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Jerusalem

Texto: Jez Butterworth

Dirección: Julio Manrique

Reparto: Chantal Aimée, Pere Arquillué, Guillem Balart, Pablo Carretero, Anna
Castells, Adrian Grösser, David Olivares, Tomás Pérez, Víctor Pi, Robert Plugaru,
Clara de Ramon, Albert Ribalta, Marc Rodríguez y Elena Tarrats.

Información

CENTRO DRMÁTICO NACIONAL

Teatro Valle-Inclán

Fecha: del 22 de enero al 1 de marzo de 2020

Horario: de martes a domingo a las 20h.

Efectivamente, Jerusalem es una obra grande. Grande por su planteamiento, por sus
referencias, por sus aspiraciones y por la manera en que pretende crear una crítica de
una sociedad contemporánea que se debate entre un consumismo que acaba
fagocitándose a sí mismo y una libertad brutal que está abocada a la autodestrucción.
Grande por sus referencias, sobre todo las monumentales de William Blake y de
Shakespeare, y por las aspiraciones a lo mitológico, a la vindicación, en estos días del
Brexit, de la gloria de Albion, de Inglaterra (ojo, Inglaterra, y no Gran Bretaña). Con un
nacionalismo radical y legendario y visceral, el título de la obra recurre al himno que da
nombre a la obra, cuya letra está entresacada del proemio del Milton de Blake, himno no
oficial pero sí abiertamente popular de Inglaterra (ojo, Inglaterra, y no Gran Bretaña) y
que incluso presidió la boda del príncipe William de Cambridge con Kathy Middleton.
En este himno se narra lo que sería la segunda venida de Cristo, y en donde Cristo
apoya su pie es precisamente en Inglaterra, señalándola como lugar para una Nueva
Jerusalén. Además, el crudo nacionalismo de esta obra hunde sus raíces en el pasado
más olvidado, expresado en la enseña que blande el protagonista, Johnny Byron, “El
Gallo”, en lo alto de su caravana-vivienda: el viejo blasón de Inglaterra (ojo, Inglaterra,
y no Gran Bretaña), el rojo estandarte del amarillo Dragón de Wesex, del siglo XI,
anterior a la cruz de San Jorge e incluso anterior al emblema de los tres leones
rampantes de Guillermo el Normando. Es decir, antes de antes de la historia, cuando
solo existían en la sajona Inglaterra la tierra, las rocas y los gigantes. Pero Jerusalem es
además una metáfora de la agonía ese nacionalismo ya que la acción transcurre el 23 de
abril, día de San Jorge y la fiesta nacional de Inglaterra; día de un renacimiento que se
espera y que se sabe es imposible, tras superarse la línea que nos separa del caos y de la
catástrofe, ahogados por la burocracia y la mediocridad del bienestar social.

Está claro que Johan Byron “El Gallo”, su protagonista, es una mezcla del gigante
Albión del libro profético de Blake Jerusalem, con el recurrente personaje
shakesperiano de Falstaff, presente en el Enrique IV y protagonista de las Alegres
comadres de Windsor. Del primero, Johnny Byron toma su grandeza primigenia, el
poder fecundador, su carácter divino así como su relación con su emanación la joven
Jerusalén, al mismo tiempo muchacha y ciudad, igual que Albión es al mismo tiempo
hombre y nación; relación que en la obra de teatro se traduce en el ambiguo suceso que
Byron tiene con la desaparecida Phaedra, la adolescente Reina de Mayo de Flintock, y
que acabará siendo el origen de su némesis. De Sir John Falstaff toma el carácter
canalla, delincuente, exuberante, borrachín, tragón de todo tipo de sustancias, y
mercader ilícito de cualquier cosa robada, rodeado siempre de una caterva de jóvenes
cuasidelincuentes.

La obra de Jez Butterorth ha sido un éxito desde su estreno en el Royal Court de


Londres en 2009 y su reposición posterior en Nueva York en 2011, y confirmó lo que
auspiciaba su obra de 1995 Mojo, una de los más destacados exponentes de las apuestas
del Royal Court. Su repercusión es tanta, para ser considerada por muchos como la más
importante obra británica de lo que llevamos de siglo. La obra funciona a través de
escenas sucesivas. Cada escena, de forma muy clásica, está marcada por la salida de
escena de los personajes de la previa y la entrada de unos nuevos y que se contraponen
al omnipresente Johnny Byron. Cada una de las escenas aporta una nueva faceta y
definición a la caracterización de Johnny Byron, con lo que el trabajo sobre el
personaje, que no se basa precisamente en la construcción psicológica, se da por la
acumulación de aspectos diferentes, muchos de ellos contradictorios, aunque siempre
anclados en la figura exuberante de este gigante gitano.

Jerusalem por una parte es un ejercicio de naturalismo, mostrando con su crudeza la


vida de una juventud que vive a salto de mata antes de integrarse en la monótona vida
de Flintock, la pequeña ciudad inglesa donde se da la acción y en la que El Gallo ha
plantado desde hace 27 años su caravana. Una juventud que para ello acude al cottage
de Byron en el claro del bosque amenazado por la especulación inmobiliaria, y donde
encuentra no solo las sustancias habituales para el consumo, sino ocasiones múltiples
para un desenfreno que se salta todas las leyes, pero eso sí, de forma muy segura.
Amparados por la protección de El Gallo, como genio tutelar del bosque.

Por otra parte, Jerusalem propone una lectura fantástica, que nace de la hipérbole y la
exageración de Byron y de Ginger hablando sobre su amigo, para pasar de ahí a la
fanfarronería más exacerbada y a la glorificación de la mentira. Poco a poco, nos
instalamos en un mundo en que lo feérico es posible y Byron ha hablado con gigantes
de 30 metros y puede demostrarlo. El final de la obra, nos abisma justo al momento en
que ambos mundos confluyen.

La puesta en escena de Julio Manrique incide en el naturalismo, planteando un drama en


el que la comedia y la rave party se van entrelazando y apoyando entre sí. Reconocemos
en cada personaje los tipos con los que nos podemos cruzar en un día cualquiera, cada
uno encarna una clase social y una forma de vivir. La excelente y trasparente
escenografía de Alejandro Andújar sigue esa línea de naturalismo en el que los objetos
diseminados como basura, presididos por la envejecida caravana de El Gallo, se
convierten en algo que juega a confundirse con la realidad, excluyendo eso sí cualquier
representación del bosque, extraescena inmediata que aísla a Johnny Byron y su corte
del convencional Flintock. Un Johnny Byron grandemente incorporado por Pere
Arquillué, inmenso en su interpretación, sabe transmitir toda la grandeza y toda la
miseria de este personaje que rompe todas las normas de la verosimilitud. Como todo
héroe trágico, Byron y Arquillué encuentra su contraposición en el personaje cómico de
Ginger, el punkie envejecido que ha perdido todos los trenes. Marc Rodríguez compone
un retrato histriónico y desenfadado de este y compone, sin que un personaje invada el
campo del otro, una buena contraposición con el Gallo, protagonista indiscutible de esta
obra épica, a mayor gloria de Arquillué, y que como Sir John Falstaff, ha escuchado las
campanadas a medianoche.

RAÚL HERNÁNDEZ GARRIDO

Resumen

Jerusalem es una obra enorme. Arrolladora. Como un gigante. Como un ejército de


gigantes. Como una noche de fiesta memorable.

Un cuento punk con danzas Morris y reinas de mayo, y drogas y versos y risas y cantos,
que contiene la energía necesaria para mover una montaña y luego despega, ligera,
ingrávida, como la última nota que desafina un borracho atravesando la noche. Y
también es, como suelen serlo las grandes obras, misteriosa, escurridiza e inalcanzable.
Como un truco de magia, como un hada que desaparece en medio del bosque. El bosque
frondoso, exuberante y mágico de Inglaterra. El paisaje mítico, ancestral, de los bosques
de Inglaterra. El bosque de Sherwood. El bosque de Arden. Todos los bosques. El sitio
donde se pierden las almas antes de volverse a encontrar. Jerusalem es el bosque y el
bosque es “el Gallo”. Johnny Byron “el Gallo”. El antihéroe romántico. El “prota” de la
fiesta. Un astro sol. Un borracho. Un pirata loco. Un ogro, un visionario, un camello
detestable. Un gitano chulo y alocado inventándose el mundo desde una caravana. Una
vez y otra. El puto flautista de Hamelín pasado de vuelta. Y William Blake y Jez
Butterworth y Sir John Falstaff. Un troll okupa, un insumiso, un monarca.

Julio Manrique

Equipo artístico

 Reparto: Chantal Aimée, Pere Arquillué, Guillem Balart, Pablo Carretero, Anna
Castells, Adrian Grösser, David Olivares, Tomás Pérez, Víctor Pi, Robert Plugaru,
Clara de Ramon, Albert Ribalta, Marc Rodríguez y Elena Tarrats.
 Equipo artístico: Jez Butterworth (Texto), Cristina Genebat (Traducción), Julio
Manrique (Dirección), Alejandro Andújar (Escenografía), Jaume Ventura
(Iluminación), María Armengol (Vestuario), Damien Bazin (Espacio sonoro), Francesc
Isern (Audiovisuales), Núria Llunell (Caracterización), Natalie Labiano (Movimiento),
Carles Pedragosa (Asesoramiento musical), Xavi Ricart (Ayudante de dirección), Sergi
Corbera (Ayudante de escenografía) y Marta Pell (Ayudante de vestuario y confección).

Coproducción Centro Dramático Nacional, Teatre Romea y Grec 2019 Festival de


Barcelona

Teatro Valle-Inclán

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