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Creo que si alguna vez alguien me preguntara ¿cuándo fue el momento más
significativo en mi vida?, respondería sin temor a equivocarme, que fueron los
dos años que pasé metido en el café Trilce. Por aquel entonces era un chiquillo
de 19 años que soñaba con irse a París para morirse de hambre y de amor al
mismo tiempo. Acababa de ingresar a la universidad para estudiar literatura,
pensando que la carrera me ayudaría a convertirme en el poeta que nunca llegué
a ser, por lo que golpearme con la dura realidad que significó estar estudiando
algo que era totalmente distinto a lo que imaginaba, me dejó un sinsabor extraño
y cierta angustia que sólo comparten los que son conscientes de estar
adentrándose en un laberinto.
Por lo que no fue extraño que comenzara a compartir dicha angustia con
otras personas que vieron en la literatura, la única manera de hacer llevadera la
realidad que nos tocó vivir. Fue así que decidimos formar un grupo llamado Quo
Vadis, que se formó más por afinidades literarias antes que por una amistad que
todavía no existía. Fue precisamente en ese contexto, quizás a la segunda o
tercera semana de haber iniciado la carrera, que buscando un lugar donde
tomarnos un café para charlar sobre literatura, que encontramos un pequeño
local llamado, café Trilce.