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La Nueva Escuela Mexicana

Los cambios en los paradigmas educativos suelen estar acompañados


de una serie de cuestionamientos en torno a qué tipo de implicaciones
o acciones nuevas vendrán. Además de la incertidumbre que esto
causa, también nos enfrentamos como docentes a incluir
modificaciones en la praxis diaria en las aulas, aunque con cierta
reticencia, pues no siempre dimensionamos las situaciones didácticas
que enfrentaremos al aplicarlas. Nuestra labor educativa no sólo
modifica pensamientos, sino también actitudes que ayudan a los
educandos a adquirir las habilidades indispensables para afrontar su
realidad cotidiana.

La educación en México ha sido un tema trascendental desde hace


más de dos décadas, debido a los constantes avances científicos y
tecnológicos, y a la globalización. A partir de este año lectivo viviremos
una nueva etapa en el desarrollo de los procesos de aprendizaje,
debido a la implementación del modelo de la Nueva Escuela
Mexicana. Ello significa ajustar las dinámicas pedagógicas, tener
mayor flexibilidad curricular y redistribuir el tiempo en el aula.
Habrá una transición en los planes de estudio y, por
consecuencia, una forma distinta de planear el trabajo
académico. Se priorizarán los estilos de aprendizaje de los
alumnos, de manera que uno pueda alcanzar las metas estipuladas
en su grado. Se instrumentarán estrategias que apuntan a la
inclusión, la equidad, la interculturalidad, la educación de calidad
y la excelencia bajo principios de justicia social.

La agenda pedagógica en la Nueva Escuela Mexicana pretende


incluir a los padres en la conservación y enseñanza de los
valores, dejando de lado las culpas o descuidos. Se trata de
estrechar el lazo familiar, desechando la idea estigmatizada de
que las familias en la actualidad, a diferencia de hace algunas
décadas, no inculcan valores a sus hijos, ya que habrá espacios para
generar las condiciones de un desarrollo conjunto.
Otro aspecto a destacar es la propuesta inicial de fomentar una
educación “humanista, integral y para la vida”, que no sólo enseñe
asignaturas tradicionales, sino que considere el aprendizaje de una
cultura de la paz, de la activación física y el deporte, del arte, la
música y, fundamentalmente, del civismo y la inclusión.

Tendrá una visión regionalizada que tome en cuenta las realidades


económicas, geográficas, sociales y culturales de las diferentes zonas
del país. La Nueva Escuela Mexicana vislumbra impartir
conocimientos para las ciencias y las humanidades, proyectando
un enfoque hacia la enseñanza de las Matemáticas, la
lectoescritura y la literalidad, la Historia, la Geografía, el Civismo,
la Filosofía, la tecnología, la innovación, las Lenguas Indígenas de
nuestro país, las Lenguas Extranjeras, la Educación Física, las
Artes, la Música, la promoción de estilos de vida saludables, la
educación sexual y reproductiva, y el cuidado del medio
ambiente, entre otras.

Valorar el trabajo docente en las aulas, evitando la evaluación


punitiva y proporcionando un acompañamiento tanto pedagógico
como en la instrumentación de estrategias didácticas, es otro de
los procesos incluidos en este modelo. Es importante que cada
docente cuente con el material y los recursos necesarios a fin de
integrar una metodología que fortalezca el desarrollo cognitivo de
cada uno de sus educandos, en función de la adquisición de
habilidades y competencias; es decir, aprendiendo a aprender.

La Nueva Escuela Mexicana promoverá una cultura de género que


transforme los estereotipos del rol social de mujeres y hombres,
impuestos por muchos años en el sistema educativo. No se trata
sólo de corregir prejuicios, sino de erradicar convencionalismos que
sesgan la auténtica convivencia y coexistencia de ambos géneros.

El reto de este modelo es construir un sistema educativo que


transforme el porvenir de los educandos y del país.

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