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La definición de los árboles fuera del bosque, neologismo aparecido en 1995, no es directa,
pues se trata de una noción definida con relación al bosque y por defecto. Según la FAO, se
trata de los "árboles en tierras que no pertenecen a la categoría de bosques (o tierras
forestales) ni a la de otras tierras boscosas". Según esta definición, los árboles fuera del
bosque están localizados en las "otras tierras", es decir, en tierras agrícolas, en tierras con
construcciones (establecimientos humanos e infraestructuras) y en las tierras desnudas. Sin
embargo, pueden surgir muchas ambigüedades puesto que, por una parte, no está siempre
clara la frontera entre lo que se define como bosque y lo que no lo es y, por otro lado, existen
varias definiciones de bosque.
En todos los países, los árboles se encuentran ante muchos peligros y tienen potencialmente
diversos usos. Esto es mucho más evidente para los árboles fuera del bosque, pues los
peligros surgidos proceden sobre todo de la sociedad y los beneficios derivados son más
numerosos y solicitados. Ésta es quizá una de sus principales características. Las funciones
que desempeñan en el campo social, el económico y el ecológico son también determinantes
para la calidad de vida de las poblaciones, el sostenimiento de las economías nacionales y la
protección del medio ambiente.
Acusadas generalmente de explotar en exceso los recursos, las poblaciones, que conocen bien
el abanico de posibilidades de los árboles fuera del bosque, representan realmente y en cierto
modo un importante papel como guardianes de los mismos, tanto espontáneos como
plantados. Es sabido que los árboles fuera del bosque representan para los seres humanos y
los animales una fuente alimentaria importante, contribuyen al equilibrio nutricional y
forman parte de los tratamientos de la salud. En ciertas regiones del mundo, una parte nada
despreciable de la madera para energía, de la de construcción y de la de uso doméstico
proviene de los árboles fuera del bosque. Se sabe igualmente que los sistemas agroforestales
y los huertos son fuente de leña y madera de construcción. Dinámica y evolución
La importancia de los árboles fuera del bosque, fácilmente percibida a través de sus usos y
servicios, está muy poco definida por datos y estadísticas a escala mundial. A falta de esta
información, es difícil apreciar la dinámica de los árboles fuera del bosque, dado que con
frecuencia está ligada a la de los bosques y la demografía. Los estudios a escala local
muestran, según los casos, unas dinámicas de reducción o ampliación de la cubierta arbórea,
pero no permiten percibir si los recursos arbóreos de las tierras agrícolas mitigan la reducción
de los bosques.
Las instituciones forestales extienden generalmente sus facultades a la gestión de todos los
recursos forestales, incluidas las formaciones bajas y densas y los medios salpicados de
árboles. Los árboles fuera del bosque se rigen por las legislaciones forestales o agrícolas, a
veces por las dos, y a veces no dependen de ninguna de ellas. Las leyes forestales definen las
tierras forestales y raramente al árbol. Frecuentemente se ha observado un desfase entre el
estado jurídico de las tierras y su cubierta forestal, no concordando sistemáticamente ambos.
Las leyes forestales pueden aplicarse a todo el espacio con vocación para llegar a ser forestal
y, finalmente, dan competencia a la administración forestal para actuar en una gran parte del
territorio, incluso en tierras agrícolas. Algunas leyes han tenido en cuenta los sistemas rurales
de producción, permitiendo a las poblaciones intervenir en la gestión y explotación de los
árboles. Ciertos países se desmarcan al haber transferido, en el plano legislativo, derechos a
los usuarios, lo que puede estimular a los usuarios del árbol para la plantación. Sin embargo,
las legislaciones nacionales tratan insuficientemente las cuestiones de inversión privada en
los recursos leñosos, incluso para las áreas situadas fuera del bosque.
Los árboles situados fuera de los sistemas y poblaciones forestales dependen tanto del
dominio privado como del público. En el plano jurídico o en cuanto a la propiedad, el estado
de las tierras donde se desarrolla el árbol determina muchas veces, en primer lugar, los
derechos; a continuación se tiene en cuenta el hecho de que el árbol haya sido plantado o no.
La tenencia del árbol depende de la naturaleza del árbol (silvestre, plantado), de los usos
(subsistencia, comercial) y del régimen de propiedad (privada, comunitaria). En los países
industrializados, la propiedad del suelo supone con frecuencia la propiedad de los recursos
que prosperan en este suelo, por encima y por debajo, y por ello orienta el acceso a los
recursos. En los países en desarrollo, es frecuente que la apropiación del árbol preceda y lleve
consigo la de la tierra, como lo atestiguan hoy día las estrategias de propiedad desplegadas
por los colonizadores.
1.4. Apropiación y usos locales
En un tiempo en que se multiplican las situaciones de crisis, no sólo económicas sino también
sociales y familiares, las fuentes de ingresos se restringen, las desigualdades sociales se
ahondan y los planes de producción se modifican. La escasez de mano de obra para muchas
explotaciones familiares influye en la intensificación de los sistemas de producción. Dado
que los árboles requieren menos trabajo que los demás cultivos, la arboricultura puede llegar
a ser interesante.
Todas estas prácticas de gestión, que pretenden ante todo la perpetuidad de los sistemas de
producción, se basan en los conocimientos técnicos nativos o locales, que han evolucionado
con el tiempo para adaptarse a las incertidumbres ecológicas, económicas y políticas. Esta
relación entre el hombre y la naturaleza está todavía muy poco analizada, debiendo
profundizarla para describir no sólo los usos y prácticas, sino también las percepciones que
tienen hombres y mujeres de su medio ambiente. Ella es portadora de significados que se
interpretan a través de lenguas y culturas y que informan sobre los conocimientos de las
poblaciones en materia ecológica. Dar cuenta de la sabiduría de las sociedades humanas es
comprender el sentido que dan a sus recursos naturales, entre los cuales los árboles fuera del
bosque constituyen un eslabón indispensable.
1.5. Hacia una gestión integrada
El estudio de la evolución de las relaciones entre las sociedades y los recursos arbóreos pone
de manifiesto la estrecha relación entre pobreza y sobreexplotación. Conviene, pues, volver
a situar a las sociedades en el centro de las cuestiones que tratan de la sostenibilidad de los
ecosistemas, cuidando de que haya un reparto y distribución más igualitarios de los recursos
y beneficios. Algunos trabajos han tenido en cuenta la inadaptación de los paquetes
tecnológicos, en cuanto a coste, y a la interiorización cultural y la degradación ecológica.
Ciertas opciones agronómicas modernas, a través de sus intervenciones sectoriales,
ignorando el fundamento de la racionalidad técnica y socioeconómica de los campesinos, han
contribuido a destruir los lazos que existían entre el árbol, los modos de producción y la
población. Estas opciones, aunque generan divisas indispensables para las economías
nacionales, perturban los modos tradicionales de gestión.
En adelante, unas estrategias eficaces de promoción y apoyo no pueden disociar los objetivos
políticos de las obligaciones económicas y sociales. Las soluciones deben ser contempladas
conjuntamente por los diferentes agentes, y las medidas de acompañamiento, respetuosas con
las opciones consideradas, deben estar inscritas en un marco institucional adaptado a la
realidad.
Para mostrar la diversidad de los sistemas, en que se encuentran los árboles fuera del bosque
y las problemáticas correspondientes, se han escogido tres ejemplos. Cada uno de ellos nos
remite a cuestiones tratadas en los anteriores capítulos, ya sea sobre la propia definición del
árbol fuera del bosque, sus funciones ecológicas y económicas o su lugar en la ordenación
integrada del territorio.
El tercer ejemplo es el de los sistemas lineales, urbanos y rurales, cuya importancia es muchas
veces menospreciada. Aunque en el medio urbano hay casi siempre una conciencia clara de
su interés, no ocurre así en las zonas rurales, donde, con mucha frecuencia, desaparecen,
víctimas de la concentración parcelaria o intensificación agrícola. Su gestión, incluso su
conservación, depende de una política de ordenación integrada del territorio, que debe tener
en cuenta, ante todo, el contexto social en que se inscriben estos sistemas lineales.