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ERA UNA VEZ UNA COMUNIDAD

Era una vez una Comunidad, donde trabajaba un sacerdote que vivía diferente
de todos los que conociste.
En la Comunidad él creaba vínculos de amistad, por eso no decía: “nadie está
más cerca de Dios como yo, ni sabe lo que yo sé”, ni hablaba así: “Ustedes
harán lo que yo les diga, les guste o no les guste, porque yo soy el Párroco”.

Insistía que no era él sólo quien tenía que evangelizar; que todo el mundo tenía
el deber y el derecho de evangelizarse para poder evangelizar.
“Nadie convierte a nadie”; “nadie da la experiencia de Dios”; “las personas son
las que se evangelizan unas a otras, y eso es formar la Comunidad cristiana”....

Después de ver los sacramentos de la vida, él siempre pedía nuestra opinión,


pues, las bellas palabras que decía ya estaban en nuestro corazón.
Nos sentábamos siempre en círculo en los Sacramentos y en las reuniones, e
íbamos tomando conciencia de toda la vida incluida nuestra la Fe de Jesús de
Nazareth.

Nunca se cansaba de repetir: “sólo tiene valor nuestra vida para el Reino si
ayudamos a transformar el mundo y si ayudamos a los pobres a superar sus
problemas”.
Y en aquella Comunidad se formaba todo el día en nuestra humilde cabeza una
linda utopía:
¡Podemos cambiar el mundo! ¡Para eso sirve vivir en Comunidad!
¡Para construir el mundo como Dios lo quiere para eso es la Iglesia!

Era así como se vivía en la Comunidad de ese sacerdote y al final de cada mes
no tenía largas filas de confesiones, ni la gente se sentía angustiada o
deprimida por los retos de la vida.
Cada uno iba diciendo si se sentía cristiano porque se auto-evaluaba e iba
cambiando.

¿Tú también vas hoy a la Iglesia? ¿Tú también tienes tu sacerdote?


¿Y tú cómo te evalúas como cristiano?
¿Cuánto haz cambiado en tus razones y sentimientos al estilo de Jesús?
¿Qué haz aportado al mundo con tu vida?

No te extrañes de una cosa: si acaso tu sacerdote no te trata como persona no


reconocerá tu valor.
Si contigo nada aprende, si nada te puede escuchar y apenas en la confesión
es donde te puedes expresar.
Si no habla de justicia, si no quiere transformación, si no ve en la Comunidad
cristiana un instrumento de la pastoral social.

Si él nunca pone afecto en su trabajo y si él sólo pretende evangelizar.


Háblale a él de ese sacerdote que te acabo de narrar,
Cuéntale a él de esa Comunidad donde se puede testimoniar el Evangelio.
Quién sabe si él te escuche y juntos puedan vivir, la fascinante aventura deL
Señor Jesús que se llama vivir en Comunidad.
NO ES PÁRROCO…
-Un sacerdote revestido de poder eclesial para mandar a los laicos, administrar
el dinero y ocuparse totalmente de salvar las almas de los fieles a él confiadas.
-Un sacerdote extraño que transita por un tiempo para hacer lo que se puede y
como él quiere, el quehacer pastoral de una comunidad cristiana.
-Un sacerdote que cree que lo mejor empieza con él y descarta todo lo anterior
porque cree que la historia de la Parroquia comienza y termina con él mismo.
-Un sacerdote que sólo le importa que la gente reciba los sacramentos que le
falten, sin la comprensión de los mismos ni el incremento de la gracia de cada
uno de ellos.
-Un sacerdote que vea con ojos de indiferencia o insolidaridad a la gente y a la
Comunidad como un simple requisito para obedecer al Obispo quien le pidió
estar allí.

PERO: SI ES PÁRROCO…
-Un sacerdote que pretende configurarse con Jesús y entregar generosamente
su vida con cada persona, cada momento y cada día en la Comunidad a él
confiada.
-Un sacerdote que su único poder sea el servir y desgastarse por amor al
Reino y a su Comunidad.
-Un sacerdote que cada día sea sencillo en el trato, comprensivo en cada caso
que se le presente, claro en su mensaje y respetuoso en la dignidad de cada
persona por ser hija o hijo de Dios.
-Un sacerdote hombre de la comunidad y para la comunidad, sin favoritismos ni
prejuicios.
-Un sacerdote que une siempre la fe con la vida, la oración con la acción, el
individuo con la comunidad, el pasado con el presente, la Gracia con la
responsabilidad y los sacramentos con los gozos y sufrimientos de la
Comunidad.
-Un sacerdote que hace equipo con su Comunidad y juntos con su Obispo,
porque este es el principio de la apostolicidad.

NO ES PARROQUIA…
-Un templo edificado por muy bonito, funcional, grande y antiguo que sea.
-Un espacio relativo en un delimitado territorio, que le es confiado a uno o más
sacerdotes para ocuparse tan solo de servicios religiosos del catolicismo.
-Una tradición inamovible que se viene sosteniendo por muchos años, para no
cambiar las costumbres de los católicos.
-Un grupo de gente dividido en dos bandos: el clero y los laicos. Y además, con
marcado clericalismo; es decir: el que sabe mandar y los que saben obedecer.
-Un grupo de gente que se divide por muchas causas; entre ellas los distintos
trabajos y las maneras de pensar, sentir y actuar; como si Jesús nunca hubiera
proclamado “que todos sea uno como el Padre y Él son unidad”.
-Una comunidad crucificada por la rutina: hace lo mismo, de la misma manera,
para hoy, mañana y siempre.

EN CAMBIO, SI ES PARROQUIA…
-Una Comunidad de Comunidades: sencilla, dinámica, en movimiento
constante, cuyo centro no es ni el Sr. Obispo ni el Sr. Párroco sino el Señor
Jesús.
-Los grupos del Señor Jesús que se unen para Creer, Reflexionar, Celebrar y
Vivir la fe que los apóstoles nos heredaron.
-Cada persona que siente la necesidad de ser evangelizada para poder
evangelizar; donde si hay favoritos y, son los del Señor Jesús: los pobres; y
ellos nos evangelizan muchísimo más que nosotros a ellos.
-Los creyentes que van construyendo el Reino de Dios con sudor y lágrimas,
con aciertos errores, con la Gracia del Espíritu y nuestros pecados que
confesamos al inicio de cada Eucaristía; donde nadie: sobra, ni es más
importante, ni llegó primero o al último, mucho menos discriminado.
-La gente de Dios que hace pastoral juntos, como una sola Comunidad –tenga
o no capellanías-, en la Catequesis, Liturgia y Pastoral Social, con frutos hacia
dentro, pero sobre todo, hacia fuera del territorio parroquial.

Por eso, con sinceridad y Fe, enséñenme y ayúdenme a ser su Párroco y a ser
juntos una Comunidad Parroquial.

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