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MERLEAU-PONTY
JOSÉ ANTONIO RAMOS GONZÁLEZ pg 141 y sig
tampoco sería posible que el proceso perceptivo pudiera asociar contenidos, si el esquema
no ejerciera las funciones de sujeción tanto del movimiento como de la percepción, a la vez
que dota de sentido motor a mis consignas verbales413. Así se entiende que la motricidad sea
la esfera primaria en la que se engendra el sentido de todas las significaciones, ya que es el
cuerpo el que “comprende” en movimiento. Pero esta comprensión es un saber instituido
progresivamente en el esquema corporal; se trata de la aprehensión de una significación
motriz414, que actúa como diálogo perceptivo natural entre el cuerpo y el mundo, sin
necesidad de pasar por representaciones o por funciones simbólicas objetivadoras. El
cuerpo como potencia motora nos ofrece una “practognosia”, una nueva comprensión del
sentir y del conocer, pues entender no consiste en subsumir un dato sensible bajo una idea,
sino en la concordancia entre la intención y la efectuación415.
Con términos que Merleau-Ponty no usa, puede decirse que el esquema corporal revela
tres dimensiones de lo que sería una antropología integral416.
Una función estructural, ya que nuestra relación con el mundo en la “generalidad carnal”
está tejida por el sistema de equivalencias del esquema. Además, este soporta los
fundamentos sensorio-motores de la inteligencia, que no pueden reducirse al lenguaje
representativo, sino que están orientados por la relación con el mundo y el otro. Por último,
también puede hablarse de una dimensión afectiva del esquema corporal, pues el cuerpo
estesiológico es un cuerpo libidinal y la percepción un modo de deseo.
El esquema corporal se clarifica con la noción de “hábito”, que no es ni un automatismo ni
un conocimiento, sino un saber a distancia y a la vez al alcance de la mano (distancia en la
proximidad), que no puede traducirse por una designación objetiva. Resulta comprensible
cuando ponemos ejemplos de habilidades motoras que, una vez que se aprenden, ya no se
olvidan (montar en bicicleta, nadar, etc.). En consecuencia, profundizando en la distinción
entre espacialidad de situación y de posición (pues mi cuerpo no está en el espacio sino
que es espacial o espacializante), el hábito nos hace ver que el espacio no es aprendido,
sino vivido como una modulación de mi relación corporal con el mundo. Por tanto, en la
medida en la que ser cuerpo significa estar situado, Merleau-Ponty prioriza el espacio
topológico, el espacio de un paisaje, antes que el geométrico o el espacio entendido como
un campo previo de acción.