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JESÚS EN CASA DE SIMÓN EL FARISEO

Esta historia Bíblica, aunque nos refiere el tema de la Gratitud por el perdón, hoy quiero extraer de ella algunos elementos y
actitudes que debemos tener en cuenta quienes servimos a Dios.

7:36 La historia se desarrolla en la casa de un FARISEO quien invitó a Jesús a comer en su casa.

7:36 Jesús llega a la casa del Fariseo y se sentó a la mesa. Hasta aquí todo va bien, pero la escena es interrumpida por
una mujer, quien al escuchar que Jesús estaría en casa del Fariseo, trajo un frasco de perfume y se puso detrás, a los pies
de Jesús, y llorando le lavó los pies con sus lágrimas, los secó con sus cabellos, los besó y los ungió con el perfume.

Frente a las expresiones de cariño de la mujer, Jesús se quedó quieto y no interrumpió las acciones de la mujer pecadora.

QUE NOS ENSEÑA LA MUJER PECADORA.

1. LO MÁS IMPORTANTE NO ES SERVIR SINO A QUIEN SERVIMOS. La mujer pudo haberse ofrecido a ayudar a
servir la mesa, a pasar los platos, a lavar la loza. Ella escogió postrarse a los pies del maestro. Así nosotros estamos
muy ocupados en servir en la obra pero nos hemos olvidado del dueño de la obra. Venimos al culto porque tengo la
reunión, porque me toca portería, porque tengo que vender la cooperativa, porque me toca dirigir el culto, pero no
tenemos tiempo para orar, para rendirnos a Dios en adoración.
Le estamos dando más importancia al efecto más que a la causa. No que este mal que queramos hacer las cosas bien,
pero si le damos más importancia a quien servimos nuestro servicio será excelente.

2. DEBEMOS SER AUTENTICOS. La mujer pecadora llegó tal como era, todos la conocían porque el relato dice “tenía
fama de pecadora” ella no se puso una máscara, no oculto su rostro, se mostró tal como era. Muchos servidores llevan
una doble vida. Muchos se transforman al pisar el altar. Cuando sirves a Dios debes mostrarte tal como eres y en vez
de querer aparentar, lo que debemos hacer es poner nuestra vida a los pies de Jesús para que él la perfeccione. Todos
tenemos debilidades, el apóstol Pablo dijo: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago, miserable
de mí ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?. No trates de parecerte a nadie, mejor imita al maestro, ese es el
mejor modelo a seguir.

3. PARA SERVIR A DIOS DEBEMOS OFRECER LO MEJOR DE NOSOTROS. La mujer trajo un perfume de gran precio.
Ella pudo haberle traído una canasta de frutas, un pan fresco, un manto nuevo, pero ella cuando escuchó que Jesús
estaría en casa de Simón fue a su casa y de sus pertenencias sacó lo que más tenía valor. A veces servimos a Dios de
cualquier manera, para cumplir al pastor, a la Directiva, llegamos tarde, sacamos excusas para nuestra esconder
nuestra pereza, pero esta mujer nos enseña que nada es demasiado bueno para ofrendarlo a Jesús. Siempre que
sirvas a Dios entrega lo mejor que tengas.

4. AL MAESTRO SE LE SIRVE POR RECONOCIMIENTO Y AGRADECIMIENTO. La mujer pecadora hizo todo movida
por agradecimiento. No le importó llegar a una cena donde no había sido invitada y lo que es peor llorar sobre los pies
del invitado de honor. No esperó a que la cena terminará, no pidió permiso, no preguntó si podía acercarse al maestro,
sencillamente se postró y comenzó a lavar los pies del maestro con sus lágrimas, se soltó el cabello (El pelo suelto era
mal visto entre las mujeres judías. El día de la boda las mujeres se sujetaban el cabello y nunca más volvían a llevarlo
suelto en público, queriendo decir que no estaban disponibles).
Pero a ella no le importaron las críticas que se podían desatar por su actitud y con su cabello secó los pies de Jesús, los
besó y los llenó del perfume.

Inmediatamente el primero que criticó a la mujer fue el Fariseo y no solo a ella también juzgó a Jesús, por no identificar qué
clase de mujer era y por dejarse tocar de una pecadora:

7: 39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de
mujer es la que le toca, que es pecadora.

QUE NOS ENSEÑA LA ACTITUD DEL FARISEO

1. NO JUZGAR LA MANERA COMO OTROS SIRVEN A DIOS. La hipocresía y la vida religiosa eran características de
los fariseos, enfatizaban en la purificación externa y descuidaban la pureza de corazón. El fariseo juzgó a la mujer por
lo que él sabía de ella, por su apariencia, cómo se le ocurría presentarse en público y protagonizar un acto tan
vergonzoso, lo que es peor que Jesús no se lo haya impedido.
Nos parecemos a este fariseo, y nos creemos con derecho a juzgar a otros servidores, olvidándonos que cada uno sirve
según el reconocimiento y perspectiva que tiene de Dios.

Así que cuando sirvas a Dios con un corazón sincero y agradecido, muchos te van a juzgar pero no hagas caso,
recuerda que tu servicio es para el que dio su vida por ti, por tanto tu servicio es para agradarlo a él, si él se agrada te
aseguro que los demás también se agradarán.

7:40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. vuelto a la mujer,
dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con
lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis
pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.

QUE NOS ENSEÑA JESÚS

Simón, una cosa tengo que decirte "Entré en tu casa", yo no vine de improvisto, ni te caí de sorpresa, vine por tú me
invitaste; no me diste agua para mis pies, pero esta mujer los ha lavado con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos.
Lo normal en la cultura judía es que el dueño de casa o uno de sus siervos echaba agua en los pies al invitado para
limpiarlos y refrescarlos; ya que los caminos eran polvorientos y el calzado eran sandalias descubiertas.

Simón tengo algo que decirte: No me diste beso, pero ella desde que entré no ha dejado de besar mis pies. Como señal de
respeto el anfitrión, debía dar al invitado un beso de paz. Eso nunca se omitía en el protocolo de la época.

Simón, tengo algo para decirte: No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió con perfume mis pies. El anfitrión debía
rociar sobre la cabeza del invitado un poco de esencia de rosas en honor al huésped.

La actitud de Simón nos muestra que él quería auto exhibirse y para llamar la atención del pueblo había invitado al maestro
en su casa, por eso su actitud fría al recibir al maestro.

Pero no solo le pasó a Simón, hoy nosotros hacemos lo mismo venimos al culto y en vez de ofrecer un servicio de
reconocimiento a Dios, queremos que se nos reconozca lo que hacemos, que se nos agradezca y algunos esperan que
hasta se les pague. Por eso en vez de traer un perfume de alabanza y adoración traemos el celular y una actitud fría para
brindar adoración, honra, gloria y poder al que está sentado en el trono, al que vive y reina por siempre.

A Dios no lo conmueven los protocolos, no lo conmueve el que nos creemos lo suficientemente buenos, no lo mueven los
lujos, ni una mesa bien servida, ni lo bien que nos desempeñemos; lo que realmente mueve a Dios es un hombre o una
capaz de romper los protocolos para darle reconocimiento, un hombre o una mujer capaz de entregar lo mejor de sí para
servirle y que no le importen los demás para postrarse a sus pies y derramar lágrimas de agradecimiento.

Lo que hizo Jesús parece grotesco al comparar a un hombre honorable con una mujer que tenía fama de pecadora. Más
aun cuando en su comparación es la mujer pecadora quien se ganó la atención del maestro y por ello le perdonó sus
pecados. Esto nos enseña que a Jesús no le interesa que cargo tengas, ni que tanto trabajes, sino el reconocimiento que le
das a él cada vez que le sirves.

Simón y el resto de invitados comenzaron a preguntarse ¿Quién es éste, que también perdona pecados?

Con razón Simón el fariseo no había atendido a Jesús como era debido, porque no sabía quién era JESÚS. Simón no se
había percatado que en su casa estaba el único Dios verdadero, que había venido para dar salvación.

Cuántas veces hemos invitado a Jesús a que se quede en nuestra casa, en nuestro corazón, pero cómo lo estamos
atendiendo, cómo le estamos sirviendo. Nos levantamos y en vez de caer de rodillas en agradecimiento por su misericordia
cogemos el celular a ver quién me ha escrito hoy.

Hoy el maestro está en medio nuestro y seguramente al mirarnos diría: “TENGO ALGO PARA DECIRLES”

Hay alguien que quiera postrarse a los pies del maestro y derramar lágrimas de agradecimiento y reconocimiento por que
nos ha hecho bien. Hoy podríamos por la fe besar sus pies y llenar su trono del mejor perfume que tenemos la alabanza
que sale de un corazón agradecido.

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