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ENSEÑARNOS Y EXHORTARNOS UNOS A OTROS

Introducción:
Si la iglesia evangélica ha de crecer en número, se necesita evangelizar. Si los
creyentes han de crecer en el Señor Jesucristo, se necesita formar su carácter.
Y para formar su carácter, es necesario la enseñanza y la exhortación.
El apóstol Pablo manifestó un anhelo hacia los creyentes de la iglesia en
Colosas, basado en su conversión, que encierra el propósito de la Enseñanza y
exhortación, se podría llamar un ciclo para la vida de los creyentes. Leamos
Colosenses 1:9-10 para considerar cuatro aspectos del propósito de la
Enseñanza y exhortación, estos también son distintivos de la vida de un
creyente que crece espiritualmente.

1. Que las personas creyentes sean llenas del conocimiento de la voluntad


de Dios (Col. 1:9)
a. El conocimiento de la voluntad de Dios es básico. Diversidad de
información se puede dar con la Enseñanza. ¿Qué cosa es
indispensable saber para crecer espiritualmente?: “El conocimiento
de la voluntad de Dios”
El conocimiento de la voluntad de Dios debe determinar el modo de
vivir de los cristianos.
Dios desea que el conocimiento de su voluntad afecte cada momento
de la vida de sus hijos. Desea que los creyentes hagan TODO
conforme a su voluntad ¡Cuán distinta puede ser la vida de las
personas creyentes si andan siempre en la voluntad del Señor! Ello
significa amor y entrega completa a Dios.

b. La responsabilidad de las personas creyentes en cuanto a la


voluntad de Dios. (Colosenses 1:9).
i. Conocimiento: Saber los datos (lo esencial).
ii. Sabiduría: Comprender, juzgar (en un plano más alto).
iii. Inteligencia: Entender, apreciar (facilita la acción).

Cada persona creyente debe saber no sólo que Dios quiere actuar
por medio de su vida, sino cómo quiere hacerlo.
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2. Que las personas creyentes vivan como es digno del Señor (Col. 1:10)
Este paso lógicamente sigue al de conocer la voluntad de Dios en los tres
aspectos ya mencionados. Toda información que se adquiera a través de la
Enseñanza debe tener efecto en la vida y conducta de la persona creyente.
Este efecto debe repercutir en la conducta, lo cual debe ser distintivo: “Para
que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo…”.
Piense en lo que significa andar dignamente. Es vivir de tal manera que Dios
esté completamente satisfecho y agradado con todo lo que se haga.
La persona creyente llega a saber cómo andar dignamente del Señor a través
del estudio de su Palabra. La Biblia está llena de consejos y mandatos que
indican a los hijos e hijas de Dios cómo portarse rectamente delante de Él.

3. Que las personas creyentes lleven fruto (Col. 1:10)


Una vida que agrada al Señor es una vida fructífera. Es la consecuencia de
obedecer la voluntad de Dios. El fruto de la vida cristiana viene porque Dios
opera en el creyente el querer como el hacer, por su buena voluntad (Fil. 2:13).
Fíjese en lo que es el fruto: “en toda buena obra”. A veces el creyente limita su
idea de lo que es el fruto solamente a la conversión de las personas no
creyentes. Pero el fruto incluye toda fase de la obra de Dios en el carácter de
una persona. Incluye todo lo que se logra en la vida de un o una cristiana, que
resulte en hacer el bien (Ef. 2:10).

4. Que las personas creyentes crezcan continuamente en el conocimiento de


Dios (Col. 1:10)
¿Cuál es la diferencia entre este paso y el primero? Este paso habla de “crecer
en el conocimiento de Dios”. El primer paso hablaba de “crecer en el
conocimiento de la voluntad de Dios”.
Es decir, ahora no es conocer su voluntad, sino conocer a Dios mismo. Cuando
se deja a Dios obrar en la vida personal se provee de oportunidades para
conocerle mejor.
Dios es tan grande, que una persona puede pasar toda la vida creciendo en el
conocimiento de Él. ¡No hay por qué estar aburrido en la vida cristiana!
Siempre hay algo nuevo para aprender acerca de Dios. Siempre hay una nueva
manera como Dios quiere manifestarse en la vida de sus hijos. El crecer en el
conocimiento de Dios, provee de nuevos caminos abiertos y nuevas formas
para hacer la voluntad divina.
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Conclusión:
Hay cuatro pasos en el crecimiento de la vida espiritual de la persona creyente.
Estos pasos no forman un círculo que se cierra, sino un ciclo que va
extendiéndose.

El conocer la voluntad de Dios debe conducir a la persona creyente a un andar


digno del Señor, lo cual a su vez lleva fruto que produce un conocimiento
personal de Dios. Cuando el conocimiento de Dios aumenta, la facultad de
conocer su voluntad es más grande. Así empieza el ciclo de nuevo,
adelantándose cada vez aún más. No es posible tal crecimiento separado del
estudio de la Palabra de Dios.

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