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HISTORIA DEUTERONOMISTA

EXAMEN PARCIAL – SEPTIEMBRE 17 DE 2019 -


PROFESOR: P. LIBARDO ESAU ZAPATA YEPES
ESTUDIANTE: CARLOS ANDRES GONZÁLEZ GALVIS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD BOLIVARIANA

EL DON DE LA TIERRA

El libro de Josué tiene como uno de sus temas principales la narración de la conquista de
la Tierra prometida, que según el autor sagrado ocurre luego de la muerte de Moisés.
La tierra ocupa un lugar predominante no solo dentro de la narración en sí misma, sino de
toda la historia deuteronomista, pues desde los orígenes de Israel, la tierra ha sido
considerada como un don de Dios, como una promesa divina que es fruto en primer lugar
de la misericordia de Dios y en segundo lugar como recompensa a la fidelidad que el pueblo
hebreo muestra a la ley de Yahvé.
Es por esta razón que la comprensión del don de la Tierra en estos libros (Josué, Jueces),
debe hacerse no sólo desde una mera estricta posición histórica, sino más bien desde una
visión religiosa; esto es: comprender la tierra como un elemento teológico, como figura
esencial en el plan de Dios que quiere entrar en comunión con el hombre y alentar su
esperanza; razón por las cual son dignas de recordar las palabras del Concilio Vaticano II
“…Estos libros, aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, nos enseñan
la pedagogía divina. Por eso los cristianos deben recibirlos con devoción, porque
expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una
sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y esconden el
misterio de nuestra salvación” (Constitución dogmática Dei Verbum n.15).
Teniendo presente esta enseñanza del Concilio, es menester recordar entonces el sentido
espiritual de la Tierra, que para el pueblo de Israel no sólo constituye un signo de estabilidad
y también de riqueza, sino que representa la plenitud de la travesía por el desierto y el
verdadero final de la esclavitud padecida en Egipto.
La entrada en la Tierra prometida, confirma la elección que hace Dios por el pueblo de
Israel; la conquista de ella, es a su vez una forma de alianza; en ella Dios ha participado,
asegurando la victoria de su pueblo, acompañándolo día y noche, en las luchas más
encarnizadas, asegurándole siempre su protección y victoria; no obstante, la tierra no cae
del cielo, razón por la cual corresponde a los hombres de Israel poner de su parte y luchar
por conquistarla, ellos deben incluso sacrificarse, pelear, sufrir, arriesgarse e incluso dar la
vida, para que ellos - y si no ellos - sus familiares y compatriotas puedan disfrutar del bien,
que concedido por Dios, asegurará su sustento, permanencia, estabilidad y riqueza.
Todo lo anterior, es expresión de un evidente objetivo: Israel debe tomar conciencia y
descubrir que la Tierra prometida es comunión con Dios Yahvé, es vivir con Dios, y su
posesión comienza aquí abajo con el esfuerzo, el trabajo, la lucha y el sacrificio, a fin de
que su posesión perfecta sea en la patria celestial, así las cosas, la verdadera tierra ya no
será un mero concepto geológico, sino que será el mismo Dios “El Señor es lote de mi
heredad” (Sal 15,5).
En razón de anterior, considero pertinente, analizar algunos aspectos que rodean la
posesión de la Tierra prometida narrados en el libro de Josué y compartidos en el desarrollo
de las clases.
HISTORIA DEUTERONOMISTA
EXAMEN PARCIAL – SEPTIEMBRE 17 DE 2019 -
PROFESOR: P. LIBARDO ESAU ZAPATA YEPES
ESTUDIANTE: CARLOS ANDRES GONZÁLEZ GALVIS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD BOLIVARIANA

Un primer aspecto a destacar, dentro de la narración sobre la conquista de la Tierra


prometida, es la figura plástica de la caída de las murallas de Jericó, que se produce
gracias al sonido de trompetas y a las siete vueltas que el pueblo de Israel da alrededor de
la ciudad.
El número 7 en el lenguaje bíblico es un número simbólico que generalmente se pone en
relación con el episodio de la Creación; de manera más específica, con el descanso, porque
al séptimo día según el libro del Génesis, Dios descanso de su obra; muy seguramente
cerca de estos términos es posible encontrar el verdadero símbolo de Jericó, con la caída
de sus murallas; la ciudad ya no puede resistir, las imposibilidades, las barreras y los
obstáculos pierden fuerza y es justamente aquí donde ese acontecimiento alegórico se
transforma en un verdadero mensaje de fe, pues de la mano de Dios, el pueblo elegido
logrará lo que a los ojos de muchos es impensable e imposible. El Dios de Israel, es un
Dios que no conoce barreras y rehúsa todo tipo de resistencia humana, física o estructural;
en otras palabras, su obra, sus planes, no pueden ser detenidos o contrarrestados por nada
ni por nadie.
También son dignos de considerar, el sonido de las trompetas y el clamoreo del pueblo
que emite gritos de victoria. El sonido, al igual que los números, tienen un importante
valor y significado dentro del lenguaje bíblico; retomando el libro del Génesis, es gracias al
sonido, al sonido de la voz de Dios como se crea el mundo; es justamente con este clamor
ordenado por Dios, como tiene lugar una nueva creación: el establecimiento de la Israel
histórica.
Otro aspecto, de no menos importancia, es la ley del anatema, que se impone para
conquistar la ciudad; lejos de la crueldad con que puede aparecer el hecho de sacrificar
hombres, mujeres, niños, ancianos, ganados y demás de otros elementos, el significado de
esta ley implica la honestidad y por ende la transparencia de esta nueva experiencia que
vive Israel. La entrada en posesión de esta tierra por parte de Israel, ha de empezar desde
cero, a nadie le está permitido enriquecerse a costillas de los bienes de la nación
expropiada, pues la guerra no es desde la óptica religiosa de Israel una práctica que legalice
el enriquecimiento ilícito, no, de ninguna manera, de hecho, es considerada como el último
recurso para poder entrar en posesión de algo y, si se recurre a ella, no puede tener como
trasfondo el saqueo o el pillaje.
Así las cosas, la experiencia de Israel, al conquistar la Tierra prometida, es todo un mensaje
de fe, no sólo para los israelitas de aquella época, sino para las futuras generaciones, pues
esta narración ilumina en clave de fe, de reflexión y esperanza los acontecimientos vividos
por Israel en el exilio y también en las diferentes invasiones que sufre por parte de los
asirios, los babilonios, los persas y los griegos. La Tierra prometida recuerda al
nacionalismo israelita que su gran héroe es Yahvé y que la tierra como don está amarrada
al cumplimiento estricto de los preceptos de la Ley, cuyo núcleo está especialmente en la
fidelidad a la Alianza y en el reconocimiento de Yahvé como único Señor y Dios. En
definitiva, con este episodio, Israel debe aprender que todo es don de Dios, una gratuidad
divina que el hombre, y en colectivo el pueblo, deben reconocer, hasta llegar a la absoluta
certeza de que, sin la ayuda de Dios, el hombre es nada.
HISTORIA DEUTERONOMISTA
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PROFESOR: P. LIBARDO ESAU ZAPATA YEPES
ESTUDIANTE: CARLOS ANDRES GONZÁLEZ GALVIS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD BOLIVARIANA

El mensaje de la Tierra prometida es, en su sentido más espiritual, un fuerte llamado de


atención, no sólo a los hombre de ayer sino de hoy, a hacer memoria de lo importante que
es actuar conforme a la voluntad de Dios. Cuando Israel reconstruye su memoria y su
historia en estos acontecimientos de sus orígenes, recuerda que la tierra es en verdad
posesión no del pueblo sino de Dios, por eso justamente la tierra es un don, un don que los
hombres administran, pero cuyo único dueño siempre será Yahvé. De ahí la importancia de
hacer de la Tierra un escenario de justicia, de misericordia y de solidaridad.
Sobre el suelo, Israel debe prefigurar el cielo, por eso en la tierra, los hombres deben hacer
con los otros, especialmente con los pobres, los huérfanos, las viudas y los extranjeros, lo
que Dios ha hecho con ellos.
Esta enseñanza, y su contenido espiritual no sólo se quedan para Israel también deben
alcanzar la historia y la realidad de hoy, una realidad en la que los hombres no sólo se han
adueñado de la tierra, sino que peor aún, la han maltratado y la han herido hasta el colmo.
La explotación de la tierra y el abuso de todos los recursos naturales son una muestra
fehaciente de lo dicho en el acápite anterior, la humanidad ha hecho de la tierra no un lugar
teológico para el encuentro con Dios, sino un verdadero escenario para alejarlo y peor aún
para visibilizarlo. La Tierra hoy por hoy, genera tantas divisiones y tantos desacuerdos entre
los hombres, que ha dejado de ser un signo de vida y se ha convertido en un verdadero
cementerio construido por el horror del fratricidio alimentado por la ambición y la
explotación.
En este presente, es más que urgente rescatar este sentido que la tierra tenía para los
israelitas, la tierra se había convertido para ellos en un lugar donde Dios habitaba y donde
podían encontrarse y relacionarse con él, pero esa relación estaba sujeta al buen trato y el
respeto por el otro y por sus garantías.
Hoy cuando se habla tanto del cuidado de la Tierra de su protección y de su conservación
en el orden biológico, es también necesario recordar y defender su significado teológico, a
fin de que la tierra sea en verdad una prefiguración de la patria celestial.

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