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CUERPO Y CARNE EN LA FILOSOFÍA DE M.

MERLEAU-PONTY
JOSÉ ANTONIO RAMOS GONZÁLEZ pg 141 y sig

3.2.1. El esquema corporal como dilatación del ser en el mundo

Si la noción de cuerpo es inseparable del contacto con el mundo, y la descripción ha de


comenzar con esa vecindad entre ambos en la que se
Por otro lado, la adquisición y ejercicio del hábito ofrecen al fenomenólogo francés fenómenos
privilegiados que explican la potencia del esquema corporal para generalizar el cuerpo. Esta es la cuestión
que intentaba desarrollar el proyecto del último libro (Ser y mundo o
manifiesta la ambigüedad de la existencia, el esquema corporal es un modo de expresar que
mi cuerpo es en el mundo408. Familiarizándonos con este, el esquema corpóreo consiste en
un conjunto precognitivo de destrezas mediante las cuales se sedimentan las actividades
corporales, quedando así disponibles para futuros usos cuando la praxis lo requiera. Por su
capacidad de anexarse las cosas, transformándolas cuasi en órganos, el esquema corporal es
un sistema de equivalencias y transposiciones que, además, “extiende la existencia” 409 y
contribuye a nuestra apertura a la experiencia.
El cuerpo es una manifestación de un mundo en el que, paradójicamente, nos sitúa; por
esto se comporta a la vez como perceptor y percibido410. En cuanto que está polarizado
por sus tareas, pues existe en ellas, mi cuerpo es una figura del mundo que se expresa en
el esquema corporal, ya que este se ha de entender como “una toma de consciencia global
de mi postura en el mundo intersensorial, una ‘forma’ en el sentido de la
Gestaltpsychologie”411. Ni el cuerpo podría experimentarse como unidad412 ni
407Cf. VI, p. 178/170.
408Cf. Php, p. 117/118.
409Cf. Php, p. 178/169.
410Cf. López Sáenz, Mª. C. “La existencia como corporeidad y carnalidad en la filosofía de M. Merleau-
Ponty”, en Rivera De Rosales J. y López Sáenz, Mª C. (coords.). El cuerpo. Perspectivas filosóficas.
Madrid: UNED, 2002, p. 187.
411Cf. Php, p. 116/116.
412Esta concepción unitaria del esquema corporal nunca será abandonada por Merleau-Ponty, si bien en
Lo visible y lo invisible la desarrollará desde la noción de Chair (Cf. López Sáenz, Mª C. “La existencia
como corporeidad y carnalidad en la filosofía de M. Merleau-Ponty”, op. cit., p. 189.

Lo visible y lo invisible) en el que se designa el cuerpo como “ser-topológico-general”. En el segundo


tramo de la redacción de la obra inacabada, se renombra la generalidad del cuerpo como “generalidad
carnal”, “generalidad” o “generalización” de la carne, sin precisar los desplazamientos entre las distintas
expresiones (Cf. Saint Aubert, E. De. Être et Chair, op. cit., pp. 104-105). Nos ocuparemos de estas
cuestiones en el capítulo siguiente, dedicado a la “Carne”.
413Es la función motriz la que se destruye en las perturbaciones apráxicas (Cf. Php, p. 166/159).
414Cf. Php, p. 167/160.
415Cf. Morales Cañavate, E. G. El saber del cuerpo. Intuición y percepción como saber corporal en
Bergson y Merleau-Ponty. Madrid: UNED, 2012 [Tesis doctoral].
416Sobre estas tres dimensiones del esquema corporal, Cf. Saint Aubert, E. De. Être et chair, op., cit., p. 20.

tampoco sería posible que el proceso perceptivo pudiera asociar contenidos, si el esquema
no ejerciera las funciones de sujeción tanto del movimiento como de la percepción, a la vez
que dota de sentido motor a mis consignas verbales413. Así se entiende que la motricidad sea
la esfera primaria en la que se engendra el sentido de todas las significaciones, ya que es el
cuerpo el que “comprende” en movimiento. Pero esta comprensión es un saber instituido
progresivamente en el esquema corporal; se trata de la aprehensión de una significación
motriz414, que actúa como diálogo perceptivo natural entre el cuerpo y el mundo, sin
necesidad de pasar por representaciones o por funciones simbólicas objetivadoras. El
cuerpo como potencia motora nos ofrece una “practognosia”, una nueva comprensión del
sentir y del conocer, pues entender no consiste en subsumir un dato sensible bajo una idea,
sino en la concordancia entre la intención y la efectuación415.
Con términos que Merleau-Ponty no usa, puede decirse que el esquema corporal revela
tres dimensiones de lo que sería una antropología integral416.
Una función estructural, ya que nuestra relación con el mundo en la “generalidad carnal”
está tejida por el sistema de equivalencias del esquema. Además, este soporta los
fundamentos sensorio-motores de la inteligencia, que no pueden reducirse al lenguaje
representativo, sino que están orientados por la relación con el mundo y el otro. Por último,
también puede hablarse de una dimensión afectiva del esquema corporal, pues el cuerpo
estesiológico es un cuerpo libidinal y la percepción un modo de deseo.
El esquema corporal se clarifica con la noción de “hábito”, que no es ni un automatismo ni
un conocimiento, sino un saber a distancia y a la vez al alcance de la mano (distancia en la
proximidad), que no puede traducirse por una designación objetiva. Resulta comprensible
cuando ponemos ejemplos de habilidades motoras que, una vez que se aprenden, ya no se
olvidan (montar en bicicleta, nadar, etc.). En consecuencia, profundizando en la distinción
entre espacialidad de situación y de posición (pues mi cuerpo no está en el espacio sino
que es espacial o espacializante), el hábito nos hace ver que el espacio no es aprendido,
sino vivido como una modulación de mi relación corporal con el mundo. Por tanto, en la
medida en la que ser cuerpo significa estar situado, Merleau-Ponty prioriza el espacio
topológico, el espacio de un paisaje, antes que el geométrico o el espacio entendido como
un campo previo de acción.

La habitualidad es el lugar en el que se ejerce una inteligencia concreta, que se


“experiencia” por el cuerpo y el gesto. Comprender el cuerpo como ser de habitualidades
conlleva revisar la concepción clásica del conocimiento, pues el hábito conlleva un pre-
sentir en el que no hay separación entre el entendimiento y la sensibilidad, entre saber y
fe perceptiva. De ahí que no haga falta “poner en su sitio” el saber para dejar lugar a la “fe
racional”, como proponía Kant, ya que el cuerpo está siempre situado y la comprensión se
siente simultáneamente en el ejercicio mismo del hábito que, reposando sobre la certeza
del esquema corporal, hace que la dimensión cognitiva sea contemporánea e incluso
anticipadora del acto: el cuerpo “comprende” lo que ve sin tener que recurrir en primera
instancia al pensar.

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