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CLASE SEMANA 1: Historia de la Sexualidad

Curso: Desajustes Sexuales en la Pareja

Presentación

En la actualidad, el concepto de sexualidad posee al parecer, algunos


atributos que en mayor o menor grado son compartidos por la mayoría de las
personas; estos son, por un lado, el espacio corporal como un gran receptor de
posibilidades sensoriales, sin olvidar la genitalización que suele asociarse al
concepto de “lo sexual” y por otro lado, casi como un “agregado que otorga
profundidad al término” la concepción de lo afectivo, el cual humanizaría al término
y le daría nuevas posibilidades de trascendencia y de integración; es decir, lo
afectivo o emotivo, implicaría algo más allá de lo meramente sensorial y táctil.
La comprensión de la sexualidad, ya pasada la primera decena de lo que
hoy denominamos siglo XXI, implica, para un entendimiento más acabado, una
mirada retrospectiva que permita establecer un puente entre los inicios del estudio
de “la sexualidad” y visualizar de esta manera, el modo en el cual lo sexual y lo
afectivo hoy es considerado como una unión indivisible de esta dimensión de lo
humano.
En esta sesión, se abordarán los primeros hitos que van dando forma y
consistencia a lo que hoy en día se concibe como “sexualidad”, entendiendo que si
bien pueden haber consensos, cada persona integra e interpreta la sexualidad de
una manera íntima y que tiene estrecha relación con procesos propios de su
historia.
Desarrollo

Al hablar de sexualidad, debe entenderse que esta será abordada y


comprendida para efectos de este curso, desde una óptica occidental
ya que la no aclaración de esto, podría permitir caer fácilmente en
ciertas generalizaciones que en otras culturas o contextos no resisten
análisis o clasificaciones.

Esta distinción, es el punto de partida para abordar el tema desde un


marco de referencia societal que no es universal y que dependiendo de
diferentes procesos de endoculturación tienen significaciones y
valoraciones diferentes.

Historia de la Sexualidad

En la prehistoria, las revisiones bibliográficas permiten pensar que la


vivencia sexual era de una promiscuidad sexual primitiva y que dice relación con
una etapa de reproducción natural, esto quiere decir que el hombre era en este
plano similar al animal, pues llevaba una vida sexual regulada por los periodos de
acoplamiento.
En una segunda etapa, se podría pensar en una de Monogamia y que
prevalece con el advenimiento de la agricultura y la ganadería, práctica económica
que motivó el surgimiento de la propiedad privada. Estos sucesos harían de la
conducta sexual un hilo conductor con otros procesos de tipo social(es) que
tendrían como finalidad asegurar el patrimonio familiar, condición que define a la
segunda etapa.
En años posteriores, la influencia del Judaísmo permitiría entender ciertas
relaciones entre fe y sexualidad, las que marcarían de alguna forma la concepción
que se ha tenido de esta hasta ya entrada la segunda mitad del siglo XX.
Es posible observar en el Antiguo Testamento, fuente original de la ley judía,
una serie de normas que regulaban la conducta sexual de la época; de esta forma
es posible entender cómo los mandatos religiosos influyen en la interpretación,
conductas y asimilación de la sexualidad. Por ejemplo en el libro del Éxodo (XX,
14) entre los 10 mandamientos se prohíbe el adulterio. En el texto de Levítico
(XVIII, 20) se decreta “no pecarás con la mujer de tu prójimo ni te contaminarás
con tal unión”; del mismo modo, en el mismo texto de Levítico es posible observar
cómo se condena a la homosexualidad, práctica que en culturas antiguas como la
griega o la romana eran parte natural del proceso de interacción entre hombres,
que bajo ciertas condiciones, incluso tenían un fin de regulación de la población.
“no cometerás pecado de sodomía porque es una abominación” (Levítico XVIII,
22)
Este y otros mandamientos permiten comprender que para esta cultura, el
matrimonio tenía como finalidad la descendencia y la esposa hebrea tenía el
“privilegio” de compartir los favores del esposo con otras esposas secundarias.
Práctica que en ciertos países se mantiene hasta los días de hoy. Sin embargo, si
la esposa era infiel tenía como castigo el apedreamiento.
Por otro lado, bajo esta misma óptica, en el libro del “cantar de los cantares”
la sexualidad es visualizada como un impulso creativo y placentero, mirada
contrastante con lo antes descrito y que da cuenta de la disonancia que el acto
erótico y sexual puede generar en una misma cultura. No se debe olvidar que la
influencia judeo cristiana se mantiene en occidente hasta la actualidad y que es
una fuente importante de mandatos y pautas a seguir para un gran número de
personas, sobre todo en América Latina, donde se concentra la población más
grande de católicos a nivel mundial.
Siguiendo con este recorrido, en el antiguo Egipto, había una serie de prácticas
que eran consideradas adecuadas para la sociedad de la época. Este es el caso
del incesto, el cual no sólo era permitido sino que tenía un fin de mantención de la
pureza de la sangre y de los dones otorgados por las deidades a los elegidos del
dios Sol. Del mismo modo, la circuncisión tenía un carácter ritual en la ceremonia
de iniciación que indicaba el paso de la niñez a la adolescencia.
En la cultura griega, la homosexualidad masculina entre adultos y
adolescentes púberes era aceptada y permitida dentro de un contexto educativo,
donde la práctica sexual era también parte de la enseñanza al futuro adulto. En
este contexto, el adulto tiene la función de educar y formar en lo intelectual y ético
a sus pupilos (paidegogous).
En Atenas, una sociedad marcada por la intelectualidad y el conocimiento,
las pautas de comportamiento en lo sexual eran siempre favorecedoras para lo
masculino. Las mujeres “decentes” o esposas de alguien no podían andar solas o
sin alguna escolta, este derecho era un privilegio exclusivo de las Hetairas
(prostitutas finas de la época) y que también gozaban de cierto estatus dentro de
la sociedad ateniense.
Quienes podían andar públicamente con los hombres eran las Pornoi (prostitutas
de menos categoría) quienes eran discriminadas por la sociedad de aquel
entonces. De la palabra Pornoi deriva el vocablo pornografía, ampliamente
conocido y estereotipado en nuestra época.
Un punto en común que tenían las civilizaciones antiguas refiere el hecho
de que la mujer era considerada una ciudadana de segunda categoría, siendo
ante todo una GYNE, esto es, portadora de hijos. Situación que bajo ciertos
matices persiste aún en algunas culturas.
Lo antes descrito permite comprender que la sexualidad en el mundo
antiguo estuvo dominada e influenciada por creencias y dogmas religiosos que
normaron el comportamiento sexual, reduciéndolo en la mayoría de los casos al
proceso reproductivo. También da luces de una doble norma establecida, la que
otorgaba permisividad al hombre y represión a la mujer, a la que se exigía
virginidad y fidelidad al marido sin importar su propio placer. Esta concepción de la
sexualidad otorga al mismo tiempo una doble imagen de lo femenino, por un lado
caracteriza a la mujer, dependiendo de las necesidades y exigencias sociales,
otorgándole la asignación de “virtuosa” a la mujer de casa, la madre o la virgen y
en el lado opuesto entrega a la mujer gozadora de lo sexual el estigma de baja,
peligrosa y poco confiable.
En la Edad Media, se consolida el poder la fe católica y del cristianismo
como faro del ser y estar en el mundo en ese periodo. En este aspecto, se debe
recordar que son las abadías y los monasterios las fuentes del conocimiento de la
época y que la población en su mayoría era analfabeta y pobre, condiciones que
hicieron posible que los dogmas fueran acatados sin mayor cuestionamiento por
un gran número de las personas de ese entonces en cualquier ámbito de la
dimensión de lo humano.
El teocentrismo de esos siglos permite comprender como entre otras cosas,
que haya sido en la edad media y no en otra época que se dedique un libro
completo a detectar a las brujas y a lo diabólico a través de lo femenino,
entregándose una mirada de la mujer como alguien que tienta, vulnera y fragiliza
la razón del hombre, quien desde la óptica del cristianismo fue creado a la imagen
y semejanza de Dios. El “maelum malificalum” es entonces, el libro que proclama
la condena para mujeres y hombres que escapaban con sus comportamientos a
los mandatos de la época.
Prácticas como el cinturón de castidad, los silicios y las flagelaciones de la
carne permiten comprender como se entendía a la sexualidad de ese entonces y
el ocultismo que por otro lado se gestaba en torno a la sexualidad.
Estos y otros mandatos sociales promueven la aparición de la Santa
Inquisición como una forma de poner orden a la debilidad de lo humano, siendo
equiparada la religión al derecho civil de nuestros tiempos.
Hechos históricos como la reforma de Lutero en 1530 que permiten el primer
divorcio de la historia solicitado por Enrique VIII para separarse de Catalina de
Aragón y casarse con Ana Bolena son indicios de que comienzan a gestarse lenta
y paulatinamente ciertos cambios en la mentalidad social con fuertes
consecuencias para el antiguo mundo.
A fines del siglo XV aparecen y se registran los primeros indicios de
enfermedades de transmisión sexual, conocidas entonces como venéreas y que
eran consideradas como un castigo celestial producto de los excesos sexuales y
que estigmatizan duramente a la sexualidad y al acto sexual en sí.
Sobre este último párrafo es importante hacer la reflexión de si en nuestros
tiempos, de manera implícita y muy subliminal no se sigue atribuyendo el contagio
de alguna enfermedad de transmisión sexual como algo “merecido” por haber
tenido conductas que de alguna u otra forma escapan al mandato social imperante
en cuanto a la forma de comportarse sexualmente. i
( Algunos han sido explícitos en plantear que el SIDA es un castigo de Dios.)
Ya en los siglos XVIII y XIX, específicamente en la época Victoriana, las
conductas sexuales como la masturbación eran consideradas inapropiadas y se
les otorgaba a quienes eran sorprendidos incurriendo en ella, el mismo tratamiento
que se entregaba a los epilépticos de la época.
En 1882 Richard Kraft-Ebing en “Psychopatia sexualis” describe diferentes
tipos de comportamientos sexuales etiquetándolos a todos como patológicos,
salvo el acto sexual necesario sólo para la reproducción. De las investigaciones de
este autor surge también el concepto de desviación sexual.
Entre los mitos de la época respecto del sexo pueden nombrarse:
“exceso de relaciones sexuales reduce la vida del hombre o lo vuelve idiota”
“si las mujeres disfrutan del sexo están condenadas a morir jóvenes”
“la clase alta puede disfrutar del amor libre”
Estos mitos hicieron de los médicos de la época los depositarios de la moral
burguesa por lo que deseaban acabar con toda práctica sexual. Trasladándose el
poder que antes tenía la religión a la ciencia.
Es importante considerar que todos estos hechos sociales van marcando la
forma de entender lo moral, lo bueno y lo malo en determinadas épocas, sin
embargo, esto no quiere decir que todos estuvieran de acuerdo con estas pre
concepciones, una serie de investigadores y autores se aventuran a dar un paso
más allá de los tabúes de las sociedades imperantes para intentar comprender a
la sexualidad desde una perspectiva diferente.

El inicio del Modernismo sexual.


Dentro de los pensadores más importantes de este tiempo se encuentra
Sigmund Freud quien demostró la trascendencia de la sexualidad para los
individuos, desarrollando su teoría de la personalidad donde el eje de esta radica
en el desarrollo sexual, introduciendo en esta el concepto de líbido y de etapas del
desarrollo sexual.
Havelock Ellis es según algunos críticos a la sexualidad lo que Einstein es a
la física. En su libro Psicología del sexo (Inglaterra) plasma ideas aventajadas
para su época entre las cuales se destacan que el deseo es igual para hombres y
mujeres, refuta la idea de que la masturbación produce enfermedades mentales.
Si bien su libro fue prohibido por años, sus investigaciones marcan un antes y un
después en el estudio de la sexualidad.
Alfred Kinsey inició una audaz investigación sociológica consistente en
extensas entrevistas a hombres y mujeres sobre numerosos aspectos de su
comportamiento sexual, de estas entrevistas nacen los libros “Conducta sexual del
varón” y “Conducta sexual de la mujer”, destacándose entre la variada información
que la sexualidad es un continuo que oscila entre un polo exclusivamente
heterosexual a otro exclusivamente homosexual.
William Masters y Virginia Johnson dan el punto de partida al estudiar la
fisiología de la respuesta sexual humana en hombres y mujeres, permitiendo
echar por tierra un sin número de mitos existentes sobre las reacciones sexuales
masculinas y femeninas ante los estímulos sexuales.
John Money es un precursor en lo relativo a estudios de género, acuñó el
término de “identidad de género” y “mapas de amor” concepto que hace referencia
a ciertos modelos eróticos que se construyen en la infancia y que son conservados
para toda la vida.
Pioneras como Margaret Sanger que inicia el movimiento de control de la
natalidad en EEUU cambió la forma de entender la reproducción en la población,
lo que se extendió por otros países permitiendo a las mujeres tener mayor
conciencia de su posibilidad de decisión respecto de su sexualidad y fecundidad,
lo que cambiaría las ideas sociales de la época.
La antropóloga Margaret Mead, plasmó en sus libros el concepto y la idea
de que el comportamiento sexual no puede ser clasificable ni enjuiciado ya que
este depende de cada cultura y época.

Los datos antes referidos permiten elaborar un hilo conductor que de alguna
forma entrega una panorámica sobre la sexualidad humana y por sobre todo las
dicotomías que esta he tenido (y sigue tendiendo) a través de nuestra historia. El
que hoy en día esta ya no tenga la fuerza del periodo teocéntrico no significa que
no existan personas que la vivan con culpa, remordimientos o ansiedades que
lejos de favorecer una integración en la persona la desdibujen en modelos de
bueno o malo, pecado no pecado, maldad o liberalidad, todos estos, conceptos
que por lo general suelen tener un sesgo de “peligrosidad” o “vulnerabilidad” si no
se actúa de buena forma según los mandatos sociales establecidos.
Lo antes descrito no pretende restar importancia a los mandatos sociales
como ejes reguladores de nuestra conducta y de permitir vivir en “sociedad”, sin
embargo cuando estos se tornan rígidos y quitan la libertad de reflexión y decisión
pueden generar ciertos desajustes en la persona y también en las relaciones que
se establecen con otros, específicamente en las relaciones de pareja.
Hoy en día la sexualidad es entendida como un fenómeno multidimensional
y que incorpora diversos dominios del ser humano.
El dominio biológico alude a las taxonomías más comúnmente
relacionadas con la palabra sexo, siendo este las características anatómicas y
fisiológicas que diferencia a los individuos de una especie y que opera en 2
extremos (macho-hembra).
Este dominio también integra el término de función sexual y que es el mecanismo
fisiológico que hace que nuestro cuerpo reaccione frente a cierta estimulación real
o imaginada.
Lo biológico también enlaza con la reproducción que son condiciones necesarias
para el apareamiento y la reproducción de la especie.
El dominio psicológico, permite comprender a la sexualidad desde
aquellos procesos simbólicos y de comportamiento que caracterizan y conjugan la
identidad de género. En este aspecto, la sexualidad tiene que ver con la
convicción de pertenecer a uno u otro sexo. (Núcleo central de la identidad de
género) El dominio psicológico también implica la orientación sexual, esto es,
hacia quien o quienes se dirigen el impulso sexual para su satisfacción.
En el dominio psicosocial es posible incluir el reconocimiento de quién
soy yo y quien eres tú y cuáles son las reglas implícitas que rigen tal interacción.
La dimensión psicosocial incluye también los aspectos simbólicos que
hombres y mujeres identificados como tales se ponen en escena en la interacción
con los demás.
El dominio social conecta con la norma societal actual que regla lo
permitido y lo prohibido según la diferenciación sexual.
El dominio cultural de la sexualidad tiene que ver con el valor y significados que
cada cultura entrega a la sexualidad. Esto significa si la cultura es capaz de
entender y aceptar el desarrollo psicosexual como parte del proceso de sus
integrantes o si por el contrario, restringe, devalúa o reordena los
comportamientos a través de una serie de mandatos culturales en torno a la
sexualidad.
Hoy en día, la comprensión de la sexualidad entrega una serie de
dimensiones que deben ser consideradas para su análisis, comprensión,
identificación y entendimiento pues esta multifactorialidad de procesos hacen que
hoy en día la sexualidad sea entendida como parte de un proceso del desarrollo
humano y no como un suceso dentro de este.

Referencias Bibliográficas
Kosnik, A., (1978) La sexualidad humana. Madrid. Ediciones cristiandad.
McCary J. McCary S.P (2012). Sexualidad Humana de McCary. Nueva York. El
manual Moderno S.A
Hirigoyen Marie France (2007) Las nuevas soledades. Buenos Aires. Paidos.
i

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