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OBJETIVO: Presentación breve del objetivo del encuentro: Favorecer una vivencia de

Dios en el silencio

MOMENTO DE ADORACIÓN

Canto: “Cuando cesan los ruidos” (CD Canto Interior I, nº 1)

Lectura de la Palabra: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me
ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre
y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros,
y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros
como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus
amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos,
porque el siervo no sabe lo que hace su señor: A vosotros os llamo amigos, porque todo
lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis
elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y
vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os
mando: que os améis unos a otros” (Juan 15,9-17).

“El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: "Si alguno tiene
sed, venga a mí, y beba el que crea en mí", como dice la Escritura: De su seno correrán
ríos de agua viva” (Juan 7, 37-38).

ORACIÓN DEL ALMA ENAMORADA

San Juan de la Cruz

¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te
ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita
tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por
ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras
aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?;
¿por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te
pido, toma mi cornadillo, pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres.

1. 1. ORAR EN AMOR Y AMISTAD

Oremos amando al amado Dios. San Juan de la Cruz dice: “El mirar de Dios es amar”, Dios
nos ama con mucha fidelidad, y lo mejor, es que nos ama mas, cuando mas estamos
necesitados de El, cuando muchas veces todos nos han dejado solo en nuestras dificultades,
el no nos abandona.

Oremos sintiendo la amistad con Dios. Es un trato amistoso, Dios y yo. Como nos enseño
Santa Teresa de Jesús, “Tratar de amistad, estando muchas veces a solas, con quien sabemos
nos ama”. Dios es nuestro amigo. Hemos hablado de estar preparado. Si estamos listos,
sentiremos lo que es estar con un amigo, entonces ya no estaremos tan preocupados de lo que
vamos a decir en este tiempo y disfrutaremos como es estar en un verdadero clima de amistad
divina.

1. 2. ORAR CON EL ALMA, EL ACCESO A DIOS

“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿Y qué podrá dar el
hombre a cambio de su vida (alma)? Mt 16:26

Es la oración un misterio. Existe un estado donde el amor de Dios es puro al extremo, es el


estado donde el alma ama a Dios y se hace dependiente de El. La oración hecha con toda el
alma, es la predilecta para el corazón de Dios, es la oración que le cautiva. Su influencia es
asombrosa. Diríamos que la oración es una corriente, un río manso de aguas fecundas que va
fertilizando lógicamente, con la lógica desconcertante de Dios, los caminos de las almas y
los mismos laberintos de ellas.

Arquímedes pedía un punto de apoyo para levantar la tierra. El hombre tiene en la


oración esa palanca colosal. Si podemos hablar así, diremos que la oración agiganta al
hombre y debilita a Dios. La fuerza del hombre y la debilidad de Dios (San Agustín). Al
enseñarle a orar Dios ha dado armas para ser rendido por el hombre, como lo fue Dios por
Jacob. Un alma unida a Cristo Jesús, orando salva al mundo.

1. 3. ORAR EDUCANDO EL ALMA

Estar frente a una cruz contemplado al crucificado, nos motiva a orar al Señor, si es frente a
la imagen de María Santísima, le rogamos que interceda por nosotros, si es algún santo, le
rogamos para que actúe milagrosamente a los que requerimos. Todo esto esta bien, pero no
debe ser para nosotros indispensable esto para que estemos dispuesto a orar.

Cuando sentimos la necesidad de estar con Dios en una conversación por lo que creemos
importante, solo tenemos que dirigirnos a El, no le pedimos una cita ni le preguntamos si esta
ocupado. Es algo muy sencillo dirigirse a Dios, pero requiere cierta conducta que debe
cuidarse, como por ejemplo no apurarse para hablarle. Es bueno estar compenetrado con las
palabras con las cuales nos vamos a dirigir. En otras palabras, tenemos que reavivar nuestro
corazón para que sea más sencillo comprender y sentir el misterio de dialogar con El.

Tenemos que evitar que nuestra mente vaya a otros pensamientos, y si este se nos va lo
debemos regresar al comienzo nuevamente y así de este modo, ir aprendiendo a no
distraernos mientras oramos.

Si alguna parte de nuestro diálogo nos inflama el alma, es bueno deleitarlo, porque es signo
de que nuestro espíritu de oración esta comenzando a intuir la presencia del gozo por orar y
que nos estamos consolidando en el espíritu de la oración.

Al terminar nuestro instante de oración, comencemos el resto de las actividades sin prisa,
meditemos el momento que hemos disfrutado y que sentido ha tenido para nosotros. No hay
momentos más dulces en nuestra vida que el amoroso dialogo con Dios, por cuanto después
de cada oración intentemos prolongar esa dulzura que hemos saboreado, así vamos educando
nuestro espíritu, es decir lo vamos encantado.

Si mantenemos esta actitud, nos iremos dando cuenta que se nos ira de nuestra mente ese
idea de que orar es aburrido, al contrario es fascinante, ya que toda palabra o pensamiento
bien invocado, nos dejará una huella imborrable y beneficiosa en nuestra alma. La
perseverancia, ira profundizando esta huella y nos traerá mas permanencia de Dios en
nosotros.

1. 4. ORAR DEJANDO AL ALMA A SOLAS CON DIOS

“El alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa”. (San Juan de la Cruz)

Si hemos logrado un acercamiento a Dios mediante la oración intima, es decir con las
palabras, sentimientos y oraciones que han ido brotando de nuestro corazón, hay que dejar al
alma a solas con Dios, que ella entre en dialogo, que ella se encumbre a Dios, se abra y se
refugie en el, y se quede en estado de confianza, de tal modo que pueda expresarle todo lo
que sienta, confesarle todo lo que anhela. Si logramos esto, nuestra alma se ira educando en
Dios.

Por tanto es muy importante que nos vayamos acostumbrarnos a dirigirnos a Dios. Dirigirnos
con el alma enamorada a El, con el alma entregada a El, buscando que ya no sea nuestra, sino
que toda de El.

Dios es el creador de toda la naturaleza, esa es nuestra fe y toda palabra que viene de Dios es
sabiduría plena, nadie es más justo que El y El lo dirige todo. Si todo esto esta en nosotros,
y si estamos conciente de que Cristo Jesús ha venido para salvarnos, y que tenemos de regalo
la gracia, de un Dios amoroso, de un Cristo Jesús que se conmueve de todo sufrimiento
humano, el mismo Cristo que lloró al ver el llanto de María (Resurrección de Lázaro, Jn
11:38-44.). Esta emoción y lágrimas de Jesús, es una emoción profunda, legítima y
bondadosa del Señor ante la muerte de su amigo, a quien Jesús amaba. En esas lágrimas de
Jesús, quedaron santificadas todas las lágrimas que nacen del amor y del dolor de cada
cristiano. La conciencia de a quienes nos dirigimos, el saber a quien nos entregamos con todo
el corazón, su calidad y su actuar sobre nosotros, ira formando al alma para deleitarse de estar
con El. Parece un poco rudo decir: deja que Dios te ablande el corazón, pero si se lo
entregamos sin restricción, nuestra alma comenzará a fluir en rica oración.

El alma unida a Dios se diviniza de tal manera que llega a pensar, a desear y obrar
conforme a Jesucristo. (Santa Teresa de Jesús)

1. 5. ORAR AMANDO A DIOS

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os
persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y llover sobre justos e injustos. (Mt 5,43-48)
Habíamos comentado de orar en amor y amistad, ahora exponemos: como orar amando a
Dios. Comenzamos reconociendo que el amor solo es verdadero, si expresa un sentimiento
real, sólido y estable, ansioso de encuentro y unión con el amado. Orar amando a Dios, debe
expresar esos sentimientos ansias de encuentro con el amado. “Mi Amado es para mí y yo
para mi Amado” (Cantares 2, 16)

El amor es dar y darse, es renunciar a los deseos propios por los del ser amado sin considerar
que esta renuncia es un sacrificio. El amor verdadero desea profundamente el bien y la
felicidad plena del ser que ama.

Dios nos ama y nosotros amamos a Dios. Pero este amor no es como lo entienden
comúnmente los hombres, salvo que haya vivido una experiencia de Dios enriquecedora.

¡OH, Señor mío! ¡Qué delicada y fina y sabrosamente sabéis tratar a quienes os aman!
(Santa Teresa de Jesús V 25, 17).

Pero los hombres no somos muy finos para tratar a muchos hijos de Dios, que se deleitan por
ser espirituales y no se abstraen para nada de las cosas de Dios. Incluso, si en un instante
caen, nos place criticarlos. Pero esto no es nuevo, hay muchos casos en nuestra historia
cristiana donde hombres iluminados han vivido en la oscuridad por ser considerados “Bichos
Raros”. Un gran ejemplo es San Juan de la Cruz, quien sintió en su piel la monición muy
utilizada de que nadie es profeta en su tierra. A pesar de haber vivido años muy duros desde
su juventud, tiempo en que su hermano Luis murió de hambre, es un hombre empapado de
amor, delicado y sensible. “Donde no hay amor, ponga amor y cosechará amor”, pensaba el
Santo Poeta incansable buscador del amor que también decía: “El alma que anda en amor,
ni cansa, ni se cansa”.

San Juan de la Cruz, define el amar a Dios así: “Amar es trabajar en despojarse y desnudarse
por Dios, de todo lo que no es Dios”. Es decir, cultivando el amor, el alma creada por Dios
se acerca a los propósitos para la cual fue establecida. En la oscuridad de la noche, San Juan
de la Cruz deslumbra y con claridad, mira sus propias raíces y ve como el hombre es como
Dios, de quien fuimos creados a su imagen y semejanza. “sed perfectos como es perfecto
vuestro Padre celestial” (Mt.5, 48)

Para orar amando a Dios, es necesario que en nuestro corazón no existan cosas que no son
de Dios. Es decir no podemos tener pensamientos malos al acercarnos a El. Entonces al
iniciar el día, nuestros primeros pensamientos sean el predisponernos a tener un día santo.
Iniciemos la mañana alabando a Dios, para que nuestro espíritu se incline a que tengamos un
día dedicado a hacer el bien, a pensar bien y a que todo cuanto hagamos sea para obrar bien.
Esta decisión nuestra nos ayudara a recordar a Dios durante todo el día. La permanencia de
Dios en nuestra alma y mente, mejorara el acercamiento espiritual, y nos acostumbrará a un
dialogo constante de hijos a Padre y de padre a Hijo de tal modo, que nuestro corazón lleno
de amor por Dios, se gozará no solo de su compañía, sino que se ira preparando para el
encuentro cara a cara con El, cuando seamos llamado a vivir la vida eterna.
¡OH, Jesús y Señor mío! ¡Cuánto nos ayuda aquí vuestro amor!, porque éste tiene
cogido al nuestro, que no le deja libertad para amar en aquel momento a nadie y nada,
más que a Vos! (Santa Teresa de Jesús V 14, 2; CN 4).

1. 6. ORAR, ENAMORANDO NUESTRA ALMA

Hemos comentado que el alma le da al hombre acceso a Dios. Meditar sobre este punto,
ciertamente nos permitirá enriquecernos de amor hacia Dios. Una alma llena de Dios,
entregada y dirigida a El, podrá sentir con mucha fuerza el deseo de encumbrarse hacia EL y
abrirse con gran confianza. Esto nos traerá otro beneficio, nos iremos acostumbrarnos a
mantenernos en mejor estado de gracia, porque irremediablemente, ya no permitiremos que
nuestra vida caiga y acepte malas acciones. En efecto, un corazón y alimentado del amor de
Dios, solo hace cosas buenas, en cambio un alma influenciada por el mal, solo cosas malas.

Pero tenemos que tener mucho cuidado en jactarnos de que somos los preferidos de Dios por
el solo hecho que hemos tomado la determinación de ser de El. Nunca debemos perder el
temor de Dios, entonces a través de la oración no dejemos de rogar que nos instruya en todos,
y que sea El que dirija nuestros pasos para no caer en errores. — Los amigos viejos de Dios
por maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre todo lo que les puede hacer falta–. (San
Juan de la Cruz AV)

Un alma enamorada de Dios, esta permanentemente en oración. Pero al mismo tiempo estará
expuesta a ser bombarda por mucha gente que no está interesada en Dios, y oirá cosas que
pueden desconcertarle. Si eso nos sucede, mantengamos nuestro corazón puro y a solas con
Dios, es decir no lo dejemos contaminar. — El espíritu bien puro no se mezcla con extrañas
advertencias ni humanos respetos, sino solo en soledad de todas las formas, interiormente,
con sosiego–. (San Juan de la Cruz (AV 28)

Pero ante todo, para enseñar al alma a enamorarse de Dios, le debemos enseñar que debe
permanecer siempre humilde ante EL. El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde
y paciente. (San Juan de la Cruz AV.29). Esto significa sentirse dependientes en todo de
Dios y para todos los acontecimientos diarios, para cada una de nuestras necesidades. Por
cuanto durante el día, desde el corazón del corazón, vayamos solicitando la asistencia de Dios
y agradeciendo cuanto El hace por nosotros.

“En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesús quiere de vosotros” (1ª Tes.5,
18)

Cada cual debe conocer cuales son sus formas de expresarse con Dios, es algo en lo cual no
podemos intervenir. Los siguientes son consejos sencillos y pueden serles válidos para ir
acostumbrándose a dirigirse a nuestro Padre. Bendigamos siempre a Dios. Si terminamos
algo y nos ha resultado bien, “Bendito seas Señor. Estamos en peligro de caer en falta
pidamos: “Sálvanos Señor, que nos hundimos”. Estamos tomando un camino equivocado:
Señor, se mi guía, oriéntame para no equivocarme de camino. No se donde acudir: Señor,
que no me desorienten mis pasos. Si hemos faltado: “Señor, ten piedad”. También, podemos
pedir a María Santísima que nos socorra, recordando que una buena madre, jamás abandona
a su hijo. María Madre de Dios, estuvo al pie de la Cruz. Todo esto, nos entrenará para
acostumbrarnos a dialogar con Dios y será parte de nuestro aprendizaje en el camino de
enamorar nuestra alma de Dios.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Oración

Te bendecimos, Padre. Tus manos de alfarero amasan nuestro barro. Tu confianza en


nosotras nos llena de asombro. Con qué gozo nos has traído al desierto para hablarnos
al corazón.

Te damos gracias, Jesús. Eres todo para nosotras. Tu presencia ahuyenta los miedos.
Alumbra nuestro camino. Día a día se agranda tu amor en nuestros corazones.Te fías de
nosotras para la hermosa aventura del Reino.

Te alabamos, Espíritu Santo. Dador de Vida. En la interioridad del mundo mantienes viva
la fuente del amor. Sales a la vida embelleciéndolo todo, con dones creativos. Haces que
voces diversas, personas diversas, formen una sinfonía de alabanza y de servicio en
medio de la Iglesia.

SÍMBOLOS: Colocados sobre el altar están: El Pan de la Palabra y un saquito de tierra

(Se invita a cada uno a recogerlos antes de salir del Oratorio para que les acompañen
durante la mañana)

MOTIVACIÓN de la experiencia de la Mirada contemplativa

Se invita a mirar atentamente el lugar que nos acoge, el entorno o el paisaje para
descubrir algún símbolo con el que podamos identificar la experiencia que estamos
viviendo.

Momento de mirada silenciosa. Momento para compartir el símbolo encontrado con una
oración

Exposición del santísimo sacramento

Canto de adoración y aclamación al santísmo

Silencio para reflexionar y hacer examen de conciencia:


Nos dice San Pablo en la carta a los Filipenses 2,5: “Tengan los mismos sentimientos
de Cristo Jesús...”

La Virgen María nos habla directamente a nosotros desde el Evangelio, y nos da este
consejo en el que resume toda su enseñanza :”Hagan todo lo que Él les diga...” (Jn.
2,5)

También Jesús nos pidió: “Permanezcan en mi...El que permanece en mi, y yo en él,
da mucho fruto...” (Jn. 15,4-5). En otra ocasión nos dice: “Yo soy la puerta, el que entra
en mi se salvará...” (Jn. 10,9).

Teniendo en cuenta todo esto queremos hacer un examen de conciencia fijando nuestra
mirada en Jesús que está frente a nosotros en la Eucaristía, repasando sus palabras,
sus enseñanzas y su ejemplo a través del Evangelio.

Antes de empezar recordemos lo que Cristo dijo de la pecadora que derramó perfume
sobre los pies: “Porque AMO MUCHO, se le PERDONÓ MUCHO” (Lc. 7, 47).

“Padre quiero que los que tu me diste estén conmigo donde yo esté...” (Jn. 17,24)

Poco tiempo antes de morir Jesús rezó a Dios Padre pidiendo por todos nosotros y esta
fue una de las cosas que el pidió. ¿Estamos donde está Cristo? ¿Tratamos de estar
siempre cerca suyo? ¿Es Cristo el centro de nuestra vida espiritual? ¿Tratamos de
conocerlo, de imitarlo...?

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a los otros, que como yo os he
amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn. 13,34-35)

“Como yo os he amado”...¿Cómo nos amó Jesús? Trata de recorrer la vida de Jesús,


sus actitudes...y pensa ¿cómo no ama Jesús? ¿Se parece mi amor a los demás al amor
de Jesús? ¿Cómo es mi amor? ¿Qué tengo que cambiar para hacerlo más semejante
al amor de Jesús?.

San Pablo en su 1ra carta a los Corintios 13,1-3 nos ayuda dándonos una descripción
de cómo debe ser nuestro amor. Trata de detenerte en cada una de las características
que tiene el amor.

“El amor:

Es paciente

Es servicial

No es envidioso

No hace alarde

No se envanece
No procede con bajeza

No busca el propio interés

No se irrita

No tiene en cuenta el mal recibido

No se alegra de la injusticia

Se regocija con la verdad

Todo lo disculpa

Todo lo cree

Todo lo espera

Todo lo soporta

El amor no pasará jamás...”

“Estad siempre alegres en el Señor, otra vez os lo digo, estad siempre alegres. Que
vuestra bondad sea conocida de todos...” (Fl. 4, 4-5)

¿Soy una persona alegre? ¿Transmito mi alegría a los demás? ¿Trato de alegrar la
vida de aquellos que me rodean? ¿Llevo la alegría a mi casa, a mi clase, entre mis
amigas...? ¿Qué motivos tengo para estar alegre?.

“Ustedes son la sal de la Tierra...” (Mt. 5,13)

Una comida sin sal no tiene gusto a nada. Jesús no dice que debemos ser “sal” en la
vida de los demás. ¿Trato de hacer más agradable la vida de los demás? ¿veo si tienen
algún problema y trato de ayudarlos? ¿trato de acompañar a los que están más solos?.

“Padre nuestras ofensas como nosotros perdonamos a lo que nos ofenden... Si


perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a
ustedes...” (Mt. 6, 12.14)

¿Soy sincero cada vez que rezo el Padre Nuestro? ¿Sé perdonar a los que me ofenden?
¿Soy rencoroso? ¿Me cuesta olvidarme cuando alguien me pelea o me hace algo malo?
¿Se disculpar los defectos de los demás? ¿Trato de convivir con sus defectos o estoy
todo el tiempo marcándoselos? ¿Pido perdon cuando soy yo el que ofendo o lastimo a
los demás?

“Ve a reconciliarte con tu hermano...trata de llegar enseguida a un acuerdo con tu


adversario...” (Mt. 5,24-25)
¿Sé terminar una pelea aunque el otro empezara? ¿Busco reconciliar otros cuando se
pelean? ¿Cuándo alguien intenta reconciliarse conmigo se lo hago más fácil o pongo
condiciones?

Un centurión le pidió a Jesús que fuera a curar a su sirviente diciéndole: “Señor yo no


soy digno de que entres en mi casa, basta una palabra tuya y mi sirviente se sanará”.
“Al oír estas palabras Jesús se admiró de él... ni siquiera en Israel he encontrado tanta
fe” (Lc. 7,9).

En otra ocasión Jesús se encontraba en Jerusalén y muchos creyeron en su nombre al


ver los signos que realizaba. “Pero Jesús no se fiaba de ellos porque los conocía a
todos...el sabe lo que hay en el interior del hombre...” (Jn. 3, 24)

¿Cómo es mi fe? ¿Puede Jesús admirarse de mi fe? ¿Desconfiaría Jesús de mi Fe


como desconfío de la fe de aquellos judíos? ¿Le creo a Jesús todo lo que me dice?
¿Confío yo en Él? ¿Sé como el centurión que sólo una palabra de Jesús basta para
sanarme?

Jesús curó a un endemoniado. Cuando la gente del lugar se enteró de lo que había
pasado: “...le rogaron que se fuera de su territorio”

Algunas veces la presencia de Jesús en nuestra vida exige compromiso. ¿Qué hago
entonces? ¿Lo sacó de mi vida? ¿Lo ignoro? ¿Vivo como si no existiera? ¿Lo invito a
pasar a mi grupo de amigas? ¿Lo invito a mis diversiones, a mis salidas...?

“Aquí tienes a tu Madre” (Jn. 19, 27)

Este fue el último regalo que nos hizo Jesús en la Cruz, era el último que le quedaba y
también nos regaló. Nos regaló a su Madre para que fuera Madre nuestra. ¿Es
realmente mi Madre? ¿Acudo a ella? ¿Me porto realmente como hijo suya? ¿Trato de
imitarla en todo? ¿Que puedo aprender de Ella?.

En las bodas de Caná fue la primera en ver que no tenían vino. ¿Presto yo atención a
las necesidades de lo demás? ¿Sé descubrir lo que los otros necesitan aunque no me
lo pidan?

Aunque ella también estaba embarazada fue a visitar a su prima Isabel. ¿Soy capaz de
mirar primero las necesidades de los otros antes que la mía? ¿Puedo dejar lo que yo
quiero para después? ¿Puedo hacer algún sacrificio para el otro?

Seguramente no comprendía todo lo que sucedía pero ella guardaba cada palabra en
su corazón. ¿medito yo las palabras de Jesús? ¿Soy capaz de esperar o quiero
entender todo de golpe? ¿Están las palabras de Jesús grabadas en mi corazón?

Finalmente encontramos a María a los pies de la Cruz. ¿Estoy yo a los pies de la cruz
de Jesús? ¿Cargo con las cruces pequeñas o grandes que tengo en mi vida? ¿Me quejo
todo el tiempo? ¿Me rebelo contra ellas? ¿Ayudo a lo otros a cargar sus cruces?
“No juzguen según las apariencias” (Jn. 7, 24) “El que no tenga pecado que arroje la
primera piedra...” (Jn. 8, 7)

¿Soy duro cuando juzgo a los demás? ¿Pienso bien en los otros o enseguida emito un
juicio sobre todo lo que hacen? ¿Juzgo a los demás según las apariencias o se mirar
al corazón de las personas como lo hacía Jesús? ¿Trato de comprender porque toman
determinadas actitudes, trato de ayudarlos?

“Jesús era el comentario de la multitud...” (Jn. 7, 12)

¿Está Jesús presente en mis conversaciones? ¿De qué hablo con mis amigas? ¿Y con
mi familia? ¿Hablo alguna vez de Jesús con ellos? ¿Hablo sobre cosas importantes?
¿Sé hacer silencio cuando es necesario? ¿Se escuchar a aquellos que pueden
ayudarme?

“Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón...” (Mt. 6, 21)

¿Es la Eucaristía el tesoro de mi corazón? ¿Dónde está mi tesoro? ¿En qué personas,
cosas tengo puesto mi corazón? ¿Qué cosas son importantes para mi? ¿ A qué cosas
le dedico tiempo y esfuerzo?

“Cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu padre que está en lo
secreto, y tu Padre que ve los secretos te recompensará” (Mt. 6, 6) “Pidan y se les dará,
busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá....” (Mt. 7, 7).

¿Cómo es mi oración? ¿Confío en que Dios me escucha? ¿Soy perseverante en la


oración? ¿Cómo rezo? ¿Dónde rezo? ¿Por quién rezo? ¿Pido a Dios por las
necesidades de los demás? ¿Rezo solo cuando tengo algo que pedirle a Dios? ¿Le doy
gracias por lo que me da? ¿Trato de conocer mas a Dios a través de mi oración? ¿Voy
a Misa todos los domingos? ¿Cómo participo de la Misa? ¿Voy sólo para cumplir?

“Todo el que escucha la palabra que acabo de decir y la pone en práctica, puede
compararse a un hombre sensato que edifico su casa sobre roca, cayeron lluvias...
soplaron los vientos y sacudieron la casa, pero ésta no se derrumbó porque estaba
construida sobre roca...” (Mt. 7, 24)

¿Puedo compararme con ese hombre sensato? ¿Trato de practicar con la palabra de
Jesús? ¿Soy coherente entre lo que creo y lo que vivo? ¿Cuál es la roca sobre la que
construyo mi casa? ¿Si cayeran las lluvias y soplaran los vientos sobre tu casa qué
pasaría? ¿Se derrumbaría, aguantaría?

“Cualquiera que sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón teniendo en cuenta
que es para el Señor...” (Col. 3, 23) ¿Pienso alguna vez que todo lo que hago por más
chiquito que sea es para el Señor? ¿Cuál es mi trabajo hoy? ¿Cuáles mis
responsabilidades? ¿Cómo hago las cosas que tengo que hacer cada día? ¿Rápido,
para sacármelas de encima? ¿Trato de hacer las cosas lo mejor que puedo?
“Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda
compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura , la paciencia...” (Col. 3,
12)

¿Me siento amado, elegido por Dios? ¿Quiero ser santo? ¿Me lo propuse? ¿Me
compadezco de los demás? ¿Acompaño a mis amigos cuando sufren? ¿Soy humilde?
¿Reconozco todos los dones que Dios me dio? ¿Soy paciente con los demás? ¿Y
conmigo mismo? ¿Tengo paciencia en mis defectos?

Finalmente recordemos las palabras de San Pablo a los Romanos:

“Todo depende no del querer o del esfuerzo del hombre, sino de la Misericordia de Dios”
(Rom. 9, 16)

“Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”

Debemos dejar actuar la gracia de Dios en nuestro corazón.


“DÉJENSE RECONCILIAR CON DIOS...” (2 Cor. 5, 20).

Antes de la bendición con el santísimo sacramento rezamos:

Oración a San Francisco de Asís

Señor haz de nosotros un instrumento de tu paz,

Que donde haya odio, pongamos amor,

Donde haya discordia, pongamos unión,

Donde haya error, pongamos verdad,

Donde haya duda, pongamos Fe,

Donde haya desesperación, pongamos esperanza,

Donde haya tinieblas, pongamos luz,

Donde haya tristezas, pongamos alegría.

Oh Maestro, que no busquemos tanto:

Ser consolados, como consolar,

Ser comprendidos, como comprender,

Ser amados, como amar.

Porque:
Dando, recibimos,

Olvidando, encontramos,

Perdonando, somos perdonados,

Muriendo resucitamos a la vida eterna.

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