Sie sind auf Seite 1von 18

UNIVERSIDAD PERUANA DE CIENCIAS

APLICADAS
Estado de la cuestión acerca de las consecuencias de las
violaciones sexuales a mujeres en Ayacucho y Huancavelica
durante el conflicto armado interno en el Perú (1980-2000)

Asignatura:

Seminario de investigación académica

Integrantes:

• Arce Huamanchumo, Jackeline Liz

• Gerónimo Urrutia, Ivonne del Pilar

• López Lozada, Carlos Javier

• Martínez Rosales, Katty Liz

• Valdiviezo Luzardo, Daniel Humberto

Docente:

Sotomayor Martinez, Evelyn Noelia

Lima, Perú

2018
Consecuencias de las violaciones sexuales a mujeres en Ayacucho y Huancavelica
durante el conflicto armado interno en el Perú (1980 – 2000)

En el siglo XX la historia de guerra ha revelado el aspecto más negativo de la naturaleza


humana. En los conflictos bélicos se cometieron diversos crímenes en contra del enemigo.
Uno de estos delitos es la violación de la mujer como táctica de guerra. Esta estrategia
consistía en atacar a las mujeres civiles del enemigo, a fin de debilitar su moral y alimentar
el apetito sexual de las tropas. En estos casos la violación fue ordenada por autoridades
superiores a nivel militar con el objetivo de intimidar al enemigo. Esta se convirtió en uno
de los principales instrumentos para imponer la superioridad bélica a nivel emocional. Por
este motivo se aplicó sistemáticamente hasta debilitar totalmente la moral del enemigo.

Perú no fue ajeno a este tipo de estrategias nefastas. Diversos vejámenes se cometieron en
este país, durante el periodo del conflicto armado interno, desarrollado entre los años 1980
y 2000. Las principales víctimas fueron mujeres de comunidades campesinas del interior del
país, especialmente en los departamentos de Ayacucho y Huancavelica. El Estado tenía
plena conciencia del desarrollo de estos actos, pero no los condenaba por ser de utilidad a
sus intereses. Más aún, los promovía a fin de asegurar el poder militar del Estado, frente a
las fuerzas subversivas. Se ejercía la violencia sexual contra mujeres pertenecientes a grupos
subversivos e incluso frente a sospechosas de esta filiación y a aquellas sin vinculación. Por
su parte, grupos paramilitares como SL-PCP o el MRTA también ejercían violencia sexual
como castigo frente a supuestos crímenes de la población. Estos militantes condenaban
públicamente los vejámenes que se pueden percibir en el informe de la Comisión de la
Verdad y Reconciliación en la siguiente cita:

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha señalado en el Informe sobre


el caso de Haití publicado en 1995, la necesidad de reconocer la violencia sexual como una
grave violación de los derechos humanos, dado que las mujeres afectadas no denunciaron
estos hechos ante la policía por miedo a las represalias, puesto que los responsables fueron
por lo general miembros de las fuerzas armadas que a su vez eran parte de la policía; por la
corrupción e ineficiencia del sistema judicial y por el estigma y vergüenza que afrontan las
mujeres víctimas de violencia sexual. La CIDH resaltó que esta práctica afectó a mujeres de

2
diferentes edades y condición, debido a sus actividades políticas, sus vínculos personales o
familiares, así como represalia por las actividades e ideas políticas de sus esposos, hijos,
padres y demás familiares varones. Adicionalmente, la CIDH identificó que muchas mujeres
eran violentadas debido a su propio estatus y rol de ayuda en la sociedad civil (2003; p. 266).

Lo mencionado indica que lo ocurrido en el Perú no es un suceso aislado en la coyuntura de


guerras a nivel mundial. Por lo general, las mujeres en los conflictos de guerra fueron
sistemáticamente utilizadas como objeto sexual, herramienta de coacción y daño colateral al
enemigo. En relación con lo expuesto, el objetivo del presente texto es analizar las
consecuencias de las violaciones sexuales que sufrieron las mujeres de Ayacucho y
Huancavelica durante el periodo del conflicto armado en el Perú. Para comprender el
impacto de los conflictos en las víctimas mujeres se utilizarán diversos estudios relacionados
con los efectos de la violencia subversiva y militar entre los años 1980 y 2000. En este
sentido, se responderá a la pregunta: ¿cómo afectaron los excesos cometidos por los militares
y subversivos contra las mujeres de Ayacucho y Huancavelica durante el conflicto armado
interno en el Perú? Entre las fuentes en las que basaremos nuestro análisis se encuentran:
Violencia sexual en guerra y paz. Género, poder y justicia posconflicto escrito por Jelke
Boesten1; Estrategias locales de las fuerzas del orden en la producción de violaciones
sexuales a mujeres, a propósito del caso de Víctor Fajardo durante el conflicto armado
interno entre 1980 y 1988 de Fabiola Gutiérrez2; Proyecto de vida de mujeres víctimas de
violencia sexual en el conflicto armado interno; Milagros y la violencia del conflicto armado
interno. Una maternidad forzada de Paula Escribens3; Dando cuenta: Estudios sobre el
testimonio de la violencia política en el Perú (1980-2000) de las editoras Francesca Denegri4

1
Jelke Boesten es profesora en el Instituto de Desarrollo Internacional en King´s College en London, Gran
Bretaña. Tiene una maestría en Historia Contemporánea (1999) y un doctorado en Estudios de Género por la
Universidad de Ámsterdam (2004). Enseña curso sobre temas de género, violencia y políticas sociales.
Investiga y escribe sobre estos temas, con enfoque en el caso peruano (Perú 21; 02 de julio de 2016).
2
Fabiola Gutiérrez estudió Ciencia Política y Gobierno en la Pontificia Universidad Católica del Perú, Tesis
de licenciatura en la Facultad de Ciencia Sociales, Lima – Perú (PUCP 2018).
3
Paula Escribens es Licenciada de la Pontificia Universidad Católica del Perú en Psicología con mención en
Psicología Clínica, además estudió un magíster en Temas de Raza, Etnicidad y Estudios Poscoloniales en
London School of Economics, Reino Unido. Trabaja a tiempo parcial por asignaturas (PUCP 2017).
4
Francesca Denegri es profesora principal del Departamento de Humanidades y directora de la Maestría en
Literatura Hispanoamericana de la PUCP, y del grupo de investigación RIEL XIX. (Dando cuenta. Estudios
sobre el testimonio de la violencia política en el Perú 1980-2000 (2016).

3
y Alexandra Hibbett5; El factor asco: basurización simbólica y discursos autoritarios en el
Perú contemporáneo de Rocío Silva6; El Dolor Humano: Estudio exploratorio sobre la
influencia de la violación sexual en la vida de las mujeres Ayacuchanas violadas durante el
conflicto armado no internacional de Eduardo Espinoza7; Terruco de m… Insulto y estigma
en la guerra sucia peruana de Carlos Aguirre8; Violencia sexual contra las mujeres: La
experiencia de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú de Julissa Mantilla9;
Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación de CVR10.

5
Alejandra Hibbett es licenciada en lingüística y literatura por la PUCP, magíster por la Universidad de Oxford
y doctora por la Universidad de Londres. Es profesora ordinaria del Departamento de Humanidades de la
PUCP. (Dando cuenta. Estudios sobre el testimonio de la violencia política en el Perú 1980-2000 (2016).
6
Rocío Silva Doctora en Literatura Hispánica y especialista en género con formación jurídica. Ha sido
Directora Ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (PUCP 2018).
7
Eduardo Espinoza estudió Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tesis de Maestría,
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Ciencias Sociales, Lima – Perú (UNMSM, 2007).
8
Carlos Aguirre es doctor de la Universidad de Minnesota y magíster por la Pontificia Universidad Católica
del Perú. Es profesor del Departamento de Historia y director del Programa de Estudios Latinoamericanos de
la Universidad de Oregon. (Terruco de m… Insulto y estigma en la guerra sucia peruana, 2011).
9
Julissa Mantilla es docente de la Academia de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de
American University (Washington College of Law), Estados Unidos; así como de la Maestría de Género y de
la Maestría de Derechos Humanos de la PUCP. Tiene un Diplomado de Género de la PUCP y Maestría (LLM)
en The London School of Economics and Political Science (LSE), Londres, Inglaterra. Ha sido Perita ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Consultora internacional en temas de género, justicia transicional
y derechos humanos.
10
Comisión de la Verdad y la Reconciliación es de carácter público y puede ser consultado por cualquier
ciudadano o persona que lo requiera. El informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación fue suscrito
por el pleno de comisionados el 27 de agosto de 2003 y se presentó al Presidente de la República, doctor
Alejandro Toledo Manrique, al Presidente del Congreso Nacional, doctor Henry Pease García, y al Presidente
de la Corte Suprema, doctor Hugo Sivina Hurtado, el 28 de agosto de 2003.

4
Durante el desarrollo del conflicto armado en Ayacucho y Huancavelica, se llevaron a cabo
diversos tipos de abusos por los militares y subversivos, que originaron consecuencias tanto
físicas como psicológicas. El enfoque que se presentará muestra los daños y las huellas que
perduran en las mujeres víctimas. Esta nueva condición las obliga a enfrentar obstáculos
dentro de su vida familiar, su comunidad y en la sociedad al término del conflicto. Para
comprender este suceso, se debe conocer las ideologías de los actores que cometieron actos
de violencia sexual.
Como describe Jelke Boesten, la mayoría de los militantes del ejército eran jóvenes de
escasos recursos entre 16 y 18 años. La formación que recibieron se basaba en desarrollar la
violencia como parte del perfil de expresión masculina y, a su vez, reproducir la violación
sexual como una arista importante dentro de esta ideología machista (2014). Se puede
afirmar que en este promedio de edades los jóvenes eran influenciados; a esta idea se añade
que en la estructura militar predomina el orden jerárquico que obliga a los de menor grado a
obedecer a sus superiores sin cuestionamientos.
Para el caso de los subversivos (PCP-SL y MRTA), los actos de violencia sexual que ellos
cometieron fueron contra las mujeres y, en mayor proporción, para comunicar su oposición
hacia cualquier orientación sexual fuera de la establecida por la sociedad (Boesten, 2014).
Dicha referencia confirma la existencia de un grupo reducido intergénero (persona que no
se percibe miembro de un único género “tradicional”) en esas comunidades, la necesidad de
establecer la superioridad del “auténtico hombre” y los parámetros que debe cumplir frente
a la sociedad; por ello, no se expresaban abiertamente para evitar ser perseguidos por los
subversivos.
Las lesiones diversas de la violencia sexual generadas por los actos cometidos contra las
mujeres en el conflicto armado ocasionaron que existan víctimas que fueron sexualmente
torturadas. En varios casos, quedaron con secuelas graves que no fueron clasificadas como
tales por no cumplir con los criterios que determina la ley peruana. Por ejemplo, la ley
considera solo violencia familiar los vejámenes sexuales dentro del matrimonio, que causan
un descanso médico no menor a 10 días, en caso sea mayor a este será designado un proceso
criminal. Otras víctimas fallecieron a consecuencia del alto grado de agresión. Es, también,
un resultado físico y doloroso la maternidad forzada por las excesivas violaciones que
padecieron las mujeres.
La violencia sexual fue utilizada como medio de tortura para recabar información y/o
autoinculparse (asumir como propio un delito que no cometió). Este acto bélico, ejercido en

5
escenarios de detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas, presentó abusos sexuales,
manoseos y amenazas de violación. En este contexto de violencia sexual, las fuerzas del
orden violaban a las mujeres para, posteriormente, ejecutarlas. Las víctimas de estos
atropellos, que constituyen delitos contra los derechos humanos, fueron niñas, adolescentes,
adultas o ancianas. Algunas características principales que adoptaban los militares eran las
prácticas de discriminación racial, por lo que sus víctimas, generalmente, fueron viudas,
quechuahablantes y oriundas de la zona. Cabe resaltar que, en la mayoría de estos casos,
fueron los testigos los que aportaron con el testimonio de lo sucedido en esa época (Julissa
Mantilla, 2003). En estos actos de violencia, los subversivos fueron muy despiadados, tal
como indica el siguiente testimonio:

Un declarante narra cómo su hija fue secuestrada por integrantes de PCP-SL, quienes
ingresaron en forma violenta a su casa. Al día siguiente de los hechos, los pobladores le
avisaron que el cadáver de su hija había aparecido tirado en el suelo. Al llegar, el declarante
encontró a su hija muerta, con las manos atadas, el cuerpo semidesnudo, el rostro y pecho
ensangrentado, con huellas de haber sido apuñalada en el pecho y en la cara. Al momento de
realizarse la autopsia, le informaron que su hija había sido ultrajada sexualmente (Comisión
de la Verdad y Reconciliación, 2003, p. 283).

Este testimonio muestra la frialdad con la que actuaron los subversivos. Apuñalar el rostro
podría significar la pérdida de identidad de la víctima o, en este caso, la de sus familiares,
pues el violador puede tener algún móvil hacia ellos, lo que muestra el grado de crueldad en
su actuar. Otro tipo de violencia física las sometió a continuar con su embarazo, sin importar
el contexto en el que se originó este y el nuevo proyecto de vida al que debe adecuarse.
De acuerdo con la Dra. Rocio Silva, la maternidad forzada reafirmó la idea de que el atacante
disfruta imponer una huella perenne en la víctima (un hijo), y así lograr el cometido de dañar
no solo a la mujer, sino también a su comunidad (como se cita en Escribens, 2012). Incluso,
la sociedad establece la relación que toda madre debe desarrollar con su hijo y priorizar el
amor incondicional pese a ser concebido fruto de un abuso (Kitzinger, 1978; González, 1999;
como se cita en Escribens, 2012).
Uno de los casos más significativos que ha investigado Escribens (2012) es el relato de
Milagros, una víctima de violación. Ella obtuvo información sobre el vínculo que existe
entre el ideal de maternidad, el concepto de amor romántico y la dura realidad de haber sido
violada y formar parte del grupo de mujeres “obligadas” a sustentar una vida más. Según

6
refiere, la idea del amor es la unión entre dos personas heterosexuales a través del casamiento
religioso, el cual debe ser conocido por toda la comunidad. Sin embargo, no fue el caso de
Milagros, puesto que resultó embarazada como consecuencia de una violación colectiva. De
esta acción deriva la extensión del abuso sexual en otra forma de vida, una que no se desea
ni se ha planificado. Posterior a este hecho, contrajo nupcias con uno de sus victimarios,
quien era un militar. Este suceso se produjo, ya que las víctimas de violación, una vez que
llegan a casarse, aseguran no volver a ser violadas por otros hombres. Además, ella suponía
que una mujer ultrajada no tendría las mismas oportunidades que una “virgen”; por ello,
permitió los maltratos físicos y psicológicos que le infligía su esposo.
La hija mayor de Milagros, concebida del abuso sexual sufrido, fue criada por su abuela,
porque ella no se encontraba preparada para asumir la responsabilidad de ser madre. Ella
compara su maternidad al describir la forma de crianza que vivió con la actitud que tomó al
abandonar a su hija. Milagros culpa la ausencia de su madre por salir a trabajar y, por eso,
considera que fue violada (Escribens, 2012). Ser una menor de edad y encontrarse sola
propició una condición vulnerable para que los militares perpetraran la violación. También,
declara que la causa raíz de lo sucedido fue la falta de la madre en el hogar, ya que la
comunidad estereotipaba el rol de la madre como ama de casa.
Todos estos sucesos de violaciones ocasionaron diversos traumas y daños psicológicos, los
cuales generan vulnerabilidad, sentimiento de que la vida peligra y el miedo constante de ser
violentada nuevamente; esto a su vez, produce estrés, tristeza, culpabilidad, etcétera. Según
Echeburúa, Corral y Amor (2004) estos traumas se pueden clasificar de dos formas: la lesión
psíquica y las secuelas emocionales. La primera es una alteración de la personalidad de
forma drástica, la cual puede presentar cambios de estado de ánimo, comúnmente depresión
o ansiedad. A esto se le puede agregar una conducta confusa que no permite regresar
fácilmente a la forma de vida habitual. La segunda, una secuela emocional, se considera así
cuando el daño es crónico, es decir, dura más tiempo del considerado, se establece dentro de
la personalidad y la transforma negativamente.
Los conceptos antes descritos se demuestran por medio del testimonio de Maribel (Espinoza,
2007), quien a los 10 años fue apresada y ultrajada por los subversivos. Ella quedó con
secuelas físicas como dolor al corazón, hemorragias y dolor de espalda. No obstante, la
secuela que persiste, y no le ha permitido mantener una relación estable con los hombres, es
el miedo que provoca en ella ritmos acelerados en el corazón, esta le produce problemas para
respirar. Estas emociones negativas se pueden reflejar en la siguiente manifestación:

7
Ya no soy normal señora. A veces me pido o quisiera morirme nada más. Ya no quiero vivir,
Solo por mi hijita sigo viviendo. Una vez cuando me dio un ataque ya no me quise curar.
Ahora también estoy mal mi corazón me duele. Entonces mi mamá me hizo curar y me dijo
por qué serás así. Ella no sabe a nada, yo no le dije nada (como se cita en Espinoza, 2007, p.
44).

Como se observa Maribel mantiene secuelas emocionales que la han conducido a una severa
depresión, por lo que centra su vida solo en la crianza de su hija sin buscar mayores
aspiraciones. En otras partes de su testimonio menciona que vive aislada de sus familiares,
pues no le interesa relacionarse con las demás personas, para evitar ser señalada y juzgada
por la comunidad. Esto se evidencia en sus palabras cuando señala que no ha compartido su
experiencia con su madre. Asimismo, persiste en ella el temor de ser abusada nuevamente.
El sentimiento de vulneración hacia sus derechos y el ser utilizada como herramienta de
sometimiento de género han ocasionado un deterioro en el aspecto psicológico de las
mujeres. Estos hechos traumáticos afectaron su autoimagen y dañaron su autoestima (Hatun
Willakuy, 2008). En otras palabras, la baja autoestima de las mujeres abusadas sexualmente
perjudica su vida cotidiana. Ello no le permite relacionarse socialmente debido a las críticas
que pueden recibir o por el temor a no cumplir adecuadamente sus actividades. Otro caso en
relación con esta temática es el testimonio de Milagros quien manifiesta que “(…) Todo esto
genera sentimientos de culpa en ella muy fuertes, un dolor permanente y la sensación de
estar fallada o de ser una mujer desgraciada, que por momentos pareciera que solo merece
la muerte o que incluso hubiera deseado morir” (Escribens, 2011, p. 35). A partir de su
testimonio se puede observar que la violencia sexual marca la víctima hasta el grado de
atentar contra su vida. Por otra parte, ella enfatizó que la violencia sexual de la que fue
víctima, así como las hijas que concibió producto de las violaciones ocasionaron un impacto
negativo en su actual relación de pareja. Sin embargo, ella justifica este maltrato porque cree
que nadie más la aceptaría por su pasado. Este comportamiento es explicado por Escribens
de la siguiente manera:

Esta mujer, al haber sido violentada sexualmente —es decir, al romper con el ideal mariano
de la mujer virgen— y al haber sido madre soltera, no encaja en el ideal de mujer que se
plantea en una sociedad patriarcal: desde este ideal lo que se esperaría es que la mujer pase
de ser hija de un padre a ser esposa de otro hombre. Por esa distancia entre el mandato social

8
y su experiencia concreta, ella termina siendo víctima de violencia en su actual relación de
pareja, en la que él la maltrata tanto psicológica como físicamente, situación que ella justifica
señalando que su actual pareja “me ha aceptado igual con mi pasado, con mis hijas, con
todo…” (Escribens, 2011, p. 37).

En este sentido, los hombres que se casan con las mujeres violadas por terroristas y militares
desarrollan sentimientos de rencor, pues no son “puras” y continúan con la cadena de
violencia hacia ellas. Otro ejemplo de ello es el esposo de Talía, una testimoniante, quien
comete agresiones que son permitidas por ella, debido a que se siente responsable y culpable
de su violación (Escribens, 2011). Por eso, el casarse con un militar o con un conocido de
ellos era una estrategia de protección para evitar más violaciones y, a su vez, reivindicar su
honor ante la comunidad. Como interpreta Escribens en la siguiente cita:

Sin embargo, en su experiencia esta situación fue totalmente diferente, como ella misma
narra, ya que terminó construyendo una relación de pareja con alguien que conoce en la base
militar luego de haber sido violentada sexualmente y quien había sido testigo de la violación.
Es decir que la relación no se construye en un contexto de amor como ella narró sino más
bien en una situación teñida por la violencia (2011, p.29).

En el párrafo antes citado, se evidencia que el proyecto de vida que Talía estableció fue
interrumpido por el inicio del conflicto. Como consecuencia de lo anterior, Talía entabla una
relación con un militar por conveniencia para su bienestar físico (evitar más violaciones). La
acumulación de estas circunstancias origina la constante tristeza en ella, lo cual es
manifestado en sus diversos testimonios. Otros puntos que se desarrollan dentro de esta
problemática son las consecuencias sociopolíticas. Dentro de ellas, se encuentra la
compensación económica y moral de las víctimas y afectados de violación de derechos
humanos, la cual es retribuida a través del programa de reparaciones denominado Comisión
Multisectorial de Alto Nivel – CMAN, creado por el Estado. Respecto a ello, Boesten (2014)
indica que “(…) fue creado, en el 2004, para elaborar, coordinar y supervisar el programa
nacional de reparaciones, consistiendo en un Consejo de Reparaciones (CR) y un Registro
Único de Víctimas (RUV). En el 2005, el Congreso adoptó un Plan Integral de Reparaciones
(PIR)” (p.121).
Conforme a la lista establecida en el PIR, las víctimas de violación figuran en los últimos
puestos a ser indemnizados, debido a que no se cuenta con una adecuada delimitación de

9
este concepto dentro de este. La reparación económica y moral es conveniente para las
mujeres violentadas y sus hijos producto de estos actos. Ello podría generar un efecto
positivo que transformará la sociedad y la visión de género.
Sin embargo, no existen dispositivos legales que permitan el tratamiento de estos tipos de
casos. El Registro Único de Víctimas (RUV) amplió el concepto de violencia sexual para
poder registrar a más beneficiarias de lo mencionado. A pesar de ello, un reducido grupo ha
logrado obtener una indemnización monetaria (Boesten, 2014). El Plan Integral de
Reparaciones comprende siete programas de ayuda. El primero es el Programa de
Reparaciones Colectivas. Este consiste en la restauración de la estructura de los servicios de
primera necesidad (agua, desagüe, alcantarillado, alumbrado público, entre otros), así como
la infraestructura productiva (puentes, centros educativos, puestos de salud y más). El
segundo, el Programa de Reparaciones Económicas, que otorga indemnizaciones
económicas a todas aquellas víctimas de la violencia causada por el conflicto. El tercero es
el Programa de Reparaciones en Salud, el cual busca mejorar las capacidades de las personas
y las comunidades, tanto en salud mental y física, a través de un seguro otorgado por el
Estado. El cuarto, el Programa de Reparaciones Simbólicas recompone el frágil vínculo entre
el estado, las personas y la comunidad. A esto se suma, el Programa de Restitución de
Derecho Ciudadano, que asiste a los beneficiarios con la finalidad de regularizar la
documentación necesaria de su inscripción en el PIR; además, brinda asesoría legal a
acusados arbitrariamente. Otro de ellos, el Programa de Reparaciones en Educación, facilita
el camino para una mejor educación o concluir los estudios truncos. Finalmente, mediante
el Programa de Promoción y Facilitación al Acceso Habitacional, el Estado otorga bonos de
diversos programas como Mi Vivienda y Techo Propio para la adjudicación de terrenos o
casas propias (CMAN, s.f.).
No obstante, a todas estas reparaciones, el Estado está moralmente en deuda con la sociedad,
en especial con las víctimas y sus familiares, ya que no se ha disculpado públicamente por
todos los hechos ocurridos durante el conflicto. El testimonio que brinda Georgina Gamboa,
una mujer natural de Ayacucho, revela que fue acusada de ser terrorista. Esta fue una excusa
para que sea detenida y violada sexualmente en reiteradas oportunidades por los policías
(sinchis) destacados de la zona. A partir de su experiencia ella, pide lo siguiente:

Quiero para todos, para honor de todas las personas, familiares abusadas, yo pido justicia.
Culpables debe pagar, debe reconocer que lo que ha hecho, lo que el daño que nos hecho

10
[…] yo no he sido única, yo que estaba violada, varias personas así tienen producto violación,
tienen sus hijas, como mi hija, señoritas; qué le he pedido para ellas, nada, siquiera no hay
nada justicia (Como se cita en Silva, 2008, p.87).

De este modo Gamboa reclama al Estado el reconocimiento moral de todas las mujeres que
fueron víctimas de abusos sexuales, torturas y asesinatos por parte de los policías (sinchis),
que las usaron como objetos y las sometieron a los actos más crueles que se pueden cometer
contra un ser humano. Esto se debe porque, después de cuatro meses después de haber sido
detenida, se enteró de que estaba embarazada. Su primera reacción fue rechazar a la criatura,
porque en su ignorancia creía que lo concebido en su vientre era un “monstruo”. Le solicitó
al médico abortar; sin embargo, él le indicó que era muy riesgoso y solo quedaba continuar
con su embarazo. A causa de esta respuesta, decidió entregarlo en adopción, aunque cuando
debía firmar el documento para ceder la patria potestad decidió asumir su rol de madre y
criar a su hija. Esto se produjo porque fue influenciada por su abogada.
A pesar de todos los testimonios y pruebas presentadas sobre el daño moral ocasionado a las
víctimas, este no ha sido contemplado ni asumido de acuerdo con el grado de importancia
que corresponde. Como se señala en Artículo 2 de la Constitución de 1993, la integridad
moral es un derecho de todo ciudadano “A la vida, a su identidad, a su integridad moral,
psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar. El concebido es sujeto de derecho en
todo cuanto le favorece”. Por consiguiente, el no velar por el cumplimiento de
indemnizaciones puede entenderse como un encubrimiento por parte del Estado frente a los
delitos cometidos por los militares. Cabe resaltar que en el caso de Gamboa la víctima sí
logró ser indemnizada:

Una vez libre, Georgina viajó a Lima, en donde encontró el apoyo de abogados de derechos
humanos quienes la ayudaron a litigar para conseguir justicia por su ilegal detención,
violación y abuso. Esta campaña fue tan exitosa que el gobierno le ofreció un año de
tratamiento médico en el hospital de la policía, en donde nació su bebé, como compensación
por su sufrimiento (Boesten, 2014, p. 126-127).

Cuando este caso se difundió, el Estado atendió la demanda con celeridad y otorgó beneficios
que no habían sido concedidos a otras víctimas del conflicto. Boesten explica que este caso
logró ser conocido, en gran medida, gracias a la participación de los abogados quienes
ayudaron a Gamboa a transmitir su mensaje. Ella no solo se preocupó por el bienestar propio,

11
sino también reveló la existencia de casos similares al de ella, los cuales han sido casi
olvidados: “Desde el comienzo, Georgina resistió la individualización de su sufrimiento que
tan a menudo silenciona [sic] a las víctimas-sobrevivientes de la violación, y ella denuncia
la injusticia a las autoridades” (Boesten, 2008, p. 128). Ella pactó alianzas con la comunidad
de derechos humanos para que más casos sean considerados y declarados admisibles frente
a un proceso legal. Este testimonio es una reflexión sobre la actitud del Estado ante hechos
que no pueden permanecer indiferentes.
Lamentablemente, las acciones que adoptó el Estado en el caso de Gamboa no se repitieron
con la mayoría de las víctimas de violación sexual, pues la falta de compromiso con la
población afectada provocó el debilitamiento de su confianza hacia el Estado. Un ejemplo
de negligencia para hacer frente al conflicto fue el gobierno de Belaúnde Terry (1980 –
1985), tal como indica la Comisión de la Verdad y Reconciliación:

Es claro que el gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry respaldó la actuación de
los comandos políticos-militares entre 1983 y 1985 a pesar de las denuncias sobre las grandes
violaciones de derechos humanos de la población civil que se estaban cometiendo y del
conocimiento que obviamente debió tener sobre estos hechos. El ingreso de las fuerzas
armadas en la zona de emergencia para combatir a la subversión fue dispuesto sin tomar las
previsiones necesarias para proteger los derechos de la ciudadanía. Por el contrario, la
autoridad civil delegó en las autoridades militares amplias facultades y renunció a ejercer
sus potestades para impedir o sancionar graves atropellos contra la población (Tomo III,
2003, p. 25-26).

Lo expuesto anteriormente reafirma que el gobierno de Belaunde Terry fue el principal


culpable de los abusos de violencia sobre los derechos humanos en el conflicto armado
interno. Una vez iniciado los ataques de los subversivos, el Estado delegó la total
responsabilidad a las fuerzas del orden, sin un planeamiento previo que comprenda sus
limitaciones. El Gobierno peruano se desentendió de sus principales funciones como órgano
protector para impedir y/o sancionar acciones que vayan en contra de los derechos de la
ciudadanía. A esto se suma que los militares poseían antecedentes de abusos cometidos en
los poblados de Ayacucho y Huancavelica en el que venían operando.
Con el transcurso de los años, se puede reafirmar la incompetencia de los representantes
encargados de administrar justicia en el Perú para establecer un sistema óptimo de
investigación y sancionar el abuso sexual contra la mujer. Son muy pocos los casos con

12
denuncia formal y juzgados conforme a ley, más aun, cuando el estado protege a los policías
y militares implicados en los casos de violación. Mientras que a los terroristas los procesa y,
en algunos casos, los condena por otros delitos (Denegri y Hibbett 2008; Boesten, 2014).
El Estado no otorga la debida relevancia a los abusos sexuales. Esto puede deberse a que
gran parte de los militares estaban involucrados y sería muy “escandaloso” que toda la
población sepa las atrocidades que cometieron, y que, en lugar de ayudar, contribuyeron con
agravar el problema. Además, la falta de reconocimiento de la denuncia de las víctimas
reforzó la idea de que cada vez menos mujeres afectadas decidan denunciar o brindar sus
declaraciones y, de esta manera, debilitó la relación con el Estado. A esta ausencia de
acusaciones se añade el temor y vergüenza para contar sus testimonios.
Hansen Pascha asegura que el permanente abandono por parte del Estado y la costumbre de
la población rural de solucionar sus problemas sin intromisión del poder judicial, dificultan
el trabajo de los abogados para persuadir a las personas violentadas a efectuar sus denuncias
por la vía legal y respetar el debido proceso. Asimismo, la ausencia de apoyo para el estudio
de los casos de violencia sexual a las zonas marginales ocasiona que las mujeres no
denuncien (Boesten, 2014). Referente al tema explicado Boesten describe una experiencia
propia:

Por ejemplo, cuando visité las oficinas del Ministerio Publico en Ayacucho en 2011, el fiscal
público para los casos de violaciones de derechos humanos señaló a una mujer que se
encontraba en la sala de espera y que iba a denunciar una violación en periodo de guerra. Él
desestimó su caso porque “tendrá que dar testimonio”, “es un proceso largo” y “de todas
maneras, no tendrá ninguna prueba (2014, p. 152).

Este testimonio evidenció que la indiferencia y falta de asistencia hacia los casos de violación
sexual también se desestimaran en la zona donde ocurrieron los sucesos. Esto generó
indignación entre los pobladores. La actitud negligente de los trabajadores públicos pudo
deberse a que preferían evitar realizar las investigaciones correspondientes de las denuncias
que recibían, a fin de reducir su carga laboral.
Como indica el párrafo anterior, los funcionarios públicos destinados a los lugares afectados
no ejercieron correctamente sus labores. Del mismo modo, los hombres de la comunidad
tampoco las respaldaron porque fueron vistas como símbolo de deshonra y humillación al
representar la debilidad de no poder protegerlas. Además de culparlas por ser violadas, las

13
estigmatizaban, lo que afectó de forma adversa la relación con sus familiares y con los
pobladores:

Como se ha dicho la vergüenza y el sentimiento de culpa son aspectos comunes entre las
víctimas de violencia sexual, quienes descartan la posibilidad de denunciar estos hechos ante
las autoridades, por miedo a ser estigmatizadas por su familia y por la comunidad (Comisión
de la Verdad y Reconciliación, p. 370-371).

Además, de todas las consecuencias físicas y sicológicas, la comunidad las juzga y aleja.
Bajo estas circunstancias, ellas cargan con una “mancha” que afecta la relación con su
entorno. A esto Escribens interpreta que “El hijo que nace como consecuencia del embarazo
forzado se convierte, ante los ojos de la comunidad que la observa, en la prueba de haber
sido abusada sexualmente” (2011, p.36). Sus descendientes vivirán bajo la sombra de los
prejuicios de la gente de la zona; por ende, las madres también se ven afectadas (a donde
quiera que vayan serán juzgados). Otra forma de estereotipar a las mujeres era calificarlas
como objeto de pertenencia. Los hombres negociaban con las mujeres mantener actos
sexuales como forma de “ayuda”, en caso de oponerse eran denunciadas como terroristas y
serían violadas por varios militares. En ambas circunstancias saldrían perjudicadas por ello
debían elegir el mal menor, un ejemplo de ello es:

Un hombre de la comunidad, de aproximadamente 60 años, pidió a los soldados que le


entregasen a la declarante como conviviente. Ella se negó y el hombre la acusó de terrorista
pero fue defendida por una profesora que la conocía, gracias a la ayuda de un mayor
(Comisión de la Verdad y Reconciliación; 2003; p. 314).

En síntesis, como se ha podido comprender, el texto desarrolló cuáles fueron las


repercusiones en el ámbito sociopolítico que ocasionó el periodo del conflicto armado
interno en el Perú. Por un lado, las consecuencias físicas y psicológicas por las que
padecieron mujeres y niñas de la población rural dejaron una huella impregnada en su
comportamiento, la cual, en la actualidad no ha podido ser superada por la irresponsabilidad
de los principales actores de este conflicto, que fueron los militares y subversivos. Estos no
respetaron los derechos humanos al cometer actos de lesa humanidad y humillar a la
población mediante sometimientos sobre la base de criterios sin fundamento. Por otro lado,
las consecuencias sociopolíticas que se generaron en el periodo del conflicto armado interno

14
fueron determinantes para comprender el grado de responsabilidad por parte del Estado. Una
de las funciones primordiales del Gobierno es velar por la seguridad y salud de su población,
y buscar formas y mecanismos de acercamiento para tratar de solucionar la problemática que
afectaba a la población rural. Para ello, se planificó el Programa Nacional de Reparaciones,
el cual buscaba ser el engranaje que integre a las mujeres afectadas víctimas de violencia
sexual y el Estado peruano. Por tal motivo, para evitar que estos sucesos se repitan en el
futuro, se debe conocer los hechos desastrosos cometidos por las fuerzas del orden,
militantes de Sendero Luminoso y el MRTA, quienes implantaron en la población campesina
prácticas que atentaron contra los derechos humanos. Además, el conocimiento de la
presente investigación permite revelar las fracturas sociales que institucionalmente no han
sido tema prioritario para el Estado. De esta manera, se generaría conciencia y compromiso
en la sociedad civil.
Para concluir, a raíz de lo expuesto en el trabajo de investigación, se generaron las siguientes
interrogantes: ¿por qué las mujeres fueron el grupo más vulnerable?, ¿por qué el Estado
encubrió a los militares que violentaron sexualmente a las mujeres campesinas?, ¿qué tipo
de formación recibieron los militares y subversivos antes del conflicto armado interno? Estas
preguntas podrán ser cimiento de futuros trabajos académicos para así comprender las
consecuencias de las violaciones a las mujeres en Ayacucho y Huancavelica en el conflicto
armado interno.

15
Bibliografía
Aguirre, C., (diciembre, 2011), Terrucos de m… Insulto y estigma en la guerra sucia
peruana. Histórica, (35), p. 103-139. Recuperado de
http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/historica/article/view/2813/2743 [Consulta: 14 de
abril de 2019].

Boesten, J. (2008). Violencia sexual en guerra y paz. Género, poder, y justicia


posconflicto [Trad. R. Drinot]. Lima: Biblioteca Nacional del Perú.

Constitución Política del Perú [Const.]. (1993). Recuperado de


http://spij.minjus.gob.pe/content/publicaciones_oficiales/img/Constitucion-Politica-
2016.pdf [Consulta: 13 de abril de 2019].

Comisión de la Verdad y Reconciliación. (2004). Hatun Willakuy.


https://www.verdadyreconciliacionperu.com/admin/files/libros/162_digitalizacion.pdf
[Consulta: 14 de abril de 2019].

Comisión Multisectorial de Alto Nivel (CMAN). (s.f.). Programa Integral de Reparaciones.


Lima: CMAN. Recuperado de https://cman.minjus.gob.pe/ [Consulta: 14 de abril de 2019].

Comisión de la Verdad y Reconciliación (2003). Informe Final. Recuperado de


https://www.verdadyreconciliacionperu.com/admin/files/libros/162_digitalizacion.pdf
[Consulta: 14 de abril de 2019].

Denegri, F. & Hibbett, A (Eds.). (2017). Dando cuenta: estudios sobre el testimonio de la
violencia Política en el Perú (1980-2000). Lima: Fondo Editorial de la PUCP.

Echeburúa, E., Corral, P. & Amor, P. (2004). Evaluación del daño Psicológico en las
víctimas de delitos violentos. Psicopatología clínica, legal y forense, (4) 227-244.
Recuperado de http://masterpsicologiaforense.es/pdf/2004/2004art19.pdf [Consulta: 12 de
abril de 2019].

16
Escribens, P. (2011). Proyecto de vida de mujeres víctimas de violencia sexual en conflicto
armado interno. (Tesis para optar el grado de licenciada en Psicología. Lima: Pontificia
Universidad Católica del Perú, Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Programa de
Psicología. Lima, Perú). Recuperado de http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/handle/12345
6789/828 [Consulta: 31 de marzo del 2019].

Escribens, P. (2012). Milagros y la violencia del conflicto armado interno. Una maternidad
forzada. Lima: Editorial Demus.

Espinoza, E. (2007). El Dolor Humano: Estudio exploratorio sobre la influencia de la


violación sexual en la vida de las mujeres Ayacuchanas violadas durante el conflicto armado
no internacional (Tesis de Maestría, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad
de Ciencias Sociales, Escuela de Posgrado. Lima, Perú). Recuperado de
http://cybertesis.unmsm.edu.pe/bitstream/handle/cybertesis/1371/Espinoza_go.pdf?sequen
ce=1&isAllowed=y [Consulta: 24 de marzo de 2019].

Gutiérrez, F. (2013). Estrategias locales de las fuerzas del orden en la producción de


violaciones sexuales a mujeres, a propósito del caso de Víctor Fajardo durante el conflicto
armado interno entre 1980 y 1988 (Tesis de licenciatura, Pontifica Universidad Católica del
Perú, Facultad de Ciencias Sociales, Lima, Perú) Recuperado de
https://s3.amazonaws.com/academia.edu.documents/36649165/GUTIERREZ_ARCE_FAB
IOLA__ESTRATEGIAS.pdf?AWSAccessKeyId=AKIAIWOWYYGZ2Y53UL3A&Expir
es=1554098233&Signature=s3%2FZCwx8Qc8%2FDWJWticHJeLM8z8%3D&response-
content-
disposition=inline%3B%20filename%3DEstrategias_locales_de_las_fuerzas_del_o.pdf
(Consulta: 26 de marzo del 2019).

Mantilla, J. (2003). Violencia sexual contra las mujeres: la experiencia de la comisión de la


verdad y reconciliación del Perú. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.

Ríos, J. (Ene-Dic 2018). Sendero Luminoso: Una apología de la violencia. Revista de


Cultura de paz, vol. 2, 277-294. Recuperado de

17
https://revistadeculturadepaz.com/index.php/culturapaz/article/view/22/16 [Consulta: 31 de
marzo de 2019].

Sevillano, C. (2010). Los discursos de violencia política y violación de derechos humanos:


los actos violentos de Uchiza y Cayara según El Diario, La República y El Comercio (Tesis
de licenciatura, Pontificia Universidad Católica de Perú, Facultad de Ciencias y Artes de la
Comunicación. Lima, Perú). Recuperado de
https://www.verdadyreconciliacionperu.com/admin/files/libros/763_digitalizacion.pdf
[Consulta: 23 de mayo de 2019].

Silva, R. (2008). El factor asco: basurización simbólica y discursos autoritarios en el Perú


contemporáneo. Recuperado de https://alternativas.osu.edu/es/issues/autumn-
2014/essays2/silva.html / [consulta: 31 de marzo de2019].

18

Das könnte Ihnen auch gefallen