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Debate sobre la Cueca Chilena
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modo, en postales producidas ya a fines del siglo XIX y a principios del XX, la
cueca aparece perfectamente señalada como el baile nacional de Chile.
La postergación del reconocimiento oficial de la cueca como parte de la
identidad chilena, significó un virtual “olvido” legislativo que perduró por
décadas y sólo el 18 de septiembre de 1979, bajo el gobierno militar del
General Augusto Pinochet, se dictó el Decreto N° 23 que estableció la cueca
oficialmente como la Danza Nacional de Chile:
“Vistos: lo dispuesto en los decretos leyes Nros 1 y 28 de 1973, y 527, de
1974, y considerando:
1. Que la cueca constituye en cuanto a música y danza la más genuina
expresión del alma nacional.
2. Que en su letra alberga la picardía del ingenio popular chileno, así como
también acoge el entusiasmo y melancolía.
3. Que se ha identificado con el pueblo chileno desde los albores de la
independencia y celebrando con él sus gestas más gloriosas, y
4. Que la multiplicidad de sentimientos que en ella se conjugan reflejan, no
obstante la variedad de danzas, con mayor propiedad que ninguna otra el ser
nacional en una expresión de autentica unidad.
DECRETO
Art 1. Declarase a la cueca danza nacional de Chile.
Art 2. El estado fomentará, a través de los diversos organismos e instituciones
del sector cultural, la enseñanza, divulgación, promoción e investigación de
sus valores musicales y coreográficos. Corresponderá al Ministerio Secretaría
General de Gobierno, a través de su Secretaría de Relaciones Culturales, velar
por el cumplimiento de esta norma.
Art 3. El Ministerio de Educación Pública organizará, anualmente, en el mes de
Septiembre, un concurso Nacional de cueca para alumnos de enseñanza
básica y media cuya organización corresponderá a las respectivas áreas de
cultura de las Secretarias Regionales Ministeriales.
Tómese razón, comuníquese y publíquese”
Luego, el Decreto N° 4.002 de 1980 del Ministerio de Educación, artículo
23, estableció como obligatorio dentro del programa de estudio que los
alumnos aprendan danzas folklóricas nacionales como la cueca. Finalmente, el
Decreto N° 54 del año 1989 del Ministerio Secretaría General de Gobierno,
declaró el 17 de septiembre como Día Nacional de la Cueca. Veremos más
abajo, sin embargo, que se cometió un gran error al definir la cueca como
“danza”, cuando la tradición enfatiza principalmente el canto y la transmisión
oral de su letra y música, y no sus aspectos más asociados al baile.
De la generación urbana de la cueca contemporánea vale destacar
figuras como el maestro Fernando González Marabolí, el “Tío” Roberto Parra y
don Nano Núñez, miembro fundador de “Los Chileneros”, fallecido en
diciembre de 2005 y a pocas horas de haber recibido un homenaje oficial del
flamante Ministerio de la Cultura en Valparaíso. El un circuito de mayor
difusión pública pero igualmente de culto en las regiones y zonas rurales, tuvo
destacada importancia la proliferación de los festivales folclóricos que se
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lo que hoy es Independencia, y de las que se dice que eran asiduos visitantes.
En aquella época, que ronda el período de 1820, ya se registra la presencia de
un estilo musical que no puede corresponder, por cronología, al mismo que se
reporta llegado desde el Perú cuatro o cinco años más tarde. Serían los
mismos que le alegrarían la vida a Diego Portales en el barrio de La Chimba,
unos años después.
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“Las chinganas más antiguas fueron las de Ña Rutal y de Teresa Plaza, a las
que se agregaron El Parral de Gómez, Baños de Huidobro y El Nogal, que
incluía un escenario. Famosas fueron las hermanas Tránsito, Tadea y Carmen
Pinilla Cabrera, que instalaron una fonda en Petorca, a una cuadra de la plaza,
y que, trasladadas a Santiago, actuaron en el Parral de Gómez y en el Café de
la Baranda, situado en la calle Monjitas, a una cuadra de la Plaza de Armas.
“La Petorquinas”, como se las conoció, tuvieron tanto éxito, que la capital se
cubrió de chinganas de San Diego hasta San Lázaro. Además, fueron incluidas
bailando cueca en la primera temporada de ópera que se organizó en
Santiago.”
Más explícito aún, Pablo Garrido escribe en 1976:
“La cueca, si no propiamente la zamacueca original, es su hija,
desprendimiento o “variante” (como gustan llamar los folkloristas). En su forja
influyen rasgos comunes al cancionero popular colonial (sistema modal
occidental, formas estróficas desprendidas de patrones peninsulares),
enriquecidos por factores autóctonos amerindios y afroasiáticos, a la manera
de innúmeros bienes culturales que son de patrimonio común en el Nuevo
Mundo”.
“Pero su identidad -la de la cueca- es una sola: chilena. No hubo zamacuecas
ni cuecas ni en el África ni en España, por consiguiente no nos vino de fuera.
es pues, el símbolo más puro de nuestra identidad”.
Para confirmar las palabras de Garrido y las diferencias evidentes entre
la cueca chilena introducida en Perú y el ritmo original de la zamacueca,
citamos a Fodere Pradier en su obra de 1897 “Lima y sus Alrededores”:
“La madre, las hermanas, los hermanos, y los que han sido convidados a esta
fiesta monstruosa, se entregan a danzas lascivas y hacen oír canciones
obscenas, hasta que el exceso de bebida los reduce a silencio. Las danzas
ejecutadas en estas circunstancias son la Chilena y, preferentemente, la
Zamacueca. La orquesta se compone de uno o dos tocadores de vigüela, y de
la voz nasal de los bailarines. Se acompaña el paso de estos últimos batiendo
palmas, o bien golpeando con el puño sobre un cajón al cual se le han
desclavado las tablas para comunicarle más sonoridad. El indio, como el
negro, se destaca en la percusión del cajón, en observar el compás y en
entusiasmar a los bailarines”.
Aunque no corresponde a un documento técnico, bien vale recordar que
el gran pintor alemán de paso en Chile, Mauricio Rugendas, dio a la vida en
1837 su famoso cuadro “Llegada del Presidente Prieto a la Pampilla”, en
donde muestra un escenario en esencia similar al que podría verse hoy en
cualquier celebración campesina rural de Fiestas Patrias, acusando ya
entonces, con claridad, la existencia de los elementos estéticos que identifican
a la cueca chilena en el ambiente de las chinganas y las fondas.
En su visita a Chile de 1910, coincidiendo con el centenario de la
Declaración de Independencia, el Presidente de la Argentina José Figueroa
Alcorta solicitó expresamente al gobierno de Chile una presentación especial
del baile que había observado durante las celebraciones de Fiestas Patrias, y
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que no era otro que la cueca, declarando su admiración por un baile que
considera típicamente chileno.
mayoría de los ritmos nativos del continente siempre termina por arrojar una
de sus raíces conexa con España, de un modo u otro. En Ñuble, por ejemplo,
se baila la “sajuriana” o “secudiana”, una danza muy semejante a otros bailes
de la Península, pero mezclado con elementos de la cueca, como las ruedas y
el pañuelo, aunque pasado muy cerca del suelo y que incluye “escobillado” o
movimientos de pies semejantes a frotar los zapatos contra el piso. En Chiloé,
se baila igualmente la danza española “sirilla” o “seguidilla”, acompañada del
pañuelo cuequero. Se cree que esta influencia habría sido vital sobre el origen
de la popular cueca chilota. Los vascos trajeron su “zortzico”, también de
alguna posible influencia sobre la música cuequera nacional.
Otra de las razones por las que se ha creído identificar elementos de la
cultura blanco-hispánica en la cueca chilena, surge de la presencia de ciertos
elementos de la estructura musical que coinciden con algunos presentes en el
folclore español, como la existencia de los llamados “versos llaves”
(equivalentes a los que abren la canción) y los “versos guachos” (equivalentes
a los que se repiten al final de una copla).
La destacada folklorista chilena Margot Loyola, dotada del fino oído del
músico del que los investigadores históricos con frecuencia carecen, escribe
analizando la métrica de la cueca esta frase que puede reforzar la teoría del
origen hispánico:
“...la seguidilla de la cueca presenta 8 versos en vez de siete, como en origen
es la seguidilla de España. Esto ocurre por la repetición del 4º verso,
repetición que además lleva agregada al final el monosílabo sí por lo que el 5º
verso (o 9º de la cueca) pasa a ser un verso heptasílabo”.
Puede ser, entonces, que España haya colocado sobre la cueca chilena
muchas más influencias de las que podemos ver hoy en ella valiéndonos
únicamente del ojo (o la oreja, mejor dicho) del buen cubero.
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modo, los chilenos que partían al Perú por razones de trabajo, se establecían
de preferencia en territorio de Tarapacá, sumando unos 20.000. Luego, con la
construcción de los ferrocarriles encargada a compañías como la Meiggs y la
Casa Dreyfus, cuya política era dar preferencia al contrato de elementos
chilenos por su fama de laboriosos y organizados, otros 25.000 más viajarían
hacia territorio peruano. Era inimaginable, entonces, que el intercambio no se
diese por sí solo, alcanzando también aspectos de arte popular como la cueca.
A similar conclusión llegó, por ejemplo, la destacadísima musicóloga y
compositora Clarita Solovera, al afirmar que “la cueca fue llevada a Perú” por
los chilenos.
Confirmando estas afirmaciones, el español Ciro Bayo y Segurola
escribió sobre el baile boliviano “caluyo”, que presenció hacia 1897, esta
sorprendente y explícita observación:
“Báilase también frente a frente, y tiene muchas mudanzas y mucho parecido,
si no es lo mismo, con la zamba o zamacueca chilena, que aquí llaman cueca,
y es baile nacional por excelencia entre los criollos bolivianos y peruanos”.
Estas líneas fueron hechas precisamente en el período en el Perú decidió
cambiar el nombre de la cueca o chilena por uno que no le recordara a sus
enemigos de la Guerra del Pacífico, según veremos, con la paradoja de que el
mismo baile ha pasado a convertirse en su actual baile nacional. “La chilena” o
“zamacueca chilena” perduró por casi sesenta años con ese nombre en el Perú
y, por las influencias comerciales y humanas que se daban en la época,
también llegó con similar denominación a Bolivia y Argentina, donde se le
llamará simplemente “cueca chilena”. Una de sus diferencias con la cueca
chilena original parece ser sólo que se bailaba en dos pies en vez de tres.
Existen incluso registros en México sobre la presencia de un baile
llamado “la chilena” y sospechosamente parecido a la cueca, incluso en
detalles como el vestuario, la punta del vestido tomada por la mano de la
mujer durante el baile y el uso de los pañuelos.
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Llegó valiente, sí
fue su coraje
que terminó tres siglos
de coloniaje
La Patria amada, sí
con la bandera
que bordó con sus manos
doña Javiera
cuecas chilenas de aquellos años, que el folclore anónimo les dedicó una
canción titulada “Las chinganas son salones”, homenajeándolos con los
siguientes versos rescatados del olvido por González Marabolí:
Las chinganas son salones
y las fondas catedrales
Fue la obra de Carrera
Que siguió Diego Portales
Tesoro de la Patria
De dieciochera
Venerada reliquia
De los Carrera
De los Carrera, sí
y a la cristiana
fue el salón elegante
de la chingana
Y es la zandunga divina
la carrerina
El mismo sentimiento se repite en “Carrerinos a la Chimba”, donde
vuelve a aparecer la figura de Portales asociada al patriotismo de las clases
populares, a pesar de la campaña de demonización que han intentado levantar
sobre el ilustre ministro varios autores de corte americanista e izquierdista
asiduos al populismo literario:
Carrerinos de la Chimba
la Patria tuya no ha muerto
y el canto de la galleras
cubre Santiago y el Puerto
Sobre la tierra, sí
cariño santo
Sentían los chimberos
por nuestro canto
En Til-Til lo mataron
los asesinos
Su espalda está sangrando
sobre el camino
Sobre el camino, sí
Quién lo diría
El que era nuestra sangre
Nuestra alegría
Y es la Logia secreta
la Lautarina
que le entregó mi Patria
y a la Argentina
Y a la Argentina, sí
para el buen hombre
Sólo queda una cosa
morir como hombre
Ya juró Benavides
No se le olvide
Bien puede ser, sin embargo, que los ánimos antihispánicos que
perduraron largamente entre los rotos chilenos y las clases populares luego
del proceso de Independencia, hayan contaminado la visión de los
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Ni de bandera, sí
porque las colonias
van a escribir su historia
y hacer las leyes
Ya no más soberano
que el pueblo indiano
González Marabolí rescata otra vieja cueca del folclore chileno en donde
se da por entendido y seguro el origen netamente nacional de la misma, con
el título “Yo defiendo lo que es la cueca”:
Yo defiendo lo que es la cueca,
decía un roto chileno
porque el día que se pierda
la vamo’a echar de menos
Yo no desprecio el arte
que fue de reyes
porque sé que defiendo
las sagradas leyes
Sagradas leyes, sí
por lo que vale
Les pagó con su vida
Diego Portales
Y es lo mejor de Chile
la flor María
porque tiene las llaves
de la alegría
De la alegría, sí
y adiós las penas
con el grito sagrado
de la chilena
La cueca disfrazada
no vale nada
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ofensivos para la cultura cuequera chilena, como una “fonda gay” con
“huasos” homosexuales vestidos a la usanza de los movimientos gays
norteamericanos, durante las Fiestas Patrias del 2000, tocando supuestas
“cuecas” electrónicas. Además, al año siguiente el director del grupo de
folclore infantil “Los Grillitos” de Graneros, don Miguel Gutiérrez, denunció
públicamente al FONDART de haber postulado nada menos que seis veces al
fondo, siendo rechazado en todas ellas. La declaración la hizo al recibir en San
Vicente el premio “Gobierno Regional” por reconocimiento a su grupo,
desatando un momento de alta tensión, pero fue respaldado por varias voces
más que acusaron al fondo de mostrar una verdadera alergia hacia todo lo
que sea el financiamiento de proyectos relacionados con artes folklóricas y
tradicionales, especialmente en las provincias. Sólo en años posteriores el
fondo ha comenzado a extender algo de generosidad para con proyectos
relacionados con la verdadera cultura de cueca chilena.
El prejuicio es el hijo bastardo de la ignorancia, como sabemos. Así es
como, en la edición del desaparecido estelar de Canal 13 “Viva el Lunes” del 3
de julio del año 2000, estando de visita la famosa modelo y actriz francesa
Laetitia Casta, fue invitada a bailar un improvisado pie de cueca en el estudio
junto a uno de los tres conductores. La muchacha comentó, al terminar de
bailar, que le encontraba un gran parecido a la danza con el ritual de cortejo
de las aves. Muy inteligente observación que, sin embargo, ninguno de los
conductores ni los demás chilenos presentes en el programa supieron
responder haciéndole notar que, efectivamente, la cueca está inspirada en ese
rito de las aves. En lugar de congraciarla por su comentario, los animadores se
miraron nerviosamente y cambiaron el tema como si la acotación fuese
errónea u ofensiva.
Se recordará, por otro lado, el paso efímero de un tema llamado la
“cueca pulenta”, correspondiente a una cueca muy básica con letras tomadas
del “coa” delincuencial que algunos buscan confundir deliberadamente con la
figura antológica del roto chileno y su lenguaje, pero que, en rigor, no decía
absolutamente nada en su letra, violando una de las exigencias fundamentales
de la cueca. A pesar de ello, este tema ganó la competencia folclórica del
politizadísimo Festival de Viña de 1999, generando una gran cantidad de
críticas entre los propios cultores folclóricos. Confunde, además, que el autor
de este trabajo casi infantil haya sido un importante cultor y estudioso de la
cueca chilena, y que sus intérpretes sean otro valorado grupo nacional que,
entre otras cosas, ostentará el triunfo en el Festival de Huaso de Olmué en su
versión 2005.
Curiosamente, los sectores sociales más marginados, provenientes de
los estratos más bajos, honran permanentemente y sin experimentos extraños
estos bailes, en encuentros urbanos y rurales de notable valor cultural,
regadas de vino, tradiciones e historia. Generaciones jóvenes de músicos,
investigadores y seguidores de la cueca se han sumado fervorosamente a
estos sobrevivientes, convirtiendo la cueca en un arte de culto y en un
segundo idioma nacional.
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Nogal, que incluía un escenario. Famosas fueron las hermanas Tránsito, Tadea
y Carmen Pinilla Cabrera, que instalaron una fonda en Petorca, a una cuadra
de la plaza, y que, trasladadas a Santiago, actuaron en el Parral de Gómez y
en el Café de la Baranda, situado en la calle Monjitas, a una cuadra de la Plaza
de Armas. “La Petorquinas”, como se las conoció, tuvieron tanto éxito, que la
capital se cubrió de chinganas de San Diego hasta San Lázaro. Además,
fueron incluidas bailando cueca en la primera temporada de ópera que se
organizó en Santiago.”
(“Oyendo a Chile” de Samuel Claro Valdés)
Otros investigadores:
Carlos Vega
“En 1824 cobra rápida notoriedad en Lima un nuevo baile llamado Zamacueca;
a fines de ese mismo año o a principios del 1825 llega a Santiago de Chile y
en sus aristocráticos salones es objeto de cálida recepción; desciende
enseguida a los dominios del pueblo, invade todo el territorio de la República y
el fervor de un par de generaciones le da categoría de danza nacional;
evoluciona, sufre algunas modificaciones de externación y de forma, y se inicia
en el país, ya en la segunda mitad del siglo, la creación de melodías originales.
Hay desde entonces una Zamacueca chilena; pero como Zamacueca es
nombre demasiado largo, con sólo “cueca” se remedia la chilena apetencia de
brevedad. Desde el comienzo ha pasado de Santiago a Mendoza y a las demás
provincias argentinas inmediatas; después, hacia 1865, a Bolivia y el Perú, de
retorno. Estas repúblicas le añaden apellido: Cueca Chilena y, otra vez por
razones de brevedad, Chilena simplemente.
(Carlos Vega 1947).
Pablo Garrido
“La cueca, si no propiamente la zamacueca original, es su hija,
desprendimiento o ‘variante’ (como gustan llamar los folkloristas). En su forja
influyen rasgos comunes al cancionero popular colonial (sistema modal
occidental, formas estróficas desprendidas de patrones peninsulares),
enriquecidos por factores autóctonos amerindios y afroasiáticos, a la manera
de innúmeros bienes culturales que son de patrimonio común en el Nuevo
Mundo.
Pero su identidad -la de la cueca- es una sola: chilena. No hubo zamacuecas ni
cuecas ni en el Africa ni en España, por consiguiente no nos vino de fuera. es
pues, el símbolo más puro de nuestra identidad”
(Pablo Garrido 1976)
“Los especialistas que hablan de cueca no aportan ninguna luz... debido a que
ignoran por completo la disciplina de su técnica, no saben que el canto de viva
voz es de transmisión oral, ni que su riqueza en la expresión melismática de
sus incomparables melodías, pertenece a una gran escuela.
“Nadie conoce la pedagogía tradicional de Chile ni sabe hablar con soltura
sobre esta expresión. Lo único que tienen para dar y prestar son títulos.
“También cuando se escribe sobre la cueca, debido a que esta expresión fue
transformada en industria , se excluye el verdadero arte que es la música , la
poesía y la forma de su canto, porque el coloniaje niega, enreda y separa con
el único fin de crear etapas, modas y estilos.
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“Para matar la tradición del pueblo es que se le impone esa cueca mansa que
no le dice nada al chileno, sino que le causa fastidio, porque saben que sin
cultura propia no tendrá valores que defender.”
“Por eso es que para entender el arte del canto a la rueda hay que estudiar el
universo, los tiempos de la naturaleza y las líneas del hombre, porque todas
esas piezas o medidas forman un cuerpo completo y sin que nada se las
pueda quitar”
“Nuestro canto está metido dentro sin poder salir jamás de ese molde, sujeto
siempre a las leyes naturales, regla, compás, figuras numéricas, donde todo
su movimiento se guía por un concepto ordenado y total del universo y del
mundo, porque es un arte geométrico y matemático, tal como el juego de
ajedrez.”
Fernando González Marabolí
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