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Diálogos de Historia

Miradas y alcances de la
investigación en Chile
con enfoque regional

Diálogos de Historia,
Miradas y alcances de la investigación
en Chile con enfoque regional

Yéssica González Gómez (Editora)

Comité Científico
Dra. María Luisa Candau Chacón, Universidad de Huelva-España
Dra. Sonia Combonni Salinas, Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco-México
Dr. Ricardo Molina Verdejo, Universidad Austral de Chile
Dra. María Eugenia Petitt-Breuilh Sepúlveda, Universidad de Sevilla-España
Dr. Jorge Pinto Rodríguez , Universidad de La Frontera-Chile

Comité Editor y de Redacción


Yéssica González Gómez
Joselyne Cea Matus
Daniela Cartes Pinto
Andrés Saez Geoffroy

Los trabajos que componen esta publicación han sido evaluados por el Comité Científico y
revisados por pares evaluadores especialistas en las materias aquí publicadas.

EDICIONES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA

Rector: Sergio Bravo Escobar


Vicerrector Académico: Rubén Leal Riquelme
Directo de Extensión y Formación Continua: Dr. Nelson Araneda Garcés
Coordinador Ediciones: Luis Abarzúa Guzmán

Inscripción Nº 114.077
ISBN 978-956-xxx-xxx-x

Universidad de La Frontera
Avda. Francisco Salazar 01145, Casilla 54-D
Temuco, Chile 2015
Diálogos de Historia,
Miradas y alcances de la investigación
en Chile con enfoque regional

Yéssica González Gómez

Editora

EDICIONES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

I. DISCURSOS Y PRÁCTICAS DE DISCIPLINAMIENTO EN LOS ESPACIOS

COLONIALES Y TARDO COLONIALES

Esclavitud africana y mestizaje en Chile tardo colonial.

El caso de la población de origen africano en Valparaíso, 1770

María Teresa Contreras Segura

Negociando el orden: comunidades locales y prácticas

de conciliación en Chile. 1765-1821

Verónica Undurraga Schüler

Prácticas mágicas e identidad en el Virreinato del Perú. S. XVIII

Natalia Urra Jaque

II. RESISTENCIAS, MEDIACIONES Y NEGOCIACIONES EN LOS ESPACIOS

DE FRONTERA. ARAUCANÍA Y PAMPAS

A propósito de cautivos y mestizos al revés. Tráfico

y circulación de sujetos en la Araucanía de los siglos XVIII y XIX

Yéssica González Gómez

Los pueblos de indios en la estructura productiva

del corregimiento de Concepción

Ivan Inostroza Córdova


Mediación y política en la Araucanía tardo colonial.

El comisario de naciones. Siglo XIX

Italo Salgado Ismodes

Mujeres mirando al sur: mandatos y resistencias

femeninas en la Patagonia del siglo XIX

Laura Méndez Facendini

III. CONSTRUCCIÓN DE TERRITORIOS, IDENTIDADES Y RELACIONES DE

PODER EN EL SIGLO XIX

Poder, relaciones interétnicas y formación del estado

en los márgenes. La Araucanía en el siglo XIX

Álvaro Bello Maldonado.

La construcción de la Araucanía a inicios de la República.

Claudio Gay e Ignacio Domeyko en la Araucanía.

Jaime Flores Chávez


NEGOCIANDO EL ORDEN: COMUNIDADES LOCALES Y PRÁCTICAS
DE CONCILIACIÓN EN CHILE, 1765-18211

Verónica Undurraga Schüler2

Introducción

Junto a la justicia institucional, que resolvía a través de sentencias cada


asunto criminal, existía una “justicia negociada” que afectaba a la primera
y que generaba que las resoluciones de los conflictos se desplegaran simul-
táneamente en los tribunales y en arbitrajes privados. El propósito de este
trabajo es presentar la discusión historiográfica de esta temática, nuestro
posicionamiento en ella y algunos ejemplos del desarrollo de estas prác-
ticas de conciliación en Chile a fines del siglo XVIII e inicios del XIX. En
este periodo de transición de las prácticas de conciliación tendrá particular
interés el estudio de los mediadores involucrados en las formas de arbitraje
y los esfuerzos de las autoridades por sustituir los mediadores tradicionales
–como los curas o los vecinos respetados– por mediadores oficiales, como
los alcaldes de barrio. El análisis de las prácticas de conciliación desarrolla-
das por estos últimos funcionarios permitirá comprenderlos como agentes
articuladores entre dos formas de orden: uno construido desde la comuni-
dad y otro desde la esfera de la administración, aportando a la discusión de
un tema novedoso en la historiografía nacional.

Justicia negociada y justicia institucional: interacciones, diálogos y tensiones

Las relaciones entre las formas de justicia negociada y la justicia institu-


cional eran múltiples y diversas. A menudo el desarrollo de un proceso

1 Este trabajo forma parte del proyecto FONDECYT Regular N° 1130211 “Formas de conciliación
y mecanismos informales de resolución de conflictos en Chile, 1750-1850”, CONICYT, del que
su autora es Investigadora Responsable.
2 Doctora en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Instituto de Historia, Pontificia
Universidad Católica de Chile. vundurra@uc.cl

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I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

judicial no solo gatillaba el accionar de la maquinaria institucional, sino


también el inicio de una serie de negociaciones y arbitrajes entre las par-
tes, los que en ocasiones se manifestaban en los expedientes judiciales.
Asimismo, era frecuente que las familias en conflicto efectuaran arreglos
al margen de la justicia institucional para reparar algún agravio, en los
que podían participar los familiares involucrados, los amigos, el cura, en-
tre otros, y solo cuando estos oficios fracasaban se acudía a la autoridad
civil. La progresión de estas negociaciones llevaba a recurrir, en algunos
casos, al aparato judicial como mecanismo de presión para obtener acuer-
dos ventajosos para las partes en conflicto. Esto fue lo que sucedió en 1765
en Santiago de Chile entre los artesanos Domingo Venegas y José Amasa,
luego de iniciado un juicio por heridas. El viernes 13 de mayo de 1765 el
Maestre de campo y alcalde ordinario, Don Pedro Fernandes Palasuelos
ofició que se le había dado querella verbal de que

“Joseph Amasa oficial de carpintero dio una puñalada o golpe en un ojo


a Domingo Venegas en la cancha [de bolas] de Juan de Dios Garay por
cobransa de medio real [que] gano y que por ser dicho Venegas hombre
sobre biejo tuerto y haver sido el golpe en el ojo [...] lo [ha] dejado siego
imposibilitado de trabajar para mantener su familia”3.

El alcalde ordinario ordenó abrir un auto cabeza de proceso. Con el fin


de dar cuenta de lo sucedido, los testigos del lance usaron los habituales
recursos del periodo para dar sentido a los hechos observados, inscribién-
dolos en dinámicas masculinas ritualizadas en las que cada gesto y pala-
bra tenía la capacidad de menoscabar la hombría del adversario4. Así, los
testigos explicaron que “el taita” Venegas –quien recibía ese apodo por su
avanzada edad– no pudo recuperar el dinero apostado en una partida de
bolas. Disgustado, encaró a José Amasa, intentando arrebatar su sombre-
ro emulando una práctica que constituía uno de los habituales gestos de
desafío que precedían las riñas de los plebeyos en el ocaso del siglo XVIII.
3 Archivo Nacional Histórico (en adelante ANH), Fondo Real Audiencia (en adelante RA), Vol.
2576, Pza. 7, Contra José Amasa, oficial de carpintería, por dar una puñalada en el ojo a Do-
mingo Venegas por un incumplimiento de apuesta, Santiago de Chile, 1765, fj. 53.
4 Sobre las prácticas de violencia ritual en las riñas entre plebeyos en Chile colonial, véase Ve-
rónica Undurraga Schüler, Los rostros del honor. Normas culturales y estrategias de promoción
social en Chile colonial, siglo XVIII, Santiago, Editorial Universitaria, Centro de Investigacio-
nes Diego Barros Arana, DIBAM, 2012.

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Diálogos de Historia

Ante la defensa de su sombrero por Amasa –al tratarse de una prenda que
constituía símbolo de virilidad–, “el taita” Venegas jaló los cabellos de su
rival. La respuesta de José Amasa no tardó en llegar y con la uña de uno
de sus dedos arañó el ojo de Venegas. Ante los gritos de Venegas, quien
mostraba un pequeño hilo de sangre que brotaba de su ojo y decía “mire
como me ha puesto”, Amasa ofreció darle “una sinta buena de cuero” como
forma de compensar la herida ocasionada5. Este acto constituyó una pri-
mera estrategia de arreglo del conflicto entre las partes, que no prosperó.
La sumaria averiguación del delito se verificó; dos testigos fueron ci-
tados a relatar su versión de los hechos y el propio Amasa –en su habita-
ción ubicada cuatro cuadras hacia el sur de la Cañada, en la calle de “las
Matadas”6– recibió la visita del escribano receptor Ignacio de la Cueva y
del médico y cirujano Eugenio Nuñez. La lectura del expediente nos per-
mite conocer que luego de la declaración de Domingo Venegas se notificó
apresar a Amasa. Seguramente esta disposición fue determinante en la
consolidación de la composición –o “conporcion” como se señala en ex-
pediente7– que las partes involucradas venían negociando, probablemente
desde ocurrido el incidente. El convenio acordaba el pago de dieciséis pesos
más la curación de Domingo Venegas. A cambio, Venegas, según las pa-
labras que la hija de este último señaló al escribano “se havia desistido de
todo derecho” y las partes “ajencia[ba]n” la “soltura” del reo8.
El escribano anotó al final del proceso la opinión de la hija de Domin-
go Venegas, la que hablaba por su padre al señalar que “ya no pedia cosa
alguna ni queria curacion a sirujano ni otra cosa y que el agravio y el
perjuicio que a esperimentado lo remite y perdona para que Dios nuestro
señor le perdone sus pecados y que asi se lo informase al señor alcalde”9. El
24 de mayo, once días después de producido el incidente, la causa fenecía
sin sentencia.
5 ANH.RA. Vol. 2576 Pza. 7 Contra José Amasa, oficial de carpintería, por dar una puñalada
en el ojo a Domingo Venegas por un incumplimiento de apuesta, Santiago, 1765, fj. 53v.
6 Este era un barrio originado en la expansión de la cuidad durante el siglo XVIII. Se trataba
de un sector que concentraba los mataderos de animales de la capital, lo que explica su nom-
bre. Los vecinos de “las Matadas” pertenecían a la plebe y a los sectores medios de la ciudad.
Armando de Ramón, Santiago de Chile: (1541-1991). Historia de una sociedad urbana, San-
tiago, Catalonia, 2007.
7 ANH.RA. Vol. 2576 Pza. 7 Contra José Amasa, oficial de carpintería, por dar una puñalada en
el ojo a Domingo Venegas por un incumplimiento de apuesta, Santiago, 1765, fj. 56v.
8 Idem.
9 Idem.

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I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

Algunos investigadores, como Martin Dinges, han sostenido que el


gran número de procesos judiciales fenecidos sin sentencia en los archivos
europeos durante la época moderna, se explicaban por la concreción de
conciliaciones como la que acabamos de describir10. Si bien para el caso
chileno no es posible comprobar que parte de los juicios que fenecían sin
sentencia podían explicarse por la concreción de conciliaciones, muchos de
los procesos judiciales chilenos guardan muestras evidentes del desarrollo
de arbitrajes privados, que constituyen una primera vía metodológica de
acceso a estas prácticas. En el caso de otros espacios coloniales americanos,
se ha comprobado la relevancia que los perdones de parte y las concordias
tenían en la cultura penal castellano-indiana de la ciudad de Córdoba, así
como que la justicia de Nueva España liberaba o perdonaba sin cumplir la
pena a la mitad de los condenados por homicidio11.
Benoît Garnot ha planteado que parte de las conciliaciones practicadas
en Francia durante los siglos XVI, XVII y XVIII consistían en convenios
verbales sellados a través de gestos rituales12, pero muchos otros se rati-
ficaban en escrituras notariales. Esta formalización –que constituye una
segunda vía metodológica para conocer el desarrollo de estas formas de
resolución de conflictos– otorgaba a las conciliaciones un carácter público
o semi-público13, aunque no tenían fuerza ejecutoria14. En Chile, a partir
de nuestro estudio, las conciliaciones frente a notario no se relacionaban
en gran número con homicidios, tentativa de asesinato u otros delitos de
igual gravedad15. Estas arbitraban una amplia variedad de delitos meno-
res como injurias, excesos, negligencias y hasta robo. Asimismo, ellas se
10 Martin Dinges, “El uso de la justicia como forma de control social en la Edad Moderna”,
José I. Fortea, Juan E. Gelabert y Tomás A. Mantecón (eds.), Furor et rabies: Violencia, conflic-
to y marginación en la Edad Moderna, Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad
de Cantabria, 2002, 47-68.
11 Alejandro Agüero, Castigar y perdonar cuando conviene a la república. La justicia penal
de Córdoba del Tucumán, siglos XVII y XVIII, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Consti-
tucionales, 2008, 145-166; William B. Taylor, Drinking, Homicide, and Rebellion in Colonial
Mexican Villages, Stanford, Stanford University Press, 1979, 101-102.
12 Benoît Garnot, “Justice, infrajustice, parajustice et extrajustice dans la France d’ Ancienne
Régime”, Crime, Histoire & Sociétés / Crime, History & Societies 4, Ginebra, 2000, 112.
13 Ibid., 109.
14 Hervé Piant, Une Justice Ordinaire. Justice civile et criminelle dans la prévôté royale de
Vaucouleurs sous l´Ancien Régime, Francia, Presses Universitaires de Rennes, 2006, 208.
15 Un ejemplo de conciliación notarial de un homicidio en: ANH. Notarial Rengo, Vol. 1,
Compromiso de don José Morales, Juan José González y Mercedes Díaz, 1835, fj. 138.

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Diálogos de Historia

utilizaban para arbitrar un amplio número de conflictos de carácter civil


como nulidades de remates, cobro de pesos, pensiones para hijos ilegítimos,
conflictos sucesorios, entre otros.
El análisis de estas prácticas de resolución de conflictos ha llevado a
reconocer la naturaleza “híbrida” de la justicia del Antiguo Régimen, “ins-
titucional y social, oficial y extraoficial”, que se caracterizaba por la cir-
culación de la resolución de los conflictos desde la esfera comunitaria a
la institucional y viceversa16. La pluralidad de la dimensión judicial en el
Antiguo Régimen, que integraba dinámicas institucionales y sociales, ha
sido analizada por diversos historiadores quienes han propuesto una serie
de categorías para dar cuenta de esta versatilidad. Si Benoît Garnot, Al-
fred Soman, Jean-François Leclerc, Stéphane Trayaud y Tomás Mantecón17
han destacado la amplia dimensión de las prácticas de “infrajusticia” en el
contexto europeo, Kristen Ruggiero ha analizado las dinámicas de “justicia
16 Tomás A. Mantecón, “La acción de justicia en la España Moderna: una justicia dialogada,
para mantener la paz”, Paolo Broggio y María Pía Paoli, Stringere la pace. Teorie e prati-
che della conciliazione nell´Europa moderna (secoli XV-XVIII), Roma, Viella, 2011, 333-367;
Piant, op. cit., 199-200.
17 Garnot, op. cit., 103-120 ; Alfred Soman, “L’infra-justice à Paris d’après les archives nota-
riales”, Histoire, économie et société 1:3, Paris, 1982, 369-375; Jean-François Leclerc, “Justice
et infra-justice en Nouvelle-France. Les voies de fait à Montréal entre 1700 et 1760”, Crimi-
nologie 18:1, 1985, 25-39; Stéphane Trayaud, “Notariat et infrajustice: le rôle de médiation du
notaire sous l’Ancien Régime à travers la pratique de Pierre Thoumas de Bosmie, notaire royal
à Limoges (1735-1740)”, Revue d’histoire de l’enfance «irrégulière», Hors-série, 2001, 207-220
; Tomás A. Mantecón, “«La ley de la calle» y la justicia en la Castilla moderna”, Manuscrits:
Revista d’ història moderna 26, España, Universidad Autónoma de Barcelona, 2008, 165-189;
Tomás A. Mantecón, “Lances de cuchilladas y justicia en la práctica en la Castilla del siglo
XVII”, J. Munita (ed.), Conflicto, violencia y criminalidad en Europa y América, Bilbao, Uni-
versidad del País Vasco, 2004, 195-228; Tomás A. Mantecón, “Les démoins de Martín: folie et
erreur judiciaire dans la Castille du XVII siècle”, Benoît Garnot, L´erreur judiciaire de Jeanne
d´Arc à Rolad Arget, Paris, Imago, 2004, 61-84; Tomás A. Mantecón, “Social Control from
Below: Popular Arbitration of Disputes in Old Regime Spain”, Hermann Roodenburg, and
Pieter Spierenburg, Social Control in Europe, 1500-1800, Columbus, Ohio, The Ohio State
University Press, 2004, vol. 1, 267-287; Tomás A. Mantecón, “El peso de la infrajudicialidad
en el control del crimen durante la Edad Moderna”, Estudis 28, Valencia, España, Universidad
de Valencia, 2002, 43-75; Tomás A. Mantecón, “Cultura política popular, honor y arbitraje
de los conflictos en la Cantabria rural del Antiguo Régimen”, Historia Agraria: Revista de
agricultura e historia rural 16, Murcia, España, Universidad de Murcia, 1998, 121-151; Tomás
A. Mantecón, La muerte de Antonia Isabel Sánchez: tiranía y escándalo en una sociedad rural
del norte español en el Antiguo Régimen, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de
Henares, 1998.

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I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

privada” desarrolladas en Buenos Aires a fines del siglo XIX, pese a los
esfuerzos centralizadores del Estado en materia de justicia penal18. Es más,
el Estado fue apropiándose de algunas técnicas de arbitraje comunitario,
como sucedió con la justicia “conciliatoria” practicada por los “jueces de
paz” en Perú y Argentina19 y con el establecimiento de los “Tribunales de
Paz” en Chile, a partir de la Constitución de 181820.
Nuestro trabajo se inserta en la historiografía que ha discutido y mati-
zado el concepto “infrajusticia” y que propone que las formas extrajudicia-
les de resolución de conflictos –expresadas, por ejemplo, a través de conci-
liaciones como la establecida entre Venegas y Amasa– no funcionaron en
oposición sino “en interacción con las prácticas judiciales” institucionales21.
En efecto, los “perdones de parte” fueron reconocidos por el derecho penal
castellano y las conciliaciones fueron usadas habitualmente en la justicia
americana durante los siglos XVII y XVIII, como ha comprobado Alejandro
Agüero para el caso de Córdoba22. Lo anterior nos ha llevado a utilizar el
concepto “justicia negociada” en lugar de la noción “infrajusticia” para
dar cuenta de las formas de resolución de conflictos interpersonales que se
efectuaban desde las comunidades tensionadas por la transgresión y que se
18 Kristen Ruggiero, “Private Justice and Honor in the Italian Community in Late XIXth-
Century Buenos Aires”, Crime, Histoire & Sociétés / Crime, History & Societies, 13:2, Ginebra,
2009, 55-68.
19 Nuria Sala i Vila, “Justicia conciliatoria durante el liberalismo hispano en el Perú: el caso
de Huamanga”, Anuario de Estudios Americanos 69:2, Sevilla, España, Escuela de Estudios
Hispano-Americanos, CSIC, julio-diciembre, 2012, 423-450; Inés Sanjurjo, “Justicia de paz
y cultura jurídica en el largo siglo XIX en Mendoza (Argentina). El caso del departamento
de San Rafael en el sur provincial”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [El línea], Debates, 2010,
Puesto en línea el 23 de marzo 2010, URL: http://nuevomundo.revues.org/59257; Melina Yan-
gilevich, “La justicia de paz en la construcción estatal al sur del río Salado (Buenos Aires, 1ª
mitad del siglo XIX)”, Carolina Andrea Pazzi (coord.), Modos de hacer justicia: agentes, nor-
mas y prácticas: Buenos Aires, Tucumán y Santa Fe durante el siglo XIX, Rosario, Prohistoria
Ediciones, 2011.
20 Antonio Dougnac Rodríguez, “La conciliación previa a la entrada en juicio en el Derecho
Patrio Chileno (1823-1855)”, Revista de Estudios Históricos-Jurídicos, XVIII, Valparaíso, Chile,
Universidad Católica de Valparaíso, 1996, 119-120; Sergio Valenzuela, “Los tribunales de jus-
ticia en tiempos de O’Higgins”, Revista Chilena de Historia y Geografía, 149, Santiago, 81-84.
21 Garnot, op. cit., 117; Hugues Herbillot, La delinquance dans le canton de Coussey durant le
premier XIXème siècle, Tesis de Maestría, Université Nancy 2, 2009.
22 Francisco Tomás y Valiente, “El perdón de la parte ofendida en el derecho penal castellano
(siglos XVI, XVII y XVIII” [1962], en Obras completas, vol. IV, Madrid, Centro de estudios polí-
ticos y constitucionales, 1997, 2885-2933; Agüero, op. cit.

55
Diálogos de Historia

desarrollaban en interacción –no en oposición– a la justicia institucional.


La propuesta que aquí expongo también se sustenta en la discusión de
las formas privadas y comunitarias de solución de conflictos que ha estado
presente dentro de la historiografía italiana –en diálogo con la alemana–
durante los últimos diez años. En esta línea han resultado particularmente
interesantes los análisis de las ideas, prácticas y ritos de “perdón”23, las
formas de alcanzar la “paz” comunitaria24 y la distinción entre una justicia
“hegemónica” y una “negociada”25. Una reciente publicación dirigida por
Paolo Broggio y Maria Pia Paoli destaca que las nociones y prácticas de paz
y de conciliación fueron centrales en el despliegue de mecanismos privados
de resolución de conflictos, que interactuaron con el Estado moderno entre
los siglos XVI y XVIII26.
La conciliación evitaba la práctica de la venganza privada que en las
sociedades tradicionales era reconocida por la costumbre pero no por el de-
recho positivo27. El perdón de la parte ofendida –el individuo o la familia–
era requisito indispensable para el acuerdo28. Este no solo permitía la com-
posición de las partes en disputa, sino también la restauración del orden

23 Ottavia Niccoli, Perdonare. Idee, pratiche, rituali in Italia tra Cinque e Seicento, Roma-
Bari, 2007; Ottavia Niccoli, “Pace, perdono. A propósito di un libro di John Bossy”, Storica 25-
26: 9, 2003, 195-207; Ottavia Niccoli, “Rinuncia, pace, perdono. Rituali di pacificazione della
prima etá moderna”, Studi Storici 40, Roma, 1999, 219-253; Marco Bellabarba, “Pace pubblica
e pace privata: linguaggi e istituzioni processuali nell’Italia moderna”, Marco Bellabarba, A.
Zorzi, G. Schwerhoff (a cura di), Criminalità e giustizia in Germania ein Italia: pratiche giu-
diziarie e linguaggi giuridicitra tardo medioevo e prima età moderna. Kriminalitätund Justiz
in Deutschland und Italien: Rechtspraktiken und gerichtliche Diskurse in Spätmittelalter und
Frühe, Bologna-Berlin, Il Mulino, Duncker & Humboldt, 2001, 189-213.
24 M. Rossi y L. Cabrini et al., “La pace fra realtà e utopia”, Quaderni di storia religiosa 12,
Verona, Italia, 2005, 9-293.
25 Mario Sbriccoli, M., “Giustizia negoziata, giustizia egemonica. Riflessioni su una nuova
fase degli studi della giustizia criminale”, M. Bellabarba, G. Schwerhoff, A. Zorzi, Criminalità
e giustizia in Germania e in Italia: pratiche giudiziarie e linguaggi giuridici tra tardo medioevo
e prima età moderna. Kriminalität und Justiz in Deutschland und Italien: Rechtspraktiken
und gerichtliche Diskurse in Spätmittelalter und Frühe, Bologna, Il Mulino, 2001, 345-364;
Luigi Lacchè et al., Penale Giustizia Potere. Metodi, Ricerche, Storiografie, Macerata, Edizioni
Università di Macerata, 2007.
26 Broggio y Paoli, op. cit.
27 Verónica Undurraga, “Venganzas de sangre y discursos de honor en Santiago de Chile,
siglo XVIII”, Colonial Latin American Historical Review (CLAHR), Spanish Colonial Research
Center, University of New Mexico, Albuquerque, Summer, 2008, 209-236.
28 Tomás y Valiente, op. cit.; Agüero, op. cit.; Niccoli, Perdonare…

56
I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

y la paz dentro de la parentela –cuando los sujetos en conflicto formaban


parte de ella– y de la comunidad, a saber, la vecindad, la villa o la hacien-
da. La remisión del agravio por el ofendido y la consiguiente renunciación
a la satisfacción de los perjuicios por la vía institucional –ya sea por vía
civil o criminal– no implicaba necesariamente el indulto de la pena del
agresor, el que solo podía ser concedido por el rey. Sin embargo, la prác-
tica mostraba que era “muy frecuente moderar mucho las penas prescritas
por las leyes, aún en delitos graves, cuando la persona interesada remite
el agravio”29, como lo establecía la ley 22, título 1 de la Partida Séptima.
El perdón de la parte ofendida sobrevenía luego de la reparación del daño
causado por el protagonista de agravio y la dimensión retributiva de la
composición habitualmente involucraba una compensación económica30.

Árbitros y arbitradores: las dimensiones del poder en la justicia negociada

Aquella justicia negociada estaba construida sobre las diferentes dimen-


siones de poder que cruzaban las comunidades31. Las relaciones sociales
y personales al interior de las villas rurales o semi-rurales de Chile se
articulaban en diferentes niveles –doméstico, familiar, clientelar y comuni-
tario, entre otros– y en cada uno de ellos se intentó reproducir un ideal de
convivencia fundado en una consideración privada del orden social32. Sin
embargo, ese ideal de convivencia fue muy vulnerable como resultado de
los múltiples conflictos que se producían al interior de las redes familiares
y comunitarias, tanto en espacios rurales como urbanos33.
29 Joaquín Escriche, Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia. Nueva edición
corregida notablemente, y aumentada con nuevos artículos, notas y adiciones sobre el Derecho
americano por don Juan B. Guim, Doctor en ambos Derechos y abogado de los tribunales del
Reino de España, Paris, Librería de Rosa, Bouret y Cia., 1981 [1851], 1344.
30 Mantecón, “El peso de la infrajudicialidad…”, 45.
31 Eduardo Cavieres, La Serena en el siglo XVIII. Las dimensiones del poder local en una so-
ciedad regional, Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso, 1993; Rolando Mellafe, “La-
tifundio y poder rural en Chile de los siglos XVII y XVIII”, Cuadernos de Historia 1, Santiago,
Universidad de Chile, 1981, 87-108.
32 Igor Goicovic, Relaciones de solidaridad y estrategia de reproducción social en la fami-
lia popular del Chile tradicional (1750-1860), Madrid, C.S.I.C., 2006; René Salinas, “Espacio
doméstico, solidaridades y redes de sociabilidad aldeana en Chile tradicional, 1750-1880”,
Contribuciones Científicas y Tecnológicas 118, Santiago, 1998, 1-19.
33 Alejandra Araya, “Sirvientes contra amos: Las heridas en lo íntimo propio”, en Rafael Sa-
gredo y Cristián Gazmuri (dir.), Historia de la vida privada en Chile, Santiago, Taurus, 2005,

57
Diálogos de Historia

Dichas esferas de poder intervenían como mediadores en el desarrollo


de la justicia negociada ejerciendo presiones sobre las partes en conflicto,
o una de ellas, evitando que el asunto se ventilara en tribunales o que pro-
siguiera el proceso iniciado en ellos34. En ocasiones las fuentes esconden
las identidades de dichos mediadores y solo señalan que fueron “algunas
perssonas principales [que] les an ablado y tratado de amistades”35.
Por el contrario, los registros judiciales y notariales del siglo XVII y
particularmente del siglo XVIII guardan los nombres de los sujetos que
recurrieron a las formas de arbitraje y que las usaron en interacción con
la justicia institucional para resolver un conflicto o para sellar un acuerdo.
Y, en esas ocasiones, observamos generalmente a maestros de artesanía,
bodegoneros y españolas de rango medio que tenían una pequeña propie-
dad, activando tanto procesos judiciales como negociaciones arbitrales. Las
ventajas e inconvenientes de ambas esferas de resolución de los conflictos
eran ampliamente conocidas por ellos, pues si la justicia institucional era
lenta, costosa, “torcida” e implicaba “difamaciones de créditos”, las conci-
liaciones verbales o ante notario no tenían fuerza ejecutoria, lo que podía
incidir en el incumplimiento del compromiso, fundamentalmente del pago
de la compensación económica involucrada36.
En otras circunstancias podemos observar a hacendados, señores del lu-
gar, curas y vecinos respetados actuando como mediadores de las partes en
conflicto37. Estos intervenían como “arbitradores”, una figura definida en
las Siete Partidas (leyes 23, 25, 26, 27, tit. 4, Partida 5; ley 17, 23, 24 tit 4,
Part. 3). Mientras los “árbitros” procedían según derecho los “arbitradores”
eran “amigables componedores que pueden proceder y determinar según
su leal saber y entender, sin arreglarse a derecho ni sujetarse a las formas
legales”38. Si bien el estudio de estas figuras desde la perspectiva del poder
161-197; René Salinas, “Violencia interpersonal en una sociedad tradicional. Formas de agre-
sión y de control social en Chile. Siglo XIX”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades
12:2, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, 2008, 9-22; Verónica Undurraga, “Cuando
las afrentas se lavaban con sangre: Honor, masculinidad y duelos de espadas en el siglo XVIII
chileno”, Historia 41:1, Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2008, 165-188.
34 Piant, op. cit., 206 y 210.
35 ANH. Escribanos de Santiago, Vol. 49, Carta de apartamiento de querella de los indios Se-
bastián, Juana, Juan y Ana de Liseras contra Diego Angola, negro del convento de la merced,
por intento de violación y heridas, Santiago, 7 de julio de 1612, f. 324-324v.
36 ANH. Notarial de Los Andes, Vol. 1, Compromiso ante el cura de Barona, 1787, f. 15.
37 Idem.
38 Escriche, op. cit., 205.

58
I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

permite dilucidar las redes de dominación al interior de las comunidades39


su actuación arbitral en los conflictos intercomunitarios debe analizarse, a
su vez, según la categoría “mediador cultural” propuesta por Berta Ares y
Serge Gruzinski40. El papel del mediador era indispensable para el desarro-
llo de la conciliación41 y muchos escribanos y notarios desempeñaron esa
función, pues no solo actuaron en la ratificación del acuerdo sino también
en el proceso de arbitraje42.
La historiografía –y en particular la historia del derecho– han tendido
a señalar que en Chile los esfuerzos del Estado por apropiarse de las técni-
cas de arbitraje comunitario se manifestaron durante la República con el
establecimiento de los “Tribunales de Paz” en la Constitución de 181843. El
desarrollo de nuestra investigación, por el contrario, ha demostrado que es
posible observar una primera etapa de intervención del Estado en la justicia
negociada a lo largo del siglo XVIII. Es más, esta no se remitió exclusiva-
mente a propiciar la vía conciliatoria al interior de la justicia institucional
–como sucedió con las injurias– con el propósito de evitar que todas estas
transgresiones derivaran en litigios44. Junto con desplegar la vía concilia-
toria dentro del aparato judicial, la administración borbónica –interesada
en conocer el desarrollo de las conciliaciones que se desplegaban al interior
de las comunidades locales– utilizó la figura del mediador para intervenir
en estas prácticas. En el caso de la ciudad de Santiago, este propósito se
39 Michel Foucault, Microfísica del poder, Madrid, Ediciones La Piqueta, 3ª ed., 1992; Juan
Cáceres, Poder rural y estructura social. Colchagua, 1760-1860. La construcción del Estado y
la ciudadanía desde la región, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Instituto de
Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2007.
40 Berta Ares Queija y Serge Gruzinski (coords.), Entre dos mundos: fronteras culturales y
agentes mediadores, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1997.
41 Garnot, “Justice, infrajustice… ”, 109-112.
42 Tamar Herzog, Mediación, archivos y ejercicio: Los escribanos de Quito (siglo XVII-XVIII),
Frankfurt, Vittorio Klostermann, 1996; Antonio Dougnac, “El escribano de Santiago de Chile
a través de sus visitas en el siglo XVIII”, Revista de Estudios Histórico-jurídicos 19, Valparaíso,
Chile, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso,
1997, 49-93.
43 Sergio Valenzuela, op. cit.; Dougnac, “La conciliación…”.
44 La práctica de la conciliación es mencionada brevemente por Albornoz como un procedi-
miento de la justicia institucional utilizado para “eliminar” una disputa por injurias evitando
que esta llegara a los tribunales. María Eugenia Albornoz, “El mandato de “silencio perpetuo”.
Existencia, escritura y olvido de conflictos cotidianos (Chile, 1720-1840)”, Tomás Cornejo y
Carolina González (eds.), Justicia, poder y sociedad en Chile: recorridos históricos, Santiago,
Universidad Diego Portales, 2007, 34-35.

59
Diálogos de Historia

buscó a través de la implementación de la justicia conciliatoria y verbal


que debían impartir los alcaldes de barrio, quienes asumieron el carácter
de mediador oficial.

Los alcaldes de barrio como agentes de disciplina en Santiago de Chile

La historiografía coincide en consignar las sucesivas divisiones territoriales


de Madrid en cuarteles como antecedente de la creación de los alcaldes de
barrio en distintas ciudades del Imperio español. Estas consistieron en las
divisiones de la corte realizadas en 1604, en 1623, en 1749 y fundamen-
talmente en 1768, luego de los motines de Esquilache. Esta última división
estableció la división de los ocho cuarteles en ocho barrios a cargo de un
alcalde. Carlos III extendió la división en cuarteles y barrios a todas las
ciudades en que había chancillerías y audiencias (Novísima Recopilación,
5. 13. 1), extendiéndose el modelo al resto de la metrópolis y a las colonias.
Esta política de la monarquía se conjugó con una serie de factores
locales que se presentaron como justificaciones de tal reforma45. Uno de
los factores más relevantes fue el anhelo de las autoridades locales de
optimizar la policía y la administración de justicia en ciudades cada vez
más populosas, donde la plebe desbordaba los arrabales y generaba una
sensación de indefensión en las élites, lo que ha llevado a que la historio-
grafía haya destacado la dimensión disciplinaria de sus funciones. Alfredo
Moreno Cebrián ha señalado que el alcalde de barrio “impulsa el amplio
concepto de «policía» obras públicas, sanidad, limpieza, alumbrado y segu-
ridad ciudadana”46. Uno de sus principales cometidos consistía en vigilar el
45 John Preston, The Cabildo in Perú under the Bourbons, North Carolina, Durham, Duke
University Press, 1966, 153; José María Díaz Couselo, “Los Alcaldes de Barrio de la ciudad
de Buenos Aires. Período Indiano” en Feliciano Barrios Pintado (coord.), Derecho y admi-
nistración pública en las Indias hispánicas: actas del XII congreso internacional de historia
del derecho indiano, v. 1, Toledo, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2001,
429-460; José Enrique Sánchez Bohórquez, “Reordenamiento urbano y control social en San-
tafé de Bogotá. (siglo XVIII)” Adrián Carbonetti, Carlos Garcés, Fernando Blanco (comp.), De
sujetos, definiciones y fronteras. Ensayos sobre disciplinamiento, marginación y exclusión en
América de la Colonia al siglo XX, San Salvador, Ed. Universitaria Nacional de Jujuy, Ferreyra
Editor, 2002, 62; José Mariluz Urquijo, La creación de los alcaldes de Barrio de Salta, Buenos
Aires, Rómulo D´uva, 1951.
46 Alfredo Moreno Cebrián, “Cuarteles, barrios y calles de Lima a fines del siglo XVIII” Jahr-
buchfür Geschichte Lateinamerikas, Anuario de Historia de América Latina 18, Alemania,
JbLA, 1981, 100.

60
I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

cumplimiento de los bandos de policía, para lo cual contaban –en teoría–


con el auxilio de fuerza militar47.
Si bien las instrucciones que regulaban su funcionamiento establecían
que el alcalde de barrio debía actuar como amigable conciliador de las
disputas entre vecinos, la historiografía no ha destacado la importancia
de esta dimensión de su actuación, lo que probablemente se explique por
un problema metodológico. La justicia que impartía “de baja cuantía”, de
asuntos menores, relativa a la convivencia cotidiana en los barrios, se ejer-
cía en forma verbal. Si bien debían registrar sus resoluciones en un libro
encuadernado que los alcaldes de cuartel debían revisar mensualmente,
hasta el momento no existen noticias del hallazgo de alguno de ellos en
Chile, en el resto de América o en España. Estos vacíos documentales ex-
plican que la figura del alcalde de barrio no haya sido un sujeto de estudio
visitado por la historiografía chilena. Los documentos de primera mano
que existen sobre él se remiten a las normativas que regularon su funcio-
namiento, a saber, autos acordados, unas pocas actas del Cabildo y Reales
Cédulas del periodo colonial y reglamentos de los inicios de la República.
Por el contrario, lo que nosotros hemos intentado reconstruir es la his-
toria desde los alcaldes de barrio desde sus prácticas, intentando subsanar
la gran dificultad metodológica derivada del hecho de que la justicia que
impartían y su función de amigable componedor se ejercían en forma ver-
bal. Un importante corpus de procesos judiciales conformado por cerca de
260 expedientes de causas por violencia de los Fondos Real Audiencia y
Capitanía General ha permitido encontrar evidencias de las actuaciones
de los alcaldes de barrio, a quienes luego hemos buscado en los Fondos
de Escribanos y Notarios de Santiago. Estos documentos han permitido
reconstruir sus posesiones materiales y sus redes sociales48.

47 La historiografía ha cuestionado la efectiva capacidad de acción de estos funcionarios,


quienes tuvieron diversas e importantes dificultades para desarrollar sus tareas en distintos
espacios de España y de América colonial. Disputas de poder entre distintas instituciones, re-
celos de los Cabildos ante la merma de sus atribuciones, falta de apoyo militar para el ejercicio
de sus funciones de policía fueron algunos de los factores que obstaculizaron su instauración
y el cumplimiento de sus cometidos. Díaz Couselo, op. cit., 429-460; Moreno Cebrián, op. cit.;
Tamar Herzog, La administración como un fenómeno social: La justicia penal de la ciudad de
Quito (1650-1750), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1995, 94-95.
48 Es importante mencionar que para el caso chileno existen muy pocas actas de nombra-
miento oficiales de alcaldes de barrio.

61
Diálogos de Historia

Esta metodología ha permitido reconstruir otra historia y otra cronolo-


gía de la institución. Hasta el momento la historiografía había indicado que
el 17 de agosto de 1778, el Gobernador Agustín de Jáuregui presidiendo
un acuerdo ordinario de justicia en la Real Audiencia, acordó distribuir la
ciudad en cuatro cuarteles cada uno de los cuales debía dividirse en cuatro
barrios. Sin embargo, una serie de diferencias entre el gobernador y los
oidores sobre el exordio del documento retrasaron su tramitación por dos
años. Habiéndose aprobado, la Audiencia encargó a los oidores José de Re-
zábal y José de Gorbea la elaboración de una instrucción para los alcaldes
de barrio que complementara la de Madrid y que fue concluida en agosto
de 1780. Ella especificaba que para estos cargos se elegirían anualmente
“vecinos de recomendable onrradez, notoria providad y zelo”49, que debían
ser propuestos por el alcalde de cuartel y confirmados por el Presidente.
Sin embargo, tenemos evidencia que comprueba la implementación de
dicha reforma siete años antes del primer documento oficial que se cono-
cía sobre la discusión de la Real Audiencia sobre la instauración de estos
funcionarios y nueve años antes de su establecimiento definitivo en agosto
de 1780. En 1771 hemos encontrado la mención del nombramiento de
alcaldes de barrio por el Gobernador interino Don Francisco Javier de Mo-
rales50. Asimismo, un testimonio de 1772 evidencia que la red de alcaldes
de barrio no solo se había instalado en los sectores centrales de la ciudad,
sino que también en un área antigua pero ubicada en sus márgenes, como
fue “La Chimba”51. En enero de 1772, don Juan de Dios de Toro dio parte
a la Real Audiencia de unos graves incidentes ocurridos en su distrito en
las horas previas a la “fiesta de nuestra señora de la cabesa en la iglesia de
el convento de la santa recoleccion seraphica”52. Como ocho años después
recogería la Instrucción de los alcaldes de barrio, don Juan de Dios Toro se
afanó en vigilar las ventas de licores durante la noche y las horas previas a

49 ANH. Fondo Varios, Pieza 7, Instrucción de los alcaldes de barrio, 1780, fj. 165v.
50 Sala Medina, Biblioteca Nacional de Chile, Tomo 195, pieza 4642. En 24 de abril de 1773,
el cabildo [eclesiástico] de Santiago informa a S.M. de los distinguidos servicios y méritos en
este reino del Mariscal de Campo Don Francisco Javier de Morales, pp. 176-182.
51 Asimismo, contamos con evidencia de la existencia de un alcalde de barrio en un sector
central de la ciudad, a cuatro cuadras de la plaza Mayor, cerca de la Iglesia de Santo Domingo.
ANH. Fondo Capitanía General, Vol. 52, Pieza 137. Sobre dimisión del empleo de alcalde de
barrio y nombramiento de Ortúzar en su cargo de reemplazo, 1771, fjs. 414-415v.
52 ANH. Fondo Real Audiencia, Vol. 2666, Pza. 3, Martina Pizarro contra Miguel Azocar por
lesiones a unos menores, Santiago, 1772, fjs. 19-33v.

62
I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

la fiesta religiosa, tal como dictaban los bandos de buen gobierno53. Según
ha estudiado la historiografía americana, esas eran las ocasiones que pro-
piciaban los desórdenes e insolencias de la plebe, como ocurrió esa mañana
de enero54. La herida que el peón gañán de calidad español Miguel Asocar
le infirió a un muchacho que vendía sandías en las gradas de la iglesia de
la recolección generó un problema de grandes proporciones que explica la
existencia de este juicio en el archivo de la Real Audiencia. La madre del
sandillero herido, Martina Pizarro, mujer española, concurrió ante el alcal-
de de barrio a “querellarse” contra Asocar, evidenciando el conocimiento
que la comunidad tenía sobre la existencia y las funciones judiciales de
esta autoridad en una fecha tan temprana, a solo cuatro años de haberse
autorizado su instauración en la metrópolis por Carlos III. Es más, todos
los testigos del proceso judicial –artesanos, españoles pobres y mulatos–
reconocen a De Toro como alcalde de barrio de La Chimba, en tanto que
uno de ellos lo refiere como “el Alcalde del Barrio de la Recoleta”55. Esto,
ciertamente, tiene una serie de implicancias en relación a la circulación de
la información en diversos niveles: entre metrópolis y colonias, entre auto-
ridades y la plebe, así como al interior de las mismas comunidades locales.
El alcalde de barrio actuó, rigiéndose por la costumbre, probablemente
emulando las prácticas de los alcaldes ordinarios y de los corregidores, ha-
ciendo llamar al teniente de barrio y a los soldados numeristas para pren-
der a Miguel Asocar con el fin de llevarlo a “la cárcel publica en el pedregal
53 ANH. Fondo Varios, Vol. 321, Bando del gobernador Antonio Guill y Gonzaga, “sobre
pulperías”, Santiago de Chile, 2 de abril de 1763, fjs. 17v-18; ANH. Fondo Varios, vol. 111,
Bando del Gobernador Agustín de Jáuregui, sobre “que se pongan faroles en las puertas de las
tavernas y bodegones”, Santiago de Chile, 21 de junio de 1777, fj. 140.
54 Juan Pedro Viqueira Albán, ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social
en la ciudad de México durante el Siglo de las Luces, México, Fondo de Cultura Económica,
2005; Leonardo León Solís, “Reglamentando la vida cotidiana en Chile colonial, 1760-1768”,
Valles. Revista de estudios regionales 4:4, La Ligua, 1998, 47-75; Leonardo León Solís, “La
construcción del orden social oligárquico en Chile colonial: la creación del Cuerpo de Drago-
nes, 1758”, Julio Retamal Ávila (coord.), Estudios Coloniales I, Santiago, Universidad Andrés
Bello, RIL, 2000, 183-195; Leonardo León Solís, “Elite y bajo pueblo durante el período colo-
nial. La guerra contra las pulperas en Santiago de Chile”, Michele Vovelle et al., Historia de
las mentalidades. Homenaje a Georges Duby, Santiago, Depto. de Ciencias Históricas, Facultad
de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, 2000, 93-114; Pilar López Bejarano, “Con-
trol y desorden en Santa Fe de Bogotá (Nueva Granada). En torno a las reformas urbanas de
finales del siglo XVIII”, BROCAR, 30, La Rioja, España, Universidad de La Rioja, 2006, 111-137.
55 ANH. Fondo Real Audiencia, Vol. 2666, Pza. 3, Martina Pizarro contra Miguel Azocar por
lesiones a unos menores, Santiago, 1772, fj. 26.

63
Diálogos de Historia

de el Rio”56. Fue en ese entonces que la comitiva fue alcanzada, según el


alcalde de barrio, por “mas de dies y seis sujetos de los de la pleve vosife-
rando: larguenlo, larguenlo y de improviso paresia aguacero de piedras que
llovia sobre la ronda”57. Pese a que lograron dejar a Asocar en la cárcel, el
teniente de barrio terminó con un dedo quebrado y uno de los soldados nu-
meristas recibió una fuerte pedrada cerca a la boca que lo dejó al borde de
la muerte. La plebe enardecida, según relatara Juan de Dios de Toro, ayudó
a uno de los agresores, el mulato Juan Rodulfo, a alcanzar sagrado. Pese a
los esfuerzos de don Juan Antonio Machado –hijastro y único heredero de
Juan de Dios Toro– el agresor permaneció al interior del convento.
Juan de Dios de Toro, posiblemente el primer alcalde de barrio de La
Chimba guiaba sus actuaciones por las normas de las costumbres y, proba-
blemente, por instrucciones verbales recibidas de las autoridades que lo ha-
bían investido en su cargo. Es posible que en los inicios de esta institución
los alcaldes de barrio desempeñasen una función meramente disciplinaria
que consistiera en dar cumplimiento a los bandos de policía promulgados
por diversos gobernadores y que establecían penas muy severas para prác-
ticas transgresoras o que se consideraban que propiciaban transgresiones,
como las carreras de caballos, los juegos de pato, los juegos de azar, el
porte de armas blancas, el cierre tardío de pulperías o las reuniones noctur-
nas entre hombres y mujeres58. El proceso judicial iniciado de oficio por la
denuncia de Juan de Dios de Toro vinculaba explícitamente las funciones
de los alcaldes de barrio con el cumplimiento de los bandos de policía o
buen gobierno59. La instrucción de los alcaldes de barrio, promulgada ocho
años después, ratificaría esta imbricación.
El caso del alcalde de barrio de “La Chimba”, Juan de Dios de Toro,
también nos permite conocer el perfil social de los alcaldes de barrio de la
ciudad de Santiago de Chile en los últimos decenios del periodo colonial.
La interacción entre documentación notarial y judicial nos ha permitido
conocer que De Toro y su esposa, Francisca Borgoña Herrera, natural de
Concepción, habían adquirido en 1765 una casa en La Chimba en 300 pe-
sos de reales60. El documento de compra-venta indicaba que para esa fecha
56 Ibid., fj. 19v.
57 Idem.
58 León Solís, “Reglamentando la vida cotidiana…”.
59 ANH. Fondo Real Audiencia, Vol. 2666, Pza. 3, Martina Pizarro contra Miguel Azocar por
lesiones a unos menores, Santiago, 1772, fj. 21.
60 El documento de compra señala que uno los límites del sitio adquirido está “al poniente

64
I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

De Toro era Cabo de la Compañía de Dragones y el testamento de su esposa,


fechado en 1772, señala que esta había llegado sin recursos a Santiago
luego que la dote de su primer matrimonio se “consumio todo en una casa
que edifico en sitio de mi padre en esta ciudad de la Concepcion, Santa
Purisima que allí se experimento, se arruino todo, y perdió”61. Según estos
indicios, en la década de 1760 los De Toro-Borgoña integraban el grupo de
españoles62 de medianos recursos –sin títulos nobiliarios ni conexiones con
las élites– que podían insertarse en la capa media de la sociedad.
Si bien es difícil analizar en profundidad el perfil específico de los al-
caldes de barrio en Santiago en el reducido espacio de este trabajo, es
posible observar ciertas características generales, como que se trataba de
una posición que despertaba interés dentro del círculo de españoles de
un grupo medio-alto, en proceso de ascenso social, todos con el título de
“don”, propietarios de sus viviendas y dedicados a la actividad comercial
en la ciudad o en circuitos interregionales63.

El alcalde de barrio como amigable componedor en Santiago de Chile

Si el caso de Juan de Dios de Toro permite conocer las funciones del alcalde
de barrio como agente de policía en su distrito, un proceso judicial de 1821
nos aproxima a su papel como conciliador y amigable componedor de las
disputas entre los vecinos de los barrios.
la Calle de las Recoletas de por medio con las cruces”. ANH. Escribanos de Santiago, Vol. 805,
Justo de Águila Gatica y María del Águila cc Bartolomé de Escobar; sitio a Juan de Dios Toro,
Santiago 1764-1766, fj. 212vta.
61 ANH. Escribanos de Santiago, Vol. 781, Francisca Borgoña Herrera con Enrique Machado
con Juan de Dios Toro, sin sucesión, Santiago, 1772, fj. 6vta.
62 El término español se emplea aquí según el uso común de la época en estudio, es decir, ha-
ciendo referencia a los peninsulares, a los que descendían de hispanos e incluso a aquellos que,
en razón de su fenotipo, pasaban por tales. En el caso de la familia De Toro-Borgoña, su iden-
tidad española se inscribiría dentro del segundo o, más probablemente, dentro del tercer caso.
63 Sobre las categorías sociales en Santiago y en Chile central, durante la segunda mitad
del siglo XVIII, véase Arturo Grubessich, “Rasgos de la transformación social chilena en siglo
XVIII”, Cuadernos de historia, 15, Santiago, Departamento de Ciencias Históricas. Universidad
de Chile Santiago, 1995, 183-200; Verónica Undurraga, “Fronteras sociales y sus intersticios:
usos y abusos de las categorías “caballeros”, “dones” y “españoles” en Santiago de Chile,
siglo XVIII”, Alejandra Araya Espinoza y Jaime Valenzuela Márquez (eds.), Denominaciones,
clasificaciones e identidades en América Colonial, Santiago, Instituto de Historia, Pontificia
Universidad Católica de Chile / Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile,
RIL editores, 2010, 285-313.

65
Diálogos de Historia

Una tarde de septiembre de 1821 tuvo lugar una disputa entre vende-
dores de recaudo del basural de Santiago. Francisco Contreras hirió a Jose
Ximenes con un cuchillo, falleciendo este a los dos o tres días de la “riña”64.
El auto cabeza de proceso lo abrió el alcalde ordinario don Francisco Ruiz-
Tagle más de dos meses después de la riña en el basural y de la muerte de
Cavallero. A primera vista, esta historia podía ser una de las tantas que
muestran cómo el aparato judicial comenzaba a conocer y criminalizar un
número cada vez mayor de situaciones de violencia que tradicionalmente
se desarrollaban en sus márgenes. Esto, pese a sus evidentes fisuras, como
el desconocimiento de una muerte por arma blanca ocurrida en el hospital:
no hay fe de heridas ni registro del deceso por un escribano.
Sin embargo, a medida que avanza el expediente nos enteramos de la
razón por la cual la justicia institucional no llegó a conocer el homicidio
en una primera instancia. El autor de la herida reconoce haber llegado a un
acuerdo con la viuda, Narcisa González, quien a cambio de 30 pesos –paga-
dos en parcialidades– perdonaba la muerte de su esposo y se desistía –tanto
ella como los parientes de su difunto marido– de iniciar un pleito ante la jus-
ticia65. Dos testigos presenciaron el acuerdo, que en el periodo recibía varios
nombres, tales como “composición”, “compostura”, “convenio” o “concilia-
ción”, y cuyo arbitrador había sido el alcalde de barrio Juan de Dios Muñoz.
La actuación de Muñoz evidencia las complejas dimensiones de la figu-
ra del alcalde de barrio en Santiago a fines del periodo colonial e inicios del
republicano. El alcalde de barrio operaba como un agente de control social
en su distrito, vigilando, haciendo cumplir los bandos de buen gobierno,
enviando a la cadena a los pulperos de casta que cambiaban de barrio sin
avisar a la autoridad o enviando a los ebrios a la cárcel, entre otras accio-
nes disciplinarias. Pero también debía actuar como mediador. Sus tareas de
conciliación, de amigable componedor, merecen ser estudiadas con mayor
atención con el propósito de analizar en toda su complejidad el ideal de co-
munidad armónica y en paz que pregonaban las autoridades y las medidas
que debían realizarse para alcanzar este ideal. Entre estas medidas se halla-
ban las prácticas de control, pero también las de mediación del conflicto.
Sin embargo, como señalaban las instrucciones que regulaban las ac-
tuaciones de los alcaldes de barrio, sus tareas de conciliación debían ser

64 ANH. Fondo Real Audiencia, Vol. 2375, Pza. 19, Francisco Contreras. Criminal en su contra
por el homicidio de José Dolores, Santiago, 1821, fj. 286.
65 Ibid., fjs. 287v.-290.

66
I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

informadas al alcalde de cuartel. Si bien no es posible comprobar que el


alcalde de barrio Juan de Dios Muñoz haya actuado como arbitrador de un
homicidio según las tradicionales prácticas de resolución de conflictos en-
tre las partes, sin dar cuenta a las autoridades competentes, ciertos indicios
apoyan esta conjetura. Así, la apertura del proceso judicial por un alcalde
ordinario más de dos meses después de ocurrido el hecho lleva a pensar
que este pudo haber sido informado del homicidio y de la composición
luego de haberse incumplido el acuerdo mediado por el alcalde de barrio.
En este caso, como en muchos otros, la compensación del daño se pagaba
en parcialidades, las que al no completarse llevaban a la parte perjudicada
a acudir a la justicia institucional. Esto último ha sido interpretado por la
historiografía como una de las falencias que evidenciaban las conciliacio-
nes en la resolución de los conflictos interpersonales66.
Ahora bien, más allá de si el alcalde de barrio informó a sus superiores
sobre su actuación como conciliador en un homicidio, lo relevante es que
este arbitró un delito grave –probablemente continuando con la práctica
tradicional de los hombres buenos–, que estaba fuera de su competencia.
El artículo 20 de la Instrucción de 1780 que regulaba las actuaciones de los
alcaldes de barrio establecía que estos

“se escusaran formar proceso y daran por si sus providencias vervales en


casos prontos y repentinos que sean de poco momento: y si la ocurrencia
fuere grave por su calidad, o por las circunstancias que la acompañaren
no habiendo peligro en la demora suspenderan proveer sobre ella, y daran
parte al señor alcalde de quartel”67.

Más adelante, el artículo 22 de la misma instrucción reiteraba que el


alcalde de barrio:

“podra pasar por el pronto a avenir y consiliar amigablemente los interesados


dando cuenta al señor alcalde de quartel del efecto que produxese su
mediacion para que con este conocimiento y la instrucción del caso tome
las providencias que juzgase mas convenientes y oportunas”68.

66 Piant, op. cit., 208.


67 AHN. Fondo Varios, Pza. 7, Instrucción de los alcaldes de barrio, fj. 171v.
68 Ibid., fj. 172v.

67
Diálogos de Historia

Resulta evidente que tanto la reiteración de la necesidad de informar de


las actuaciones de los alcaldes de barrio a los alcaldes de cuartel, así como
la reiteración de la restricción de sus actuaciones a los conflictos menores,
expresaban una de las preocupaciones de los oidores que redactaron la
Instrucción de 1780. Esta consistía en que los alcaldes de barrio podrían
perpetuar las actuaciones de los arbitradores tradicionales, resolviendo los
conflictos al interior de las comunidades y sin injerencia de la administra-
ción de justicia.
Otro problema interesante a discutir es el de las actitudes que asumieron
los actores coloniales ante los esfuerzos de la administración por instalar
al alcalde de barrio como mediador institucional de las conciliaciones. La
amplitud y diversidad de los conflictos presentes en las pequeñas comuni-
dades de la ciudad de Santiago –relacionados, por cierto, con las transfor-
maciones demográficas, sociales y económicas del siglo XVIII69– encontró
en la justicia conciliatoria de los alcaldes de barrio una vía de escape de las
tensiones cotidianas. Sin embargo, la validación de esta vía conciliatoria
“oficial” propiciada por las autoridades dependía fundamentalmente de la
legitimidad personal que gozara el alcalde de barrio en su comunidad. En
otras palabras, la efectividad de las actuaciones del alcalde de barrio de-
pendía más de su prestigio y de sus redes al interior del barrio que de su
investidura institucional70.

Consideraciones finales

A partir de la discusión bibliográfica sobre el funcionamiento y las ca-


racterísticas de la justicia negociada y sus interacciones con la justicia
institucional, a lo largo de estas páginas hemos conocido algunas de las
formas en las que se desarrollaron estas interacciones a fines del siglo XVIII
e inicios del siglo XIX en la ciudad de Santiago de Chile.

69 De Ramón, op. cit., p. 91-94; Louisa S. Hoberman y Susan M. Socolow (comp.), Ciuda-
des y sociedad en Latinoamérica colonial, trad. de Ofelia Castillo, México, Fondo de Cultura
Económica, 1993, p. 10; Marcello Carmagnani, Los mecanismos de la vida económica en una
sociedad colonial: Chile 1680-1830, Santiago, Dibam, Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana, 2001, 180, 188, 191, 192.
70 ANH. Fondo Judicial de Santiago, Criminales, legajo 1677, expediente nº 3, 1809; ANH.
Fondo Capitanía General, Vol. 311, fjs. 178-179, 1816; ANH. Fondo Real Audiencia, Vol. 2403,
Pza. 6, 1801; ANH. Fondo Real Audiencia, Vol. 2375, Pza. 5, 1809.

68
I. Discursos y prácticas de disciplinamiento en los espacios coloniales y tardo coloniales

El estudio de las prácticas de conciliación y, en general, del desarrollo


de los arbitrajes privados en el mundo colonial americano supone una serie
de desafíos metodológicos derivados, en parte importante, de la frecuente
ratificación verbal de los mismos. En ocasiones es posible acceder a ellos a
través de las huellas que estos dejaron en algunos procesos judiciales. Los
procesos judiciales por heridas y homicidios del Fondo Real Audiencia de
Santiago fueron la puerta de entrada para conocer algunas de las prácticas
de conciliación que habitualmente se desarrollaban en diversos espacios
del mundo colonial americano. Se observó en particular cómo en ocasiones
los arbitrajes privados se desplegaban paralelamente al desarrollo de un
proceso judicial que podía ser iniciado como mecanismo de presión a la
contraparte y que luego se detenía con la ratificación de la composición.
Asimismo, se vislumbró cómo, en otras circunstancias, el incumplimiento
de alguno de los acuerdos comprometidos en la conciliación podía generar
la apertura de un proceso judicial.
Los casos estudiados –en particular el convenio por el homicidio cele-
brado en 1821– permitieron observar la relevancia que desempeñaron los
mediadores –árbitros y arbitradores– en el desarrollo de las conciliacio-
nes. Esta importancia fue reconocida por la administración borbónica, que
buscó intervenir en estas prácticas instalando un mediador oficial, como
sucedió con la figura del alcalde de barrio a partir de 1771.
El estudio de las actuaciones de los alcaldes de barrio permite com-
prender las complejas dimensiones del orden en las sociedades coloniales
americanas. En las sociedades preindustriales las nociones de “orden”,
“desviación” y “disciplina” no tenían un sentido unilateral71. La ley y la
costumbre establecían fronteras dinámicas y no necesariamente coin-
cidentes entre las prácticas lícitas e ilícitas y entre las toleradas y las
escandalosas72. Esto implicaba tanto que las relaciones de dependencia
personal –construidas a partir del mundo doméstico– constituían el prin-
cipal mecanismo de control y de orden social73, como que la debilidad
del Estado metropolitano en la Capitanía General de Chile llevara a las
71 Élie Pélaquier, “Les chemins du contrôle social entre famille et communauté: le cas de
Saint-Victor-de-la-Coste en bas-Languedoc, au XVIIIe siècle”, Crime, Histoire & Sociétés /
Crime, History & Societies, 1, 2, Ginebra, 1997, 29-50.
72 Tomás A. Mantecón, Conflictividad y disciplinamiento social en la Cantabria rural del
Antiguo Régimen, Santander, Universidad de Cantabria / Fundación Marcelino Botín Sanz de
Sautuola, 1997, 14.
73 Araya, “Sirvientes contra amos…”, 164.

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Diálogos de Historia

autoridades a compartir la tarea de perpetuación del orden con las élites


locales74.
En ese contexto, la figura del alcalde de barrio asumió el papel de me-
diador entre las comunidades y la administración en la tarea de construc-
ción del orden social. Y, como hemos observado en este trabajo, el orden
se construía –desde la perspectiva de la administración borbónica– tanto
a partir de acciones disciplinarias como de mecanismos de conciliación
y mediación de los conflictos. Si bien la historiografía ha coincidido en
destacar las dificultades que tuvieron los alcaldes de barrio para llevar ade-
lante las tareas encomendadas –al punto que en algunas regiones estos no
lograron implementarse–, el estudio de su papel como árbitros o arbitrado-
res de los conflictos intercomunitarios resulta relevante para comprender
la primera etapa –bastante desconocida– de apropiación de las técnicas de
conciliación por la administración central, que luego desembocaría en la
instauración de tribunales de paz en los primeros decenios de la República.

74 María Teresa Cobos, “La institución del juez de campo durante el siglo XVIII”, Revista de
estudios históricos-jurídicos 5, Valparaíso, Universidad de Valparaíso, 1980, 85-165.

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