendo escuchar a Neil mientras habla ciencia de cohetes, o alguna mierda como esa.
Ordenamos bebidas, y abro una pluma para garabatear en mi mantel. Una vez más, Neil y Della
tienen una conversación sin mí. Me pregunto cuando me convertí en la extraña. La pequeña paria
social quien se sienta en las sombras, tratando de descubrir su talento artístico escondido. Incluso
ordené una bebida diferente de mi usual vodka de arándano. Se ve demasiado infantil para
ordenar, ahora que he amueblado una casa con muebles de Pottery Barn. Ordeno otro vaso de
vino. Blanco esta vez. La noche termina temprano, y Neil nos lleva a ambas a casa. Della me
pregunta si puede quedarse a dormir. Digo que sí, pero no me gusta cuando se queda la noche.
Aun con toda su belleza, piel suave, y brillantes ojos azules, Della se echa gases mientras
duerme. Es realmente incómodo. La mayoría de las noches duermo en el sofá y regreso a la cama
antes de que se despierte. Neil nos acompaña hasta la puerta y me da un beso de buenas noches.
—Estaba esperando que tuviéramos algo de tiempo juntos esta noche. Para… ya sabes…
—menea sus cejas hacia mí.
— ¿Para qué? —pregunto secamente. Neil no capta mi humor No es nada contra él, en realidad.
Pero a veces me gusta ponerlo nervioso.
—Para hacer cosas, —mira sobre mi hombros a donde Della está quitándose sus zapatos y
tomando el control remoto.
— ¿Cómo…?
—Tener sexo, —susurra.
— ¿Qué? ¿Por qué estás murmurando?
—Para tener sexo, —dice más alto.
— ¡Ew! —dice Della desde la sala de estar. —Estoy justo aquí.
Lo veo ponerse de un rojo brillante, y me rio. Neil es lindo.
—Habrá mucho tiempo para eso la semana que viene, amor, —dije. —Después de que los finales
se terminen.
Me da un realmente buen beso de buenas noches. Casi se me nubla la vista mientras recuerdo
todas las razones por las que lo amo.
1. Buen besador.
2. Amable
3. Tonto
Della me hace cocinarle un bocadillo. Cocinar. Como actualmente tener que derretir la
mantequilla y cortar ajo para lo que quiere. Se sienta en el sofá, viendo Teen Mom sin sonido, y
habla sobre Kit todo el tiempo. Piensa que una propuesta va a venir, pero ahora posiblemente la
esté engañando.
—He estado distante, —me dice. Me pregunto cuando fue eso.
— ¿Emocionalmente distante? —pregunto. — ¿O físicamente? Porque cada vez que miro, estás
sobre su regazo.
—Emocionalmente, —dice sin hacer una pausa. —La semana pasada mandé dos de sus llamadas
al correo de voz. Estaba en el baño. Y ayer, cuando me preguntó sobre como tocaba el bajo, le di
una respuesta realmente genérica.
—Ouch, —digo. —La boca se cancela.
— ¡Esto no es una broma, Helena! Él es el amor de mi vida. ¡Mi alma gemela!
Frunzo mi nariz. ¿No leí en algún lugar que había una diferencia? Pienso en decirle sobre mi
sueño. Tal vez eso es lo que necesito. Una buena risa sobre mí y Kit. Pero ella probablemente
diría que Kit y yo no tenemos nada en común. Y entonces me enojaré. Ella no nos vio en el
desayuno. Ella no sabía que lo hice cambiar de opinión sobre el café. O que yo estaba trabajando
duro para ser una artista que colorea libros, porque en mi sueño él me dijo que lo fuera. Todas
esas cosas.
Le llevo su bocadillo y me siento tan lejos como puedo de ella en el sofá.
—Ven y acurrúcate conmigo, —dice.
—No.
Ella se gira hacia la TV, sin prestar atención, mirando su teléfono cada treinta segundos.
— ¿No está respondiendo ninguno de tus mensajes? —le pregunto.
—No. Creo que está dormido.
Espero unos cuantos minutos antes de tomar mi celular y picar en su nombre.

¡Hey Kit!

Le toma un tiempo, pero eventualmente la ventanita aparece. Espero, mis extremidades


estremeciéndose.

K: ¡Hey niña!

Miro a Della por la esquina de mi ojo. Está embelesada con Tyler y Catelynn.

¿Bebiste más café?

K: Quiero ser un mejor hombre.

Lol ¿Por qué no le has mandado un mensaje a Della? Está enloqueciendo.

Su ventana de que está escribiendo aparece por unos cuantos segundos, entonces desaparece.
Después de eso, no sé nada de él.
Esquivada por asociación. Tal vez Della tenía razón. La estaba engañando. Idiota. No hay
manera de que me case con alguien así, ser abandonada al tener su bebé. Tengo que parar este
sinsentido. Solo fue un maldito sueño.
—Háblame sobre él, —le digo a Della. — ¿Cómo es y porque crees que es tan genial de todas
formas?
Se gira para mirarme, sus ojos amplios y llenos de lágrimas. —Es tan bueno. Diez veces mejor
que cualquiera que conozca. Se preocupa mucho por otras personas. Y por lo que piensan, no le
importa una mierda sobre lo que alguien piense, simplemente se preocupa por ​ellos.
— ¿Qué más? ¿Es inteligente? ¿A qué se dedica?
—Es… realmente inteligente. Pero, no lo presume ¿sabes? Es callado. Escucha, incluso cuando
crees que no lo hace. Y nota los detalles, locos detalles. Como que siempre sabe cuándo me
depilo las cejas, o cambio el color de mis uñas. Y le gusta… no lo sé. Hacemos las mismas
cosas.
Desde que la vida de Della consiste en dormir tarde, comprar bikinis, e ir a un concierto
ocasional en la noche, no estoy segura que eso diga mucho sobre Kit.
—Solo está ocupado, —le digo. —No es sobre ti.
Asiente, y solo así sus ojos llorosos regresan a la TV y ella se desconecta. La cosa sobre Della: si
alguien no está enamorado de ella, deja de ser capaz de funcionar.

Kit desaparece por una semana. Y durante esa semana, Della no deja mi departamento. Me sigue
de habitación a habitación, pide bocadillos, y llora en mis almohadas. Le sugiero que vaya a su
trabajo y le pregunte qué sucede. Pero dice que solo las chicas desesperadas buscan a los
hombres y en su lugar lo acosa en Facebook.
Trato de dejar mi departamento tanto como puedo, pero me pide si puede ir conmigo cuando
salgo. Me siento asfixiada en lugares donde una persona no suele sentirse asfixiada: la tienda, la
lavandería, la estación de gas donde ella sale del auto y se para junto a mí mientras pongo
gasolina. Me escabullo una vez, cuando está usando el baño y diez minutos más tarde llama a mi
teléfono hasta que respondo.
— ¿Dónde estás? —solloza.
Cuando le dije que salí de prisa a la librería, dice que me encontrará ahí, y aparece con grandes
lentes de sol y un vestido negro entallado.
— ¿Por qué estás vestida así? —pregunto. Estoy acurrucada en las novelas de mala calidad,
buscando emociones baratas y profundos pensamientos.
 
—Kit está aquí, —dice. —Lo vi en su Instagram.
Diablos. Yo no​. Apenas sube fotos.
— ¿A dónde vas con tu apariencia de ir–al–club–a–la–mitad–del–día? —le pregunto.
—Shhhh, —dice ondeando su mano frente a mí. —Aquí viene.
Tengo ​La lu​ j​ uria del Barón​ en mi mano cuando Kit se acerca caminando. Me pongo de pie, así
no estoy al nivel de la entrepierna y miro a Della. Su cara es indiferente, pero puedo ver sus
manos temblando. Estoy atrapada en el medio de una discusión de parejas, y no sé qué hacer
conmigo misma.
—Tranquila Dells, —susurró. —Es solo un chico que tiene mucho que explicar.
Sus hombros se enderezan, y veo que su mentón se alza un poco.
Kit nota mi libro primero. — ¡Woah! —dice. —Apuesto que mide al menos veintiséis
centímetros.
Lo pongo de regreso en el estante.
— ¿Dónde has estado? —gruñe Della. Me encojo, pero trato de parecer un apoyo.
Kit hace una cara. —En ningún lugar nuevo. ¿Por qué estás usando lentes de sol dentro?
Della se los arranca de la cara para revelar dos ojos hinchados.
—No has regresado ninguna de mis llamadas. He sido un desastre.
Tomo unos cuantos pasos hacia atrás, tratando de alejarme de lo pasillo obsceno antes de que
comiencen a pelear.
Kit pasa una mano por la parte trasera de su cuello. —Oh. Siento eso. Cuando estoy escribiendo
me distraigo.
— ¿Escribiendo? —Su cara está llena de confusión.
—Sí, —dice. —He estado trabajando en algo nuevo.
— ¿Qué escribes? —murmuro.
Me nota al final del pasillo y me dedica una sonrisa divertida.
—Nada serio, —dice. —Solo juego con ello. —Mira a Della. —Pero está vez, estoy concentrado
en ello. No he dormido por cuarenta y ocho horas. —Y entonces con una mirada de reojo hacia
mí dice, —He estado tomando mucho café.
Únete al club​, quiero decirle. En la parte de dormir​ y​ el café.
—No… no lo sabía, —dice Della. —Sentí como que no quería hablar conmigo.
Kit suspira. Profundamente.
—A veces no soy bueno en mantenerme en contacto. Desaparezco. No quise lastimar a nadie, lo
juro. Solo me enfoco en lo que estoy haciendo.
—Oh, —dice ella. —Ahora me siento estúpida.
—No lo hagas.
Y entonces se besan en el pasillo obsceno. Y mi pensamiento inicial es que lo estoy viendo
engañarme. O tal vez no a mí, a la Helena del sueño. Pero se siente raro y asqueroso.
Manejo a casa sin libros. Al menos tengo mi departamento de vuelta.​
Capitulo Cinco: #Arte

Después de las finales, me registro para una clase de arte. Ni siquiera le digo a Neil. Es estúpido,
lo sé. Tienes un sueño pésimo, y crees que está destinada a la grandeza de libros para colorear.
Pero mi instructor es un viejo chiflado llamado Neptuno que camina descalzo por el aula y huele
a Vick Vapor Rub. Me gusta. Nos dice que cuando era un hombre joven, Joan Mitchell le
encargó pintarla desnuda. Si no puedo ser la favorita de Neptuno al final de esta sesión de ocho
semanas, la vida ni siquiera vale la pena. Quiero que quiera pintarme desnuda. ¿Es eso
espeluznante? Oh, Dios mío, soy tan espeluznante. No soy particularmente buena en ninguna de
las asignaciones, pero una vez Neptuno me dice que le gusta mi interpretación de un caballito de
mar.
—Es como un caballito de mar que nació en el cielo —dice. Huelo vodka en su aliento, pero aun
así. ¿No los más grandes artistas son todos adictos y alcohólicos? Enmarco mi caballito de mar
en el aire y lo cuelgo en mi habitación. Es sólo el comienzo. Yo voy a ser tan súper buena en esto
un día.
Della nos invita a cenar a su apartamento unas semanas más tarde. No la he visto o a Kit desde el
beso en la librería. Y no quiero hacerlo. He conseguido no pensar en él en absoluto. Incluso en la
clase de arte cuando dibujo una casa de árbol que se parece más a un monovolumen. Incluso
cuando revuelvo huevos. Es fácil olvidarse de un tipo que tiene los ojos caídos y una cara triste.
No pienso en ello.
—No quiero ir —le digo a Neil—. Tengo que buscar un empleo. Soy adulta.
—Ser adulta puede esperar una noche —dice—. Della se ha estado quejando de que nunca te ve.
Della no ha venido a quejarse. Me pregunto por qué hablaría con Neil de algo así.
—Está bien —le digo—. Pero no puede cocinar, así que tal vez deberíamos ir a cenar antes de ir.
Neil está de acuerdo, y hace planes para comer en Le Tub antes de que se vayan a su casa. Le
Tub es un restaurante de Miami Oceanside que utiliza bañeras e inodoros viejos como
decoración. Si tienes suerte, te dan una mesa junto al agua donde puedes ver manatíes, que nadan
a tu lado. Una vez alguien me dijo que era uno de los restaurantes favoritos de Oprah, pero en
serio, Oprah tiene un montón de cosas favoritas, todo esto parece una mentira en este punto.
Me aseguro de que mi pelo se seque esta vez, y me pongo mis shorts buenos y un top de seda
campesino. Neil silba cuando me ve, y hago una nota mental para intentar tener buen aspecto con
más frecuencia.
—Piernas por días —dice.
—Todo lo mejor para envolverse a tu alrededor —digo, entonces me sonrojo inmediatamente.
Nunca digo cosas así. Tan embarazoso. A Neil le gusta. Él me hace beber tres vasos de vino, y
cuando nos abrazamos en el estacionamiento después de la cena, desliza sus dedos debajo de mis
pantalones cortos y me besa la oreja.
Soy como una seductora de la vida real. ¿Quién sabía que el vino me podía hacer soltar?
Della anuncia que olemos a carne cuando llegamos. Se inclina para olfatear mi pelo, y yo la
aparto. Mentimos, y decimos que es el ambientador en el auto de Neil, y le extiendo una botella
de vino. Se siente diferente aquí. No como Della. Observo la sala de estar con recelo. Todo está
limpio y ordenado. No hay señales de un inquilino masculino. Pero aún…
Nos lleva a su sala de color rosa hacia una bandeja de aperitivos en la mesa de café.
Parpadeo. Mierda elegante. Me olvido que acabo de cenar y pruebo todo. Canapés de salmón,
pasteles de carne en miniatura, brie horneado. Derramo salsa de mango en mi camisa, y ni
siquiera me importa. El botón de mis pantalones cortos está enterándose en mi estómago. Della
me sirve un vaso de vino, y mientras estoy tratando de borrar la salsa, el vino salpica mi camisa.
— ¿Dónde compraste esto? —pregunto a través de un bocado de queso.
—No lo compré —dice ella—. Kit lo hizo.
El queso se queda atascado en mi garganta, y toso. Es horrible, como mi vida entera se reproduce
delante de mis ojos, y es tan aburrida. Pequeña mierda mentirosa. Neil me golpea la espalda.
Estoy agachada y con los ojos llorosos cuando Kit entra en la habitación, una bandeja de algo
posado en los dedos.
— ¿No te gustó? —pregunta.
Observo sus vaqueros rasgados, y sacudo la cabeza. Inmundicia. Escoria de chef.
—Es delicioso —le digo—. Es el trabajo de un chef con mucho talento. Alguien que ha tenido
mucha práctica en la cocina.
Él sonríe y deja la bandeja. —Eh, no es tan difícil. Como huevos revueltos.
Me ahogo con mi vino.
— ¿Qué pasa contigo esta noche? —dice Neil, y me entrega una servilleta.
—Sólo haciendo todo demasiado rápido —le digo—. Asfixia y otras cosas.
—Tienes queso en tu cabello —dice Kit—. Justo ahí. —Hace un gesto hacia el lugar. No lo
quito. Dejo que el queso invada mi pelo.
Della palmea sus manos y toma una concha de peregrino envuelta en tocino de la bandeja de Kit.
— ¡Ahora nunca voy a tener que aprender a cocinar! —dice alegremente—. ¡Kit puede
encargarse!
Me pregunto cuando tuvo planes para aprender a cocinar. Especialmente desde que era su oficial
preparadora de aperitivos desde el décimo grado.
— ¿Qué hay para cenar? —pregunto, hundiéndome en el sofá.
—Pescado —dice Kit—. Que atrapé yo mismo.
Retrocedo.
—Adorable —le digo. Entonces—: Neil, ¿me puedes servir más vino? Eso es correcto. Llénalo
hasta la cima...
Resulta que puedo comer mucho más de lo que parece, sobre todo si es delicioso. Para cuando
hemos terminado con la cena, ni siquiera puedo estar de pie. Neil se ha quedado dormido con la
cabeza sobre la mesa, y Della canta en el karaoke en el dormitorio. Kit me lleva a la sala de estar,
sospechosamente sobrio, y me ayuda a sentar en el sofá.
—Voy a hacer un poco de café —dice él, moviéndose hacia la cocina.
— ¿Mentiste acerca del café también? —siseo. Me aferro a los cojines así no caigo del sofá.
Él sostiene cuatro copas de vino entre los dedos. Se detiene a considerar lo que he dicho, y en lo
único que puedo pensar es en la forma en que es capaz de mantener las cuatro copas de vino sin
que se deslicen y se le caigan.
—No. Eso era cierto. Probablemente es por eso que empecé a escribir ese libro. Me hice adicto al
café y me quedé despierto toda la noche. Gracias por eso.
Ruedo los ojos.
—Oye, te tengo algo.
Hago una mueca. — ¿Me tienes algo?
—Sí —dice—. Espera.
Desaparece en el dormitorio de Della y sale llevando una bolsa de papel marrón.
Lo tomo, con cautela.
— ¿Qué es…? —digo.
Meto la mano en la bolsa y saco un libro.
—Dibujo para principiantes —leo. Mi cerebro es un vino medio derretido, pero la situación es lo
suficientemente inquietante para darme piel de gallina.
—Es un comienzo —me dice—. Si vas a hacer garabatos, también podrías aprender a hacerlo
muy bien.
Me trago el nudo en mi garganta. — ¿Por qué elegiste este libro en particular? —pregunto,
mirando hacia él.
—Había un montón de clases —dice—. Pero pensé que te gustarían los castillos y unicornios.

Mi corazón corre como loco. Por primera vez en días, no creo que esté loca. Creo que todo es
una locura. Estoy atrapada en un sueño. El sueño ha invadido mi mundo. ¿Qué demonios?
Capitulo Seis: #MuyPorEncima

Leí el libro que me consiguió Kit, entonces le envié un mensaje para agradecerle. Él lo dice
como si fuera nada. Típico. Él no tiene idea de cuan nada era
¿Cuándo me vas a dejar leer el libro que estás escribiendo?
Su mensaje vuelve casi inmediatamente.
K: ​Wow! ¿Tú quieres?
Ruedo sobre mi espalda, emocionada. Tal vez leer su libro me daría algún tipo de idea de quién
es.
¡Por supuesto! Amo leer.​
K: ​Bueno, voy a enviarlo. Pero tengo que advertirte, no hay penes palpitantes o pesados
pechos en mi libro​.
Dejo caer el teléfono en mi cara antes de que pueda responder. Puede que tenga un ojo negro
mañana, pero también el manuscrito inacabado de Kit.
¿Que en el mundo te daría la impresión que leo ese tipo de cosas?
K​: No lo sé. Fue algo estúpido que decir. Eres demasiado nerviosa para apreciar un
buen polvo.
Frunzo el ceño. No sé si todavía estamos bromeando, o si de verdad piensa eso de mí. En
realidad, no importa de todos modos. Soy un tigre en la cama. Justo salida de una de mis novelas
obscenas con parejas abrazándose en la portada. Eso es una mentira, pero sólo para mí misma.
Después de mandarle mi dirección de correo electrónico, saco mi bloc de dibujo. Se me ocurre
que, desde mi sueño me he obsesionado sobre hacerlo realidad. Al menos partes de ello. ¿Por
qué mas iba a inscribirme a las clases de arte cuando nunca he dibujado una cosa seria en mi
vida? ¿Y qué sucede si nunca consigo mejorar en ello? ¿Significa mi sueño falló? ¿O que yo
fallé?
No hago nada ese día, pero espero a que Kit envíe su manuscrito. Debería estar en busca de un
trabajo —un trabajo agradable, cómodo para descansar mi gordo cerebro de números. Estaba en
la cima de mi clase en la UM. Ya hay correos juntándose en mi cuenta, el tío de fulano que está
en busca de un contador. El ginecólogo de mi madre que conoce a alguien que esté buscando un
contador. Incluso mi tío Chester está buscando un contador para su negocio de conos de nieve.
Todo el hielo raspado que pueda comer.
Dibujo en su lugar. Neptuno miró un árbol que hice la semana pasada e hizo un sonido extraño
en la parte posterior de su garganta. No soy experta en gruñidos, pero sonaba como impresionada
aprobación para mí. He imitado ese sonido dos veces desde entonces —una vez en un restaurante
con Neil que me preguntó si tenía algo alojado en la garganta, y una vez en el teléfono con mi
madre que quería traerme sopa para el frío que iba a descender. Algunas personas no son buenas
con la comunicación expresiva. No es culpa de ellos.
Finalmente, Kit me envía su novela. Aparece en mi bandeja de entrada con el título: “Doers Dont
Do”. No tengo idea de lo que significa. Pero cuando lo transfiero a mi iPad, es sólo seis capítulos
de largo. Estoy decepcionada. Esperaba Guerra y Paz después de todo el tiempo que le quitó a
Della. Me instalo en mi cama con una bolsa de nueces y el libro de mi soñado esposo. No el
esposo de mis sueños, sólo el de mi sueño, me recuerdo.
La historia de kit es de dos muchachos que aman a la misma chica. Uno de los chicos es
temerario e impulsivo; se alista en el ejército y casi consigue su brazo arrancado. El otro es un
bibliotecario —de pensamientos profundos, un poco acosador. Se queda en la ciudad para seguir
a la chica, Stephanie Brown. ¿Quién demonios nombra Stephanie Brown a su personaje? Kit es
ese quién. Stephanie es mediocre. Ella tiene todas las cosas bonitas que las chicas bonitas tienen,
pero no puedo entender por más que lo intento por qué George o Denver la querrían tanto.
Vendrá, creo. Poco a poco, Kit desplegará la historia, y la obsesión, y al final estaría locamente
enamorada de Stephanie Brown, también. Cierro el documento tras el capítulo seis y abro mi
correo.
Quiero más.​
Presiono enviar. No le toma mucho tiempo responder. Estoy a la mitad de lanzar nueces al aire y
atraparlas en mi boca cuando escucho mi sonido de correo. Su respuesta es entusiasta y sólo dos
palabras.
K: ​¿¡De Verdad!?
Me gusta el uso de un signo de exclamación y un signo de interrogación. Dio justo en el clavo.
Sí​, respondo. ​¿Has escrito más allá del capítulo seis?
Casi inmediatamente, hay un nuevo archivo en mi e—mail. ¡Seis capítulos más! Pero tendrán
que esperar. Tengo clase de arte. Me visto de negro para canalizar mi artista interior y recojo mi
cabello en un moño. Cuando entro en la clase, Neptuno asiente con la cabeza hacia mí. Todo el
mundo me está tomando más en serio últimamente. Me pregunto si le asintió así a Joan Mitchell
cuando era un joven. Nos da las riendas de nuestra propia arte hoy.
— ¡Dibujen lo que quieran! —anuncia Neptuno, perforando el aire. Me siento inspirada hoy.
Dibujo a George, Denver, y Stephanie Brown. Todos de la mano, de pie junto al barco de pesca
que restauraron juntos. Excepto que no se ven como gente normal. En lugar de brazos, le doy a
George armas, y Denver tiene un ordenador gigante como una cabeza. Stephanie Brown la
dibujo sosa, con hombros, cursis y débiles. Neptuno se emociona mucho cuando se detiene junto
a mi área de trabajo. Aplaude.
—Durante todo este tiempo dibujaste árboles y submarinos, y aquí está tu verdadero talento
—dice— Pop Art impresionista.
Sonrío. Llevo mi trabajo a casa esa noche con la intención de mostrárselo a Kit. Pero, cuando
llego a casa, Neil está esperando en mi puerta. Se ve tan enojado que casi me doy la vuelta y
vuelvo a mi coche.
— ¿Qué pasa? —pregunto, mientras saco mi llave. Neil tiene una llave, justo en su llavero. No
estoy segura de por qué está esperando aquí.
—Olvidaste la cena —espeta. Y cuando solo lo miro, lo repite, sólo que con más énfasis. "La
cena".
La cena, la cena, ¿la cena...?
El silbido de fracaso me golpea con fuerza. Siento pena, lástima, y enfermedad del estómago. La
cena de Neil. Que su jefe dio para él. Para darle la bienvenida a la empresa. Era importante y
emocionante. Compramos una botella de champán para celebrar, y yo planeé mi atuendo —no
demasiado sexy, no demasiado serio. ¿Cómo pude olvidar la cena de Neil? No sé cómo expresar
verbalmente mi pena con palabras. Esto se traduce a mi boca abriéndose y cerrándose en un
fracaso de hablar. Neil está esperando a que diga algo, su cabello peinado hacia atrás y la corbata
jalada.
—Neil —digo—. ¿Por qué no me enviaste un mensaje…?
—Lo hice. Toda la noche.
Busco mi teléfono. Está muerto. ¿Cuánto tiempo ha estado muerto? Me olvidé de cargar el
teléfono.
—Lo siento tanto —me arreglo.
— ¿Dónde estabas?
Creo que ahora sería el momento adecuado. Abro la puerta, mirándolo por encima de mi hombro.
Él está reacio a seguirme al interior, y me pregunto si él vino aquí con la intención de romper
conmigo.
—Lo voy a explicar —digo—. Solo entra. Puedes romper conmigo después.
Él vaga adentro y se sienta en el sofá. Su cabeza está toda caída, y sus hombros están tristes.
Siento el nudo en mi estómago más apretado. Soy una puta egoísta.
—He estado tomando clases de arte en secreto —espeto—. Durante seis semanas. Y miento
sobre buscar un trabajo. No quiero un trabajo, quiero decir, sí, pero no un aburrido trabajo de
contabilidad. Y ahí es donde estaba esta noche. Olvidé tu cena porque soy egoísta y estúpida, y
estaba jugando con carbón vegetal y papel.
Él está en silencio durante mucho tiempo. Sólo me mira como si nunca me hubiera visto antes.
— ¿Arte?
Asiento.
— ¿Es por eso que has estado dibujando sobre todo últimamente?
Asiento de nuevo.
—Esto es extraño.
Me golpeo la cara.
—Lo sé. Para mí también. Creo que estoy tratando de encontrarme y hacer un trabajo de mierda
con eso.
Neil luce perplejo.
—Te conozco desde hace años, Helena. Una de las cosas que siempre he amado de ti es el hecho
de que siempre has sido la chica que se conoce. Mientras que todas las demás chicas iban a
tientas por la vida, fuiste quien hizo su propia cosa.
—La gente cambia, Neil. No puedes esperar que sea una cosa toda mi vida. Mierda, sólo he
estado viva durante veintitrés años, y ya estás haciendo un gran problema acerca de mí
cambiando algo.
Neil levanta sus manos para protegerse de mi ira.
—No estoy diciendo eso. Sólo me sorprende es todo. La gente confía en ti. No puedes irte por
un camino diferente y no avisarle a nadie. Incluso Della…
—Incluso Della, ¿qué? —Grito—. Y ¿cuánto tiempo han estado hablando tú y Della a mis
espaldas?
—No es así, y lo sabes. Estamos preocupados por ti. Tus padres, también. Nadie ha sabido nada
de ti en semanas.
Tiene razón. Mis padres se habían endeudado, sacado una segunda hipoteca sobre su casa para
pagar mi camino a través de la universidad. Todo para que yo pudiera tener una buena vida. Yo
era una chica de números, la contabilidad parecía un hecho. A lo largo de mis años de niña nunca
había mostrado ningún tipo de talento artístico. Incluso cuando había tomado clases de piano,
mis dedos habían parecido gordos y torpes. Las tomé durante dos años y apenas podía tocar.
—Palillos. —Me hundo en mi butaca; y cubro mi cara con las manos. Dios, ¿qué diría mi madre?
Esto es una pesadilla. ¡No! ¡Esto era un sueño!
—Tienes razón —le digo—. Lo siento. Me siento tan estúpida.
Está a mi lado en un instante, frotando mi espalda, reconfortándome. Me apoyo en él y me siento
muy cansada.
¿Que he estado haciendo?
—Lo arreglaré —le digo—. No sé lo que pasó.
Ya no hablamos sobre la cena que me perdí, o la clase de arte, a la que dejo de ir. Encuentro un
trabajo; Vuelvo a ser yo. Ya no recuerdo mis sueños.
Capitulo Siete: #Heroe

Tengo una poco saludable adicción a los Kit Kats y al Ketucky Fried Chicken. No es algo sobre
lo que hablo. No agobio a la gente con las cosas feas sobre mí. Algunas veces mi cabello olerá
como grasa y pechugas de pollo perfectamente crujientes, y algunas veces encontraras una
cobertura de chocolate sobre el piso de mi dormitorio. No hablemos de esas cosas. La mantengo
en las sombras.
Tengo diferentes sueños menos realistas sobre Kit, pero de todas formas terroríficas. Como una
consecuencia, mi lengua está manchada de rojo por el vino y mis muslos llenos de grasa.
Empiezo mi nuevo trabajo con pantalones nuevos de Express que tuve que comprar, debido a…
KFC. Por suerte todos como que empezaron sus nuevos trabajos al mismo tiempo, y las
reuniones sociales han quedado atrás ante la aclamación de trabajo. Kit no fue a la universidad
con Neil, Della y yo. Fue a la universidad técnica y se graduó un año antes que nosotros. De
acuerdo con Della, está estudiando su maestría mientras trabaja en las noches. Así que cuando se
me pincha una llanta una mañana en el camino al trabajo y tengo que hablar a Triple A, me
sorprende cuando Kit se estaciona en su camioneta blanca. Tiene unos Ray Bans plateados y está
mascando un mondadientes.
—Hola —dice, caminando hacia mí—. Vine a rescatarte.
—Bonita camisa. Y Triple A ya viene en camino. Aunque gracias por la cortesía
Sonríe mientras se agacha junto a mi auto, inspeccionando la llanta.
—Clavo —dice. El tráfico pasa rápidamente por su espalda, levantado su camiseta y revelando
su piel bronceada. Quiero decirle que tenga cuidado, pero es una declaración bastante obvia. Así
que me hago a un lado, mis brazos cruzados sobre mi pecho y me quejo. Cuando Kit finalmente
se pone de pie y camina alrededor hacia donde estoy esperando, limpio mis palmas en mis
regordetes muslos y trato de no hacer contacto visual.
—Hace calor —digo—. Odio Florida.
—Florida te odia. Deberías mudarte a un lugar más frío.
— ¿Cómo dónde? —pregunto. Muerdo el interior de mi boca mientras espero su respuesta, pero
ya se lo que va a decir. ​Wa… Wa…
—Washington. Es perfecto ahí.
— ¿Ah sí? ¿Has estado ahí?
—Soy de Washington —dice, limpiando sus manos en un trapo azul que saca de su bolsillo
trasero—. Port Townsend.
Tiro mi cabeza hacia atrás y miro al cielo. Quiero comer por estrés todo el pollo frito. Todos los
Kit Kats.
—Creo que has mencionado eso —digo. Aunque no lo ha hecho. No que pueda recordarlo de
cualquier forma. Pero si estaba en mi subconsciente en algún lugar eso lo explicaría…
—No lo he hecho. No me gusta decirle a la gente de dónde vengo a menos que pregunten.
Lo miro.
— ¿Por qué no?
—Porque entonces creen que te conocen, y no quiero ser conocido.
 —Eso es estúpido. Todos quieren ser conocidos. —Estiro mi cuello para buscar la camioneta de
rescate de Triple A. ​Por favor apúrense, por favor apúrense.
—Excepto aquellos que no.
— ¿Por qué me dijiste entonces?
Mira al cielo y puedo ver las nubes reflejándose en sus lentes.
—No lo sé —dice él.
Mis cejas bailan alrededor por un rato. Estoy agradecida que no esté mirando.
— ¿Cómo supiste que estaba aquí, de cualquier forma? —pregunto
—Tengo ojos.
Tenso mis labios cuando lo miro, así que realmente puede ver mi desagrado.
—Pasé por aquí, Helena. Eres difícil de pasar por alto.
¿Difícil de pasar por alto? ¿Difícil de pasar por alto? ¿Es por mis muslos? No importa porque la
camioneta de rescate se acerca rebotando como un Golden retriever demasiado emocionado.
Todo en mi vida es mala coordinación.
Kit espera conmigo mientras un tipo que luce como Ben Stiller cambia mi llanta.
— ¿Cómo está mi Acero Azul? —me sonríe, haciendo una cara.
—De todas las películas en las que pudiste recordarlo —suspiro—. ¿Qué es? ¿Escuela para
hormigas?
El doble de Ben Stiller se limpia las manos y se va para salvar a alguien más.
—Gracias por orillarte —digo—. Y por hacerme compañía.
—No hay problema; eres como un corazón solitario.
Un corazón solitario.​ ¿Lo soy? Miro hacia otro lado.
—No son solitaria —digo.
Kit sonríe.
— ¿En serio?
Lo miró de vuelta, incrédula. Luce tan petulante. Toda esa sonrisa de suficiencia.
—Nos vemos Helena.
Es la manera en que dice mi nombre y sonríe al mismo tiempo. Nadie más sonríe así cuando
dicen mi nombre. ¿O sí? Nunca he sido lo suficientemente buena para notarlo. Ciertamente no
Neil, quien apenas sonríe en absoluto. Della la mayoría de las veces gimotea mi nombre y mis
padres me llaman Lena en ronrroneantes y adoradoras voces (hija única)
Para el momento en que digo su nombre y me despido, ya está en su camioneta, yéndose. No es
cierto, nada de esto. Mi fascinación con Kit, mi repentina inclinación al arte. Estoy teniendo una
crisis del cuarto de vida. Leí sobre ello en línea después de buscar en Google: ¿Qué demonios
está mal conmigo? El sitio web terminaba en .org así que sé que es confiable. Como sea, decía
que algunas veces cuando una persona experimenta un gran cambio de vida, pierden toda
perspectiva de la realidad y tratan de crear algo nuevo con lo que estén más cómodos. Eso es lo
que está pasando. Pienso sobre comentar en el artículo, validar al autor con mi historia. Lo
imagino revisando el artículo todos los días esperando que alguien como yo comparta su crisis
personal con la comunidad del .org. Al final estoy demasiado avergonzada para admitir algo de
esto.
El calor del sur de Florida me ha secado o más bien me ha puesto lo contrario de seca. Levanto
mis brazos y ventilo mis axilas. ​A la mierda.​ Llamaré al trabajo. Problemas con el auto.
Conduzco en la misma dirección que fue Kit. Vive en Wilton Manners. He visto su complejo de
apartamentos en el fondo de sus fotografías en Facebook. Así es como es Florida, no un edificio
de apartamentos, sino toda una villa de apartamentos extendidos, pintados en varios tonos de
rosa naranjoso con un gimnasio y una piscina. Puedo encontrar eso. ¿Qué si está en el trabajo?
¿Dónde trabaja? Está haciendo su maestría, me dijo Della una vez. Y es bartender por las noches
en un lugar en el centro. Facebook me dice donde trabaja. Perfecto.
Enciendo el aire acondicionado y me dirijo a encontrar a Kit Isley. Adentrarme por pasos, tal vez
una pequeña conversación privada me apague. Después de todo, Della y yo tenemos gustos
completamente opuestos en hombres. Puedo sacar esta mierda de mi sistema de una vez y para
siempre. Estaré de vuelta a la normalidad el lunes, bajando por la carretera de mi suave y bien
planeada vida. Neil está en el asiento del conductor. Neil. Neil.
Neil

Neil

Neil
Capitulo Ocho: #JodidoAmor

Kit trabaja en Tavern en Hyde. Entro a las seis en punto y me aparco en el bar. Es moderno, y no
es lo que esperaba como su lugar de empleo. Tal vez algo más estirado. Lo sé, lo sé, soy una
imbécil criticona. Pido una copa de vino a una camarera femenina con piercings faciales que me
dice que su turno ha terminado, y que Kit se hará cargo de mí.
—Todavía no está aquí —dice ella—. Debería estarlo en cualquier momento.
— ¿Tienen alguna cerveza de mantequilla? —Pregunto mientras se aleja. Ella no me escucha, y
eso es bueno.
Envío la llamada de Neil al correo de voz, y me siento más derecha cuando lo veo entrar en el
bar. Lleva una camisa a botones blanca, pantalones negros, y tirantes. Él no es mi tipo, pero el
atuendo es bastante sexy. O sea, ponle a tu hermano tirantes y también podría volverse caliente.
De acuerdo, eso fue demasiado, y tengo que dejar de ver ​Juego de Tronos.​ Kit va directamente al
ordenador y ficha. Antes de que pueda darse la vuelta y verme, me derramo vino en la camisa. Se
escapa por las esquinas de mi boca, como de costumbre. Realmente necesito ver a un médico por
lo de mis labios separados. Estoy restregándome la camisa cuando dice mi nombre.
— ¿Helena?
—Sí —digo—. Soy yo.
Se apoya en la barra delante de mí, observando. Estoy limpiándome la teta sin cesar. Me
detengo.
—Eres tan torpe.
—Tal vez porque tú dices cosas realmente torpes —señalo.
—Es por esto que no podemos tener cosas bonitas —dice, y me entrega una taza de agua con
soda y un trapo.
Me están empezando a parecer raros todos sus comentarios de "nosotros".
—Estaba a la venta —digo—. Doce dólares en Gap.
—Ves —dice, acercándose a otro cliente—. Eso fue torpe.
Me encojo de hombros. Tengo problemas más grandes, como mis labios separados.
El bar se llena después de eso, y Kit aparece un par de veces para darme nuevas bebidas. No
pregunta qué quiero; sólo me trae cosas. Primero, un Martini que tiene una cosa blanca viscosa
flotando en él.
—Es un licor de nuez —dice—. Te va a gustar.
Lo hago. Vuelve a cambiar al vino en algún momento, esta vez blanco. Comida que pedí llega:
escalopes en quínoa con mango. Nunca he comido escalopes, pero él me dice que son sus
favoritos. Tienen la textura de una lengua, y considero brevemente que me está enviando un
mensaje. Para cuando estoy en el postre, los taburetes de la barra están prácticamente vacíos, y
Nina Gordon está jugando con los altavoces. Estoy bastante mareada. Estoy pensando en lo
divertido que sería bailar esta canción en el restaurante vacío. Puesto que no soy una buena
bailarina, sé que este es un pensamiento de borrachera poco fiable.
Kit viene a sentarse en el taburete junto a mí. Lo que realmente me gusta de él es que nunca haya
preguntado ni una vez por qué estoy aquí. Como si la mejor amiga de su novia apareciendo en su
trabajo, y emborrachándose, fuera completamente normal.
—Cerramos en una hora. ¿Te llevo a casa?
—Puedo pedir un coche en Uber —digo—. No es un gran problema.
Él niega con la cabeza.
—Tengo miedo por ti —dice—. Si el conductor Uber ve cuán sucia está tu ropa, él podría pensar
que no eres buena para el precio.
—Eso es verdad —le digo. Hay varios vasos de agua con gas en la barra delante de mí. Apila los
platos sobrantes de mi cena. Saco mi cartera, pero él lo rechaza con un gesto de la mano.
—Te di de comer esta noche.
Estoy demasiado aturdida para discutir.
—Podemos irnos aproximadamente en una hora y media. ¿Te parece bien?
Asiento. Cuando se va, llamo a la Uber, y garabateo una breve nota sobre mi servilleta. La
deslizo debajo de mi vaso vacío, junto con un billete de veinte.
Nunca debería haber venido. Nunca debería haberme quedado. Nunca debería haber escrito la
nota. Casi vuelvo, pero estoy inestable sobre mis pies, y el conductor me mira como si estuviera
pensando en irse.
Me despierto en mi sofá. Mi sofá huele a pachulí. Odio jodidamente el pachulí. Me tapo la nariz
y ruedo sobre mi espalda. Ni siquiera pude llegar a la habitación. Lo cual está bien, porque
también vomité en uno de mis cojines, y a nadie le gusta tener vómito en su cama. Voy dando
traspiés hacia el cubo de basura y meto el cojín dentro. Luego tomo una ducha. Estoy a mitad de
enjabonarme el pelo cuando recuerdo la nota que dejé para Kit en el bar. Gimo. Salto de la
ducha, sin molestarme en tomar una toalla, y corro hacia mi teléfono. Dios. Tropecientas
llamadas pérdidas de Neil, y mis padres, y Della, y mi trabajo. ​Bla, bla.​ El jabón está corriendo
por la parte posterior de mis piernas. Me desplazo a través de los mensajes hasta que veo el
nombre de Kit.

K: WTF

Eso es todo lo que dice. Me tapo la boca con la mano. ¿Qué decía la nota? Cierro los ojos.
Recuerdo cómo de torpe se sentía el bolígrafo entre mis dedos. Cómo la punta rasgaba la
servilleta en algunos partes, y tuve que ponerlo firme para escribir.

TUVE UN SUEÑO. NO TE CASES CON DELLA.

Gimo. De pronto, tengo que vomitar de nuevo. En cambio, me tomo una selfie. Mi cabello está
hecho una pelota en un lado de mi cabeza, y tengo manchas de rímel en la cara. Pongo la foto en
un álbum llamado Momentos Emocionales Mortificadores, y la titulo: “Nota en una Servilleta
Empapada”. La última selfie que había puesto allí era de mí el día que me gradué de la
universidad. Mi cara perfectamente maquillada está feliz... aliviada. A esa la llamé: “Sallie Mae
Chúpate Esa”.
Termino de ducharme y me siento más optimista. Nunca volveré a ver a Kit. Eso resolverá todos
los problemas actuales. De alguna manera encontraré a alguien mejor para Della, alguien más
alto, con una cara menos satírica. Estará más feliz con un médico o un agente de inversiones de
todos modos. Alguien que financie su estilo de vida, que no infrinja en su independencia. O
podría encontrar una nueva mejor amiga. A Elaine, de la universidad, siempre le gusté. Me
gustaba su pelo.
Neil quiere ir a la playa. Dice que "sólo nosotros," pero ya sabes cómo va eso. Siempre ves a
alguien que conoces cuando estás en bikini y tu estómago está hinchado de toda la bebida y
comida que tomaste la noche anterior. Voy de todos modos, y me pongo un monokini. Todavía
me siento mareada cuando salgo de mis pantalones cortos y me acuesto en mi toalla, mi cabeza
debajo de un libro abierto. Neil ha estado hablando de su trabajo durante los últimos cuarenta
minutos. No me ha preguntado absolutamente nada acerca de mi trabajo. Cuando hace una pausa
para reírse de su propia broma, le hablo de mi caucho desinflado, y pone mala cara.
— ¿Por qué no me llamaste? Hubiera ido a buscarte. Ellos me dejaron tomar treinta minutos
extra para mi almuerzo porque piensan que soy muy bueno.
Pongo los ojos en blanco detrás de mis gafas de sol.
—Llamé a Triple A. Además, Kit me vio y se detuvo. —Añadí ese último pedazo sin pensar.
— ¿Kit? ¿El Kit de Della?
—Bueno, no es de su propiedad —digo, molesta—. ¿Y cuántos otros Kits conocemos?
— ¿No crees que eso es raro? —pregunta.
Me incorporo.
— ¿Que el tipo que sale con mi mejor amiga me vea tirada a un lado de la carretera y se pare
para ayudarme?
Neil resopla.
—Bueno, supongo que cuando lo pones de esa manera...
—No hay otra manera de decirlo.
Se ve todo abatido y como un corderito. Estoy a punto de inclinarme y darle un beso cuando su
teléfono se ilumina para decirle que tiene un mensaje. No tengo la intención de mirar; no soy así,
una fisgona. Pero veo el nombre de una chica. Él extiende la mano para agarrar el teléfono, pero
yo soy más rápida. Es automático. Mis mano golpea el código de acceso y...

todo
lo
que
veo
son
tetas
—Helena...
¿Por qué dice mi nombre? ¿Por qué siquiera está diciendo mí nombre? Los dos estamos de pie
ahora, yo todavía sosteniendo su teléfono mirando las tetas. Las imágenes siguen llegando. No
sabía que las tetas podían ser sacadas desde tantos ángulos. Estoy temblando. El teléfono cae de
mi mano, en la arena.
—Tengo que decirte algo —dice. Está avanzando hacia mí, lentamente. Como si fuera una
bomba a punto de explotar. ​¡BOOM!
— ¿Eres un infiel, imbécil?
—Helena, déjame hablar.
—Espera un momento —digo. Entonces le doy un puñetazo. Justo en el ojo, y como mi papá me
enseñó. Retrocede, lanzado hacia atrás. Su cabeza gira, y luego salta hacia adelante como un
muñeco. ​Boing, boing, boing en su cuello de pavo flaco​. Se lleva la mano al ojo, y lo abofeteo
para que tenga un golpe en cada lado de la cara.
— ¡Helena! —Grita, levantando la mano para que me detenga.
Me gusta el shock en su cara. Me gusta que los dos estemos en shock.
—Déjame explicarme —intenta.
Levanto la mano para golpearlo de nuevo, y él se estremece de nuevo.
— ¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
Su rostro palidece.
—No desde hace mucho.
— ¿Cuánto tiempo? —Le grito.
—Un año —dice, dejando caer la cabeza.
—Un año —susurro. De repente, no hay más ganas de golpear en mí. Sólo un desierto. Mis
hombros caen hacia adelante.
— ¿Por qué? —​​Pregunto. Y entonces, mientras un ruido se eleva desde mi garganta, un sollozo,
digo lo más patético—. ¿Qué hice mal?
Neil deja caer la cabeza.
—Nada, Helena —Y entonces—. Está embarazada.

No puedo estar de pie. Me dejo caer con fuerza sobre la arena y miro las olas. No hay olas en
esta parte de Florida, así que en lugar de surfistas, tienes a unos pocos niños en trajes de baño de
Dora la Exploradora.
—Has estado ocupada —comienza—. Simplemente pasó y fue un error. —Decir que fue un error
no hace que duela menos; de hecho, se siente más crudo debajo de todo este sol, y calor, y arena.
Es como si ellos también me estuvieran castigando.
 —Lo siento —dice. Pero no hay un lo siento lo suficientemente grande para una traición como
esta.​ Un año.​ Neil era con quien estaba haciendo planes. Con quien estaba hablando del futuro.
Después del shock inicial, el dolor viene en oleadas. Me levanto. No puedo estar aquí. No puedo
mirarlo. Él tiene un grano en el lado de su cuello: brillante, y rojo, y bulboso. Estoy tan asqueada
de haber incluso salido con él.
—Por favor, Helena —dice—. Fue un error. Te amo. —Pero no voy a tomarlo, y su uso de la
palabra "amor" me hace reír. ​El amor es fiel, el amor es amable, el amor es paciente​. El amor no
es... ​yo no estaba pensando.​ Agarro mis cosas, me voy dando traspiés. ​El sueño​, pienso. ​Esto era
en el sueño.​ Y su nombre es Sadie.
—Avada Kedavra —le susurro a Sadie.

Camino a casa. No porque no pueda llamar a alguien. Infiernos, Della estaría allí en un segundo
con un machete. Sólo tengo que pensar. Me tomo una selfie mientras espero en un semáforo en
rojo y la envío a la carpeta MEM. La llamo, ​Que Se Joda el Amor.
Capitulo Nueve: #AntesDeQueÉlEngañe

Neil no quiere estar con Sadie, aunque Sadie quiere estar con Neil. ¿No es eso gracioso? La
quiere lo suficiente para arriesgar mi corazón. Escucho esto a través de mensajes de voz, correos
electrónicos, mensajes de texto y Della. Aparentemente, durante mi crisis de cuarto de vida,
Della y Neil se volvieron cercanos. Me sentiría traicionada, pero Neil ya se encargó de ello.
Sadie va a conservar al bebé, por supuesto, porque su papá es un ministro y ella está a favor de la
vida. No a favor de la abstinencia. Neil dice que estará en la vida del bebé tanto como Sadie se lo
permita. Él quiere hacer funcionar las cosas conmigo. No me gusta hacer funcionar las cosas de
ninguna manera. Ni el cuerpo, ni el corazón. Solo pensar en hacer funcionar las cosas me cansa.
Estoy adormecida para hacer funcionar las cosas. Le digo a Neil que se vaya al infierno, y luego
lloro por dos días. ¿Era yo? ¿Soy demasiado fría? ¿Demasiada inexperta? ¿No soy lo
suficientemente bonita? ¿Lo suficientemente buena en la cama? Y cuando desleales idiotas
sembradores de hierba, duermen con otras chicas, ¿por qué las mujeres buscan dentro de ellas
para encontrar la culpa? No fue mi culpa. De hecho, tal vez lo fuera. A la mierda. De todas
formas, ¿qué importa?
Voy por bebidas a Tavern en Hyde. No he escuchado ni pío de Kit en semanas. Su novia, por el
otro lado, ha estado acampando junto a mi cama, esta vez para apoyarme. Todavía me pide que
le haga bocadillos, aun cuando soy la que tiene el corazón roto. Incluso me dice que eso
mantendrá mi mente fuera de las cosas.
—Necesitas permanecer ocupada.
La estoy evitando hoy, aunque aparentemente no a su novio. Todo en lo que puedo pensar en Kit
y el sueño. Cómo casi me advirtió. Tal vez en mi inconsciente, lo sabía. Neil no había sido Neil
por un largo rato. En retrospectiva, no habíamos conectado en… un año.
Me tambaleé dentro de Tavern en Hyde con una trenza severamente enredada y círculos oscuros
bajo mis ojos. Kit está hablando con algunos de sus clientes en el otro lado de la barra cuando me
ve. Da un doble vistazo y me pregunto qué tan desordenada luzco. ​Puedes lucir desordenada en
una forma vulnerable y bonita​, me digo. Aunque probablemente debería empezar a peinar mi
cabello de nuevo.
—Hola. —Desliza una bebida frente a mí antes que incluso haya tenido la oportunidad de
sentarme—. ¿Cómo está tu corazón?
—Me siento sobria y quiero sentirme borracha —digo.
—Siento que te sucediera eso. —Limpia la barra con un trapo, luego se inclina sobre sus codos y
me estudia. Sus ojos son realmente encantadores y tristes—. La tristeza viene en olas, ¿cierto? Es
como si sintieras algo diferente cada diez minutos.
—Sí —digo, preguntándome quién rompió su corazón. Que idiota. Bebo mi bebida purpura y
miro fijamente a mi teléfono. Pero cada vez que miro mi teléfono, veo pechos en mi mente. No
puedes sacar esas cosas de tu cabeza, ¿sabes?
Della me está enviando mensajes de texto.​
D: ¡Deberíamos cambiarnos y salir esta noche!
¿Para bailar con hombres que después romperán mi corazón?
D: ​Tienes que ser positiva,​ me contesta.
A la mierda
D:​ Me reuniré contigo para beber entonces,​ envía.
Ya estoy bebiendo, solo quiero estar sola.
No me contesta y sé que sus sentimientos están heridos.

Pongo mi teléfono a un lado. Además del insoportable dolor de corazón, los sentimientos de
incompetencia, las lágrimas esporádicas y la desesperanza, como que me gusta estar soltera. Ya
no eres responsable de decirle a alguien dónde estás o con quién. Es libertad y soledad, euforia y
tranquilidad interna. No tienes que depilarte. Es la mejor subida y la peor bajada. Los jodidos
pozos. Elijo ignorar a Della y mis padres, y no hay una cosa que puedan hacer sobre ello.
Kit no menciona la nota que le deje, gracias a Dios. Tal vez lo ha olvidado o tal vez piensa que
estaba demasiado borracha para saber lo que estaba haciendo. Hacemos charla casual con sus
otros clientes y examino sus tirantes cuando no está mirando. Tiene hombros realmente anchos;
también puede estar fornido, pero todo se estrecha en su cintura. No es mi tipo, pero está bien
notar cosas. No quiero ser el tipo de persona centrada que solo notan cosas sobre sí mismos, así
que, realmente practico ser una buena persona examinando los tirantes de Kit. Y eso es de lo que
esto se trata, los tirantes. Me canta una canción sobre infidelidad y me dice que está en el álbum
de Carrie Underwood. Cuando llega a las notas altas, cierra sus ojos y apunta un dedo hacia el
aire. Todo me recuerda a Mariah Carey y es un poco incómodo.
Cuando está en la cocina para recoger la comida de alguien, dejo dinero sobre la barra y me
escabullo fuera. No me gustan las despedidas, especialmente cuando están dirigidas a mí. Creo
que soy lista hasta que llego a mi auto y veo a Kit sentando en mi asiento delantero.
— ¿No crees que ya te conozco para este momento? —pregunta. Se sale para hacer lugar para
mí.
—Estabas ocupado —digo—. Tengo cosas que hacer.
— ¿Cómo qué?
Lamo mis labios porque todavía saben a limón
—Tengo que lavar mi cabello.
—Claramente —dice él. Cierra la puerta una vez que estoy dentro y se inclina para apoyar sus
codos a través de la ventana abierta.
Estoy temblando, estoy tan nerviosa. Me va a preguntar por la maldita servilleta, solo lo sé. Diré
que no lo recuerdo, y ¿quién es él para discutir?
—Helena… —Sonríe—. Buenas noches.
Dios. Joder.​ Se aleja, sonriendo. Una brusca sonrisa y muevo mi auto en reversa, tratando de no
mirarlo por el espejo retrovisor mientras salgo del estacionamiento. No es hasta que estoy en
casa y saliendo del auto que noto la servilleta en el asiento del lado del pasajero.
 Lo levanto. Es del mismo tipo que tiene en el bar.
Dame una razón para no hacerlo.
Gruño. ​No, no, no, no, no.​ Meto la servilleta en mi bolso y entro. Della estará aquí. Della está
aquí.
— ¿Dónde has estado? —pregunta cuando entro por la puerta. Tiene puestos un pantalón de
pijama y un sostén. Ambos míos. Me ofendo por sus grandes pechos. Me recuerdan de malos
tiempos de mensajes.
—Estaba en una convención de Harry Potter. ¿Por qué? ¿Necesitas un bocadillo? —pregunto.
—Estaba preocupada.
—Dells, puedes irte a casa, sabes. Aprecio todo el amor, pero no necesito una niñera.
—La gente comete suicidio todo el tiempo después de rupturas.
—No voy a cometer suicidio. Me detuve por una bebida en Tavern en Hyde —le digo.
Su rostro se ilumina.
— ¿Viste a Kit? ¿Todavía es atractivo?
—Sí lo vi, traía tirantes y una camiseta de mangar larga en este clima. Súper atractivo.
—No le gusta que vaya ahí cuando está trabajando —dice ella—. Dice que no es profesional
tener a tu novia bebiendo en tu lugar de trabajo.
Asiento. Della era una bebedora descuidada; siempre terminaba toqueteando a un extraño y
cantando En Vogue a todo pulmón. Kit probablemente solo estaba tratando de evitarse la
vergüenza.
—Es bastante agradable —digo—. Un buen tipo.
Odio usar el chiché del buen tipo con Kit, pero qué más puedo decir. Es cierto. Della sonríe
ampliamente. Está tan feliz con esto que me hace un bocadillo. Ella ya tiene nombre para todos
sus hijos y tiene un tablero en Pinterest para su boda. Mientras comemos nuestro bocadillo, lo
abre y me muestra el nuevo centro de mesa que ha encontrado.
—Una boda de invierno —dice—. Porque son mucho más románticas. —En Florida, el invierno
está a dieciocho grados centígrados, pero no digo esto. Asiento y apruebo sus linternas como
centros de mesas. ​Jodidoamorjodidoamorjodidoamor.
Dame una razón para no hacerlo.
Beso la parte superior de su cabeza. No hay una buena razón. Son lindos juntos. No importa que
ya sepa el nombre de su hija. Solo fue un sueño.
Capitulo Diez: #ComidaPorno

Una noche, mientras Della y yo estábamos escuchando “Antes de que él engañe” de Carrie
Underwood, hay un toque de la puerta. Fui a contestar, solo para encontrar a Kit en mi tapete de
bienvenida, una bolsa de mercado en su mano.
—Ya que robaste a mi novia, vine a hacerle la cena a las dos —, anunció él. Me sentí sin razón
decepcionada de que él no hubiera llegado no solo por mí. ¡Soy como tú esposa! Tuvimos un
hijo juntos, por el amor a Dios.
—Gran canción —. Él pasa alrededor de mí y besa a Della.
—Sí.
Pongo en silencio a Carrie, pero Kit continua cantándola desde la cocina. Aun cuando él piensa
que nadie está escuchando, él hace la cosa de cerrar su ojo y señalar con su dedo. Tiene gran
potencial para ser adorable, pero él no es mi tipo. Y Dios, deja de robarle mierda a Mariah.
Él no me pregunta donde está todo, o por ayuda —no es como si yo se la hubiera dado de
cualquier manera. Él golpea en la cocina mientras Della y yo vemos repeticiones de Teen Mom,
hasta que él anuncia que es hora de cenar.
— ¿Qué preparaste? —pregunto, sentándome en mí mesa y sintiéndome extrañamente como una
invitada.
—Ropa vieja.
Arrugo la nariz —. ¿Ropa vieja? —, mi español es limitado a cuatro años de secundaria, así que
me puedo equivocar.
—Sí. Delicioso.
Della no cuestiona la ropa vieja de Kit, así que yo no lo hago tampoco. Resulta que está extra
jodidamente buena. Quiero tomarle una foto para mi folder de memes y llamarlo: Me Comeré
Sus Viejos Pantalones, pero eso levantaría preguntas y que me juzguen. Ambos pueden tener una
mala idea. Kit limpia y levanta los platos y me corre de la cocina cuando yo intento ayudar.
—Él es perfecto —, anunció Della —. Mantengámonos despiertas y juguemos algunos juegos
—. Cuarenta minutos y cuatro cervezas después, ella se desmayó en el sofá. Kit y yo estábamos
jugando Máncala, pero él realmente apestaba.
—Es tu estrategia —, le dije —. No tienes ni una.
— ¿Quieres ir a caminar? —. Preguntó Kit. Ambos mirábamos a Della que no iba a despertarse
ningún momento próximo.
—Dells —, dije, sacudiendo su hombro —. Vamos a caminar.
Ella gimió contra los cojines del sofá y me palmeó lejos.
Me encogí de hombros —. Ella odia el calor de todas formas —, le dije a él —. Riza su cabello.
—Sí, lo sé —, dijo Kit, sonriendo —. Ella es mi novia.
Siento que mi rostro se sonroja y me apresuro a la puerta delante de él. Por supuesto. Por
supuesto.
Yo no tengo rizos; yo solo tengo un desordenado moño. Kit palmea la parte superior de mi moño
cuando salimos al grueso aire.
—Es como una colmena de cabello —, dice él —. Pequeñas creaturas podrían vivir allí.
—Yo tuve un caracol de mascota una vez —, dije —. Su nombre era Cola de Caracol.
—Tu rareza nunca deja de sorprenderme —, dijo Kit.
—Yo estaba tomando clases de arte —, solté.
Kit me mira con gracia, su cabeza girada hacia el lado —. ¿Estaba?
—Dejé de ir porque estaba afectando mi relación. Neil me hizo sentir como si yo lo estaba
engañando cuando se enteró.
—Ah, bueno, el viejo Neil probablemente se estaba sintiendo un poco culpable de sus propias
actividades extracurriculares y estaba buscando a alguien a quien culpar.
—Yo no era muy buena —, le dije.
Él se encogió de hombros ​—. Pero eres muy buena en la pasión. Y si tienes suficiente pasión,
puedes aprender a hacer todo bien.
Lo miré.
— ¿Cómo es que Justin Bieber no puede ser mejor que un matón?
Ambos nos reímos.
—Quizás intente algo nuevo. ¡Hey! ¿Cómo está saliendo tu libro? ¿Tienes más para enviarme?
No había pensado en el libro de Kit desde la noche en la que tuve la pelea con Neil acerca de
faltar a su cena de trabajo. No podía creer que lo había olvidado.
—Me siento bien cuando estoy escribiendo. Parece que todo está saliendo bien.
Él brilla un poco cuando habla acerca de eso. Desearía tener algo que me hiciera brillar como
eso. Caminamos pasando el lago, que realmente no es como un lago. Hay una alegre fuente en el
centro, esparciendo agua en el aire. El aire es tan caliente que quería que soplara por mi lado.
— ¿Puedo preguntarte algo? —, dije.
—Acabas de hacerlo.
Puse una cara.
— ¿Estás enamorado?
Kit dejó de caminar y yo entré en pánico. Había ido muy lejos, preguntado algo demasiado
personal. Jalé el lóbulo de mi oreja y lo miré hasta que él comenzó a reír.
—Cálmate, deja en paz el lóbulo de tu oreja.
Dejé caer mi mano a un lado. Tan incómodo.
—Estuve comprometido antes de Della —, dijo él.
Mi cabeza se levanta. Estoy sorprendida. Siento que eso es algo que ella debería habérmelo
dicho.
—Ella no lo sabe —, dijo él.
—Oh.
—Recién decidimos no hablar de nuestras relaciones pasadas. De cualquier forma, desde que
nosotros no estamos saliendo, puedo decírtelo.
Preferí que no lo hiciera. Nosotros habíamos estado casados.
—No puedes decírselo. Esto es en confianza.
—Ella es mi mejor amiga. ¿Realmente crees que no voy a decirle?
—En realidad, sí. Si me dices que no lo harás. Te creo.
Él tiene razón. Yo prospero al saber los secretos de las personas. Me hace sentir superior saber
que los tengo, aun si nadie más lo sabe.
—Como sea —, dije —. No hago promesas.
Llegamos a una unión en el camino y Kit escoge a la derecha. Yo siempre voy a la izquierda. Se
siente extraño que él no me pregunta por qué camino ir, o que él haya escogido tan
decididamente. Neil se hubiera revuelto por eso.
—Ella era mi amor de secundaria. Éramos un hermoso cliché. Incluso hasta la parte en la que
ella me engaño con uno de mis amigos.
¡Ajá! ¡La puta!
—Me refiero, yo sé que fue un error y solo habíamos estado juntos, así que lo entiendo. Aun así
duele. Estaba buscando una razón para escapar después de eso. Así que, empaqué y me mudé
aquí.
Yo dudo —. ¿Así que, tú amas a Della, pero aún no has olvidado a tu ex?
—Algo como eso —, dijo él —. Solo estoy tomándolo más lento esta vez. Estuve en una relación
por cinco años.
—Te entiendo.
—No hagas eso —, dijo él, mirándome.
— ¿Hacer qué?
—Ser tan formal y rara. Solo di lo que estás pensando.
—Está bien…
Nunca me habían llamado por mi uso de palabras conversacionales. Pero, supongo que son un
poco fuera de tema si lo piensas.
— ¿Hablas la lengua Parsel? —, pregunté.
— ¿Qué? —. Su rostro se contrae
Sacudo mi cabeza —. No importa. Creo que ella está muy dentro de ti. Y tú solo estás medio
dentro. Y eso suena como si alguien, llamémosle Della, va a salir lastimada.
—Ella me gusta mucho. Ella es divertida y no se toma muy en serio. Tiene un buen corazón.​
Estaba de acuerdo con todas esas cosas. Pero yo no me quiero casar con Della, o vivir con ella.
De hecho, realmente quiero que ella se vaya a casa y deje de comerse mis palomitas de maíz.
— ¿Si no estuvieras tan colgado de…?
—Greer —, dijo él.
—Eww. ¿En serio?
Él asiente.
—Si no estuvieras tan colgado de Greer, ¿Te sentirías diferente acerca de Della?
 —No lo sé.​ Creo que la chica correcta puede eliminar las memorias de la incorrecta.
Wow. Está bien.​
—Claro —. ​Pero yo no creo eso. Si eso fuera cierto, no hubiera tantos humanos buscando su
amor perdido. Nosotros no siempre queríamos lo que era correcto. Queríamos lo que podíamos
tener.
—Eres esperanzador y positivo —, le dije —. Pero no le rompas el corazón a una chica solo
porque intentas curarte de otra.
—Si señora —, dice él —. Pero algo me dice que eso no será un problema. Veo otra diferente
tormenta de mierda en mí futuro.
Le rodo los ojos —. ¿Tienes un tatuaje conmemorativo a Greer, no es así?
Sus ojos se agrandan y se rasca un punto en su mejilla mientras hace una mueca.
— ¡Ha! —, me rio —. Déjame verlo. Después de adivinar eso, me lo merezco.
Él sacude su cabeza —. De ninguna manera. Nadie dijo que tenía uno. Estás inventando las
cosas.
Él está sonriendo y sé que lo atrapé.
—Solo le voy a preguntar a Della —, dije —. Ella obviamente lo ha visto.
Kit niega con la cabeza —. No, ella no lo ha visto.
Muevo mi cabeza hacia el lado —. Eso es imposible. Ustedes han, ustedes chicos han…
—Está en tinta blanca. Solo puedes verlo a luz negra.
—Oh —, esperé unos minutos mientras caminamos penosamente por el sendero, el aire caliente
está empujando hacia arriba en mi nariz, haciéndome querer gritar.
— ¿De qué se trata?
—Dice…—, él se detiene. Me pregunto si él está considerando de nuevo decirme —. Dice, no
temas a los animales.
Y luego Della nos encontró. Ella está media dormida y saltando —. Me asusté —, dijo ella,
pasando sus dedos por su cabello. Sus ojos aún estaban adormilados, aún estaba ebria.
—Como que quiero mi propia cama —, dice ella, mirándome —. ¿Te molesta si me voy a casa
esta noche Helena?
Ella quiere a Kit en su cama y en ella, pero yo asiento con la cabeza. Ellos ni siquiera regresan
adentro. Los encamino directo al auto de Kit donde él ayuda a Della a entrar y luego él trota al
lado del conductor.
—Buenas noches, Helena.
—Buenas noches. Y gracias por la cena.
—Lamento ser un cocinero torpe —. Él sonríe.
—Eres un excelente mentiroso. Lo recompensas.
—Eres muy… excelente.
Me siento tan sola cuando ellos se fueron.​
Capitulo Once: #Kitella

Hay líneas definidas y solidas en la vida que no deberíamos cruzar jamás. Tener un
 
enamoramiento por el novio de tu mejor amiga es una de ellas. Aparecer en su trabajo con
frecuencia y beber sus cocteles de fruta, es otra. No me gusta tanto como el Kentucky Fried
Chicken, pero, demonios, ese chico me miró y me dijo que era bastante… excelente. Excelente,
lo cual es por arriba del promedio. O sea que soy mejor que las chicas normales. No la perra
común. Excelente, como para chuparte los dedos. Me doy cuenta de que soy vulnerable y la
mayoría de los días me siento como una humana inservible… Alguien cuyo novio la engañó y
dijo que había sido un error. ​No quiero que alguien diga que me tuvo y luego me perdió. Quiero
que diga que nunca dejará que me vaya. ​Me apunto para otra clase, y esta vez voy por algo
diferente: barro. Me gusta la sensación del barro frío y mojado entre mis dedos. El barro se trata
de números y porciones que puedes controlar con tus palmas. Soy mejor con el barro que con el
dibujo. Siento las manos menos torpes. Hago tazas de café, floreros, platos, y luego platones.
Todos carecen de simetría, pero me siento tan orgullosa de ellos que tiro el juego barato que
compré en Wal—Mart y coloco mi vajilla hecha a mano en los gabinetes de la cocina. Pinto todo
en blanco y los salpico con pintura negra. Lucho contra el gusto tipo “Pottery Barn que, según mi
sueño, aparecerá en diez años. Las vasijas de porcelana y los nudos teñidos de decoración, me
causan urticaria. ​Solo un sueño. Solo un sueño​, me digo a mí misma. Me concentro en crear mi
estilo en este desastre de color. Una chica Pottery Barn es para Neil, no para Kit. La chica de Kit
tiene que ser colorida y con textura.
Cuando me doy cuenta de que estoy evitando Pottery Barn por culpa de Kit, me meto en su
tienda en línea y compro un par de bulldogs de cerámica francesa. Nada me controlará, ni Kit ni
Pottery Barn. Para emparejar las cosas, remplazo mis viejos cojines con unos que encontré en el
mercadillo, pero no los toco. O los pongo en el sillón. Compro repuestos en Pottery Barn.
También dejo de tomar vino, ya que también fue algo que empezó por el sueño, pero en algunas
noches, cuando me siento muy triste, huelo un viejo corcho que guardo en cajón junto con otras
baratijas. No es el corcho del vino que Kit trajo; bueno, no creo que así sea. Fue algo que
encontré cerca de mi bote de basura. Así que cuando empiezo a ponerlo junto a la almohada al
dormir, no tiene nada que ver con Kit. Es un simple corcho del que me he encariñado. En el
transcurso del día, lo pongo en mi bolsa para que vaya conmigo al trabajo y luego a la clase de
arte. El barro terminó; me registro a la clase de pintura con óleo, deseando mejores resultados a
los de mi clase con Neptuno.
Los fines de semana, Della insiste en que vaya adónde sea que ella y Kit vayan. Jura que no es
lástima, y que ya no estoy en vigilancia por caso de suicidio, y que Kit de verdad disfruta de mi
compañía, mientras que ella me necesita por apoyo moral.
— ¿Apoyo moral para qué?—le pregunto.
—Apoyo moral para la mejor amiga. O sea que me gusta estar cerca de ti, me haces sentir bien.
Amo a Della, Dios, la amo. La conozco desde antes de que tuviéramos personalidades, y
contábamos con que la revista ​Tiger Beat​ nos dijera qué chicos deberían gustarnos (JJT a mí y
Devon Sawa para ella). Pero la gente crece, cambia, los seleccionan en casas distintas (a ella en
Slytherin, y a mí en Ravenclaw). Se convierte en lo que la vida dicta, y Della y yo tomamos
caminos diferentes. El papá de Della ganó la lotería. No te miento. Quinientos mil en un boleto
de rasca y gana en nuestro segundo año de secundaria. Duplicó su dinero en inversiones y, de
pronto, Della era una niña rica. Vacaciones en las Islas de Grecia, cruceros navideños a las
Bahamas, y una camioneta Range Rover nueva en nuestro último año. Nuestros años de ​Tiger
Beat​ fueron remplazados por la brillante revista ​Vogue​, durante los cuales, la familia de Della,
me llevó a cada una de sus vacaciones, y a cada salida en su yate. Si a Della le compraban un par
de lentes de sol Kate Spade, a mí también me compraban unos. Al principio era divertido pero
luego comencé a sentirme como la caridad para la pobre. Aún me siento así.
La única vez que no me sentí de ese modo, fue cuando Kit me envió capítulos de su libro. Solo a
mí. Eso no fue lástima; él de verdad quiso compartir eso conmigo. Estaba encariñándome con
George, Denver y Stephanie Brown. Si pudiera ponerlos junto al corcho, lo haría. En su lugar, leí
lo que me envió una y otra vez. Ahora entiendo la obsesión por​ Crepúsculo​ y ​Cincuenta
Sombras de Grey.​ Por primera vez, no solo leo un libro; estoy metida de lleno en él. Si George,
Denver y Stephanie Brown no arreglan sus asuntos, nunca volveré a leer otro libro. Kit disfruta
mi compromiso con su historia, pero no hablamos de ésta frente a Della. Della fue parte de la
obsesión por ​Crepúsculo,​ y después de leer un capítulo del manuscrito sin título de Kit, le
preguntó si había hombres lobo o vampiros en la historia. Kit ya no quiso enseñarle nada. Ella
hizo pucheros pero acordó esperar hasta que terminara de escribir para leer el resto.

Estoy en una venta de inmuebles con Kit, Della y nuestra amiga June, con quien hemos salido de
vez en cuando desde la secundaria. June y yo estamos en el jardín delantero, viendo cajas de
libros viejos, en lo que Kit y Della ven muebles en la casa.
— ¿Crees que Kitella se muden juntos pronto?—pregunta June.
La miro, sorprendida.
— ¿Kitella?
—Kit y Della—dice—. Kitella.
June es una chica rara. Sé que también soy rara por dentro, pero June es rara por dentro y por
fuera. Miro su gorra de flores, y el collar de clips que trae puestos.
—Kitella—resoplo—. No lo sé. El departamento de Della es tan… Della. No me imagino a
ningún chico viviendo ahí.
—Seguramente cambiarían las cosas. Harían espacio. Han estado juntos por un tiempo ya.
—Solo unos ocho meses—digo a la defensiva—. No es tanto.
—Por favor, Helena. Por lo general, Della no pasa los tres meses. Su tablero de bodas está
creciendo en Pinterest. Ellos dos van en serio.
Es cierto. Tiene un menú y gifts de niñas de las flores. Della siempre ha encontrado algo malo
en los chicos con los que ha salido. Charles era muy necesitado, Tim muy celoso, Anthony tenía
una melliza molesta. Kit es perfecto; es lo que dice todo el tiempo. Y están comprando muebles
en este momento.
— ¿Te gusta cómo se ven juntos?—le pregunto a June.
—Sí, se ven lindos. Creo que él la estabiliza. No es hueco como algunos de los chicos con los
que salió.
June se va para ver una lámpara, y siento como que me hundo en un mar de pasto. ¿Por qué
sentía que todo eso eran malas noticias? No es porque no quiera que mi mejor amiga sea feliz,
porque no es así. Solo quiero que sea feliz con alguien más. Voy a buscarlos en la casa.
Están viendo libreros.
—Vi unos como estos en Restoration Hardware—dice Della—. Cuatro veces más caro. Esto es
robo.
Kit no se ve convencido.
—No tenemos tantos libros entre los dos para llenar estas cosas.
— ¡Podemos comprar más!—dice Della. Luego se gira hacia mí y sus labios rosas se abren tanto
que puedo ver cada uno de sus blancos dientes.
— ¡Vamos a vivir juntos!—grita y aplaude, y yo me quedo ahí, estupefacta, y me pregunto si
June tiene alguna habilidad psíquica.
— ¿En tu departamento?—pregunto, porque es la única cosa que se me ocurre.
—No, tontita. Es muy pequeño. Vamos a comprar una casa.
Miro a Kit pero él huye de mi mirada.
—Eso es estupendo—digo—. Felicidades, chicos.
Y luego digo que tengo que ir al baño pero en realidad salgo de la casa. Necesito aire, espacio
para ocultar mi tristeza. Es la cosa más estúpida que he sentido, pero no niega el hecho de que lo
sienta. Esta es la parte más patética de ser humano, las emociones que no pides ni quieres,
simplemente te invaden. Ruedo mi corcho entre las manos. En una casa cerca de aquí, alguien
está asando tocino. Puedo oír la tos ronca de un hombre, y siento la pena yendo de mi cerebro a
mi corazón. Sé que la vida no es sencilla porque yo no lo soy. De hecho, me estoy dando cuenta
de que soy más que sencilla y menos normal. Enamorarse de un chico es una cosa, pero
enamorarse del chico de tu mejor amiga por un sueño es… bueno, estoy jodida.
Capitulo Doce: #MierdaVieja

No comienzas a buscar por la verdad hasta que algo sale terriblemente mal y te das cuenta de que
la necesitas. No hay vuelta atrás después de eso. El concreto emocional es vertido. Los cimientos
colocados. Así es como se siente volverse loca, pienso. Se siente como si me hubiera saltado diez
años y sólo hiciera la parte de crecer sin tener que hacer el tiempo real. La ceguera voluntaria
pertenece a los jóvenes. En mi caso, aprendí de mi depravación suficientemente temprano para
librarme de ella. No puedo odiar a Sadie; Sadie habría sucedido con un nombre diferente. Tal vez
cuando yo estuviera ya casada. Sadie es sólo el nombre de la incapacidad de Neil para ser fiel.
Quizás ella me salvó de mucho más. No puedo odiar el sueño; el sueño me despertó. Pero, eso es
todo lo que era, un sueño. Conservo el arte porque nunca supe que lo amaba hasta que me
 convertí en una artista de libros para colorear. Llevo una alforja conmigo ahora, llena con
carboncillos, lápices, un bloc de dibujo, un corcho de vino. Me doy por vencida en escuchar la
música de la playa que estuvo conmigo a través de la universidad y hago listas de reproducción
que suenan anhelantes y patéticas.​ Soy lo que soy. Me maravillo en como anhelar puede hacer
que te desintegres. Y para evitar desaparecer todo junto, debes reconstruirte a ti mismo​. Consigo
un tatuaje en mi muñeca, pero no le digo a nadie y lo oculto debajo de mi reloj. Mayo es todo lo
que dice. Porque es cuando mi perspectiva cambió.

Ayudo a Kitella a mudarse a su nueva casa. Una casa dorada con jardineras blancas. Es la
primera vez que los estoy viendo en más de un mes. Kit no ha sido capaz de trabajar en su
historia por la mudanza, así es que no tengo comunicación con él tampoco. Cuando me detengo,
no es Della pero Kit quien viene hacia afuera y arroja sus brazos alrededor de mí. Estoy rígida al
principio, pero después levanto mis brazos y le devuelvo el abrazo. La peor parte de un abrazo es
el olor. Si abrazas lo suficiente a una persona, su olor se vuelve familiar y lo asocias con
comodidad, intimidad y cercanía. Kit siempre huele a gasolina y agujas de pino. Gasolina y
agujas de pino, pienso mientras lo libero. Cuán ridículamente apropiado. Una experiencia
olfativa convertida en una porquería. Ahora no seré capaz de oler gasolina sin ver su guapo
rostro. Lo sigo a la casa; parece entusiasmado. Della está desembalando platos a los armarios de
cocina, un pañuelo rosado atado alrededor de su cabello. Odio decirlo, pero está resplandeciente.
— ¡Helena! —Se lanza a sí misma hacia mí y tropiezo hacia atrás contra Kit. Todos nos caemos
y nos reímos en la nueva cocina de madera dura de Kitella.
—Esto se siente tan bien —dice Della—. Todos juntos de nuevo. —Ruedo lejos de ellos y en
dirección a la nevera. Saco una lata de Coca de la repisa inferior, mientras todavía estoy acostada
sobre mi espalda.
—Ya estoy cansada de esta mudanza. ¿Podemos sólo hacer esto todo el día?
Kit me arrastra a mis pies y me dan el trabajo de desempacar y organizar el closet de Kitella.
Esto no es nada nuevo. Della me ha estado haciendo organizar su clóset desde el primer año de
secundaria. Como pago por el servicio, puedo elegir una cosa que quiero de su extenso
guardarropa, encuentro un par de vaqueros de diseñador que me gustan y los coloco a un lado.
Míos.
—No toques esos vaqueros de Rag and Bone —grita desde la cocina. Los coloco de regreso y
tomo su blazer favorito para fastidiarla.
La ropa de Kit me pone de mal humor. Hay mucha tela a cuadros. Nadie debería usar esta
cantidad de cuadros. Olisqueo una camisa y después la olisqueo de nuevo. La tercera vez que la
olisqueo es sólo para equilibrar las cosas; me gustan los grupos de tres.
— ¿Acabas de oler mi camisa? —Me giro. Él está recargado en la puerta del clóset, brazos
cruzados y por supuesto bloqueando mí escape.
—Huele mohosa. ¿No lo crees? —La sostengo hacia él, pero no se estira por ella.
Tiene una mirada muy intensa. Lo que inquieta más que la mirada aún es la sonrisa. Él no sabe
nada. Me digo a mí misma.
—Olía mohosa… —digo de nuevo. Él mira a mi boca y yo me retuerzo.
—Della quiere conseguir la cena. —Miro hacia abajo a mi andrajosa ropa del día de mudanza.
— ¿No podemos sólo encargarla?
—Ella está harta de estar aquí. Quiere salir por un rato. —Ni siquiera ha desempacado y ya está
harta de estar en su casa—. Ya tienes tu moño —dice Kit—. Ése es todo el arreglo que necesitas.
—Della debió de haberle enseñado esa palabra. Me gustaba más colmena de cabello.
Nos decidimos por sushi. Pero a Della no le va el sushi de cuchitril, donde dice que el pescado es
sospechoso. Tenemos que ir al grande y elegante lugar en el centro. Uso mi nuevo blazer, lo que
me hace sentir alegre. June nos encuentra en el restaurante. Pienso que Della la invita a los
lugares para que no me sienta como la tercera rueda. Pero de verdad, me siento como la tercera
rueda incluso cuando estoy sola. June nos saluda con la mano cuando nos dirigimos al
restaurante. Es un saludo robusto. Como si ella ha justo estado naufragando y necesita que la
veamos. Está usando un turbante en su cabeza y su blusa dice Cou Cou.
—Me gusta esta chica —dice Kit. Yo sonrío. A mí también.
No estamos ni siquiera en el restaurante cuando vemos a Neil y Sadie embarazada. Ella está
pesada con un hijo, como yo lo estoy con un moño. Neil se sonroja cuando me ve. Mira de mí
hacia Sadie con expresión de rata acorralada.
Se siente de mierda verlos aquí. Se suponía que se irían lejos, se evaporarían en una nube de
infidelidad y mentiras. Mi primer instinto es correr. ¿Por qué sería yo la que correría? Ellos son
los mentirosos e infieles. Estoy parada cerca de Kit y de repente siento la presión de su mano en
mi espalda baja.
Neil abre su boca, pero levanto mi mano.
—No dañes tu cerebro. Esto es incómodo para todos nosotros excepto June, a quien le gusta ser
incómoda. Hola, de nosotros para ustedes. Ahora háganse a un lado; estamos hambrientos de
pescado crudo. —Kit ríe disimuladamente y Della lo codea en las costillas.
 Neil y Sadie se mueven al lado rápidamente, no miro a Sadie, así no sé cómo toma todo esto,
pero Neil se ve afligido. Cuando caminamos a través de las puertas del restaurante, los tres
comienzan a reírse. Kit me besa en la coronilla, justo al lado del moño.
—Brillante —dice—.​ Eres toda la musa que necesitaré nunca​. —Esto me envía un
hormigueo/mariposas/confusión sobrecargada. Me siento tan lejos de él como puedo y coqueteo
con el mesero. Es fraternal. Lo sé. Él es un amable, amable humano y yo soy una puta por ese
sueño. Para el final de la cena he arruinado mi nuevo blazer con salsa de soya y Sriracha.
—Hay todo un mercado en ropa desechable por ti —dice Kit. Della me mira con furia, pero
realmente no tiene derecho. Es mi blazer. June y Kit se dirigen hacia delante y Della enlaza su
brazo conmigo.
—Ey —susurra—. Puede que esté embarazada. —Cuando mis ojos se amplían, ella me calla—.
No se lo he dicho. No digas nada.
— ¿Qué significa “puede que”? ¿Cómo si hubieras hecho una prueba? ¿No tuviste el período?
¿Qué…? —Della mira hacia Kit para asegurarse que él sigue distraído.
—Bueno, todavía no he tomado la prueba. Tengo una semana de retraso. Una semana —enfatiza
ella. Ésta no es la primera vez que Della está retrasada una semana en su período. Es, sin
embargo, la primera vez que se ve feliz acerca de ello.
—Bueno, entonces consigamos una —digo alrededor de la emoción atascada en mi garganta—.
Deberíamos saber así estaremos tranquilas. —Della asiente, sus ojos resplandeciendo y una
pequeña sonrisa feliz en sus labios. Estaré feliz por ellos. Le juro a Dios que lo estaré. Sólo
necesitaré un tiempo para adaptarme.
​Capitulo Trece: #Negative​

La prueba de Della no es positiva. La observó envolver la prueba en papel de baño y empujarla


en el fondo del bote de basura. Está llevando una mirada de severa decepción. Es una cosa
extraña para asimilar, que solo hace poco tiempo la peor cosa que podría haber sucedido era una
prueba de embarazo positiva. Ahora, mi mejor amiga, quien una vez paso toda una tarde histérica
por un condón roto, se estaba lamentando el hecho que no estuviera embarazada. Quería esto con
tantas ganas. ¿Por qué? No lo sé. Ya tiene a Kit. Sus ojos están fijos en ella. No necesita un bebé
para ganar su atención, ni para mantenerlo. Viene de una buena familia, del tipo que se junta las
noches de los martes por ninguna razón más que pasar tiempo entre ellos y comer el Sugo de su
Nonna.
—Un día —dije para consolarla. No es lo que quiere escuchar. Se aleja de mí y abre la puerta del
baño. Envía a Kit a la tienda por leche así podríamos realizar nuestra misión en secreto. Pensaba
que cuando él regresara habría algo para celebrar.
— ¿Por qué estás enojada, Della? Pensé que estarías aliviada.
—Estoy aliviada —miente. Yo soy la que está aliviada. Pienso en lo que Kit me dijo esa noche
que salimos a dar un paseo. Cuán inseguro está sobre sus sentimientos por ella. Las cosas pueden
haber cambiado desde entonces, pero algo me dice que algunos meses no son suficientes para
curar a un hombre de su pasado.
—Della —digo—. Te gusta hacer las cosas en orden. Primero, una hermosa boda, luego un
hermoso bebé, ¿está bien?
Le abrazo y empieza a llorar.
—Quiero darle algo —dice.
Sus ojos grises están nublados, sus pestañas mojadas. Es tan dolorosamente hermosa, femenina y
vulnerable. Y entiendo porque los hombres toman sus sentimientos por ella tan seriamente. Es
Della.
—Tal vez empezar con un regalo más pequeño —digo—. Como un reloj o un gatito o algo.
Se ríe a través de sus adorables lágrimas y tira sus brazos alrededor de mi cuello.
—Siempre sabes que decir. Gracias, Helena.
Acarició su cabello como solía hacerlo en la preparatoria cuando yo era la bonita y los chicos
que le gustaban no veían más allá de los frenillos y las rodillas ásperas. ​Algún día lo lamentarán​,
solía decirle. Y todo lo hacían.
La camioneta de Kit se estaciona en la entrada y se aleja de mí para ir con él. Todo está bien. No
codicio la dependencia emocional de Della. Estoy más bien aliviada que la responsabilidad ya no
sea mía. Observo mientras corre hacia la puerta principal y se lanza hacia él, envolviendo sus
piernas alrededor de su torso. Deja caer sus bolsas para sostenerla. De todas las cosas que han
sucedido esta noche, eso es lo que me afecta más. La manera en que tan fácilmente deja caer sus
 bolsas para atraparla. No tengo mucha referencia dado que Neil era mi único novio en serio,
aunque sé que nunca hubiera dejado caer sus bolsas para atraparme por temor a que algo se
rompiera. Eso causa un profundo dolor en mi pecho.​ Saber que hay chicos dispuestos a dejar caer
sus bolsas de compra para atrapar a su chica. Y quiero alguien que me ame así de fácil. O tal vez,
pienso morbosamente, quiero que ​Kit​ me ame así de fácil. Que crie a mi hijo y nutra el arte que
permanece dormido dentro de mí. Es tan mal momento para hacer esto, pero pienso en el bebé
Brandi. Della quiere tener al bebé de Kit, y en alguna otra vida yo ya lo tuve. ​Empiezo a reírme,
y para el momento que Kit y Della caminan de vuelta a través de las puertas, me estoy riendo a
todo pulmón.
— ¿Qué? —pregunta Della. Mira alrededor como si hubiera un chiste que se perdió. La boca de
Kit se tuerce y luego empieza a reírse también.
— ¿Qué pasa con ustedes? —Della posa sus manos sobre sus caderas, pero está sonriendo.
Ni siquiera puedo pararme derecha. Me deslizo por la pared de la sala de estar mientras mi
estómago se retuerce por la risa. ¿Alguna vez me he reído así? No, y ni siquiera sé qué es lo
gracioso.
—Solo le dio la risa —dice Kit, sacudiendo su cabeza. Hay una pequeña sonrisa adjuntada a su
boca—. Ni siquiera se ríe; es una risotada.
Della asiente.
—Siempre pensé que su risa sonaba malvada.
Esto me hace reírme más fuerte; el hecho que Kit lo nota de inmediato, pero le tomó a Della más
de diez años, y su novio, saber que tengo una risa malvada. Se pasea hacia la cocina, sacudiendo
su cabeza. Es un mal momento para buscar la mirada de Kit. Todavía está parado frente a la
puerta cerrada, bolsa en mano. Ya no se está riendo o sonriendo. Sus labios están apretados y sus
ojos estrechos. Cuando nuestros ojos se encuentran, mi risa se ha ido. Justo así. Es el Kit que vi
en mi sueño, quien agarró mi mano y dijo:
—Se supone que estés conmigo.
Inclino mi cabeza hacia atrás contra la pared, mis manos colgando entre mis rodillas. Borracha o
no borracha. Sobria o no sobria. Fijar mis ojos con los de Kit Isley en su recién comprado nido
de amor no me hace sentir bien. Me hace sentir como mierda. Miro de vuelta hacia su rostro
porque quiero saber lo que está sintiendo. Puedo ver el pecho de Kit agitado. Respiraciones
profundas porque… ¿qué? Tal vez él también tuvo un sueño. Tal vez también siente la conexión.
Probablemente todo está en mi cabeza, y eso me hace sentir verdaderamente loca, que puedo
estar inventado todo esto. No sé qué me hace decirlo. Es obvio que últimamente he estado
haciendo un montón de mierdas locas
—Hola Kit. —Mi voz es apenas audible. Toco mis labios para asegurarme que realmente se
están moviendo—. Tuve un sueño.
Muevo el cabello de mis ojos así puedo verlo claramente y lo mantengo fuera de mi rostro.
Sus ojos se abren ampliamente; sus labios se despegan.
—Eso has dicho. —Su voz es suave—. ¿De qué se trató tu sueño?
Ahora que está preguntando no sé cómo decirlo. Lengua espesa, pensamientos más espesos.
¿Cómo declara uno la locura? Mi pecho empieza a doler. Esto fue un enorme error. Todavía
siento el alcohol de la cena.
Entonces Della deja caer algo en la cocina. Un vaso se hace añicos junto con mi momento. El
momento lo es todo cuando estás a punto de decirle a alguien que lo soñaste en tu corazón. Joder
si eso no es la cosa más cursi que escuché alguna vez. La cabeza de Kit se gira hacia la cocina
donde Della está maldiciendo en voz alta, pidiendo ayuda. Me mira con remordimiento. Sus ojos
se arrastran por mi rostro una última vez y luego se va. Ni siquiera me despido. Me escabucho
fuera mientras ellos están en la cocina. No seré extrañada. De todas formas, siempre he sido la
extraña, se espera que haga cosas como esta. A Della le gusta estar alrededor de sus amigos, pero
desde que empezó a salir con Kit nos ha necesitado cada vez menos. Lo que es bueno. Excepto
porque no puedo hacer lo que estoy pensando. No puedo.
Capitulo Catorce: #OMG

A la mañana siguiente abro mi correo electrónico para encontrar algo de Kit. La semana pasada
alguien hackeó su correo electrónico y me envió un virus en forma de píldoras finas, así que
inmediatamente no lo abro. Me lavo la cara, preparo café, y pongo a Pat Benatar en el
tocadiscos. Cuando finalmente me asiento en mi ordenador, veo que el correo electrónico es sin
título. Me preparo para otro virus, pero cuando abro el archivo, es un capítulo. Me siento
aturdida de que él esté escribiendo de nuevo. Me tomo mi café y desplazo para ver cuán largo es.
Ha sido un tiempo desde la última vez que Kit me envió un capítulo y un tiempo desde que he
leído un buen libro. En lo último que leí, George, Denver y Stephanie Brown se quedaron
atrapados entre la espada y la pared. Denver se rompió la pierna y perdió su trabajo, y Stephanie,
siendo el alma buena que alguna vez fue, le permitió vivir con ella. George estaba ahora en una
situación de desventaja y con la esperanza de herirse a sí mismo también. Los imaginé viviendo
en el pequeño apartamento de Stephanie Brown y echándose unas risas. La gente realmente no
toma medidas tan desesperadas por amor. La pobre Stephanie Brown estaba dejando seca su
necesidad. Pero cuando me desplazo hacia abajo, no es su historia lo que veo. Es algo nuevo.
Algo que pone los pelos de punta en mi nuca de puro terror. Cierro mi ordenador. Tamborileo
mis dedos sobre la carcasa. Lo abro de nuevo. Está todavía allí, y no estoy soñando.

CAPÍTULO UNO

EL SUEÑO

Cuando estoy terminando de leerlo, apago mi computadora y me voy a la cama. Me siento más
segura en mi cobijo de sábanas cremosas y gordas almohadas. ¿Cómo? ¿Cómo en la Tierra
escribió eso? ¿Qué significaba? ¿Cómo podría él? Me quedo mirando el café frío en mi mesita de
noche y me siento enferma.

Estoy tan avergonzada. ¿Qué estaba pensando en decirle? Le di a Kit pocas palabras, una
emoción mal precavida, y ¡mira! Capítulo uno: El sueño. ¿Hizo el Capítulo Uno saliendo de él o
de mí? No sé mucho acerca de los artistas, pero estoy empezando a sentir como si poseen la
brujería.

***

Mi contrato de arrendamiento se acaba en un mes. Me puedo mudar. Dios, ¿no es que siempre
quise salir de esta caliente poza séptica sudorosa, de personas bronceadas y palmeras? Tengo una
enfermedad llamada no poder mantener la puta boca cerrada. Y en serio, si sabes que vas a
explosionar, ¿no es mejor irse?

—Cálmate, Helena. No puedes salir de la ciudad, porque el novio de tu mejor amiga tiene
poderes psíquicos.

Me arrastro hacia mi teléfono y reviso mis mensajes de texto. Hay un mensaje de Kit.

K: ​Anoche escribí cinco capítulos más.

¿Qué sucede en esos cinco capítulos? Quiero saberlo. Sus personajes no tienen nombre; él
simplemente los llama Él y Ella. Él hace esto. Ella hace aquello. Es evasivo, y el uso de palabras
 compuestas por su personaje masculino me hace sonreír. Ese es Kit. “Frilada” para una ensalada
de pollo frito, cuyo personaje no piensa que es una ensalada en absoluto. “Lerido” cuando él no
está seguro de si está herido o con lujuria. “Amido” para un conocido que piensa que son
amigos. Y entonces me encuentro a mí misma en la búsqueda de la mujer, que Kit describe
siendo distante, preocupada y desconectada del mundo que la rodea. ¿Era yo aquellas cosas? ¿O
me ensimismé a pensar que era yo? Se cruza en mi mente que mis palabras de anoche para él
podrían haber golpeado una idea, y las similitudes podría ser una coincidencia.

Le mando un mensaje de vuelta. ​¿Sobre qué va a ser este libro?

Su burbuja de texto aparece cuando él comienza a escribir, luego abruptamente se ha ido. Se


inicia, entonces se ha ido de nuevo. Él está escribiendo cosas y luego borrándolas. Estrangulo mi
teléfono, y luego le doy golpes en la cama un par de veces. Está tumbado boca abajo en el
edredón, y levanto la esquina para mirar a la pantalla. No hay un texto. Voy a la cocina para
tomar un aperitivo, y luego rodeo mi cama un par de veces mientras me llevo una cucharada de
mantequilla de maní del tarro a la boca. Tengo miedo de que él envíe un mensaje. También estoy
asustada de que no lo haga.

—Gallina —grito. Me lanzo a por el teléfono, dejando caer el tarro de mantequilla de maní en el
suelo.

El primer mensaje de texto es de Della: ​¡LLAMAME AHORA!

Todo en mayúsculas. Reservamos todas las mayúsculas para las emergencias.

El mensaje de Kit está debajo del de Della.

K: ​Tú dime.

No sé lo que eso significa. Es el diciéndome que desde que inspiré la historia, ¿he de decir a
dónde va? Llamo a Della.

— ¡La prueba estaba mal! —grita en el teléfono.

Toma un minuto para registrar lo que está hablando. La prueba estaba...

— ¡¿Qué?!

—Tomé otra. Tomé cinco. Son todos positivos.


Mi cabeza da vueltas. Me siento en el borde de la cama y pongo mi cabeza entre las rodillas.
Estoy esperando para que mis sentimientos alcancen mi conmoción. De alguna manera sé que no
van a ser buenos sentimientos, felices. A pesar de que deben serlo porque mi mejor amiga está
teniendo un bebé.

— ¿Se lo has dicho…?

—No —dice ella rápidamente—. No lo he dicho todavía. Estoy asustada.

— ¿Asustada de qué? —le pregunto secamente—. Querías esto.

—Sí. Pero no es como que lo planeamos o hablado de ello ni nada. Realmente no sé lo que va a
decir.

Si ella no sabe lo que Kit diría, ella no conoce a Kit muy bien. Podía imaginarlo siendo
sorprendido, tomando un par de horas para procesarlo, entonces dejaría a la resignación volverse
felicidad. Kit es el tipo de persona que aparece.

—Guau —le digo—. Todo el mundo está teniendo bebés. —Es una estupidez que decir, y de
inmediato me disculpo—. Lo siento, estoy en estado de shock. Y, obviamente, no todo el mundo
está teniendo bebés... sólo tú y Sadie.

Me muerdo el labio a la espera de ver cómo se va a tomar eso. Sigo haciendo comentarios
estúpidos, y no debo hacerlo. Honestamente. Me alegro por ella. Creo.
—No es lo mismo —contesta bruscamente.

—Por supuesto que no —le digo rápidamente.

—Sadie quedó embarazada a propósito.


—Sí... —Mi voz se apaga. Dios, sólo quiero que esta conversación se acabe.

— ¿Cuándo vas a decirle…?

—Me tengo que ir —dice ella. Cuelga antes de decir nada más. Me quedo mirando el mensaje de
Kit por un largo tiempo, tratando de decidir qué hacer. Él va a tener un bebé con mi mejor amiga,
lo que significa que no le puedo cortar por completo. Pero tengo que cortar algunas partes. Al
igual que la parte en la que yo soy del tipo de él. Así que tal vez esta mierda de mensajes tiene
que parar. Y enviarme historias. Me siento realmente deprimida por eso. Y lo de merodear para
ver lo que hace en las fiestas y tal. Y, bien, tengo que dejar de presentarme en su puesto de
trabajo. Borro sus mensajes sin necesidad de leer el último. Entonces lo borro de mi teléfono. Le
envío Della un mensaje que repararemos lo que perdimos en la última conversación telefónica.
Es fácil, así.

¡Vamos a escoger los nombres!


Su burbuja de texto aparece casi de inmediato.
D:​ ​Daphne.​ Envía.
¡Diablos no!​ Le contesto.
Ella me envía un ​LOL​ y justo como que estamos de nuevo en marcha. Helena y Della. La
peculiar y la bonita.
Kit no me envía un mensaje nuevo. Compruebo con Della tres días más tarde para saber si ella le
dijo.
D: ​Sí.​ Contesta.
¡¿Bien?! ¿Qué dijo?
D: Él estaba en éxtasis. No podría ser más feliz.
¿Desde el principio? ​Estoy empujando, pero quiero ver cómo ahora era sobre él.
D: Sí, desde el principio.​
Ella está mintiendo.
Capitulo Quince: #Yogi

Della pierde el bebé. Kit llama para decirme. Su voz es plana y sombría. Nunca he hablado por
teléfono con él antes, y me pregunto si siempre suena así o si es su voz de duelo. Salgo del
trabajo de inmediato y conduzco dos millas a su casa. Sé que Della le pidió a Kit que
llamara; tenía que hacerlo. Hace más sombría la situación cuando necesitas que alguien haga tus
llamadas por ti. No estoy siendo dura; es la forma en que ella es. Cuando tuvo su período, por
primera vez, hizo que su madre llamara para decirme que algo había sucedido. La gente nunca
cambia, ¿verdad? Cuando llego al 216 de Trinidad Lane, toda su familia se congrega en la
sala. Verlos a todos sentados allí me deprime. Es como una estela. Cada uno de los miembros de
su familia me abraza, entonces soy enviada hacia la habitación de Della y Kit donde está
tumbada en la cama en la oscuridad.
—Hola —le digo. Me subo a la cama con ella, y se acurruca junto a mí. —Lo siento mucho,
Dells.
Ella inhala.
—No voy a decir cosas cursis, reconfortantes, y ligeramente ofensivas —le digo.
—Lo sé — dice ella. —Es por eso que me gusta que estés aquí.
— ¿Quién te dijo lo peor? —pregunto—. De todos ellos.
—Tía Yoli. Dijo que mi vientre puede no estar lo suficiente fecundado para tomar la semilla.
Los dos resoplamos de risa, y eso es para lo que los mejores amigos son. Cambiar lo sombrío.
—Tía Yoli me dijo una vez que mis senos nunca harían que un bebé hambriento se llenara
—digo—. Sólo tenía trece años.
Nos reímos un poco más, y tomo la mano de Della.
Enciende el televisor, y vemos​ ​Desperate Housewives​ hasta que Kit me libera, y viene a
acostarse con ella en la cama. Apenas intercambiamos una mirada, pero a medida que nos
cruzamos le agarro la mano y aprieto. ​Lamento lo del bebé.​ Él aprieta en respuesta.
Voy a su casa todas las noches después del trabajo. Della se lo está tomando mal. Incluso más de
lo que pensaba. Hago sus comidas y me quedo con ella mientras Kit está en el trabajo. Y, una
vez más, mi vida es consumida por la pena de Della. No me importaría excepto que estoy
cansada. Y todavía tengo un poco de mi propio dolor con el que lidiar. June ​me acusa de ser una
habilitadora. Pienso en la manera en que yo animo a June a llevar feos sombreros, y sé que tiene
razón.
Estoy limpiando la cocina una noche después de que sea ha dormido cuando Kit llega a casa del
trabajo. Veo las luces de su camión, y no puedo evitar sentirme emocionada. ¡Una persona no
deprimida con la que hablar! Se coloca en el mostrador al lado de donde yo estoy lavando los
platos.
—Tienes que cuidar de ti también— es lo primero que me dice. Y entonces me pongo a llorar. Es
tan estúpido, nada malo me ha sucedido. No tengo derecho.
—Lo siento—, le digo. —No intento atraer la atención a mí.
Kit ríe un poco. —Nunca lo haces. Quizás deberías.
Le hago un gesto. —Estoy bien. Todo es bueno. ¿Qué pasa contigo? ¿Estás bien?
Kit niega con la cabeza. —No puedes cambiar el tema y tratar de distraerme.
Miro el drenaje de agua de la pileta. —Estoy muy incómoda hablando de mí misma. Prefiero que
me hables de ti.
—Todo bien. ¿Qué te gustaría saber?
— ¿Le dijiste a tu familia sobre el bebé?
Su cara no traiciona nada. Es básicamente ilegible. —No. Era temprano.
Lo suficientemente justo.
— ¿C ​ ómo te ​sientes​ al respecto?
Mastica el labio inferior. —No lo sé. Apenas tuve tiempo para procesar el embarazo antes de que
terminara.
— ¿​Estás triste? —insisto. Quiero saber algo. Dice tan poco.
—No lo sé.
 —Para alguien que parece saber mucho acerca de los sentimientos de todos los demás, pareces
saber muy poco acerca de los tuyos.
Kit hace una mueca. —Tal vez tampoco me gusta hablar de mí mismo.
—Hmmm —digo, sonriendo—. ¿Qué vamos a hacer?
Él salta desde su posición. —Ir a dar un paseo —dice.
Miro hacia atrás hacia su habitación. —Bueno. ¿Debemos dejar una nota?
— ¿Ella tomó su pastilla para dormir?
Asiento.
—Dormirá hasta la mañana entonces.
Lo sigo por la puerta y por el camino. Trato de predecir en qué dirección va a girar por la calle, y
me equivoco. El aire huele un poco a océano, y gasolina de la autopista. Es el olor de la fuga y la
libertad. Me pregunto si Kit lo nota, y lo hace querer saltar en su camioneta y conducir, conducir,
alejarse de la perfección.
—Kit —digo—. ¿Estás enamorado?
Hace una mueca. — ¿Por qué me preguntas eso cada vez que vamos a dar un paseo?
— ¿Por qué nunca contestas la pregunta?
—Es incómodo —dice—. Y nada de tu incumbencia.
Me río. —Lo suficiente, Kit Kat.
Kit suspira. —Por favor, no me hagas revivir la secundaria.
La gente le llamaba Kit Kat en la escuela secundaria. Es lindo. Me pregunto cómo era.
Cuando pienso que no va a responder mi pregunta, lo hace. —Quiero estarlo, Helena. Lo he
intentado.
Sé que ha compartido algo muy personal conmigo, así que intento no reaccionar. Quiero
agarrarlo por las solapas y gritar, — ¡¿Qué demonios?! Y, ¡es el corazón de mi mejor amiga con
el que estás jugando!
En cambio, me aclaro la garganta. — ¿Oh si? Casi te conviertes en un padre, Kit. Ese es un
aterrador cóctel de vida que vas a mezclar. —Está callado durante mucho tiempo.
—Has sido amiga de Della durante años, Helena. Ya sabes cómo es. Ha habido un par de veces
cuando hemos llegado cerca de terminar las cosas. Ella... atenta contra sí misma.
Estoy sorprendida. Lo estoy. Nunca habría creído que Della utilizaría el suicidio para hacer que
un chico se quede. Nunca habría creído que Della tratara de quedar embarazada. La gente
cambia, supongo.
—No sé qué decir, Kit. No estoy segura de que sea una buena razón para quedarse, sin
embargo. Suena bastante poco saludable.
—Me preocupo por ella. Tanto.
—Creo que realmente, realmente necesitas amar a alguien para tener un bebé con ella. Y aun así,
a veces las parejas no lo hacen.
— ¿Por qué estás hablando con esa voz extraña? — Me está mirando de lado, y siento
retorcijones en mi vientre.
—Sucede cuando estoy nerviosa.
—Suenas como el oso Yogi.
Levanto mis manos en el aire. —Oh, Dios mío, nunca voy a dar un paseo contigo otra vez.
—Sí, sí Yogui.
—Cada casa en este lugar se ve igual —digo, tratando de cambiar el tema—. Es nauseabundo.
Kit ríe. —Mi casa es diferente —dice—. Della se aseguró de que nadie tuviera persianas del
mismo color que nosotros.
—Tienes razón. Tienes las mejores persianas. —Y entonces, al mismo tiempo ambos decimos:
— Berenjena —y comenzamos a reír. No podía llamarlos púrpura o violeta, ni nada sencillo. A
  Della le gusta que sus cosas suenen tan elegantes como sea posible, y berenjena era la forma más
elegante de decir muy púrpura.
—Una pregunta más —digo. Kit gime.
— ¿Cómo sabes, y me refiero a realmente saber, cuando estás enamorado de alguien?
Estamos de pie en el pequeño estanque alrededor del que todas las casas en desarrollo que se
construyen. Puedo ver las partes traseras de todas ellas, frente al estanque con ventanas
brillantes. Mientras veo las ventanas de las personas, Kit se inclina para recoger una roca, y
hacerla saltar a través del agua. ​Uno... dos... tres... cuatro.​ Cuento sus saltos, impresionada.
—Todo se siente como un sueño —dice.
—Un sueño —repito. Se equivoca.
Capitulo Dieciséis: #Extraña

—Es raro. Tú y Kit.


— ¿Eh?
Della sostiene un vestido delante de ella frente al espejo en Nordstrom, sin embargo, sus ojos no
están en su propio reflejo, sino en el mío.
Me hago la tonta y empujo a un lado perchas, estudio camisas feas, y no encuentro su
mirada. ¿Por qué estamos aquí de nuevo? Oh, porque ella quería venir.
—Parecen cercanos. Probablemente más cercanos de lo que tú y yo hemos sido en un tiempo.
—Ella mira el vestido, inclina la cabeza hacia un lado, y frunce los labios.
—Nos llevamos bastante bien. —Me encojo de hombros—. ¿De dónde viene esto?
De repente se ve culpable. —De ninguna parte. Es estúpido. Me he vuelto este monstruo
celoso. Nunca sentí esto por nadie antes. Es más intenso, ¿sabes?
No lo sé. No soy celosa.
Niego con la cabeza hacia ella. —Siempre quieres que sea amiga de tus novios. Me has obligado
en el pasado. ¿Ahora tienes un problema con ello?
Se muerde el labio. Labios grandes y gordos que coinciden con sus grandes y gordos ojos.
—Te lo dije. Es diferente con Kit. Y... le agradas. Siempre está hablando de ti.
Trato de no darle importancia, pero golpeo un estante de pulseras. —Mierda. Vaya.
Della se inclina para ayudar a recoger, mirándome con nerviosismo cada pocos segundos.
—No te enfades, ¿de acuerdo? Sólo estoy siendo estúpida.
Estoy enojada. Pero conmigo. ¿Es muy grave que Della note algo? Tengo que apartarme, dejar a
Kit solo.
—No eres estúpida —le digo—. Estás enamorada. Además, ¿qué puede decir de mí? Soy
aburrida.
—Eso no es cierto. Me agradas, ¿verdad?
No contesto. A Della le gusta la gente que se adapta a ella. Soy cocinera profesional. No me
siento utilizada, sólo necesitada.
—Él sólo quiere que estés cerca siempre. Comparte sus historias contigo y no conmigo. Y
parecen siempre tener una broma privada, ¿sabes?
— ¿No tienen bromas privadas?
Sus cejas se fruncen. —Realmente no. No creo que crea que soy muy divertida.
—Él piensa que eres amable —le digo. Y entonces le digo las cosas buenas Kit dicho de ella.
—Y honestamente, Della, creo que se ​está​ riendo de mí, no conmigo. Sólo soy graciosa porque
soy torpe.
—Eso es cierto. —Ella asiente—. Eres muy extraña.
Tomo una camisa de la percha y la sostengo contra mí. Ella rueda los ojos. —Es de color
beige. Eres una perra beige. —La devuelvo. ¿Quién quiere ser una perra beige? Miro a mi mejor
amiga admirarse en el espejo. Es lo más raro de ver. La presunción luchando contra la
inseguridad. No sabía que una mujer pudiera serlo hasta Della. Una mujer hermosa, atormentada
por los celos. ¿​Por qué?​ Pienso. ¿A cuántas chicas les encantaría ser ella? Yo no. Debe ser
agotador estar consumida en ti misma. Aburrido incluso. Me siento culpable por los
pensamientos que he estado teniendo sobre Della. Si fuera realmente honesta conmigo, diría que
comenzaron desde que Kit apareció. ¿Puede una persona hacer que veas a alguien de una manera
diferente? No debería ser así. Soy desleal.

Una semana más tarde estoy en casa de Kit y Della para una barbacoa. Hay una veintena de
personas en su pequeño patio trasero, algunos sentados en sillas de jardín, bebiendo cerveza,
mientras que otros se esconden en el aire acondicionado, reunidos alrededor del guacamole. Soy
parte del grupo externo. Rápidamente nos apodamos ​Los de afuera,​ por más de una razón. Kit no
está entre nosotros, pero se acerca en medio de la parrilla. June ​se sienta a mi lado. Ella está
pensativa e inquieta tirando de los flecos en su falda.
— ¿Qué te pasa? —pregunto—. Estás actuando como una niña.
Mira hacia la cocina. Es entonces cuando lo descubro. Della debe haber hablado con ella sobre
algo. June ​odia que la pongan en el medio. Coloco una mano en su brazo, estrechando los
ojos. Antes de que pueda decir algo, la puerta trasera se abre, y Della sale con un plato de
carne. Gira alrededor de June, sin mirarla. Ella lleva pantalones cortos de un rosa fuerte y una
camiseta blanca. Sin sujetador. ​Todos sabemos que tienes pezones, Della.​ ​Gracias por
eso.​ Tuerzo mi cuello cuando le da a Kit el plato y envuelve sus brazos alrededor de su torso,
presionando su cara en su espalda. Cuando lo único que hace es sonreír, ella hace algo más
drástico. Espera atención. Hay demasiadas chicas aquí, y Della tiene que saber que es la
mejor. Dios, asusta conocer a alguien tan bien. Solía ​molestarme menos.
Alguien pasa un porro alrededor. Lo tomo e inhalo con demasiado entusiasmo. Mi ataque de tos
interrumpe al grupo. Por el rabillo del ojo veo a Kit apartarse de Della para venir a
verme. ​¡No!​ ​¡No!​ ​No. L
​ o aparto y a todos los demás. No quiero más problemas. No me gusta la
forma en que ha estado mirándome últimamente, como si fuera una cosa peligrosa que necesita
ser vigilada. Kit me quita el porro de los dedos.
—Va a disminuir —dice.
No puedo decir nada en respuesta porque estoy demasiado ocupada tosiendo, pero me las arreglo
para dispararle una mirada sucia. Della observa desde cerca de la parrilla, con un brazo doblado
través de su cintura, la otra tirando de un mechón de su cabello sedoso. June ​ observa a
Della. ​¡Maldita June!​ Y Kit sigue observándome mirar a todos los demás.
—Estoy bien —digo entre mis dientes—. He fumado antes, lo sabes.
—No parecía.
Me da rabia que me lo esté señalando. Sólo soy un huésped en su casa, y quiero estar sola, no ser
regañada.
No voy a ser arrastrada a una pelea con alguien que debería estar ocupándose de sus asuntos de
todos modos. Tomo el porro y doy otra calada, y luego lo paso a la persona a mi lado.
Uno de mis compañeros De afuera me anima. —Chica de Thatta, Helena.
Kit me mira por unos cuantos segundos antes de volver a su puesto en la parrilla. Echo un
vistazo a Della por el rabillo del ojo; se ve amargada. Toda la vida se ha ido. June ​ lloriquea a mi
lado como un cachorro.
—Cállate, June —digo—. Las situaciones sociales incómodas son los componentes básicos de
la vida.
—Tenemos que hablar —dice ella—. Pero no aquí. Ella me está mirando.
Lo está. Está mirándonos a los dos. Miro directamente a Della, porque no tengo miedo de
ella. Tengo miedo de lo que nos estamos convirtiendo. Nuestra relación se rompe, se tuerce. La
amistad se está difuminando poco a poco, y algo más se acerca. Estamos acostumbradas a
mirarnos y encontrar solidaridad en nuestro conocimiento el uno del otro. Ahora nuestras
miradas evalúan. Dimensionan. Eso es lo peor de ser joven. Que realmente no tienes ni idea
acerca de todos los cambios que vienen. Y cuando vienen, no importa cuántas personas te han
advertido, estás realmente sorprendido.
Capitulo Diecisiete: #AdiosEntonces

Me junto con June para el almuerzo el sábado. Yo quiero ir por un ​brunch,​​ porque lo prefiero,
pero June es vegana.
—Por favor, Helena. Es todo huevos, y tocino, y salchicha. El ​brunch​ es anti—vegano.
—Yo sólo quiero amigos normales —me quejo—. Unos que coman animales.
—Entonces sé amiga de una vegetariana. Yo soy vegana.
Sacude su vestido floreado mientras esperamos por una mesa, y me lanza una mirada sucia.
La diminuta mesera nos lleva hacia la mesa en el patio y coloca dos menús frente a nosotros.
Ambas morimos por hablar, pero esperamos hasta que la mesera nos da la bienvenida y pregunta
nuestras órdenes.
— ¿Ella piensa que tú estás detrás de Kit? —June finalmente me dice. E incluso aunque estamos
sentadas a doce kilómetros de Della, en un concurrido café, June mira cuidadosamente a su
alrededor como si ella fuera a aparecer en cualquier momento. Golpeteo mis uñas en la mesa,
desesperada.
— ¿Por qué estaría yo detrás de Kit? —pregunto—. ¿Por qué no podría ser Kit quien estuvieras
tras de mí?
No sé por qué esto me molesta más que mi mejor amiga hablando a mis espaldas. Que ella me
culpe a mí y no a él. Lo he buscado… un par de veces. Pero es él quien siempre quiere salir a
caminar. Y todos saben lo que sucede cuando sales a caminar con una chica.
June rueda los ojos. —Porque es una chica enamorada, y nunca es culpa del hombre. Sólo de la
competencia.
—Ah, ¿así que ahora soy la competencia?
Cruzo los brazos sobre mi pecho y pongo mala cara. June empuja sus anteojos sobre el puente de
su nariz. —Kit te pone mucha atención. Ese es el problema.
Sacudo la cabeza en su dirección. —No lo hace.
Se ríe. —La razón por la que Della te ve como competencia es porque lo eres. Kit tiene algo por
ti. Estás ciega si no puedes verlo.
Mi corazón está siendo horrible. Desearía que dejara de bailar. Está mal. Pero también sé que no
es cierto. Kit es amable y reflexivo. Las personas algunas veces confunden esas cualidades con
algo más.
—Della y yo no nos parecemos en nada —digo—. Kit siente algo por Della.
—Tal vez ése es su problema —June se inclina hacia atrás para que el mesero pueda colocar su
comida en la mesa—. Ellos no son muy parecidos, ¿o sí?
—Los opuestos se atraen.
—Eres hermosa, Helena. Es solo que no lo ves. Lo que en realidad te hace más hermosa.
Bajo mi tenedor por lo incómoda que me siento. —Ugh. Detente. ¿Por qué estás diciendo esto?
—Mira, obviamente has conocido a Della por mucho más tiempo que yo. Pero yo me hice su
amiga por ti. Y viceversa. No es como que alguien parecido a Della alguna vez escogiera ser
amiga de alguien como yo alguna vez.
— ¿Qué significa eso, June? Es ridículo.
June agita las manos en el aire y ríe. —No me ofende. En serio. Simplemente sé cómo funcionan
las cosas. Déjame hablar en tu idioma para que puedas entender. Della es Choo, y yo soy Luna
Lovegood.
Golpeo la mesa. — ¡Eres Luna! ¡Dios mío! — ¿Por qué me costó tanto entender esto?
—Exacto —dice.
—Amo cuando me hablas en ​Harry Potter​. ¿Quién soy yo?
—Tú eres una ​muggle​ que quiere ser mágica.
Frunzo el ceño. —Eres malvada.
—Entonces sé mágica. Tú decides.
Quizá está en lo correcto. Empecé a serlo, ¿o no? Cuando tomé esas clases. Me siento tan
resentida. Soy una ​muggle.​ Una perra ​muggle. E
​ s un día triste en Helenalandia.
Antes de separarnos, la abrazo muy fuerte. —Hablaré con Della —le digo—. Trataré de hacer las
cosas bien.
No me ve a los ojos. Y así es como sabes cuándo June tiene algo más qué decir.
—A veces no se puede. Sólo quédate satisfecha con ello, ¿sí?
—Claro, June. Claro.
Pero Della y yo pasamos por la pubertad juntas. Cuando ella empezó animando en el tercer año
de secundaria e hizo nuevos amigos, lo superamos. Y cuando yo empecé a salir con Louis del
equipo de debate, y ya no la veía tan seguido, lo superamos. Y cuando tuvimos nuestra primera
pelea seria sobre cuánto ella había cambiado, lo superamos. Y cuando ya no tuvimos nada más
en común, lo superamos. Superamos las cosas. Es lo que hacemos.
En el camino de vuelta a casa pienso en lo que dijo June. Qué tanto de esto es mi culpa. ¿Qué
pude haber hecho diferente? No soy buena coqueteando. No intento coquetear. ¿Había
coqueteado con Kit frente a Della y no lo había notado? Si he hecho algo mal, quisiera saberlo.
He tratado de ser amigable con él, desde lejos. Pero, ese sueño… me hizo diferente. Y si fuera
realmente, realmente honesta conmigo misma, diría que el sueño afectó mi habilidad de perdonar
a Neil. De repente tuve una idea sobre las cosas siendo mejores. Sobre mi soledad yéndose.
Llamo a Della tan pronto como llego a casa. Ya lo he planeado todo—todo lo que diré. Contesta
al tercer tono. Hay un montón de ruido al otro lado.
— ¿Hola? ¿Dells?
Sostengo el teléfono lejos de mi oído, y estoy a punto de colgar cuando lo oigo. Un largo
gemido, una fuerte respiración.
— ¿Della? —digo.
Della contesta, pero es el nombre de Kit lo que pronuncia, seguido por una serie de grititos.
Corto rápidamente y siento el calor subir a mi rostro. Debió de haber contestado por accidente
mientras estaban teniendo sexo. Dios mío. Me cubro el rostro con las manos. Estoy aterrada de
por vida.
También siento algo más. ¿Qué es? Lo empujo lejos y voy por una botella de vino. Ni siquiera
me molesto en tomar una copa; bebo directamente de la botella. El vino golpea el fondo de mi
garganta, y lo bebo como agua. Con clase. Me gustaría tener algo más fuerte—como ese whisky
que Neil solía traer en ocasiones especiales. Cinco tragos y sentías como si estuvieras echa de
fuego y decisión. Necesitaba decisión. Era una cobarde.
Me llama más tarde esa noche cuando estoy a punto de irme a dormir.
—Hola, perdón por perderme tu llamada —Su voz es plana. Seca. Yo todavía estoy algo tocada
por la botella de vino que me bebí.
—Ah. No hay problema.
Hay una larga pausa, lo que me hace preguntarme si está esperando a que diga algo sobre lo que
sucedió. ¿Sabrá ella? Y luego me siento como la más grande idiota. Claro que sabe. Porque no se
perdió la llamada. Lo hizo apropósito.
Mi voz es más fría de lo que habría sido de no haber sabido.
—Solo llamaba para ver si estabas bien. No hemos hablado desde la barbacoa. Estabas actuando
raro.
—Todo está bien —dice—. Como siempre.
Asiento. Bueno, entonces.
—Está bien.
—De acuerdo —dice—. Adiós, entonces.
Ella cuelga primero.
Esto es todo, ¿no? No tiene nada que decirme, y yo no tengo nada que decirle. Duele.
— ¡Perras antes que chicos! —le grito al teléfono. Pero es demasiado tarde. Un chico llegó, y las
dos perras están alborotadas.
—Que te den, Kit Isley —digo bajo mi aliento. Pero no lo digo en serio, y Della ya tiene eso
cubierto. Lo más triste es que no tengo a nadie con quien hablar sobre esto. Usualmente, le diría
a Della. Kit. Kit es a quien de verdad quiero hablarle. ¡Já! Ella está en lo correcto, ¿cierto?
Saco mi teléfono, lo sostengo sobre mi cabeza, y tomo una fotografía. La llamo, ​La Muggle
Pierde Una Amiga.​
Capitulo Dieciocho: #Gravedad

No hablo con Kit o Della por un mes. Esos son treinta días de aislamiento de una persona, sin la
que nunca he ido a ningún lado, y también, una persona sin la que no quiero estar. Estoy
mayormente deprimida por eso, pero me mantengo ocupada con trabajo y las nuevas clases de
arte que estoy tomando. ​Se mágica,​ dijo June. Así que lo estoy intentado. Solo quiero ganar mi
varita. Martin y Marshall del trabajo me dicen sobre ir a la Feria Estatal de Broward. Para igualar
la cuenta de chicos/chicas le pido a June que vaya. Martin es corpulento y pelirrojo. Presume de
ser un conocedor de vinos y le gusta hacernos sentir inferiores al resto. Juro por Dios que incluso
su voz cambia cuando nos está aleccionando sobre las delicadas pieles de las uvas pinot. Me
hundo más en mi asiento porque no sé uvas son esas. ¿Las rojas? La película favorita de Martin
es ​Sideways​ con Paul Giamatti. Veo las similitudes. Marshall, por el otro lado, es puertorriqueño
y está extremadamente confundido en por qué sus padres lo llamaron Marshall cuando sus
hermanos fueron llamados Roberto, Diego y Juan Carlos. Sufre de una crisis de identidad auto
infringida. Ambos me caen muy bien, aunque June piensa que son raros. Lo que dice mucho.
Pasamos la noche vagando de atracción en atracción mientas Martin nos educa sobre la
diferencia entre Pinot Gris y Pinot Grigio. (Respuesta: Están hechos de la misma uva, pero el
Pinot Gris es producido en Francia, mientras el Pinot Grigio se deriva en Italia.) Estoy medio
interesada y me mantengo haciéndole preguntas. Los chicos toman un descanso para ir al baño y
por comida, y June agarra mi brazo, hundiendo sus uñas en mi piel.
—Me sigue preguntando si me interesa mudarme a China —dice entre dientes. Mira hacia
Marshall, quienes están esperando en la línea por un buñuelo—. Creo que está tratando de
hacerme su esposa.
—No estás viendo a nadie —ofrezco esperanzadoramente—. Y amas la comida china.
— ¡Ugh!
Se va hacia el baño mientras me pongo en la línea para el Gravitron.
—Genial Helena —me digo—. Haz enojar a la única amiga que te queda.
—Yo seré tu amigo.
Me giro para encontrar a Kit parado detrás de mí, una sonrisa come mierda en su rostro. Me
recupero de mi sorpresa tan rápido como puedo y empujo mis hombros hacia atrás.
—Dudoso —espeto—. A tu novia no le gustaría.
¡Vaya! ¡Mucha rabia contenida!
Lo miro con disculpa y agacho mi cabeza.
—Lo siento —digo.
—Está bien —dice él—. La verdad a menudo enoja.
— ¿Cómo has estado? —Estoy tratando de no ser tan obvio buscando a Della entre la multitud,
pero no puedo evitarlo. Mis ojos están bailando alrededor como un coquero.
—Está en el baño —dice él—. Probablemente se encontrará con June y tomarán algunos minutos
más para charla. Ella es con quien estás, ¿cierto?
Me pregunto si nos vio o si acosó nuestras fotos en Instagram.
Marshall elige ese preciso momento para empujar un buñuelo en mi rostro. Sonrío
apretadamente.
—Marshall, éste es mi amigo, Kit.
—Hola hombre. —Marshall hace malabares con su bebida y plato para saludar a Kit, luego
empuja el churro hacia mí de nuevo.
—Nop. No. Nada ha cambiado desde hace veinte segundos.
Kit mete sus manos en sus bolsillos y mira entre Marshall y yo. Tiene una mirada graciosa en su
rostro.
—Entonces… —dice.
—Ah, aquí vienen las chicas y Martin —lo interrumpo.
Nuestro grupo crece cuando se acercan Della, June y Martin. Della está vestida en unos ridículos
pantaloncillos cortos de cuero y un top de cuero a juego. No estoy segura si es una artista erótica
del trapecio o una chica desesperada porque todos la miren. Desearía no estar vistiendo de beige.
Está brazo con brazo con June cuando se aproximan. Miro a Kit para ver si le gusta ese tipo de
atuendo, pero lo encuentro mirándome.
—Hola —dice Della—. Es bueno verlos aquí. —Es presentada con Martin, me da un corto
abrazo y se aferra a Kit.
Miro hacia otro lado.
—Entonces, ¿van a subirse a esta cosa? —Pregunta Della, mirando alrededor del grupo—.
Porque definitivamente yo no.
—Realmente yo tampoco quiero —dice June—. Vayamos a la rueda de la fortuna.
Della sonríe brillantemente hacia ella y asiente, luego saca su labio inferior y mira hacia Kit.
—Ven con nosotras —dice ella.
—Preferiría subirme a este —dice él— Vayan ustedes.
—Quiero que vengas con nosotras —insiste.
Puedo sentirla, la tensión.
De repente quiero un pedazo del buñuelo de Marshall. Le quito el plato y empiezo a poner
pedazos en mi boca.
—Pensé que no querías —se queja. Le devuelvo el plato y tomo su refresco. Kit y Della están
teniendo una discusión. Ella insistiendo que vaya y él negándose a irse.
—Realmente se me antoja un kebab en este momento —digo—. ¿Alguien quiere venir conmigo
por un kebab? —Miro a Martin, quien mira a Marshall, quien mira a June.
—Eres la próxima en la línea —dice June—. No puedes irte ahora. —Veo sus ojos moviéndose
nerviosamente hacia Kit y Della.
—Vamos, June —dice Della, separándose de Kit y yéndose en dirección a la rueda de la fortuna.
June articula AYUDA hacia mí, y luego se apresura tras ella.
—Iré con ellas —dice Marshall.
— ¡Amigo! —Martin luce fuera de lugar. Mira a su amigo ir tras las chicas y se gira hacia
nosotros.
—Tiene que subirse en pares. —Mira hacia Kit cuando dice esto.
Eso no es cierto. Al Gravitron puedes subirte solo, pero Kit le sigue la corriente.
—Sí —dice Kit—. Así que, ¿vas a subir solo?
Reprimo una risa, pero Martin no lo entiende. Cuadra sus ya cuadrados hombros y mira hacia mi
amigo, Kit.
—Helena vino a pasar el rato conmigo esta noche.
Me sacudo con sorpresa y hago una cara. Kit la ve y se ríe.
Estoy a punto de decirle a Martin que prácticamente vine porque me rogaron y que solo porque
vine no quería decir que tenía que estar pegada a su lado, cuando repentinamente estamos al
frente de la línea. Kit agarra mi mano y me jala por las tres escaleras hacia la entrada del juego.
Somos arreados dentro de Gravitron, que huele como a palomitas y sudor y la mezcla de metal y
grasa. Es asqueroso y emocionante al mismo tiempo.
Miro hacia atrás y veo a Martin frunciéndonos el ceño. No supe que estaba tan interesado en mí
hasta ese momento. Es gracioso lo que la gente no ve. Todavía estoy asimilando esa idea cuando
de repente, literalmente no puedo ver.
Nos tambaleamos hacia el frente, buscando la pared más cercana. Kit nos encuentra un espacio
en la parte de atrás y nos paramos con nuestras espaldas hacia los costados acolchados del
Gravitron, nunca dejando ir nuestras manos. Ésta siempre ha sido mi atracción favorita,
completamente cerrado, con paneles acolchados delineando la pared interior. Los pasajeros se
apoyan contra esos paneles, que están inclinados hacia atrás. Mientras la atracción rota, el
pasajero está pegado al colchón detrás de él por la fuerza centrífuga (Neil me dijo eso). Es una
combinación de la rotación, la inhabilidad de mover mis manos y piernas y la oscuridad, lo que
me emociona. Cierro mis ojos mientras la música empieza a sonar. Kit deja ir mi mano y me
obligo a mover mi cabeza hacia la izquierda para ver porqué. Está usando sus manos para cubrir
su rostro. Me río, pero se diluye. Me estiro para alcanzar su muñeca y alejar su mano; es una
lucha y me estoy moviendo en cámara lenta. Todo mi cuerpo se mueve hacia un lado y ahora
estoy viendo hacia Kit. No puedo dejarme de reír. Kit echa un vistazo desde detrás de sus dedos.
Incluso en la oscuridad, mientras las luces estroboscópicas destellan a través de su rostro, puedo
ver que está un poco verde.
—Podrías estar arriba de la rueda de la fortuna —grito. Kit se ríe y luego se gira sobre su costado
para estar de frente hacia mí. De repente estamos separados por patéticos ocho centímetros.
Realmente no puedo irme a ningún lado dado que el Gravitron está a mitad de su giro más feroz.
Es difícil moverse y repentinamente, también es difícil respirar. Me alegra que esté oscuro y que
Kit no tenga acceso a mi expresión. Tiene un tipo diferente de acceso y me encuentro
fantaseando sobre un beso. Es enfermo y nunca he hecho eso antes. Pero también nunca he
estado físicamente así de cerca a Kit Isley. Cierro mis ojos para eludirlo. Y entonces. Y entonces
siento su mano sobre mi rostro. El anhelo puede venir hacia una persona en los momentos más
 inoportunos. Como cuando estás en una atracción de feria y la gravedad te está manteniendo a
 raya y el esposo de tu sueño pone su cálida mano sobre tu mejilla, aun cuando representa gran
esfuerzo hacer eso. No ​abriré mis ojos. No quiero que ver lo que sucede en los suyos.
Jodidamente moriría si me viera como yo lo veo a él. Los mantengo cerrados y siento una
lágrima hacer su camino por la esquina de mi ojo. Baja por mi mejilla y rueda hacia la mano de
Kit.​ Y luego el viaje se termina. El giro se detiene y se nos devuelve el control de nuestros
brazos y piernas, y cabeza y manos. Que es por lo que estoy sorprendida cuando la mano de Kit
no se quita inmediatamente de mi rostro. Somos lanzados sobre nuestros pies cuando la música
termina, nuestros cuerpos todavía más cerca de lo que deberían estar. Las puertas todavía no se
han abierto, así que nos quedamos así parados por un minuto, mi frente sobre su pecho, sus
manos alrededor de mis antebrazos. Es un momento suspendido, tanto inapropiado como
inocente al mismo tiempo. Me sujeto a él, lo huelo, deseo que sea mío. Y entonces las puertas se
abren, y corro hacia ellas.
Capitulo Diecinueve: #EncuentraMagia

Tomé una selfie. La nombro, La Búsqueda Muggle por Magia y entonces empaco un pequeño
bolso para pasar la noche y conduzco las cinco horas a la casa de mis padres. Mi madre no me ha
estado hablando. Quiere que perdone a Neil, lo que estaba bien. Hay espacio en mi corazón para
el perdón; no había espacio en mi vida para alguien que constantemente lo necesitaba. Quería
planear una boda, y yo había frustrado sus planes de tulles, perlas, y degustación de pasteles. Mi
padre está trabajando en el jardín cuando me estaciono. Da vuelta su gorra de los Yankees y
viene a decirme hola.
−No sabíamos que venias, Hellion. Tu madre va a estar tan feliz de verte.
−Tampoco yo lo sabía. Y no me mientas, Papi. Va a estar furiosa –Sonríe como si lo hubiera
atrapado.
−Está en el mercado, así que esconde tu auto a la vuelta y sorpréndela bien.
Asiento. Nada mejor que asustar a tu altiva y controladora madre. A mi papá también le gusta
torturarla; ha estado poniendo ideas en mi cabeza desde que era pequeña. ​Mueve todas las
pinturas de la casa a diferentes habitaciones. Frota mantequilla en sus gafas de lectura.
Envuelve papel transparente de cocina alrededor de la tapa de la taza de baño.
Mi pobre madre (quien realmente se lo merece). Al menos solo tiene que preocuparse de las
bromas de un hijo. Mi papá entra a hacerme un sándwich de costilla con las sobras de su cena de
la noche anterior.
− ¿Viniste aquí a decirnos algo, Hellion?
−Sip –Sorbo la limonada acida desde el jarrón que me ofrece. Dios lo bendiga.
− ¿Bueno o malo? –me pregunta. Mi papá no puede quedarse quieto. Nunca ha sido bueno en
ello. Lo veo moverse desde el lavavajilla, al refrigerador, a la puerta trasera.
− ¿Por qué no solo me lo preguntas directamente? –Le pregunto−. ¿Qué viniste a decirnos?
–Imito su profunda voz. Niega con la cabeza.
−No sueno así. Pero, bien –dice−. ¿Qué has venido a decirnos?
−Me mudo.
− ¿A dónde?
−En realidad no es asunto tuyo, Papá.
Viene a sentarse frente mío − ¿Esto es por Neil?
Estoy negando con la cabeza antes de que termine su oración –No, es por mí. Siempre he sido
esa chica en quien puedes contar, firme, predecible, voluminoso cabello castaño. Por eso le
gustaba a Neil, bueno, él quería que tiñera mi cabello rubio –excepto las otras partes. – ¿Y sabes
qué? Ni siquiera creo que esa fuera yo. Creo que era lo que todas esperaban de mí, así que solo
seguí la corriente.
−Así que, ¿Me estás diciendo que dentro tuyo hay una salvaje e impredecible rubia?
−Quizás. Pero me gustaría tener la oportunidad de averiguarlo.
− ¿Por qué no puedes averiguarlo aquí?
 Pongo mi pálida mano sobre la morena y callosa de él. –​Porque no soy lo suficientemente
valiente para cambiar con todos mirándome. Quiero hacerlo sola. Quiero que sea real.
Se recuesta en su silla y entrecierra sus ojos. Creo que aprendió esa mirada por ver tantas
películas de Robert De Niro. Mi papá es un tipo apuesto, su cabello es todo blanco, pero él lo
luce. Tiene un tatuaje de un flamenco en su antebrazo. Un reto de sus días en la universidad.
Siempre quise ser como él, pero mi personalidad está más inclinada hacía mi madre.
−Tu madre es altiva y controladora –dice−. Ahora, no me lo tomes a mal. Esa es la razón por la
que me enamore de ella. Todos su metro cincuenta, sin miedo a nada y siempre diciéndome que
hacer. Eso es bastante sexy.
−Eww, Papá.
−Lo siento. De cualquier manera, es natural. Las madres controladoras usualmente producen una
de dos cosas en sus hijos: rebeldía o pasividad. En tu caso, la segunda –Hunde su dedo en el jarro
de miel que está ubicado en el medio de la mesa y lo frota a lo largo de mi frente.
−Ve, niña –dice−. Ve en paz. No dejes que nadie te controle.
−Se supone que sea aceite –digo−. Se supone que untes mi frente con aceite.
Puedo sentir la miel derramándose desde mi frente hacía el puente de mi nariz, y luego cuelga
como mucosidad desde la punta de mi nariz. La lamo.
−Tu madre se acaba de estacionar en la entrada –dice−. Ve a esconderte en la despensa y asústala
–Escucho sus neumáticos en la grava y me paro.
Dos días después, dejo la casa de mis padres confiada como la mierda. Incluso tenía un pequeño
balanceo en mi paso que normalmente no estaba allí debido a mi realmente mala postura. Mi
madre estaba indecisa al principio, pero después de una tarde de mal humor y bebiendo
melancólicamente Zinfandel, decidió que los hombres en Florida no eran adecuados para mi
reservada y articulada personalidad. Los hombres en Florida. Ese es el por qué estaba recibiendo
su bendición para irme. La familia es una cosa maravillosa, mayormente cuando no están
protegiéndote como la mierda. Llamó a un amigo, quien llamó a un amigo, quien tenía un trabajo
seguro para mí en menos de cinco horas.
−Dime –la escuche decir al teléfono−. ¿Hay hombres guapos y solteros trabajando allí?
Tenía una cita con Dean planeada una semana después de mi mudanza –Dean –dijo mi madre,
aplaudiendo−. Un nombre atractivo para un hombre atractivo.
Mi papá negó con la cabeza detrás de sus hombros, sus ojos muy abiertos.
Antes de irme, mi papá y yo vaciamos su botella de Zin en el fregadero y rellenamos la botella
con un brebaje de salsa picante en el que habíamos estado trabajando todo el día.
−No olvides grabar su reacción –le susurró al oído a mi papá cuando lo beso para despedirme−.
Se va divorciar de nosotros dos si no nos detenemos.
Mi papa se carcajea –Tendrá que aprender a poner su propio combustible –deja salir.
− ¡Nunca va a pasar! –Me despido con la mano.
Dos menos, los dos más importantes. Ahora solo tengo que decírselo a Della y June. Gracias a
dios. Le di la notificación de ocho semanas antes en mi trabajo. No había estado allí el tiempo
suficiente para que alguien realmente se preocupe de que se fuera. De cualquier manera, me
hicieron una fiesta y deletrearon mal mi nombre en el pastel. Espere a decirle a Della de última.
− ¿Qué diablos quieres decir con que estas mudando a Washington? –dice−. ¿Cómo pudiste
tomar una decisión así y nunca hablarme de ello? –Me siento allí por un rato, pensando cómo
responderle, pasando la punta de mi dedo sobre los surcos que marcan el borde de la mesa.
Estamos es esa edad que se balancea entre la independencia y analizar con tus amigos acerca de
cada minúscula decisión que tomas. Nunca me gusto esa parte de la adolescencia. Pero trate
fuertemente de ir con la corriente. ​¿Debo hacerme flequillo, Della? ¿Quiero un auto plateado o
dorado? ¿El vaquero deslavado oscuro o el claro?
−Bueno, porque soy una adulta, y no necesito analizar con mis amigos acerca de mis decisiones.
Estamos sentadas en la acera de un café en el centro de Ft. Lauderdale. El mesero deja nuestra
sangría y, sintiendo la tensión, desaparece casi inmediatamente. Saca su teléfono para mensajear
a Kit, pulgares veloces y un mohín infantil.
−Oye –digo, tocando su mano−. Podemos visitarnos. Piensa cuan divertido será eso.
Hay lágrimas en sus ojos cuando baja su celular a la mesa –No quiero estar aquí sin ti –Un
segundo después veo un mensaje de Kit llegar−. ¿¡Que!?
−Nah, estarás bien, Dells. Tienes a Kit, y tu nueva casa. Ustedes quieren casarse… −Mi voz se
corta en lo último. Tomo un sorbo de sangría. La copa está húmeda.
Della solloza –Kit viene en camino –dice.
−Oh, no. Dells. ¿Por qué? ¡Esto se supone que solo era para chicas!
Entro en pánico. Tomo más sorbos. Le señalo al mesero por otra.
−Bueno, todo cambio cuando anunciaste que te estabas mudando.
Mayoritariamente hablamos poco. Me burle de mi misma porque siempre la hacía reír. Pero, hoy
Della está centrada y nada puede distraerla.
− ¿Quién me salvara de mi familia? –pregunta−. ¿Quién vendrá a hacerme aperitivos?
−Kit –digo−. Es su trabajo ahora.
Kit llega, y el ánimo de nuestro almuerzo cambia. No alimenta la depresión de Della, en su lugar,
ilumina todo el restaurante con ingenio y sus tirantes, los que usa porque tiene que irse directo al
trabajo después de esto. Estamos firmando los recibos, y cerrando nuestras billeteras cuando se
dirige a mí.
− ¿Por qué?
−No tú también, solo déjenme tranquila con ello –digo. Della solloza y se marcha para ir al baño
a llorar.
− ¿Por qué? –vuelve a preguntar cuando ella se va.
Lo miro larga y duramente. No aparta la mirada.
− ¿Por qué no? Soy joven, estoy aburrida, estoy herida. Parece correcto.
−Estas huyendo –dice.
Me pregunto porque me está mirando tan intensamente, y porque está apretando sus puños y
porque luce tan bien en tirantes.
−Deberías saberlo –respondo.
Su boca se tensa, pero yo lo lleve allí.
− ¿A dónde te estás yendo?
Esta es la parte difícil. No le he dicho a nadie salvo mis padres a donde estoy yendo. Quiero
mantenerlo de esa manera hasta que me mude.
Niego con la cabeza.
−Te estás yendo a Washington –dice.
Mi boca se tuerce. Mala, mala cara de póker. ¿Cómo diablos sabe eso?
−No.
−Sí, si lo haces –sisea.
Miro sobre su hombro para comprobar a Della. Sigue secándose sus lágrimas.
−No, me mudo a Dallas.
−Estas mintiendo. Hace calor allí y odias los vaqueros cortados y las botas.
¿Cómo sabe eso?
− ¿Te estás yendo a causa mía?
Ooof, ouch,​ el calor de su mirada está quemando.
Trato de lucir ofendida. Incluso ruedo mis ojos. No soy buena en rodar los ojos, Neil solía decir
que me hacían lucir flatulenta.
−Te dije porque me estoy yendo –le digo, parándome. Toma mi mano y es como un sueño. Tanto
que la jalo de regreso de él y doy unos pasos hacia atrás. ¿Dónde está la crayola? La veo, caída
en el suelo debajo de la mesa. ​Dios​ . ¿Es azul? ​Estas siendo estúpida, Me digo a mi misma. Este
es un restaurante, siempre hay crayones azules caídos en el suelo.
−No estás loca –dice−. Yo…
−Kit –Lo interrumpo−. Della ya viene.
Della me llama más tarde esa noche. –Mira, sé que tenemos nuestras diferencias últimamente,
pero aun eres mi mejor amiga y te amo –Dejo salir un suspiro junto con la culpa−. Haremos que
esto funcione.
−Seguro, Dells. Claro que lo haremos.
−Tengo que tener a alguien a quien llamar para actualizarlo sobre mi vida –dice.
−Claro que lo necesitas –sonrió contra el teléfono−, Esa persona siempre he sido yo, ¿No es así?
Capitulo Veinte: #QueSeJodaElMiedo

Cuando la gente se decide determinadamente a hacer algo, se vuelve muy difícil sentir algo más
que determinación. Y así, mientras abordo mi avión hacia Seattle, vistiendo una sudadera de los
Sounders que June me dio como regalo de despedida, no lloro, no me preocupo y no tengo
sentimientos de duda. Esto era lo que había decido hacer, y esto era así. Saqué mi corchó de vino
de mi bolso y lo sostuve apretadamente en mi puño mientras ocupaba mi asiento y miraba por la
ventana. La lluvia de Florida era fuerte e inclinada. Me pregunto si estará lloviendo cuando
llegue a Seattle, que he oído tiene más que una suave niebla. No pienso en Kit, quien está en una
cita con el doctor con Della. No pienso en Della, quien está en una cita con el doctor con Kit.
Solo pienso en mi nueva aventura. De hecho, es la única aventura que he tomado alguna vez, lo
que lo hace más emocionante. Un inicio. Quiero ser gente mágica y no un muggle. Saco mi
desgastada y muy manoseada copia del ​Cáliz de Fuego​. Es el mismo libro que he guardado en mi
mesita de noche desde que lo leí por primera vez hace seis años. Mi favorito de los siete. Lo traje
para leer en el avión, para darme valor. Para recordarme por qué estoy haciendo esto. Es mi Felix
Felicis.
—​Harry Potter​ —dice una voz a mi izquierda—. ¿Has intentado leer la Biblia?
Una mujer, a mitad de sus cuarenta, con juicio escrito por todo su esquelético y polveado rostro.
¿Por qué los amantes de la Biblia siempre tienen esa apariencia constipada en su rostro? ​¡No
sigas con los estereotipos, Helena!​ Hago mi mejor esfuerzo para sonreír educadamente.
— ¿Es ese el libro donde esa señora se convierte en una estatua después de mirar hacia una
ciudad en llamas después que Dios le dijo que no lo hiciera? —digo—. Y dónde tres hombres
insolentes son lanzados dentro de un horno y no se queman. Oh, ¿y no hay una chica que
alimenta y pone a dormir al general de un ejército enemigo y luego usa un mazo para meter una
estaca de una tienda de campaña dentro de su cerebro? —Me mira perplejamente.
—Pero eso es cierto. Y esto —dice, señalando hacia Harry—, es ficción. Sin mencionar la
adoración del diablo.
—Uh huh, uh huh. ¿Adoración del diablo? ¿Es como cuando los Israelitas hicieron una diosa
vaca de oro y lo adoraron?
Está enfurecida.
—Amaría este libro —digo, empujando el ​Cáliz de Fuego​ hacia ella—. Tiene clasificación para
toda la familia comparado con la Biblia.
—Tú, jovencita, eres parte de una generación depravada y perdida.
Se levanta y la veo moverse hacia la parte del frente del avión donde la azafata se encuentra con
ella. Apunto mi pitillo hacia su espalda y susurro:
—Avada Kedavra.
Ella no regresa y tengo suerte porque el asiento del medio permanece vacío.
—Gracias Jesús; gracias, Harry —digo.

Hay montañas. Una grandes y geniales que apuntan a través de las nubes, con nieve en la punta
que parece crema batida. Mi corazón. No está lloviendo cuando mi avión aterriza en Sea—Tac.
El cielo está tan claro que presionó mi nariz contra la ventana y miro alrededor con incredulidad.
¡​Mentirosos! ¿Dónde está la lluvia?​ No hay nadie para encontrarse conmigo en el reclamo de
equipaje; eso es lo que hace que todo se sienta doloroso. No hay una madre que me abrace, ni un
padre para poner mi equipaje en la cajuela mientras hace chiste de cuán pesada es. Estoy sola en
todas las cosas, singular y asustada y emocionada. Recupero mis bolsos un taxi me lleva los
veinticinco kilómetros hasta Seattle propiamente. Puedo ver la ciudad elevándose en un desfile
de luces desde la carretera. Hay ciudades que te quitan el aliento por su tamaño; algunas por el
pulso de su rítmica cultura, pero Seattle te regresa la respiración. Llena tus pulmones. Lo asimilo
y siento que puedo respirar por primera vez en mi vida. Dios mío, es como si hubiera estado
buscando este lugar todo el tiempo. Mi hotel es agradable; me aseguré de ello. Nunca sabes qué
tipo de asesino serial te encontrarás en un hotel de mala muerte. Las cosas podrían ponerse duras
en los siguientes meses, pero por las próximas cuatro horas, hasta que mi departamento esté listo,
soy una turista. Kit me envía mensajes con lugares para ir a ver. Es dulce, excepto porque eso lo
mantiene en mi mente todo el año, las notificaciones en mi teléfono con su nombre destellando
hacia mí. Primero exploro la ciudad, el mercado de pescado, la Aguja y el Nordstrom que inició
todo. Tengo un calambre subiendo por una de las colinas empinadas y un vagabundo vistiendo
un mugriento gorrito rosa me ofrece un cigarrillo. Lo tomo, aunque nunca antes he fumado un
cigarrillo. No quiero ser grosera con mis compañeros Washingtonianos.
—Me gustan tus jodidos calcetines —dice él, apuntando hacia mis pies con su sucio dedo. No
estoy vistiendo calcetines, entonces es súper genial que los vea de todas formas.
—Gracias —digo—. Yo misma los tejí.
Asiente, mirando pensativo hacia mis pies.
—Oye, ¿tienes un par de dólares que me prestes? Es mi cumpleaños.
Busco en mi bolso y sacó cinco billetes de dólar.
—Oye, feliz cumpleaños —digo.
Luce confundido.
—No es mi cumpleaños.
—Por supuesto que no.
Se mueve para bajar la colina. Meto mi cigarrillo detrás de mí oreja, sonriente ante su
locura. ​Magia, te digo.
Kit me manda un mensaje: ​¿Qué haces?
Fumando un cigarrillo de cumpleaños con un amigo.​ Le contesto.
K: ​¿Chico o chica?
Hago una cara, y luego escribo: ​Chico.​
No me envía nada por un rato, así que meto mi teléfono de vuelta en mi bolso mientras busco
una tienda de papel hasta que me doy cuenta cuán ñoño es eso y me voy. Diez minutos después
escucho un sonido que significa que tengo un mensaje.
K:​ Me siento celoso… que estés ahí y yo no.​ Envía.
Escribo una respuesta y luego la borro. Demasiada coqueta.
K: ​¿Qué estabas escribiendo?
Me río en voz alta. ​Nada. Vete.
Me envía una carita triste.
Y luego…
K: ​¿Y… vas a ir a ver Port Townsend?
¿Debería?
Me siento en un café para comer. De hecho, me siento en un café así puedo enviarle mensajes a
Kit. Realmente no tengo tanta hambre.
K: ​¡SÍ! Tendrás que tomar un ferry.
Eso me asusta.​ Envío de vuelta.
K: ​Es precisamente la razón por la que deberías hacerlo.
Tiene razón ¿cierto? Es por eso que vine aquí, para matar las cosas que me controlan.
Pensaré en ello.
Kit envía pulgares arriba.
K: ​además, por estar en mi estado #Jodete.
Muerdo mi labio por unos segundos antes de responder: ​En una Range Rover en el ferry.​
Le toma un minuto entenderlo. Responde con un emoji de carita sorprendida.
K​: Las Range Rover no son muy espaciosas. Alguien va a resultar herido.
Ya no puedo más. Estoy tan sonrojada que apago mi teléfono y lo guardo en mi bolso. No puedo
creer que instigué eso. ¿Y por qué una Range Rover? Dios, soy tan patética.
Aunque decidí ir a Port Townsend. Busco un lugar para rentar un auto y tomo un taxi hacia allá.
Tienen un Range Rover. Es bastante costosa, pero aun así la alquilo. ¿Y por qué? ¿Todo por una
conversación que tuve con Kit sobre la que todavía estoy avergonzada? Tal vez es porque me
retó a no tener miedo. Checo mi salida en el hotel y cargo mis maletas en la camioneta. Soy el
último auto en ser cargado en el ferry y me asusta estar así de cerca del agua. ​Me asusta.​ Salgo
de la Rover y camino alrededor hasta que estoy de pie con mi espalda contra la camioneta. El
viento tiene dedos fríos; me jala hacia el agua. Estoy temblando.
Escucho la voz aguda de una mujer gritar:
— ¡Aquí va el feeeeeerry! —Justo cuando somos empujados lejos del muelle. Estoy aterrorizada.
Un auto en un bote. Yo, en un auto, en un bote. La Rover podría simplemente rodar hacia atrás y
hundirse en el Sound, llevándome con ella. Imagino todas las maneras en que este ferry podría
matarme, pero me quedo donde estoy. Todo porque estoy asustada y no quiero estarlo. Cuando
se vuelve demasiado, cierro mis ojos y dejo que el viento me toque. No es tan agresivo como
pensé. Tal vez no está tratando de empujarme hacia el agua; tal vez está tratado de hacerme ver
el agua. Me muevo hacia adelante y miro hacia abajo. El ferry está escupiendo un grueso flujo de
estela. Se hace espuma y se bate. Es hermoso. Miro hacia la ciudad de Edmons, la colina con las
casas, algunos lo llaman un tazón. Luce como un tazón de casas. Me gusta eso. Imagino una
cuchara gigante raspando todas las casas de la colina y hacia el Sound. ¿Es eso enfermo? ¿A
quién le importa? Estoy bien; está bien. Para mí, este ferry es una novedad, pero para la gente
que vive aquí, es parte del paisaje, una forma de vida. Quiero reunirme con ellos. Hay personas
saliendo de sus autos y subiendo por un tramo de escaleras. Decido seguirlos. Pero, antes de ir,
tomo una foto del costado de la Rover, delineada por el agua, y la publico en Instagram:
#HelenaSuperaSusMiedos​.
Hay cuatro pisos en el ferry; dos son para autos, el tercero es un área cerrada. Hay una pequeña
cafetería con butacas; y después de eso hay diferentes áreas para sentarse y observar el agua. El
piso superior está abierto y la gente más valiente está ahí arriba caminando y tomando
fotografías. Los niños se cuelgan del barandal y me pone enferma mirarlos. Tomó un contenedor
de papel con papas fritas de la cafetería y encuentro un asiento cerca de una ventana. Las papas
son épicamente deliciosas. Las estoy humedeciendo en kétchup cuando me llega un mensaje de
Kit.
K: ​#QueSeJodaElMiedo
Ahora estamos hablando con hashtags. Me gusta. No le contesto. Que se joda el miedo y que se
joda Kit y que se joda el amor. No necesito ninguna de esa mierda muggle.
Capitulo Veintiuno:
#PuertoMaritimoVictoriano​ ​#Historico​ ​#Ecletico​ ​#Viejo

En mi sueño, Port Townsend era esmeralda brillante —un lugar donde la naturaleza reinaba libre
y fuerte. Así era en la vida real, también, pero no me había imaginado toda el agua. El agua con
las cascadas cortaba en una sombra irregular detrás de ella. El agua fría y azul, donde si la
mirabas el tiempo suficiente, verías un sello romper la superficie y luego sumergirse, su cuerpo
un negro brillante. Todo tan fresco, como una tarjeta postal. Llego en un día en el que alguien
está soplando burbujas gigantes por la calle principal—. Esto no es real. ¿Es real?—me digo.
Está bien hablar contigo mismo aquí; vi a alguien más haciéndolo.
Los escaparates de las tiendas están decorados para el otoño. Están perfectamente organizados
—calabazas regordetas apiladas junto a los espantapájaros de mejillas sonrosadas. El aire ya
huele a nuez moscada y hojas trituradas. La dueña de una tienda está colgando bufandas en un
estante en la acera. Ella me sonríe, su largo cabello gris capturado en la brisa—. Pareces nueva.
—Estoy de visita—le digo—. Me gusta aquí.
—A aquí le gustas tú—me dice ella—. El amor mutuo es una cosa mágica.
Le compro una bufanda porque es una excelente vendedora, y durante cinco minutos no pensé ​en
​ e entero de que su nombre es Phyllis, y es lesbiana. Lo sé porque mientras
el jodido amor. M
embolsa mi bufanda, dice—. Mi compañera ama esta bufanda. Dice que parece pavimento
mojado.
— ¿Tu compañera de trabajo?—miro alrededor buscando a otra persona.
—Mi compañera de vida—señala la foto detrás de la caja registradora de una mujer con cabello
rojo ondulado.
— ¿Cómo se llama?—pregunto. Phyllis ríe.
—Ginger—dice. Me pasa la bolsa y siento que he hecho una amiga. Dos amigas: Phyllis y
Ginger. Pero así es Port Townsend. Salgo de la tienda y encuentro una banca desde la que puedo
observar.
Las personas están pintadas en expresión y arte. Tatuajes, hippies con pelo largo, punkies sin
pelo, ancianos y jóvenes, los niños que te dicen hola a medida que pasan por ahí. Nadie está
vigilado, o hastiado, o cansado. Es todo brujería. Lo he encontrado, el lugar de los no muggles.
Lo abierto que es Kit no es tan extraño cuando conoces gente como Phyllis. Siento la luz al
caminar por la calle, maravillada, esperando que mi coche no fuese remolcado lejos de donde lo
había aparcado cerca de una antigua fábrica de conservas de pescado que se encuentra en el
agua. ¿Cómo iba a dejar este lugar por la bochornosa y plana Florida? Greer debe tener largo
alcance. Eso me asusta. Siento que entiendo menos a Kit ahora que he venido aquí. Tal vez he
subestimado a Greer. Ahora, todo lo que quiero hacer es encontrarla. Mi imagen mental de ella
es de una chica con el pelo liso y castaño, recogido en una coleta baja. Ella usa remeras de
campamento de sus días de consejera, y tiene los ojos azules brillantes. Eso es lo que más amaba
Kit de ella —sus ojos. Estaban llenos de honestidad. Imagino que es por lo que gravitó a Della,
porque ella es el polo opuesto de Greer. Este es un pueblo hippie, por lo que probablemente lleva
sandalias Birkenstock y lleva una mochila tejida. Cuando sea más grande se verá como Phyllis y
trenzará flores en su vello púbico. Me pregunto si ha seguido adelante desde Kit. Si compró una
casa con alguien... tuvo un bebé. ​Necesito saber, necesito saber, necesito saber.
Almuerzo en un pequeño lugar que sólo sirve sopa. Escucho el tintineo de las cucharas contra la
porcelana y creo que suena más musical de lo que lo haría en cualquier otro lugar. Pago mi
factura, y miro a los ojos cuando me desean el mejor de los días. ​Estoy​ teniendo el mejor día,
muchas gracias. Doy un largo paseo junto al agua, tomo algunas fotos de un hermoso barco
antiguo, llamado La Belle, y las subo a Instagram. Kit le da me gusta de inmediato.
Me envía un texto que dice: ¡Conozco a la dueña de ese bote!
Hay dos hoteles en la ciudad, y ambos dicen ser los favoritos. Me registro en el Hotel Palace y de
repente me siento increíblemente sola. Es toda diversión y juegos hasta que te das cuenta de que
ya no tienes un hogar, y Phyllis probablemente no es tu verdadera amiga. Esto tiene que ser la
cosa más tonta que he hecho nunca. Me quedo boca abajo en la cama y finjo llorar en el edredón.
No tengo lágrimas de verdad; estoy en modo de supervivencia. El edredón tiene un fuerte olor a
mantequilla de maní, y eso me asusta. ¿Qué estoy haciendo aquí realmente? ¿Estoy aquí por Kit?
Más o menos. Puede que realmente este aquí por Greer. He visto una de las chicas con las que
Kit eligió estar; la conozco tan bien que puedo leer su mente. No hay nada tan terriblemente
profundo o fascinante sobre su ser gris. Por lo tanto, ahora tengo que ver a la otra mujer. La que
lo comenzó todo. Necesito hacer una comparación y saber por qué eligió a Della. ¿Y todo para
qué? ¿Para entender por qué el hombre de mi sueño es tan diferente del hombre de la vida real?
 ¿Por qué el Kit soñado me elegiría sobre Della y esta persona Greer?
Espera. ¿Tengo una personalidad obsesiva? Me obsesiono sobre esto durante un rato, antes de
cambiarme a algo más cálido y salir a cenar. ​Tomo fotos porque quiero recordar este lugar y
todas las cosas que me hizo sentir. ​¿Cómo se siente? ​Me pregunto. ​Como aire frío en los
pulmones después de demasiado aire caliente​. Tal vez así es como se siente cuando encuentras
tu lugar en el mundo.
Capitulo Veintidós: #PorQuéEstasTanObsesionadaConmigo

Voy a la biblioteca primero, y, mientras subo las escaleras, me aseguro a mí misma que estoy
aquí debido a mi profundo e inquebrantable amor por los libros. Necesito olerlos, tocarlos, y
estar cerca de ellos. ¡Libros, hermosos libros! En realidad, estoy aquí para buscar a Greer.
¿Tengo una obsesión por ver a la chica que Kit amó? Absolutamente no. Simplemente estoy
curiosa. Ligeramente. Esa siempre ha sido mi naturaleza, y mi profesora de tercer grado, la Sra.
Habershield, me dijo que la curiosidad era algo hermoso. Le pregunto a la bibliotecaria dónde
puedo encontrar los anuarios del condado, y luego me dirijo a un rincón polvoriento y olvidado
de la biblioteca. Kit es tres años mayor que Della. Encuentro el anuario correcto y voy al índice.
Kit Isley está enumerado en las páginas 20, 117, 340, 345 y 410. Popular. Yo estaba sólo en una
página de mi anuario de último año. Si ellos eran novios de secundaria, Greer estará en algunas
de las fotografías con él. Mi predicción es correcta. Greer Warren se encuentra de pie junto a Kit
Isley en el baile de graduación, usando un vestido amatista. Ella lleva un horroroso aparato de
ortodoncia, sonriendo ampliamente y aun así es bastante bonita. Tiene una mecha color púrpura
en su cabello marrón, y Kit le ha dado un ramillete de claveles púrpuras, el cual sobresale en un
estilo florido de su muñeca. Presumo que el púrpura es su color favorito, y cuando encuentro más
fotos de ella en la página 45, 173 y 211, descubro que estaba en el comité del anuario, jugaba
voleibol, y comenzó un programa en su tercer año para donar un fin de semana al mes al
hermano mayor de los niños del interior de la ciudad de Seattle. Fue votada la Más Amable, la
Más Proclive a Crear una Organización Benéfica, y ganó la Mejor Pareja junto con Kit. Saco la
lengua. En general, la Greer Warren de la escuela secundaria era una chica amable, deportista y
humanitaria con un novio súper caliente. Persisto más tiempo en Kit. Él sonreía más en ese
entonces, vestido en lo que sería considerado una vestimenta de chico patinador, y en su
mayoría, mantenía su cabello corto. Prefiero sus camisas de franela y sus vaqueros rasgados, el
cabello más largo y el rostro desaliñado. Cierro el libro y lo coloco de nuevo en el estante.
Quiero conservarlo, pero no tengo una tarjeta de la biblioteca, y robar está mal.
Bueno, ahí lo tienes. Obtuve aquello por lo que vine aquí. Sacudo migajas imaginarias de mis
pantalones, y trato de averiguar qué hacer a continuación. Tengo que volver a Seattle, comprar
un carro, pagar el depósito de mi apartamento en el centro, y firmar el contrato de arrendamiento.
Ocupado, ocupado. Mi pequeño viaje a Port Townsend ha llegado a un final interesante. Mañana,
le diré adiós al pequeño Port Townsend y regresaré a donde viven los muggles.
El mañana llega, y en vez de subirme a mi carro rentado y conducir hasta el ferry, camino una
vez más por Calle Principal. Giro a la derecha en dirección al agua. Camino hacia un hermoso
edificio antiguo de ladrillo con puertas color aguamarina. Esta era la fábrica de almejas enlatadas
que alguien mencionó. Alguien la compró hace un par de años y vivía en el piso superior. El
muelle rodeando la fábrica de enlatados está abierto al público. Unas cuantas parejas están de
espaldas al agua tomándose selfies y besándose. Espero hasta que se han ido para aventurarme
más cerca del agua, con mis ojos buscando los cuerpos brillantes de las focas. Es impresionante,
este lugar. Desesperadamente quiero quedarme aquí. ​Así que, ¿por qué no me quedo?​, me
pregunta una voz en mi cabeza. No es mi voz. Es la insensata voz del sueño que me dijo que
tomara clases de arte, y clases de cerámica, y que me mudara a Washington. Le digo a la voz que
se calle —la he escuchado demasiado últimamente— luego hago mi camino de regreso hacia mi
hotel. Me iré mañana en la mañana. Temprano y brillante. Cruzo la calle y me giro para mirar la
fábrica de enlatados por última vez. Es entonces cuando la puerta se abre.
Ella no se parece en nada a sus fotografías en el anuario. Sólo la reconozco por la estructura
única de su rostro. Pómulos altos y labios gruesos. Leva un sencillo vestido color lavanda. En
cualquier otra persona se vería como un saco. Para usar algo tan simple, tenías que ser
impresionante. ​Dios, Kit.​ En serio, quiero golpearme la frente en su nombre. Ella tiene un rastro
de flores de lavanda tatuadas por la cara externa de su muslo. La Greer de mi mente se
desintegra, en una pila de campos de camisetas, dejando atrás a esta belleza delgada, de pechos
erguidos, cabello plateado y brillantes labios de fresa. Su brazo derecho está tatuado desde la
muñeca hasta el hombro, con lo que parecen vides y lilas. Ella es como un lienzo de arte costoso.
La Greer de Kit puede hacer homosexuales a las chicas heterosexuales. Lo sé porque lo
considero. Observo mientras abre la tapa del contenedor gigante de basura detrás del edificio y
lanza su bolsa de basura dentro. Se detiene en el camino de regreso a la fábrica de enlatados para
agacharse y hablar con un niño pequeño en pantalones cortos de color rojo quien está caminando
con su madre, luego sostiene abierta una puerta para una anciana tratando de hacer entrar su
andador en la estrecha entrada de una tienda de regalos. Y, finalmente, para rematar toda su
diversión, hermosamente amable, choca los cinco con un vagabundo que parece genuinamente
feliz de verla. Cuando al final desaparece de nuevo en la fábrica de enlatados, tengo hambre de
KFC. Vago dentro de una galería de arte. Nunca he visto el arte como algo que hagas los fines de
semana. Algo que haces aparte de los créditos extra curriculares. El olor de la pintura me atrae a
través de la puerta. Es el olor de mis noches robadas en la clase de pintura. Son acrílicos sobre
tela; Neptuno me enseñó eso. El artista es el mismo para la mayor parte de la galería —local,
 
supongo. Las pinturas son de agua. Pero, no de la forma en que el agua es generalmente pintada,
con terreno colocado alrededor de ésta. Sólo hay agua, como vista desde arriba. Hay ondas, a
veces perturbadas únicamente por una hoja o una pluma. La mayoría es sólo agua. No sé si
puedo decir que estas pinturas me hacen sentir cosas que son buenas. ​Pero tal vez el arte no se
supone que te haga sentir bien, sino simplemente hacerte sentir.​ ¿Eso cura la insensibilidad? No
lo sé. Una mujer me recibe; ella es delgada y alta, su cabello está recogido en un moño en la
parte superior de su cabeza. Le digo que acabo de mudarme aquí y que deambulo. Ella es
distante pero amigable. Pregunta qué hacía antes de venir, y si necesito un trabajo. Pienso en el
trabajo de contabilidad que mi madre preparó para mí en Seattle, y automáticamente digo que sí.
No quiero regresar a Seattle. Quiero quedarme aquí. El nombre de la mujer es Eldine, y es la
propietaria de la galería de arte, la cual cuenta con el trabajo de artistas locales.
—La gente viene de todas partes de América para comprar su trabajo —dice, señalando hacia las
pinturas de agua.
— ¿Cuál es su nombre? —pregunto.
De repente me sale lo psíquica. Sé lo que está a punto de decir antes de que lo diga.
—Greer Warren. Vive en la vieja fábrica de enlatados a lo largo de la línea costera.
Siento mi cabeza dar vueltas. Esto sigue poniéndose cada vez mejor. No puedo llamar a esto
destino porque yo vine aquí buscando, pero aun así es extraño cómo las cosas se están
manifestando. Miro hacia atrás, hacia las pinturas de Greer y me pregunto si son sobre Kit. Las
ondas que causó en sus vidas. Los efectos de sus decisiones. Kit, el escritor, estaba
comprometido con Greer, la pintora. Qué perfecto. Qué hermoso. Puedo imaginarlo viviendo su
vida en la fábrica de enlatados, lleno de arte y felicidad, y mentiras. Ellos tendrían un tarro de
caramelos llenos de Kit Kats, y él trazaría las lilas del muslo de ella con su lengua manchada de
Kit Kat. Esta es exactamente la razón por la que Kit luce extraño en Florida. Él era de un lugar
donde las burbujas gigantes caían por la Calle Principal, y los artistas vivían en viejas fábricas de
enlatados. La magia de esta ciudad se aferró a él.
—Algunos de nosotros, dueños de negocios alrededor de la ciudad, podríamos requerir ayuda
con nuestros libros de contabilidad —me dice ella—. ¿Contabilidad a medio tiempo?
—Claro —digo. ​¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo?
—Puedes trabajar algunas horas aquí en la galería, si quieres. Podría utilizar la ayuda.
Y así entro vagando en la galería. Entré perdida, y la dejo encontrada. Tengo un trabajo en esta
pequeña ciudad mágica. Llego para quedarme. Me detengo afuera de la fábrica de enlatados y
levanto la mirada hacia sus altas ventanas. En algún lugar detrás de los cristales de botellas de
Coca—Cola está un hada de cabello ceniza, al que Kit amó. Quiero conocerla. ¿Eso está mal?
Hay tantas cosas malas sobre mí.
Si sólo Della pudiera ver a su predecesora. Enloquecería y le preguntaría a Kit un centenar de
veces si pensaba que ella era más bonita que Greer. Kit tendría que mentir. Della siempre ha sido
incomparable en su belleza, pero Greer ni siquiera es humana; ella es etérea. Le doy la espalda a
la fábrica de enlatados y camino de regreso por La calle Principal, el aire azotando mi falda
alrededor de mis piernas. Estoy de alguna manera tan por encima de mi cabeza. No estoy tan
segura de que el Sombrero Seleccionador me pondría más en Revenclaw. Soy Slytherin. Me
tomo una selfie, con Port Townsend bosquejado detrás de mí. La llamo, loca.
Capitulo Veintitrés: #CraigYSuLista

Cuando consiguen un lugar de residencia, la mayoría de la gente va a Craigslist. Craigslist me


parece espeluznante. ¿Quién es Craig? ¿Por qué se hace una lista? Prefiero el periódico o
tableros de la comunidad. Encuentro la tienda de víveres más cercana y echo un vistazo a su
tablero. Dos entusiastas adolescentes han hecho volantes de niñera. ​¡Confiable! ¡Divertido! ¡De
confianza!​ Cada palabra está escrita en un pompón, cada letra en un marcador de color diferente.
Respeto sus anuncios hechos a mano. A las niñeras que confían en la computadora para todo, no
se les debe confiar. Todos los niños que he cuidado pueden decir eso. Levanto la esquina de su
papel para estudiar lo que hay debajo. Hay un chico en busca de una compañera de piso. ​Chico
limpio buscando por una compañera de piso a la que le guste lavar los platos. Sin
​ ara mí esto dice:​ chico necesitado e incompetente con problemas de control.
mascotas. P
Buscando una esposa.
—Ew, amigo —digo. Lo paso y encuentro otro fijado en la esquina superior izquierda. Está
enterrado debajo de un volante de una venta de garaje de la comunidad, impreso en papel de
color lila. Quito el pin que lo sostiene al tablero para poder leerlo.
¡Me gusta dar largos paseos por la playa, pero no contigo!
Buscando una compañera de piso MUJER independiente para compartir mí espacio.
No quiero una hermana. No quiero una amiga. Solo una compañera de piso.

Me río cuando lo leo. Lo único que ha dado es una dirección de correo electrónico. Debería
ponerlo de vuelta, pero en cambio, doblo el papel en un cuadrado pequeño y lo meto en mi
bolsillo trasero, mirando a su alrededor para asegurarme que nadie me ha visto. Que se jodan,
necesito un lugar para vivir. Le doy a toda la tienda de víveres una sucia mirada, luego me
alejo... y camino hacia una pared. Es una cosa hermosa ser humilde.

Su dirección de correo electrónico es ​Gswizzle@gmail.com.​ Dice que nos podemos conocer en


una tienda de té en la Calle Principal. ​¿Cómo sabré que eres tú?​ Envío de vuelta. Esto es
espeluznante; podría ser un él. Tal vez debería haber confiado en Craig y su lista.
Lo sabrás​, responde. No confío en perras así de fácil, pero ¿qué otra opción tengo? Llego a la
cafetería una hora antes para examinar el lugar. Me doy cuenta que viro hacia lo dramático, pero
este lugar es quizás un poco demasiado perfecto. Pido un bollo y me entregan un pegote de
crema y mermelada. Demasiado perfecto. Lo tomo, frunciendo el ceño y encuentro un asiento
para esperar por mi té. El té viene en una delicada taza de vidrio, demasiado perfecta. Tomo un
sorbo con recelo por la esquina de mi boca, lamiendo la crema de mis labios. Me giró hacia Port
Townsend. Desconfiada y amargada. Y entonces entra. Ella. El hada púrpura, con su exuberante
cabello plateado recogido en una cola de caballo. ¡Diablos no!
Greer hace juego con su volante. Lo saco de mi bolsillo y lo aliso sobre la mesa mientras mira
alrededor de la sala de té, sonriendo hacia los que conoce, en busca de... mí. Levanto el volante
como una idiota. Sus ojos se iluminan cuando me ve, y ondea ambas manos. Quiero que se
tropiece con la pata de una silla o algo, pero es elegante y se desliza a través de los pequeños
espacios como una pequeña atrevida y descarada hadita.
— ¿Helena? —pregunta. Me pongo de pie y me abraza, lanza sus brazos alrededor de mi cuello
como si fuéramos viejas amigas. Trato de tensarme y apartarme, pero soy débil y realmente
necesito un abrazo. Además, huele a especias: nuez moscada y canela y clavo de olor.
—Que valiente —dice ella, todavía aferrándose a mí—. Para moverte todo este camino sola.
No me siento valiente. Casi no atino a mi silla cuando me vuelvo a sentar, pero Greer parece no
darse cuenta.
—Solo he vivido aquí siempre —dice ella—. Soy demasiado cobarde para irme.
OhDiosmíoohDiosmíoohDiosmío​. Ella me gusta. Sonrío débilmente y levantó mi té, que se ha
enfriado. Tiene flores pintadas sobre toda su piel y su cabello teñido de gris y todavía está
hablando sobre ser cobarde y cuán valiente soy yo.
Hola, soy una perra beige​, quiero decir.
—Háblame de ti —dice finalmente, inclinándose hacia adelante. Tiene los ojos grises. Combinan
con su cabello y agregan un aspecto general bastante etéreo. Es muy intimidante sentarse frente a
un hada de la vida real y saber que no tienes nada interesante que contarle sobre tu vida. Bueno...
tal vez algo un poco más interesante, como,​ mi mejor amiga sale con tu ex—prometido.
—Yo... solo quiero... encontrarme a mí misma. —Es una cosa terriblemente cursi de decir, pero
Greer asiente, como si la búsqueda de uno mismo sea algo que debe ser tomado en serio, en lugar
de las palabras pronunciadas por una niña perdida.
—Ha venido al lugar correcto —me dice—. No solo de Port Townsend, sino de Washington. Es
el estado de Dios. Algo sobre este lugar cura a la gente. —Detecto esperanza en sus palabras. No
hay nada acerca de mí sobre estar rota o ser menospreciada. No soy la heroína desafortunada en
una novela romántica. Mis padres no están divorciados y mi corazón nunca se ha roto
verdaderamente. Soy una chica demasiado simple que tiene una comezón. No le digo a Greer
que mi comezón viene de un sueño sobre su guapo ex—prometido, tampoco le digo que en mi
mente la línea entre Harry Potter y la vida real es borrosa, si no inexistente. Froto el borde de mi
top beige entre los dedos y escucho la charla de Greer en su lírica voz acerca de todas las joyas
ocultas de Port Townsend: el cine, construido en 1907, que tenía una vieja máquina de hacer
palomitas y solo mostraba tres películas a la vez. Me habló sobre el viejo señor Rugamiester,
quien iba a una película cada sábado y se sentaba en el mismo asiento, en el mismo teatro,
llevando la misma chaqueta deportiva de pana azul marino.
—No le importa lo que se está proyectando en el teatro número tres o cuántas veces lo ha visto.
Está allí para el espectáculo de las tres en punto con su bolsa de palomitas de maíz.
—Pero tiene que haber una razón. —Me inclino hacia delante a pesar de mí misma, atraída por el
viejo señor Rugamiester y su bolsa de palomitas. Los ojos de Greer nunca dejan mi rostro; se ríe
de mi reacción, sus rodillas encogidas debajo de ella, una taza de té en su mano. Se siente como
viejas amigas teniendo un almuerzo.
—No siempre —dice ella. Se estira y su delgada mano blanca cubre la mía, solo por un
momento—. No siempre —me asegura. Y entonces su mano se ha ido. Reflexiono sobre sus
palabras, preguntándome si tiene razón. Creo en las matemáticas y creo en las respuestas y creo
que si sigues mirando, encontrarás una. Tal vez fue sólo un sueño. ​Fue​ solo un sueño. Pero esto
es real y aquí estoy ahora. Hay una única sensación de mujer blanca en este momento.
Ciertamente soy una desgraciada, porque sé quién es esta mujer, pero ella no sabe quién soy.
—Greer —digo, una vez que la charla sobre el señor Rugamiester ha terminado—. Creo que
conozco a alguien que puedes conocer. No estoy segura de si eres la misma persona, pero dice
que solo hay una Greer en Port Townsend.
Greer acomoda su taza de té sobre la mesa y desdobla sus piernas para poderse inclinar hacia mí
con sus codos apoyados sobre sus rodillas.
No puedo mirarla cuando lo digo. Me temo que va a pensar que orquesté todo esto.
—Kit Isley —digo—. ¿Lo conoces?
Su cara no delata nada más que felicidad. Asiente y sonríe y pregunta cómo es que conozco a
Kit.
—Está saliendo con mi amiga —le digo—. No lo conozco muy bien; no habían estado saliendo
durante demasiado tiempo antes de irme.
— ¿Cómo está Kit? —Pregunta—. Solo se levantó y nos dejó por la soleada Florida.
—Parece estar bien. Viste un montón de franela —espeto. Greer se ríe.
—Bueno, Helena. Me encantaría tenerte, si todavía quieres la habitación.
Estoy un poco sorprendida. Pasamos más allá del hecho que conozco a su ex—prometido como
si no fuera gran cosa. No me pregunta más allá sobre el asunto. Intercambiamos números de
teléfono celular y Greer me entrega una carpeta que tiene toda la información acerca del piso, las
reglas y un contrato de arrendamiento para firmar y regresárselo. Dice que dado que como que
nos conocemos, no exigirá depósito. Cuando nos separamos en el exterior de la tienda de té, me
abraza, y mi rostro se pierde en su cabello color plata.
—Hasta mañana —dice y luego agrega—, compañera de piso.
Ni siquiera he visto el lugar, pero estoy tan feliz. No hice lo que se esperaba, la cosa de Helena.
Me desvié y tomé mi propio camino. Esta es un gran asunto viejo. Estoy aprendiendo magia.

Uu
Capitulo Veinticuatro: #ElArteEsGuerra

El histórico edificio Clam Cannery en la calle Quincy frente al mar es de 6,482 pies cuadrados,
de dos pisos, que data desde 1873. Greer me está esperando fuera cuando me detengo en mi auto
rentado.
—Wow, bonito auto —, dice ella. Me sonrojo.
—Es solo rentado. No es muy grande por dentro. La verdad necesito regresarlo a Seattle y
comprarme un auto.
—No necesitas un auto aquí —, dice ella —. Siempre puedes usar el mío.
—Gracias.
La generosidad me hace sentir incómoda. Soy usualmente la que se está escapando. La sigo
dentro y toma un minuto para que mis ojos se ajusten.
—Woa —dije.
Greer esconde su cabeza de nuevo, de alguna forma apenada. Hay mucho espacio, vigas
expuestas y piso de concreto. ¿Soy solo yo, o huele como a agua salada aquí dentro?
—No hago mucho con esta parte. Estaba pensando en abrirla a la comunidad. Dejar que la usen
para reuniones y cosas —. La sigo escaleras arriba y al área de vivienda. Para mi alivio, se ve
que es más acogedor allí. Una pequeña cocina con tres taburetes de bar verdes descansan en la
tenue luz. Ella es adicta a las velas y al color purpura, y las velas que son de color purpura. No es
como si fuera una nueva observación. Miro sus tatuajes y retiro la mirada cuando ella regresa su
rostro hacia mí.
—La cocina y la sala —, dice ella —, lo sé, lo sé. Yo solo amo ese color.
La cocina/sala lleva a un pasillo con dos habitaciones. Greer abre la puerta de la izquierda y yo
suprimo una sonrisa cuando veo las largas ventanas y la luz del cielo.
—Wow —, dije, entrando —. Esto es de ensueño.
—Es todo tuyo —. Greer sonríe. Hay una cama y dos mesas de noche. Voy a llenar todas las
mesas de noche de mierda: papeles, gomas, pasadores.
Cuando giro alrededor veo un gran ropero de roble y la puerta a mi baño.
—El armario está en el baño —, ella me dice —. Yo estoy en la siguiente puerta. Por favor no
me saludes en la mañana.
No puedo imaginármela a ella siendo menos alegre y amistosa, pero está bien.
Ella no me muestra su dormitorio. ¿Es purpura? ¿O rompe todas las reglas y es azul? ¿Hay
posters gigantes de Kit, u osos teddy gigantes? Ella me guía a la habitación de lectura, que
sorprendentemente está llena de utensilios de pintura.
— ¿Por qué no se llama el cuarto de pintura? —, pregunto.
Greer se ve confundida —. No lo sé —. No hay mucho de qué hablar después de eso porque sus
pinturas son hermosas. Verdaderamente no es justo ser tan hermosa como Greer y también tener
tanto talento. Me pierdo en toda el agua, las ondulaciones. Hay tantos patrones y variaciones.
Algunas de las pinturas tienen agua más transparente que otras. Puedes ver la suave superficie de
las blancas rocas debajo de la superficie, o un pequeño pececillo.
—Wow, Greer. Hay tanto significado oculto en esto. Son hermosas —. Ella esquiva su cabeza,
tímidamente. Me gusta eso de ella. Los artistas humildes siempre me impresionan genuinamente.
Ella realmente se ve incómoda, así que pido ver el resto. Cuando ella termina de darme el tour,
ella me ayuda a llevar mis maletas adentro, y le escribo un cheque.
— ¿Por qué pintas ondulaciones? —. Ella está en camino al refrigerador. Sus pasos fallan. Es
poco, pero pesado.
Su espalda está hacia mí cuando me responde, no la conozco bien para escuchar un cambio en su
voz.
 —Causa y efecto —, dice ella. Cuando ella se gira tiene una botella de agua en la mano. Ella la
destapa y toma un sorbo —.​ Pensamos que podemos controlar nuestras vidas, pero nuestras vidas
nos controlan. Y todo lo que tocan nuestras vidas nos controlan. Las personas tienen menos
poder del que creen que tienen. Solo son las reacciones las que controlan.
Ella lo dice con tal convicción. Yo le creo parcialmente.
— ¿Así que solo estamos sentados esperando a que las cosas causen ondulaciones? —,
pregunto.
¿Qué causó que tuviera ese sueño? Ciertamente no fui yo. Aun así ese sueño onduló mí vida.
Causó que lo cambiara todo.
—Eso creo —, dice ella
— Pero tenemos el poder de escoger la reacción. Eso significa algo. —Me estoy sintiendo
molesta, y no sé por qué.
Greer se encoge de hombros —. ¿Lo hace? ¿O las experiencias pasadas controlan nuestras
acciones? Da miedo, lo sé.
—Me gusta la matemática — suelto.
 Greer se ríe.
—No me gusta pensar que no tengo elección —, dije —. Puede que sea verdad, pero me asusta.
— Por eso hacemos arte, Helena —, dice Greer —. ​El arte es la guerra contra lo que no
deseamos sentir. Es la batalla del color, palabras, sonidos y forma, es la rabia o la contraria del
amor.
Dios, Kit, eres tan jodidamente idiota. ¿Della?
Quiero que Greer me diga todas las cosas. Como, necesito saber quién soy, y porque no soy
buena pintando. Y me gustaría saber el significado de la vida, porque creo que ella tiene la
respuesta.
Ella me pregunta si tengo hambre, y yo miento y digo que sí, incluso cuando acabo de comer. La
veo hacer panini en una lujosa plancha. Ella aprieta naranjas con la mano y me entrega una taza
de jugo. Está jugoso y con pulpa. Nadie ha apretado naranjas para mí antes, excepto quizás el
chico de Jugos Jamba.
Aprendí de Greer en esos dos minutos más de lo que había aprendido en la historia.
—Me gustaría que me enseñaras todo lo que conoces de la vida —, dije —. ¿Estás dispuesta a
hacer esto?
Ella se gira y tira una naranja hacia mí. Me golpea en la frente.
—Yo no sé nada de la vida —, ella se ríe.
—Está bien, pero ​estoy tratado de encontrarme a mí misma.
Greer sonríe —. Eso, querida, es la cosa más temible que alguna vez vayas a hacer.
— ¿Por qué es eso?
—Porque quizás no te guste lo que vayas a encontrar.
Capitulo Veinticinco: #Marrowstone

Entro con mi pequeña colección de pertenencias: en su mayoría ropa, zapatos, y fotos. Mi


habitación tiene una vista del agua, y por las primeras seis semanas, me despierto cada mañana
asustada de que esta nueva vida me será arrebatada como la otra de la que me enamoré. Tengo
pesadillas con tener que salir de Port Townsend y de la fábrica de conservas. Cada sueño termina
con el Range Rover hundiéndose en el agua detrás del ferry. Durante el día trabajo en la galería,
ayudando a Eldine con los libros, las ventas, y las piezas enviadas a los clientes de otros estados
y países. Me gusta; es un trabajo pacífico y Eldine lo mantiene para sí misma. Algunos días
Greer se reúne conmigo para el almuerzo, y otros días llevo mi sándwich al puerto donde paseo
leyendo los nombres de los botes hasta que es hora de volver. Por las noches, trabajo en mi arte,
la cual es terrible. No puedes forzarlo, me dice Greer cuando lanzo un pincel a través de la
habitación. No soy muy buena en nada, pero yo quiero serlo. Eso es suficiente para mantener mis
manos y mente moviéndose entre pinturas, arcillas, y palabras. Lo que me niego a hacer es todo
lo que hacía antes. Se necesita disciplina para lograr esto, ya que los seres humanos son adictos a
lo familiar. No como mi cereal habitual; No bebo un café de soja latte con Splenda. No veo
reality shows, o leo novelas románticas para llenar mi vida con todas las cosas que me faltan. No
le mando mensajes a Kit. Excepto esa vez. Pero generalmente no le mando mensajes a Kit. Y
entonces un día él me envía uno, después del tiempo más largo el que nos hemos ido sin hablar.
Estoy tomando un paseo por el muelle, tomando fotografías de los botes, cuando su nombre
aparece en mi pantalla. Estoy nerviosa por abrir el mensaje. Tonto. O tal vez no, ya que no
quiero que sepa que estoy viviendo en la fábrica con Greer.
K: ​No puedes simplemente mudarte a mi hogar y ya no hablarme.
¿Por qué no?
K: ​Así que, ¿de verdad no me vas a hablar?
¡No! No dije eso.
K​: ¿Dónde estás viviendo?
Uf. Puaj. No es su asunto de todos modos. No tengo que responder. De hecho, no lo haré.
Tengo una compañera de cuarto. Es Greer. Alquilo una habitación de ella.
Me muerdo las uñas mientras espero que su burbuja de texto aparezca, pero nunca lo hace. Dios,
es como si no tuviera autocontrol. Sin fuerza de voluntad. Pienso en mandarle ¡Psicópata! Pero
no hago cosas como esa tampoco. Oh, Dios mío, se supone que debo estar haciendo las cosas de
manera diferente.
Envío: ​Psicópata
Y luego: ​Es broma. Sobre lo de psicópata. No Greer. De verdad vivo con ella.
Y luego: ​Ella es genial. Ni siquiera me importa lo que pienses.
Y entonces: ​¿Estás enojado conmigo?
Casi no tengo uñas en el momento en que su burbuja aparece, pero eso es bueno porque todo el
mundo tiene uñas, y me gusta ser diferente.
K: ​Eres una maníaca.​
Juro por Dios, estoy tan triste por mis uñas. Estaba tratando de dejarlas crecer. Estudio mis
manos antes de escribir: ​No, en absoluto.
Él envía una imagen. La reconozco como parte de la barra en la taberna en Hyde. La imagen es
la de un vaso de vino colocado en una servilleta de bebidas. Sonrío.
K: ​Tengo la sensación de que lo necesitas.
Sí. Lo quiero.
K​: ¡La buena noticia es que en todas partes tienen vino! Un amigo mío es propietario de
una bodega de vino en Marrowstone. Tienes que ir a verla.
Me envía la dirección, y me dice que se llama Viñedos Marrowstone.
Le menciono la bodega a Greer esa noche, esperando que ella quiera ir conmigo. Me siento en el
único taburete disponible en la sala de lectura y veo su pintura.
— ¿Quién te dijo de ese lugar? —Ella baja su pincel. Su voz es defensiva.
—Ummm, sólo escuché que hay vino. Y me gusta el vino. ¿Estás bien?
Se aclara la garganta.
—Si seguro. Es sólo... que ese lugar tiene un montón de recuerdos. Mis amigos y yo solíamos
colarnos en la propiedad cuando éramos más jóvenes, drogarnos y beber.
En realidad nunca he conocido a ninguno de sus amigos. No me malinterpreten, Greer es una
chica popular. Cuando tienes el pelo plateado, y sólo usas un color, la gente comenzará a notarte.
Ella nunca tiene gente encima, y aunque ella conoce a todo el mundo, nunca ha habido alguien
con quien hubiera parecido verdaderamente íntima.
—Así que…
—Claro —dice ella—. Será divertido. ¿Quieres ir esta noche? —No me esperaba ir esta noche,
pero me encojo de hombros, y Greer se va a su habitación para prepararse.
Diez minutos más tarde ella sale usando todo en negro. Al igual, nunca he visto a Greer, en nada
excepto tonos de color púrpura. Me asusta.
—Todo lo demás está sucio —dice cuando ve mi cara—. Vámonos.
La sigo, deseando haber cambiado mi ropa de trabajo. Soy tan fracasada que es deprimente.
Perra beige.
Escuchamos viejos éxitos mientras curveamos los caminos a Marrowstone. Está inusualmente
seco afuera, pero las nubes son oscuras y pesadas —una ominosa advertencia de los días por
venir. Es como Greer lee mi mente.
—Hoy es el último día antes de que llegue la lluvia. Disfrútalo.
Voy a disfrutar de la lluvia, pero no digo eso. Es considerado blasfemia en Washington no
disfrutar del verano sin lluvias, mientras lo tienes. La bodega se encuentra en el agua donde
puedes ver los barcos de crucero pasar en su camino hacia el océano. Nos detenemos en un
edificio y saltamos fuera del coche a la tierra. Un viñedo se encuentra más allá del edificio; ya
cosechado de uvas, es sólo una sombra de polvo de vides y hojas. A mi izquierda hay una gran
casa, que vigila tanto el agua como la bodega de una colección de agudas ventanas rectangulares.
Puedes ver los restos de fruta en el suelo alrededor de los árboles: las manzanas, cerezas, peras y
ciruelas —arrugadas, sus jugos absorbidos en la suciedad. Greer parece estar congelada en el
lugar, mientras mira la casa.
— ¿Qué pasa? —pregunto—. Parece que has visto un…
—E—estoy bien. Vamos a beber vino. ¿Podemos? ¿Quieres? Vamos. —Ella marcha hasta la
puerta de la bodega. ¿Intercambiamos personalidades en el viaje? Estoy confundida. Ella salta
por una botella y la lleva afuera para sentarse en el patio.
—Está bien, en serio, Greer. ¿Qué te pasa? —Le quito la botella y uso el sacacorchos para
abrirla.
Ella apunta a la casa.
—Engañé a mi novio —dice ella—. Ahí mismo, al lado de la casa. —No miro; prefiero ver su
cara en este momento. ¿Fue este el lugar de la caída? ¿El fin de Kit y Greer?
—No teníamos que venir —le digo, preguntándome por qué Kit sugeriría el lugar. Mierda. Es
como si estuviera tratando de conseguir... ¡venganza! ¡OMG!
—Greer —le digo—. Vámonos.
—No —dice con firmeza—. Es sólo un lugar.
—Háblame de ello, entonces —digo—. ¿Fue Kit?
Su cabeza se vuelve con tanta fuerza que temo que su pequeño cuello se vaya a romper.
— ¿Cómo…?
—Una conjetura —digo.
Greer está mirando la copa de vino, con los ojos vidriosos. De repente, sonríe.
—Eso fue hace mucho tiempo.
—Lo siento —le digo.
—Está bien —dice ella—. Te tengo a ti; son las ondas.
No puedo decir si ella está cubriendo sus verdaderos sentimientos, pero me incluyó en su arte, y
eso me gusta.
—Yo era joven —dice ella—. Yo abandono antes de que pueda ser abandonada. A veces eso ha
sido algo bueno, pero con Kit, no fue así. En verdad lo lastimé. Ya no soy tan imprudente. Pero
no he salido en mucho tiempo. Estoy en huelga.
—Mi novio me engañó —le digo—. Antes de venir aquí. Él embarazó a una chica de su oficina.
—Que se joda —dice Greer—. Eso es horrible.
—Sí —le digo—. Que se joda, y que se joda el amor. —Chocamos vasos, y ella se ve realmente
feliz después de eso. Tal vez venir aquí no era tan malo después de todo. Terapéutico. Miro el
techo angular de la casa y pregunto quién vive allí. ¿Cuántas cosas secretas ha visto esa casa?
Quiero vivir en una casa que ha visto cosas. Quiero vivir.
Capitulo Veintiséis: #NoTemasALosAnimales

No encontrarás un mejor lugar para estar deprimido que el estado de Washington. Hay cientos de
lugares donde puedes ir a mirar el hermoso escenario y sentirte profundamente triste por ti
mismo. La mayoría de los días, el cielo llorará contigo. Y gracias a dios por eso, por la ausencia
de luz. El escenario perfecto para un melodrama. Greer se ofrece a llevarme a todos los mejores
lugares para estar deprimida.
— ¿Alguna vez has estado deprimida? —le pregunto.
—Bueno, estuvo esta vez… —dice, guiñándome un ojo. Para una artista su personalidad carece
de los altos y los bajos, el humor cambiante.
Ella hace una lista en lapicero morado y revisamos los lugares uno por uno. Todo es un truco; sé
eso. Ella está tratando de despertarme, y ya desperté. El aire, el viento, el agua, las montañas,
todos despertaron mis sentidos. Mi corazón está dormido. Estamos en el Hurracaine Ridge una
tarde cuando Della manda un mensaje diciendo que cree que Kit se le va a proponer matrimonio.
Apago mi celular y me recuesto sobre la delgada pared donde estamos sentadas hasta que estoy
mirando hacia el cielo gris.
— ¿Qué pasa, Helena? —pregunta Greer, colocándose a mi lado. —Solo eres así de
melodramática cuando algo está realmente mal. ¿Es Kit quién te hace ponerte así?
No puedo mentirle después de todo lo que ha hecho por mí. Trato de girar mi cara, pero toma mi
mentón con sus largos, suaves dedos y estudia mi cara, frunciendo el ceño.
—Della cree que él va a pedirle matrimonio, —digo. Y añado, —No es nada.
—Mierda, —dice ella. Y después. —Mierda —de nuevo. — ¿Qué vas a hacer?
—Oh, ya sabes… nada.
Greer ríe. —Al menos deberías decirle.
—Diablos no. ¿Decirle qué?
Ella no dice nada, está pensando. Arranco unos trozos de pasto y espero su evaluación. —No
lastimes al pasto, Helena. Necesitamos que todo esté de nuestro lado de aquí en adelante,
especialmente la tierra. Dime sobre el sueño que tuviste. Aquel que dijiste que comenzó todos
tus problemas.
Entierro mis manos en mis pantalones. —No. Pensarás que estoy loca.
Greer suspira. Estoy intentando tener paciencia.
—Tú eres su ex, —siseo. —Yo soy la psicópata que está enamorada de él. Perdóname por no
querer hablar de mis sentimientos inapropiados con la mujer que lo persiguió fuera de la ciudad.
—Ahhh, ¡Helena! —ella estira sus brazos, y el viento hace aletear las solapas de su chaqueta
morada. —​La mejor clase de amor es el que no se supone que deba pasar.
Muerdo mis uñas, escupiéndolas por un lado de mi boca.
 
Greer golpea mis manos y entonces me hace un movimiento para que comience a hablar.
Le digo sobre mi sueño mientras estamos sentadas en una pared en la parte alta de Hurracaine
Ridge. Estoy terriblemente avergonzada de ello. Cuando termino, ella se queda callada.
—Cuando Kit era un niño pequeño, tenía este sueño recurrente, —sacude su cabello de plata a
las montañas, sonriendo por algún recuerdo lejano. —Era sobre leones. Una manada de ellos.
Venían por él, solamente él. Caminaban por las calles vacías de Port Townsend buscándolo. Se
escondía, pero no importaba donde lo hiciera, siempre lo encontraban. Estaba aterrorizado. Decía
que podía oler su rancio aliento, sentirlos destrozar su cuerpo con sus dientes, y se despertaba
gritando.
Hago una mueca.
—Entonces, fue a ver a esta “bruja”. —Hace comillas en el aire con la palabra “bruja, y me
sonríe. —Ella tenía esta nueva tienda de antigüedades, vendía atrapa sueños y algunas otras
cosas. Ya no tiene la tienda, pero vive cerca de una vinería en Marrowstone. Las personas
todavía van a verla. De cualquier manera, ella no dijo que Kit necesitaba un talismán para alejar
los sueños. Primero, nos dio un atrapa sueños. Por supuesto, no funcionó. Así que regresamos
con ella la siguiente semana. Nos dio esas piedras después, dijo que Kit tenía que ponerlas
debajo de su almohada y ellas atraparían los sueños.
Greer me tiende una botella de agua de la hielera. Abre y bebe de la suya, y noto que sus labios
dejan una marca rosa fresa en su botella.
—Cuando las piedras no funcionaron regresamos, y cuando el tónico no funciono regresamos, y
así una y otra vez. Finalmente cuando fuimos con ella por quinceava vez, nos hizo sentarnos.
Nos dijo que algo en la vida de Kit le estaba causando tener el sueño, y podíamos detenerlo
juntos.
Me siento incómoda ahora. Sé muy poco sobre la vida de Kit, y ella sabe demasiado. Me hace
sentir como que no tengo cabida en esta cosa que siento por él.
— ¿Qué hicieron? —pregunto.
—Kit dijo que a veces estaba consciente de que estaba soñando, y seguía siendo aterrador, pero
menos porque sabía que se despertaría. Así que hablamos con él sobre pelear durante esos
sueños. Herir a los leones antes de que pudieran herirlo. Estaba escéptico, pero dijo que trataría.
Una semana después vino corriendo por mí a la escuela, dijo que había hecho lo que le dije.
Destrozó a los leones, abrió sus mandíbulas con sus manos desnudas. Peleó contra ellos.
— ¿Tuvo el sueño de nuevo? —pregunto.
—Sí, —dice Greer. —Pero menos y menos frecuente. A veces todavía lo tenía antes de irse de
PT. Pero conquistó alguna clase de miedo inconsciente y ya no estaba asustado de eso.
—Ah, —digo.
Ahora que la historia terminó, no estoy segura de porque me la contó. Y entonces hizo clic. La
noche que Kit y yo caminamos hacia el edificio de mi apartamento. Yo preguntándole sobre
tener un tatuaje inspirado en Greer. “No le temas a los animales”. Ese era el suyo. Me sentí
enferma de celos. Mucho más significado que una flor, o una cruz, o incluso su nombre. Es su
historia. Su vínculo. ¿Y qué derecho tengo de estar celosa? Ni siquiera es mío. No estoy en la
cadena de novias; Della lo está.
—Va a estar en Santa Fe la siguiente semana, —dice Greer.
— ¿Qué? ¿Cómo sabes?
—Es la boda de su prima. Estoy invitada, y amaría si vienes conmigo como mi cita.
Sacudo mi cabeza. —No. No puedo. Della estará…
—Della no estará ahí, —me dice Greer. —Es el cumpleaños de su madre o alguna mierda
parecida.
Me siento culpable de olvidar el cumpleaños venidero de su madre. Solía ser muy cercana a su
familia.
—De cualquier manera, no está bien. No puedo hacer eso. Ellos son una familia, ella y Kit.
—No hasta que estén casados, —dice Greer. —Y tenemos un amplio tiempo para evitar que eso
pase.
—Está mal, —digo.
Greer se encoge de hombros. —Adáptate. —Se pone de pie y se acomoda su brillante camiseta
morada contra el fondo. —Vamos a caminar, —dice. —Dejemos la plática sobre Kit y Della ¿de
acuerdo?
Me pongo de pie también, y la sigo. Hacemos medio camino hacia la colina antes de detenernos.
Y entonces decidimos que mejor iremos a conseguir algo de chocolate caliente. O chocolate. O
no caminar.

Un día después, un e—mail llega a mi bandeja de entrada. Es de Greer. Lo abro para encontrar
un boleto de avión hacia Santa Fe.
— ¿Qué es esto? —llamo para preguntarle.
—Eres mi cita ¿Recuerdas?
—Creo que nunca acepté esto. De hecho, estoy segura que no lo hice.
—No seas una cobarde, Helena. Tienes que pelear por lo que quieres. ¿Nadie te ha dicho eso?
Nadie lo había hecho, y no se sentía bien pelear por algo que alguien más ya había reclamado.
Pienso en maneras de librarme de ello toda la semana, pero al final empaco una pequeña maleta
y pretendo que hago esto por Greer. Todo lo que llevo es un vestido beige; de hecho, la mayoría
de mi ropa es beige, y crema y blanca. Colores claros que no son afectados por el calor de
Florida. Pero ahora vivo en Washington, y solo soy una perra beige con demasiados pares de
pantalones cortos.
Aterrizamos en Santa Fe a la mitad de la tarde, y nuestro taxi nos lleva a través de las calles
antiguas de la ciudad, y mis ojos están amplios. Se ve como cualquier otro lugar. La mayor parte
de América se ve como América, pero Santa Fe se ve como Santa Fe. Lo amo y estoy asustada
de ello. Le pregunto a Greer sobre la prima de Kit que va a casarse, y me dice que su nombre es
Rhea y se va a casar con un chico llamado Dirt.
—Es un artista. Hace cerámica de tierra sagrada.
— ¿Es por eso que se hace llamar Dirt? —pregunto.
—Su nombre ya era Dirt; solo fue a una búsqueda de sí mismo, y entonces incorporó su nombre
a su arte.
Quiero reír, pero me doy cuenta que es la parte contadora de mí la que quiere reírse del trayecto
de Dirt. Como alguien que es tan poco artística y lo intenta demasiado, respetaré la visión
creativa de Dirt. Tal vez aprenderé de ella.
Nos registramos en un moderno hotel, con sus suelos irregulares de hormigón y muebles
desvencijados. Greer me dice que de hecho es realmente caro quedarse aquí porque es toda una
experiencia auténtica.
—Era una mansión española en 1800. ¡Estás durmiendo en la misma habitación donde se
quedaron los conquistadores! —dice emocionadamente.
Miro a mi alrededor a las paredes parchadas, y al pie sangrante que obtuve por el piso roto y me
siento afortunada de vivir en el siglo 21.
—Refréscate, —dice Greer. —Podemos visitar la ciudad.
Estoy fresca. Pero me cambio, pongo una bandita en mi dedo y me coloco brillo de labios.
—Uh uh, —dice Greer cuando salgo de mi habitación. —No vamos a ir a un grupo de “Mi mamá
y yo”.
Busca en su maleta y saca un vestido negro sin mangas con borlas corriendo desde debajo del
brazos hasta el borde.
—Este no es tu estilo para nada, —me río. —No puedo creer que compraste eso.
—Tienes razón. Lo compré para ti. Es tu estilo. —Me lo tiende.
—Greer, nunca en mi vida he usado algo como esto. No es mi estilo.
—No porque no lo hayas usado no significa que no es tu estilo. Algunas personas son demasiado
reservadas y se atoran en sus costumbres para realmente saber qué es lo que les queda.
Está bien. No tengo nada que perder, así que me pongo el vestido. De pronto tengo pechos y
trasero.
—Ugh, —dice. —Te ves tan fea. Tal vez debas quitártelo.
Le hago una cara. No soy estúpida. Aprendo rápido.
Vamos a un bar elegante. Bebemos vino elegante. Bailamos música de los ochentas. Mi cabello
es un desastre, enredado y atorado en mi cara. Y cuando me balanceo también lo hacen mis
borlas, así que me balanceo. Dios, esto es divertido. Della nunca quiso bailar porque la hacía
sudar. Greer está bailando tanto que puedo ver el sudor corriendo por su cuello.

Y entonces Kit entra. Y no dejo de balancearme. Le lanzo un beso, y bailo con Greer y lo veo
mirarme. Mi corazón duele solamente de verlo. Nunca quise nada tanto en mi vida. Se ve
diferente, pero sé que probablemente eso no es cierto. Mis ojos son diferentes. En mis ojos, Kit
se hace más hermoso cada vez que lo veo.
— ¿Él no sabía que iba a venir? —le pregunto a Greer.
—Oh al contrario, —dice Greer. —Él me pidió que te trajera.​
Capitulo Veintisiete: #LaBodaDeMiMejorAmiga

—Oye, corazón solitario. ¿Quieres ir a dar un paseo? —Eso es lo primero que me dice después
de todo este tiempo. Meses y meses. ¿Quieres ir a dar un paseo? Kit y sus paseos.
Realmente, realmente quiero ir a dar un paseo, ya que este bar es caliente, y hay demasiada
gente, y necesito respirar aire limpio. Todas estas cosas son secundarias al hecho de que quiero
caminar cerca de él.
Dirijo el camino fuera del bar, mis hombros todavía moviéndose con la música. Escucho la risa
de Kit detrás de mí. Se enrolla alrededor de mi corazón y hace que lata más rápido, un jinete en
el corazón. Él piensa que soy graciosa. Supongo que siempre lo ha hecho. No soy muy divertida,
sólo muy torpe. A medida que salimos, pienso en el hecho de que está dejando a sus amigos
detrás —las personas que no ha visto en mucho tiempo, para ir a dar un paseo conmigo, el fin de
semana de la boda de su prima.
El aire de Nuevo México no tiene el mismo sabor que el aire de Florida. Cuando nos golpea en la
cara no me estremezco. Huele seco y a tierra. Pienso en Dirt, y me rio. Cuando Kit y yo estamos
lo suficientemente lejos de la música, lo miro con el rabillo del ojo y sonrío. En cierto modo él
luce igual. Tal vez más bronceado. Apuesto que Della lo ha estado arrastrando a la playa. Hago
un pequeño baile junto a una fuente, mientras Kit me mira en silencio. Si no lo conociera, creería
que parece que tiene un millón de cosas que decir. Y probablemente lo hace; él simplemente
nunca las dice.
Me tropiezo hacia adelante, con torpeza, y me siento a su lado, balanceando las piernas hacia
atrás y adelante.
—Oye —digo.
—Oye.
— ¿Por qué tienes esa mirada en tu cara?
— ¿Qué mirada? —Pregunta—. Esta es sólo mi cara.
—Tu cara tiene una mirada. Como si estuvieras ansioso o algo.
—Lo estoy.
Salto.
 —Estoy muy hiperactiva en este momento. Espera un momento mientras corro alrededor de la
fuente.
Kit se ríe tan fuerte que casi se cae, estirando el cuello todo el camino para mirarme.
—Olvidé lo rara que eres —dice cuando me vuelvo a sentar—. ​Eres un lenguaje muerto, ¿sabes?
No hay nadie como tú, y tú no eres como nadie.
Es un buen cumplido, probablemente más de lo que mi cerebro puede manejar en este momento.
—Entonces, ¿por qué estás ansioso? —Meto la mano en la fuente y ahueco un poco de agua en
mi mano, dejándola correr por la parte trasera de mi cuello.
—Estoy esperando la inevitable pregunta.
¿Soy tan predecible?
—Así que —digo—. ¿Estás enamorado? —Hago manos de jazz, y él me agarra las muñecas,
pero luego las deja caer rápidamente.
—Sí.
Esta vez, sin dudar. Sin ojos danzantes. Sin evitar la pregunta. Mi estómago se encoje, y mi
corazón se hace viejo y blando. No podría correr alrededor de la fuente, incluso aunque quisiera.
¿Por qué me sentí lo suficientemente feliz para hacerlo en primer lugar?
—Espera —le digo. Y luego—: Vaya.
Kit tiene gruesas pestañas, negras. Casi lo hacen demasiado bonito, pero la forma cuadrada de su
mandíbula rescata su masculinidad —dándole a todos los finos rasgos un lienzo duro y cuadrado.
Cuando él te mira, sin embargo, a través de esas pestañas, es como si estuviera transmitiendo
algo importante con sus ojos. Él no sabe el efecto que tiene sobre las mujeres. He visto el
silencioso desvanecimiento, la forma en que hace que las mujeres tropiecen con sus palabras, y
causa que sus caras se llenen de color.
— ¿Puedo usar tu teléfono, por favor? —pregunto. Kit me entrega su teléfono sin dudar. Abro la
cámara, la pongo en modo selfie, y tomo una foto de mí misma.
— ¿Qué estás haciendo? —pregunta Kit.
— ¿Qué te parece que estoy haciendo? Tomarme una foto.
—Sé eso. ¿Pero por qué?
Él observa mientras me mando la foto. Dejé mi teléfono en la habitación del hotel, pero ahora
desearía haberlo traído. Podría enviarle un SOS a Greer.
—Tomo fotos de mí misma cuando experimento grandes momentos en la vida. Las nombro y la
guardo en un álbum. —Él hace una cara y sacude la cabeza. Sus ojos están bailando, sin
embargo, pensando, pensando, pensando.
— ¿Cómo nombrarías el momento que acabas de experimentar?
Miro la foto que acabo de tomar: rizos en espiral se pegan directamente a los lados de mi cabeza,
mi moño está torcido, y el rímel decora la parte inferior de mis ojos, como moretones negros.
Luzco un poco desesperada, un poco enojada.
—A la mierda el amor —le digo. Estoy mirándolo desafiante. Él retrocede como si lo hubiera
golpeado, la sonrisa volviéndose una mueca.
—A la mierda el amor —digo de nuevo. Kit no entiende. Él está sacudiendo la cabeza como si el
amor no mereciera palabras crueles. Quiero encontrar a Greer, salir de este lugar. Alejarme de
Kit, que se toma un año para ganar mi amor, y un año más para destruir mi corazón.
—Helena —dice él—. No es así.
— ¿Ya has visto a Greer? ¿Tu viejo amor Greer? ¿Ya no estás enamorado de ella? Sólo te tomó
un año enamorarte de Della, y…
—Basta —dice.
Tengo lágrimas ahora. Lágrimas estúpidas y repulsivas.
— ¡Estoy enamorada de ti —grito, e inmediatamente me arrepiento! ¿Por qué una persona
sentiría la necesidad de gritar algo así con todos sus pulmones?
El silencio lo consume todo. Es una cosa del dolor. Sigue, atraviesa, y hiere como un cuchillo sin
filo. Una confesión tan simple. La conmoción en su cara, no puedo soportar verla. Es
vergonzoso. Me vuelvo para irme. Un paso o dos, y luego salgo corriendo. Mi cabello se suelta y
fluye detrás de mí. Hace que mi escape más pesado de lo que ya es.
Él no me llama como los hombres hacen en las películas. Mis pasos son los únicos que escucho.
No hay persecución, ni romance. Y en ese momento pienso en lo más tonto, una línea de La
Boda de mi mejor amigo. “Lo estás persiguiendo, ¿pero quién te está persiguiendo a ti?
No voy al bar. Vuelvo al hotel y empaco mis cosas. Una camisa aquí, una camisa allá, lanzadas
en mi bolsa de lona. Me apresuro a empacar todo, tratando de no pensar en lo que acaba de
ocurrir. ¿Cómo quemé mi relación con Kit y Della en ese irresponsable momento? Salpico agua
en mi cara, y salgo corriendo para encontrar mi taxi Y, cuando llego al aeropuerto, me doy
cuenta de que soy una corredora. La vida se calienta y yo empaco mis cosas y me voy. Es nuevo,
pero también lo es ser un adulto. Estoy aprendiendo acerca de mí misma. ¡Pero oye! Hice lo que
vine a hacer. Así que soy una corredora consumada. Greer ha estado haciendo estallar mi
teléfono por las últimas tres horas. Me pregunto si me vio salir del bar con Kit. Si lo encontró
cuando ella no pudo encontrarme. ¿Él sentía todas las viejas cosas cuando la veía, o su corazón
está firmemente en Della ahora? Le envío un mensaje y le digo que me voy a casa.
Greer me envía un mensaje en respuesta: Él va para allá.
Miro a mi alrededor, en pánico. Ya atravesé seguridad. No puede llegar a mí. ¿Y por qué lo
querría? Ya estoy tan avergonzada. Le dije lo indecible al novio de mi mejor amiga. Agarro mi
bolsa de lona en mi pecho y cuento hacia atrás a partir de mil. Me estoy derrumbando. Estoy
muy herida. Me siento como un fracaso y rara. Y entonces abordamos, y pido una bebida sin
mezclador. Y sé que estoy usando un vestido de zorra, y mi cabello es un desastre, y la gente está
mirándome. Pero no pueden ver mi corazón. Si pudieran ver mi corazón, entenderían por qué mi
rímel está manchado
Capitulo Veintiocho: #Calabacita

Es otoño, en una acera, en una ciudad que amo. Es un mes después de la boda. Mi vergüenza
casi se ha asentado, aunque he pasado un montón de tiempo ​no​ pensando sobre lo que le dije a
Kit. Este mes soy una escritora. Documento mis días en una serie de publicaciones de blog que
realmente nunca publico. El blog se llama Que Se Joda el Amor. No estoy segura cuál es el
propósito, salvo ser un diario de mis sentimientos y también se siente bien. No tienes que salir al
ojo público con la escritura como con las acuarelas o las aves de arcilla o dibujar un árbol. El
fracaso en privado es mucho más cómodo. Mentalmente estoy planeado una publicación en el
blog que se llame: No Conseguí Joder A Mi Amor, cuando escucho mi nombre ser llamado. Me
giro alrededor para buscar en la acera. Y entonces ahí está él, el amor que no conseguí joder, el
viento frío levantando su cabello, su sonrisa revocándome. Mi corazón está acelerado y enojado.
No está de acuerdo con todo el resto de mi cuerpo, que se está girando hacia él. ​No, no,
no,​ golpea.

— ¡Dios mío! ¡Kit! ¿Qué estás haciendo aquí?

—Hola, corazón solitario.

Un dolor quema en mi pecho mientras mi corazón sucumbe ante él.

Caigo en su abrazo, presionando mi rostro contra su chaqueta de cuero. Huele a gasolina.

—Estoy tan nostálgica —digo—. Estoy tan contenta de verte.

—Yo también estoy nostálgico —dice. Trae sus dos manos enguantadas a mi rostro y me mira a
los ojos—. Entre otras cosas.

Repentinamente lo siento; nuestro extraño último encuentro viene a mí arrastrándose. Alejo la


mirada y me deja ir.

Estamos en un escenario ahora y se siente extraño. Hay otros humanos flotando alrededor de
nosotros. Por un minuto solo fuimos Kit y yo.
—Entonces —digo.

—Entonces —dice.

Mi corazón late rápidamente. Me pregunto dónde está Greer. ¿Sabe que está él aquí? ¿Está aquí
por ella?

— ¿Della está…?

—No —dijo él—. Vine solo. ¿Quieres dar un paseo?

Me río y sacudo mi cabeza.

—Dios. Sí… seguro.

Caminamos por la Main Street pasando compradores y madres empujando sus carriolas. Trató de
captar la mirada de alguien. Quiero transmitir, usando telepatía, que estoy con el hombre que
amo y no puedo tener. Un auto pasa por un charco y tengo que saltar para evitar que me salpique.
Salto hacia un lado y tiró a una pequeña anciana. Kit y yo nos apresuramos para ayudarla a
levantarse y empiezo a llorar porque estoy preocupada que le haya roto la cadera.

—Oh cariño. Ya me ha pasado eso. Estoy hecha de metal. —Golpea su cadera y su rodilla, y
también su cráneo, lo que me pone realmente preocupada. Nos deja preocuparnos por ella por
unos minutos, pareciendo disfrutar la atención, luego nos dice que somos una pareja realmente
linda y que deberíamos pasar el resto de la tarde besándonos. Me sonrojo ante la idea, pero Kit
solo se ríe y sigue el juego. Con nuestra nueva amiga, cuyo nombre es Gloria, mirándonos, Kit
toma mi mano y me lleva hacia otra parte.

—No quería decepcionarla —me dice—. Lo hice por Gloria

 
—Gloria ya no puede vernos —digo—. Entonces, ¿por qué todavía sostienes mi mano?

Me sonríe, pero aun así no me deja ir. Pasamos una tienda de helados y me mira.

—Está demasiado frío para un helado —digo. Pero realmente quiero uno y lo sabe.
— ¿Quién dice?

No lo sé. ¿Mi mamá? ¿La sociedad? Que se jodan.

—Tráeme de brandy de albaricoque —digo. No me amontonó en la calidez de la tienda; me


quedo en la acera donde lo espero a que regrese.

— ¿Estás… aquí por Greer? —pregunto cuando me pasa un cono.

Luce confundido. Una gota de helado aterriza sobre su mano—. ¿Por qué estaría aquí por Greer?

Limpio el helado de su mano con mi servilleta.

—Porque ella era la indicada. Gran amor, amor verdadero, amor joven, primer amor…

—Gracias, Helena. Entiendo la idea. Y no, no estoy aquí por Greer.

—Oh —digo.

Caminos un rato en silencio. El helado se vuelve mi enemigo. Estaba sosteniendo mi mano cinco
minutos atrás, pero ahora está sosteniendo un helado.

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —digo abruptamente.

—Te lo dije. Estaba nostálgico. Necesitaba regresar y hacer algo de búsqueda espiritual.

—Oh. Pero…

— ¡Helena!

—No más preguntas —digo. Hago la seña de sellar mis labios, después lo cual los ojos de Kit se
arrastran por mi boca y me sonrojo.

—Nos dimos un tiempo —dice—. Las cosas se volvieron…

— ¿Qué?

No quería verme como un castor ansioso, pero así estaba. También sé cómo van estas cosas.
Como las parejas caen dentro y fuera de una relación, pero siempre parece que se quedan juntas
al final. Cuando Neil me engañó, traté de encontrar maneras de justificar mentalmente, volviendo
con él. Si podía salvar la relación, no parecería como si hubiera perdido años de mi vida con la
persona equivocada. Salvamento era lo que quedaba para cubrir mis errores.

—No lo sé —dice finalmente—. Las cosas fueron mal. Incluso si tienes algo fuerte, los celos lo
destruirán.

Retengo todas las palabras, todas las preguntas. Estoy familiarizada con los celos de Della. Más
familiarizada con la inseguridad que golpea como un martillo contra cualquier cosa que la
amenaza.

— ¿Dónde te estás quedando? —pregunto.

—Tengo un lugar aquí —dice.

Lo miro por el rabillo de mi ojo. No lo sabía.

—Como que, solo lo mantienes aquí. En caso de…

—Pertenecía a mi tío. Cuando murió, me lo dejó a mí.

—Oh. —Aclaro mi garganta. Hay tanto que no sé y eso me entristece—. ¿Y cuánto tiempo te
quedarás?

Me mira entonces y repentinamente sé que la gente es de lo que verdaderamente necesitas tener


miedo. Gente con ojos que comunican. Gente que puede lastimarte tan fuerte que desearías
nunca haber nacido.

—Todo depende.

Me tropiezo con una grieta en la acera y Kit se estira para estabilizarme.

— ¿De qué?

Mientras espero que me conteste, noto lo largo y rizado de sus pestañas, la inclinación hacia
abajo de sus gruesos labios. Alejo la mirada para enfocarme en algo más; un pastoso hot dog a
medio comer sobre la acera, una mujer con calcetines que no combinan asomándose por sus
zapatos. Cosas que no me hagan sentirme mareada.

—En cómo sea recibida mi verdad.

Estoy a punto de pedir que explique más, cuando dice que se tiene que ir.

—Tengo que encontrarme con mi mamá para comer. Está tratando de hacer que me mude de
regreso.

—Oh —digo. Ya me gusta su mamá—. Las mamás generalmente saben lo que es mejor para ti.

— ¿Ah sí?

—No —digo—. Si se parece en algo a mi mamá, probablemente no deberías escucharla.

Se ríe.

—Nos vemos pronto, Helena.

Poco tiempo después, tengo noticias de Della. Della, de quien no he escuchado en meses. Me
manda un mensaje para decir que rompieron después de una pelea que tuvieron. Cuando no
contesto sus mensajes de inmediato, me llama.

— ¿Está ahí, Helena? ¿Sabes si está allí?

Veo mi propio rostro en el espejo cuando le contesto; luzco como un humano detestable. No
quiero estar en el medio de lo que sea que está sucediendo entre ellos. No quiero traicionar a uno
por el otro.

—Deberías llamarlo —digo—. Recuerdo que ha desaparecido antes.

—Lo he llamado. Oh Dios mío, Helena, llamo cada cinco minutos. Solo me dijo que necesitaba
algo de tiempo fuera. No sé cómo hacer las cosas. Ni siquiera sé cómo pagar mi hipoteca.
Puedo escuchar las lágrimas, el moqueo, la Della que se sienta en bata y come chocolate y se
preocupa. Me siento culpable por no estar ahí, pero no. No soy la muleta de nadie. Estoy
aprendiendo a caminar por mí misma; ellos también necesitan aprender.

—Puedes resolver las cosas hasta que regrese —digo—. Tu mamá te ayudará.

Hay una larga pausa antes que diga:

— ¿Lo has visto?

—Sí —digo—. No hace mucho. Caminando por la calle. Iba a ver a su mamá.

— ¿Te dijo algo? ¿Sobre mí?

—No realmente. Solo que se están dando un tiempo.

Della empieza a llorar. Alejo el teléfono de mi oído y muerdo mi labio vigorosamente. Estoy
sintiendo dos cosas: pena, que es una cosa verdaderamente horrible y condescendiente para sentir
por alguien y oportunismo. No quiero que lo recupere. No quiero que lo convenza que puede ser
diferente. Sé que no puede serlo.

—Estarán bien —le digo—. Si necesita tiempo para resolver las cosas, tienes que dárselo. No
llames cada cinco minutos tampoco. Trata de pasar algo de tiempo… pensando. —después que
colgamos, me envía un mensaje agradeciéndome y también rogándome que la llame si escucho
algo. Quiero decir que no soy su informante personal. Me siento enferma. Enferma por Della,
enferma por mí misma. Un poco enferma por Kit, pero no mucho. Se merece sufrir.

June me manda mensaje para decirme que vio al bebé de Neil en la tienda de víveres y que su
cabeza luce como una calabacita.

¿Es un niño o una niña? pregunto.

J: ¡Es una calabacita!

La noticia del bebé de Neil luciendo como algo que puedes encontrar en la sección de
productores de la tienda de víveres debería hacerme feliz. No siento nada. No me importa
disfrutar de la fealdad infantil. No me importa pensar en Neil en absoluto. ¿Qué significa eso?
¿He superado mi dolor? Y, ¿la calabacita es una fruta o un vegetal?
Capitulo Veintinueve: #LosHombresDicenMentiras

Justo estoy saliendo del trabajo cuando me llega un texto de Kit. Es una fotografía de una
escalera cubierta de hojas rojo brillante. La conozco. He pasado por ahí en alguna ocasión.
Camino sin pensar realmente en ello, y cuando llego ahí, mis pasos flaquean. Encuentro a Kit
Isley, sentado en la escalera inferior, su cabeza inclinada hacia el suelo. Está usando una
chaqueta azul de marinero y hay gel en su cabello. Las hojas se revuelven a su alrededor, el
suave temblor del rojo moteado. Un pequeño tornado a sus pies. Suspiro. Está bien apreciar algo
hermoso, siempre y cuando sepas tu lugar. Deseo poder tomar una fotografía de él sentado entre
las hojas carmesí. ¿Y por qué no puedo? Saco mi teléfono y tomo una fotografía que puedo decir
desde ahora que saldrá borrosa.

—Hola, — me dice.
—Hola a ti. —
Se levanta con las manos en sus bolsillos. — ¿Tienes hambre?—
—Alguien me dijo alguna vez que siempre tengo hambre. — sonrío. Kit me devuelve la sonrisa,
pero no llega hasta sus ojos. Me preguntó si habló con Della. Nada como una buena dosis de
Della para limpiar toda tu alegría. ​Eso fue mezquino,​ pienso, pero también es cierto.

Comenzamos a caminar, parece saber hacia dónde está yendo, así que lo dejo guiarme. He
llegado a considerar estas calles como mías, pero en realidad son de Kit. Yo solamente seguí a su
sombra hasta aquí.
—Sabes, — dice. —Siempre pensé que eras hermosa, pero este clima te sienta muy bien.
Cabello salvaje y chaquetas de invierno. —
—Ese es un cumplido que solamente un escritor puede dar, — digo. Ni siquiera puedo mirarlo.
Me quiero arrojar desde el borde de un edificio, frente a un auto en marcha. Estoy nerviosa de
repente, ajustando mi bolso, mi cabello, mi cara.
— ¿Helena...? —
— ¿Sí...? ¿Qué? —
Sonríe, a sabiendas. Me hace sentir tan transparente. Soy tan vulnerable bajo su mirada, desnuda
emocionalmente.
—Cállate, — digo. —No me conoces. —
—Tal vez. Pero no pienso que alguien pueda. —
— ¿Qué significa eso?— Estoy lista para sentirme ofendida. Tan lista. Lista como Crista. Lista
como...

—No eres fácil de conocer. Eso no es algo malo, así que deja de mirarme de esa manera. —
—Esta es solamente mi cara, — digo. —Es como me veo siempre. — He pillado vistazos de mi
rostro en el espejo antes, cuando tengo confusión emocional. Todas las líneas de mi rostro
resaltando, mis ojos asustados.
Se ríe fuertemente. Me gusta hacerlo reír. Realmente me gusta.

—Entonces, obviamente que los cumplidos me hacen sentir súper incómoda. No soy difícil de
conocer. Soy realmente simple. Ni siquiera sé quién soy todavía. —

— ¡Helena!— Dice Kit. —Estaría preocupado si dijeras que te conoces. ¿Sabías que Albert
Einstein nunca uso calcetines?

— ¿Eh? —

—Tenía una mente compleja. Nunca dejaba de pensar, pero los calcetines complicaban su vida.
Así que simplemente no los usaba. —
Pienso en el mendigo de Seattle, al que le gustaron los calcetines que yo no estaba usando. No
estoy segura de por qué estoy pensando en eso. O por qué Kit está hablando acerca de calcetines.
Oh Dios mío, concéntrate Helena. Sacudo la cabeza, esperando impactar a mi cerebro para que
pueda volver a funcionar.

— ¿A dónde vamos?—

—A comer, — me dice.

—Sí, eso lo sé. ¿Pero a dónde?


—Confía. —

Lanzo's de la familia Lanzo. Esta gente sabe acerca de comida. No confié en él. Gruño todo el
camino hasta ahí y después reviso el menú suspicazmente. Se llama estar hambrienta. Kit me
sonríe todo el tiempo, aun cuando me como todo el pan. Sus ojos están fijos en mí mientras
pruebo el primer bocado. Deja su propia comida sin tocar hasta que sabe que me gusta la mía.

—Ah, buena, Santa madre de...—

—Shhh. — dice. —Son católicos. —

—Zeus, — concluyo.

Aún no ha tocado su comida. Da un trago a su vino, observándome.

— ¿No vas a comer?— Pregunto

—Ya comí. —

— ¿Entonces por qué estamos cenando?— Pregunto.

—Para que puedas alimentarte, — dice.

Deslizo su plato hacia mi lado de la mesa. —Kit, sé que tienes algo que decir. Así que dilo.
Porque estoy comiendo por estrés, y en verdad me gustaría detenerme. —

Puedo sentir el espagueti embarrándose contra mis mejillas, pero no voy a limpiar esa mierda
hasta que él me diga por qué estamos aquí. O por qué está aquí. O...

Desliza una servilleta sobre la mesa. Al principio pienso que me está diciendo que me limpie la
cara, pero después comienzo a atragantarme. No puedo leer las palabras porque mis ojos están
llorosos. Nuestro mesero viene a preguntar si me encuentro bien. Kit asiente calmadamente, sus
ojos fijos en mí. No está sonriendo. Se supone que debo dejar de toser. Toso un poco más para
comprarme más tiempo,

Tuve un sueño. No te cases con Della.


— ¿En dónde conseguiste eso?— pregunto. A pesar de que sé en dónde. Tan idiota, Helena.
—Sabes dónde, — dice.
—Estaba borracha. —
—Lo estabas. Pero te conozco. Eres extra honesta cuando estás borracha. —
Él llama al mesero. —Otra copa de vino para la dama, — dice.
Me río.
—Eres tan tonto. —
—En la boda...— dice
—No, no, no, no, no, — Interrumpo. Quiero levantarme e irme, pero el mesero está ahí con mi
vino, bloqueándome el paso.
—Helena, cállate y escucha. —
—De acuerdo. — tomo mi vino y me sumerjo en él.
—No debí haberte dejado huir de esa forma. Estaba un poco en shock. —
—Ay Dios mío, hace tanto calor aquí, — digo, ignorándolo. Miro alrededor, abanicándome.
—Estoy enamorado de ti, Helena. Debí habértelo dicho entonces, pero te lo estoy diciendo ahora.
Lo siento. —
¿Lo siente?
— ¿Sientes estar enamorado de mí?
—Siento no habértelo dicho. Concéntrate. —
— ¿Terminaste con Della?—
—Della y yo terminamos, sí. —
—Porque...—
—Porque estoy enamorado de ti. —
 Hay un zumbido en mis oídos. —Creo que tal vez hay algo malo con el vino. Soy alérgica. —
—Eres alérgica a las emociones, — Dice Kit.
—Tengo que irme, — le digo levantándome. —Espera. ¿Ella lo sabe? ¿Le dijiste eso que acabas
de decirme?—Es la primera vez que ve hacia otro lado

—No. —
— ¿Entonces estás enamorado de mí en secreto? ¿Y viniste hasta aquí para decírmelo? ¿Y si no
te correspondo, entonces podrás regresar con Della? Sin daño, sin falta. —
—No. No es así. No quiero lastimarla. —
— ¿Sigues enamorado de Greer, también?—
—Ay Dios mío. No, no estoy enamorado de Greer. — Salta y me jala para que me siente en mi
silla. No pienso haber estado más asustada en mi vida. O enojada.
—Helena...—
—Deja de decir mi nombre. —
— ¿Por qué?—
—Siento mariposas, y no confió en ti ni en tus mariposas. —
 
—Sus labios se juntan como si estuviera encontrando todo esto muy divertido. —No se supone
que admitas que te hago sentir mariposas. —
—Toma su teléfono y empieza escribir un texto. Estoy a punto de preguntarle a quién está
enviándole un texto en un momento como este, pero entonces veo su nombre en mi pantalla.
K​: Probaremos esto, dice.
De acuerdo
K: ¿​Recuerdas el día que me enseñaste a hacer huevos?
Sí...
Lo miro. Su cabeza se dobla sobre su pantalla, y está sonriendo.
K: ​Fui a casa y comencé a escribir. Una hora contigo y sentí como si la inspiración por
la que había estado esperando toda mi vida me llegara toda de golpe.
¿Por qué no me lo dijiste?
K:​ ¿Por qué habría de hacerlo? Eras la mejor amiga de mi novia. Y estabas con Neil. Lo
tomé por lo que era. Eras mi musa.
Estoy apretando mis dientes tan fuerte que puedo escuchar el chasqueo. Kit deja de enviar textos
para empujar la copa de vino hacia mí.

K: ​Helena, Te amo. Estoy enamorado de ti. Di algo...


Los hombres dicen mentiras.
Y después me pongo de pie y salgo caminando antes de que pueda detenerme.
Capitulo Treinta: #ConSaborACorcho

No sé a dónde ir. Presiono las palmas de mis manos en las cuencas de mis ojos y respiro el nítido
aire, a pino. Me siento comprimida. Estoy doblando mis emociones como un pedazo de papel, un
cuadrado diminuto, en un cuadrado diminuto, en un cuadrado diminuto. Cuando están plegados
lo suficiente puedo dejarlos en algún lugar del rincón de mi mente, para ser olvidado. Así es
como lo enfrento, ¿verdad? Y a veces, en un día como hoy, me imagino que mi cerebro está
lleno de cientos de sentimientos bastardos que no voy a reclamar.

Estoy en la acera mirando de izquierda a derecha, preparada para el acelerón. He olvidado mi


abrigo en el interior del restaurante, lo cual es lamentable porque hace frío. Temo que él va a
venir después de mí, y también tengo miedo de que no lo haga. ¿No estoy segura de lo que es
peor en este momento? Tengo que salir de aquí para que pueda pensar. Agacho la cabeza y meto
mi teléfono en mi bolsillo trasero mientras me dirijo hacia los muelles. Es tarde para Port
Townsend. Estoy mareada por el vino; mis extremidades se sienten flojas como los espaguetis
que estaba comiendo. La mayoría de las tiendas que están a lo largo de la Main Street han
cerrado por la noche. Unos pocos rezagados caminan por la acera con sus perros, preparados
para el clima más frío. Envuelvo mis brazos alrededor de mí misma, y trato de sonreír mientras
los paso. Estoy en un apuro, y se mueven fuera del camino para mí.

El paseo hasta el puerto deportivo está a diez minutos; corriendo a seis. No estoy usando el
calzado adecuado, y me duelen los pies. Me detengo cuando llego a la Belle, mi favorito. Ella es
la solitaria entre los otros barcos artesanales y trabajados en troncos rústicos molidos. Ella hace
que todos los otros barcos se vean como si se esforzaran demasiado.

El corcho del vino está en mi mano. Lo giro alrededor de mi pulgar una y otra vez mientras miro
el agua. Ni siquiera sé cómo llegó hasta allí. Esto siempre encuentra su camino en mis manos
cuando estoy en dificultades. Es tan estúpido, sostener un pequeño trozo de corcho como si fuera
una manta de seguridad. Alzo mi puño por encima de la cabeza, dudando solo un momento antes
de tirarlo al agua. Y entonces me pongo a llorar porque realmente amo mi corcho de vino. Al
diablo. Me quito los zapatos y enderezo mi moño. No tiene sentido enderezarlo, pero se siente
como si debería, como un boxeador crujiendo su cuello antes de bailar en el ring. Estoy a punto
de sumergirme cuando alguien me agarra por detrás.

— ¡Helena! No seas loca. —Kit me arrastra hacia atrás desde el borde del muelle. Me esfuerzo
por alejarme de él.

—Quiero mi corcho del vino —le digo. Me doy cuenta de lo loco que suena. Lo hago. Pero casi
no puedo ver más, sólo una pequeña mancha en la superficie de toda esa tinta. Kit no me mira
como si estuviera loca. Agacha la cabeza y entorna los ojos, señalando el corcho del vino, que se
deriva cada vez más lejos.

— ¿Ese?

—Sí —le digo.

Él se quita la chaqueta y los zapatos, sin apartar los ojos de la mancha en el agua.

— ¡Oh Dios mío! ¡Kit, no! Es sólo un corcho de vino. —Espero hasta que él ya está bajando al
agua para decirlo, sin embargo. No quiero que él cambie de opinión. Cuando se empujaba de
regreso al muelle, el agua está corriendo por los ojos, y está temblando. Si atrapa neumonía y
muere, va a ser mi culpa. Y luego voy a odiar a mi corcho del vino. Pero todavía lo tengo.

—Tenemos que conseguir secarte —le digo. Miro hacia atrás hacia la fábrica de conservas.
Greer estará en casa. Estoy pensando en Greer. Viéndola. Ella viéndole. Él viéndola. Todos
juntos. Tan extraño. Además, no quiero compartir a Kit.
—Vamos a salir de aquí —dice—. Vamos. —Me ayuda a ponerme el abrigo. Meto corcho en el
bolsillo, pero sólo se siente como una cosa ahora. La acción dominó la cosa. Kit lo hizo...
Caminamos las pocas cuadras hacía su apartamento. Me sorprende cuando se detiene delante de
uno de mis edificios favoritos y se saca una llave. Es el edificio azul cielo recubierto con flores
podadas. Tan cerca de la fábrica de conservas estoy sorprendida Greer nunca lo mencionó.
Tomamos un ascensor que huele a pintura fresca. Kit está goteando por todo el suelo, dejando
charcos. Lo miro con simpatía, y se ríe.

—Estoy bien. Lo haría de nuevo sólo para mostrarte que lo harí​a.

Madre de todas las santas mierdas.

Me da la sensación de mareo, los ojos nublándose, como lo que viene con un muy buen beso.

Lo sigo al salir del ascensor a su departamento y espero con ansiedad mientras abre la puerta.
Estoy inquieta. Me importa lo que Greer pensará, y Della también. Y mi madre. Y la madre de
Kit. Estoy a punto de poner una excusa para no seguirlo cuando se da la vuelta y me sonríe. Ni
siquiera recuerdo lo que estaba pensando hace un segundo. El apartamento del kit está desnudo,
excepto por un sofá de cuero y unas cajas apiladas en una esquina, la cinta sigue sellando su boca
cerrada. Todo es nuevo y recién pintado; el brillante suelo de madera, recién pulido. Hay un
pesado revestimiento de madera en las paredes, cuadrados dentro de cuadrados. Kit desaparece
en el dormitorio para cambiarse de ropa, y me acerco a la ventana para mirar hacia abajo a Port
Townsend. La lluvia está muy próxima ahora. Me gusta la forma en que hace que todo brille. Yo
estuve en unas vacaciones con mis padres en Arizona una vez, la típica peregrinación familiar en
el Gran Cañón. Manejando a través de las ciudades todo parecía lo mismo para mí, llenas de
polvo y enmarañadas. Quería plantar un bol gigante de agua en todo el estado y enjuagarlo.

— ¿Qué opinas? —pregunta Kit. Salto, dándome la vuelta. Él está llevando un jersey gris y
vaqueros.

—Bonito —le digo—. En realidad, bastante de ensueño. —Me aparto para que no pueda ver mi
sonrisa.
— ¿El apartamento o yo?

Mi sonrisa se convierte en un ceño fruncido. No es justo que siempre me atrape.

—Ambos. —Suspiro. Cuando me giro me está mirando. Se ve cansado y sexy.

El asiente. —A mi tío le encantó. Él restauró todo el lugar. Era propietario del edificio y dejó a
cada uno de sus sobrinos un departamento cuando murió.

— ¿Cómo murió?

—Cáncer de páncreas. Tenía cuarenta y cinco.

Me siento en el sofá, y él va a la cocina a preparar café. Mientras se prepara, enciende la


chimenea, y sin pedirme permiso para moverme primero, empuja el sofá por el suelo hasta que
estoy en frente del fuego. Me gusta la forma en que solo hace las cosas. Sin mi permiso. Él sólo
se conoce a sí mismo. Envidio profundamente eso.

— ¿Cómo supiste llegar a los muelles? —pregunto.

—Publicas fotos allí todo el tiempo. Es tu lugar para ir.

— ¿Soy tan transparente? Dios, no respondas a eso.

Se sienta a mi lado. —Algunas personas prestan atención.


Luego pone la palma de su mano en su pierna y me mira esperando que yo la sostenga. Lo hago.
Dios, es tan mandón. Realmente, estoy mortificada.

—Escucha —dice—. Puedes pretender que nunca ocurrió lo del restaurante. Lamento si decirte
eso que te hizo daño. Esa no era mi intención.

— ¿Cómo sabes acerca de mi sueño?

Aprieta mi mano, sus cejas juntándose.

—Dijiste que tenías uno, y me imaginé como sería el mío.

—Eso es imposible. Las cosas que escribiste fueron las cosas que realmente soñé.

Kit se encoge de hombros. — ¿No podemos compartir el mismo sueño?

Trago saliva y miro hacia otro lado. —No lo sé.

Me aprieta la rodilla a sabiendas. —Voy a por el café mientras te ocupas de tu sobrecarga de


emociones.

—Dos de azúcar —Le grito después de él.

Es curioso, pero a la vez no. ¿Cómo sabe eso?

Y así es como terminamos la noche. Sentados en el sofá frente al fuego, bebiendo café y
escuchando el sonido de las voces de los demás. Después, Kit me acompaña nuevo a la fábrica
de conservas y me da un abrazo de despedida. Della ha estado bombardeando mi teléfono: doce
mensajes y cuatro llamadas perdidas. Siento culpabilidad fluyendo en mi estomago. ​Ellos no
están juntos,​ me digo. Pero eso es un razonamiento pésimo. Una pendiente resbaladiza. La
conozco desde que éramos niñas. Mi lealtad se supone que es con Della; las chicas antes que las
pollas. ¿Eso es aún realista? Los seres humanos buscan la conexión por encima de todo, y están
dispuestos a destruir las cosas para alcanzarlo. Decido no responder a Della. No hasta que haya
tenido tiempo para procesar lo que dijo Kit. Pongo mi teléfono en silencio y me meto en la cama
como una mujer culpable.
Capitulo Treinta y uno: #NoTocar

Cierro la galería la noche siguiente, luchando para no dejar caer el bolso o las bolsas de basura
que estoy sosteniendo, cuando me llega un texto de Kit. Su tono de textos es un silbato de tren.
Cada vez que escucho el silbido miro a mi alrededor, alarmada por su origen. Me hace reír,
aunque siempre estoy ligeramente avergonzada de mí misma. Kit ha enviado una foto. Dejo que
todo caiga a la acera. La imagen es de su edificio, los colores crema y azul esbozados en frente
de un cielo gris. ¿Acaba de tomarla? Se siente como una invitación sexual, a pesar de que nunca
le he dado sexo. ¿Qué me hace si voy?

Me tomo mi tiempo caminando por la calle principal, deteniéndome para mirar vidrieras de
tiendas, mientras examino cuidadosamente la calidad de mi corazón. Está en profundo conflicto
con mi mente. Me siento débil y tonta. Egoísta. Desleal. Me siento como el tipo de chica del que
otras chicas hablan. Me detengo en la esquina, tengo una decisión que tomar. Puedo continuar
hasta la fábrica de conservas, o puedo cruzar la calle y visitar a Kit Isley.

Está esperando en la planta baja para dejarme entrar al edificio. Intercambiamos sólo una mirada
mientras entro. Puedo oler de inmediato gasolina y pino. Lleva una camisa atlética de color azul
oscuro con ribete amarillo alrededor del cuello.

— ¿Cómo sabrías que vendría?

—No lo sabía. Tenía la esperanza.

​ e paso casi todos los días luchando contra mis sentimientos por él, haciendo en mi
Esperanza. M
cabeza la idea de no verlo nunca más. Por la noche, me retiro como papel mojado. Mi voluntad
empapada, y mi moral manchada.

Escaleras arriba, tiene la chimenea encendida, y puedo oler algo delicioso.

— ¡Cocinaste!—exclamo.

—Algo que atrapé con mis propias manos.


—Mmmhmmm. He oído eso antes—me quedo fuera de la cocina para comprobar su plan, pero
me agarra la parte superior de los brazos y me aleja.

—Dame un minuto—dice él—. Casi está listo.

— ¿Cómo sabes siquiera que estoy hambrienta?—pregunto, porque parece lo correcto para
preguntar ahora.

—Siempre estás hambrienta.

Tiene razón.

Unos minutos más tarde trae dos platos y los coloca en bandejas de televisión que todavía tienen
las etiquetas del precio colgando de ellas. Vuelve a la cocina por el vino.

—Tienes habilidades—le digo. Sonríe mientras sirve vino y me lo pasa.

—Eso es de los viñedos de Marrowstone—digo—. Caída de tu relación. Por cierto Gracias por
decirme al respecto. Ella casi tuvo una crisis nerviosa cuando fuimos.

Kit se encoge de hombros—. Puedes recordar las cosas malas de un lugar, o puedes recordar las
buenas. A veces están atadas juntas. Eso lo hace aún más interesante.

—Dicho—digo, mientras chocamos copas.

Él no me deja limpiar. Apila los platos en la cocina y llega a pararse junto a la ventana conmigo.
Port Townsend está cubierta de niebla. Rueda calle abajo, comiendo la visibilidad. Lo siento a mi
lado. Es cursi pensar que uno puede sentir a una persona, especialmente si está claramente al otro
lado del país como lo estábamos antes. Pero lo sentí. Y ahora que está a mi lado, estoy abrumada
por lo intenso que es estar junto a él.

—Esto se siente incorrecto—digo con calma.

— ¿Por qué?

—Sabes por qué—me volteo para mirarlo.


—No se siente incorrecto para mí—dice—. Se siente correcto—imita mi acción y se gira hacia
mí, por lo que estamos enfrentados.

— ¿Cómo se siente?

Kit Isley es un pie más alto que yo, así que cuando lo miro, y estamos cerca, tengo que inclinar la
cabeza hacia atrás.

— ¿Recuerdas cuando nos conocimos?—pregunta.

Sí, en cierto modo lo hago. ¿O no? Un par de meses atrás, antes de que se volvieran serios.
Recuerdo estar esperando fuera del apartamento de Della. Iban tarde. Todo el mundo tenía que
reunirse en su casa por pizza y el juego. Ella nos iba a presentar a su nuevo novio. Él subió las
escaleras frente a ella, llevando las cajas de pizza, con una gorra de los Seahawks. De inmediato
hizo que mi cabello se sintiera muy rizado. Sólo por existir. Debido a que era hermoso.

Él había dicho mi nombre justo después, como si me conociera.

¿Cómo lo has sabido?

Eres exactamente como Della te describió.

¿Cómo se me había olvidado eso? Todos estos meses de obsesión, y me había olvidado de que él
me reconoció de forma inmediata.

—Sí, lo recuerdo—digo suavemente—. La noche que vimos el juego de los Seahawks… en su


apartamento.

Los ojos de Kit son suaves y somnolientos cuando me mira—. No—dice—. No, esa no fue.
Piensa de nuevo.

Mi cabeza se sacude de nuevo—.No, allí fue. Lo recuerdo.

Las comisuras de los labios se levantan lentamente—. Nosotros ya nos habíamos conocido.
Simplemente no lo recuerdas.
— ¿Antes de esa noche?

Él asiente. Busco en mi mente, hojeando mis recuerdos. Mis ojos están fijos en el hueco en su
garganta que se encuentra por encima de la clavícula. ¿Me había topado con ellos en alguna parte
antes de conocerlo oficialmente como su novio? ¿En una cita tal vez? No se me ocurre nada.
Levanto los ojos de nuevo a su cara y muevo la cabeza.

—Fue en un bar—dijo—. Estabas ebria.

— ¿Cuándo?—estar en un bar siendo estudiante universitario era bastante común. También era
común para mi estar ebria y no recordar la mitad de los sucesos de la noche.

—Seis meses antes de ser presentados oficialmente.

— ¿Y me recordabas?

Él asiente con la cabeza, y yo quiero ponerme de puntillas y saborear su boca.

—¿Qué bar?

—Mandarin Hide.

Mandarin Hide. ¿Recuerdo haber ido? Los bármanes usaban tirantes y chalecos, como lo que
Kit vistió en…

​ us tirantes—digo.
—T

Él asiente—. Los tenía del Mandarin. Los llevé al nuevo lugar.

Había ordenado el Cerdo Ciego de Tito’s porque me había gustado el nombre. Della bebía
sidecares a mi lado. Pero ella no me hablaba. No, ella estaba hablando con un tipo que se acercó
a ella, lo que no era raro en absoluto. Cada vez que salíamos juntas, esperaba pasar la mitad de la
noche divirtiéndome a mí misma mientras que Della se divertía con los chicos. En esa noche, un
hombre de rostro fresco en un traje se acercó a ella. Ella me había dado la espalda a coquetear
con él, y, de repente, estaba sola en un bar. Recuerdo pedir otra bebida. El barman era agradable.
Me hizo otro cerdo ciego y luego me trajo un Redbull y lo dejó delante de mí.

​ regunté.
¿Para qué es? P

Él sonrió y señaló la espalda de Della. ​Va a ser una larga noche. ​Lo bebí agradecida y sentí una
extraña conexión con él.

—Ese eras tú. El barman que me dio la Redbull.

— ¿Lo recuerdas?

—No estaba ebria—le digo—. Y fuiste agradable. Pero tenías…

—Barba—termina.

—Sí. Santa mierda—me aparto de él y miro por la ventana. Me juré a mí misma que nunca
olvidaría esa noche. En mi neblina de alcohol, había visto Della tan claramente, dispuesta a
darme la espalda por un extraño. ¿Cómo un extraño que me dio un Red Bull también lo vio y
mostró compasión? Me sentí observada.

¿Cómo te llamas? ​me había preguntado. Y luego lo había repetido. ​Helena. Es hermoso.

—​ ¿Entonces, ese es el bar en el que conociste a Della?

Él aparta la vista—. Sí—dice—. Ella vino unos minutos después de eso. Comenzamos a hablar.

—Por eso recordabas mi nombre. Ese día fuera del departamento de Della.

—Sí.

—Wow.

Lamo mis labios. Mi boca está seca. De repente deseo tener un Cerdo Ciego de Tito’s para
calmar mis nervios.

— ¿Tienes alcohol?—pregunto—. Algo, como, fuerte.


—Tengo una botella de tequila—dice.

—Perfecto. Tráela completa.

Se va a la cocina, y lo contemplo deslizarse por la puerta principal. ¿Cuánto tiempo haría falta
para que subiera el ascensor? ¿Iba a venir detrás de mí? Por supuesto que lo haría. Y conseguiría
empaparme por nada mientras intentaba huir. Decido permanecer seca.

Kit trae un plato de limas con la botella, y un poco de sal. Nos sentamos frente a la chimenea y
hace tres shots para cada uno, la botella de tequila y plato de limas entre nosotros. Pasa la sal,
hay más contacto con los ojos de lo que normalmente sería cómodo. Tengo la tentación de mirar
hacia otro lado, cambiar de tema, reír histéricamente. Pero el tequila me da valor, y no rompo el
contacto visual con él. Nos sentamos a la luz del fuego ya que la luz de la cocina no puede llegar
a nosotros, y Kit todavía tiene que comprar lámparas. Fuera, la lluvia y el viento han recogido,
un susurro suave del noroeste del Pacífico. Es una noche de fuego y agua, metafórica y
físicamente. El callar de neumáticos cortando a través de charcos en la calle de abajo. La luz del
fuego parpadea en la frente y los labios de Kit, calentando su piel. Quiero tocarlo tanto que me
tiemblan las manos. Estoy en el purgatorio emocional, el arriba y el abajo, el bien y el mal. Estoy
tratando, estoy tratando, estoy tratando de no...

Tocarlo.
Capítulo Treinta y dos: #BañeraDeTipaDura

Kit me toca. Extiende la mano con un dedo bronceado y lo extiende a lo largo de mi pómulo. Me
estremezco involuntariamente.
—Cuando la luz te golpea aquí, te ves...
— ¿Qué? —​​Pregunto. Estoy toda enrollada en el interior. A la espera de que él me diera permiso
para soltarme.
Suspira y aparta la mirada.
— ¿De verdad quieres que lo diga? Cuando trato de decirte cosas te molestas.
—Porque no estoy segura de lo que estás haciendo o lo que quieres —le digo.
—Estamos saliendo y conociéndonos el uno al otro.
— ¿Cómo amigos? —Pregunto.
—Por supuesto.
— ¿En serio? Nada de “negocios graciosos”.
—No sé qué son los “negocios graciosos”. Puedo preguntárselo a mi abuela; ella dice eso a
veces.
Sorbo por la nariz. Kit niega con la cabeza.
—Estoy bien con sólo estar cerca de ti, por ahora.
¿Cómo pueden palabras como esas no ejercitar a tu corazón? Respiro por la nariz. Todas las
cosas que siento están tan mal, pero no sé cómo detenerlas. Tal vez yo no debería ser beige.
— ¿Porque eres una persona disciplinada? —Pregunto rápidamente—. ¿Y puedes mantener las
cosas estrictamente entre amigos?
Kit ladea la cabeza y me mira con los ojos entrecerrados.
—Sí, sí puedo.
— ¿Te gustaría poner eso a prueba? —Mi garganta está seca, pero lo digo de todos modos.
Los ojos claros de Kit me están observando cuidadosamente. La belleza en ellos me da coraje, el
deseo de poseer esos ojos.
— ¿Qué tienes en mente? —pregunta.
—Ve a sentarte en el sofá y cierra los ojos."
— ¿En serio?
—Kit —digo, señalando mi rostro—. Este es mi rostro serio. Ahora, ¿quieres hacer esto o no?
Él hace lo que le pido, caminando hacia el sofá, y luego cerrando los ojos. Ahora que no me está
mirando puedo asustarme un poco. Lleno mis mejillas de aire, abro mucho los ojos, y articulo la
palabra ​joder​ con la boca, antes de dar un paso adelante.
Hey, hey Helena, tienes que terminar lo que empezaste.
Subo a su regazo hasta que estoy a horcajadas sobre él. Él no abre los ojos, pero se extienden por
la sorpresa detrás de sus párpados.
—No los abras —le digo—. O pierdes.
Sus manos vienen inmediatamente a mi cintura.
—No estoy seguro de si hay una manera de perder cuando hay una mujer a horcajadas sobre ti
—dice.
—Shh —digo. Mis mejillas están tan calientes que probablemente se podría freír un huevo sobre
ellas.
Miro su cabello, luego sus ojos, y luego sus labios. Sus manos están sosteniendo mis caderas;
este es probablemente el contacto más físico que he tenido con él. Si tuviera que abrir los ojos y
ver mi cara, todo esto se desmoronaría. Corrección: Me desmoronaría. Soy casi incapaz de
concentrarme. Dios, ¿qué es? ¿Un horno humano? Me aclaro la garganta y me inclino hacia su
oreja.
—Hagas lo que hagas, Kit Isley —digo en voz baja—, no me beses.
Quiero reírme de la forma en que su nuez de Adán se mueve de repente en su garganta. Esto es
una locura.
Eres una jodida tipa dura, Helena​, me digo. ​Podrías guardar pequeños roedores en tu moño,
joder. Además de la cuestión.​
Me concentro y me inclino hacia su cara. El lujo es que no tengo que cerrar los ojos, y puedo
mirarle todo lo que quiera. Puedo tocarlo si quiero; estas son mis reglas. Levantando la mano,
trazo la línea de su oreja a la ligera hendidura en su barbilla. Se le pone la piel de gallina; se
dispersan a través de sus antebrazos bronceados. Animada, me inclino más hacia delante y le
beso la comisura de la boca. Muy suavemente. Muy lentamente. Aspiro su aroma mientras lo
hago, y su cuerpo se pone rígido.
—Sé disciplinado, Kit —susurro—. No me puedes besar. —Mis ojos se agitan cuando me aparto
un poco para pasar al otro lado de su boca. Esto es más difícil de lo que pensaba. Me está
mareando. Lo beso de nuevo, y puedo sentirle tragar saliva. Luego me muevo a su labio inferior,
tomándolo entre mis labios y tirando un poco. Entonces me aparto y lo miro. El pliegue entre sus
cejas es profundo. Una barrera de concentración. Está trabajando duro. Envuelvo mis manos
alrededor de la parte posterior de su cabeza y le inclino la cabeza hacia arriba mientras me pongo
de rodillas. Sus manos están en la parte posterior de mis muslos—​caliente, caliente,
caliente.​ Entonces bajo mi boca a la suya, rozando mi boca abierta contra la suya, alejándome,
rozando, pellizcando, apartándome. Uso la lengua para burlarme de él, lamiendo a lo largo de la
parte inferior de sus labios.
Esta es mi primera experiencia real con tensión sexual, y apenas puedo recuperar el aliento. ​Dios​,
él sabe como se ve. Lo beso plenamente, sólo presiono mi boca contra la suya. El profundo
suspiro solo se desliza hacia fuera.
De repente siento su mano en la parte de atrás de mi cuello. ​¡Jodidas manos de horno!
Y ese es mi último pensamiento. Me atrapa en su boca, me tira de lleno en su regazo, y me besa
 tan profundamente que gimo en su boca. Lisa, embriagada, mareada, con los ojos vidriosos: mi
cuerpo está tan listo para lo que sea que quiera hacer que me siento avergonzada. Me aparto de
su boca y manos, y salgo de su regazo en un tropezón. Retrocedo tanto como me deja la
habitación ir, chocando con la pared. Quiero abrazar la pared, o que la pared me abrace a mí.
—A la mierda —digo en su dirección general—. No tienes disciplina. —Mi camisa está
colgando de mi hombro, y mi moño está pendiendo desde mi izquierda. Se inclina, todavía
sentado en el sofá, y pone su cara entre sus manos.
—Eso no es verdad. Me gustaría una repetición.
Carcajeo y alcanzo a cubrir mi boca, atrapando el resto de mi risa detrás de mi mano. Kit se
recuesta cuando escucha mi risa y sonríe.
—Ven aquí, Helena —, dice él. Él levanta su mano hacia la mía. Voy hacia él. Quizás corro.
Probablemente no, porque eso no es genial.
Brinco a su regazo y él está levantándose, y él me atrapa, sus manos alrededor de mi trasero.
Luego él me acuesta lentamente en el sofá, antes de inclinarse él mismo sobre mí. Nos besamos
así por un largo tiempo. Besos lentos con mis manos en su sedoso cabello. Se siente como un
sueño —tan familiar—pero ninguno de nosotros lo presiona más allá. Es suficiente con sentir su
peso y probar su boca, y ahora él está listo, presionado contra mi entrepierna. No sabía que era
capaz de besar a alguien por tanto tiempo. Ni siquiera sabía que me gustaba besar. Quizás no me
gustaban las cosas lo suficiente porque las estaba haciendo con la persona incorrecta. La única
razón por la que dejamos de besarnos es porque alguien está golpeando en la puerta de Kit. Él se
rueda lejos de mí y luego me pone en mis pies. Ambos estamos de pie en medio de su sala,
completamente desorientados.
—Deberías responder a eso —, dije.
—Está bien. ¿Así que lo escuchas también? No estaba seguro de si era mi corazón.
Tan cursi, pero no puedo evitar amarlo. Apunto hacia la puerta —. Voy a umm… ir al baño.
— ¿Por qué? —, preguntó él.
—Porque. No lo sé. Siento que no debería de estar aquí.
Kit se rasca la parte de atrás de su cabeza —. Está bien. Podemos hablar de eso después. ¿Crees
que estén abollando mi puerta por golpear tan fuerte?
Me reí y lo empujé hacia adelante —. ¡Ve! —, le dije.
Me lavé la mejilla en el lavamanos y traté de enderezar mi cabello. No estoy pensando en la
persona de la puerta hasta que su voz me atrapa. Greer. Inmediatamente busco una ventana por la
cual pueda saltarme. Estoy dispuesta a caer a mi muerte con tal de no estar aquí en ese momento.
Las ventanas del baño de Kit están selladas. Me siento en la tina y trato de cubrir mis oídos. No
es mi problema, no es mi problema, no es mi problema.
Pero lo es. Al menos un poco por lo menos.
— ¿Por qué no me dijiste que regresarías? —pregunta ella. Sí, yo quiero saber eso también.
Levanto el jabón y lo huelo.
—No sabía que tenía que hacerlo —, escucho que Kit dice —. Escucha. ¿Podemos hacer esto en
otro momento?
La voz de Greer se vuelve insolente. Nunca la había escuchado ser así de insolente con alguien
—. ¿Me estas echando, Huh?
—Greer, no es eso. Solo has venido aquí y has hecho una abolladura en mi puerta con tu puño.
—Bien —, escucho que ella dice —. Solo quería decirte que mientras no estabas, Roberta se
murió. No quería mandarlo en un texto.
— ¿En serio? Pudiste habérmelo dicho.
No puedo dejar de olfatear el jabón. Como, solo lo estoy sosteniendo bajo mi nariz, y estoy
sentada en una tina de baño, soy una psicótica.
—Bueno, ahora lo hice.
— ¿Cómo? —, pregunta Kit.
—Ella fue atropellada.
Oh Dios, espero que estén hablando de un perro. Si yo tuviera mi corcho de vino, esta cosa con
el jabón no estaría pasando. Ellos hablaron por otro minuto, y luego escuché que la puerta se
cerrara. Kit me llama de la sala. Cuando yo no salgo de inmediato él toca la puerta.
— ¿Estás bien?
— ¿Quién es Roberta?
Él intenta con el picaporte.
—Ella era nuestro perro. ¿Quieres hablara de ello?
— ¿Qué tipo de perro era?
—Un poodle.
Bajo el jabón —. ¿Tenías un poodle que se llamaba Roberta?
—Soy un chico genial —. Salgo de la bañera de Kit y abro la puerta.
—Me siento extraña estando aquí. Tienes una novia que es mi amiga, y vivo con tu antigua
novia, y estoy muy saturada en esta situación como para estar besándome contigo.
—Siento haberte puesto en una situación difícil —, dice él —. Pero no lamento haberte besado.
O que me hayas besado. No lo lamento.
—Lo has dicho —. Traté de morder mi labio para evitar sonreír.
—No lo siento. Solo necesito que lo sepas —, él dice otra vez —. Yo no…
Salto y presiono mi mano sobre su boca. Él se ríe y besa un lado de mi palma.
—Tengo que irme —, dije —. Fue bueno besarte.
Él me abraza fuertemente antes de irme, simplemente besa mi frente —. Déjame encontrarte. No
corras.
Camino a casa lentamente.
Cuatro llamadas pérdidas y ocho mensajes de Della. ¿Qué diablos estoy haciendo?
Capitulo Treinta y tres: #Lugares

Cada noche, justo antes de que cierre la galería, la pantalla se enciende para notificarme que
tengo un mensaje. ​Kit​, dirá la notificación. Me pongo nerviosa cuando aparece su nombre. Me
paso unos momentos sin mirar a mi teléfono y me distraigo con otras cosas, una grapadora vacía,
una pintura que he visto todos los días durante meses tendrá una nueva mancha de pintura para
observar, anotar que necesitamos más bolsas de basura. Durante este tiempo, un dolor aparece en
mi pecho y se construye como un mal caso de la acidez estomacal. Excepto que no es ardor de
estómago; es ardor de Kit. Cuando finalmente me quedo sin cosas que hacer, y voy hacia mi
teléfono, ya sé lo que voy a ver. Cada noche envía una imagen de un lugar diferente en Port
Townsend; un día es una estatua de Galatea, la diosa del mar, y la siguiente lo que parece ser un
viejo ascensor, del color oxidado igual a un huevo de petirrojo. Él envía una del teatro Rose, y
otro día un restaurante sucio que sirve la mejor cazuela de patata frita que he comido. El viejo
barco y el escultor de motores, un hippie "jódete" a la conformidad. Se encuentran en Main
Street, una hermosa, monstruosidad rudimentaria. Kit me envió allí ayer. A pesar de que está a la
vista, quería que la encontrara. Que le prestara atención sólo a ella en ese día en particular. Me
encanta. Cada noche después de que mi foto llega, me pongo el abrigo, cierro las puertas de la
galería, y encuentro el lugar en el que Kit está esperando. Es un juego de pistas para Kit. Y todas
esas otras cosas. Esa es su esencia. Me pregunto si Della aprecia esa parte de su naturaleza, o si
le pasa desapercibida.
 Un día en particular, Kit me envía una foto de un patio de ladrillo marrón. Cubierto de musgo
verde fluorescente, el suelo es una gruesa alfombra de hojas rojas. Me toma treinta minutos
encontrarlo, aunque esté sólo a dos cuadras de distancia.
—Bastardo —digo, cuando doy vuelta en la esquina y lo veo de pie contra una pared,
apoyándose siempre tan casualmente—. Está escondido. ¡Eso fue muy difícil!
—Ningún hallazgo que valga la pena es realmente fácil de encontrar—dice—. Lo sé por
experiencia. —Finjo no oírlo y me detengo para mirar alrededor. La belleza se apodera de
mí. Del patio, y él. Y él en el patio. Lleva puesta una sudadera con capucha a cuadros y vaqueros
rasgados, de pie entre todas esas hojas. No es una imagen que sacaré fácilmente de mi mente.
— ¿Por qué quieres mostrarme esto? —pregunto, aunque ya sé. Me está enseñando Port
Townsend.
—Es un lugar favorito. Un punto para esconderse.
No nos quedamos allí. Caminamos de regreso a su apartamento en el que me da una taza de vino
caliente, embriagador con clavo de olor y naranjas. Colocándome contra su pecho, me siento
entre sus piernas en el sofá, frente a la ventana.
—Helena —dice, en mi oído—. Me has estado dando mucha atención últimamente. Me gusta.
— ¿Porque estás tan hambriento de atención? —Me río. Incluso cuando caminamos hacia su
condominio anteriormente, las mujeres se daban la vuelta para mirarlo mientras pasaba.
 —Quiero ​tu​ atención —dice. Cierro los ojos, contenta de que no pueda ver mi cara. Miro un par
de niños caminar por la cuerda floja en la pared de enfrente.
— ¿Por qué?
—Helena, mírame.
—Ugh.
Lo miro.
—No tengo una buena razón, excepto que algo de mí responde a algo de ti.
Conozco la sensación.
—No sé de lo que estás hablando —le digo.
—Sí —dice, mirando a mis labios—. Lo sabes.
Tiene razón.
Nadie sabe del tiempo que pasamos juntos, ni siquiera Greer. En especial, no Greer. Una
mañana, cuando estamos en la cocina, me pregunta de dónde viene toda la luz en mis ojos.
—Port Townsend —le digo. Me mira por encima del borde de su taza de café.
—Es Kit —dice ella.
— ¿Qué? No. ¿Quién? —Derramo mi yogur.
La miro mientras me limpio el desorden. Su cara es neutral, pero puedo sentir algo que irradia de
ella.
—Sí —le digo.
—Vi su bolso en tu apartamento. El día que llegué a golpear su puerta.
—Oh —es todo lo que puedo pensar en decir. Mi cara está en llamas.
— ¿Volvió aquí por ti?
Me he preguntado lo mismo, aunque se siente indulgente hacerlo. Esta es su casa. Llegar a su
casa no tiene nada que ver conmigo. Por mucho que me gustaría creer lo contrario.
—Greer. No sé por qué Kit está aquí —le digo, poniéndome de pie—. Se separaron, y creo que
tenía que volver a casa por un tiempo.
Ella asiente, lentamente. —Tiene sentido. ¿Pero sabes lo que pienso? Te lastimará.
Sé eso. Lo sé.
—No puedo salir lastimado si mi corazón no está involucrado.
—Eres una muy muy pobre mentirosa, Helena.
Sé eso también.
No hablamos más de ello. Greer se va sin un adiós, y me preparo para ir a trabajar. Ella tenía
razón. Tenía que parar esto ahora. Saco mi teléfono y borro el número de Kit. Listo. Ahora no
podría enviarle mensajes primero. Qué cosa tan estúpida, pero me siento ligeramente
triunfante. Por el momento. Camino al trabajo, formulando un plan. Voy a enviarle a Della un
mensaje, la escucharé, consolaré Voy a reafirmar nuestra amistad. Chicas antes de pollas. Voy a
ser la amiga que tengo que ser, y poner mis sentimientos por Kit de lado. ¡Bien! Llego a otra
 cuadra y giro a la izquierda cuando llego el invernadero. Lo veo a unos veinte pasos delante,
caminando directamente hacia mí. Su cabeza se inclina sobre su teléfono. Tengo tiempo para dar
la vuelta y correr. Tal vez correr no es la mejor opción. Entro en el invernadero. Es mi tienda
favorita, pero solo servirá como mi escondite. Me muevo más allá de los estantes de coral rojo y
lanzas, y me dirijo a la parte trasera de la tienda. Hay una obra de arte que me gusta mirar,
colgada en la pared del fondo. Un pulpo, con las patas plegadas, tirando tinta de su boca.
—Siempre te encontraré. Incluso cuando corras.
—Eso no es raro en absoluto —digo, sin darme la vuelta. Estoy fresca como una lechuga, pero
mi corazón late violentamente—. Sólo estaba haciendo mi rutina de ejercicio por la mañana.
—Lo veo —dice—. Huyendo de mí. —Lo miro con el rabillo del ojo.
—Eso es una cosa muy egocéntrica que decir.
—Oye ¿quieres ir a dar un paseo?
—Nop. Tengo que trabajar.
—Te acompañaré a trabajar.
Me encojo de hombros.
Kit camina con las manos en los bolsillos. No hay viento hoy, pero agarro mi bolso como si
fuese a volar de todos modos. Tiene que ver con toda mi tensión. Cuando llegamos a las puertas
de la galería, nos detenemos, y cuelgo las llaves en mi dedo, sacudiéndolas un poco. Sólo para
hacerle saber. Esto es todo. ¡​Vete!​ ¡​Estoy haciendo sonar las llaves!
—Gracias por acompañarme al trabajo —digo con rigidez. Sacudo las llaves más fuertes, y se
deslizan fuera de mi dedo. Kit se inclina para tomarlas, y cuando lo miro, está en una rodilla
delante de mí. Él levanta mi mano de mi costado y desliza el anillo del llavero de nuevo en mi
dedo. No está en mi dedo anular, y estoy agradecida ligeramente. No tendría el problema de no
ser capaz de ocultar un desmayo. Él ya está de rodillas, mirándome a los ojos. Y no rompe el
contacto visual conmigo cuando se levanta.
—Me tengo que ir —le digo.
Me giro, introduzco la llave en la cerradura, todo robóticamente. Lo veo detrás de mí en el
reflejo sobre la ventana. Su voz está cerca de mi oído. Imagino que puedo sentir su aliento, pero
 es probable que sólo sea el viento. Me imagino abriendo la puerta y entrando, la galería
tragándome y presionando a Kit para que salga. La galería tendría que presionarlo para salir,
porque yo no puedo. ​No puedo, no puedo, no puedo.
—No me alejes, Helena. No estoy listo para irme.
Y qué puedes hacer en ese momento, excepto cerrar los ojos tan firmemente como te es posible y
tratar de controlar el temblor de tus extremidades. Me giro, la niña tonta que soy, y dejo que me
bese. Sostiene mi cara como si quisiera evitar que me apartara. Él no tiene nada de qué
preocuparse. Toda mi atención es...
Su teléfono suena. Eso es lo que termina nuestro beso. Estoy presionada a las puertas de cristal
de la galería. Puedo sentir las advertencias de Greer, ondas sobre ondas en tonos azules y verdes
y negros. Tengo los ojos borrosos, mi pecho dolorido ¿por qué...? ¿Anhelo? Lo observo contestar
su teléfono, nuestros ojos se encuentran, a continuación, una mirada de sorpresa llena su rostro.
— ¿De quién es este número? —Su voz es dura. No me gustaría estar en el otro lado de esa
voz. Salgo de mi aturdimiento un poco. No necesito que la galería me sostenga ya. Me enderezo,
arreglo mi pelo, revuelto por las manos de Kit.
Tengo una inquietud. Se construye por un segundo. Y entonces los ojos de Kit encuentran los
míos. Está tranquilo mientras escucha, pero puedo verlo en su rostro. Ya lo sé, antes de que
cuelgue el teléfono y lo deslice en su bolsillo. Hemos terminado sin siquiera haber empezado.
—Era Della —dice. Hay una pausa—. Está embarazada.
Capitulo Treinta y cuatro: #SoloUnSueño

Ni cinco minutos después de que hubiera llamado a Kit, Della publica una foto de un
ecosonograma a Instagram. Un esquema perfectamente sincronizado por una chica
perfectamente insegura. ​Vaya excelente manera de ir con esto, Dells​. La tituló: ​mi pequeño
estado​. Estado. Como si yo hubiera​ estado​ allí. SI SOLO HUBIERA HABIDO ALGUIEN
PARA DEMOSTRAR ESTE ESTADO. Su hashtag me aplasta: ​#OchoSemanas​. Justo antes de
que él regresara a PT. ​Oh, Dios mío​, me siento tan enferma.
Estarás bien​, me digo. ​Esto ni siquiera es un gran problema​. Salí con él, como, ¿qué? ¿Cinco
veces? ¿Cincuenta y cinco veces? Me casé con él una vez, y tuvimos un bebé, pero él no sabe
eso. Además, he pasado por esto antes. Un tipo. Una mujer que no soy yo. Un bebé. Pero, lo que
hizo Neil no se compara con esto. Neil me traicionó, seguro. Pero Neil y yo estábamos juntos
porque éramos jóvenes, y tenía sentido. ¿Realmente habíamos tenido una conexión? ¡Já! No.
Nuestra conexión fue circunstancial. Íbamos a la misma escuela, teníamos los mismos amigos.
Veíamos las mismas cosas en la televisión porque nuestros amigos la estaban viendo, y
necesitamos algo de lo qué hablar.
Kit me golpeó de la nada. Tuve un sueño que me hizo echar un vistazo más de cerca a un tipo
que de lo contrario estaba ignorando. Y a partir de ese sueño descubrí una conexión. Ni siquiera
sigo pensando en el sueño. Durante las últimas ocho semanas lo he estado viviendo.
Pero no pienso en eso a medida que atiendo llamadas, empaco algunas piezas para su envío, y
deposito cheques. Siento que me han sacado todas mis entrañas y que han sido reemplazadas con
relleno que me ha dejado rígida y entumecida, y mecánica. No me llega mi mensaje habitual de
Kit cuando es el momento de cerrar y volver a casa, así que me quedo más tarde de lo habitual.
Me recuerdo a mi abuela, que se mueve de una habitación a otra, llegando a parecer ocupada sin
realmente hacer nada.
Kit está, probablemente, en su camino de regreso a la Florida en este momento, un vaso de
plástico de vino de mierda en la mano. Pensar en él estando tan lejos hace que los músculos en
mi corazón se estiren dolorosamente. Esto no está bien. Yo no estoy bien. No hay nadie en la
calle cuando me voy. Está inquietantemente tranquilo; el único sonido es el de la lluvia y el
zumbido lejano de un generador. Es una noche fría; el viento ha estado tocando la parte superior
de las montañas nevadas y soplando en nuestra dirección. Me encojo más profundamente en mi
abrigo y miro hacia la fábrica de conservas. No quiero estar allí. O aquí. O en cualquier lugar.
Camino hacia el puerto, mis pasos determinados. En lo profundo de mi bolsillo, mi corcho de
vino se siente apretado en mi puño. No me siento tan entumecida como antes. El shock ha
desaparecido y se ha llenado con algo más filoso. Creo que se llama realización. ​¡Já!​ La Belle no
está en su lugar. Es la primera vez que he encontrado su lugar vacío. Me paro en el muelle,
temblando y preguntándome qué hacer a continuación.
—Helena.
Siempre te encontraré.​
—No te molestes —digo sin darme la vuelta. Se para junto a mí, y miramos fijamente el agua
juntos. Puedo ver mi aliento.
—Pensé que ya te habrías ido.
Baja la mirada a sus pies, y lo oigo suspirar.
—Vuelvo mañana.
—Ah.
Más silencio.
—Un bebé. Debes estar muy emocionado.
—No lo hagas, Helena. Esto es... Yo no lo tenía planeado. Tengo que ir a hablar con ella,
hacerme cargo de las cosas.
—Tienes que ir a cuidar de tu familia —digo, volviéndome hacia él—. Eso es lo correcto. Es
decir, ¿qué estábamos haciendo siquiera, Kit?
Él hace una mueca, comienza a decir algo, pero aparta la mirada, apretando los dientes.
—Estábamos haciendo algo bueno. Mis intenciones eran las de llegar a conocerte. Realmente
conocerte —dice.
—No estábamos haciendo algo bueno. Simplemente se sentía bien. Traicioné a Della. ¿Qué era
yo? ¿Tu pequeña distracción antes de que sentaras cabeza?
Está rebotando sobre los talones, sacudiendo la cabeza como si no pudiera creer lo que yo estoy
diciendo.
 —Sabes que eso no es cierto. Tenemos algo, Helena. En otra vida, habría sido un hermoso algo.
Eso duele. Dios, lo hace. He visto esa vida. Él ni siquiera sabe de lo que está hablando. ​En su
mente, sólo soy alguna posibilidad que podría haber sido, pero en mi mente, él es la única
posibilidad.
Doy un paso hacia él, lo suficientemente cerca como para ver la barba en sus mejillas. Extiendo
la mano para tocarla, y raspa contra el lado tierno de mi mano. Kit cierra los ojos.
—Hay una casa en la afueras de Washington; vivimos juntos en esa vida —digo suavemente—.
Todo es verde, verde, verde en nuestro patio trasero. Tenemos dos hijos, un niño y una niña. Ella
se parece a ti —digo—. Pero actúa como yo. —Le acaricio la mejilla, porque sé que es la última
vez que llegaré a hacerlo. Los ojos de Kit están abiertos y atormentados. Me paso los dientes a
través de mi labio inferior antes de continuar—. En verano, hacemos el amor afuera, contra la
gran mesa de madera que aún sostiene nuestros platos de la cena. Y hablamos de todos los
lugares en los que nos gustaría hacer el amor. —Lamo las lágrimas de mi labio donde se están
agrupando. Que corren en línea recta por mis mejillas, un grifo goteando—. Y somos tan felices,
Kit. Es como un sueño todos los días. —Me pongo de puntillas y lo beso suavemente en los
labios, dejando que saboreé mis lágrimas. Me está mirando con tanta fuerza que quiero
agrietarme—. Sin embargo, es sólo un sueño, ¿verdad?
Antes de alejarme, toco el pliegue entre sus ojos. No ha dicho una palabra, pero su boca está
fruncida en este ceño enojado. Tiene menos derecho a decir las cosas ahora. Lo entiendo.
—Ten —digo. Le extiendo mi puño, y levanta la mano. Dejo caer el corcho de vino en su
palma—. ¿Me haces un favor?
Está mirando el corcho; puedo ver la confusión en su rostro. Hay ciento de cosas sucediendo
detrás de sus ojos. Señalo el agua.
—Tíralo —digo.
— ¿Es este... por qué?
—Simplemente hazlo —declaro, cerrando los ojos—. Por favor.
Está luchando. Quiere decir más, pero se vuelve hacia el agua y levanta el brazo por encima de
su cabeza. Sólo puedo verlo durante un segundo antes de que desaparezca en la oscuridad.
Ahí.​ Doy un suspiro de alivio.
—Adiós, Kit —digo.
Capitulo Treinta y cinco: #MásParaQuemar

Hay días, muchos de ellos. No puedo decir lo que sucedió en esos días: con quién me encontré,
con quién hablé, lo que comí. Definitivamente no puedo recordar los detalles de mis
pensamientos, solo que mi temor sonaba alrededor de los rincones de mi mente hasta que no
pude mantenerlo dividido de cualquier cosa. Impregnada en el trabajo y en casa. En mis
relaciones con los clientes, y mis llamadas de teléfono con mis padres. Me daba miedo la vida
sin él, y eso era una triste, triste cosa.

Entumecimiento. Eso vino después. Después de semanas de sentir un dolor tan potente, eso era
un alivio. ​Es lo que es,​ me digo. Y me siento muy orgullosa de lo que hice hasta el punto de la
nada.

Pero, luego vuelve. ​Cabrón.​ No espero eso. Me despierto una mañana con el sol entrando por mi
ventana. El sol, por el amor de Dios. ¿No es esta la tierra sin sol? Giro en mi estómago y tiro una
almohada sobre mi cabeza. Y es cuando sucede. Todo viene de vuelta apresuradamente, la
intensidad de lo que siento por él, el sueño sin rodeos, hasta el ridículo sofá de Pottery Barn, y la
forma en que se fue con un gigante y gordo lo siento. Puedo ver los tendones en su cuello tensos
cuando cierro los ojos. El labio inferior que cae en un puchero cuando está pensando en algo. Sé
su olor, no el de su colonia, sino el de su piel real. Pienso en el día en su armario cuando me
atrapó oliendo su camisa. Dios, parece que fue hace mucho. Estoy tan devastada. Tan
completamente devastada.

***

Le digo a Phyllis. Es un accidente, en realidad. Estoy navegando a través de sombreros de punto


que se parecen a tapetes decorativos cuando de repente ella me sonríe desde detrás de la caja
registradora. Me pongo a llorar de inmediato. Ni siquiera es llanto normal, es un grito feo.

—El daño de esta magnitud es igual que la menopausia —me dice Phyllis. Acabo de limpiarme
la nariz con uno de los sombreros. Ella me lo quita y me entrega un pañuelo de papel—. Viene
de los sofocos. Justo cuando se siente que no puedes aguantar más, pasa por un momento. Pero
vuelve, vaya que sí.

Asiento, pero Phyllis se equivoca. Nunca pasa, y nunca se detiene. Es como un puño apretando
alrededor de mi corazón, exprimiendo todo el día. La única cosa que alivia la presión es cuando
estoy trabajando. Se puede distraer a la mente por un rato, pero cuando el corazón y la mente
trabajan juntos, son crueles. Phyllis me despacha con el sombrero que he usado para limpiar mi
nariz, como un regalo. Me toma unos días notar las miradas. La gente en la ciudad parece saber.
Estoy en el conservatorio recogiendo algo para enviar a mi madre por su cumpleaños, cuando el
propietario toca mi mano. Miro hacia arriba, sobresaltada. Casi nadie me toca hoy en día. Casi
lloro porque todo me hace llorar.

—Para que lo sepas —dice ella—, todos estábamos apoyándote.

Parpadeo las lágrimas. No puedo hablar. No sé si realmente agradecerle, así que agarro mí
compra y hago un gesto con mi cabeza hacia ella antes de salir rápidamente de la tienda. Cuando
menciono a Greer más tarde esa noche, ella me frunce el ceño.

— ¿De verdad piensa que nadie lo sabía? Esta es una ciudad pequeña, Helena. Cuando un chico
de oro como Kit sigue a una chica por la ciudad con una botella de vino en la mano, la gente se
emociona.
—No estaba... no lo hizo...

Greer rueda sus ojos. —Está claramente enamorado de ti. Lástima que dejase embarazada a esa
chica…

Sus palabras me dejas sin aliento. ¿Kit... enamorado de mí? No. Eso es de risa. Realmente me río
un poco. No he sabido nada de Kit o Della semanas. Por lo que yo sé, están pintando su cuarto
para el niño con alguna sombra de género neutro. Sólo voy a estar aquí en la ciudad mágica
lamiendo mis heridas. Bebiendo mí vino. Poco a poco muriendo por dentro. Siendo
melodramática. Aferrándome a un sueño que tuve una vez que cambió todo lo que pensaba que
quería. Le extraño tanto. Tengo demasiado miedo de mirar fotos. Demasiado miedo de recordar
la forma en que chupó mis labios como si fueran caramelos. Todo es una pendiente resbaladiza.
Sentada en la oscuridad con el vino que gotea por mi barbilla. Odiando a Della por tocarlo.
Odiándolo por dejarla. ¿Dónde termina esto? No es así. Por eso hay que dejarlo a un lado.

***
Las noticias de la boda de Della/Kit vienen cinco meses después a través de Instagram
(¡sorpresa, sorpresa!), Donde Della publica una foto de su mano recién cuidada con el título: ​¡Él
puso un anillo en ella!

Además, los pulmones de su bebé están desarrollados, y ella puede abrir y cerrar los ojos.
Sabemos que es una ella porque Della no ha dejado de anunciar eso... también en su Instagram.
Me siento enferma. Además, del título estúpido. ​#DellsVerdaderaYOriginal

También me siento mal porque yo soy tan mala de corazón. ​#LoSiento

Della no se casará hasta que haya tenido a su bebé y esté de nuevo en la talla dos. Me siento
reconfortada por eso. No es inminente, y tengo tiempo para adaptarme. En cuanto a Kit: ¡que te
jodan, vete a la mierda! Hago borrar su número de mi teléfono de nuevo, entonces me pongo a
escribir un mensaje. Quiero mandarle algo enojado y significativo. ¡Cobarde! ¡Tonto! Pero no
puedo encontrar las palabras para expresar lo que siento. ¿Cómo me siento? Toco la porción de
piel que descansa sobre mi corazón, masajeando. Duele allí mismo. Casi tuve algo, y ahora
nunca lo sabré. Nunca sabré lo que más deseo. Le escribo un mensaje.

Que te jodan, Kit.

No tarda mucho en responder: ​Helena...

La burbuja de texto aparece y desaparece. Espero, pero no llega. Me siento ignorada. Usada. Y
entonces suena mi teléfono. Un escalofrío me recorre cuando veo su nombre. Nunca he hablado
con Kit por teléfono. Contesto.

No digo una palabra, aunque sabe que estoy ahí porque dice mi nombre.

—Helena... —Puedo oír su respiración en el receptor. La respiración áspera. Me tapo la boca con
la mano libre para que no pueda oírme llorar.

—Helena —dice mi nombre otra vez—. Lo siento mucho. Por favor créeme.

Nos quedamos en el medio de eso durante unos segundos. Mi corazón sacude el adormecimiento
del día y comienza a doler.

—No es lo que quería. Te quería. No puedo escapar de esto. Este niño es parte de mí.
Su voz se rompe, y me pregunto dónde está. ¿En el almacén en el trabajo? ¿En su coche? ¿En la
casa que va a compartir con su hijo? No puedo oír nada aparte de su aspereza voz cuando dice
esas palabras.

—Lo sé —le digo.

—Soy un cobarde —dice—. He querido hablar contigo todos los días desde que me fui, y no he
sabido qué decir.
—Realmente no hay nada que decir, ¿lo hay, Kit?
 
—Sí, lo hay. Que lo ​siento. No tenía derecho a perseguirte y luego hacerte daño. No fue fácil
para mí alejarme. Encendí algo en tu corazón, y luego te dejé quemarte por tu cuenta.
Perdóname, Helena. Quería protegerte de la crueldad del mundo, no provoc​arla.

No puedo. Me agacho, envolviendo mis brazos alrededor de mi vientre. No hay una manera de
detener el dolor. Voy a tener que dejar que siga su curso. Necesito sus palabras para sellar la
herida.

—Gracias —digo suavemente.

Y después cuelgo.
Capitulo Treinta y seis: #MalasNoticias

Me despierto. Mi teléfono está sonando. Busco la luz a tientas, tirando las cosas de mi mesita de
noche—mi botella de agua y mi reloj golpean el suelo. Alcanzo mi teléfono.
Kit.
Me siento, apartándome el cabello del rostro. ¡No encuentro mi oído! ¿En dónde está? Mi moño
se ha caído al lado de mi cabeza y cubre mi oído como una gigante orejera.
— ¿Hola? —Mi voz es rasposa, llena de sueño. Busco mi botella de agua, pero ha rodado bajo la
cama.
—Helena…
Me dan escalofríos al escuchar su voz. Cuando alguien te llama en medio de la noche nunca es
algo bueno.
—Sí, ¿qué está mal? —De repente estoy completamente despierta, poniéndome de pie y
parándome junto a la ventana.
—Es Della —dice. Escucho un montón de palabras después de eso. A penas puedo encontrarles
sentido antes de que diga algo que hace que me tambalee. Pero hay algo que sobresale más que
todo—. No sabemos si lo logrará.
Voy hacia ellos—hacia los tres. Después de lanzar ropa en una bola, agarrar desodorante y
solución para lentes de contacto, despierto a Greer para que me lleve a Seattle. Tomo el primer
vuelo, y no duermo ni un segundo. Aprieto mis manos entre mis rodillas y balanceo mis pies en
el suelo hasta que mi compañero de asiento me pide que pare. No puedo evitar sentir que todo
esto es mi culpa. Es lógico, pero si hubiese estado allí, tal vez…
Kit me recoge en el aeropuerto, está parado al pie de las escaleras con los ojos delineados en rojo
y el cabello más largo de lo que alguna vez le vi. Corro, lanzándome a sus brazos abiertos, y
permanecemos así, sosteniéndonos al otro. Trato de no llorar, pero la manera en que sus brazos
caen sobre mis hombros... Dios. Lo perdí. Las personas seguro nos observan al pasar, pero
nosotros no lo notamos.
— ¿Es todo lo que trajiste? —Se refiere a mi bolsa. No me ve cuando se aparta. Limpio mis
lágrimas y asiento. Nos dirigimos al auto en silencio. Quiero preguntar un millón de cosas:
¿Cómo sucedió esto? ¿Qué pueden hacer por ella? ¿Qué estás sintiendo? ¿En qué piensas?
¿Cómo está el bebé?
Subimos a su auto. Noto el asiento en la parte de atrás, y mi estómago se aprieta. Rápidamente
me volteo. No quiero pensar sobre eso.
No es hasta que estamos en la autopista, con la lluvia cayendo de un cielo color carbón, que me
dice lo que ha pasado.
—Tuvo una embolia de líquido amniótico —dice esto, con cuidado; me imagino que justo como
los doctores se lo dijeron a él—. El fluido amniótico se metió en su torrente sanguíneo mientras
estaba dando a luz. Causó que fuera incapaz de coagular, así que durante la labor empezó a
desangrarse. Coagulación intravascular diseminada. Después de que Annie naciera, se llevaron a
Della y no me dijeron nada.
Annie, pienso. Qué lindo.
—Nos hicieron esperar por siempre. Dios, fue el día más largo de mi vida. No me dejaban verla
a ella ni al bebé. Finalmente el doctor salió y nos dijo que sus riñones habían caído, y que sus
pulmones se llenaron de fluido. La pusieron en un coma inducido para ayudar a que su cuerpo se
recuperara.
Mi reacción es más que todo interna; no quiero enloquecer enfrente de Kit y hacer las cosas
peores. Aprieto el borde de mi asiento con ambas manos mientras continúa hablando. Dios,
Della. Casi muere. Pudimos haberla perdido. Y yo no estaba allí.
— ¿Ella…? —Mi voz se corta-se rompe-como sea que quieras llamarlo.
—No lo sabemos —pausa, y de reojo lo veo limpiarse la mejilla—. Nos preguntaron si ella era
religiosa. Nos dijeron que trajéramos a un sacerdote.
Envuelvo mis brazos alrededor de mi estómago y me inclino hasta que mi frente toca el tablero.
Estas no eran el tipo de cosas que sucedían en la vida real; esto era un especial de televisión, una
telenovela. El hecho de que le estuvieran sucediendo a mi mejor amiga parecía inconcebible. No
podría ser. Llegaría al hospital y ella estaría bien, sentada en su cama sosteniendo a Annie, su
cabello perfecto y brillante, arreglado a la perfección para que todos pudieran pasar y decir
“¡Dios mío! ¡No puedo creer que acabas de tener un bebé!”
— ¿Y la bebé? —le pregunto a Kit—. ¿Annie?
—Ella está bien —dice—. Perfecta.
—Hay algo más —dice.
Dios, ¿qué más puede ser?
—Tuvieron que hacerle una histerectomía de emergencia.
Me recorre un temblor frío. Va por todo mi cuerpo hasta mis dedos. Della era de una gran familia
italiana. Su madre sólo pudo tener tres hijos antes de decirle que otro podría matarla. Desde que
puedo recordar, la madre de Della la habían estado preparando para tener la gran familia que ella
misma siempre había deseado. Su hermano mayor, Tony, era un playboy. No tenía intención de
sentar cabeza, y su hermana, Gia, era lesbiana. Nadie de la familia le hablaba a Gia, quien vivía
en Nueva York con su pareja y tres perros rescatados. Ella ni siquiera tiene perros de raza pura,
había escuchado a Della decir una vez. Ella sólo tomaba a los callejeros. Era un hecho no dicho
que Della sería quien cargara con la gran antorcha de la familia. Esto la destrozaría. Si llegase a
despertar.
Ya que es sábado, el hospital está lleno. Visitando familiares, niños sujetándose fuerte a las
manos de sus padres. Debo recordarme a mí misma que no todos están aquí por algo triste. Niños
han nacido, cálculos renales han sido removidos, vidas han sido salvadas. Kit toma mi mano y
me guía a través de los pasillos y a los elevadores hasta que estamos en el quinto piso. Todo en
este pasillo es silencioso, sombrío. Trato de ignorar los pensamientos de pánico que entran a mi
mente, pero son ruidosos. La pusieron aquí para morir, y le dijeron a su familia Católica que
trajera a un sacerdote.

Pasamos la estación de enfermeras hasta una puerta al fondo del pasillo. Estoy respirando por la
boca, asustada de lo que los olores me harán sentir. “Beggiro” está escrito en una pizarra en la
puerta. Me preparo, sostengo el aliento, aprieto los puños. La puerta se abre, y mis ojos se
concentran en la cama de hospital. Tiene cables entrelazados: rojas, blancas, todas conectadas a
maquinaria que se posan como centinelas a su lado. Son ruidosas, manifestando su condición
médica con pitidos, y clics, y zumbidos. Su madre está sentada en una silla a su lado; su hermano
duerme en una camita. Me abrazan, hablan a través de lágrimas y palabras italianas al azar que
he llegado a conocer bien a través de los años. Es solo cuando van conmigo que me acerco a la
cama y le echo una mirada a mi mejor amiga. Mi mano va hacia mi boca, y sofoco una
exclamación. Esta no es Della. No lo es.
Ella está hinchada, amoratada; su rostro es de un beige opaco, como pasta cocida. Quiero quitar
el cabello de su rostro, ¿por qué nadie ha hecho eso? Cuelga húmedo y sucio. Cuando me giro
alrededor, Kit está de pie junto a la puerta, su cabeza agachada como si mirarla le doliera. Toco
las manos de ella, que están cruzadas a través de su estómago, los restos de esmalte de uñas rosa
todavía están ahí. Están frías, así que jalo un manta para cubrírselas. ¿Cómo alguien podría saber
que tiene frío cuando ella no puede decirlo? Quiero decirle algo. Decirle que se despierte y
conozca a su bebé, pero estoy paralizada por la sorpresa.
Siento una mano en mi espalda, la mamá de Della, Annette.
—Ve a ver a Annie —dice ella—. Será bueno para ti. Della estará aquí cuando regreses. Ven a
sentarte mañana con ella.
Asiento, limpiando mi nariz con mi manga. Kit me lleva a través de su pequeña casa en Ft.
Lauderdale. Keith Sweat está sonando en la radio. ​“Pero tengo que ser fuerte, me hiciste mal.”
Repentinamente tengo un terrible dolor de cabeza. La prima de Della, Geri, está vigilando a
Annie, me dice él. No le digo que Geri usa cocaína por recreación cinco días a la semana o que
estuvo un tiempo en rehabilitación por heroína. Está leyendo tabloides de una revista en el sofá
cuando llegamos. Levanta un dedo hacia sus labios para decir que Annie está dormida. Me
abraza cálidamente y puedo oler alcohol en su aliento. Siempre me he llevado bien con Geri.
Pero no me sienta bien que beba cuando cuida a un bebé. No a cualquier bebé, pero
especialmente no este bebé. Tengo el deseo de decirle que se vaya y no vuelva. En cambio, me
disculpo para ir al baño. Es extraño ver cosas de bebé esparcidas por el espacio de Della:
columpios, moisés, suaves mantas color rosa. Cuando salgo del baño, Geri se ha ido. Kit está
parado en la puerta de la sala de estar, sus manos en sus bolsillos. No me está mirando; no está
mirando algo.
—Kit —digo. Brinca un poco y luego sacude su cabeza como si estuviera saliendo de un sueño.
— ¿Quieres conocer a Annie? —pregunta suavemente.
—Sí, eso quiero.
Me guía hacia la habitación de atrás. La casa huele a pintura fresca y antes que abra la puerta de
la habitación de Annie, ya sé que Della ha pintado la habitación color rosa. Es brillante, no el
color claro que estaba esperando. Me quedo parada ahí por un minuto, parpadeando por el color
antes de enfocar mis ojos en la cuna contra la pared. Es negra. Puedo escuchar un susurro
viniendo del interior, como si justo estuviera decidiendo despertar. Kit está parado junto a la
cuna y espera a que me acerque. Se siente… extraño. Mis pies se hunden en la alfombra. Mis
manos están estúpidamente unidas. Primero veo su Cabello, saliendo de su envoltura. Es un
cabello rebelde, un copete de negro contra la cremosa piel blanca. Sus ojos están abiertos,
vidriosos como usualmente lo están los de los recién nacidos. Su boca se abre para dejar salir un
grito y estoy sorprendida de cuán suave y amable es. La levanto. No puedo evitarlo. Es la cosa
más perfecta que haya visto alguna vez.
—Annie —digo—. Soy tu tía Helena. —Olisqueo su cabeza y luego la beso. La llevo hacia el
cambiador y la desenvuelvo. Quiero ver el resto, las pequeñas piernas de ave y los perfectos
deditos de sus manos y pies. Estoy tan absorta que olvido que Kit está en la habitación.
—Lo siento —digo—. ¿Tú querías hacer esto?
Me siento tan mal. Solo me lancé a hacerlo sin preguntar. Kit sonríe, sacude su cabeza.
—Adelante —dice—. Deben conocerse.
Eso es todo lo que tiene que decir. Soy una auténtica amante de los bebés. Kit va por su biberón
mientras cambio su pañal. A medio camino empiezo a llorar. Della. Ni siquiera ha sostenido a su
bebé. Todo esto se siente como mi culpa. Tengo que quedarme a ayudarlos. Al menos hasta que
Della se mejore. Tengo que hacer lo correcto para todos ellos. Especialmente después de todo lo
que he hecho.
Kit y yo tomamos turnos con Annie por el resto de la noche. Tomaría todos los turnos y lo
dejaría dormir, pero Kit dice que despertar con ella le hace sentir como que está haciendo algo y
necesita sentir que está haciendo algo o se volverá loco. Duermo en la oficina frente a la
habitación de Annie y cada vez que se despierta y escucho sus pequeños grititos, quiero ir
rápidamente hacia la habitación. Cuando es turno de Kit me ruedo sobre mi costado así puedo
escucharlos. Él le canta. Es tan tierno que me hace sentir de la misma forma que en Navidad,
como si hubiera demasiado bien y demasiada felicidad. Se siente tan incorrecto que estoy
escuchando lo que Della debería estar escuchando. Es como si estuviera espiando la vida de
alguien más.
El hermano de Della viene a cuidar a Annie al siguiente día. Nos trae tazas de café y frittata de
champiñones que hizo Annette. Tomamos nuestro café y tenemos una pequeña charla hasta que
Kit sugiere que le ganemos al tráfico y ya nos vayamos. No me gusta dejar a Annie con Tony; en
la preparatoria fumaba mucha hierba y les prendía fuego a las cosas. Han pasado siete años, pero
no parece como la opción responsable. Se lo menciono a Kit cuando estamos en el auto.
— ¿Cuántos años dijiste que tenía cuando hizo eso?
—Dieciséis —digo.
—Creo que podría ya haber superado esa etapa —ofrece—. Han pasado diez años.
—Está peludo —digo—. Si intenta besarla, rasguñará su rostro.
— ¿Exactamente, qué tienes en contra de Tony? —Gira hacia la carretera y empiezo a sentir
pánico. Una vez que estamos en la I-95, estaremos atrapados en el tráfico, sin ser capaces de
librarnos si algo pasa.
—No tengo nada contra él; solo no me gusta que sea quien se quede cuidando a Annie.
—Desabrochó mi cinturón de seguridad. No sé qué estoy planeando hacer… tal vez saltar desde
el auto en movimiento y correr de vuelta. Seguramente no estoy lo suficientemente loca para…
— ¿Qué estás haciendo? —Dice Kit—. Ponte de nuevo tu cinturón.
—Uno de nosotros tiene que estar con ella —digo—. Tú o yo. El otro puede ir al hospital.
Podemos trabajar en turnos.
— ¿Estás hablando en serio? —dice—. ¿Te das cuenta que Tony es de la misma sangre que
Annie?
—No me importa. Llévame de regreso.
No dice nada. Toma la primera salida y toma un camino diferente para regresar a la casa. Tony
no luce sorprendido de vernos; parece aliviando cuando le decimos que se puede ir.
—Ves eso. —Ondeo mi dedo en el rostro de Kit—. Una niñera que no está emocionada es una
niñera que no está atenta.
Agarra mi dedo y me río.
— ¿Quieres ir primero o quieres que yo vaya? —pregunta.
Miro hacia Annie, quien está dormida en su columpio y muerdo mi labio.
—Quédate —dice sonriendo—. Puedes ir mañana al hospital cuando algo de tu ansiedad se haya
calmado.
Asiento.
Observo mientras camina por la entrada de la casa hacia su camioneta, y antes que entre, se
vuelve para mirarme y levanta su mano para despedirse.
Es justo entonces cuando recuerdo lo mucho que lo amo.
Capitulo Treinta y siete: #Chile

Nunca antes he cuidado de un pequeño humano. Es todo movimiento: correr por esto, correr por
aquello. Lavar cosas, lavar al pequeño humano, nunca lavarte a ti. Es una labor que te da muy
poco tiempo para pensar en ti. Tú. Tú que todavía tienes el corazón roto. Que estás manejando
tus sentimientos incluso mientras envuelves y limpias y alimentas. Sentimiento que no tienes
derecho de tener. No piensas en estos sentimientos o les pones un nombre. Vivir, vivir, vivir.
Limpiar, amar, dormir. Todos me ayudan, pero en algún momento de la primera semana se
vuelve claro que soy la cuidadora de Annie. ​Helena sabe lo que necesita; Helena sabe qué tipo
de formula come; Helena, ¿dónde están los pañales? Helena, está quisquillosa; Helena…
Todo es verdad. Annie y yo tenemos un sistema. Averigüé que, si frotas su espalda en sentido
contrario a las manecillas del reloj dos veces, luego palmeas desde su espalda baja hasta entre
sus omoplatos, esos eructos difíciles se resuelven. Tiene una alergia a las proteínas. Noto las
erupciones en su piel y la llevo al pediatra que Della eligió, una mujer iraní de nombre Dra.
Mikhail. Ella es severa y me da una mirada extraña todo el tiempo.
—La mayoría de las madres nuevas son nerviosas y flotantes. Debió haber hecho esto antes.
—No soy su madre —digo—. ¿Debo merodear más? Confío en usted, ¿no debería confiar en
usted? ¿Cree que soy demasiado confiada? —Camino hacia la mesa donde está examinando a
Annie y la levanto. La Dra. Mikhail me da otra mirada mordaz y me quita al bebé y la regresa a
la mesa.
—Mi error. Tal vez debería prescribir algo para tu manía.

Annie tiene que comer una fórmula especial. Cuando Kit llega a casa del hospital, todos vamos a
Target así podemos comprar algo de ella. Él agarra un paquete de pañales y lo detengo.
—No me gustan esos —digo—. Gotean. —Se hace hacia atrás con una sonrisa y me deja
escoger.
—No me mires así —le digo.
— ¿Así cómo, Helena? —Pregunta—. ¿Como que realmente me impresionas? No puedo
evitarlo.
Estoy aturdida. Dejo caer el paquete de pañales y ambos nos agachamos para recogerlos. Cedo y
nos paramos al mismo tiempo; pone los pañales bajo su brazo, sus ojos nunca dejando mi rostro.
Entonces Annie empieza a llorar y ambos vamos por ella. No cedo. Le doy un codazo para
quitarlo del camino para levantarla de su asiento del auto. Él sonríe todo el tiempo.
— ¡Kit! ¿Qué?
Deja caer su cabeza.
—Nada —dice, mirándome a través de sus pestañas—. Solo que eres realmente bueno en esto.
Estoy tan agradecido que estés aquí.
Me sonrojo. Siento trepar el calor, por mi cuello y hacia mis mejillas.
—Ew, detente. Vamos —le digo. En la caja registradora, dos personas me dicen que mi bebe es
hermoso y que luzco genial. Kit solo sigue sonriendo.

Kit divide su tiempo entre Annie y Della. Yo obtengo los intermedios. Pienso un montón sobre
los viejos tiempos. Cuando bebíamos cerveza barata en bares de mala muerte y hablábamos con
emoción sobre los días cuando fuéramos mayores. Todos los grandes planes y no incluían que tu
novio embarazara a otra mujer o tuvieras el corazón roto o te encargaras de la bebé de tu mejor
amiga mientras ella estaba en coma. Nadie te dice que duele tanto ser un adulto. Que la gente es
tan complicada que terminan lastimándose entre ellos para su auto-conservación. Miro a Annie y
ya tengo miedo por ella. No quiero que el mundo llegue a ella. A veces, la sostengo cerca y lloro,
mis lágrimas mojando la parte de atrás de su trajecito mientras duerme en mi hombro.
Cuando Annie tiene unas cuantas semanas de edad, empiezo a salir de la casa con ella de manera
regular. Vamos a caminar; vamos al mercado para comprar pañales. Leo todos los libros de Della
sobre como estimularla, qué esperar de cada semana de desarrollo. Perdí tanto peso en esas
semanas que Kit empieza a traerme magdalenas y pasteles. La gente en la tienda me dice que
luzco fantástica para ser nueva mamá. ¿Cómo lo hago?
—Como pasteles y madalenas —digo. Colecciono malas miradas. Métanse en asuntos, gente. Un
miércoles, Kit no va a trabajar o al hospital. Lo veo desde la cocina donde estoy lavando botellas,
mientras juego con Annie en el piso de la sala de estar. Espero a que se vaya; casi deseo que lo
haga así puedo empezar con mi día. Pero no lo hace.
— ¿Por qué estás aquí? —pregunto con recelo.
—Bueno, es mi casa. Y es mi bebé. ¿Está bien?
Le hago un gesto y se ríe.
—Pensé en tomar el día libre. Llevarlas a algún lado. —Toca la nariz de Annie con la punta de
su dedo y soy golpeada por una ola de temor. No quiero ir con él a ningún lado. No puedo.
— ¿Por qué no van ustedes? Empacaré la pañalera para ti. —Me muevo hacia la bolsa para
llenarla con pañales y fórmula. Soy una profesional de la pañalera.
—No —dice—. Necesitas salir. Estás aquí metida todo el día. Ve a vestirte.
Bajo la mirada: pantalones de chándal y una camiseta de tirantes. Huelo a vómito y loción de
bebé.
—Está bien.
No tengo ropa limpia. Tomo algo prestado del armario de Della. Un par de vaqueros y una
camiseta azul celeste. No tengo tiempo para secar mi cabello, así que lo recojo en un moño.
Antes de irnos, saco el whiskey del gabinete y tomo un trago. Necesito algo para tranquilizarme.
No necesito que esto se sienta como una salida en familia. No somos una familia. Annie no es mi
bebé. Voy a odiar cada Segundo de este día. Lo sé con seguridad. ODIO. Horrible, espantoso y
falso tiempo en familia.
Pone el asiento de auto en la parte trasera de su camioneta y mantiene la puerta abierta para mí
mientras entro. Es repulsivo como pone la música correcta y cambia de estación en el momento
correcto. Conduce a lo largo de mi entusiasmo y para el momento en que se orilla en el lote de
tierra de un lugar que no reconozco, estoy deseando haber escabullido la botella de whiskey en la
pañalera.
— ¿Dónde estamos?
— ¡Es una granja! —dice—. Podemos recolectar nuestras propias naranjas y exprimir su jugo. Y
hay cabras.
— ¿Cabras? —pregunto—. ¿Vamos a pasar el día con cabras?
—No seas aburrida, Helena. Las cabras son asombrosas.
No me gustan las cabras. Y quiero whiskey en mi jugo de naranja. Dentro de los siguientes cinco
minutos, vamos andando hasta la entrada de la granja. Kit tiene a Annie en una cangurera
amarrado a su pecho. Es la cosa más hermosa que he visto alguna vez. Que se jodan las cabras.
Nos dan canastas y nos envían hacia la arboleda. Estoy preocupada que una naranja caiga en la
cabeza de Annie así que merodeo alrededor de Kit hasta que se da cuenta lo que estoy haciendo.
—Fuera de aquí —dice él—. Agarra algo de fruta. Yo me encargo de ella. —Me empuja hacia
un árbol.
Así que recojo fruta y los observo por el rabillo de mi ojo. Un hombre en overol, que huele a
mantequilla de maní y tiene una trenza en su cabello, lleva nuestras naranjas dentro del granero
para ser exprimidas. Somos enviados a ver las cabras. Son doce. Todos con nombres que
empiezan con la letra M. tomo fotos de Kit alimentando a las cabras. Y luego me hace
alimentarlas y me dice que no se irá hasta que toque una y lo dice en serio. En serio trato de
hacerlo. Trato tanto que Melanie la cabra brinca sobre mí, descansando sus dos patas lodosas
sobre mi pecho.
— ¡Kit! —Grito—. ¡Quítamela!
Kit ahuyenta a Melanie y le doy una mirada. Eso fue divertido y me estoy divirtiendo. Vamos al
siguiente granero donde nos dan dos vasos gigantes de juego de naranja lleno de pulpa. Nos
sentamos en dos mecedoras rojas y observamos la arboleda de naranjas arder bajo el sol,
mientras Kit alimenta a Annie. Me ofrezco a hacerlo, pero me dice que me relaje.
— ¿Qué color dirías que son estas sillas? —le pregunto. Levanta una ceja.
— ¿Rojo?
—Sí, pero ¿qué tipo de rojo? Piensa en una caja de crayones.
Pliega sus labios mientras piensa.
—Rojo chile.
—Sí —digo—. Exactamente. —Estoy pensando en el crayón que Kit me pasó en mi sueño. Él
que era azul.

Cuando nos vamos No puedo pensar en un momento profundo en nuestro día. Hubo cabras, y
risas y mecedoras colores rojo chile. Hubo un pañal explotado, zumo de naranja manchando mi
camisa, y un pequeño desacuerdo sobre la forma de amarrar a Annie en su silla. Hubo una
ilusión de una familia. Una mentira. Una cosa temporal que más tarde rompería mi corazón.
Pero, por ahora, mi corazón está en la camioneta de Kit, golpeando violentamente en mi pecho,
doliendo con todo el amor que tengo por estos dos.

Della despierta al siguiente día.


Capitulo Treinta y ocho: #Carrusel

Ella está sobre todo confundida. Me pregunta si se puede quedar en mi apartamento por un
tiempo después de que salga del hospital para que pueda cuidar de ella.
—Ya no vivo más aquí, Dells —digo suavemente—. ¿Recuerdas? Vivo en Washington ahora.
Pero me puedo quedar en tu casa contigo.
—Kit es de Washington —dice—. ¿Lo has visto?
—Sí. ¿Necesitas más agua?
Acaricio sus manos, y cepillo las marañas de su cabello. Ella gime y cierra los ojos como si fuera
lo mejor que alguna vez ha sentido. En su mayoría me quiere en la habitación con ella,
insistiendo que Kit sea el único que salga cuando necesita algo. Kit y su mamá dan un paso atrás,
colocando mi asiento junto a su cama, instándome a ser la que responda sus preguntas.
— ¿Le cuento sobre Annie? —pregunto.
—Vamos a darle algo de tiempo para ponerse al día —me dice su doctora—. Su cerebro se está
ajustando. No queremos sobrecargarla.
Así que le hablo de Washington. La profundidad del Sound, las colinas en Seattle que queman
hasta la mierda tus glúteos cuando las subes caminando. Describo el bar de champán que te sirve
fresas recubiertas en diamantes de imitación hechos de azúcar. Le cuento sobre el hombre sin
hogar que me dio un cigarrillo y un cumplido sobre mis calcetines imaginarios. Y lo que se
siente estar de pie en la cubierta superior del ferry con el aire plateado lamiendo tu rostro y
cuello hasta que casi cierras los ojos ante la intimidad del mismo. Cuando he terminado de
contarle, hay lágrimas en sus ojos, y ella se estira para tocar mi mejilla con su mano pálida.
—Estoy tan contenta de que seas tan valiente —dice—. Desearía que todos pudiéramos ser tan
valientes. —Aparto la mirada, con lágrimas en mis propios ojos. Valiente, no lo soy. Y entonces
dice algo que me hace perder el control.
—Me recuerdas tanto a Kit, Helena.
Me pongo de pie, excusándome para ir al baño. Cuando me doy la vuelta, Kit está en la puerta
observándome. Nunca lo escuché entrar. Me pregunto cuánto escuchó, y entonces no tengo que
preguntar porque mientras paso junto a él, agarra mi mano y la aprieta.
Es poco después de eso cuando ella recuerda que nosotros no estamos en los mejores términos.
Viene cuando Kit y su doctora le dicen acerca de Annie, y la histerectomía de emergencia. Me
paro contra la pared en el fondo de la habitación, con la cabeza gacha y las manos entrelazadas
en mi cintura. Nunca me he sentido tan expuesta, o me he odiado tanto. Siento que sus ojos se
mueven más allá de la doctora y Kit y se enfocan en mí. He estado sosteniendo a su bebé,
alimentando a su bebé, amando a su bebé mientras ella se consume en esta habitación del
hospital. Todo lo que queda por llegar es su resentimiento. Pero estoy preparada para ello, y no la
culpo.
— ¿Dónde está mi bebé? —pregunta, con lágrimas en su voz.
—La están trayendo ahora —dice Kit suavemente. Ella comienza a sollozar, y quiero
decir ​realmente​ sollozar. No puedo soportarlo. Dejo la habitación y corro escaleras abajo. En el
vestíbulo, choco con la madre de Della, quien estaba llevando a Annie hacia el ascensor. Annie
sonríe al instante cuando me ve y empieza a patalear. No puedo lidiar con esto ahora mismo. Le
doy a su mamá una débil sonrisa y camino en dirección opuesta. Duele. Quiero sostenerla. Ella
es mi Annie. Ella no es mi Annie.
Kit llega a casa alrededor de las diez. No tiene a la bebé con él.
—Su abuela se la llevó por la noche —me dice—. Quería tener la oportunidad de hablar contigo.
Me hundo en el sofá, metiendo las piernas debajo de mí. Estoy preparada. Mi corazón blindado.
Él se apoya contra la pared, cruzando los brazos sobre su pecho. Él no me mirará, lo que nunca
es una buena señal.
—No tienes que darme un discurso. Lo entiendo. Estaba buscando vuelos justo antes de que
entraras por la puerta. —Todo mi miedo se convirtió en ira. ¿Por qué había hecho esto? ¿Por qué
él tenía que dejarme? Debería simplemente haber venido a ver a Della, haberme quedado un par
de días, y marchado. Ahora, conozco cada curva del rostro de esa pequeña, y no seré capaz de
olvidar.
— ¿De qué estás hablando? —dice.
—De marcharme —replico—. Ahora que Della está despierta.
Kit mira sus pies y niega con la cabeza.
—Helena, eso no es lo que iba a decir en absoluto. Te estoy pidiendo que te quedes. Por un poco
más al menos. Hasta que Della esté lo suficientemente bien. Sé que es injusto, pero te lo estoy
pidiendo de todos modos.
Abro y cierro la boca en estado de conmoción. Antes de que Kit entrara por la puerta, estaba en
mi segundo vodka. Sólo vodka, no vodka con algo. Ahora, estoy pagando el precio, impregnada
de pensamientos que están nadando estilo perrito alrededor de mi cerebro inútilmente.
— ¿Quieres que qué, ahora?
—Que te quedes. Sé que es mucho pedir.
Aparto mi rostro; mis ojos buscan un vaso de vodka. ¿No había quedado nada? Sólo cubos de
hielo, tal vez, girando alrededor en su propio sudor.
—Ella no me quiere aquí, Kit. Vi su rostro.
—Ahhh, Helena. Vamos. Ella acababa de despertar de un coma y recordó que tenía un bebé.
Tuvimos que decirle que ya no podría tener más.
Cubro mi rostro con las manos. Me alegra que no estuviera allí para esa parte.
—Sabes —digo—. Soy sorprendida por ti algunas veces. De verdad lo soy.
Sus labios se tensan cuando me mira a través de sus espesas pestañas.
—Pareces ver todo y nada en absoluto.
Me pongo de pie, tomándome mi tiempo. Asegurándome de que él vea cuán casualmente
enojada estoy. Llevo unas mallas de cuero que encontré en la caja de Della de las donaciones de
buena voluntad. Hacen un sonido silbante a medida que cruzo la habitación hacia él. Kit se tensa,
y disfruto de eso, siendo impredecible.
—Me quedaré por Annie —digo cuando paso junto a él y entro a mi habitación.
La vida es un carrusel de cuatro estaciones. Impredecible en su mayor parte. Feliz. Infeliz.
Contento. Buscando. Desordena el orden, y aun así se recuperan de un momento a otro. He
aprendido que la revolución puede ser interior o exterior. Una mudanza a través del país puede
ganar perspectiva. Un cambio de corazón y mente obtiene cordura. Pero el punto es la revuelta
cuando las estaciones cambian. Aunque sólo sea para saciar tu sed de rebelión.
Capitulo Treinta y nueve: #TiempoDeCamaEnParejas

Della se sienta floja en su silla de ruedas, sus manos echas puños sobre su regazo. Está
mayormente enojada con sus manos, me dice, porque evitan que sostenga a Annie. Todavía
tengo que escucharla quejarse sobre el hecho que está atrapada en una silla de ruedas todo el día,
sus piernas delgadas aún más delgada. Y nunca ha mencionado los moretones que corren desde
su estómago hasta debajo de sus rodillas en furiosos golpes de azul y morada. Aunque, sus
manos…
Dos veces, la he atrapado sentada sobre ellas, tratando de usar el peso de su cuerpo para
enderezar sus dedos. Lloró tan fuerte cuando no funciono empezó a ahogarse. Pensé que tendría
que llamar a Kit que viniera a casa desde el trabajo para tranquilizarla. La escuché preguntar a la
enfermera de casa sobre ello después, luciendo avergonzada, aunque determinada.
—Un cuerpo no es como una pieza de papel; no puedes poner algo pesado sobre él y esperar que
se enderece. Dale tiempo para curarse —le dice la enfermera. Me estremezco ante la
insensibilidad y trato de fingir que no estoy escuchando. Por la noche, después que Kit se va a
trabajar, y estoy de responsable, froto sus manos con aceite de sésamo. Su piel está seca y
quebradiza como madera vieja. Ella cierra sus ojos y gime mientras enderezo sus dedos,
masajeando sus articulaciones y tirando de ellas con suavidad, tratando de hacer que vuelvan a la
normalidad. No es solo su cuerpo lo que es diferente; su espíritu también lo es. La Della
optimista, la chica animadora, optimista y del tipo de cantar bajo la lluvia, se ha ido. Ahora ella
es una chica estéril. Una chica torcida. Hosca, silenciosa, sus ojos han ido de un alto brillo a un
mate sin brillo. Kit y yo susurramos al respecto durante la noche y tratamos de pensar en formas
de traerla de vuelta. Arreglo que su estilista venga a la casa para lavar y cortar su pelo. Al
principio luce emocionada, pero después de unas pocas horas cambia de opinión. Se necesita que
Kit para convencerla que sería bueno para ella. En el día que está previsto que Joe venga, Della
está incluso más tranquila de lo habitual. Cuando le pregunto si quiere sostener a Annie, sacude
su cabeza para negarse. Joe toca el timbre temprano y le trae Della su café habitual y un ramo de
peonías de color rosa brillante. Lo abrazo y hago una cara cuando pregunta cómo está ella.
—Yo cuidaré de su Boo Boo —dice. Joe Bae es heterosexual; queremos que sea gay, pero es
bastante heterosexual. Siempre ha tenido una cosa por Della, que es por lo que está dispuesto a
hacer visitas a domicilio. Hoy estoy muy agradecida de que sea heterosexual.
—Coquetea más —susurro—. A ver si puedes conseguir que sonría. —Me guiña el ojo y se aleja
para encontrarla. Todo va bien hasta veinte minutos más tarde, cuando se ve en el espejo.
Comienza a llorar y le pide a Joe que cubra el espejo con una toalla. Le ruega a Joe para corte su
cabello corto, y cuando discuto, me pide que me vaya. Joe hace una cara de susto cuando estoy
cerrando la puerta. Él no sabe qué hacer. Cuando emergen una hora más tarde, Della tiene un
corte de hada. Realmente temo por mi vida. Kit va a matarme. Joe me hace una cara de ​cállate​ y
trato de sonreír y ser positiva.
— ¡Es tan diferente y divertido! ¿Quieres un poco de queso cottage y piña?
—No me importa lo que pienses —dice Della, cuando ve la expresión sobre mi rostro—. No lo
oliste después.
Ella está bien. Yo no. Su madre la limpió cuando despertó del coma. Le dijo a Kit y a mí que
tomó tres lavadas con champú para quitar el olor de su cabello. Cuando Kit llega a casa del
trabajo, no deja pasar un momento, sonriendo y tocando las piezas recortadas sobre su cabeza
como si fueran la cosa más bonita que ha visto jamás. Della sonríe, luciendo aliviada. Me oculto
en la cocina, lavando los mismos biberones una y otra vez hasta que finalmente Kit viene a
encontrarme. Espero que esté enojado, pero está hablando sobre la cena.
— ¿No estás enojado conmigo? —pregunto—. ¿Por dejarla cortarse todo su cabello?
—No. —Enciende los quemadores de la estufa, una dona sostenida entre sus labios—. Está feliz.
Si está feliz, estoy feliz.
—Está bien —digo.
—Está bien —dice—. ¿Desayuno para cenar?

Dos veces al día le hago batidos llenos con promesas. Las páginas de internet me venden
información: súper frutas iluminarán tu piel; el repollo hará que tu cabello crezca. Linaza y
Omega-3 te quitaran la tristeza. Beber mis batidos mágicos es la única cosa que hace con
entusiasmo, bebiéndose hasta las últimas gotas con su popote, y luego casi inmediatamente
levanta una mano para sentir su cabello. Siempre luce triste por un momento cuando se da cuenta
que lo ha cortado, luego pone esa mirada determinada en su rostro. Annie y yo lo observamos
todo con optimismo.
—Pronto regresará a la normalidad —le digo a Annie en nuestra caminata vespertina—.
Entonces podrás conocer a tu verdadera mamá. —Annie se ríe y mastica su comida, su cabello
travieso vuela ligeramente con el viento. Me siento culpable por decirle a Annie que la Della que
conoce no es su verdadera mamá. Tal vez es solo quien es Della ahora y eso está bien. Amará de
la misma manera a su mamá sin importar qué. En nuestra siguiente caminata, le doy una plática a
Annie sobre aceptar a las personas como son y no tratar que sean como tú quieres que sean.
Annie llora todo el camino de regreso a casa y le digo que no sea egoísta.
Las únicas veces que Della no luce triste es cuando Kit está en casa. Si soy honesta, es
probablemente el único momento que yo no me siento triste. Hombros cuadrados, lleno de
sonrisas, entra cargando flores o pañales o comida para llevar, y el alivio se dibuja a través de
nuestros rostros. Cuando entra por la puerta, se quita sus zapatos y ruge: — ¡Lucy, ya estoy en
casa! —En un acento cubano realmente horrible. Cuando Annie escucha su voz, sus brazos y
piernas empieza a moverse frenéticamente hasta que viene a levantarla, después de lo cual ya no
está interesada en el resto de nosotros. Me pone llorosa, la emoción, el hecho que siempre siento
como que soy una intrusa en sus momentos. También estoy celosa, porque nunca tendré esos
momentos. Al menos no con Kit y Annie. No son míos. Odio al sueño que me hizo pensar que lo
serían. Estoy perdida en estos pensamientos feos hasta que Kit pone sus discos. Cuando la
música está fuerte, y su pequeña familia, más una, son saludadas, va hacia la cocina para hacer la
cena, sosteniendo a Annie con un brazo y revolviendo con el otro. Esta noche, trato de no mirarlo
cantarle ella mientras espolvorea algo verde en la olla y vuelve a colocar la tapa. Es tan pequeña
en sus brazos, tan tranquila. Deseo la vida de Della.

—A veces cuando miras a Annie, luces realmente estresado. —le digo a Kit mientras lavamos
los platos de la cena. Sus ojos están concentrados en el agua, pero sonríe. No estoy segura de por
qué lavamos los trastes de esta manera cuando hay un lavavajillas. Tal vez porque nos da un
poco más de tiempo en la cocina.
—Eres demasiado observadora para tu propio bien, ¿sabes eso?
— ¿Qué estás pensando cuando la miras de esa forma?
Me pasa un plato sin mirarme.
—No lo sé. Me preocupo un montón sobre cómo voy a protegerla.
— ¿De qué? ¿Tipos como tú?
Me mira.
—Bueno, sí. Sé lo que los chicos piensan. Estoy investigando sobre escuelas exclusivas para
niñas.
Me río mientras pongo el plato en el gabinete.
—Sí la crías bien no será fácilmente cortejada —le digo.
— ¿Tú eres fácilmente cortejada? —Quita el tapón y se gira para mirarme, inclinándose contra el
lavabo.
Me encojo de hombros.
—Supongo que no. En realidad solo he tenido un novio, y me tomó años confiar en él lo
suficiente para salir con él.
—Entonces, ¿no das tu corazón tan fácilmente?
—Para nada. —Evito sus ojos. No estoy segura hacia dónde va con esto y hablar de mi misma se
siente como estar en la silla del ginecólogo.
— ¿Estás diciendo que no estabas enamorada de Neil?
Me recargo sobre el mostrador frente a él y seco mis manos en una toalla. Debería ser una
pregunta fácil de contestar, especialmente dado que ha estado dando vueltas en mi mente cientos
de veces.
—No estuve tan devastada como debería haberlo estado. He visto a mis amigos pasar a través de
rupturas y no sentí eso. Estaba herida, estaba triste, pero no sentí como que perdí al amor de mi
vida. ¿Es así… tú sabes… como si…? —Mi boca está seca. Agarro un vaso del gabinete, pero
Kit está bloqueando el lavabo. Extiende su mano, medio sonriendo y le doy el vaso. En lugar de
llenarlo con agua, se estira hacia el gabinete y saca una botella de tequila.
—Pensé que eras un tipo de vinos —digo. Me ignora, quitando la tapa de la botella y sirviendo
un trago. Puedo saborearlo, aun cuando está en su boca. Es la forma en que mete sus mejillas
después de tragar.
—No era el amor de tu vida —dice Kit, sirviendo otro trajo y pasándome el vaso.
— ¿Ah sí? ¿Nos conociste por cuánto? ¿Cinco minutos?
Cuando Kit está hundido profundamente dentro de su propia mente, te mira directamente a los
ojos. Se siente como si estuviera tratando de encontrarse en tus ojos. He visto a gente retorcerse
bajo su mirada. Tomo mi trago así puedo alejar la mirada.
—Te conozco —dice suavemente.
Te conozco; caminé contigo una vez en un sueño…
— ¿Qué? No. ¿Qué conoces? —Sostengo la parte trasera de mi mano contra mi boca para
amortiguar mi risa. El tequila no trabaja así de rápido. Estoy animada por algo más.
Detrás de Kit está la ventana de la cocina. Puedo ver autos pasando, sus luces iluminándolo cada
vez que pasan y me doy cuenta que, en algún punto durante nuestra labor de lavado, se hizo de
noche. Nunca nos molestamos en encender las luces y no hace ningún movimiento ahora, aunque
probablemente deberíamos hacerlo.
—Creo que es difícil para ti enamorarte porque te gusta el control y no puedes controlar lo que
otra persona hace o siente, así que mantienes todas tus cartas contigo.
Jadearía, excepto que posiblemente no pueda tener la razón. ¿Cierto? También, jadear es para
damiselas y yo soy un gánster.
—Palabra —digo—. Tal vez, si tuviera algo más tras lo que ir además del amor…
— ¿Cómo qué? —Pregunta Kit—. ¿Un sueño?
No jadeo, pero escucho cuando respiro. El refrigerador resuena, hielo cae en la bandeja en el
congelador, una motocicleta pasa. Extiendo el vaso para otro trago. Hay un golpe de la botella
sobre el borde del vaso mientras lo sirve, nunca quitando sus ojos de los míos.
— ¿Alguna vez has tenido un sueño como ese? —Pregunto, lamiendo el tequila de mis labios—.
¿Uno que es tan real que no puedes dejar ir? —Algo pasa a través de los ojos de Kit.
—Sí, seguro —dice él. Estoy a punto de preguntar el inevitable ​¿De qué se trató?​ Cuando la voz
de Della llama desde su habitación. Es raro que ella vaya alguna vez a la cama sin que Kit se
meta en la cama junto a ella. La mayoría de las veces él se queja sobre que todavía no está
cansado.
—Tiempo de cama en pareja —sonrío.
—Te odio —sonríe—. ¿Vas a mirar ese estúpido programa hoy en la noche?
— ¿Ese estúpido programa que te mantiene escabulléndote de tu habitación para mirarlo
conmigo? Sí.
Estrecha sus ojos y sonríe.
—Será mejor que vayas, has sido convocado.
Da una última mirada antes de dejar la cocina. Cuando está en la puerta, se da la vuelta.
—Quiero que sea como tú.
— ¿Qué? —Estoy distraída, limpiando lo último de la cocina. Lo miro por encima de mi
hombro.
—Mi hija —dice—. Quiero que sea como tú.
Siento tantas cosas al mismo tiempo, pero por encima de todo es dolor. Todavía puedo ver a
Brandi en mi mente y aun así no haría una sola cosa para cambiar la existencia de Annie.
—Entonces debiste haberla tenido conmigo —digo.
Kit parpadea fuertemente, una, dos veces, luego se va.
Guardo la botella de tequila y enjuago el vaso en lavabo, antes de guardarla en el gabinete para
borrar la evidencia de nuestra noche.
Capitulo Cuarenta: #Apesta

Kit se gradúa de su maestría. No me lo dice, y solo me entero porque sus padres envían una
tarjeta, la cual encontré debajo de la caja de huevos en la basura.

¡Felicidades, hijo!

— ¿Por qué no me dijiste?—le preguntó, sosteniendo la tarjeta. La parte de Felicidades está


cubierta con yema de huevo. Escucho el tono acusatorio en mi voz, y vacilo. Sueno como una
esposa irritante.

Me mira mientras mezcla algo en una olla, y sonríe.

—Con todo lo que está pasando, no pensé en ello.

—Qué sarta de mentiras—le digo—. Es algo importante.

Se encojé de hombros.

—No es mucho en comparación.

—No—insisto—. Es algo por lo que hay que celebrar y estar felices en medio de todo lo malo.

—Calla, corazón solitario. Pásame la paprika.

No me ha dicho así en mucho tiempo. Siento un hormigueo en todas partes.

—No tenía papel de regalo, lo siento—. Empujo un paquete por el mostrador. Detiene su mezcla
para mirarlo, luego voltea a verme.

— ¿Envolviste eso en un pañal?

Asiento. Kit se ríe, y se seca las manos en una toalla. Se inclina sobre la estufa y agarra el regalo
envuelto en pañal, y lo observa.

—Así ni siquiera tuviste que usar cinta—comenta.

—Es muy ingenioso, la verdad—digo. Mantiene la vista en mí mientras levanta las lengüetas del
pañal, sonriendo hasta que siento mariposas. Conozco esa sonrisa. Noches en Port Townsend,
con una botella de vino en su mano. Su nariz siempre roja a causa del frío… sonriendo,
sonriendo. Esta noche estoy con el Kit de Port Townsend. Últimamente ha sido Kit el papá, Kit
el prometido preocupado. Esta noche se siente como mi Kit. Y lo he extrañado mucho.
Abre el pañal y adentro hay tres cosas: un crayón azul, un corcho de vino, y un cuaderno de
dibujo. Cuando me mira, no hay confusión. Mueve la mandíbula al tiempo que toca cada cosa y
luego hace un lado el crayón y el corcho para abrir el cuaderno. Lo observo con el corazón
acelerado.

— ¿Tú los hiciste?

—Sí—digo, quedamente—. Recuerdas el…

—Libro que te compré. Sí, lo recuerdo—. Asiente lentamente, y sigue haciéndolo como si
hubiese olvidado que lo hacía.

—Me hiciste un libro para colorear—. Su tono es áspero. Yo aparto la mirada.

Los dibujos son una historia, hechos con tinta. Trabajé en ellos por meses. Era la historia del
sueño, y me dolió hacerlos.

—Helena…
 —Solo quería que supieras que sin importar qué título tengas, o qué trabajo consigas, o cualquier
logro que consigas en la vida, tú cambiaste la mía. Tienes algo en ti que cambia a las demás
personas.

No me quedo para oír lo que dice.

Cuando Annie tiene cinco meses, Della toma sus primeros pasos. Es un gran paso en su
recuperación, esos cinco pasos nerviosos. Mientras su madre se tambalea por la madera, Annie la
observa desde su sábana en el piso. Ella rodó por primera vez esa misma mañana. De casualidad,
Kit, Della y yo estábamos en la habitación, y nuestra reacción fue tan ruidosa y espontanea que
Annie rompió a llorar, asustada. Ahora, hija y mejor amiga la observan desde una esquina de la
habitación mientras el terapeuta de Della la presiona a que avance. Al principio, pienso que se va
a caer; sus piernas son tan débiles y delgadas que no parecen que puedan sostener nada. Pero
logra cruzar la habitación, su rostro brilla por el triunfo. Tal vez sea mi imaginación pero como
que me mira victoriosa. Su cabello le pasa los oídos y ganó un poco del peso que perdió. Se ve
mucho mejor. Me gusta creer que mi presencia aquí le ayuda a su recuperación —y en cierta
forma así es— pero la verdad es que quiere que me vaya. Por eso se está esforzando tanto. Me
iría felizmente, solo que Kit consiguió un trabajo en una firma de publicidad, y no hay nadie
quien pueda hacerse cargo de Annie durante el día. Della ha sugerido que me vaya y regrese a mi
vida pero Kit no quiere.
—Annie conoce a Helena—dice—. No dejaré que algún extraño la cuide—. Lo dice con tanta
firmeza que ninguna de las dos discute. Más tarde, cuando Della está bañando a Annie, acorralo
a Kit en el patio cuando saca la basura.

—Tengo que irme, Kit. Ya casi está bien.

Los ojos se le iluminan por algo pero voltea a ver a un coche para ocultarlo.

—Sé que tarde o temprano tienes que regresar a tu vida, en serio. Pero quédate un poco más—.
Cuando ladeo la cabeza, él dice: —Por favor, Helena.

— ¿Por qué?—pregunto—. No me quiere aquí.

—Yo sí—declara. Se aclara la garganta, y luego lo repite—. Te quiero aquí.

No sé qué responder a eso.

—Annie te adora—dice, como si eso fuera explicación más que suficiente.

—Sí—digo, con cuidado—. Y yo a ella. Pero no soy su madre; sino Della. Y no soy tu novia;
sino Della. Y no puedo quedarme aquí y jugar a la casita contigo. Me lastima. Me dolerá irme.
Solo quiero superarlo.

No tenía intención de decir todo eso, pero me alivia un poco. De repente Kit se gira hacia la
calle. Las dos manos en su cabeza, se agarra el cabello hasta que éste está en punta. No puedo
verle la cara. Solo su perfil tenso.

Cuando se da vuelta, está enojado. He visto muchas cosas en los ojos de Kit miedo. Asombro y
diversión. Nunca he visto sus emociones estallar. Sus irises calientes, afilados y llenos de color.
Están enfocados en mí, dejando salir ira entre parpadeos. Doy un paso atrás.

− ¿De regreso a dónde? −dice−. ¿A mi ciudad natal? ¿A la fábrica de conservas de Creer? ¿Por
qué siquiera estas allí, Helena? ¿Quieres explicarme eso?

Aliso mi cabello. −Claro, Kit. Te lo explicare. Me mude a Port Townsend porque me enamore
del novio de mi mejor amiga. Quería alejarme lo más que pudiese de ustedes dos, mientras
estaba lo más cerca que podía de ti. ¿Eso tiene sentido o suena muy loco? −Parpadea rápido, así
que continuo−. Porque cuando me lo digo a mí misma suena loco. Y aquí estoy, cuidando de tu
bebé, enamorándome de tu bebe, quién, por lo demás, es mucho mejor que ustedes dos. Tu novia
es una perra narcisista y tú eres un cobarde indeciso. Felicitaciones por crear a un pequeño ser
humano que es perfecto. Así que, me voy a casa ahora, de regreso a Washington, el cual tu
dejaste y yo escogí. Y tú quédate aquí con la mujer que tú elegiste. Y los seguiré queriendo a
todos ustedes, a pesar del hecho que son todos unos idiotas. Y Kit, cuida de mi pequeña. Si la
jodes, te voy a joder a ti. Ahora mueve tu auto así puedo irme.

Realmente espero que haga lo que dije. Con mis manos a la cadera, espero. Después de todo,
estoy enojada y gritando, canalizando mí Profesora McGonagall interna como una perra odiosa.
Kit no se va. Hijo de perra. Todo en Florida vuelve mi cabello esponjoso y mi cabeza loca.
Tengo que salir de aquí.

−Quieres dejar de solo estar parado allí con tu lindo cabello soplado al viento y decir algo −grito.
Los ojos de Kit están enfocados en algo más allá de mi hombro izquierdo.

−Mi Dios −susurró, cerrando mis ojos. Claro está que esto pasaría, claro está. Me doy la vuelta
para enfrentar a mi antigua mejor amiga. Antigua, hace como cinco meses o cinco segundos
atrás. Ya ni siquiera lo sé. Esta recostada contra el lado de la camioneta de Kit, su pecho agitado.
Debe haber tomado todo lo que tenía el caminar aquí afuera por sí sola. Mi impulso es ir por ella,
ayudarla a volver adentro, pero la mirada en su rostro me mantiene donde estoy. Se siente como
una disputa, nadie sabiendo cómo romper el silencio. Debería ser yo, pienso. Soy quién metió la
pata.

Siento el aire moverse mientras Kit se apresura a su lado. Ella lo deja cargarla, nunca alejando su
mirada de la mía. Puedo ver la traición, el dolor. Esto apesta de verdad.

−Della… −su nombre sale de mis labios muy tarde, ellos ya están dentro. No sé qué hacer. No
puedo irme porque el auto de Kit aun está en la entrada. ¿Qué he hecho? No debería haber
vuelto. Kit sale unos minutos después, cabeza gacha, sus manos en los bolsillos.

−Quiere hablar contigo −dice−. Está en la sala de estar.

Asiento.

−Lo siento tanto, Kit. No debería haber…

−No −dice−. Tenías que. Solo ve a hablar con ella. Necesito dar un paseo. −Pasa de mí, baja la
calle y mi estomago da vueltas con mareos. Acabo de admitir el estar enamorada del hombre de
mi mejor amiga. En voz alta. A él y a ella sin saberlo.

Me estoy tomando mi tiempo para entrar. Toda esta situación ha estado hirviendo por meses.
Sabía que se estaba viniendo, pero aun así me sentía completamente desprevenida. Della está
sentada en su sillón rosado cuando entro, como una reina. Siempre me ha hecho sentir pequeña y
estoy cansada de eso. No me mira. Nadie quiere mirarme. De esa manera funciona la verdad. Si
evitas mirarla, puedes pretender que no está allí.

−No eres siquiera tan linda como yo.


Esa es la primera cosa que me dice.

−Me está costando bastante el creer que en realidad me acabas de decir eso −digo−. ¿Puedes
decirlo de nuevo, solo así puedo confirmarle a mi propia mente lo perra que eres?

−Viniste a robarme mi familia.

Niego con la cabeza. Es una clase de movimiento lento porque estoy tratando de mentalmente
integrar el hecho de que mi mejor amiga de hace diez años me acaba de decir que no soy tan
linda como ella, seguida de una de las más dementes acusaciones jamás existidas.

−Vine a ayudarte. A ayudarte con Annie hasta que te mejoraras.

−Eres una mentirosa −dice−. He visto la manera que eres con él. Viniste aquí esperando que algo
me sucediera de esa forma podrías tener a Kit y Annie. No voy a dejar que te lleves a mi familia.
Ella es mi bebé y no te quiero cerca de ella. ¿Me oyes?

A mis veinticinco años, asumí que había sido herida antes. Pero entonces Della me quita a Annie
en una amarga oración y estoy tan lastimada que inmediatamente me siento en el sofá. Annie
convierte mi corazón en una cosa delicada. Antes, mi corazón se preocupaba de las cosas que
eran importantes para mí, pero se desvanecieron por Annie. Un golpe silencioso, contrae y arde
en mi pecho hasta que llevo a mi palma a que toque sobre él. No hay nada que pueda hacer para
cambiar su parecer. ¿Y la culpo? Solo esta mañana, Annie lloraba y se retorcía para salir de los
brazos de su madre y venir conmigo. No tengo derecho. No tengo razón para sentir rabia. Yo soy
la perra, no Della.

−Te quiero fuera de mi casa está noche −comienza a dejar la habitación, cuando el monitor en la
esquina dice que Annie se despertó−. Él es mío, Helena. −y luego de eso se marcha.
Capitulo Cuarenta y uno: #LoQueSeSiembra

Ya que no traje mucho, solo me toma unos minutos recoger mis cosas y aventarlas en mi maleta.
Si me apresuro, puedo irme en el vuelo que sale en dos horas. Le mando un mensaje a Greer y le
pregunto si puede recogerme en el aeropuerto. Es un largo camino para ella, pero no sé a quién
más preguntarle.
Responde enseguida: Gracias a Dios que regresas. Ahí te espero.

Dejo las llaves del carro de Della en el mostrador, junto con las de la casa, y salgo para llamar un
taxi. Kit está recargado contra su camioneta.
—No tienes que irte esta noche—dice, quedamente.
—Eso no fue lo que dijo Della—replico. Me quema la garganta, y los ojos también. Me siento
humillada y cansada. En los dos minutos que llevo afuera, ya me mordieron los mosquitos cinco
veces.
—No lo dice en serio. Casi muere, Helena. Ha estado en una silla de ruedas por cinco meses.
—Eres tonto—le digo—. Está defendiendo lo suyo. Y lo dice en serio. Yo también haría lo
mismo. No puedes suavizar lo que acaba de pasar. Está arruinado.
—Tienes razón—dice. Entonces me mira. Puedo ver que sus ojos se iluminan por la
determinación, y sé que lo que dirá a continuación va a ser difícil de oír.
—No te vayas. Podemos hacerlo funcionar. Solo dame tiempo para acostumbrarla.
—No. Te necesita. Tú la elegiste a ella. Tienes que quedarte. Yo estoy bien—. Todas esas
palabras me salieron atropelladamente. Mentiras y excusas.
—No me necesitará siempre. No necesita estar con alguien que ama a otra mujer. Elegí mal. Es a
ti a quien quiero; a ti es a quien fui a buscar. Debí haberle dicho la verdad a Della.
Todo duele demasiado. No quemes a alguien y luego intentes apagar las llamas con las cosas que
debiste haber hecho. Esos arrepentimientos son gasolina, no agua. Necesito detenerlo. Esto es
una locura.
—Annie—digo quedamente. Y ese nombre tiene demasiado peso para detenernos.
Aprieta los labios y sacude la cabeza de un lado a otro. ​¿Cómo te atreves a meterla en esto? Pero
tengo que​. Ella es lo importante.
—Es mi hija sin importar a quién le entregue mi corazón. ¿Qué ejemplo le estaría dando si no
elijo mi felicidad?
Es cruel, pero aun así lo digo.
—Lo que se siembra, se cosecha, Kit.
Abre la puerta del asiento del copiloto de su camioneta.
—Entra—dice. Trato de discutir, pero decido que no tengo la energía. Subo, apretando mi maleta
contra mi pecho.
—Kit—le digo—. No pude despedirme de Annie—. Trato de mantener la voz firme pero se me
rompe cuando pronuncio su nombre. Kit asiente y, dando zancadas, entra a la casa. No esperé
que hiciera eso. No creo que Della lo permita, pero un minuto después sale con Annie en brazos,
cubierta en papas dulces, y sonrío. Me la pasa y la dejo pararse sobre mi regazo mientras
sostengo sus manos. Siento la ira de Della. Seguramente Kit regresara a pelear y me siento mal
por eso.
—Te amo, Annie—le digo. Sus rodillas son gruesas y rellenitas, e intenta pararse lo más derecha
posible, tambaleándose de derecha a izquierda. El viento mueve el montoncito de cabello que
tiene mientras ella mira alrededor de la camioneta. Le beso las mejillas, a pesar de que estén
cubiertas de viscosidad naranja, y ella sonríe y me agarra el cabello con sus manos pegajosas—.
Sé buena y amable—le digo—. No importa lo bonita que seas al crecer.
Se la regreso a su padre, y me llevo el dorso de la mano a la boca. Kit aprieta los labios y se lleva
a Annie. Cuando regresa, tiene papas dulces en toda su camisa y sobre sus brazos.
—Dejó su marca en los dos—digo, atando mi cabello. Él se ríe y rompe la tensión entre los dos.
No es sino hasta que estamos dentro del aeropuerto que me habla otra vez.
—Helena.
—No tienes que decir nada—digo, rápidamente—. Está bien, en serio—. Me entretengo con mi
boleto, doblándolo y desdoblándolo compulsivamente, y pretendo buscar algo que no está ahí.
—No está bien. Deja de decirme qué hacer.
Levanto las manos.
—Adelante, entonces—digo—. Soy toda oídos, Kit Isley—. Se me queda viendo por decir su
nombre de esa forma pero no me importa.
Estamos parados cerca de seguridad, mi mochila está en mis pies. Las familias tienen que
separarse para pasarnos; una pareja de personas mayores se gira para darnos una mirada de
fastidio.
—Tendrán que tomar cinco minutos para quitarse los zapatos y meterlos en el contenedor.
Mucho tiempo para cobrárselas—les digo. Kit se cubre la boca y se gira.
— ¿Qué?—pregunto—. Es cierto.
Me toma de la muñeca y me saca del tráfico.
—No seas grosera con los mayores—me dice—. No tenían ni microondas cuando eran jóvenes y
eso es muy, muy triste.
—Bueno, eso no es mi culpa—respondo, con énfasis—. Nosotros vivíamos sin el iPhone 6+. A
veces la vida es dura.
Me toma de los hombros y me sacude.
—Deja de decir chistes. Trato de hablar en serio.
—Mmm está bien—. Me masajeo las sienes y le entorno los ojos a las lámparas del techo. Lo
que sea con tal de no verlo a él. El hipócrita.
—Helena, sé que odias estas cosas, pero sopórtalo por un minuto. Corriste hasta aquí con una
mochila chiquita hace cinco meses. Viniste a nosotros cuando te necesitábamos, y cuidaste a mi
niña. A nadie más podría confiársela. Nunca lo olvidaré.
Me aclaró la garganta.
—De nada—digo, moviendo los pies.
—Aún no te agradezco—me dice Kit.
—Y no necesitas hacerlo—me adelanto—. Ya debería irme—. Tomo mi mochila y camino al
final de la cola, pero Kit toma mi muñeca y me hala hacia él. Tengo un momento al estilo Ginger
Rogers en el que de pronto soy delicada y elegante, y aterrizo en su pecho con un quejido.
Me da un abrazo tan apretado que, por un minuto, pierdo el aliento. Primero estoy tiesa, con mi
rostro presionado contra su hombro, pero me está abrazando, y de verdad que necesito que me
abracen. Todo es demasiado. Empiezo a sollozar. Eso no es lo sorprendente; soy una llorona. Lo
sorprendente es que Kit también está llorando. Envuelvo los brazos a su alrededor, y lloramos
juntos mientras las personas, que no tuvieron microondas y iPhone 6+ cuando eran más jóvenes,
pasan junto a nosotros. Antes de separarse, presiona sus labios contra mis oídos:
—Gracias, Helena. Te amo.
Sus brazos me abandonan y, de repente, veo su espalda desaparecer entre la gente. Es un buen
día para el dolor. Siento que todo eso fue la manera de Kit de despedirse para siempre. Podría
dejar que eso fuera todo. Tomar mi despedida y vivir por mi cuenta el resto de mi vida. Pero
estoy enojada. Enojada por las cosas que Della dijo. Me dio un valor hoy, me pegó una etiqueta
en la frente que decía: ​¡no es tan bonita como yo!​ Me pregunto desde hace cuánto tengo esa
etiqueta, y si tal vez eligió a todas sus amigas por esa razón. Ni siquiera recuerdo porqué éramos
mejores amigas. ¿Ella era diferente? ¿Yo estaba ciega?
Me subo al avión, apretándome a través del pasillo de en medio para llegar a mi asiento. Nunca
me había sentido así antes. Por lo general me trago mis sentimientos y lidio con ellos en la
privacidad de mi mente. Acabo de regalar cinco meses de mi vida a alguien que dijo que no era
tan bonita como ella. ¿Qué demonios es eso?
Me apresuro hasta mi asiento, el cual está hasta el fondo, y me tomo una foto. En todas mis fotos
me veo estupefacta, triste, confundida, o increíblemente feliz. Esta es la primera foto enojada.
Esta junto a AL DIABLO CON EL AMOR. Así que le ponto AL DIABLO CON LAS
MEJORES AMIGAS. A este paso no voy a creer en nada cuando acabe el año. Bueno, a lo
mejor solo en Greer, que me espera en el aeropuerto, vestida con un tutú morado y sosteniendo
un globo de unicornio.
La abrazo tan fuerte que jadea, luego tomo mi globo y planeo mi futuro.
Capitulo Cuarenta y dos: #LesMostraréQueSoyBonita

Que se joda el amor, que se joda Florida, que se joda Kit Isley y su novia “más bonita que yo”.
Capitulo Cuarenta y tres: #GafasColorRosa

A Greer no le agrada Della. Me dice esto mientras nos encontramos en la cubierta superior del
barco, tomando jugo de manzana en vasos de papel y viendo la puesta de sol en tonos rosas y
morados.

— ¿Cómo se atreve? —dice—. ¿Por qué esta él con alguien así?​ ​— Greer suena realmente
molesta. Está escupiendo algunas frases destinadas a Kit y Della, y casi me hace sonreír.

—Nunca las has conocido. —señaló—. Ella no es tan mala.

—Oh Claro —dice—. ¿Pero cuantas chicas hemos conocido como ella? Están por todas partes.
Están haciendo programa en la TV sobre ellas.

— ¡Oye! ¿Qué se supone que significa eso? —Trato de mantener la ofensa fuera de mi voz, pero
Greer me conoce demasiado bien. Acaricia mi cuello como si pudiera alejar el insulto
acariciándome.

—Tenia… tenía un alma ciega. Está despertando – al arte, a la gente… a los hombres.

— ¿Sí? Es algo doloroso. —digo—. Como caer en agua helada.

—Esa es la naturaleza de la verdad, sin embargo. ¿Qué es lo divertido de ser dejado caer en agua
helada? Es por eso que la mitad del mundo camina usando gafas color rosa, viendo comedias y
leyendo libros de romance.

La miro con el rabillo de mi ojo. Me gustan las comedias y el romance.

—Si eres tan realista, ¿Por qué te vistes de la forma que lo haces? —Pregunto—. Te vistes como
un hada, usando los mismos colores cada día.

—Me visto de la forma en la que quiero que se vea el mundo. Estoy viviendo fuera de mi
fantasía visual. Pero no voy a refugiarme en mi misma mentalmente.

Siempre me pongo de mal humor después de que ella tenga sentido. No es justo que ella sea tan
bonita y tan sabia. Y si yo me vistiera como quiera que el mundo se mirara, sería un mundo color
beige perra. Estoy usando una sudadera color canela porque apesto, y porque mi alma es
discapacitada visual.

—Ellos no lo hacen a propósito, lo sabes.


— ¿Quiénes? —pregunto. El viento azota su cabello. Las hebras color gris siguen atorándose en
su labio purpura. Se estira para alejarlos con sus uñas color lavanda. Doy marcha a tras
lentamente mientras ella habla, tratando de no llamar la atención.

—Las personas que se ciegan a sí mismos a la verdad. Solo están tratando de sobrevivir.

Estoy distraída por un minuto, mi dedo suspendido sobre el botón de la cámara en mi teléfono.
— ¿Quién quiere sobrevivir sin la verdad?

Greer se encoge de hombros. Y su camisa se desliza fuera de su delgado hombro. Perfecto. —Tal
vez las personas que han tenido demasiado de ella. O personas que han tenido muy poco. O
personas que son demasiado superficiales para apreciar sus bordes duros.

Tomo la imagen, luego bajo mi teléfono para mirarla. Greer es la verdad. Ahora misma, ella es la
verdad para mí. La única persona que se preocupa lo suficiente para hacerme saber que aún
tengo la venda sobre mis ojos. Si yo fuera uno de los tres, será la menos profunda. Mi vida no ha
sido extraña de ningún tipo. Mi infancia típicamente disfuncional, pero típicamente funcional.
He estado tan sobre expuesta que me convertí en una perra beige. ¿Qué le paso al rosa? En tercer
grado, me gustaba el rosa.

—Greer —digo—. ¿Todavía amas a Kit?

No sé de donde salió eso. Greer nunca ha insinuado que aún tiene sentimientos por Kit. ¿Pero
cuantas veces me ha dicho que el arte empieza a fluir de una fuente de dolor?
 Elarte es la sangre que proviene de una herida. No puedes dejarla cicatrizar, déjala que siga
sangrando. Déjala sangrar hasta que tengas suficiente sangre para pintar​.

Su rostro cambia con mi pregunta. Hay un cambio en sus cejas, un ligero entorpecimiento en sus
ojos.

—La verdad, Greer —digo. Estoy sosteniendo mi respiración. La respuesta a esa pregunta es tan
frágil que tengo miedo que el aire de mis pulmones pueda romperlos. Se gira hacia mí,
sosteniendo el cabello de su rostro con las dos manos. Los tatuajes en la parte baja de sus brazos
están visibles en su piel blanca. SE TU en un lado, TU ARTE en el otro.

—Si —dice—. Lo estoy.

Miro lejos de Greer y doy vuelta hacia el agua. Kit, el flautista de amor.

¿Cuántas más había? ¿Chicas en el trabajo? ¿Chicas en el programa de postgrado? Me rio de mi


misma estupidez, pero el viento atrapa el sonido y se lo lleva lejos.

—Oh mierda —digo, dejando caer mi rostro entre mis manos. Esto era realmente un desastre.
Cuando subimos de nuevo a su auto, aun no nos decimos nada. Una línea que nunca he visto
antes aparece entre los ojos de Greer luego de su confesión, y aun no se han suavizado. Me
coloco en el asiento del pasajero, con la boca seca y pesadez en el pecho. Su auto huele a cuero y
limones. Lo inhalo mientras seguimos la línea de autos fuera del ferri. Recuerdo las fotos que
tome y las observo para distraerme. Hay una foto suya rodeada por la puesta de sol pastel. La luz
 rodea la cima de su hombro expuesto, donde se halla un tatuaje. Es hermoso. La posteo en
Instagram, porque probablemente es una de las mejores fotografías que he tomado, esperando
que Kit la vea. ​Mira lo que tengo de ti. ¡Es púrpura!

​ uién quiere ocultarse de la verdad? Tal vez las


Lo subtitulo con las palabras de Greer. ​¿Q
personas que han tenido demasiado de ella. O personas que han tenido muy poco. O personas
que son demasiado superficiales para apreciar sus bordes duros. #​ VERDAD

El trayecto desde el Ferri de Kingston a Port Townsend es aproximadamente de una hora,


dependiendo de qué tan rápido estés manejando. Durante esa hora, La foto de Greer tiene tres mil
Me Gusta, y mi instagram tiene miles de nuevos seguidores. Detecto el me gusta de dos blogs
que comparten la imagen, dándome crédito, cada blog tiene más de treinta mil seguidores. He
leído a través de los comentarios de la foto, sonrojándome antes las cosas que dicen sobre Greer,
y el misterioso fotógrafo. Kit no es uno de esos Me Gusta. A él le gusto la imagen de alguien
más después de que publique la imagen de Greer, así que sé que la vio.

—Woow —dice Greer, cuando abre Instagram—. Esa es una gran imagen.

—Un golpe de suerte —digo—. Nunca he tomado ninguna tan buena como esta.

Ella estaciona el auto en el aparcamiento fuera de la fábrica de conservas. —Así que, tal vez hoy
es el comienzo de grandes imágenes. Asegúrate que la siguiente sea mejor.

Frunzo mis labios. —Bueno.

Hago abrir la puerta, pero Greer agarra mi mano y la aprieta.

—He seguido adelante, Helena. —dice—. Puedes amar a alguien toda tu vida y no saber por qué.
Incluso puedes vivir con eso. Esto no cambia nuestra amistad.

Sonrío con fuerza. —Por supuesto que no. Porque él no es mío. Y si lo fuera, no estarías bien
conmigo.

—Eso no es verdad. —dice—. Quiero que él sea feliz.

—Eso es fácil de decir hasta que la persona que tú amas es feliz con alguien más. Las chicas
siempre eligen a los hombres, y los hombres siempre escogen a las chicas incorrectas. Es un
ciclo sin fin— Me pregunto si ella se estaba ayudando a sí misma o ayudándome a mi cuando me
forzó a ir a la boda con ella.

Esta vez, ella no trato de detenerme cuando me baje del auto. La perra beige puede decir cosas
que tengan sentido también
Capitulo Cuarenta y cuatro: #Desconocido

Hay un montón de reconstrucción que hacer después que tu corazón se rompe. Por ejemplo,
tienes que reorganizar tu perspectiva. ¿Qué es importante ahora que no tengo ganas de comer,
beber, trabajar, jugar, amar, soñar, hablar o pensar? Curarme. Tienes que centrarte en las cosas
minúsculas y estúpidas que te hacen feliz cada día. Como sacar tu caja de calcetines y tocar cada
uno. Publicar fotografías hermosamente deprimentes de Port Townsend en Instagram, lo que
genera miles de me gusta. Me pagan los anunciantes de terceros para vestir esto y publicar
aquello. Solo soy una perra de beige con algo que decir. El vino me hace feliz. Cada noche me
bebo una botella entera y miro mi pared favorita. Incluso me gusta la forma en se siente cuando
me despierto con dolor de cabeza, mi estómago revolviéndose por la resaca. Me da algo en qué
concentrarme además de la melancolía de mi corazón. Mi estado de ánimo cambia por hora, lo
que me hace sentir como una loca. Como ayer, cuando me quedé mirando el agua y no pensé en
ahogarme, me sentí orgullosa. Pero dos horas más tarde sostuve en mis manos una bolsa de
veneno para ratas y me pregunté si estaría delicioso. Greer me dice que tengo que recuperar mi
poder.

— ¿Qué poder? —le pregunto.

Frota su rostro hacia arriba en profunda reflexión antes que finalmente diga: —Tú sabes cómo en
Piratas del Caribe cuando Calypso...

Nunca he conocido a nadie que ofrezca analogías de Disney con tal pasión. Lo entiendo. Creo.
Me hace reír, en cualquier caso.

Soy diferente. Kit me mostró cosas, así que me centro en eso, las cosas que he aprendido en
lugar de las cosas que no recibo de la experiencia. Me he dado cuenta de que la gente realmente
no te mira a los ojos, porque sus ojos están en otra parte. Apuntado hacia adentro. Hago un punto
de mirar a todos a los ojos para que sepan que los estoy viendo. Así es como Kit me hizo sentir,
vista. Quiero ver a la gente. También me he dado cuenta que entre más ves a la gente más
quieren confiarte sus secretos. Phyllis me dice que dio a un niño en adopción cuando tenía
quince años. Un cliente me dice que recoge rocas del color de los ojos de su ex-novio y que su
esposo piensa que sus jardines de roca son solo un amor por los minerales. Una desconocida me
dice que fue violada hace dos semanas. Sigue y sigue. Cuando te importa, la gente puede
sentirlo. Y entonces, en mi nueva posición como la portadora de secretos de la ciudad, me doy
cuenta que Kit me hizo una mejor persona.
El contraste es importante en la vida. Entendemos lo que la luz es porque podemos compararlo
con lo que sabemos que es la oscuridad. Lo dulce se hace más dulce después de comer algo
amargo. Es lo mismo con la tristeza. Y es importante experimentar la tristeza, abrazarla con el
fin de verdaderamente conocer la felicidad. Yo era solo una línea plana hasta que él llegó. Y tal
vez ahora me estoy haciendo daño. ¿Pero no es eso lo que el amor se supone que haga? ¿Hacerte
sentir, hacerte valiente, hacerte verte a ti mismo con más cuidado?

Un mes después de la rápida salida de Kit de regreso a Florida, llega un paquete para mí a la
fábrica de conservas con su dirección de retorno garabateada en la esquina superior izquierda. Lo
peso en mis manos y dejo que mis dedos exploren a través del sobre. Páginas. Páginas y páginas
y páginas. No lo abro, porque sé lo que es. Las palabras que quería decir. Que no tuvimos tiempo
de decir. También tengo esas palabras. No estoy lista. Durante semanas, lo cargo en mi bolso
solo para sentir su peso sobre mi hombro. Sin abrir. Un poco ignorado. Tengo miedo de tocar
esas páginas. Podría contar una historia muy diferente a la que estoy esperando, pero la
aproximación y la aparición de Kit en PT me hacen creer.

Un día, poco después de Navidad, camino hacia un bar Water Street llamado Sirenas. Todavía
hay oropel colgado a través de la parte posterior de la barra. Uno de sus lados se ha aflojado de la
cinta y cuelga hacia abajo por debajo del resto. Me deprime. Me deslizo en un taburete y ordeno
whisky puro, dándole la espalda a los oropeles caídos. El barman desliza el vaso, sin mirarme a
los ojos. ​Depresión estacional. Sí, yo también, amigo​. Tomo un sorbo y me encojo. Beber es un
buen plan. Quieres ignorar el dolor interno y verter maíz fermentado por tu garganta para que
puedas ignorar tu dolor un poco más. Quemará más fuerte que tu corazón.

— ¿Mal día? —La voz de un hombre, dura, rica. Está sentado directamente frente a mí en el otro
lado de la barra. Está en la esquina más oscura, lo que hace que sea difícil ser visto. Me pregunto
si lo planeó así.

— ¿El whisky lo delató? —Mi voz es áspera. Lamo mis labios y miro hacia otro lado. Lo último
que me apetece hacer es bromear con un desconocido en un bar.

—Muchas mujeres beben whisky puro. Solo luces como si tomaste un sorbo de ácido de batería.

Me río.

Me vuelvo hacia él, a pesar de mí misma.

—Sí. Fue un día realmente malo. Sin embargo, la mayoría son así. —Giro mi vaso sobre el
mostrador y estrecho mis ojos hacia las sombras, tratando de ver su rostro. Su voz es joven, pero
su presencia es vieja. Tal vez es un fantasma. Hago la señal de la cruz debajo de la mesa. Ni
siquiera soy católica.

—Un hombre —dice—. Y un corazón roto.

—Eso es bastante obvio —digo—. ¿Qué más hace que una mujer entre en un bar a las tres de la
tarde en un día laborable y beba ácido de batería?

Ahora es su turno de reír. Joven – definitivamente joven.

—Dime —dice él. Y eso es todo lo que dice. Me gusta eso. Es como si solo espera que sueltes
todos tus secretos y estoy segura que muchos lo hacen.

—Dime —digo—. Por qué estás bebiendo solo en el rincón más oscuro de la barra, tratando de
sacar el dolor de los extraños.

Por un momento se queda callado y creo que me he imaginado toda la conversación. Tomo otro
trago de whisky, decidida a mantener mi rostro quieto mientras observo el lugar donde está
sentado. ¡Un fantasma!

—Porque eso es lo que hago —dice finalmente.

Me sorprende que respondiera, aunque es una respuesta barata, sin compromiso.

— ¿Cuál es el punto de hacer conversación si vas a ser recatado y darme respuestas ensayadas?

Puedo sentir su sonrisa. ¿Es eso posible siquiera? Es como si el aire transportara todo lo que hace
y te permite saberlo.

—Está bien —dice lentamente. Lo escucho bajar su vaso—. Soy un depredador. Espero que las
mujeres me digan lo que quieren y luego las convenzo que puedo dárselos.

Me río.

—Ya sé que eres un hombre. Dime algo nuevo.

Se mueve en su taburete y la luz golpea su rostro. Por un momento veo una barba y un ojo muy
azul. Mi corazón se acelera.

— ¿Cuál es tu nombre? —pregunta. Parpadeo ante la tersura de su voz.

—Helena —digo—. Y tienes razón. Tengo un corazón roto. Y no bebo whisky. ¿Cuál es tu
nombre?
—Muslim —dice. Espera como si esperara algo de mí. Cuando no respondo, dice—: Dime
acerca de este hombre que amas, Helena.

¿El hombre que amo? Chupo mis mejillas y miro fijamente el lugar donde está sentado como si
pudiera verlo.

—Háblame de sobre todas las mujeres a las que tú no, Muslim.

Desliza su vaso de ida y vuelta a través de la barra superior, considerándome.

—Es tu movimiento de poder —le digo—. Lograr que las mujeres te digan sus verdades,
mientras oculta todas las tuyas. ¿Es eso cierto?

—Quizás. —Oigo la inflexión en su voz.

— ¿Qué te hace desear ese poder?

Se ríe. Es una risa profunda y gutural.

—La falta o distorsión de algo por lo general provoca una profunda necesidad de ello
—responde—. ¿No te parece?

—A menos que seas un sociópata. Entonces solo anhelas cosas porque naciste con la necesidad.
¿Eres un sociópata, Muslim?

—Mi verdad por la tuya —dice. Su voz me atraviesa. Me hace sentir mareada con toda esa
riqueza. Una áspera elegancia. Quiero besarlo basándome únicamente en su voz.

—Muy bien —digo lentamente. Giro mi cuerpo hacia él porque realmente estoy entrando en
esto—. Es el antiguo prometido de mi ex-mejor amiga. Tienen un bebé. —Le cuento la historia
de la época que Della estuvo en el hospital y de mi tiempo con Kit y Annie. Cuando he
terminado, hay un destello de luz cuando levanta su vaso hacia su boca y toma un sorbo.

—Sí, lo soy —dice. Tardo un minuto en darme cuenta que está respondiendo a mi pregunta y no
está comentando sobre lo que le dije—. Descubro lo que mueve a la gente y luego lo uso contra
ellos.

—Y cuando dices gente, ¿te refieres a mujeres?

—Sí —dice.

Estoy un poco aturdida.

— ¿No te... no te sientes mal por eso?


—Soy un sociópata, ¿recuerdas?

—Pero no se supone que admitas eso —digo en voz baja.

Y luego dice:

— ¿Siente lo mismo por ti que lo que sientes por él?

—No sé —digo—. Se siente algo.

— ¿Por qué no haces algo al respecto?

Soy tomada por sorpresa, aunque probablemente no debería, considerando que acaba de admitir
ser un sociópata.

— ¿Que hay para hacer? Está con alguien más. Tienen un bebé.

—Tienes algo suyo —dice. Al principio sacudo mi cabeza; no tengo nada de Kit. Desearía
tenerlo. Entonces siento el dolor en mi hombro. Hay un manuscrito en mi bolso, el sobre
arrugado y suave. ¿Cómo lo sabe? Me dan escalofríos.

—Lo tengo. Un libro que escribió. No he abierto el sobre para leerlo.

Esperaba que al menos retrocediera sobre eso. En cambio, veo su hombro elevarse y caer en un
encogimiento de hombros.

— ¿Lo escribió para llegar a ti? —pregunta.

—Buena pregunta. No lo sé. Tal vez para decir adiós. —Mis ojos se centran en el oropel. No se
ve tan mal. No sé por qué estaba tan afectada por ello.

—Nunca lo sabrás a menos que lo leas. Luego puedes decidir qué hacer. —Su voz es un poco
melancólica. Solo estoy notándolo. Rica y triste.

—No hay nada que hacer. Él siguió adelante. Le dije que se fuera.

¿Dónde está el barman? Mi bebida se terminó. Necesito salvación de este hombre que está
tratando de inclinar mis pensamientos.

—Vas a decirme que todo se vale en la guerra y en el amor —digo—. Y justo eso no es verdad.

Se ríe. Es una risa gutural. No es no sincera, pero tampoco es completamente honesta.


 —​Solo hay guerra en el amor —dice—. Si alguien te dice lo contrario, están mintiendo. La lucha
constante por mantener al amor relevante, mientras crece y cambia como un humano, es la
batalla. Luchas por ellos, luchas para mantenerlos, luchas para amarlos. ¿Peleas por ti mismo o
peleas por la relación? ¿Con qué no puedes vivir? Ahí tienes tu respuesta.

Escucho. Habla con convicción y si le creo o no, me veo obligada a sopesar sus palabras. Lo veo
ponerse de pie y me da un breve vistazo de su rostro mientras saca un billete de su cartera y lo
deja caer sobre la barra. Es aún más joven de lo que pensaba, guapo, con una barba bien
recortada. Camina hacia mí y me tenso. Es el rodeo de sus hombros, un hombre que se mueve
como un león. No quiero saber quién es, pero lo hago. Se siente peligroso, como un hombre con
una agenda. Apenas he tenido tiempo de registrar la parte de la agenda cuando se cierne sobre mí
y tengo que levantar la mirada para verlo. La luz del sol desde las ventanas destella en mis ojos.
Me agarro a los bordes de mi taburete como un niño.

—Solo se nos da una vida. Quiere malgastarlo declarando la guerra contra ti misma, adelant​e.

Él extiende su mano y toca con un pulgar el espacio entre mis ojos, luego se inclina hacia abajo
para hablar cerca de mi oído—. O puedes luchar por lo que quieres —dice en voz baja. Su
respiración hace que se levanten mechones de mi cabello—. ¿A qué le tienes miedo, Helena?

Nunca lo he dicho en voz alta. Nunca lo confesé a un amigo, pero aquí estoy confesándoselo a un
desconocido.

—Tengo miedo de lo que realmente pensarán de mí. Si me avergüenzo de quien sé que soy.

Estoy temblando. Mi confesión socava la fuerza, el whisky, fuera de mí

Sonríe como si estuviera esperado esto todo el tiempo. Tiene la piel caliente; puedo sentir el
calor que irradiaba. Dios, este hombre probablemente nunca está frío.

—​Deja que la gente sienta el peso de quien eres realmente y déjalos que jodidamente lidien con
ello.

Estoy sin aliento, mi boca abierta y mis ojos vidriosos. Un orgasmo para la verdad.

Deja caer un trozo de papel sobre la barra al lado de mi vaso vacío y sale por la puerta.

El punto en mi frente donde me tocó estaba hormigueando. Acerco mi mano y lo froto. El peso
de quien soy. No es mi responsabilidad lidiar con ello. Es de ellos. Muslim tiene razón. Soy, lo
que soy, lo que soy. Quédate o vete.

Sus palabras se asientan sobre mí. Entrecierro mis ojos contra ellas. No tengo que creerlo. No.
Pero lo hago. Y ahí es cuando cambian las cosas. ¿Puede el cambio cubrirte en cuestión de
segundos? Solo hace falta el momento adecuado, las palabras adecuadas, la alineación del
cerebro y el corazón. Lucharé.
Capitulo Cuarenta y cinco: #Enganchada

Muslim Black se hospeda en el Castillo Manresa. He oído que está embrujado por el alto
infierno, mujeres muertas torturadas por amor y toda esa mierda. Ni siquiera puedes morir y
escapar de un corazón roto. Deprimente. Embrujado o no, hay algo acerca de Muslim que me
dice que no le importarán unos cuantos fantasmas. No lo llamo de inmediato. Llevo el trozo de
papel en mi bolsillo. Se siente como un ser vivo. ​Es sólo tu curiosidad,​ me recuerdo a mí misma.
¿Me asustaba o estaba atraída por él? Tal vez ambas. ¿Qué dice eso sobre mí de todos modos?
Cuando finalmente lo llamo, contesta el teléfono diciendo mi nombre. La voz que carga
suficiente aspereza y especias para hacer cada pelo en tu cuerpo se ponga de punta. Y luego dice
tu nombre. Las letras E son entrecortada, la última letra fuerte. Es su propia manera y nadie lo ha
dicho igual alguna vez antes.

—Hola, Helena.

— ¿Cómo sabías que era yo? —Mi corazón late, y tengo que doblarme por la cintura y ocultar
mi rostro entre mis rodillas hasta que sea el momento de hablar de nuevo.

—No le doy este número a la gente.

—Me diste el número.

—No puedo escucharte...

Me enderezo y lo digo de nuevo.

—Tú no eres gente —dice.

Me pregunto si está acostado en la cama del hotel o caminando por la habitación.

— ¿Quién soy?

Lo escucho moviendo el teléfono alrededor. Quizás cambiando de posiciones. ¿Está evaluando la


mejor manera de responderme? No quiero ser parte de su juego; no es por eso que llame. Cuando
me responde, su voz es rica, de vuelta a la normalidad—. Eres Helena. ¿No es eso suficiente?

Resoplo.

—No hagas eso —digo—. Tratar de hacerme sentir especial así puedes engancharme.

Está callado por un momento y luego dice:


—Está bien.

— ¿Me puede enseñar cómo hacer lo que haces?

— ¿Qué es eso?

No quiero jugar ese juego. Quiero que lea mi mente como antes. No que me haga rogar.

—Olvídalo. —Empiezo a colgar el teléfono cuando le oigo decir—: ¡No, no, no! Espera.
Helena... — ¿Vaciló su fachada? Tengo curiosidad. La cual es la única razón por la que regreso
el teléfono a mi oreja. No tengo tiempo para lamentar haber llamado, porque entonces me está
diciendo lo que quiero escuchar.

—Sí. Sí, te enseñaré.

Conseguir lo que quieres, pero seguir siendo sospechosa, es una sensación sombría. Como si
estuvieras haciendo algo malo. Y lo estoy, ¿cierto? Decido comprobar los motivos de Muslim,
no los míos.

— ¿Por qué? —pregunto.

—Porque me lo pediste. —Y entonces—: ¿Te gustaría encontrarnos para cenar?

Acuerdo reunirme con él en Alchemy a la noche siguiente. Sugerí algún lugar iluminado y
cálido, con paredes color lila que me recordaban a Greer, pero Muslim quiso Alchemy.

—Me gusta el nombre —dijo, antes que quedáramos en vernos a las seis.

Me visto toda de negro, pero cuando me miro en el espejo, me veo desarreglada y asustada. Así
que me cambió a un suéter beige y vaqueros azules rasgados que Greer dice me hacen lucir
caliente. Mi moño es extra grande mientras camino hacia Alchemy a las 5:55. No me siento a su
cargo y ese es el punto de Muslim Black, supongo. ¿Realmente estoy haciendo esto para
conseguir a Kit de regreso? ¿O estoy en una especie de duelo, una fascinante fase de rebote? ​¿A
quién le importa? M​ e digo a mí misma. ​Haz lo que necesitas. Sea lo que sea.​ Antes que entre por
la puerta de Alchemy, me tomo una foto, titulada: Enganchada.

Muslim ya está sentado en la mesa, una bebida junto a su mano, el vaso sudando. Me alegro de
no ser la único sudando. Espera, Kit. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que he pensado en Kit?
Cuando me ve, se pone de pie. No es un chico de ciudad. Eso es algo que mi padre hace y lo
hace porque su papá lo obligo.
—Parece que nunca estás sin uno —digo, lanzando mi bolso sobre el respaldo de mi silla. Espera
a que me siente y luego toma su propio asiento.

—Lo dice la chica que bebe whisky a las tres de la tarde en un día laborable, mientras liga con
hombres sociópatas.

¿Qué puedo incluso decir a eso?

Lamo mis labios y ordeno una agradable y femenina copa de vino para ir con mi alegría.

Muslim observa todo lo que hago con interés. Cuando me río y bromeo alrededor con nuestra
mesera, nos mira con una pequeña sonrisa, sus ojos viajan de ella a mí. Cuando dejo caer una
bola de mantequilla sobre mi regazo y luego cinco minutos más tarde casi tiro mi copa de vino,
se ríe y sacude su cabeza. Si no hubiera admitido todas esas cosas sobre sí mismo más temprano,
creería que estaría enamorado de mí. Todo esto es parte de su ardid. Respeto eso, de una forma
parecida a como respetas a una serpiente de cascabel. Me tiene en el borde, mordiendo el interior
de mis mejillas. Estoy esperando a que actúe, me envenene. Pero es sorpresivamente normal,
natural, carismático. ​Oh, Dios mío, es tan bueno en esto.

—Tengo que decirte algo —dice, cuando llegan nuestras comidas—. Vine esta noche porque
quería cenar contigo. No hay una cosa que pueda mostrarte acerca de ti misma, o enseñarte, que
no sepas ya.

Me río. Estoy en mi tercera copa de vino y todo se siente divertido.


 —Soy un desastre —le digo.

—Un encantador desastre.

— ¿Qué significa eso? —Lo veo sobre mi plato, queriendo y no queriendo. Me hace sentir como
alguien más. Alguien peligrosa y atractiva.

—​Solo que eres tan cruda, y tú misma y hermosa. No necesitas nada de nadie, a menos que sea el
tipo de amor que te elige primero, siempre.

— ¿Me escoge sobre quién? ¿Su bebé? ¿Su prometida? —Sacudo mi cabeza con desdén—. No
puede hacer eso. Tengo que convencerlo.

Muslim se estira a través de la mesa y toca la parte superior de mi mano mientras mi estiro por
mi copa de vino. El punto comienza a sentir un cosquilleo de inmediato.

—No deberías tener que convencer a nadie para que te elija. No hay una opción real en el amor.
Se acomoda en su asiento y me quedo inmóvil, el tallo de la copa quieto entre las puntas de mis
dedos.

—No debería solo ser la gente sobre la que te escoge. Sino también sobre él mismo.

—Así que tal vez deberías estarme entrenando sobre cómo seguir adelante y que no me importe
un carajo —digo finalmente—. Porque eso no va a suceder.

— ¿Alguna vez has tratado de alejarte de algo que amas? —me pregunta.

—Kit Isley es la primera cosa que he amado de verdad —le digo—. Todavía no me he alejado.
 —No hay que alejarse. —Sumerge el pan que nos trajeron en el aceite que nos trajeron. Cuando
toca su boca con ella, deja una marca brillante en sus labios. Algo que quitar a
besos. ​¡Dios!​ ¿Qué está mal conmigo? Es como si estuviera calor.

—​Tratar de alejarte de algo que amas es como tratar de ahogarte tú misma. Lo deseas, pero no es
natural no buscar el aire. Tu cuerpo lo exige; tu mente dice que lo necesitas. Con el tiempo
rompes a la superficie, jadeando y sin ser capaz de negarte a ti misma esa necesidad básica de
aire. De amor. De deseo feroz.

Estoy tan embelesada que apenas noto mi agua siendo llenada a la luz de mi alma siendo llenada.
Muslim me está dando respuestas.

— ¿Con cuántas mujeres te has acostado? —pregunto.

No está bien hacerles preguntas personales a los extraños. Mi madre me enseñó esto. No les
preguntes su edad o su peso o con cuántas personas han dormido. Mi madre nunca me dijo eso,
pero puedo imaginar que está en alto en su lista de no-no.

—No sería capaz de decirte —dice—. ¿Con cuántos te has acostado tú?

Pienso en Roger de la escuela secundaria. Dulce Roger con la cara llena de granos. Me gustó
durante cinco minutos antes que nos graduáramos. Oye, él obtuvo mi virginidad.

—Dos —le digo—. No deberías hacerle a la gente preguntas personales, ¿sabes?

—Lo sé.

Empuja su vaso alrededor con sus dedos. Pequeños empujones furtivos como si solo necesitara
algo que hacer con sus manos. Sus incisivos, noto, son más largos que el resto de sus dientes.
Cuando él está pensando, frota la punta de la lengua a través de sus puntas.

—Me recuerdas a un vampiro —digo—. En más de una forma.


Muslim se ríe por primera vez. Es una risa baja. Llega hasta sus ojos más de lo que llega a mis
oídos.

—Me gustas —dice.

—Puedo decirlo.

— ¿Te gusto?

—No lo sé.

Podría estar equivocada, pero esto parece hacerlo más feliz.

—Tal vez me gustes —digo—. Realmente no lo sabría, porque no estoy segura de si me estás
mostrando quien eres realmente.

—Mí, mí, mí Helena Conway. Realmente dices lo que sea que estés pensando.

—Si tan solo ambos pudiéramos tener la misma suerte —le contesto. Muslim se ríe, mira hacia
otro lado, se ríe un poco más. Cuando se gira hacia mí de nuevo, está lamiéndose los labios.

— ¿Quieres salir de aquí, Helena?

Tengo un momento de duda antes de asentir.


Capitulo Cuarenta y seis: #PerraBeige

— ¿Cómo vas a hacer esto? —Greer pregunta. Tiene una libreta y un montón de marcadores
permanentes púrpuras. Su mano está suspendida sobre el papel mientras espera. Le lanzo una
mirada mientras lava los platos. Al minuto en que le dije sobre mi idea de decirle a Kit sobre
cómo me siento, estuvo a bordo.
—De alguna manera pensé en que la honestidad sería la mejor manera de acercarme.
Greer escribe “HONESTIDAD” en su libreta, y luego voltea a verme expectante.
—No tengo ningún plan.
Saca la hoja y la tiende hacia mí. —No te desvíes del plan —dice, golpeándome en la cabeza.
Después de eso, se retira a la habitación. Aún no he visto su maldita habitación. De repente estoy
molesta sobre esto. ¿Qué es lo que está escondiendo allí, de todos modos? Me dirijo hacia su
puerta y toco. Probablemente más fuerte de lo que debería. Cuando responde, está usando una
toalla como si hubiera estado a punto de entrar en la ducha.
—Lo siento —digo avergonzada—. Yo… Sólo…
Greer se hace a un lado y yo a regañadientes veo su habitación.
—Guau —digo.
—Seh.
Parpadeo al vacío. Una habitación blanca vacía, con pisos de madera rasguñada, y un par de
sábanas apiladas en la esquina.
— ¿Qué diablos? —digo. Greer está viendo hacia el piso.
—Simplemente no he tenido tiempo de hacer nada con ella aún.
—Está bien, no. Ni siquiera tienes una cama.
Mira a mi alrededor, esperando ver algo que pueda explicar la carencia de Greer de… cualquier
cosa.
—Los muebles de tu habitación —dice—, pertenecían a Kit y a mí. No quería usarlos. No podía.
Y luego nunca vine para remplazarlos.
—De acuerdo —digo—. Pero estás durmiendo en el suelo.
Su rostro se estropea como si no tuviera nada que decir.
—Quieres que pelee para estar con él, pero aún no lo has superado —digo.
—Sí lo he superado —dice rápidamente—. Es sólo que fue un momento tan difícil, aún me
afecta. Terminamos realmente mal, Helena.
Asiento. No recuerdo que Kit me dijera que terminaron mal. Hizo ver como que no era gran
cosa.
—Está bien. Debo irme —le digo—, pero ordenaremos una cama esta noche, ¿sí?
Asiente. Puedo sentir su mirada mientras me voy. También, estoy durmiendo en su cama. Hago
una mueca. Ordenaré una nueva cama también.
Della tiene una fecha de boda. Sabe que estoy viendo su Instagram. Quiere que lo vea. June me
manda una captura de pantalla después de su primera publicación de conteo regresivo.
J: ​¿Estás viendo esto?
Sip.
J:​ Me pidió ser una de las damas de honor.
No me sorprende. Della tiene como tres amigas chicas, dos de ellas prestadas de mí, y mi intento
de ser social en la universidad. Me pregunto quiénes serán los padrinos de boda de Kit– ¿Y si los
veré alrededor de la ciudad?
J:​ Deberías​ ​venir. Has algo sobre esto.
Estoy sorprendida; June no parece de las que dirían cosas de éste tipo. Pienso en contarle que
planeo hacer justo eso, pero al final, alejo mi teléfono y trato de no pensar en eso. Pero lo hago.
Pienso en ello un montón. Pienso en la manera en que se veía con el cuello de su abrigo
cubriendo todo su cuello, las esquinas de sus labios tornándose en una sonrisa. Pienso en la
manera en que permanecimos unos minutos más después de despedirnos, ninguno queriéndose ir.
Pienso en la manera en que sus labios se posaron en los míos, el ritmo de nuestros besos. La
forma en la que tuve que rodear con mi mano la parte de atrás de su cabeza, e inclinarme hacia él
para evitar caerme. Estoy en el trabajo, y tengo que ir al baño a salpicarme agua en el rostro.
Él también lo sintió. Regresó aquí, a Port Townsend, para sentirlo. Ahora le toca a él, porque
estoy en juego.
Un reloj hace tictac, tictac, tictac. Tengo un boleto de avión. No un plan. Sólo palabras que
necesito entregarle. Y eso es todo lo que puedo hacer, ¿o no? Estaré encaminada después de eso,
y a partir de allí, todo depende de Kit Isley. No le puedo recordar un sueño que él nunca tuvo,
pero puedo recordarle sobre un sentimiento que ambos compartimos.
Abordo el avión con una fiebre terrible. Estoy temblando y después ardiendo. He empezado a
pensar en Annie. Preguntándome si hay alguna manera de verla. He tratado tan duro de no pensar
en ella en los últimos meses, pero tengo memorizado el sonido de su respiración. No es tan
simple, y eso es lo que me detiene. Annie. La madre y el padre de Annie. ¿Qué diablos estoy
haciendo? Quiero bajarme del avión, pero es demasiado tarde, y ya estamos despegando. ​Es tan
conveniente, Helena, que recién hayas bloqueado esa parte de la situación​, me digo a mí misma.
Tomo las pastillas que Greer me dio cuando nos separamos en la línea de seguridad. Después
bajo mi cabeza a mis rodillas y cubro mi rostro. La persona en el asiento a mi lado me pregunta
si estoy bien. Murmuro algo sobre el mareo y aprieto los ojos. Cuando me despierto, mi cuello
está terriblemente rígido, y ya estamos aterrizando. NyQuil. Greer me drogó para que no me
alterara. Soy la última persona en bajar del avión.
June está esperando en la zona de recogida de equipaje. Está usando una capa verde oscuro sobre
un vestido verde de neón—lentes de sol incluso aunque está adentro. Su extraña rareza me
conforta, y corro a envolverla en un abrazo.
—Eres tan rara —le digo—. Te quiero tanto.
Se aleja y me sostiene por los hombros, observándome de arriba abajo.
—Tú aún utilizas ​beige​.
—Malditamente amo el ​beige​ —le digo sonriendo—. Larga vida a la perra ​beige.
June asiente. —Estás diferente —dice—. Me gusta. Ahora vayamos a detener esta boda.
La boda es en cuatro días. No quiero detenerla. Sólo quiero decir mi parte y deshacerme de esta
carga que siento en mi pecho. Me quedo con June en su pequeña casa. Se la renta a una vieja
pareja que rescata periquitos. No estoy completamente segura de qué necesitan estos periquitos
ser salvados, pero puedo escucharlos cantar desde la casa principal. Me hace sentir inquieta y
ansiosa. June me da unos tapones para los oídos rosas, pero todo lo que hago es apretarlos
obsesivamente entre mi dedo índice y el pulgar, pensando en Kit y Annie.
—Esos no son para el estrés —me dice. Los coloca en mis oídos, y los periquitos ya no se
pueden escuchar.

Me alimenta con sopa, y tomo una siesta porque aún estoy algo enferma. En realidad, estoy
bastante enferma. Cuando me despierto, June me ha dejado una nota diciéndome que se ha ido a
trabajar. Trato de salir a caminar, pensando en que el aire fresco será bueno para mí, pero no he
avanzado ni medio bloque cuando tengo que regresar. Estoy temblando a una temperatura de
veintiséis grados, debajo de las palmeras y el cielo azul. Llego hasta el sofá floral de June y
coloco una manta sobre mí. Después tengo otro sueño inducido por la fiebre. Otro sueño que
cambia mi vida.
Capitulo Cuarenta y siete: #Delirio

La casa es diferente. Camino alrededor, buscando el sofá azul marino de Pottery Barn, a los
niños. Pero no hay niños y nada es azul. Todo es negro. Negro, negro, negro, negro. Intento con
un apagador y la habitación en la que estoy, está inundada con luz roja. Miro la piel de mis
brazos, brillante rosa claro bajo las atrevidas luce rojas. Están cubiertos con tinta… espirales de
negro verduzco. Imágenes y palabras y patrones. Me río en voz alta. ¿Qué sueño es este en que
he tatuado mi cuerpo?
Camino a través de las habitaciones, buscando. Cocinas y baños y habitaciones sin muebles. Lo
encuentro afuera, las puertas francesas abiertas, él está enmarcado entre ellas.
—Hola —digo.
—Hola.
No sé da la vuelta, solo continúa viendo… hacia la nada. Está mirando hacia la oscuridad. Pongo
mis brazos a su alrededor, porque no quiero que sea absorbido por ella.
—Regresa a la casa —dice él.
—No —le digo—. Ya no es mi casa.
— ¿Lo fue alguna vez?
—No.
Entierro mi rostro en su espalda, entre sus omóplatos y los respiro.
— ¿Me dejarás? —pregunta.
—No. Nunca.
—Si no enfrentas al enemigo con todo su poder oscuro, un día vendrá desde detrás, mientras
miras a otro lado y te destruirá.
No sé qué decir ante esto, así que lo abrazo más fuerte.
Se gira para verme y mi respiración se atrapa entre su belleza y sus palabras. Muslim.
—Ven conmigo —dice él.
— ¿Qué hay sobre Kit? —Kit se está filtrando dentro de este sueño, ya las luces rojas se están
volviendo amarillas. Puedo escuchar una voz llamándome desde algún lugar a la distancia.
—Ya intentaste ese sueño.
Me río, porque lo he hecho. En mi vida despierta, he pasado el último año peleando por entender
ese sueño. Por obtener partes de él. Tal vez estoy cansada de intentar acoplarme a ese sueño. No
soy una artista. No soy una esposa y una madre. No soy nada. Solo Helena.
—Entonces déjame despertarme —le digo—. Así puedo en cambio, encontrarte.
Y despierto.
Para el siguiente día, mi fiebre ha subido hasta casi 39 grados centígrados y June me está
amenazando con ir a emergencias. Se cierne sobre mí en la ropa más normal en que la haya visto
alguna vez.
—Estoy bien —le digo desde debajo de mi pila de mantas—. Solo es un resfriado. —Pero,
incluso mientras lo digo, sé que un resfriado nunca se ha sentido así. Ni siquiera me puedo
levantar sola para entrar a emergencias. Me recuesto echa un ovillo en las sábanas empapadas y
recuerdo cómo fue estar con Muslim. Su mirada helada mientras me llevaba no a su habitación
de hotel, sino a un cementerio.
— ¿Por qué me trajiste aquí? —había preguntado.
Sus labios se fruncieron en una sonrisa, había tocado mi cuello con las frías puntas de sus dedos
y luego mi cabello. Estaba aprendiendo que algunas veces era caliente y algunas veces frío.
Tanto en temperamento como en su cuerpo.
—Aquí es donde te quiero.
— ¿Por qué?
—Porque estás enamorada de alguien más y quiero que esos sentimientos mueran.
Lo había dejado intentar matarlos. Me había levantado sobre la pared de ladrillo de un mausoleo
y había envuelto mis piernas alrededor de su cintura. Suavemente, me había besado y había
estado sorprendida por su gentileza. Todo sobre él era como un león. Cuando presionas tus dedos
en su piel podías sentir el poder ondeando bajo tu toque. No era un hombre normal.

—Háblame, Helena —dice June—. Estás actuando extraño y es aterrador.


Miro hacia June y asiento. Bien. La dejaré que me lleve al doctor. Solo quiero que se detenga.
Corre alrededor de la cabaña, reuniendo las cosas frenéticamente, luego me sube en el asiento del
frente de su auto, todavía envuelta en mantas.
Veo la preocupación en su rostro justo antes de quedarme dormida de nuevo.

— ¿Helena? Helena, despierta.


Lentamente abro mis ojos. Siento como si tuviera mil años. Todo es pesado y pegado junto.
Estamos en el hospital. Hay gente caminando hacia el auto. Me ayudan a salir y me ponen en una
silla de ruedas. Peleo contra ellos, tratando de alejar sus manos.
—Soy diferente —les digo. Pero parecen no saber sobre qué estoy hablando. Siento aire frío en
mi piel y pienso en el cementerio. La boca de Muslim chupando, sus manos agarrando los
costados de mis bragas y bajándolas. Había estado tan frío esa noche.
—Helena, te estamos moviendo hacia una cama…
No quiero estar en una cama. Quiero estar sobre la pared. Hay un agudo dolor en mi brazo. ¿Son
los ladrillos? ¿O una aguja? Es una aguja. Gimo. No creo que tenga un resfriado. ¿Dónde está
June? ¿Dónde están mis padres? Si voy a morir, ¿no deberían estar aquí? Él está dentro de mí.
Muerde mi hombro mientras me arqueo en sus brazos. La necesidad escala y luego me tambaleo
hacia atrás. Un orgasmo… sueño… todo es lo mismo en este momento.
Kit está en la habitación cuando despierto. Levanto una mano hacia mi rostro y gimo.
— ¿Qué demonios? —digo
—Neumonía atípica —dice él—. Deshidratación extrema.
—Eso es ridículo. Solo es un resfriado.
—Claramente. —Se inclina hacia adelante, sus manos apretadas entre sus rodillas.
Quiero pedirle un espejo, pero eso probablemente no es sobre lo que una mujer hospitalizada
debería estar pensando.
— ¿Estoy suficientemente hidratada? —pregunto. Dios, no le visto en tanto tiempo. Es tan
hermoso.
—Estás llegando ahí.
— ¿Por qué estás siendo tan frío y rígido conmigo? —pregunto—. Obviamente estás aquí por
elección, así que al menos podrías ser agradable.
Él sonríe. ​Finalmente. S​ e levanta y se sienta en mi cama.
— ¿Por qué estás en Florida?—pregunta—. ¿Y no en tu precioso Washington? —dice de forma
divertida, y yo rio. ​Mi precioso Washington.
—Dos personas que amo mucho están en Florida—le digo—. Vine a…
— ¿A qué?—me interrumpe Kit—. ¿Detener mi boda?
—Eso es muy presuntuoso de tu parte—y entonces—. Pensé en ello.
— ¿Ah, sí?
—Pero estoy reconsiderándolo—no me gusta la mirada en su rostro. ¿Esperanza, quizás? Si no
quiere casarse con Della, debería detener la boda él mismo. Dios mío, ¿que había cambiado en
mí para hacerme sentir así?
— ¿Reconsiderándome? ¿O lo que sientes por mí?
Sacudo la cabeza—. ¿Cómo sabes que siento algo?
—Lo siento también.
—Bien—digo—. Estoy reconsiderándote. Porque eres un cobarde. Y estás casándote con alguien
que ni siquiera te gusta. Y ahora no sé si me gustas.
Él asiente lentamente, con sus cejas levantadas. No está sonriéndome ahora.
—Pero me amas. No tiene que gustarte alguien para que lo ames.
Frunzo el ceño. Tiene razón. Pero que no te guste alguien es suficiente combustible para correr
lejos de él. El amor solo puede llevarte a la primera pelea.
—Pídeme que la deje—dice.
Sus palabras me asustan. No quiero tener que pedírselo. Todo esto está mal. Venir aquí estuvo
mal. Niego con la cabeza—. No, Kit. No te pediré eso. Si quieres irte, necesita venir de ti. No es
justo que me pidas que te arrastre fuera de tu relación.
—Helena, vine a ti una vez; te seguí a Port Townsend. Nadie me arrastró allí.
Esa parte era de cierta forma verdad. Llevo mi mano a mi boca y lamo uno de los cables. Quiero
morderlo, pero tengo miedo de meterme en problemas. Greer estaba probablemente cenando en
este preciso momento. Quizás salmón y algo de risotto…
— ¡Helena! Veo lo que estás haciendo. Concéntrate.
—¡Ohdiosmio, ohdiosmio, ohdiosmio!—froto mi sien—. ¿Dónde están las enfermeras? ¿No
deberían revisarme?
Él toca mi rostro. Cinco puntas de dedos. Eso me trae de vuelta.
No puedo detener las lágrimas cuando lo miro.
—Te estás convenciendo de que no he hecho lo suficiente, porque entonces podrás alejarte de
esto y ser la chica buena.
—No—digo. Pero es flojo.
—Helena, no lamas esos…—aleja mi mano de mi boca y toma mi barbilla, obligándome a
mirarlo.
—Dime sobre tu corazón justo ahora.
Me alejo de él de un tirón—. ¡No!—y esta vez es poderoso.
Él se inclina y apoya su frente contra la mía, cerrando sus ojos.
—Helena, por favor.
Soy débil. Lo soy.
—Se suponía que yo sería una artista de libros para colorear—digo suavemente—. Y tú esposa.
¡Y se suponía que iríamos en un maldito tren azul! Nunca desperté de ese jodido sueño, Kit. ¿Me
oyes?—estoy sollozando como una patética pequeña mierda. Frota su frente contra la mía.
—Entonces, ¿por qué estás tratando de despertar ahora?
¿Cómo puedo responder a eso?
—Conocí a alguien—digo. Lo siento ponerse rígido. No me mira cuando se aleja.
— ¿Quién?
—Alguien que no está por casarse con mi ex mejor amiga mañana.
Se sienta con las manos entre las rodillas y mira la pared.
— ¿Quién?
— ¿Eso importa, Kit?
—Me importa a mí. Sabes que es así.
—Él solo me ha hecho ver las cosas claramente. No tengo que convencerlo, como vine aquí a
hacer contigo. No quiero tener que convencer a alguien de que esté conmigo.
—Nunca tuviste que convencerme de nada. Era cosa de tiempo. El nuestro había terminado.
Él asiente lentamente—. Entonces, ¿no quieres estar conmigo? ¿Eso es lo que estás diciendo?
—Eso es lo que estoy diciendo. Lo quiero a él.
No puedo creer que solté esas palabras. Me equivoqué al venir. Están Annie, y Della, y la familia
de Della. No estaría lastimando solo a una persona.
— ¿Quién es el cobarde ahora, Helena?
Él se para, y hago una mueca. Quiero a mi mamá. ¿Es eso raro? Ella ni siquiera me agrada.
Kit sale por la puerta, y dos segundos más tarde June entra, con los ojos abiertos y la boca
abierta.
—Él…—dice ella, mirando sobre su hombro—. ¿Helena…?
Niego con la cabeza—. No es nada. Todo esto fue nada. Necesita ir a vivir su vida. Con su
familia. Le dije que se fuera. Estaba equivocada al hacer esto. Me siento como una idiota.
June pone la mano en mi brazo—. ¿Te sientes como una idiota?
—Sí… June. Dios. Vine hasta aquí…
June sacude la cabeza—. Mierda, Helena… mierda.
— ¿Qué?
Pone su cabeza en sus manos y se sienta en una esquina de la cama.
—Has dormido por mucho tiempo. La boda… debería haber sido ayer. Él la canceló. Ellos nunca
se casaron. Él la canceló por ti.
Arranco las agujas de mi mano y pongo mis piernas a un lado de la cama. Ahí fue cuando a la
enfermera se le ocurrió entrar. Ni siquiera había dado un paso antes de que ella haga: ​Eh, eh, eh ​y
me empujara de vuelta a la cama. ¿Qué tipo de infierno temporal era este?
—Te necesitaba hace diez minutos ¿sabes?—le digo—. Encuéntralo, June. ¡Por favor!
June luce como un ciervo atrapado por las luces delanteras de un coche. Ella está
asintiendo, incluso mientras sale de nuevo de la habitación.
— ¿Qué le digo?—me pregunta.
Hago una mueca cuando las agujas pinchan mi piel.
—Recuérdale lo del sueño. Dile que el nombre de nuestra hija era Brandi. Dile que lo lamento y
que lo amo.
Capitulo Cuarenta y ocho: #Coca-Cola

 Estoes algo que he aprendido.​ ​No puedes huir para encontrarte a ti mismo. Eres tú mismo sin
importar a donde vayas. La diferencia es, si estas huyendo, estarás muy ocupado para recoger la
espada y enfrentar a tus enemigos. A veces tu enemigo serás tú mismo, a veces serán esos con
poder para herirte​. ​Sácate tus zapatos y para de huir. Vive descalzo y pelea con todo.​ Escapé de
mis sentimientos — aquellos que sentía por Kit, la culpa de sentirlos. Pensé que si ponía la
distancia necesaria entre nosotros, mis sentimientos desaparecerían. Debería haberlo enfrentado
yo mismo en aquel momento.

June no encuentra a Kit. Nadie puede. Ha apagado su teléfono y desaparecido. Della me llama
histérica mientras dejo el hospital un día después, demandando saber que le he hecho a él. He
hecho a él. Como si él no fuese posiblemente capaz de escogerme por su propia cuenta. Debo
haber usado magia o algo.

—No hice nada, Della. No soy tan linda como tú —Y luego cuelgo.

—Pienso que es tiempo de superar eso —me dice June—. Obviamente ha tomado su decisión
entre ustedes dos.

—Mierda —digo—. ¿Debería llamar y disculparme?

—Absolutamente, no —dice—. Debería sufrir un poco —me mira de reojo—. Lo volvió de


decir. Cuando él cancelo la boda.

—Claro que lo hizo.

—Sabes —dice June—. Es tan insegura, casi la hace fea. De la manera que es tan insegura de sí
misma, que te hace también inseguro sobre ella.

Hago una cara. No importa. Todo lo que me importa ahora es Kit, no los perfectos pómulos de
Della. No sé dónde está. Me está matando que no sepa cuanto lo siento. No se puede esconder
por mucho. No se mantendrá alejado de Annie.

—Se está calmado —le digo a June—. Desaparece cuando escribe y cuando piensa.

—Así que, ¿Cómo vas a afrontar su marcha?

—Tengo que ir a casa —digo—. Pienso que está allí.


Cuando aterrizo en Seattle, arriendo un auto del primer lugar que veo. Todo lo que tienen es un
Ford Focus blanco con placa de Oregon y una abolladura del tamaño de un puño en el
parachoques. Nada de Range Rover esta vez. Me arrastro en el asiento del conductor, exhausta, y
tomo una selfie. Lo llamo, Instinto. No dormí para nada en el avión, leí el manuscrito de Kit.
Cuando lo termine ordene un vodka puro. Me estaba hablando. Y no tuve las agallas de leerlo.
Cuando conduje dentro del ferry me quede en el auto, golpeando impacientemente con mi dedo
sobre mi rodilla. El ferry siempre se ha sentido como libertad, pero ahora no podría sentirme más
atrapada. Necesito encontrarlo. Eso es todo lo que sé. No hay nada que incluso confirme que está
en PT. Cuando llame a Greer, no había oído nada. Voy por instinto. ¿Cuánto tiempo por delante
de mí ha estado en PT? ¿Dos días? ¿Tres?

Recién he bajado del ferry hacía Kingston cuando mi teléfono suena. Es Greer.

—Tienes que regresar, —dice. Suena sin aliento, como si hubiese estado corriendo—. Se está
subiendo al ferry del que justo bajaste.

— ¿Qué? —Piso el freno y alguien me da un bocinazo—. ¿Cómo lo sabes?

—Su mamá. Acaba de volver de la casi boda. Paso dos días en su condominio, ahora va a volver
a hablar con Della y ver a Annie.

Doy una vuelta en U, saltando un bordillo y casi golpeo a un peatón.

—Voy en camino—digo. Cuelgo el teléfono y yendo directo, casi abrazando el volante. Por
favor, Dios, por favor déjame lograrlo. Nunca lo alcanzare si pierdo el ferry.

—Tienes que esperar al siguiente—me dice la señora en la caseta de entrada—. Este está lleno.

— ¿Qué tal si entro a pie? —pregunto. Asiente. Compro un ticket y estaciono. El último de los
autos ha sido abordado, lo que significa que tengo que correr si quiero llegar a la rampa antes de
que la bloqueen. Dejo todo en mi auto, aprieto mi bolso a mi pecho y corro.

El portero está cerrando la puerta mientras llego a la cima. — ¡Espere, espere, espere!—grito. La
mantiene abierta para mí mientras me apresuro a entrar.

—Lo amare por siempre—digo.

Estoy dentro, estoy dentro. No estoy segura donde ir. ¿Se habrá quedado en su auto?
¿Deambulando por las cubiertas? Tengo veinte minutos para averiguarlo y no trabajo bien bajo
presión.
Un rápido paseo por la cafetería donde la mayoría de los pasajeros están congregados y sobre la
cubierta principal. Hay algunos rezagados afuera, sujetando vasos de cartón de café mientras
parpadean contra el viento fresco. Doy una vuelta alrededor del lado izquierdo, jalando mi
delgado sweater más cerca de mi cuerpo. La vuelta alrededor de la cubierta me toma cuatro
minutos, y, para el momento que llego a mi punto de partida, mi nariz está goteando. Esto no va
a funcionar, no tengo el tiempo suficiente. Podría estar en cualquier parte.

Vuelvo dentro y tomo una foto de la máquina de Coca Cola. No sé si ha encendido su teléfono,
pero apretó Enviar, esperando por lo mejor. Kingston está desapareciendo detrás de nosotros.
Salgo por las puertas y me paro a ver el agua. Me siento derrotada, lo hago. Y desesperada. Y
entupida. Y mi bolso esta pesado porque he estado cargado con el manuscrito de Kit por los
últimos par de meses. Lo saco del envoltorio y lo sostengo en mis manos por unos momentos
antes que se deslicen fuera de la gruesa pila de papeles. Tengo que dejarlo ir, ¿verdad? Justo
como el corcho de vino. Si estaba en camino de regreso a Florida era probablemente para
arreglar las cosas con Della. Sostengo su libro sobre el agua, mis nudillos tan blanco que se
camuflan con el papel. Luego lo arrojo al aire. Por un segundo luce como si una nube de aves
blancas hubiera explotado alrededor del ferry, sus delgadas alas vibrando en el viento. Mi labio
inferior tiembla y lo tomo entre mi dedo índice y el pulgar para mantenerlo quieto. Mi cuerpo me
traiciona por Kit Isley, no es la primera vez. Regreso dentro, mi bolso más liviano, y mi corazón
más pesado y me siento en una silla frente a la máquina de Coca Cola. Lloro.

—Tengo algo de beber. Te sentirás mejor—alzo la vista, y una señora mayor con cabello
plateado esta parada mirándome. Su cabello me recuerda a Greer. Me hace callar y presiona seis
cuartos de dólar en mi palma, luego asiente hacía la máquina expendedora— El azúcar. Te
ayudara.

No la quiero ofender, así que limpio mis lágrimas y me paro —Gracias—digo— Es muy amable
—mira hasta que estoy en la maquina pretendiendo considerar mis opciones. Sonrió alegremente
y saludo.

Cuando se marcha presiono mi frente contra el cristal y cierro mis ojos. Ni siquiera se me
permite llorar en paz. A ciegas, pongo los cuartos en la ranura, uno por uno. Dink, dink, dink.

Y luego dos manos aparecen a cada lado de mi cabeza. Mis ojos se cierran mientras un cuerpo
me clava contra el cristal. Tengo escalofríos. Conozco su olor.

Kit corre su nariz contra la parte trasera de mi oreja mientras su brazo se envuelve alrededor de
mi cintura. Mi boca está abierta, y mis ojos están cerrados mientras hace círculos sobre mi
muñeca con su mano libre. Es toda calidez y el olor de bosque y pino. Besa mi nuca y dejo caer
el resto de cuartos. Los oigo golpear el suelo antes de que me de vuelta para mirarlo.
Está justo allí. En mi cara. Frente a frente sin aviso. Estoy sin aliento y corre sus manos sobre
mis brazos y acuna mi rostro, luego me jala más cerca de él. Nuestros labios se están tocando,
pero ninguno de nosotros se está moviendo para un beso. Se siente un poco irreal estar
presionada justo allí, contra la persona que has querido por tanto tiempo.

—Nunca olvides —dice—Que fue mi libro y Coca Cola quienes nos volvieron a juntar.

— ¿Tu libro? —pregunto. Sube su mano para revelar una arrugada página de su manuscrito—.
Página cuarenta y nueve —dice—. Bajo flotando desde los cielos y fui lo suficientemente
afortunado para atraparla antes de que se hundiera en el Sound.

—Imagina eso —digo.

—Pensé que estaba alucinando hasta que encendí mi teléfono y vi tu mensaje.

— ¿Viniste corriendo para acá? —pregunto

—Tan rápido como pude.

Nuestros labios se están tocando un poco mientras hablamos.

— ¿Por qué no estás sin aliento?

Sonríe —Se le llama ejercitarse, Helena.

Toco su rostro desaliñado, y recorro mi mano por la parte trasera de su cuello. Me besa con
suaves labios y dura pasión. Y es definitivamente el mejor beso de mi vida. ​De mi vida.
#Epílogo

No te entristezcas porque no puedas obtener constante felicidad. Es la forma más rápida de


 sentirte un fracaso en la vida. Si cada una de nuestras vidas representase la página de un libro, la
 felicidad sería la puntuación. Separa las partes que son demasiado largas. Cierra algunas cosas,
divide otras. Pero es breve, aparece cuando se necesita y llena párrafos agotadores con
descansos. Estar contento es un estado constante más accesible. Amar tu destino sin estar
borracho con euforia. Valiente y determinada aceptación sin amargura. Sé amable contigo
mismo. Acepta los malos momentos para poder disfrutar mejor de los buenos. Ama la lucha.
Ámala mucho, y deja que te salve cuando tus músculos emocionales se hayan vuelto blandos.​ Kit
y yo tenemos eso. A veces, tanta alegría que nos duele el corazón. A veces, tenemos tristeza
cuando estamos lejos de Annie o Port Townsend. Nos sentimos divididos entre todas las cosas
que amamos. Peleamos; hacemos el amor. No vuelvo a ver a Muslim. Y después de una llamada
telefónica, nunca más vuelvo a hablar con él. Escucho mucho sobre él, y recuerdo nuestro
tiempo. Y me pregunto si tienes espacio en tu corazón para más de una persona. Creo que lo
tienes.

Después de aquel día en el ferry, nos mudamos de vuelta a Florida. Lo hacemos para poder estar
cerca de Annie hasta que lo resolvamos todo. Mantenemos el apartamento en Port Townsend y
volamos ahí para visitar tan a menudo como podemos. Compro un sofá azul marino para el
apartamento, y cuelgo uno de los cuadros de ondas de Greer sobre él. Mi corazón está allí, en
Port Townsend. Llevamos a Annie con nosotros a veces, y damos paseos por el pueblo para que
todos puedan hablar. Es hermosa como su madre, y perceptiva como su padre. Piensa que Greer
es un hada de verdad, y Greer juega su papel. Della nunca me perdona, pero eso era de esperar.
Éramos por una temporada. Nunca me vuelvo buena en arte. Hago intentos aquí y allá. Me siento
bien con eso. Soy una aventurera. Cuando la madre de Kit enferma, vuelvo a mudarme a Port
Townsend para ayudarla. Kit vuela aquí los fines de semana, pero el tiempo con él nunca parece
suficiente. Estoy estirada, tensa. Quiero estar con Kit y Annie, pero también quiero estar aquí.
Estoy contenta por tener una excusa para estar en el sitio que amo.

Con el tiempo, salimos del apartamento y compramos una pequeña casa en PT. Un lugar donde
nadie puede encontrarnos. Es una trama oculta. Una calle lateral, en una calle lateral que está en
otra calle lateral. No es que no queramos ser encontrados; simplemente queremos ponerlo difícil.
La casa tiene un porche que la envuelve. Kit tiene hace que nos envíen dos sillas mecedoras de
color del chile de la granja de cabras. Las ponemos en la parte oeste de la casa, para que
podamos escuchar el agua del arroyo, corriendo entre las rocas. La mayoría de las noches llevo
una taza caliente de ponche fuera, y bebo lentamente, escuchando las criaturas de Washington y
viendo cómo el sol se pone sobre el Sound. Son ruidosos y me hacen reír. Se siente como si
estuviera esperando algo, aunque no estoy muy segura de qué. Todo me pone nerviosa; los
ruidos, las sombras, el sonido de los frenos de los autos en la gravilla.

A principios de agosto un año después, mi espera llega a su fin. El verano limpia el cielo de
nubes de lluvia, y la costa sopla una cálida brisa a través del noreste. El clima me lleva fuera más
de lo normal. Estoy bebiendo vino de una antigua taza una tarde, cuando una camioneta rebota
en el camino de tierra a una velocidad alarmante. Choca contra un bache, y creo que va a
chocarse contra mi catalpa, cuando de repente gira a la derecha y se detiene delante de mi casa.
Mi frente se arruga mientras me inclino hacia delante en mi mecedora. No soy genial en ese
momento. En su lugar, soy como una mujer anciana en su mecedora, enfadada porque alguien
casi acaba de golpear su árbol favorito. La puerta de la camioneta se abre de golpe y unas botas
negras se dejan caer en el barro. Me levanto, mi corazón se acelera, tirando la taza de vino a mis
pies. El sol brilla en mis ojos. ¡Maldito sol! Ni siquiera debe estar aquí. Pongo una mano sobre
mis ojos para escudarlos y doy un paso rodeando el vino, dejando huellas rojas sobre la pintura
blanca. Veo un rostro, ojos azules impactantes, y caminar de león. Todo mi mundo se tambalea.
Han pasado dos años, pero todavía, esta reacción. Vuelvo a acomodarme en mi silla, no sea que
mis rodillas fallen. Tengo demasiado miedo para mirar, porque ¿qué demonios? No puedo
sobrevivir otro sueño. Con las palmas sudorosas, y el corazón a galope, él se baja a la silla junto
a la mía.

Se sienta. Como si hubiera estado sentado ahí todo el tiempo.

—Hola, Helena.

— ¿Cómo me has encontrado? —le pregunto. Él solo sonríe—. Te vi en las noticias —digo—.
Te metiste en algunos problemas.

—Te culpo a ti por eso —dice.

— ¿Ah, sí?

—Tú eras la única. Podría haber cambiado, ser mejor.

—Propio de un narcisista —digo—, culpar a otro por sus elecciones.


Él se ríe.

—Puedes venir conmigo ahora…

Niego con la cabeza, aunque mi corazón está latiendo salvajemente. Casi lo hice la última vez,
¿no es así? Abandonar todo e irme con él.

Se levanta y se va, aparentemente nuestra reunión ha terminado. La mecedora chirría cuando lo


libera y se balancea hacia atrás enfadada. Se detiene al final de las escaleras que llevan al camino
de entrada y se vuelve.

— ¿Crees que me atraparán? —me pregunta.

Me levanto y camino al borde del porche, envolviendo un brazo alrededor de una de las vigas. Le
miro con seriedad.

—Creo que tiene que hacerlo.

—Tú eres la única que alguna vez me ha dicho la verdad —me dice, sonriendo. Y luego se va, la
gravilla deslizándose bajo sus botas mientras vuelve a subirse a la camioneta—. Adiós, Helena.

— ¿Quién era ese? —me pregunta Kit, apareciendo junto a mí. Su cabello está revuelto por su
siesta, y levanto la mano para suavizarlo. Mi corazón da un vuelvo cuando lo toco. Cada vez. Era
improbable, pero es mío.

—Ese líder de culto de las noticias del que te he hablado. Con el que casi me fugo.

—Mierda —dice—. ¿Debería ir a por la pistola?

—Nah. Ha venido a decir algo que necesitaba. Ahora se ha ido.

— ¿Qué ha dicho?

—Qué yo era la única.

—Voy a por la pistola. —Kit se vuelve hacia la casa, pero agarro su brazo, riéndome.

—Soy tu única, Kit Isley.

Se inclina para besarme, pero sus ojos están en la carretera donde Muslim se aleja conduciendo.
No es un hombre celoso, pero es posesivo.

— ¿Crees que le atraparan?


Pienso en la elusiva y fluida personalidad de Muslim. La forma en la que puede hablar para
meterse o salir de donde sea, y envuelvo mis brazos alrededor de Kit.

—No. Pero alguien lo hará.

—Es hora de casarnos —dice Kit.

Me alejo de su pecho y arrugo la nariz.

— ¿Qué dem…?

—No vas a atrasar esto otro año más —me dice—. No con ese tipo intentando reclutarte. Es
como un el líder de culto y chico de calendario.

Me apoyo otra vez contra su pecho y cierro los ojos.

—Estás pensando en sacar tu caja de calcetines —dice, besándome la coronilla.

—Lo estoy. Creo que hay una pareja para cada uno de ellos y voy a encontrarlos.

—Está bien, nena. Voy a ir a cocinar algo del pescado que he atrapado con mis propias manos
mientras tú tocas tus calcetines.

Vuelve a desaparecer en la casa, pero un minuto después me envía un mensaje. Es una foto de
nuestra cama. ¿Jodemos, amor? Dice debajo. Me río, y me hago un selfie porque estoy feliz, y
 esta es una extraña noche. Antes de ir dentro miro alrededor una última vez, preguntándome a
dónde irá Muslim desde aquí. Un león al acecho. Puedo escuchar ruidos —algo distante—, un
helicóptero, ¿tal vez?

Ra

Ta

Ta…

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