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JACQUES DUPONT, O.S.B.

LA PARÁBOLA DE LA SEMILLA QUE CRECE


POR SÍ SOLA
La parabole de la semence qui pousse toute seule, Recherches de Science Religieuse,
55 (1967) 367-392

ESTADO DE LA CUESTIÓN

La parábola que nos ocupa ha sido objeto de muchos trabajos. Vamos a mostrar
brevemente las líneas principales en las que se pueden compendiar los distintos trabajos
exegéticos.

Diversas interpretaciones de la parábola

La interpretación clásica ve en esta parábola una enseñanza sobre el crecimiento y


desarrollo progresivo del Reino en la tierra. Este Reino una vez introducido en el
mundo no cesará de desarrollarse y la parábola nos muestra la certeza de esta progresión
sin necesidad del concurso humano. Para P. Fine (1922) la parábola es un ejemplo
ilustrador de la concepción inmanente sobre el Reino. Este aparecería como el resultado
de un proceso interno, lento y secreto. P. D. Buzy (1932 ) interpreta dicha parábola
refiriéndola al tiempo de la Iglesia como período de crecimiento progresivo del Reino
de Dios.

Estas interpretaciones, con todo, dejan un aspecto sin resolver y es el de saber si la


parábola habla realmente de un desarrollo progresivo del Reino de Dios inaugurado por
Jesús en la tierra. De ahí la alternativa de una interpretación de la parábola como
expresión de la venida inminente del Reino. El principal representante es aquí A.
Schweitzer ( 1906). Con Juan Bautista y con Jesús se ha llegado a la fase preliminar del
fin de los tiempos. Hay una certeza, por tanto, de un desenlace próximo.

Se ha dado también una tercera interpretación. La presencia actual del Reino de Dios
sería lo proclamado por la parábola de Jesús. Se trata, pues, de una interpretación
opuesta a la anterior. Según ella, C. H. Dodd (1935) no concibe el ministerio de Jesús
como la última preparación del acontecimiento escatológico sino que lo identifica con el
mismo cumplimiento de la escatología.

En fin, una nueva interpretación de la parábola sería la que puede resumirse así: el
ministerio de Jesús, preludio de la venida del Reino. A ella responde la posición de J.
Jeremias, en su obra sobre las parábolas ( 1947), sucesivamente reeditada, y no sin
modificaciones. Frente a la "escatología realizada" de Dodd y a la "escatología
consiguiente" de Schweitzer, Jeremias, propone la "escatología en curso de realización".
Según esto, Jesús da a entender que con su misión el mundo ha entrado en la fase última
de su historia. La actuación del campesino nos indica que nada ni nadie puede
influenciar esta venida del Reino. Hay que esperar con confianza y paciencia la hora de
Dios. Del mismo modo que a la siega le precede una etapa de crecimiento del trigo, a la
manifestación gloriosa del Reino le precede un período de la historia de la salvación
donde parece que no se produce nada importante. Se da, por tanto, una continuidad
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entre el ministerio de Jesús y los formidables transtornos que deben marcar la solemne
inauguración del Reino de Dios.

Cuestiones a resolver

Todas estas interpretaciones de la parábola sugieren una serie de interrogantes que


podríamos enumerar así:

a) ¿Dónde hay que poner el acento: en la clase de semilla, en la conducta del sembrador
o en ambos a la vez?

b) Si centramos la reflexión en la semilla, ¿qué es más importante: lo que se dice del


crecimiento progresivo o la afirmación de que la siega no dejará de tener lugar?

c) Si centramos la atención en el sembrador, ¿qué interesa más: su inacción durante el


período de crecimiento o su intervención cuando la siega?

d) La descripción de la conducta del sembrador, ¿qué está destinada a ilustrar: la


conducta de Dios en el establecimiento del Reino, la conducta de Jesús en el
cumplimiento de su misión, la conducta de los Zelotes a quienes se invita a la paciencia,
o bien la de los discípulos desanimados a los que hay que dar confianza?

LA PARÁBOLA DE MARCOS Y SU INTERPRETACIÓN

La narración evangélica

La brevedad del relato de Me 4, 26-29 no impide distinguir tres partes claras. El v 26


nos habla de la siembra. Los vv 27-28 se refieren al crecimiento del trigo. El v 29 narra
simplemente el hecho de la siega.

La siembra (v. 26): dos notas nos pueden ayudar a interpretar este versículo. En el
contexto evangélico, que es también el del medio judío de la época, esta fórmula inicial
no debe inducirnos a comparar el Reino a tal o cual elemento de la narración sino que
toda ella quiere ilustrarnos algo sobre el Reino. Por otra parte, el empleo en el original
de un subjuntivo aoristo al que sigue otra forma verbal en presente, nos induce a fijar la
atención en el versículo siguiente que trata del crecimiento. La siembra, por tanto, es
algo preliminar en función del período siguiente que es el del desarrollo. Como
conclusión, podemos decir que el versículo 26 no es más que una introducción.

El crecimiento (vv 27-28): no hay que fijar la atención únicamente en el proceso del
desarrollo, sino que es preciso tener en cuenta la conducta del sembrador. Lo importante
no es la fecundidad de la tierra, sino percatarse de que el campesino no se ocupa de este
proceso que ocurre automáticamente.

La siega (v 29): este versículo contrasta enormemente con el anterior. El acento no está
en el grano sino en el brusco cambio de actitud del campesino. No se nos describe su
acción sino el hecho de su intervención.
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A modo de conclusión podemos decir que la parábola consta de dos cuadros antitéticos,
que oponen la inacción del campesino durante el período de crecimiento a la actividad
que él mismo desarrolla cuando la siega. Sería un error quedarse con uno de estos dos
términos ignorando el otro, ya que el punto clave de la parábola está en la relación de
ambos. Del mismo modo la enseñanza pretendida por la narración evangélica será
igualmente una relación que deberá interpretarse a partir de la relación entre el período
de crecimiento y el período de la siega.

El significado del v 29

Es a partir del punto final, donde la narración cobra transparencia para el oyente.
Empecemos, pues, por la siega para descubrir qué enseñanza religiosa está escondida en
ella.

La imagen de la siega es un símbolo común entre los profetas, en el judaísmo y en el


NT, para designar el último juicio. Independientemente de esta significación general, el
texto de Mc 4, 29 hace referencia implícita a la profecía de Joel (4, 13) sobre el día de
Yahvé, anunciando el juicio de Dios. Las últimas palabras de la parábola son un eco de
la orden divina en el oráculo del profeta (cfr. asimismo la referencia de Ap 14, 14-16).

No cabe duda de que la siega de que nos habla la parábola evoca el juicio escatológico.
A pesar de las objeciones que pretenden demostrar que el v 29 es un añadido posterior
al texto, hay que admitir que la descripción del crecimiento del trigo al igual que la
actitud del campesino apuntan a la siega. No debe excluirse, con todo, que la alusión a
Joel sea una explicitación secundaria; pero, aún así, ésta haría más clara la significación
natural del final de la parábola. Ésta, por tanto, lleva a la mención de la siega que debe
evocar el juicio del fin de los tiempos.

El crecimiento del trigo y su interpretación

En el estudio de esta parte hay que tener en cuenta dos aspectos: la persona y el tiempo.

Con respecto a la persona, ya hemos dicho que hay que fijar la atención en la actitud del
campesino. Su pasividad en este período contrasta con su actuación en el momento de la
siega. Los comentadores interpretan esta figura del campesino en tres direcciones. Para
unos, Jesús propone al campesino como modelo para sus oyentes: éstos deben imitar a
aquél, esperando con paciencia y confianza la hora de Dios. Otros ven en esta figura una
autojustificación de Jesús: de su no toma r iniciativa alguna que anticipara el juicio y
desencadenara la venida del Reino. Un tercer grupo ve en el campesino la conducta de
Dios: Jesús se dirige a un público que se extraña de la inactividad de Dios, y para
resolver esta dificultad compara la cond ucta de Dios a la del campesino que espera la
hora de la siega; Dios también espera su hora, y se puede confiar porque -una vez
llegada ésta- su intervención no faltará.

Esta última interpretación es la que mejor nos parece y hay dos indicios a su favor. En
primer lugar, es preciso repetir que la siega evoca el último juicio. Este juicio para los
oyentes judíos de Jesús no es obra sino de Dios. Del mismo modo que la intervención
del campesino en el momento de la siega nos hace pensar en la intervención
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escatológica de Dios, es natural que a su inacción le corresponda una aparente inacción


de Dios en el período que precede al último juicio. Dios deja que las cosas sigan su
ritmo normal y da la impresión de desentenderse de lo que sucede. En realidad, espera
su hora. El otro indicio de que disponemos es que nos encontramos ante una parábola
del Reino, parábola que al final nos lleva al último juicio y éste, tanto en la predicación
de Jesús como en la mente de sus contemporáneos, se concibe como el primer acto del
establecimiento del Reino de Dios en la tierra. Una parábola del juicio es una parábola
del Reino, y las parábolas del Reino no pretenden definirnos lo que éste es en sí mismo
sino mostrarnos las condiciones de su venida. Por tanto, como este Reino es el Reino de
Dios, el comportamiento del personaje central de la parábola debe iluminarnos el
comportamiento de Dios en el establecimiento de su Reino. Por estos motivos creemos
que la conducta del campesino nos lleva a comprender la de Dios.

En cuanto al aspecto del tiempo es preciso decir que la importancia que la parábola
concede al período de inacción del campesino debe responder a las preocupaciones del
público al que Jesús se dirige. Probablemente estas preocupaciones son concretas y se
centran en la situación particular y en la misión concreta de Jesús. Es, pues, el período
del ministerio de Jesús lo que correspondería al período del crecimiento del trigo en el
texto de la parábola.

La enseñanza que Jesús pretende

Esto supuesto, ya tenemos la relación de términos que nos ayudará a comprender la


enseñanza religiosa pretendida por Jesús. En efecto, del mismo modo que hay una
relación entre el período de crecimiento del trigo y el momento de la siega, también
existe una relación entre el tiempo del ministerio de Jesús y el momento del último
juicio. Formulada de otra manera, podríamos decir que existe una relación entre la
ausencia actual de Dios y su intervención escatológica, como también se da una relación
entre la ausencia del sembrador durante el período de crecimiento del trigo y su
intervención en el momento de la siega.

Para justificar esta explicación es preciso ver cuál es el problema de fondo al que la
parábola quiere aportar una solución. Jesús anuncia la inminencia del Reino y apremia a
los pecadores a que se conviertan antes de que sea demasiado tarde y se abata sobre
ellos el juicio divino. Pero el tiempo pasa y no sucede nada. ¿Cómo explicar que nada
suceda si Dios ha decidido establecer su Reino?, ¿por qué no interviene, sino que deja
que los pecadores vivan tranquilamente?

A este problema la parábola aporta una solución que en principio es negativa. No hay
por qué extrañarse de que Dios espere su hora. Con todo, debe reconocerse otra
enseñanza más positiva: con el ministerio de Jesús, la historia de la salvación ha llegado
al período que precede a la siega escatológica. Dios ha iniciado el proceso que debe
culminar con el juicio y el establecimiento definitivo de su Reino. El momento presente,
caracterizado por la inacción y aparente ausencia de Dios, es el que precede
inmediatamente a su intervención final.

Para desentrañar la enseñanza de la parábola es preciso partir del punto de contraste que
opone las dos situaciones (crecimiento del trigo y siega) y las dos correspondientes
actitudes del campesino (inactividad primera e intervención final). Este contraste
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corresponde también al que existe entre el ministerio de Jesús, tan poco espectacular a
la luz de lo que se imaginaba sobre los acontecimientos escatológicos, y la venida del
Reino de Dios, cuando se manifestará con gloria y esplendor para juzgar a los hombres.
Dicho contraste refleja sin duda la impresión que el público debía tener. Un público al
que hay que hacerle comprender la importancia de esta época como preparación
inmediata de la intervención escatológica de Dios.

Otro punto que es preciso tener en cuenta es que, del mismo modo que se da una
continuidad entre el crecimiento del trigo y la siega, también existe continuidad entre el
ministerio terrestre de Jesús y el establecimiento del Reino de Dios. La significación
decisiva de este ministerio se debe a la estrecha unión que tiene con el establecimiento
del Reino. Jesús se dirige a un público demasiado preocupado por los acontecimientos
futuros y quiere que fijen la atención en el momento presente en el que ejerce su
ministerio y en el que Dios ha iniciado ya su obra escatológica. Una consecuencia de
esta significación escatológica, que no está en esta parábola pero que claramente se nos
muestra en otras (cfr., por ejemplo, Lc 14, 15-24), es que la suerte de cada uno, en el
momento del juicio y la venida del Reino, dependerá de la actitud que haya tomado
frente a la misión de Jesús, de la respuesta a su mensaje. Al fin y al cabo, el lazo de
unión cronológico entre el tiempo del ministerio de Jesús y el momento de la siega es
menos importante que el profundo lazo de unión existente entre la palabra y persona de
Jesús y la venida del Reino. Esta enseñanza es actual: con Jesús el Reino de Dios está
cerca de los hombres.

No debería confundirse la descripción del crecimiento del trigo con un desarrollo


progresivo del Reino hasta llegar a su perfección definitiva. La descripción del
crecimiento nos indica que el sembrador nada tiene que ver con este desarrollo y ya
hemos visto que su conducta debe iluminarnos la conducta de Dios. Además, aunque la
parábola nos enseña que a la manifestación gloriosa del Reino le precede una fase
preliminar, en la que este Reino ya está presente de alguna manera, no podemos suponer
que este Reino esté sujeto a un desarrollo o progreso porque el señorío de Dios es
perfecto en sí mismo aunque se manifieste con mayor o menor claridad. Por otra parte,
si nos damos cuenta de lo que realmente significa la idea de Reino, parece que es
imposible hablar de un desarrollo interno de este Reino -como se ha hecho alguna vez-
identificando el Reino con la Iglesia, desde una perspectiva que es extraña a la de la
Iglesia.

El punto de vista de los evangelistas

1) Marcos

Marcos no da ninguna orientación directa sobre el sentido que atribuye a la parábola. Su


texto no da muestras de retoques redaccionales significativos que revelarían una
reinterpretación personal. Deben buscarse orientaciones indirectas proporcionadas por
el contexto.

No cabe duda de que el evangelista centra mucho su interés en la parábola del


sembrador y especialmente en la interpretación que de la parábola hace Jesús a un grupo
reducido. Algunos datos de esta interpretación permiten suponer la tendencia de Marcos
a comprender las parábolas en función de la situación que conoce, la situación de la
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Iglesia en el momento que compone su evangelio, antes que en función de la situación


correspondiente al ministerio de Jesús. En esta perspectiva, el período del crecimiento
del trigo significa naturalmente el tiempo de la Iglesia; es siempre el tiempo presente,
pero en otra etapa de la historia de la salvación.

Por otra parte hay una identificación entre la semilla 'y la Palabra, es decir, el mensaje
evangélico que es el objeto de la predicación de la Iglesia. El crecimiento de la semilla
evoca la expansión cristiana en el período apostólico. Desde esta perspectiva, la
parábola nos da una lección de confianza en la Palabra y también en la nueva venida del
Señor. Esta confianza supone paciencia y ha de ser vivida como fidelidad en virtud de la
cual hacemos rendir el tiempo que se nos ha dado para responder a las exigencias del
evangelio.

2) Mateo y Lucas

No sería exacto decir que Mateo ha suprimido la parábola de la semilla que crece por
sí sola. Sus fuentes particulares le ofrecen la parábola de la cizaña (Mt 13, 24 ss) cuya
enseñanza es análoga a la de la semilla, y hay que suponer que Mateo elige esta última
en función del público que tiene delante.

La precisa orientación que este evangelista mantiene en la explicación de la parábola del


sembrador -oír la palabra de Dios y ponerla en práctica (véanse los retoques aportados
por Le en el desarrollo de 8, 4-21, y compárese además, por ejemplo, la distinta
matización y colocación de Lc 8, 21 con respecto a M 3,34)-, nos permite comprender
que Lc haya decidido simplemente suprimir la parábola de la semilla que crece por sí
sola: en efecto, su tema es ajeno a la problemática la necesidad de las obras sobre la que
quiere insistir Lc en la perícopa.

Conclusión

El modo de actuar de los evangelistas nos sugiere algunas reflexiones. No se limitan a


transmitir una escrupulosa objetividad histórica o arqueológica, sino que transmiten las
enseñanzas de Jesús siendo ellos mismos predicadores y catequistas. No pretenden que
sus enseñanzas sean recibidas como un objeto curioso sino que sean líneas de reflexión,
palabra de vida que comprometa nuestra existencia y la transforme.

El redescubrimiento, gracias a la exégesis moderna, de la intención de las parábolas en


la predicación de Jesús, les da una plena actualidad. En la parábola que nos ocupa, más
que insistir en la lección de confianza y paciencia, habría que centrar la atención en la
misión de Jesús, en la unión de ésta con el último juicio y la venida del Reino y,
finalmente, en el papel que tiene la persona de Jesús en la economía de la salvación. En
Jesús el Reino se nos ha aproximado, y es el mismo Jesús quien llama a los hombres a
responder para participar en este Reino.

Tradujo y condensó: PABLO BRICALI

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