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Publicado en Letras, n.° 36, Lima, WV de 1947, pp. 116-117.
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Sobre la poesía de Mario Florián 51
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Universidad Nacional Mayor de San Marcos
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Derecho en 1937, siempre bajo el aliento esperanzado de la madre. Pero
impulsado por la vocación de belleza que bulle en su espíritu, cambia de
orientación y se dirige a L i m a para matricularse en la Facultad de Letras
en 1940. De este modo se encuentra ya en el desarrollo de su carrera
literaria. Allí alterna el aprendizaje de las materias del plan a c a d é m i c o
con las lecturas libres y la e n s o ñ a c i ó n mucho m á s libre a ú n , en la recos-
tada soledad de su alma rústica, no hecha a los trajines y a la verbosidad
de la urbe. Ese mismo a ñ o obtiene el Primer Premio en los Juegos Florales
Universitarios con sus poemas que se publican luego bajo el título de
Tono de fauna. Antes ha publicado algunos folletos de poesía: Voz para tu
nieve, Recinto de alma, Brevedad de lágrima, vacilación, con lampos de ter-
n u r a que anuncian una voz m á s alta. E n 1943 publica en Cajamarca
Noval, hallazgo y a seguro de sí mismo. E n 1944 viaja al Sur del Perú y
comercia con la luz elemental de los altos p á r a m o s , con la roca humana
y la roca floral, con Puno, Cuzco y Arequipa, emociones que se recogen
en su poemario Tierras del Sol editado en 1945. Ese mismo a ñ o de 1944
recibe el Premio Nacional de Poesía por su libro de canciones neo-
quechuas Urpi. E l Ministerio de Educación Pública imprime el libro en
1945. E n 1945 también escribe una tesis para la Facultad de Letras sobre
«La Poesía Indigenista en el P e r ú » . Por ese tiempo viaja a su tierra
cajamarquina y trabaja como Profesor del Colegio Nacional de Contu-
m a z á . Lo eligen Alcalde de aquel lugar. Pintoresca anécdota: en la Alcal-
día pretende actuar con independencia de la corriente política que impe-
ra por entonces, inspirado en el bien del pueblo, con la consecuencia
fulminante de la p é r d i d a de ambos cargos. Regresa a Trujillo y Lima.
Muerte de la madre. Lucha desigual por la vida llevando a cuestas la
carga de ser poeta, difícil equilibrio a menudo roto con desenlace oscuro
y trágico. Florián trabaja actualmente en la Biblioteca Central de la U n i -
versidad de San Marcos y no importuna a nadie, dentro o fuera de la
Universidad; no pertenece a instituciones ni frecuenta convivios, se des-
liza callado y cortés, r e s g u a r d á n d o s e cuanto puede de la feria estridente
que lo rodea. A la entrada del Museo Nacional de A n t r o p o l o g í a y A r -
queología Julio C . Tello, inscribió como leyenda mural que prepara el
á n i m o de los que ingresan, un soneto suyo que es un salmo a las puertas
del santuario, una invocación vibrante y unciosa para ver con vida pre-
sente y futura la grandeza milenaria del Perú.
A l margen de los valores intrínsecos que sin duda tiene la poesía de
Mario Florián, su significado m á s recóndito está en la circulación moder-
na, con sintetismo e imaginería vigentes, de un mensaje antiguo que pare-
ció dormirse para siempre en el corazón petrificado de la raza vencida o en
las aulas funerarias de los museos. Por lo que sabemos de la literatura del
antiguo Perú, entre la floración suntuosa de cosmogonías, epopeyas y
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fábulas místicas, se oyó la voz simple del liaravec que entregaba su intimismo
en versos cortos, penetrados de fragancia campera, suavemente idílicos,
desgarradoramente tristes por la reiteración de un destino infausto. U n
pathos místico lo transía y agitaba como follaje bajo el viento tempestuoso.
Su amor divino tocaba de luz sobrenatural el mundo en torno, d á n d o l e
palpitación fraternal al animal y a la roca, al hombre y al cosmos. Esta
actitud lírica, que extrae poderes ancestrales y hace cantar nuevamente a
la sangre, tiene otros representativos, pero creo que Mario Florián es su
m á s logrado intérprete. Su poesía es neoindia. Usa palabras quechuas
mezcladas en el español general y uno de sus libros — Urpi — tiene nom-
bre quechua. Pero eso es un accidente. L o primordial es a q u í su espíritu.
E n él se agolpan las presencias telúricas: «raíz de valle y flor de
cordillera» como dice en Noval. Los Andes con sus mirajes y sus hombres
— «¡oh las piedras del Ande donde el hombre ha llorado hace una eter-
nidad!»— alcanzan una plenitud sinfónica. Por ello El juglar andinista
— apelativo de este volumen — es el apelativo al mismo tiempo que mejor
le calza al poeta, aunque t a m b i é n sienta la costa m a r f i l e ñ a y le diga al
algarrobo de los m é d a n o s : «almíbar de oro es tu s o m b r a » . E n la quebra-
da andina nace y vuela la inspiración de Florián. Es una nota tierna que
sale del paisaje mismo como un murmullo del río o un trino en el alba. E l
diminutivo hispanoamericano, y a precisado como densidad de senti-
miento, es en él recurso de e x p r e s i ó n usual: «ay m i arado, m i aradito...»,
«Venadito de los montes, seamos amigos...». Esa ternura se hace filigrana
— firmeza metálica y gracia de arabesco — para cantar a la mujer:
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En tomo a La batalla
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de la a d a p t a c i ó n del joven provinciano en Lima con sus alaridos de
sensualidad, sus complejos retrospectivos y su d r a m á t i c a insuficiencia
ante el derroche deslumbrante de la gran ciudad, está expuesto con sos-
tenida emoción y riqueza analítica. «La Batalla» es un retablo naturalis-
ta con variedad de figuras, dinamismo y densidad de ambiente. E l per-
sonaje central es el cóndor, en aquel juego sádico para aniquilar al sober-
bio animal poniendo en peligro la vida, o por lo menos las manos y los
ojos, especie de toreo nativo, gallardía bárbara en que se combinan la
sangre, el valor y la muerte y en que, como en la fiesta española, surge de
los arcanos un raudal de fuerzas naturales para refrescar la entelequia
de la vida presente. Auroleado por el sol, por la intrepidez de los cholos
y por el coro de las m u c h a c h a s , el c ó n d o r levanta su grandeza
protagónica. La piedad civilizada que se dispersa en la atmósfera contri-
buye a perfilar m á s su epicidad. E l paisaje, en éste como en los d e m á s
escenarios, está sobria y delicadamente apuntado.
L a forma en Zavaleta es personal, robusta, exacta, con una incesan-
te elevación hacia la esfera superior del arte. A ella ingresa con frecuen-
cia; no pocas veces su imagen asume el poder y la gracia de una fresca
originalidad. Cuando no lo consigue, mantiene dignidad y e m p e ñ o en el
a f á n . Para hacerle c o m p a ñ í a grata por este sendero y sin prurito magis-
tral, como simple intercambio de impresiones, quisiera observar que sus
regionalismos o peruanismos, tal como él los usa, no contribuyen a la
universalidad y por lo tanto a la plenitud humana y estética de su men-
saje. Anoto los siguientes: poto (de chicha), jai te, carbonero (en el sentido
de azuzador), cunda, trejo, llanques, revejido (en el sentido de p e q u e ñ o por
falta de desarrollo), vereda (en el sentido de acera), maltoncilla, pallas,
huaris. Considero que si estimaba indispensable su uso, como en el caso
de los quechuismos poto, llanques, pallas, huaris, ha debido estampar estas
palabras en cursiva y aclararlas en un vocabulario; o, por otro medio,
iluminarlas por la acción de un contexto a la vez ennoblecedor y explíci-
to. L a palabra lonche ha sido salvada por el primer sistema; pirca, por el
segundo. Saco, en vez de chaqueta o americana, me parece bien usado a
causa de su extensión geográfica, lo mismo que butifarra, canchón y, desde
luego, cholo. L a observación lingüística de la p á g i n a 96: «[...] como si
t o d a v í a fuese el n i ñ o Juancho —o cualquiera de los diminutivos neo-
quechuas: niño Juanico, Juañi, Juanacho, niño Fan o niño Fancito» la estimo
acertada y pintoresca, pero excesiva en su calificación para Juanico, pues
tanto en la raíz como en la desinencia hay una voz puramente e s p a ñ o l a .
Los alardes gramaticales son numerosos y a ñ a d e n prestigio innovador
al estilo. Sustantivos como recuesto, cercanidad, cerral; adjetivos como
repechosas, encobrada; verbos como lumbrear, vaivenear, faenar, le dan se-
d u c c i ó n de posturas descansadas a la frase.
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En conjunto, un bello libro y una tensa significación de porvenir. E l
colofón de Alberto Escobar muy ajustado, elegante y técnico. Disiento
del consejo, que me parece percibir, para que el autor se apegue más a la
dicción oral. El lenguaje escrito tiene su propia arquitectura, sus propios
materiales. Puede ser sencillo, aritmético, distraído; pero se desarrolla en
una esfera del pensamiento que le impone singular conformación. Ex-
cepcionalmente, para el discurso puede apegarse al lenguaje oral que
recoge con fidelidad o para los contrastes expresivos por impulso delibe-
rado, como en un caso genial de nuestra poesía.
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v. E L CASTELLANO EN EL PERÚ
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Resulta así cada vez más abundante la materia y más reducida la posibi-
lidad de la lectura, el comentario y la composición sobre los textos egre-
gios limitándose el aprendizaje a las frías y escuetas enumeraciones de
fechas, sucesos, nombres de libros y referencias críticas. Semejante resu-
men nada dice de la verdadera vida cultural del alumno y es una adición
extema y pegadiza que olvidará tan pronto como cumpla sus deberes del
examen. Sobre los daños de amontonamiento semejante, hay que añadir
el ningún beneficio que esta concepción de la Historia Literaria presta al
desarrollo lingüístico del joven. Gramática e Historia Literaria entendi-
das así como desarticuladas provincias del sistema metodológico, cons-
tituyen un derroche de afanes y pesadumbres y más que una ayuda son
un entorpecimiento para dicho sistema. Lo mismo se puede decir de la
composición, de la lectura o de cualquier otro sector de la materia.
El fin supremo de la enseñanza del Castellano y la Literatura, entre
nosotros, debe ser la adquisición del mayor dominio idiomático por el
alumno y la capacidad de continuar ensanchando y fortaleciendo ese
dominio, por sí mismo, en el resto de su vida. Todas las importantes y
seductoras secciones en que puede dividirse esta asignatura, estarán
condicionadas a dicho fin y tendrán la profundidad y desarrollo que
convenga a aquél. Serán como sectores convergentes en cuyo centro está
el poder regulador. El dominio lingüístico encierra una complejidad de
valores que analizaré luego; pero de inmediato quiero hacer notar que no
hay dominio perfecto y acabado del idioma ni en los escritores geniales.
La lengua perfecta es una creación ideal como lo es la salud perfecta. Ni
los m á s cultos hablistas, en el transcurso de una vida consagrada a la
erudición, logran señorear por completo aquella insondable vastedad
que es un solo idioma. Pero lo necesario en este caso es dejar expedito un
camino y abierta la vocación de recorrerlo. Es como despertar un sentido,
el sentido de la corrección y elegancia idiomática. No es llegar a la per-
fección, es orientarse hacia ella. Es la permanente ambición de expresar-
se bien y la seguridad para resolver los problemas de vacilación que se
presenten. Puedo no saber cómo se dice, en un momento dado, pero debo
saber cómo encontrar la solución. La escuela debe empeñarse más que
en enseñar cuantitativamente la lengua, en infundir en el alma del edu-
cando esa capacidad de continuar ampliando y vigorizando su relativo
dominio sobre ella. Esa capacidad acompañará al hombre por el resto de
su periplo vital, auspiciadora y materna, como una fuente constante de
mejoramiento. Del mismo modo, en la Odisea, la diosa Minerva al prepa-
rar a Telémaco para su largo viaje, antes que darle armas y avíos, le
infunde valor y audacia. Ellas le acompañaron con eficacia constante
hasta su retorno, a ítaca. La pronunciación será enseñada así, bajo el
afán estable del joven por conseguir las excelencias de la voz, la articula-
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ción y la entonación; el vocabulario, con el ideal de su enriquecimiento
como consecuencia de hábitos mentales firmemente arraigados; la elocu-
ción, por el incentivo de la palabra en público incorporada definitiva-
mente a su actividad en la esfera social respectiva; la redacción, como el
gusto perseverante de expresión superior que supone el lenguaje escrito;
la lectura, al calor de una vocación cultural inextinguible; la gramática,
gracias al celo, fijado firmemente, por la justeza y limpidez del habla; la
literatura, con la persistente devoción por la belleza que como una llama
apasionada prende en el alma juvenil para no apagarse jamás.
El dominio lingüístico a que podemos aspirar en la escuela, con su
consecuente proyección en el futuro del alumno, no es propósito simple,
sin embargo y siendo un fin global se subdivide en fines parciales de
acuerdo con las esferas en que se despliega el habla. Metodológicamente
juzgo que esos fines son los siguientes: el psicológico, el social, el nacio-
nal y el estético.
El fin psicológico se relaciona con la función espiritual de la pala-
bra, antes de ser sonido en la boca del hombre, como imagen verbal en la
conciencia. Hay un lenguaje interior en el cual están de acuerdo metafí-
sicos, lógicos y lingüistas. Sabido es el interés de la Filosofía Contempo-
ránea por la expresión humana desde que constituye la única revelación
realmente rica y explícita, hasta donde es posible captarla, del misterio
del ser. Mientras los demás seres se repliegan secretamente en sí mismos,
sin verterse hacia el exterior más allá de sus apariencias sensoriales, el
hombre emerge con una cálida emanación de su esencia ontológica por
medio del lenguaje. A l observarse el proceso del habla, se ha advertido,
pues, su doble carácter, en la conciencia y fuera de ella. En la conciencia
la palabra es un utensilio del pensamiento porque le sirve de forma defi-
nitiva, de neta delimitación, de plástico relieve. Podemos discutir el gra-
do en que el pensamiento y la palabra se unen e interdependen; pero no
su concomitancia. Desde luego hay que reconocer que el pensamiento es
anterior a la palabra y la palabra no expresa todo el pensamiento, espe-
cialmente para el que escucha. El pensamiento es continuo, sin intersti-
cios; y la palabra es cortada, con vacíos entre sus distintas unidades,
aunque el sentido las va uniendo por un hilo interior como el hilo que
une las cuentas de un collar. En la concepción platónica el pensamiento
y la palabra se continúan sin línea fronteriza formando una sola reali-
dad, como la emoción se continúa en el gesto que le sirve de descarga, y
de allí la definición de Cratilo: «las palabras son gestos fónicos». De la
Estética de Croce esa orientación ha pasado remozada a la moderna
lingüística, alentando el fecundo idealismo de la escuela de Vossler. E l
pensamiento, gracias a su unión con la palabra, se vuelve expresión, es
decir no sólo materia sino forma, como la obra de arte cuyo estado caóti-
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co, anterior a la forma, la reduce a potencialidad escasamente inteligible.
Los estudios lógicos de Husserl, de é p o c a m á s reciente, basados en el
a n á l i s i s del lenguaje, parten de esa estrecha r e l a c i ó n aunque se
independizan m á s los respectivos campos que corresponden al pensa-
miento y la palabra. Uno y otro, dice, «no coinciden simplemente en la
conciencia sino que forman una unidad í n t i m a m e n t e fundida, de carác-
ter peculiar, en la cual, no obstante, cada parte tiene diferente valor». L o
que llamamos pensamiento es «algo» m á s variado y complejo que la
simple ideación, un conjunto de vivencias p s í q u i c a s que se enlazan por
asociación a la palabra y la «llenan» de sentido. L a significación del
lenguaje resulta de esta incesante actividad del espíritu para «llenar» de
sentido las palabras. L a expresión es como una cifra que resulta de am-
bos «factores» los actos de dar sentido o intenciones significativas y las repre-
sentaciones verbales. Éstas contribuyen con un « c o n t e n i d o intuitivo»
que constituye en adelante el «sostén» del «acto de significar». L a fun-
ción del lenguaje es por esencia comunicativa. Pero esta función no sola-
mente se desarrolla entre el hablante y el oyente, dos personas distintas,
unidas sólo por la relación social, sino que tiene toda su vigencia en lo
que Husserl llama la «vida solitaria del alma». E n ellas las expresiones
d e s e m p e ñ a n gran papel, sin perder la significación que les corresponde
en el discurso comunicativo. L a c o m u n i c a c i ó n la realizamos con noso-
tros mismos, con alguna simplificación, pero con los caracteres esencia-
les del intercambio lingüístico entre dos sujetos diferentes. E n este últi-
mo caso usamos las palabras físicas, con vibración de las ondas sono-
ras; en el primero, usamos las palabras solamente representadas, no rea-
les. Ellas se representan y agitan en la imaginación, tienen la sonancia y
la forma que les presta la fantasía. Somos la misma persona que habla y
escucha. Por distintos caminos, desde la especulación estética y desde la
teoría del conocimiento, Croce y Husserl coinciden en la trascendencia
del lenguaje interior, de lo que uno llama el «diálogo entre el espíritu y sí
m i s m o » , y otro «las expresiones en la vida solitaria del alma», denomi-
naciones distintas para el mismo f e n ó m e n o de maravilloso desdobla-
miento de la conciencia.
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una vivencia psicológica capaz de henchirla de sentido. Solamente así
las adquisiciones léxicas p e r d u r a r á n en la memoria del alumno con su
exactitud semántica. L a e n s e ñ a n z a de los vocablos no p o d r á por lo tanto
separarse de las experiencias culturales correspondientes. L a composi-
ción nos ofrecerá el campo m á s rico para arquitecturar las ideas. Redac-
tar es por excelencia ordenar elementos, seleccionarlos en cuanto a su
importancia, eliminar la hojarasca, vigorizar los puntos esenciales,
cohesionar todas las partes, adecuar estrictamente la intención signifi-
cativa con el signo verbal correspondiente, embellecer el proceso pen-
sante. La gran importancia que la composición tiene en el sistema educa-
tivo f r a n c é s se explica porque en ella se basa la suprema cualidad, la
ciarte, de que [se] enorgullece la inteligencia de ese país. L a elocución
oral, sobre todo en nuestro medio, debe aspirar al m á s severo reajuste
entre lo que se dice y lo que se piensa. Uno de los aspectos m á s descuida-
dos entre nosotros es la expresión en público, sencilla y elegante, aunque
no llegue a ser oratoria. Cinco entre cien son capaces de dirigirse a un
grupo mediano de personas y a ú n m á s pocos son los que saben lo que
están manifestando. N i siquiera parecen haber dominado el elemental
consejo horaciano de darle a su discurso principio, medio y fin sin que
discrepen entre sí. E l fondo de esta incapacidad está en la falta de disci-
plina mental para organizar r á p i d a m e n t e las ideas e intencionarlas en
las voces. L a lectura reflexiva, en el silencio del espíritu, con sus posibi-
lidades de observación, síntesis, meditación, placer estético y asimila-
ción de horizontes intelectuales puede ser un excelente ejercicio para la
f o r m a c i ó n de facultades generales. S i está bien dirigida la G r a m á t i c a
puede contribuir a ello, asimismo, con su vigor dialéctico, su estilo sen-
tencioso y su limpieza de aberraciones. E n general, no hay actividad
lingüística que no pueda orientarse con provecho a este f i n augusto de
cultivar las aptitudes permanentes de la inteligencia. L a p e d a g o g í a mo-
derna se ha inclinado con profundo interés a la expresión como parte de
una e n s e ñ a n z a globalizadora porque en la expresión está la g a r a n t í a del
saber adquirido. L a técnica decrolyana divide la o p e r a c i ó n didáctica en
observación, asociación y expresión. Nada se percibe si no se observa; nada
se incorpora al espíritu si no se compara y medita en un variado juego de
asociaciones; y nada se sabe positivamente si no se expresa. L a expre-
sión como t é r m i n o del aprendizaje, es para Decroly f u n c i ó n intelectual
antes que paramento exterior. L a expresión, entendida así, se convierte
fácilmente en lenguaje de comunicación social. Lombardo Radici lo con-
firma en los siguientes t é r m i n o s : «Sólo la conciencia incierta, pasiva, el
oscuro agitarse de los sentimientos, o la superficial p o s e s i ó n de pensa-
mientos apenas entrevistos, y por lo tanto no organizados í n t i m a m e n t e ,
pueden hacernos espiritualmente á f o n o s . E l que tiene una conciencia
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duce a voltear el orden de las sílabas, consiste en sustituir las palabras
corrientes por otras misteriosas, apicaradas o metafóricas. E l mismo dic-
cionario de la Academia las reconoce como «lenguaje especial que usan
los individuos de ciertas profesiones y oficios, como estudiantes, toreros,
etc.» y las considera a n á l o g a s a las jerigonzas o lenguajes difíciles de
entender. Las jergas, partiendo de la solidaridad espiritual de un grupo,
a veces se extienden horizontal men te formando una vasta capa popular.
Es el caso del llamado arrabalero de Buenos Aires, que Jorge L u i s Borges
ha analizado tan finamente en El idioma de los argentinos y que o f i -
cia ritualmente en la cursilería sentimental del tango. Es el caso también
de la ascendente jerga criolla que ahora escuchamos en L i m a y que ha
llegado a mecerse con el dulce v a i v é n de alguna canción. L a jerga no es
en sí ilícita ni despreciable y antes por muchos conceptos puede ilustrar-
nos sobre la naturaleza del idioma y especialmente sobre su carácter
simbólico y m á g i c o . A d e m á s , algunas de sus palabras pueden ascender
y, venciendo todas las cribas, adquirir legitimidad y aceptación univer-
sal. Pero por el momento la jerga expansiva e invasora debe ser reducida
a su propio nivel a f i n de que no cubra con su creciente v e g e t a c i ó n la
ciudad de la cultura con sus torres delicadas y sus ágoras de pensamien-
to y de arte. Para ello deben actuar la escuela, el periodismo, la radio y
cuantos medios hay de d i f u s i ó n idiomática. Nadie debe actuar compeli-
do por la fuerza o por recursos legales sino por la responsabilidad ética
que representan las posiciones de influencia social. A los n i ñ o s y al
pueblo hay que hacerles notar lo que es palabra del cambiante galima-
tías a la moda y que pueden usar en sus juegos y charlas intrascendentes
y lo que es palabra noble y general del idioma, capaz de ser entendida
por todos y capaz de expresar, en este siglo y en el venidero, las altas
concepciones del espíritu. Cuando se dice que los organismos de cultura
no tienen nada que ver con el idioma que vive y medra por el pueblo, se
hace una falaz afirmación. E l pueblo contribuye, es cierto, a la evolución
idiomática, pero ésta no es menos ajena a la influencia culta. Desde el
Renacimiento la d i v u l g a c i ó n del lenguaje escrito ha contribuido pode-
rosamente a balancear lo popular con lo erudito. L o erudito desciende al
pueblo, cada vez m á s , y se vulgariza. Hierro es lo erudito y fierro lo popu-
lar, pero si analizamos el uso, parece que fuera lo contrario. E l pueblo
emplea cada vez m á s t é r m i n o s de biología, medicina, política, economía,
física y aun filosofía que antes se r e d u c í a n a sectores m u y limitados. E l
idioma marcha por la combinación de ambos factores. De tal modo que la
intervención de los organismos de cultura tiene que ser eficiente. L a do-
cencia de Bello en Chile, secundada por una intensa y mantenida cam-
p a ñ a pedagógica, constituye un ejemplo americano, en m á s de un aspec-
to, de lo que puede hacerse en materia idiomática por i n d u c c i ó n de las
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clases cultivadas sobre el pueblo. El fin social de la enseñanza del Caste-
llano y la Literatura consiste en dar dominio sobre el idioma en cuanto
es, por excelencia, el instrumento de la reciprocidad humana. Los hom-
bres, por él, son capaces de compartir sus pensamientos y experiencias
en las relaciones constantes de la vida. Es un valor objetivo, en conse-
cuencia, y debe mantenerse limpio y fijo, como la moneda, para que sea
útil a ese intercambio. Por la objetividad lo respeto como un bien común;
por la limpieza lo reconozco en su identidad; por la fijeza lo garantizo
para hoy y para mañana, sin perjuicio de su natural evolución. La soli-
daridad humana es la aspiración más vigorosa de nuestro tiempo. Con
ese ideal los idiomas tienden a ser ecuménicos y hasta se ha proyectado
un idioma que sería la clave de comunicación entre todos los pueblos. El
español es una de las grandes lenguas del mundo, por el linaje intelec-
tual y por su imperio geográfico. E l deber de cada país que lo habla es
contribuir a su universalidad restringiendo cada vez más las barreras
provinciales que se oponen a esa grande y generosa circulación. Es cier-
to que lo propio, aunque pequeño y defectuoso, se ama entrañablemente.
Pero el interés supremo de la comprensión es aún más digno de amor y
sacrificio. Por lo demás lo mejor de lo regional puede promoverse a esa
esfera superior si tiene valimento y encierra un mensaje cultural como ha
sucedido con ilustres palabras peruanas derivadas del quechua. El abu-
so de las formas regionales, ya sea en la pronunciación, en la construc-
ción o en el vocabulario, nos presenta ante los demás, como pintorescos
aldeanos aferrados a vestimentas y costumbres inciviles. El fin social del
lenguaje exige otras cualidades complementarias. No basta que respete
ese bien común, emblema del interés colectivo. Es necesario que usándo-
lo sea claro, sobrio, sincero y seguro en la resolución de las vacilaciones
idiomáticas. La claridad provendrá del rigor intelectual, de la autocrítica,
de la prudencia para hablar después de haber madurado el pensamien-
to. La sobriedad me obligará a ser lo suficientemente explícito en pocas
palabras. Es un deber de colaboración con los semejantes el reducir al
mínimo el mensaje que les obligo a escuchar, sin perjuicio de la elocuen-
cia. Esta, como sabemos, puede llegar a producirse hasta en el silencio,
como elogiaba Quevedo en Marco Bruto. La sinceridad, sin llegar al pro-
blema moral, hará que lo que digo se corresponda con lo que pienso o lo
que siento. Al margen de si hago bien o mal en mentir o fingir, lo cual
corresponde a la conciencia moral, en lo simplemente idiomático, la sin-
ceridad dará firmeza a mis palabras y confianza en los demás por cuan-
to digo. El artificio es muy difícil de sostenerse por mucho tiempo, salvo
el deliberado de la creación estética. La seguridad para resolver las vaci-
laciones idiomáticas se derivará de la cultura gramatical. La lengua ob-
jetiva, en su gran masa, es estable. Pero hay un sector de ella incierto
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como un terreno movedizo frente al cual nos quedamos a menudo per-
plejos. Esta divagación se resuelve por el fallo de la Gramática, la cual no
solamente dicta cómo se debe hablar sino que da la razón correspon-
diente. Saber la razón es adquirir plena conciencia y por lo tanto estar
seguro del camino que se emprende.
El fin nacional que persigue el curso de Castellano y Literatura es
otorgarle al País una vigorosa unidad en tomo a la lengua oficial y culta.
El bilingüismo es un retraso para esa unidad, aun cuando las lenguas
fuesen igualmente cultas. Si una nación como Suiza tiene admirable
unidad a pesar de ser trilingüe, es porque providencialmente en ella
concurren otras fuerzas de concentración nacional, las cuales operan a
pesar de la dispersión lingüística. En el Perú hay un abismo de cultura
entre el castellano y las lenguas aborígenes. Con espíritu patriótico e
indigenista, hay que desear y proponerse la castellanización del indio.
Cerca de tres millones de peruanos permanecen en un plano inferior de
la nacionalidad, condenados al silencio y por lo tanto al olvido. Para
casi todas las funciones ciudadanas no existen, mucho menos para el
diálogo superior del espíritu. Por lo tanto, necesitamos escucharlos en
sus reclamaciones ante la ley, en sus exigencias de orden económico y en
sus concepciones del mundo y de la vida. Es claro que junto con la luz
del idioma deben recibir reparaciones de orden social, pero a cada uno le
corresponde un deber. En tarea tan vasta y compleja, al maestro le corres-
ponde, por el momento, el deber de su alfabetización y castellanización.
Las lenguas aborígenes actúan, además, sobre el Castellano con una
influencia negativa sobre la pronunciación. Lo padecen muchos escola-
res cuyo origen se vincula a medios en que predominan dichas lenguas,
aunque no las sepan hablar. Es deber nacional aproximar lo más posible
la pronunciación a un arquetipo que deberá tener, a nuestro juicio, los
caracteres de la pronunciación costeña, sin los defectos de la costa: la
laxitud muscular que disminuye la energía articulatoria y la monotonía
de la línea melódica que necesita una mayor expresividad. El español, a
pesar de su nacimiento europeo, es lengua nacional del Perú. Aquí se ha
transculturado y es ya como una planta nativa que florece y fructifica
lozanamente. Es nuestro tanto como universal, dentro de la anfictionía
de pueblos con igual cultura. Es deber patriótico, por lo tanto, preservar-
lo y dignificarlo, como a un patrimonio de las generaciones, tesoro im-
palpable que nos han entregado incólume y que asimismo debemos en-
tregar a los que nos sucedan.
El fin estético de la enseñanza del Castellano y la Literatura es des-
pertar el sentimiento de la belleza en torno a la función idiomática. La
naturaleza íntima del idioma es estética. La representación verbal, con la
cual se funde la intención de darle significado, es intuitiva e igual por su
285
versidad del Perú. Decana de América
naturaleza a la representación estética. Por m á s humilde y consabido
que sea el lenguaje supone un acto creador como el de la poesía, por m á s
que sea inmensa la diferencia de grado entre ésta y aquél. Esas palabras
son, en el interior de la conciencia, originales y distintas a todas las que
se han dicho y se pueden decir por aquel hablante o por los d e m á s . C o n
las palabras del diccionario tienen tan sólo una coincidencia arquetípica
por cuanto se identifican en las líneas de la abstracción formal. La belle-
za inspira amor. Solamente sintiendo el idioma como belleza, de acuer-
do con su constitución íntima, podemos movilizar las fuerzas del alma
para seguir con alegría el penoso camino de la perfección lingüística. Y
solamente dentro de esa dirección espiritual podemos rescatar el lengua-
je de la oscura y rasante vulgaridad a la distinción preclara del estilo. La
e d u c a c i ó n es cultivo de la personalidad. A la escuela tradicional se le
achaca la omisión de esc cultivo y la consecuente inhibición en el alum-
no de los valores relevantes y conspicuos. L a escuela activa si quiere
desplegar gallardamente la personalidad tiene que promover el desarro-
llo del estilo al calor del gusto literario y artístico. No se trata de que
todos sean escritores y oradores. Ésta es una vocación que asiste exeep-
cionalmente a algunos espíritus selectos. Se trata sólo de que al escribir y
al hablar todos lo hagan con elegancia y originalidad, poniendo algo de
sí mismos como carácter distintivo de su mensaje. «Educar lingüísti-
camente es ni m á s ni menos que educar para la originalidad», dice Lombardo
Radini. «Originalidad, a ñ a d e , no significa otra cosa que sinceridad, y
ésta no es un raro privilegio de elegidos, sino que puede convertirse en
patrimonio de las zonas m á s modestas de la humanidad, pues toda cria-
tura por humilde que sea, debe sentirse ella misma, mirar su propia alma y
hablar como si una voz interior dictara sus palabras». Corresponde pues
a todos el derecho a la originalidad en el estilo revelando sus esencias
con simplicidad sin tratar de aparentar lo que no se tiene mediante la
galanura. Esa versión profunda de sí mismo p o d r á no ser un poema, pero
tendrá la gracia de una corriente natural de agua entre la fresca c a m p i ñ a .
286
Universidad del Perú. Decana de América
El aporte peruano indígena
en la formación del español 54
[287]
tiversidad del Perú. Decana de América
de progreso de aquella nación en el instante en que ambas entraron en
contacto y se produjo la osmosis espiritual con derivaciones en el habla.
Así M e n é n d e z Pidal analiza el adelanto de los á r a b e s a través de los
estratos verbales que del árabe quedan en el castellano. Es interesante
exponer, con brevedad, su técnica, para luego aprovecharla en el objeto
de nuestro estudio.
Durante ocho siglos de estancia en E s p a ñ a los conquistadores ára-
bes tuvieron tiempo y oportunidad de echar raíz profunda. E l pueblo
cristiano mantuvo con ello, aparte del choque guerrero, que es de por sí
fundidor, relaciones políticas, comerciales, artísticas y hasta sentimen-
tales como lo revela el Romancero y los frecuentes matrimonios entre
realezas de ambas religiones. Alrededor de las huestes cristiana y mora
que en la frontera estaban en continuo trato, tal y como saeta un baherí
que tiempla el aire con vivida legión de enaciados que parlaban de uno y
otro modo, gente mal afamada que servía al de mejor retribución y que
tenía por oficio tan pronto la traición como la g u í a de los ejércitos reales;
y sin que constituyera una profesión como la de éstos, había t a m b i é n
multitud de moros latinados o ladinos que s a b í a n romance, y cristianos
algarabiados que hablaban árabe. De todas estas circunstancias surge la
s a t u r a c i ó n arábiga del castellano. Pero surge porque los moros traían
algo distinto al desenfreno b á r b a r o de una i n v a s i ó n y que era su estado
superior de cultura. Por eso las palabras que importa el castellano se
agrupan en secciones que corresponden a fuerzas de penetración espiri-
tual y que son, principalmente, las que siguen: organización guerrera; ins-
tituciones jurídicas y sociales; comercio; agricultura; oficios; arquitectura. Como
capitanes impusieron su ejército en la p e n í n s u l a y se hicieron admirar.
Hay un grupo de palabras que corresponden a su destreza bélica: L a
hueste iba protegida por atalayas; p r o d u c í a p á n i c o con la ensordecedora
algarada que marchaba adelante y era conducida por e s p l é n d i d o s adalides
y protegida en su retaguardia por las reservas de la zaga. Mas el califato
no sólo maravillaba con el estruendo marcial sino con la vida pacífica de
ordenada y paciente capacidad civil. De allí la abundante denomina-
ción de instituciones jurídicas y sociales que poseemos con origen mo-
risco: alcalde, alguacil, zalmedina, almojarife, albacea, etc. L a aptitud comer-
cial, tan despierta de los árabes, obligaba a los e s p a ñ o l e s a mercar en
almacenes, albóndigas, almonedas; y a pesar o medir en quilates, adarmes,
arrobas, quintales, azumbres, almudes, cahíces y fanegas. E l amor a la tierra
fecunda, que trajeron de la sequedad africana, hizo a los conquistadores
artesanos admirables del agro. De su perfecto sistema de riegos tenemos
acequia, aljibe, alberca, albufera, noria, azuda; y de los exquisitos frutos que
lograron, albaricoque, albérchigo, acelga, algarroba, altramuz. Industriosos y
artífices, nos han legado los nombres de diversos oficios en que brillaron
288
Universidad del Perú. Decana de América
como alfajeme, alfayate, alabardero, alfarero, albéitar, albañil, alarife. Final-
mente, levantaron una deslumbrante y fina arquitectura propia, y de allí
alcázar, alcoba, almena, zaguán, azotea.
De tal modo que el trasiego de palabras corresponde a un trasiego
orgánico de vida superior, de impulso tamizado y pulido por la expe-
riencia de los siglos. Faltándole a Mcnéndez Pidal esta adecuación entre
las palabras y la civilización en lo que respecta al antiguo Perú, e inspi-
rado por la señal particular con que distingue al quechua entre las len-
guas aborígenes de América, indiqué a un grupo de alumnos del primer
año de Letras (1935) el tema de espigar en el Diccionario de la Lengua
Española (Real Academia de la Lengua, ed. 1925) las palabras con ori-
gen en nuestros idiomas indios con el objeto de hacer posteriormente
una clasificación racional al estilo de las que el eminente autor había
hecho con las palabras provenientes del árabe, del germano o del moder-
no francés.
El trabajo no es completo por cuanto el Diccionario no tiene una
elaboración así mismo completa en lo que se refiere a nosotros. De un
lado hay la reserva, que se traduce en un examen lento y en debate y
trámites dilatorios con que la Academia procede a canonizar las pala-
bras; y de otro el colapso que por varios años sufrió nuestra Correspon-
diente, que es la llamada a agitar el proceso. Pero esas limitaciones del
Diccionario, su carácter de cámara aséptica con tanto rigor selectivo, y el
hecho de que salvo algún e m p e ñ o memorable, los peruanismos no ha-
yan tenido procurador en Madrid, hace que las palabras halladas sean
muy meritorias. Las ungen de pureza y de necesidad. Son puras no por
castizo-latinas sino por adentradas en la esencia del castellano hasta
confundirse con su savia ascendente. Y necesarias porque careciendo de
cortesanos favores se han ubicado como por propio derecho, gracias al
imperativo de un mundo nuevo, en los sitiales de las más viejas y genti-
les palabras del habla. Faltarán, es cierto, muchas. Pero valdrán las pre-
sentes por las demás gracias a las adversas y severas circunstancias con
que han sido admitidas. Es una carta de ciudadanía saneada y ejemplar.
En todo el Diccionario fueron registradas más de doscientas palabras de
origen indopcruano, pero solamente aparecen las que tienen carácter
ecuménico y puedan decirse en la vastedad del mundo hispano o bien
las que se utilizan en la América Meridional o en zonas amplias que
comprenden varios países. Las reducidas al Perú han sido eliminadas
porque en realidad tienen categoría provincial, aunque muchas veces la
Academia ignora que rebasan ese límite. U n ejemplo es chala (espata del
maíz cuando está verde) a la que asigna un linde simplemente peruano.
En cambio Malaret, en su Diccionario de americanismos, confrontando dis-
tintos vocabularios nacionales le indica: Perú, Argentina, México, Boli-
AUCA (VOZ quichua que significa guerrero). Dícese del indio de una par-
cialidad, rama de los araucanos, que corría la pampa en las cercanías
de Mendoza.
CACHARPAS (del quichua cacharpayani, despachar, aviar al caminante), f.
pl, Amér. Mer. Trebejos, trastos de poco valor.
CALLANA (voz quichua), f. Amér. Vasija tosca que usan los indios america-
nos para tostar maíz o t r i g o . / / 2. Manchas callosas que se dice tienen
en las nalgas los descendientes de zambos o de negros. / / 3. Escoria
metalífera que puede beneficiarse. / / 4. Crisol para ensayar metales. /
/ 5. fig. Chile. Reloj de bolsillo muy grande. / / 6. Perú. Tiesto.
CAMARICO (voz quichua). Ofrenda que hacían los indios americanos a los
sacerdotes y d e s p u é s a los españoles, fig. y fam. Chile. Amorío, enredo
amoroso. Tener un camarico.
CANCHA (del quichua cancha, recinto cercado), f. Local destinado al juego de
pelota, riña de gallos u otros usos análogos. / / 2. Parte de la explanada
del frontón o trinquete en la cual juegan los pelotaris. / / 3. Amér. En
general, terreno, espacio, local o sitio llano y desembarazado. / / 4. Amér.
Corral o cercado espacioso para depositar ciertos objetos: cancha de ma-
dera. / / 5. Amér. Hipódromo. / / 6. Paraje en que el cauce de un río es m á s
ancho y desembarazado. / / 7. Colombia. Lo que cobra el d u e ñ o de una
casa de juego. / / 8. Uruguay. Senda o camino. / / 9. ¡Cancha! Interjección
que en el Río de la Plata se emplea para pedir que abran paso. / / 10. Arg.,
Costa Rica y Chile. Concederle alguna ventaja. / / 11. Forma fig. Chile y
Río de la Plata. Estar uno en su cancha. Estar uno en su elemento.
CARACHA (voz quichua). Enfermedad de los pacos o llamas y otros anima-
les semejante a la sarna o roña. E n Chile y Perú se llama también así a
la sarna de las personas.
290
Universidad del Perú. Decana de América
CARPA (del quichua carpa, toldo, enramada), f. Amér. Mer. Toldo, tenderete
de feria. / / 2. Chile y Perú. Tienda de campaña.
CHASQUI (VOZ quichua), m. Perú. Indio que sirve de correo.
CHINA (VOZ quichua). F. Amér. Central y Meridional. India o mestiza que
se dedica al servicio doméstico.
CHUCARO, RA (del quichua chucru, duro). Adj. Amér. Mer. Arisco, bravio.
Dícese principalmente del ganado vacuno y del caballar y mular aún
no desbravado.
CHUSPA (del quichua chuspa). f. Amér. Bolsa, morral.
CUMBE (voz quichua). M. Colomb. y Perú. Faja con que se ciñe a la cintura
el tipoy.
CUZMA (voz quichua), f. Sayo de lana sin cuello ni manga, que cubre hasta
los muslos, usado en algunas partes de América por los indios de las
serranías.
GUAGUA (voz quichua), f. Arg., Bolivia, Chile, Ecuador y Perú. Rorro, niño
de teta. En el Ecuador es común.
GUANDO (voz quichua), m. Colomb., Chile, Perú y Ecuador. Andas, pari-
huela.
GUARACA (voz quichua), f. Colomb., Chile, Ecuador y Perú. Honda, zurriago.
GUASO (VOZ quichua), m. y f. Rústico, campesino de Chile. / / 2. adj. fig.
Amér. Tosco, grosero, incivil.
GUAYACA (VOZ quichua), f. Amér. Mer. Bolsa, talega. / / 2. fig. Amuleto.
HUACA (voz quichua), f. guaca. Sepultura de los antiguos peruanos y de
otros pueblos de América.
HUAIRURO (voz quichua). Especie de fríjol de color amarillo, muy estimado
por los indios para collares, aretes y otras prendas de adorno.
HUASCA (voz quichua), f. Amér. Mer. Guasca. Tira corta de cuero y también
soga de cuerda.
HUINCHA (voz quichua), f. Chile, Cinta de lana de algodón. / / 2. Chile.
Cinta con que las niñas se ciñen la cabeza.
LLANTA (voz quichua), f. Chile. Mineral de cobre de color verde azulado. /
/ 2. Pedrezuelas de este mismo mineral o parecidas a él, que usaban y
usan todavía los araucanos para collares y sartas, y para adorno de su
trajes.
MARITATA (voz aimara). f. Chile. Canal de 8 a 10 m de largo y unos 50 cm
de ancho, con fondo cubierto de pellejos de carnero, para que hacien-
do pasar por él una corriente de agua a la cual se han echado minera-
les pulverizados, deposite ésta sobre aquéllos el polvo metalífero que
arrastra.
291
Universidad del Perú. Decana de América
M A T E (VOZ quichua), f. Chile y P e r ú . Calabaza que, seca, y conveniente-
mente abierta o cortada, sirve para m u c h í s i m o s usos domésticos.
M I N . Azogue que en las minas argentíferas de América se a ñ a d e al mine-
ral para facilitar el t é r m i n o de su trabajo en el buitrón.
MINGA (del quichua mine'ay, alquilar gente). Chile y Perú. Chapuza que en
día festivo hacen los peones en las haciendas a cambio de un poco de
chicha, coca y aguardiente.
PALLADOR (del quichua paella, campesino), m. Coplero y cantor popular y
errante de la América.
P A L L A S (pallados, del quichua paella, campesino), f. Baile de los i n d í g e n a s
del Perú.
PONGO (del quichua punco), m. Bolivia y Perú. Indio que hace oficio de
criado. / / 2 . Ecuador y Perú. Paso angosto y peligroso de u n río.
SIMPA (VOZ quichua), f. Arg. y Perú. Trenza.
TAMBO (del quichua tampu). m. Colomb., Ecuad., Chile y Perú. Venta, posa-
da, parador. / / 2 . A r g . Casa de vacas.
TOPO (voz quichua), m. Arg., Chile y Perú. Alfiler grande con que las in-
dias se prenden el m a n t ó n .
Tuco (del quichua tucu, brillante), m. A r g . Cocuyo. Perú. Especie de b ú h o .
VIRACOCHA {VOZ quichua con que se designaba a un dios). Nombre que los
antiguos peruanos y los indios chilenos daban a los españoles con-
quistadores.
Y A P A (voz quichua), f. Arg., Bol., Chile, Ecuador y Perú. A ñ a d i d u r a , ade-
hala, refacción.
YARAVÍ (voz quichua). Especie de cantar dulce y melancólico que entonan
los indios de América.
292
Universidad del Perú. Decana de América
GUIÑAPO (VOZ quichua), m. Chile, maíz molido d e s p u é s de germinado que
sirve para hacer chicha.
HUMTTA {voz quichua), f. Arg., Chile y Perú. Pasta compuesta de maíz
tierno rallado mezclado con ají y otros condimentos que, dividida en
partes y envueltas cada una de éstas en sendas pancas u hojas de
mazorca, se cuece en agua y luego se tuesta al rescoldo.
LOCRO (voz quichua). Guisado de carne; patatas o maíz y otros ingredien-
tes, usado en la Amér. Mer.
M Á C H I C A (VOZ quichua), f. Harina de m a í z tostado que comen los indios
peruanos mezclada con a z ú c a r y canela.
M O T E (del quichua mutti, maíz cocido), m. Maíz desgranado y cocido con
sal que se emplea como alimento en algunas partes de América.
SANCO (del quichua sancu). m. Chile. Gachas que se hacen de harina tosta-
da de trigo o maíz, con grasa, agua, sal y algún condimento. Arg. Guiso
hecho con harina, sangre de res, grasa y cebolla.
293
Universidad del Perú. Decana de América
Palabras que corresponden a individuos o fenómenos geográficos
294
Universidad del Perú. Decana de América
COCA (VOZ aimará). f. Arbusto del Perú, de la familia de las eritroxíleas,
con hojas alternas, aovaladas, enteras, de estípulas axilares y flores
blanquecinas. Se cultiva en varias partes de la América del Sur donde
se toma el cocimiento de las hojas como el té o el café. E n lo antiguo
fueron éstas objeto de muchas supersticiones, y los indios gustan de
mascarlas.
COCHAYUYO (del quichua kocha, laguna, y yuyo, hortaliza), m. A m é r . Mer.
Planta marina en forma de alga que tiene m á s de tres metros de largo
por dos decímetros de ancho y es comestible.
CÓNDOR (del quichua cúntur). A v e del orden de las rapaces diurnas, espe-
cie de buitre de poco m á s un metro de largo y tres de envergadura, con
la cabeza y el cuello desnudos. Y en aquélla, c a r ú n c u l a s en forma de
cresta y barbas; plumaje fuerte de color negro azulado, collar blanco y
blancas t a m b i é n la espalda y la parte superior de las alas. Cola peque-
ña y pies negros. Habita en los Andes y es la mayor de las aves que
vuelan. / / 2. Moneda de oro de Colombia y Ecuador que equivale a 50
pesetas.
CONGONA (del quichua concona). f. Chile. Hierba glabra de la familia de
las p i p e r á c e a s y originaria del P e r ú ; con hojas verticiladas, pecio-
ladas, enteras y algo p e s t a ñ o s a s en la punta, y flores en las espigas
terminales.
C U Y (del quichua cui). m. Amér. Mer. Conejillo de Indias.
GUANACO (voz quichua), m. Mamífero, rumiante de unos trece decímetros
de altura y poco m á s de largo desde el pecho hasta el extremo de la
grupa; la cabeza p e q u e ñ a con orejas largas y puntiagudas; ojos negros
y brillantes; boca con el labio superior hendido; cuello largo, erguido,
curvo y cubierto, como todo el cuerpo, de abundante pelo largo y lus-
troso, de color generalmente pardo oscuro, gris, rojo, amarillento y has-
ta blanco; cola corta, alta, adornada con cerdas finas; patas delgadas y
largas, con pies de dos dedos bien separados y con fuertes u ñ a s . Tiene
en el pecho y en las rodillas callosidades como los camellos. Es animal
salvaje, que habita en los Andes Meridionales. / / 2. fig. Amér. P á p a r o ,
payo. / / 3. fig. Amér. Central. Tonto, simple.
HUACATAY {voz quichua). Especie de hierbabuena americana, usada como
condimento en algunos guisos.
HUINCHAN (voz quichua). Arbusto chileno de la familia de la terebrutáceas,
de flores blancas y p e q u e ñ a s , en racimos axilares y frutos negruzcos
de unos cuatro milímetros de d i á m e t r o .
ICHO (del quichua ichu). m. Planta de la familia de las g r a m í n e a s , e s p o n t á -
nea en los p á r a m o s de la cordillera de los Andes.
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Universidad del Perú. Decana de América
El problema del bilingüismo en el Pera
- I -
[297]
dad del Perú. Decana de América
interior. Fuera del campo de la vida en c o m ú n , en el simple proceso del
pensamiento aislado, con relación a cada persona, el b i l i n g ü i s m o es un
elemento retardatario. L o ha demostrado así la psicología experimental
y fue la única conclusión clara y definitiva de la Conferencia Internacio-
nal de Bilingüismo celebrada en Luxemburgo. A esta Conferencia concu-
rrieron, de modo principal, educadores y sus ponencias se refirieron a
observaciones científicas en países bilingües. Los m á s notables trabajos
fueron los de Nicolás Ries, sobre el problema en Luxemburgo; John
Hughes y J . D. Saer sobre el problema en el país de Gales; O. Decroly,
sobre el problema en Bélgica: T h . Mockli, sobre el problema en Suiza;
Alejandro G a l i , sobre el problema en Cataluña; y comprendieron no so-
lamente informaciones y apreciaciones de carácter general sino con refe-
rencia a particulares elementos, como la intervención de la familia, de la
lengua oficial, de los dialectos, de la aptitud para las lenguas, de la
afectividad, del carácter, etc. E l campo de e x p e r i m e n t a c i ó n fue la escue-
la. N i n g ú n otro sitio es m á s a p r o p ó s i t o por lo accesible a esta clase de
investigaciones, pues en la escuela se congregan sujetos de distinta pro-
cedencia y condición, todos los cuales poseen una naturaleza en proce-
so de crecimiento y t r a n s f o r m a c i ó n . Nada está allí definitivamente for-
mado y todo se manifiesta de modo e s p o n t á n e o y natural. L a participa-
ción del lenguaje en la esencia del pensamiento se revela con una sor-
prendente claridad. Todas las verificaciones de los ú l t i m o s tiempos y
particularmente las de Piaget, han sido realizadas en n i ñ o s que expan-
den al mismo tiempo su inteligencia y su expresión. De tan precioso
campo, han surgido algunos datos ciertos y ellos nos hacen ver los con-
tratiempos siempre dolorosos y a veces dramáticos que sufren los escola-
res sujetos a la influencia de dos lenguas.
1 6
«Estudio de los Problemas Psicológicos del Bilingüismo» por J . D . Saer. «Los Estudios
sobre el Bilingüismo en el País de Gales» por John Hughes.
298
Universidad del Perú. Decana de América
a c o m p a ñ a d o al n i ñ o en su e x p a n s i ó n inicial hacia el espacio y la l u z
exteriores, está saturado de intimismo cálido, y dilecto, constituye un
b á c u l o del que no se puede desprender en el incierto camino que sigue
hasta los nueve a ñ o s . Hasta esta edad el n i ñ o conoce pocas palabras. S u
reducido vocabulario se incrementa escasamente porque m á s que nue-
vas palabras le interesa aclarar las que posee y cuyo significado no en-
cuentra definido ni seguro. Hacia los nueve a ñ o s y en coincidencia con
un m á s vigoroso desarrollo mental se halla en aptitud de ampliar su
propia lengua y recibir el ingreso de otra. L a segunda lengua se caracte-
riza por su significación cultural, política, e c o n ó m i c a y práctica. E s uni-
versa], forma una a t m ó s f e r a luminosa de técnica y de belleza, conduce
r á p i d a m e n t e a los secretos de la ley y de la propia defensa, iguala al nivel
de las clases m á s poderosas, facilita el trabajo y es útil para la circula-
ción por todos los caminos de la vida. Resulta necesario y natural i r r u m -
pir en ella, aunque la primera permanezca yaciente en la subconciencia.
Tarde o temprano llega el momento en que el n i ñ o , el adolescente o el
adulto aprenden la segunda lengua. P o d r á n darse al respecto varios
casos: las dos lenguas se abren y se practican, cada una en su esfera y en
su oportunidad; la segunda lengua, por haberse aprendido en tierna
edad, vence a la primera y ésta se olvida; la primera lengua vence a la
segunda y el sujeto no conoce de ésta sino las frases o palabras indispen-
sables para sus relaciones con gentes de lengua oficial. Podemos consi-
derar estos y otros matices sobre el f e n ó m e n o , pero que son iguales para
las conclusiones de la observación psicológica. E n todos los matices, los
sujetos tienen una característica general: son bilingües en contraposición
a los sujetos monoglotas o sea los que no han tenido nunca relación sino
con una sola lengua. Ahora bien, ¿cuál es el efecto del b i l i n g ü i s m o sobre
el espíritu del niño? E l b i l i n g ü i s m o produce retardo mental y hace des-
cender el cociente de aprovechamiento escolar. D e s p u é s de examinar un
n ú m e r o suficiente de niños tanto bilingües como monoglotas se llega a
esta conclusión. Así lo demuestran pruebas tan sencillas como los tests
de dextralismo (orientación a la derecha y a la izquierda), tests de ritmo,
tests de vocabulario y tests de composición. Los cuestionarios estaban formu-
lados en la segunda lengua. Formulados en la primera, el resultado era
mejor, pero sin superar el resultado de los n i ñ o s monoglotas. Experi-
mentados en adultos bilingües, aun de e d u c a c i ó n universitaria, se con-
firman los resultados fundamentales. Bertrand Russell compara las pa-
labras con flechas que se disparan sobre un blanco determinado. E l blan-
co tiene un centro, pero t a m b i é n una vasta zona de aros concéntricos.
Pues bien, a medida que se habla mejor se v a pasando de los aros al
centro. E l hombre m á s expresivo es aquel que tiene una p u n t e r í a exquisi-
ta para acertar con las palabras precisas sobre el blanco de su objetivo
299
Universidad del Perú. Decana de América
intelectual. Pero nunca se llega a la absoluta precisión. L a misma pala-
bra, puesta en boca de dos personas monoglotas de igual cultura, tiene
que ofrecer variantes por la afectividad y el contenido ideológico. E l cen-
tro del blanco no es pues un punto sino un n ú c l e o de discreta amplitud.
Y si esa discrepancia se produce entre personas monoglotas de igual
cultura, ¿cuál no será entre una persona bilingüe de origen campesino y
cultura rudimentaria y una persona monoglota de origen urbano y cul-
tura superior? A la primera todo tiene que serle hostil. Utiliza un instru-
mento de expresión que no le es propio, que lo siente á s p e r o e insumiso y
1 0 utiliza en un medio en que la acción de personas m á s sabias y podero-
sas comprime desde el punto de vista espiritual. Su incertidumbre será
dolorosa, sus fallas le p r o d u c i r á n c o n f u s i ó n y cuando son objeto de bur-
la, como a menudo pasa, le d e j a r á n humillado y triste. De estas circuns-
tancias se origina el complejo de inferioridad que descorazona por la
sensación de que algo esencial falta para el cumplimiento de los cometi-
dos sociales que a todos nos incumben (sentiments d'incomplehtde de Janet).
De los individuos, este efecto perturbador pasa a los pueblos y fácilmen-
te el país queda dividido en sectores antagónicos, separados por un abis-
mo de i n c o m p r e n s i ó n y desconfianza. Esto sucede en el país de Gales
principalmente entre el aldeano bilingüe galés y el esquire (caballero de
habla inglesa), pero la regla es extensiva a todos los países y la podemos
aplicar al Perú, meditando con p r e o c u p a c i ó n nacionalista y humana.
- I I -
1 1
Pedro M . BLNVENUTTO MURRIETA. El lenguaje peruano [1936].
300
Universidad del Perú. Decana de América
Canta, en el actual departamento de L i m a , a t r a v é s de una franja de
penetración que c o m p r e n d í a tierras de Cailloma, Cangallo, Huamanga,
Lucanas, Huancavelica, Yauyos y H u a r o c h i r í . E l yunga se hablaba en la
costa desde L i m a hasta el golfo de Guayaquil, diferenciado en innume-
rables dialectos o alternado, tal vez, en otras lenguas independientes, en
un panorama lingüístico poco estudiado y difícil de apreciar por su com-
pleta extinción al presente. Entre esos dialectos e s t á n el sec de Piura, el
quignam de Lambayeque y Chiclayo y el muchic de Trujillo. E l puquina
abarcaba la costa sur, hasta las riberas del lago Titicaca y el desierto de
Atacama. E n la cuenca del Huallaga predominaba la lengua chalona.
Hacia la ignota r e g i ó n de las selvas a m a z ó n i c a s se usaban numerosos
dialectos o lenguas emparentadas que en gran parte sobreviven, tales
como el campa, el aguarico, el machiguenga, el huarnya, etc., y que en é p o c a
reciente han sido individualizadas hasta el n ú m e r o de ochenta y dos.
E l mosaico lingüístico era, pues, profuso y abigarrado y la lengua
oficial no había logrado darle la unidad necesaria. Esta es una circunstan-
cia que hay que tener en cuenta porque si se quisiera resolver el problema
del bilingüismo peruano por el equilibrio y convivencia de dos lenguas
oficiales, se p r o m o v e r í a de inmediato la segunda cuestión: ¿Cuál lengua
indígena es la que debe subsistir en igualdad de prerrogativas con el cas-
tellano? ¿Por q u é el quechua del Cuzco en vez del huanca de Junín o el
chinchaysuyo del M a r a ñ ó n ? ¿Y por q u é no se v a a dar vida oficial a los
dialectos florestales? L a concesión a una lengua tendría, para ser justa,
que extenderse a todas las d e m á s y a sus respectivos dialectos, con lo que
el Perú sería una auténtica Babel y no nos e n t e n d e r í a m o s de una provincia
a otra con el consiguiente despedazamiento de la unidad nacional.
E l castellano es la lengua oficial que r e e m p l a z ó al quechua en su
esfuerzo de integración lingüística. Desde el punto de vista político y
cultural tenía una superioridad definitiva sobre las lenguas aborígenes.
Llegaba con un nuevo Estado y con una nueva civilización. No obstante,
su triunfo no fue de inmediato ni general. Diversos factores de orden
histórico y sociológico determinaron que el castellano no penetrase a las
islas quechuas y a i m a r a s del campesinado i n d i o disperso en las
anfractuosidades de los Andes. De tal modo que el castellano cubre al
país pero sobre él irrumpen, a manera de un a r c h i p i é l a g o que fuese tes-
timonio de tierras desaparecidas, rosarios de manchas isoglósicas. És-
tas no se pueden explicar sino por una inercia de la vida que sobre aque-
llas mismas petrificaciones de lenguaje p e r e n n i z ó el retardo de la cultu-
ra. Los indios que hablaban quechua y aimara se quedaron con sus idio-
mas arqueológicos como se quedaron con sus cultivos, con su gregaris-
mo, con su higiene, con sus supersticiones y con su alma de las edades
primitivas. L a explicación de por q u é subsisten las lenguas a b o r í g e n e s
301
Universidad del Perú. Decana de América
en la sierra peruana marginadas en todos los sentidos por el castellano,
es una explicación que no puede separarse de la subsistencia integral de
un estado de cultura. H a y en cambio indios que hablan castellano desde
hace varias generaciones; pero su condición de progreso lingüístico está
en consonancia con su progreso cultural y con su asimilación a la vida y
al ritmo del país. Como el progreso no puede detenerse por m á s que
avance con la lentitud de un glaciar, poco a poco i n u n d a r á como una
onda el Perú y con él el castellano a n e g a r á y s u p r i m i r á todas las islas
lingüísticas que restan en los Andes. E l panorama actual de aquellos
idiomas a b o r í g e n e s es el siguiente: en la costa, la región de las grandes
ciudades, de las industrias, de las vías de comunicación fáciles y del
ritmo moderno de la vida, las lenguas i n d í g e n a s han desaparecido. Los
habitantes de las c a m p a ñ a s , muchos de ellos indios de pura sangre,
hablan solamente castellano desde hace varias generaciones. E n la re-
gión de la sierra, de cultura desigual, con población dispersa y a veces
clausurada dentro de valles inaccesibles o altos p á r a m o s , se habla caste-
llano en las ciudades y quechua en la mayor parte de las c a m p a ñ a s , con el
núcleo m á s extenso y vigoroso en el departamento del Cuzco. L a regla no
puede ser absoluta porque a veces se escucha hablar quechua a gentes de
estratos inferiores de las ciudades o en los poblachos dispersos por los
campos y t a m b i é n porque de pronto hablan estas lenguas mestizos y
blancos envueltos en una a t m ó s f e r a regresiva, pero se cumple con la ley
general en cuanto a primera lengua. Es diferente el caso de gentes de las
ciudades que por razones de comercio con las gentes del campo hablan
el quechua como segunda lengua. Pero aun en las mismas c a m p a ñ a s de
los Andes el quechua está mellado por la penetración castellanizante.
Desde el Cuzco hacia el norte hay una declinación de su amplitud y de
su fuerza. E l departamento de Junín, en el centro, con sus industrias
modernas, sus ciudades comerciales y sus numerosas escuelas, es un
campo de lucha de las lenguas muy interesante y promisor. Cajamarca,
en el norte, tiene provincias enteras donde sólo se habla castellano como
Jaén, Chota y Cutervo. En sus d e m á s provincias, el castellano gana terre-
no día a día. L a lucha no se manifiesta ú n i c a m e n t e por la eliminación
del quechua sino por la relajación morfológica y sintáctica de éste bajo la
influencia del castellano. Así sucede con el quechua de Ancash y de
H u á n u c o que ha tomado del castellano la conjunción y. E n el «Apunchic
Jesucristoc Chusco Evangeliocuna» o sea «Los Cuatro Evangelios» tra-
ducidos al quechua de los departamentos de H u á n u c o y Ancash por la
«Britis and Foreing Bible Society» en 1923, por razones de proselitismo,
se condesciende con estas relajaciones que son u n s í n t o m a de agonía
próxima. Las lenguas no mueren porque admiten el vocabulario de otras
y, al contrario, como en el ejemplo del inglés moderno, éste puede ser un
302
Universidad del Perú. Decana de América
aspecto de su carácter imperial. Pero las lenguas sí mueren porque ceden
en sus esencias morfológicas y sintácticas, reductos vertebrales de su
organismo, aunque sea en detalles que aparentemente no tienen volu-
men como sus nexos y partículas. El aimara de Puno y el cholona de San
Martín se encuentran en iguales condiciones que el quechua del resto de
la sierra y lo mismo sucederá con los dialectos florestales de la montaña
cuando la vida nacional avance hacia su ámbito, ahora casi inexplora-
do. Éstas no son apreciaciones sentimentales, originadas por afán
hispanizante o por menosprecio a los valores terrígenos. Son simples
observaciones objetivas, basadas en la ciencia idiomática y en la reali-
dad peruana. Pero si quisiéramos dejarnos guiar por el sentimiento, lo
que afirmamos tampoco variaría porque antes que un afecto romántico
por las lenguas aborígenes nos interesa el indio que las habla. El bien
entendido afecto por el indio tiene que empeñarse, con viva impaciencia,
en su rápida castellanizados Esto puede no convenirle a políticos, a
estetas o a filólogos, pero le conviene al Perú y, sobre todo, le conviene al
indio. Sin embargo, una falsa solución puede darse que es capaz de
impresionar y que consistiría en fomentar el bilingüismo m á s o menos
con el siguiente razonamiento: está bien que el indio aprenda el castella-
no para su defensa, su cultura y su comercio, pero que no olvide el quechua
para el hogar, para la amistad y para la fiesta íntima de la vida. Semejan-
te manera de pensar no resuelve el problema porque el indio bilingüe
sigue siendo el indio inferior. Lo sabemos por las pruebas científicas a
que hacemos alusión al comienzo de este artículo: aunque se aprenda
bien una segunda lengua, la primera subsiste como un cauce mental que
no deja libre el pensamiento y el hombre bilingüe es un retardado psíqui-
co, en irremisible e injusto desnivel con el resto de sus conciudadanos.
De un lado tenemos, pues, el espectáculo de una lucha de lenguas
en que el castellano, lenta pero seguramente, bate a los dialectos aboríge-
nes; y de otro el de hombres, compatriotas nuestros, que por vivir un
estadio pretérito de la cultura, hablan lenguas aborígenes o hablan el
castellano como segunda lengua, en desigualdad, en ambos casos, con
los otros habitantes del Perú. Debemos fomentar en consecuencia, la
unidad lingüística nacional sobre la base del castellano, idioma perua-
no desde hace cuatrocientos años. La generación monoglota de lengua
indígena debe convertirse en generación bilingüe. Y la nueva generación
debe convertirse en generación monoglota de lengua castellana. Feliz-
mente el Perú marcha rápidamente al porvenir y el proceso tiene todos
los síntomas de una aceleración próxima. En ello nos da ejemplo México,
país no sospechoso de reaccionario, cuyos maestros tienen entre las co-
sas m á s bellas y positivas de su «Ideario», respetar y amar las lenguas
aborígenes, en cuanto son floraciones de un pasado ancestral, pero pro-
ceder a la rápida castellanización de los indios.
303
ersidad del Perú. Decana de América
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
Lenguaje e individuo
[305]
Universidad del Perú. Dec
de la c o n t e m p l a c i ó n . Corresponde a la Filosofía fijar el grado de intensi-
dad con que la imagen verbal se vincula con la idea y el repertorio de
ricas interferencias que hay entre ellas. Por otra parte es necesario reco-
nocer la soberanía del pensamiento para el cual está hecho el lenguaje y
del cual recibe la impronta de sus profundos caracteres. Desde el punto
de vista lingüístico únicamente interesa dejar establecido que el lenguaje
es utensilio mental y que se piensa con el auxilio de las palabras.
E l otro valor subjetivo del lenguaje es su carácter esencialmente esté-
tico, sin mengua de los elementos lógicos que le corresponde sobrellevar.
El hablante no inventa el lenguaje que lees impuesto por la colectividad.
Sin embargo, aunque esas palabras son de todos, en el instante de la
expresión interna, les infunde vida personal, las anima de acento propio
y cadencia inesperada: las vuelve a crear s e g ú n el ritmo de su espíritu.
Este acto semidivino de creación es de naturaleza artística. Entre el m á s
humilde hablante y el poeta de genio habrá un abismo de grado pero no
de naturaleza. L a naturaleza es la misma de la intuición estética. L a s
palabras del diccionario son inertes arquetipos porque todavía no son
de alguien. E n cuanto el espíritu las incorpora las enciende del color y la
dulzura de la vida. Como Mefistófeies en el Fausto, podemos exclamar
cada vez que oímos una palabra: «¡Qué agradable sorpresa me da esta
joven creación!».
De los dos principios y a expuestos, el de la f u n c i ó n mental del
lenguaje y el de su esencia artística, se pueden derivar fecundas conse-
cuencias para apreciar su juego en la psicología individual. Si las pala-
bras e s t á n tan í n t i m a m e n t e unidas al pensamiento, un capital mezqui-
no de palabras r e d u c i r á las posibilidades de éste, mientras que un rico
vocabulario a m p l i a r á el á m b i t o de la ideación. E l retraso mental se
caracteriza por un vocabulario m i s é r r i m o ; la gran inteligencia o la gran
cultura, por un vocabulario opulento. C a d a palabra nueva trae a la
reflexión una luz nueva. Pongamos el ejemplo de los s i n ó n i m o s . Todo
hablante de español conoce el significado del vocablo distinto. Algunos
saben, a d e m á s , lo que significa heterogéneo. Aparentemente ambos tér-
minos expresan el mismo concepto y no es así en el fondo. Heterogéneo,
viene del griego helero, otro, y géneo, g é n e r o ; o sea lo que se comprende
de elementos de distinta especie, una complejidad de estructura expre-
siva que facilita la correspondiente complejidad de estructura i d e o l ó -
gica. Por eso se ha dicho, con tanta r a z ó n , que en rigor no hay s i n ó n i -
mos; y en este caso de distinto, saber toda la línea de su parentesco
s e m á n t i c o —diferente, diverso, vario, múltiple, ajeno, surtido, heterogéneo —
es dominar un amplio frente ideoconstructivo. La ambición de vocabu-
lario tiene, sin embargo, graves riesgos cuando es puro a f á n coleccio-
nista, sin temple cultural.
306
Universidad del Perú. Decana de América
Lo indicado tan someramente sobre el vocabulario se puede exten-
der a la construcción en su campo más noble, el del lenguaje escrito.
Como es sabido, el lenguaje escrito tiene excelencia sobre el lenguaje
oral. La razón está en que corresponde a un pensamiento más elaborado.
El que redacta medita cuanto quiere, con la responsabilidad del que afron-
ta infinitas ocasiones de censura, ordena sus ideas en jerarquía descen-
dente, calcula las proporciones y los efectos, se somete al castigo de la
revisión y autocrítica. El pensamiento del lenguaje oral es por su esencia
improvisado, se va desarrollando por integración asociativa con el pen-
samiento ajeno, es limitadamente responsable y su rapidez y centelleo
no alcanzan a compensar la trashumancia de sus larvados bocetos. La
oratoria constituye una excepción tanto más sorprendente cuanto más
se aproxima a la arquitectura y calidad del lenguaje escrito. Saber redac-
tar, por lo tanto, no es una habilidad más o un adorno más: es una ca-
tegoría humana, una facultad general desarrollada y alerta, capaz de
aplicarse ya no solamente a la redacción sino a toda tarea intelectiva.
Se infiere en consecuencia, que el lenguaje tiene para el individuo,
en su más honda raíz, un alto valor espiritual desde que puede dignifi-
car y multiplicar su actividad pensante. Pero no olvidemos su naturale-
za estética, gracias a la cual actúa en una esfera de creación, es decir, de
amor y libertad. Solamente amando libremente el idioma —la posible
redundancia es aquí excusable— a través de las bellas letras y en espe-
cial de ía poesía, interpretación suprema del alma y del cosmos, podre-
mos soportar sin pena el esfuerzo que a menudo representa su depura-
ción y su forja incesantes.
307
Universidad del Perú. Decana de América
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
El mestizaje y el vocabulario en el Perú 59
Amado ALONSO
1.° S i e l m e s t i z a j e es a d e m á s de u n a r e a l i d a d b i o l ó g i c a , u n a r e a l i d a d
c u l t u r a l q u e se d e s p l i e g a e n e l m u n d o d e l e s p í r i t u , e s d e i n t e r é s el l e n -
guaje americano y particularmente el lenguaje peruano para allegar l u -
ces a l a i n d a g a c i ó n g e n e r a l d e n u e s t r o c r u z a m i e n t o e t n o p s ico l ó g i c o .
2." E l l e n g u a j e h u m a n o es c o n s i d e r a d o e n n u e s t r o s d í a s c o m o u n
hilo capaz de conducirnos al conocimiento del ser por cuanto n i n g ú n
ser e m i t e h a c i a e l e x t e r i o r u n m e n s a j e s i s t e m á t i c o , e x c e p t o e l h o m b r e . L a
s i n t a x i s , o r g a n i z a c i ó n c o m p l e j a y v a s t a , es c a p a z p a r a B e r r r a n d R u s s e l l ,
de l l e v a m o s a conocer apreciablemente l a t r a m a d e l u n i v e r s o . («En c u a n t o
a m í , c r e o q u e e n p a r t e a base d e l e s t u d i o d e l a s i n t a x i s p o d e m o s a l c a n -
z a r u n c o n o c i m i e n t o c o n s i d e r a b l e d e l a e s t r u c t u ra d e l m u n d o » . El signi-
ficado y la verdad.)
3 ° S i e l l e n g u a j e f a c i l i t a u n saber s o b r e l a r e a l i d a d e n s u f o r m a m á s
g e n e r a l y a m p l i a c o m o es el m u n d o , c o n m a y o r r a z ó n f a c i l i t a ese s a b e r
sobre l a r e a l i d a d í n t i m a d e l h o m b r e , el ú n i c o ser m e n s a j e r o de s í m i s m o
p o r i n t e r m e d i o d e u n s i s t e m a de s i g n o s c o n v e n c i o n a l e s , v e r d a d e r a p r o -
y e c c i ó n d e l a l m a s o b r e e l p l a n o e x t e r i o r . C o n f o r m e e s t á c o n s t i t u i d o este
sistema, r e s u l t a d o de u n a s e l e c c i ó n h i s t ó r i c a de v a l o r e s f o n é t i c o s ,
m o r f o l ó g i c o s y s i n t á c t i c o s , e s t á c o n s t i t u i d o el f o n d o p s i c o l ó g i c o d e u n a
c o l e c t i v i d a d . S i t o d o s los h o m b r e s s o n i g u a l e s e n c u a n t o r e a c c i o n a n so-
bre l a n a t u r a l e z a s u p e r a n d o el a u t o m a t i s m o a n i m a l c o n l a i n t e l i g e n c i a y
m e d i a n t e s u s d o s g r a n d e s i n s t r u m e n t o s de t r a n s f o r m a c i ó n , l a p a l a b r a y
la m a n o , e l e s c e n a r i o g e o g r á f i c o es d i s t i n t o p a r a c a d a g r u p o d e e l l o s c o n
s u s e c u e l a d e d i f e r e n c i a s c o n d i g n a s e n el t r a b a j o , l a a l i m e n t a c i ó n , e l
vestido y la v i v i e n d a , diferencias que determinan a la larga el desarrollo
de i n c o n f u n d i b l e s p r i n c i p i o s r e l i g i o s o s , m o r a l e s , j u r í d i c o s y e s t é t i c o s .
C a d a objeto y e l c o n j u n t o d e los objetos s o n a p r e c i a d o s , entonces, d e n t r o
de u n a o r d e n a c i ó n c o n s c i e n t e , a l a v e z i n d i v i d u a l y g l o b a l , q u e es s u
5 9
Publicado en Revista Histórica, tomo X X V I I I , Lima, 1965, pp. 276-281.
[3 0 9 ]
versidad del Perú. De
p r o p i a visión del mundo ( « E s u n a especie de conocimiento e n que la co-
m u n i d a d entiende y e n c a u z a s e g ú n sus p r o p ó s i t o s los f e n ó m e n o s del
m u n d o en que vive. C a d a g e n e r a c i ó n la ha heredado de la anterior, la
m o d i f i c a con m i r a s a sus propios intereses y la transfiere a la siguiente.
Esta c o n c e p c i ó n la encuentra el n i ñ o y a f o r m u l a d a en el medio de c o m u -
n i c a c i ó n que v a a ser su lengua m a t e r n a » H e i n z SCHULTE-HERBRUGGEN. El
lenguaje y la visión del mundo.)
4. ° E l hecho de pertenecer a u n a c o m u n i d a d determina u n paralelis-
m o psicosocial entre visión del mundo y lenguaje. L a gran o r q u e s t a c i ó n
que son los sonidos i d i o m á t i c o s provienen de u n a idealidad e s t é t i c a rica
y coherente. L o s moldes a n a l ó g i c o s se relacionan con la m a n e r a peculiar
de u n pueblo para aprehender la realidad. L a m o r f o l o g í a verbal respon-
de a la variedad de conceptos que inspira el proceso durativo y que v a r í a
de u n a sociedad a otra y e n u n a m i s m a sociedad a veces de una é p o c a a
otra. E l n ú m e r o y el g é n e r o son el producto de ordenaciones característi-
cas, a veces l ó g i c a s , a veces puramente imaginativas. L a esfera de los
apreciativos con que se d e s d e ñ a , se d i s m i n u y e , se engrandece, se encare-
ce los objetos, responde a las vibraciones del sentimiento. L a construc-
c i ó n de la frase, su a b u n d a n c i a o su sobriedad, el lugar s e ñ a l a d o a s u s
elementos, la preferencia n o m i n a l o verbal, el ritmo solemne o nervioso,
expresan perfiles de la m e n t a l i d a d . E l vocabulario es el espejo de m ú l t i -
ples planos en que el hombre recoge y clasifica los objetos que lo rodean.
I m p o n e r el nombre es no s ó l o descubrir el objeto sino conquistarlo para
u n a c e r e b r a l i z a c i ó n reguladora del m u n d o . E l caos de las percepciones
se transforma en orden y jerarquía. E l vocabulario representa el esfuerzo
cognoscitivo de u n p a í s , u n a zona, a veces u n a g e n e r a c i ó n . N o es u n a
simple a c u m u l a c i ó n de voces sino u n esquema de c a t e g o r í a s . M á s allá
de sus funciones de intercambio, las palabras determinan una plastici-
d a d de i m á g e n e s . U n i e n d o sus diversos conjuntos puede lograrse u n a
perspectiva h o m o g é n e a del ambiente vital: m a n e r a propia de conocer e
interpretar la realidad disponible.
310
Universidad del Perú. Decana de América
parla rústica pero con potencia evolutiva, que traia el dinamismo de
recientes y trascendentales cambios. H a y indicios de aquella eventuali-
dad y en el Perú está documentada por el e s p a ñ o l quechuizado, bastante
t a r d í o , de los cronistas indios Juan Santa C r u z Pachacutic y Felipe
H u a m á n Poma de A y a l a . L a segunda oleada, compuesta por teólogos,
juristas y maestros, establece monasterios, audiencias y universidades,
focos de lengua asimilante y móvil de la Edad Media. Pero ha quedado el
espíritu de ésta en la mayor libertad e impulso del e s p a ñ o l trasatlántico.
(«Es por consiguiente en el romance oral, m á s que en la lengua literaria
del Siglo de Oro, donde se ha de buscar la fuente de nuestro genio
idiomático». Ricardo ROJAS. Eurindia.)
7. ° ¿Cuál es el futuro del español americano? Producida la indepen-
dencia política, se buscó la independencia intelectual, pero no un nuevo
romance. D. A n d r é s Bello, la gran figura de este movimiento de libertad
civil, creyó desde el primer momento en un castellano universal que no
p r e t e n d i ó innovar sino m á s bien restaurar en su esencia normativa, si
bien a t e n i é n d o s e a lo viviente y no [a] lo autoritario sin vigilancia en el
uso. («Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestro padres
en su posible pureza, como medio providencial de c o m u n i c a c i ó n y un
vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derra-
madas sobre los dos continentes. Pero no es un purismo supersticioso lo
que me atrevo a recomendarles. E l adelantamiento prodigioso de todas
las ciencias y las artes, la d i f u s i ó n de la cultura intelectual y las revolu-
ciones políticas, piden cada día nuevos signos para expresar ideas nue-
vas [...]». A n d r é s BELLO. Gramática castellana.) Bello no creía en el fatalismo
de la f r a g m e n t a c i ó n , como en el caso del latín, por f u e r z a de la disper-
sión y la a u t o n o m í a , al contrario de lo que pensaba Cuervo. H o y se tiene
fe en la unidad presentida por Bello, en general, con las salvedades que
señala Jorge Luis Borges en El idioma de ¡os argentinos: hay algo en los
vocablos de América que con ser los mismos de E s p a ñ a no lo sienten los
e s p a ñ o l e s . Es la connotación, diferencia de carga afectiva, por ejemplo, al
decir el vocablo pampa. Pero prolongando de otro modo la inquietud de
Cuervo está el pesimismo actual y sapiente de D á m a s o Alonso. Español
general el de A m é r i c a y asegurado por siglos, probablemente, en esta
condición, es sin embargo admitido por todos, su carácter dialectal.
u
8. E n este carácter dialectal del español de América reside el am-
plio campo de las identificaciones mestizas. U n dialecto adquiere mayor
individualidad conforme se relieve con series de isoglosas. L a investiga-
ción al respecto está en una etapa incipiente. H a b r í a que precisar las
constantes en fonética, sintaxis, m o r f o l o g í a y vocabulario. Los estudios
fonéticos apenas han comenzado, a pesar de algunas m o n o g r a f í a s aisla-
das y desiguales. E l cuadro sintáctico que nos presenta Kany (Charles E .
311
Universidad del Perú. Decana de América
K A N Y , American-Spanish Syntax) es libresco, dando prácticamente por ve-
raz y exacto el diálogo del relato, fuente sospechosa por imaginativa y
ajena a un propósito científico. Lo morfológico ha sido planteado de
manera esporádica: el voseo, el diminutivo, las flexiones arcaicas. Los
trabajos de mayor aliento son los relativos al vocabulario. Es apreciable
el caudal acumulado en México, Colombia, Argentina y Chile. Es signifi-
cativo el interés en este terreno del lenguaje americano.
9 ° En el Perú los estudios sobre dialectología hispánica tienen los
antecedentes honrosos de Juan de Arona y de Palma y, antes, los de los
gramáticos y lexicólogos coloniales. En la época actual el valioso libro de
Pedro M. Benvenutto Murrieta El lenguaje peruano (1936) abre un arco
promisor a las indagaciones que deben hacerse o que ya han principia-
do. Por lo menos se comprueba que hay curiosidad e inquietud.
10 ° ¿Podrá afirmarse la existencia de un lenguaje mestizo en el Perú?
Como un nuevo romance que fuese mezcla del español y del quechua no
lo hay. Lo hay sí como fondo anímico, en un grado y composición que
todavía no sabemos del todo. No se trata tanto de las formas sino de sus
contenidos y disposiciones. Las materias del mundo fenoménico se vier-
ten en las formas de pensamiento que son las palabras; y esas formas
henchidas y en sucesiones originales constituyen la función más pro-
funda del lenguaje, en la doctrina de W. von Humboldt. No hay duda
[de] que en el Perú tenemos esos moldes llenos y así dispuestos donde
podemos sorprender la tónica mestiza.
11.° Desde luego, en el Perú hay vestigios de formas estrictamente
mestizas, pero que no constituyen categorizaciones amplias. En lo
sintáctico el uso del gerundio precedido de está como prolijidad en la
expresión del presente; está queriendo comer por quiere comer, es de clara
transposición quechua. En lo morfológico Rafael Lapesa en su Historia
de ¡a lengua española recoge la conspicua mestización del posesivo quechua
y el sustantivo español, viday, viditay, agüelay, mi vida, mi vidita, mi
abuela, «de fuerte valor expresivo», extendida por el sur del Perú y no-
roeste argentino. En la entonación, Lapesa supone que hay mestizaje
lingüístico americano. («Muy probable es que se mantengan caracteres
prehispánicos en la entonación americana, tan distinta de la española.
La entonación americana es rica en variantes, extremas subidas y des-
censos melódicos, mientras la castellana tiende a moderar inflexiones,
manteniéndose alrededor de una nota sostenida y equilibrada. Rafael
LAPESA, Historia de la lengua española.) Lapesa rechaza la tesis de Rodolfo
Lenz de influencia aborigen decisiva sobre las letras. En cambio afirma
que «la contribución más importante y segura de las lenguas indígenas
está en el léxico».
313
13.° En conclusión, se propone al Congreso aprobar una Resolución
en los siguientes términos:
El primer Congreso sobre Ideas y Proceso del Mestizaje en el Perú;
Considerando
Que el estudio de las modalidades propias del lenguaje contribuirá
al conocimiento de nuestra original concepción del mundo basada en la
influencia del medio y en las aportaciones de dos culturas egregias;
Resuelve:
1 ° Recomendar el análisis del material sonoro, de las formas analógicas y
de los desarrollos sintácticos que nos son peculiares;
2. ° Propiciar una edición crítica del Diccionario de peruanismos de Juan de
Arona, así como la elaboración de un nuevo y vasto «Diccionario de
peruanismos», con los procedimientos lexicográficos modernos; y
3. ° Alentar los estudios de vocabulario en series de términos que compor-
ten coordinaciones subjetivas de la realidad por el hombre peruano.
/ \
6 0
Publicado en un diario de Lima, sábado 11 de julio de 1981. No hemos podido confirmar
el nombre del periódico. Este articulo tampoco figura en la bibliografía de José Jiménez
Borja presentada en la Obra selecta compilada y prologada por Alberto Tauro (Lima:
Academia Peruana de la Lengua, 1986). pN. del E . ]
náP^Syor de
Universidad del Perú. Decana de América
que le merecían aprecio. Era un romántico purificado, según su analista
Edoardo Crema, con emoción y hasta sensualismo, pero sin desorden,
oscuridad o misantropía. En carta al poeta peruano Mariano Nicolás
Corpancho le decía en 1858: «La imaginación y la sensibilidad son dotes
inapreciables que el arte no puede dar [...] pero que no pueden lucirse sin
el arte». Arte era para él «una competente posesión de la Lengua, que es
la primera y más indispensable de las preparaciones del poeta, com-
prendiendo en ella la versificación y el estilo». Ésta fue su inspiración al
renovar la Gramática: dar un arte de comunicación entre los pueblos
recién emancipados para que mantuviesen su unidad dentro del primer
elemento cohesivo que es la palabra. Arte no como procedimiento didác-
tico — que fue el gran error al comprenderlo — sino como ciencia y con-
ciencia del idioma. Cumplía sí el precepto pedagógico: «saber el porqué
de las cosas es saberlas dos veces». Una solidez en el lenguaje culto era
para él un material primario en la edificación monumental de nuestra
América, ya que su libro no estaba destinado a los españoles sino era
«para el uso de los americanos».
No trataré de la riquísima transformación que con aceptación de
España y América realizó en el corpus gramatical, sino en la actualidad
de esta transformación, teniendo en cuenta que como en toda obra huma-
na hay sectores caducos o remisibles.
En 1916, al publicarse el libro de Ferdinand de Saussure Curso de
lingüística general, se produjo lo que se ha llamado una revolución
copernicana, con tres nuevas dimensiones: el estudio sincrónico, es de-
cir en el plano del presente, con prescindencia del discurso diacrónico,
correspondiente a la línea histórica; la autonomía del locutor como fuen-
te de la expresión, con independencia de la lengua general que lo prece-
de y la sucede, diferenciando así el habla y la lengua, lo particular y lo
colectivo; y la emancipación del idioma de la lógica en el paralelismo
pensamiento-palabra, dictado autoritario de Descartes que se acató su-
misamente. Con esa libertad la lengua constituye una forma que determi-
na su método propio. Sus elementos lexicales, sintagmáticos y fonológicos
son un agregado de referencias mutuas, como en el juego de ajedrez, que
obedece a leyes propias. El error, sobre el particular, consiste en confun-
dir forma con sustancia.
Bello, con soberana intuición, cumplió esos tres cometidos en su
Gramática. Trató el idioma en el plano sincrónico. Hizo renuncia a «las
autoridades» o imposiciones de moldes pretéritos, por ilustres que fue-
sen, y describió el idioma actual, aunque usó el ejemplo de clásicos vita-
les como Lope y Cervantes y hasta el Romancero y Berceo, pero en cuanto
fortalecían usos contemporáneos, como los de Moratín o José Joaquín de
Mora, a los que acude con frecuencia. Pero más que los ejemplos litera-
316
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Nostalgia de Pedro Manuel Benvenutto Murrieta
(1913-1978) 61
Nos dejó hace un mes el gran espíritu, el gran señor Pedro Manuel
Benvenutto Murrieta. Tres atributos que confluían a cifrar su personali-
dad. En su espíritu, como él lo dijo de don Felipe Pardo y Aliaga, su
lejano maestro, en acucioso ensayo de 1968, brillaban la tradición, la
cultura y la fe. La tradición entendida como la búsqueda constante de la
identidad de un pueblo, acometida por imperialismos no siempre detec-
tados, sin ser hostil a los cambios racionales; la cultura como un equili-
brio entre sabiduría y expresión, entre sensibilidad y belleza, lejos de la
oscura anarquía; y la fe como el camino sobrenatural de la salvación, con
el complemento de las obras, incluida la justicia social, pero no al revés,
partiendo de ésta para llegar a Dios como epifenómeno, tal como lo pro-
pone cierta teología de la liberación. Creía con los Salmos que «el ven-
gador de la sangre / se ha acordado de los pobres»; pero también que
«cuando abre su mano se beneficia todo ser viviente», sin nuevos alie-
nados, los que algo poseen. Alma profunda, amaba los símbolos como
poderosas concentraciones de ideas, y por eso lo entristecía la declina-
ción, casi final, de la liturgia.
Nacido el 13 de mayo de 1913, en Lima, recibió de su hogar y espe-
cialmente de su madre, mujer inteligente y fina, doña Hercilia Murrieta y
Elizondo, armoniosa formación y amor al pasado evanescente. Ella le
dio la primera noticia de una ciudad crepuscular que se perdía y de otra
antecedente, ya sepultada en el tiempo. Surgió así su curiosidad por unir
en un diorama el cuadro de ambas para lo cual puso en actividad su
oído y su ojo recolectores, buscando información en los archivos y rela-
tos de los ancianos así como en los testimonios todavía en pie de monu-
*' Artículo publicado por el Secretario de la Academia Peruana de la Lengua, don José
Jiménez Borja, al cumplirse el primer mes de la inesperada desaparición del Académico
don Pedro M. Benvenutto Murrieta, acaecida el 1° de julio de 1978. [Publicado también
en El Comercio, Lima, 2-vin-1978. (N. del E.)]
[319]
Universidad del Perú. Decana de América
mentos, vestigios y rincones. Alcanzó todavía a moverse en una urbe
pequeña, coherente, depositaría, en que no había magnificencias ni mi-
serias, y en que las diferentes clases se aproximaban con las mismas
devociones, lenguaje y fantasía. En este ambiente, prolongado en la at-
mósfera francesa del colegio de los Sagrados Corazones, yendo y vinien-
do entre gentes decidoras y casas llenas de murmullos y añoranzas, se
desarrolló su vocación memorialista. El memorialista describe lo que ve
como persistencia del pasado y reconstruye lo que ya no existe, infun-
diéndole animación, color y poesía, completando la perspectiva que ro-
deó a los seres desaparecidos de quienes se ocupa la historia, sin preocu-
parse generalmente de este entorno. Don Ramón de Mesonero Romanos,
autoridad suma del género ante las modernas «suntuosidades» que se
superpusieron al viejo Madrid de principios del diecinueve, cree indis-
pensable el mensaje al futuro de lo que llama «mágicos recuerdos», para
que se pueda comprender la atmósfera en que discurrieron, tanto perso-
najes ilustres como anónimas turbas. Esto es lo que hizo Benvenutto
Murrieta con Lima de fines del siglo pasado y primeras décadas del
presente, a los diecinueve años, en la sorprendente prematuridad de su
ingenio. El vio el hospicio Manrique de la placita de la Recoleta y habló
con sus añejas moradoras, pero no vio a don Francisco García Calderón
ni su elección como Presidente de la República el 22 de febrero de 1881
en su casa, contigua a dicha placita, y, sin embargo, está expresa la acua-
rela contemporánea salpicante de bullicio, miniaturas y matices. Quince
plazuelas, una alameda y un callejón, publicado en 1932, con prólogo de
Jorge Guillermo Leguía, es el precioso continente de todo aquello y un
libro ya clásico en nuestra literatura. Leguía lo saluda como continuador
de nuestros tradidonistas e indica la admiración intelectual que desde
1929 tenía por el adolescente de dieciséis años, alumno de quinto año de
Media, que colaboraba en el Boletín Bolivariano de su dirección, y a quien
él, sin conocerlo personalmente, suponía un erudito de madura edad. A
esta erudición de documentos y consejas, de ciencia y populismo, unió
desde el principio el dominio de una redacción señera, precisa y genero-
sa, con tendencia a la oración amplia pero sin solemnidad ciceroniana,
matizada con travesura confidente, de sabor criollista: solidez y levedad
al mismo tiempo por el broche secreto del arte. Un lirismo puro encierra
el opúsculo Aguinaldo limeño (1956) que recoge cinco relatos para niños,
como si fuesen grabaciones del habla encantadora e ingenua de nuestro
pueblo, revelando su riqueza imaginativa y su tesoro mítico.
Por lo que escuchaba del coloquio vernáculo, pasó Benvenutto a la
lingüística severamente técnica en la que ha dejado un volumen de inex-
cusable consulta, El lenguaje peruano (1936), como sucedió en Alemania
el siglo pasado con otro gran recogedor de la leyenda infantil, Jacobo
321
Decana de América
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Universidad del Perú. Decana de América
vi. ALGUNOS DISCURSOS
EN LA ACADEMIA
* ;
Publicado con el titulo «Discurso de respuesta [en la incorporación de Alberto Escobar]»
en el Boletín de ¡a Academia Peruana de ¡a Lengua. n.° 11, Lima, 1976, pp. 35-40.
6 1
Su tesis de Bachiller, Contribución para un estudio del cuento y de la novela, se encuentra
en la biblioteca de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la U N M S M registrada con
el código «LÍ/23/Bc». Asimismo, la tesis de Doctorado de Alberto Escobar (Realidady
estilo en «La serpiente de oro») se halla en el mismo lugar, con el código «Lc/079/A».
[N. del E . ]
[325]
/ersidad del Perú. Decana de América
tica y c o n c e p t u a c i ó n m o d e r n a de la Literatura e n A l e m a n i a , d o n d e se
g r a d ú a nuevamente de Doctor en la U n i v e r s i d a d d e M u n i c h , o s a d í a aca-
d é m i c a rara vez efectuada por u n peruano, a lo que se unen estancias en
las U n i v e r s i d a d e s de C o r n e l l y Puerto Rico. E n 1958 se incorpora a la
docencia en la Facultad de Letras de su A l m a M á t e r , ta U n i v e r s i d a d de
S a n Marcos. Para entonces la U n i v e r s i d a d se ha incrementado en pro-
p o r c i ó n y calidad y e s t á apta para la generosa ofrenda que le va a tribu-
tar en excelentes l í n e a s l i n g ü í s t i c o - l i t e r a r i a s . H u b o siempre algunos pro-
fesores con ansias de r e n o v a c i ó n , pero la pobreza y la estructura m i s m a
eran h i e r á t i c a s y g é l i d a s . N a d i e salía fuera del p a í s a perfeccionarse y
c a d a cual se autoformaba como p o d í a . A estas n u e v a s promociones se
les ofrece u n p a n o r a m a distinto, aunque t a m b i é n es cierto que a b u n d a n
los becarios que v a n y vienen sin que n a d a aporten. Escobar es u n ejem-
plo de los que a p r o v e c h a n con a v i d e z c a d a una de estas oportunidades
y a ello le debemos que sea fundador de disciplinas antes s ó l o avizoradas
por la inquietud de algunos. E s e a ñ o de 1958 inicia la e n s e ñ a n z a de
F i l o l o g í a R o m á n i c a y de I n t e r p r e t a c i ó n de Textos, y en 1963 T e o r í a y
A n á l i s i s L i n g ü í s t i c o s . C o n ello otorga altura a esta clase de estudios que
otros de s u s colegas t a m b i é n elevan en á r e a s equivalentes. D e lo que
atesora y transmite q u e d a r á n hitos en nuestra e v o l u c i ó n cultural. T a m -
b i é n de lo que crea en í n t i m a r e l a c i ó n con esta irradiante s a b i d u r í a .
6 4
E l año de la desaparición de Alberto Escobar, 2000, postumamente el Fondo Editorial de
la Universidad de San Marcos publica su poesía completa intitulada por su autor Mural
(Lima: Fondo Editorial U N M S M , 2000, 110 p.). con prólogo de Marcos Martos e
introducción de C . E . Zavaicta. [N. del E . ]
326
Universidad del Perú. Decana de América
no, en aplicación de lo que D á m a s o Alonso ha llamado «la ciencia de las
formas predilectas». Ésta es una tarea de laboratorio, una histología so-
bre el flanco escogido en que al principio no se percibe sino el m é t o d o
pero que paso a paso nos lleva al final deslumbramiento. E l dispositivo
pudiera parecer en exceso mecanicista; pero Escobar sabe infundirle un
soplo personal que escapa a toda f ó r m u l a preconcebida, a toda cifra
matemática, porque proviene de su adivinación poética, es decir, de lo
menos computable que encierra dicho horizonte. Así lo ha verificado
sobre tres grandes figuras de nuestras letras: el Inca Garcilaso de la Vega,
Ricardo Palma y César Vallejo. Del Inca Garcilaso ahonda su alma mes-
tiza de ternura titubeante t o d a v í a y su carácter de i n t é r p r e t e , a ratos
trágico, entre las dos vertientes de sangre que iban a constituir la nacio-
nalidad. Exalta la palabra quechua inmersa en el c o r a z ó n del Inca, amo-
rosamente maternal, al lado de la palabra castellana centelleante de l u -
ces del Renacimiento: el valor m á g i c o de un mensaje y el valor raciona-
lista del otro, sin que este ú l t i m o enturbie la lejanía sentimental y erecta
de su alma primigenia. De don Ricardo Palma elimina sin lugar a dudas
el concepto de pasadista o adorador de la Colonia, acentuando su actua-
lidad conforme a los dechados burgueses de su tiempo que sólo busca-
ban en el pasado remoto y aun en el inmediato vivido, una motivación de
liberalismo, belleza, romance, gracia, ironía. Sella el egregio estilo de
Palma con la impronta de la oralidad. Del minucioso cotejo entre los
primeros textos y los ú l t i m o s fluye una constante de a p r o x i m a c i ó n al
coloquio popular opuesto a la solemnidad y ceremonia del lenguaje es-
crito. C o n respecto a lo que es una tradición, aunque la desintegra para
disectarla, concluye en la modestia de que la última alquimia es un se-
creto del autor, reconocimiento a las limitaciones de una norma y tributo
a las e n e r g í a s arcanas del ser. E l avance sobre César Vallejo dicotomiza
su poesía en la fase de «canciones del h o g a r » que recargan los Heraldos
negros y Trilce, c o n d e n s a c i ó n tierna y patética de cuanto se puede sentir
del padre y de la madre, de la infancia conjunta con los hermanos, en el
pueblo perdido entre las cuencas andinas, dulzura trizada por la ausen-
cia y por la muerte; y en la fase de Poemas humanos y España aparta de mí
este cáliz, en que ese mismo desesperado amor se sublima en una catego-
ría universal, comprende a la globalidad de los hombres y se llena de fe
y de temblor metafísico. L a incisión sigue rigurosamente la intensidad
de los símbolos que trascienden lo anecdótico o pintoresco para abarcar
apotegmas grandiosos, estrujamientos lacerantes de la condición huma-
na y esperanzas luminosas del porvenir de la especie. E n el denso volu-
men Cómo leer a Vallejo, Escobar nos entrega algo m á s que una guía para
«el amable lector», como p o d r í a juzgarse por el recato del título, sino una
teoría integral de la obra, con erudición exhaustiva sobre un tema que ha
328
Universidad del Perú. Decana de América
que e m i t í a e r a n distintas. S e g ú n el texto, « s u v o z de delante le s e r v í a
para hablar bien de sus amigos y s u v o z de a t r á s para articular palabras
viles y hablar m a l de s u s a m i g o s » . Esta d u p l i c i d a d , a u n q u e les m a r a v i -
llaba que u n ser tan raro hablara en su p r o p i a lengua, es lo que m á s
conturbaba a los oyentes, i n c l u s i v e a C a l i b á n . Por lo d e m á s los i d i o m a s
no son garfios que i n m o v i l i z a n a los grupos sociales; son ante todo e s p í -
ritu y el e s p í r i t u es d i n a m i s m o y c r e a c i ó n . N o h a y n i n g ú n p a r t i c u l a r i s -
m o que no p u e d a convivir, integrarse, absorber o por ú l t i m o desvanecer-
se como u n perfume h i s t ó r i c o . C i r c u n d a n d o y vigorizando esta t e m á t i c a ,
h a c í a el plano de lo m á s reciente, Escobar ha editado e n c o l a b o r a c i ó n
con José Matos M a r y G i o r g i o Alberti Perú ¿país bilingüe? y con c a r á c t e r
de compilador y t a m b i é n de colaborador once ensayos bajo el título de El
reto del multilingüismo en el Perú, e n 1975 y 1972, respectivamente.
S a l u d o a A l b e r t o Escobar c u a n d o las puertas de la A c a d e m i a se
abren para h o n r a r la a l t í s i m a c a l i d a d de s u obra.
329
Universidad del Perú. Decana de América
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
[Luis Alberto Sánchez)'
[331]
Universidad del Perú. Decana de América
mo literario, floreció la erudición. En el encuentro de los años diez y los
años veinte, la sabiduría de Menéndez Pelayo, con ser fría y lejana, y la
inmediata de solidez imponente de Riva-Agüero, caen en su red juvenil
pero no para repetirlas. No es un continuador sino el creador de un
nuevo sistema de erudición solidaria a Ja vida. Su ritmo se caracteriza
desde el primer momento de Los poetas de la revolución y Los poetas de ¡a
Colonia por la investigación auténtica expresada con agilidad, penetra-
ción y confidencia. Ha nacido su excelsa cualidad de comunicarse con
todos en un tono familiar sin que decaiga la nobleza y brillantez de las
ideas. Es la «difícil facilidad» de los romances viejos, tan festejada a
través de los siglos. Esta seducción puede ser explicada de distintas
maneras a la luz de la estilística, pero en última instancia será siempre
un secreto de arte, una refulgencia arcana. En 1928 nos sorprendió con
lo que se ha considerado su obra principal: La literatura peruana. Derrotero
para una historia espiritual del Perú, entonces con sólo dos tomos, pero que
ha ido creciendo en sucesivas ediciones, con nuevos horizontes, estima-
ciones y escolios, hasta alcanzar carácter monumental. Pero antes ya en
1922 había publicado su Elogio de don Manuel González Prada, clarinada
en tomo a una figura preterida, e m p e ñ o continuado insistentemente; en
1927, Don Ricardo Palma y Lima que rectifica posiciones y ahonda el nexo
del tradicionista con su ciudad y el mismo año Góngora en América. El
Lunarejo y Góngora, homenaje al tricentenario de la muerte del genial
poeta, redescubierto por la generación que lleva el nombre de aquel año,
coincidencia de un ánimo alerta a toda palpitación. Tres libros que cons-
tituyen una premonición de su largo e intenso trajín por siglos de litera-
tura nativa. El esquema sobre ésta es peregrino. No encontramos el tradi-
cional boceto de época, la biografía del autor, la exposición de la obra y la
crítica correlativa, sino un sondeo en múltiples direcciones para identi-
ficar literatura y cultura, una búsqueda de la fisonomía colectiva a través
de lo indígena precolombino y actual, de lo español transculturado, del
mestizaje y del criollismo, sin descuidar las influencias exóticas africa-
na, oriental, francesa, sajona y germana, así como las interacciones ame-
ricanas, hasta llegar a la fijación de constantes que conforman la más
aproximada figuración del rostro de nuestro ser. Para ello hay acopio de
recóndita información proveniente de códices y legajos, crónicas y edi-
ciones remotas, pero siempre con sus propias palabras «erudición no
molestosa», tomando a las personalidades como símbolos de una ebulli-
ción comunitaria que podría llamarse «espíritu nacional». Adelantán-
dose a Vallejo en su idea [de] que «toda obra o expresión genial viene del
pueblo y va hacia él» dice textualmente: «Busco la raíz de muchos fenó-
menos en el pueblo porque creo que la literatura es, ante todo y sobre
todo un fenómeno social, de origen popular». Así aquellas personalida-
332
Universidad del Perú. Decana de América
des son estimadas, antes que cumbres solitarias, floraciones de estratos
subyacentes que las potencian y nutren desde su raíz. Escritores de esti-
lo no acabado pero exuberantes de vida, de savia ascendente del paisaje
y del pueblo, como Manuel Ascencio Segura o Abelardo Gamarra, ad-
quieren en su juicio significación restauradora. L a g e o g r a f í a , la política,
el motín, la calle, las mujeres, el coloquio familiar, asumen tanta impor-
tancia como la corte, la Universidad, la jurisprudencia o la teología, el
arte oficial o las ciencias puras. Por algo este vasto y versátil tratado se
inicia con una bella d e s c r i p c i ó n de lo que es el p a í s desde el mar fresco
hasta la selva embriagadora, sobre el cual flota el s u e ñ o de la poesía
como una exhalación pánica.
L a m e n c i ó n de todos sus libros y trabajos será tarea bibliográfica
pasmosa, desde lejanas y extintas revistas hasta su Cuaderno de bitácora
ahora grabado por la radiotelefonía y que nos sacude cada m a ñ a n a con
su voz magistral a la vez que asequible, mezcla de autoridad y llaneza,
en que «lo bueno, s e g ú n el principio de Gracián, si breve, mejor». E l
amplio volumen Pasos de un peregrino son errante..., recolección antológica
con meditada p r e s e n t a c i ó n de Jorge Puccinelli, en que hay desde libros
completos, capítulos principales de libros y ensayos perdidos en revis-
tas y diarios, así como una breve muestra del mencionado Cuaderno de
bitácora, da una idea de lo enriquecedora que p o d r í a ser para la cultura
nacional la publicación de sus obras completas, anhelo que recojo como
una aspiración u n á n i m e de sus compatriotas. Pero siendo imposible
mencionar todos sus títulos, no puedo dejar de referirme a algunos re-
presentativos sobre los y a glosados porque conllevan la p e n e t r a c i ó n de
otros fascinantes territorios. H a cumplido con refinamiento el g é n e r o de
la biografía de ambiente novelesco, con m í n i m o de fantasía y excitante
vitalización del fondo documental. Su Don Manuel es en este campo la
medalla perfecta, tal vez por la devoción a la figura de G o n z á l e z Prada y
por la calma que lo llevaron al cincelado de una a r t e s a n í a maestra. E l
hecho se repite con variaciones en El señor Segura, hombre de teatro y en
Aladino o vida y obra de ¡osé Santos Chocano. E l personaje aparece siempre
cruzando la selva de sus circunstancias, en el sentido que Ortega le dio a
esta palabra, pero como a la vez que personaje es un dios de las letras, al
lado de aquéllas se abre el compartimiento crítico, la valoración escindida
y total de la obra. Esta serie comprende Haya de La Torre o el político,
Garcilaso Inca de la Vega, el primer criollo, Flora Tristán: una mujer [sola]
contra el Mundo. Valdelomar o la belle époque, sobresale para quienes ca-
334
Universidad del Perú. Decana de América
antiimperialismo. Se puede repetir el juicio de Braulio Saez sobre un
gran erudito brasilero: «El padre de la crítica, como todos los padres, fue
injusto en algunas ocasiones». Maestro desde adolescente y que no acep-
ta jubilación, Luis Alberto no podía dejar de consagrar uno de sus mejo-
res ensayos a la e d u c a c i ó n superior como lo hace en La universidad no es
una isla. Para ello tiene la experiencia y el prestigio mejores en nuestro
país. A la vez que documentado de un largo proceso de m á s de medio
siglo, revelado por cifras y pormenores administrativos, es una filosofía
estructurada sobre la f u n c i ó n de la U n i v e r s i d a d como la m á s alta
promotora de la cultura nacional, centro de un sistema nervioso en ex-
p a n s i ó n y no una isla de vanidad intelectual. Están estudiadas las Re-
formas, desde la primera de 1571, la mayoría inútiles esfuerzos formales,
la lucha entre el humanismo y el tecnicismo que debe tener solución
armoniosa, la participación de los alumnos en el gobierno, institución
colonial que José Antonio Encinas restableció en 1931 con su colabora-
ción, ensayo fugaz que d e s a p a r e c i ó en 1933, y que él restableció en su
Rectorado de 1946. E n ambas ocasiones el sistema f u n c i o n ó sin caer en
el fanatismo d e m a g ó g i c o . Puntualiza el carácter de las Facultades, aho-
ra de tanta actualidad cuando hay el acuerdo general de restaurarlas y
fija el papel de la investigación y de la d i f u s i ó n del saber como responsa-
bilidad del claustro, tan premiosa como la f o r m a c i ó n profesional. E n fin,
un libro de plena actualidad. E n otro libro c o n g é n e r e , La universidad en
América Latina, atalaya el mismo problema a extensión continental.
Pero en Sánchez hay siempre un retorno a la literatura de m á s afini-
dad estética. Por eso dejando de lado su ponderada Historia de América y
otros alcances en este campo que lo han llevado hace tiempo a la Acade-
mia de la Historia, me referiré para cerrar este esbozo a las obras m á s
recientes: Escritores representativos de América, en dos series, impresas por
prestigiosa editorial de España, que patentiza la amplitud de su hori-
zonte crítico, encerrando en sendas m o n o g r a f í a s toda la inteligencia
americana de nuestro tiempo; El Doctor Océano, estudios sobre don Pedro de
Peralta Barnuevo, tema insondable pero digno de su sabiduría sobre nues-
tro conceptismo, cohesionado con elegante poder; y Testimonio personal,
memorias, en cuatro tomos terminados en 1976, pero que pueden exten-
derse, en que el abandono de la confidencia se mezcla con la dignidad
del pensamiento, el lirismo de la evocación con la línea geométrica de la
realidad, sin que falte el frenético dardo al tratarse de los extremos de
lucha. E n este amplio lienzo empapado de poesía, bordado de a n é c d o -
tas, salpicado de amor, de alegría y de sangre, la gente del futuro encon-
trará un venero de información de nuestro siglo, y p o d r á identificar a un
agonista de su turbulencia. Porque en esta obra literaria no se puede
separar al hombre del escritor. A l hombre que vivió con lealtad y sacrifi-
335
Universidad del Perú. Decana de América
ció S U S ideas políticas, que decoró a su patria en el destierro, que s u b i ó
hasta lo m á s alto y fue despojado hasta lo m á s í n f i m o , que es portador,
por lo tanto, de un mensaje de talento, levedad y sutileza; pero también
de honda raíz telúrica, de desgarramiento humano y de identificación
con el ser nacional.
Entregarse así al tumulto de las horas y a las pulsaciones de la vida
es en el famoso poema de Walt Whitman No me cierren tas puertas es otro
libro sin título y sin texto, para el cual efectivamente se cierran las puer-
tas de las bibliotecas. No obstante es un verdadero libro, s e g ú n las pala-
bras del poeta, escrito con el fuego de la guerra y sobre cuyas p á g i n a s se
queman las letras.
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Universidad del Perú. Decana de América
[Javier Sologuren]
[337]
Universidad del Perú. Decana de América
incesante como aquélla, sin perder su estructura fundamental que lo
hace identifícable.
En el caso del castellano se trata de la tercera de las lenguas del
mundo, después del chino mandarín y del inglés, hablado ya casi por
trescientos millones de personas y luz de un universo sociológico varia-
do y rico dentro de líneas generales de augusta homogeneidad. Además
de su natural gallardía, solidez y fineza los artistas de España y América
lo han dotado de cumbres diamantinas donde fulgura su capacidad de
interpretación de los más excelsos ideales de nuestro ser. Tiene, por otra
parte, para todas las naciones que lo hablan un poder de unidad nacio-
nal uniendo a su carácter ecuménico los caracteres regionales propios,
que se respetan como válidos en toda la comunidad. Según el censo de
1972 lo habla el noventa por ciento de nuestra población, sin que deje-
mos de mantener una actitud de respeto fraternal para las lenguas aborí-
genes, cuya majestad histórica es parte de nuestro acervo nacional y
cuyo substrato influye de manera notable en nuestra pronunciación,
nuestro vocabulario y en importantes apoyaturas anímicas.
A este Día le rendimos tributo tanto con mis palabras como con las
que dirá un altísimo poeta peruano sobre otro, no por distante menos
admirado. Javier Sologuren en su Discurso de Orden que será al mismo
tiempo de incorporación a la Academia tratará el tema de «Perspectivas
sobre la Poesía de Emilio Adolfo Westphalen». La institución se adelan-
ta por mi intermedio a saludar el ingreso de Sologuren que enjoya con el
esplendor de su inspiración nuestra esfera intelectual.
Él no sólo es una voz escogida de la lírica peruana contemporánea,
de sensibilidad, imaginación y radiosa visión del cosmos sino un gran
humanista, de erudición ancha y profunda y un generoso promotor de
otros poetas y escritores a quienes extiende la «Rama Florida» de su
hermandad. Dejo para Luis Jaime Cisneros la crítica más autorizada y
amplia de este peregrino trovador.
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Universidad del Peni. Decana de América
La presente edición ha sido trabajada íntegramente en equipos
y con meumos de Hewlett-Packard.
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UNIVERSIDAD NACIONAL