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22/10/2019 Una temporada en el Estado - Revista Anfibia

Pablo se refiere al Estado como una “máquina de impedir”, como un “elefante difícil de mover”. Desde 2016 es
subsecretario en el Ministerio de Desarrollo social (MDS). Todavía no se siente cómodo: su mundo de
pertenencia no es el Estado sino las ONG. Allí encontró la forma de canalizar su vocación social, desplegar un
compromiso público y encausar su vida laboral.
 
—A mí me gustaría tener 10 ONG para poder bajar toda la plata al país: ¡conseguime 10 ONG!
 
Cuando camina por los pasillos del ministerio, Pablo siente nostalgia del mundo de las organizaciones y sus
procesos virtuosos: llegar rápido y sin mediaciones a la gente. Quizás por eso fantasea con delegar en ONG la
ejecución de funciones que aparecen trabadas en la gestión cotidiana.
 
Pablo y otros nuevos funcionarios repiten el mantra de la ONG como gestora eficiente de política social. Ese
valor tiene antecedentes en la política argentina: desde la Sociedad de Beneficencia a las modernas ONG,
pasando por la Fundación Eva Perón, las organizaciones tuvieron un rol importante en la provisión de bienestar
y en la construcción de identidades políticas. Si en los noventa revivieron su belle époque al compás de la
tercerización de funciones estatales, el kirchnerismo les puso mala cara: el Estado recuperó campos de
intervención, incorporó movimientos y organizaciones de base popular y la legitimidad de la ONG en política
social quedó desdibujada.
 
Cambiemos les dio revancha.
 
***
 
A fines de 2015, a poco de conocerse el nuevo gabinete, académicos, periodistas y políticos alertaron sobre la
“re-onegeización” de la política social que traía el nuevo gobierno. La Ministra Carolina Stanley había ocupado
el cargo de directora ejecutiva del Grupo Sophia antes de la pasar a la función pública en 2007. Durante su
gestión en la cartera social de CABA se había apoyado en las ONG para desarrollar política. Parecía previsible
que el modelo tercerizador se replicara en Nación.
 
Cáritas, AMIA, Manos Abiertas, Fundapaz, El Arte de Vivir, Ashoka, Nuestras Huellas, Argentina emprendedora,
Sistema B, Techo, Banco de Alimentos, Responde, Conciencia, Change, Democracia en Red. El desembarco a
Nación incluyó la llegada de referentes de importantes ONG a cargos de conducción del MDS. Los perfiles
fueron bien diversos: participaron organizaciones religiosas tradicionales, otras vinculadas con nuevas
espiritualidades, las promotoras de la innovación y el emprendedorismo, aquellas abocadas al trabajo territorial
y las de perfil “cívico”.
 
Si bien los miembros de las ONG suelen alimentar la planta del Estado, la migración en masa de un número
importante de referentes a la alta función pública (secretarías, subsecretarías, direcciones nacionales y
coordinaciones nombradas por el poder político) representó una marca de Cambiemos. Creer y Crecer y
Grupo Sophia, dos fundaciones creadas entre otros por Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, estuvieron
en el origen de la constitución del PRO. La mayor parte de los cuadros que hoy conforman el riñón del partido
provienen de estos semilleros.

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La legitimidad de este grupo viene dada por la experiencia acumulada en el campo de las ONG. Sus rasgos
prototípicos como espacio virtuoso, íntegro, están presentes en sus discursos. Sobre todo a la hora de
condenar los usos políticos y el clientelismo como categoría moral que atraviesa a la política social desplegada
por el Estado.
 
Las ONG como dispositivo institucional y como vector ético forma parte del ADN del PRO: el sentido común
que las ubica como espacios desinteresados y movilizados por fines altruistas se alinea a la perfección con la
gramática transparente del republicanismo PRO. ¿Quiénes son estos y estas “referentes” de la sociedad civil
que saltan al Estado? ¿Qué los llevó a dejar el mundo noble del altruismo para meterse en el barro de la
política? ¿Qué redes se activaron para canalizar su pase?
 
 

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Después de las elecciones de octubre de 2015 los teléfonos suenan y estallan los whatsapp, llamados y textos
con propuestas, rumores e intrigas.
 
—Era una locura, no paraban de llegar mensajes, que a tal le habían ofrecido tal cosa, que fulano se iba para tal
lugar –recuerda Juan, hoy funcionario, cuando describe la intensidad que se vivió en el circuito de las ONG
ante el mercado de pases que se estaba gestando.
 
Según la RACI, federación que agrupa más de 150 organizaciones de la sociedad civil de Argentina, la
migración hacia las burocracias técnico profesionales de diferentes organismos estatales fue notable. El
Observatorio de las Elites Argentinas registró que más de la mitad del alto funcionariado del gabinete inicial de
Cambiemos (54,5%) participó de alguna ONG. El MDS ocupa el segundo lugar, luego de Producción, entre
las carteras que tienen mayor cantidad de funcionarios que participaron de estas organizaciones.
 
La Ministra, en su rol de reclutadora de referentes de la sociedad civil, intermedió en la incorporación de
funcionarios de diversa jerarquía. En especial, en la de los dos secretarios que tienen a su cargo aspectos
programáticos centrales: la Secretaría de Economía Social y la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia. Ex
directores ejecutivos de Ashoka y Cáritas formaron un núcleo de articuladores de nivel intermedio entre la
Ministra y el resto de los funcionarios. Son quienes acapararon oportunidades para ellos y para un conjunto de
referentes del sector que reclutaron para ocupar cargos en el Ministerio.
 
La gran cantidad de roles que se debieron ocupar en Nación y provincia de Buenos Aires marcó el pulso de los
días posteriores al triunfo en las urnas. La falta de cuadros propios obligó a agudizar la imaginación. El vínculo
de Stanley con las ONG, las afinidades de clase, las redes católicas y los recorridos educativos compartidos
explican en gran medida el tipo de reclutamiento: primó la sociabilidad cercana. Entre esos lazos aparecen las
“grandes familias” y los sectores más acomodados de nuestra sociedad, que históricamente se vincularon con
un “otro desfavorecido” a través de hogares, fundaciones, organizaciones. Estos grupos se reconocen como
parte de un espacio común, de un nosotros.
 
—Este es un gobierno de familia— concluye un trabajador del ministerio al analizar la cercanía de los lazos que
reúnen a los altos funcionarios.
Juan conoció a María Eugenia Vidal cuando era Ministra en la Ciudad. La organización de base católica que
dirigía había implementado políticas tercerizadas durante aquella gestión. A Carolina Stanley la conocía de
antes: ella había ido al colegio con una de sus hermanas. Con las dos tiene cierta confianza construida en el
marco de circuitos compartidos.
 
—Teníamos 15.700 cosas en común: el club, el colegio, la ONG en la que habías trabajado. En el ministerio
me sorprendió tener mucha sintonía con la mayoría de mis interlocutores. Era muy fácil hablar y entenderte.
 
Su primera vez en la función pública fue como Director Nacional. Durante su ejercicio, dice, quedó enfrentado
con otras redes de confianza (“de la mala”) que obturaron su trabajo. Los “ineficientes”, los “rosqueros” que
forman parte del círculo cercano de la Ministra; aquellos que sí tienen una identificación partidaria con
Cambiemos y que hacen el “trabajo político”. Juan hizo todos los intentos por llevar al Estado lógicas que
considera más horizontales y fluidas, propias de las ONG. Respondió los mails con celeridad, tuvo un
despacho a puertas abiertas, levantó el teléfono y llamó a un superior sin utilizar la mediación de secretarias.
Intentó operar lógicas de funcionamiento interno “más cercanas”. Pero no logró destrabar los procesos.

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Tampoco lo acompañaron el sueldo ni la cantidad de horas que le dedicaba a la función y que le impedían ver
crecer día a día a sus hijos. 
 
—No me quedó otra que renunciar.
 
***
 
Para Antonella, llegar por primera vez al Estado tampoco fue fácil. Nació en una familia acomodada de Adrogué
y confirmó su interés por “la ayuda al prójimo” en el colegio parroquial. Ese interés la llevó a desplegar una
trayectoria profesional en el mundo de las ONG. Su pase al Estado fue una nueva apuesta para desarrollar esa
vocación. Pero la lentitud de los procesos -“la maldición del expediente”- y las mezquindades internas propias
de la “vieja política”, le truncaron esa experiencia. Al tiempo retornó a la ONG como un espacio de refugio.
 
Entre los funcionarios hay un esfuerzo biográfico por distanciarse del entramado de Cambiemos y de quienes
“vienen de la política”. Prevalece la construcción de una identidad y una legitimidad profesional basada en la
demarcación de ajenidad y la condición apartidaria. Antonella cuenta que resolvió esa tensión dejando las
cosas claras de entrada.
 
—No soy de Cambiemos, de hecho no iba a timbrear ni nada de eso. A mí me convocaron por un perfil técnico
y yo desde el momento uno dije que iba a desempeñar una función pública que no se vinculara con lo
partidario— dice Antonella.
 
“Venir de afuera” emerge como un elemento positivo, como la garantía para desplegar una valorada
“independencia” en su gestión. Se autoexcluyen de ese espacio que identifican como de “rosca partidaria” o
“armado político” y está reservado al núcleo más próximo a Cambiemos y a las personas de confianza de la
Ministra Stanley: la “mesa chica de decisiones”. Su condición de outsiders los coloca también en el lugar de no
“vivir de la política”. “Sabía que iba a ser por un tiempo determinado, porque mi interés nunca fue perpetuarme
en la función pública”, dice Antonella al narrar su partida del Ministerio. Para ella, como para la mayoría, formar
parte de esta gestión en el MDS no implicó ni una entrada a la política ni un compromiso con el partido del
gobierno. Se trató más bien de profundizar su experiencia en lo social, sumando una línea en su hoja de vida.
 
Hacer una experiencia en el Estado aparece como la oportunidad para dar un salto de “escala”, probar las
armas en la cancha grande y marcar la diferencia. Este grupo le otorga centralidad al Estado a la vez que se
desmarca de la impronta tecnocrática distanciada del territorio: la “re-onegeización” de la política social no se
traduce en un llamado al retorno de las dinámicas noventistas. La llegada de Cambiemos les dio esa
oportunidad que vivieron como “repentina”, “sorpresiva”, “accidental”.
 
—Me parecía súper novedoso y súper interesante. También, por el desafío y medio la aventura, a ver qué onda
y cómo era esto— dice Antonella. La liviandad con la que describe las ganas de entrar al Estado contrasta con
el shock cultural que supuso para ellos el despliegue efectivo de esa “aventura”.
 

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Llegar por primera vez al Estado no es lo mismo que llegar por primera vez a “lo social”. El recorrido que los
llevó al mundo de las ONG viene de lejos, nace al calor del hogar, los vínculos comunitarios, educativos. El
relato biográfico está marcado por un momento iniciático, cargado de emotividad, que alude al temprano
despertar de su vocación social: “la causa de los pobres”.
 
Alberto cuenta que su familia siempre estuvo muy pendiente del prójimo. Aprendió de sus padres y de sus
varios hermanos valores religiosos que se entrecruzaron con un sentido de la militancia asentado en el trabajo
parroquial de base peronista de los 70.
 
—En la secundaria decidí ir a una olla popular a una iglesia. Lo tengo identificado como el hito fundante de mi
compromiso con los sectores de pobreza y vulnerabilidad. Yo sé que abracé este tema y no lo desabrazo más
— dice.
 
La trama católica es protagonista en varios de los relatos. No solo se expresa en la afirmación verbal de la fe:
en las historias personales aparecen las tradiciones familiares, la escolarización religiosa, el trabajo misionero,
la vida de parroquia. Ese anclaje también moldea una forma de implicarse en lo social y de concebir el Estado y
lo político. Incluso, forja una concepción moralizante del prójimo, al que se construye como un semejante
merecedor de ayuda.
 
Además de tener una extensa trayectoria en ONG, Alberto es uno de los pocos que había trabajado en el
Estado antes de 2015. En esos espacios encontró modos desplegar un sentido de politicidad vinculada a lo
social. A Alberto, Cambiemos le permitió implementar un proyecto temático que venía construyendo hace años
y que él aprovecha con total sentido del pragmatismo.
 
Mariano tiene unos años menos que Alberto y ocupa un lugar de mayor jerarquía en el MDS. Comparten en su
relato biográfico la religión como motor de una vocación social que los implica en “la causa de los pobres”. A
los 18 compró, junto a un grupo de amigos misioneros, una casilla un barrio muy humilde de San Isidro.
 
—Nos costó quinientos pesos, me acuerdo. Nos fuimos a vivir ahí un año entero — recuerda.
 
Para él la práctica religiosa incluyó una proximidad personal con esos “otros” para experimentar la
vulnerabilidad en carne propia. Aunque en su recorrido social integró diversos espacios, siempre había querido
hacer una “experiencia estatal”. La llegada de Cambiemos le trajo esa oportunidad: quien hoy ocupa un cargo
de secretario le ofreció ser director nacional. Mariano y él se conocían hace años, cuando compartían el mundo
del emprendedorismo y la innovación social. No se siente ideológicamente afín a esta gestión. Incluso
reconoce cierta simpatía hacia el kirchnerismo, con el que se vinculó como contraparte cuando dirigía una
ONG y desarrollaba proyectos vinculados con emprendimientos y cooperativas.
 
***
 
Andy Freire es uno de los prototipos que tanto le gusta referenciar al PRO como ejemplo de eficiencia e
innovación con rostro humano. Exitoso emprendedor, experto en innovación, tecnología y cultura
organizacional, graduado de la Universidad de San Andrés. Ingresó a la política en la Ciudad de la mano del
PRO: en 2015 fue Ministro de Modernización, Innovación y Tecnología, cargo al que renunció para asumir
como Legislador de la Ciudad en 2017. Un año más tarde renunció a su banca y regresó al sector privado.
 

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¿Cómo se construye un perfil Andy? Universidades privadas: solo tres de los 16 altos funcionarios
entrevistados “cayeron en la pública”. La UCA gana por goleada. Los posgrados en management, coaching y
liderazgo sobresalen. Hay trayectorias ONG puras, sí. Pero también afinidades empresariales. Más de la mitad
trabajó en el mundo corporativo, los grandes bancos, las finanzas sociales, los negocios inclusivos o las
empresas B.
 
La articulación que hacen los funcionarios entre “vocación social” y “lógica empresarial” expresa un movimiento
de mayor escala: el desborde de la empresa a otros espacios sociales. Las prácticas de gestión y sus valores
morales (eficiencia, innovación, flexibilidad, autonomía) permean el gobierno de las instituciones públicas, la
política y, desde luego, las ONG. Aparecen como atributos que distinguen su quehacer profesional en lo social
y que trasladan a su nuevo rol en el Estado: tableros de control que organicen el “caos” estatal, mesas de
discusión abiertas, retiros para la reflexión, trabajo por proyectos, enfoque en resultados. También el worklife
balance empresarial se hace presente: dejar la oficina no más allá de las 18 horas para dedicar tiempo a la
familia es un valor inalienable.
 
Augusto podría encajar en ese perfil que suma eficiencia y orientación social. Estaba cerca de aspirar a “la
Ferrari” cuando decidió pasar al mundo de las ONG y empezar a “andar en bicicleta”. Había ocupado puestos
en importantes bancos y su carrera económica y profesional en el mundo corporativo iba en ascenso. Pero el
exigente ámbito privado le impedía desplegar su vocación.
 
—Siempre tuve la expectativa de dar el salto en algún momento y trabajar en lo social. En las empresas los
accionistas se llevan lo que uno da y yo no quería ir más para ese lado. Me empecé a enfrentar con la idea de
darle un sentido más profundo a mi vida— dice.
 
Augusto bajó la velocidad y resignó estatus social y rédito económico. Hizo acuerdos familiares para
acomodarse a los bajos salarios que comparativamente paga el Estado y a los tiempos exigentes que supone
la gestión. Sumado a las dificultades para implementar políticas y ejecutar presupuestos, la gratificación de la
función pública tiene sabor a poco para muchos de estos “recién llegados”.
 
Para otros, profesionalizar la vocación social implicó capitalizar ciertas afinidades ligadas con lo New Age y el
emprendedorismo social. Nuevos lenguajes, prácticas y concepciones de política llegan al MDS. Un secretario
se descalza en las reuniones. Otros funcionarios caminan hasta la plaza cercana para meditar algunos
mediodías. O practican yoga en sus oficinas. Los trabajadores de planta no dejan de resaltar, en tono risueño o
indignado, el exotismo de algunos de sus jefes. Francisco medita hace años. Nos cuenta que cuando llegó
como subsecretario su práctica resultó disruptiva. Hoy ya no. Sus colaboradores se habituaron: “hacemos
chistes: siempre que hay un quilombo me dicen que les tengo que enseñar a meditar”. Lo socio-emocional
permea la jerga ministerial, se crea la “Coordinación de Desarrollo de habilidades socioemocionales” y sus
contenidos impregnan las capacitaciones que se ofrecen a los destinatarios de programas sociales. En estas
capacitaciones participan cientos de ONG de lo más diversas. La nueva era parece haber llegado para
quedarse: acá y en el mundo.
 
***
 
Varias cosas se transformaron con la gestión de Cambiemos en Desarrollo Social. Por primera vez un grupo
que venía de las ONG ocupó funciones en el Ministerio. Hasta el 2015, la liturgia kirchnerista movilizada por
agentes estatales que sentían propio un proyecto con arraigo territorial había contrarrestado la impronta

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tecnocrática despersonalizada de los noventa. Pero los funcionarios sociales de Cambiemos estuvieron lejos
de identificarse como parte un proyecto político-partidario. En esta maniobra de autoexclusión, dieron rienda
suelta a una vocación social que se tradujo en el ámbito estatal como un trabajo empático y profesionalizado,
que dio escala a las actividades que ya realizaban en la ONG y que les permitió amplificar su compromiso por
lo público.
 
Pero adaptarse a la lógica estatal, comprender su tempografía, dispositivos, procesos y jerarquías no es tarea
sencilla y explica la salida de más de uno. “Están de pasantía en el Estado”, dice uno de los trabajadores del
ministerio aludiendo al costo en recursos humanos, técnicos, económicos de esta experiencia de aprendizaje:
“nos salen caros”. El escenario post PASO cambió el panorama. Si bien “perpetuarse en el Estado” nunca
estuvo en sus planes, los rumores de salida comienzan a resonar en los pasillos. El sector privado y la ONG los
verán volver. A muchos los recibirá con las puertas abiertas y con una experiencia estatal bajo el brazo.

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