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Práctica IV: Autores: Immanuel Wallerstein

Nerea Ezcurra López

Sociología con Relaciones Internacionales

Introducción al autor:

Immanuel Maurice Wallerstein, quien se considera a sí mismo como un científico social-


histórico, pasó a la historia gracias a su teoría del sistema- mundo. Esta perspectiva
innovadora de las relaciones internacionales busca explicar la dinámica del sistema
económico capitalista a escala mundial, pero a lo largo de su vida insistió, con su lente
marxista, en que la su trabajo era no sólo entender el mundo, sino transformarlo.

Biografía:

Wallerstein nació en Manhattan, Nueva York en 1930; aunque vivió toda su infancia en el
barrio del Bronx. De pequeño viajó a Montreal, California...aunque él siempre se ha
considerado un auténtico neoyorkino. Hizo sus estudios y obtuvo su doctorado en Sociología,
en 1959, en la Universidad de Columbia. Aquí conoció a profesores como Wright Mills y Robert
Merton, los cuales ayudarían al desarrollo de su sociología. En las aulas de ese centro de
estudios superiores además trabó una relación intelectual con Terence K. Hopkins y este junto
con Giovanni Arrighi, desarrollaron lo que posteriormente sería la base del sistema-mundo.
Inició en 1970 su relación con Fernand Braudel, con quien unos años más tarde se mudaría a
Paris a ayudarle con su seminario. Ambos compartían una visión similar del mundo, “la pasión
del tiempo largo y la gramática de las civilizaciones”, y desarrollaron una amistad duradera.
Había trabajado como conferencista hasta 1971, cuando se hizo profesor de sociología en la
Universidad de McGuill.

En 1974, Wallerstein publica el primero de tres volúmenes de su obra “El sistema- mundo
moderno” donde presenta sus tesis principales que siguió desarrollando a lo largo de su vida.

A su regreso a EEUU, en 1976, fundó el Centro Fernand Braudel en la Universidad del Estado
de Nueva York (SUNY) en Binghamton, donde ejercería también la docencia y la dirección del
centro hasta 1999. Era un centro especializado en los estudios económicos, los sistemas
históricos y la civilización. Por lo tanto, no era de extrañar que en pocos años, se convirtiera en
meca de estudiantes de todo el mundo que trabajan en los proyectos de investigación del
sistema-mundo. Además, los trabajos de la Universidad aparecerían publicados en Review,
revista del Centro Fernand Braudel.

Wallerstein ocupó diversos puestos a lo largo de su vida, entre ellos destacan el de profesor
visitante en diferentes universidades, el de economista, escritor, politólogo, historiador,
sociólogo... Fue premiado con múltiples títulos honoríficos. También fue el director de estudios
asociados en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (École des Hautes Études en
Sciences Sociales) en París, y fue presidente de la Asociación Sociológica Internacional de
1994 a 1998.

Fue presidente de la Comisión Gulbenkian para la restauración de las ciencias sociales,


encargada de una reflexión sobre el presente y el posible futuro de las ciencias sociales, pues
muchos especialistas aseguran que no deben ser enseñadas por separado, porque todas ellas
persiguen al final un mismo objetivo: la percepción de la realidad (ya sea en el pasado,
presente o futuro) del ser humano relacionado con su entorno social. En 2004 recibió la
Medalla de Oro Kondratieff de la Fundación Internacional N. D. Kondratieff y la Academia Rusa
de Ciencias Naturales (RAEN).

Inició su carrera como africanista y conoció a Frantz Fanon, quien influyó en su trabajo, (en
2009 nos ofreció una reflexión interesante sobre los dilemas en torno a la violencia, la
identidad y la lucha de clases que veía en su obra). De ahí evolucionó su interés en
movimientos de liberación nacional y relaciones entre centro y periferia en el sistema mundial,
colaborando con Samir Amin, Andre Gunder Frank y Giovanni Arrigui, quienes se unieron
debido al propósito común de destruir el sistema capitalsta, y formaron “La Banda de los
cuatro”. Los cuatro amigos escribieron dos libros juntos en los que plasmaban tanto las
premisas que compartían como aquello en lo que diferían. Como decía Wallerstein, “Solo hay
una lucha: debemos transformar el mundo”.

Su rechazo al eurocentrismo le llevó también a dialogar y colaborar con otros pensadores como
el sociólogo peruano Anibal Quijano, continuador de la obra de Jose Carlos Mariátegui en
América Latina, asumiendo la crítica de la colonialidad del poder.

Los últimos años de su vida los ejerció como profesor en la Universidad de Yale y dio
numerosas conferencias y charlas alrededor del mundo. Immanuel Wallerstein tristemente
fallece el 31 de agosto de 2019 con 89 años, y nos ha dejado el legado de sus grandes ideas
que han conseguido influir a millones de personas. Ha cambiado la percepción que se tenía de
las relaciones entre los países gracias a su teoría del sistema-mundo, y ha acercado a la
sociedad al concepto de interconexiones e interdependencia.

Pensamiento:
El gran impacto de las ideas de Immanuel Wallerstein se debe principalmente a dos aspectos:
Por un lado, caracteriza la presente coyuntura mundial como una transición fundamental de
una forma de organización social a otra. Es decir, estamos en una crisis estructural que en
algún momento se inclinará hacia un lado u otro. Por otro lado, señala que el resultado de esta
transición no puede ser predeterminado y el futuro está exclusivamente en las manos de todos
nosotros. Wallerstein cuestiona las nociones (tradicionales) de la modernidad que nos
presentan el mundo como un cúmulo de relaciones sociales en perfecto equilibrio funcional o
en un estado de permanente conflicto, sino que es normal el continuo cambio entre el
equilibrio y el desorden y el cambio.

Otro área importante de sus ideas, que además creó grandes debates, es la crítica que hizo de
las formas de producir conocimiento científico. Estamos también frente a una crisis
epistemológica que se expresa por la incapacidad de la ciencia para explicar la transición que
atraviesa la humanidad. La manera de producir conocimiento está pasando por un período de
cambios profundos. Dirá incluso que estos cambios son similares o más importantes que la
revolución causada por la ciencia moderna en el siglo XVI. Wallerstein también cuestiona la
dicotomía que divide la ciencia en compartimentos que podríamos considerar artificiales,
como ocurre en el caso de las ciencias naturales versus las ciencias sociales.

Por lo tanto se pregunta, ¿Para qué sirve la ciencia si no puede contestar las preguntas que
más nos importan?

Estas preocupaciones dominarán la teoría de Wallerstein, en especial en el sistema-mundo. La


humanidad ha conocido varios sistemas-mundo con capacidad para presentar una visión
global coherente. Según Wallerstein, la crisis actual de carácter global es debido a los
cambios fundamentales que atraviesa el sistema-mundo capitalista actual, que emergió hace
500 años y que se ha expandido a escala mundial.

Introducción a sistema-mundo.
Wallerstein inició su trayectoria profesional como especialista en sociedades africanas
después de la independencia. Hasta 1970 se dedicó a estudiar los asuntos coloniales
africanos y asiáticos y dedicó casi todas sus publicaciones a ello. Sin embargo, a partir de los
setenta, fueron aparecieron y se desarrollaron los movimientos de nuevos enfoques
intelectuales: Immanuel fue uno de los que desarrolló una nueva forma de entender la realidad
social: el análisis de “sistemas-mundo".

Este enfoque surgió a partir de varias rupturas importantes que tuvieron lugar años atrás, en
torno a los cincuenta o sesenta. Immanuel había participado en la aventura braudeliana de
hacer la historia del capitalismo, siguiendo el enfoque y las preguntas surgidas del marxismo y
las “teorías de dependencia”. Estas últimas criticaron el subdesarrollo ligado al atraso de un
país, y propusieron como causa de esta desigualdad entre los países el mismo desarrollo del
sistema capitalista.

Basado en un análisis económico, los teóricos de la dependencia incorporaron en su análisis


una crítica filosófica (Enrique Dussel) y sociológica (Aníbal Quijano) de la diferencia colonial,
que tuvo lugar desde el siglo XVI hasta el siglo XXI, minimizando así el pensamiento no
occidental. Aníbal Quijano demostró que la "colonialidad" era una dimensión omnipresente de
la modernidad: la aparición del comercio transatlántico era al mismo tiempo modernidad,
capitalismo y colonialismo basado en la jerarquía de razas. Este acontecimiento se engloba
bajo el término “neocolonialismo”.

Al mismo tiempo, los marxistas independientes, en su mayoría anglosajones, comenzaron a


reflexionar sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Paul Sweezy, un economista
estadounidense, subrayó los factores externos, especialmente los flujos comerciales, para
explicar la evolución de las sociedades feudales europeas. Estos debates, como los
planteados por los teóricos de la dependencia, tuvieron consecuencias políticas directas:
permitieron cuestionar la orientación de los partidos comunistas que pretendían respetar las
etapas de la evolución de las sociedades (el capitalismo debía sustituir al feudalismo) y que
limitaba las luchas sociales y políticas. En este escenario encontramos la obra de Wallerstein,
que pretende explicar los inicios del capitalismo y sus consecuencias.

Sistema-mundo
La teoría del sistema-mundo de Wallerstein ha logrado una importante significación, apoyada
por las críticas del autor al capitalismo y su apoyo a los movimientos antisistémicos.
Su obra apareció en tres volúmenes (1974, 1980 y 1989) aunque pretendía ampliarla con otros
tres volúmenes, siendo en total 7 libros los que expliquen su teoría sistema-mundo. Sin
embargo, ya nos adelantó Wallerstein que, al igual que los grandes pensadores, seguramente
no sería capaz de terminar estos tres últimos volúmenes.

Bajo la influencia intelectual de Prigogine, Marx, Weber, Braudel y Frantz Fanon, llega a la
conclusión de que a diferencia del termino “Tercer Mundo”, solo existe un único mundo
conectado por una compleja red de relaciones de intercambios, principalmente económicos. El
término Tercer Mundo, que se consolidó a raíz de la conferencia de Bandung, significó un paso
importante para reconocer esta gran desigualdad entre los países más industrializados y
desarrollados y aquellos de los que se benefician para conservar ese bienestar. Wallerstein se
basará en esta diferencia (explicada gracias al concepto de dependencia) para desarrollar su
teoría de un único mundo formado por interrelaciones.

El origen del sistema-mundo

Wallerstein localiza el origen del este moderno sistema-mundo en el noroeste de Europa en el


siglo XVI. Una pequeña ventaja en la acumulación de capital en Gran Bretaña y Francia,
debido a circunstancias políticas específicas al final del periodo del feudalismo, pusieron en
movimiento un proceso gradual de expansión, dando como resultado: la red mundial, o
sistema de intercambio

económico que existe en la actualidad. Para Wallertstein, la transición al capitalismo se llevó a


cabo durante el "largo" siglo XVI con la previa "crisis" del feudalismo. La ruptura de este
anterior sistema feudal englobaba diversas causas, entre ellas: climáticas, demográficas,
políticas e incluso culturales. Esto obligó a los señores feudales de Inglaterra y del norte de
Francia a convertirse en capitalistas. ¿Y cómo lo hicieron? Tras observar a finales del siglo XV
que el sistema feudal empezaba a desintegrarse, un grupo de señores feudales crearon una
institución que pudiera mantener su poder. Aunque no se pudieran imaginar las instituciones
que existen hoy en día, el proceso del feudalismo al capitalismo se realizó mediante pequeños
pasos y la instauración de instituciones que sustituyeron a las anteriores, y estas a las
anteriores y así sucesivamente. Hoy en día, incluso la creación de nuevas instituciones hace
imposible que se mantenga el sistema capitalista que rige el mundo, y este exige
necesariamente su sustitución por otro sistema que puede ser mejor, o incluso peor respecto
al actual.

En este sentido, ya que el capitalismo como tal estaba consolidado desde hace dos o tres
siglos atrás, Wallerstein se pregunta cuál es el sentido de afirmar que la Revolución francesa
fue una "revolución burguesa". Por lo tanto, llega a mencionar que la Revolución francesa fue
en realidad una "revolución anticapitalista" -con lenguaje antifeudal- y además, fue el
acontecimiento gracias al cual la superestructura ideológica se pone por fin al mismo nivel que
la estructura económica; es decir: que a partir de tal suceso las ideologías expresan
transparentemente los intereses de las clases al interior del sistema-mundo. Pero, en modo
alguno, según Wallerstein, representó un cambio estructural profundo. Con esta última idea,
Immanuel ensalza a la Revolución francesa y baja el perfil a la Revolución rusa de 1917.

Un mayor avance ocurrió durante la época del imperialismo, el cual puso en contacto a cada
rincón de la tierra con la economía capitalista al estilo europeo. Es por ello que Latinoamérica
puede tener un papel importante en la crisis estructural actual: estuvo estrechamente
relacionada con Europa y su capitalismo desde 1450-1650, pero no desde la misma posición
de Europa, sino desde la posición de país de la periferia (término que será explicado
posteriormente).

Funcionamiento del sistema-mundo


Según el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein en “El moderno sistema mundial”,
las relaciones económicas mundiales forman un sistema global en el seno del cual las
naciones más desarrolladas explotan tanto la mano de obra como los recursos naturales de
aquellas naciones en vías de desarrollo. Este sistema mundial, o «sistema-mundo», dificulta el
desarrollo de los países pobres y garantiza que los ricos sigan siendo los principales
beneficiarios de las cadenas globales de materias primas y de los productos y la riqueza
creados por el capitalismo industrial.

Vemos que Wallerstein traslada las teorías de Karl Marx sobre la explotación capitalista al
escenario global. Según Marx, el capitalismo da lugar a una lucha por la «plusvalía», concepto
que alude al hecho de que un obrero genera diariamente un valor superior al salario que
recibe, de modo que dicho valor se acaba traduciendo en un beneficio para el empresario. En
el sistema de explotación capitalista, las élites sociales ricas se apropian de la plusvalía creada
por el trabajo de la clase obrera.

En opinión de Wallerstein, en el sistema-mundo existe una división similar a la de las clases


entre grupos de países a los que denominó «centrales», «semiperiféricos» y «periféricos». Esta
clasificación es causada por la división del trabajo ínter regional y transnacional (en vez de
división de los trabajadores no propietarios, y los propietarios del capital que defendía Marx).

Las naciones centrales son aquellas sociedades desarrolladas que elaboran productos
complejos gracias a métodos de producción de alta tecnología y dependen de las periféricas
para obtener materias primas, productos agrícolas y mano de obra barata. Las naciones
semiperiféricas cuentan con características sociales y económicas de las otras dos
categorías.

La naturaleza desigual del intercambio económico entre el centro y la periferia significa que las
naciones centrales venden sus productos a precios más elevados que las de la periferia. Las
naciones semiperiféricas se benefician de las mismas ventajas en sus relaciones comerciales
desiguales con la periferia, pero suelen estar en desventaja en sus intercambios con el centro.

Las naciones centrales (al igual que la burguesía) tendrá mucho capital debido a la plusvalía
que obtienen a costa de las naciones periféricas (mano de obra barata, explotación...)

Sin embargo hay cierta contradicción: a pesar de que las naciones periféricas venden sus
productos baratos, están obligados a comprar a un precio relativamente alto todos los
productos que han sido producidos por las naciones más ricas. Se genera así un ciclo que
hace imposible la mejora de los piases periféricos: su pobreza alimenta la riqueza de las
naciones centrales.

Este sistema-mundo es relativamente estable y las probabilidades de que cambie son


escasas. Aunque algunos países pueden «ascender» o «descender» en el seno del sistema, el
poder militar y económico de los Estados centrales, junto con las aspiraciones de los que se
hallan en la semiperiferia, hacen poco probable que las relaciones globales se reestructuren de
manera más equitativa. Esta idea se recoge bajo el nombre de “teoría de la dependencia”.

Los países más dominantes dentro de los estados centrales, aquellos que forman parte de la
Hegemonía, se consideran como tales si tienen una serie de ventajas respecto al resto. Estas
son:

1. Deben tener el dominio de la productividad: Ser capaces de producir productos de más


calidad a un precio inferior.

2. Dominio comercial: Se da cuando tienen el dominio de la productividad, que por esta razón
los demás países comprarán sus productos otorgando ventaja respecto al resto.

3. Dominio financiero: Al tener el dominio del comercio, también impondrá su sistema


financiero al resto: bancos, divisas con más fuerza (como el dólar), más recursos
financieros...

Estas tres ventajas hacen imposible la igualdad de condiciones entre países que quieren
competir en el mercado: los estados hegemónicos no tienen ningún tipo de competencia. El
propio sistema capitalista claramente acentúa las diferencias entre la periferia y el centro, los
estados pobre y los ricos.

Las ideas de Wallerstein sobre el sistema-mundo moderno, formuladas en la década de 1970,


precedieron a la reflexión sobre la globalización, que la sociología no hizo suya hasta finales de
la década de 1980 y principios de la de 1990. Su obra se reconoce como una de las primeras
y principales aportaciones al estudio de la globalización económica y sus consecuencias
sociopolíticas.

Crisis estructural
Immanuel Wallerstein señala que el mundo capitalista está siendo sometido a tres presiones
estructurales a las que ya no puede controlar, que erosionan la rentabilidad de las inversiones
en sectores claves de la economía global.

La primera presión estructural que experimenta el capitalismo se refiere al costo de la fuerza


de trabajo: para Wallerstein, el acceso a la fuerza de trabajo barata en las regiones periféricas
e está agotando. La búsqueda de trabajadores más allá de estos estados se está volviendo
cada vez más difícil. Como consecuencia, le corresponde a las naciones centrales ejercer
presión sobre sus propios trabajadores vía iniciativas legislativas para reducir los costos de su
fuerza de trabajo. Esta política conocida como neo-liberal no sólo genera protestas en la
periferia y semiperiferia. En los últimos lustros estas presiones han movilizado a los
trabajadores del centro quienes se oponen a su empobrecimiento como consecuencia de las
políticas de flexibilización y la reducción del Estado de bienestar. A pesar de la búsqueda de
nuevas fuentes de trabajo y las presiones para bajar los salarios, según Wallerstein, la
existencia de fuentes de fuerza de

trabajo baratas está llegando a su fin. En palabras de Wallerstein, la primera (presión


estructural) es consecuencia del proceso de desruralización del mundo, que está ahora muy
avanzado y que probablemente se habrá completado totalmente dentro de los próximos 25
años. Es un proceso que está incrementando inexorablemente el costo del trabajo en tanto
que magnitud porcentual del valor total creado.

La segunda presión estructural se refiere al ambiente. Existe un límite a la capacidad que


tienen las empresas capitalistas para externalizar sus costes usando los recursos naturales y
bienes públicos como si no tuvieran costo alguno. De hecho hay otros sectores sociales que
están pagando la degradación del ambiente y la destrucción de la infraestructura en forma

cotidiana. En el caso de Panamá, la depredación de las cuencas, las bahías y los bosques son
costos que deben pagar los grupos sociales que no controlan el gobierno en beneficio de
unos pocos empresarios. Según Wallerstein, la segunda presión (estructural) es la
consecuencia del largo plazo de la externalización de los costos, que ha sido llevada hasta el
agotamiento ecológico. Esto está haciendo aumentar el costo dentro del porcentaje del valor
total creado.

La tercera fuente de desequilibrio, por último, proviene de los límites que tienen los regímenes
políticos de someter a sus trabajadores a una creciente tasa de impuestos. Han sido los
impuestos que han alimentado el sistema capitalista. Una muestra de ello es la política
keynesiana de guerra del presidente Reagan en la década de 1980. Para Wallerstein, la tercera
presión (estructural) es la democratización en el mundo, que conduce a demandas crecientes
respecto al gasto público en educación, salud y garantías de la vida de bienestar. Esto está
impulsando hacia arriba los costos de los impuestos en el porcentaje del valor creado.

El análisis de tipo estructural de Wallerstein apunta a una crisis del sistema que se amplía y se
expande desde hace cinco siglos. La desruralización, la externalización y la democratización
son procesos sociales irreversibles, por lo menos a corto plazo. Si estos procesos llegan a su
límite, sin posibilidad de continuar extendiéndose, se anuncia un desplome sistémico
inevitable.

La combinación de estas tres presiones está creando una enorme reducción estructural, a
largo plazo, de las ganancias derivadas de la producción, hasta el punto de estar
transformando al sistema capitalista en un sistema no rentable para los propios capitalistas.

Esta crisis estructural es algo inevitable y muy común en la historia, ya que al igual que el
feudalismo llegó a su fin, el capitalismo también llegará al suyo, el cual Wallerstein deduce que
ocurrirá en torno a 2050. Nos encontramos actualmente en la tercera fase de la crisis
estructural, que tras tener periodos estables y otros de grandes fluctuaciones, finalmente
llegará a su fin. Wallerstein afirma que durante los períodos de estabilidad y orden de un
sistema en concreto, las acciones individuales tienen poco peso y no producen un gran
impacto en el orden de ese sistema: todo parece autorregularse y mantenerse equilibrado. Sin
embargo, durante los momentos de fluctuaciones descontroladas, cada pequeña acción
puede desencadenar una serie de acontecimientos enormes, tiene un poder magnificador
aquellas acciones que realizan sobre todo las grandes autoridades. Esto significa que
podemos elegir el propio futuro del mundo, ya que al acercarnos al fin del sistema, todas
nuestras acciones podrán hacer que el siguiente sistema oscile hacia un lado de la balanza
(igualitario y bueno) o hacia el otro lado con una mayor desigualdad. Esta incertidumbre la
envuelve de connotaciones positivas: “Si estuviésemos seguros del futuro, no habría apremio
moral alguno para hacer cualquier cosa. Seríamos libres para satisfacer cualquier pasión y
actuar siguiendo cualquier impulso egoísta, ya que todas las acciones estarían sometidas a una
ordenada certeza. Por el contrario, si todo está sin decidir, entonces el futuro está abierto a la
creatividad, no sólo a la creatividad meramente humana, sino también a la creatividad de toda
la naturaleza. Está abierto a la posibilidad y, por lo tanto, a un mundo mejor”

¿Ha conseguido, tal y como se propuso, cambiar el mundo?


Wallerstein reitera en varias ocasiones que su objetivo no es solo estudiar el mundo y su
estructura, sino cambiarlo a un sistema mejor. Niega el determinismo, y reserva el poder de
cambiar el mundo a todas las personas, no al simple destino, a la evolución, o al proceso lineal
que defendían otros pensadores. Tiene como final objetivo derrocar este sistema actual,
derrocar al capitalismo.

En los 90, Wallerstein lidera y dirige el reparto de la Comisión Gulbenkhian, y en ella plantea la
dirección que tomará la sociedad en los 50 siguientes años, y finalmente la desaparición del
capitalismo. Le preguntan en una entrevista si, aunque queden todavía 25 años para su
profecía, opina que la sociedad haya conseguido o que puede potencialmente conseguir lo
que planteó.

Wallerstein dice que a pesar de estar lejos de la meta propuesta: acabar con el sistema actual
si que cree que su pensamiento ha penetrado bastante en la sociedad y que puede tener
consecuencias reales. El moderno sistema-mundo se ha traducido a 35 idiomas, incluso hay
una versión en braile, algo realmente asombroso. Vemos sn duda que ha tenido gran
repercusión, y además esta es mayor en los países donde no se habla inglés, sobre todo ha
tenido un gran impacto en Latinoamérica. Pero, ¿podría decirse que verdaderamente ha
influenciado a los lectores? Esto último está todavía por ver: ha conseguido al menos impactar
de manera importante en todo el mundo y despertar las mentes curiosas de millones de
personas, además de acercar a un número mayor de estudiantes al campo de las ciencias
sociales, en concreto de las relaciones internacionales.

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