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MÓDULO 1

Unidad 1: El Concepto de Sociedades

Definición de sociedad, análisis del art. 1 de la LSC.

Siguiendo los lineamientos de sus antecedentes legislativos, nuestra Ley de Sociedades


Comerciales 19.550 y modificatorias (LSC), define la sociedad en el artículo 1, no de una manera
dogmática, sino que prefiere una enumeración de los elementos necesarios e indispensables para
su existencia. Adelantamos que los mismos son: la pluralidad de socios, la organización, la
tipicidad, la realización de aportes, la participación en beneficios y pérdidas, temas que se
desarrollaran de manera exhaustiva en el desarrollo de la materia.

La pluralidad de socios, al menos dos según la normativa vigente, es un requisito que debe
mantenerse durante toda la existencia de la sociedad comercial; debiendo disolverse la misma en
el término de tres meses, si se pierde la pluralidad, y no se restablece en los términos de la LSC.
Esta sanción, prevista por la Ley en el art. 94, inc. 8, hace responsable de manera solidaria e
ilimitada al único socio por las obligaciones contraídas en infracción. El requisito bajo análisis
encuentra su base jurídica en la concepción contractual de la sociedad y en el régimen del
patrimonio. Nuestra LSC no admite las sociedades de un solo socio, cuestión que ha generado
opiniones encontradas en nuestra doctrina nacional, donde de manera prácticamente unánime se
entiende la conveniencia de que un comerciante individual logre limitar su responsabilidad a una
parte de su patrimonio, afectada específicamente a soportar ese riesgo empresario. Sin embargo,
la sociedad de un solo socio parte de una premisa falsa, donde se entiende a la sociedad como un
instrumento meramente limitante de la responsabilidad, cuando debe entenderse como una
herramienta para facilitar la concentración de capitales, otorgando el privilegio de la
responsabilidad limitada a los socios de determinados tipos sociales, que se encuentran
reservados para el desarrollo de grandes emprendimientos.

La tipicidad es un requisito de Orden Público, que exige a los socios adecuar un esquema
normativo reglado por la LSC. Su fundamento es la seguridad jurídica, tanto para los integrantes
de la sociedad, como para los terceros que contratan con ésta. En efecto, al conocer el tipo social
de que se trata, se podrá inferir fácilmente la responsabilidad de los socios, el régimen de
administración, entre otras cuestiones. La enumeración de los tipos societarios es taxativa, siendo
los únicos merecedores de tutela jurídica. La sanción al incumplimiento de este requisito es la
nulidad, según lo previsto en el art. 17 LSC. Ahora bien, este requisito también ha sido
cuestionado, ya que atentaría contra la libertad de contratación (art. 1197 del Código Civil) y el
progreso económico y jurídico, impidiendo la combinación de los tipos societarios existentes.

El concepto de organización está tratado desde la exposición de motivos de la LSC, donde se


destaca su importancia, ya que lleva incorporada la idea económica de empresa. Algunos
doctrinarios como lo consideran como una reiteración innecesaria del concepto de tipicidad.

La realización de aportes es otro de los elementos que caracterizan el contrato de sociedad y


que reviste gran importancia, ya que es a través de él que se forma el patrimonio con el que la
sociedad deberá desarrollar las actividades para el logro de su objeto social.
Con la formación del capital social no sólo se facilita la gestión económica, sino que también
permite establecer la participación de cada socio en las ganancias y en las pérdidas y para

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determinar las mayorías en las deliberaciones sociales. El aporte debe ser lícito, serio y resultar
del contrato social, de otra manera no será considerado aporte, aún cuando se utilice para la
explotación de la sociedad.

Respecto de la participación en los beneficios y la soportación de las pérdidas, es de destacar que


la LSC no habla de lucro, sino de beneficios, un concepto más amplio, que no se limita
exclusivamente a una ganancia a repartirse, por más de que la sociedad esté dirigida hacia la
consecución del lucro, objeto de toda actividad comercial. Los socios, entonces, gozan de un
derecho innegable a la distribución de los beneficios, que no puede ser restringida, ni
menoscabada, salvo casos excepcionales. De la misma manera sucede con las pérdidas, donde
se deberá mantener la proporción indicada en el contrato constitutivo, o en su defecto en la
medida del aporte realizado. Valga destacar que el art. 13, inc. 1 a 3 LSC, sanciona con nulidad
aquellas cláusulas que eximan a alguno de los socios a soportar las pérdidas de la sociedad o
bien que se les asegure la percepción de una utilidad, independientemente de los resultados.

La affectio societatis podemos entenderla como la voluntad de cada socio de adecuar su


conducta y sus intereses personales a las necesidades de la sociedad, predisponerse
anímicamente a la colaboración en todo lo relacionado con el objeto social y formar parte de una
voluntad común de los socios para lograr el fin social. En definitiva se trata de “… la predisposición
de los integrantes de la sociedad de actuar en forma coordinada para obtener el fin perseguido
con la constitución de la misma, postergando los intereses personales, en aras del beneficio
común…” (Curso de Derecho Societario – R. Nissen, Ed. Ad Hoc, Bs. As. 1998, pág. 82). Ahora
bien, tal definición no implica necesariamente un permanente estado de gracia y concordia entre
los socios, nada tienen que ver la amistad y la cordialidad entre ellos, ya que las conductas
impuestas por la Ley en miras del bien social, generalmente producen intercambios de opinión y
discusiones, lógicas en cualquier organización de personas. Es por ello que la pérdida de affectio
societatis, no constituye por sí mismo una causal de resolución parcial del contrato de sociedad.
Ahora bien, si de la pérdida de affectio societatis se derivan inconductas de un socio, que impidan
el normal desenvolvimiento de la vida social, como por ejemplo reiteradas e injustificadas
ausencias a las asambleas, impidiendo así la toma de decisiones, podrá requerirse su exclusión,
pero no en mérito de la pérdida de affectio societatis, sino con motivo de sus inconductas.

Diferencias con otras figuras afines.


La diferencia más importante entre las Asociaciones Civiles y las Sociedades Comerciales es
que la primera se concentra en la consecución del bien común, mientras que, como su nombre lo
indica, las segundas tienen en mira la obtención de un lucro, con la clara incompatibilidad que
puede apreciarse entre una y otra. Sin embargo existen otras diferencias entre ellas, por ejemplo
relacionada con el régimen del capital que las integra, en las sociedades comerciales el capital
queda conformado por el aporte de los socios, mientras que en las asociaciones civiles no existe
capital aportado por sus asociados, que sólo pagan la cuota social fijada por el estatuto o una
asamblea a tales fines. De esta manera el capital, compuesto por el pago de esas cuotas sociales
no está individualizado en cuanto su composición, sino que es la diferencia que surge entre los
ingresos y egresos, lo que lo vuelve netamente variable. Otra diferencia es el destino del
patrimonio para el caso de disolución; en las sociedades comerciales se debe realizar el activo,
cancelar el pasivo y reintegrar el saldo, si existiere, a los socios en la medida de su aporte o como
estuviese acordado en el contrato social. Por el contrario en las asociaciones civiles se destina
hacia un fin de bien común o hacia el Estado. Respecto de la formación de la voluntad social en la
sociedad comercial, se lleva adelante en función del capital, teniendo en consecuencia los socios
participación y voto en la medida de su aporte, en las asociaciones civiles todos los asociados

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tienen igual derecho de voto. Por último, valga destacar que la calidad de socio puede transferirse
en una sociedad comercial, pero no es viable en una asociación civil, ya que el vínculo es intuito
personae.

La Fundación, instituto que también tiene en miras el bien común, conforma un patrimonio
afectado a un objeto de tales características o bien, con una finalidad netamente altruista. A
diferencia de la asociación civil no hay asociados, sino miembros que aportan bienes destinados
al cumplimiento de la finalidad que justifica su existencia.

El sistema de las Sociedades Cooperativas tiene por finalidad satisfacer las necesidades
humanas que reclaman los consumidores organizados voluntariamente sobre la base de la ayuda
mutua y el esfuerzo propio. Por lo tanto podemos entender que la esencia de las cooperativas
consiste en el servicio al costo, desprovisto de toda finalidad lucrativa, en la relación existente
entre la entidad y su asociado. Cuentan con una legislación específica que las regula, la Ley
20.337, allí se les otorga la debida personalidad jurídica, con las consecuencias propias de ser
sujeto de derecho, vale a decir podrá tener nombre, patrimonio, domicilio, capacidad de derecho.
Los puntos tipificantes de una cooperativa consisten en el esfuerzo propio y la ayuda mutua, para
organizar y prestar servicios; no tienen un número limitado de asociados, ni un capital limitado,
aunque sí deben disponer de un mínimo de diez asociados para funcionar; el libre acceso de los
interesados para integrarlas, que se lleva adelante con la adhesión al documento pertinente; la
responsabilidad de los asociados está limitada a las cuotas suscriptas; el otorgamiento de un solo
voto por asociado, independientemente de las cuotas suscriptas; la inexistencia del fin de lucro; la
distribución de los excedentes entre los asociados en proporción con el uso de los servicios
brindados, lo que constituye el concepto de principio de retorno, pilar del cooperativismo;
fomentan la educación cooperativa, a tales fines se destina el 5% de los excedentes y el sobrante
de la liquidación para el supuesto de disolución; prestan servicios a los no asociados y promueven
el principio de integración cooperativa, vale a decir la asociación de las distintas cooperativas
entre sí.

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