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BARRERAS HUMORALES Y QUÍMICAS:

Fiebre
Definida como una elevación de la temperatura corporal superior
a los 37,7 °C, es, en realidad, una respuesta de protección ante la
infección y la lesión, considerada como una estimulación del
sistema inmunitario del organismo.
La fiebre es provocada por un tipo de monocitos conocidos como
pirógenos siendo sustancias naturales que producen la fiebre,
obligando al cuerpo a que produzca los suyos propios como un
modo de defensa ante cualquier infección posible.42 Sin embargo,
las infecciones no son la única causa de la fiebre, a menudo, puede
no ser una respuesta inmunológica.
Por lo general, la fiebre tiene una causa obvia como una infección
provocada por algún virus o bacteria, algún tipo de cáncer, una
reacción alérgica, trastornos hormonales, ejercicio excesivo,
enfermedades autoinmunes, lesión del hipotálamo (glándula
endocrina encargada de regular la temperatura del cuerpo; es como
un termostato44) o por la excesiva exposición al sol. La fiebre
beneficia al sistema inmunológico para combatir de forma más
eficiente a los "invasores": aumentando y mejorando la movilidad
y la fagocitosis de los leucocitos, bajando los niveles de
endotoxina, incrementando la proliferación de las células T y mejorando la actividad del interferón.
La fiebre puede seguir un cuadro en el que alcanza una temperatura máxima diaria y luego regresa a su nivel normal. De
igual forma, la fiebre puede ser remitente, es decir, que la temperatura varía, pero no vuelve a la normalidad.

Inflamación
Es una de las primeras respuestas del sistema inmunitario a una
infección. Los síntomas de la inflamación son el enrojecimiento y la
hinchazón, que son causadas por el incremento del flujo de sangre en
un tejido. La inflamación es producida por eicosanoides y citocinas,
que son liberadas por células heridas o infectadas.

Los eicosanoides incluyen prostaglandinas que producen


fiebre y dilatación de los vasos sanguíneos asociados con la
inflamación, y leucotrienos que atraen ciertos leucocitos.
Las citocinas incluyen interleucinas que son responsables de
la comunicación entre los leucocitos; quimiocinas que
promueven la quimiotaxis; y los interferones que tienen
efectos anti-virales como la supresión de la síntesis de
proteínas en la célula huésped. También pueden liberarse
factores de crecimiento y factores citotóxicos. Estas
citocinas y otros agentes químicos atraen células
inmunitarias al lugar de la infección y promueven la curación
del tejido dañado mediante la remoción de los patógenos.
INMUNIDAD ADQUIRIDA

La inmunidad adquirida (adaptativa o específica) no es congénita; se aprende. A medida que el sistema


inmunitario se encuentra con sustancias extrañas (antígenos), los componentes de la inmunidad adquirida
aprenden la mejor forma de atacar a cada antígeno y comienzan a desarrollar una memoria respecto a ese antígeno.
La inmunidad adquirida se denomina también inmunidad específica porque dirige su ataque a un antígeno
específico que se ha encontrado con anterioridad. Sus rasgos característicos son la capacidad para aprender,
adaptarse y recordar.

Inmunidad adaptativa

Existen dos tipos de respuesta adaptativa o específica: la humoral y la celular que se pueden activar
según el tipo de microorganismo invasor.

- En la inmunidad humoral: Es el principal mecanismo de defensa frente a los


microorganismos extracelulares y sus toxinas. los componentes principales que participan son
los anticuerpos, que son producidos por unas células denominadas linfocitos B. Los anticuerpos
reconocen específicamente al antígeno del microorganismo o toxina invasor/a. Neutralizan la
infectividad y ayudan la eliminación de los mismos por parte de células efectoras.

- La inmunidad celular es el principal mecanismo de defensa frente a microorganismos


intracelulares, tales como virus y algunas bacterias. Es llevada a cabo principalmente
por linfocitos T.

- Entre las características principales de la respuesta adaptativa se encuentran:

- Especificidad: Microorganismos distintos estimulan respuestas específicas distintas.

- Diversidad: Respuesta frente a una gran variedad de microorganismos.

- Memoria: Exposiciones repetidas del mismo microorganismo producen respuestas


aumentadas.

- Especialización: Se producen respuestas óptimas frente a diferentes tipos de


microorganismos.

- Autolimitación: Se regula el sistema inmunitario, llevándolo a un estado de reposo


después de eliminado el microorganismo (homeostasis).

- Ausencia de autorreactividad: Se impide la lesión del huésped durante la respuesta a los


microorganismos.

La inmunidad adquirida necesita tiempo para desarrollarse tras entrar en contacto con un antígeno nuevo. Sin
embargo, después el antígeno es recordado, y las respuestas posteriores a ese antígeno son más rápidas y más
eficaces que las que se produjeron después de la primera exposición.
Los glóbulos blancos (leucocitos) responsables de la inmunidad adquirida son:
• Linfocitos (células T y células B)
Por lo general, la respuesta inmunitaria adquirida comienza cuando los anticuerpos, producidos por los linfocitos
B (células B), encuentran antígenos.
Otros participantes en la inmunidad adquirida son:
• Células dendríticas
• Citocinas
• El sistema del complemento
Linfocitos
Los linfocitos permiten al organismo recordar los antígenos y diferenciar lo propio de lo extraño y peligroso,
incluidos virus y bacterias. Los linfocitos circulan por el torrente sanguíneo y por el sistema linfático y entran en
los tejidos cuando es necesario.
El sistema inmunitario puede recordar cada antígeno con el que se encuentra dado que, después del encuentro,
algunos linfocitos se transforman en células de memoria. Estas células viven durante largo tiempo, años o incluso
décadas. Cuando estas células encuentran un antígeno por segunda vez, lo reconocen de inmediato y responden a
él de forma rápida, enérgica y específica. Esta respuesta inmunitaria específica a un antígeno conocido es la razón
por la cual no se padece varicela ni sarampión más de una vez y la vacunación puede prevenir ciertas
enfermedades.
Los linfocitos pueden ser células T o B.
Linfocitos T (células T)
Se producen en el timo. Potencialmente, pueden reconocer un número casi ilimitado de diferentes antígenos. Para
que no ataquen los tejidos del propio organismo, deben aprender a diferenciar los antígenos propios de los que no
son propios. Por lo general, solo los linfocitos T que dejan de lado los antígenos del propio organismo
(autoantígenos) pueden madurar y abandonar el timo.
Los linfocitos T maduros se almacenan en los órganos linfáticos secundarios, como los ganglios linfáticos, el
bazo, las amígdalas, el apéndice y las placas de Peyer en el intestino delgado. Estas células circulan en el torrente
sanguíneo y en el sistema linfático. Después de su primer encuentro con una célula infectada o anómala, se activan
y comienzan a buscar ese tipo particular de células.
Existen distintos tipos de linfocitos T:
• Los linfocitos T citotóxicos se adhieren a los antígenos presentes en las células infectadas o anómalas (por
ejemplo, las malignas). A continuación, los linfocitos T citotóxicos destruyen esas células perforando su
membrana e inyectando enzimas en el interior.
• Los linfocitos T cooperadores (colaboradores) ayudan a otras células inmunitarias. Algunos linfocitos T
colaboradores ayudan a los linfocitos B a producir anticuerpos frente a antígenos extraños. Otros ayudan a activar
los linfocitos T citotóxicos, para que destruyan las células infectadas o anómalas, o los macrófagos, de modo que
estos puedan ingerir las células infectadas o anómalas con más eficacia.
• Los linfocitos T reguladores (supresores) producen sustancias que ayudan a poner fin a la respuesta
inmunitaria o, en algunos casos, a evitar que se produzcan ciertas respuestas nocivas.
Cuando los linfocitos T se encuentran por primera vez con un antígeno, la mayoría de ellos realiza la función que
tienen asignada, pero algunos se convierten en células de memoria, que recuerdan el antígeno y responden ante
él con más fuerza cuando se vuelven a encontrar.
Algunas veces, por razones aún no bien conocidas, los linfocitos T no distinguen lo propio de lo extraño. Este
fallo funcional puede desembocar en un trastorno autoinmunitario, en el que el organismo ataca sus propios tejidos
(ver Trastornos autoinmunitarios).
Linfocitos B
Se forman en la médula ósea. Su superficie presenta lugares específicos (receptores) a los que los antígenos se
pueden adherir. Pueden aprender a reconocer un número casi ilimitado de diferentes antígenos.
La respuesta de los linfocitos B a los antígenos tiene dos etapas:
• Respuesta inmunitaria primaria: Cuando los linfocitos B encuentran un determinado antígeno por primera
vez, el antígeno se adhiere a un receptor, lo que estimula a los linfocitos B. Algunos linfocitos B se transforman
en células de memoria, que recuerdan a ese antígeno específico, mientras que otros se convierten en células
plasmáticas. Los linfocitos T cooperadores ayudan a los linfocitos B en este proceso. Las células plasmáticas
producen anticuerpos específicos para el antígeno que estimuló su producción. Después del primer encuentro con
un antígeno, la producción de una cantidad suficiente de un anticuerpo específico tarda algunos días. Por lo tanto,
la respuesta inmunitaria primaria es lenta.
• Respuesta inmunitaria secundaria: Pero, a partir de entonces, cada vez que un linfocito B se vuelve a
encontrar con un antígeno determinado, los linfocitos B de memoria lo reconocen de inmediato, se multiplican,
se transforman en células plasmáticas y producen anticuerpos. Esta respuesta es veloz y muy eficaz.
Aunque la función principal de los linfocitos B consiste en producir anticuerpos, también pueden presentar
antígenos a los linfocitos T.
Células dendríticas
Las células dendríticas residen en la piel, en los ganglios linfaticos y en tejidos de todo el organismo. La mayor
parte de las células dendríticas ingieren antígenos y los fragmentan (mecanismo denominado preparación del
antígeno), lo que facilita que los linfocitos T cooperadores (colaboradores) reconozcan el antígeno. Las células
dendríticas presentan los fragmentos de antígeno a los linfocitos T en los ganglios linfáticos.
Otro tipo de células dendríticas, las llamadas células dendríticas foliculares, presentan a los linfocitos B antígenos
intactos (que no han sido procesados), unidos a un anticuerpo (inmunocomplejo o complejo antígeno-anticuerpo).
Los linfocitos T y B se activan después de la presentación de antígenos.
Anticuerpos
Cuando un linfocito B se encuentra con un antígeno, empieza a madurar para convertirse en una célula plasmática
o en un linfocito B de memoria. Luego, las células plasmáticas liberan anticuerpos (también llamados
inmunoglobulinas o Ig).
Los anticuerpos protegen el organismo de las siguientes maneras:
• Ayudan a las células a ingerir antígenos (las células que ingieren antígenos se denominan fagocitos)
• Inactivan sustancias tóxicas producidas por las bacterias
• Atacan directamente a las bacterias y a los virus
• Activan el sistema del complemento, que tiene muchas funciones inmunitarias
• Ayudan a ciertas células, como las células NK (linfocitos citolíticos naturales), a destruir las células
infectadas o las cancerosas
Los anticuerpos son esenciales para combatir ciertos tipos de infecciones bacterianas y fúngicas. También ayudan
a combatir los virus.
Los anticuerpos se adhieren al antígeno y forman un inmunocomplejo (complejo anticuerpo-antígeno). El
anticuerpo y el antígeno se ajustan perfectamente el uno al otro, como las piezas de un rompecabezas. A veces,
un anticuerpo se puede unir a otros antígenos si estos se parecen mucho al antígeno que el anticuerpo formó para
reconocerlo y adherirse a él.

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