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VALLE PUCÚ

MI PUEBLO

Neri Milciades Insfrán Rojas


VALLE PUCÚ
MI PUEBLO
Apuntes de un recuerdo

Neri Milciades Insfrán Rojas


ÍNDICE

Emocionante libro que invita a no olvidar el pasado.................................................. 5


Valle Pucú, Mi Pueblo...................................................................................................... 7
Doctor Cecilio Báez.......................................................................................................17
Valle Pucú... allá por el año 1570..................................................................................21
Valle de Luque...¡Valle Pucú!.........................................................................................29
José Concepción Ortiz...................................................................................................33
Puente Josepé...................................................................................................................51
Virgen de Las Mercedes.................................................................................................57
Iglesia de Valle Pucú.......................................................................................................91
Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo..................................................................................101
La Semana Santa de 1956............................................................................................109
José María Blanch.........................................................................................................117
Fiesta Patronal de Las Mercedes.................................................................................121
Así eran los Gaona.......................................................................................................141
El suicidio de Luis Gaona............................................................................................149
Kamión Kamby.............................................................................................................153
Los 65 chacoré..............................................................................................................163
Kurusu Hermógenes....................................................................................................175
La revolución del 47.....................................................................................................179
San Antonio...................................................................................................................187
Aquella escuela de 1912...............................................................................................193
La Junta General...........................................................................................................211
Iglesia Evangélica..........................................................................................................217
El último eucalipto.......................................................................................................223
El caso Isidro Ayala......................................................................................................227
El turco Don Jorge........................................................................................................233
Ña Victorina..................................................................................................................237
Julio Olmedo.................................................................................................................241
Graciela Villamayor......................................................................................................249
Club 24 de Setiembre...................................................................................................255
La leyenda Juan´i Orué................................................................................................269
¡Campeón en su Centenario!......................................................................................277
Paso histórico: El “24” a la APF...................................................................................289
Un paso gigante, en fotos.............................................................................................299
El gustazo final..............................................................................................................303

Valle Pucú, 4 de Agosto del 2018


© Neri Milciades Insfrán Rojas. Todos los derechos reservados.
Diseño: Jorge Yanho.
Fotos: Jenny Paola Insfrán, Raquel Insfrán, Fátima Insfrán, Ireneo Mora y Adriana Muñoz.

Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquí-
mico, electrónico, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo por escrito del autor.

IMPRESO EN PARAGUAY
ISBN: 978-99967-0-641-7
Prólogo

Emocionante libro que invita


a no olvidar el pasado

Los orígenes de los pueblos o valles en el Paraguay se reportan desde la


conquista y colonización de los españoles hace más de cuatrocientos años.
Pero no se debe de negar la existencia de grupos originarios desde otrora en
estas tierras, grupos étnicos que dominaban y conquistaban espacios terri-
toriales a costa de sudor y sangre. Por lo tanto, Paraguay posee una mezcla
sin igual de ambas culturas que hoy la conforman como República y Valle
Pucú no escapa a ella.

Estas memorias relatan los posibles orígenes de este pedazo de tierra entre
los límites de dos ciudades coloniales Luque y Areguá. Ambas dicen ser
madre de ella pero discutir que versión es la verdadera, hoy día solo llevara
a la discordia entre ciudadanos, ya que ante la falta de documentos oficiales
de los españoles de la fundación de la misma, solo queda memorar la exis-
tencia del Valle.

Valle Pucú, Mi Pueblo está elaborado en base a relatos, algunos documen-


tos y apuntes primarios de sus orígenes, pero más de lo primero, en testi-
monios de la gente oriunda y pobladora del lugar y en hechos y sucesos de
la propia vida del escritor, el periodista Neri Insfrán Rojas. ¡Quién mejor
que él para la elaboración de esta preciada e inédita obra escrita sobre los
acontecimientos que marcaron el ritmo de vida del pueblo de una sola calle
de acceso!.

Quien conoce el Valle conoce su encanto y peculiaridad geográfica, además


del carisma de sus pobladores, apasionados por el “24” y por la Virgen de
Las Mercedes, patrona de la comunidad, cuya fiesta patronal de ambos deja
a más de uno impresionado por el fanatismo sin igual; ya sea en lo religio-
so o en lo futbolístico, puesto que los dos son marcas registradas de Valle
Pucú.

Les invito a que lean las páginas de estas memorias vivas de un poblador
quien escribe las circunstancias de su pueblo sin dejar pasar los mínimos
5
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

detalles, resaltando los hechos del pasado que emocionan a cualquier lec-
tor; desde el Kamión Lechero con los tarros que surtían del producto lácteo
a Asunción y a las mansiones históricas en sus calles hasta la lista de los
nombres de los soldados combatientes, hijos nacidos en las humildes casas
del interior del Valle, quienes partieron al frente de batalla defendiendo el
territorio paraguayo en el Chaco con valentía y heroísmo, muchos de ellos
ya sin retorno, otros con la gracia de volver, entre ellos mi abuelo materno
Fausto Benítez, cuyo nombre luce entre los demás heroicos soldados valle-
pucugua.

Cada página posee un valor mucho más que el monetario, posee un valor
patriótico donde nos enseña a amar la tierra que nos vio nacer. Valle Pucú,
Mi Pueblo es una invitación al viaje en el tiempo, a recordar y valorar nues-
tros orígenes y preservar la memoria cultural de un pueblo que se encuen-
tra en la lucha de no perder la batalla ante el olvido.

Lic. Prof. Dirce Avalos Benítez.


Nieta de Ña Vicenta Cortázar y Karai Fausto
Benítez, antiguos pobladores del Valle.

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CAPÍTULO 1 - PRESENTACIÓN

VALLE PUCÚ, MI PUEBLO


Apuntes de un recuerdo

Noviembre de 1976. La misa celebrada por monseñor Ismael Rolón y que sirvió como referencia
de partida de este libro. En ese entonces el arzobispo de Asunción visitaba por primera vez Valle
Pucú. Lo acompañaban los sacerdotes Teófilo Ozuna y Mario Gambutti. A la izquierda, con
barba, el autor de este libro. A la derecha el comisario Morel, quien con un fusilero, en el mismo
altar, ordenó una custodia especial a tan selecta visita. Así era la costumbre.

Hacia finales de 1976 el padre Teófilo Ozuna invitaba al arzobispo de Asun-


ción, Ismael Rolón, a celebrar una Santa Misa en Valle Pucú. Se encontraba
también el padre Mario Gambutti (italiano), cura párroco de Areguá. Al
terminar el rezo, se le ve sonriente y distendido al monseñor Rolón, quién
por primera vez conocía la Iglesia de la Virgen de Las Mercedes. Parecía
que salía contento porque saludaba a todos, quedaba a charlar con algunos
y repartía bendiciones.

El 4 de enero de 1977 llegó una noticia inesperada y conmovedora: ¡Ha fa-


llecido el pa´i Ozuna! Llamaron de Asunción, del Cristo Rey, a la entonces
única central telefónica que orgullosamente detentaba Valle Pucú. El viejo
Antoliano “To´íno” Cardozo (único funcionario de la entonces ANTEL-
CO) difundió la noticia. El cura había fallecido un día antes, o sea, el 3 de
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Ramón Rojas en el violin, Ramón Orué en el bandoneón, y el coro que los dos músicos formaron
y cantaron en la Iglesia por mas de treinta años.

enero, por lo tanto, el día del aviso ya era el día del entierro.

Tan pronto como se pudo y en medio de precariedades, se alquiló un viejo


micro marca Austin, conducido por Dionisio Cabrera y una comitiva de
alrededor de veinte personas viajó a Asunción para el sepelio, que fue en
el cementerio de La Recoleta, oportunidad en que se tomó contacto y muy
buenas relaciones con la Congregación de los Jesuitas a la que pertenecía
Ozuna.

Aprovechando esas relaciones unos días después personalmente llegué


hasta el Colegio Cristo Rey donde fui recibido por el padre Jesús Montero
Tirado, entonces Provincial de los Jesuitas en Paraguay. Le hice saber que
en Valle Pucú se rezaba el novenario por el pa´i Ozuna y que el pueblo se
sentiría muy feliz y agradecido si algunos de los ex compañeros del falleci-
do sacerdote se acercaran a la iglesia para el final del rezo. Éste agradeció la
invitación pero la despedida me dejó el ánimo por el suelo, respondió con
un: “Vamos a ver nuestro calendario y si hay tiempo, nos vamos”. En térmi-
nos más simples eso podría traducirse así: “Si podemos, nos vamos”.

Que los jesuitas pudieran participar o no del final del rezo, no cambió el
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Presentación

programa porque de todas maneras el pueblo ya se preparó. El día marcado


la iglesia estaba repleta de gente. En aquel entonces no había luz eléctrica y
la parroquia contaba con dos lámparas petromax propios. Pero los vecinos
se pusieron a la orden y para la noche teníamos como unas 20 lámparas que
funcionaban a kerosén. Adentro todo estaba impecablemente adornado e
iluminado, también sobraban para afuera, la iglesia resplandecía con luces.

Era un día de verano, a las 19:00 el sol seguía estando bien alto y la ceremo-
nia en la iglesia estaba marcada para las 20:00. Repentinamente a esta hora
vimos llegar varios vehículos; novedosos en aquel entonces, ya que era un
pueblo todavía con camino de tierra y sin luz eléctrica. Se ve descender a
Montero Tirado, al monseñor Ismael Rolón y varios sacerdotes más. Espe-
rábamos por lo menos uno y llegaron casi 10. Qué más se podía pedir. Era
una alegría, una sorpresa; !un milagro!

Los jesuitas, junto al arzobispo Rolón, contemplaron y apreciaron el pro-


fundo cariño que Valle Pucú tenía al padre Teófilo Ozuna y también en-
tendieron que con su fallecimiento toda esta comunidad religiosa quedaba
abandonada.

Años después, el padre José María Blanch, que era camarada de Ozuna,
me confió lo siguiente: “El monseñor Rolón siempre recuerda a Valle Pucú,
por eso muchas veces ha visitado este lugar y solía decir que “celebrar la San-
ta Misa en Valle Pucú es toda una alegría, se siente una sensación especial
porque hay acompañamiento de la gente en el rezo y cuando se canta, todos
cantan”.

Las palabras eran, ciertamente, la interpretación justa de los que muchos


también así piensan. Era alegre la misa de los domingos, tal como los días
especiales de celebración. El acompañamiento musical de tipo folclórico
de Ramón Orué en el bandoneón y Ramón Rojas en el violín, contribuían
a ese marco emotivo y contagiante. Ellos, músicos profesionales que inte-
graron las mejores orquestas típicas del Paraguay, lograron formar un coro
acompañado de varios guitarristas con sentido participativo, alegre y que
tanto gustaba al monseñor Rolón.

Valle Pucú es así, cautivante y muy especial que enamora a los visitantes y
se transforma en inolvidable para sus hijos que siempre añoran volver junto
a la madre de todos, la Virgen de Las Mercedes, por lo menos antes de la
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

partida eterna. Uno de estos casos protagoniza José Concepción Ortiz, el


más célebre hijo de Valle Pucú, quien en una de sus poesías pedía que su
entierro fuese en el pueblo donde nació bajo la protección y mirada de la
Virgen de Las Mercedes.

Aquella poesía escrita en un libro en el año 1943 decía en la estrofa final:

!Haz por el valle en fiesta, el valle en primavera;


reflorecer la fe cada septiembre;
y haz que me entierren cerca de tí, cuando me muera;
para estar bajo tu mirada siempre!.

Se preguntarán ¿Y quién fue José Concepción Ortíz?. Un historiador, dis-


tinguido profesor de los mejores colegios de Asunción y poeta lírico de
talla nacional nacido en Valle Pucú (1900), auténticamente vallepuqueño
de padre y madre, lastimosamente poco conocido en nuestro pueblo por-
que nunca existió una organización cultural que promoviera su biografía y
sus obras. El vivió toda su niñez y juventud en el valle, aunque luego por
su condición académica y laboral se mudó a Luque donde falleció (1972).

¿Será que llegó el momento en que se tenga que reivindicar no solamente


su nombre, sino su amplio trabajo cultural?. En el ámbito nacional él está
conceptuado en el mismo nivel de legendarias figuras literarias paragua-
yas como Josefina Plá, Herib Campos Cervera, Vicente Lamas, Heriberto
Fernández y su íntimo amigo y vecino, Julio Correa, poeta guaraniólogo
idolatrado por los luqueños.

Valle Pucú, un pueblo cautivante, queda patentizada, en estas manifestacio-


nes: “He jugado fútbol en muchas partes, pero a mis 52 años, nunca encontré
uno igual al 24 de Setiembre. Aquí hay gente que sigue al club de sus amores en
cualquier parte, sin importar la edad y me ha impresionado verles orgullosos
flamear los colores blanco y negro de su equipo”, palabras de Gabriel “Loco”
González. Este ídolo del fútbol paraguayo y, sobre todo del Club Olimpia,
en la temporada 2012 vistió la casaca franjeada del “24” en el campeonato
aregueño, invitado por el también prestigioso jugador Adriano Samaniego,
que entonces era entrenador del equipo y quedó maravillado.

Pues bien, hablar de este pedacito de tierra bordeada por el arroyo Yuqu-
yry, no tiene sentido sin citar a la iglesia Virgen de Las Mercedes, el 24 de
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Presentación

1937. Esta es la primera fotografía oficial de un equipo del 24 de Setiembre. Fue tomada cuando
se inauguró su estadio “amurallado” con estaqueo de cocotero. Entonces ya usaba la casaca fran-
jeada. Sus integrantes eran todos jovenes que regresaron de la Guerra del Chaco. Sus integran-
tes: Parados: Anselmo Alvarenga, Pedro Estepa, Vitalino Torres, Genaro Nuñez y Santiago Ruiz
Díaz. En el medio: Segundo Nuñez, Francisco Mongelós y Ricardo Legüizamón. Abajo: José León
Legüizamón, “Juan’i” Orué y Lucio Cabrera.

Setiembre y la figura sobresaliente de José Concepción Ortiz. Es como si no


tuviera peso, si no tuviera esencia, si careciera de esa fuerza natural de una
comunidad que vive apoyada a sus raíces.

Para entender a Valle Pucú hay que partir de la premisa de que tan solo es
una de las 9 compañías originarias de Areguá. Que nunca fue una ciudad
tipo Luque y Areguá, por citar solo a los que los rodea. Tampoco nunca
tuvo autoridad municipal propia ni mucho menos ese respaldo directo de
la coyuntura política y estatal. Sus éxitos siempre los consiguió en base al
trabajo y esfuerzo de sus hijos, por eso es tan celoso por lo que tiene y que
en ocasiones justifican su orgullo.

Recuerdo que en el 2009, ya habían pasado 10 años que el 24 de Setiembre


no salía campeón cuando militaba todavía en la Liga Aregueña de Fútbol.
Era el periodo de sequía de títulos más largo de su historia, y tras esa inau-
dita espera, por fin asomaba una nueva consagración. Se ganaban los par-
tidos y se regresaba al pueblo con hurras y cánticos como aquellos tiempos
inolvidables de los años 40, 50, 60 y 70.

Se veía los preparativos e impresionaban el entusiasmo de niños con caras


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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

pintadas de blanco y negro, de banderas que flameaban. También impre-


sionaba la juventud que seguía orgullosa a su club y volvía al valle con la
alegría del triunfo. Es que había surgido una nueva generación y para mu-
chos era la primera oportunidad que se presentaba para ver campeón a su
querido club. Y cantaban y cantaban, pero había algo que no era autentico;
los cánticos “eran copiados de las barrabravas de Asunción”, eso no corres-
pondía habiendo tantas lindas músicas del 24 de Setiembre.

Pero se presentaba un dilema. Cómo exigir a la nueva juventud cantar el


famoso “Le Encajó” si no saben. “Le Encajó” es una impactante marcha de
la victoria del “24” que ya se escuchaba hace casi 80 años compuesta por
don Próculo Cortázar y Emeterio Olmedo. La música cantada con fervor
y a capela, de lejos se hacía sentir anunciando que el equipo había ganado,
llevando a la gente a salir a la calle para recibir a los triunfadores. Y por lo
menos existen otras cinco músicas auténticamente de Valle Pucú que can-
tan al coloso franjeado, por lo que no encaja que se canten otras canciones.

El 11 de Octubre del 2009, finalmente “24” sale campeón al vencer al 4 de


Agosto en el segundo partido final por 4-0. Y se desató la locura, el desfile
por la calle no terminaba nunca. Ya era de noche de aquel feliz domingo y
seguían pasando la gente. Mi madre, Mercedes Rojas gozaba aplaudiendo
a los campeones frente a casa. Y las vueltas que da la vida; pocas horas des-
pués mi mamá cayó enferma. ¡Quién hubiera esperado que, aplaudir a su
24 querido campeón iba a ser su último aplauso de la vida, su aplauso de
despedida.

Impactado por esta situación, con más ahínco empecé a trabajar para fi-
nalmente convertir en disco todas las músicas del 24 de Setiembre, con
algunas composiciones mías, de Ramón Orué y de Ramón Rojas. La in-
terpretación corrió por cuenta de la orquesta del Clan Palacios, donde el
aporte del violinista Fabio Palacios fue determinante. Es un disco precioso
con músicas inéditas que tienen fechas de composición, que estoy seguro, a
través de los años será valorado como un aporte cultural relevante.

Y del dicho al hecho. El 31 de Agosto del 2014, nuestro querido club volvió
a ganar un título de campeón, pero esta conquista no fue cualquiera. Fue
la más significativa, emotiva y emblemática victoria que le puso de pie a
todo Valle Pucú y quien menos se sintió orgulloso de gritar ¡campeón! con
lágrimas de por medio. Es que el campeonato ganado se produjo justo en el
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Presentación

año del centenario del 24 de Setiembre. Los 100 años representó el gancho
de la pasión desbordante de un pueblo.

En los dos partidos finales, en cancha del Tapaicuá, nuestro club ganó 1-0
al 30 de Agosto de Costa Fleitas y la alegría íntima fue mayor cuando se es-
cuchó que en todos los automóviles, en todas las casas sonaban las músicas
del club que había grabado cuatro años atrás y cuyo propósito era que los
vallepuqueños hagamos la farra sin copiatínes y enarbolando nuestra pro-
pia identidad musical. Y el festejo se repitió porque el 1 de noviembre del
2015 la franja inmortal volvió a ser campeón de Areguá. Logró el bicam-
peonato en una deslumbrante jornada ganando por 3-0 con la inolvidable
actuación de su artillero Pedro Moran, autor de todos los goles.

Un sábado 22 de Junio del 2013, luego de un almuerzo en la casa materna,


el sacerdote de la parroquia, Gustavo Acosta, realiza una invitación a ir a
la iglesia para que le cuente lo que se conoce respecto a la construcción del
histórico edificio que en ese entonces estaba en planes de ser restaurado.
El estaba un poco confundido porque se le acercaban varias versiones no
coincidentes que les hacía dudar. Después de mi exposición se mostró más
convencido, más seguro y realizó esta pregunta:

-¿Usted tiene anotado todo lo que sabe?.

-No, le contesté.

-Allí me replicó diciendo; “Usted tiene que escribir”.

Pues bien, igual como ocurrió en el 2009, cuando por no gustarme lo que
cantaban los que festejaban el título de campeón del “24”, se grabaron las
músicas del club, esta vez la sugerencia del padre Gustavo fue determinante
para escribir lo que puede calificarse como la historia de Valle Pucú.

Desde luego siempre estuvo en los planes escribir un libro y para ello, se ha
recopilado datos desde casi 50 años atrás para este fin. En este largo tiempo,
por lo menos habré entrevistado a un centenar de pobladores, la mayoría
compueblanos, muchos de ellos hoy día ya fallecidos pero cuyos testimo-
nios quedaron registrados.

Igualmente se recurrió a algunos historiadores para ir redondeando el tema


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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

con datos creíbles. Además tengo algunos documentos interesantes, siendo


el mayor de todos los libros de actas del 24 de Setiembre desde 1928 en ade-
lante, los cuales son joya, prácticamente reliquias. Estas actas han servido
de mucho para comprobar la existencia de personas que mis interlocutores
citaban respecto a éste o aquel suceso. Estas actas sirven como un reaseguro
de que los relatos anotados son auténticos porque increíblemente, tal vez
por ser un pueblo con pocos habitantes, en el “24” siempre figuraban casi
todos, participando de tal o cual actividad deportiva, religiosa o cultural.

Entonces, este libro se basa en algunos documentos, pero por sobre todo en
relatos, en testimonios de la gente y en hechos de la propia vida del escritor,
porque de alguna manera por mi interés o porque siempre viví en el mismo
lugar, en el centro de todos los acontecimientos, desde niño tuve una activa
participación en muchas actividades. Es posible que la mía no sea la verdad
única de lo sucedido y lo que en adelante se leerá, pero también tengo la
certeza de que los datos son reales porque uno de los métodos aplicados
son las comparaciones; en honor de que no existe nada escrito: Por ejem-
plo, sobre un mismo dato se consultaba a varias personas y se dejaba como
válida las que más coincidían y tenían sentido.

Tal vez otros autores en algún momento podrán presentar datos más im-
portantes que éste escritor, pero es mi deber dejar un pedacito de aporte
cultural para la comunidad de mis amores. Es así que nació este libro titu-
lado “Valle Pucú, Mi Pueblo”. Es el resultado del apunte de un recuerdo,
porque en él se contempla ese intento de buscar la raíz de un pueblo, por-
que un pueblo que no tiene historia, pareciera que no tiene sentido, pare-
ciera como el hijo huérfano, sin padre ni madre. En cambio, aquel que tiene
raíz, encuentra en qué apoyarse y los vallepuqueños en adelante tendrán
cómo explicar su punto de partida, su origen, aún cuando sea totalmente
admisible altibajos en los apuntes.

Tras llegar a la madurez por los años de haber guardado “las pequeñas his-
torias en base a relatos”, se hace realidad este hermoso desafío de lanzar el
libro que también costó buen tiempo escribirlo. Llegué a la sana conclusión
de que si no hacía, ¿quién podrá contar la casi desconocida pero impre-
sionante historia de la familia Servín, la que trajo de España la imagen de
la Virgen de las Mercedes hace 160 años, la misma que hoy día es la santa
patrona del pueblo?. Por ejemplo ¿quién puede hablar del famoso “Kamión
Kamby” que partía de Valle Pucú repleto de tarros para abastecer de leche
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Presentación

a Asunción con reideras tramas? La venta de leche al menudeo era el tra-


bajo diario de nuestras sacrificadas madres y abuelas; y de aquella notable
generación de valientes mujeres, ya van quedando pocas, muy pocas y las
que sobreviven, largamente han superado los 80 o 90 años, como la abuela
Leonida Pereira.

Hoy, hablar de que el balneario Las Mercedes, en el arroyo Yuquyry, fue el


balneario de la alta sociedad luqueña y asuncena durante varios veranos,
capaz que muchos no crean, pero fue exactamente así. Citar que en 1962
don Victoriano Núñez planificó la urbanización de Valle Pucú con una ave-
nida de eucaliptos, posiblemente para muchos sea utopía.

Pocos saben que fueron 65 los vallepuqueños que participaron en la guerra


del Chaco y tres fallecieron en combate, don Rafael Castillo, Ángel Orué y
Albino Zárate; que nuestro pueblo fue epicentro de movilizaciones políti-
cas nacionales en la revolución de 1947, liderados por Isidro Ayala, Próculo
Cortázar y Optaciano Franco Vera; además de mencionar que en 1959 Va-
lle Pucú ya tenía oficina de Correo y de Teléfono.

Aquí se encontrarán también datos de la famosa “Junta”, así denominada y


que se inició allá por 1948. Consistía en llamar a reunión al pueblo para un
debate y plantear inquietudes ciudadanas. Era una especie de parlamento
donde se discutía democráticamente y lo que allí se resolvía por mayoría, se
cumplía, quedando a cargo del comisario ese cumplimiento.

Pocos saben del incidentado comienzo que tuvo la presencia de la Iglesia


Evangélica, en 1948, o que el fallecido presidente norteamericano Jhon F.
Kennedy, con su plan Alianza Para el Progreso, facilitó parte de los fondos
iniciales para la construcción del hoy colegio Juan de la Cruz Gaona en
1962.

¿Y saben lo que fue el denominado Clan Gaona?. Eran siete hermanos, una
mujer, seis varones y cinco de ellos policías. Uno se suicidó marcando un
suceso trágico en la comunidad. Los Gaona eran el prototipo del “poguasu”
paraguayo; mbaretecho ha omandakua´a. Creaban y solucionaban proble-
mas, tuvieron luces y sombras, algunos los recordarán de buen modo y
otros no. Ese clan dejó huellas en todos los colores. Por ejemplo, un colegio
y dos escuelas llevan el nombre de Juan de la Cruz Gaona y su esposa Sofía.

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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

También eran fanáticos del 24 de Setiembre. Un ex jugador de General Ca-


ballero de Ita’anguá, Luque, contaba esta simpática anécdota: “Teníamos
que ir a pie para jugar los partidos y en Yuquyry estaba el comisario Vale-
riano Gaona. Cada vez que pasábamos por ahí nos obligaba a hacer hurras
al “24” como condición para tener el permiso de cruzar la alambrada de la
comisaría”.

“Valle Pucú, mi pueblo” es un libro que incorpora estas pintorescas anéc-


dotas y muchísimas más. También viene acompañado por algunas foto-
grafías de época y se ha procurado actualizar con datos nuevos, como la
elevación a Cuasiparroquia de la Iglesia Virgen de las Mercedes en el 2001,
un hecho trascendental y demasiado importante para la comunidad, igual
como el histórico paso hecho por el Club 24 de Setiembre, que a sus 102
años, en el 2016, deja la Liga Aregueña y pasa a convertirse en club afiliado
a la Asociación Paraguaya de Futbol, en la División C, un privilegio único
que nos llena de orgullo. Y para más, ya en el primer año logra su ascenso
a la categoría inmediatamente superior de la APF.

En definitivas, éste apasionante escrito que se compartirá con ustedes, no


cabe duda que sea polémico, pero de todas maneras echará raíces y en cual-
quiera de las formas espero que sea útil y de buen provecho.

Neri Milciades Insfrán Rojas


Autor

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CAPÍTULO 2

Doctor Cecilio Báez


Andanzas de un Presidente en Valle Pucú

“Ipora la pende Tupasy ha ipuku la


pende valle”. Don Rosendo Aguile-
ra, fallecido en 1968 con más de 80
años de vida, recordaba con alegría
y cierta nostalgia ésta frase expresa-
da por el doctor Cecilio Báez, en los
primeros años del siglo XX. Tal ex-
presión tiene mucha connotación,
porque en primer término no solo
destaca la ya por entonces admira-
da bella imagen de la Virgen de las
Mercedes, sino que agregaba tam-
bién la singular posición geográfica
de Valle Pucú, caracterizado por un
único camino que se extendía de
sur a norte de unos 5 kilómetros Doctor Cecilio Báez, ex presidente del Paraguay
de extensión, tal como sigue sien- entre 1905-6. Realizaba frecuentes viajes a Valle
Pucú en los primeros años del siglo XX. Era un de-
do hasta ahora y que posiblemente voto de la Virgen de las Mercedes.
haya sido el motivo originario de
su nombre; o sea, Valle Pucú, que
traducido al español en forma literal significa “Pueblo Largo o Valle Largo”.
Algunos también le decían “Valle Largo de las Salinas”.

Más connotación todavía tiene aquella frase de Cecilio Báez (1862-1941)


porque quien lo dijo no fue cualquier persona, sino un jurista y un político
de mucho predicamento que se convirtió en presidente de la República del
Paraguay (1905-1906). Es muy recordado en todo el país por aquella céle-
bre frase suya cuando dijo: “Paraguay, un pueblo de cretinos”, una frase a la
que dieron muchas interpretaciones.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Independiente a esa célebre expresión muy polémica por cierto, cabe in-
dicar que el doctor Báez fue un caudillo liberal con respetable sabiduría,
uno de los primeros tres abogados que tuvo el Paraguay, fundó el Partido
Liberal y aparte de ser mandatario fue también canciller, ministro, historia-
dor, profesor universitario, escritor y uno de los que firmó el tratado de paz
con Bolivia (1938), después de terminada la fase de combate de la guerra
del Chaco. Y este señor ha realizado muchas visitas a Valle Pucú, porque
era el camino que utilizaba para llegar a Areguá donde construyó su casa
de verano.

Si bien bajo su gobierno llegaron los primeros vehículos en Paraguay, no


habían caminos trazados para ese tipo de máquina, entonces él utilizaba el
trayecto Asunción-Luque-Valle Pucú para llegar a Areguá en caballo. Algu-
nos dicen que también lo hacía en los carros tipos Carumbé, pero también
tirado por caballos. El viaje a Areguá lo hacía igualmente por tren, cuando
el ferrocarril fundado por Carlos Antonio López coincidía en su horario y
con su deseo de rumbear fuera de Asunción.

Retrocediendo nuevamente para atrás, fue en nuestro pueblo que Báez


quedaba siempre a descansar de noche en sus escapadas veraniegas. Y
su presencia constituía todo un acontecimiento porque los parroquianos
se acercaban a saludar a tan distinguido visitante, algunos para conocer-
le, otros para preguntarles sobre gobierno y política, y así, sucesivamente.
Los pecheos por algún puesto laboral en aquel entonces no existían (como
hoy), porque no había o porque era inútil pedir empleo cuando trasladarse
a Asunción solo para trabajar y volver a casa, era casi imposible por ausen-
cia de transporte. Don Cecilio, una vez tomado el descanso nocturno, a la
mañana siguiente seguía el camino hasta Areguá montado en su caballo
blanco y acompañado por sus guardaespaldas, también sobre caballo.

Don Rosendo Aguilera recuerda que el doctor Báez siempre llegada al pue-
blo los fines de semana y que una de las casas donde se hospedaba era la
suya. La casa de don Rosendo quedaba pegadita al lado de la actual Casa
Parroquial, en el hermoso mangoty que hasta hoy perdura. La vivienda fue
demolida ya en los años 1990 habiendo sido una de las construcciones más
antiguas del valle.

Pero el caudillo liberal también utilizaba para su hospedaje la casa de su


correligionario don Merardo Olmedo, o en todo caso, el de don Vicente
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Doctor Cecilio Báez, andanzas de un Presidente en Valle Pucú

Olmedo, que era el padre de Merardo, un liberal muy apreciado que tam-
bién tenía otros varios hermanos. Esa vivienda, lastimosamente, también
fue demolida sin más noción que la de derrumbar lo viejo para levantar lo
nuevo, un punto de vista muy discutible. Una tercera casa frecuentada era
la de Juan Serapio Velazco, que fue viceabuelo de este escritor. Aparente-
mente con Velazco su amistad era más fraterna pese a que políticamente
eran diferentes porque mi viceabuelo era colorado y ex combatiente de la
guerra del 70.

Ese acercamiento amistoso se produjo porque la familia, en aquellos años,


ya tenía formada su vivienda frente a la iglesia y el famoso visitante se con-
virtió en un devoto de la Virgen de las Mercedes y solía decir que estando
frente a ella, frente a su iglesia, se sentía más seguro en un país donde en
ese entonces había frecuente revolución y golpe de Estado para cambiar
presidentes y la persecución política era el pan de cada día con atroces vio-
laciones y ejecuciones a mansalva.

UN GRAN REGALO

Para conocer el origen de Valle Pucú, justamente se consideró importante


utilizar el testimonio de Cecilio Báez, como punto de partida, ya que esta-
mos hablando de una alta personalidad nacional que no solo hizo acto de
presencia en el pueblo, sino que dejó algo mucho más importante, de pri-
merísimo valor, algo para la historia que no todos saben. Cecilio Báez fue
el dueño original (al menos documentadamente) de la propiedad donde se
asienta la iglesia Virgen de Las Mercedes; y él lo regaló a la comunidad en
honor a la santa patrona.

El caso más o menos se presenta de la siguiente manera: En aquella épo-


ca, hace más de 100 años, la tierra era todo del Estado paraguayo o como
se dice comúnmente, eran tierras fiscales. Así eran los que estaban en Va-
lle Pucú, Caacupemí, Maramburé, Areguá, Luque o lo que sea, en todo el
país. Se tomaba un lote sin ningún problema porque había abundancia de
propiedades con pocos habitantes. Lo que no existía era la titulación del
terreno.

Pasaron los años y ya casi sexagenario, próximo a la década de 1920, don


Cecilio seguía viniendo al pueblo, aunque más esporádicamente por su
misma edad o porque las revueltas políticas en el país se agravaban y salir
19
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

fuera de Asunción representaba ser un blanco perfecto para las embosca-


das, para los asesinatos.

En una de sus estadías en Valle Pucú, conoció a un joven de ilustradísima


cultura que pintaba para algo importante. Ese joven fue José Concepción
Ortiz, quien más adelante se convertiría en historiador, poeta, periodista y
director de colegios. Ambos entablaron una amistad muy fraterna y mu-
chos son los que afirman que Báez fue quien llevó a Ortiz por primera vez
a Asunción para que ingresara como alumno en el Colegio Nacional de la
Capital y luego lo convirtió en funcionario público dentro del gobierno
liberal, aun cuando que José Concepción era colorado. Uno de sus jefes fue
Eligio Ayala, en ese entonces ministro de Hacienda y quien más adelante se
convertiría en presidente del Paraguay en dos oportunidades.

Mis familiares cuentan que de esta relación surgió la idea de Cecilio Báez
de inscribir en el Registro Público una propiedad que nacía en el oeste (o
poniente) en el arroyo Yuquyry y se extendía hacia el este (hacía Caacu-
pemí) con un largor de unos 3 mil metros. La iglesia estaba dentro de ese
predio. Justamente, en este punto, cuando la propiedad fue titulada y regis-
trada, se anotó una constancia expresa, una voluntad personal del doctor
Báez de que esa tierra inscripta a su nombre y más adelante adquirida y
transferida a Juan Serapio Velazco, no incluía el predio de la iglesia, que así
quedaba como independiente y al servicio de la máxima autoridad eclesiás-
tica del Paraguay que tenía oficinas en Asunción. Esas oficinas son hoy día
La Curia, funcionando a cargo del arzobispado.

Esta documentación deja suficientemente en claro que fue Cecilio Báez


quien regaló la mayor parte del predio donde hoy está asentada la iglesia
Virgen de Las Mercedes de Valle Pucú, un edificio distinguido por su fina
arquitectura colonial y con su frente mirando hacia la puesta del sol. Para
ser más preciso hay que señalar que primero se levantó la iglesia, o sea, el
edificio ya estaba construido cuando Báez inscribió a su nombre la propie-
dad y para dejar ordenado jurídicamente, hizo la acotación especial cuando
esa misma propiedad transfirió a Velazco. Otra parte de la propiedad de la
iglesia, la que está ubicada hacia el lado sur, el compueblano Juan Pío Alva-
renga también “transfirió” a la Santa Patrona, en un gesto voluntario que tal
vez en ésta época ya no se da tan fácilmente.

20
CAPÍTULO 3

Valle Pucú...
…allá por el año 1570

Imagen del arroyo Yuquyry. Los conquistadores españoles, en el año 1570, la denominaron Isla
de las Salinas para crear los “Presidios”. En esta milenaria cuenca se cree que tuvo su orígen Valle
Pucú y Luque en tiempos de la colonia española.

Valle Pucú tiene su origen profundamente identificado con el inicio del


colonialismo español. Dos disposiciones reales nos llevan a éste camino. La
primera, y quizás la más importante, se relaciona a que en 1570 se otorga
una extensa propiedad denominada “Isla de las Salinas” en la cuenca del
arroyo Yuquyry. Estas tierras más adelante se convertirían en lo que hoy es
Luque y sus compañías. La otra disposición de la corona española data de
1576, donde se concede tierras al español Juan de la Torre, desde la laguna
Tapaicuá (hoy lago Ypacaraí) hasta la “Isla de las Salinas”, propiedad que
después se convertiría en el municipio de Areguá.

Valle Pucú se ha levantado como pueblo en medio de estas dos disposicio-


nes reales, debido a que su ubicación territorial se encuentra establecida
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

dentro de la cuenca del arroyo Yuquyry de manera inseparable y las aguas


de este cauce hídrico bañan por lo menos 5 kilómetros de sus costas, de
sur a norte. Desde luego no existe fecha de fundación, tampoco acta de
fundación y menos la persona quien la fundó. Pero esto no significa que
Valle Pucú haya surgido de la nada; categóricamente no, puesto que tiene
su origen, su raíz y su antigüedad.

La fecha exacta de su constitución es imposible de demostrar, aunque lo


más seguro es que su formación se haya producido evolutivamente con
el paso de los siglos. Lo que sí se sabe es que cuando los conquistadores
llegaron y fundaron Asunción en 1537, poco después se armaron algunos
conflictos con los indígenas, en particular con los Guaicurúes. Esta era una
tribu rebelde de la familia de los Guaraníes y rechazaba a los españoles
instalados en Asunción.

Los guaicurúes vivían en un amplísimo territorio en los que hoy día son los
pueblos de Luque, Yuquyry, Maramburé, Valle Pucú, Itapuami, Ita´Anguá,
Tarumandy, incluso Limpio y Emboscada. Estos indígenas estaban mar-
ginados por el poder conquistador, empeñados en dominarlos y conver-
tirlos a través del bautismo al cristianismo, pero sobre todo, que fueran
obedientes, imponiendoles su cultura, principalmente el idioma español y
la religión católica.

EVIDENCIAS VÁLIDAS

Instalar 1570 como año de origen y justificar que en este 2018 Valle Pucú
cumple 448 años es bastante difícil de probar de manera contundente, pero
tampoco es muy atrevido ni descabellado sostener esta posibilidad. Es ver-
dad, no existen documentos que lo confirmen, pero sí existen evidencias
que también son válidas en todo proceso de construcción histórica, aquí y
en cualquier parte del mundo.

¿Cuáles son esas evidencias?. Aunque Valle Pucú orgánica, territorial y po-
líticamente es parte del municipio de Areguá, su proceso de formación his-
tórica está más estrechamente relacionada a Luque que a Areguá. Existe un
paralelismo que casi no arrojan dudas porque Luque, documentadamente
ubica su origen (no su fecha de fundación) en una comunidad de indígenas
bajo control español, que vivía en la gran cuenca del arroyo Yuquyry, en-
tonces denominada Isla de las Salinas, allá por el año 1570, o sea, 33 años
22
Valle Pucú... allá por el año 1570

después de la fundación de Asunción.

Tiempo después la propiedad pasa a nombre del capitán español Miguel


Antón de Luque, en 1635, por orden del gobernador Martín de Ledesma
Balderrama y muchos consideran que con esta merced real (decreto real)
se ha constituido Luque, adoptando la ciudad el nombre del referido capi-
tán, a quien se adjudicó las tierras de la antigua Isla de las Salinas.

Uno se preguntará qué tiene que ver el origen de Valle Pucú con que el
gobernador Balderrama haya transferido a nombre de Antón de Luque la
propiedad de Salinas en 1635. Tal vez la respuesta sea más sencilla que com-
plicada, atendiendo a que Valle Pucú es parte integrante de la gran cuenca
del Yuquyry. Entonces, por lógica se puede deducir que los indígenas de
aquel tiempo debieron de haber tenido dominio de ambas orillas del arro-
yo. Además, la anchura del arroyo, por más caudaloso que fuere en aquel
entonces, solo rondaría los 30 metros, tal vez más, tal vez menos.

Pues bien, trasladado en términos actuales se puede deducir que los habi-
tantes de la orilla luqueña no podían desentenderse o ignorar la orilla de
enfrente, o sea, la vallepuqueña o aregueña, como quiera llamarse. Esto se-
ría obvio, más todavía cuando en aquellos tiempos los cultivos no existían
o no se habían desarrollado y la alimentación básica era frutas, la caza y la
pesca, que no se reducían a un solo lado sino a ambas orillas.

Imaginemos por ejemplo, que un indígena del lado luqueño de repente en-
cuentra un yacaré y cuando lo iba a cazar, el animal se tira al agua y cruza
al lado de Valle Pucú. ¿Usted cree que el cazador lo va a dejar escapar?
Jamás. Lo va a perseguir hasta la otra orilla, hasta alcanzar su objetivo de
capturarlo. Entonces aquí tenemos la evidencia de que aquellos indígenas
dominaban ambos lados del arroyo.

Todo esto nos lleva a valorar la alta seguridad de que en el siglo XVI ya ha-
bía gente que vivía en nuestro valle, probablemente de la misma familia de
los guaicurúes, aunque algunos sostienen que eran tribus de la familia de
los Carios. Esta deducción histórica, también vale para establecer el origen
aproximado de otros pueblos aregueños vecinos como Yuquyry, Isla Valle
y tambien Yuquyty.

Varios historiadores nacionales, y en particular los luqueños, coinciden en


23
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

un dato significativo que está documentado: En la Isla de las Salinas, ubica-


da en la cuenca del arroyo Yuquyry, los españoles crearon -hacia 1570- los
llamados “Presidios”. Para algunos los presidios eran un lugar donde fue-
ron trasladados los indios rebeldes, muchos de ellos posteriormente sacri-
ficados por no aceptar ser reducidos.

Se cuenta también que en un lugar se enterraba a los no bautizados y en


otro a los ya bautizados o cristianizados. En cambio, otros relacionan los
presidios como fortines que servían para resguardar la zona de la eventual
presencia de enemigos.

EL NOMBRE DE LUQUE

El escribano e historiador luqueño Pedro Regalado Pérez (fallecido en


2016) y otros escritores, como el gran historiador nacional Benjamín Veli-
lla, al igual que Eligio Riveros y otros, citan que según registro de la historia
oficial, la ahora Luque, primero se llamaba como ya se ha mencionado “Va-
lle de las Salinas”, luego “Valle de Luque”, luego “Partido de Luque” y final-
mente “Ciudad de Luque”. Y como ya se expuso, el nombre es en memoria
del capitán Miguel Antón de Luque, español vinculado con los remotos
sucesos de Isla de las Salinas.

El gobernador Pedro Melo de Portugal, en 1781, fue el primero quién do-


cumentadamente utilizó el nombre de “Partido de Luque” para refrendar
una disposición de la corona española. También, ya en tiempo del Mariscal
López, el vicepresidente Vicente Sánchez utilizó el nombre de “Partido de
Luque” cuando designó a esta ciudad como capital provisional de la Re-
pública del Paraguay en 1868, en plena guerra de la Triple Alianza, ante el
avance de las tropas brasileñas hacia Asunción.

Aquí no se está afirmando que Valle Pucú haya surgido en 1570. Precisa-
mente no, pero se juega con esta fecha probable vinculando lo sucedido en
las tierras de la cuenca del arroyo Yuquyry, habitado por indígenas llevados
en “presidios” y luego transferidos por el gobernador Balderrama a favor
de Antón de Luque en 1635. Si hay que buscar una raíz, apoyarse a estos
datos es sustentar una situación totalmente posible, porque Las Salinas es el
origen remoto de la ciudad de Luque.

Pero también hay una realidad muy cierta y en esto Regalado Pérez tiene un
24
Valle Pucú... allá por el año 1570

punto de vista acertado: Tanto Luque, como Valle Pucú, que no tienen ac-
tas de fundación y ni quien los fundó, se fueron formando evolutivamente
como población con el paso de los años y cada uno por su lado constitu-
yeron a sus pobladores originarios, pero ya cristianizados y con apellidos
españolizados. Y ésta transformación pudo haber ocurrido en más de 200
años, como mínimo.

¿Qué pasó de los guaicurúes?. Retrocedieron hacia Emboscada, huyen-


do de los “presidios” españoles. Por esa zona cordillerana probablemente
encontraron más libertad y más vida, instalándose cerca del río Paraguay
donde abundaba la caza y la pesca. De hecho, con el paso de los siglos, fue-
ron aumentando en números, educándose y transformándose, pero hasta
hoy sus descendientes conservan la cultura de sus ancestros, lo que de por
sí muestra que siglos atrás fueron parte de una comunidad muy poderosa
que supo transmitir sus tradiciones a varias generaciones.

En este punto cabe resaltar que cada 24 de julio en Emboscada se realiza la


fiesta en honor a San Solano, y allí los descendientes de los guaicurúes suelen
vestirse como sus antepasados con plumas de aves, de pies a cabeza, la cara tie-
nen tapada con una máscara de restos de animales. Realizan bailes y también

Los indios guaicurúes salieron del Yuquyry y encontraron mejor refugio entre Emboscada y Lim-
pio. Su cultura supo transmitir de generación en generación. Cada 24 de Julio realizan su fiesta
vistiéndose con restos de animales. Esta foto fue tomada en el 2014.

25
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

celebraciones religiosas invocando a sus dioses salud y abundancia de comida.

AREGUÁ RATIFICA EL ORÍGEN

El paralelismo del origen de Luque y Valle Pucú queda demostrado en las


disposiciones de la corona española al establecer dominios territoriales so-
bre la extensa zona de la Isla de las Salinas, en la cuenca del Yuquyry, ce-
dida por el gobernador Martín de Ledesma Balderrama a favor del capitán
Miguel Antón de Luque en 1635. Esto es así debido a que dicho territorio
incluye a Valle Pucú como parte, aunque en aquel entonces el nombre de
nuestro pueblo aún no tenía esta denominación, al menos formalmente.

Este origen, que cuesta tanto confirmar por la ausencia de acta de funda-
ción que lo testifique, sin embargo tiene otra evidencia ampliatoria de tre-
mendo valor cuando al analizar cómo y cuando surgió Areguá, encontra-
mos disposiciones similares en la distribución territorial del reino español,
por medio de los conquistadores, que ratifican el origen de Valle Pucú, tal
como se estaba mencionando anteriormente.

En efecto, cuentan los documentos que uno de los primeros españoles que
habitó Areguá fue Juan de la Torre. Este ciudadano formó parte de la expe-
dición de don Pedro de Mendoza, el primer adelantado del Río de la Plata
en 1536. Juan de la Torre posteriormente participó de la expedición de Juan
de Salazar y Espinosa que fundó Asunción en 1537.

Un interesante trabajo de investigación realizado por Margarita Durán


Estragó, sobre la historia de Areguá, dice que la ciudad fue fundada por
Domingo Martínez de Irala en 1538, pero fue el español Juan de la Torre
uno de sus primeros pobladores permanentes, aunque también se citan a
otros ciudadanos como Pedro Hernández, Juan Romero, Juan Corral, Juan
Encina de Mendoza etc.

Sin embargo fue a De la Torre a quien se concede dominios territoriales


mediante una merced real de 1576. Las tierras incluían hacia el Este la lagu-
na Tapaicuá (hoy lago Ypacaraí), hasta la loma alta, que hoy es asiento de la
iglesia De la Candelaria, y hacia el poniente hasta el arroyo Yuquyry o tierra
de Las Salinas, la tierra que luego se convertiría en Luque.

La distribución citada más arriba crea un cuerpo territorial entre Areguá y


26
Valle Pucú... allá por el año 1570

Luque y en medio está Valle Pucú por formar parte de la cuenca del Yuqu-
yry. Es una clarísima mención para sustentar la teoría de que el origen de
nuestro pueblo se encuentra en la distribución de las tierras entre ambos
municipios separados por el arroyo Yuquyry.

La investigación realizada por Margarita Durán Estragó encuentra fechas


casi coincidentes cuando cita que en 1576 se le otorgó a Juan de la Torre las
tierras de Areguá, desde el Tapaicuá al Yuquyry o Las Salinas. Por el lado de
los luqueños se cita que fue en 1570 que el poder conquistador de Asunción
creó los “presidios” en la zona de Las Salinas, donde los luqueños ubican
el origen de su ciudad. Es una similitud muy firme que conduce a pensar,
considerar y creer que el origen de Valle Pucú este vinculado a esos hechos.

Ahora bien, la diferencia entre las tierras otorgadas a Juan de la Torre en


Areguá y Miguel Antón de Luque es la siguiente: Por el lado aregueño se
le otorga un extenso territorio a una sola persona; por el lado luqueño se
otorga el territorio donde se habían creado los presidios con los indígenas
guaicurúes o guaraníes. Es decir, ya poseía habitantes.

Pero este caso necesita nuevamente una precisión: Las tierras cedidas a
Juan de la Torre tenían habitantes, como los Carios, quienes en su mayoría
habitaban la zona de Areguá, no hacia el Yuquyry. Pero también se cuenta
que en la comarca del Tapaicuá estaban instalados otras dos tribus rivales,
los de abajo, a los que se les decía “pueblerinamente” Carapeguá y a los de
arriba a quienes se les denominó Ariguá. La leyenda dice que los primeros
abandonaron el territorio cuando el agua del lago tomó sus tierras y los
segundos quedaron a vivir en los alrededores de la iglesia donde levantaron
sus casas que se conservan hasta hoy día.

27
CAPÍTULO 4

Valle de Luque... ¡Valle Pucú!


La identidad de un pueblo con una sola calle

Valle Pucú y su única calle, ahora ya asfaltada, que se extiende de sur a norte. Es la identidad de
un pueblo. Por aquí caminaban los Guaicurúes, indígenas que, según algunos, fueron los prime-
ros habitantes de la cuenca del Yuquyry. El largo “jeguatahá” quizás sirvió de base para que al
valle finalmente le denominaran Valle Pucú.

Un caso muy comentado, por lo chistoso que es, señala que dos amigos
volvieron a encontrarse después de 20 años. Se abrazaron una y otra vez por
el reencuentro sorpresivo y luego más calmado, uno pregunta al otro por
dónde andaba, que hace tanto tiempo que no se veían. El otro contestó que
estaba por el Chaco trabajando, y la réplica no se hizo esperar: “Pero si yo
también estoy en el Chaco, cómo es que no nos encontramos”. Medio eno-
jadito el otro volvió a responder, pero ya con vehemencia: “vos pio crees que
el Chaco es Valle Pucú mba´e para que nos encontremos en una sola calle”.

Esta anécdota que tan solo suena a chiste, sin embargo tiene su relevancia,
tal como aquella frase del Doctor Cecilio Báez, ex presidente de Paraguay,
cuando dijo: “Ipora la pende Tupasy ha ipuku la pende valle”. En ellos pue-
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

den apreciarse con certeza, que hace tantos, tantísimos años que a nuestro
pueblo se lo conoce y se lo distingue por tener una sola y larga calle de sur
a norte. ¿No será acaso esta característica la que nos lleve a encontrar la raíz
y el origen del nombre de nuestro pueblo?: Valle Pucú. Así de simple.

Si tradujéramos al español en forma literal, Valle Pucú significaría “Valle


Largo o Pueblo Largo”, y la verdad es que no tiene tanta gracia. Decir por
ejemplo “yo vivo en Valle Largo o yo vivo en Pueblo Largo”, al solo efecto
de simpatizar con el idioma español, resultaría verdaderamente antipático
de pies a cabeza. Sin embargo, dicho en guaraní es mucho más expresivo, es
más característico de nuestra raza. “Soy de Valle Pucú” o “Che vallepucu-
gua”, suena fantástico y se pronuncia con honor, como diría aquel verso de
“Canción a Villa Florida”.

Hurgando más a fondo sobre la denominación de nuestro pueblo, encon-


tramos que en algún momento se le quiso nombrar como “Valle de las Sa-
linas” o “Valle del Yuquyry” por su condición geográfica. Esto porque en
realidad la topografía determina que Valle Pucú se encuentra en un valle,
entre la altura de la zona de Areguá y la de Luque.

Basta mirar desde la ruta Las Residentas hacia el arroyo para darse cuenta
de ésta situación topográfica. Estamos en una pendiente, lo que general-
mente se conoce como valle. Y lo de Yuquyry viene por añadidura, porque
el nuestro es un valle que tiene unos 5 kilómetros de costa del milenario
arroyo. Este nombre de Valle del Yuquyry no tuvo arraigo, aunque sí se lo
menciona como parte de un hecho histórico en esa búsqueda sobre el ori-
gen del nombre de Valle Pucú.

Pero parece ser que el colonialismo español fue el que realmente determinó
para que a través de los años nuestro pueblo se llamara Valle Pucú. Y en este
punto encontramos cercanías muy firmes con Luque. Ya en el capítulo an-
terior citábamos que Luque primeramente fue denominado Isla de las Sali-
nas, situado en la gran cuenca del Yuquyry donde también se ubica a Valle
Pucú. Más adelante a Luque, la misma corona española la nombró como
Valle de Luque, luego Partido de Luque hasta que finalmente se convirtió
en Ciudad de Luque, en homenaje a Miguel Antón de Luque, un español
a quien se le adjudicó la tierra de las Salinas, en el año 1635. Estas tierras
anteriormente eran citadas por los españoles como “presidios”, según una
merced real del año 1570, plenamente documentado.
30
Valle de Luque....¡Valle Pucú! La identidad de un pueblo con una sola calle

Con estos datos uno se podría imaginar que si los mismos conquistadores
españoles primeramente llamaron a Luque, Valle de Luque, que tan ex-
traño puede representar que fuesen ellos quienes hayan puesto a nuestro
pueblo el nombre de Valle Pucú.

Etimológicamente Valle Pucú puede explicarse así; valle, porque es ver-


daderamente un valle al estar topográficamente en medio de dos posicio-
nes de altura, como las de Areguá y Luque. Lo de Pucú puede explicarse
por la extensa costa que tiene respecto al arroyo Yuquyry y la apertura de
un “jeguataha” largo que a través de los siglos se convirtió en camino, hoy
transformada en ruta asfaltada y columna vertebral del movimiento de su
población.

El “jeguataha” tal vez haya sido obra de los indios guaicurués, quienes –
aparentemente- fueron los primeros habitantes de la cuenca del Yuquyry,
aunque algunos sostienen también la presencia de los Carios. Repasando
éstos hechos históricos encontramos bien consolidados los datos que pue-
den llevar a considerar de la manera cómo surgió el nombre de Valle Pucú.
Y pocas dudas habrían para señalar que nuestro pueblo probablemente ya
tiene una antigüedad de más de 400 años, enraizadas en repartos de tierras
ocurridos en los primeros años después de la fundación de Asunción por
parte de los españoles.

ASI ES VALLE PUCÚ

Valle Pucú se encuentra a escasos 30 kilómetros de Asunción, forma parte


del territorio de Areguá. Actualmente tiene –aproximadamente-13 o 15 mil
habitantes y la explosión demográfica es ascendente. Un siglo atrás apenas
tenía unas 100 o 150 personas que vivían en la zona.

Su límite natural hacia el oeste es el arroyo Yuquyry, que lo separa de Luque.


En el sur su vecino es Yuquyty, hacia el este Caacupemí y al norte Yuquyry,
conforme al mapa que dispone la Municipalidad de Areguá. Valle Pucù es
parte de las 9 compañías históricas de Areguá, junto a Isla Valle, Yuquyry,
Estanzuela, Caacupemi, Yuquyty, Costa Fleitas, Pindolo y Kokue Guasu.

Política y administrativamente depende de Areguá, desde 1862, cuando


por disposición del presidente Francisco Solano López, Areguá se inde-
pendizó de Itauguá. Es esta situación la que ha llevado a muchos luqueños
31
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

a sostener que Valle Pucú primeramente dependió de Luque por aquello


de que formó parte de la Isla de las Salinas en la gran cuenca del arroyo
Yuquyry. Incluso hay libros que así lo señalan. En la parte administrativa
este vínculo Valle Pucú-Luque se hizo más evidente porque antiguamente
todos los vallepucuguá se inscribían como bautizados en la Casa Parroquial
de Luque, incluyendo anotaciones de los casos de fallecidos.

Desde luego hay que reconocer que fuera de esa dependencia política y
administrativa actual con Areguá, Valle Pucú tiene un vínculo práctico y
profundo con Luque desde sus orígenes, situación demostrable en los que-
haceres diarios de toda la población que hasta hoy sigue vigente.

32
CAPÍTULO 5

José Concepción Ortiz


Poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

En 1970 fue la última vez que José


Concepción Ortiz asistió a la fies-
ta patronal del 24 de Setiembre. Le
recuerdo con su impecable vesti-
menta de siempre; saco azulmari-
no, pantalón gris, zapatos negros,
camisa blanca con corbata y su in-
faltable sombrero. Aquel día llegó
apresurado a nuestra casa detrás
de su esposa, la tía Simeona y ésta
plagueándose, porque el tío José no
se esmeró en apurarse y les ganó el
micro de las 6 de la mañana que sa-
lía de Luque rumbo a Valle Pucú y
recién pudieron tomar el micro de
las 8 de la mañana. Para ella ya era José Concepción Ortiz es el poeta de Valle Pucú.
Nació el 5 de mayo de 1900 y falleció en 1972.
tarde, aparte del cansador y desa-
gradable espera de dos horas frente
al almacén de don Chivelo Ortiz, en Luque.

El plagueo de la tía Simeona venía por el lado de que quería llegar tem-
prano para tomar mate con su hermana, abuela Honoria, relajarse y recién
después ir a la iglesia, porque en ese entonces la misa central en honor a la
Virgen de las Mercedes se iniciaba a las 9 de la mañana.

Por la actitud enojada de la tía Simeona, el tío José sólo atinó a sonreír con
un “pévako péicha nde voi iplagueóna”, y mientras saludaba a la familia llegó
el momento de cruzar la calle e irse a la iglesia. Ya era la hora, el campane-
ro “Leco” Alvarenga acababa de hacer sonar el tercer repique anunciando
el inicio de la celebración que estuvo a cargo del padre Teófilo Ozuna, y
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

quienes animaban la misa con sus cánticos eran las monjas dominícas de
Luque, utilizando como acompañamiento un Armonio (así decían a un
instrumento de cuerdas o viento, tipo Piano).

Luego se hizo la procesión, acto del que ya no participó Ortiz y cuando re-
tornó a la casa agarró agua del cántaro (ni soñar todavía en tener heladera),
bebió y preguntó a qué hora pasaba el micro para Luque. Dijo que necesita-
ba regresar porque a la tarde tenía una exposición en el prestigioso colegio
San José de Asunción y no quería perder su acostumbrada puntualidad. La
abuela Honoria le preguntó:

-“entonce piko nderepytamoái rekaru”.

-“nahániri”, le contestó el otro.

Sin embargo reclamó su porción de chancho, sopa y chipa -que eran las
codiciadas e infaltables comidas de la fiesta patronal- los cargó cuidadosa-
mente en un bolso y se puso a esperar el micro. En ese entonces José Con-
cepción Ortíz ya tenía 70 años y pese a su elevado status cultural y múltiples
actividades rentadas, no le sobraban recursos para comprarse un autito y uti-
lizaba el transporte público para su desplazamiento.

UN HIJO ILUSTRE

Valga esta pequeña y sencilla anécdota, más bien familiar, pero muy testimo-
nial, para presentar a José Concepción Ortíz, el más ilustre hijo de Valle Pucú
de todos los tiempos. Poeta, historiador, director de diario, funcionario del
Estado, escritor de libros y profesor sobresaliente de los colegios más distin-
guidos de Asunción. Si bien su vida adulta la vivió en Luque, él nació un 5 de
mayo de 1900 en Valle Pucú, hijo de Felipe Ortiz y María de la Cruz Frutos.

Inició sus estudios escolares en el pueblo. Acudía a la escuela siendo su


primer maestro José del Pilar Jara, el “Maestro Pilá”. Sus compañeros fue-
ron –entre otros- José Ojeda y Florencio Fernández, quienes eran de Isla
Valle y ambos, posteriormente, optaron por el sacerdocio, según referen-
cias facilitadas por Lorenzo Cáceres Díaz, el que fundó la primera escuela
de Valle Pucú en 1912. Incluso, Cáceres Díaz comentó que en recordación
a su primer maestro, José Concepción había escrito una pequeña historia
resaltando las virtudes del “Maestro Pilá”, quien era oriundo de Capiatá.
34
José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

Don Lorenzo recuerda a Ortiz di-


ciendo que era un ilustrado y “pa-
reciera que él ya no necesitaba estu-
diar, oikuapa voi entero mba´e ha
oscribi poraiterei”, decía. Recordaba
también que aquel joven tenía aña-
dida a su vida una cultura natural
que superaba, incluso, al “arandu
kaaty”, frase muy paraguaya que Fachada del diario El País donde José Concepción
describía al hombre del campo, el Ortiz era director. Foto publicada por Última Hora.
autodidacta, quien sin ir a la escue-
la tiene una sabiduría tal que se convertía en referente de la comunidad.
Ortiz prosiguió sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de la Capi-
tal, emblemática casa cultural donde se formaron los mayores intelectuales
paraguayos de principios del siglo XX.

Se casó con Simeona Velazco, que era hermana de abuela Honoria Velazco
y pasaron a vivir en nuestra casa familiar. Del matrimonio nacieron cuatro
hijos; Juan Quirino, China, Chichito y Muñeca. Los tres primeros nacieron
en Valle Pucú y solo la última en Luque. Justamente la tía Muñeca, tal como
cariñosamente le llamamos, sigue acompañándonos con sus 78 años. Los
anteriores hermanos ya fallecieron. Han quedado una docena de nietos y
varios bisnietos. Pero también tuvo una hija natural con doña Ramuelda
Castillo. Esa hija se llama Benjamina Ortíz, viuda de Saldívar (1925-2017).

El matrimonio Ortiz-Velazco construyó su casa detrás de la iglesia y luego


lo dejó cuando se mudó a Luque, ya después de la guerra del Chaco, por-
que el poeta centraba muchas actividades en Asunción y por comodidad se
puso más a tiro para los viajes a la capital. La antigua residencia matrimo-
nial fue adquirida, en 1965, por los entonces recién casados Julio Albera
y De Las Nieves Cáceres. El lugar, ya totalmente transformado, pareciera
predestinado para la cultura porque hoy día es asiento de la Escuela Niño
Jesús, que por designios de la vida fue fundada y sigue presidida por De Las
Nieves, más conocida como Rubia Cáceres, quien es maestra formadora de
muchas generaciones y ya lleva 55 años dedicándose a la tarea de docente.

EL FORZADO SILENCIO DE 1958

Ciertamente en los últimos años de su vida, ya no era frecuente la presencia


35
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

de José Concepción Ortiz en el valle donde nació. Sólo realizaba visita en


momentos especiales, como la fiesta patronal y la fiesta de San Antonio, el
13 de junio, que es el santo patrono de la familia Velazco-Rojas. Pero sus
visitas ya tenían otros condimentos, más bien centrada en la familia y muy
alejada de aquellos tiempos en que llegaba al pueblo y se reunía con la gente
y se hablaban de proyectos, porque el paraguayo por naturaleza ama al pue-
blo donde nació y Ortiz tenía ese sentimiento por su valle.

Por ello y por su nivel cultural, tenía mucha ascendencia entre los compue-
blanos, más todavía cuando -entre otras cosas- fue artífice de la construc-
ción del histórico puente “Josepé” en 1931, cuyos detalles se desarrollan
en otro capítulo. El también donó un centenar de libros, en 1941, para que
la escuela habilitara su primera biblioteca, según refiere Lorenzo Cáceres
Díaz. Igualmente regaló la imagen de la Virgen de los Dolores, para que
Valle Pucú pudiera celebrar la primera Semana Santa, en 1956.

Uno de los puntos que probablemente marcó el distanciamiento del tío José
con su valle es un proyecto suyo para urbanizar Valle Pucú, en 1958, que
chocó con la negativa de la gente que acudió a una reunión donde se debía
sellar el acuerdo final para abrir calles y tal vez proyectar una ciudad para
el futuro. En esa reunión participaron por lo menos 40 personas, entre ellos
los Gaona, poderoso clan familiar de comisarios, quienes ya con anticipa-
ción habían hecho comentarios de no compartir ese emprendimiento por-
que no veían todavía esa necesidad en el pueblo.

En aquel entonces con el apoyo de ingenieros y topógrafos luqueños que


eran sus amigos, Ortiz presentó el proyecto terminado de la urbanización
que ya lo estaba ideando desde años atrás. Con aproximadamente 600 ha-
bitantes y unas 120 viviendas, en aquella época las casas en Valle Pucú se
levantaban solamente sobre la única calle del pueblo. Hacia arriba las ex-
tensas propiedades servían para la chacra y hacia abajo el campo era de los
animales para la pastura natural, facilitada por los humedales del arroyo
Yuquyry. Entonces era relativamente fácil impulsar la apertura de calles.
Además, las mediciones no iban a costar nada, porque sería un regalo de
los citados profesionales amigos de Ortiz.

Lo que sí se necesitaba era la aprobación de la comunidad para ceder sus


propiedades marcadas para abrir las calles. A eso apuntaba el proyecto y
muchos estaban de acuerdo. Sin embargo tropezó con el rechazo de un
36
José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

grupo no numeroso, pero fuerte, de connotados ciudadanos que asistieron


a aquella reunión en el “Oveñaty”, como se llamaba a la plazoleta ubicada
al costado de la iglesia. Uno de ellos, Guillermo Insfrán, que fue mi abuelo
por parte de mi padre, alzó la mano pidiendo la palabra en nombre del
grupo fuerte y textualmente dijo:

-“Valle Pucú ya oíma oihaguáme, ha nda ore gustai la nde proyecto”.

Allí terminó la reunión y allí también terminó el espíritu solidario con su


valle de José Concepción Ortíz. Su enojo no generó ninguna confrontación,
sino un distanciamiento en silencio que jamás se restauró, salvo en una oca-
sión, en 1964, cuando hizo una magistral presentación por escrito para que
el club 24 de Setiembre asumiera una defensa en la Liga Luqueña de Fútbol
frente a la pretensión de despojarlo de puntos para que no saliera campeón.

SETIEMBRE FELIZ, SETIEMBRE DE LUTO

José Concepción Ortíz fue un devoto de la Virgen de Las Mercedes, no


solo porque en su iglesia recibió el bautismo, sino porque lo sintió de
verdad y muchos setiembre pasó disfrutando lo que en sí representaba
la fiesta patronal. El influyó para que el Dr. Cecilio Báez, el ex presidente
de la República, donara la propiedad donde está asentada la construcción
del oratorio.

Ya en su condición de poeta, cantó loas a setiembre, escribió a la “Virgen


del valle”, tal vez en un sentido extremo, porque para él (pese a que todas las
vírgenes son María, aunque con distintas advocaciones) no había una santa
más poderosa y milagrosa que Mercedes, que ni se igualaba a la Virgen
de la Asunción ni a la Virgen de Caacupé, y finalmente pidió que cuando
muera se lo enterrara cerca de la Virgen, en Valle Pucú.

Pero ninguno de sus más sentidos anhelos pudieron cumplirse. Su setiem-


bre de fiesta se transformó en setiembre de luto, porque fue en este mes, en
1964, que falleció el tío Juansito, su hijo mayor, que estudiaba Medicina en
Buenos Aires. Fue en setiembre que falleció la tía China, su segunda hija y
el destino quiso que fuera también setiembre quien lo llevara para siempre.
José Concepción Ortiz falleció un 22 de setiembre de 1972, a los 72 años,
siendo enterrado en Luque y no bajo el manto de la Virgen de Las Merce-
des, en Valle Pucú, como él había clamado en su poesía.
37
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

LAS CÉLEBRES OBRAS LITERARIAS DE JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ

Para entrar en el capítulo de las poesías de José Concepción Ortiz, hago


copia textual de lo escrito por el renombrado literato Miguel Angel Fernán-
dez. Según el académico “Ortiz publicó en vida un solo libro poético: Amor
de Caminante (Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1943), en donde recogió
treinta y cuatro poemas, escritos a lo largo de un lapso de dos décadas. Lle-
va un prólogo de Arsenio López Decoud, y en las solapas puede leerse un
texto de Carlos R. Centurión, que su autor transcribió casi íntegramente en
su Historia de las letras paraguayas.

La tapa fue diseñada por Juan Sorrazábal, amigo suyo desde los tiempos
de la revista Juventud, que el artista ilustraba. En Amor de Caminante se
encuentran sobre todo poemas sentimentales y visiones del campo, y con
frecuencia los motivos de unos y otras se entrelazan en temas melancólicos
de gran eficacia expresiva. También incluyó en este volumen los sonetos a
Raúl Battilana y a Pedro Herrero Céspedes, compañeros de generación des-
aparecidos tempranamente. No solamente en ellos toca el tema de la muer-
te, que aparece con hondo sentimiento en otro poema dedicado a su madre.

Después de este libro no volvió a reunir en volumen su obra poética. Casi


treinta años transcurrieron desde la publicación de Amor de Caminante
hasta su muerte en 1972. Sin embargo, durante este lapso no permaneció
completamente inactivo, ya que de cuando en cuando podían leerse sus
versos en alguna publicación periódica, y dejó algunos inéditos poemas.
Pensaba probablemente publicar un nuevo libro, pues se encuentran varias
poesías reunidas en un cuaderno mecanografiado y titulado “País secreto”,
Asunción, 1962. Existe también otro cuadernillo, titulado “Ella”, con seis
poemas, fechados entre 1945 y 1953.

“País secreto” está constituido por varias composiciones de aliento épico


y otras de carácter intimista. Sus rasgos posmodernistas no han variado,
si bien su temática ha incorporado motivos nuevos como los que cantan
al país, a España y a personajes históricos como Bolívar, Sandino, Irala y
otros. Un amor de madurez parece haberle inspirado algunos poemas, pro-
bablemente el mismo que motiva las poesías de “Ella”. Estas últimas pue-
den figurar entre las más finas producciones de la poesía amatoria en el
Paraguay, por su discreción expresiva y la intensidad de su contenido”. Asi
escribía Miguel Angel Fernández sobre el poeta de Valle Pucú.
38
José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

LOS POEMAS DE JOSÉ Entre todas tú sólo, Virgen de las Mercedes,


CONCEPCIÓN ORTIZ eres la que jamás nos abandonas
desde tu tosco altar; la que todo lo puedes
aquí y mereces todas las coronas.
AMOR DE CAMINANTE
Si florecen tristezas en tu senda A no ser la de los Dolores, que a tu diestra
y sangra en tu interior oculta herida, me evoca a quien la amó, mi madre ausente,
yo extenderé mi amor como una venda ninguna, a nuestros ojos, a tu altura se muestra
sobre los sufrimientos de tu vida. ni digna de mirarte frente a frente:

Sobre tus padeceres y quebrantos Ni la de la Asunción, esa dama soldado,


derramaré, como un prodigio de hada, ni la de Caacupé, esa andariega,
el bálsamo sedante de mis cantos, que en vez de dar alivio siquiera al desolado
y te sabrás después transfigurada. pueblo, le merma el pan, miseria riega.

Y ya tus días no serán de angustia, ¿Quién sino tú aligera los grillos y los males
ni tus noches serán de desamparo, y, sin moverse un paso, obra el milagro
porque pondré mi amor en tu alma mustia de echar la bendición por manos de un Rosales
y te cobijaré como un avaro. sobre el dolor inmemorial del agro?

Bajo las lunas dulces de tus ojos ¡Haz por el valle en fiesta, el valle en primavera,
me sentiré feliz con tu cariño, reflorecer la fe cada septiembre,
pues hallarán albergue mis antojos y haz que me entierren cerca de ti, cuando
en tu opulenta juventud de armiño. me muera,
para estar bajo tu mirada siempre!
Tus senos me darán calor de nido
para mis orfandades prematuras DÍA DE DIFUNTOS
y mis ansias se habrán desvanecido Una oración ahora
en el remanso azul de tus ternuras. por los lejanos muertos:
que no se aprenda ni se rece, sino
Olvidaré por siempre la tristeza se esconda y sufra adentro.
de vivir en mitad del abandono,
y a través del fulgor de tu belleza Una plegaria sin palabras, hecha
ya no veré la vida con encono. de miedo y de silencio
desde la ciega angustia de la vida
Y si con mi cariño aún no consigo hacia el límite sordo del misterio.
curar tu corazón, ya moribundo,
seremos, ¡qué me importa si es contigo! Una emoción, en fin, un vago rito
dos dolores errantes por el mundo. por los profundos y lejanos muertos,
que tardíamente vuelven, se aproximan
Mas, si mi afán es vano; si mi anhelo por la planicie blanca del recuerdo.
se frustra en el umbral de tu destino,
me alejaré de ti con el consuelo Su rito cada cual: yo, por los míos,
triste de haberte amado en mi camino... muero un poco: enmudezco.

A LA VIRGEN DEL VALLE NOCHE DE AUGURIOS


Gracias a ti, una vez al año, somos todos Conmigo. En la quietud de mi cartuja,
felices a tus pies, grandes y chicos; ni un motivo que engañe a mi tristeza.
nos haces olvidar de daós y de lodos, Sobre el silencio de esta noche pesa
a pobres igualándonos y ricos. no sé qué helada sugestión de bruja.

39
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Me encuentro solo, más que nunca, en frente No decir males del destino malo
de todo mi pasado y mi presente; que en polvo anónimo el cariño aventa:
y pienso que mi vida es un absurdo ¿no queda al corazón, de él, como un halo
que rueda a la deriva, mientras urdo de dulzura remota y cenicienta?

Este vano crespón de mi nocturno. ¡Quién te dice que nadie llora junto
fui un ser taciturnamente huraño a los escombros tibios del presente,
antes; y hoy sigo siendo taciturno el rojo llanto del amor difunto:
y esquivo como antaño. rocío tinto de fulgor poniente!

Pero, ¿a qué hacer mi historia? Toda historia A UNA ALDEANA


me sabe a inconsistente vanagloria, Tu juventud evoca en el ardido
y además trato de olvidarlo todo: ambiente de la aldea virgiliana,
porque en mi senda hay menos flor que lodo; a una ninfa que huyendo del olvido,
se reecarnara esta lustral mañana
Mucha más sombra que serena lumbre. en tu fresca belleza adolescente;
Soy un viandante que en inútil paso, y enciende en mi cansada fantasía,
incapaz de subir hasta la cumbre, al cruzar por el valle lentamente,
ha caído al abismo del fracaso. el resplandor de una ilusión tardía.

Mi vida, en fin, es un dolor cobarde, Sueño al mirar tu cabellera bruna


que pudiendo extinguirse en la mañana, y tu rostro de lirio de ladera,
prefiere despedirse por la tarde. que prestaron: tu faz, luz a la luna
- ¡Oh, femenina timidez humana! y a la noche, negror tu cabellera.

Pero sé que me iré, yo no sé cuándo, Tus ojos insondables y estelares


-cuando menos lo espere- andando, andan- son dulces como mi melancolía,
do, y una hemorragia tibia entre azahares
hasta la Nada, y tendrá fin, al cabo, es tu boca: fontana de ambrosía.
con mi existencia, mi dolor de esclavo. Es un cofre tu cuerpo, en que se anida
OCASO SENTIMENTAL un tesoro de amor inexplorado,
Fueron los días de pasión: te pierdo. donde asoman -colinas de la vida-
Sobre las ruinas del amor vencido, tus pezones de nardo y de pecado.
tras el otoño blanco del recuerdo
ha bajado el invierno del olvido. Como un vano holocausto a tu hermosura,
amortajo en mis versos la divina
En el silencio cada vez más hondo impaciencia que al verte me tortura,
del alma, se irán luego, poco a poco, y la inhumo en tu senda, Campesina.
sumiendo tu perfil divino y blondo
y mi sombra sonámbula de loco. DELIRIO LÍRICO
Entre tu oscura melena
Del mundo extinto del pasado, nada. confundir quiero el negror
Alguna moribunda voz,¡quién sabe! de mi fortuna, morena,
y allá en el porvenir, novia encantada, (de mi infortunio, mejor).
la esperanza que canta como un ave.
En su espesura serena
Con otro amor restañaré mi herida, ocultaré bien mi amor
con otro amor restañarás la tuya: guardándole de la pena,
y a una nueva ilusión que dé la vida, librándolo del dolor.
mañana cantaremos, ¡aleluya!

40
José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

Y preso en su fronda amena, cuerdo,


seré luego un ruiseñor, amémonos y olvidaremos los dolores
feliz de estar en cadena, que como vientos malos batieron nuestros
divinamente cantor. sueños.

Liberado de la pena, Después. . . ¡qué nos importa lo de después,


bien guardado del dolor, amada!
¡cómo cantará mi amor Bésame, como siempre, largamente, y soñe-
bajo tu negra melena! mos...
Que la vida es movible, fugaz, ¡como el vaivén
VAIVÉN de tu hamaca en la umbría del naranjal lon-
Tengo un capricho, mía: quiero volver ahora gevo!
contigo a aquellos días lejanos y divinos
como la juventud. No digas “No”. . . ¡Quién QUERENCIA
sabe En la tierra natal, de dulzura materna,
si los podré mañana resucitar contigo! -miño, esmeralda y oro: labranza, selva y sol-
hallaré al fin holgura, de regazo o caverna,
Vuelve a traer la hamaca con tu labor más blanca suficiente para llenar mi humilde rol.
bajo la fronda umbrosa del naranjal longevo,
y aguárdame de nuevo, como antaño en las En la quietud antigua de la campiña eterna
siestas seré un indio que dice su alma en español:
de sol, mientras la aldea duerme su sueño -alma donde el recuerdo con la esperanza
lento. alterna
con ronco acento de marino caracol-.
No me traerás asiento; para adorarte, amada,
como reclinatorio me servirá la tierra. Allí mi vuelta aguardan, para inducirme a coro,
Y vé, entre tanto acuda, tejiendo juntamente -son ancestral, aromas de infancia, luz de
con tu labor, tus sueños, para abreviar la origen:
espera. “hinca aquí tu raíz”.

Un instante tornemos a vivir aquel tiempo Acaso se me preñe la boca, en el sonoro


aromado de anhelos, cuyo postrer minuto silencio campesino, del ímpetu aborigen,
se esfumará, tal vez, con la última cita y en mi voz rompa entonces a cantar mi
que a la sombra nos demos de los naranjos país.
mudos.
LOS FRUTOS DE LA TIERRA
... ¿Recuerdas cómo, apenas llegabas, con Cantando y girando
vehemencia vamos a decir
nos dábamos un largo beso de bienvenida? qué comimos antes
Florezcan nuevamente, como antes, hoy, tus de venir aquí:
besos
en el claro silencio de la tarde amarilla. . . Ya sea el pan claro,
ya el moreno pan,
Enamorado un día remoto del ingenuo o los ricos zumos
florecimiento de tu cuerpo -nardo y mirra-, que la tierra da.
te envolví entre las redes de mis ansias, ¿re-
cuerdas? -Yo he comido en casa
y temblorosamente fundimos nuestras vidas... mandioca y maíz,
los providenciales
Soltando nuestras almas unidas de las manos, frutos del país.
por los caminos anchos y amigos del re-

41
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

-Yo comí poroto con los descalzos pies que recuerdan raíces,
y maní, las dos agachándote bajo todas las injusticias
más alimenticias con tal de aspirar el aire de la querencia.
legumbres de Dios. No hay en toda la tierra lugar como el amable
valle natal, en donde hasta el morir es dulce,
-Yo comí de postre por más que allí, a través del tiempo y sus
tanta fruta y miel, mudanzas,
que aún tengo la boca sólo tú permaneces infortunado siempre.
dulce de comer. (A causa de tu tristeza mediterránea,
desesperada y silenciosa, el guaraní
-Di ¿por qué en silencio tiene ese sonido entrecortado de sollozo. . .)
sólo quedas tú?
-Es que tengo hambre: Mas, te miro, paisana florida de paciencia,
no he comido aún. la del pecho crecido por la maternidad,
y tengo fe de nuevo: parirás todavía
(coro) unos hijos capaces de abrirse a sangre y fuego,
Giremos cantando, paso hacia el triunfo para vengar tu sacrificio
para no quedar de víctima sitiada y rendida por hambre.
en la tierra nunca Y eso que no tienes parangón en el mundo:
ninguno sin pan. hembra de ningún otro país nunca hizo
tanto;
PAÍS SECRETO mereciendo reinar, eres menos que esclava,
A LA PATRIA CHICA tú, sin derecho a nada, si no es la corona
Alguien alce a la patria grande y triste de fardos que tu nimbo de mártir disimula
el canto sesquisecular, ya roto y te oprime evitando que te subas al cielo.
el poderoso aliento de Fariña:
patria irredenta como ayer y siempre, DEL ROMANCERO CAMPESINO
a quien mi amor creyó más suspirada I
quizá por aflijida.. . Y no era cierto: Bajo tierra, Sixto Rojas,
no te amáramos menos si dichosa. duermes hace ya diez años
Sólo, tal vez, lo has sido cuando el Chaco, donde las cuatro palmeras
los Comuneros y la Guerra Grande, consabidas en el campo.
viento a tu prole unida, en tu defensa Salva, si puedes, las sombras;
para morir - de otra manera juntos vuelve y escúchame: ¿ufano,
sobre tu pecho todos no cupiéramos: ciego no fuiste al combate
aún no aprendimos de otro modo a unir- con el mayor de tus vástagos
nos. igual que si le llevaras
a pasear por el prado?
Canto a la patria chica, aquella donde Fuiste al campo de batalla
me aguarda aún la choza en que he nacido, feroz librada entre hermanos
a orillas de un arroyo, oliendo a tierra (si puede llamarse así
recién llovida y a primera novia... a quienes se están matando).
Que otros a la Patria con mayúscula, A pecho franco luchaste
luego de haber las manos puesto en ella, -tenías fe en tu “abogado”-
la loen y la lleven en los labios hasta caer, por las balas
con fingido fervor. Yo, en cambio, torno abatido, boca abajo.
con la memoria hacia la patria chica. Mandáronte a pelear
valiéndose del engaño:
CANTO AL HIJO DEL PAÍS ¡ir como contra enemigos,
En el trasverberado corazón de la América contra tus propios paisanos!
del Sur, penas ha siglos aferrado al terruño Ir aceptaste creyendo

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José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

que volverías al cabo, en un manto de verdura


como al partir, entre voces de sangre a trechos teñida.
de triunfo y entusiasmo. La esperanza, siempre verde
Tornaste, sí, pero muerto, según creencia admitida,
tu primogénito al lado ¿será que se echó a sangrar
junto a tus conmilitones por boca de mil heridas,
de las balas escapados. las que abrió en el patrio suelo
Tu mujer y los retoños tanta lucha fratricida,
en silencio te miraron, hasta la hora de ahora
hasta que por fin rompieron desde la de la conquista?
a llorar su desamparo. Por fin, Sixto Rojas, tienes
bastante tierra adquirida,
Sixto Rojas, sin saber para tu sueño postrero,
ni sospecharlo, indefenso justo la que necesitas.
te dejaste conducir En guaraní, al son del arpa
como res al matadero. o de la guitarra, habría
Recordando que antes eras que ir repitiendo tu historia
- ¡maldito sea el recuerdo!- por los valles y alquerías
cabo de guardia civil, hasta grabarla en los ojos
-guardián de bienes ajenos- de la gente campesina,
insólita valentía de la que todo lo da
crecer sintiendo en el pecho, sin que nada ella reciba
ciegamente a la matanza a no ser pullas, agravios,
corriste entre los primeros. extorsiones, injusticias...
... Huyendo de la miseria,
al borde mismo del pueblo II
plantaste la nueva choza José Gamarra, retoño
y ¡a soñar con días nuevos! de mestizos de Itauguá,
A qué mal puerto llegabais casi indio puro, de aquellos
viniendo de tierra adentro. pobres en letras y pan,
Ni cocos había allí, más ricos de humor y chispa
el maná de los labriegos. si hechos a la adversidad:
¡Suerte peor, con los tuyos escritos para contados
morando en ajeno predio, de arpa o guitarra al compás,
que la del pájaro alonso, tu vida y milagros pongo
sumido entre tierra y cielo! de arribeño aquí al pasar,
¿Qué importa desafiar que hicieron época antaño
la muerte más cerca o lejos? y por tierras de Areguá,
dijiste acaso olvidándolo en fragmentos recogí
todo: mujer, pequeñuelos... luego de oírlos narrar
No te vayas, Sixto Rojas: en las noches de velorio,
los cabecillas tramperos o alguna festividad
hacen que mates, que mueras, con aguardiente y con talla,
pero ellos siguen viviendo. donde la gente rural
aun envuelve tu memoria
Cada hogar su Sixto Rojas, de renombre que jamás
cada cual llora una víctima tuvo cura, juez ni jefe
del fratricida guerrear, en toda la vecindad.
ya en la aldea, ya en la villa.
A veces mueve a pensar Mentado José Gamarra,
la paraguaya campiña ya estás -guitarra en la mano,

43
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

caído a un lado el sombrero, la dama, garbosa flor


y el poncho de calamaco entre las hembras del valle,
que el raído traje encubre- por quien suspirabas años
ya estás las cuerdas templando, sin apenas declararle
mientras dices agudezas tu amor sino con los ojos
a la rueda de paisanos -tal vez por grande, inefable-
que no bien te reconocen El, junto a sus compueblanos,
te rodean encantados. pensaron acobardarte,
Cosas que afirman de ti armados de armas de fuego.
nunca de nadie afirmaron: Te les plantaste delante
unos, que tienes “payé”; a solas con tu belduque,
otros, potente “abogado” dispuesto para el ataque.
para vencer voluntades, Cuando sonó el primer tiro,
o las balas; dado el caso. seguidos de otros más tarde,
No poseyendo, en fin, nada no se veía en la cancha
donde nacido y criado más señal que la del sálvese
-ni donde caerte muerto- quien pueda. Pero se vio
la guitarra bajo el brazo palidecer -si eso cabe-
caminas de un pago a otro tu faz mientras sacudías
vertiendo entre tus hermanos el poncho con gesto grave,
acá y allá unos adarmes las balas echando al suelo:
de pimienta y sal, de paso. ¡balas que a veces no valen!
Ni bien llegas al boliche,
de la enramada debajo III
muchos curiosos se van Atención les pido a todos
a tu rededor juntando, mientras me ponga a contarles
hasta dejar el comercio lo que sucedió a una moza
vacío de parroquianos. del campo: Luci llamábase.
Allí, entre otros, Felipe En las afueras del pueblo,
Bareiro y maestro Carlos del naciente hacia la parte,
te vienen a saludar nació Luci en choza donde
con un apretón de manos, creció a la de Dios que es grande.
y con sus ojos azules, A la ciudad la mandaron
sonrientes, volteriano, a conchabarse sus padres,
también Bienvenido Fretes, para ganarse la vida
para tus dichos y casos y perderse... ya se sabe.
celebrar todos a una Partió la pobre, florida
los que están más de tus labios de ilusiones y de carnes.
pendientes que de tu música, Corrían sus quince años,
bordando sus comentarios los que más deseo atraen.
aquéllos a carcajadas, Fue - “Se precisa muchacha” –
éstos a grito pelado. la de todos, la de nadie.
¡José Gamarra, en el valle Al cabo de poco tiempo
del Yuquyry, a ambos lados, volvió desnuda y con hambre
no hay quien se parangone como fue, mas no ya sola
contigo, toro ni gallo! puesto que iba a ser madre.

Pusiéronte un día a prueba Cuando en cara se lo echaron


los puebleros en un baile. aquel fruto de su error,
Llégase Pastor Martínez se defendió como pudo
con ánimo de soplarte Luci, alegando que no

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José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

se trataba, a la verdad, como autor de la matanza.


de preñez sino tumor
que desaparecería Cualquiera sea la razón,
mediante una operación. tiene que ser fusilado.
Creyéronla al fin los suyos Mas, su fama al Paraguay
y ella se tranquilizó por siempre queda de bravo.
para poder trabajar
yendo y viniendo a Asunción Camino a la eternidad
a comprar y revender te vas, Rogelio Godoy,
telas, hasta que ocurrió dejando grabado el nombre
lo que alguna vez había del pueblo en el corazón.
de acontecer. Bajo el sol,
turno en “La Reguladora” El reo ya está en capilla,
aguardando en el montón le asiste el padre Cestac,
-donde a golpes y aun balazos y de su lado a la madre
a raya teniéndolas no consiguen separar.
había guardias brutales-
Luci una nena a luz dio. ¡Cómo estarán tiritando
de alarma todas las mozas,
Cuando regresan a casa, y en sus blusas las dos claras
todos allí a madre e hija palomas de pico rosa!
las reciben hoscamente,
si no con rabia, con pifia: Los hombres, nadie esa noche
- Niégalo ahora, infeliz; pudo el sueño conciliar.
¡es éste el tumor, perdida! Descansaron de hacer hijos
Envuelto en unos pañales las hembras del arrabal.
rotos, el nuevo ser iba,
más, por lo exiguo, a un ratón El pecho trasverberado
parecido que a una niña. las madres, ni qué decirlo,
Un halo en la cara a Luci viendo extinguirse, impotentes,
la maternidad ponía. en Godoy su propio hijo.
Nunca jamás de ese modo Adiós, recuerdos de infancia
se la viera embellecida. feliz por la Recoleta.
Pronto caería después Adiós, mundo, que pareces
de la decadencia víctima, más hermoso al que te deja.
lo mismo que sus abuelos,
igual que ha de ser su hija, Quieren quitarle precisa-
a quien en familia llaman mente la vida en castigo
Esperanza de mi vida, de la que él quitó a otros
si hay extraños; si no, por decisión del destino.
“Tumorcita”, “Tumorcita”.
No importa. Quienes le ven
IV hoy sumido en la desgracia
Un día del año trece, y sin piedad le abandonan,
moría el mayor Medina le perdonarán mañana.
junto al alférez Morínigo
y el subteniente Fariña. Después que le degradaron,
sin espada ni uniforme
El cuartel de Concepción llegó al estacón en donde
fue el escenario del drama, mostró cómo muere un hombre.
y al teniente Godoy culpan

45
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

De frente a los tiradores, de que nunca, tal vez, será bastante amada.
él mismo ¡fuego! mandando
como militar valiente, La misteriosa mano del destino la puso
cayó Godoy fusilado, junto a mi vía: al verla, reconocí que era
la Esperada, y le dije mi amor, todo confuso,
en marzo, el año catorce que rompió a florecer como una primavera.
a las seis del dieciocho,
cuando tenía de edad A UNA ESLAVA
veinticinco años sólo. No más soberbia y blanca, ni más bella
la eslava de Rubén que tú sería,
Ante el asombro del pueblo Mima, inmortalizada en la “Elegía
cayó con valor mostrando, pagana”, que se hundió como una estrella
-la multitud aplaudía- fugaz en las tinieblas de la muerte...
cómo muere un paraguayo. “Después apareció - dirán mañana
por ti, leyéndome - tardía hermana
SONETO suya, igualmente hermosa y con más suerte;
Digna de ser copiada es su faz pura, siempre amada y amando, el lema ha sido
ya en el metal de una medalla impresa, de su existencia ardiente y atrevida
ya en alguna preciosa miniatura “Sólo el gozar, a cualquier precio, es vida...“
que salve del olvido su belleza. Y en un verso también burló al olvido.
1946
A haber podido conocerla, habría
tal vez Ronsard sus gracias celebrado TENÍAS QUE SER TÚ...
tornándola inmortal, como a María, Día tras día me encendí en la espera
a Helena y a Casandra, en el pasado. de tu amor, sobre todos deseado.
Ninguna, es cierto, como tú me diera
Yo apenas sé, con silencioso y ciego la perfecta ilusión de ser amado.
fervor, besar sus pies, seguir su huella
susurrando a los dioses este ruego: Tenías que ser tú a quien le tejiera
mi vespertino canto enamorado:
¡Qué no se extinga antes que yo la llama contigo, el mundo es como en primavera,
de su vida. . . Morirme antes que ella! y las antiguas sombras he olvidado.
Es todo lo que pide uno que ama.
Cómo serás de grata que me dura
TENÍA ALGO DE VERSO... por la gozosa carne todavía,
Con su atracción secreta, que obraba poco lejos de ti, el sabor de tu dulzura...
a poco,
tenía algo de verso: de ritmo y de medida, Y estaría contento con mi suerte
pues no faltaba nada, ni excedía tampoco si fueras la última a quien yo debía
en su hermosura como del ensueño nacida. decir amor, camino de la muerte.
1948
Aunque tan de la tierra ¡cuánto evocaba el cielo
su claro ser, que hacía pensar que Dios existe! YO NO TE DIGO NADA...
Por tiempos se inflamaba de un recóndito Yo no te digo nada... Era una fiesta
anhelo tu amistad, que duró casi diez años
de dicha que, al frustrarse, la dejaba al fin y al fin se acaba, como todo en esta
triste. vida de hechos efímeros y extraños.

Echaba, a ratos, plena de vida y de contento, En cosa alguna la mirada puesta,


a cantar porque sí, y a sonreír por nada, cerrado en mí, con pies y ojos huraños
para enmudecer luego con el presentimiento mas ni un reproche, bajaré la cuesta

46
José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

del tiempo hacia los últimos peldaños...


Era un pródigo, un réprobo, un perdido...
Aire de liviandad, sien de suicida, ¡Quién sabe si por eso le he querido
tu ayer no vi para mejor quererte, más que a mi madre aún, desde pequeño!
en claro y dulce bien trasfigurada...
MBOCAYÁ
Por eso, en silenciosa despedida, Tal como el campesino paraguayo,
sin quejarme de ti ni de la suerte, terco, sufrido, huraño, generoso,
me ves partir... Yo no te digo nada. de la tormenta erguido ante el acoso
tu privilegio es atraer el rayo.
ELEGÍA DEL URUNDE-Y
De años y borrascas vencedor, ahora Firme en el rojo suelo, sin desmayo
cuando parecías ya inmortal, caíste das frutas y hojas al menesteroso
a golpes rendido del hacha traidora. y, al fin, el tenaz leño, ya en reposo:
tú pareces en todo paraguayo.
El paisaje, echándote menos, queda triste,
si bien lo imponente era en ti la altura Doblarte no podrá sino romperte
nada más: te erguías alzando del suelo, más bien la tempestad, altivo y fuerte,
junto a las miradas las ansias de vuelo símbolo del terruño, mbocayá.
hacia tus catorce metros de estatura.
Hoy y ayer, en la paz como en la guerra,
Crujiendo al tumbarse tanta ufana fronda, para hombres y bestias de esta tierra
su adiós estruendoso dijo a la redonda. tú has sido de los pobres el maná.

¡Cuán humanizadas, qué empequeñecidas TENÍA ALGO DE VERSO...


por la muerte luego las ramas gigantes, Con su atracción secreta, que obraba poco
de vientos y pájaros frecuentadas antes a poco,
y hoy por las muchachas, como enternecidas tenía algo de verso: de ritmo y de medida,
de tu fin, que juegan a quién va más alto pues no faltaba nada, ni excedía tampoco
subiendo a tu copa yacente en un salto! en su hermosura como del ensueño nacida.

Aunque muchos vástagos dejas de tu nombre Aunque tan de la tierra ¡cuánto evocaba el cielo
que en torno recuerden, con su sombra, al su claro ser, que hacía pensar que Dios existe!
hombre Por tiempos se inflamaba de un recóndito anhelo
tu amistad, por último -el refrán lo enseña: de dicha que, al frustrarse, la dejaba al fin triste.
del árbol caído todos hacen leña.
Echaba, a ratos, plena de vida y de contento,
ERA UN PERDIDO... a cantar porque sí, y a sonreír por nada,
Era un perdido, y a pesar de todo para enmudecer luego con el presentimiento
casi más que a mi madre le quería, de que nunca, tal vez, será bastante amada.
cuyo amor desde lejos me unge a modo
de un beso, al recordarla, todavía. La misteriosa mano del destino la puso
junto a mi vía: al verla, reconocí que era
Sufrió, pero a los hados inhumanos la Esperada, y le dije mi amor, todo confuso,
les puso un rostro siempre sonriente; que rompió a florecer como una primavera.
se asió a la vida con entrambas manos
y se dejó arrastrar por la corriente. BALANCE
Guardar de nuestras cosas las mejores...
Sin una queja proferir, a solas Te dejo la lejana imagen mía
y apunto de rodar bajo las olas, de que estuviste enamorada un día,
todo lo soportó: rigor, desdeño... y algunos versos sólo. No me llores.

47
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

lo sabía). Mejor que así haya sido,


Llevo de estos efímeros amores tal vez, para no echarnos menos tanto
el aroma y sabor que todavía cuando, por fin, nos demos al olvido.
habrán de perfumarme la agonía,
junto al recuerdo de sus sinsabores. Todo es posible: aun desconocernos
y pasar uno al otro indiferente
Fui feliz más ahora que te pierdo cada vez al cruzarnos por el mundo.
no me importa sufrir con tu recuerdo,
hasta caer por el alcohol vencido... Mas, ¿en su altar los dioses son eternos?
¿Juntos no hemos vivido intensamente,
Te dije ha tiempo ya, en alguna parte: tú y yo, unas dulces horas sin segundo?
hay que morir por ti o hay que matarte
cuando se sabe que se te ha perdido. RETRATO
[c. 1960] El suyo es como un rostro sólo entrevisto
en sueño
EN TU ÁLBUM y encontrado más tarde con sorpresa en la vida.
Soy quien se queda, junto a ti, a guardarte, Para hacer su alabanza todo elogio es pequeño:
si no el mejor, al menos el más firme. una vez contemplada su faz, no se la olvida.
Pude aspirar acaso al bien, al arte,
mas, de tu lado no quería irme... A no saber que vino buscando aquí acogida
de allende el mar, diríase que fuera un ser
Y estoy bordeando aún, en tu presencia, de ensueño,
esta dedicatoria mientras digo: o aparición, tal vez, de súbito caída
¿Qué importa? Amándola aprendí la ciencia de los cielos en medio del paraíso asunceño...
de ser feliz, puesto que soy su amigo.
De las frías estepas al arenal candente
FIESTA cruzó festín e incendio, miseria y vicio ilesa,
¿De dónde apareciste, clara y dulce extranjera por un azar más bien que milagrosamente.
que siembras hoy mis noches de supremas orgías,
colmándome en tus brazos de embriagueces Si arde en su boca el fuego del amor cuando besa,
tardías? prende un halo el espíritu de pureza en su
¿Qué va a restarme luego de tu pasión viajera? frente:
rostro mitad de santa, mitad de satiresa.
Nada, acaso; o tal vez el decreciente eco [1953]
de nuestros goces sólo... Como una fiesta era
su amistad, diré entonces: alegre y pasajera, YO NO TE DIGO NADA...
pensando en ti, añorando aquel amor ya seco. Yo no te digo nada... Era una fiesta
tu amistad, que duró casi diez años
No preguntemos cómo, de dónde ni hasta cuándo; y al fin se acaba, como todo en esta
mejor, antes que el tiempo llegue de no querernos vida de hechos efímeros y extraños.
más, esta dicha efímera disfrutemos gozando,
gozando e ilusionándonos de que somos En cosa alguna la mirada puesta,
eternos... [1945] cerrado en mí, con pies y ojos huraños
mas ni un reproche, bajaré la cuesta
NOS DIJIMOS ADIÓS del tiempo hacia los últimos peldaños...
Nos dijimos adiós, sin que unos puntos
suspensivos de lágrimas siquiera Aire de liviandad, sien de suicida,
les pusiéramos a nuestros difuntos tu ayer no vi para mejor quererte,
amores. No durar su sino era... en claro y dulce bien trasfigurada...

(Ha tiempo ya, cuando te alcé mi canto, Por eso, en silenciosa despedida,

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José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo

sin quejarme de ti ni de la suerte, entonces, dilo sin piedad, sin miedo,


me ves partir... Yo no te digo nada. o todo o nada: inaccesible o mía.1
[1953] [Asunción, 1923]

CÓMO DECIR NO PRENDERA EN TU CARNE


Cómo decir ahora que estoy solo, A C.
cómo decir que tengo ya las manos No prenderá en tu carne mi semilla:
frías y detenidas en el gesto moriremos sin vástagos, del todo.
que una memoria tenaz aún guarda. En la tierra, siempre llena de sol,
mañana quién recordará a los hombres
Cómo llamarte si mi lengua quieta nuestro paso por unos rasgos de hijo?
sólo es ceniza triste y corrompida
por tanto llanto y dicho enamorado ¿Qué harás en el creciente atardecer,
junto a tu pozo sin aliento y sordo. del regazo vacío a todas horas,
si no acoges en él esta cabeza
Cómo volver al tiempo detenido grávida de los años y los sueños,
en que tu sombra se pegó a la mía para llevarla, como a un niño malo,
para habitar el reino de la dicha. a conciliar el sueño de la muerte?

Cómo olvidarte, en fin, paloma fría, Van a secarse en flor tus pechos vírgenes,
si con tu sueño de alimaña dulce, sin que unos labios filiales nunca
me diste vida y muerte para siempre. les llegue a exprimir como unos frutos.

TODO O NADA Dame a besarlos, tímidos y dulces,


Si adoro todo en ti, si ansío todo y sentirás ternuras maternales
lo que es tuyo, si anhelo hacerte mía, mientras gusto su leche imaginaria.
¿cómo no he de anhelar también tus besos,
yo que vivo añorando tus caricias? ARRIBEÑO PURAHÉI
Mombyry opytá cherakykuerévo
Si busco, delirante, tus ternuras che sy jha che tava, ajheyavaekué ndajhavéi
a través de mis noches no dormidas, jhaguá.
¿no he de sentir nostalgia del divino Che ajhóva jhesé che mandúa kuévo,
manantial de tu boca purpurina? ndayujhuietéro kuarajhy’angüy pytu’ú mirá.

Si en ti cifro, soñando, mi esperanza Pyjharé jha ara co ybyapé ári


que arde como una débil lucecita, ayapaydreiva aguajhé potavo nderendapevé:
¿de mi abandono triste, con tus mimos, añeté pipó ndaicatú mo’airi
no he de aguardar de ti que me redimas? che rojhayjhujháicha, cherayjhú ndeavé

Me dices que es mi afán apresurado, Apytáne upegüi, nde chemomaráro,


que para él no es hora todavía, tapiá guaráma chañó, che tavy
¡cómo si el tiempo al corazón mandara, aicó umi tapére oíva magmaró,
cómo si él fuera del amor medida! aropurajhéivo cherekó asy.

Te amo ahora y siempre. No pretendas


hacer que el corazón lata por días:
si tú me quieres, tiene que ser mío
el celeste dulzor de tus primicias.

Y si en tu alma mi pasión no cabe,


porque otro sueño en tu interior abrigas,

49
CAPÍTULO 6

Puente Josepé
La mayor obra caminera de su tiempo

Abajo, el puente Josepé, pero ya ampliada en ambos costados. Arriba, el nuevo puente inaugu-
rado en el 2011 durante el gobierno de Fernando Lugo. La histórica pasarella del gobierno de los
liberales en Valle Pucú se mantiene como testimonio de un rico pasado.

Ya en las puertas de la guerra en el Chaco por la agresión boliviana, una de


las últimas obras civiles del gobierno de José Patricio Guggiari fue la inau-
guración del puente “Josepe”, en Valle Pucú, llamada así por la idiosincracia
pueblerina, en reconocimiento al Presidente de la República que hizo po-
sible, en 1931, la construcción de la pasarela sobre el arroyo Yuquyry, que
une los municipios de Luque y Areguá.

En realidad a la presidencia de José P. Guggiari (1928-1932) le tocó la parte


final de la obra, pero quien ordenó su construcción fue otro mandatario
liberal, Eligio Ayala, en 1928. Más de tres años duró el trabajo, considerado
en su tiempo como la mayor obra de gobierno, por haberse utilizado hierro
y cemento en la construcción, materiales que en ese entonces en Paraguay
no se utilizaban con frecuencia porque sencillamente no había producción
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

a escala industrial, especialmente el cemento. Aquellos materiales tuvieron


que ser importados de la Argentina y traídas en barcos. Don Fermín Cabre-
ra (1916-2017) deja un interesante testimonio de lo que representó aquel
emprendimiento cuando señaló, por ejemplo, que el cemento era un mate-
rial desconocido en aquella época, salvo en Asunción. “Yo conocía el hierro,
pero la bolsa de cemento jamás había visto y significó una gran novedad para
nosotros”, refirió don Cabrera al comentar que cuando era mitarusü, con
varios amigos de su edad llegaban al lugar de la obra para curiosear.

Dijo también que los materiales se transportaban en carreta tirados por


hasta cuatro bueyes, mayoritariamente de Luque, aunque en ocasiones
hierros y cementos llegaban por tren hasta Yuquyry y de allí en carreta se
trasladaban los pesados materiales hasta el puente. Durante tres años se
trabajó intensamente en el emprendimiento, puntualizó Fermín Cabrera
y rememoró que cuando se dio por concluida la obra, lo que en realidad
terminó fue el cementado del puente, de unos 25 metros de largo y 5 metros
de ancho, incluido los pilotes. En tanto, los trabajos de rellenado en ambas
cabeceras se hicieron después, porque la obligación de ir a la guerra en el
Chaco era prioridad y se paralizó la obra por orden del Gobierno.

No se disponen de datos de los ingenieros que diseñaron y trabajaron en


el puente, pero quien lo hizo, seguramente tenía mucho conocimiento en
construcción de este tipo, porque basta señalar que fue utilizado durante 80
años soportando cargas sin que su estructura sufriera daños y, sobre todo,
aguantó la fuerza del agua en épocas de grandes lluvias que muchas veces
sobrepasaron la altura de la pasarela. Y pese a todo, hasta hoy sigue en pie,
con pequeña transformación en la anchura, pero manteniendo el esqueleto
firme, lo que de por sí explica la gran envergadura del emprendimiento.

Pero si el inicio de la guerra del Chaco paralizó la continuación de las obras


de rellenado, fue la misma guerra quien -poco después- permitió seguir
con el programa trazado originalmente. ¿Qué sucedió?, los primeros pri-
sioneros bolivianos que llegaron a Asunción hacia 1933 fueron comisiona-
dos “como castigo” a trabajar en el rellenado del puente “Josepe”. No se sabe
cuántos fueron, pero no habrán sido menos de 100 bolivianos.

En tono más sencillo y concreto se puede decir que el rellenado en ambas


cabeceras del puente “Josepe” fue obra de los bolivianos tomados prisione-
ros en la guerra, muchos de ellos tras la primera gran batalla en Boquerón,
52
Puente Josepe, la mayor obra caminera de su tiempo

donde Paraguay salió triunfante, el 29 de setiembre de 1932, tras más de


veinte días de combates continuados.

Más según cuentan, el acarreo de arena no llegó a niveles deseados porque


a los vallepuqueños no es que les simpatizaban tanto la presencia de los
prisioneros. Había un resentimiento, el trato no era bueno y en ocasiones
se produjeron incidentes violentos. Es así que se les negaba prestar el ca-
rro tirado de bueyes, entonces pala en mano tuvieron que trabajar aquellos
bolivianos como si fueran esclavos, porque ese era el rango que se les daba.
Aparentemente, y en vista de que sin carro (en aquel entonces ni se conocía
lo que era un camión tumba) era imposible alcanzar el nivel de altura del
puente, a los prisioneros se les ordenó abandonar el “Josepe” y fueron deri-
vados para seguir abriendo camino hasta Areguá, o sea, unos 7 kilómetros
más hacia el Este.

La leyenda urbana dice que en Areguá los bolivianos recibieron mejor


aceptación y algunos tuvieron la “picardía” de conquistar mujeres y hasta
dejar hijos, antes de volver a sus tierras tras un acuerdo de intercambio de
prisioneros entre Paraguay y Bolivia.

Ya después de terminar la guerra, en 1935, el gobierno paraguayo reanudó


el trabajo inconcluso del puente y fue así que reunió a la gente y se les pro-
puso trabajar de la siguiente manera: quien tenía carretilla para acarrear la
arena se les pagaba 1 peso por día, y a los que tenían carreta se les pagaba 3
pesos. Hay que recordar que en ese tiempo la unidad monetaria corriente
en Paraguay era el peso. El guaraní recién salía en circulación en octubre de
1943 como moneda oficial.

Cuentan que Pedro Juan Fleitas, apodado “Titurí” y abuelo de Denis Torres,
electo intendente de Areguá (2015-2020) era alguien que ganó “mucha pla-
ta” porque tenía una carretilla para acarrear la tierra y por nada del mundo
le prestaba a otro porque él ganaba 1 peso por día con esa herramienta.
Don “Titurí” fue todo un personaje ya sea por su bajísima estatura que no
le impedía andar sobre un enorme caballo o porque años más adelante fue
un jefe de la tropa colorada en la fatídica revolución de 1947.

Todo hace indicar que la habilitación del puente “Josepe” como camino
apto para ser transitado por vehículos ocurrió hacia 1938, es decir, siete
años después de la inauguración encabezada por el presidente José P. Gu-
53
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

ggiari. Un caso muy particular se-


ñala que cuando José Patricio Gu-
ggiari vino para la inauguración del
puente, terminado el acto preguntó
si a que distancia quedaba la iglesia
de Valle Pucú. Manifestó su interés
de que si no estaba tan lejos quería
conocer, y le contestaron que a me-
nos de un kilómetro se hallaba la
referida iglesia. Entonces movilizó
a su comitiva y caminó.

Ya en el trayecto comentó que tenía


referencias de que en Valle Pucú se
veneraba a la Virgen de las Merce- José P. Guggiari, expresidente del Paraguay.

des “que era muy milagrosa”. Y si-


guió diciendo:

-“Yo suelo hablar con el doctor Cecilio Báez y él me contaba que la más her-
mosa imagen de Las Mercedes estaba en Valle Pucú y que era su protectora
desde hacía unos 30 años”. Cuando el mandatario paraguayo llegó al templo,
la mayordoma doña Andresa Castillo ya tenía abierta las puertas y Guggiari
entró y se maravilló por lo que vio, a la vez de hacer muchas preguntas para
satisfacer su curiosidad. En ese entonces solo el lado derecho de la torre
estaba finalizado y prometió que de alguna manera iba a hacer llegar su
ayuda para que el lado izquierdo de la torre pudiera construirse. Al finalizar
su visita, se encomendó a la Virgen para que lo protegiera.

ANTECEDENTES

Volviendo a lo referente al puente, uno podría preguntarse qué le llevó a


Eligio Ayala a proyectar la construcción de la pasarela moderna, moderní-
sima para la época, en un lugar donde no había un trazado caminero sino
un simple “carretarape”. Una primera hipótesis se podría encontrar en que
esa carretera fue utilizada por la población y los miembros del gobierno del
Mariscal López en su huida hacia las Cordilleras.

La historia cuenta que tras la invasión brasileña a Asunción, en 1868, la


capital de la República se trasladó a Luque. Luego hubo nuevamente una
54
Puente Josepe, la mayor obra caminera de su tiempo

orden para despejar Luque y desplazarse hacia el Este del país. La evacua-
ción se hizo de manera desordenada y se tomaron dos rumbos, uno utili-
zando la carretera que ahora es la ruta Luque-Areguá (que oficialmente se
llama De Las Residentas). El otro tomó un camino que partía del centro de
Luque, pasó por Maramburé, llegó a Valle Pucú y buscó salida por Areguá
tras cruzar el arroyo. Por éste motivo la leyenda dice que en Valle Pucú hay
mucho “plata yvyguy”, en la creencia de que las pertenencias del gobierno
del Mariscal López, “repletas de oro”, en algunos casos quedaron trancados
por el camino y para evitar ser tomados por el enemigo se enterró a buena
profundidad y el último soldado que taponaba el pozo era fusilado para que
no contara donde se guardó el oro.

Es la tía Simeona Velazco (1904-1987), la esposa de José Concepción Ortiz,


quien echó luz sobre el origen de la construcción del puente. Ella contó que
en 1924, cuando Eligio Ayala era ministro de Hacienda, tenía como funcio-
narios a José Concepción Ortiz y Walter Martínez. Ambos eran muy ami-
gos, el primero oriundo de Valle Pucú y el otro de Yuquyry, Luque. Fanáti-
cos por sus respectivos pueblos, hablando y hablando, una vez propusieron
a Ayala construir un puente sobre el arroyo Yuquyry, a lo que el entonces
ministro se negó o simplemente no les hizo caso. Para más, uno solicitó
que el puente se hiciera en Valle Pucú y el otro en Yuquyry. La controversia
fastidió más todavía a Eligio Ayala para desentenderse del proyecto.

Más, cuando Eligio Ayala fue presidente en 1928 (el último año de su se-
gundo mandato), se recordó del pedido de Ortiz y Martínez y un día los
convocó para anunciarles que aquella propuesta del puente es posible cons-
truir porque se disponía de rubros y de los ingenieros para hacer el proyec-
to. Al mismo tiempo, el mandatario tomó la decisión unilateral de elegir a
Valle Pucú como el lugar donde se realizará la grandiosa obra debido a dos
motivos: Uno, el más importante; Yuquyry ya tenía el puente del tren (lo
cual era cierto), por lo que no es urgente ni prioritario tener otra pasarela,
en tanto Valle Pucú no tenía y las veces que el arroyo crecía, ya quedaba
aislado.

Otro punto era que, al parecer, Eligio Ayala quería reconstruir el camino
utilizado en 1868 por las residentas en ese largo y sacrificado camino de de-
fender la Patria huyendo de los invasores de la Triple Alianza que vinieron
con la sola intención de aniquilar el Paraguay.

55
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

EL CAMBIAZO FINAL

El camino de tierra entre Luque y Areguá, que pasa por Valle Pucú, fue
alcanzado por el modernismo en 1975, cuando el gobierno de Alfredo
Stroessner ordenó el empedrado de la ruta que luego llegó hasta Ypacaraí y
terminó a finales de 1977. En 1982 se hizo el asfalto. En ambas situaciones
el puente “Josepe” mantuvo su estructura, salvo la ampliación de un metro
en los dos costados. En este punto hay que mencionar y destacar el gran
papel que tuvo el vallepuqueño Guillermo Gaona para construir el empe-
drado de la ruta y luego el asfaltado. En ese entonces Gaona era intendente
de Areguá y utilizó toda su influencia ganada con el entonces ministro de
Salud, Adan Godoy Giménez, ex camarada en la Policía, para concretar el
proyecto. De acuerdo a los datos, los intendentes de Luque y de Ypacaraí,
no movieron ni el dedo para ayudar el emprendimiento referido.

Siguiendo con el puente, el cambio total llegó durante el gobierno de Fer-


nando Lugo (2008-2012), cuando se realizó un trazado diferente de la ruta
que incluyó la construcción de un nuevo puente, más largo, más alto y téc-
nicamente mejor presentado. La habilitación de la pasarela se produjo en el
2011, y felizmente se mantuvo en pie el puente “Josepe” como recuerdo de
una larga y dorada época de la historia caminera del país.

El “Josepe” sigue apto, pero ya no forma parte del circuito del transporte,
sino para hacer caminatas. Conservarla como reliquia de un tiempo en que
las obras públicas eran escasas y que Valle Pucú haya sido beneficiado jus-
tamente por ese hecho, siendo José Concepción Ortiz uno de sus propulso-
res, es todo un orgullo y también un compromiso de cuidarlo por siempre.

56
CAPÍTULO 7

Virgen de Las Mercedes


Cautivante imagen de herencia española que sobrevivió a la guerra y es
raíz de la inigualable fiesta patronal de Valle Pucú.

La historia de la Virgen de Las Mercedes


de Valle Pucú es de esos casos conmovedo-
res que tocan el corazón, que emocionan,
apasionan y refuerzan el fervor religioso.
La imagen, traída de España por la familia
Servín hace unos 160 años, pareciera que
vino para quedarse definitivamente como
diciendo: “Este es mi pueblo, aquí me quedo
y de aquí no me muevo”.

Una anécdota que respalda lo dicho prece-


dentemente, cuenta que en tiempos de la
Guerra del 70, la misma familia propieta-
ria de la imagen la quiso llevar a otro lado
por seguridad. Para trasladarla se equipó
la mejor carreta con dos yuntas de bueyes Imagen de la Virgen de Las Mercedes.
Fue traída de Barcelona, España, en
y apenas se echó a andar, la carreta se em- 1856 por Rufino Servín. Es la Santa Pa-
pantanó una y mil veces. Entonces se tra- trona de Valle Pucú.
jeron más bueyes para aumentar la fuerza,
pero la carreta que cargaba la santa imagen
en vez de salir a flote, cada vez se hundía más y más hasta quedar arruinada
de tanto estirar.

Ante la situación presentada, finalmente sus dueños decidieron bajarla y


retornaron la imagen a la casa donde pusieron en un cántaro o tinaja, la en-
terraron y con un “hasta pronto Tupasy La Merced”, se marcharon rumbo a
aquella guerra. El apuro fue porque ya no era posible esperar más días de-
bido a que las tropas brasileñas, quienes invadieron Paraguay, anunciaron
su avance sobre Luque y de allí llegar a Valle Pucú era cuestión de tiempo.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Y la Virgen, enterrada sigilosamente, se protegió sola durante casi cuatro


largos años. Nadie la encontró, pese a que se la buscó afanosamente para
robar o destruir. En cambio, sus reliquias enterradas a unos metros de ella
fueron hallados y rapiñados, lo más probable por soldados extranjeros.

Es por ello que terminada la guerra se produjo un espeluznante cuan emo-


tivo reencuentro con las mismas personas que las habían enterrado para
que no le robaran. Ellas, las hermanas Vicencia y Natividad Servín y el her-
mano de ellos, Eduardo, regresaron con vida de la cruel guerra. Regresaron
con vida protegidos, tal vez, por la misma Virgen cuyo busto habían dejado
escondida en una tinaja.

Los hermanos llegaron de madrugada con una inocultable ansiedad de en-


contrar la imagen y tan pronto como pudieron empezaron a cavar el lugar
y fue Natividad la primera que encontró, reaccionando con un sollozo y
desesperado grito de emoción llamando a su hermana:

- “Aquí está…aquí está; Vicencia… Vicencia venga a ver, aquí está nuestra
Virgen, la encontré, ella nos esperó”. El grito de Natividad retumbaba en
aquella silenciosa y lejana madrugada de finales de 1871, hace ya 147 años.
Es que de nuevo en sus manos, allí estaba la imagen de la Virgen de las
Mercedes, firme como si de verdad las estuviera esperando para salir fuera,
y es esta misma, cuan milagrosa imagen, la que con el paso de los tiempos
se constituyó en motivo de una profunda devoción a María, orgullo de un
pueblo y raíz de la inigualable fiesta patronal de Valle Pucú que perdura
hasta hoy con una fuerza tradicional sorprendente. Simplemente nda ijo-
jahái.

RELATOS INIGUALABLES

Lo que aquí se está contando es producto de relatos familiares y de perso-


nas vinculadas al nacimiento de la iglesia Virgen de las Mercedes, trans-
mitidas de generación a generación. Y para entender mejor este relato
precedente, hay que situarse al año 1868. La guerra de la Triple Alianza
contra el Paraguay estaba en su fase más destructiva. Las tropas brasileñas
ya tomaron Asunción a balazos, saqueaban, incendiaban casas y mataban
gente. La capital de la República pasó entonces a constituirse en Luque,
pero Luque también estaba amenazada y no había otra cosa que hacer, sino
huir. Como consecuencia se formó la famosa e histórica agrupación de Las
58
Virgen de Las Mercedes

Procesión de la imagen de la Virgen de las Mercedes por las calles de Valle Pucú.

Residentas, integradas por valientes mujeres dispuestas al heroísmo. Y a


éste grupo se unieron varias vallepucuguá, entre ellas dos jóvenes, Vicen-
cia y Natividad Servín, para hacer lo mismo que los otros miembros de su
familia que ya batallaban para defender la vida y el honor de un pueblo
avasallado.

A las dos señoritas, quienes rondaban por los 18 años, no les faltaba coraje
para irse a esa guerra, pero tenían un sentimiento profundo que les hacía
dudar. Es porque en aquellos tiempos los Servín eran propietarios de la
santa imagen de la Virgen de las Mercedes, patrona de la familia como tam-
bién del pueblo que empezaba a sentir tradición por su fiesta. Era lógico,
entonces, que las hermanas no las querían dejar abandonada porque nadie
sabía si regresarían. Tampoco era posible dejar a los vecinos porque la gue-
rra era total; defender la patria y defenderse de los agresores era una causa
nacional y casi todos habían dejado sus hogares para empuñar las armas.

En vista de que no había caso y era inminente marcharse a la guerra, las


hermanas Servín alistaron un carro especial y se embarcaron con la Virgen.
Aparentemente la querían ocultar en el denominado “Grance Kaaguy”, que
era un enorme y casi impenetrable bosque, dominio de la misma familia
y que se encontraba entre Caacupemí y Costa Fleitas, a pocos kilómetros
de distancia. Cuando se movió el carro, solo a metros de la casa, empezó a
trancarse, tal como fue relatado al principio de este capítulo y entonces se
59
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

tomó la decisión de enterrar el busto en una tinaja protegido con palos y la


ubicaron en una esquina de la propiedad. En tanto, los objetos, las reliquias
y todos los accesorios que adornaban aquella imagen fueron enterradas en
otra parte, pero en el mismo terreno. Un enorme árbol de tajy, cerca de
una parralera, era la señal dejada por si algún día regresaban y quisieran
recuperar los objetos.

Con el sentimiento destrozado, pero con inalterable y profunda convicción


de que volverán, la familia Servín se despidió de la Virgen rogándole que
les protegiera. Y se marcharon a la guerra del Mariscal López, en ese largo
peregrinar de las heroicas Residentas paraguayas. A este grupo también se
uniría en el camino la aregueña Carlota Palmerola, a sus casi 15 años. Más
adelante Carlota se iba a convertir, luego de casarse con un ciudadano de
Corrientes, Argentina, en una mujer millonaria que construyó el famoso
castillo en Areguá que luego donó a la iglesia Católica.

Las mujeres residentas tuvieron la sacrificada misión de asistir a los solda-


dos, y a veces usar también las armas en defensa de la Patria ante la despro-
porcionada y cruel agresión bélica de Brasil, Argentina y Uruguay.

Pese a la intensidad de los combates, de trasladarse de un lado a otro, en el


caso de las vallepucuguá, Vicencia y Natividad nunca se separaron y con
ellas estaba el menor de los hermanos; Eduardo, a quien le vistieron de
mujer para salvarle la vida ya que las tropas brasileñas tenían la orden de
matar hasta a niños. Pues bien, el destino también quiso que los tres se
hayan encontrado –en plena guerra- con su hermano mayor Castor Servín,
en la zona de Piribebuy. Don Castor, quien más adelante sería el primer
mayordomo de la iglesia de Valle Pucú, era un oficial del Ejército y estaba
dirigiendo a la tropa para un combate. El encuentro duró poco, pero Cas-
tor, antes de despedirse, sugirió a sus hermanos refugiarse en los montes
hasta tanto cesaran esos combates.

Casi cuatro años estuvieron caminando por las Cordilleras, incluso en Ca-
raguatay y Acosta Ñu, cuna y batalla de los niños mártires y finalmente lle-
garon hasta Villa Curuguaty desde donde el Mariscal López había tomado
rumbo a Cerro Corá, en el Amambay, lugar en el que encontró la muerte el
1 de marzo de 1870 en manos de soldados brasileños.

Conocido el desenlace de la guerra, los sobrevivientes empezaron el retor-


60
Virgen de Las Mercedes

no. Entre ellos estaban Vicencia, Natividad y Eduardo, los tres hermanos
Servín. Caminaron 300 kilómetros para llegar a Valle Pucú y la travesía ha-
brían hecho en casi dos años pasando por incontables sacrificios. No había
camino y en todo caso, ni sabían por dónde transitar. Se guiaban por el sol
y la luna, pues lo que sí sabían era que Areguá, Valle Pucú, Luque, Asunción
etc, estaban ubicados hacia el Oeste y ellos se habían ido a la guerra hacia
el Este.

Caminaban de día, pero más lo hacían de noche por temor a las tropas de
ocupación brasileña que se desplegaban por todo el territorio paraguayo.
Los Servín venían acompañados por un grupo de mujeres luqueñas y are-
gueñas quienes también fueron parte de las Residentas. Cuentan que un
día, después de meses de deambular, subieron a un cerro (probablemente
el cerro de la ciudad de Altos) y cuando alcanzaron la altura, de repente se
les apareció a la vista un enorme espejo de agua que no era otra cosa sino el
majestuoso lago Ypacaraí. Allí saltaron de alegría, se abrazaron y se dieron
cuenta de que estaban en el camino correcto del retorno a casa. El destino
les guió hacia donde verdaderamente querían llegar.

Pero antes de llegar a casa les esperaba una última sorpresa; al girar hacia
la localidad de Tacuaral (hoy se llama Ypacaraí) avistan la presencia de tro-
pas brasileñas, quienes seguían martirizando al Paraguay y habían formado
un pequeño destacamento cercano al lago. Entonces tuvieron que ingresar
nuevamente al monte tratando de esconderse y decidieron caminar de no-
che bordeando los esterales del lago, porque sabían que rumbeando esa
costa finalmente iban a llegar a Areguá. Pero tuvieron un contratiempo;
los soldados brasileños los avistó y pillaron que Eduardo, quien se vestía de
mujer, realmente era varón y lo detuvieron unos días hasta luego liberarlo.
Una semana después ¡por fin! alcanzaron el valle. Los tres Servín, junto a
otros dos vallepucuguá (aparentemente eran de la familia Ayala y Aguilera)
volvieron a casa una madrugada y encontraron una tremenda soledad por-
que muchos murieron y otros huyeron del pueblo.

Se cuenta que de la zona de Curuguaty salió un grupo de 50 personas rum-


beando hacia el Oeste, la mayoría mujeres y sobrevivieron solo unas 15. El
resto murió por el camino, en esos largos 300 kilómetros que hicieron en
más de un año. El hambre, la diarrea, gastroenteritis y problemas pulmona-
res eran enfermedades que les achacaban, porque estuvieron largo tiempo
en la interperie comiendo y bebiendo de lo que encontraron y así fueron
61
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

complicando la salud. Caminaban descalzos, sus vestimentas eran única,


sorokuepa, parecían más trapo que vestido y hacía años que ni se han po-
dido cambiar de ropa. Por ello, contextualizando el caso y el tiempo, razón
tiene el Papa Francisco, cuando en forma pública y universal suele alabar a
la mujer paraguaya por su gesta heróica como madre y guerrera.

Don Pascuál Servín y su esposa Ana con su familia.

LA FAMILIA SERVÍN

La mayor curiosidad que siempre arrancó pasiones en Valle Pucú es desci-


frar el origen de la Virgen de Las Mercedes. Es una imagen bellísima como
cautivante, erigida como la Santa Patrona del pueblo y que tiene su día de
fiesta cada 24 de Setiembre. Pues entonces ¿De dónde vino? ¿Quién la tra-
jo? ¿Desde cuándo existe?, son las tres inquietantes preguntas de siempre y
que también siempre quedaban sin ser contestadas. A estas tres preguntas
ahora se puede responder de la siguiente manera:

¿De dónde vino?. La imagen fue traída de España, esto es categórico, pese
a que existe otra versión –de poco sustento- resaltando que fue hecha en
Paraguay por los mercedarios, una orden religiosa española.

¿Quién la trajo? Específicamente Rufino Servín, integrante de la familia Servín, descen-


diente de madre española e instalada en Valle Pucú hacia 1780, aproximadamente.
62
Virgen de Las Mercedes

Don Pascual Servín, hijo de Castor Servín. Este es el documento que emitió el Ejército Para-
guayo en 1876 que concede la baja del servicio de
armas a Castor Servín que participó en la Guerra
del 70 como militar.

¿Desde cuándo existe? Desde la década de 1850, aunque fue después de la


guerra de 1870 que el pueblo la adoptó como su Santa Patrona por decisión
de la familia Servín que había regalado la imagen bajo escribanía, docu-
mento que en principio fue entregado a la Curia Metropolitana.

Tres preguntas y tres respuestas. Parecería que todo quedó resuelto, que la
centenaria curiosidad fue satisfecha de manera simple y sencilla. Sin em-
bargo, la verdad es que para explicar mejor los hechos, primero hay que
saber la historia de los Servín, un clan familiar que empezó a enraizarse
en Valle Pucú a finales del siglo XVIII, unos 240 años atrás, tal vez más o
tal vez menos, pero fue antes de que el país declarara su Independencia en
1811.

Pero vayamos más atrás todavía. La primera persona española de apellido


Servín que llegó al Paraguay en el siglo XVII se llamaba José Servín. Este
sería el tronco principal del Clan Servín que ha hecho historia en Valle
Pucú. José Servín fue Procurador General de las Provincias del Paraguay a
nombre de la corona de España, según resalta un documento del año 1662
firmado por el rey Felipe IV. Este documento me fue facilitado por Atilio
Servín, nieto de don Pascual Servín (cuya particular y muy especial historia
63
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

se irá viendo en varios hechos). Pas-


cual, a su vez, era hijo de don Castor
Servín, a quien ya le hemos presen-
tado como militar y combatiente en
la guerra, además de ser el primer
mayordomo que tuvo la iglesia Vir-
gen de las Mercedes.

A continuación transcribimos la
parte inicial del documento de la
Corona española donde hace refe-
rencia de la presencia de José Servín
en Paraguay. Dice así:

Real Cédula del 31 de Diciembre


César Servín, uno de los hijos de Pascuál Servín. de 1662, por el cual Felipe IV re-
conoce la equiparación usual en el
Paraguay entre mestizos y criollos.

“Por cuanto por parte de José Servín, Procurador General de las Pro-
vincias del Paraguay se me ha hecho relación de que los primeros
conquistadores y pobladores que pasaron a ellas no llevaron mujeres
españolas, por cuya causa se casaron con hijas de los indios caciques,
nobles de aquella tierra, de quien proceden los descendientes de los
dichos conquistadores, los cuales siempre han sido tenidos por hijos de
españoles y tratados con los privilegios y exenciones de tales sin que se
haya intentado encomendarlos, ni obligarlos a tributo alguno; y ha-
biendo don Juan Blázquez de Valverde, siendo mi gobernador de las
dichas provincias, encomendado cierto repartimiento de indios a Cris-
tóbal de Balbuena y comprendido en Andrés Benítez, descendientes de
españoles…”

El facsímil completo del documento se puede leer en un apartado de éste


mismo capítulo.

En aquella época, de la distribución de tierras realizadas por la Corona de


España, tenemos que hacia Luque el dueño fue el Capitán Miguel Antón
de Luque y hacia Areguá Juan de la Torre. En ambos casos el límite estaba
centrado por la Isla de las Salinas, es decir, el arroyo Yuquyry, zona donde
64
Virgen de Las Mercedes

se asienta Valle Pucú. Con el EL PRIMER SERVÍN LLEGÓ DE ESPAÑA


tiempo estas mismas tierras AL PARAGUAY EN EL AÑO 1662
fueron redistribuyéndose ya Real cédula del 31 de diciembre de 1662, por la cual Feli-
pe IV reconoce la equiparación, usual en el Paraguay, entre
sea por herencia o transfe- mestizos y criollos.
rencias, pero siempre a espa- Por cuanto por parte de José Servín. Procurador General de
las Provincias del Paraguay, se me ha hecho relación de que
ñoles porque criollos (hijos los primeros conquistadores y pobladores que pasaron a ellas
de la unión entre españoles e no llevaron mujeres españolas, por cuya causa se casaron con
hijas de los indios caciques, nobles de aquella tierra, de quien
indígenas-paraguayos) prác- proceden los de descendientes de los dichos conquistadores, los
cuales siempre han sido tenidos por hijos españoles y tratados
ticamente no existían en esta con privilegios y exenciones de tales, sin que se haya intenta-
zona, salvo excepciones. Sin do encomendarlos, ni obligados a tributo alguno; y habiendo
Don Juan Blázquez de Valverde, siendo mi gobernador de las
embargo, con los años fue- dichas provincias, encomendado cierto repartimiento de indios
a Cristóbal de Balbuena y comprendido en el a Andrés Benítez,
ron aumentando los criollos descendiente de españoles, e hijo de india, después, habiéndose
o mestizos y así aparecen con averiguado a su pedimento que siempre había sido tratado como
español, sin obligarle ni sujetarle él a tributo ni servicio, y que
más datos el Clan Servín. era costumbre de inmemorial tiempo a esta parte, en aquellas
provincias, el ser los hijos de españoles, aunque sean habidos en
indias, tratados como españoles, el dicho Gobernador Don Juan
El español José Servín tuvo Blázquez de Valverde declaro que no debía ser encomendado, ni
obligado a tributo ni servicio alguno, como costa por un testimo-
hijos en el Paraguay. Uno de nio de que se hacía presentación; y que habiendo sucedido en el
dicho cargo de gobernador a Don Alonso Sarmiento de Figueroa,
sus descendientes (tal vez contraviniendo a lo dispuesto por Cédulas Reales, había hecho
su bisnieto) conocidos se entrega del dicho Andrés Benítez, por indio yanacona, al dicho
Cristóbal de Balbuena, en que se había hecho agravio, suplicóme
llamaba Pedro Pascual Ser- que, por hallarse indefenso y separado de su mujer, le mandase
amparar en la libertad que le puso el dicho Don Juan Blázquez
vín. Este a su vez tuvo como de Valverde, revocando lo dispuesto en contrario por el dicho Don
Alonso de Sarmiento; y habiéndose visto por los de mi Consejo de
hijo a Pedro Nolazco Ser- las Indias, lo he tenido por bien y por la presente apruebo el auto
vín. Aquí aparece en escena proveído por dicho Gobernador Don Juan Blázquez de Valverde en
cinco de diciembre de mil seiscientos y cincuenta y nueve, en que
un capitán español, Felipe declaro que, sin embargote estar dicho Cristóbal De Balbuena,
le daba y dio por libre de tasa y tributo, y mandó se guarde y
Ahumada de Avila, quien era cumpla en todo y por todo, según en él se contiene y declara, y
soltero y solicitó a don Pedro que contra su tenor y forma no se vaya, ni pase, ni consista ir ni
pasar en manera alguna, y revoco y doy por ninguno y de ningún
Pascual, que el niño Pedro valor ni efecto lo proveído en contrario por el dicho Gobernador
Don Alonso Sarmiento de Figueroa; y asimismo mando a mi Go-
Nolazco fuera su criado, que bernador que al presente y delante fuere de las dichas Provincias
él iba a ser su padrino, pro- de Paraguay que, luego que ante él se presente esta mi Cédula,
ponga al dicho Andrés Benítez en libertad declarándole por libre
metiéndole educación, ade- y exento de la obligación de la paga del tributo, que así es mi
voluntad. Fecha en Madrid, a treinta y uno de diciembre de mil
más de constituirse en here- seiscientos sesenta y dos años, YO EL REY, por mando de del
dero de sus bienes. El capitán REY NUESTRO SEÑOR, Don Juan del Solar. Señalada del Consejo.

Ahumada de Avila –según (Archivo General de Indias, Audiencia de Buenos Aires. Legajo
n° 2 – A esta versión, asentada en los Libros Cedularios, se le
relatos- era dueño de una ha modernizado la ortografía, y extendido las abreviaturas)

extensa propiedad que partía


desde la Isla de las Salinas, Transcripción de la Real Cédula de España de 1662 que
pasaba por Areguá, Ypacaraí nombra a José Servín como Procurador del Paraguay. Fue
la primera persona de ese apellido que vino por estas tierras
y llegaba hasta Pirayú bor-
y que sería el origen remoto del clan Servín.
deando el pueblo de Itauguá.
65
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Un investigador vallepucuguá, Arturo Jara Medina, excombatiente de la


guerra del Chaco y nieto de Vicencia Servín, hizo un estudio de la com-
posición familiar de sus antepasados y documentó resaltando que Pedro
Nolazco Servín (quien fuera su biseabuelo) se instaló en Valle Pucú luego
de casarse con la española María Luisa Salas del Castillo a quien había co-
nocido por intermedio de su padrino, el capitán Ahumada de Avila. De
este matrimonio nacieron diez hijos: Rufino, José de Jesús, Castor, Lázaro,
Vicencia, Marcelino, Natividad, Eduardo, Engracia y Anastacia.

Años después, el padrino español Felipe Ahumada de Avila había fallecido y


Pedro Nolazco quedó como heredero de la enorme porción de tierra. La pro-
piedad, sin embargo, se fue parcelando o desmembrando por presión debido a
que ya había más habitantes y para evitar también el acaparamiento. Esto ya ha
sucedido en época del gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia (1816-1840)

De cualquier manera los Servín tuvieron una posición económica más o


menos acomodada en su tiempo, sobre todo por la extensión de sus tierras
y su descendencia española. Así fue que tres de los hijos de Pedro Nolazco,
Rufino, José de Jesús y Marcelino se convirtieron en marinero, siendo el
más destacado Rufino, quien fue incorporado como tripulante del barco
Santa María o Tacuari, teniendo la oportunidad de realizar uno o dos viajes
a Europa. En esos tiempos un viaje de ida y vuelta a Europa duraba por lo
menos un año y cruzar el océano Atlántico duraba mínimo seis meses.

En uno de esos viajes y luego de atracar en España y quedarse durante varias


semanas, Rufino asistió a una feria donde encontró una muy bonita imagen
de la Virgen de las Mercedes. Preguntó si estaba en venta y le contestaron
que sí. Conversó con otros compañeros tripulantes y reunió las monedas
de plata (no habían billetes) con lo que adquirió el busto y lo embarcó en el
buque que anclaba esperando la partida hacia el Paraguay.

Ciertamente el interés de Rufino por la imagen de Las Mercedes no era


casual. Siempre era intención de la familia tener esa imagen para regalar
al papá Pedro Nolazco, porque Pedro Nolazco se llama el santo que en el
año 1218 fundó en Barcelona, España, la Orden Religiosa de Los Merceda-
rios en honor a la Virgen de Las Mercedes. Y la orden de los mercedarios
también vino al Paraguay y entre otras cosas la historia recuerda que esa
congregación tuvo una estancia en Areguá, en el barrio donde se asienta
actualmente el club Unión Paraguaya.
66
Virgen de Las Mercedes

Fue en la década de 1850 que los contados barcos paraguayos realizaban


esporádicos viajes a Europa, y se recuerda que uno de los pasajeros era
Francisco Solano López, en ese entonces joven que fue enviado por su pa-
dre, Carlos Antonio López, a estudiar en el Viejo Continente (fue en 1853)
y también calzó a la irlandesa Madame Lynch que se convirtió en su esposa.
En uno de esos viajes Rufino Servín trajo el busto de la Virgen de las Mer-
cedes. Es por ello que la antigüedad de la Sagrada Imagen en Valle Pucú se
estima en más de 160 años.

Existe también la versión –poco sustentable- de que la Santa Imagen no fue


traída de España, sino encargada su elaboración a los mercedarios españo-
les radicados en nuestro país. Esta congregación, pese a haber sido expulsa-
do del Paraguay en aquel entonces, sin embargo dejó su cultura extendida
en todo el territorio y se los conocía también como “santoapohá, igual que
los Jesuítas.

LA CORONA DE 1814

Ahora bien, en la actualidad la Virgen de las Mercedes lleva una corona que
tiene inscripto un registro llamativo: 1814. Fue regalado por Don Juan
Manuel de Grunce. Asi está el escrito grabado en la joya. Ciertamente es
una corona de oro cuyo origen no se discute. En la fiesta patronal del año
2014 fue presentada como sinónimo de que la joya representaba la anti-
güedad exacta de la corona, la imagen de la Virgen y en raíz, el inicio de la
fiesta patronal de Valle Pucú. En síntesis, se lo presentó como testimonio
del “Bicentenario de la Virgen de Las Mercedes” en nuestro pueblo. Pues,
para los que se apoyan en los datos descriptos en la corona de oro regalado
por don Juan Manuel de Grunce, hace ya 200 años que la virgen está en
Valle Pucú y se le hace la fiesta.

El autor de este libro no pretende polemizar, ni mucho menos cuestio-


nar a los que hablan del referido “Bicentenario”. Todos tienen mi respe-
to. Sin embargo no puedo sostener la misma postura porque ninguna de
las más de 100 personas con quienes se hablo sobre este tema, me pue-
dieron dar un testimonio similar. Y conste que son interlocutores con
quienes se entablaron conversaciones hace casi 50 años cuando vivían
todavía muchos protagonistas de las memorables jornadas históricas
ocurridas en nuestro valle.

67
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Desde luego, antiguamente era común que la gente más pudiente regalara
lo mejor a la imagen santa de su predilección. Muchos de esos regalos se
materializaban a través de joyas y Las Mercedes tuvo muchas joyas, colla-
res, corona, prendedores, anillos etc. En el caso del señor Grunce, no tengo
dudas, hizo el regalo con el mejor de los propósitos, pero las dudas me
aparecen cuando se lo vincula con el “Bicentenario”. Sobre la antigüedad de
la imagen de Las Mercedes en Valle Pucú, se puede plantear muchas hipó-
tesis, pero la historia que tiene sustentabilidad real es la relacionada con la
familia Servín, porque hasta hoy viven muchos descendientes. Por lo tanto,
la antigüedad está por los 160 años y no 200 años.

¿Cómo se explica entonces lo escrito en esa corona regalada por el señor


Grunce? Capaz que la referida persona ya tenía a mano esa joya y la grabó
en el tiempo que señala esa corona, pero no quiso entregar, por decirlo
así, a la imagen de Las Mercedes que se encontraba en Asunción y que fue
dejada por los mercedarios como testimonio de su presencia en Paraguay y
actualmente se encuentra en la iglesia San Francisco de la capital del país.
Entonces cuando Valle Pucú tuvo a su santa patrona, este señor Grunce
vino y entregó a ella la famosa joya. Se cuenta que este Grunce adquirió
tierras cercanas a nuestro pueblo y se convirtió en devoto de la Virgen. En
todo caso lo que se puede hablar es del “Bicentenario de la corona” regalada
a la Virgen, pero no del “Bicentenario de la Virgen en Valle Pucú”.

LA FIESTA ERA EL 8 DE SETIEMBRE

Cuando la familia Servín empezó a organizar los festejos en homenaje a la


Virgen de Las Mercedes, la fiesta era el día 8 de Setiembre, porque era el
día de la Natividad de María. Esta fecha se mantuvo por largos años, ya sea
antes de la Guerra Grande como después de esa contienda. La ceremonia
religiosa consistía en el rezo del Santo Rosario y cuando la población fue
más numerosa, reaccionando poco a poco del desastre que significó la cruel
guerra del 70, la imagen era llevada a Luque para la celebración de la Euca-
ristía, utilizando caballos y carretas tirados por bueyes para el traslado. Al
retorno, que duraba un promedio de tres a cuatro horas, la fiesta en Valle
Pucú ya se animaba con el karu guasu, costumbre que se hizo tradición y
cuya vigencia es cada vez más fuerte en todo el pueblo hasta el presente.

Los sacerdotes luqueños eran quienes encabezaban la fiesta religiosa por-


que Areguá contaba con muy poca organización debido a que se erigió
68
Virgen de Las Mercedes

como pueblo independiente recién en 1862, en tanto Luque –en esa época-
incluso ya era capital de la República durante la guerra. Los franciscanos,
quienes dirigían la Iglesia estaban mejor posicionados. Además, el vínculo
entre Valle Pucú con Luque se patentizaba en el hecho de que todos los
hijos nacidos se inscribían en la Parroquia de Luque. Es por ello que los
franciscanos tenían agendados la fiesta de Las Mercedes.

Ocurrió, sin embargo, que allá por 1913 un sacerdote a quien le tocó pre-
sidir la ceremonia, se fijó en el vestuario de la Virgen de Valle Pucú y a su
entender la vestimenta y las reliquias que adornaban a la imagen corres-
pondían a la Virgen de las Mercedes cuya fiesta es el 24 de Setiembre y no
el 8 de Setiembre como se estaba realizando. Aplicando el famoso dicho
paraguayo de “pa´ima he´i”, desde el siguiente año (1914) la fiesta patronal
de Valle Pucú se cambió y se festeja el 24 de Setiembre, como hasta ahora.

¿Qué repercusión tuvo en el pueblo éste cambio de fecha? Pues en su home-


naje se fundó el Club 24 de Setiembre en 1914. Esto sucedió porque desde
1907, aproximadamente, el club de fútbol que existía en el valle se llamaba
Diamantino, nombre impuesto por familiares de los sobrevivientes de la
guerra del 70, recordando el nombre de aquel pequeño barco paraguayo
artillado que batalló contra la poderosa escuadra brasileña.

La postura coincidente es que, en vista del cambio de fecha de la fiesta pa-


tronal de Las Mercedes, que pasó del 8 de Setiembre al 24 de Setiembre,
también se aprovechara la ocasión de transformar el Club Diamantino al
Club 24 de Setiembre como una actitud de unidad del pueblo y para que la
fiesta patronal sea más grande, objetivo que fue alcanzado plenamente. Y
es así que la fiesta patronal de Valle Pucú (día de la Virgen y aniversario del
Club) cumplió 100 años en el 2014.

MEMORIA DE TERESIO ARTURO JARA MEDINA (1)

BREVE RESEÑA HISTORICA RELATIVA AL PUEBO DE VALLE


PUCU Y SU VENERADA PATRONA, LA VIRGEN DE LAS MERCEDES

Escribe el Tte. 1* de Inft (SR)Teresio Arturo Jara Medina, ex com-


batiente de la guerra del Chaco, con carnet n* 10.214 y C.I.P. n*
26.019, nacido en Valle Pucú, el 15 de setiembre de 1910.

69
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Esta breve anécdota histórica resume en dos aspectos para poder


llegar al propósito deseado que son como sigue: Relato civil-fami-
liar y relato religioso comunal.

En época de mi curiosa juventud, y dada la oportunidad que me


ofrecía, llegué a los archivos del Estado, calle Mcal Estigarribia e
Iturbe….en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Rca. Argentina,
en donde fui asiduo concurrente y lector. De esta forma pude llegar
a conocer quién era el Capitán General Felipe Haumada de Avila,
en época de la colonia.

Si mi memoria no falla, este caballero fue fundador de una ciudad en la


provincia de Córdoba, Rca. Argentina, que ya no recuerdo, por la fragilidad
mental. Luego este señor fue comisionado al Paraguay, siempre al servi-
cio de la Corona Hispana. Este caballero, una vez en el Paraguay, con dos
hermanos solteros, se ubicó en Valle Pucú y su tarea era de percibir los
tributos que tenían que aportar el pueblo para la Corona Hispana.

Según referencias de mis antepasados, se ubicó en la que luego fue pro-


piedad de los Servín –ya desaparecidos- más o menos a 200 metros al
sur de la actual Iglesia. Este señor Haumada de Avila extendía su juris-
dicción hasta más allá de Pirayú. En Pirayú le conoció y se hicieron ami-
gos con el señor Servín y prueba de que un tal Servín se estableció en
Pirayú, la tenemos en esta forma: Pasando Ypacaraí cruzamos un arroyo
de nombre “Arroyo Servín” y este arroyo viene de Pirayú.

El capitán Felipe Haumada de Avila trabó amistad en Pirayú con


Pedro Pascual Servín y le pidió por su hijo Pedro Nolazco Servín,
con la promesa de que al morir heredará todas las tierras de perte-
nencia del Capitán. De esta forma le tenemos en Valle Largo de las
Salinas al criollo Pedro Nolazco Servín, mucho antes de la Indepen-
dencia (1811), cuando Servín era chico.

Pedro Nolazco Servín, ya en Valle Pucú, luego de muerto el Capi-


tán Haumada de Avila, quien le dejó como herencia la gran propie-
dad de Valle Pucú que llegaba hasta Areguá y otra propiedad más
grande que se conoció con el nombre de Grance-Cué, hoy Yuquyty
Guazu y Costa Fleitas. Se casó con una española de nombre María
Luisa Salas del Castillo. De este matrimonio nacieron los siguientes

70
Virgen de Las Mercedes

hijos: Rufino Servín, José de Jesús Servín, Castor Servín, Lázaro


Servín, Vicencia Servín, Marcelino Servín, Natividad Servín, Eduar-
do Servín, Engracia Servín y Anastacia Servín.

La esposa de Servín falleció antes de la guerra (del 70) y fue ente-


rrada en Luque. Su esposo Pedro Nolazco fue movilizado en los úl-
timos años de la guerra y falleció de herida en Cerro Corá. Todos los
hijos de Servín como Eduardo Servín, que apenas tenía 10 años,
prestaron servicios durante la Guerra Grande. Sirvieron en la guerra
los siguientes hermanos: Castor fue Tte. Cnel y falleció en Areguá
en 1918; Rufino fue práctico de mar, prestó servicio toda su vida
en los barcos Santa María y Tacuari. Cuando Madame Linch viajó
de Europa a América, él sirvió de práctico del barco Santa María.
Falleció en Valle Pucú en 1875 y fue enterrado en Luque. José de
Jesús Servín peleó hasta Cerro Corá de donde volvió con heridas.
Murió en Valle Pucú en 1873 y fue enterrado en Luque.

Natividad Servín fue sargenta, prestó servicios en Minas-Cué, Yu-


quyry, lugar donde está actualmente la comisaría. Vicencia Servín,
mi abuela de madre, prestó servicios como celadora y cada día te-
nía que recorrer Valle Pucú animando a las mujeres a quienes les
tocaba servicio para el otro día en Minas-Cué. Las dos hermnanas
fueron luego a la Residenta, estuvieron escondidas en los montes
de Caraguatay hasta la terminación de la guerra. Vicencia falleció
en 1914, fue enterrada en Valle Pucú. Natividad también falleció en
Valle Pucú en 1920 y fue enterrada en Valle Pucú.

Hablar de toda la familia Servín es importante, pues de tan nume-


rosa familia; Pedro Rufino y Castor Servín son figuras claves de
nuestro relato que seguidamente ya pasamos a referir:

2- Relato religioso:

Lo que comentamos en esta parte, se refiere netamente a la vene-


rada imagen de la virgen de las Mercedes, pero que tiene íntima
relación con los Servín. Allá por los años de 1937 al 38, yo frecuen-
taba el Archivo General de la Nación; en aquel tiempo estudiaba Pa-
leografía (lectura correcta de escrituras antiguas) bajo la dirección
del señor Doroteo Bareiro. Pude así enterarme de la lista provisio-

71
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

nal de pasajeros del vapor Santa María, y recuerdo haber leído el


nombre de Rufino Servín. Este señor, en uno de sus viajes trajo de
España el busto de la Sagrada Imagen. El cuerpo, es seguro que se
hizo en Valle Pucú. De esta forma pasó a ser propiedad privada de
los Servín. Hoy en día se tiene la construcción del Centro de Salud
y allí al lado nomás está el Tupasy Ycuá. En el mismo lugar donde
está la construcción existió su antiguo y pequeño oratorio, pues de
allí a 150 metros al Este, se hallaba la casa de los Servín.

Según referencia de mi finada madre y de mi tío Pascual Servín,


las vejillas, candelabros y otros enseres del oratorio eran todos de
procedencia europea traídas por Rufino Servín y que cada año la
fiesta de Valle Pucú era muy grande viniendo gentes de todos la-
dos, pero la fiesta se realizaba el 8 de Setiembre y que una vez vino
a la fiesta el padre Arrúa, Cura Párroco entonces de Luque, cuyos
restos están en la misma Parroquia. Este sacerdote cuando vio la
vestimenta y los objetos de adornos, grillo y escapulario, determinó
que su fiesta debe ser el 24 de Setiembre.

El 8 de Setiembre es la Natividad de María y el 24 de Setiembre es


la entrada triunfal a la cárcel para liberar a inocentes presos. Desde
aquella advertencia del padre Arrúa se festeja el 24 de Setiembre.

Vuelto a Valle Pucú, los hermanos Servín volvieron a ocupar su casa


y en lo posible continuar con la fiesta de la Virgen de Las Mercedes.
Durante la Guerra Grande, cuando los hermanos Servín estaban mo-
vilizados en las filas del Ejército, menos Eduardo, que aún era chico,
en la conservación de la 2da capital, la Rca de Luque, comienza el
peregrinaje de la Residenta. Na tividad y Vicencia, con su hermano
menor, se disponen a seguir a la Residenta al interior de la República.

¿Qué hicieron los hermanos Servín? La Sagrada Imagen fue pues-


ta en un cajón de madera y enterrada en una esquina de la pieza,
pero las vejillas y los candelabros y otros menesteres pertenecien-
tes al oratorio los enterraron debajo de una gran parralera.

En los montes de Caraguatay las hermanas, juntas con otros pa-


rientes, no se separaron, cuando ya se había consumado la bata-
lla de Piribebuy y el sacrificio heroico de inocentes en Rubio Ñu y

72
Virgen de Las Mercedes

Acosta Ñu y el resto de los ejércitos del Mcal. Emprendieron viaje


hacia Villa Curuguaty para luego ir a Cerro Corá, las hermanas Ser-
vín salieron de los montes de Caraguatay con su hermano Eduardo.
Luego de sufrir lo incontable, emprendieron el regreso a Valle Pucú.
Cuando llegaron a Tacuaral –hoy Ypacaraí- encontraron que el pue-
blo ya estaba ocupado por tropas brasileras. Después de tantas
penurias llegaron nuevamente a Valle Pucú; Cuán grande tuvo que
haber sido la sorpresa de los hermanos Servín al encontrar que los
enterrados debajo de la parralera fueron cavados y llevados, pero
la imagen de la Virgen allí estaba, en el lugar donde la enterraron.

Terminada la guerra y cuando los hermanos volvieron a la casa des-


pués de muchas peripecias y penurias, en la forma en que pudieron
reequiparon el oratorio de la Virgen y su imagen, y allí fue conduci-
do nuevamente para veneración y devoción del vecindario.

Referían mis antepasados que el festejo de su festividad continuó


siempre grande. Ya después de la Guerra Grande, Areguá se des-
membró de Itauguá, formándose así un nuevo distrito comunal y
Valle Pucú dejó de pertenecer a Luque, pasando a depender de
Areguá. ¿En que año ocurrió esto?. Nunca pude enterarme, no tuve
la oportunidad, seguramente fue cercano al año que se crearon en
los pueblos las agencias del Registro Civil, en Areguá en 1890.

Antes de estos acontecimientos, don Castor Servín contrajo matri-


monio con Saturnina Domínguez, de Areguá. Su casamiento religio-
so figura en la Casa Parroquial de Luque, donde lo leí, pero la fecha
no recuerdo. Por aquella época ya muy lejana, Castor Servín y sus
hermanos resolvieron entregar la sagrada imagen de la Virgen de
las Mercedes a la comunidad de Valle Pucú para su patrona. Este
acto se realizó bajo escribanía que llegué a leer, pero en la actuali-
dad no tengo noticias si en poder de quien se encuentra.

¿Quiénes fueron los mayordomos de la Virgen de Valle Pucú? Vea-


mos por orden sucesorio: Castor Servín, Bernardo Chávez, Telesfa-
ra Servín con Salvadora Valdez, Angel María Franco, Rafael Casti-
llo con su hermana Andresa Castillo de Ruiz Díaz, las hijas de doña
Andresa, las hermanas Maria Pabla y Dionisia Ruiz Díaz Castillo.
En la actualidad ignoro quien es.

73
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Esta breve síntesis la escribí a pedido de mi gran amigo, don Purifi-


cación Alvarenga, de Valle Pucú, y lo terminé en la ciudad de Luque
a 22-IX-78, con la satisfacción de haber cumplido con una promesa
de amigo y puesto, como siempre, mi gran devoción a la sagrada
imagen de la Virgen de las Mercedes, de Valle Pucú.

Teresio Arturo de Jesús Jara Medina

ACLARACIONES

1-Valle Pucú antiguamente se llamaba “Valle Largo de las Salinas”,


según pude leer en las escrituras de Propiedad que llegué a leer.

2-Areguá, como Ypacaraí, antes de la Guerra Grande, formaban


parte de la jurisdicción de Itauguá.

3-Valle Pucú, antes de la guerra del 70, perteneció a la jurisdicción de


Luque. Prueba de ello, en la Casa Parroquial de Luque, se hallan la
Fe de Bautismo del vecindario entero de Valle Pucú; allí pude leer las
pertenecientes a los Servín.

4-La mayoría de los relatos históricos asignados en este escrito,


me fueron relatados por mi finada madre, Teresa de Jesús Medina
Servín viuda de Jara, y su primo Pascual Servín, nacido en Valle
Pucú, profesor Normal recibido en Paraná, Rca. Argentina. Fue en
su época, siendo director de la escuela de Valle Pucú, que se co-
menzó a levantar la escuela entre los años 1918 al 23. Se ha llega-
do a cometer una injusticia contra éste educador, pues la escuela
de Valle Pucú había de haber llevado su nombre.

Precisiones del autor del libro:

Este artículo fue escrito a mano en 1978 por Arturo Jara Medina
(nieto de Vicencia Servín) y entregado a don “Kalaícho” Alvarenga.
Este, a su vez, entregó a su sobrina Eulalia Espínola de Castillo
para que lo guardara y mediante ése celoso custodio se puede co-
nocer uno de los escasos escritos sobre una etapa de la historia de
Valle Pucú.

74
Virgen de Las Mercedes

El relato es fascinante e impresionante y no lo voy a rebatir porque en


gran medida coincide con los datos que dispongo sobre los mismos
hechos. Sin embargo, el escrito requiere algunas precisiones al solo
efecto de evitar confusiones:

-Cuando don Jara Medina escribió y habla del desmembramiento


de Areguá de Itauguá, no ocurrió en la fecha que él menciona, sino
en 1862.

-Es cierto. Valle Pucú en un principio perteneció al municipio de


Luque al igual que Isla Valle cuando Areguá todavía “no era inde-
pendiente”.

-También es cierto que en la Parroquia de Luque existe un frondoso


archivo donde se registra que numerosos vallepucuguá fueron a
bautizarse y anotarse hace más de 100 años. Pero esto ocurrió por
el hecho de que Luque estaba más organizado y Areguá poco desa-
rrollado. No entra en competencia la jurisdicción porque la división
entre Luque y Areguá está marcada por el arroyo Yuquyry.

-Cuando el escritor dice que después de Maria Pabla y Dionisia


Ruiz Díaz no sabe quién tomó la mayordomía de la iglesia, convie-
ne precisar que fue María Roque de Pereira.

Finalmente; al referirse de que el Tupasy Ycuá está donde se cons-


truye el Puesto de Salud, era la época en que el referido hospital
empezaba a construirse, allá por 1977.

MEMORIA DE TERESIO ARTURO JARA MEDINA (2)

El segundo escrito de Teresio Arturo Jara Medina sobre la


reseña histórica de Valle Pucú, acerca de la Virgen de las
Mercedes, dirigida a los hijos de Pascual Servín.

PARA LOS HERMANOS SERVÍN

Trascripción hecha por Atilio Servín Albariño del original,


manuscrito de Don Teresio Arturo Jara Medina.

75
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Los (*) son comentarios del transcriptor

Breve reseña, con pretensión histórica,


referentes todas, acerca de la venerada
imagen de la “Virgen De Las Mercedes”,
patrona de la comunidad de Valle Pucú,
(Areguá)

El presente trabajo en borrador se debe a Atilio Servín , nieto de Pascuál Servín.


pedido expreso de los hermanos Cesar y
Atilio Servín, mis primos, quienes, como el que escribe este borrador
descienden de la rama de los Servín, la rama principal.

Debo dejar constancia , que los que expresaré en este trabajo, me


fueron referidos por la finada señora Doña Teresa De Jesús Medina
Servín Viuda de Jara, hace mas de 50 años, la que fue madre del
autor y prima hermana de Don Pedro Pascual Servín Domínguez,
padre legitimo que fuera de mis referidos primos.

No pretenderé dejar constancia biográfica ni los referentes al árbol


genealógico de la frondosa familia Servín, pues, ello por la razón
dicha y la escasa capacidad de la vista del autor de esta, no me
dan ya, sin embargo, en lo referente al árbol genealógico , los datos
pertinentes, se hallan en mi poder.(*)

No obstante expresaré varias veces nombres de la familia Servín,


porque omitiendo esos nombres el presente trabajo sería muy flaco
de sustancias, aun, según entender mío esas personas ya serían
de la tercera o cuarta generación del señor Servín, el que fue el
tronco principal.

Intentemos algunos de esos datos a fin de ir o hilvanando esta,


hacia el siglo XIX- bien sabemos los años venidos principalmente
desde los años 1.811 a 1840, años de tantas vicisitudes y hechos
concretos.

Probablemente desde muchos años antes de 1810, en Valle Pucú,


fueron ubicados varios miembros de la familia Servín. Esta razón
la asiento en un hecho concreto, que es como sigue: en la ciudad

76
Virgen de Las Mercedes

de Areguá, en la casa del señor Rómulo Feliciangelli, fallecía en


1928(**) la señora Bartola Servín viuda de Rojas a los 112 años de
edad sin dejar ningún hijo.

Areguá, ciudad enclavada en la orilla sur del bello y legendario lago


Ypacarai, es una de las ciudades más bellas y pintorescas de la
república que yo conozca. Antiguamente pertenecía a la jurisdicción
de Itaguá. A este respecto me habían dicho que Areguá adquirió su
autonomía de ya muchos años después del “70”. Sin embargo hace
poco conversando con el Juez de Paz de Areguá, Don Libi- ilegible-
el me la desmintió esta versión… que ello fue en el año de 1865 y
que lleva la firma del Mariscal López, sinceramente, no se a cuál de
las dos versiones se ajusta la verdad.

En la curia eclesiástica de la ciudad de Luque están anotadas la


fe de bautismo de los hermanos Servín que fueron varios, todos
nacidos en Valle Pucú y a mediados del siglo XIX. Todos fueron
anotados como naturales de la jurisdicción de Luque.

(*) Que pena no poder acceder a esos documentos o archivos,


pues el tío Arturo como yo lo llamaba, falleció en el cuartel de la
Victoria, prácticamente solo, allá por el año 1987, Papá, tío Atilio
y yo, ya nos enteramos luego de su fallecimiento, y cuando ellos
fueron al lugar por supuesto el cuerpo ya había sido sepultado y
sus pertenencias habían desaparecido, aparentemente retirados
por algún familiar más cercano.

(**) Hay una discordancia pues, en otro relato, ya del Tío Atilio, quien
conoció a la Tía Mbatu, ella había fallecido de 114 años, y había
nacido en 1821, o sea que falleció allá por 1935. De todos modos
el Tío Arturo ya estaba muy viejito y con muchos padecimientos de
salud en la época que escribió esto. Oportunamente les entregaré
la historia de la Tía Mbatú narrada por el Tío Atilio.

Este particular me consta por haber leídos y los que nos consta
porque Valle Pucú era jurisdicción de Luque.

Recuerdo que mi finada madre, ya citada, en varias oportunidades


me refirió que valle Pucú antes de la Guerra del 70 se llamaba “Valle

77
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Largo de las Salinas”. Este caso también recuerdo muy bien que
cuando yo era muy chico, la finada señora Anita Páez Lingieri (o
Berlingieri- ilegible) de Servín, esposa del primo hermano de mi
finada madre, Don Juan Servín, mi tía política, también me refirió lo
que se comprueban documentalmente según las actas de bautismo
obrantes en los archivos de la ya mencionada Curia.

Tenemos pues entonces, mas o menos reseñados el lugar y acto


seguido actores principales que van a ser las tramas del particular
que nos proponemos sea nuestro trabajo.

De la ruta asfaltada (Luque – Areguá) y por el desvío o sea de


Sur a Norte, a trescientos metros se halla la propiedad que hoy en
día se conoce con el apelativo de “Servín Cué”, en esta propiedad
nacieron en la primera mitad del siglo XIX los siguientes hermanos
legítimos, los nombres de sus señores padres omito, pues eso sería
o comprendería a la narrativa del árbol genealógico(*) Rufino;
José De Jesús; Castor; Lázaro; Vicencia; Marcelino; Natividad;
Eduardo; Engracia y Anastasia (**). Todos estos hermanos son
de apellido “Servín Castillo”. De los cuales el actor principal de
este relato va a ser Rufino. Conforme a las referencias obtenidas,
este señor fue practico de ultramar en uno de los barcos de la
flota nacional, ya después de la muerte del Doctor Francia, se
comprende que ello fue durante el gobierno de don Carlos Antonio
López, el que dado el oficio y hasta los prolegómenos del estallido
de la guerra contra la triple alianza, viajó por todos los mares del
Mundo conocidos en aquella época, pero que en sus, a menudos
viajes los hacía a Europa, principalmente a España.

En Valle Pucú, la familia Servín era muy respetada, caracterizada


y bien mirada. Acervo de esta era o constituían la estancia en
San José De Los Arroyos, la inmensa propiedad de Costa Fleitas,
conocida como Grance Cué y Somellera, la propiedad de Valle
Pucú- asiento de la familia- que abarcaba desde el arroyo Yuquyry
hasta el lugar que se llamó “Carrón Cué” en vecindad con Areguá.
Por esa época, año no se sabe, pues no existe prueba documental,
de vuelta de uno de sus viajes, trajo de España la muy Hermosa
imagen de la “Virgen de las Mercedes” de Valle Pucú. Se puede
asegurar que esta imagen es europea por las siguientes razones:

78
Virgen de Las Mercedes

es de una extraordinaria belleza, no está tallada en madera, es


de porcelana, si fuera tallada en madera con los años que lleva
ya se hubiera apolillado, por ende no hubiera tenido la perfección
escultórica que esa obra posee.

A todos estos respectos yo me remitiría a la idoneidad de la señorita


Cubero. Siguen las referencias de la señora Teresa de Jesús Medina
Servín Vda. De Jara: que de hecho y derecho, la referida imagen era
de propiedad privada de la familia Servín. Hasta hoy en día, dentro
de la demarcación de la propiedad “Servín Cué”, mas exactamente
al lado mismo del “Centro de Salud” todavía se conserva la fontana
de “Tupasy Ycuá” que antes del estallido de la guerra del 70 en este
lugar la familia Servín le construyó a la imagen un pequeño oratorio
de techo pajizo y un pequeño campanario al lado del oratorio al
estilo de un mangrullo.

Que la campana más grande que sigue tañendo con la sonoridad


de finos metales fue mandada pulir en España, que para tal efecto
el señor Rufino Servín fue portador de oro, plata y cobre, que el
mismo señor Servín a su vuelta al Paraguay, trajo la campana más
grande (que hoy está en la torre de la iglesia nueva). De modo que
la tal campana fue propiedad privada de la familia Servín.

(*) ¡Que lastima! Como nos hubiera gustado conocer los nombres
de nuestros tatarabuelos y aun de sus padres y abuelos

(**) No hay referencia en esta lista de la Tía Mbatú (Tía Bartola)


Será que ella era tía de nuestro bisabuelo? O bien el relator omitió
por olvido?

En Valle Pucú en la iglesia, hay otra campana pero más pequeña.


Referente a esta, hay referencia (extraño, pero nadie sabe) un
señor de Valle Pucú de nombre José Francisco Olmedo, que era
una persona de buena posición, tenía almacén y muchos vacunos,
había comprado o mandado pulir para donar a la iglesia de Valle
Pucú y que así lo hizo. El particular tuvo que haber ya ocurrido en
este siglo, pues a tal señor recuerdo haberle conocido y la casa
que fue de él, construida en material cosido y que hasta ahora
se encuentra. Volvamos de modo a la imagen de la Virgen de las

79
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Mercedes, ya la tenemos instalada en su pequeño oratorio y su


campana, que seguramente cuando tañía, llamaba a oraciones,
especialmente a sus dueños, la Familia Servín. En Valle Pucú
referente a la sagrada imagen, en boca de personas muy jóvenes
corre otras versiones sobre la tal imagen. Por mi parte estas otras
versiones las desestimo totalmente por no hallar base sólida ni
fundamento razonable alguno, para mí lo más bien invención vulgar
y suspicaz. Continuemos siempre en base a las referencia de la
Finada señora Medina Servín Vda. De Jara, mi madre y ella hablaba
conforme a las versiones o relatos referidola por su señora madre,
mi abuela Vicencia Servín, fallecida en Valle Pucú en 1914 a los 65
años. Conforme a los años que tenía la señora Vicencia Servín, 65
años, cuando falleció, estudios realizados por este autor encuentra
que esta señora nació ya después( del fallecimiento) de la época
del Dr. Francia, ya en los años 1848 o 1849, época de Don Carlos
Antonio López, esta referencia concuerda fielmente con lo expuesto
con la señora Viuda de Jara, la que a su vez refiere lo que le habría
dicho su señora madre, Vicencia Servín, que cuando ella volvió de
la Residenta tenía 22 años.

Siempre atento a las referencias obtenidas por la fuente ya


mencionada; al estallido de la guerra, todos los hermanos Servín
fueron movilizados no así Rufino que continuó sus servicios en su
carácter de practico y esa en el “ Paque boat” Santa María. Tampoco
Eduardo que aún era muy chico. A este punto acotar que no trato
de escribir la historia de la familia Servín, pues ello sería otro
capítulo, también motivo principal de este trabajo es distinto, por
ello sigamos con el mismo: como ya no viven más ninguno de los
actores principales quienes podrían habernos dado algunas fechas,
como que tampoco dejaron algún escrito, en lo que hacen a posibles
fechas nos guiaremos solamente, en razonables supuestos.

Siempre a las referencias de la señora ya tantas veces nombrada, la


familia, asentada en Valle Pucú, que era muy bien renombrada, que
podríamos decir eran gentes ricas como ya dijimos, tenían numerosos
esclavos, tierra, haciendas y dineros en metálicos, sin incursionar
ninguno de ellos en política tan acuciante en aquellos tiempos.

La Familia Servín con raigambre en Pirayú, lugar llamado Taba´i –

80
Virgen de Las Mercedes

Prueba: entre Ypacarai y Pirayú, hasta nuestros días, está el arroyo


Servín. Este hermoso arroyo que corre de sur a norte estaba dentro
de los dominios Servín. No quisiera explayarme más con estos,
pues, solamente se me acumulan tristezas, amarguras y penas.

Con prepotente orgullo no corren por mis venas sangres de Laserda,


Navarra(*), no soy hijo de Tatupo (*), Bandeirante, de Mulato o de
Pardo, puedo tener algunas gotas de sangre Guaraní que, para
mí como Paraguayo es un orgullo. Según mi entender histórico,
cuando el gobierno Nacional de entonces, ordenó la evacuación,
por los habitantes de de la capital de la republica -Asunción- y
designó a la ciudad de Luque, como segunda capital, Provisional,
corría el año 1868. Era el inicio de lo que luego sería llamada “La
Residenta”. Se comprende que al producirse este acontecimiento,
el gobierno Nacional así como las principales familias de la Capital,
como era lógico, se cambiaron de domicilio a Luque. A este respecto
rindiendo homenaje y como capítulo aparte, convendría recordar
la casa que habitó Madame Linch, la que fue del Vice-Presidente
Sánchez y la casa en donde editó el último número del periódico
Cabichu´i pero dejemos para otra narración, volviendo así a lo
que nos proponemos. Me contaron también que la festividad de la
imagen de marras se festejaba antes de la guerra del 70 y hasta
muchos años después, el día 8 de septiembre y no el 24 como
ahora, que a una de esas festividades concurrió el Padre Arrúa, que
fue por muchos años cura párroco de Luque, el que la bautizó a mi
Finada madre y cuyos restos se hallan en el primer crucero de la
Iglesia Parroquial de esta ciudad; que este señor Cura cuando vio
como se la vestía a la imagen dijo: “que hay que festejar su día el
24 de septiembre no el 8, porque el 8 es la natividad de María y el
24 el día que visitó la cárcel. Desde aquello se festeja su día el 24
de setiembre.

(*) Poco legible

Continuamos con nuestra historia, teniendo siempre como referencia


por los ya nombrados, varias señoras que como la Familia Servín
era muy creyente y el Sr. Rufino Servín hacía continuos viajes a
Europa, en cada uno de ellos era portador de los menesteres para
el viejo oratorio de la imagen, es así entonces que traía candelabros

81
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

de plata, jarrones y otros del mismo metal, mantelería de Lino –o


fino- bordados a mano, vajillas y otros de porcelanas y cristales.

Cuando comenzaba el novenario, principalmente las Servínadas


de Pirayú, y otros promeseros, en largas caravanas de carretas se
allegaban a Valle Pucú, todos en casa de los Servín, que todos los
días eran carneados vacunos que traían los promeseros y que se
repartía gratis a los pobladores, esta era costumbre respetada en
el Paraguay, especialmente en las campiñas patrias. Seguramente
era otra vida de jolgorios y de regalos… ¿donde están esos días de
tantas grandezas y de mercedes? El tiempo y tantas desgracias los
llevaron con sus garras y ya no volverán.

Sigamos… Cuando el resto de la familia Servín se dispuso a dejar


Valle Pucú, acompañando a las caravanas de las Residentas,
la sagrada imagen la colocaron con algunas joyas y el título de
propiedad de las tierras de Valle Pucú en una tinaja que enterraron
en una esquina de una de las piezas , pues la casa era muy grande
(*). Todos los otros intereses y menesteres, tanto pertenecientes a
la imagen y a la familia fueron enterrados en varios cajones debajo
de la parralera, pero al aire libre – que todos estos trabajos corrían
por cargo de los hermanos Natividad, Vicencia, y Eduardo, pues
que los otros hermanos ya estaban concentrados en Cerro León
para la campaña de las Cordilleras.

Que terminaron estos trabajos las dos hermanas Servín y el hermanito


Eduardo, en compañía de numerosos vecinos emprendieron el viaje
tan penoso de la Residenta.

La campaña guerrera de la cordillera ya se hallaba en pleno


apogeo, Luque dejó de ser la capital de la republica, nombrándose
en su reemplazo a Piribebuy como tercera capital provisional, ya
en esta capital estaba el asiento del gobierno Nacional y su estado
mayor. En esta ciudad, detrás mismo de la Iglesia parroquial, se
encuentra una casa colonial que según referencia fue ocupada por
Mme. Linch. También se hallaba en su indescriptible peregrinaje “La
Residenta” compuesta casi en su totalidad por mujeres ancianos y
niños. Dentro de esta masa humana, sigámosles a los hermanos
Servín, que su morada con su bienestar de Valle Pucú han dejado.

82
Virgen de Las Mercedes

En este marco de tristeza entremezclada con algún dejo de sonrisa


, los hermanos Servín, en los polvorientos y pedregosos caminos de
Caraguatay, volvieron a encontrarse con el hermano Castor Servín
que era Sargento Mayor (hoy en día “Mayor”, a secas dentro del
cuadro del ejercito) al frente de su tropa(**), Según referencias,
Don Castor les dijo a sus hermanas estas palabras: “Esta guerra
ya va a su término”, detrás de nosotros viene la vanguardia de los
Aliados, luego el grueso de sus tropas. Ustedes escóndanse en las
espesuras de los montes, cuando ustedes se den cuenta que ya
todo esté libre, salgan y vuélvanse a nuestra casa. Que así hicieron
y en los montes se alimentaron de día y de noche con frutas de
naranja agria. Que siguieron el camino emprendido, pero en sentido
contrario.

Tacuaral, hoy Ypacarai, estaba ocupada por tropas brasileras. Allí


fue descubierto por las tropas de ocupación el menor, Eduardo
Servín que no era nena sino varón, (*) aun cuando así se lo tomó
disfrazado entonces lo dejaron allí para cuidar caballos de la tropa
de ocupación. Luego de este gracioso accidente, las dos hermanas
Servín en compañía de otras lugareñas siguieron viaje en busca de
Valle Pucú, en donde llegaron, fecha no existe, solo referencias de
que los naranjos estaban en plena madures, como habrá sido el
banquete, después de frutas agrias, ahora las dulces.

(*) Según relatos de la Tía Chiní, en mi infancia, en ocasión de una


visita a Valle Pucú, justo en el Día de la Virgen de las Mercedes,
casualmente el día de mi cumpleaños, 24 de setiembre, no era
intención de las hermanas dejar la imagen sino llevarla con ellas
para que no fuera robada por los aliados o por merodeadores.
Ya instalada la imagen con todas sus prendas en la mejor y mas
grande carreta, tirada por tres yuntas de bueyes, emprendieron el
viaje pero a la altura del vado del arroyo Yuquyry, apoca distancia
de la casa la misma se empantanó y ni adosándole dos yuntas de
bueyes mas pudieron seguir viaje, tal es así que desanduvieron el
camino y enterraron la imagen así como está en el relato de tío
Arturo.

(**) hay una discrepancia con otros relato conocidos por mí, Tengo
entendido que el bisabuelo Castor cayó herido en la batalla de los siete

83
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

días o de las Lomas Valentinas, en la última carga llevada a cabo por el


Coronel Valois Rivarola, allí había recibido una herida bastante grave:
una lanza le había herido el bajo vientre, y ya del campo de batalla fue
rescatado por los servicios sanitarios del ejército aliado de quienes se
escapó . O fue después, en otra batalla ya en las Cordilleras cerca de
Valenzuela donde recibió un disparo casi a quemarropa en una de sus
piernas, de la cual nunca se recuperó totalmente. Contaba el finado
tío Cesar, quien llego a conocerlo que esa herida nunca se le curó
quedando una llaga que constantemente supuraba y que al fallecer
le brotó de la misma unos perdigones o chumbos como se le decía
entonces. ¿fue allí que cayó de nuevo prisionero de los brasileros y
posteriormente a su recuperación conducido como prisionero de
guerra a la ciudad de San Pablo, Brasil?

La más grande sorpresa para las hermanas fue que los cajones
enterrados bajo la parralera, dejaron solamente huellas de los
enterrados, pero no así los intereses que sin embargo, la tinaja
enterrada en una de las piezas, con la imagen de la Virgen De
Las Mercedes estaba sin ser tocado, desenterraron entonces y
seguramente fue llevada como se puede a su pequeño oratorio, en
donde siguió por mucho tiempo más bajo el cuidado de la familia
Servín que se salvaron de la hecatombe del 70, como la de - ilegible
– de los pobladores y promeseros.

La guerra había terminado, los miembros varones de la familia Servín


que se salvaron, ya habían vuelto a Valle Pucú. Los hermanos que
volvieron fueron los siguientes: Rufino, Castor(**), José de Jesús,
Natividad, Vicencia, y Eduardo. Todos volvieron a radicarse en la casa
familiar. Muy poco tiempo después de la terminación de la guerra los
hermanos Rufino y José de Jesús Servín murieron en Valle Pucú.

Según referencias de mi ya nombrada finada madre, varias veces a


través de esta narración, la adorada imagen, después de la guerra
siguió siendo de propiedad de la familia Servín, hasta que allá por
los años 1875/ 1878 la referida resolvió entregar a la comunidad de
Valle Pucú para su patrona. Esta entrega se realizó mediante una
escritura pública. Este documento lo leí hace más de cincuenta años.
En la actualidad no se en manos de quien se halla, posiblemente en
la curia metropolitana, pero sí, ya muy deteriorado.

84
Virgen de Las Mercedes

Por aquel entonces, seguramente con contribuciones del vecindario


se le construyó el antiguo oratorio, que ahora se a convertido
en iglesia y totalmente reformada y modernizado, cambio en la
actualidad que es esplendente en donde el pueblo de valle Pucú,
que sea para una gran ciudad, se sigue venerando la sagrada
imagen de la Virgen De Las Mercedes, siempre con la contagiante
hermosura y perfección escultórica.

Tal vez con curiosidad se pregunten, si cuales o quiénes fueron los


mayordomos de la imagen. A este efecto vean por orden cronológico:
1º) Castor Servín y su esposa Doña saturnina Domínguez(***); 2ª)
Don Bernardo Ynsfran (viudo); 3º) allá por 1915 fueron nombrados
Doña salvadora Vda. De Valdez juntamente con doña Telesfora
Servín de Cáceres. Ya unos cuantos años después, como la señora
Valdez ya era muy anciana y la señora de Cáceres residía en la
capital, fue nombrado Don Ángel María Franco. Este señor ejerció
la mayordomía durante varios años. Como ya era muy anciano,
en su reemplazo se nombró a la señora Andreza Castillo de Ruiz
Díaz juntamente con su hermano Señor Rafael Castillo. Este señor,
cuando la guerra del chaco fue movilizado y partió a la guerra
muriendo allá. Siguió la mayordomía la Sra. De Ruiz Díaz y fallecida
esta señora continuó con el cargo sus señoritas hijas María Pabla
y Dionisia Ruiz Díaz Castillo. Cuando estas devotas ya no pudieron
mas seguir con las tareas del caso, fue nombrada la actual, quien la
llaman Ña Roque, desconozco su nombre.

Ya al final de este borrador, dejo constancia de dos incógnitas que ya


me es imposible saber: 1º) ¿Dónde se halla la escritura pública? 2º) La
campana grande debe tener algunas grabaciones, esto se ha de develar.

Con lo brevemente narrado, creo haber cumplido con mi compromiso.

Luque, 9 de diciembre de 1983.-

Firma: Teresio Arturo Jara Medina


Carné de Veterano de la Guerra Del Chaco nº 10.124

(*) Se dice que el propósito de disfrazar a los niños varones, era a


los efectos de no ser movilizados por el ejército nacional, así como

85
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

de no ser matados por los aliados, por considerarlos combatientes.


Desde luego ya iniciada la campaña de las cordilleras la consigna
de los ejércitos civilizadores era matar a todos los paraguayos aún
en el vientre de sus madres, “Orden Emitida por su Alteza Imperial
Gastón De Orleáns, Conde de Eu”, fíjense lo que pasó en Piribebuy
y posteriormente en Acosta Ñu. Claro que después el propio asco
si no la vergüenza de los propios aliados hizo que esta orden no
fuera tomada tan al pié de la letra, y relegándose en la medida que
se pueda hasta que al final de la guerra se la volvió a implementarla
fielmente en Cerro Corá, y aún después de la muerte del Mariscal,
la tropa del General Roa que guardaba la picada del Chiriguelo
después de rendirse fue pasada a cuchillo.-

(**) Mi bisabuelo; (***)

Mis bisabuelos

LA VIRGEN DEL CÁRMEN

En nuestro valle, dividido en cinco barrios, cada uno de ellos tiene a su


santo patrono o santa patrona. Ya tenemos el caso del barrio Las Mercedes,
denominada así en honor a la Virgen de Las Mercedes. También están Na-
tividad de María en el barrio 8 de Setiembre, San Miguel, en la Villa 1, San
Blás y Del Carmen.

En torno a la imagen de la Virgen del Carmen existe una muy linda, como
verídica historia y tiene a protagonistas muy peculiares, como la de doña
Saturnina Mercedes Franco de Orué. Esta, que más adelante se constituyó
en pilar de la fundación de la escuela de Valle Pucú en 1912, hoy denomi-
nada Juan de la Cruz Gaona, fue una “atrevida” como valiente mujer de
su época, pese a que apenas escribía y apenas leía. Y fue ella quien trajo al
pueblo la primera imagen de la Virgen del Carmen, en 1890. La imagen no
es la que hoy se venera en el oratorio del barrio que lleva su nombre.

La historia es así: Pese a que el Paraguay quedó “semidestruido” luego de la


guerra de la Triple Alianza, el fervor patriótico y también católico se man-
tuvieron firmes en el pueblo, y en el corazón de cada paraguayo quedó un
86
Virgen de Las Mercedes

sentimiento demasiado grande, muy espe-


cialmente por la crueldad de una de las úl-
timas batallas desencadenadas en la zona
de Las Cordilleras, en 1869. Allí, en Piri-
bebuy (constituido en tercera capital de la
República después de Asunción y Luque),
las tropas de Brasil atacaron y mataron a
mansalva, incendiaron un hospital con
todos los enfermos allí adentro. También
quemaron la iglesia donde la gente fue a
refugiarse destruyendo una impresionante
cantidad de imágenes de santos. Luego de
destruir Piribebuy avanzaron hacia el nor- Imagen de la Virgen del Cármen la que
te donde el 16 de agosto de 1869 se pro- originalmente estaba en Valle Pucú.
dujo la batalla de Acosta Ñu, siendo niños Fue traída de Piribebuy en 1890. Hoy
día pertenece a familiares de Valeriano
los últimos soldados paraguayos. Los bra- Gaona.
sileños arrasaron con los niños y también
quemaron los bosques donde el resto de la
gente buscó refugio para salvarse.

Por todo ello y en solidaridad con los caídos, el sentimiento nacionalista


se mantuvo fuerte y allá por 1895, al cumplirse 25 años de la finalización
de la guerra y la muerte del Mariscal López, se organizó una peregrinación
nacional a Piribebuy, para visitar a los pocos sobrevivientes que quedaron
de la crueldad de los brasileños y ver el estado de la ciudad en general, y en
particular de la iglesia y el hospital que fueron incendiados.

De Valle Pucú viajó a ese acto una delegación encabezada por doña Satur-
nina, cuyo esposo era don José Antonio Orué. Utilizaron carretas para lle-
var las provistas y el resto acompañaba caminando. Una vez en Piribebuy,
donde llegaron en una semana, contemplaron el grado de destrucción de la
ciudad. Ingresaron a la iglesia y allí había imágenes de santos semidestrui-
dos por el incendio.

Una de ellas le llamó la atención y doña Saturnina preguntó al encargado si


le podían dar la imagen de la Virgen del Carmen, que de mediocuerpo para
abajo estaba totalmente quemada. Ella prometió restaurar y con esa prome-
sa le dieron para traer a Valle Pucú. La imagen, años más tarde regaló a So-
fía, una de sus cuatro hijos (los otros eran Marciano, José y Juanita). Sofía,
87
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

posteriormente fue esposa de Juan de la Cruz Gaona y mandó restaurar allá


por 1920, habiendo prometido –inicialmente- que si se cumplía su objetivo,
a uno de sus hijos le iba a poner el nombre de Carmen. Llegó ese hijo que
no fue mujer, sino varón y le puso este nombre: Carmelo Valeriano Gaona.
Luego éste quedó como custodio y la tradición familiar hizo después que
cada hijo que naciera dentro de este núcleo tiene que llevar –indefectible-
mente- el nombre de Carmen o Carmelo. Fue así que nació Jorge Carmelo
Gaona y éste ahora también ya tiene a su sucesor.

La imagen de la Virgen del Carmen “residía” en la casa de la familia Gao-


na-Da Costa, ubicada frente a la actual Casa Parroquial. Como propietaria
de la imagen, la familia siempre organizaba una fiesta cada 16 de Julio, día
de la Virgen. En febrero de 1965 los Gaona-Da Costa se mudaron a Asun-
ción y se llevaron a su Santa Patrona, pero se popularizó tanto el nombre de
Del Carmen, que ya en 1963 se había creado un barrio con ese nombre, que
se inicia al costado norte de la iglesia de Las Mercedes y va hasta su límite
con el barrio San Blás.

En este libro se puede ver la foto actualizada de la Virgen del Carmen “una
heroína de la guerra del 70” traída a Valle Pucú en 1895. Si uno observa con
detalles, se puede notar que la parte baja de la imagen está quemada, o en
todo caso y pese a su restauración, tiene todavía rastros del incendio a que
fue sometida por las tropas brasileñas la iglesia de Piribebuy de donde es
originaria la imagen. Por eso esta imagen no solo tiene su antigüedad, sino
su historia y su milagro.

La imagen de la Virgen del Carmen que hoy se venera en el oratorio del


barrio del mismo nombre es otra, es nueva y fue regalada por Miguel An-
gel Cortázar. Es más pequeña, pero también es producto del esfuerzo del
vecindario, de la comunidad, que mediante esa actitud de fe han logrado
dar continuidad a una fiesta barrial que había nacido en el siglo anterior de
manos de la familia Gaona-Da Costa, herederos de doña Saturnina Merce-
des Franco de Orué.

NATIVIDAD DE MARIA

Otra santa patrona se encuentra en el barrio 8 de Setiembre. “Las Merce-


des-mi” se le decía antes. Ahora se le hace su fiesta con el nombre de Nati-
vidad de María. Hay dos versiones sobre esta santa imagen.
88
Virgen de Las Mercedes

Una, la que tiene más arraigo, relata que fue el regalo de un ex carcelero
condenado a largos años de prisión y quien al salir del penal, en agradeci-
miento, vino a Valle Pucú portando una imagen de la Virgen de Las Mer-
cedes pero en tamaño inferior (Por eso el nombre de “Las Mercedes-mi”).
Dicen que aquel carcelerocué, que no era del pueblo, estando en prisión
fue visitado por su madre quien en una de esas le dejó el siguiente recado:

- “Yo rezo a la Virgen de Las Mercedes por tu libertad y cuando salgas de la


cárcel, visitarás la iglesia de Valle Pucú y llevale un regalo”.

La mamá falleció antes de ver libre a su hijo, pero cuando éste quedó en
libertad se acordó de la promesa de su madre y se le ocurrió comprar una
imagen de Las Mercedes y llegó con ella a nuestro pueblo para pagar aque-
lla promesa de la mamá. Esto habría ocurrido ya después de la guerra del
Chaco (1932-1935).

En vista de que aquí ya se disponía de una imagen de Las Mercedes, los


pobladores de aquel tiempo y más por la influencia de la familia Gaona,
Luis Cabrera (P), los Orué, los Ojeda, Franco, Núñez, Florenciañez y Pedro
Juan Fleitas, sugirieron que el regalo del carcelerocué sea donado al barrio
donde ellos vivían y que luego se transformó en barrio 8 de Setiembre. Para
tal menester hablaron con doña Rosa y doña Ana Ibarra (ambas hermanas)
quienes cedieron el terreno donde actualmente se encuentra construido el
oratorio y que la fiesta sea cada 8 de Setiembre. Y en la casa de doña Rosa
y doña Ana (que se encuentra enfrente del oratorio) se realizó la fiesta pa-
tronal (por años) hasta que se edificó la actual iglesia, allá por 1960, apro-
ximadamente.

La otra versión dice que un “santo vendeha” ofrecía varias imágenes en ca-
rreta y una vez le tomó una feroz tormenta con viento y lluvia. El vendedor
tuvo que refugiarse en la casa de doña Rosa Ibarra donde quedó dos días
habiéndosele ofrecido techo y comida. Antes de partir, y en agradecimien-
to, regaló la imagen de Natividad de María por haberlo salvado la vida y sus
mercaderías al recibir refugio en aquella casa en un día de tormenta.

Estas dos versiones son productos de relatos de viejos lugareños, pudiendo


haber también otros testimonios. Pero lo cierto y concreto es que la fiesta
de Las Mercedes en el barrio 8-í, data desde los años de 1940 en adelante.

89
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

En el barrio San Blás se reza al Santo Patrono del Paraguay. El oratorio fue
levantado a principios de 1960, cuando doña Catalina Aguilera de Chávez
donó el terreno, pero la fiesta ya se había hecho tradición con anterioridad
y a San Blás se construyó una pequeña capillita en la propiedad de los fa-
miliares de Amadito Cortázar (para mejor ilustración), de donde se mudó
al lugar donde actualmente se encuentra. La imagen era propiedad de don
Juansito Cortázar, quien hizo la donación para que el barrio tuviera un San-
to Patrono.

El barrio San Miguel surgió en 1982 cuando los damnificados por el río
Paraguay, en la zona de Asunción, vinieron a formar un hogar en Valle
Pucú. El barrio es popularmente conocido como Villa 1 y una señora muy
devota trajo consigo la imagen de San Miguel. Ella, quien había perdido la
vista, se llamaba Bonifacia Alvarenga y casualmente era originaria de Valle
Pucú, hermana de doña Eloisa, Fernanda y Albino Alvarenga, entre otros.
En ese entonces José María Blanch era el sacerdote que se encargaba de la
iglesia de Valle Pucú y bajo su consentimiento ese barrio tiene al Arcángel
como Santo Patrono.

90
CAPÍTULO 8

Iglesia de Valle Pucú


El paso del tiempo nunca cambió su encanto colonial, sus
emblemáticas dos torres y su raro escudo patrio.
Su construcción duro unos 60 años.

La Iglesia Vírgen de las Mercedes de Valle Pucú, con sus dos torres y su llamativo escudo patrio.

El año 1884 está marcado como la fecha en que –probablemente- se inició


la construcción de la iglesia Virgen de las Mercedes. Y pasaron los años y
los siglos pero nunca pasaron su inigualable encanto colonial, su belleza
con las dos torres emblemáticas que miran hacia la puesta del sol y el es-
cudo patrio que lo convierte en una de las pocas iglesias del Paraguay que
tiene ese distintivo, al menos entre los que ya cumplieron más de 100 años
de vida edilicia.

Y ciertamente un raro hechizo adorna a la iglesia de Valle Pucú, que llevó


una vez al arzobispo de Asunción, Pastor Cuquejo a decir lo siguiente:

-“Kóvako petei reliquia nacional y debe cuidarse”. Cuquejo añade que “esta
iglesia capaz que sea una copia de los edificios de la época de los López”.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

FOTOS DE LA IGLESIA EN Partiendo sobre la base descrip-


DISTINTAS ÉPOCAS ta precedentemente tenemos
claro que los datos son diferen-
tes, no coinciden y se presenta
difusa de si realmente cuando
fue que se construyó la iglesia.
Esto es porque primero se cita el
año 1884, luego monseñor Cu-
quejo dice –sin arriesgar fecha-
que parece una construcción
calcada del tiempo de los López
Año 1977. quienes gobernaron el país entre
las décadas de 1840 y 1860. Y si
lo dice Cuquejo estamos hablan-
do de una personalidad no sola-
mente religiosa, sino muy cono-
cedora de la historia paraguaya.

También hay una tercera ver-


sión que habla de que la iglesia
de Valle Pucú se construyó ya
Año 2000 (publicado en Abc Color). en la época del doctor José Gas-
par Rodríguez de Francia, que
gobernó con mano dura el Pa-
raguay desde 1816 hasta su falle-
cimiento, en 1840. La disyuntiva
grande se presenta por el escudo
patrio que se incrustó de manera
especial y particular en la parte
central del edificio que mira ha-
cia el oeste. Para algunos el es-
Año 2012. cudo nacional en los santuarios
fue una idea del doctor Francia,
que instauró un gobierno dicta-
torial con el argumento de defender la independencia del Paraguay y fue
así que tuvo fuertes y puntuales conflictos con las autoridades de la Iglesia
Católica. Dentro de éste capítulo, para marcar su autoridad, ordenó que las
principales iglesias del país llevasen el escudo paraguayo, disposición a la
que se opusieron las autoridades eclesiásticas de entonces.
92
Iglesia de Valle Pucú

La Iglesia Vírgen de las Mercedes vista por dentro. Tiene una antigüedad de más de 100 años.

Otros desmienten que José Gaspar Rodríguez de Francia sea el ideólogo del
escudo, sino Carlos Antonio López, quien tras la muerte del dictador res-
tauró las relaciones del Estado con la Iglesia Católica que estaban rotas con
el doctor Francia. El escudo patrio en la fachada frontal de una iglesia en el
Paraguay apareció por primera vez en la Catedral de Asunción, más adelan-
te en la Iglesia de Trinidad y llamativamente también en la Iglesia de Valle
Pucú, insignia que existe hasta hoy día de manera curiosa y emblemática.

Entonces tenemos que en la zona central del Paraguay tres iglesias tienen
y mantienen hasta hoy la insignia patria: La Catedral de Asunción, la de
Trinidad (también de Asunción) y la de Valle Pucú, en la jurisdicción de
Areguá, esto relacionando un poco la antigüedad de los edificios que larga-
mente ya pasaron los 100 años.

¿Y por qué se cita 1884 como año de inicio de la construcción de nuestra


iglesia? Y porque esta es la versión de los vallepucugua, de los antiguos po-
bladores, de los que vivieron ésa época.

Tenemos el caso de don Juan José Alvarenga (1876-1964), quien fue cam-
panero de la iglesia y durante casi 70 años de su vida se encargó de repicar
esas campanas. En una conversación de la niñez, cuando todos queríamos
ser campanero como él, nos contaba que a sus 8 años (o sea, en 1884) él
aprendió a repicar y lo enseñaban su padre Juan Pio Alvarenga y Castor
93
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Servín. Años después sus hijos Purificación Alvarenga y Lázaro Alvarenga


también confirmaron que esa misma versión los había comentado “Taitá”,
porque así se decía antiguamente a los padres y abuelos.

Don Jaime Castillo, hermano de doña Andresa Castillo, cuya familia se en-
cargó de la mayordomía de la iglesia por 50 años, dijo que la iglesia actual
se empezó a construir unos diez años después de finalizar la guerra del
70. El testimonio de don Jaime vale mucho porque él, con sus hermanos
Silvio, Rafael y Eloy, apoyado por la familia de don Juan Franco, fueron los
carpinteros de la iglesia y ellos construyeron el altar mayor sin cobrar ni un
centavo por su trabajo.

En tanto, Honoria Velazco de Rojas recuerda que su madre, doña Ramona


Aguilera, comentaba que su padre Castor Servín siempre se refería a que ya
después de la guerra de la Triple Alianza se empezó a construir el oratorio
de la Virgen de Las Mercedes, primero el que quedó como Tupasy Ycuá
y posteriormente la actual iglesia, citando la fecha aproximada a la mitad
de la década de 1880. Otro testimonio importante la dio doña Florentina
Franco de Albera, hija de don Juan Franco, el famoso albañil-arquitecto
que construyó las dos torres de la iglesia, señalando que la edificación había
empezado después de la guerra del 70 y no antes.

TERMINO EN 60 AÑOS

La historia antigua de la iglesia Virgen de Las Mercedes, arriesgando fechas


probables, podría redondearse señalando que en 1856, año estimado en el
que Rufino Servín trajo a Valle Pucú el busto de la Virgen, procedente de
España, se inicia el largo proceso de construcción del oratorio. Es posible
que el actual edificio, que se construyó en varias etapas, habrá concluido en
al menos 60 años.

La santa imagen fue propiedad inicial de Pedro Nolazco, el patriarca de la


familia Servín. Tanta curiosidad arrancó en el pueblo el busto traído en
barco que inmediatamente la gente sintió como suya. Las visitas, los actos
religiosos se realizaban en la casa de los Servín y pocos años después vino la
Guerra Grande, cuyos detalles relacionados a la Virgen de Las Mercedes ya
fueron contadas. Al finalizar la contienda contra Brasil, Uruguay y Argen-
tina, la familia Servín quedó diezmada y pese a que Vicencia y Natividad,
junto al joven Eduardo regresaron y rescataron el busto de un pozo, fue
94
Iglesia de Valle Pucú

Castor, quien llegó herido de la guerra, el que lideró lo que en adelante iba
a ocurrir con la Santa Imagen y la iglesia.

Muchos vallepucugua murieron o desaparecieron en la guerra, pero nada


impidió que fuera aumentando la devoción por Las Mercedes. Fue así que
los Servín decidieron entregar al pueblo la Santa Imagen para que se cons-
truyera un templo propio, para el que donó una porción de su propiedad,
allí donde se encuentra actualmente el Centro de Salud. Esto habría ocu-
rrido en el año 1877.

El primer oratorio se levantó con lo que daba la abundante vegetación de


aquellos tiempos: madera, mbocaya y techo de paja o Kapi´i. Era lo que se
podía, era lo que había y en este menester se tiene que valorar el esfuerzo
y la voluntad cristiana de la poca gente que habitaba el valle. Adelante se
pusieron tres horcones y el relato de muchísima gente concuerda que unos
tres años después brotó agua en donde estaba ubicado el horcón del medio.
El hecho –primeramente- no causó tanta sorpresa por cuanto el lugar era
algo húmedo, aunque cuando se construyó el rústico oratorio, el predio
estaba super seco, tal vez coincidiendo con algún periodo de larga sequía.

EL TUPASY YKUA

Siempre dentro de periodos de tiempos probables, el primer oratorio cons-


truido allá por 1877 alojó bajo su techo a la imagen de la Virgen de Las
Mercedes unos tres o cuatro años porque sorpresivamente surgió un na-
ciente de agua en el horcón principal de la precaria construcción. Tanta
agua salía que el temor a un derrumbe era posible. Al mismo tiempo y de
manera rápida la gente de la época dio su interpretación milagrosa a aquel
hecho diciendo que el agua “era un regalo de la Virgen” que serviría para
curar enfermedades. “Es agua bendita” manifestaban.

Resulta que la sensibilidad de la gente de aquel tiempo era tal, que aparte
de encontrar refugio en la fe, materializada en la devoción a la Virgen de las
Mercedes, se padecía de una terrible necesidad. La guerra destrozó al país,
al pueblo, a la gente y se pasaba hambre. Para más, en los años inmediatos
a la finalización de los combates, el Paraguay soportó una peste de diarrea
tremenda que llevó, incluso a algunos historiadores a decir que la peste
posiblemente mató más paraguayos que la mismísima guerra. Y muchos
buscaban remedio en las aguas del Tupasy Ycuá.
95
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Sea lo que fuere, el hecho de que en el primer oratorio levantado en honor


a Las Mercedes se produjo el naciente repentino de agua en uno de los
horcones, sirvió a la gente como soporte de fe y el pueblo entero, más los
pobladores de otros lugares, acudieron a la laguna a bañarse, a beber y lle-
var también a sus casas. Y no hacía falta tanta discusión para que el pueblo
lo bautizara como Tupasy Ykua. Este testimonio lo dieron nuestros abuelos
y sigue vigente hasta hoy.

Tal vez una falta de iniciativa derivó a que el lugar quedara medio aban-
donado, aunque el agua nunca terminó. Ya cuando el centro de salud se
instaló en el lugar (1978), se construyó un pozo de material para que el
manantial se mantuviera limpio y utilizable. Luego, con la presencia de un
sacerdote permanente en Valle Pucú, el padre Gustavo Acosta, atraído por
los testimonios de la existencia de un Tupasy Ykua, nacido en el mismo
lugar donde se construyó el primer oratorio a la Virgen, ordenó construir
una fuente para almacenar el agua. Esto ocurrió ya en la primera década
de este siglo.

AQUEL 1884

Se tiene que, para la década del año 1880, la numerosa familia Servín había
tomado diferentes caminos. Unos cuantos, incluyendo al patriarca Pedro
Nolazco, había fallecido en la guerra. El mismo Rufino, señalado como el
que trajo de España el busto de Las Mercedes, murió en el año 1875. En
tanto, las mujeres se casaron y pasaron a formar familia en Luque. Castor
Servín tuvo tres hijas en Valle Pucú, Ramona Aguilera, Guillerma Núñez y
Margarita Ayala (por una cuestión de formalismo, a ninguna las reconoció
para llevar su apellido porque asi se manejaba la gente de aquel tiempo). Y
don Castor se casó con una aregueña, pero se dio el caso particular de que
nunca abandonó su pueblo de origen, que es Valle Pucú.

Y fue don Castor con Juan Pio Alvarenga, los padres de don Juan Franco,
José Antonio Orué y varios más quienes se unieron para construir la nue-
va iglesia para la Virgen de Las Mercedes, la que actualmente existe. La
construcción se realizó con tremendo sacrificio, sin dinero en el bolsillo
sino trabajando con la fe y el corazón. La obra fue enorme y duró unos 20
años para levantar solo la pared y el techado. La pared estaba hecha con
piedras mezclado con “yvy pyta”.Tenía una anchura de casi medio metro.
El cimiento se hizo tan bien, tan duro, que cuando en 1966 se echó la pared
96
Iglesia de Valle Pucú

y el techado para la remodelación, los constructores decidieron mantener


intacto aquel cimiento.

He aquí las características de aquella construcción; la dimensión del sa-


lón es la misma que tenemos hasta hoy, incluyendo la sacristía. No cambió
nada, nada de nada. La pared, como ya dijimos, se levantó con piedras a la
medida y como no había cemento ni cal, la mezcla se hizo de “yvy pyta”. El
techo era de teja cocido y abajo, en vez de tejuela o tejuelón, se puso tacua-
ra, con una maestría impresionante que era un lujo. También era un lujo
el maderamen. Los tirantes y las vigas eran de tajy y en el medio llevaba 8
enormes horcones (4 por lado), también de buena madera que daba espa-
cio para la caminata hacia el altar.

La caminata central lucía baldosones de la época (gris y rojo). No eran a


cuadros sino medio pentágonos. Era una belleza impresionante, en tanto, el
piso en los costados eran de ladrillos comunes, igual que en los corredores.
El altar era ancho, muy similar a la de ahora, pero enterizo, no dividido.
Enfrente, pegada al altar, había una mesa larga, bien revestida, porque los
sacerdotes rezaban la Santa Misa de espalda a la gente y solo tenían mo-
mentos en que daban la vuelta hacia el público. Además, hasta 1964 la misa
se rezaba en latín, el idioma oficial de la iglesia católica.

Los testimonios sostienen que la imagen de Las Mercedes primeramen-


te reposó en una vivienda particular, luego de dejar aquel primer oratorio
inundado, para luego ser trasladada a la nueva iglesia durante una impre-
sionante fiesta que convocó al pueblo y sus alrededores. El templo nunca
dejó de construirse. Paraba un poco y luego se reanudaba a tal punto que el
frente, el del centro (no las torres) fue la siguiente etapa y terminó en 1915
con el brillo del escudo nacional que causó mucha curiosidad. ¿Y por qué
1915?, porque así estaba escrito en dicho escudo que decía: “República del
Paraguay” y abajo el año que probablemente indicaba la terminación de
la obra. No hace mucho, el descuido de algún pintor borró la fecha muy
testimonial.

JUAN FRANCO, EL “ARQUITECTO”

Don Juan Franco, probablemente ni entró a la escuela, pero puede consi-


derarse como el gran arquitecto de la construcción de la iglesia, en el si-
glo pasado. Era un maestro carpintero y albañil, trabajaba sin cobrar un
97
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

solo centavo y tenía originarias ideas.


Se dice que él fue quien ideó el escu-
do patrio en el frente, tiempo en que
era muy joven. Ya más maduro y con
la ayuda de sus parientes como Rufino
Franco, “Pa íto” Franco, Rafael, Jaime,
Eloy y Silvio Castillo, como también
Salvador Cabrera, Francisco Olmedo,
Juan Serapio Velazco, Vicente Olmedo,
Juan José Alvarenga, Ildefonso Alva-
renga y otros, se pusieron en campaña
para construir la primera torre, el de la
derecha, el del campanario, que termi-
nó en 1928, luego de unos cinco años
Doña Asunción Chávez, la esposa de Don de trabajo. En ese entonces todo em-
Juan Franco, el “arquitecto” de la iglesia.
prendimiento llevaba un proceso largo.
Tampoco era fácil levantar una torre de
casi 20 metros de altura con detalles arquitectónicos que pueden apreciarse
con solo darle un vistazo.

Nuevamente la mano de don Juan Franco, ya entrado en edad, sirvió para


construir la segunda torre, la de la izquierda. Los trabajos empezaron a
poco de finalizar la guerra con Bolivia y terminó en 1939. Y fue así, que en
casi 60 años terminó de construirse la iglesia Virgen de Las Mercedes, la
iglesia de Valle Pucú. Los años se cuentan estimando que todo empezó en
1884 y terminó en 1939.

Finalmente; don Juan Franco se casó con doña Asunción Chávez. Su casa
hasta hoy perdura y es la que ocupa su nieto “Chingolo” Albera y familia.
Don Juan tuvo dos hijas, una fue doña “Poli”, o sea, Apolinaria Franco. La
otra fue doña Florentina Franco de Albera, a quien dejó su casa como he-
rencia. Doña Florentina, a la vez, tuvo varios hijos (Lita, Julio, Yiya, Magda,
Chino y Chingolo).

LA GRAN REMODELACIÓN

En 1966, la presidencia de don Antoliano Cáceres, más conocido como


“Cu´ito”, al frente de la Comisión Pro-templo, permitió una gran remodela-
ción de la iglesia. Es que para ese entonces las maderas se pusieron viejas y
98
Iglesia de Valle Pucú

las picanas que llevaban bajo el tejado empezaron a caerse. Además, pájaros
como las golondrinas y los mbopi (murciélagos), armaron cientos de nidos
por encima de esas picanas y cada lluvia era un quebranto por las goteras.

En el año citado se inició la obra con el derrumbe del techado y las paredes.
Mucha gente, muchísima gente colaboró sin cobrar nada por su trabajo. La
obra demandó mucho dinero y recuerdo que uno de los ingresos se generó
con la venta de las pilastras del corredor. Se vendían a mil guaraníes y con
ello el comprador se ganaba el derecho de que su nombre apareciera escrito
en ese pilar y que dura hasta el presente. Mil guaraníes era mucha plata para
ese tiempo y la “escritura” hizo Juansito Cáceres, el ex director del Colegio
Juan de la Cruz Gaona. En dos años terminó la remodelación que significa-
ba pared y techado nuevo, pero ya sin los horcones de madera que llevaba
adentro. Recién en 1973, con la iniciativa de don Alejo Saldívar, se pusieron
las baldosas blanco y negro.

Otro recurso económico utilizado era la “contribución directa” de la comu-


nidad católica. Nadie se negaba. Además, ingresó buena plata en los do-
mingos de verano cuando multitud de gente de Asunción y Luque, llegaban
para bañarse en el balneario Las Mercedes. Por cada colectivo, repleto de
pasajeros, se cobraba 100 guaraníes.

Por afuera, la iglesia también tenía las siguientes características; en ambos


lados eran baldíos camineros que sirvieron para hacer la procesión de la
Virgen cada 24 de Setiembre y los Viacrucis en la Semana Santa. Fue en
1985, con don Kiko Castro al frente de la comisión, que se construyeron
las murallas asi como está ahora. El señor Castro también hizo posible la
construcción del empedrado en el costado que está hacia el colegio y que
ahora ya asfaltado.

LA CASA PARROQUIAL

También es bueno historiar de cómo la iglesia de Valle Pucú consiguió para


su actual Casa Parroquial, donde viven los sacerdotes. En dicha casa (ya
remodelada) vivían don Esteban Escobar –más conocido como “Maestro”
Escobar-, su esposa doña Petrona Ruiz Díaz y toda la familia. Sin embargo
la propietaria era una pariente que se llamaba doña Natividad Franco de
Blaires. En 1964 los Escobar se mudaron a Asunción e inmediatamente don
“Cu´ito” Cáceres, don Valeriano Gaona, Pedro Albera y otros, entraron en
99
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

negociación y adquirieron esa propiedad con la contribución del pueblo


católico. Pasaron largos años para que se le diera utilidad y fue en 1985-87
cuando el impulso y dinamismo de don Kiko Castro permitió una remode-
lación completa de la casa.

Para recaudar fondos se hacían farras como “carnear” cerdos y en medio


de bailongos animados por don Fortuoso Alvarenga y señora Estefana, don
Aparicio Castillo con su kermese gritando a voces lotería y en medio de
vy´a guasu entre la gente, se llevó adelante la construcción. Todos cola-
boraron y no es fácil nombrarlos uno por uno. Apenas finalizada la obra
llegaron las primeras monjas (Lourdes, Idalina y Cristina) para habilitar y
hacer su trabajo religioso en la comunidad, tal vez preparando el camino
para que la iglesia de Valle Pucú fuera elevada a la categoría de “Cuasipa-
rroquia”, en el año 2001.

100
CAPÍTULO 9

Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo


El largo proceso para que Valle Pucú pudiera tener
sacerdote permanente en su Iglesia

El Pa´i Teófilo Ozuna vino a Valle Pucú en 1956, enviado por el arzobispo Anibal Mena Porta.
Celebró la primera Semana Santa en el valle. En su época las mujeres acudían a la iglesia con velo.

Ya van 17 años que la Iglesia de Valle Pucú fue elevada a la categoría de


Cuasiparroquia por el Arzobispado de Asunción. Fue el 30 de diciembre
del 2001 el día en que se tomó posesión del cargo, aunque el decreto fue
firmado unos días antes, el 26 de diciembre. Y tal categoría permitió que
nuestra parroquia contara con sacerdote permanente, una distinción de in-
calculable valor religioso, pero cuya importancia -quizás- no se ha podido
dimensionar todavía en su real sentido, porque subsisten algunos desafíos
a superar.

Para que la tal categorización pudiera concretarse a la situación de hoy día,


han pasado no solamente muchos años, sino muchos acontecimientos que
abrieron camino hacia ese objetivo, como cuando en 1956 Valle Pucú tuvo
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

su primera celebración de la Semana Santa con la presencia del padre Teó-


filo Ozuna.

Después pasaron 45 años para que nuestra iglesia alcanzara la categoría de


Cuasiparroquia que permitió la llegada del padre Gustavo Acosta, el primer
sacerdote nominado oficialmente por la jerarquía eclesiástica para atender
los requerimientos religiosos de la comunidad. Al mismo tiempo y como
consecuencia del nuevo status que se le asignó, la parroquia amplió su ju-
risdicción a otras poblaciones católicas vecinas, como Yuquyty, Yuquyry e
Isla Valle, que antes estaban bajo el mando de Areguá.

Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo existe casi 50 años de separación, pero en
medio han transcurrido muchas historias en comunión que desembocaron
para que la Iglesia de Valle Pucú sea lo que es hoy en materia de organiza-
ción religiosa. Y lo que es más, no ha habido un movimiento o una organi-
zación ciudadana católica que haya solicitado el nuevo rango alcanzado y
todo se produjo como “caído del cielo”. Entonces, por qué no considerar la
“mano de Dios” en este singular hecho y como muestra basta citar el caso
del monseñor Felipe Santiago Benítez (1926-2009) Arzobispo de Asunción.

1-Monseñor Felipe Santiago Bení-


tez fue el primer obispo que visitó
la iglesia Virgen de Las Mercedes.
Ocurrió en 1964.

2-Monseñor Felipe Santiago Bení-


tez fue ordenado obispo un 24 de
Setiembre de 1961, en el día de la
fiesta patronal de Las Mercedes.

3-Felipe Santiago Benítez -en su


condición de Arzobispo de Asun-
ción- fue quien firmó el decreto
para que la iglesia de Valle Pucú
sea elevada a la categoría de Cua-
siparroquia en el 2001.

Monseñor Felipe Santiago Benítez, el arzobispo


¿Acaso a usted, como lector, no le de Asunción que firmó el decreto de la Cuasipa-
mueve la curiosidad sobre estas ex- rroquia.

102
Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo

trañas situaciones, sobre estas extrañas coincidencias, donde circunstan-


cias tan lejanas, dispares y aparentemente insignificantes, finalmente se
congeniaron para alcanzar un objetivo?.

EL PA’I OLAIZOLA

Pero vayamos por parte dentro de ese largo proceso evangelizador para
explicar cómo y porque Valle Pucú no siendo -políticamente- una ciudad
cabecera, sin embargo es cabecera de una comunidad religiosa por disposi-
ción del Arzobispado de Asunción.

Partiendo de atrás, hay que consignar que el primer sacerdote que tuvo
Areguá fue Juan Francisco Zayas, designado por el entonces obispo Gre-
gorio Urbieta, para celebrar la inauguración del ferrocarril aregueño el 25
de diciembre de 1862. La designación obedeció a un pedido particular de
Francisco Solano López, quien ya había asumido la presidencia del Para-
guay en reemplazo de su padre, Carlos Antonio López, quien falleció el 10
de setiembre de 1862.

El cura Juan Francisco Zayas nació en San Lorenzo y se ordenó sacerdote


el 21 de febrero de 1846. Cuando estalló la Guerra Grande, él movilizó a la
población para llevar asistencia a los heridos que quedaban tras las batallas,
generalmente abandonadas por falta de médicos, por falta de recursos. Za-
yas fue un pa´i muy solidario y aparentemente falleció en medio de comba-
tes, él cumpliendo su misión apostólica en un Paraguay arrasado por Brasil,
Argentina y Uruguay. Por ésta situación es casi imposible determinar si el
pa´i Zayas pudo haberse trasladado a Valle Pucú para algún acto religioso.

Ciertamente, y coincidente con los sucesos de aquella terrible guerra de la


Triple Alianza, Valle Pucú levantó su actual iglesia para venerar a la Virgen
de Las Mercedes, cuya imagen la familia Servín ya había transferido al pue-
blo. De hecho fue de Luque que llegaron los primeros sacerdotes a oficiar
misa en Valle Pucú. De esto hay evidencias por la gran afinidad que existía
entre Valle Pucú y Luque, que históricamente nacieron juntos.

Luque era el centro organizativo, incluso en el ámbito religioso, y fue así


que la casi totalidad de los vallepucuguá nacidos se inscribieron en la Pa-
rroquia luqueña. Este lazo fraterno terminó recién a finales de la década de
1950 con la presencia del sacerdote Teófilo Ozuna en nuestro valle, como
103
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

El Pa´i Gustavo Acosta fue el primer sacerdote permanente que tuvo Valle Pucú, cuando la
iglesia Virgen de las Mercedes se elevó a la categoría de Cuasiparroquia, en el 2001.

también por la llegada de la Orden de los Guanelianos a Areguá.

Pero yendo nuevamente para atrás, a principios del siglo XX llega a Areguá
el Pa´i Costantino Olaizola, que también estaba vinculado a la iglesia de
Capiatá. Allá por 1905 Olaizola ya era conocido por ser párroco de iglesias
capitalinas. Pero fue en 1915 que este cura se presentó con fuerza en Areguá
porque fue el encargado de bautizar a familiares de la entonces poderosa y
rica familia de Carlota Palmerola, esta señora era la dueña de una enorme
mansión a orillas del lago, la mejor de la época y que luego de su falleci-
miento, en 1951, el castillo donó a la iglesia católica.

Juan de la Cruz Gaona (P) (1887-1977) dijo recordar que Olaizola, antes de
aparecer vinculado al bautismo de la familia de Carlota Palmerola, ya visi-
tó Valle Pucú y fue cuando se inauguró el cementerio, alrededor de 1910.
Enfatizó que aquella visita se produjo un día de manera forzada, porque
había fallecido un ciudadano a quien se le tenía que enterrar en el nuevo
cementerio. Por creencia de aquellos tiempos, nadie quería enterrar a un
familiar en un campo santo recién habilitado porque eso significaba “que
el resto de la familia pronto será alcanzada por la muerte” y nadie quería
enfrentar a la mala suerte.

104
Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo

-“A mí me tocó ir a buscar al Pa´i Olaizola, sobre caballo, con tres miembros
de la familia del fallecido”, menciona Gaona, quien también citó que por
precaución llevaron otro caballo “bien ensillado” para uso del sacerdote
por si él no tenía disponible su propio caballo. Resaltó que solo después que
Olaizola derramara agua bendita en el portón del cementerio, los familiares
aceptaron realizar el sepelio.

Pero don Fermín Cabrera ubica a 1924 como el año en que se habilitó el
cementerio de Valle Pucú con la presencia del referido Pa´i Costantino
Olaizola. En todo caso lo que habría ocurrido es que en ese 1924 y el caso
que recuerda Gaona, es cuando se realizó la primera ampliación del campo
santo, porque muchos años atrás ya se había habilitado el referido sitio de
sepultura.

Una nueva ampliación del cementerio se produjo en 1962 y se repitió la


misma anécdota que anteriormente citaba Gaona. No todos querían ente-
rrar a sus seres queridos en el lote ampliado por el temor aquello de que a
la familia le alcanzara la mala suerte.

De manera particular recuerdo que en el lugar había por lo menos tres


plantas enormes de laurel (hoy solo queda una) que daba mucha sombra y
bordeando el árbol estaba enclavado un panteonsito abandonado con una
cruz con letras bastante borroneadas pero que en una parte señalaba que
aquel ciudadano falleció en el año 1850, y probablemente no sea la única
cruz antigua. Recuerdese que miembros de la familia Servín ya fueron ente-
rrados en el cementerio del valle. Y en verdad es una señal de que el campo
santo es de la época del siglo XIX. Por ello es que pocas dudas habrían de
que ya tiene 200 años de antigüedad el camposanto.

EL PA’I PALAU

Aparentemente después del Pa´i Costantino Olaizola, el siguiente sacerdote


que llegó a Areguá fue el Pa´i Francisco Palau, de orígen francés. Era un
cura bravo, fruto de la época y adaptada a la situación de la época, muy
movida políticamente con hechos violentísimos. Viajaba sobre caballo y
llegaba a Valle Pucú para celebrar misa una vez al mes, ya en el decenio de
1940 y hasta casi el final de la década de los `50.

Francisco Palau es el mismo sacerdote a quien Ernesto Bareiro, considerado


105
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

fundador de la iglesia evangélica de Valle Pucú, había acusado de haberlos


perseguido. Al promediar esa década de 1950, la congregación Guaneliana,
de origen italiana, se instaló con mucha fuerza en Areguá ocupando parte
del castillo donado por Carlota Palmerola, y así aparecieron los primeros
curas como Felix Fontini, quien bendijo en nuestro pueblo la inauguración
de las oficinas de Correo y de ANTELCO (ahora COPACO) en 1959.

Pese a esta presencia numerosa de sacerdotes en Areguá, Valle Pucú seguía


sin poder celebrar “su propia Semana Santa”. Tal es así que en aquellos tiem-
pos la gente se iba -mayoritariamente- a Capiatá los Viernes Santo, despla-
zándose a pie o en carretas, y ya iban los Jueves Santo, montaban allá un
campamento y regresaban el domingo de Pascua. Otros viajaban también
-siempre a pie- a Luque para asistir a los actos litúrgicos.

REZO DEL VIA CRUCIS

Debido a que Valle Pucú, por falta de sacerdote no celebraba la Semana


Santa, los parroquianos tuvieron la iniciativa de crear el rezo del Vía Crucis.
Don Esteban Escobar, Anselmo Alvarenga, Purificación Alvarenga, Nativi-
dad Franco, doña Andresa Castillo y sus hijas, las hermanas María Pabla y
Dionisia Ruiz Díaz, se pusieron en campaña y consiguieron un texto facili-
tado por un cura tradicionalista de Luque, para que el pueblo pudiera vivir
religiosamente los días posteriores al Domingo de Ramos.

La pluma del maestro Escobar, con sus hijos Ranulfo Escobar y Amado
Escobar, con impecables letras, copiaron aquel texto y en 1940, aproxima-
damente, ya se empezó a rezar el Vía Crucis en Valle Pucú. Visto el texto,
no era nada cuestionable porque relataba los pasos dados por Jesús antes
de ser crucificado. Tenía 14 estaciones, las mismas paradas que tuvo Jesús
camino a la crucifixión, y al término de cada estación se cantaba el “Con-
sidera alma perdida”, que retumbaba en la silenciosa noche en gargantas
plena de devoción y fervor de Julio Olmedo, sus hermanas Dionisia, De
la Cruz, Fermina, René, Aurelia, los Saldívar, los Alvarenga, los Orué y un
mundo de gente más.

En tanto la noche se alumbraba con faroles hechos de madera y papel de distin-


tos colores y en medio iba prendida una vela. Años después la canción “Consi-
derada alma perdida” fue instrumetalizada con el bandoneón de Ramón Orué
y el violín de Ramón Rojas y surgía una melodía atrapante y sentimental.
106
Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo

Para el rezo se fijaron los días lunes, martes y miércoles, dentro de la sema-
na santa, y se invitaba a la gente a traer la cruz de los familiares fallecidos
para armar el calvario que en general se levantaban de Tacuere´e (Cañave-
ral). Se fijaron esos días con la intención de que la gente ya viviera el sentido
de la Semana Santa antes del Jueves-Viernes y Sábado Santos, porque en
estos días todo el mundo tenía que ir a Capiatá o Luque para la celebración
litúrgica. Es en este aspecto que el “viejo” Vía Crucis tenía “sentido”, era to-
talmente justificable porque la intención era prepararle a la gente a meditar
sobre el valor religioso del “Ñandejara manò”, en vista de que Valle Pucú no
tenía todavía sacerdote para esos días especiales.

Por todo esto, aun cuando es una opinión particular, no fue una decisión
feliz haber suprimido el Vía Crucis (allá por el 2007) tal como estaba es-
tructurado por la tradición. No molestaba, tampoco blasfemaba, aquello
simplemente fue una iniciativa ciudadana para que el pueblo viviera ese
espíritu religioso de la Semana Santa.

Hoy día, lastimosamente, aquella Vía Crucis de los lunes, martes y miérco-
les, es un simple y añorado recuerdo de cómo el pueblo se ingeniaba para
manifestar su Fe, cuando todavía no existía sacerdote. La tradición duró
más de 60 años. Por todo ello es que para dejar sin efecto el Vía Crucis de
antaño, primero se debió estudiar la causa que la vio nacer y repito: en la
época que surgió, tenía sentido ese rezo que no perjudicaba a nadie y, al
contrario, le daba un sabor bien paraguayo a la Semana Santa.

El Pa´i Mario Gambutti de Areguá. De origen italiano, celebró durante muchos años la misa
en Valle Pucú. Era de la órden de los guanellianos.

107
CAPÍTULO 10

La Semana Santa de 1956


El “compadre” Fermín Cabrera y la mano tendida del
monseñor Anibal Mena Porta

En el año 1939 don Juan Fran-


co, junto a sus primos don Rufino
Franco, José Miguel Franco, Manuel
Cardozo, Genaro Núñez y varios
otros colaboradores, terminaron de
construir la segunda y última torre
de la iglesia Virgen de las Mercedes.
Era la torre de la izquierda, hacia el
sur. La otra torre terminó 11 años
antes, o sea, en 1928. Con ello Valle
Pucú tenía una flamante cuan her-
mosa iglesia, pero no tenía sacer-
dote y esto representaba una espina Monseñor Anibal Mena Porta, el Arzobispo que au-
torizó la primera Semana Santa en nuestro pueblo.
que se transformaba en impotencia.

¿Qué se puede hacer con un enor-


me y hermoso edificio? La iglesia
patentizaba el sacrificio de la gente,
el orgullo de un pueblo y un fervor
religioso considerable. La situación
no daba para cruzarse de brazos y
esperar. Entonces se echó mano a
lo que se tenía más cerca. Fue así
que se habló -años antes- con el
padre Costantino Olaizola, de Are-
guá, para que se hiciera cargo de la
iglesia, pero él se comprometió so-
lamente venir un domingo de cada Don Fermín Cabrera, “el compadre” que gestionó
mes, si es que podía. Igualmente se la venida del Pa’i Ozuna en el año 1956.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

planteó al pa´i Francisco Palau -también de Areguá- a que viniera a cele-


brar la misa en forma más continuada, pero resultó estéril. Hubo apoyo y
promesa de la comunidad de Luque, pero ahí ellos priorizaron lo suyo y no
“sobraba” para Valle Pucú. Desde luego no era fácil hace 80 años (y también
ahora), tener disponible a un sacerdote. Cuentan que el Pa´i Palau, aparte
de venir una vez al mes, a lo sumo dio la esperanza de celebrar un responso
–mensualmente- si es que se le pide y la circunstancia permitía.

Estos problemas, sin embargo, no frenaron la inquietud de seguir remando


y el interés mayor era la celebración de la Semana Santa, ya que para la fies-
ta de Las Mercedes, el 24 de Setiembre, siempre había un celebrante venido
de Luque, en un primer momento y muchos años después ya quedó a cargo
de Areguá. Fue dentro de este panorama que allá por 1940 se consiguió el
texto para organizar el rezo del Vía Crucis que el maestro Esteban Escobar
y sus hijos (como ya lo mencionamos en el capítulo anterior) copiaron y
pusieron en resguardo de doña Andresa Castillo de Ruiz Díaz, que era la
mayordoma de aquel entonces desde el año 1925.

Cuando ella falleció, sus hijas Pabla y Dionisia Ruiz Díaz quedaron a car-

María Pabla y Dionisia Ruiz Díaz, las hermanas y recordadas mayordomas. Con su madre
Andresa, ellas cuidaron la iglesia durante 50 años.

110
La Semana Santa de 1956

go de la mayordomía con un trabajo encomiable reconocida por toda la


comunidad. Este cargo ocuparían hasta 1975, con lo que la familia Ruiz
Díaz-Castillo completó 50 años al frente de la mayordomía de la iglesia
Virgen de las Mercedes. Cuando las referidas hermanas creyeron haber
cumplido la misión, delegaron la responsabilidad a doña María Roque de
Pereira, que era un familiar de las mayordomas renunciantes. El cargo no
era remunerativo e implicaba mucha paciencia y dedicación.

La idea del rezo del Vía Crucis, como ya se explicó anteriormente, era hacer
sentir a la gente el espíritu de la Semana Santa por lo que se eligieron lunes,
martes y miércoles para tal menester, porque jueves, viernes y sábado todos
tenían que ir a Capiatá o Luque para la “fiesta grande”, tal como ya se men-
cionó también precedentemente.

Un joven treinteañero recién venido de la guerra en el Chaco, se ofreció a


presidir el rezo del Vía Crucis. Ese era Purificación Alvarenga, conocido
como Kalaícho, quien con el paso de los años se convertiría en toda una
leyenda dentro de las organizaciones religiosas de Valle Pucú, tanto como
“ñembo´e yva”, como también por liderar la “contribución ñemono´o” para
las celebraciones de Semana Santa y la fiesta patronal. Este trabajo lo habrá
hecho durante 40 años, acompañado por Anselmo Alvarenga, a quien se le
conocía como “Pa´icho”, otro baluarte de las fiestas religiosas. Ellos nunca
necesitaban ser llamados, ellos se presentaban por su cuenta a trabajar en la
iglesia en esos días festivos. La organización “opyta ikárgokuérape”.

Y con don Kalaícho se empezó el Vía Crucis. Pero también con el tiempo
se intercambiaron los “ñembo´e yva” y allí estuvieron Leandro Morel, otro
ex combatiente de la guerra y conocido como “Taguató hovy” porque era
muy liberal. También turnaron Julio Olmedo y en la última etapa la carga
total estuvo bajo la iniciativa de Andrés Alvarenga (hijo de don Paícho).
Posiblemente durante más de 20 años don Andrés, solitariamente, movilizó
esta tradición que ahora ya es puro recuerdo.

Lo único que queda de la celebración de la Semana Santa antigua de Valle


Pucú, es el canto de “Cristo Señor nuestro, dulce redentor”. Esto se canta
los Viernes Santo, luego de la lectura de las “7 Palabras”. Es una música
impresionante e impactante que relata paso a paso el calvario de Jesús con
la presentación de los objetos de la crucifixión. Es un canto que te hace vi-
vir, que te hace trasladar la vida puntualmente a aquellos lejanos tiempos.
111
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Los versos son históricos y religiosos y por cada estrofa –que riman a la
perfección- se hace la presentación de esos objetos que formaron parte del
“Ñandejara manò”. Estos versos del “Cristo Señor nuestro, dulce redentor”
no se escuchan en ninguna otra parte, más que en Valle Pucú, por lo que es
propio de nuestro patrimonio histórico cultural y religioso que ya tiene 80
años, habiendo sido incorporado mediante la animosa gestión del maestro
Esteban Escobar.

AQUEL FEBRERO....

Volvamos para atrás para contar cómo se inició la celebración de la pri-


mera Semana Santa. Hablábamos de la dificultad de conseguir sacerdotes
y fueron pasando los años y no parecía cercano tenerlo. En aquel entonces
una persona muy dinámica, servicial, católico, se había instalado en Valle
Pucú. Era don Fermín Cabrera (1916-2017, falleció a los 101 años), oriun-
do de Cañada San Rafael, Luque. Se casó con doña Laislada Aguilera. El
“tío Fermín” tenía una rara virtud de saber relacionarse. Tenía “compadres”
de aquí para allá. Fueron sus “compadres” el general Marcial Samaniego,
entonces poderoso ministro de Obras Públicas y también el español Don
Lázaro Morga, poderoso empresario, amigo personal del presidente Alfre-
do Stroessner y fundador de La Riojana, la tienda número uno y más pres-
tigiosa de la capital del Paraguay.

El “tío Fermín” solía frecuentar visitas a don Lázaro a quien llevaba regalos
con paquetes de naranjas, pomelos, limón, guaviramí, que eran de su pro-
ducción casera. Pegado al edificio de La Riojana estaba la casa del obispo
Aníbal Mena Porta (1889-1977), entonces arzobispo de Asunción. Tantas
veces Cabrera estuvo en lo de Lázaro Morga que no era extraño en aquel
entonces hablar con el vecino y fue así que pudo conocer a Mena Porta.

Con su habilidad de “compadre” una vez don Fermín le contó al arzo-


bispo el tema de la iglesia de Valle Pucú que tenía un hermoso edificio
pero que ni la Semana Santa podía celebrar por falta de sacerdote. Era
febrero de 1956. El arzobispo le escuchó y paternalmente le dijo: “te
resuelvo en pocos días”. Luego le indicó para que volviera junto a él en
la semana siguiente.

Llegó la otra semana y don Fermín presintiendo algo importante, en la vís-


pera del viaje recogió los mejores guaviramí, los mejores pomelos, naranjas
112
La Semana Santa de 1956

De derecha a izquierda, marcados por las flechas, Anselmo Alvarenga, y Purificación Alvarenga
posando frente a la Cruz donde se realizaban los actos de la Semana Santa. Los dos fueron otros
de los organizadores -por años- de las fiestas religiosas del valle.

y uva blanca. Los lavó, envasó y a la madrugada siguiente subió en el micro


de Don Florentino Prieto, en el primer viaje que realizaba a eso de las 4 de
la madrugada y se marchó para Asunción. Su objetivo era llegar a la casa
de Aníbal Mena Porta, sobre la calle Palma, antes de que saliera para su
oficina, en la Curia. Dio la casualidad de que el arzobispo ya le estaba espe-
rando y apenas fue anunciado y abierta la puerta, Mena Porta lo recibe con
un “te tengo buenas noticias mi hijo”. Allí le reveló que hizo gestiones con
el provincial de los Jesuitas, en el Cristo Rey de Asunción y un sacerdote
joven estaba dispuesto a viajar a Valle Pucú. Ese cura era Teófilo Ozuna,
paraguayo, oriundo de la ciudad de San Antonio.

El mismo Aníbal Mena Porta pacta un encuentro entre el padre Teófilo


Ozuna y don Fermín Cabrera, para que éste le enseñara cómo llegar a Va-
lle Pucú y al mismo tiempo hizo la autorización correspondiente para que
Ozuna oficiara, en 1956, la primera Semana Santa en la iglesia Virgen de
Las Mercedes. Desde aquel entonces nunca más se interrumpió esta cele-
bración hasta nuestro día.

Cuando don Fermín regresó al valle con la “gran noticia”, nadie le quería
creer, pero la voz corrió y todo el mundo levantó las orejas y hasta hurras
113
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

se hicieron y todos se comprometieron a poner “mano a la obra”. El mismo


Fermín Cabrera contó que “el compadre” ministro Samaniego facilitó una
camioneta para que Ozuna llegara a destino.

El sacerdote pasó sus primeros días en la casa de Cabrera, que estaba en el


barrio San Blás. Luego rápidamente hizo amistades y se hospedaba en la
casa de Valeriano Gaona, en nuestra casa, en lo de Ña Teresa de Cabrera,
don Antoliano Cáceres, los Ruiz Diaz etc. Es que él supo hacerse de amigos
y todos apreciaban y valoraban su presencia. Además la presencia de un
sacerdote llamaba mucho la atención.

El padre Ozuna se familiarizó totalmente con la comunidad, igual a la acti-


tud asumida por el Pa´i Gustavo Acosta en estos tiempos. Fue por ello que
intensificó sus viajes a Valle Pucú. Siempre lo hacía en micro y solía contar
que los domingos se levantaba a las 4 de la madrugada para preparar su
viaje. Venía hasta Luque y de aquí la larga espera para llegar al valle. Con
él se empezaron las celebraciones de misas domingueras continuas, casa-
mientos, quinceaños y fiestas patronales de los pueblos vecinos.

Todo se dinamizó hasta el 24 de diciembre de 1976 en que ofició la misa de


Navidad. Pocos días después, el 3 de enero de 1977, a sus 56 años, fallecía
el padre Teófilo Ozuna.

NO SE TENIAN LAS IMAGENES

Pero hay detalles importantes que acotar. Al conseguir el sacerdote para


celebrar la primera Semana Santa, se tropezó con un problemón no previs-
to; la iglesia no tenía la imagen de Jesús para alzar en la cruz, tampoco la
imagen de San Juan ni de la Virgen de los Dolores. Entonces se pusieron en
campaña don Pa´ícho, los Ruiz Díaz, los Escobar, los Alvarenga, y pronto
consiguieron prestado de una familia de Ycuá Duré (Luque) la imagen de
Cristo, en tanto don Kala´icho obtuvo prestado de un particular de Yby-
cu´i (Luque) la imagen de San Juan, que pertenecía a un conocido de don
Fermín Cabrera. La imagen de la Virgen de los Dolores fue regalado por
el poeta compueblano José Concepción Ortiz y así, en un “sapyaité” se fue
completando la organización para aquella primera Semana Santa en Valle
Pucú dentro de un ambiente de mucho fervor.

Con el transcurso de los años, mediante la gestión de las mayordomas Pa-


114
La Semana Santa de 1956

bla y Dionisia Ruiz Díaz, se adquirió la imagen propia de Cristo, allá por
1961. Los ajustes de carpintería corrieron a cargo de don Eloy Castillo y los
hijos de don Jaime Castillo, muy allegados a las referidas mayordomas, en
tanto la de San Juan se utilizó prestado por mucho tiempo más, hasta que
también se compró la imagen dándose una “eterna muchas gracias” a sus
dueños originales.

Para hacer el calvario, los Viernes Santo a la madrugada unas diez carretas
iban hacia el arroyo Ka`aguy (que era todo verde) para cortar ramas de
laurel, mientras otros traían tacuere´e y pakova para completar antes del
mediodía el escenario para alzar las imágenes, previo toque de “matracas”
alrededor de la iglesia que anunciaban el inicio de las celebraciones, que
por novedoso, convocaba a una multitud, tanto de Valle Pucú, como de
Costa Sosa, Yuquyty, Yuquyry, Caacupemí, Maramburé, etc. La gente dejó
de ir a Capiatá o Luque y Valle Pucú se transformó en centro de la religio-
sidad por las celebraciones de Semana Santa.

115
CAPÍTULO 11

José María Blanch


La sorpresa que nadie esperaba

La sorpresa es sorpresa y punto. Pero a veces surgen sorpresas esperadas y


en otras sorpresas ni soñadas. Esto más o menos sucedió con el sacerdote
español José María Blanch. Ocurre que tras el fallecimiento del pa´i Ozuna,
se planteó el dilema de la parroquia que se quedaba sin sacerdote, pese a
que había expresión de muy buena
voluntad de parte de los guanelia-
nos de Areguá para la sustitución.
El padre Mario Gambuti hacía el
doble esfuerzo de venir los domin-
gos a celebrar la misa. También es-
taba el pa´i Palma, pa´i Felix y así,
sucesivamente.

Se aproximaba la Cuaresma de 1977


y se volvía a los padecimientos de
antes. Estaba en riesgo la celebra-
ción de la Semana Santa. De repen-
te un sábado de tarde, días antes de
la Ceniza, llega a casa una persona
muy amable pero no conocida. No
esperó en presentarse:
José María Blanch, el sacerdote que voluntaria-
mente vino a sustituir al pa´i Ozuna, cuando éste
-“Yo soy el padre José María Blanch, falleció. Ambos eran jesuitas. Estuvo durante 10
fui compañero del pa´i Ozuna, es- años.
tuve por aquí en enero pasado en el
final del novenario y vengo a sustituirle”. Fue una presentación a secas, pero
dijo todo lo que era necesario decir.

Como fui quien lo recibió, no sabía si reír a llorar. Era la reacción propia de
una alegría íntima, muy especial. En medio de la emoción le invité a pasar
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

y presenté a mi mamá Mercedes y mi abuela Honoria. Él nos contó que ya


venía para celebrar la misa de los domingos, por lo que preguntó si se le
podía dar posada a lo que se le respondió positivamente, porque él iba a
ocupar la pieza que antes usaba el pa´i Ozuna.

Aunque Blanch no contó, probablemente él ya hizo contacto y coordinó


con el padre Mario Gambuti de Areguá para venir a Valle Pucú a tomar la
posta de su amigo recientemente fallecido. O sea, tenía el permiso a mano.
El padre Blanch es ciudadano español y en ese entonces hacía una década,
más o menos, que residía en Paraguay. Se mostró tan entusiasmado por
nuestro pueblo y sus costumbres que años
después tuvo que traer a su madre y un her-
mano, de España, para que conocieran Valle
Pucú. Hoy día, a sus 85 años, José María ya
fue declarado ciudadano paraguayo y durante
10 años continuos estuvo en nuestro pueblo,
hasta que en 1987 dijo “hasta aquí estoy con
ustedes” y se marchó.

Fue a Misiones y estuvo de cura párroco, pri-


mero en San Ignacio y luego en Santa Rosa,
para luego regresar a Asunción. Se le conoce
muchos trabajos de fotografía, trabajos sobre
derechos humanos habiendo liderado el Co-
mité de Iglesias y fue uno de los fundadores
de la muy conocida escuela “Fe y Alegría”. Padre Félix Fontini, italiano, que
también celebró fiestas de Semana
Santa en nuestro pueblo.
Al padre Blanch se debe la venida en nuestro
valle, por un tiempo, de las monjas, como las
hermanas Lourdes, Vidalina, Cristina y varias más en 1987. Con él también
se abrieron las puertas de celebrar la misa totalmente en guaraní. En 1981
hizo un intento por acercar las iglesias católicas y protestante de Valle Pucú.
En tal sentido se reunió con los dirigentes de la otra iglesia, se fue hasta la
casa de Ernesto Bareiro y José del Rosario Lezcano, pero aquel encuentro
no fructificó.

Tras su alejamiento del valle, la misa de los domingos y días especiales que-
dó en exclusividad a cargo de los guanelianos de Areguá. Cuando éstos
dieron por finalizada su misión en Areguá, algo que nadie esperaba, sacer-
118
José María Blanch

dotes de la orden franciscana quedaron como responsables de todas las pa-


rroquias aregueñas. No obstante, Blanch no se olvidó del valle y suele venir
a celebrar misa en el barrio San Blás una vez al mes y suele ser invitado de
honor en las fiestas patronales.

Y en medio de esta situación, poco a poco se fue llegando al 2001, cuando


por un decreto del arzobispado de Asunción la iglesia Virgen de las Merce-
des fue elevada a la categoría de Cuasi Parroquia, siendo “Gustavo Acosta
el primer sacerdote de Valle Pucú” marcando un hito en la historia de la
religión católica en la comunidad.

Acosta, dos años después, fue trasladado a Luque y en su reemplazo vino el


pa´i Clemente Martínez. A éste también le volvieron a trasladar y llegó el
pa´i José Giménez, quien durante siete años se encargó de la parroquia. En
el 2012 hubo otra rotación y Giménez fue enviado a Loma Pyta, en tanto
el sacerdote de allí, Gustavo Palacios, vino a Valle Pucú, sumándose a Gus-
tavo Acosta, quien se radicó en el pueblo por el hecho de liderar un nuevo
colegio, el denominado Virgen de las Mercedes.

A los dos sacerdotes, y para grata sorpresa, el arzobispado también designó


al pa´i Gonzalo como integrante del grupo de pastores. Él era de origen
mexicano y en Valle Pucú celebró su primera misa. Sin embargo, meses
después fue trasladado al Seminario Metropolitano.

En cuanto a presencia de sacerdotes en nuestro valle, es bueno citar a un


meritorio ciudadano que prestó mucha ayuda a la iglesia. El fue don Félix
Galeano. Este era un luqueño que estudió para sacerdote, sin embargo, lue-
go abandonó el seminario y se casó con doña Fidelina Cabrera, que era de
Valle Pucú y hermana de una numerosa familia, como Lucio Cabrera, An-
gel, Efigenia, Castorina, Julio y Mercedes. El matrimonio no impidió a don
Félix seguir ligado a la iglesia y fue él quien traía a las hermanas dominicas
de Luque a cantar en las celebraciones de misa, como también trajo invita-
do a muchos sacerdotes de aquel entonces como el pa´i Walter Doldán, el
pa´i Gauto, el pa´i Rachid, el pa´i Rejalada y varios más.

Como agregado a estas “consideraciones sacerdotales” señalemos que don


Luis Cabrera Usher fue el primer vallepucugua que ingresó al seminario
para convertirse en sacerdote católico. Fue hacia finales de la década de
1940. Estaba a punto de convertirse en Pa´i cuando vino de Asunción a
119
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

visitar a sus padres, Luis Cabrera y la profe-


sora Petronilla Usher. Aquella visita coincidió
con una fuerte lluvia, creció tanto el arroyo
Yuquyry que fue imposible hacer el viaje a
Asunción. Entonces don Luis quedó en el va-
lle “ha iñakahata”, según refieren testimonios
de la época y fue la causa de su exclusión del
Seminario.

Luis Cabrera Usher, alias “Poroto” ingresó al


Seminario con su primo Oscar Usher (1928-
2006), quien continuó sus estudios, se consa-
gró sacerdote, llegó a ser obispo y fue rector
de la Universidad Católica durante 20 años. Gustavo Palacios, actual cura pá-
En cambio, don Luis tuvo numerosa familia, rroco de Valle Pucú.

trabajó en el sector privado y entre otras co-


sas fue presidente del Club 24 de Setiembre
en 1974.

120
CAPÍTULO 12

Fiesta Patronal de Las Mercedes


Tres centurias con la sagrada y generosa tradición del karu
guasu y vy´a guasu

2008. Federico Franco, el entonces Vicepresidente del Paraguay, participando de la procesión de


la Virgen de las Mercedes en su fiesta patronal. A su lado, el Intendente de Areguá, el comisario
y el concejal Alberto Olmedo.

Don Marciano Orué (1900-1985) cuenta que una vez faenó 15 cerdos, en
15 casas diferentes de Valle Pucú en vísperas de la fiesta del 24 de Setiem-
bre. Lo hizo en tres días de frenético trabajo en medio de esa extraña devo-
ción cristiana donde la tradición se manifestaba preparando un inigualable
karu guasu en homenaje a la Virgen de las Mercedes.

Y ciertamente así debió ser, como cuenta don Marciano, porque los prepa-
rativos de antes siempre se caracterizaban por estar a tono con la particula-
ridad del acontecimiento, ya que esa fecha también marcaba el reencuentro
con familiares y viejos amigos que vienen de otras partes para participar y
animar “la función patronal del pueblo”.

Don Segundo Núñez (1915-1995) experto en hacer tatakua, rememoraba


VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Don Marciano Orué. Don Segundo Nuñez.

que cuando llegaban los meses de agosto y setiembre, ni los días domingo
descansaba, porque era contratado de aquí para allá para hacer un nuevo
tatakua o remendar lo que ya se disponía. Es que este elemento de cocina,
de extirpe bien paraguaya, tiene que ser infaltable en los hogares porque en
él se hacen la sopa, la chipa, el kuré ka´e y el ryguasu ka´e. Muchos, incluso,
de madrugada comenzaban el tatakua jehatapy y se dispersaba por el viento
el rico aroma de esa cocina listo para la comilona en el día de la Virgen.

Pues bien, llevo décadas haciendo cuenta de esta curiosa tradición que con-
serva Valle Pucú en el día de su fiesta patronal y no deja de sorprender cuan
enraizado se siente y se vive la ya antigua costumbre de preparar abundante
comida para festejar el día de la Santa Patrona y el aniversario de fundación
del club 24 de Setiembre.

El festejo de la comilona se hace casa por casa. No existe hina aipo karu
guasu preparado en un tinglado para unas cuantas personas o tal vez en
una plaza listo para vender. Nada de eso, y justamente es el caso llamativo
y sobresaliente de Valle Pucú. Aquí en el día de la fiesta patronal el karu
guasu es gratis, se come gratis, la comida se ofrece abundante y sin costo
alguno porque el pueblo tiene la creencia de que esta es la mejor manera de
dar gracias y festejar el día de la Virgen de Las Mercedes.

122
Fiesta Patronal de Las Mercedes

El asado de carne de chancho, es el preferido en la


fiesta patronal de las Mercedes.

Los vallepucugua, entre los que me


incluyo con orgullo, exteriorizan
y enfervorizan su fe religiosa y su
cariño al Club 24 con una comilo-
na fantástica que no se ve en otras Casa por casa se hace la “comilona” del 24. Todo
partes del Paraguay. Tal vez sirva es gratis y cada quién tiene sus invitados. Es una
tradición que ya dura más de 150 años.
de mención el caso de los pueblos
vecinos como Yuquyty, Costa Sosa,
Caacupemí y Marambure, que aún conservan esta misma tradición, proba-
blemente copiada de Valle Pucú, pero en tamaño inferior de lo que ofrenda
el valle de Las Mercedes. Para dar una cifra, puede estimarse en unos 10
mil kilos de comida lo que se consume en un día, incluyendo asado (car-
ne, chancho y pollo), más sopa y tallarín. El consumo de bebidas katu es
incalculable.

Antes, muchos años atrás, la festividad era completa. Realmente era casa
por casa, sin excepción. No había rincón donde no se vivía la fiesta del 24
de Setiembre, salvo en los hogares de los evangélicos, quienes por una cues-
tión religiosa, no formaban parte –totalmente- de los festejos. Pero tampo-
co eso significaba ignorar lo que ocurría en el valle y he sido testigo de que
en esa fecha, muchos de los que son de la “otra iglesia” realizaban trabajos
y compartían la mesa de la comilona, porque amohapópe, todos somos ve-
cinos, la mayoría familiares y, también, son numerosísimos los evangélicos
que son fanáticos del club 24 de Setiembre.

Pero los años pasan, los tiempos cambian y hoy día tenemos que nues-
tro pueblo vive en un escenario poblacional diferente. De tanto en tanto
aparecen nuevos barrios o nuevos grupos sociales que levantan sus casas
123
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

en donde antes era el kokue de nuestros padres. Llegan gentes de lugares


lejanos incluso desconocidos, que construyen sus viviendas aprovechando
el todavía bajo costo de los inmuebles y también, aprovechando que Valle
Pucú está a tan solo 7 kilómetros de Luque y 22 kilómetros de Asunción,
que son centros de gran influencia donde se concentran la actividad comer-
cial, industrial y laboral. Vivir aquí es como ponerse a tiro para ir al trabajo
o hacer la compra. Esta es la realidad.

Para dar un ejemplo del salto poblacional que tiene nuestro valle se pun-
tualiza cuanto sigue: en 1975 había ordenado, por mi iniciativa, relevar un
censo con alumnos del entonces todavía Liceo Nacional de Valle Pucú, en
donde era profesor de la materia denominada “Otras Actividades”. El re-
sultado del censo fue el siguiente: 360 casas y 1.800 habitantes. Hoy día,
40 años después de aquel censo, existen unas 2.800 casas y probablemente
entre 13.000 a 15.000 habitantes. Es un salto gigantesco, sí, gigantesco y a
todo color. Los datos surgen en base a la clientela que tiene el SENASA y
la ANDE. El primero distribuye agua potable en el pueblo y la otra es la
empresa estatal que vende energía eléctrica.

Los números de ambas instituciones son fiables y estos números no enga-


ñan, por lo que es fácil apreciar el elevado volumen poblacional que ex-
perimenta Valle Pucú en los últimos años con una tendencia clara de ir
creciendo todavía más y más.

Esta situación a la que nos referimos no es que ocasionó un cambio total en


la tradición, sino que agregó facetas como que los habitantes del valle ya no
son enteramente genuinos sino un joparaguasu que tiene sus efectos. Por
ejemplo, hoy día ya no es como años atrás donde de pie a cabeza se mani-
festaba un sentimiento profundo por la fiesta patronal. En aquel entonces
los empleados elegían sus vacaciones en setiembre y no en diciembre o ene-
ro; los que se fueron a Argentina regresaban de visita en setiembre y no en
otra fecha. Las clases en la escuela eran hasta el día 21, luego las aulas tenían
que acomodarse para que allí se hospede la banda de músicos. Los que vi-
vían en Luque o en Asunción, en esos días se mudaban al valle con toda la
familia en la casa paterna y así, sucesivamente.

Los “nuevos compueblanos” no tienen ese mismo sentimiento porque vie-


nen de otra cultura o de otra costumbre. Pero he aquí un dato trascendente;
los “nuevos compueblanos” quedan todos sorprendidos de nuestra mani-
124
Fiesta Patronal de Las Mercedes

festación religiosa y tradicional que al final terminan en acoplarse a nuestra


manera de ser y son uno más de lo nuestro integrándose en la iglesia o en
el club como dirigentes sin sentirse discriminados. Esto es reflejo fiel del
fuerte arraigo que tiene Valle Pucú con lo que es suyo y sin obligar a na-
die, impone su tradición con demostración inocultable y contundente de
su amor al pueblo.

TRES CENTURIAS

La fiesta de Las Mercedes al inicio fue puramente familiar y se realizaba


cada setiembre hasta que la guerra de la Triple Alianza forzó a un silencio
de casi cinco años, porque los Servín –dueños de la santa imagen- fueron
a la guerra, pero la mayoría regresó, recuperó la imagen que celosamente
habían escondido enterrando en una tinaja y volvió la fiesta. Sin embargo
falleció el papá Pedro Nolazco, también Rufino, este en 1875 sin haber teni-
do hijos y el resto de la familia entendió que llegaba el momento de entregar
al pueblo esa Santa Imagen.

Esto habría ocurrido alrededor del año 1877. Sin embargo, los Servín no
se desentendieron del tema al punto de que Castor Servín, quien regresó
gravemente herido de la guerra, se convirtió en el primer mayordomo y su
misma familia cedió el terreno para la construcción del primer oratorio, allí
donde actualmente está el Tupasy Ykua.

El tío Arturo Jara Medina, que era nieto de Vicencia Servín, contaba en un
escrito que en el día de la Virgen “la servinada”, que se distribuyó en varios
pueblos, llegaba en caravanas de carretas para participar de la fiesta y cada
uno trayendo el novillito (tambero también le llamaban), cerdos y gallinas
para animar el festejo con el karu guasu de todo el pueblo. Y cuentan que la
fiesta duraba varios días. O sea, aquí tenemos el dato preciso de que la gran
comilona de la fiesta patronal de Valle Pucú se enraizó desde el siglo XIX,
se potenció en todo el siglo XX y sigue tan vigente en este siglo XXI. Son
tres centurias que adornan una tradición sana, de fervor religioso inmenso
en un pueblo chico pero grandote y orgulloso de su historia.

EL ÑEMBISO YOVAI

Hace años falleció don Marciano Orué, también Segundo Núñez. Ellos
fueron soldados en la guerra del Chaco, ellos ya no están, pero se siguen
125
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

faenando cerdos y arreglándose los tatakua igual que antes. No es que don
Marciano haya sido el único carnicero de la época, pero sí era un famoso
kurejukaha apreciado por ser un hombre servicial que no cobraba ni un
centavo por su trabajo, nunca puso precio a lo que hacía. En el mejor de los
casos apenas aceptaba como recompensa un iñakangue, algo de chicharo
envuelto en pakova rogue y nada más. Su trabajo lo hacía tupasy rérape y
para él esto tenía mucho más valor que unas moneditas.

Lo mismo hacía don Segundo Núñez. No ponía precio al trabajo de hacer


o remendar tatakua. “Reme´esemíante” era lo único que decía. Él trabajaba
con su primo Estanislao Rojas, sus sobrinos Gerardo Rojas, Cato Rojas o
Epifanio Castillo y tampoco eran los únicos. En todo el valle ha habido
meritorios hombres en construir tatakua y la lista puede ser extensa. Los
citados son simplemente puntos referenciales.

Igualmente han existido carniceros de la talla de Jeromito Ynsfrán, Luis


Ynsfrán, Eladio Velazco, Julio Olmedo, muchos, muchísimos más. Había
uno especial; don Ali (se llamaba Ildelfonso Alvarenga). Divertidísimo era
el señor con su inigualable sapukái, era el rey del sapukái, que contagiaba
de risas y buen espíritu a los demás. Para todos los citados participar del
kurejejuka era un trabajo alegre y de confraternidad. No existían el kaigue o
kane´o, pero también sucedía que algunas veces por cierto descuido “falla-
ba la puñalada mortal” y el chancho que se creía muerto, volvía a levantarse
y correr. Era como para matarse de la risa.

Los cerdos en general se faenaban dos o tres días antes del día “24”, porque
la grasa que salía del chicharo se tiene que enfriar para ser utilizada en la
sopa, en la chipa y también se regalaba a aquel vecino que por alguna razón
no pudo carnear. Es que eran años donde lo menos que había era dinero y
todo se cimentaba en la producción casera, en el fruto que daba el kokue,
incluyendo maíz. No se tenía molino, sino angu´a, y por las noches se es-
cuchaban el ñembisoyovái con el avatisoka (molienda de maíz) en medio
de casos ñemombe´u, carcajadas a pleno o algún ñemboki kañyhápe con la
amada. Todo bajo el amparo cómplice de la luna o un lampiun encendido
a base de kerosén.

NO OLVIDAR LO PASADO

La fiesta patronal de Valle Pucú perdura hasta hoy y siempre será grande
126
Fiesta Patronal de Las Mercedes

porque tiene raíz, hay sentimiento, se ha enchufado en el corazón del pue-


blo y jamás nadie lo va a arrancar de ese sitio por más que pasen los años.
Sin embargo, la pretensión de este libro es contar cómo era antes el gran día
del 24 de Setiembre, el día de la Virgen de las Mercedes y el cumpleaños del
club franjeado, el club de nuestra pasión desde hace más de 100 años.

La idea es contar lo que muchos ni saben por el paso del tiempo o que otros
lo han olvidado porque hoy día la vida se camina a tanta velocidad que
muchas veces no hay tiempo para pensar en el ayer. Justamente para no
olvidar lo pasado es que este libro basa su escrito en lo antiguo. Del presen-
te ya hablará la nueva generación mucho más preparada que éste humilde
apuntador de relatos.

Si hoy día muchas veces alardeamos de nuestra fiesta patronal, de nuestro


club, del arroyo, la escuela, del colegio, de nuestra tradición es porque de-
trás de todo había gente trabajadora, honesta, honrada que amaban a su
Valle Pucú. Siempre hay que arrancar de la familia Servín, los verdaderos
precursores de la fiesta de Las Mercedes. Después vinieron los José An-
tonio Orué, Saturnina Mercedes Franco, José Concepción Ortiz, Juan Pio
Alvarenga, los Ruiz Días, los Castillo, Esteban Escobar, la familia Velazco,
Cabrera, Coronel, Ayala, Cáceres, Aguilera, los Gaona, los Villalba, Olme-
do, Ynsfrán, Cortázar, Franco, Ibarra, Pedro Albera, en fin…varias genera-
ciones que dieron vida a nuestra fiesta patronal.

ASI ERA LA ORGANIZACIÓN

Antes, mucho antes, los pre-


parativos eran a todo pul-
món. Se hacía con lo que se
tenía, pero fue avanzando
los años y ya a mediados de
la década de 1950 fue que la
gente empezó a tener algo de
dinero, modificándose poco
a poco esa costumbre del in-
tercambio de especies. “Yo te La calesita es infaltable, símbolo de las fiestas patronales.
doy maíz, vos dame poroto”,
más o menos era la vida de intercambios. En esa época también ya funcio-
naba el Kamión Kamby, gran generador de ingresos monetarios porque la
127
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

gente vendía leche en Asunción. También la escuela tenía maestras con ru-
bros y había gente que se iba a Buenos Aires y enviaba plata mensualmente
a sus familiares. Muchos se mudaban a Luque y los que iban a Asunción sí
que eran los grandes señores. Si te mudaste a Asunción era porque tenías
empleo y 50 años atrás ser empleado era una gran cosa.

Fue a don Fermín Cabrera, laborioso hombre, que se le ocurrió organizar


la “contribución ñemono´o”. O sea, pedir dinero a la gente del pueblo para
solventar los gastos de la fiesta patronal, como también los actos de cele-
bración de la Semana Santa. La idea transmitió al Clan Gaona, el clan de
los cinco comisarios. La idea les gustó y en una reunión de la Junta General
del pueblo, dirigido por el comisario de turno, se impuso la ley del aporte
voluntario a lo que nadie se opuso.

Uno de los baluartes del trabajo de la “contribución” fue Purificación


“Kalaícho” Alvarenga y Anselmo “Paícho” Alvarenga. Este se centraba en
Valle Pucú, en tanto “Kalaícho” era quien andaba por la casa de los com-
pueblanos por Luque y Asunción, de donde los aportes eran importantes.
Se aportaba desde 1 guaraní, 5 guaraníes, 10 guaraníes y quien daba 100
guaraníes….!nderasóre! (oh!), era como ganar la lotería. El nombre de los
contribuyentes se anotaba y luego se leía en el balance final después de la
fiesta.

Con esa plata se contrataba la banda de músicos, se compraban flores, velas


y telas para adornos, se contrataban equipos de sonido (parlante se decía
entonces) y varios otros requerimientos festivos.

En el caso de la banda de músicos muchas veces eran “regalados” ya sea de


la Policía, la Fuerza Aérea o la Marina, pero como ya venían un día antes,
se les tenían que preparar “el hotel” que generalmente fue en la escuela y
abundante comida que la vecindad aportaba y en este servicio campeones
eran “Paícho” Alvarenga, “Ku´ito” Cáceres. Alejo Saldívar, Julio Albera y
Rubia Cáceres, Fermín Cabrera, Ramón Rojas, Juliana Aguilera, Valeriano
Gaona, Guillermo Gaona, Agustina Jara, Dionisia Olmedo y familia…, en
fin, todos los que podían.

Los primeros parlanteros del pueblo fueron los hermanos Evergito y Sil-
vano Aguilera, aunque antes eran famosos don Nicolás Aguilera y don Ño
Juan Aguilera. Ellos tenían un tocadisco; Vitrola se le decía. Era enorme,
128
Fiesta Patronal de Las Mercedes

pero era lo que se tenía y ellos animaban la fiesta kyre´y.

Bueno…la Vitrola se modernizó con Evergito y Silvano. Con éstos llegó la


hora del parlante que se alzaba por los árboles y cuyos sonidos retumba-
ban por kilómetros. Aquello era toda una novedad, para más se les ocurrió
comprar un motor generador de electricidad con el que se iluminaba toda
la iglesia..ha Valle Pucú omimbipa. Después llegó Juansito Cáceres, quien
fue director por casi 30 años en el Colegio Juan de la Cruz Gaona. Juansito
también –en la mayoría de las veces- daba su aporte a la fiesta patronal po-
niendo a disposición de la iglesia su parlante y el generador de electricidad.

Otros parlanteros muy colaboradores ellos, eran Pedro “Capuri” Castillo y


Odilón Báez. El programa de festejo se publicaba en forma conjunta entre
la Iglesia y el Club y el titular de cabecera decía: “Grandes festejos patronales
de Valle Pucú” y más abajo resaltaba: “Fiesta de la Virgen de Las Mercedes y
el aniversario (tal año) del club 24 de Setiembre”. El programa de la fiesta era
lo más esperado, porque mediante eso se conocía la actividad religiosa, el
nombre de la banda de músicos y lo más esperado: el nombre de la calesita
que alegrará por dos semanas con su música, sus vueltas y vueltas, el juego
de la lotería, la ruleta, plin plin, etc.

Por el lado del “24” la atracción era saber qué equipo de fútbol de Asunción
iba a venir a jugar, si Sol de América, Rubio Ñu, General Caballero, Olim-
pia, Cerro Porteño o Sportivo Luqueño y si se le invitó a un árbitro de pres-
tigio, como aquel de 1964 cuando don Pedro Albera le trajo a José Dimas
Larrosa, el primer árbitro paraguayo de nivel internacional. Justamente los
calesiteros leían el programa y la gente paraba la oreja para escuchar.

Gracias a la difusión del referido programa se sabía qué orquesta iba a ac-
tuar en la noche del 24 de Setiembre, cuyo baile se organizaba en el día
aniversario, ni aunque cayera lunes. Además la gente curioseaba si el baile
iba a ser transmitido por radio, porque cuando eso el “24” hacía transmitir
su fiesta ya sea por la entonces exitosa y número uno radio Comuneros,
radio Guaraní, radio Teleco y una vez fue radio Ñandutí. Era lo máximo
escuchar que tu fiesta aniversaria transmitiera una radio. Producía fervor y
envidia al mismo tiempo.

En este tramo, quien fuera presidente del club, Juan Bautista Ayala, más
conocido como Tita Ayala, era el que siempre encontraba auspiciantes para
129
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

pagar la transmisión. Él era joyero, vendía joyas en Luque y Asunción, tenía


muchas amistades y era un honor para su vida prestar servicio al “24”. El
ya fallecido Ernesto García, todo un gentlelman, era uno de los animadores
de la fiesta, igual que Arturo Rubín, que por lo menos cuatro o cinco veces
hizo de locutor en nuestro baile antes de meterse de lleno al periodismo
deportivo.

PASO A PASO

El novenario empezaba al 14 de Setiembre y se extendía hasta el día 22,


luego la Virgen era llevada a la casa de las mayordomas Dionisia Ruiz Díaz
y María Pabla Ruiz Díaz, familia que durante 50 años cuidó los quehaceres
de la iglesia. Después les sustituyó su prima María Roque Pereira. El día
23, ya a la madrugada, comenzaba el denominado “embanderamiento del
pueblo”, que consistía en adornar la calle con tacuara, eran cuatro, con los
que se hacían un arco estéticamente unidos y en la unión de ponía una co-
rona de la que extendían impecables pañuelos blancos largos. Este tipo de
adorno se ubicaba cada 50 metros y se podía hacer porque cuando eso casi
no había tráfico de camiones, como ahora, ni tampoco cables de ANDE o
de COPACO.

Este adornamiento tenía que finalizar antes del mediodía, porque a ésta
hora empezaba el izamiento de la bandera con presencia activa de la banda
de músicos. El izamiento del pabellón nacional se hizo costumbre porque
antes, frente a la iglesia –hacia la calle- se había construido y funcionaba la
primera comisaría policial, quien en frente tenía un mástil altísimo, hecho
de madera. Aquel mástil cayó por nuestra casa materna en un día de tor-
menta en 1962 y se lo reemplazó por otro mástil de eucalipto hasta que en
1973, por iniciativa de don Alejo Saldívar el mástil se hizo de hierro, pero
ya dentro de la propiedad de la iglesia.

El programa festivo de la víspera se intensifica cuando a las 5 de la tarde


todo el mundo ya estaba en la casa de la mayordoma para traer adornadísi-
ma la imagen de Las Mercedes acompañado de bombapu al tope y la banda
tocando marchas religiosas y patrióticas. La imagen venía iluminada con
varios focos que funcionaban a base de batería y era toda una curiosidad.
Terminada la eucaristía la iglesia permanecía abierta máximo dos horas.
No había serenata (recién empezó en 1983) y el rollo se iba a la calesita, ha
pépe iko´emba lo mita, esta era la diversión.
130
Fiesta Patronal de Las Mercedes

Los Jokers era uno de los conjuntos de primer nivel que animaba la fiesta del 24 de Setiembre. La
imagen corresponde al año 1980 y vemos a sus cantantes Herkin Daniel y Kike Krona.

El día 24 de setiembre comenzaba


con una retreta, a las 5 de la maña-
na, frente a la iglesia a cargo de la
banda de músicos, acompañados
de bombapu. Era para despertar
a la gente. Se oficiaban tres misas,
a las 6 de la mañana para las coci-
neras, porque ellas después tienen
que ir a preparar la comida para el
gran karu guasu. La segunda misa
se iniciaba a las 7 de la mañana pro-
movida por el club 24 de Setiembre,
en homenaje a sus fundadores, so-
cios y jugadores fallecidos. Todo el
mundo asistía vestido de traje.
Marina Legüizamón a sus 18 años hizo su debut
en la fiesta del 24. Fue en 1961.
Finalmente la tercera misa, que
arrancaba a las 9 de la mañana, era
seguida por una larga, concurrida y emotiva procesión. La gente atropella-
ba el anda de la Virgen para ser los primeros en alzar y cada quien invocaba
tener una promesa a pagar, aunque cinco pasos adelante otro ya le quitaba
su lugar. No había caso de poner orden porque todos se sentían con dere-
131
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

cho a “tocar a la Virgen”. Otros


se arrodillaban frente a la ima-
gen y la marcha se detenía. A
veces, un recorrido de 500 me-
tros llegaba a durar una hora.
Era impresionante.

Cuando termina la procesión


se iniciaba el juego de la sorti-
ja cuyo organizador principal
Así era la tarjeta de invitación para el baile aniversa- era don Paícho Alvarenga. Los
rio del 24.En esta oportuniudad la orquesta era Los
Hobbies. jinetes llegaban de todas partes
incentivados por los premios y
luego quedaban a ser partícipes
de la gran comilona. Y en medio de todo ello se disfrutaba de la alegre ca-
lesita y los desafiantes juegos donde muchos se pasaban horas y horas. La
explosión de bombas, tirados de un mortero de hierro, no paraban nunca.

Para el mediodía todos ya tenían que estar en la mesa para el almuerzo


que no pasaba las 13:00 horas, porque de inmediato ya se tiene que acudir
a la cancha para ver los partidos de los grandes equipos de Asunción que
venían, ya sea General Caballero, Luqueño, Sol de América, Rubio Ñu. En
una ocasión vino Olimpia y otra vez Cerro Porteño, cada uno con sus equi-
pos paralelos.

Cuando termina el fútbol, el siguiente paso era ir a casa para luego volver
a la gran fiesta aniversaria que se iniciaba a las 9 de la noche y terminaba a
la 1 de la madrugada, en días de semana. Si era sábado, el bailongo podía
continuar hasta las 2 de la madrugada y no pasaba ésta hora porque ha-
bía “Toque de queda” ordenado por el Gobierno de Stroessner. Si pasaba la
hora, te ibas preso ha ndaipori protesta.

¿El chupi? No van a creer, pero el consumo masivo de bebidas alcohólicas


recién se daba en la noche de la fiesta del club, no como ahora que es con-
tinuado desde no sé cuántos días antes. Para enfriar la cerveza, no había
heladeras abundantes como ahora. Hay que traer hielo en barra que pesaba
mucho.

En Asunción había la única fábrica de hielo en todo el país y se alquilaba


132
Fiesta Patronal de Las Mercedes

un camioncito que de madrugada iba a traer el hielo en barra de la Cerve-


cería Paraguaya. Vecino de la fábrica era una familia de Valle Pucú, doña
Ilda Espínola y su marido don Araujo. Ellos ayudaban a hacer la reserva. La
gaseosa no era Coca Cola, sino Manzané, una especie de jugo de naranja. Ya
años después llegó la tan afamada gaseosa.

Los varones acudían al baile con riguroso traje y las mujeres con vestido
con corte por debajo de la rodilla. Luego vino la maxifalda, que te tapa-
ba hasta el tobillo, eran vestimentas muy opuestas a la costumbre actual
donde las mujeres, por ejemplo, cuanto menos ropa pone, parece que se
sienten más cómoda. Para el comestible de la fiesta no había pancho ni
hamburguesa, sí un poco de chorizo, quizás mortadela casera o butifarra y
abundante ryguasu ka´e, cocinado en tatakua. Budín era el postre. Aquel
que reservaba una mesa para cenar con su familia durante el baile, ese era el
karai guasu de la noche. Si el varón acudía a cenar con la novia, era porque
ya estaban comprometidos a cazarse. Increíble.

SE VIENEN LOS CAMBIOS

Bueno. Retrocedamos un poquito para atrás y retomemos el tema del apor-


te voluntario. Ya entrada la década de 1970, don Ku´ito Cáceres se alejó de
la comisión, los Gaona se mudaron a Asunción, tampoco estaba Fermín
Cabrera ni el maestro Esteban Escobar, se enfermó Pa’ícho Alvarenga y don
Kalaícho dijo: “Ya solo en Asunción me voy para la contribución, véanse en
Valle Pucú”. Es que él era el único que sabía la casa –kuara por kuara- de
todos los vallepucugua en Asunción. Pues bien, el tramo de Luque varió
mucho pero Silvina Alvarenga, Eladio Velazco, Rosa Rojas, Lucila Olmedo,
Antolín Chávez y compañía eran los que recogían los aportes. También ha-
bían aportes interesantes de Zeballos Cue, donde muchos que trabajaron en
el antiguo frigorífico se quedaron a vivir por allí, siendo doña Rene Olmedo
(falleció a los 92 años en el 2015) líder para la contribución.

Fue en 1973 que Alejo Saldívar, cuya casa estaba detrás mismo de la iglesia,
tomó la presidencia de la comisión Pro-templo (así se llamaba). El financió
para “amurallar” la propiedad del oratorio, siendo Ramón Rojas su princi-
pal colaborador. Es que don Alejo, hijo de Miguel Saldívar, primer presi-
dente del “24”, tenía una manera muy particular para trabajar y no todos le
entendía por lo que se alejaron de la comisión y don Ramón era el único en
quien confiaba. Esto, sin embargo, no le quitó méritos a don Alejo, porque
133
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

hizo muchas cosas pagadas de su bolsillo.

LLEGABA EL TURNO

En vista de que no había gente que hiciera la “contribución ñemono´o”,


consideré que llegó mi turno. Tenía 20 años, conocía el tema, pero quería
también empezar a sentir en la piel ese sacrificado trabajo por el pueblo sin
pedir recompensa. Inicié juntando dinero para la Semana Santa donde el
aporte era inferior. Las cosas cambian para setiembre con un volumen de
dinero mucho más elevado. Recuerdo que para ese entonces 10 guaraníes
era la base, pero algunos ya daban 50 guaraníes, otros 100 guaraníes y hasta
500 guaraníes.

Una vez llegué a la casa de don Miano Medina, hermana de ña Mercedes


Medina y marido de doña Feliciana. Vivía en la esquina misma del desvío,
allí donde se encuentra ahora el semáforo, sobre la ruta y tenía almacén. Ya
para entonces todos se enteraron que el “nuevo Kalaícho” era Neri Insfrán
Rojas.

Así que cuando llegué en lo de don Medina él ya me esperaba y me dijo: -

-“Che ameéta la che contribución 1.000 guaraní, pero aipota la che réra oñe-
moi tenondeté”. (Yo voy a dar 1.000 guaraníes, pero mi nombre tiene que
figurar en la cabecera).

-“Ndaipori problema don Miano, ndehegui voi añepurúta” (Sin problemas


don Miano, contigo luego voy a empezar), le manifesté. Y ciertamente con él
iba a empezar aquel día.

En este punto sucedió algo muy simpático. Solo tenía un cuaderno de 50


hojas con el que ya se anotaban la contribución de unas 30 personas. Don
Miano tenía que ser el contribuyente número 31. Pero como exigió encabe-
zar la lista de aportantes y yo le prometí, tenía que hacer algo para cumplir
con él. Además no quería perder ese 1.000 guaraní. Entonces se me ocurrió
inventar algo; le dije que en tal parte dejé mi bolso y que primero quería
recuperar eso y vuelvo en un sapyaité.

-“Terehó ejú” (andá y volvé) me contestó ya con una voz medio argelada.
Lo que en verdad hice fue salir corriendo en lo de don Kui´ito Cáceres que
134
Fiesta Patronal de Las Mercedes

tenía un almacén bien surtido para pedirle fiado un nuevo cuaderno de 50


hojas que costaba como 20 guaraníes. Me dio y volví en lo de don Miano:

-“Estoy de vuelta y con tu nombre vamos a inaugurar la lista de los contribu-


yentes”, le señalé. Él se alegró mucho, sacó los 1.000 guaraníes de su bolsillo
(tenía preparado) y me controló si verdaderamente figuraba como primero
en la lista. Al comprobar que es así, me pasó el dinero, sonrió y me deseó
buena suerte.

También empecé a sonreír porque conseguir en aquel tiempo que alguien


te diera 1.000 guaraníes, era excepcional. Con ese dinero ya se podía com-
prar todas las flores para el adorno del altar, contratar al parlantero y sobra-
ba todavía. Era un aporte fuera de serie.

Ya posteriormente me enteré que don Miano dio esa plata porque había
criado dos cerdos y uno vendió para hacerse un poco de efectivo para “la
función” y como lo negoció a buen precio, pues agradeció a la Virgen con-
tribuyendo con su mil´ i para la fiesta. Realmente sensacional.

Otro día llegué a la casa de Pedro Juan Fleitas, en el límite entre Valle Pu-
cú-Yuquyty. El hombre era de baja estatura, pero caudillo colorado y jefe de
zona durante la revolución de 1947.

-“Ha Kalaícho piko mba´egui ndoui”, me encaró a lo que le contesté que yo


le reemplazaba y me retrucó en medio de carcajada:

-“Iliberal eterei voi ningo ha´e”. Sin problemas me dio 100 guaraníes y al
despedirme me preguntó:

-“Ha nde túa” (Tatito Insfrán),

-“Está en su casa” contesté.

-“Saludo ichupe, ha´eko colorado, pero haimeté oiko ichugui la comunista”.


Repliqué diciéndole que eso yo no sabía.

Faltaban por lo menos 15 días para la fiesta patronal y por fin alcancé la
casa de don Manuel Medina (se le decía Manuel Ju´i), todo a pie se hacía el
trayecto surcando un inmenso arenal. La vivienda es la última que divide
135
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Valle Pucú y Yuquyry. Era la otra punta. Apenas me reconoce y también me


encaró; -“pero hasype peguahe la che rógape. Cheko Vallepucugua ha pende-
resarai chepi chehegui” (Por fin llegan a casa. Yo soy de Valle Pucú y parece
que se olvidaron de mi), reclamó. Luego sacó también su 100 guaraníes,
pero al darme pidió que me sentara y preguntó si la calesita ya vino, si se
contrató banda de músicos, la fiesta del 24 y al final,

-“ndere guerúi ningo cheve la programa” (no me trajiste el programa).

Bueno, anécdotas como los subrayados hubieron a montones, cada casa era
diferente y uno estaba obligado a adaptarse a la situación. El mejor consejo
es no apurarse, tener paciencia y desde luego no es simpático que uno lle-
gue para pedir dinero y se haga del argelcho. Si te invitan a sentar, hay que
sentarse, si te preguntan algo, tienes que contestar y la mayoría iñe´engatu.

El sistema antiguo de la “contribución ñemono´o” duró hasta 1977. Desde


1978, por sugerencia del sacerdote José María Blanch se modificó dicho sis-
tema. En adelante solo se entregarían sobres después de la misa y el aporte
se tenía que entregar en esos sobres. El sostenía que esa era la nueva resolu-
ción del Arzobispado de Asunción para aportar a la iglesia y que eso tenía
que cumplirse.

Pues bien, de mi parte cumplí unos 5 años seguidos como recolector de


aportes, hecho que me permitió conocer cada casa, cada familia de Valle
Pucú. No había lugar que no conocía y gente que no me conocía. Incluso,
se puede decir que aquel trabajo voluntario que hice me ha servido de base
para saber tantas cosas del pueblo, tantas historias, siempre sacando lo po-
sitivo y este libro es el reflejo de todo aquello. Los momentos malos, que
también han habido, al final pesaban menos frente al placer del servicio
voluntario.

Llena de emoción recordar todo aquello, más en especial, esa voluntad de


la gente de respaldar con su aporte a organizar la fiesta de la Virgen de
las Mercedes. Nadie se negaba y la mayoría ya tenía su platita guardada
“Tupasyrérape” para cuando llegaba la “contribución mono´ohá”, así como
también preparaba su gallina casera, su cerdo, su maíz para la sopa y la ropa
nueva a estrenar porque el 24 de Setiembre es la fiesta del pueblo.

Es grande, grandísima la nobleza de nuestra gente, de los auténticos valle-


136
Fiesta Patronal de Las Mercedes

pucugua, de esos que dan sin pedir recompensas. Solo es cuestión de saber
tratarlas. Redondeando, son demasiados buenos recuerdos de mi ya lejana
juventud. Son demasiadas emociones !ajépa!.

DON TEODORO S. MONGELÓS

La historia de la fiesta patronal de Valle


Pucú y su grandeza de tres centurias,
no es un antojo simple y deliberado del
autor de este libro. Lo reflejan los he-
chos ya mencionados y como corolario
testimonial me place presentar una cita
muy especial: la de Teodoro S. Monge-
lós y Diosnel Chase.

¿Quiénes fueron ellos? Poetas y músi-


cos. Los dos forman parte de la historia
grande de la poesía hecha canción, am-
bos son raíz de lo mejor de la música
paraguaya. Polkas y guaranias que to- Teodoro S. Mongelós.
dos los días se escuchan en el país son
testimonios firmes y sobresalientes de
sus obras. Mongelós y Chase cantaron
a Valle Pucú, cantaron a la fiesta pa-
tronal de Valle Pucú. El primero puso
el verso y el otro la melodía de lo que
salió una polka kyre´y que reflejaba el
vy´a guasu de un día inolvidable. “Che
vallepe función” se llama la música
cuya estrofa inicial dice así:

“Ha´etepe los mita


ñaguahe la función hápe
jaháke banda puhápe
jahechavo los kuña.
ampoína hysyi joa
procesión hagui ohua´iva
Dora, Marta, Benjamína
Tiku´i ha Bartazá” Diosnel Chasse.

137
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

El verso completo de la obra no menciona, en ningún lado, a Valle Pucú,


pero conociendo sus andanzas por nuestro pueblo y la mención de los
nombres, nadie duda de que el poeta de Ypacaraí, que llegaba en tren, lo
que hizo fue describir el vy´a guasu que se vivía en “la función patronal”
del 24 de Setiembre con la procesión de la Virgen y la diversión vivida en
la calesita acompañados de bandapu. Mongelós tenía una novia por aquí,
además, sus ideales políticos (era colorado de izquierda) concordaban con
muchos idealistas del valle.

Tedoroso S. Mongelós, junto a Diosnel Chase, cantó a la juventud de Valle


Pucú de finales de los años 1930 y principios de la década de 1940. Y éste es
el dato fantástico. En la música reviven nombres de nuestros abuelos que en
aquella época eran jóvenes y tenían también la misma ilusión de los jóvenes
de ahora. Se cita a más de 50 personas, muchos de ellos con sus apodos, con
sus marcantes.

De aquel grupo juvenil, en el 2017 falleció la última persona mencionada


en el purahéí. Ella es doña Benjamina Ortíz de Saldívar, que tenía 92 años.
De hecho nadie puede dudar cuando en la primera estrofa cita a Benjami-
na, ella era la hija del poeta José Concepción Ortiz y que se casó con don
Pedro Saldívar, en su tiempo médico militar de la Caballería. Pero hay otro
detalle; el verso refiere también a Josefa y habían dos con ese nombre: Jose-
fa Ayala, que ya falleció hace años y Josefa Aguilera, que también falleció,
pero hace poco, con 96 años. Sencillamente no hay pistas precisas a quien
se dirigía el verso.

El poeta menciona posteriormente a Serafina, y ella era Serafina Domín-


guez, Benita (Benita Roa), Lucía (Lucía Aguilera), Ramona (Ramona Agui-
lera, la hija de don Rosendo Aguilera), De la Cruz (De la Cruz Saldívar),
Maria Pabla (Maria Pabla Ruiz Díaz), Dolores (Dolores Franco), etc. Tam-
bién cita a Severiana (Severiana Chávez) Nenito (Nenito Saldívar), Tajyi
Pyta (Santiago Ruiz Díaz), Calaicho (Purificación Alvarenga), Cola´i (Ni-
colás Aguilera). Igualmente a Médico´i (Médico Rafael), Ño Juan (Juan
Aguilera), Francisco (Francisco Olmedo), Pora´i (Lucio Orué), Panta (Pan-
taleón Alvarenga), Cho Juande (Juan de Dios Orué).

A varios de los mencionados logré conocer, muchos ya con avanzada edad.


Lo que aquí se quiere destacar es que la fuerza de la tradición de la fiesta pa-
tronal de Valle Pucú tiene enorme raíz. No es que surgió peicha péichande
138
Fiesta Patronal de Las Mercedes

y tampoco lo que aquí se escribe es un invento. Al contrario, es el reflejo de


lo que ha sucedido y todo tiene plena vigencia.

Hay una sola grabación de “Che vállepe función”. Lo grabó Nelson Enciso
y Sus Diamantes Nativos, con el duo Mora-Enciso, hace unos 70 años. El
conjunto y sus integrantes ya desaparecieron, pero un hermano del músico,
que posiblemente era el menor de la familia, vive aún y él facilitó la copia
al señor Quirino Torres, quien me entregó el disco que tiene una alegre
melodía.

CHE VALLEPE FUNCIÓN

Haetépe los mita Amomive ko Ovecha


ñaguahe la función hápe hy´aivu lotería hápe,
jaháke bandapuhápe Pauli Piru, Quili´ito,
jahechavo los kuña. Ñahati ha Servián,
Ampoína hysyi joa Peru Puku, Froilán,
procesión hagui ohua´iva, ojeity juru po´ipe,
Dora, Marta, Benjamina, ha osoite aka rakúpe
Tiku´i ha Bartazá. Medico´i ha Ño Juan.

Hendive kuéra Cepi, Amoína amogotyove


Victoria ha Serafina, mbarakápe opurahéiva,
Benita, Lucía, Ramona, Torotingue ha Pereira,
Ñakurutu ha Juaquí, ka´u keke mokoive,
Eustacia, Clara, Lovi, hendive kuéra Pulé,
De la Cruz ha Maria Pabla, Mbarakaja ha Francisco,
Dolores, Carmen, Rufina, Pora´i, Panta, Lorito,
Loporto ha Anguja´i. Chatevu ha Cho Juandé.

Calesitape ojere Vy´ániko ko vy´a


Tomasa, Severiana, ayvu ijapyra´yva,
Estanislaa, Lorenza, jahechako oñembokiva
Margarita ha Isabel, arribeño opáichagua.
Josefa, Lidia, Cuqué, Ka´ugui katu ho´a
Marandova ha Nenito, Kure rái ha Cuarterola,
Tahy´i Pyta, Calaicho, ha hasype mokoivéva
Cola´i ha Mykure. Comisaria pe ojera.

Autor: Teodoro S. Mongelós


Música: Diosnel Chase.
139
CAPÍTULO 13

Así eran los Gaona


Poderoso y controvertido clan familiar que mandó casi
medio siglo en el valle

1 - “Kuña sái hovy ha kygua verä,


ko pyharépe ñambo hevi vera”.
Dicha ésta frase “guachea” su ca-
ballo y avanza al medio de la pista
de baile cuando el enorme animal
se resbala, cae y, para más, cae en-
cima del jinete quien se fractura
una pierna, produciendo un gran
tumulto. Quien se “adesgració” fue
Juan de la Cruz Gaona (h), enton-
ces comisario de Valle Pucú. El baile
terminó y la gente asustada ombovu
camisa lómo (corrió del lugar), los
músicos también empaquetaron sus
instrumentos para marcharse y solo
quedó el cantinero y sus ayudan-
tes. Este acontecimiento sucedió en
1948 y la incidentada fiesta ocurrió
en la propiedad de mi familia donde Guillermo Gaona, abrazado con su esposa Ña
funcionaba una pista que era “amu- Negra. El de bastón con lente es su padre Juan de
la Cruz Gaona.
rallada” con bolsas de afrecho para
los bailes.

2 - Salvaje castigo. Con la pierna rota, Lakú Gaona fue llevado al hospital
de donde regresa unos días después y ordenó vengarse contra su caba-
llo, un enorme Alazán, a quien culpó de su caída. Pidió al Cabo Primero
Sotelo, un soldado de su confianza, a “pasear” al animal por la calle pero
“garrotepúpe”. Cuentan algunos testigos que el caballo era golpeado con
“tejuruguai” a mansalva y se paraba de tanto dolor por cada garrotazo que
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

recibía. La tortura duró toda una


mañana ante la mirada asombra-
da de la gente que era, justamente,
lo que Gaona quería; transmitir al
pueblo que con él no se juega y que
nadie cuestione su autoridad.

3 - “Compueblanos, Valle Pucú se


enorgullece de tener la primera
central telefónica de toda la zona de
Areguá y Luque. Ya podemos comuni-
carnos por todo el mundo, porque ade-
más, también inauguramos la primera
oficina de Correos. Ambos servicios
funcionaran en mi casa, gratis, hasta
que algún día tengan sus propias ofi-
Valeriano Gaona (flecha) en su casa cuando se cinas”. Este singular discurso corres-
inauguró la oficina de Correos en 1959. A su lado ponde a Valeriano Gaona -más cono-
su padre Juan de la Cruz Gaona y a su derecha
Luis Cabrera Usher. Quién habla es Anastasio cido como “Comi Valé”- el día en que
Domínguez, Mburuvicha de Areguá. Valle Pucú inauguró los servicios de
teléfono y correo en el año 1959.

4 - “Ko Kalaícho, liberal tuya, no llegó a casa para pedirme la contribución.


Kova ningo petei renegado voi ko añamemby. Entonces para demostrar
quién soy yo, acá te entrego mi aporte en forma personal y si alguien creyó
que Lakú Gaona opáma, tuicha oyavy porque también traigo de regalo la
banda de músicos de la Policía de la Capital para la procesión de la Vir-
gen”. Era nuevamente Juan de la Cruz Gaona (h), a quien se le decía “Comi
Laku”, quién en plena mañana del 24 de setiembre de 1965, se presentaba
-con actitud de reproche- a don Antoliano Cáceres, más conocido como
Ku´ito Cáceres, quien era el presidente de la entonces llamada Comisión
Pro-Festejo Patronal.

La queja era contra Purificación Alvarenga, popularmente llamado Kalaí-


cho, quien era el encargado de recorrer las casas de los Vallepucugua que
vivían en Asunción pidiendo la colaboración para organizar la fiesta de la
Virgen, y aparentemente, en aquel entonces no tuvo tiempo de llegar has-
ta el domicilio de “Comi Laku”, por lo que éste vino y descargó su rabia,
aunque más tarde ambos se encontraron en plena procesión y volteando la
142
Así eran los Gaona

página del enojo, se dieron un fuerte abrazo de amigos como si nada y con
el pintoresco saludo: “!mbaéichaico reiko compái!”

5 - “La nde túa (Tatito Insfrán) ya colorado jeÿma, ndahaevéima comunis-


ta, ha la nde tío Isidro (Isidro Ayala) avoleáma aveí colorádope, ha Va-
llepucúpe opáma la comunista mediante che”. Era Guillermo Gaona, quien
a gritos me sacaba todos los trapos sucios que se le venía en mente, en
una mañana de julio de 1977 en la playa del lago. Él ya era intendente de
Areguá y se molestó porque publiqué en el diario ABC sobre dudosas in-
versiones en las mejoras edilicias que se estaban construyendo. Pasó media
hora diciéndome de todo, hasta lo más denigrante y lo único que no hizo
fue atacarme a golpes.

6 - “Bueno. Oíta la permiso los señores, pero primero pembo húrrata 24-
pe ha upéi pe hasáta”. Don Juan Mereles, 76 años, vive en Ita´angu´a
-Luque-, y riendose cuenta la anécdota forzada a la que Valeriano Gaona,
comisario en Yuquyry, les sometía a los jugadores del General Caballero,
todas las veces que venían hacia la zona de Areguá para jugar los partidos.
Dice que para pasar por la propiedad de la comisaría, hay que pedir per-
miso y Gaona les daba ese permiso pero a cambio de que primero hagan
hurras al 24 de Setiembre.

7 - “Nde rejú la reuniónhápe ka´ure, poromolesta ha nde ñeérei, ha sígapy nde-


rógape”. Es Rufino Gaona quien le toma del brazo a don Pablo Morales y
pisoteándole los talones le sacaba de la denominada Junta General, que era una
reunión de vecinos. Don Pablo era un borracho bonachón, no agresivo, pero
muy hablador cuando tomaba y fue sacado a la fuerza de la reunión por uno de
los Gaona ante la asustada mirada de los otros presentes.

8 -La cara humana de Komí Lakú: “Kalaícho” Alvarenga cayó preso por el
simple hecho de ser presidente del Partido Liberal. Le llevan a Areguá,
que de por sí ya era un duro castigo. Le meten en el calabozo y luego a pie le
trasladan a Asunción con la amenaza de ser fusilado. Le ponen en el sótano
del Departamento de Policía y allí, de pura casualidad entró Lakú Gaona y
encontró a su valle, resignado a su suerte. Le pregunta el motivo de su de-
tención y luego hace gestiones para que “Kalaícho” salga en libertad, pero
con una condición: que no vuelva a ser dirigente liberal. Don Alvarenga re-
cordaba, de tanto en tanto, que no fue fusilado gracias a Komí Lakú. “ha´e
che salva kuri la fusilamiento gui”, decía.
143
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

9 - “Kóva ha é la pende castigo, ha nunca más que anive pejapo otra ma-
canada”. La voz de Valeriano Gaona dirigida a un montón de jóvenes
retumbaba al caer la tarde de un día de verano. Aquellos jóvenes fueron to-
mados preso por bañarse desnudos en el arroyo Yuquyry (algo muy común
en tiempos de la década de 1960). Desde luego, ya habían quejas contra
ellos y Gaona, como comisario de la dependencia policial prohibió a los
varones bañarse sin short, pero esos mitarusú “violaron la ley”, se bañaron
otra vez desnudos. Fueron pillados y traídos presos, caminando así como
estaban, sin ropas. Para más castigo se les obligó a regar la huerta de la
comisaría opívo y ante la mirada de la gente que pasaba por la calle. Luego
de aquel escándalo, esos muchachos nunca más aparecieron por el arroyo
porque les costó muy caro desafiar a la autoridad.

Así de duro eran los Gaona y lo que antecede son nueve anécdotas puntua-
les, pudiendo escribirse muchos, muchísimos más. Pero quien lo haya leído
con atención los casos referidos, podrá sacar sus propias conclusiones sin
necesidad de más explicaciones y cada uno podrá juzgar de la manera que
quiera la conducta de éstos ciudadanos, porque así eran los Gaona, un po-
deroso, multifacético y controvertido clan familiar que por 50 años, más o
menos, tuvo enorme influencia en Valle Pucú y siempre estaban en el limbo
de lo bueno y de lo malo.

Entre 1940 y 1990 eran “dueño y señor” de todo lo que era política, de todo
lo que se podía circunscribir en el ámbito policial y de las más diversas
actividades comunales, como educación, salud, vialidad, comunicación,
deportes, etc. Eran argelados, mbaretéchos; también buenos amigos, soli-
darios, serviciales, familieros y colorados hasta la mata. Eran una mezcla
grande entre lo positivo y negativo y corresponde a cada uno sacar sus con-
clusiones sobre este muy particular clan familiar.

POLICÍAS, POLICÍAS Y POLICÍAS

Los Gaona eran siete hermanos, seis varones y una mujer. De ellos cinco
fueron policías. El mayor de todo fue Fabio, luego vinieron Juan de la Cruz
(h), Carmelo Valeriano, Guillermo, Rufino, Catalina y Luis. Este último se
había suicidado en 1952 en uno de los episodios luctuosos más impactantes
que vivió Valle Pucú, dado el rango familiar de donde procedía. Los cinco
primeros citados fueron policías, alcanzaron la investidura de comisarios y
se jubilaron como tales.
144
Así eran los Gaona

Los padres fueron Juan de la Cruz Gaona y Sofía Orué. Esta era hija de Sa-
turnina Mercedes Franco y José Antonio Orué, dirigente liberal de la épo-
ca. En realidad del matrimonio nacieron seis hijos, porque Fabio fue hijo
natural de don Juan de la Cruz y por eso llevaba primero el apellido de su
madre y luego el de su padre, quien en principio no lo había reconocido.
Don Fabio firmaba como Fleitas Gaona y todos nacieron en Valle Pucú.

Fue justamente Fabio Fleitas Gaona quien primero ingresó al cuadro policial y
después llevó a sus cuatro hermanos, Carmelo Valeriano, Juan de la Cruz, Gui-
llermo y Rufino. A don Luis, el otro hermano, jamás le gustó ser uniformado,
en tanto, doña Catalina pronto se había casado con don Ignacio Medina, un
dirigente liberal que vive en Costa Sosa, Luque y allí se mudó.

Juan de la Cruz Gaona, padre, nació en 1887 y falleció un 11 de setiembre


de 1977 a los 90 años. Su madre era de Isla Valle y antes de conocer a Sofía,
Juan de la Cruz había viajado a Formosa, Argentina, buscando trabajo, en
una época donde en Paraguay todavía se sentía el impacto devastador de
lo que fue la guerra de la Triple Alianza. Él contó haber participado de la
construcción de la vía del tren que partió de Formosa rumbo a Salta, Ar-
gentina, según una larga y última entrevista que mantuve con él el día que
cumplió sus 90 años y meses antes de su fallecimiento. El arrastraba una
ceguera de años y pese a ésta situación, su actitud de mando y su memoria
eran admirables. A la gente le conocía por su voz.

Profesional y políticamente quien alcanzó un puesto gubernativo de alta


consideración fue Fabio Fleitas Gaona, al ser nominado por el presidente
Alfredo Stroessner como Delegado de Gobierno de Cordillera, lo que hoy
equivale a gobernador. Políticamente quien llegó a puesto de relevancia fue
Guillermo Gaona, quien por 14 años fue intendente de Areguá, desde 1975
a 1989. En las elecciones de 1988 fue candidato a senador suplente por la
ANR. Valeriano y Juan de la Cruz (h) fueron comisarios en Valle Pucú y
después en otros lugares, en tanto Rufino hizo toda su carrera en Asunción.
Los cinco policías hermanos eran muy unidos y pisaban fuerte en cualquie-
ra de las circunstancias. Tuicha omanda vaekue hikuái.

Todos ya han fallecido y el último fue Guillermo, quien hizo mucho por el
valle y por Areguá. Fue un caudillo que hablaba en guaraní con maestría,
con propiedad y lideró la modernización de la obsoleta municipalidad are-
gueña. Ciertamente habrá tenido altibajos como intendente, pero su auto-
145
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

ridad fue respetada, tanto por colorados como liberales y por la sociedad
independiente. Era un líder nato, pero cuando llegó el golpe del general
Andrés Rodríguez contra Stroessner en 1989, el golpe también le alcanzó
y se autoasiló en su casa, siendo rápidamente olvidado por quienes antes
le llenaban de elogios. Fue olvidado hasta por sus ahijados, porque antes
él era el “padrino” preferido de todos, a tal punto que llegó a tener unos 50
ahijados y era “padrino de honor” hasta para inaugurar un gallinero.

En 1996 estuve con él la última vez en su casa del barrio 8 de Setiembre.


Tenía problemas de sordera, pero no perdió nada de su carácter, salvo el
temor de que “por ahí me pillan, me agarran y me llevan preso”. Me pregun-
tó mucho sobre política porque dijo que por su problema de oído estaba
desinformado y también agradeció por la visita, quejándose de que ahora
ya se olvidaron de él. Cuando falleció doña “Negra”, su esposa, quedó más
solo aun. Luis Gaona se llama su hijo (adoptivo) quien estuvo con él hasta
el último momento y en principio ha quedado a vivir en la residencia fami-
liar de don Guillermo que -entre otras cosas- tiene una pintura grabada en
1962 donde se lee “Villa Sofía”, en honor al nombre de su madre. La pintura
es de alta calidad artística realizada por Mariol, un uruguayo que fue amigo
de la familia y visitó el lugar varias veces en aquellos lejanos años. Lastimo-
samente la pintura se está deteriorando aceleradamente.

Excepto Guillermo, todos los otros hermanos tuvieron varios hijos, incluso,
Luis, el que se suicidó, dejó tres hijos, también Valeriano, Juan de la Cruz,
Rufino y Fabio. Quien más numeroso descendiente dejó fue doña Catalina.

Un detalle interesante que mencionar es el caso de don Valeriano. El no fir-


ma como Gaona, sino como Gauna. Esto me consta porque entre sus cuatro
hijos, Jorge, Fátima y Ligia, debido a la vecindad había mucha familiaridad
entre las partes y siempre firmaban como Gauna. En tanto, el último hijo,
Juan Enrique tiene otro detalle más particular todavía; él nació en Valle
Pucú, pero a los pocos días le tocó la mudanza de toda la familia a Asun-
ción, en 1965, y capaz que no se sienta como vallepucuguá.

HUELLAS SON HUELLAS

Muchos recuerdan que los Gaona fueron muy violentos en su condición de


policías. Sin embargo ese carácter fuerte y mbaretécho, típico del paraguayo
de la época, no impidió que ellos también hayan sido apreciados y realizado
146
Así eran los Gaona

obras de gran envergadura


en Valle Pucú. En el plano
educacional tres institucio-
nes llevan el nombre de sus
padres: La escuela Juan de la
Cruz Gaona, el colegio Juan
de la Cruz Gaona y la escue-
la Sofía Orué de Gaona, en
La casa central del clan Gaona en el barrio 8 de setiembre. En
el barrio 8 de Setiembre. el fondo se aprecia la imagen de un pasiaje pintado en 1962.

Valeriano fue quien promo-


vió la creación de la Dirección de Correos, la instalación del servicio tele-
fónico en 1959 y en 1962 se encargó de iniciar la construcción del primer
colegio de Valle Pucú. Además, el funcionamiento de la comisaría de Yuqu-
yry se le debe mucho a él, igual que la construcción de la iglesia del Espiritu
Santo, en Yuquyry.

Por el lado de Guillermo, colaboró en muchos proyectos, entre ellos el


Puesto de Salud. El empedrado (ahora asfaltado) de la ruta Luque-Are-
guá-Ypacaraí fue gracias a él, como también el empedrado de nuestro valle,
que arrancó en el “desvío” y llegó hasta el barrio San Blás. Desde su posi-
ción de intendente facilitó que Valle Pucú tuviera la Junta Parroquial, que
le permitía al pueblo administrar sus propias recaudaciones impositivas.

Rufino, Fabio y Laku, fueron también colaboradores de número para la re-


construcción de la Iglesia en 1966, así como la adquisición de la Casa Pa-
rroquial y eran grandes animadores de la fiesta patronal del 24 de Setiem-
bre. El único quien se quedó a vivir en el pueblo fue Guillermo, los otros
por Asunción, en tanto, Catalina se radicó definitivamente en Costa Sosa,
aunque todos sus hijos se formaron en la escuela del valle.

FLEITAS GAONA, LA GUERRILLA Y LA REPRESIÓN

Como colorado que fue y siendo un oficial respetado en el cuadro de la


Policía de la Capital (ahora Policía Nacional), Fabio Fleitas Gaona se ganó
la confianza del entonces autoritario y poderoso ministro del Interior, Ed-
gar L. Ynsfrán, quien le nombró Delegado de Gobierno en las Cordilleras,
equivalente a gobernador en esta etapa política del país. Fue en la década de
1960. Naturalmente quien firmó el decreto respectivo fue Alfredo Stroess-
147
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

ner, quien era el último en aprobar un nombramiento político y de alta


seguridad.

A don Fabio le tocó un momento complicado de la vida política del país,


pues se desencadenó una ola de represión porque las fuerzas no colora-
das se unieron (liberales, febreristas, obreros y comunistas) para derrocar a
Stroessner. Justamente en Caacupé aparecieron columnas guerrilleras que
querían avanzar hacia Asunción y el punto culminante de una seguidilla de
acontecimientos violentos fue el asesinato del guerrillero liberal Agapito
Valiente, en la ciudad de Santa Elena. Agapito fue delatado y hallado en
la valijera de un automóvil con intenciones de escaparse hacia Argentina.
Quien abrió la valijera fue el general Patricio Colmán, un militar bruto,
quien no dudaba en ordenar el asesinato de cualquiera. Al destaparse aque-
lla valijera, el guerrillero le da un balazo al general Colmán, quien cayó he-
rido, pero sus guardias acribillaron a Valiente quien murió en el momento.
El militar murió dos años después.

Tras la caída de Stroessner, en 1991 fui a visitar a don Fabio en su casa


de Asunción. Ya estaba avanzado de edad, no quería recibir a nadie, pero
cuando me identifiqué que era de Valle Pucú y a la vez hijo de Mercedes
Rojas (que era su ahijada) él mismo se levantó a abrirme la puerta tratán-
dome con mucha deferencia. Primero conversamos sobre Valle Pucú y pre-
guntó por todos quienes se acordaba y al final me tocó tomar la delantera
porque mi intención era preguntarle sobre aquellos sucesos de la guerrilla
y la represión en las Cordilleras. En este punto fue muy escueto y redon-
deando lo que me dijo es que todo fue horrible, hubo muchos asesinatos,
cada cual defendía su posición “y aunque era yo el delegado, quien mandaba
allí era el general Colmán y el ministro Edgar L. Ynsfrán. Ellos tomaron mis
oficinas, dictaban las órdenes y mis soldados cumplían esa orden, aunque los
míos solamente tenían fusiles y los comandados por Colmán tenían armas
modernas y potentes. Ellos se encargaron de hacer todo. Yo conocía lo que
pasaba, pero quienes mandaban eran ellos. Esta fue la realidad. De mi parte
estoy tranquilo y tal vez por eso que estas comisiones de Derechos Humanos
que están empezando a mover aquel suceso, ni se acuerdan de mí”.

148
CAPÍTULO 14

El suicidio de Luis Gaona


Se disparó un balazo y el suceso sacudió a Valle Pucú

Don Luis Gaona, en una foto matrimonial con doña Serena, su esposa.

Fue un fin de semana al mediodía de 1952 que Silverio Rojas (abuelo Chi-
vé) y Luis Gaona llegaban a la casa, asada al hombro, tras una dura jornada
de limpieza en el “mandioty”. Lázaro Alvarenga y Estanislao Rojas, los otros
dos carpidores que estaban con ellos, se habían quedado en sus respectivos
domicilios. Esperando el almuerzo, Gaona le dice a mi abuelo que en la
semana siguiente no iba a venir porque tiene previsto pasar los días en la
casa de su padre, don Juan de la Cruz Gaona, en el barrio 8 de Setiembre.

Almorzó y se despidió....y nunca más volvió tal como se fue. Si volvió, fue
de la manera menos esperada, de la manera más dolorosa, de una manera
tal que todo Valle Pucú se conmocionó; volvió envuelto en un féretro hasta
la iglesia, camino al cementerio, porque don Luis Gaona, a sus 30 años, se
había suicidado. Se pegó un tiro a la altura de la garganta que lo mató in-
mediatamente, al anochecer del 14 de mayo de 1952. Se mató en la casa de
su padre donde contó a mi abuelo, que se quedaría una semana a descansar
para luego volver a carpir juntos la chacra.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

La noticia del suicidio corrió a una velocidad impresionante, como si en


aquel tiempo, hace 66 años, ya funcionase el “feisbu”. La transmisión fue
de boca a boca y la reacción fue general. En la precaria pista de baile de mi
familia se preparaba una velada escolar que fue suspendida abruptamente.
“Los niños se echaron a correr”, rememoraba el maestro Esteban Escobar y
agregó que se suspendieron las clases en los días posteriores. Esto mismo lo
recordó Mellá Núñez, que en aquel
tiempo era escuelero y años después
se casaría con Anselma, la hija de
don Luis.

El impacto emotivo fue tal, que


los que se preparaban para dormir
abandonaron sus casas y fueron a
preguntar lo que pasó. No faltaron
los temerosos que se refugiaron cre-
yendo que tal vez fue “un asesinato
político, obra de los revoluciona-
rios”.

Don Luis Zárate (1930-2017) recordaba


aquello diciendo que tenía 22 años

-“y le hacía trabajo de limpieza a don


Laku Gaona. Aquel día no me fuí,
pero apenas me enteré de lo ocurrido
salí corriendo para ver lo que pasó Don Luis Gaona con traje y sombrero.
en la casa del patrón”. Dionisia Ol-
medo (1926-2017) abonó el comen-
tario asegurando que “nunca viví un día como ese”. Hermógenes Bareiro
(1926) subrayó: “lo que pasa es que en esos tiempos la gente se apreciaba más
y cualquier cosa que sucedía a alguien impactaba mucho. Yo también estuve
en el lugar y participé en el velorio”.

En tanto, la casa de los Gaona con su enorme patio se llenaba de gente que
también venían de los pueblos vecinos de Yuquyty y Costa Sosa, porque en
esta comunidad luqueña don Luis había formado familia casándose con
doña Serena de Gaona y tenía la vivienda en Costa Sosa. En ese entonces
ya habían nacido dos hijos y doña Serena estaba embarazada de seis me-
150
El suicidio de Luis Gaona

ses para el tercer retoño que nació en


agosto de 1952.

Tal vez no era la primera vez que en Va-


lle Pucú fallecía trágicamente una per-
sona, pero la conmoción alcanzó nivel
de estupor, porque en ese entonces la
familia Gaona estaba en su apogeo. Ellos
eran los que mandaban en el pueblo, se
vivía de acuerdo al camino que señala-
ban. Quien se autoeliminó no era una
persona cualquiera, sino el hijo de Laku
Gaona, caudillo colorado. Además tenía
como hermanos a nada menos que cin-
co comisarios, Fabio, Valeriano, Juan de
la Cruz (h), Guillermo y Rufino Gaona.
De entre todos los hermanos, la única
mujer, doña Catalina, era la que no se
metía en nada, más que cuidar a sus nu- Anselma Gaona, la hija de don Luis.
merosos hijos.

PROBABLES CAUSAS DEL SUICIDIO

El cuerpo de don Luis ya estaba envuelto en sábana. No habían dudas, nadie


lo mató, nadie atentó contra su vida: él mismo accionó el arma que de un solo
tiro lo llevó al otro mundo. Nerviosos e impotentes sus hermanos analizaban
el caso ante la posibilidad de un crimen político, porque en ese entonces co-
lorados, liberales y comunistas eran contrarios de lo último. En medio de la
situación caótica aparece la figura de don Marciano Orué, que era hermano de
doña Sofía, la mamá del fallecido. El, en tono calmado reunió a sus sobrinos y
les dijo: -“Oikóma la oikovaera ha ña organizákatu la velorio”.

Un desconsolado Juan de la Cruz Gaona (Padre), relatando lo sucedido con


Luis me dijo una vez (fue en 1975): “Che nahaarói ichugui mba´eve ivaía,
pero ojapo, ha tuicha che golpeavaekue”. Cuando le pregunté cómo reaccio-
nó al ver tanta gente en la calle curioseando, en actitud de consuelo indicó
que “la Vallepucuguá ohaihu vaekue la Luis-pe”.

Más de 88 años ya tenía cuando me entrevisté con Juan de la Cruz sobre ese
151
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

tema y noté que el paso de los años nunca borró de su mente aquel episodio,
por lo que dejé de lado la intención de preguntarle sobre el motivo del suicidio.
Tampoco ninguno de sus hermanos quisieron hablar de la causa de la autoeli-
minación a pesar de que en muchos encuentros les había requerido. La que sí
habló fue Anselma, hija de don Luis, pero desde una perspectiva muy especial
porque ella tenía solo 2 años cuando falleció su papá. “Yo no le conocí a papá,
en todo caso era muy chiquitita, tenía dos años cuando él se mató, según contó mi
mamá”. Y agregó: “todo lo que se es lo que llegué a conversar con mi madre y es
cuestión de imaginar nomás lo triste que estoy cada vez que me acuerdo, porque
no es fácil crecer en la vida sin papá a tu lado”.

Anselma, que se casó con Meliano Núñez (Mellá) y vive en Valle Pucú,
tiene guardada celosamente la foto de su padre con su mamá, el día que
se casaron e indicó que don Luis dejó tres hijos, ella, la mayor y el último
nació tres meses después del suicidio. “Papá se mató el 14 de mayo de 1952
y mi mamá estaba embarazada de seis meses. Mi hermano nació en agosto”.

Las personas de la época han comentado las posibles causas, señalando que
don Luis vivía algo marginado en la familia porque cinco de sus hermanos
varones eran policías, tenían sueldos y él se negó a vestir el uniforme por lo
que no tenía salario. Nunca quiso ser policía y era algo bohemio. Entonces
andaba con la gente por la capuera ayudando, trabajando y no cobrando.
Era una persona más bien servicial, pero él se daba cuenta que no era queri-
do totalmente por su familia, testimonian muchos de los que le conocieron.

Algunos también trataron de incluir un tema amoroso en la fulminante


decisión que tomó, pero esto pareció ser que fue una simple especulación,
pero es don Ernesto Bareiro, líder colorado y pastor evangélico, quien tiene
una postura más clara al respecto. A su entender, don Luis Gaona se suicidó
porque en verdad se sentía marginado por la familia y no solo porque se
negó a ser policía, precisamente, sino también por una cuestión política.

Recordó que en aquella época de turbulencia política en todo el Paraguay


por el tema de la revolución de 1947, no solo hubo peleas entre liberales y
colorados, sino que también se metieron los comunistas. Al respecto, Valle
Pucú era un lugar muy abonado y cuentan que don Luis participaba de las
reuniones que los comunistas realizaban en los vecinos y su postura era
totalmente contraria a sus hermanos quienes justamente encabezaban la
represión contra los comunistas.
152
CAPÍTULO 15

Kamión Kamby
Cuando Valle Pucú abastecía de leche a Asunción,
matizadas con reideras escenas de un mercado ambulante
protagonizadas por graciosas mujeres.

Una foto histórica del Kamión Kamby, tomada en 1963, en la parada, ubicada donde ahora está
el semáforo. El micro era conocido como “Amorcito”, la primera mujer a la derecha es Gertrudis
Leguizamón, en ese entonces con 18 años. El guarda era Evergito Aguilera. También se ven a
los burros y burreros transportadores de leche y los tarros que pronto serán llevados a Asunción.

Mientras arriba en el portabulto del kamión se iban colocando paciente-


mente por lo menos 100 tarros cargados de leche, adentro del kamión se
armaba un enorme laberinto porque Ña Justa Ramírez anotó mal la canti-
dad de leche que su proveedor le entregó. También se escucha el plagueo de
Ña Lolí Aguilera porque se olvidó de su litro, o la queja de Ña Antonia de
Alvarenga porque no le dejan comer tranquila su milanesa que compró de
Ña Teófila Fretes de Cabrera.

En el corazón katu había un palpitar de esperanza y con un “en el Nom-


bre del Padre....y nde rérape Tupasy Las Mercedes” se ponía en marcha el
viaje rumbeando hacia Asunción, hacia el gran mercado. Escenas como
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

las relatadas y otras particularísi-


mas formaban parte del histórico
Kamión Kamby de Valle Pucú, que
entre las 7 y las 8 de la mañana co-
menzaba la larga jornada de trabajo
transportando, de una vez, a unas
40 kambyreras que llevaban por lo
menos 2 mil litros de leche a Asun-
ción en tarros de 5, 10 y 20 litros
para repartir a los marchantes de la
capital. En esa época no había leche
en sachets y hasta las familias adi-
Doña Leonidas Pereira, 95 años, una de las pri- neradas se surtían del vakakamby
meras “kambyreras” de Valle Pucú.
ofrecidas al menudeo en la calle por
las kambyreras.

Era un trabajo de todos los días. Por eso el Kamión Kamby es un caso úni-
co, porque no solo representaba el viaje a la capital para vender leche, sino
que al mismo tiempo representaba toda una estructura con consecuencias
económicas y sociales de profundas raíces dentro de una comunidad. La
actividad laboral, matizada con reideras anécdotas, pudo mantenerse con
todo su esplendor por lo menos durante 30 años, para luego ir cediendo
poco a poco cuando llegó la industrialización del producto lácteo y se pro-
dujo un cambio en la sociedad de consumo.

Hasta hoy siguen habiendo personas dedicadas a vender leche en nues-


tro valle y llevan todavía a Asunción, pero ya no masivamente ni iguales a
aquellos tiempos donde los propios protagonistas daban vida con esa gracia
particular que las señoras de antes tenían ya sea con sus problemas, con sus
cuchicheos, pero sobre todo con esa fortaleza de trabajo y sacrificio incom-
parables. Revivir tres décadas de historia, no basta en un resumen de pocas
líneas, pero como las escenas son repetitivas es posible hacer un formato
para recrear todo aquello que sucedió entre las décadas de 1950, 60 y 70.

Este escrito no es una ficción, no es un invento y todas las personas citadas


con nombre y apellido son reales. Han vivido y formado parte de la historia
del Kamión Kamby, aunque muchas de ellas han fallecido, y los que aún
viven, ya superan los 80 años y otras llegaron a los 90 años y a todas las
recuerdo con reverencia.
154
Kamión Kamby

La parada del Kamión Kamby estaba ubicada en el lugar conocido como


“desvío”, o la bocacalle que permite tomar rumbo hacia Luque-Asunción.
Allí está hoy el semáforo. La calle era de tierra y significaba otro problema
que se tenía que sortear con mucha paciencia. Esperando la hora de partida
se sucedían simpáticas escenas como cuando el chofer avisa: “Hay que salir,
ya son las 8”. Por ahí cerca lo escucha Ña Rita Aguilera y picarescamente
le responde; “No te apures morenito”. Y lo decía mientras acomodaba su
nako del que casi nunca se desprendía, pese a aparentar otra cosa porque
ella utilizaba polvo “Maja”, máximo maquillaje de la época y tenía la cara de
señorita chururú.

El colectivo tampoco podía salir de-


bido a que también faltaba que llega-
ra Ña Pablina Ojeda, que se demoró
un tanto porque su burro “iko´evai”,
no quería trabajar y a pasos forza-
dos se desplazaba con los 80 litros
de leche que traía desde el pueblo de
Costa Fleitas, pasando por Yuquyty.
Eso tenía que distribuir a varios de
sus clientes, entre ellas Ña Fideli-
na Benítez, Leonida Pereira, Ysidra
Ojeda, Sixta Cabrera o Ña Vicenta
de Cabrera. Sin esa carga era imposi-
ble arrancar y la espera -por más que
desespera- se tenía que aguantar.
Don Florentino Prieto con doña Alejandra Es-
pínola, su esposa. El famoso “Don Prieto” fue
No lejos, Neneco Núñez (tendría 15
el precursor del Kamión Kamby.
años), miraba y se reía “sobradora-
mente”. Estaba mironeando encima de
su burro, porque aquel día se adelantó a todos y había terminado de repar-
tir el producto lácteo que todas las mañanas traía de Caacupemí, distante
a unos tres kilómetros. El amaneció muy guapo, ni podía cerrar la boca de
tanta alegría porque aquel día estrenaba un champión chino nuevo que su
mamá, Adela Aguilera, le había regalado.

Cuando arranca el kamión se escuchan los gritos de Ña Mercedes Medi-


na, con un “chera´aróke”. Ella -había sido- mandó a alzar su tarro, pero se
olvidó de su cartera, donde guardaba su dinero, su libretita y también su
155
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Doña Mercedes Medina. Doña Fidelina Benítez.

Santo Rosario, y tuvo que volver a la casa para traer. En el apuro se tropezó
y soltó su sandalia, pero por suerte tenía una alpargata de reserva con lo
que solucionó su problema, aunque se molestó bastante porque todos se
reían de ella.

Pero había más. Ña Optaciana, cuya casa está a metros de la parada, se


estaba poniendo polvo y colorete en lo de su hermana, doña Feliciana. Ella
pues era pituka, elegante y el hecho de que le esperaba una larga jornada
con tarro en mano, no era motivo para estar desarreglada. Le encantaba los
piropos, además era una señora muy linda.

Por fin se ordenó la salida del kamión rumbo a Luque-Asunción. Iba al


tope, con carga y pasajeros. Pero solo irá un kilómetro, hasta Costa Sosa,
donde se encontraba el feudo de la familia Leguizamón. Allí esperaban Ña
Eloisa, con su concuñada Fidelina y cada una con sus numerosas hijas, yer-
nos, ahijadas, nietas y demás. Era la segunda parada obligatoria y aparecen
los mismos casos: Que la leche del tarro de 10 litros tiene que agregarse al de
20 litros que todavía no se llenó; que la vaca de la mamá de Neneco Echeverry
“okambupa” y están buscando completar el litraje en el vecino; que Antonia
Leguizamón se atrasó y todavía no sacó la tortilla ni la mandioca para llevar.

También se presentó una situación inesperada, puesto que don José León
156
Kamión Kamby

Leguizamón quería viajar, ya se vistió todo, con zapato Charol bien lustra-
do, pero justo cuando se disponía a subir al kamión le avisaron que su vaca
rompió la estaca y entró en el tacuare´endy de su hermano Ricardo, por lo
que tuvo que suspender el viaje.

Bueno, don José León quedó plagueándose y los guardas, que suelen variar
mucho de personajes, dan la orden de partida y todo irá normal hasta la
lomada de 3 de Mayo. Allí Ña Ota de Giménez tenía por lo menos 80 litros
de leche distribuidos en diferentes tarros. Al llegar, Ña Lolí Aguilera lanza
un pirópo de lo más picante: “Rechedespedímapa ne ménagui”. Ña Ota da la
vuelta y le responde: “ha upéapiko ne problema”. En ese momento llega don
Libó Giménez, muy letrado él, y le da un beso en la mejilla a Ña Ota con un
“ejeporta poráke”, y la carcajada desde el colectivo no se hizo esperar.

El vehículo arranca, pero queda unos metros adelante en lo de Ña Che´ama


de Torres. Allí aguardaban más de 100 litros de leche distribuidos en por lo
menos 10 tarros. “Nda ijavéima”, le advierte el guarda a los gritos. “Re´úma
hína”, responde ella con cara de enojada y haciendo señas con la mano.
Obligadamente se la tuvo que hacer espacios, tenían que moverse las cargas
que estaban arriba, las que estaban adentro y lo cierto y concreto es que Ña
Che´áma tenía que viajar. Imagínense si la dejaban clavada con sus más
de100 litros de leche.

El desplazamiento era lento porque doña Gertrudis Leguizamón se había casa-


do con José, el hijo de Libó Giménez, y mudado en Ycuá Duré. Ella también se
convirtió en “empresaria de leche” y estaba esperando con sus tarros para subir;
pero no todo termina aquí, pues faltaba alzarle a Ña Luisa Hu, en Nacional´i y
la señora sube con un ejército de tarros y no importaba zapato ajeno. Lo cierto
y concreto es que tenía que subir y que aguante a quien se le pisaba.

Ya se estaba a casi las 9 de la mañana. Para aquellos quienes se levantaron a


las 4 de la madrugada para el ordeñe, hacían cinco horas que tenían la leche
cruda en el tarro con alto riesgo de cuajarse por el calor. Pero aunque haya
plagueo, todos tenían que viajar y aquella vez por fin se tomó rumbo hacia
Asunción. Cuando se llega a Luque, Ña Matilde Miranda le dice al chofer,
“emombytamí ápe”, y el vehículo se queda frente a la dulcería de don Raúl
Riquelme, aquel arquero de Sportivo Luqueño campeón de 1953. Había
sido, Ña Matilde tenía que cargar 5 litros de miel (eira hú) y dulce de maní
que ella vendía por Asunción.
157
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Al llegar al mercado de Luque, el gran epicentro del comercio de antes, mu-


chos de los pasajeros se bajan, dan un respiro a las kambyreras y después se
rumbea hacia la capital más relajado, con menos gente. Era el momento en
que cada uno sacaba la matula y empezaba el tambosa.

Ña Teófila Fretes de Cabrera era la mayor proveedora. Tortilla, milanesa,


pastel (todavía no se le decía empanada, como ahora), mandioca, yperova
(comida que sobró a la noche)...hasta kamby arró o kaguychy como postre.
Había de todo, era un festín culinario y en medio de ello el chusmerío y
las interminables carcajadas. Aipo estrés ni se conocía todavía y si alguien
hubiese tenido esta enfermedad, viajando en el Kamión Kamby de seguro
se curaba. No había cosa que no se sabía y de quien no se hablaba, y pobre
del que se pichaba. Era un aivu de aquellos en un mercado ambulante en
pleno viaje de trabajo.

De repente del techo gotea algo blanco. “Máva tárropa la hevi jekáva”, avisa
el chofer. El guarda sube, revisa y encuentra que era de fulana y que la le-
che se estaba derramando. “Pya´éke la cebodevela” se ordena, y como éste
accidente estaba en la lista de riesgos de todos los días, cada uno tenía pre-
parado su cebo de tataindy y muchos sique llevaban luego su santorataindy,
para mejor suerte. Otros llevaban araity, una cera “fabricada” por avispas.
Con estos elementos se taponaban el tarro averiado y el viaje continuaba.

La consumición del “tambosa” se tenía que terminar antes de llegar a Ma-


dame Lynch, porque allí estaba el último riesgo antes de bajar y empezar
la larga distribución de leche casa por casa. Ese riesgo era que en Mada-
me Lynch generalmente estaba la denominada “Química”, que no era otra
cosa sino inspectores de la Municipalidad de Asunción o del Ministerio de
Industria y Comercio, quienes controlaban la graduación de la leche para
evitar que sean vendidas aguadas, porque había quienes le agregaban agua
“para rendir más”.

Una vez superado éste tramo se llega a Asunción. El vehículo iba por la
avenida San Martín y gira por Mariscal López hasta la parada en el barrio
Sajonia, pero por el camino cada uno bajaba en la dirección donde tiene
sus clientes. El chusmerío y el festín culinario habían terminado y se daba
inicio a una larga caminata, tarro en mano para vender dos litros aquí, un
litro por allí, cinco litros si es que algún afortunado tenía como marchante
un bar y así sucesivamente. Algunas llevaban “secres”, otras solas, y cuando
158
Kamión Kamby

iban solas dejaban sus tarros más pesados, de 20 litros, en una parte y con
dos de 5 litros empezaban la distribución. Aquellos tarros nadie los tocaba
o si hubo algún robo, era lo menos. A las lechereras se les apreciaba y se les
respetaba y si por ahí había algún albañil, este ayudaba o cuidaba la merca-
dería. El reparto duraba horas en medio del sol o la lluvia, frío o calor, no
habían domingos ni feriados y todo era a pie.

En el portón de la casa esperaban, cacerola en mano, las “muchachas”, hoy


le dicen “empleada doméstica”. En otras ocasiones eran las mismas “patro-
nas” quienes esperaban y algunas eran conversadoras y se perdía tiempo
más de lo debido, porque tampoco era aconsejable no ser amable con la
marchante. De lo contrario se pierde el cliente.

La venta no todo era en efectivo. Se tenía que disponer de la libretita para


los apuntes y a algunas les costaba anotar, ya sea porque no veía bien o
porque no se fue a la escuela, o en todo caso mojaban con sus salivas el
lápiz de carbón para que pintara más negro al momento de escribir la
cuenta. Algunos clientes pagaban a la semana y otros al mes. Era como
cualquier negocio, tenía su lado y por ahí han quedado también algunas
deudas impagas.

DIGNO DE UNA PELÍCULA

La historia del Kamión Kamby de Valle Pucú es digna de una película por
su impresionante riqueza anecdótica vivida a lo Paraguay. Es la historia de
una época no tan lejana, pero sacrificada de nuestras madres, de nuestras
abuelas. Pero sobre todo es el retrato de un trabajo, de la laboriosidad de
una generación de mujeres que supo abrir caminos cuando la actividad
económica del país estaba sin poder ofrecer mejores alternativas.

Cuánta familia vendiendo leche, tuvo que hacer frente a la necesidad de la


casa cuando no existían empleos, cuando vivir para comer significaba tener
chacra, cultivar mandioca, maíz, poroto, manteca, algo de tabaco y caña de
azúcar. Nada de supermercado, plata no había y se tenían dos alternativas
para ganarse unos guaraníes: romper coco y vender en los almacenes o de-
dicarse a criar vacas y vender leche. Muchos de los que hoy son profesio-
nales, tuvieron que financiar sus estudios con esa ganancia que producía
la venta de leche. Era la vida económica de un pueblo con derivaciones
multiplicadoras.
159
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Aunque resulte extraño, el negocio de la leche no se produjo por iniciativa


de la alta ganadería, de un gran tambo, ni nada por el estilo. Fue producto
de la idea de un camionero. Ese fue don Florentino Prieto, más conocido
como “Don Prieto” (1916-1973). Este señor es oriundo de San José de los
Arroyos y trabajaba en la azucarera de Tebicuary donde aprendió a ser cho-
fer. Luego se vino para Luque, donde se casó con doña Alejandra Espínola.
De este matrimonio nacieron siete hijos, Francisco, Ana María, Gregorio,
Justo Ramón, María Estela, Esperanza del Pilar y Mario Daniel. También
tuvo una hija fuera del matrimonio, con doña China Fretes. La hija se llama
Liduvina Fretes.

Don Prieto era un hombre de mundo y aunque la guerra del Chaco lo tomó
muy joven (16 años), por cuya consecuencia no fue alistado al ejército,
supo relacionarse con mucha gente, con muchos “chacoré” y fue así que
consiguió para su Kamión. Era un vehículo del Ejército, con doble tracción,
potente y utilizaba nafta. Ese kamión le sirvió para trabajar y así venía por
Valle Pucú a transportar ladrillos. En sus varios viajes vio que las señoras
que vendían leche caminaban hasta Luque o se iban a Yuquyry para tomar
el tren que les llevaría a Asunción. Entonces se le ocurrió encarrozar su
kamión y habló con las kambyreras diciéndoles que él les podía llevar hasta
la capital y fue así que allá por 1946 Valle Pucú empezó a tener transporte
público de pasajeros, con preeminencia de transportar a las kambyreras,
que al fin y al postre eran los pasajeros más numerosos.

La carrocería era de madera, con asiento de madera (al final eran bancos),
solo tenía techo y sus ventanillas de tela (sin vidrio). Era rudimentario,
pero para la época ya daba, casi casi un lujo. Realizaba dos viajes por día
a Asunción, sin imaginarse jamás que aquella iniciativa iba a formar parte
de la historia de Valle Pucú. El camino a Luque era feísimo y fue por esto
mismo que se recuerda con gratitud a Don Prieto, porque para pasar los
tramos difíciles, él llevaba tablones y nadie más que éste atrevido chofer
podía desafiar los esteros y barrancos. Nunca lo detuvo una lluvia y tenía
un eficaz y vaqueano guarda, como era don Zoilo Pérez, quien con pala
rellenaba las zanjas para pisar las ruedas.

LA MUERTE DE ATILO

El Kamión Kamby fue creciendo y aumentando la cantidad de lechereras


y unos años más adelante, cuando el vehículo de Don Prieto no funcio-
160
Kamión Kamby

naba, aparecía un kamión suplente al que pintorescamente se le llamaba


“Amorsito”. En realidad lo que a Don Prieto le llevó a dejar el trabajo fue
un inesperado accidente fatal que protagonizó en 1959. En aquella ocasión,
luego de regresar de Asunción, empezaba a transportar ladrillos y como su
desplazamiento era lento, también era la diversión de los chicos que corrían
tras el novedoso vehículo.

En un momento dado uno de ellos, Atilo Roa, hijo de doña Benita Roa, se
toma de la estribera justo cuando el kamión doblaba en una curva y Atilo
fue apretado por un árbol causándole la muerte. Ocurrió en el barrio Del
Carmen, frente a la casa de don Eladio Servín y don Alejandro Villalba, el
otro que corría con Atilo detrás del kamión, recuerda que cuando iban a
la escuela era costumbre subirse al vehículo de Don Prieto y vio cómo ac-
cidentalmente pasó lo que pasó al joven quinceañero. Este hecho produjo
una gran tristeza al dueño del Kamión, quien poco después puso fin a su
actividad de transportista.

De todas formas el Kamión Kamby siguió su curso. Después llegó don Papi
Herrera, con dos camiones marca Bebford. Uno de ellos era Ñato y tenía
bocinas de aire que por las madrugadas despertaba a todo el mundo. Uno
de sus guardas era Evergito Aguilera.

Allá por 1965 aparecieron otros tipos de vehículos hasta que el trayecto fue
tomado por la línea 28, Luque. Don Santiago González se compraba ca-
miones marca Volvo N85 y estrenaba con las kambyreras. Luego su sobrino
Papi Alfonso hizo lo mismo, por varios años. Papi Garcete, Irala, Lovera,
Dionisio Cabrera, Bartolo Ynsfrán y varios más conformaban la función de
chofer y guarda, hasta que a mitad de la década de 1970, cuando se cons-
truyó el empedrado Luque-Areguá-Ypacaraí, se terminó la exclusividad del
kamión kamby. Muchos se hicieron de transportes propios. El que por años
repartió leche a pie, fue don Nene Gallagher. Fue un meritorio trabajador
del ramo hasta hace pocos años.

LAS CANASTERAS

A la par de las kambyreras también surgieron las canasteras. Estas no tenían


horario fijo, pero eran muchísimas. La mayoría se iba con sus ajaka hasta
Luque y en el mercado de surtían de carne, verduras, mandiocas, mante-
cas, porotos, etc. Allí abordaban los vehículos que iban a Asunción y reco-
161
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Doña Mercedes Zárate de Coronel, canastera. Doña Agustina Jara, también canastera.

rrían las calles ofreciendo sus produc-


tos.

Ña Agustina Jara, Nicasia Alvaren-


ga, Mercedes Zárate, Concepción de
Núñez y varias mujeres más, forma-
ban ese grupo. Doña Concepción, por
ejemplo, llevaba carne que ella misma
generaba y su cliente más famoso era
nada menos que Gustavo Saba, el hasta
ahora poderoso empresario, quien se
había casado con Mirtha Rodríguez,
una de las hijas del general Andrés Ro-
dríguez. Doña Concepción de Núñez, vendedora de carne.

Doña Vicenta Cortázar de Benítez llevaba leche y flores, doña Nena Yns-
frán de Cortázar llevaba cigarros po´i y cigarros poguasu. También leche.
Doña Lujeña de Bareiro igualmente ofrecía leche y flores y así las mujeres
de aquella época, trabajadoras todas ellas, mantenían activa la economía de
los hogares de Valle Pucú.

162
CAPÍTULO 16

Los 65 chacoré
Tres Vallepucuguá fallecieron en combate en la guerra del
Chaco y 62 regresaron con vida

Al amanecer de un día jueves de 1932,


la temida “comisión de reclutamiento”
actuó de sorpresa y prácticamente en
su cama detuvo a cuatro jovenzuelos
de Valle Pucú a quienes les obliga ir
a combatir en el Chaco, en la guerra Don Rafael Castillo fue uno de los tres valle-
contra Bolivia que ya había estallado. pucugua que falleció en la guerra del Chaco.
Aquí en una foto histórica con su esposa Justa
Ellos eran dos hermanos, de dos fami- Ramírez.
lias vecinas: Purificación Alvarenga y
Lázaro Alvarenga, por un lado, y Ge-
naro Núñez y Segundo Núñez, por otro
lado.

El pedido de súplicas para que les vuel-


van a liberar no se hizo esperar, pero
no había caso. La orden debía ser cum-
plida y los “agarrados” tenían que alis-
tarse al ejército paraguayo en campaña
contra el enemigo boliviano, tan pronto
como sea posible. Al final, tanta súplica
de madre tuvo su efecto y la “comisión”
acepta aplazar por 24 horas el viaje de
los reclutados a Asunción para que tu-
vieran tiempo de preparar sus cosas, se
despidieran de la familia y luego mar-
charse, tal vez para nunca más volver,
porque la guerra es la guerra. Pero el
permiso estaba condicionado a que los Miguel Olmedo, Rufino Franco y Vicente Ur-
bieta. Ellos fueron a pelear en el Chaco.
“detenidos” debían permanecer a la
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

vista de los integrantes de la “comisión” para evitar que se escaparan.

Todo Valle Pucú se enteró del caso que afectó a las familias Alvarenga y
Núñez. La solidaridad transformada en llanto fue unánime, pero la visita
masiva eran de señoras, niños y ancianos. Los varones “desaparecieron” por
temor a ser reclutados. En esa época el club 24 de Setiembre ya tenía cons-
truida su hermosa cancha de fútbol y a alguien se le ocurrió organizar, en
esa cancha, una despedida a los cuatro jóvenes que iban a marcharse a la
guerra, en el lejano Chaco paraguayo.

Llegada la noche de ese mismo día jueves, doña Natividad Coronel de Al-
varenga lleva a sus hijos Lázaro y Purificación, en tanto doña Amalia Agui-
lera le lleva a Genaro y Segundo, siempre bajo la cuidadosa mirada de los
integrantes de la “comisión”. La comitiva sale de frente a la iglesia Virgen de
las Mercedes y todos llegan a la cancha llorando. Al rato se inicia el desfile
de despedida acompañado de unas 60 personas portando luces de lampiun,
que funcionaban a base de kerosén. También se prendían mbocaya tapekue
y otros tenían en mano vela encendida mientras se rezaba el Santo Rosario.

Cinco vueltas hicieron por la cancha en coincidencia con los 5 misterios


del Santo Rosario. Durante todo el rezo doña Natividad y doña Amalia no
pararon de llorar, porque tenían miedo de que no volvieran a ver a sus hijos
que en ese entonces ni llegaban a los 18 años. En tanto, don Juan José, el
padre de los hermanos Alvarenga, subió a la torre de la iglesia y como vie-
jo campanero que era, tocaba las dos campanas continuadamente dándole
una sentida emoción a lo que sucedía con los cuatro reclutados.

Pero para sorpresa de todos, al terminar el rezo en la cancha, la “comisión”


cambia de opinión y resueltamente decide no cumplir las 24 horas de plazo
prometido e inmediatamente emprende el viaje con Lázaro, Purificación,
Segundo y Genaro, diciendo que deben llegar a Asunción al amanecer, para
luego tomar el barco rumbo al Chaco. Y esta vez la súplica de madre ya no
sirvió.

“MI PAPÁ ESTA EN LA PIEZA”

La guerra del Chaco (1932-1935) movilizó a una interesante como nume-


rosa camada de jóvenes de Valle Pucú. En total 65 personas estuvieron in-
volucrados en el operativo y muchos querían irse de cualquier forma, como
164
Los 65 chacoré

Ramiro Cabrera, conocido


posteriormente como Karai
Cabrera. Él tenía 16 años, se
ofreció como soldado y le re-
chazaron porque era muy jo-
ven. Luego se reveló y volvió
a irse hasta que le tomaron
como fusilero.

Pero fueron más los que no


querían irse a la guerra. Cada
uno habrá tenido su motivo,
pero sin dudas la falta de ins-
trucción, la edad, ese miedo
natural de combatir, dejar a
la familia, a la novia y el inse-
guro destino de vivir o morir,
pesó bastante. Además, no
era tan lejano al desastre na- Don Genaro Nuñez, excombatiente.
cional que causó la anterior
guerra, la del 70, la del Maris-
cal López y había miedo. Es por ello que para esta nueva contienda bélica,
esta vez con el vecino Bolivia, muchos se escondían cuando la “comisión de
reclutamiento” aparecía por sorpresa.

El escondite preferido se llamaba “Tuka”, que en definitivas era una sanja


construida a mano “secretamente” en los inmensos bosques que habían en
todos los alrededores al solo efecto de no hacerse encontrar y evitar la gue-
rra. Los dos hermanos Alvarenga y los dos hermanos Núñez, por ejemplo,
no es que vivían cómodamente y por ahí le pescaron. No, ellos estaban
escondidos por el “arroyo kaaguy”, por la chacra en algún Tuka o en sitios
seguros para evitar ser tomados, hasta que finalmente “cayeron”.

Hay otras anécdotas curiosas que surgieron sobre el reclutamiento para la


guerra. Está el caso de Sotero Alvarenga, que dos veces se salvó tirándo-
se en un impenetrable “pynoty”, que todos saben que pica y pica. Pero él
aguantaba hasta que los de la comisión desaparecían, pero en una tercera
ocasión se lo pilló. También está el caso de Eulogio Alvarenga, quien se
escondía en un tatakua dentro de una bolsa. Cada vez que los reclutadores
165
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

llegaban a la casa nunca encontraron a Eulogio, pero un día a uno le intere-


só la llamativa bolsa que estaba en el tatakua y preguntando a sus familiares
le respondían que era bolsa de banana. Pero otro atrevido integrante de la
“comisión” revisó la bolsa, estiró para afuera y encontró que adentro estaba
envuelto don Eulogio. “Iporaité piko la nde pakova señora”, dicen que le
dijeron a la mamá que ya empezaba a llorar.

Don Timoteo Cortázar cuenta que él tenía 10 años en tiempos de la gue-


rra, y llevaba provistas a los familiares y vecinos que se escondían por los
bosques evitando ser agarrados. Uno de sus hermanos, Miguel Cortázar,
se alistó al ejército, pero don “Chimó” no se fue a la guerra porque todavía
era niño.

El caso trágico sucedió y afectó a Francisco Agüero, que era hermano de


don Calí Agüero, el papá de Claudelino Agüero, el presidente del “24”. Se-
gún cuentan, don Francisco pasaba mucho tiempo escondido en el “arroyo
kaaguy”. Un día llega a la casa del hermano porque en medio del inhóspito
lugar donde se refugiaba, los piques (Tumbusu) entraron en su pie y pidió
que se les quitara. De repente le avisan que miembros de la “comisión” esta-
ban llegando y empezó a correr hasta su escondite. Llegó la noche al tiempo
de iniciarse una interminable lluvia, Francisco se mojó por completo y la
herida de su “turendague” se infectó. Al amanecer pidió socorro pero ya era
tarde. Le agarró tétano y para la tarde ya había fallecido.

Don Juan´i Orué, que luego se convirtió en el más grande arquero que tuvo
el club 24 de Setiembre, se escondió en un Tuka y le sucedió algo muy cu-
rioso. El ni sabía leer, pero en su escondite le llevaban la Biblia que él ojeaba
y ojeaba. Cuando finalizó la guerra él salió sabiendo leer y predicando la
Biblia.

Pintoresco también fue lo que pasó con José Lino Villamayor. En realidad
este señor nació en Isla Valle y falleció en Caacupemí, pero casi 30 años
vivió por Valle Pucú, tiempo en el que tuvo 8 hijos y la guerra le tomó
estando en pareja con doña Victorina Núñez, por eso se le incluye como
vallepucuguá.

Pues bien, Jose Lino era violinista y cuando fue reclutado le preguntaron
qué sabía hacer, “soy violinista”, contestó. Entonces le dieron la misión de
instalarse como músico en Puerto Sajonia, allí desde donde partían los bar-
166
Los 65 chacoré

cos para el Chaco. Dicen que con otros colegas músicos tenía la misión de
ejecutar polkas kyre´y y marchas patrióticas para animar a los soldados y
tal tarea lo cumplió durante tres años sin que él pudiera ir nunca al frente
de batalla.

Don Pa´icho Ynsfrán fue un caso muy especial. Él era hijo de don Luis
Ynsfrán, uno de los que fundó el 24 de Setiembre (pero no fue reconocido y
llevaba el apellido Falcón). Fue a la guerra y cayó prisionero, estaba herido
tras una infernal batalla poco antes de finalizar la contienda. Le llevaron a
Bolivia donde se le curó en un hospital. Tiempo después, en medio de un
intercambio de prisioneros volvió al Paraguay y, naturalmente a Valle Pucú.
Luego formó familia en Yuquyry, pero lo anecdótico es que pese a haber
estado prisionero de los bolivianos, él nunca figuró en la planilla de pagos
de los excombatientes de la guerra del Chaco.

Hay también otro caso muy simpático que le sucedió a Francisco Olmedo,
que vivía frente a la iglesia. El siempre instruyó a sus hijas pequeñas que
cuando llegaban los de la “comisión” les dijera que el papá no está en casa.
Es que Francisco no quería ir a la guerra. Un día llegan los reclutadores y
preguntaron por el papá. Allí salen Dionisia Olmedo y su hermana Aurelia
Olmedo a responder que “nadie estaba en casa”. Los hombres se dispusie-
ron a salir cuando en la calle le encuentran llegar a René, la hija mayor de
don Francisco y como ella no sabía nada, fue interrogada si dónde estaba
su papá y doña René inocentona les responde: “mi papá está en la pieza”.
Los reclutadores entran en la pieza y encuentran a don Francisco escondido
detrás de la puerta. Tras algunas discusiones finalmente le llevaron a Fran-
cisco Olmedo a Asunción, pero él no se fue a la guerra porque era tuerto.
Entonces le dieron la misión de peluquero de los soldados acantonados en
la capital.

Don Jaime Castillo fue reclutado, pero quedó en Asunción, porque como
era carpintero le dieron la misión de trabajar en una funeraria, donde se
hacían los cajones fúnebres para los combatientes fallecidos.

LOS TRES FALLECIDOS

De los 65 vallepucuguá involucrados en la guerra del Chaco, tres fallecie-


ron: Rafael Castillo, Albino Zárate y Angel Orué, en tanto, el resto regresó
a casa a salvo, aunque hubo muchos heridos. Uno de ellos, Pa´icho Yns-
167
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

frán quedó prisionero en Bolivia, pero después regresó. Don Luis Zárate
(1930-2017) recuerda que sus padres le habían contado que nunca tuvieron
noticias del resto de Albino Zárate, cuyo cuerpo quedó en los cañadones
chaqueños. Igual ocurrió con Angel Orué, que era hermano mayor de José
H. Orué, Avelino Orué y Lalito Castillo.

El caso más emblemático fue el de Rafael Castillo (1893-1935), una persona


bien posicionada en Valle Pucú y entre otras cosas era uno de los mayor-
domos de la iglesia Virgen de las Mercedes. Era hermano de Jaime, Silvio,
Eloy, Luisa y doña Andresa. Estaba casado con doña Justa Ramírez, incluso,
ya tenía cuatro hijos: Salvador (Chaló), Antolín, Julio y Ña Lela. Otros dos
hijos suyos fallecieron cuando eran niños.

Se cuenta que Rafael Castillo ya tenía 42 años cuando fue reclutado a finales
de 1934, apenas había nacido su última hija, doña Lela de Zarza. Quizás
era su destino porque él hacía servicio en la comisaría de Valle Pucú y por
su edad ya no tendría que haberse ido, pero le llevaron. Ya en el Chaco, en
el mes de marzo, a tres meses de finalizar la guerra con Bolivia, cae herido
en un combate. Recibió un balazo en un muslo, probablemente en la zona
de Karanda´yty. Con él estaban varios vallepucuguá, como Santiago Ruiz
Díaz, Segundo Franco y Juan de Dios Pereira. Este último también quedó
herido y se ordenó la evacuación hacia Asunción, pero de regreso el camión
chocó justamente contra un Karanda´y y por falta de atención médica casi
todos fallecieron. En el caso de don Rafael Castillo murió desangrado.

Por suerte un segundo contingente con soldados heridos venía camino a


Asunción fuertemente custodiados. En uno de ellos estaba herido don Juan
de Dios Pereira (Karai Juandé) y don Segundo Franco que venía como fusi-
lero. Los dos encontraron al compueblano Rafael Castillo ya muerto y don
Segundo, que sabía leer y escribir, hizo unas anotaciones en papel dirigida
a la esposa del fallecido, doña Justa Ramírez de Castillo. La encomienda se
le encargó a Don Juandé, porque éste sí o sí tenía que volver a Asunción. La
carta contaba sobre la muerte de don Rafael.

El portador de la carta ciertamente no era una persona instruida, pero en-


tendía muy bien lo que hacía. Fue así que tras recibir las curaciones, Pereira
vuelve al valle como lisiado y entrega la carta que Segundo Franco escribió
a la familia de que Rafael había muerto. Al conocerse la noticia se armó un
alboroto porque era el primer guerrero de Valle Pucú –conocido al menos-
168
Los 65 chacoré

que había muerto en el Chaco. Sin embargo, doña Justa Ramírez no creyó la
notica, dijo no creer en don Juan de Dios Pereira y que solamente va a creer
el día en que el Ejército Paraguayo brindaba la nómina de los fallecidos.

Pues bien, pasó el tiempo y Comanchaco, dirigido por el Mariscal Estiga-


rribia, da el informe de los paraguayos que cayeron muertos en la guerra y
allí apareció el nombre de Rafael Castillo. Allí también doña Justa se con-
venció de que su marido había fallecido e inmediatamente fue a pedir dis-
culpas a don Pereira y su familia por no haberle creído cuando trajo aquella
noticia escrita por Segundo Franco.

Pero doña Justa (1903-1987), que tenía entonces 32 años, juró amor eterno
a su marido fallecido, nunca más se casó, como nunca supo donde le ente-
rraron al padre de sus hijos. Sin embargo ella ordenó que en Valle Pucú se
rezara el novenario y pidió a sus hijos que cuando falleciera, en el panteón
se pusiera la foto de ambos, juntos, como inseparable pareja.

Ramón Saldívar, hijo de Miguel Saldívar, el primer presidente del club 24 de


Setiembre, perdió un brazo en la guerra. Sus otros hermanos, Alejo y Luly,
también fueron heridos aunque de menor gravedad. Francisco Escobar, co-
nocido como “Chicolo´ino”, también se salvó por milagro y vivió en medio
de serias heridas recibidas en el hombro y el brazo. Ramiro Cabrera igual-
mente resultó herido de bala. Hubo también mucho heroísmo en la casi
totalidad de ellos. Por ejemplo, Pedro Estepa –que era grande físicamente-
fue condecorado porque sobre sus hombros transportaba los morteros para
el combate cuando no había carros ni
camiones que lo pudieran hacer.

DON MATEO RODRÍGUEZ

Estanislao Rojas fue uno de los prime-


ros reclutados y su bautismo de fuego
fue nada menos que en la famosa y
cruel batalla de Boquerón en 1932. Él
contaba que muy pocas veces utilizó el
“mboka”, pero que era experto en uti-
lizar machete y peleó con machete en
mano en Boquerón.
Don Mateo Rodríguez, el artillero.

169
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Espeluznante eran sus relatos del manejo del machete como arma de
combate contra los bolivianos, más todavía cuando recuerda que hicie-
ron un túnel que les llevó a sorprender por detrás a los bolivianos. El
tío Tani recordaba con mucha pena la masacre que hubo en ese enfren-
tamiento, porque todo fue una lucha cruel donde la consigna era vivir
o morir.

En la batalla de Boquerón, que terminó con la victoria paraguaya el 29 de


Setiembre de 1932, considerado el más importante de la guerra, a más de
Estanislao Rojas, participaron otros vallepucuguá en primera línea y se
destaca el caso de Mateo Rodríguez (1900-1984). Era un joven valiente,
agresivo y de esos que no tenían miedo. En un informe se cuenta que en
un asalto de sorpresa agarró una ametralladora y en la acción murieron 80
bolivianos, pero sus compañeros dicen que pudo haber eliminado a 200
bolivianos porque él participó en muchas batallas y encabezó asaltos de
vida o muerte.

Su caso es así: Mateo Rodríguez prestaba servicio en la Artillería y era


un oficial más antiguo que Alfredo Stroessner, en el Arma de Artille-
ría. Stroessner fue presidente del Paraguay entre los años 1954-1989.”.
Experto en manejar armas, el combatiente de Valle Pucú, con tres com-
pañeros, entre ellos el compueblano Genaro Núñez, tuvo la misión, con
machete en mano, de sorprender a los bolivianos y robar sus poderosos
cañones o ametralladoras. Dicen que arrastrados entre los yuyales mon-
taron guardia por horas y tenían a la vista a los bolivianos. Esperaron la
noche y cuando en la carpa enemiga se sirvió la cena, Mateo sorpren-
dió al enemigo con un audaz asalto, se apoderó de una ametralladora y
empezó a disparar a mansalva por todos lados. Disparó tanto que de un
solo golpe eliminó a medio cuartel de los bolivianos abriendo el paso
para que llegaran más tropas paraguayas y se produjera toda una carni-
cería humana.

Don Mateo Rodríguez se casó con doña Dorotea Espínola y tuvo seis
hijos; Efigenia, Raimunda, Filemón, Ramón, Juan de Dios y Leopol-
dino. En sus últimos años de vida vivía solo en una casita en el barrio
San Blás. Se echó a la bebida y cuando estaba borracho, mejor era no
pasar por donde estaba, porque a él le parecía que todo aquel que veía
era soldado boliviano y quería agredir. Don Mateo mató a muchos bo-
livianos, pero no fue un asesino, fue un soldado paraguayo valiente que
170
Los 65 chacoré

defendió la Patria como un bravo león guaraní. La lucha era vencer o


morir y él fue un hombre audaz, un héroe de esos que no aparecen
todas las veces. Tal vez sorprenda y parezca exagerado que haya ma-
tado a 80 bolivianos o 200 como dicen sus compañeros, pero con una
ametralladora en mano que disparaba sin cesar en un grupo donde se
concentraban numerosos soldados, todo era posible. Pero tal cual como
liquidó al enemigo, ¡a cuántos compañeros y compatriotas salvó la vida
con su valiente acto!. Si hubiera fracasado aquel asalto suyo, otra iba a
ser la historia. Desde estas páginas, vaya un recuerdo grato al valor y al
heroísmo de don Mateo Rodríguez.

OTROS CASOS

Han quedado muchas otras anécdotas de aquella contienda, como el caso


de Miguel Olmedo, quien en mayo del 2016 cumplió 102 años y poco tiem-
po después falleció, siendo el último chacoré de Valle Pucú que dejó este
mundo. Él fue presidente de los excombatientes durante muchos años, pero
algunos pusieron en duda de que haya ido a la guerra. Su caso, sin embargo
fue lo siguiente: le reclutaron en 1935 y se embarcó rumbo al Chaco y al
tiempo de abandonar el barco en Concepción, camino al combate, saltó la
noticia del final de la guerra. Entonces don Miguel regresó sin haber ido a
combatir, pero de igual manera ya figuró en la lista de ex combatientes por
haber sido reclutado.

En la lista aparecen también mujeres como Simeona Velazco de Or-


tiz, que no combatió, pero sin embargo prestó servicios como enfer-
mera del Chaco. También están muchas otras personas que batalla-
ban desde sus casas en el denominado “kokué la patria”, como Irena
de Báez, Juan de la Cruz Gaona, Raimunda Castillo, etc, quienes se
encargaban de recoger cosechas (poroto-maíz-mandioca) para llevar
a los soldados.

Valga una aclaración: Probablemente haya más personas de Valle Pucú que
fueron a la guerra y capaz que hayan más fallecidos también. Sin embargo
la lista de los 65, que se menciona en este libro, es la aproximación real de
los compueblanos que fueron a defender la Patria en la guerra con Bolivia
entre los años 1932-1935 y que a continuación se citan:

171
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

NÓMINA DE LOS GUERREROS

1-Estanislao Rojas 34-Francisco Olmedo


2-Segundo Rojas 35-Sotero Alvarenga
3-Segundo Núñez 36-Silvio Castillo
4-Genaro Núñez 37-Pedro Estepa
5-Genaro Castillo 38- Feliciano Torres
6-Juan Villalba 39-José Tomás Coronel (Marido de
7-José Asunción Lezcano Ña Benita Roa)
8-Miguel Cortázar 40- Albino Zárate
9-Leonardo Aguilera 41- Leandro Morel
10-Angel Orué 42- José Lino Villamayor
11-Fausto Benítez 43- Félix Báez
12-Mateo Rodríguez 44- Nolasco Núñez
13-Hermógenes Aguilera 45-José Gabriel Aguilera
14-Miguel Olmedo 46-Zoilo Pérez
15-Lucio Cabrera 47-Luis Cabrera (P)
16-Francisco Escobar 48-Juan de Dios Pereira
17-Lázaro Alvarenga 49-Eulogio Alvarenga
18-Purificación Alvarenga 50-Segundo Franco
19-Eustacio Báez 51-Angel Cabrera
20-Justo Orué 52-José Domingo Mendieta
21-Ramiro Cabrera 53-Desiderio Ayala Recalde
22-Laly Cabrera 54-Eusebio Benítez
23-Domingo Cabrera 55-Marciano Orué
24-Ricardo Martínez 56-Arturo Jara Medina
25-Santiago Ruiz Díaz 57-Esteban Escobar
26-Vicente Urbieta 58-Antonino Núñez
27-Rufino Franco 59-Julián Domínguez
28-Juan de la Cruz Servín 60-Anselmo Alvarenga
29-Rafael Castillo 61-Fidel Ayala
30- Juan Ignacio Servín 62-Jaime Castillo
31- Alejo Saldívar 63-Vicente Pérez
32-Luly Saldívar 64-Emeterio Olmedo
33-Ramón Saldívar 65-Pa´icho Ynsfrán (Falcón)

172
Los 65 chacoré

LA FOTO DE AMOR ANTES DE IR A LA GUERRA

Pedro Estepa (1905-1990) fue reclutado para la guerra a sus 27 años. Como
era inevitable su marcha para el combate contra los bolivianos, en su despe-
dida –en 1932- entregó al amor de su vida, doña Petrona Aguilera Coronel,
una foto de cuando él prestaba su servicio militar, en 1923, para que ella le
recordara siempre. Él se despidió sin saber que iba a retornar con vida. La
pareja ya tenía dos hijos: Lorenzo Estepa y Juansito Aguilera. Al terminar la
contienda, Estepa regresó vivo y reanudó su relación con Petrona y nació la
tercera hija, Anastasia Aguilera, en 1937. Ella falleció en el 2016.

Por algún motivo, en el año 1938 Pedro Estepa regresó a su valle, San Juan
Bautista de las Misiones. Después de 36 años (1974), volvió a Valle Pucú
y encontró a sus tres hijos ya todos adultos y varios nietos. Pese a su vejez
-tenía 69 años- le propuso matrimonio a la madre de sus hijos, pero Ña
Petrona ya ndoikuaasevéima mbaéve ichugui.

Pedro Estepa, alto y elegante con su uniforme Esta era doña Petrona Coronel Aguilera.
militar que entregó a doña Petrona como re-
cuerdo de amor, antes de ir al Chaco.

173
CAPÍTULO 17

Kurusu Hermógenes
El asesinato de un soldado del Chaco

Un año después de haberse incor-


porado al ejército paraguayo en el
Chaco, Hermógenes Aguilera con-
siguió permiso y regresó a Valle
Pucú para una corta visita. Era hijo
de Juan Bautista Aguilera y Beni-
ta Romero. Tenía cinco hermanos,
Cándida, Lucía, Juan, Niño y Eusta-
cio. Hermógenes formaba parte de
los 65 jóvenes ciudadanos de Valle
Pucú reclutados para esa contienda
y a él le tocó ser chofer, es decir, es-
taba en el servicio motorizado mi-
litar.

Era 1934, y la sonriente cara juvenil Cándida Aguilera, hermana de Hermógenes.


de Aguilera, curtida de coraje por
los avatares propios de una guerra
que estaba en plena etapa de combate, generó una tremenda alegría fami-
liar. Pero jamás nadie esperó que esta alegría iba a convertirse en una tra-
gedia, cuando él todavía ni ha llegado a saludar a todos a quienes vino a
visitar.

Una bala en la nuca disparada desde corta distancia, puso fin a la vida de
Hermógenes Aguilera a sus floridos 20 años. Un confuso como lamentable
incidente ocurrido a pocos metros de su casa, desató la desgracia y Her-
mógenes ya no volvió al Chaco para seguir defendiendo a la Patria. En la
guerra habrá esquivado muchas balas, pero no pudo sortear aquella sola
bala que le arrancó su vida.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

“Yo estaba por lo menos a unos 200 metros de donde ocurrió el disparo”,
recuerda Ernesto Bareiro (1916-2016) sobre aquel suceso. Dijo que la des-
gracia se produjo al anochecer y “nadie sabía lo que pasó, solo escuchamos
el disparo. Fui uno de los primeros en llegar y vi el cuerpo sin vida de mi esti-
mado vecino”. Cándida Aguilera (1922), hermana de la víctima, rememoró
aquel episodio diciendo que al escuchar el disparo y llegó la noticia de que
le mataron a Hermógenes, “desesperada me fui a ganar la casa de mi vecino
Ezequiel Ayala, donde pasé toda la noche. Estaba asustada y no sabía qué
hacer”.

ESTO FUE LO QUE OCURRIÓ

El autor del tiro que mató a Hermógenes Aguilera –según varios testimo-
nios- fue don Alejandro Florenciañez, en ese entonces ejerciendo el rol de
“comisario” de Valle Pucú, junto a José Miguel Franco, más conocido como
“Paíto” Franco. Ellos vivían en el barrio 8 de Setiembre y estaban autoriza-
dos a portar armas de fuego. Ambos eran liberales en un país gobernado
por liberales, en aquel tiempo. Ciertamente en el valle ya funcionaba (fren-
te a la Iglesia) una comisaría sin demasiadas atribuciones y a los dos citados
se les encomendó “poner orden” como autoridad. Según Ernesto Bareiro,
el nombre verdadero de ese grupo era “comisión de retaguardia”, pero que
ejercía la misión policial.

Aquel día de la desgracia, Florenciañez y Franco recibieron la denuncia de


que Juan Bautista Aguilera, el papá de Hermógenes, nuevamente estaba ha-
ciendo de las suyas, totalmente borracho. Era de los tipos “ka´u argel” y que
ya tenía muchos antecedentes, porque ni bien le mete a los tragos empezaba
a molestar a la gente, amenazando y protagonizando incidentes. Decían
que la queja contra él era total y justificada. Entonces Florenciañez y Franco
llegaron al lugar para averiguar lo que ocurría, o sea, lo que sería una in-
tervención policial normal. Ese lugar es donde actualmente está la casa de
Virino Cabrera y familia, en el barrio Del Carmen, para mejor ilustración.

Cuando los dos “comisarios” encararon a don Juan Bautista, les dijeron que
debía de acompañarlos, que les iban a llevar al calabozo hasta que le pase
la borrachera y deje de molestar a los vecinos. Se armó una discusión a los
gritos que llegó al oído de Hermógenes que no estaba lejos del lugar. El
hijo vino a defender a su papá e impedir que le llevaran preso. La discusión
subió de tono y nadie cedía, hasta que en un momento dado Hermógenes
176
Kurusu Hermógenes

dijo: “Aháta ajú aikuaka peéme”, y al darse la vuelta Alejandro Florenciañez


sacó su pistola, le disparó y le acertó en la nuca. Allí cayó muerto el jóven
combatiente de la guerra y en medio del tumulto que se armó, Florenciañez
y Franco se alejaron del lugar, dejaron sin efecto el arresto de Juan Bautista,
en tanto el cuerpo de la víctima fue llevado a la casa para el velorio.

Como consecuencia de lo ocurrido, los dos “policías” fueron llevados arres-


tados a Areguá y después Florenciañez pasó a la cárcel por breve tiempo.
Varias personas han comentado que don Alejandro Florenciañez explicó el
incidente como algo desafortunado, aduciendo que reaccionó en defensa
propia. Remarcó que Hermógenes tenía un fusil que trajo consigo del Cha-
co y que con “el coraje y la rebeldía” que tenía por ser combatiente de una
guerra, capaz que iba a sacar el arma para matar a los dos que querían llevar
preso a su padre. “Ore roñe adelantánde hese, osinoko ha´e orejukáta kuri”,
repetía siempre don Alejandro, quien falleció a principios de la década de
1970. Era padre de conocidas personas como don Román, Labreano (La-
bri), Fermín, Evangelista, Felipe Florenciañez y otros.

Un pequeño oratorio pintado de azul, se erigió en memoria de Hermóge-


nes Aguilera, en el mismo lugar en donde cayó muerto. Lamentablemente
hace unos años fue destruido ese nicho donde muchos prendían vela y el
lugar fue bautizado como “Kurusu Hermógenes”.

177
CAPÍTULO 18

La revolución del 47
Aquella salvaje misión de violar mujeres cuando colorados,
liberales y comunistas recurrieron a las armas para tomar el
poder.

Estamos en la famosa y fatídica re-


volución del año 1947, que en reali-
dad fue una guerra civil entre para-
guayos, debido a la rivalidad entre
colorados, liberales, febreristas y
comunistas. En un momento dado
en Valle Pucú corría la versión de
que por el lado de Yuquyry estaban
por llegar un grupo de 100 jineteros
liberales desde la Cordillera, cru-
zando San Bernardino y atravesan-
do el esteral de “Espinosa Cué”, que
no era otro lugar sino los extensos
humedales del lago Ypacaraí, que
muy pocos se atrevían a desafiar.
Allí había un “infernal kaaguy”, es-
teros, yacarés y yagueretes.
Demesio Lezcano, revolucionario colorado.

Los liberales, según la misma ver-


sión, tenían la misión de ir reclutando gente para armar un grupo más
fuerte y numeroso con la intención de esperar órdenes para avanzar hacia
Asunción en apoyo de sus líderes y Valle Pucú era un objetivo.

Debido a experiencias anteriores, la gente sabía que todos los grupos revo-
lucionarios eran salvajes y que la estrategia de sometimiento que tenían no
era solo el arma de fuego, ni los machetes ni los tucumbó. La crueldad se
manifestaba en violar a las mujeres, sin importar la edad, que sean jovenci-
tas o abuelas daba lo mismo.

En Valle Pucú había una fanática mujer, colorada ella y dispuesta a todo
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

con tal de defender a su par-


tido, según los testimonios.
Se llamaba Estelvina Servín
y su actuación comparada
con nuestro tiempo, tal vez
sea como la “Ña Deló” de la
Chacarita. Tenía como es-
poso a “Manchi” Gamarra,
otro fanático quien nunca
se desprendía de su poncho Pedro Juan “Tituri” Fleitas, jefe colorado y su esposa Doña
y pañuelo colorado. Ambos Constantina.
vivían en la zona conocida
como “Chorro”, en el barrio Del Carmen.

Estelvina se enteró de la posible presencia de


los jineteros liberales y fue a contarle a Pedro
Juan Fleitas, quien era el jefe de los revolu-
cionarios colorados en Valle Pucú. La casa de
don Pedro Juan (apodado Titurí), aún existe y
es señalado como el límite natural entre Valle
Pucú y Yuquyty. El jefe de los revolucionarios Don Miguel Olmedo, jefe liberal.
liberales en nuestro valle era Miguel Olmedo,
el chacoré, quien falleció a los 102 años en el 2016.

Con la presión de doña Estelvina, don Fleitas armó una tropa de 40 re-
volucionarios, entre jóvenes y de mayor edad. Todos eran colorados que
se movilizaban a caballo, con perros caseros, con sus temibles tucumbó o
tejuruguái y naturalmente portando armas de fuego. A la tropa se le decía
“contrarevolucionarios”, porque supuestamente estaba preparada para en-
frentar a los liberales que venían de la Cordillera.

La realidad es que los colorados, igual que los liberales, eran salvajes y muy
temidos. Esa tropa defensiva se instaló en la plazoleta al lado de la iglesia
Virgen de las Mercedes bajo la sombra de las oveñas. La presencia de los
colo´o no era en son de paz, ellos estaban para pelear contra los chovy y sal-
vo a Estelvina Servín, Pedro Juan Fleitas y sus aliados, esta tropa no causó
ninguna gracia al pueblo.

Para más, se alistaron solo con sus armas, con sus amenazas, sus caballos
180
La revolución del 47

y perros. No tenían para dormir y menos para comer y aquí comenzó un


problemón bastante complicado, porque con prepotencia y en base a ame-
nazas entraban en las casas de los vecinos a robar, a matar animales para la
comida, llevar agua y todo lo que necesitaban. No pedían permiso a nadie,
por la fuerza conseguían todo y el terror se generalizó.

Las mujeres se encerraban en la casa y algunos ni a la chacra se iban por-


que los revolucionarios les detenían y les solicitaban afiliación para saber
si eran colorados o liberales, todo con la abierta intención de incidentar.
Otros varones simplemente quedaron en casa para cuidar a que su familia
no sea atacada por la tropa. Los revolucionarios se apoderaron del pueblo a
la fuerza y los tenía sometido en base a miedos, especialmente a las mujeres
quienes eran blancos de una amenaza de violación.

Cuentan que en el segundo día de acampar en la plaza resolvieron justa-


mente, empezar a violar a las mujeres liberales como aviso a los jineteros
cordilleranos de que en Valle Pucú les esperaba dura batalla si es que se
atrevían a venir. La situación empeoró dramáticamente y el temor sacudía
los hogares. Hasta la escuela tuvo que cerrar sus puertas. En ese entonces
era director interino de la escuela el maestro Cipriano Baranda, más cono-
cido como “maestro Baranda”. Le pidieron ayuda, pero él nada pudo hacer.
El maestro Esteban Escobar, el verdadero director de la escuela, no estaba
porque viajó a Asunción de donde se regresaba en dos o tres días. Todo
dependía de las gestiones que uno debía hacer en la capital.

En tanto, los Gaona, (Valeriano y Laku) estaban instalados en la comisa-


ría. Como autoridad, en un primer momento no se metieron mucho en el
asunto porque eran superados en número por los revolucionarios y enfren-
tarlos sería inútil. Llevaban las de perder. Además, había una cierta simpa-
tía con los acantonados en la plaza porque eran colorados, sus correlí, por
lo que consintieron el robo de animales por el hecho de que “esa gente tiene
que comer”.

Sin embargo cuando saltó la amenaza de la violación, Laku Gaona y Valeriano


Gaona resueltamente cambiaron de punto de vista y se dispusieron a defender
a sus “vallegua” frente al atropello. Montados en sus caballos y bien equipados
con arma, guacha y soldaditos, se acercaron a la tropa rebelde y les pidió una
reunión valiéndose de la influencia de Pedro Juan Fleitas, Estelvina Servín y
“Manchi” Gamarra. Fue Laku quien les dijo en guaraní:
181
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

-“Che na permitimoái peeme pe viola la chevalleguápe. Ha pemakaneáro, ya


roguerekóma tropa ouvaekue Paraguaygui ha oúta pende apresa” (Yo no voy
a permitir que les violen a las mujeres de mi valle y si insisten, ya tenemos
tropas que vendrán de Asunción para tomarles preso). Ante la firme actitud
de los Gaona, la tropa colorada se calmó y sus cabecillas prometieron que
la violación a las mujeres no iba a ocurrir y que solo fue una idea discutida
como arma de amedrentamiento.

Pero los Gaona maniobraron mejor y acto seguido les pidió que levanten
el campamento, que Valle Pucú no es lugar para enfrentamientos y les in-
vitó a abandonar el lugar contándoles que los liberales que debían llegar
de las Cordilleras desviaron su camino y se fueron hacia Limpio. Con este
argumento los revolucionarios colorados salieron del pueblo, justo cuando
hacia el norte aparecieron los liberales y se armó el guyryry.

Sin embargo, los que llegaron no eran los 100 jineteros, sino una docena
de revolucionarios con su pañuelo y sombrero azul. Hicieron una pasada
montados en sus caballos mostrando fuerza con sus tejuruguái. El pánico
saltó de nuevo y la versión de que iban a llegar más gentes y que violarían
a las mujeres coloradas si se les encuentra en la calle, arrancó un miedo
tremendo.

Más, lo que hicieron los liberales fue verificar si los colorados traídos por
Pedro Juan Fleitas y Estelvina Servín salieron o no del pueblo. Al com-
probar que ya se fueron, llegaron a la casa de don Merardo Olmedo y don
Miguel Olmedo, éste también era presidente de los liberales. Mantuvieron
una reunión y ambos les advirtieron que en Valle Pucú no había tropas
de ningún bando y mejor que se retiraran. Ciertamente los Gaona tenían
razón, porque el grueso de la caballería que amenazaba llegar desde las
Cordilleras, desviaron su rumbo.

Al tiempo de escribirse este libro, un solo revolucionario del 47 aún vive.


Se trata del colorado Demesio Lezcano, 92 años. Don Timoteo Cortázar, 95
años, dijo que él no estuvo en ninguna carpa revolucionaria, pero que por
ser liberal sufrió persecuciones y recordó cómo don Pedro Saldívar, que era
oficial de Caballería, llegaba por la noche en su casa sobre caballo, al solo
efecto de constatar su presencia. “Pero yo nunca me alisté como soldado”,
rememoró.

182
La revolución del 47

En tanto, don Lezcano me muestra su “carné del 47” subrayando sentirse


orgulloso de “pelear” en la revolución a sus 20 años, poco después de salir
del cuartel. De acuerdo a su testimonio, él salvó a muchas mujeres de ser
violadas, como también asistió a varios vecinos para evitar ser garroteado.
De paso reiteró lo que todos sabían: que aquella guerra civil entre para-
guayos fue terrible. “Heta tapicha ojejuka ha oñe ñembosarái hesekuéra”,
recordó.

ADOLFINA DE GAUNA

Víctima de la revolución, salvó su vida escapando en una bolsa de carbón

Adolfina Da Costa de Gauna fue de esas mujeres que hicieron lo imposible


por salvar su honor en la temible revolución de 1947. Para escaparse de los
hombres que les amenazaba violar, se metió en una bolsa destinada para
cargar carbón, fue alzada en
el camión que iba a trans-
portar la carga a Asunción
y como una mercadería más
sorteó los rigurosos contro-
les hasta llegar al Mercado de
Pettirossi, de donde fue res-
catada por una amiga, quien
finalmente la encontró refu-
gio en Valle Pucú.
En el 2014 hice la última visita a Doña Adolfina de Gaona.
El hecho ocurrió en 1947. La Ella falleció al año siguiente. Fue una culta mujer.
tía Adolfina es la misma que
años más tarde se convertiría en esposa del comisario Valeriano Gaona y
fue una de las directoras sobresalientes que tuvo la escuela de nuestro pue-
blo. Su historia es así: Ella nació en Caacupé en 1920. Sus padres fueron
Enrique Da Costa y Dionisia de Da Costa. Tuvo cuatro hijos: Jorge, Fátima,
Ligia y Juan Enrique. Era de familia liberal y en el caso de don Enrique, su
papá, éste ya tuvo participación en la revolución de 1922 entre liberales,
que la historia recogió como el enfrentamiento entre los “Saco mbyky” y
“Saco puku”. Fue una lucha interna partidaria estando los liberales en el
poder.

Adolfina se trasladaba de Caacupé a Asunción para estudiar magisterio y


183
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

una de sus compañeras se llamaba Soraida Baranda. Esta era hija de Cipria-
no Baranda, quien formaba parte del plantel de maestros de la escuela de
Valle Pucú y llegó a interinar la dirección. Andaba con muletas, le faltaba
una pierna, aparentemente quedó mutilado tras pelear en el Chaco.

Cuando estalló la revolución del 47, los colorados le tenían marcado a don
Enrique Da Costa y tenían actitud hostil contra él y su familia. De tanto en
tanto arrasaban y destruían sus cultivos. Él tenía en Caacupé plantaciones
de piña, banana y vendía leña y carbón. La presión fue subiendo hasta el
punto que los colorados amenazaron con violar a Adolfina, la hija de don
Enrique, que en ese tiempo tenía 27 años, era una hermosa y culta mujer.
De nada sirvió haber pedido auxilio al sacerdote de Caacupé, pues los co-
lorados insistían con la amenaza.

Entonces, ante la evidencia posible de que se concretara la violación, se


preparó el escape para salvar el honor de la mujer. Hablaron con el chofer
de un camión de carga que debía transportar leña y carbón a Asunción,
al Mercado 4 o Mercado de Pettirossi. Con la discreción de la familia, del
chofer y la ayuda del sacerdote, a Adolfina la empaquetaron en una bolsa de
carbón y la ubicaron en medio de la carga que venía al tope. Con ella venía,
en la misma condición, doña Dionisia, su mamá, quien se resistió a dejarle
viajar sola a su hija en medio de la terrible situación.

Esa discreción facilitó para que los colorados ni se enteraran del operativo.
Previamente la propia Adolfina acordó con su compañera Soraida Baranda,
que la recogiera del Mercado a la madrugada a fin de llevarla a su casa que
estaba en el barrio Recoleta, hacia Santa Rosa.

Pues bien, el viaje salió perfecto, el camión llegó a Asunción y Soraida res-
cató a Adolfina envuelta en bolsa de carbón y a su mamá, llevándolas a
su domicilio. Cuando los colorados de Caacupé se enteraron de la noticia,
empezaron a investigar y presionar sobre el paradero de Adolfina. Para evi-
tar cualquier riesgo, Soraida le dijo a Adolfina para que viajaran a Valle
Pucú, donde se encontraba su padre Cipriano Baranda, quien alquilaba
una piecita al lado mismo de la escuela graduada número 87 y detrás de la
iglesia Virgen de las Mercedes. La casa alquilada pertenecía a doña Juliana
Aguilera. Poco después mi abuela Honoria y mi abuelo Silverio (Chivé), le
invitaron a Adolfina y a su madre doña Dionisia, a mudarse en su casa que
era más amplia y ambas aceptaron.
184
La revolución del 47

Pasó el tiempo, se descomprimió el peligro político, ella pudo terminar sus


estudios para profesora, volvió a viajar a su casa de Caacupé, pero en Valle
Pucú encontró para su marido. Se casó con Valeriano Gaona, pero poco
antes también ya se instaló junto a ellos el papá, don Enrique Da Costa,
y alquilaron por breve tiempo la casa donde vivía don Pedro Albera y su
esposa doña Florentina Franco. Ya casada con el comisario Gaona, se mu-
daron a la casa que construyeron frente al actual colegio Juan de la Cruz
Gaona. Más adelante la profesora asumió la dirección de la escuela hasta
1964. Al año siguiente se mudó a Asunción. La tía Adolfina falleció a los 95
años, en el 2015.

185
CAPÍTULO 19

San Antonio
Imagen familiar de 160 años que sirvió de santo protector
durante la cruel guerra del ´70

Pablino Velazco tenía 15 años cuando


estalló la guerra de la Triple Alianza a
finales de 1864. Pese a su juventud, ya
hacía tiempo que prestaba servicios a
la milicia como vaqueano, patrullando
sobre caballo la amplia zona del Ñeem-
bucú, fronteriza con Argentina. De
hecho en esa zona se inició la guerra
cuando Francisco Solano López ata-
có Corrientes. En reconocimiento por
sus servicios, Pablino fue incorporado
como oficial del ejército regular. El na-
ció en Guazu Cuá en el año 1849, lo-
calidad que está a unos kilómetros de La pequeña imagen de San Antonio que Pa-
blino y Juan Serapio Velazco llevaron en el
Pilar, y su misión era vichear el límite bolsillo en la guerra del 70. Este “Santo Pro-
del río Paraguay que llegaba hasta el tector” fue entregado a nuestra familia en
Fuerte de Humaitá, unos kilómetros 1917 y desde aquel entonces se le rinde tributo
cada 13 de Junio.
más abajo.

Como lugareño tenía la oportunidad de regresar a su casa y en una de ellas


llegó muy alterado porque le contaron que la guerra se intensificó debido a
que Francisco Solano López comunicó que iba a tomar posición defensiva
en la estratégica fortaleza de Humaitá, construido como tal por su padre,
Carlos Antonio López. Ciertamente Humaitá ya era un escenario defensivo
importante en la época colonial, pero los López la fortificaron con cañones
porque –aparentemente- desde ese punto era más fácil controlar las embar-
caciones que circulaban entre los ríos Paraguay y Paraná.

La llegada a Humaitá de Solano López significaba mucho. En primer térmi-


VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

no implicaba que la guerra se trasladaba al lugar con toda intensidad y en


segundo término que los brasileños y argentinos, quienes más persiguieron
a López, iban a estar detrás de él buscando matarlo. La cosa se ponía fea y
peligrosa.

Pablino Velazco llegó a la casa de Guazú Cuá y allí habló con su hermano
Juan Serapio Velazco, menor que él. Le puso al tanto de la actividad militar
y finalmente ambos se marcharon a la guerra. Antes, sin embargo, ingresan
en la pieza de la casa, construida con techo de paja y agarran una pequeña
imagen de San Antonio que Pablino ya había adquirido anteriormente y a
la que veneraba. Era una imagen de bolsillo, que tiene unos 5 centímetros
de alto. Los dos hermanos agarraron lo poco que tenían, cada uno montó
a caballo y se marcharon a Pilar. Se llevaron la imagen de San Antonio a
quien los dos se recomendaron para que los protegiera en una guerra dis-
par, donde los enemigos eran más numerosos y poderosos.

En fin, ya estamos en 1866. El general José Eduvigis Díaz comandó una


batalla triunfal en Curupayty, un 22 de setiembre del referido año. Esto ani-
mó a los paraguayos que empezaron a ponerse fuerte en Humaitá, que no
estaba lejos de Curupayty. La defensa, sin embargo, cayó cuando la fuerza
brasileña bombardeó sin piedad y Humaitá fue destruido en 1868, pero no
pudieron agarrar a Francisco Solano López quien se escapó. Los sobrevi-
vientes paraguayos de aquella batalla fueron pocos y frente a la tremenda
superioridad terrestre y naval de brasileños y argentinos, los soldados de
López tomaron rumbo por donde podían, entre ellos los hermanos Velazco
con su San Antonio en el bolsillo.

No se sabe en qué circunstancia, años después, tanto Pablino como Juan


Serapio Velazco llegaron a Asunción. Probablemente se refugiaron en los
espesos montes y esperaron el momento oportuno para salir. Pablino, con
su investidura de militar, se presenta a una arruinada unidad de infantería
en los alrededores de la capital junto a su hermano y allí le reciben. Sin em-
bargo se le hizo saber que Asunción estaba tomada totalmente por fuerzas
militares de Brasil, en tanto Solano López realizaba su última batalla hacia
el Amambay, donde finalmente le mataron el 1 de marzo de 1870 en Cerro
Corá.

Murió el Mariscal López y terminó la guerra, pero el sufrimiento de los


paraguayos continuaría por larguísimos años más. Los hermanos Velazco
188
San Antonio

sobrevivieron a la masacre con la imagen de San Antonio en el bolsillo de


Pablino, quien nunca se despegó de su santo protector.

El país se reorganizó políticamente bajo la tutela de los brasileños y aun-


que la secuela era de horror, había que seguir adelante. Los pocos solda-
dos paraguayos sobrevivientes buscaban juntarse en medio de un desorden
brutal, porque -entre otras cosas- no todos sabían que había terminado la
guerra por falta de comunicación. Pablino Velazco ya tenía 22 años y juró
lealtad al Ejército prometiendo continuar con su carrera. Le amparaba a
su hermano Juan Serapio, quien alcan-
zó los 21 años. Allá por 1880 a Pablino
le ascienden a Capitán y años después
tuvo cierta participación en la funda-
ción del Partido Colorado, en 1887,
por Bernardino Caballero, por lo que
los Velazco fueron colorados de cuna.

Ambos hermanos seguían unidos al


igual que la imagen de San Antonio,
que también seguía como santo pro-
tector de sus andanzas. Años después,
en una de esas vienen a Luque donde
casualmente Juan Serapio le conoció a
Ramona Aguilera con quien se casaría Honoria Velazco de Rojas.
poco tiempo después. Doña Ramona
era de Valle Pucú y junto a Juan Serapio se mudaron al valle, formaron un
hogar del que nacieron dos hijas, Simeona y Honoria. Doña Honoria era mi
abuela y obviamente Juan Serapio y Ramona mis viceabuelos.

El tío Pablino también vino a vivir en Valle Pucú y ya bordeando los 50


años le ascienden a Coronel del Ejército y le dieron la misión de atender un
aislado destacamento en la zona de Concepción a donde se marchó con su
San Antonio en el bolsillo.

El siglo XX había comenzado y los problemas políticos en Paraguay sur-


gían y recrudecían. Colorados y liberales no se perdonaban una y a los
Velazco se identificaba con los colorados. Cuentan que una vez, en medio
de la revolución de 1906, estando en su comandancia el tío Pablino recibe
la extraña visita de un señor de mucha edad que apenas caminaba. Era ya
189
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

la medianoche y éste fulano solo le dijo pocas palabras para luego desapa-
recer. “Mi comandante; vienen gente para atropellar tu cuartel y matarle.
Usted tiene que marcharse ahora”. El extraño señor dio una media vuelta y
desapareció en la sombra de la noche.

Pablino Velazco tampoco pensó mucho, ensilló su caballo, llevó a un sol-


dado y dejó a un guardia. Apenas media hora después de haber salido del
cuartel se escuchan tiroteos y, efectivamente, atacaron su cuartel. Entonces
el coronel, ya con 56 años, sacó a su San Antonio y apretó fuerte sobre su
pecho en esa creencia ciega de que fue su santo patrono quien de nuevo le
salvó la vida, tal como ya sucedió en la guerra de la Triple Alianza.

Lleno de fe, Pablino comentó que 2 años estuvo en Concepción al frente de


aquel destacamento y nunca vio ni conoció al señor que vino a avisarle del
ataque a su cuartel. Entonces para él, quien le avisó fue su santo protector.

Casi dos semanas después de aquel extraño suceso llegó a Asunción sobre
su caballo e informó lo ocurrido a sus superiores. En su último acto militar
fue nombrado edecán de un presidente de la República en 1912, luego del
cual solicitó su pase a retiro del Ejército.

Posteriormente vino a Valle Pucú junto a su hermano Juan Serapio y en


1917 la imagen de San Antonio entregó a la familia Velazco-Rojas para que
sea el santo patrono pidiendo que se le haga fiesta cada año. Desde aquella
vez cada 13 de Junio nuestra familia organiza la fiesta a San Antonio, hasta
hoy día.

El tío Pablino se marchó para Buenos Aires, era soltero y volvió con más
de 70 años a Valle Pucú, poco antes de la guerra del Chaco. Terminada la
guerra fue a vivir a Luque, donde su sobrina Simeona se había mudado
luego de casarse con José Concepción Ortiz y falleció en 1947 a los 98 años.

En tanto, Juan Serapio Velazco, que era su menor, falleció antes, a los 89
años en 1939. Previamente había fundado el club 24 de Setiembre, donó
parte de su propiedad para la cancha y también fue electo presidente de
la comisión pro-estadio del club, en 1931, tal como figura en un acta de la
institución.

Un caso parecido también ocurrió con quien sería mi viceabuelo: Marciano


190
San Antonio

Rojas. Él era de San José de los Arroyos, fue a la guerra de 1870 y cuando se
desmovilizó la tropa, tal vez era su destino; le conoció a Cleofa Pereira con
quien se casó y vivieron en el barrio 8 de Setiembre. La pareja tuvo varios
hijos, entre ellos Marciano Rojas (h), el mayor, Estanislao, Silverio (que fue
mi abuelo), Segundo, Blás, el tío Luchí, Ciriaca, Anacleta y Agavita Rojas.

191
CAPÍTULO 20

Aquella escuela de 1912


El recuerdo de Pascual Servín, Lorenzo Cáceres Díaz y las
valientes mujeres herederas de madres de la Guerra del 70
lideradas por Saturnina Mercedes Franco de Orué.

La educación en Valle Pucú es sorprendente-


mente antigua; los primeros datos aparecen en el
año 1856. De ésta época se habla de la existencia
de lo que sería la primera escuela habilitada bajo
una parralera y recibía a 27 alumnos. Después
vino la guerra del ´70 que devastó por comple-
to todo lo que había. Desde 1871 se reanuda la
enseñanza dentro de una tremenda situación de
pobreza y carencia, igual en nuestro valle como
en todo el Paraguay.

Uno de los maestros era mutilado y así fueron


pasando los años hasta que aparecen en escena
personalidades estelares que derivaron en la fun-
dación de la escuela del año 1912, que surgió con
el nombre de Escuela Graduada N* 87 y hoy se Don Lorenzo Cáceres en 1917
cuando se recibió de maestro
llama Escuela Juan de la Cruz Gaona.
normal.

Personalidades estelares son Pascual Servín, Lo-


renzo Cáceres Díaz y Saturnina Mercedes Fran-
co de Orué. En el liderazgo de los tres citados se
cimentó la creación de la primera escuela oficial
de Valle Pucú, que tuvo la fortuna de ser reco-
nocida por el Ministerio de Educación rápida-
mente, pasando a constituirse como una de las
primeras 100 escuelas oficiales de toda la Repú- Don Pascuál Servín.
blica del Paraguay, por eso llevaba el número 87.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Maestras frente a la antigua fachada de la Escuela Arriba: Evelia Ortiz, Cristina Aguilera, Antonia
de 1912. Alberta Báez, Petronila Usher, Rubia Cá- Alvarenga, Pablina Báez y Antonia Báez. Abajo:
ceres, Pablina Báez, Yiya Vera, Virginia de Orué, Saturnina Orué, Alberta Báez, Dolores Medina,
Francisca Agüero, Reina Escobar, Eulalia de Cas- Rubia Cáceres y Eulalia de Castillo.
tillo y Efigenia de Cáceres.

Las maestras de la década del 60 en una fiesta de Dolores Medina, Pablina Báez, Antonia Alvaren-
cumpleaños de la directora Rubia Cáceres (centro). ga, Evelia Ortiz,Saturnina Orué, Antonia Báez,
Rubia Cáceres, Eulalia de Castillo, Alberta Báez,
Virginia de Orué y Trigidia Orué.

Esto ocurrió hace 106 años. Según refieren, una persona que influyó bas-
tante para ese reconocimiento casi inmediato por parte del Gobierno fue el
doctor Cecilio Báez, expresidente de la República, cuya activa presencia en
Valle Pucú ya hemos desarrollado en un capítulo anterior.

Don Pascual Servín era un vallepucugua, hijo de Castor Servín y Saturni-


na Domínguez, pero luego la familia pasó a vivir en Areguá. Estos Servín
son parte del grueso de la “Servinada”, la familia aquella que trajo al valle,
desde España, la imagen de la Virgen de las Mercedes. Por su raíz española,
Pascual tuvo la oportunidad de estudiar en Argentina donde se recibió de
profesor. Era una persona muy culta y apasionado por su pueblo. Fue el
gran ideólogo para fundar la escuela y entró en conversación con Saturnina
Mercedes Franco de Orué. Esta fue una activa mujer cuya madre participó
en la legión de las residentas, en la guerra del Mariscal López. Casado con
José Antonio Orué, un dirigente liberal, doña Saturnina tenía una gran ca-
194
Aquella escuela de 1912

pacidad de liderazgo. Ella empezó a


movilizar a las mujeres, porque en
esa época había más mujeres que
varones; los hombres en su mayoría
murieron en la guerra.

En medio de esta movilización


también aparece en escena Lorenzo Juan de la Cruz Cáceres, director, Zulma Rojas,
alumna y los profesores Antonia Báez, Rubia Cá-
Cáceres Días y junto a los dos cita- ceres y Neri Insfrán. Liceo Nacional Valle Pucú,
dos, don Pascual y doña Saturnina, 1975.
encabezaron lo que hoy día es una
escuela de primer nivel en Valle Pucú y en todo el departamento de Central.

EL PRIMER DIRECTOR

La situación permitió que Lorenzo Cáceres Díaz se constituyera en el pri-


mer director de la escuela de Valle Pucú. Así fue porque Pascual Servín,
hijo del pueblo y mucho más preparado intelectualmente, no aspiraba el
cargo pues tenía otras ocupaciones. Doña Saturnina, en cambio, tenía un
arraigo popular indiscutible, capaz de movilizar a toda la comunidad, pero
no tenía la investidura pedagógica para tomar la dirección de la enseñanza
por lo que se acordó que el hombre ideal para cumplir esa misión era Cá-
ceres Díaz.

¿Y quién fue el primer director de la escuela?. Afortunadamente logré co-


nocerle y aun cuando en nuestros encuentros ni remotamente se me pasaba
por la mente escribir su historia, lo recuerdo muy bien. Incluso ya había
terminado mi estudio del ciclo secundario cuando este señor falleció en
1972.

“Ciudadano paraguayo....”. Así era el clásico saludo de don Lorenzo Cáceres


Díaz. Era un tipo patriota, de buen castellano pero acelerado en su hablar.

Pero antes de entrar en más detalles sobre lo que fue este maestro, hagamos
un pasito para atrás con el propósito de reseñar que la educación en Valle
Pucú no arrancó en 1912, sino muchos años atrás, ya en la época de don
Carlos Antonio López, el primer presidente constitucional del Paraguay. Es
así que en 1856 llega un informe al Gobierno, al entonces ministro doctor
Francisco Sánchez , en el que se consigna que en Valle Pucú la escuela tenía
195
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

27 alumnos, de los cuales 6 estudiantes no eran del pueblo, sino de otro lu-
gar. El maestro era don José María Domínguez, quien varios años después
(1880) –lo quiso el destino- se convertiría en abuelo de Pascual Servín.

Lo llamativo del informe al que nos estamos refiriendo es cuando cita a


Valle Pucú como pueblo perteneciente a Luque (no de Areguá). Aquel
documento daba parte al Gobierno de Carlos Antonio López sobre la si-
tuación educacional de Luque, destacándose que habían 12 escuelitas que
funcionaban con 462 alumnos, entre ellos el de Valle Pucú. Pero hay más, el
mismo informe igualmente refiere que en los dominios de Luque se encon-
traba una escuelita de Isla Valle (compañía de Areguá), que contaba con 28
alumnos de la comunidad y 2 jóvenes de otra zona, siendo el maestro-di-
rector don Francisco Franco.

Esto se menciona en el libro “General Aquino, su vida y sus obras” (edición


1981), de don Optaciano Franco Vera. Este fue un poeta, escritor y político
luqueño muy vinculado a nuestro valle, a tal punto que escribió la letra
de la más emblemática música del Club 24 de Setiembre. En aquellos leja-
nos tiempos se enseñaban cuatro materias primordiales: lectura, escritura,
suma y resta y por último religión católica, pero no en profundidad, sino
para aprender a rezar el Padre Nuestro, Ave María y el Santo Rosario. Es
por este detalle que nuestros padres y abuelos de memoria sabían rezar el
Rosario.

Saltando nuevamente al año 1912, encontramos que en ese tiempo, cuando


se fundó la escuela del valle, don Lorenzo Cáceres Días tenía 25 años. Este
“ciudadano paraguayo” no nació en nuestro pueblo, sino en Luque en el año
1887 en el lugar denominado “Jaguarete Kora”. Este lugar se encuentra, hoy
día, en medio donde finaliza la parte urbana de Luque y comienza el terri-
torio de la compañía Maramburé. En “Jaguarete Kora” se encuentra la sede
del club Sport Primavera y desde hace algunos años en el lugar funciona el
local del Palacio de Justicia de Luque, para mejor ubicación de la cuna de
este insigne profesor.

Este inquieto ciudadano tampoco tenía una formación académica de en-


vergadura, condición educativa de difícil cumplimiento para aquel tiem-
po de inicios del siglo XX. Pero tenía algunas virtudes que les impulsaron
para adelante. Era emprendedor, tenía iniciativas y ha viajado a Asunción
(esto valía mucho) como observador de las clases que se desarrollaban en
196
Aquella escuela de 1912

Adolfina de Gaona. Maestro Esteban Matilde de Cabrera. Juan de la Cruz


Escobar. Gaona.

el Colegio Nacional de la Capital, máxima expresión cultural del Paraguay


donde acudían los que posteriormente fueron grandes prohombres de la
Patria. Fue Pascual Servín quien le alentó a capacitarse mejor y en esa tarea
de aprender él no tenía freno y en medio de dificultades y carencias había
formalizado su estudio recibiéndose de “maestro normal”, el máximo título
de un docente. Fue allá por 1917, a sus 30 años.

AQUELLAS MUJERES

El mismo “maestro Lorenzo” es quien le recuerda a los compañeros y


compañeras que hicieron posible la educación en nuestro valle. Recuerda
como hombre bien preparado a Pascual Servín y cita a la primera comisión
“Pro-escuela” liderada por Saturnina Mercedes Franco de Orué e integrada
totalmente por mujeres, como Ascensión Alvarenga, Filomena Sanabria,
Francisca de Aguilera, Fermina Bareiro, Dolores Olmedo de Jara (la tía
Loló), De la Cruz Romero de Aguilera, Sofía Orué, Rosa Aguilera, Vicenta
Bareiro de Saldívar y Secundina Cabrera, todas herederas de madres que
participaron de la guerra de la Triple Alianza.

La existencia de esta comisión fue ratificada en un escrito hecho por el pro-


pio don Lorenzo Cáceres allá por 1960, entregado a doña Adolfina Da Cos-
ta de Gauna. Una copia tuvo Guillermo Gaona y otra don Nicasio Fleitas,
de Maramburé, una persona muy vinculada a los Gaona de Valle Pucú. El
escrito se creyó perdido, pero “reapareció” gracias al profesor Juan Silvino
Roa, oriundo de Maramburé.

En la versión histórica dejada por el “maestro”, no se menciona el informe


del año 1856 que ya hemos transcripto precedentemente. Para don Lorenzo
en Valle Pucú el primer local de enseñanza abrió, en su domicilio -en 1871-
197
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

el ciudadano José de la Cruz Aguilera inmedia-


tamente después de finalizada la Guerra Grande.
Aguilera era alumno del prebístero Fidel Maíz,
un héroe nacional. Sus alumnos eran unos pocos
niños desnutridos, descalzos y hambrientos.

A José de la Cruz Aguilera le siguieron el maes-


tro “Vitó”, o sea, Victoriano Chávez, mutilado
en la guerra del 70. Vendrían después José del
Pilar Jara, apodado maestro “Pilá”, incluso un ar-
gentino llamado Carlos Tavaré y un uruguayo,
Gabriela Alvarenga, directora Juan Anzoategui. Este ha dejado descendientes
de la escuela. en nuestro valle, uno de ellos fue alto jefe militar.

Amparado en esta versión se puede señalar que la escuela de 1912 no fue


creada de un sopetón, sino consecuencia de pequeños procesos que se
fueron dando desde antes de la Guerra Grande, lo que también sirve para
apuntalar la perspectiva aquella de que Valle Pucú es un pueblo antiguo
surgido ya en tiempos de la colonia española.

En un recuadro, dentro de éste mismo capítulo, se puede leer en forma íntegra


la versión histórica que dejó Lorenzo Cáceres Díaz sobre la educación en Va-
lle Pucú desde 1871 hasta 1960.

EL TERRENO…EL EDIFICIO

Tan importante fue la contribución de las mujeres encabezadas por doña


Saturnina Mercedes, quien –paralelo a su trabajo- también donó con su
familia el terreno donde fue levantado el edificio que hasta hoy perdura en
el mismo lugar pero con cambios totales en su estructura. Dicho terreno
posteriormente fue transferido a Juan de la Cruz Gaona, su yerno y éste
finalmente transfirió a su hijo Valeriano Gaona. Pese a estos cambios de
dueños, la escuela se mantuvo allí.

La construcción se hizo por etapas en largos años y parece ser que poco
antes de la Guerra del Chaco se terminaron las primeras tres piezas de ma-
teriales cocidos, porque antes eran de paredes de mbokaya (se le decía es-
taqueo) y techo de kapi´i. Incluso, se cita que fue hacia el barrio San Blás
que se habilitó la primera y precaria escuela, luego se mudó al lado sur de la
198
Aquella escuela de 1912

iglesia en la propiedad de Juan José Alvarenga y Natividad Coronel, hasta


que surgió aquel formidable grupo de damas para principiar el edificio que
perdura hasta hoy (con sus modificaciones), y esto arrancó en 1912 cons-
truyéndose paso a paso.

Las mujeres, en largas caravanas, traían en carros, en “ajaka”, sobre sus ca-
bezas, las piedras desde Yuquyry, para la edificación. Las piedras se coloca-
ban con mezcla de “yvypyta”, porque no se disponían de materiales como
cal o cemento.

LA ESCUELA RURAL

Hay algunas versiones que han puesto en duda que la escuela de 1912 de
Valle Pucú haya sido fundada por Lorenzo Cáceres, aunque le reconocen
importante participación. Esas versiones atribuyen mayor mérito a doña
Saturnina Mercedes, quien por ser del valle y una mujer muy activa, aglu-
tinaba a mucha gente a su alrededor. Esta mujer se casó con José Antonio
Orué y tuvo como hijos a don Marciano Orué, Juan Orué, Sofía Orué y
doña Juanita Orué. Sobreviven un montón de nietos, bisnietos y tataranie-
tos.

También sostienen que el ideólogo fundamental fue Pascual Servín y que


Cáceres simplemente se acopló al grupo y le dieron la dirección de la es-
cuela porque Servín tenía otras ocupaciones. Desde luego que sobre éste
aspecto ya nos habíamos referido, pero la gran confusión que surgió fue
que don Pascual Servín, por ser un hombre preparado y visionario, enten-
dió que la escuela clásica y su enseñanza clásica no funcionaba. Habían po-
cos alumnos, carencia total de elementos para enseñar y estudiar y allá por
1918 “refundó” la escuela con una clara orientación rural. Era una escuela
agrícola. Esto fue así en el entendimiento de que la circunstancia obligaba a
aprender cultivos de sustento familiar porque se pasaban tremendas nece-
sidades dentro de un país empobrecido y agravado por constantes revuel-
tas revolucionarias. La escuela enseñaba la siembra de poroto, mandioca,
batata, maíz, zapallo, frutas. Como herencia de esta escuela rural, muchos
recordarán que la escuela tenía su propia huerta plantando lechuga, zana-
horia, locote y los alumnos iban a regar todas las tardes como parte de su
actividad de estudio. Incluso venían agrónomos de Asunción para incenti-
var la cultura de tener huerta.

199
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Aclarada esta situación, el de Pascual Servín y su escuela rural, no existen


dudas de resaltar el gran mérito de Lorenzo Cáceres Díaz en la fundación
de la escuela. El signo de “gran maestro” le ampara por el hecho de que fue
docente por unos 50 años y muchos todavía le recuerdan por la diversidad
de su conocimiento y su capacidad de enseñar, especialmente matemática
y castellano.

Era muy riguroso y muy patriota. Además, siempre mantuvo contacto con
gente de Asunción y se le atribuye también haber fundado otras escuelas,
como la de Yuquyty (1960), junto al maestro vallepucugua Eulogio Franco,
hijo del chacore don Rufino Franco, más una tercera escuela en el Chaco,
en el departamento de Presidente Hayes.

Don Lorenzo se casó con una mujer de nuestro valle; doña Filomena Sa-
nabria con quien tuvo tres hijas: Doña Pité, Ramona y Verena, quien tam-
bién fue docente. La primera nombrada, o sea, Ña Pité, tuvo siete hijos. El
“maestro” nació en 1887 y falleció a los 85 años, el 16 de octubre de 1972.

EL MAESTRO ESCOBAR

Otra persona emblemática de la cultura de Valle Pucú fue don Esteban Es-
cobar, más conocido como “Maestro Escobar”. Este nació en Villa del Rosa-
rio, San Pedro, pero el destino le trajo por nuestro valle, allá por la década
de 1920. De aquí se marchó a la guerra del Chaco y también aquí se casó
con doña Petrona Ruiz Díaz. Del matrimonio nacieron dos hijos; Amado
y Ranulfo. Esta familia vivió allí donde hoy funciona la casa parroquial. En
1964 se había mudado a Asunción.

El “Maestro” Escobar fue una persona muy influyente y preparada. Aparte


de docente era contador profesional y trabajaba para importantes empre-
sas. Fue quien reemplazó en el cargo a Lorenzo Cáceres en la dirección de
la Escuela Graduada Nº 87 y estuvo al frente por cerca de 20 años, aunque
en un breve periodo le sustituyó el también conocido como “Maestro Ba-
randa”. Su nombre era Cipriano Baranda.

Fue en la década de 1950 que la dirección pasó a manos de doña Adolfina


Da Costa de Gauna. Ella, oriunda de Caacupé, se casó con Valeriano Gauna
y tuvo cuatro hijos; Jorge, Fátina, Ligia y Juan Enrique. Le correspondió la
modernización de la escuela, con rubros de maestras, aumento de grados y
200
Aquella escuela de 1912

hasta leche (en polvo) se servía como desayuno y merienda a los alumnos,
quienes en su mayoría acudían a la escuela descalzos.

Una de las cocineras era Blanca Rojas. La tía Adolfina ocupó el cargo hasta
1964 y al año siguiente se mudó con toda la familia a Asunción. Falleció en
el 2015 a los 95 años. En su reemplazo quedó brevemente Dalila Encina y
luego Eulalia de Castillo.

Desde 1967 la dirección de la escuela estuvo a cargo de De las Nieves Cá-


ceres de Albera, más conocida como “Rubia”. Esta sí que revolucionó la
enseñanza y consolidó la modernización iniciada por doña Adolfina. Fue
quien propuso al Ministerio de Educación que la escuela se denominara
Juan de la Cruz Gaona, pese a la fuerte oposición de los herederos de Sa-
turnina Mercedes Franco de Orué, quienes reclamaban derecho por haber
donado el terreno para asiento de la escuela y porque fue la presidenta de la
construcción del edificio.

“Rubia” ha mantenido puntuales conflictos con autoridades políticas de la


época porque se negaba a que la escuela dependiera de Areguá. Ella, por
su fuerte influencia, lograba que la supervisora viniera de Luque o directa-
mente de Asunción y en un momento de Itauguá. Del tiempo que estuvo al
frente de la institución, se puede decir que la educación fue elevada a una
categoría tal que ha merecido elogios de todos los niveles. No solamente se
enseñaba el programa anual, ella también era rigurosa en la disciplina, en
el aseo y las mismas profesoras tenían que dar, y dieron ese ejemplo sano a
los alumnos.

“Rubia” Cáceres tenía muy eficientes colaboradoras desde la docencia,


como Eulalia de Castillo, Alberta Báez, Saturnina Orué, Antonia Báez, Tri-
gidia Orué, Evelia Ortiz, Virginia de Orué, Pablina Báez, Antonia Alvaren-
ga, Estela Insfrán de Agüero y Cristina Aguilera de Cáceres, entre otras.

Luego de “Rubia” Cáceres llegaron a la dirección de la escuela Pablina Báez,


Máxima Caballero y finalmente Gabriela Alvarenga, quien desde 1992,
hace 26 años, que está al frente, acompañada en la vicedirección por Mirtha
Samaniego de Rojas. Gabriela impulsó la remodelación completa del edi-
ficio, un salto gigante que permitió el aumento substancial de la cantidad
de alumnos.

201
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Al respecto, en cierto momento la escuela ha tenido 1.400 alumnos en to-


dos los turnos, una cantidad elevada que derivó también al sustantivo au-
mento de personal docente y otros menesteres. Hoy día la escuela tiene
unos 60 funcionarios en todos los niveles, muy diferente a aquellos tiempos
en que no pasaban de 10 docentes.

Pese a la alta contribución de la profesora Gabriela Alvarenga para ampliar


el local edilicio, se le puede atribuir un defecto de raíz por no haber consi-
derado mantener –por lo menos- la fachada del viejo edificio de la escuela
de 1912. Ella se obsesionó por lo nuevo y enterró todo un patrimonio his-
tórico ya imposible de recuperar.

AQUELLOS MAESTROS

Lorenzo Cáceres Díaz y Pascual Servín fueron los primeros maestros de


buen nivel que tuvo la escuela de 1912. En algún momento también ayudó
Emiliano Ferreira, que era un aregueño que había fundado el club 24 de
Setiembre en 1914 y venía con Pascual Servín. Ferreira sabía hablar y es-
cribir en castellano, por lo que se le pidió su colaboración. Luego vinieron
Esteban Escobar, Vitalino Torres, Pedro Estepa etc.

Ya después de la guerra del Chaco surgieron las primeras maestras del


pueblo, como Matilde Cabrera, Efigenia Cabrera, Castorina Cabrera, Pe-
tronilla Usher, Saturnina Olmedo, De la Cruz Saldívar , Gregoria Chávez y
Mercedes Cabrera, entre otras. Luego se sumarían dos sanpedranas, como
Francisca Agüero y Reina Escobar. También Trigidia Orué, Otilia Orué.
Ondina Portillo (era de Misiones) y así, poco a poco fueron formándose las
docentes del valle.

Más adelante aparecieron Rubia Cáceres, Eulalia de Castillo, Yiya Albera,


Virginia de Orué, Pablina, Alberta y Antonia Báez, Antonia Alvarenga, Fre-
desvinda Maqueda, Evelia Ortiz, Dolores Medina, Estela Insfrán de Agüe-
ro, Cristina Aguilera de Cáceres etc. hasta llegar a los tiempos modernos
donde tenemos docentes nuevas por docenas.

MÁS Y MÁS ESCUELAS Y COLEGIOS

En la nueva época que vive el país y que se puede identificar desde 1989
en adelante, luego de ser derrocado el presidente Alfredo Stroessner en un
202
Aquella escuela de 1912

golpe de estado e instaurada la democracia, surgieron varias otras escuelas


en Valle Pucú.

Después de la escuela histórica, la segunda institución educativa del valle,


a nivel primario, es la que funciona en la Villa 1, habilitada en 1985. Su
directora actual es Gloria Báez de Bareiro. Luego vino Virgen del Carmen
(1993), fundada por Alberta Báez de Albera, quien ya lleva más de 50 años
de docencia y es toda una institución dentro del ámbito educativo del pue-
blo.

Posteriormente se sumaron las escuelas Niño Jesús (1997), fundada por


De las Nieves Cáceres de Albera, otra que es formadora educacional con
más de medio siglo de labor ininterrumpida, la escuela del barrio San Blás
(1992), bajo la dirección de Eunice Villalba, la del barrio 8 de Setiembre que
se llama Sofía Orué de Gaona y finalmente la escuela administrada por la
iglesia Evangélica, fundada el 1 de marzo de 1998 y denominada “Emanuel”
y cuya primera directora fue la licenciada Ruth Romero Bareiro.

En cuanto a colegios, el primero que se fundó en Valle Pucú fue el ahora


denominado Colegio Juan de la Cruz Gaona, en 1973. El primer curso se
inició con 18 alumnos y 14 llegaron a concluir el bachillerato. Sus prime-
ros cuatro profesores fueron Rubia Cáceres, Evelia Ortiz y Alberta Báez a
quienes se sumó Neri Insfrán Rojas, como profesor de Educación Física,
una vez a la semana.

Esta es la nómina de los primeros 18 alumnos del Colegio de Valle Pucú:


Mujeres: María Luisa Agüero, Arminda Orué, Aurora Núñez, Antonia Ro-
jas, Josefina Rojas, Alba Villalba, Olga Pereira, Fátima Aguilera (ya falleci-
da), Adelia Núñez, Fausta Medina, Lilian Zarza y Margarita Cabrera. Varo-
nes: César Aguilera, Tito Núñez, Rosa Agustín Cabrera, Amado Cabrera,
Dionisio Agüero y Julio César Zarza.

La institución se convirtió en Liceo Nacional de Valle Pucú en 1974 cuando


ya se activó el segundo curso. En ese año también asumió como director
Juan de la Cruz Cáceres, quien estuvo en el cargo por más de 30 años. El
edificio se empezó a construir en 1962 mediante la iniciativa de Valeria-
no Gauna y su esposa Adolfina Da Costa. En primer término se consiguió
apoyo de un organismo de los Estados Unidos, denominado Alianza Para
el Progreso. Esta alianza fue creada por el entonces presidente norteameri-
203
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

cano Jhon F. Kennedy, el mismo que fue asesinado el 23 de noviembre de


1963.

Los fondos para la construcción no fueron totalmente proveídos por los


norteamericanos. Tuvo la fuerte contrapartida local, contrapartida de los de
Valle Pucú, quienes trabajaron gratis, además de pagar una cuota mensual
de unos 100 guaraníes por casa. Todo el pueblo se movilizó para apoyar la
obra. También contribuyó en la construcción del colegio un remanente de
la recaudación dominguera del balneario Las Mercedes, que en esa época
recibía a miles de veraneantes en el arroyo Yuquyry.

Hay otro colegio denominado Virgen de las Mercedes fundado en 2002. Su


local se encuentra en el barrio Del Carmen y por casi 15 años fue lidera-
do por el sacerdote Gustavo Acosta. Se le conoce como un colegio emble-
mático y preferido por la juventud, habiéndose destacado por impecables
presentaciones en desfiles ya sea en el valle, en Areguá, Luque y también
Asunción. Era el paso de estudiantes que el público quería ver. En materia
de enseñanza también fue sobresaliente.

Desde el 2007 funciona el denominado Colegio Departamental, un colegio


de nivel técnico que implementó estudios más allá de lo tradicional e in-
auguró cursos de hotelería y turismo e informática muy bien visto por los
estudiantes. Globalmente se puede decir que Valle Pucú tiene el privilegio
de contar con numerosas instituciones educativas donde se forman jóvenes
del pueblo, así como gente venida de Yuquyry, Isla Valle, Yuquyty y Costa
Sosa y fácilmente la cantidad de estudiantes, en todas las instituciones for-
mativas, superan los 2.500 estudiantes, con unos 150 docentes en actividad.

Finalmente hay que acotar que en Valle Pucú se fundó la primera Escuela
de Corte y Confección, allá por la década de 1950 de la mano de la luqueña
Doña Emilia de Doldán. Funcionaba en la casa de doña Teresa Jiménez, allí
frente a la plaza “Lorenzo Cáceres”. La maestra tenía un hijo que era sacer-
dote, Walter Doldán, y llegó al valle mediante don Félix Galeano, que era
yerno de Ña Teresa. Una de sus últimas alumnas que aún vive, es Dionisia
Leguizamón.

La Escuela de Corte y Confección, muy de moda años atrás, se reanudó


brevemente en la década de 1970 bajo la conducción de Estela Zárate, que
era de Yuquyty.
204
Aquella escuela de 1912

MEMORIA

LO QUE DEJO ESCRITO EL MAESTRO LORENZO CÁCERES

De la mano del profesor Juan Silvino Roa, se resca-


tó un escrito hecho por Lorenzo Cáceres Díaz, en el
que hace una referencia histórica de la educación en
Valle Pucú desde 1871 hasta 1960. Hago copia tex-
tual de éste documento cuya autenticidad no se juzga Lorenzo Cáceres.
porque los datos coinciden –en gran parte- con las
investigaciones disponibles. También se respeta el estilo con que
el “maestro” dejó sentada su versión de los acontecimientos. Dice
así…

Maestros que ejercieron en la escuela de Valle Pucú


Desde 1871 _1960
¨En homenaje de respeto y gratitud¨
Por: Lorenzo Cáceres Díaz
Maestro normal jubilado
Valle Pucú-Areguá 12-VI-60
El maestro
Su día y fiesta
Singular resonancia tiene el día 30 de abril para la sociedad huma-
na, porque se conmemora la fiesta del maestro portador de juven-
tudes y orientador de las mentes de los niños en las prácticas de
las virtudes que consagran a hombres. Como noble apóstol de la
nobleza enseñanza, infatigable servidor espiritual de los pueblos.
El maestro señala derroteros preciosos, hoy al escuchar la dulce-
cita palabra del maestro se despierta el mundo, porque todos eran
obras del maestro. Porque los coros de los ángeles canten al maes-
tro, ya que no lo hacen en la tierra.
Lorenzo Cáceres Diaz
Valle Pucú (Areguá), abril 1.960

La escuela de antaño y sus maestros

El local de la vieja escuela. El antiguo local de la escuela era un gal-


pón con techo de paja, estaqueado y con barro sin blanqueo. Sus
muebles eran un pizarrón sin pintura, cuatro apyka largos con seis

205
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

asientos y una cruz (kurusú) clavado por el horcón principal del aula
y dos candeleros de madera gruesa.

Este local está en el lugar donde se encuentra hoy día el oratorio de


¨San Blas”

Era hermoso naranjal que perfumaba con sus floras de azahares de


su tiempo. Se cambió el local escolar el del naranjal, en el Maestro
Vito-Victoriano, frente-oeste del Sr. Ezequiel Ayala. Era lindo y her-
moso rancho en su época; casa de paja o barro sin blanqueo. De
este sitio y también por la muerte del Maestro Vitó, como el maestro
cura, se trasladó el local en el frente izquierdo de la iglesia en inme-
diato de don Carlos Jiménez a la fecha del señor Juan José Alva-
renga. Era un gran galpón o rancho sin blanqueo y con los muebles
de antes (chiqueros de chancho).

En el año 1.912 nació en el corazón un maestro, el amor al niño, y


formar una escuela para el futuro porvenir en un pueblo en gesta-
ción y asi lo hizo Don Lorenzo Cáceres Díaz. En 1914 se mudó la
escuela en su nuevo local en construcción a cargo de un grupo de
distinguidas señoras con el sacrificio y bien dirigidos por el entonces
maestro Lorenzo Cáceres Díaz. La noble y distinguida matrona de
la población se dio a nombre de sus hijos terreno para el local es-
colar, era doña Saturnina Franco de Orué. La comisión Pro-escuela
estaba organizada de la siguiente forma:

Presidenta: Doña Saturnina Franco de Orué


VicePte: Doña Ascensión Alvarenga
Secretaria: Srta. Filomena Sanabria
Tesorera: Doña Francisca D. S. de Aguilera
Vocales: Doña Fermina Barreiro
Dolores Olmedo de Jara
De la Cruz Romero Aguilera
Sofía Orué
Secundina Cabrera

De estas viven las señoras Dolores Olmedo de Jara y Filomena Sa-


nabria de Cáceres Díaz. En 1.927 volvió la dirección de la escuela
a cargo del señor Lorenzo Cáceres, que con sus esfuerzos el gran

206
Aquella escuela de 1912

edificio que es la superior n* 87 fue terminado, hoy día constituye


orgullo de la población de Valle Pucú, Esta obra fue comenzada
en1.912 y tuvo varias interrupciones en su edificación a consecuen-
cia del traslado producido por su iniciador maestro Cáceres Díaz, y
otros originados por la revolución de 1.921/22

Directores y maestros del pasado y del presente

Estos maestros lucharon contra el hambre y la miseria trabajando


en pro de los pocos niños convalecientes de aquella tragedia de
cinco años, mal alimentados, aquellas mujeres calavéricas que so-
brevivieron en la larga vía crucis, aquellos que labran la tierra con-
tribuyendo a la obra de reconstrucción nacional aumentando sus
esfuerzos para instruir y educar al niño y niñas-mamas de antes.

¡Oh maestro, consagro vuestras obras sagradas y nombre como


compañeros y amigos sinceros de hoy!

Dios te salve maestro

José de la Cruz Aguilera, cayó prisionero en Cerro Corá el 2 de


marzo de 1.870. Durante la guerra ejercía el cargo de escribien-
te del Gral. Vicente Barrios y luego del Gral. Isidro Resquín. Su
pena de prisionero sufrió en Montevideo a cargo del Cnel. Piñera,
quien entonces era amigo del Paraguay viviente. El 23 de octubre
en el Puerto de Asunción, el barco Piraveve (1) era 1.870; en el
cual llegaron los maestros o para maestro presbíteros Fidel Maíz
y su ex-alumno José De La Cruz Aguilera semidesnudos. En 1.871
abrió su escuela particular de la “pitanza” porque así aprendió en el
colegio S. Carlos con Fidel Maíz, enseñando a unos cuantos niños
de la residenta.

Maestro Tura o Tío Tura: Como lo llamaban sus alumnos, era muy
bueno y venerado por todos los vecinos y amigos de este Valle
Pucú. El maestro Tura enseño hasta 1.886, falleció pobre con sus
pariente en este lugar. No dejo ni un descendiente
Maestro Victoriano Chaves: (Maestro Vitó) de Valle Pucú mutila-
do de guerra del 70 en la pierna izquierda, se presume que era ya
maestro antes de la guerra grande, este enseñó a Leandro Benítez

207
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

y Calixto Céspedes veterano de la guerra. Se dedicó a la docencia


hasta el año 1.908, falleció a los 93 años a cuya edad caducada
dejó a 3 hijos, uno era maestro particular, era el maestro Bernardo.
Pedro Benítez: Era de Capiatá, ejerció muy corto tiempo por su
enfermedad, era joven e inteligente se le decía “Maestro Pedro”
Aniceto Morel: De Capiatá, maestro inteligente, introdujo en su es-
cuela la lectura “caston cristiana” y el “silaborio”, se llamaba maes-
tro Aniceto, viejo docente y educado.
Carlos Lara Castro: De Capiatá, joven e inteligente, ex alumno del
seminario conciliar de Arroyos y Esteros, abandonó su escuela a los
dos años de servicios, se casó con doña Lorenza Bareiro, luego fue
maestro de música, telegrafista, pianista y actualmente armonista
de las iglesias de Capiatá, San Lorenzo y Areguá 1.960
José del Pilar Jara: De Capiatá maestro de la escuela “Pai Maí” rem-
plazó al maestro Calo, ya en 1.905. Era muy inteligente a más de ser
del Estado; el enseñaba particularmente a varios jóvenes de los otros
lugares; ellos los sacerdotes presbíteros José Ojeda y Florencio Fer-
nández, el Tte.Cnel. Ireneo Arce, José Concepción Ortiz, en sus tiem-
pos era hasta el segundo grado curso completo para el colegio. Los
dos sacerdotes eran de Isla Valle, así como el señor Ortiz de Valle
Pucú. El maestro se trasladó a Itapuami llevando como recuerdo en
su mente y corazón algo que hoy lo conserva. Jubilado con 134 pesos
mensual, falleció a los 104 de edad. El poeta y ex alumno escribió
sobre la vida del “maestro Pila”, en la revista “Turismo”, es don Con-
cepción Ortiz.
Juana y Ortencia Flores: Nada ni poco hicieron, (aregueñas).
Rafaela vda. De López y Lorenzo López: Se creó el segundo gra-
do Rural Superior, inteligente, organizó la escuela pero falto al se-
gundo año
Lorenzo Cáceres Díaz: María Cándida Ricardo, de Luque y Caa-
cupemi durante este periodo se comenzó la gran obra de edifica-
ción para la escuela actual. Se organizó la Comisión Pro-Escuela y
se aprobó por el honorable consejo de educación, en 1.913 “VIVA
LA PATRIA”
Ponciano Vera y Ambrosio Díaz: De Luque solo dejo un hijo
Limpia y Petrona Cháves: Aregueñas, dos hermanas sin dejar re-
cuerdos.
Anunciación Lopez: De Escobar, abnegada maestra, falleció jubi-
lada a los 97 años de edad.

208
Aquella escuela de 1912

Maestro normal. Don Pascual Servín: De Areguá, el segundo or-


ganizador de la escuela Rural Superior, trabajó con la Srta. Con-
solación Olmedo y Concepción Ayala, se creó el tercer grado, la
primera rural del país.
Carlos Tavare: De nacionalidad argentina, Juan Anzoategui , uru-
guayo, Margarita Villamayor, Consolación Olmedo y Concepción
Ayala , un año.
Maestro normal Lorenzo Cáceres Díaz: De Luque, como el primer
tiempo trabajo e hizo definir la construcción en 1.928.
Matilde Cabrera, Verena Cáceres, De la Cruz Saldivar, todas de
Valle Pucú.
Esteban Escobar: de Gral. Elizardo Aquino (Villa del Rosario)
alumno del 3er. Curso normal de Concepción, continuó la obra de
Lorenzo Cáceres Díaz, desde 1.931 a junio de 1.933, año en que
se presentó al servicio de la Patria en la guerra con Bolivia. Trabajo­
con Ana Orué, De la Cruz Saldívar y Matilde Cabrera.
Leovigildo Cubilla: Maestro normal, luqueño, trabajó en reemplazo de
Esteban Escobar con los docentes Matilde Cabrera y De la Cruz Saldí-
var. Año 1933/34.
Lorenzo Cáceres Díaz: 1935/36, en remplazo de Leovigildo Cubilla
con los docentes Matilde Cabrera y De la Cruz Saldivar.
Esteban Escobar: 1937 , en remplazo de Lorenzo Cáceres Díaz
en que se formo la 2° comisión Pro-Edificación para el 2° ­grado
inaugurado elocuentemente en el año 1941 y elevada de categoría
a Escuela Superior; compuso la comisión las siguientes personas.
Presidente: Señor Medardo Olmedo, Srio. Señor Esteban Escobar,
Tesorero. Señor José León Nuñez, Vocales: señores José Concep-
ción Ortiz, Guillermo Insfrán y José Trinidad Orué; Sub-Comisión:
Presidenta Señora Ernesta de Insfrán, Sria. Señora Teofila Orué
de Castillo, tesorera. Señora Catalina de Chaves y vocales: seño-
ra Juana Bautista de Cabrera y señorita Dionisia Ruiz Díaz, actuó
como secretaria, Petronilla de Cabrera y Jenoveva Portillo de Jara.
Angelica Gimenez: De San Juan Bautista (Misiones) maestra nor-
mal, tuvo como docentes a Matilde Cabrera de Jara, Esteban Esco-
bar, Jenoveva Portillo de Jara, De la Cruz Saldivar, Petronilla de Ca-
brera y Efigenia de Cáceres, inauguró la primera biblioteca escolar
con 146 libros obsequiados por el club deportivo 24 de setiembre,
con aporte del Maestro Cáceres Díaz y José Concepción Ortiz.
María Elva García Zuñiga: Profesora normal, de Asunción ésta

209
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

trabajó con el mismo plantel de personal que el anterior, introdujo


algunas mejoras intelectual y material en la institución.
Cipriano Varanda: Profesor Normal, trabajó con el siguiente perso-
nal: Adolfina da Costa, Efigenia de Caceres, Petronila de Cabrera,
Matilde de Jara, De la Cruz Saldivar, Anselma Benitez y Mercedes
Cabrera.
Adolfina da Costa: 1950, de Caacupé, Maestra Normal, conto con
el siguiente personal: Esteban Escobar, Petronila de Cabrera, Mar-
garita de Cabrera y Eduvigis Cabrera, Alicia López, Nidia Olmedo.
Mercedes de Ruiz; Se refaccionó el Pabellón viejo.
Esteban Escobar: 1957, con Trigidia Orué, Nidia Olmedo, Eduvigis
Cabrera, Otilia Orué, Antonia Olmedo, Gregoria Chavez, Efigenia
de Cáceres y Mercedes de Ruiz.
Adolfina da Costa de Gaona: 1958 a 1960, con Ondina Portillo,
Efigenia de Cáceres, Francisca Agüero, María Cañete, Gregoria
Chávez, Mariana Gonzáles, Flora Ayala, Silvina Escobar y Merce-
des de Ruíz.
Para todos los que llegaron a ocupar y ejercer el apostolado de la
docencia de la escuela superior N° 87 digo: DIOS PATRIA Y HO-
NOR, y que el presente sea mejor orientación para ir formando la
niñez paraguaya, en este reducto del suelo patrio. Que vuestro an-
helo y perseverancia en las gestiones sagradas, de vuestro aposto-
lado tengan eco en los espíritus agradecidos de los padres de esta
vecindad-

Os dedico como sincero homenaje a mis colegas.

Lorenzo Cáceres Díaz.


Prof. Normal Jubilado.

210
CAPÍTULO 21

La Junta General
Un espacio democrático que marcó el camino del pueblo.
La “ley” lo hacía cumplir el comisario. Sus éxitos y un
inesperado final.

Era un domingo de junio de 1963. El


comisario Valeriano Gaona presidía
la reunión del pueblo en la entonces
plaza del Oveñaty, al costado de la
iglesia. Tras un largo debate consideró
cerrado el tema que se trataba y cede
la palabra a su hermano, el también
comisario Guillermo Gaona, con la
instrucción de “resolver el caso”.

Habla Guillermo y con su fluido gua-


raní dice: “Pende gustápa la idea. La
pende gustáramo, ya aprobándema con
aplauso”. La asistencia responde afir-
mativamente y con un cerrado aplauso
se dio por aprobado el tema. Lo que se
aprobó en aquella ocasión fue la divi-
sión de Valle Pucú en cuatro barrios Dos de las últimas cinco oveñas de la plaza
que quedó de la siguiente manera; en de Valle Pucú donde se realizaba la Junta
General.
el sur el barrio 8 de Setiembre, en el
centro-sur el barrio Las Mercedes, en
el centro-norte el barrio Del Carmen y en el norte el barrio San Blás. La re-
unión donde el pueblo aprobó esta división se denominaba Junta General.

La Junta General fue un espacio ciudadano donde el pueblo ejercía el poder


dentro de un ámbito democrático de gran envergadura, inaudito para ese
tiempo. Era algo así como un parlamento donde cada uno tenía voz y voto
y lo allí resuelto “era la ley del pueblo” que se cumplía a rajatabla. Esta li-
bertad política de respeto al pensamiento individual fue realmente extraño
dado el convulsionado ambiente político que se vivía en aquel entonces en
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

todo el Paraguay y del que Valle Pucú no se escapaba.

Este encuentro ciudadano siempre se realizó en la plaza del Oveñaty y la


convocatoria se producía con la intervención del comisario de turno. Cada
vez que había un tema de interés a tratar, dos agentes (tahachi) uniforma-
dos con fusil en el hombro y cuaderno en mano, salían casa por casa a hacer
la citación. El dueño de casa estaba obligado a firmar esa invitación y para
comenzar la asamblea se pasaba lista y la verdad es que casi siempre asistía
la totalidad de los invitados. Si no era un papá o una mamá, estos tienen
que enviar a sus representantes. Así era el compromiso. Lo que allí se resol-
vía se tenía que cumplir y el control estaba a cargo del mismo comisario, en
una época en que ser policía era palabra mayor.

Se han dado casos en que la ausencia a la reunión “se pagaba” al día siguien-
te con una citación a la comisaría para que el ciudadano explicara el motivo
de su ausencia, y como esto era muy molestoso, mejor era evitar, entonces
la gente se esmeraba en no faltar a la Junta. Incluso, algunas ausencias rein-
cidentes eran “castigados” realizando trabajos de limpieza en el cementerio,
en la plazoleta, el tupaokorapy o taponando baches en la calle, que en aquel
tiempo era todo de tierra.

Don Ernesto Bareiro sitúa a 1949 el año en que empezó a implementarse la


Junta General y todo apunta a que fue el poderoso Clan Gaona, el clan de los
cinco hermanos policías, el que la propició. En este punto cabe reiterar que ese
grupo familiar, con todo lo que se le puede achacar por sus actos prepotentes,
también eran buenos emprendedores en esa tarea de hacer algo por el valle.

En el tema de la división de los barrios hay que historiar lo siguiente. En


aquel 1963 ciertamente el nuevo barrio que surgió fue el de Del Carmen,
porque ya existían Las Mercedes, 8 de Setiembre y San Blás. Del Carmen
fue el cuarto barrio y su nombre es en homenaje a la Virgen del Carmen,
que en ese entonces era una imagen propiedad de Valeriano Gaona y fa-
milia, cuya casa estaba frente a la actual Casa Parroquial. Entonces se esta-
bleció que el barrio Las Mercedes arrancaba desde el desvío (donde está el
semáforo) hasta la iglesia y aquí comenzaba Del Carmen.

En ese 1963 también surgió algo muy importante. Antes, para ir al barrio 8
de Setiembre (también a Yuquyty y Costa Fleitas), no existía camino, como
el de ahora. Se tenía que transitar por un “tape-sanja” o carretera que cru-
212
La Junta General

zaba la actual casa del señor Víctor Miranda –a partir del desvío- hasta
unos 700 metros, más o menos, pasando por las casas de Ramona Pereira
y Juan´i Orué, para luego girar a la izquierda al costado de la propiedad de
Laku Gaona. Pero ocurrió que un año antes, en 1962, Guillermo Gaona
terminó de construir su entonces hermosa residencia y le trajo a un famoso
pintor uruguayo llamado Mariol, quien le pintó un muro con el nombre de
“Villa Sofía”, que hasta ahora existe.

Entonces don Guillermo, que era una influyente persona, acordó con don
Fermín Cabrera y don Félix Nery Orué gestionar en Asunción la venida de
un tractor (motoniveladora) para abrir una nueva calle que pudiera conge-
niar con su hermosa residencia recién terminada y fue así que se abrió la
calle actual que sustituyó al “tape-sanja”.

Ese mismo tractor fue aprovechado para enderezar otro “tape-sanja” con
curva muy peligrosa de unos 200 metros que existía en el barrio Del Car-
men, allí donde están los domicilios de los herederos de Eladio Servín, Fi-
del Ayala, Chimó Cortázar y otros. En esa misma y peligrosa curva había
fallecido el joven Atilo Roa, hijo de ña Benita Roa, en el primer accidente de
tránsito que ocurrió en Valle Pucú en 1959. El camión de Don Florentino
Prieto había ocasionado aquel lamentable accidente.

EL BALNEARIO LAS MERCEDES

Muchas obras de progreso realizadas en Valle Pucú nacieron en la Junta


General y en este ambiente no era mal visto la fuerte influencia de la co-
misaría. Entre las obras se citan el arreglo permanente de la calle haciendo
cunetas para correr el agua, la obligación de mantener limpio el frente de la
casa y pintar con cal postes, murallas y árboles para la fiesta patronal.

Mediante la Junta también se habilitó el balneario Las Mercedes, se am-


plió el edificio de la comisaría, se estableció la división de los barrios, la
construcción del colegio, la compra de la propiedad de la casa parroquial,
la primera gran restauración de la iglesia (1966), el inicio de las obras del
centro de salud, la creación de la Junta Vial y la formación de una institu-
ción política, como fue la Junta Parroquial, que se erigió como institución
municipal dependiente de la Municipalidad de Areguá. Igualmente allí se
consensuaba el horario de los tres micros que hacían viaje a Asunción, dos
de ellos venían desde Isla Valle.
213
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Pero también tuvo sus puntos negros, como aquel 1958, cuando esta misma
asamblea rechazó el proyecto de urbanización del pueblo presentado por
José Concepción Ortiz, como así también la construcción de una avenida
arbolada ideada por Victoriano Núñez, en 1962, aunque a favor se tiene que
ambos rechazos se produjeron por votación de la mayoría y eso se respetó.

Respecto a la división de los barrios se ha procedido al nombramiento de


los enlaces o representantes de cada barrio para que en la reunión de la
Junta General se informara sobre la situación y necesidades de la zona. Asi,
en el 8 de Setiembre fue nombrado Pedro Juan “Tituri” Fleitas, en Las Mer-
cedes el señor Antoliano Cáceres, conocido como Ku´ito Cáceres, en Del
Carmen los delegados eran Timoteo Cortázar y Ezequiel Ayala y en San
Blás los representantes eran Guillermo Ynsfrán, Jaime Castillo y Victoriano
Núñez.

Cabe puntualizar que hoy día existe un barrio populoso con camino asfal-
tado, surgido en 1982 y se llama San Miguel, conocido también como Villa
1. Es el quinto barrio y su nacimiento se produjo con la fuerte inmigración,
en noviembre de ese año, de personas venidas de la zona ribereña de Asun-
ción promovido por el Gobierno de entonces, a través de la Municipalidad
de Asunción.

Capitulo resaltante de las decisiones tomadas en la Junta General fue la


habilitación, en 1960, del balneario Las Mercedes, en el arroyo Yuquyry.
Estaba ubicado en la misma dirección de la iglesia mayor. Impulsado por
los Gaona y el comisario de entonces, Blás Espínola, se abrió el camino (el
que va al cementerio) y se limpió el arroyo kaaguy.

La gente acudía con carros, machetes, asadas, hachas, rastrillos y se habilitó


un muy hermoso lugar veraniego. En menos de dos años ya se convirtió en
punto casi obligado de los bañistas que venían de Asunción, principalmen-
te, y de Luque. Valle Pucú se erigía en centro turístico. Era impresionante la
cantidad de micros de pasajeros que pagaban 100 guaraníes para ingresar.
Coches casi no habían en esa época. La sombra abundante de inmensos
árboles, más la limpieza y el gran caudal de su agua, eran sus atractivos
especiales. Había una cancha de fútbol y pista de baile. Los vestuarios se ha-
cían de manera natural en medio de una inmensa floresta. Todo era verde.

Una comisión designada por la Junta se encargaba de la recaudación que


214
La Junta General

a veces alcanzaba 5 mil guaraníes en un solo domingo, y este dinero sirvió


de mucho para ayudar a la iglesia, la construcción del colegio, la comisaría,
etc. La mejor época duró unos 15 años, porque el comisario Ventura Ol-
medo, quien sustituyó Espínola, era riguroso en eso de mantener limpio el
balneario y esto le gustaba a los excursionistas.

Pero el tiempo pasó y aquel éxito veraniego fue disminuyendo paulatina-


mente cuando empezó a tener problemas el agua con la contaminación,
hasta que se arruinó por completo. Del hermoso balneario hoy solo queda
el recuerdo de un tiempo en que la naturaleza privilegiaba a Valle Pucú con
lo mejor del milenario arroyo Yuquyry, origen de nuestro pueblo.

UN FINAL CONFLICTIVO

El ocaso del balneario Las Mercedes casi llegó paralelo con el final de la
vigencia de la Junta General. La muy fructífera asamblea del pueblo, la que
tanto sirvió para hacer muchas cosas por el valle, tuvo un desenlace con-
flictivo en agosto de 1977. El final, increíblemente, llegó de la mano de uno
de sus impulsores; Guillermo Gaona.

En aquel año, don Guillermo ya era intendente de Areguá (asumió en 1975


y terminó en 1989), y mediante sus gestiones se estaba construyendo el
empedrado de la ruta Luque-Areguá-Ypacaraí. Gaona “arregló” para que la
firma constructora “dejara unos sobrantes” de piedra para que se empedra-
ra la calle de Valle Pucú que no estaba en el presupuesto caminero oficial.
Pues bien, ese “sobrante” daba para unos dos kilómetros (y tanto) de largo
con una anchura de 5,5 metros y la idea de Gaona era utilizar dos kilóme-
tros que alcanzaba desde el desvío (donde está el semáforo) hasta el final
del barrio Del Carmen y el resto de casi un kilómetro llevar hacia el barrio
8 de Setiembre, hasta pasadito su casa.

Con este plan se excluía al barrio San Blás y por dicho motivo sus vecinos se
alzaron pero furiosamente. Nunca estuvieron tan unidos católicos y evan-
gélicos como aquel entonces y empezaron a hacer la guerra para que el em-
pedrado les alcanzara. Tremendo fue el problema y la “yaguareada” contra
Gaona llegó hasta el Gobierno (Stroessner era el presidente).

Pues bien, el intendente se molestó de sobremanera y recurrió a la me-


diación del sacerdote Mario Gambuti. La gente de San Blas se mantuvo
215
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

firme, no cambió de postura pese a la presión, y finalmente el empedrado


se extendió hasta dicho barrio. Ganaron la pulseada y el “barrio 8” quedó
sin empedrado.

Afectado por la situación adversa, Guillermo Gaona convoca a una Junta


General para abordar el tema a nivel de pueblo. La plaza estuvo repleta con
una asistencia de casi 200 personas y dentro de un tenso ambiente.

Nada más iniciada la reunión tomó la palabra el intendente. Historió la si-


tuación y reprochó de la peor manera a los del barrio San Blas. Nervioso, ni
dio oportunidad a nadie para que hablara. Fue un monótono jeja´o guasu.
El maltrato se particularizó con “nde fulano”, “nde fulana” y así sucesiva-
mente hasta que una hora después él mismo dio por finalizada la reunión y
con tamaño conflicto también se cerró para siempre la antes democrática y
constructiva Junta General de Valle Pucú.

216
CAPÍTULO 22

Iglesia Evangélica
La segunda comunidad religiosa. Sus inicios, las
persecuciones y anécdotas.

La iglesia Evangélica se instaló en Va-


lle Pucú en 1948, de la mano de don
Ernesto Bareiro, que en ese tiempo te-
nía 24 años. Tiene un oratorio ubicado
en las afueras del barrio San Blás y su
aparición en escena no estuvo exenta
de problemas y polémicas, incluyendo
divisiones y persecuciones.

Después de la guerra del Chaco había


aparecido este nuevo grupo religioso
que se fue formando de a poco, con
reunión de dos o tres personas, a ve-
ces más y así, sucesivamente. Vinieron
predicadores del otro lado del arroyo, o
sea, de Ybycu´i- Yuquyry, Maramburé,
La iglesia Evangélica de Valle Pucú, cuya
Luque e incluso de Asunción, para cap- construcción data de 1948. El edificio conoció
tar adherentes y no tardaron en lograr de muchas mejoras.
ese propósito.

Consolidado los líderes, que no eran numerosos, pero bastante decididos,


después de la revolución de 1947 iniciaron la construcción del oratorio con
don Victoriano Núñez al frente. Él era una persona entendida en construc-
ción aunque no trabajaba por un problema de salud en la cadera. Solo im-
partía órdenes.

La presencia del grupo evangélico no fue bien vista en Valle Pucú, a tal pun-
to que ha habido maltratos y persecuciones tal vez innecesarias, todo con el
propósito de desalentarlos y si es posible que se vayan a otro lado.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

En ese tiempo en Areguá había un sacerdote muy especial, el pa´i Fran-


cisco Palau, de origen francés, quien oficiaba misa en Valle Pucú de tanto
en tanto, pero era la autoridad eclesial de aquellos tiempos y acostumbra-
ba desplazarse a caballo, porque no había disponibilidad de otro medio de
locomoción. A él se le denunció sobre la presencia de los evangélicos y un
día llegó furioso cabalgando sobre el enorme, pero bien cuidado animal.
Primero intentó persuadir de que Valle Pucú no era lugar apropiado para
dividir a la comunidad por culpa de la religión, pero no consiguió nada,
más que levantar un estado de ánimo áspero que finalmente acrecentó la
división con el paso de los meses.

Entonces se realizaron manifestaciones en el entendimiento de que la ma-


yoría rechazaba a los evangélicos. Germán Castillo, vecino del oratorio,
rememoraba que siendo joven, cuando los protestantes iban a realizar las
reuniones, él y varios de su época, sobre caballo se apostaban a orillas del
arroyo para que los del lado luqueño no pasaran hacia nuestra jurisdicción.
Era una presencia intimidatoria, sobre todo. El Pa´i Rejalada, sacerdote de
Luque, también se sumó a la presión. Llegaba sobre caballo y reunía a gente
de la zona de Yuquyry para hacer ruido pero la presión tampoco surtió
efectos y los evangélicos no solamente sumaron adherentes, sino que cons-
truyeron su propia iglesia.

Ya en la década del 60 ésta situación conflictiva disminuyó poco a poco por


el paso de los tiempos y por lo inútil que significaba pelearse por una cues-
tión de fe, donde en algunos casos estaban involucrados vecinos o miem-
bros de una misma familia. Hoy día con absoluta libertad este grupo evan-
gélico desarrolla sus postulados cristianos dentro del marco de respeto, que
desde luego no merecía ser enfocado de otra manera.

La actitud del Pa´i Francisco Palau, del Pa´i Rejalada, más la declaración de
Germán Castillo, hay que contemporizar, hay que entenderlos en el tiempo
que transcurrió todo esto sin juzgarlos de una manera maliciosa. Tengo
también muchos, muchísimos testimonios similares de personas que se
opusieron a los protestantes, pero hoy día ya estamos en un mundo dife-
rente y tanto las víctimas de entonces como también los opositores, solo
fueron productos de una circunstancia y se debería tomarlo simplemente
como una situación que ya fue superado totalmente.

Hace unos años la agrupación evangélica también edificó y habilitó una es-
218
Iglesia Evangélica

cuela adonde acuden los niños cuyos padres profesan la religión protestan-
te y a 70 años de su creación, los evangélicos ya son una comunidad grande
a tal punto de convertirse en el segundo grupo religioso más importante en
Valle Pucú. Por ejemplo, San Blás y Del Carmen son los barrios que reúnen
a la mayoría de los adherentes. Incluso avanzaron a otras comunidades y
el más importante es el de Yuquyty. También en la Villa 1 han formado su
iglesia.

Sin entrar en cuestiones teológicas -que desde luego no es el objetivo de


este libro- sin embargo hay que acotar que el grupo protestante ha tenido
muchas divisiones. En total hay cuatro iglesias y varias subdivisiones. Una
primera escisión importante fue liderado por
don Emilio Núñez, quien tras su fallecimiento
fue sucedido por su hijo Mauro Núñez. También
hay otras comunidades más pequeñas pero todas
muy activas y puede decirse que en Valle Pucú el
pluralismo religioso es una realidad vigente.

Hay que significar que la fecha de 1948 solo mar-


ca el año del inicio de la construcción de la igle-
sia y no el comienzo de la presencia del grupo
religioso en la comunidad. Los evangélicos apa-
recieron en Valle Pucú –como ya se apuntó- un
poco después de terminada la guerra del Chaco
y fueron juntándose de a poco. En un principio Don Ernesto Bareiro.
fue un grupo rígido en sus creencias y rechaza-
ban por completo que sus miembros realizaran
actividades deportivas, no era permitido escuchar música y participar en
fiestas bailables, por ejemplo, era inadmisible, como tampoco tomar be-
bidas alcohólicas. Rechazaban escuchar radios, a las mujeres se prohibía
usar pantalón vaquero y maquillarse. Estas restricciones hoy día ya están
totalmente superadas.

En el caso deportivo hay una anécdota interesante. Allá a principios de la


década de 1960 surgió un futbolista de extraordinaria calidad. Se llama
Marcelino Lezcano (que vive todavía y goza de mi mayor aprecio y respeto)
y junto a sus contemporáneos como Alejo Alvarenga y otros, jugaba en la
primera del 24 de Setiembre con notable éxito. Era hermano del pastor José
del Rosario Lezcano y su padre fue José Asunción Lezcano, quien figura
219
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

como uno de los fundadores del club. En su momento de esplendor, donde


verlo jugar era lo máximo, los dirigentes reciben la comunicación de que
Marcelino se dejaba del fútbol por cuestiones religiosas. Recién se había ca-
sado y se respetó la decisión pero se sintió mucho esa ausencia. Más tarde,
por influencia e insistencia de don Tita Ayala y de don Pedro Núñez, que en
ese entonces era jugador y entrenador del 24 de Setiembre, se reincorporó
al equipo en 1971 y jugó muchos años más con una impresionante calidad
y recordada honestidad.

Algo similar ocurrió con don Emilio Núñez, quien más adelante se conver-
tiría en pastor evangélico hasta su fallecimiento. Don Emilio jugaba en el
“24”. Se le decía “Emilio cohete” y un buen día, allá por 1965, comunicó que
se alejaba de la cancha por cuestiones religiosas.

Después de estos sucesos muy llamativos, no tardó mucho para que la


iglesia evangélica tuviera una mayor apertura hacia el deporte a tal punto
de que construyeron su propia canchita. De hecho esa rigidez inicial fue
cambiando y las cosas prohibidas de antes ahora son permitidas sin perder
el sentido básico de sus creencias religiosas e, incluso, se puede señalar la
existencia de mucha fraternidad entre evangélicos y católicos porque todos
somos “parientespaguasu”.

DE CATÓLICO A EVANGÉLICO

“Yo fui bautizado en la religión Católica, Apostólica y Romana, pero cambié


de postura a conciencia y me convertí en pastor evangélico”. Es don Ernesto
Bareiro quien habla de ésta manera para historiar que en 1948 la congrega-
ción protestante se instaló en Valle Pucú, siendo él uno de los iniciadores.

Hijo de don Joaquín Bareiro, católico, a más de ser un importante dirigente


colorado y uno de los fundadores y jugadores del club 24 de Setiembre, don
Ernesto recordó que en 1945 salió del cuartel con una repentina inspira-
ción religiosa y conoció el otro lado de lo que él dice sustentar espiritual-
mente, y empezó a predicar. “Era algo nuevo que entraba en mi corazón, oike
chepype” y pese a la oposición de sus padres, siempre acudía a las reuniones
“kañyhápe”. El bautismo de la conversión se realizaba en el arroyo Yuquyry,
en la zona del club Minerva conocida como Paso Itá.

“Espiritualmente estoy muy bien formado”, dijo Bareiro al recordar que en


220
Iglesia Evangélica

casa de don Demesio Lezcano, Victoriano Núñez, Emilio Ledesma, Mateo


Rodríguez, Alberto Olmedo y otros, organizaban las primeras reuniones.
“En 1948 levantamos la iglesia. Estoy contento no solo porque crecimos mu-
cho, sino porque al abrazar el evangelio he llevado una vida familiar muy
sencilla y vivo rodeado por mis hijos”, expresó.

Ya con 90 años (nació un 16 de junio de 1924 y murió en el 2016) volví a en-


trevistarme con Bareiro. En realidad no fue la primera vez; él -en particu-
lar- me conoció desde niño porque carpían con mi padre (Tatito Insfrán) el
“tacuere´endy”, “sandiaty”, “avatity”, donde yo acudía en ciertas ocasiones.

También por el lado de mi madre llegaba a su casa para comprar escoba,


porque la mejor escoba era la que hacía don Ernesto. Era dura y se usaba
por mucho tiempo para el barrido. En la juventud integré con él varias co-
misiones, como las del Puesto Sanitario o la Junta Vial y éste señor, junto
a Del Rosario Lezcano, se constituían prácticamente en portavoces de la
comunidad protestante en Valle Pucú. Desde luego, nunca les oí predicar
en las reuniones, pero si en algún momento se requería el apoyo de la “otra
iglesia” para los fines comunitarios, allí estaban siempre a la cabeza Bareiro,
Lezcano y en ocasiones don Victoriano Núñez.

Una vez tuvimos un inesperado incidente personal. Fue en 1977, en mis


comienzos como periodista. Resulta que un ciudadano alemán que eligió
a Areguá para su descanso, no podía dormir -según denunció- porque el
altoparlante de unos evangélicos les hacia la vida imposible por el ruido. El
alemán vino a casa, denunció el caso y yo publique. Don Bareiro reaccionó
fuerte y en un encuentro –con vehemencia- me sacó en cara diciendo que
“usted hizo eso porque es católico y le odias a los protestantes”. Fue Lezca-
no quien le apaciguó y todo quedó en el opareí. Por mi parte solo había
transmitido por la prensa la queja de un ciudadano y no me animaba otros
motivos.

Pero éste incidente solamente forma parte de una anécdota circunstancial,


sin más trascendencia que su sola mención. En el fondo don Ernesto Ba-
reiro siempre fue una persona muy honorable, respetuosa y las veces que
lo visité, en realidad lo hice porque sabía que estaba enfermo. Llegaba a
su casa y lo encontraba sentado en una silla al lado de su esposa Ña Lu-
jeña, también aquejada de dolencias. El matrimonio nunca tuvo empleo
y se ganaba la vida con los quehaceres domésticos, aunque la señora, en
221
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

algún momento, también viajó a Asunción con tarros en mano vendiendo


leche. En tanto el marido era conocido como hachero profesional, experto
en hacer raja y poste, junto a don Timoteo Cortázar, Del Rosario Lezcano,
Antolín Benítez y mi padre.

Durante mi última entrevista, me alegró el alto espíritu y la lucidez mental


de Bareiro. Tenía buena memoria a toda prueba y aparte de resaltar que
siempre tuvo aprecio hacia mi persona, me dijo que “no todos los Católicos
Apostólico Romano como usted, hacen esta clase de visita a un enfermo”, a lo
que solo le contesté con una palmada.

Encaminando de nuevo el historial de la iglesia evangélica en Valle Pucú,


don Ernesto Bareiro no solo ratificó, sino lamentó la persecución que tuvie-
ron. Dijo que el Pa´i Palau fue quien alentó esa persecución, señalando que
el sacerdote venido de Areguá fue el que hostigaba a la gente para hacerle la
vida imposible. “No solamente trataban de impedir nuestras reuniones, sino
que también forzaron manifestaciones con lataparara que cada vez se ponían
más intensos. Y en particular por cada reproche que recibía, más fuerte me
ponía espiritualmente, y esa fue mi respuesta”.

222
CAPÍTULO 23

El último eucalipto
El fallido intento de construir una avenida arbolada en Valle
Pucú. El fracaso se dio porque el proyectista era liberal.

Una planta de eucalipto de 55 años y


totalmente seca, era el último testigo
del también último proyecto de cons-
truir una avenida arbolada de la prin-
cipal calle de Valle Pucú. Un poco de
malicia de tinte político y la falta de
fondos terminaron con aquel ambicio-
so plan que, de concretarse, pudo haber
convertido a nuestro valle en pionero
en urbanismo en un contexto ambien-
talista revolucionario, ya hace más de
medio siglo.

Este árbol de eucalipto, finalmente fue


derribado a mediados del 2017. Se en-
contraba casi pegado al hospital y fue
plantado en mayo de 1962, dentro de El último eucalipto. Se encuentra al lado del
un proyecto urbanístico extraordina- Centro de Salud. Fue plantado en 1962. Se ha
secado y derribado hace poco. Era el recuerdo
rio que impulsó el compueblano don de un ambicioso proyecto urbanístico de Valle
Victoriano Núñez. Ciertamente ésta Pucú.
última planta no formaba parte del
proyecto principal, sino troncal, pero de todas maneras era importantísi-
mo, porque el camino troncal conducía al majestuoso arroyo Yuquyry, al
Campo Santo y al lugar donde se erigió la primera iglesia de la Virgen de
las Mercedes, allá por 1877 y que ahora es conocido como Tupasy Ykuá. La
devoción de aquel entonces impulsó a que todos querían llegar a ese lugar
caminando en medio de un hermoso paisaje.

Si aquel plan se hubiera concretado, Valle Pucú hubiese tenido una calle
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

más amplia de 10 metros de ancho con 2 metros de vereda libre por lado
y arborizado desde el desvío (así se le llama al troncal donde se une con
la ruta Luque-Areguá) hasta el pueblo de Yuquyry, por un lado, y desde el
desvío hasta unirse al pueblo de Yuquyty, por el otro lado. O sea, la avenida
completa debía de tener 14 metros de ancho, entre calle y veredas.

La idea era plantar eucaliptos, mayoritariamente, intercalando con plantas


de yvyrapyta. Así se hubiera tenido una vista panorámica impresionante de
árboles de una extensión de 3 a 4 kilómetros de Valle Pucú hasta Yuquyry,
pasando por los barrios Las Mercedes, Del Carmen y San Blás, y otra exten-
sión de 1 kilómetro en el barrio 8 de Setiembre.

Don Victoriano Núñez quiso revivir aquel fallido proyecto de José Concep-
ción Ortiz, quien había presentado un plan de urbanización de Valle Pucú,
cuadra por cuadra, que le fue rechazado en 1958 en una reunión de vecinos
en la denominada Junta General. Desde luego había diferencia entre los dos
proyectos, porque mientras José Concepción Ortiz ya pensaba abrir calles
cada 100 metros, el de Victoriano Núñez pretendía ampliar y arborizar la
principal avenida de nuestro valle.

CONTACTOS Y PERSONAJES

Cuando el señor Núñez presentó el proyecto, era el presidente de la Junta


Vial de Valle Pucú, que dependía directamente de la Junta Vial de la Capital.
Esta era la que construía los caminos en el país y dependía del Ministerio de
Obras Públicas. El proyectista tenía a dos personas muy importantes en su
estructura que les apoyaba en todo. Uno era Félix Neri Orué, vallepucuguá
que era funcionario de la Junta Víal de la Capital, además de ser secretario
general del Consejo Nacional de Deportes (ahora Secretaría Nacional de
Deportes). El otro era don Fermín Cabrera, hombre servicial que se obse-
sionaba por construir caminos.

Él tenía a su favor ser “el compadre” del general Marcial Samaniego, en-
tonces ministro de Obras Públicas. Con estos contactos don Fermín per-
manentemente mantenía en excelente condición la calle porque el citado
ministro ponía a su disposición motoniveladoras y camiones tumba.

Para la ejecución del proyecto, el mismo Victoriano Núñez, de forma total-


mente voluntaria, con metro en mano medía la calle y cuatro o cinco casas
224
El último eucalipto

eran los que “molestaban” para la ampliación y tal cosa se consideraba casi
irrelevante frente a la gran envergadura del plan caminero.

Todo iba bien encaminado, el plan ya fue debatido en la Junta General del
pueblo y una delegación fue al Jardín Botánico,
en el viejo camión de Don Prieto, a traer los ár-
boles, previo acuerdo con los que administraban
ese lugar. Fue así que se trajeron plantitas de eu-
caliptos y de yvyrapytá y algunos tajy. Se hizo un
gran acto en la plazoleta del Oveñaty, al lado de
la iglesia y se plantó un simbólico árbol de euca-
lipto, que estuvo a cargo de Jorge Gauna, enton-
ces con 8 años. Fue frente al actual colegio Juan
de la Cruz Gaona.

Después los trabajos se hicieron por equipos y


hacia el barrio San Blás empezó a cultivarse ma-
sivamente dentro del límite marcado de lo que
iba a constituirse en una avenida. Pronto, sin Don Victoriano Núñez. Aquí
con el entonces Ministro de
embargo, se conoció una noticia que echó por el Educación, Raúl Peña.
suelo el proyecto. El Ministerio de Obras Públi-
cas, pese al respeto y la amistad que tenía con los
proyectistas, comunicó que no iba a poder financiar la avenida porque el
ideólogo “es un liberal”. O sea, la negativa era en contra de don Victoriano
Núñez, que efectivamente era un dirigente liberal.

Claramente fue una disposición política de la alta esfera la que truncó el


plan y algunos vincularon directamente al Clan Gaona de haber hecho fra-
casar el proyecto. De acuerdo a los testimonios que pude conseguir en su
momento, los Gaona no estaban en contra, pero sí fueron llamados por la
autoridad política de Asunción y se les preguntó “mava ideápa la proyecto
de avenida”, a lo que le habrán contestado que era de don Victoria Núñez.
“Ha pévapa colorado terapa liberal”, y “liberal”, respondieron los Gaona a lo
que la réplica final fue que “esa avenida ndojejapomoái”.

Para más, le encontraron la vuelta a don Victoriano, porque siendo presidente


de la Junta Vial de Valle Pucú fue pillado que algunos ciudadanos estaban car-
piendo su chacra a cambio de la “libreta vial”, o sea un caso de “lesión de con-
fianza”, como se diría en nuestros días. Le echaron del cargo, que desde luego
225
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

era solo honorífico y así terminó aquel revolucionario proyecto.

Para más, su principal aliado, don Fermín Cabrera, al fallecer su esposa


se fue a vivir en Cañada San Rafael, de donde era oriundo y la comisión
“pro-avenida” se descabezó por completo. También sobreviven dos plan-
tas de yvyrapyta, frente a la Casa Parroquial, que formaban parte de aquel
proyecto de arborización, pero ya fueron plantados fuera del límite trazado
para la avenida. Con el tiempo crecieron y ahora son árboles con más de
medio siglo de antigüedad. Los eucaliptos del barrio San Blás se fueron
perdiendo con el correr de los años y el único que había quedado es el que
sirvió para el título de este interesante caso.

226
CAPÍTULO 24

El caso Isidro Ayala


Acusado de comunista le salvan la vida en una tambora

Junio de 1955. Los Gaona, el clan de los


comisarios, encierran en su propiedad
al compueblano Isidro Ayala, quien
estaba acompañado por unos 20 adhe-
rentes. El objetivo era evitar que viajen
a Asunción donde se iba a realizar un
gran acto político de los comunistas.
Pese a los ruegos, Ayala no consigue
que lo liberen y se revela. Agarra el pos-
te y lo tira al suelo, al mismo tiempo se
adueña de una pinza y corta el alambre Don Isidro Ayala, con su esposa doña René
de púa y con su grupo se escapa rumbo Aguilera.

al arroyo.

Una vez alcanzada la orilla se tiran al agua, que casualmente estaba desbor-
dado luego de una intensa lluvia. El grupo cruza a nado hacia Costa Sosa
para luego emprender a pie el viaje hasta la ruta donde los esperaba un
camión de carga fletado por Elio José Serafini (1917-2007) Este era un pla-
tudo dirigente comunista luqueño, famoso por haber construido 120 obras
benéficas.

El objetivo de Ayala y sus camaradas era llegar a Asunción para el acto


donde iban a disertar los dos máximos dirigentes comunistas del Paraguay;
Obdulio Barthe (1903-1981) y Oscar Creydt (1907-1987). Y consiguieron
su propósito.

Guillermo Gaona relata éste suceso que ocurrió en su propiedad cuando


la actividad política era fuerte en Valle Pucú y la figura de Isidro Ayala
resaltaba porque se había afiliado al Partido Comunista, lo que le valió ser
perseguido por las fuerzas de represión de los gobiernos colorados, entre
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

ellos los propios Gaona.

Isidro Ayala es señalado


como el primer comunista
vallepucugua, junto a su her-
mano Próculo Cortázar, y en
tres oportunidades ingresó a
la cárcel acusado de activista
y agitador de un partido polí-
tico mal visto en el Paraguay.
La última vez de su deten-
ción, en 1959, estuvo a punto
de “desaparecer” y salvó su
vida de una manera especta-
cular cuando escapó dentro
de una tambora y tirado en
un camión recolector de ba- Fascímil de una carta que envié a Isidro Ayala, en 1978,
sura burlando el cerrojo po- en la que solicite su reintegración al club 24 de Setiembre.
licial. Y la ironía del destino
fue que su propio cancerbe-
ro, quien lo apresó tantas veces fue quien le salvó de morir. Ese cancerbero
fue Guillermo Gaona, porque así eran los Gaona, a veces odiado, a veces
querido.

En aquel entonces Ayala estaba preso en la Policía de Investigaciones en el


centro de Asunción, junto a varios otros detenidos, también acusados de
agitadores y conspirar contra el Partido Colorado, contra el presidente Al-
fredo Stroessner. Estando preso, un día se tramitó la orden para que todos
sean trasladados a la cárcel por orden del ministro del Interior Edgar L.
Ynsfrán y el jefe de Policía Gral. Ramón Duarte Vera. Algunos policías que
intervinieron en el procedimiento sabían -por experiencia- que eso de tras-
ladar a los presos era falso, solo una fachada, y que los presos en realidad
iban a ser ejecutados a balazos o tirados al río Paraguay, como era común
en aquel entonces.

El destino quiso que uno de los policías involucrados en el operativo ya le


conocía a Isidro Ayala y sabía, también, que pese a todo él era “compái” de
Guillermo Gaona, que en ese entonces era uno de los capos de la Inten-
dencia Policial. Se hace el aviso y Gaona ordena el rescate luego de rápidas,
228
El caso Isidro Ayala

peligrosas y secretas conversaciones con sus camaradas. El plan era arries-


gadísimo, porque si fracasaba, el mismo Gaona iba a pagar por traicionero.

De todas maneras el plan continúa y una hora antes de la madrugada en


que los presos debían ser “llevados al otro mundo”, convocan a Ayala, quien
al ingresar en la pieza, le dicen que se le iba a meter en una tambora de
basura. El ni sabía para qué, tal vez pensó que iba a ser tirado al río, pero
obedeció porque no tenía otra alternativa. Taparon la tambora y al poco
rato llega un camión basurero en donde le alzan y el camión sale de nuevo
sin sospecha de nada. Diez cuadras adelante frena el vehículo y dos “ta´yra”
bajan, sacan la tambora, destapan y liberan a Ayala.

Los “ta´yra” le dicen que camine dos cuadras más porque en esa dirección
le estaban esperando, y allí estaban los hermanos Guillermo, Laku y Fabio
Fleitas Gaona esperándole. Cuentan que al llegar se saludan y Guillermo le
da un soberano tovajepete a su compái con un “te dije luego que no te metas
más con los comunistas y ésta es la última vez que te salvo la vida”. Ayala
inclinó la cabeza con un “apromete ndeve pariente” y sube en una camioneta
que le trajo hasta Valle Pucú.

El mismo Gaona refirió que el operativo rescate se hizo tan bien que nadie,
sino unos pocos confidentes sabían que Ayala fue ayudado a huir en una
tambora. Para los registros policiales él figuraba como “desaparecido”.

AQUELLOS “COMUNISTAS”

Isidro Ayala nació en Valle Pucú en 1920 y falleció en 1982. Fue hijo de
Francisca Ayala y Anastasio Cortázar. Solo fue reconocido por la madre,
motivo por el que llevó el apellido Ayala y no Cortázar. En realidad quien
lo crió fue doña Evarista Ayala, hermana de Francisca, porque ésta se había
juntado con otro hombre.

Estuvo casado con doña René Aguilera y tuvo cuatro hijos, Rodrigo, Eli-
gio, Darly y Celia. Fue presidente del club 24 de Setiembre en la década de
1950 y se lo considera como el mejor dirigente de todos los tiempos por su
capacidad, por dinamismo, por ese darse por entero al trabajo. Fue quien
modernizó las instalaciones sociales del club que antes de eso funcionaba
en precarias condiciones. Ideó, con Juan Bautista Ayala, que en la tarde del
día aniversario del club se disputaran partidos de exhibición de clubes de
229
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Asunción y es así que llegaron a jugar en Valle Pucú Sol de América, Rubio
Ñu, General Caballero, Sportivo Luqueño, Cerro Porteño y Olimpia.

Fue albañil, pero sobre todo un pintor profesional de primer nivel. Fue en
éste ámbito que una vez, buscando trabajo en Asunción en la plaza Uru-
guaya, encontró a un maestro albañil que le ofreció trabajo. Increíblemente
aquel maestro era un comunista que tenía como misión reclutar a jóvenes
para integrarse al partido comunista.

A Ayala le convenció y pronto se integró al grupo. Le tocó trabajar en la


zona de Luque donde rápidamente se juntó con Elio Serafini, considerado
financista del movimiento. También apareció Optaciano Franco Vera, un
poeta luqueño identificado como febrerista, pero era columna vertebral de
los comunistas. Franco Vera vino a trabajar directamente en Valle Pucú y
se organizaban grandes reuniones que el Clan Gaona enfrentaba con todas
las armas. A los “comisarios” se integraba don Pedro Saldívar, que en ese
entonces ya era oficial de la Caballería como médico y con su uniforme ver-
de´o se manejaba encima de un enorme caballo y no dudaba en amenazar
y perseguir a los “sospechosos”.

Dio la casualidad que Franco Vera fue quien escribió la música del “24”,
conocido como “..el cuadro más victorioso….” junto a Papi Orrego. Próculo
Cortázar, hermano de Isidro Ayala, fue otro sindicado como comunista y
varias veces cayó preso y torturado, por lo que a consecuencia de ello falle-
ció muy joven, en 1954 con solo 36 años.

Pese a la intensa actividad que realizaron en Valle Pucú los operadores co-
munistas no consiguieron muchos adeptos por la “fuerte marcación” que
hicieron los Gaona. De todas maneras algunas personas muy conocidas
estaban en esa lista de “sospechosos” por ser comunistas y entre ellos esta-
ba mi padre, Tatito Insfrán, Timoteo Cortázar, Miguel Cortázar, Juansito
Aguilera, Ramón Rojas, el mismo Luis Gaona, el hermano de los “comi-
sarios” y Ernesto Bareiro. Este era hijo de un dirigente colorado, Joaquín
Bareiro, pero se le tenía en “la lista” por ser amigo de infancia y de trabajo
de los nombrados más arriba.

Analizada la situación, incluso con las sucesivas detenciones y maltratos


que sufrieron Isidro Ayala y Próculo Cortázar, además de las personas ya
nombradas, “el gran pecado” de aquellos compueblanos fue participar de
230
El caso Isidro Ayala

reuniones donde se distribuían herramientas para trabajar en la chacra, se-


millas para el cultivo y reparto de mantas en una época de nula actividad
económica y mucha carencia. Pero ésta actividad social y de alta projimi-
dad, no fue bien vista por los mandones de turno y fueron perseguidos y
marginados, pese a que ni honditas tenían por los dedos para quebrantar la
seguridad. Justamente una de las reflexiones de Ayala fue esto: “Ajeperseguí
vaekue a ayudasegui mboriahúpe”.

La persecución a que fue objeto llevó a Ayala a autoexiliarse en su casa y


se mandó a un prudente silencio. Muchas veces se intentó recuperarlo y
existe una nota escrita que el autor de éste libro le envió en 1978, cuan-
do era presidente del Club 24 de Setiembre, para que se reincorporara a
las actividades y su única respuesta fue colaborar como controlador en las
fiestas aniversarias. Vivía quebrantado, ya estaba enfermo, fruto de muchas
torturas. Falleció en 1982 a los 62 años.

Se hablaba mucho de que tenía guardado libros de tinte marxista, prohibi-


do en la época y que antes de caer preso él enterró para que nadie lo encon-
trara. Ciertamente dejó un muy modesto archivo con recortes de diarios de
la década de 1950, en su mayoría relacionada con noticias de Moscú, la ca-
pital de Rusia (entonces se le denominaba La Unión Soviética) y centro del
comunismo internacional, pero lo que más celosamente cuidó y dejó, fue
una constancia donde el Club 24 de Setiembre le autorizaba, en 1954, a re-
caudar fondos para construir un panteón a su hermano Próculo Cortázar,
en ese entonces recientemente fallecido. Ese panteón nunca se construyó
porque donde Isidro caía preso constantemente por ser comunista.

231
CAPÍTULO 25

El turco Don Jorge


Historia de inmigrantes y emigrantes

La casa de los “Le Turquí”. Ya es antigua y sigue tal cual como siempre. Allí viven algunos de
sus nietos.

!Púuuchaaa....! El caballo no es como el camello”. Al anochecer de un do-


mingo, cabizbajo, derrotado y rabioso, don Jorge Said regresaba a su casa
junto a sus hijos Miguel y Kiko. Con su castellano atravesado (mal expresa-
do) descargaba su ira, aunque la mayor parte de su plagueo lo expresaba en
su idioma que solamente su esposa la entendía.

Venía de Capiatá a pie, tras participar de una carrera de caballo donde le


tocó perder. No solamente perdió el dinero de la apuesta, también perdió
su caballo de competición y lo que es peor, le quitaron el otro caballo que
utilizaba para el viaje, porque también formó parte de la apuesta.

Don Jorge Said fue quizás, el primer inmigrante no español que llegó a
Valle Pucú a principios del siglo 20, de más allá del territorio americano.
Vino con su esposa Juana Said, ambos procedentes de Turquía y construyó
su vivienda en la esquina del camino que baja hacia el cementerio. Esta casa
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

tiene su historia, porque se levantó en el


que fuera terreno del dominio de la fami-
lia Servín, cuyo caso ya hemos abordado
en varios capítulos. Los Servín nunca do-
cumentaron la propiedad y del recuerdo
de su presencia en Valle Pucú entre los si-
glos 19 y 20, queda la propiedad referida,
la leyenda del Tupasy Ykua y la imagen de
la virgen de Las Mercedes.

A los Said más se conocía como la familia


“Le Turquí”. Tanto don Jorge como doña
Don Pedro Albera, era descendiente de Juana formaron un hogar un tanto extra-
italianos
ño, tal vez influenciado por su también
extraña nacionalidad porque nadie esperó
que de la lejana Turquía, de en medio de los camellos, tuvieran que venir
a vivir en Valle Pucú y terminar aquí sus días sin haber vuelto jamás a su
país de origen y ni siquiera haber tenido algún contacto con sus familiares
del país islámico.

Lo cierto es que ellos llegaron al Paraguay en condición de refugiados. Hu-


yeron de Turquía allá por 1918 y lo que no se sabe si fue como consecuencia
de la Primera Guerra Mundial, donde los turcos tuvieron activa participa-
ción o como consecuencia de la guerra del genocidio que los turcos lanza-
ron contra Armenia, un país vecino, en 1915. En ese entonces a los turcos
se les llamaba el “Imperio Otomano”. Mataron a millones de armenios y los
que estaban en zona de guerra y pudieron librarse, buscaron refugio a don-
de sea y los “Le Turquí” formaron parte de ese grupo. Tomaron un barco y
vinieron para Sudamérica y anclaron en el Río de la Plata. Primero estuvie-
ron por Buenos Aires y después encontraron la forma de llegar al Paraguay
para alejarse, tal vez, definitivamente de aquel campo de batalla. Y tampoco
nadie supo explicar porque eligieron a Valle Pucú como su lugar de refugio.

Turquía es un país que divide a Europa y Asia. Una parte de su territorio


forma parte de Europa y la otra de Asia, pero es un país islamista, hasta hoy.
En el caso de los Said no se conoce que hayan querido practicar el islam
en Valle Pucú. Eso sí, la pareja tuvo muchos hijos, Miguel, Cristina, Maria
Dolly, Francisco y otros más. Todos son paraguayos y nacieron en el valle.
Quedaron unos cuantos descendientes entre nietos y bisnietos.
234
El turco don Jorge

La familia era amante de la caza y pesca al punto de convertirse en expertos


cazadores. Cuando el arroyo Yuquyry era caudaloso y rodeado de grandes
esterales, los “Le Turquí” vivían en su mejor momento y comían de todo,
incluyendo los bichos más variados que en esa época abundaban, como
los yacarés, ñanduguasu, mbusu, karau, tapiti y también víboras como los
kuriyu de cuya carne hacían “sabrosas” milanesas. Tenían una habilidad
destacada en la cocina. Para ellos, cada carne de bicho era un manjar.

En una época don Jorge también montó una ferretería bien surtida y fue en
ese tiempo que crió caballos y se metió en la apuesta de la carrera. Decía
que en Turquía él, y sus padres, también eran carreristas pero con la dife-
rencia de que criaban camellos. Por eso la reacción suya de aquel día en que
perdió todo diciendo que “el caballo no es como el camello”. Él era un hábil
apostador, pero el problema que tenía fue que hablaba muy poco el español
y menos el guaraní y por ahí le jodian todo.

De cualquier manera fue ña Juana, su esposa, la que más se adaptó a la


gente. Era flaquita pero alta, altísima, con casi dos metros de altura. Su hija
Cristina era la que más le asemejaba. Don Jorge jugaba a la baraja, el truco,
y su “contrario” de mesa era don Pedro Albera, inmigrante italiano que
se casó con doña Florentina Franco, hija de don Juan Franco, aquel que
construyó las dos torres de la iglesia. Los hijos de don Albera son Lita, Yiya,
Julio, Magda, Chino y Chingolo, todos muy conocidos.

Don Pedro Albera ha participado en muchas actividades en Valle Pucú,


formaba parte de varias organizaciones y se lo recuerda de una manera
especial cuando en 1964 promovió la presencia en la fiesta del 24 de Se-
tiembre, de José Dimas Larrosa, el primer árbitro internacional de fútbol
de Paraguay. Ambos eran compañeros de trabajo en CORPOSANA (ahora
ESSAP) y Dimas Larrosa vino para dirigir un partido por el cincuentenario
del club 24 de Setiembre, que en ese tiempo era presidido por su hijo Julio
Albera.

Fue impresionante ver a tanta gente que vinieron exclusivamente para ver
al citado árbitro internacional. Sportivo Luqueño y General Caballero de
Zeballos Cue eran los clubes invitados para el encuentro amistoso. Se da
la casualidad que tanto la pareja “Le Turquí” como don Albera, fallecieron
allá por 1966.

235
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Hoy día en Valle Pucú viven muchas personas de otras nacionalidades,


como argentinos, brasileños, bolivianos, peruanos, polacos, españoles, co-
lombianos y hasta norteamericanos y holandeses. Desde luego, ya es otro
tiempo y vivimos en un mundo cada vez más globalizado.

También tenemos que muchísimos vallepucugua también emigraron, sien-


do la Argentina el país donde probablemente viven unos 2 mil compuebla-
nos, mayoritariamente en Buenos Aires. En la provincia de Formosa, en la
frontera, también viven muchos descendientes del valle. Ellos son hijos de
aquellos que fueron en la vecina ciudad a recoger algodón y se quedaron
por Clorinda, Espinillo, Laguna Nainech, la ciudad de Formosa, pero viven
esparcidos. Muchos también emigraron a Brasil y ahora, en pleno siglo XXI
se impuso la moda de viajar a Europa, en busca de empleo y de ganar euros,
porque ésta moneda tiene mucho valor en Paraguay. España es el país que
más inmigrantes del valle atrajo (se habla de unas 200 personas), pero tam-
bién están en Francia, Italia, Suiza, Irlanda del Norte e Inglaterra. Muchos
también fueron en busca del “sueño americano” y se instalaron en Estados
Unidos y Canadá.

236
CAPÍTULO 26

Ña Victorina
Tenía una extraña habilidad en el significado de las cartas y
maravillaba con sus adivinanzas

La campaña orquestada para desti-


tuir -por medio de un juicio polí-
tico- al presidente de la República
Fernando Lugo, el 22 de junio del
2012, llevó a sus promotores de cú-
pula a recurrir a un muy dudoso
nacionalismo. Fue así que se nom-
braban a José Gaspar Rodríguez
de Francia, la guerra de la Triple
Alianza y el Mariscal López como
prototipos de nacionalismo y se
inventaron frases como “Paraguay
soberano”.

En una de esas hablé con la historia-


dora y muy reconocida politóloga
Milda Rivarola para preguntarle si a Doña Victorina Núñez, la pruebera. Te “cantaba
la gente joven de Paraguay, qué re- las 40”. Era una adivinadora excepcional.
presenta hoy día el Mariscal López,
a lo que ella respondió sin titubear: “Y te van a relacionar con el Shopping
Mariscal López, porque eso es lo que saben”. El significado de fondo de esta
respuesta es que a nuestra juventud la historia nacionalista le importa un
comino, por estar desinformada o simplemente porque no le interesa. Se
contenta con estar enchufados con el “feisbu” y listo el pollo.

Si un caso similar trasladáramos a nuestro valle, guardando las distancias


que correspondan y preguntamos a la juventud, qué representa para ellos
“Ña Victorina”, ni dudemos que la respuesta será así: “es un balneario, un
lugar de retiro que se encuentra en el barrio 8 de Setiembre de Valle Pucú”. Y
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

se acabó, o para que la respuesta no sea tan corta tal vez le agreguen que allí
se paga 10 mil guaraníes (2 dólares) para ingresar y disfrutar de sus piletas,
de la naturaleza y hasta allí.

A una respuesta como la citada más arriba nada hay para reprochar, porque
se dirá lo que es actualmente “Ña Victorina”, se dirá lo que se sabe de un
nombre que no le llama tanta atención más que el de ser un lugar recreativo
en formación, muy concurrido últimamente y que más adelante puede ir
creciendo más y más porque dicen que allí se construirá hasta un hotel.

Pero a quienes tuvimos la ocasión de conocer a la verdadera Ña Victorina


es un nombre emblemático, sinónimo de adivinanza, una mujer que mara-
villaba con sus aciertos con tan solo leer e interpretar el significado de las
cartas, o de la bajara, como más comúnmente se dice.

Ella se llamaba Victorina Núñez (1907-1996), es una de las descendientes


de la familia Servín, la misma que trajo a Valle Pucú la imagen de la Virgen
de las Mercedes. Ella era hija de doña Guillerma, quien a la vez era hija de
Cástor Servín, el primer mayordomo de la iglesia de nuestro pueblo. Doña
Victorina vivió exactamente en la propiedad donde hoy día está montado
el balneario que lleva su nombre y que es propiedad de su hijo Ricardo
Villamayor.

Fue madre de 8 hijos, de los cuales 4 fueron mujeres Carmen (88 años),
Celina (86 años), Bertha (84 años) y Graciela (77 años). Los varones son
Víctor (78) Ricardo (71), Nicasio (69) y Sebastián (67). Nunca se casó pero
se dió el caso que todos sus hijos tuvieron un mismo padre: José Lino Villa-
mayor, un violinista de antaño que empezó a ejecutar el instrumento a los
10 años y seguía dando cuerdas hasta sus 94 años cuando falleció. Don José
Lino era tipo “Don Juan” de su época y en total tuvo 16 hijos reconocidos y
otros tantos no reconocidos.

Hoy día el modernismo tiene su lado y a los que adivinan los acontecimien-
tos se les denomina de muchas maneras: astróloga, parasicóloga, tarotista y
hasta payesera, paraguayisando un poco el término. No creo que ella fuese
ninguna de estas denominaciones. Más bien Ña Victorina fue “pruebera”.
Este es el término que le calza mejor, o en todo caso, adivinadora.

Si a uno se le perdía algo valioso, Ña Victorina era la solución. Si se quiere


238
Ña Victorina

saber de viajes, hay que consultarle a Ña Victorina que te va a decir exacta-


mente lo que te va a pasar. En cuestiones de amores, Ña Victorina te canta-
ba los 40. Si uno quería saber cómo le irá en el estudio, en el trabajo o qué
se puede hacer con el molestoso vecino, Ña Victorina te contaba la verdad.

Han habido tantos casos, tantos acontecimientos donde ante cualquier


duda, robo, objetos perdidos, extraños movimientos, etc., lo más rápido era
llegar hasta Ña Victorina que te atendía a cualquier hora. Denunciar robos
a la Policía “no valía la pena”. Ña Victorina te podía contar mejor donde
encontrar.

Las adivinanzas eran en base a una


lectura casi mágica de las 40 cartas
o naipes. Ella le daba una interpre-
tación increíble a cada figura que
aparecía y sus dichos tenían alta
credibilidad porque acertaba en un
elevado porcentaje.

Su método, aparentemente sencillo,


empezaba cuando ella pregunta-
ba cuál es el problema, mientras la
baraja ya manipulaba en sus habi-
lidosas manos. Cuando termina de
escuchar al cliente le pide “cortar”
las cartas y allí ella empieza a darle
la lectura. De acuerdo a la carta que Doña Sofía Casaccia Bibolini, la que enseñó a Ña
aparecía te decía el significado y con Victorina a leer las cartas.
una maestría de pocos sacaba sus
propias conclusiones ante la mirada sorprendente de quien le consultaba.

Cada carta tenía su significado y ella “le hacía hablar”. Por ejemplo, si te
sale el “5 de espada”, amóntema, te podes ir al mazo, porque ese número
era considerado como la carta maldita, la de la mala suerte. Pero el susto
se puede transformar en sonrisa y alegría si por ahí te aparece el “7 de oro”
que era la fortuna y que entre otras cosas puede significar que pronto te vas
a casar. ¡Cuántas mujeres hacían cola en vísperas del día de San Juan y San
Antonio para que Ña Victorina les leyera las cartas y rogando que les saliera
el “7 de oro”¡. Y la otra cara: si aparecía el “4 de copa”, es que el novio te dejó,
239
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

se fue con otra y tampoco te vas a casar.

El “7 de espada” significaba que una mujer te traiciona. Si te pierde algo y


por ahí aparece el “1 de basto”, es porque el objeto está cerca y puede en-
contrarse. Sucede al revés, el “2 de basto” te dice que el objeto está lejos. El
“rey de oro” era un señor rubio, ya de edad. Una “zota de espada” era una
mujer blanca y el “caballo de copa” era una persona joven, de tez moreno.
Todo era algo extraordinario, porque la señora, posiblemente ni a la escue-
la se fue y menos al colegio, pero sabía expresarse, sabía hacerse entender
como prototipo destacado del famoso “arandu kaaty”. Militares, médicos,
gente adinerada que venían de todos lados, eran también sus clientes. Y ella
nunca ponía precio a su trabajo.

Sus hijos cuentan que Ña Victorina aprendió el significado de las cartas


viviendo en Posadas, Argentina, donde residió un breve tiempo durante su
adolescencia, allá por 1920, aproximadamente. Vivía como criada de doña
Sofía Casaccia Bibolini, hermana de Gabriel Casaccia Bibolini, el escritor
que hizo famoso a Areguá con su libro “La Babosa”. Dicen que fue de doña
Sofía que aprendió a interpretar el significado de las cartas y como recuerdo
de la patrona, trajo una foto de ella que se muestra en este capítulo.

Ña Victorina, al regresar a nuestro valle fue perfeccionándose en la adi-


vinanza por medio de las cartas, llamó mucho la atención su habilitad, su
sabiduría y empezó a tener clientes, especialmente en asuntos de “mba´e
kañy”. Y se daba la casualidad que siempre se encontraban las cosas per-
didas, extrañamente porque Ña Victorina te decía dónde estaba y causaba
sensación.

En algún momento de la vida, todos sus hijos alcanzaron cierta posición


económica y les prohibía a la mamá “echar pruebas” sobre barajas, pero ella
se ingeniaba para esconder sus 40 cartas y hasta que los años y la memoria
le permitieron, siguió en su condición de pruebera, porque según decía:
“yo nací para las adivinanzas”. Sin embargo nunca se supo si en las cartas
Ña Victorina pudo o no adivinar que don José Lino Villamayor le iba a
abandonar para ir a formar otra familia, pese a 8 hijos en común y 30 años
de relación.

240
CAPÍTULO 27

Julio Olmedo
Cantó a Valle Pucú durante toda su vida

Si la valoración musical se hiciera


por profesionalismo y por excelen-
cia interpretativa, los nombres de
Ramón Orué y Ramón Rojas serán
siempre los primeros en Valle Pucú.

Si la medida fuera por las actua-


ciones internacionales llevando
el nombre de Paraguay y no olvi-
dándose jamás de que son de Valle
Pucú, Víctor “Chacho” Villamayor,
Graciela Villamayor y Jorge Maida-
na tienen que ser recordados con
letras de molde.

Si por vocación y sabiduría musical


se pusieran notas, con un 10 felici-
tado la historia recordará a Francis- Don Julio Olmedo, era un músico que cantó con
sentimiento a Valle Pucú.
co Olmedo, Emeterio Olmedo, Vi-
cente Pérez y José Lino Villamayor.

Pero si la calificación fuese por oportunismo, por mediatismo y por ese


arrieropórtepe de sus actuaciones, me quito el sombrero para Julio Olme-
do, un cantor popular inigualable, un vocalista que cantó a Valle Pucú du-
rante toda su vida y gracias a él se han podido difundir y transmitir de
generación en generación las músicas, especialmente dedicadas al 24 de
Setiembre, cuyo canto era un canto de pueblo.

“Ndouipa Julio”, “moopa oime Julio”, “pehekáke Juliope”, “Julio.., reguerúpa


la nde mbaraka”, eran frases comunes escuchadas en farras karape, cuando
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Los tres primeros músicos de Valle Pucú: Arriba:


Francisco Olmedo y Vicente Pérez. Abajo: José
Lino Villamayor.

ganaba el equipo del 24, en serena-


tas o cuando pica la nostalgia oime-
raéa trucohápe.

Julio Olmedo (1930-2007) aprendió


música de su padre Francisco Ol-
medo y profesionalmente no tuvo
demasiada trascendencia, aunque sí
algunas actuaciones donde su pri-
vilegiada voz era muy ponderada. No fue profesional porque, tal vez, su
virtud musical estaba hecha para divertir al pueblo. Cuando se encontraba
con sus hermanas Aurelia, Fermina, Dionisia, René, De la Cruz, epoínde-
ma ichugui. Ciertamente fue cantante del conjunto de los Hermanos Roa,
de Marambure, que integraban Pablo Roa, Manuel Roa, Francisco Roa, Del
Rosario Roa, Secundino Roa, Esteban Roa, Epifanio Díaz y la voz de Julio
Olmedo, pero no por mucho tiempo.

Don Julio fue animador de número en las fiestas de ára santo en la iglesia y
cantando al “24” era inigualable. Tuvo siete hijos (Blanca, Carlos, Porfiria,
242
Julio Olmedo

Jorge Maidana, Chacho Villamayor y Willys Llamosas, formaban el grupo “Los Príncipes del
Paraguay”. Esta foto fue tomada en Ecuador en la decada del 70.

Pedro, Julián, Morena y Lurdes). Su profesión era sastre y en algún momen-


to también llevó a su familia a Buenos Aires, en busca de mejores oportu-
nidades de trabajo, y es aquí donde el destacado y famoso acordeonista
paraguayo Papi Meza, cuenta una anécdota que pinta de cuerpo entero a
Julio Olmedo.

Dice Papi Meza: “En 1971 actuábamos en el San Lorenzo de Almagro de


Buenos Aires, dentro de una larga gira por Argentina. Lo mejor del folclore
paraguayo estaba allí presente. Asistieron unas 20 mil personas, no había
lugar para moverse. De repente escucho que se coreaba mi nombre y sonaba
cada vez más fuerte. No le presté tanta atención y seguíamos tocando, pero
el coro se hacía todavía más fuerte y veo que la multitud estaba transportan-
do tipo pasa-mano a alguien. Mbaéiko la oikóva, me dije y de repente ese
alguien salta en el escenario y me encuentro con la sorpresa de que era Julio
Olmedo, mi amigo de infancia con quien jugábamos carrera a nado en el
arroyo Yuquyry y cantaba con mis tíos, los hermanos Roa. Apenas nos salu-
damos con Jullito y el coro de la multitud gritaba “24”, “24”, “24”. Yo entendí
el mensaje, pedí permiso a mis compañeros músicos, Jullito tomó la guitarra
y yo acompañando en el acordeón, y él con su inconfundible voz empezó a
cantar “el cuadro más victorioso de los clubes aregueños….”. La gente rodaba
por el suelo de alegría, muchísimos eran de Valle Pucú, otros de Areguá y un
243
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

montón de luqueños. Todos se juntaban. Que noche fue la noche aquella, que
alegría inmensa lejos de la patria. Jullito era del pueblo y sabía divertirse con
la gente cantando a su Valle Pucú”.

PROFESIONALISMO DE NIVEL

Ramón Rojas (1927-2002) y Ramón Orué (1930-2016) eran músicos de


raza. El primero tocando violín y el otro bandoneón. Don Ramón Orué,
también conocido como Ramón Ka´i, empezó a lo grande como profesio-
nal. Nacido en Valle Pucú en 1930, casi a los 20 años ya empezó a actuar en
la siempre orquesta típica número uno del Paraguay, “Los Orrego”, que ya
tiene una presencia musical de casi 80 años y fue fundado por don Ladislao
Orrego. En la década de 1950, bajo la rigurosa batuta de don Ladislao, el
bandoneonista de Valle Pucú ya era integrante de dicha orquesta.

Casi en paralelo fue la carrera musical de los dos Ramón. Porque Ramón
Rojas no fue menos y después de Los Orrego, ambos se incorporaron a la
orquesta de Rodrigo Benítez (de Luque), conceptuado en la época como
la segunda orquesta típica del país. Eran memorables los años en que en
Valle Pucú Rodrigo Benítez animaba la fiesta del “24” con el Jazz de Osmar
Suarez.

Con Rojas y Orué se popularizó la música de “el cuadro más victorioso…”,


que en ese entonces ya fue compuesto en música por Papi Orrego y en letra
por Optaciano Franco Vera, ambos luqueños.

Los dos también integraron otras orquestas cuando Benítez decidió po-
ner punto final a su carrera artística. Así surgieron las orquestas de Víctor
Landi, Juan Vidal, Valois Franco y hasta llegaron a tocar en la orquesta
sinfónica de Luque y Asunción. En un momento dado, año 1964, a Ramón
Ka´i se le ocurrió formar su propio conjunto que se llamaba “Areguá raka
memby”, que traducido sería como “Hijos de Areguá”. Tenía como cantante
al duo Cabrera-Alvarenga, o sea, Virino Cabrera y Alejo Alvarenga. Les
acompañaba en el acordeón, casi niño entonces, Julio César Báez, apodado
Nolo. Todos eran de Valle Pucú.

Hicieron su debut radial en Radio Teleco y aquel día –en horas de la tarde-
el pueblo entero se puso en sintonía para escuchar la actuación. Ramón
Rojas y Ramón Orué, en medio de esas intensas actuaciones profesionales,
244
Julio Olmedo

Ramón Orué (flecha) en 1955 cuando integraba la gran orquesta típica de Los Orrego.

abrieron un espacio para formar el primer coro folclórico en la iglesia Vir-


gen de Las Mercedes, en 1975 y animaron los rezos de Via Crucis y Semana
Santa durante 25 años.

VOCACIÓN MUSICAL

La sabiduría no se aprende, es una virtud con la que una persona nace. La


sabiduría “yagueronace” resalta un dicho popular. Y es lo que tenían los
guitarristas y cantores Francisco Olmedo y Vicente Pérez, acompañados en
el violín por José Lino Villamayor. Estos tres compueblanos ya eran músi-
cos cuando en Paraguay no había radio, no había grabación musical. Re-
cuérdese que la primera radioemisora en nuestro país nació con la emisora
católica Radio Cáritas, recién en 1938.

Por eso es bueno insistir y destacar el instinto musical de Olmedo, Pérez y


Villamayor, al igual que don Emeterio Olmedo, porque ellos aprendieron a
ejecutar instrumentos y cantar sin que nadie los enseñara. Aprendieron de
oído, y quien sabe cómo ni dónde. Es cierto, en 1925 José Asunción Flores
creó la Guarania, y Emiliano R. Fernández ya hacía de las suyas con polkas
que hasta hoy perduran en primer nivel, y que desde 1910, más o menos,
la Banda de Músicos de la Policía de la Capital ya era una escuela donde se
aprendía a ejecutar instrumentos y componer música. Pero en el caso de
245
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

estos personajes vallepuqueños es tremendamente curioso de cómo apren-


dieron a ser músicos para convertirse en grandes animadores de las fiestas
de antaño.

En las actas del 24 de Setiembre, de tanto en tanto, aparecían anuncios de


grandes fiestas con la presencia musical de Olmedo, Pérez y Villamayor. A
este grupo, cuando creció como conjunto musical, se incorporaron Ramón
Biancotti, un bandoneonista de Yuquyry, don Francisco Roa, un clarine-
tista de Marambure y don Bruno Cabrera, flautista oriundo de Costa Sosa.

También existieron algunos músicos de Yuquyty que se acoplaban al grupo,


porque en aquel entonces la distancia no pesaba y todos eran como fami-
lia. Allí estaban Ceferino Palacios en el bajo, German Palacios en el violin,
Mariano Orué y Pedro Gaona en el bandoneón. Las fiestas que animaban
se organizaban en casas particulares, porque los clubes sociales no funcio-
naban aún.

“CHACHO” VILLAMAYOR

Una trayectoria artística marcada por un rotundo éxito a nivel internacio-


nal, adorna la carrera de Víctor Villamayor, más conocido como “Chacho”
Villamayor (1939-2009). Hijo de Jose Lino Villamayor y Victorina Núñez,
auténticamente vallepucuguá, nació y se crió en medio de la música, segu-
ramente influenciado por su padre, quien hasta sus más de 90 años ejecuta-
ba todavía el violín. El tocaba guitarra y tenía una privilegiada voz.

Lo curioso de “Chacho” es que su exitosa carrera artística la hizo en el cam-


po internacional, instalándose en Perú y desde aquí realizaba giras a Ecua-
dor, Chile, Colombia y Venezuela. Durante 20 años dirigió el conjunto “Los
Príncipes del Paraguay”, quien además integraba en canto y guitarra Jorge
Maidana. Este, realmente nació en Ybycu´i (Luque), pero prácticamente se
crió en Valle Pucú. Actualmente tiene 78 años.

En cierta medida fue Jorge Maidana el iniciador del grupo musical, yéndo-
se primero a Brasil y luego –tras unirse con Villamayor- el conjunto se ins-
taló en Perú. El primer arpista del grupo fue Amado González, ya fallecido
y luego lo reemplazó Willy Llamosas.

La primera presencia de Villamayor y Maidana en Perú fue allá por 1960 y


246
Julio Olmedo

poco después “Chacho” mandó llamar a su hermana Graciela Villamayor


para que se integrara al grupo. Ella era muy hermosa, cantaba muy bien y
en el siguiente capítulo hablaremos de manera particular sobre su carrera
artística.

Diarios de Lima, de Quito y la televisión de éstos países, resaltaban la pre-


sencia de “Los Príncipes del Paraguay” y lo encomiable del grupo es que
siempre resaltaban en los reportajes que son oriundos de Valle Pucú, un
pueblito a 30 kilómetros de Asunción. Eran presentados como “los para-
guayos del Valle del Pucu” (asi escribían). Hay fotos y recortes de diarios
que testimonian aquellas actuaciones inolvidables. En verdad debieron de
haber sido muy apreciados para que duraran 20 años sus actuaciones fuera
del país.

El conjunto se desintegró porque después de tantos años quisieron retornar


al país, al valle y así lo hicieron allá por 1980. Debido al éxito que tenían,
con grabaciones de varios discos long-play (larga duración), se ilusionaron
de que esa exitosa carrera podían seguir en Paraguay, pero ya al lado de la
familia que habían dejado. Y regresaron, pero no les fue bien y después de
pasar por los mejores escenarios de Sudamérica, aquellos músicos tuvieron
que rebuscarse, hacer cualquier cosa para seguir viviendo aunque la música
y el hecho de haber sido un excelente artista, nadie los puede discutir. Me-
recidamente ganaron un sitio privilegiado en la música, como paraguayo y
vallepucugua.

OTROS MUSICOS DEL VALLE

Ya en nuestro tiempo han aparecido varios hijos de Valle Pucú grabando


discos. Uno de ellos es Natalicio Gonzáles, un excelente guaraniólogo. Ha
escrito versos al valle recordando cosas del pasado, olvidado o desconocido
por la nueva generación. Justamente uno de sus últimos discos lleva el títu-
lo: “A mi pueblo Valle Pucú”.

“Los Hermanos Quiñonez”, integrados por Miguel, Silvia, Osvaldo y Grabiel


Quiñónez es un meritorio y estable conjunto surgido en el 2001 y aparte de
realizar muy lindas grabaciones, tienen a su haber presentaciones en varios
escenarios del interior, como también una gira por Argentina y Brasil.

Igualmente han realizado grabaciones Mariza Díaz y su hermano Esteban


247
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

con la orientación del maestro Cecil Pereira, Ambos hermanos son habi-
tuales animadores de las celebraciones religiosas, tal como el conjunto de
los Hermanos Quiñónez.

También se menciona al Clan Palacios. Este conjunto dirigido por el vio-


linista Fabio Palacios, su hermano Alfredo (con sus hijos) son de Yuquyty,
pero fueron alumnos aplicados de la misma línea de Ramón Orué y Ramón
Rojas, por lo que se puede decir que mediante los Palacios, el estilo de los
dos músicos vallepucugua (Orué y Rojas) nunca murió.

El requintista Rodrigo Rojas, hijo de Osmar Rojas y Fátima Melgarejo, ya


vio nacer su “Primer disco” en 2012. Lo llamativo de este chico es que lo
hizo con tan solo 10 años y más llamativo aún es el hecho de que lo hace
acompañado del famoso acordeonista Papi Meza, 80 años. Este dijo al res-
pecto. “A mi edad, ya prácticamente retirado de la música, encontré a este
niño tocar tan bien la guitarra y volví a tener motivos para grabar. Si Ro-
drigo se propone, será un gran artista”. El CD se grabó acompañado del
maestro Cecil Pereira.

248
CAPÍTULO 28

Graciela Villamayor
La fantástica, aunque silenciosa carrera artística nacional e
internacional de una cantante de gran nivel

Abro el portón y “buen día” dije.


Responde el ladrido agresivo del pe-
rro que sale a mi encuentro. Espero
un rato, quietito porque no podía
mover un paso más por la amenaza
del animal. Unos minutos después
escucho desde la cocina:-“Nde piko
ndaha´ei Neri”….”Che hína Gracie-
la”…”eguahépy entonces”.

El perro guardián se puso mansito y


avancé hacia la cocina. Le encuen-
tro a Graciela dificultosamente aco-
modándose en su catre para levan-
tarse con su bastón y me aclara:
Graciela Villamayor, hoy a sus 77 años, con bastón.
-“Llegaste cuando me disponía a
acostar porque ya almorcé. Soy de los que comen a las 11 de la mañana, todos
los días. Hoy cociné havilla con queso y luego de lavar el plato me acuesto”.

-¿Acaso no es muy temprano?, pregunté.

-“Puede ser, pero hace tanto tiempo que almuerzo a esta hora que ya forma
parte de mi vida”.

En aquella oportunidad no era la primera vez que llegaba a la casa de Gra-


ciela Villamayor, en el barrio 8 de Setiembre, por lo que a ella le resulta-
ba fácil identificarme por mi voz. Ya la había visitado muchísimas veces
y en tiempos de mi ida juventud llegar a esa casa se me hizo costumbre
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Graciela a sus 25 años. Hermosa y elegante,


apareció actuando en la televisión peruana.
Diarios de la época se hicieron eco de sus pre-
sentaciones.

porque saludar y charlar con su


madre, doña Victorina Núñez, era
todo un placer porque sabía tantas
cosas del pasado de la gente y del
pasado de Valle Pucú, que llevá-
bamos horas y horas charlando
por temas que justamente me
apasionaban. Y es más, cuando
tenía alguna duda, doña Victori-
na sacaba su baraja que siempre tenía a
mano y “echaba” la prueba, porque ella dominaba como ninguna el signi-
ficado de las cartas. Acertaba en un 90% de lo que le interesaba saber. Era
dueña de un don especial en el manejo de los 40 naipes.

Sin embargo, por una cuestión de tiempo, por varios años dejé de ir a la
referida casa, en tanto doña Victorina ya había fallecido en 1996. De aquel
tiempo al 2018 pasaron muchas cosas en la casa de los Villamayor, entre
ellas que Graciela tiene serios problemas de salud en la columna vertebral
y su cuerpo se ha encorvado. Ya no puede pararse recto y menos aún sin
bastón.
250
Graciela Villamayor

Gracielita posando para una producción de fotos para diarios de Perú. Su belleza era natural y
no necesitó “tunearse” para ser distinguida.

Ella nació el 15 de abril de 1941 y a sus 77 años verle así golpea un poco
sabiendo “el fisicazo” que tenía, con una belleza natural inigualable que des-
lumbraba ante los ojos de cualquiera. Para ser hermosa ella no necesitaba
tunearse, resaltaba por sí sola. No precisaba de cirugías de pechos de cara
o lo que sea, tal como hoy hacen muchas mujeres para aparentar ser más
lindas.

Graciela con sus años y con la enfermedad que prácticamente le obliga a


pasar situaciones incómodas, vive sola, sola, sola y sola. Sus amigos de todo
tiempo son el perro, las gallinas y unos pavos. Increíblemente ella habla con
sus animales y éstos parecían entenderles y así pasa sus días. La casa está ro-
deada de árboles y le pregunté si no tenía miedo; “pues para nada”, respon-
dió mostrándome una potente hondita que dice es su arma para la defensa.

Después me hace pasar a la pieza y muestra su nicho de Santos en medio


de velas prendidas diciendo con firmeza y seguridad: “Estos son los que me
protegen” y hace la señal de la cruz. ¡Quien pudiera creer que detrás de esa
mujer hermosa, que hoy vive sola, que ya tiene el cuerpo encorvado, que
muchas veces solo habla con su perro, su gallina y su pavo, se encuentra la
voz femenina más privilegiada de Valle Pucú, de Luque, de Areguá y que
sin ningún problema puede competir con los mejores cantantes del Para-
guay!.

251
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Quien más que Graciela Villamayor ha sabido distinguir a Valle Pucú por
escenarios nacionales e internacionales. Era muy presentable por su buen
físico y admirada belleza y, sobre todo, por su encantadora voz.

Hija del violinista José Lino Villamayor y Victorina Núñez, adquirió los
dotes musicales de su padre, igual que todos sus hermanos. A sus 22 años
viajó al Perú a acoplarse al conjunto “Los Príncipes del Paraguay”, cuyo di-
rector era su hermano Víctor “Chacho” Villamayor, junto a Jorge Maidana y
Willis Llamosas. Fue en 1963 y estuvo tres años seguidos en Lima actuando
en los mejores escenarios.

La prensa escrita peruana se hizo eco de su presencia y su voz y dedicaba


páginas enteras reporteando a la paraguaya “Chela”. Este era el sobrenom-
bre artístico de Graciela. Y ella cuando fue preguntada de dónde era, siem-
pre respondía que nació en Valle Pucú, aunque los diarios de Lima confun-
dieron el nombre y decían “Chela viene del Valle del Pucu de Paraguay”.

Pronto también la televisión se interesó de sus atributos artísticos, al igual


de su belleza y les llevaba a cantar en los programas de mayor rating del
Perú de cuya constancia quedó documentada en fotografías y reportajes
periodísticos.

Un profesor de música lo escuchó cantar y le propuso grabar con los fa-


mosos “Violines de Lima”, orquesta que acepta grabar solamente con los
artistas consagrados. Se dio el hecho de que los “Violines de Lima” en toda
su historia musical solamente se prestó para grabar con dos cantantes del
Paraguay. Una fue Graciela Villamayor y el otro nada menos que el grande
e inolvidable Luis Alberto del Paraná. Y esto no es poca cosa.

En tanto, los “Príncipes del Paraguay”, con su hermano Chacho, además de


Jorge y Willis, firmaron un jugoso contrato que los llevaría de gira a Ecua-
dor, Colombia y Venezuela. Luego el conjunto se instaló en Quito, donde
habilitó un exitoso restaurant que se llamaba “Los Príncipes” y Graciela no
quiso acompañarles.

Prefirió pedirle a su hermano los pasajes para retornar a Paraguay, porque


recibía cartas de su mamá, doña Victorina, de que la extrañaba mucho, ade-
más que era muy celosa. Todo esto pesó para que “Chela” retornara a Valle
Pucú. Cuando en el Perú le preguntaron sobre su retorno, ella respondió
252
Graciela Villamayor

que visitará a la familia y que en poco tiempo volvería a Lima. Jamás volvió.

Ya de nuevo en el país, con menos de 30 años, seguía soltera y cada vez


más linda, pero no perdió su interés en la música. Se integró a las orquestas
donde actuaban otros dos destacados músicos de Valle Pucú, Ramón Orué
y Ramón Rojas. Además, en los tiempos en que su hermano venía de vaca-
ciones en Paraguay, realizaban giras por el interior del país.

Graciela también tenía un don especial para el teatro. Sus improvisaciones


en guaraní le encantaban al famoso José “Ka´i” , uno de los comediantes
más exitosos de los teatros expresados en guaraní, con quien actuó en cier-
tas ocasiones. Cuando José “Ka´i” vino expresamente en su casa a invitarle
a integrarse a su elenco, los celos de doña Victorina impidió la firma del
contrato.

Y así fue transcurriendo el tiempo. Graciela solo participaba cantando en


actos de confraternidad de aquí para allá sin cobrar ni un guaraní. Dejó de
asumir compromisos serios para no dejarle a su mamá. Sus varios herma-
nos formaron sus respectivas familias y a otra cosa. En tanto Graciela optó
por quedar a cuidar a su madre. Tal vez fue la misión que ella creyó era su
destino y se quedó soltera y sola, más todavía después del fallecimiento de
su madre.

Hoy Graciela Villamayor camina encorvada y con bastón, sus animales son
sus mejores amigos, pero a sus 77 años éstos avatares ingratos de la vida,
nunca le privó ni “michimí” de la voz que le hizo ser una cantante famosa,
encantadora y orgullosa de haber nacido y vivido en Valle Pucú.

253
CAPÍTULO 29

Club 24 de Setiembre
Primer club deportivo de Valle Pucú y Areguá

El actual estadio del 24 de Setiembre, denominado Próculo Cortázar, desde 1955, en honor a
quien fuera su presidente y quién falleciera a los 36 años.

El Club 24 de Setiembre de Valle Pucú es la primera institución deportiva


fundada en Areguá, por lo que lleva el distintivo indiscutible e inapelable
de ser la más antigua del fútbol aregueño. Fue fundado un día jueves 24
de Setiembre de 1914 y en el 2014 cumplió 100 años. Es parte integrante y
privilegiada de las muy contadas instituciones deportivas del Paraguay que
ya han llegado al centenario.

La reunión donde se acordó la fundación de éste club se realizó en el do-


micilio del señor Miguel Saldívar, ubicado detrás de la iglesia Virgen de
las Mercedes y el dueño de casa fue electo como el primer presidente de la
entidad.

Cerca de 40 personas participaron de la reunión, lo que para esa época de


escasa población representaba una multitud. Y todos ellos pasaron a for-
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Doña Reina, Don Luis Alberto y Doña Elvira, desfilando con la bandera del “24”. Los tres son
hijos de Don Emiliano Ferreira, uno de los fundadores del club.

mar parte del históri-


co acontecimiento en
su condición de “socio
fundador del club 24
de Setiembre”, pero no
todos fueron nomina-
dos en la primera co-
misión directiva que
estuvo integrada por 9 Don Pascuál Servín, fundador. Lorenzo Cáceres, fundador.

personas más un sín-


dico.

Aunque la reunión se realizó en el domicilio de Miguel Saldívar y éste fue


electo primer presidente del club, hay dos personas que tuvieron mucha in-
fluencia en la fundación del 24 de Setiembre: Ellos fueron Pascual Servín, el
verdadero ideólogo y Emiliano Ferreira. Este era aregueño y el primero de
los nombrados era de Valle Pucú, aunque vivía en Areguá porque su madre
era de allí. Pascual pertenecía al histórico Clan de los Servín de nuestro
pueblo. Ambos venían juntos, celebraban reuniones y eran muy apreciados
y respetados. Al lado de ellos también resaltaron el liderazgo de don Salva-
dor Cabrera y Juan Serapio Velazco.

Esta es la lista aproximada de las personas que participaron de la funda-


256
Club 24 de Setiembre

Año 1961. Liga Luqueña de Fútbol, equipo del 24 de Setiembre: Parados: “Chicotanga” Orué,
Tomás Legüizamón, Dole Orué, Eugenio Nuñez, Epifanio Orué y Ramón Rojas. Abajo: Alejo
Alvarenga, Tita Alvarenga, Norberto Ibarra, Julián Rojas y Julio Olmedo.

ción del Club 24 de Setiembre: Miguel Saldívar, Emiliano Ferreira, Pascual


Servín, Fulgencio Ruiz Díaz, Salvador Cabrera, Juan Pablo Florenciañez,
Marciano Rojas (P) Luis Ynsfrán (P), José Asunción Lezcano, Juan Serapio
Velazco, Juan José Alvarenga, Cirilo Ojeda, Pantaleón Alvarenga, Lorenzo
Cáceres Díaz, Vicente Olmedo, Juan Pío Alvarenga, Juan Bautista Aguilera,
Rosendo Aguilera, Juan de la Cruz Gaona, Felipe Ortiz, José Antonio Orué,
Saturnina Mercedes Franco de Orué y Mercedes Chávez.

El acta fue redactado por Emiliano Ferreira y Lorenzo Cáceres Díaz, bajo
la supervisión de Pascual Servín que era un docente de buena preparación
y todos dieron su conformidad, pero no todos firmaron porque la mayoría
no sabía leer ni escribir. La juventud de aquellos años no había tenido la
oportunidad de ir a la escuela, por lo que si aparecía alguien sabiendo leer y
escribir, ese era el karai guasu. Las tres únicas personas mayores que sabían
leer y escribir y que participaron de esa reunión fueron Pascual Servín,
Lorenzo Cáceres Díaz y Emiliano Ferreira.

De la reunión también participaron en calidad de asistentes varias personas


muy jóvenes, tanto varones como mujeres y fueron –más o menos- las siguien-
tes: Marciano Orué, Juan Orué, Alejandro Florenciañez, José Concepción Or-
tiz, Guillermo Ynsfrán, Joaquín Bareiro y Francisco Olmedo, como también
doña Luisa de Ruiz Díaz, doña Ramona Aguilera, doña Rosa Aguilera, doña
Rosa Ayala, doña Petrona de Lezcano y doña Vicenta Bareiro.
257
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Equipo del 24 de Setiembre, campeón invicto, Liga Aregueña en 1968. Arriba: Atilio Vargas,
Deolegario Orué, Catalino Franco, Virino Cabrera, Bernardo Orué, Tomás Legüizamón, Eu-
genio Nuñez, Bernardo Insfrán y Alejo Alvarenga. Abajo: Erico Ayala, Michell Sánchez, Ale-
jandro Legüizamón, Sabino Torales y Pedro Nuñez.

Fue presidente de la asamblea Emiliano Ferreira y cuando llegó el mo-


mento de la elección de las primeras autoridades del club, se propuso a
Ferreira para la presidencia, pero él delegó a favor de Miguel Saldívar por
la gentileza de haber cedido su domicilio para realizar la reunión. Esta es
una costumbre bien paraguaya, donde al ógajara se respetaba por lo que la
propuesta fue apoyada por unanimidad y a continuación se eligieron las
autoridades de la siguiente forma:

Presidente: Miguel Saldívar


Vicepresidente: Salvador Cabrera
Secretario: Emiliano Ferreira
Prosecretario: Lorenzo Cáceres Díaz
Tesorero: Juan Serapio Velazco
Protesorero: Vicente Olmedo
Miembros:
Luis Ynsfrán
Juan Pablo Florenciañez
Fulgencio Ruiz Díaz
Síndico: Pascual Servín

258
Club 24 de Setiembre

LAS TRES PRIMERAS RESOLUCIONES

Una vez resuelto el tema fundacional y electa la primera comisión directiva,


la asamblea debatió tres puntos de singular importancia:

1) La denominación del club;


2) El color de la camiseta y
3) La construcción de la cancha para jugar los partidos.

Sobre el primer punto hubo dos ponencias; uno, que el club se denomine
24 de Setiembre en homenaje al día de su fundación y para que su fiesta se
haga cada año en coincidencia con la fiesta de la Virgen de las Mercedes. La
otra ponencia fue que el nuevo club se llame Sportivo Valle Pucú para que
la entidad deportiva tuviera el mismo nombre del pueblo. Las dos propues-
tas fueron debatidas y les gustó a la gente, pero una vez llevada a votación
ganó la idea inicial de que la institución lleve el siguiente nombre: “24 de
Setiembre Football Club”. El “Football Club” es un término inglés que sig-
nifica “Club de Fútbol”, que era muy utilizado en aquellos tiempos por casi
todas las instituciones deportivas. Esto se debería a que los ingleses fueron
los creadores del fútbol, aunque hoy día hay algunos que ya sostienen que
el fútbol fue creación de los guaraníes, en la época de los Jesuítas.

Respecto al color de la camiseta, los asambleitas coincidieron totalmente


que debe ser blanca y negra para que sea igual a la vestimenta de la Virgen
de Las Mercedes, a cuyo honor se fundó el club. En este sentido se presen-
taron dos ideas: una, para que el color sea totalmente blanco con una raya
vertical negra hacia la izquierda y la otra idea proponía que la casaca sea
franjeada, con el blanco en ambas puntas verticales y una franja negra en el
medio. Esta tesis fue aprobada por lo que en la misma ocasión fundacional
ya se acordó el tipo de camiseta que utilizaría en adelante la institución
vallepuqueña.

Cuentan que don Pascual Servín hizo un vehemente discurso para que la
camiseta del “24” sea blanco y negro, igual que el vestido de la Virgen. Jus-
tamente don Pascual es parte de la familia que ha traído a Valle Pucú la
imagen de Las Mercedes allá por la década de 1850. También él tenía un le-
gajo de gran valor que significaba haber formado parte, siendo muy joven,
de la camada que fundó el Club Olimpia de Asunción en el año 1902, por
lo que para algunos, fue Pascual Servín quien trajo el fútbol en Valle Pucú.
259
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

La tercera resolución de alta trascendencia que se tomó en el día fundacio-


nal del “24” se relacionó con la elección del campo deportivo. Al respecto,
el socio fundador Salvador Cabrera, que ya se constituyó en vicepresidente,
ofreció su propiedad para jugar los partidos y la misma se hallaba en la que
hoy está levantada la casa de su hija Ñequita Cabrera Vda de Alvarenga,
por un lado, y en el otro extremo la vivienda de la familia de Lilian Zarza.

El ofrecimiento fue aprobado sin oposición y el referido predio pasó a


constituirse en la primera cancha del 24 de Setiembre, pese a que las di-
mensiones no concordaban con las actuales exigencias reglamentarias.

EL CLUB DIAMANTINO FUE EL ORIGEN

Cuando se fundó el “24”, ya hacía por lo menos siete u ocho años que se
jugaba “vai vai” a la pelota de fútbol en Valle Pucú. La actividad se nucleaba
dentro de un club que se llamaba Diamantino. Aunque el Diamantino nun-
ca fue un club de ley porque funcionaba “péichande” desde 1906 o 1907, no
existen dudas de que fue el origen del Club 24 de Setiembre. El nombre de
Diamantino se tomó de aquel barco artillero, que con esa denominación
participó de los combates navales durante la Guerra del 70. Fue propuesto
por descendientes de aquella terrible contienda.

¿Por qué terminó el Diamantino y en reemplazo se fundó el “24”?. Y como


ya se explicó con anterioridad fue debido a que desde el año 1914 la fiesta
patronal de Las Mercedes, que antes se conmemoraba el día 8 de Setiem-
bre, pasó a festejarse el día 24 de Setiembre por sugerencia de un sacerdote,
quien dijo que la fiesta de la Virgen de Las Mercedes de Valle Pucú no es el
8 de Setiembre sino el 24 de Setiembre. Entonces, en honor a este cambio
y para que todo se hiciera en nombre de la Virgen, terminó el Diamantino
y nació el “24”.

Aquí, aparte de destacar el trascendental cambio, es relevante resaltar con


énfasis que en aquel lejano tiempo de inicios del siglo 20 ya surgía un club
deportivo en Valle Pucú cuando en todo el Paraguay, en ese entonces, re-
cién se cumplían unos pocos años de la fundación del primer club de fút-
bol, el Olimpia, en el año 1902. Es decir, en materia deportiva nuestro valle
estaba muy adelantado.

Don Rosendo Aguilera recuerda que en su casa guardaba la pelota, con


260
Club 24 de Setiembre

picho para afuera y que eso llevaba a los partidos que se jugaban entre ve-
cinos y amigos. Sin embargo don Rosendo no recordó quien trajo ni cómo
consiguió aquella primera pelota, aunque todo apunta a que la pelota trajo
de Asunción Pascual Servín, por el vínculo que tenía con el Olimpia.

Como dato relevante también cabe consignar que cuando nació el “24”, ni
el Sportivo Luqueño todavía se había fundado. El Luqueño se fundó recién
en 1921. En aquella época no era fácil competir o encontrar adversarios
porque se tropezaba con algo muy grave: ni los reglamentos del fútbol se
conocían de manera clara. Todo era “péichande”.

Justamente don Marciano Orué comentaba que hubo dos intentos anterio-
res de fundar un club deportivo “de ley” para dejar sin efecto lo del Dia-
mantino, pero en ambas ocasiones no había acuerdo porque existía una
realidad; Poca gente sabía lo que era el fútbol para competir reglamenta-
riamente, se ignoraba de que se trataba y entonces fue difícil convencer a
la gente, o en todo caso, la gente no quería comprometerse oficialmente en
algo que no conocía a profundidad, como es la de organizar una institución
deportiva.

Pese a que se tenía a dos hombres de “cultura” liderando la organización,


como Pascual Servín y Emiliano Ferreira, se tuvo que realizar consultas al
Dr. Cecilio Báez para que explicara en que consistía este poco conocido
deporte de patear la pelota. El que fuera presidente del Paraguay realizaba
frecuentes apariciones por Valle Pucú en donde quedaba a dormir camino
a Areguá, donde había levantado una casa veraniega.

El Dr. Báez, un intelectual de primera clase y que sabía de todo, explicó


a la gente que en Asunción ya se habían fundado algunos clubes, como
Olimpia, Guaraní, Libertad, Cerro Porteño y Nacional y que -según le con-
taron- cada equipo integraba once jugadores, la cancha tenía dos arcos y el
campo se dividía en dos partes iguales y que en una competencia ganaba
el que más goles metía al bando contrario. Además una competencia debía
tener un árbitro.

Pues bien, mencionar éstos detalles aparentemente muy inocentonas, muy


primarios, pueden resultar ridículas para nuestro tiempo. Sin embargo,
para esa época era una instrucción válida y necesaria, porque a inicios del
siglo 20 muy poca información se tenía de lo que hoy día es un fenómeno
261
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

mundial. Basta señalar que la mismísima Confederación Sudamericana de


Fútbol, por ejemplo, recién se fundó en 1916 y Valle Pucú ya tenía su club
de fútbol.

DESCENDIENTES DIRECTOS

Al tiempo de escribirse éste libro, solamente sobreviven hijos de dos fun-


dadores e integrantes de la primera comisión directiva. Uno de ellos es Ñe-
quita Cabrera Vda. de Alvarenga, hija de Salvador Cabrera, quien al consti-
tuirse la comisión directiva era el vicepresidente.

En tanto, en Areguá sobreviven todavía siete hijos de don Emiliano Ferreira


(1887-1974). Estos son los hijos: Mercedes (82 años), Josefina (79 años),
Lucila (77 años), Elvira (75 años), Luis Alberto (72 años), Reina (69 años) y
Américo (66 años). También sobreviven muchos descendientes de los que
entraron en el rango de “asistentes” en la reunión fundacional porque re-
cién tenían sus 15 años, 17 años etc., como don Fermín, Felipe y Evangelista
Florenciañez, quienes eran hijos de Alejandro Florenciañez. También hay
hijos de José Asunción Lezcano, Joaquín Bareiro, Pantaleón Alvarenga, Ro-
sendo Aguilera etc.

El último descendiente vivo del primer presidente, Miguel Saldívar, falleció


no hace mucho: Era don José Saldívar. Sin embargo hay una cadena fami-
liar muy numerosa de los Saldívar entre nietos, bisnietos y tataranietos que
fácilmente superan 100 personas.

A don Marciano Orué le sobreviven sus hijas Damiana, Valeriana, Porfiria


y Filadelfia y a don Juan Orué sus hijos Miguel, Susana, Elvira y Rosa. A
don Joaquín Bareiro le sobreviven Hermógenes y Teófilo, más una camada
de descendientes menores, al igual que don Luis Ynsfrán y varios más. Des-
cendientes de Pascual Servín también existen muchísimos.

Aquí lo importante es resaltar que todas aquellas personas que figuran


como socio fundador del 24 de Setiembre existieron, vivieron y dejaron
familias. Aquí nada se ha inventado y la existencia de descendientes de se-
gunda o tercera generación que hoy día viven en Valle Pucú o esparcidos
en otros lugares, es muestra cabal de que lo escrito no es producto de un
antojo, sino de una verdad plena y demostrable.

262
Club 24 de Setiembre

Hay un hecho muy llamativo que involucró a dos de los fundadores del 24
de Setiembre, Pascual Servín y Emiliano Ferreira. Los aregueños le repro-
charon con todo que ellos hayan promovido la fundación del 24 de Setiem-
bre y olvidado a Areguá, según comentaban Guillermo Ynsfrán y Marciano
Orué, amigos de los citados.

Pues bien, don Pascual y don Emiliano, para solucionar el enojo egoísta de los
aregueños, tres meses después promovieron la fundación del Club Tapaicuá,
en la Navidad de diciembre de 1914. Es un caso fantástico y único; Servín y
Ferreira fundaron dos clubes: primero el 24 de Setiembre de Valle Pucú y
luego el Tapaicuá de Areguá, en el mismo año y con tres meses de diferen-
cia.

ESTADIO “PRÓCULO CORTÁZAR”

Don Salvador Cabrera cedió su propiedad para que el nuevo club, el 24 de


Setiembre, tuviera su primera cancha. Fue en 1914. Poco después se tuvo
otra segunda cancha alternativa, un poco más grande, que estaba al lado
del cementerio, era de pasto natural. Pero la tercera es la vencida, dice el
ñe´enga y en 1918 se empezó a construir la tercera y definitiva cancha que
es el lugar donde ahora se encuentra el local del club.

El terreno estaba dividido en cuatro partes. En la parte sur fue donado por
Juan Serapio Velazco; en el medio-sur estaban las siguientes propiedades,
primero José Antonio Orué, luego transfirió a Valeriano Gaona, y otra par-
te compartida por herederos de Anselmo Alvarenga. En el medio-norte el
terreno fue cedido por don Rosendo Aguilera y hacia el norte la familia Es-
cobar, integrada entre otros por doña Asunción, Teresa Escobar, Ña Wen-
ceslada y don Francisco Escobar, hijos de Juan Gregorio Escobar, conocido
como “Juan Gregorí”. Posteriormente lo que correspondía a los herederos
de Rosendo Aguilera fue adquirido por Lorenzo Insfrán Rojas que donó
por completo la parcela que al club se le asignó con anterioridad, en tanto
Claudelino “Caio” Agüero adquirió y luego donó al club la parte de los
Escobar, propiedad que figuraba a nombre de Leandro Morel, esposo de
Wenceslada.

El lugar para la nueva cancha estaba repleto de plantas de mbocaya, de


laurel, yvyrapyta y timbo. De ninguna manera fue una propiedad apta para
jugar a la pelota. Se tuvo que trabajar durante años para limpiar, nivelar y
263
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

dejar crecer el pasto. Se trabajaba con


arado, machete, asada y hachas. Pro-
bablemente la cancha terminó allá por
1921 y empezaron las primeras compe-
ticiones que constituían toda una no-
vedad. Luego, en 1924 el club participó
de la fundación de la Liga Luqueña.
En los partidos, los jugadores usaban
gorros, jugaban descalzos y los panta-
loncitos cortos llegaban hasta la rodi-
lla. En 1931 se nombró a Juan Serapio
Velazco como presidente “pro-estadio”.
Esto figura en un acta del club y está
debidamente documentado.

La guerra del Chaco paralizó el proyec-


to del estadio, pero una vez terminada
la contienda se empezó a trabajar nue-
vamente y la cancha del 24 de Setiem- Don Papi Cortázar, el hermano sobreviviente
bre se “amuralló” con poste de mbo- de Próculo Cortázar. También sobrevive su
hermana Nena.
caya (se le decía también estaqueo) y
fue el primer “estadio cerrado” en todo
Areguá habiéndose inaugurado en 1937.

Este cerco duró hasta 1960, ya que el paso del tiempo lo destruyó y el pre-
sidente de entonces, don Isidro Ayala, dijo que no era conveniente renovar
los estaqueos, pero tampoco había dinero suficiente para comprar ladrillos
y modernizar la muralla.

Sin embargo, antes, el 23 de agosto de1954, cuando el 24 de Setiembre


pasaba por su mejor momento, fallece uno de sus principales dirigentes;
don Próculo Cortázar, quien con su “arandu kaaty” era un intelectual de la
época, sacrificado hombre que fue presidente (1952) y delegado del club y
viajaba sobre caballo a las reuniones, ya se en Areguá, Luque o Asunción.
Sufría de tuberculosis, una enfermedad muy común en aquellos tiempos
conocido también como “mbaasy po´i”.

Pese a su precario estado de salud, su pasión por el club seguía siendo lo


máximo, y como diría el finado Segundo Martínez, ex dirigente del club:
264
Club 24 de Setiembre

“Próculo murió sirviendo


al 24”. Aparte de esto, se
suma a que Cortázar era
un activo dirigente social
y en su juventud fue per-
seguido, apresado y tortu-
rado por ser comunista.

Pues bien, en memoria


de aquel dignísimo diri-
gente, la comisión direc-
tiva resolvió denominar
el estadio del club 24 de
Setiembre como “Esta-
dio Próculo Cortázar”, de
acuerdo a la transcripción
de un acta de asamblea de
abril del año 1955. La re-
solución se tomó casi un Poco antes de fallecer, Don Alejo Saldívar me entregó el texto
original de la marcha canción al “24” que el escribió en 1945.
año después del falleci-
miento, porque por esta-
tuto del club, una decisión tan fundamental solo se podía tomar en asam-
blea de socios y no solo por la comisión directiva.

Don Próculo no dejó descendientes. Nació en 1918. Sus padres fueron


Anastasio Cortázar y doña Eloisa Orué. Falleció joven, a los 36 años. Sus
hermanos fueron Isidro Ayala y Prudencia Ayala de Saldívar. Por el lado
del papá también tuvo varios otros hermanos como Papi Cortázar, Petoto
Cortázar, Chiquita, Nena, Nicasio y Sergio Cortázar.

INSPIRACIÓN MUSICAL

Próculo Cortázar, aparentemente, fue abandonado por su madre y criado


por doña Brígida Castillo viviendo en lo de ña Juana Pereira y después pasó
a vivir con su tía Evarista Ayala. Junto a Emeterio Olmedo es autor de la
famosa marcha “Le encajó” y una situación muy especial le inspiró a escri-
bir la letra. Cuentan que un día estaba con diarrea. Fue allá por 1942. Don
Próculo no pudo irse a la cancha cuando un domingo el 24 de Setiembre
jugaba en Luque. Él vivía en los alrededores del “desvío”, estaba muy ansio-
265
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

so, a punto de la desesperación por querer saber el resultado del partido y


ya a la tardecita decidió marcharse a pie al encuentro de los que regresaban.
Al llegar al puente Josepe le ataca su diarrea y entra en el yuyal, cuando de
repente escucha a lo lejos, tal vez en la lomada de 3 de Mayo, las hurras de
la victoria.

El, que estaba concentrado y esperanzado por escuchar esas hurras, al es-
cucharlo reaccionó emotivamente alzando su pantalón y se puso a correr
al encuentro de los que venían de Luque. De tan angustioso y desesperado
que estaba, no se percató que ni se había limpiado y unos minutos después
se dió cuenta y en el camino entró en la casa de don Ricardo Leguizamón a
prestar un pantalón limpio. Le prestó y Próculo se fue nuevamente corrien-
do hasta encontrarse con la comitiva que regresaba con un triunfo de 3-0
contra el 18 de Enero de Luque.

Todo lo que pasó, todo lo que vivió aquel día, lo transformó en letras y de
ahí se explica el verso que dice:

“Siendo ruido de pelota


y no se y no se lo que será;
los bravos del 24
que se vienen que se vienen de ganar.
“El contrario tenía un piquito
y el piquito y el piquito se rompió
24 de Setiembre con su jueguito
3 a 0, 3 a 0 le encajó, le encajó, le encajó
y el arquero y el arquero no aguantó, no aguantó”.

Sencillamente impresionante y hasta uno puede llorar de emoción porque


el sentido verso salió del corazón y llegó al corazón. ¡Que imaginación tenía
don Próculo –a sus 24 años- para escribir el verso, para convertir en poesía,
uno hecho que le sucedió y que parecía insignificante!. No se fue a la can-
cha por diarrea, pero se fue a esperar a los que regresaban. La ansiedad por
saber cómo salió “su 24”, pudo más en él que atender su salud o su aseo. El
escuchaba el ruido de la gente que volvía, pero no sabía el resultado, lo que
le llevó a caminar corriendo por lo menos tres kilómetros al encuentro de
los “bravos del 24, que se vienen que se vienen de ganar.....”

Al verso le puso música Emeterio Olmedo, un guitarrero hijo de Vicente


266
Club 24 de Setiembre

Olmedo y hermano de don Francisco, Merardo, Ana, Consola y Juan de


Dios Olmedo, entre otros. En consecuencia, por su trayectoria, tiene bien
merecido que el estadio del 24 de Setiembre tenga el nombre de “Próculo
Cortázar” esperando que los dirigentes del futuro no cometan al error de
cambiarlo en consideración a su sacrificada trayectoria y respetando a los
dirigentes de antes con sobrados méritos como éste señor.

En las actas del club se pueden leer los mensajes de condolencias que reci-
bió la comisión directiva tras el fallecimiento del referido dirigente en 1954,
a sus tan solo 36 años y se puede concluir que más que fanatismo, era una
persona apreciada y respetada en Valle Pucú, en Luque y en Areguá, como
también era delegado-oyente ante la entonces Liga Paraguaya de Fútbol,
porque él en su tiempo ya hacia gestiones para que el “24” ingresara a la
Liga mayor de nuestro fútbol, que finalmente se dio el 13 de enero del 2016.

267
CAPÍTULO 30

La leyenda Juan´i Orué


Fue un arquero que hizo famoso al “24”. La gente iba a la
cancha solo para ver a él atajando penales. Era dueño de los
grandes triunfos del coloso de Valle Pucú.

Juan’i Orué (flecha) en el equipo del 24 de Setiembre cuya foto


fue tomada en 1937. Era un jugador fantástico y sus grandes
atajadas como arquero elevó a leyenda al equipo de Valle Pucú.

Fue después de la guerra del Chaco que se inten-


sificaron las competiciones deportivas en Are-
guá y Luque, porque empezaron a ser fundadas
más y más clubes. No había competencia de Liga,
sino torneos de carácter amistoso, pero que eran Don Juan´i Orué (1902-1993).
como verdaderos campeonatos mundiales donde
justamente el 24 de Setiembre de Valle Pucú empezó a escribir su leyenda
de cuadro imbatible, de cuadro ganador, de equipo respetado, admirado y
también envidiado.

Al mismo tiempo surgió una figura extraordinaria que entusiasmó a todos:


Ese era el arquero don Juan´i Orué (1902-1993). Este, en su niñez asistió a
la fundación del “24”, pero ya joven, como futbolista, fue un extraordina-
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

1974. Equipo del “24” con los siguientes jugadores: Arriba: Bebito Orué, Nimio Rojas, Walter
Marquez, Felipe Villalba, Rigoberto Nuñez, Julio César Insfrán y Sabino Torales DT. Abajo:
Virgilio Aguilera, Pedro Clemote, Marcelino Lezcano, Marcelino Nuñez y “Mango” Mendieta.

rio atajapenales que maravillaba a la gente quienes decían por él que tenía
magia porque casi no le entraban los goles. Y su sola presencia atraía a una
multitud en la cancha, incluso en los pocos partidos que se jugaban antes
de la guerra del Chaco. Y fue don Juan í Orué (en realidad no era tan chico,
medía casi dos metros de altura) quien empezó a hacer famoso al franjeado
de Valle Pucú.

Orué integraba un equipo formidable con Anselmo Alvarenga, Pedro Este-


pa (Estepapuku), Genaro Núñez, Marciano Rojas, Marciano Orué, Vitalino
Torres, los hermanos Ricardo Leguizamón y José León Leguizamón, Lucio
Cabrera, Segundo Núñez, Laly Cabrera, Ricardo Martínez, Santiago Ruiz
Díaz, Joaquín Bareiro, José Asunción Lezcano, Nolasco Núñez, Francisco
Mongelos, por citar a algunos de lo que podrían denominarse “primera
generación de futbolistas”. Ellos de la chacra, carpiendo o arando, iban a
vestirse para jugar y no solamente corrían o mojaban la camiseta, sino que
tenían una calidad de futbolista de esos que nacieron para saber jugar.

Dicen que una vez jugando con el Sport Primavera, sus futbolistas no po-
dían vencer la defensa del arquerazo que era don Juan´i Orué y armaron un
feroz bochinche de puro pichados. Otras veces la gente acudía a la cancha
270
La leyenda Juan´i Orué

y cuando había penales corrían las apuestas por el arquero del “24” de que
iba a atajar y siempre atajaba.

En una ocasión tres luqueños perdieron 100 pesos (el guaraní recién circuló
desde 1943) en la apuesta y era mucha plata, les dolió tanto que promovie-
ron la revancha con el Sport Primavera de Luque. Elevaron a 300 pesos la
apuesta de que tal penal iba a entrar por Orué, y quien recibió la propuesta
fue Ricardo Martínez, conocido como “Martínez Mboy” (más adelante se
convertiría en prestamista).

Aquella vez, cuando se iba a chutar desde los 12 pasos, también aparecieron
tres señoras cruzando el arco con gestos mágicos, tirando polvos, extraños
objetos y hasta un sapo pusieron atado con cinta colorada. Había sido, los
apostadores contreras trajeron a payeseras para que hicieran “el trabajo” y
entrara el gol al arquero del 24, porque decían que don Juan´i era un mago,
que leía “aipo” magia negra.

Pues bien, se tiró el penal y Juan´i ni se movió del arco y la pelota derechito
se fue a él, no se sabe si porque el tirador se asustó o le salió mal el disparo.
Entonces Orué de taquito sacó la pelota y el público de Valle Pucú rodaba
por el suelo de alegría, luego alzaron en andas al arquero, don Martínez
Mboy ganó sus 300 pesos, distribuyó para la farra y los contrarios se echa-
ron a correr, de susto o de vergüenza.

La leyenda posterior a su retiro del fútbol señala que tan extraordinario era
este señor arquero, que las pelotas sacaba con la cabeza, los penales atajaba
de taquito o con una mano y toda la imaginación posible sobre quien fue
un superarquero que jugó hasta superar los 40 años. Su hijo, don Ramón
Orué, contaba que su padre le decía, con cierta humildad, que cuando la
gente gritaba que la pelota sacaba con la cabeza, lo que en realidad sucedió
es que el delantero contrario tiró por su cara.

Don Juan´i Orué también pasó por un momento especial. Él no se fue a


la guerra del Chaco y se escondía en una sanja o tuka, como también se
llamaba el hoyo. No sabía escribir ni leer, pero le acercaron una Biblia y en
su escondite sorpresivamente aprendió a leer y a sus familiares anunció el
pronto final de la guerra lo que en realidad sucedió poco después.

Orué entendió que fue “la voz del Señor” que le ayudó a saber leer cuando
271
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

él no recibió ninguna enseñanza y que fue un signo de conversión que lo


conservó hasta el final y transmitió a sus familiares.

LOS JUGADORES INOLVIDABLES

Jugar en el 24 de Setiembre era lo máximo en todo el tiempo. Por eso en el


equipo siempre había gentes venidas de otras partes, que no eran precisa-
mente de Valle Pucú. Ya en la década de 1920 llegaban Pedro Estepa, oriun-
do de Misiones, o los hermanos Ricardo y José León Leguizamón, quienes
procedían de Costa Sosa, o Francisco Mongelós de Cañada San Rafael o
Vitalino Torres, quien era de la zona de Las Cordilleras.

En el plano local, a más de la leyenda que constituyó don Juan ´i Orué, el


primer futbolista transferido al plano internacional fue don Epifanio Cas-
tillo, quien jugó en el Brasil, luego de pasar por filas del Sportivo Luqueño.
Ya en la década de 1950 Pedro Núñez también del 24 pasó a Luqueño y
finalmente al General Caballero de Zeballos Cue de donde fue convocado a
la selección paraguaya para jugar en Perú. Luego de su periplo profesional,
don Pedro vino y culminó su carrera en el club de sus amores y fue puntal
para el campeonato invicto ganado en 1968.

De aquella época también se cita a Francisco Fretez, el famoso “Chicopalo”,


que logró fichar por Cerro Porteño. Era un señor cabeceador, imparable en
sus saltos y Mauro Catalino Franco, quien en 1955 fue llevado al Sportivo
San Lorenzo.

Marcelino Núñez (Neneco), otra figura destacada, fue transferido al Spor-


tivo Luqueño por 40 mil guaraníes, de los cuales solo se recibieron 20 mil
guaraníes y el resto nunca se pagó.

Pero indudablemente el más célebre futbolista que surgió en el 24 de Se-


tiembre fue Carlos Olmedo, quien en 1977 pasó al Sportivo Luqueño, luego
integró aquella famosa selección juvenil de 1979 con Romerito y Cabañas
que disputó el Mundial de Japón en ese mismo año. Fue transferido a Cerro
Porteño donde marcó época como marcador de punta.

Estuvo por México y a su regreso fichó nuevamente por General Caballero,


Sportivo Luqueño y finalmente River Plate, donde una grave lesión en la ro-
dilla le dejó fuera de la cancha. Ya retirado y rengueando, volvió a jugar en
272
La leyenda Juan´i Orué

el 24 de Setiembre, al solo efecto de prestar servicio al club donde se sintió


como futbolista, aunque el fichó primeramente por el 3 de Mayo, porque
cuando eso en Areguá no había las divisiones inferiores.

Igualmente se cita a César Jiménez, quien del 24 pasó al Luqueño y llegó


a ser transferido al fútbol mexicano. También jugó en Ecuador y Bolivia.
Pedro Olmedo, hermano de Carlos, también llegó al fútbol profesional,
aunque su mayor gloria tuvo en las divisiones inferiores de Cerro Porteño
donde en tres o cuatro campeonatos se convirtió en máximo goleador del
torneo anual. Regresó al 24 donde en 1985 se consagró campeón.

POR SIEMPRE “AGUARA´I”

Tan emblemático como Juan´i Orué, fue Eugenio Núñez, conocido como
“Aguara´i”, por su extraordinaria rapidez. Estuvo por Sportivo Luqueño,
como puntero izquierdo, pero pronto regresó al 24 de Setiembre, que es
el club donde de lució y fue todo un orgullo verlo jugar. Podía alistarse
en cualquier puesto y siempre rendía con eficacia. Salvaba o metía goles
haciendo chilena y era una atracción verlo jugar en una época dorada con
Ramón Rojas, Norberto Ibarra, Tita Alvarenga, Julio Olmedo, Julián Rojas,
“Chicotanga” Orué, Félix Pérez y muchísima gente más.

Dole Orué, Catalino Franco, Virino Cabrera, Bernardo Orué, Eugenio Nuñez, Tomás Legüiza-
món y Bernardo Insfrán. El gran “Aguara’i” jugó 25 años en el “24” y colgo los botines a sus 44
años. Era todo un ídolo y jugaba en cualquier puesto.

273
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Núñez jugó tanto que recién a sus 44 años colgó los botines, allá por 1974
(el nació en 1930 y falleció en el 2018). No necesitaba entrenarse para jugar,
su agilidad era brutal.

Ya en la década de 1960, vistiendo la camiseta franjeada se dieron gran-


des y gratas revelaciones como Tomás Leguizamón, un señor back central,
que jugó casi diez años formando un duo impasable con Virino Cabrera.
Igualmente surgieron extraordinarios futbolistas como Alejo Alvarenga,
un wing-wing famoso por sus chuleadas, junto a Marcelino Lezcano, otra
leyenda de nuestro equipo. Igual que Bernardo Ynsfrán, ágil, inteligente y
goleador, quien vistió la casaca franjeada por casi 20 años. Realizaba impre-
sionantes saltos para cabecear. Es una gloria viviente del “24”

También marcaron época los hermanos Andrés Olmedo y Santiago Olme-


do, hijos de Miguel Olmedo, criados en Asunción. Ellos dieron categoría y
señorío al equipo, junto a la fuerza y pujanza de Alejandro (Calidad) Legui-
zamón, Michel Sánchez, traído de Asunción por los Olmedo.

Figura descollante fue un joven arquero, Bernardo Orué, -Mbariguy se le


decía- Dole y José´i Orué, Sabino Torales, Bebito Orué, Víctor Gaona, Ju-
lio Zarza, Mellá Núñez como también el imparable puntero derecho Erico
Ayala o el emblemático centrodelantero Patrón Villalba y Mauro Catalino
Franco.

Un caso anecdótico formaban los hermanos Alvarenga, hijos de Pa´icho


Alvarenga. Hubo una época en que jugaban juntos Tita, Alejo, Kuké, Ma-
riano y Andrés. Eran cinco hermanos en un solo equipo. Y una vez todos
se marcharon a Buenos Aires para trabajar, junto a Mellá Núñez, Abundio
Leguizamón, Marciano Ayala y el 24 casi se quedó sin equipo.

Sin dudas hay muchos nombres que citar y nombrar del equipo histórico
del 24 de Setiembre, pero es absolutamente imposible referirse a todos ellos
en un espacio reducido como es este libro que solo tiene la intención de
citar a grandes rasgos a los deportistas que antaño hicieron vibrar de emo-
ción y orgullo al equipo de Valle Pucú.

El guaraniólogo vallepucuguá Natalicio González solía decir al respecto: “Ir


detrás de aquel equipo del 24, era irse con la seguridad de que vas a ganar
el partido”. Justamente en una de sus músicas dedicadas al valle, Natalicio
274
La leyenda Juan´i Orué

dice: “24 de Setiembre campeón mante vaera”.

PEDRO MORÁN Y El “LOCO” GONZALEZ

Pese a que el club seguía ganando campeonatos, pasaron muchos años para
que se volviera a tener a un jugador revelación nacido en el pueblo. Es el
caso de Pedro Morán, apodado “Kuremoi”, quien surgió en las inferiores
del 24 de Setiembre y debutó en primera en el 2008 con 17 años.

Elástico, fino y goleador,


primero jugó en la zaga
central, luego como cen-
tro delantero. Tiene un
olfato de gol indiscutido y
si se mide sus cualidades
estrictamente deportivas,
es un futbolista que mu-
chos equipos hubieran
querido tenerlo. Pedro Morán festejando el gol que convirtió para que el “24”
saliera campeón en el 2009. Tenía entonces 18 años.
Morán, incluso, integró
la selección paraguaya
de fútbol de playa, que se
juega en cancha de arena
descalzo. Es figura des-
collante del equipo, go-
leador brillante, teniendo
un promedio de casi tres
goles por partido. Como
seleccionado participó en Adriano Samaniego termi- Gabriel “Loco” González
varios sudamericanos que nó su carrera en el “24”. con la camiseta del “24”.
clasificó a Paraguay para
el primer mundial de fút-
bol de playa que se jugó en la isla de Tahiti, país que se encuentra en Asia, y
en el 2015 volvió a clasificar para el mundial de Portugal y en el 2017 para el
mundial de Las Bahamas. Es un prominente jugador que ya salió tres veces
campeón con el 24 de Setiembre, su club, en el torneo aregueño.

En el rango de ídolos, quien rompió todos los moldes fue el fichaje –en el
275
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

2012- del famoso Gabriel “Loco” González. Ya tenía 52 años pero conser-
vaba su fisonomía física. Llegó al club mediante las gestiones de Adriano
Samaniego, que en ese entonces era el entrenador.

Samaniego y González fueron jugadores históricos del mejor Olimpia de


todos los tiempos, siendo campeones de América e integrantes de la selec-
ción paraguaya. Un dato histórico relevante es que Samaniego había cerra-
do su carrera de futbolista justamente en nuestro club.

Pues bien, cuando Samaniego fue entrenador, le invitó al “Loco” y las ges-
tiones fueron realizadas por la directiva encabezada por Andrés Núñez.
Debutó, jugó y marcó goles de tiro libre. Era como en la época de don
Juan´i Orué, la gente iba a ver al crack, al ídolo. Todos querían por lo me-
nos saludar a Gabriel González, quien por otra parte se adaptaba y se daba
con todo.

Yo, que en esa época asistía a muy pocos partidos, me hice de tiempo y fui
a la cancha no precisamente para ver al exjugador de Olimpia, sino para
ver como reaccionaba la gente. Era un observador detrás de la escena. Un
domingo le encuentro a dos señores, con sombrero y descalzos. Pregunté
si suelen venir a la cancha y contestaron que no, pero que esa vez llegaban
“porque rohechase al Loco”. Ni para su entrada tenían y estaban esperando
arrancar el segundo tiempo para que se abriera la boletería.

Hice muchas pruebas en varias canchas y encontré lo mismo. Todos que-


rían ver al “Loco” González. Y éste no fue menos porque hizo declaraciones
muy expresivas como cuando dijo que “a mis 52 años, jamás encontré un
club, luego del Olimpia, con tanto arrastre y jugar en el 24 de Setiembre de
Valle Pucú fue un orgullo para mí”.

276
CAPÍTULO 31

¡Campeón en su Centenario!
Cuando cumplió 100 años de fundación, el 24 de Setiembre
ganó el título más emblemático de su rica historia y la
televisión paraguaya interrumpió la transmisión del clásico
Olimpia-Cerro para dar la noticia

Año 2014. Este es el equipo del 24 de Setiembre que ganó el título de campeón de la Liga
Aregueña n el año del Centenario del Club. Fue en la cancha del Tapaicuá de Areguá. En las
dos ocasiones ganó 1-0 al 30 de Agosto de Costa Fleitas. Integran el plantel: Arriba; Marciano
Rojas (Kinesiólogo), Cristian Sosa, Gustavo Coronel, Javier Ortiz, Guillermo Vera, Pedro Ol-
medo, Osvaldo Leiva, José Meza, Darío Cabrera, Richard Fernández, Cesar Amarilla, Wilfri-
do Gaona, Fernando Florenciáñez, Luis Pereira, Víctor Barreto, Albano Núñez, Julio Villagra
y Nelson Guerrero.

El domingo 31 de agosto del 2014 se estaba jugando el clásico del fútbol pa-
raguayo, en el estadio Defensores del Chaco entre Olimpia y Cerro Porteño,
con transmisión en vivo y en directo de la televisión, cuando de repente el
relator Rubén Darío Da Rosa dice a secas:

-“Interrumpimos esta transmisión del clásico para informar que acaba de ter-
minar el partido final de la Liga Aregueña de Fútbol con triunfo del club 24
de Setiembre por 1-0 frente al 30 de Agosto, consagrándose campeón nada
menos que en el año en que cumple 100 años. Nuestras felicitaciones a la nu-
merosa hinchada de ese equipo aregueño”. Y seguidamente el comentarista
Gabriel Cazenave lo secunda de esta manera:
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Rubia Cáceres, electa reina del 24 de Setiembre en 1963, después de 51 años volvió a desfilar como exrei-
na del club en su centenario.

-“El entrenador del 24 de Setiembre es Adriano Samaniego, campeón de Amé-


rica con Olimpia y nos imaginamos la gran alegría en Valle Pucú por éste
título de campeón que ganó en el año de su centenario. Felicidades”.

¿Ustedes se imaginan la trascendencia de lo que dijeron estos dos presti-


giosos periodistas? ¿Imaginan el rango en el que la prensa nos ha situado a
nivel país? Nada menos que la transmisión del clásico del fútbol paraguayo
es interrumpida para informar que en el fútbol aregueño acaba de consa-
grarse campeón el 24 de Setiembre de Valle Pucú en el año de su centena-
rio. Esto no tiene precio, esto es inaudito y no creo que tenga precedentes
cercanos.

En el Paraguay los programas de televisión que incluyen partidos del cam-


peonato de la Asociación Paraguaya de Fútbol son los de más alto rating
y más todavía cuando juegan Olimpia y Cerro. Se estima que los partidos
clásicos lo ven por lo menos 2 millones de personas en todo el país, por lo
que 2 millones de personas escucharon la noticia de que el “24” salió cam-
peón al cumplir 100 años.

Al respecto, solamente se tiene una famosa cuan recordada conquista; la


de Olimpia, que en el año de su centenario (2002) ganó la tercera Copa Li-
278
¡Campeón en su Centenario!

bertadores de América. Desde luego,


muchos de los 2 millones de televi-
dentes –los más buenitos- se habrán
preguntado ¿de dónde es el 24 de Se-
tiembre? ¿dónde queda Valle Pucú?
Y los más argelchos y pichaditos ha-
brán dicho ¿y a mí qué me importa?
De hecho que caben todas las consi-
deraciones, pero lo más trascedente
es que se difundió la información y la
noticia de que el “24” salió campeón
estaba allí presente y santas pascuas.

¿Cómo Rubén Darío Da Rosa y Ga-


Marcelino Nuñez, presidente en el 2014. briel Cazenave tuvieron interés en
difundir la información casi al mi-
nuto después de haber finalizado el
partido en la cancha del Club Tapaicuá?. No caben dudas de que ahí estaba
la mano de dos periodistas vallepucugua, Luis Silverio Rojas y Víctor Mi-
randa Rojas. Ambos trabajan en el diario ABC Color con Cazenave y en
el caso de Da Rosa son amigos en común por lo que hubo un “pacto de
amigos” para tal efecto. Pero aparte de eso, la misma información tiene su
gancho especial por el tema de salir campeón en el año del centenario. Esta
circunstancia le da validez y justificativo pleno de conceder 2 minutos de
la transmisión televisiva del clásico para difundir una conquista anhelada,
festejada, que nunca será igualada y jamás olvidada.

AQUEL GOLAZO

El segundo partido que definía el título de campeón 2014 de la Liga


Aregueña de Fútbol lo disputaron 24 de Setiembre y 30 de Agosto de
Costa Fleitas. Corrían 45 minutos de la primera etapa cuando se genera
una infracción favorable al “24”. La ubicación era oblicua al arco por lo
que solamente un especialista en tiros libres podría aprovechar desde
tan difícil posición. Y el especialista fue Nelson Guerrero (Quiri), quien
de zurda levantó la pelota por sobre la nutrida barrera y el esférico entró
en el ángulo izquierdo del arquero del “30”, cuya “volada” fue estéril.
El gol acaba de concretarse y era el gol soñado que daba la victoria y el
título de campeón al 24 de Setiembre.
279
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Descendientes de fundadores y expresidentes del club portando carteles alusivos a los 100 años.

El festejo fue impresionante, se


presentía que iba a ser el único gol
y que gritar campeón era cuestión
de esperar los 45 minutos finales,
ya que en el primer partido el “24”
también había ganado por 1-0 con
gol de Luis Pereira. La ventaja era
apreciable y se presentaba como
irreversible, hasta que se dio el pi-
tazo final del árbitro desatándose
una euforia total.

Hubo un grito ensordecedor, pero


luego ese grito –para muchos- se
transformó en llanto, la alegría se Talía Giménez, reina del “24” y Natalia Rive-
transformó en lágrimas, en abrazos ros, reina del club 8 de Setiembre con el Pa’i
interminables, en felicitaciones a los Gustavo Acosta.

jugadores, dirigentes, entrenadores.

Nunca se había disputado un campeonato donde la consigna era “ganar y


ser campeón en el año del centenario” y ésta consigna se logró llevándose
los jugadores los más altos méritos no solamente por ganar, sino por ha-
280
¡Campeón en su Centenario!

Jenny Paola Insfrán, Mónica María Insfrán y Daisy Ortiz encabezando el desfile en el Tapaicuá.

ber sabido corresponder y soportar


la fuertísima presión, la ansiedad de
todo un pueblo y hacer una vez más
historia, como otras tantas glorias del
coloso de Valle Pucú.

Entre bombapú, cánticos, el flamear


de banderas franjeadas, hurras, lágri-
mas y un orgullo especial, el capitán
del equipo, Richard Fernández (Ric-
Orgullo de campeón y las numerosas copas ky), recibió la copa de campeón, que
ganadas y que fueron exhibidas. justamente se denominó “Centenario
del Club 24 de Setiembre y Tapaicuá”
(era otra entidad que en el 2014 cumplió 100 años pero fue eliminado tem-
pranamente del torneo).

Fernández y cada uno de los jugadores besaron el trofeo y lo aplaudieron


los casi 5 mil aficionados que estuvieron en la cancha. Guste o no guste, el
“24” era un ganador incuestionable y se merecía los máximos elogios. La
misión estaba cumplida, se organizó una caravana larga que en casi dos ho-
ras llegó de Areguá a Valle Pucú, un trayecto de 8 kilómetros y lo primero
que se hizo fue ingresar a la iglesia Virgen de Las Mercedes a agradecer por
281
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

el triunfo, a dar gracias por tanta alegría, recordando que el 24 de Setiembre


se había fundado en el año 1914, en honor a la Santa Patrona de Valle Pucú.

El día lunes 1 de Setiembre, los diarios ABC, La Nación, Crónica y Popular,


dieron amplia difusión al título de campeón ganado por el “24”, enfatizando
que fue en el año de su Centenario. En tanto, en su programa habitual de
las mañanas por Canal 4, Telefuturo, el prestigioso animador Rubén Rodrí-
guez también salió de libreto y destacó la hazaña del equipo de Valle Pucú,
resaltando que él suele animar las mejores fiestas de su vida profesional en
el aniversario del club que acababa de agregar una estrella más a su victo-
riosa marcha de gran campeón.

UN EQUIPO PARA RECORDAR

Los campeones fueron, no solo los que tuvieron la oportunidad de jugar ese
partido definitorio, sino todos aquellos que participaron a lo largo del campeo-
nato, porque para empezar, el máximo ídolo del equipo, Pedro Morán no había
jugado la final por hallarse suspendido tras una expulsión anterior.

Campeones fueron los 24 jugadores que formaron parte del plantel. Cam-
peón fue el entrenador Adriano Samaniego y el preparador físico Carlos
León. Igualmente campeones fueron los dirigentes que encabezaron el gran
desafío del centenario con Marcelino Núñez a la cabeza, secundado por sus
directivos, por la comisión de damas y una hinchada que nunca arrugó y
siempre mantuvo firme su aliento de que en el 2014 el equipo de Valle Pucú
iba a ganar el título de los 100 años.

En aquel partido definitorio el equipo estuvo integrado por Cristian Sosa;


Víctor Barreto, José Meza, Richard Fernández y Elvis Hermosilla; César
Amarilla, Elvio Ortiz y Nelson Guerrero; Fernando Florenciáñez, Luis Pe-
reira y Wilfrido Gaona, también formaron parte del plantel campeón Pedro
Morán, Juan María Fretes, Stiven Jara, Víctor Herrera, Julio Villagra, Victor
Hugo Esquivel, Osvaldo Vega, Albano Núñez, Guillermo Vera, Pedro Ol-
medo, Cristian Fretes, Gustavo Coronel y Darío Cabrera.

En tanto, la comisión directiva fue presidida por Marcelino Núñez, pero


aquí conviene hacer una precisión. Quien se postuló a la presidencia fue
Brígido Ojeda, pero éste finalmente delegó el cargo a Núñez, porque él, en
su condición de Policía de carrera, no podía ejercer el cargo de presidente.
282
¡Campeón en su Centenario!

La hinchada del “24” desplegando la bandera franjeada de los 100 años.

De todas maneras quedó como asesor y trabajó integrado totalmente a los


otros dirigentes como Mauro Franco, José Alvarenga, Dionisio Rojas, Igna-
cio Franco, Luis Alvarenga, Pedro Muñoz, Julio Saldívar, Andrés Alvaren-
ga, Luis Martínez, Jorge Saldívar, Cipriano Núñez, Julio Zárate y “Bebelo”
Alvarenga. El Delegado ante la Liga Aregueña fue Alberto Olmedo y Mar-
ciano Rojas el subdelegado.

UN DESFILE FANTÁSTICO

El preludio de lo que iba a ser la consagración ganando el título de campeón


del 2014, ya se produjo el 9 de marzo de ese año. En la ocasión se realiza-
ba la inauguración del campeonato de la Liga Aregueña de Fútbol. Fue en
cancha del Tapaicuá. Es tradición que los 18 equipos afiliados se presenten
a desfilar con sus jugadores, directivos y la reina del club.

Aquel año, sin embargo, era muy especial porque dos de los equipos cum-
plirían sus 100 años de fundación; el 24 de Setiembre y el Tapaicuá. Siempre
se sostenía la equivocada idea de que el Tapaicuá es el primer club deporti-
vo fundado en Areguá y por largos años se mantuvo esa postura y el citado
elenco se autodefinía como el “decano del fútbol aregueño”.

Nada más falso y se demostró que en verdad el “24” fue el primer club de-
283
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Las hermosas niñas del colegio Virgen de las Mercedes que acompañaron al 24 de Setiembre
danzando en la memorable jornada en Areguá, el 9 de marzo de 2014.

portivo de Areguá y es más antiguo tres meses que el Tapaicuá. El equipo de


Valle Pucú fue fundado en Setiembre de 1914 y el Tapaicuá en Diciembre
del mismo año.

Y en el desfile inaugural del 9 de marzo del 2014 se patentizó de manera


pública y contundente que primero se fundó el “24” y después el conjunto
aregueño, cuando tres de los ocho hijos sobrevivientes del aregueño don
Emiliano Ferreira desfilaron orgullosos con el club de Valle Pucú, haciendo
flamear la bandera franjeada y portando un cartel donde dice claramente
que don Emiliano fue fundador del 24 de Setiembre junto a Pacual Servín y
luego, tres meses después, ambos fundaron el Tapaicuá. Ellos aseguran que
su padre -falleció en 1974- siempre les había dicho que primero se fundó el
club de Valle Pucú y tres meses después el de Areguá.

Pues bien. Capaz que pasen muchos años para que en Areguá vuelva a rea-
lizarse un desfile, una presentación similar como hizo el “24” en aquel ca-
luroso domingo de tarde. Ese desfile organizado por la Liga, por sus largos
años y por lo rutinario que era, ya no generaba ninguna atracción ir a ver.
Sin embargo en el 2014 todo fue diferente, se rompió la rutina.

El franjeado de Valle Pucú entró en la cancha con por lo menos 300 perso-
284
¡Campeón en su Centenario!

nas, cuando los otros equipos se presentaban con menos de 20 integrantes.


Los vallepucugua entraron con jugadores y dirigentes, entonces presidido
por Marcelino Núñez. También participaron la mayoría de los ex presiden-
tes del club sobrevivientes y los que fallecieron tenían a sus familiares como
representantes, igual que descendientes de socios fundadores y los socios
vitalicios. “Aquí estamos todos” decía un eufórico hincha al ver el rostro de
tanta gente que “ya estaban en retiro”, pero “renacieron” aquel día.

Era impresionante ver a las más antiguas ex reinas de hace 50 años atrás
ponerse churras con vestido adecuado y caminar en la cancha como Rubia
Cáceres, reina en 1963 y Dionisia Leguizamón, reina en 1961. Los expresi-
dentes llevaban todas las copas ganadas a lo largo de los 100 años y prácti-
camente se bajó toda la estantería.

En tanto había un cartel que identificaba a cada uno de los fundadores y


primeros dirigentes de la comisión directiva de 1914 portada por sus fa-
miliares, siendo el más representativo el de don Miguel Saldívar, primer
presidente del club.

Mientras, la banda de la Policía Nacional, contratado por el “24”, animaba


la marcha y el corolario brillante y espectacular pusieron los alumnos del
Colegio Virgen de Las Mercedes, dirigidos por el padre Gustavo Acosta.
Las hermosísimas bailarinas vestidas algunas de blanco y otras de negro
junto a elegantes compañeros, sonrientes y orgullosos mostraban su arte
danzarín en medio de interminables aplausos de casi 2 mil vallepucugua
que estaban en las gradas portando la bandera de los 100 años. Hasta los
que no eran del “24” aplaudieron el genuino espectáculo acompañado tam-
bién con impresionante explosión de petardos.

Aquí vale la pena destacar un hecho muy particular: El “24” y el 8 de Se-


tiembre, también de Valle Pucú, son muy fuertes rivales dentro y fuera de la
cancha, por años salpicadas con algunas sobresalientes macanadas. Aquel
día del desfile, la reina del “8” era Natalia Riveros quien con su banda iden-
tificatoria y la corona, ya había desfilado con su club, pero llamativamente
cuando se presentó el momento de que el “24” entrara a la cancha, para
sorpresa de muchos se despojó de su atuendo de reina del “8” y se unió a
sus amigas y compañeras del colegio para bailar con la delegación del “24”,
gesto espontáneo que fue recompensado con aplausos.

285
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Ciertamente ella era muy joven cuando hizo eso y tal vez ni siquiera di-
mensionó el gran significado de su gesto amistoso. Y justamente hoy día en
Valle Pucú necesitamos de muchas otras Natalia Riveros con una actitud
sencilla, amigable, audaz y valiente para contribuir a terminar la inútil ar-
gelería entre vecinos que en nada ha favorecido para armonizar las buenas
relaciones ente los vallepucugua.

Otro hecho sobresaliente y sorprendente para muchos aregueños llegó


cuando doña Elvira, Reina y Luis Alberto, tres de los 8 hijos de don Emi-
liano Ferreira salieron a la cancha. Ellos acompañaban el desfile portando
banderas de los 100 años y el cartel donde decía que su padre fue fundador
del 24 de Setiembre, con lo que sellaba para siempre que el primer club de-
portivo de Areguá es el de Valle Pucú y no el Tapaicuá de Areguá, como se
venía predicando falsamente desde hacía muchos años.

Y aquel desfile, aquella presentación magnífica de la hinchada franjeada, fi-


nalmente marcaría los pasos para que luego el equipo de fútbol conquistara
el título de campeón en el año de su centenario. Desde marzo hasta agosto
no había otro tema de que hablar en Valle Pucú, sino del anhelo de salir
campeón, título que finalmente llegó justificadamente y cuya resonancia
tuvo eco en todo el Paraguay por medio de la prensa.

AQUELLOS DIRIGENTES

El 24 de Setiembre jamás hubiera llegado a sus 100 años con tanto entusias-
mo, con tantas victorias, con tantos títulos de campeón y con tanto orgullo,
si no fuera por sus grandes dirigentes de todas las épocas. Nadie niega que
se repente en algún momento se hayan tenido altibajos en la conducción
de un club, pero esos altibajos fueron los menos frente a la gran virtud de
hacer y conseguir lo mejor para la institución de nuestros amores.

En la balanza siempre pesará más los hechos positivos frente a lo negativo y


para empezar, cómo olvidar a los que fundaron el club en 1914 bajo el fuerte
liderazgo de don Pascual Servín, poco recordado por falta de información.
Servín le trajo como amigo y compañero al aregueño Emiliano Ferreira y
en la contraparte se tenían a auténticos líderes locales como don Salvador
Cabrera y la presidencia aquella que recayó en don Miguel Saldívar quien
ni siquiera era de Valle Pucú (era cordillerano) pero abrazó los ideales del
club con mucha fuerza. Después vinieron Pedro Estepa, Vitalino Torres y
286
¡Campeón en su Centenario!

el Maestro Esteban Escobar, quienes tampoco eran


de Valle Pucú, pero pusieron brazo y hombro para
llevar adelante el club.

Tanto entusiasmo había, que en 1931 ya se constitu-


yó una comisión para construir el estadio “amura-
llado”, que se hizo colocando estaqueo de mbocayá y
fue inaugurado 1937, oportunidad en que el equipo
principal por primera vez se fotografió siendo sus
integrantes jóvenes de la época que en su mayoría
recién habían regresado de la guerra del Chaco.

Entrado a los años 1940, aparecen nuevos dirigentes


como Guillermo Insfrán, los Gaona, Próculo Cortá-
zar, Isidro Ayala, considerado por muchos el mejor
presidente que tuvo el 24 de Setiembre en el siglo
pasado. Estaban también Marciano Orué, Purifica-
ción Alvarenga, Pedro Saldívar, Alejo Saldívar, Eme-
terio Olmedo, Justo Orué, al tiempo que empezaron
a crearse las primeras músicas dedicadas al coloso
de Valle Pucú en medio de una agitada vida política
entre colorados, liberales y comunistas.

Después llegaron tres notables dirigentes quiénes, Juan B. Aguilera (arriba),


Timoteo Cortázar (centro)
sin embargo, jamás fueron presidentes: Timoteo y Tatito Insfrán (abajo).
Cortázar, Juansito Aguilera y Tatito Insfrán. Era Los tres nunca fueron presi-
una particularidad muy especial que ellos no fue- dentes del Club, pero fueron
los dirigentes más notables
sen presidente, pero tal vez tampoco necesitaban que tuvo el 24 de Setiembre.
ser primeros en la directiva para trabajar. Es por eso
que a los tres jamás se les puede negar ese trabajo
desinteresado porque con mucho amor se dedicaron al club. De los tres,
Insfrán fue quien primero se retiró por enfermedad, Aguilera siguió fuerte
hasta que el golpe de estado del General Rodríguez derrocando al General
Stroessner (1989), lo llevó a un exilio voluntario en su domicilio, pero du-
rante 40 años, más o menos, era el “estatuto” del club.

El sello y el membrete del club, por ejemplo, Juansito tenía siempre en su portafolio
por lo que si había alguna necesidad, el problema lo resolvía allí mismo, porque el
también “era capo en la Liga Aregueña y en la Municipalidad de Areguá.
287
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Y por último don “Chimó”, quien tiene 96 años. Ni en castellano hablaba


bien, pero no era necesario; él sabía hacerse entender y a veces mejor que
muchos. Se caracterizaba por llamarse “soldado” y era el primero en todo,
especialmente en momento de crisis. Salía casa por casa a invitar a la gente
para acercarse al club “porque ya es hora de empezar a trabajar”, decía. Era
un señor digno y sinceramente irreemplazable.

Otro recordado presidente fue Juan Bautista Ayala, el querido Tita Ayala.
Falleció en 1994, pero a sus 70 años, él como un pendejo aceptaba todavía
ser presidente del club “che tavymiro jepe”, como solía comentar. Francis-
co Agüero tuvo una carrera larga y meritoria por más 30 años y solo su
tempranera muerte lo separo de algo que él hizo con buen criterio, mucha
dedicación, pasión y lealtad.

En fin, hay mucho a quien recordar y muchos a quienes se les debe agra-
decer. Si en el 2014 se festejó con orgullo el centenario, tenemos que partir
de atrás en el entendimiento de que ese orgullo nació desde el mismo año
que se fundó el club, en 1914 y el 24 de Setiembre es lo que es hoy gracias
a todos sus dirigentes apoyados siempre por un pueblo fiel a su tradición y
fanático por los colores blanco y negro, nuestra enseña de campeón.

Año 2015. Bicampeón. Jugadores que conquistaron el bicampeonato del 24 de Setiembre en la


Liga Aregueña de Fútbol. Fue el último título, el de la despedidade Areguá para pasar al año
siguiente a la APF. En el partido final ganó 3-0 al 14 de Mayo de Pindolo. Arriba: Miguel Gon-
zález (D.T), Félix González, Pedro Olmedo, Albert Verón, Armando Rolón, Rodrígo Medina,
Víctor Herrera, Francisco Rivas, Gustavo Caballero, Carlos León (Preparador Fisico), Ismael
Martínez (A.T)y Marciano Rojas (Kinesiólogo). Abajo: Cristian Medina, Jonathan Florenciá-
ñez, Milciades Pérez, Pedro Moran, Ángel Ortiz, Oscar Ortiz, Alberto Bobadilla, José Peralta y
Gustavo Coronel.

288
CAPÍTULO 32

Paso histórico: El “24” a la APF


En el año 2016 el club 24 de Setiembre hace un cambio
radical como institución deportiva al afiliarse como
integrante de la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF).
Fue un paso gigante y desafiante que lo encumbra entre los
grandes del balompié nacional.

Año 2017. Este es el primer equipo del 24 de Setiembre que jugó en la Primera B. Enfrentó al
Ameliano. Parados: Pedro Morán, Carlos Montanía, Marcelo Díaz, Ronaldo Castillo, Cesar Mar-
tínez y Miguel Méreles. Abajo: Pedro Olmedo, Ronaldo Díaz, William Ocampos, Alfredo Ávila
y Cristian Mélida.

En el capítulo anterior abordando el tema de los 100 años que festejó nues-
tro club en el 2014, con un magnífico desfile presentado en la inauguración
del campeonato de la Liga Aregueña de Fútbol y el posterior título de cam-
peón ganado en el año del centenario, habíamos dicho que capaz pasen
muchísimo tiempo para que vuelva a repetirse algo similar, sinónimo de
fiesta, alegría, orgullo, pasión y sentimiento.

Incluso, varias personas entre las que me incluyo, hablábamos de que serán
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

otras generaciones y no la nuestra, tal vez dentro de otros 100 años, las que
tendrán la ocasión de vivir algo que desbordó nuestro corazón y trancó las pa-
labras en la garganta por esa alegría inigualable que hemos sentido aquel 2014.

Pero la vida está llena de sorpresas y sin darnos cuenta, había sido, hemos
errado o sencillamente hemos quedado corto en nuestra consideración,
porque jamás, ni imaginábamos que el “24” nos iba a dar una sorpresa ma-
yor, no mejor al festejo extraordinario del centenario, sino una sumatoria
especial, excepcional e histórica que patentiza que nuestro club, por más
humilde que fuere, nació para ser grande bajo el amparo de la Virgen de Las
Mercedes, la Santa Patrona de Valle Pucú.

Y fue así que en el año 2016, rompiendo todos los esquemas, el 24 de Se-
tiembre se afilia como club perteneciente a la Asociación Paraguaya de Fút-
bol (APF), la asociación de los grandes clubes del Paraguay, como Olimpia,
Cerro Porteño, Libertad, Guaraní, Luqueño, etc. y sale de la Liga Aregueña
de Fútbol, entidad que había contribuido a fundar allá por el año 1950.

El 13 de enero del 2016, el Comité Ejecutivo de la APF, cuyo presidente era


Alejandro Domínguez, aprobó el acta donde se resolvió que el 24 de Se-
tiembre de Areguá es nuevo afiliado de la Asociación con derecho a militar,
inicialmente, en la División C, la última categoría, desde ese mismo año.

Ciertamente el pedido de afiliación presentado por el “24”, cumpliendo con


todos los requisitos legales exigidos, se había aceptado el 13 de diciembre
del 2015, pero faltaba la ratificación de esa aprobación en el plazo de 30
días. Sin esa ratificación del acta no se podía cantar victoria porque cual-
quier oposición surgida en esa reunión del 13 de enero del 2016, podía
postergar o anular la afiliación. Sin embargo nadie se opuso, se aprobó el
acta tal como fue confeccionado y oficialmente el 24 de Setiembre quedó
como club inscripto en la Asociación Paraguaya de Fútbol.

La sorpresa fue tan grande que no se sabía cómo responder a tamaño de-
safío, porque la APF ya no es la Liga Aregueña de Fútbol y se presentaba el
momento de hacer un giro de 360 grados en nuestra mentalidad dirigen-
cial. En adelante los compromisos ya serán mayores y también ineludibles;
se acabó el “péicha péichande” que nos caracterizaba la competencia de las
ligas del interior del país y la hora del despegue hacia un nuevo rumbo ya
estaba en marcha.
290
Paso histórico: El “24” a la APF

Pues bien, como el “24” nació para ser grande, el pueblo de Valle Pucú se
armó de coraje y se afrontó el desafío. Se dejó atrás la debilidad de “no se
puede” y con un “sí se puede”, se trabajó tan bien que en los tres primeros
años de la competencia se han ganado no solamente partidos, sino respeto
de nuestros adversarios y elogios por parte de la prensa y las autoridades de
la APF, en especial de su presidente, el Lic. Robert Harrison. En definitivas,
el 24 de Setiembre cumplió, no defraudó e, inclusive dignificó no solo a Va-
lle Pucú, sino a todo el fútbol de Areguá, siendo el primer club de la capital
del Departamento Central que ingresaba a la liga mayor de nuestro fútbol.

LA GRAN PREGUNTA

Muchos se preguntan cómo fue que el “24” consiguió el cupo para ingresar
a la APF, más todavía considerando que el nuestro es un club de recursos
económicos limitadísimos para afrontar compromisos de alto vuelo y para
japa, una entidad que no es de la ciudad de Areguá, sino de Valle Pucú, una
compañía de Areguá y a decir verdad, a la mayoría de los aregueños no les
causó tanta gracia el paso gigante que daba nuestro club, tal vez por una
inútil actitud envidiosa, cuando lo que se imponía era una actitud positiva.

En fin, todo era muy llamativo, porque ingresar a la alta competencia del
fútbol paraguayo no es una macana, no es vyrorei, cuando existen otros
clubes de otras ciudades del departamento Central con mejor infraestruc-
tura y con ingresos más específicos de dinero para llevar la empresa hacia
adelante.

Incluso, se tienen que instituciones de Luque, Itauguá, Guarambaré y Ville-


ta siempre machacan, desde todos los frentes políticos y económicos para
ganar ese cupo de club inscripto como afiliado a la APF, pero nada consi-
guieron.

Para abundar en más consideraciones sobre el mismo tenor, tenemos que


algunos clubes que anteriormente integraban las ligas de sus respectivas
ciudades y luego pasaron a la APF, han comentado que para alcanzar el
objetivo llegaron a gastar cientos de millones de guaraníes, porque la co-
rrupción en el fútbol también es una realidad que se debe admitir.

¿Cuánto pagaron? ¿a quienes les sobornaron? Son preguntan insinuantes y


maliciosas que muchos hicieron y siguen haciendo al ver al 24 de Setiembre
291
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

en la Asociación Paraguaya de Fútbol. Todos querían saber cómo fue para


esa rápida aprobación de la carpeta del “24” por parte del Comité Ejecutivo
de la Aso, donde la rigurosidad es la norma y a veces resulta insalvable.

LA VERDAD…¡NADA!

Una frase muy sencilla merece como respuesta toda la curiosidad que ge-
neró en muchos ámbitos el ingreso del “24” a la APF. Esa respuesta es: ¡no
se pagó nada a nadie!

Pero hay una cosa cierta y decisiva; la carpeta presentada con un historial
de 100 años lleno de grandes triunfos en ligas regionales como en la propia
Unión del Fútbol del Interior (UFI) fue un factor determinante para ese
logro, a la que también se sumó la mano amiga de un dirigente. El se llama
Enrique Benítez.

En el tema de si cuánto se pagó y a quien se sobornó, cabe puntualizar que


la corrupción no es conducta del “24”, aparte de que tampoco se tiene ni un
centavo para ese menester. Todo se consiguió limpiamente, solo cumplien-
do los requisitos exigidos por la ley de la APF y listo el pollo.

En el otro caso, el de los méritos, los que tiene el 24 de Setiembre no me-


recen cuestionamientos. Tiene decenas de títulos de campeón en la Liga
Aregueña, dos veces invicto (1952 y 1968), una veintena de subcampeona-
tos, cinco veces participando en el campeonato de campeones de la UFI, un
subcampeonato en la Cuarta Región (1968) y un título de campeón en la
Quinta Región (1978) más un subcampeonato nacional de ligas del interior
(1978).

A éstos éxitos deportivos se sumó el gancho decisivo para el encumbra-


miento del club en la consideración nacional. Ese gancho fue el título logra-
do en el 2014, en el año de su centenario. Esta conquista tuvo repercusión
en todo el país por medio de la televisión, las radios y los diarios. El “24” de
Valle Pucú fue noticia por méritos propios y esa gama de triunfos remató
con un bicampeonato en el 2015, que a la postre marcó su despedida de la
Liga Aregueña de Fútbol.

En la carpeta de presentación de pedido de afiliación a la Asociación Pa-


raguaya de Fútbol, también se incluyó la limpieza y honestidad del club en
292
Paso histórico: El “24” a la APF

El 17 de marzo del 2018. Robert Harrison, presidente de la APF y Claudelino Aguero, titular del
24 de Setiembre, el día que se inauguró el campeonato de la división “B” en el estadio Próculo
Cortázar. Fue un acontecimiento histórico.

todos los ámbitos, amparados por su muy numerosa hinchada, el que más
público lleva a la cancha en todos los escenarios sin causar bochinches y
solamente disfrutando de sus triunfos o resignandose ante la adversidad.

Pues bien, aquí llega el momento, el gran momento aprovechado e impul-


sado por Enrique Benítez para lograr el salto histórico del club 24 de Se-
tiembre, que sale de la Liga Aregueña de Fútbol, sale de la UFI y se afilia con
todas las de la ley en la Asociación Paraguaya de Fútbol. Si algo se puede
enfatizar, hay que decirlo en mayúscula: Gracias a Enrique Benítez el “24”
fue inscripto como afiliado a la APF. Es el padre de este cambiazo.

¿Quién es y qué hizo Enrique Benítez? Y éste ciudadano de 56 años es


oriundo de Carapeguá, pero hace alrededor de 40 años vive en Valle Pucú.
Siendo todavía un “mitarusu” emigró con su familia hacia estos lares bus-
cando oportunidades. Y todos sus hermanos (y sus padres) viven en el valle
con sus esposas, con sus maridos, con sus hijos.

Mecánico de profesión, armó un taller en Luque y como dirigente deporti-


vo en carrera, empezó siendo presidente del club 8 de Setiembre, también
de Valle Pucú. De aquí saltó a la presidencia de la Liga Aregueña de Fútbol
293
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

por varios periodos hasta que encontró un hueco y se metió como directi-
vo de la Unión del Fútbol de Interior y alcanzó la vicepresidencia. De aquí
hizo el paso que le faltaba y fue electo y reelecto como presidente de la UFI.
Esto también le permitió ganar un cupo para vincularse como dirigente del
poderoso Comité Ejecutivo de la Asociación Paraguaya de Fútbol, primero
estando con Juan Angel Napout, luego con Alejandro Domínguez y ahora
con Robert Harrison, presidentes de lo que antes era conocido como Liga
Paraguaya de Fútbol.

Hábil negociador, se ganó la confianza de su rama de origen, que es la UFI


y también de los dirigentes de Asunción. Poco a poco fue ganando espacio
y viendo las cosas mucho más allá de lo que puede ver un dirigente, como
el caso específico del 24 de Setiembre.

Esa visión particular y más profundo que tenía sobre los acontecimientos,
le permitió a Benítez valorar todo lo que ocurrió en el año del centenario,
en el 2014, con todas sus repercusiones y empezó a hablar a los dirigentes
del 24 de Setiembre de ese entonces encabezados por Marcelino Núñez,
Brígido Ojeda, Mauro Franco, Pedro Muñoz, Claudelino Aguero y otros
sugiriendo que se aprovechara el momento, “el barullo” y que se intente
ingresar como afiliado de la Asociación Paraguaya de Fútbol, prometiendo
que él va a correr con las gestiones. De paso, él hacía mucho tiempo que
se había acercado al “24”, su nuevo club, por lo que existía una relación de
mutua confianza.

UN PASO ATRÁS

Pero historiando el caso, es bueno retroceder a unos años para entender


mejor el cambiazo de lo que estamos hablando. Allá, a finales del 2012,
cuando el señor Andrés Núñez era presidente, se inició lo que podemos
llamar “proceso”. En aquel año, terminado el campeonato, se proyectó re-
modelar la cancha del club que tenía una pendiente de casi dos metros de
desnivel. Cuando eso, Núñez y su equipo no pensaban en la APF, pero si
abrían el camino con el pensamiento de crecer y crecer en infraestructura.

Justo en ese tiempo se había producido un cambio en el gobierno de Asun-


ción. Le sacan de la presidencia de la República a Fernando Lugo, en un
muy discutido “juicio político” y entra en su reemplazo el liberal Federico
Franco. Aquí había una compueblana, Aldana Díaz Cortázar, muy afín al
294
Paso histórico: El “24” a la APF

nuevo mandatario del país. Ella se ofreció y se comprometió a utilizar su


influencia para que maquinarias del Ministerio de Obras Públicas vinieran
a hacer el desmonte en la cancha del “24” hasta el nivelado, de forma gratui-
ta. El resto, como el empastado y la nueva alambrada olímpica, ya correría
por cuenta del club.

La oferta se aceptó y en noviembre de aquel año irrumpen maquinarias de


todo tipo en la cancha. Tractores aquí, camiones tumba allá y se inicia un
gigantesco trabajo sacando tierra. Si no fuera por esa ayuda, difícilmente se
hubiera hecho ese desmonte porque iba a resultar muy caro. Todo iba bien
cuando de repente las máquinas se silenciaron. Es que en Paraguay política
es política y los tractores fueron a cumplir otras tareas y abandonaron al
“24”.

Aquel abandono fue total. El otrora campo de juego quedó desmontado,


pero a la vez destruido y no había plata para seguir adelante con el plan de
remodelación. El 2013 encontró al “24” sin cancha, jugó todo el campeona-
to en cancha ajena, pero llegó el 2014, el año del centenario e ingresó una
nueva comisión directiva. Con el entusiasmo de la gente se empezó a traba-
jar y sintetizando los hechos, se produjo “un santo remedio” para nivelar
la cancha, luego empastar, al tiempo de que también llegó Enrique Benítez
presentando un proyecto de construcción de graderías con cooperación del
gobierno, mediante un convenio entre la UFI y el Ministerio de Depor-
tes. Este acuerdo permitió la construcción de 20 metros de graderías con
8 escalones, todo en buena ley. El 2015 ya encontró al 24 de Setiembre con
cancha nueva y espectacular, alambrada olímpica y hermosas graderías.
Según la directiva de entonces se invirtieron 400 millones de guaraníes.
Hubo aporte del entonces intendente de Areguá, Osvaldo Leiva de unos 80
millones de guaraníes, el club se endeudó mucho porque prestó dinero aquí
y allá. Solo las graderías costaron 200 millones de guaraníes. Y fue así que
tras dos años sin cancha, el “24” ya estaba en línea de largada.

Fue en este tramo que Enrique Benítez hizo provecho de la situación, de su


influencia y apalabró a los dirigentes para afiliarse a la Aso, porque las puer-
tas estaban abiertas y sugirió aprovechar. “No se van a arrepentir”, repetía y
repetía para convencer. El 24 de Setiembre era bicampeón de Areguá, tenía
hermosas instalaciones y además la prensa deportiva nacional habló mu-
cho y muy bien del equipo aregueño. “Tenemos todo para entrar”, insistía.

295
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Benítez, en su condición de presidente de la UFI y miembro del Comité


Ejecutivo, solicitó una nota del 24 de Setiembre pidiendo su inscripción a la
APF. La carpeta entró al Comité Ejecutivo, se estudió el caso y finalmente se
aprobó ese ingreso, ratificado según acta del 13 de enero del 2016.

El propio Enrique Benítez corrió con el cambio de estatuto del club, confor-
me a las reglas de la APF, como también arregló lo que hacía falta para que
el “24” pase de la Liga de Areguá a la Aso y prácticamente llave en mano le
entregó a la institución su nuevo rumbo. Hoy, Benítez y su familia ya son
socios del club y trabaja ayudando voluntariamente en todo lo que pueda.

LA PRIMERA COMISION

Con la resolución todavía caliente del Comité Ejecutivo aceptando la afi-


liación del 24 de Setiembre, se convoca a asamblea ordinaria para brindar
informe a los socios la “gran novedad”. De hecho, en ese enero del 2016
fenecía el mandato de la anterior comisión directiva y se tenía que elegir a
nuevas autoridades.

Todo se aprobó, incluso el repetitivo llamado de Enrique Benítez de “ani


pe kyhyje” y se votó a pleno la investidura de Claudelino Agüero como
presidente. Era la persona clave para llevar adelante el proceso y sin su res-
paldo o su aceptación, la situación podría haberse vuelto muy complica-
do. Agüero ya fue presidente del club en dos periodos anteriores y como
había cambio de estatuto y faltaba más diálogo, se le otorgó el poder para
negociar los nombres de las personas que lo acompañaran en la directiva
que finalmente quedó así: Presidente: Claudelino Agüero: vicepresidentes;
Pedro Muñoz, Gustavo Regis Coronel y Edgar Rojas: secretario general;
Neri Insfrán (h), prosecretario, Dionisio Rojas y secretario administrativo
Luis Martínez: tesorero; Mauro Franco, protesorero Juan Bernardo Alva-
renga: miembros; Hermes Bareiro, José Alberto Alvera, José Luis Alvaren-
ga, Marcelino Núñez, Amado Cortázar y Julio Saldívar. Delegados: Alberto
Olmedo e Ignacio Franco; síndicos Quirino Torres y Nelson Rojas. Presi-
dentes Honorarios Andrés Núñez y Neri Insfrán Rojas. Tribunal Electoral
Independiente (TEI); Robert Franco, Rubén Peralta y Fernando Alvarenga.

En definitivas, los nombres arriba mencionados formaron parte de la pri-


mera comisión directiva del club 24 de Setiembre ante la Asociación Para-
guaya de Fútbol y pasan a la historia igual que aquella primera comisión
296
Paso histórico: El “24” a la APF

directiva del año de fundación del “24” en 1914, presidido por don Miguel
Saldívar.

Entre el 2016-17 y 18, la directiva presidida por Agüero incorporó muchí-


simas mejoras en infraestructura. Se construyeron vestuarios de primer ni-
vel para árbitros, equipo visitante y equipo local. También se incorporaron
sanitarios para aficionados y fue adquirido un segundo campo deportivo
para entrenamientos, con apoyo de la APF. Si medio siglo atrás, la gente de
entonces consideró que Don Isidro Ayala fue el mejor presidente que tuvo
el 24 de Setiembre, no caben dudas de que hoy en día y en pleno siglo XXI,
el mejor presidente que tuvo el club en la APF es Don Claudelino Agüero.

Finalmente y en cuanto a los varios emprendimientos encarados por la di-


rectiva de Agüero, cabe resaltar el apoyo económico que ha otorgado Denis
Torres, intendente de Areguá, en el periodo 2015-2020.

DEBUT Y TRIUNFO

En aquel año 2016, el campeonato de la División C, donde tenía que jugar el


24 de Setiembre, se inició el 8 de mayo, pero previamente pasaron algunos
acontecimientos que pasaremos a detallar. La afiliación de nuestro club fue
cuestionada de manera extemporánea por una situación electoral. Ocurrió
que en la APF se convocó a elecciones y, aparentemente, los 14 clubes que
en ese entonces integraban la Divisional, comprometieron su voto a un
candidato, pero con la presencia del “24” como club número 15, cambió ra-
dicalmente el panorama, porque apoyó la candidatura de Robert Harrison,
por el hecho de que éste señor se dignó a llegar a nuestras instalaciones y
pidió apoyo, pedido que fue aceptado.

La situación alteró totalmente la fuerza electoral que se había orquestado


y los afectados declararon “enemigo” al 24 de Setiembre. Entonces remo-
vieron papeles y empezaron a cuestionar la afiliación amenazando con la
desafiliación. Fue el mismo Harrison, que por entonces ya contaba con su-
ficiente mayoría, quien pidió tranquilidad porque al “24 no se le va a tocar”.
Efectivamente, nadie tocó al “24” y desde allí en adelante Harrison no sola-
mente se convirtió en presidente de la APF, sino en un muy buen amigo de
nuestro club realizando aportes de alto valor.

Bueno….superado este trance se llegó a la disputa del campeonato debu-


297
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

tando ese 8 de mayo contra el Atlético Tembetary, que años atrás era club
de primera división. En los papeles era un rival difícil, pero el 24 de Setiem-
bre le ganó 2 a 1 con goles anotados por Verón y Díaz.

El primer equipo titular del 24 de Setiembre en la APF, que también pasa a


la historia, integraron Cristian Sosa, Julio Bogado, José Meza, Albert Verón,
Kevin Aguero, Albano Núñez, Gustavo Coronel, Lucas Cabrera, Milciades
Pérez, Ronaldo Díaz y Pedro Olmedo. Director Técnico Adriano Samanie-
go y preparador físico Carlos León.

La disputa del campeonato fue de muchos triunfos y se redondeó con una


conquista de gran resonancia, porque en su debut en la APF, el 24 de Se-
tiembre logró ascender a la División B y las felicitaciones y la alegría por
ésta conquista pusieron nuevamente de relieve la envergadura del equipo
de Valle Pucú. En el 2017, con una competencia mucho más brava con
cuadros que, incluso disputaron la copa Libertadores de América (Tacuari,
Colegiales y 12 de Octubre), nuestro club se ubicó entre los cinco mejores
equipos del torneo. En el 2018, el franjeado de nuestro pueblo participó
nuevamente en la División B.

Al cierre de este libro, y en lo que respecta al 24 de Setiembre, se puede no-


tar que en los escritos traté de resaltar a grandes rasgos la historia del club
de mis amores. Yo prácticamente crecí en esta institución y toda mi vida he
disfrutado de sus éxitos a la medida de las posibilidades. Y también lloré
cuando la situación era desfavorable. Pero viví siempre pendiente de lo que
pasaba en la entidad. Solo espero que este trabajo sea un testimonio que
sirva, en adelante, como espejo a la nueva generación para seguir el camino
de los grandes triunfos.

298
CAPÍTULO 33

Un paso gigante, en fotos


En 1959 Valle Pucú inauguraba oficinas de Correo y
Teléfono

Vista de la casa habilitada para oficina de correos y teléfono en Valle Pucú en el año 1959.

“Es el primero entre primero amombe´úta peikuamí”, dice parte del verso de
la polka “Valle Pucú purahéi”, que justamente retrata que nuestro valle es
pionero en muchas cosas. En tal sentido se apunta que en 1959 se produjo
un paso gigante en la comunicación cuando en forma simultánea se habili-
taron dos oficinas estatales; una de correos y otra de teléfono.

Tener estos dos servicios era demasiado importante y la verdad que este
privilegio se reservaba solamente para las ciudades importantes. Sin em-
bargo, Valle Pucú siendo un pueblito, ya tenía las oficinas para recibir y en-
viar correspondencias y también para realizar y recibir llamadas nacionales
e internacionales.

La gestión de Valeriano Gaona fue fundamental para éste logro. Incluso él


VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Cirilo Guanes, jefe de la Antelco, recibiendo un El Pa’i Félix Fontini bendiciendo las nuevas ofici-
presente. nas.

Anastacio Domínguez, autoridad aregueña en el Adolfina de Gaona, directora de la escuela, dando


acto inaugural. su discurso.

facilitó su casa, ubicada frente al actual colegio Juan de la Cruz Gaona, para
que funcionaran las dos instituciones. Primero se habilitó Correos y luego
el teléfono. Una mañana de 1959 se realizó la inauguración y vinieron Mi-
guel Cirilo Guanes, el entonces capo máximo de la ANTELCO (hoy COPA-
CO) y otras autoridades de Areguá. La bendición estuvo a cargo del padre
Félix Fontini, quien hacía poco tiempo vino de Italia para estar al frente de
la congregación de los Guanelianos.

De parte de Valle Pucú estaba la mejor camada. La directora de la escuela,


Adolfina Da Costa de Gaona, el maestro Esteban Escobar, don Pedro Al-
bera, don Fermín Cabrera, alumnos y maestras de la escuela y un curioso
público. Para ese entonces Evergito Aguilera también inauguraba su equipo
de sonido (se le llamaba parlante), que también era uno de los primeros de
Valle Pucú y toda la zona.

Aparte de la feliz gestión que le cupo a Valeriano Gaona, la instalación del


teléfono se facilitó por el hecho de que por aquí pasaban los hilos de las
líneas telefónicas, hoy ya desaparecidas. La primera llamaba hizo Anastacio
300
Un paso gigante, en fotos

Domínguez, máxima autoridad de Areguá, quien llamó a Asunción y tal


hecho fue rubricado con un largo aplauso.

Antoliano Cardozo, más conocido como To´ino, fue el primer y único fun-
cionario de la ANTELO. Unos 20 años después se le acopló Dora López.
Fue en 1982 que se mudó a la actual oficina propia. Hoy día en las casas de
Valle Pucú por lo menos existen 500 instalaciones de línea baja. En tanto, la
oficina de Correos, como no tenía local propio, pasó a funcionar en el ba-
rrio 8 de Setiembre, en la casa de Pedro Juan Fleitas, quien al mismo tiempo
se constituyó en su funcionario.

Sin dudas, el más exitoso de todos fue la ANTELCO, porque como había
muchos vallepucuguá en Buenos Aires, se realizaban llamadas internacio-
nales de tanto en tanto. Las llamadas se podían hacer solamente desde la
central telefónica. Debajo de estas líneas recreamos con fotografías inéditas
aquel acto de inauguración de 1959 cuando Valle Pucú hizo un salto gigan-
te en la comunicación.

El maestro Escobar junto don Pedro Alvera participando de la cere-


monia de inauguración.

301
CAPÍTULO 34

El gustazo final
La biografía de un compueblano

Neri Milciades Insfrán Rojas en la redacción del diario Hoy en 1988 utilizando la vieja máquina
de escribir. En ese entonces estabamos lejos de las computadoras.

Neri Milciades Insfrán Rojas nació en Valle Pucú el 19 de Junio de 1953. Su


madre es Mercedes Rojas Velazco y es hijo natural de Erasmo “Tatito” Ins-
frán. Su único hermano de padre y madre es Lorenzo Insfrán Rojas, pero
tiene otros 8 hermanos de padre: Porfiria, Arsenio, Estela, Titina, Mariqui-
ta, César, Mariano y Evelia.

Se casó con doña Vera Mariza Giménez Ibarra, con quien tuvo 7 hijos: Ma-
riza Raquel, Neri Antonio, Fátima Mercedes, Cynthya Magalí, Mónica Ma-
ría, Jenny Paola y Alejandro Rafael, así en este orden.

Sus estudios primarios realizó en la entonces Escuela Graduada N 87, de Valle


Pucú, de 1960 a 1965, cuando la directora era Adolfina Da Costa de Gaona,
y como cualquier alumno de la época, iba a la escuela descalzo. Sus primeras
maestras fueron Francisca Agüero, Eulalia Espínola de Castillo, Rubia Cáceres,
Alberta Báez, Trigidia Orué y nuevamente Alberta Báez en el sexto grado.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

Los estudios secundarios los realizo en el Colegio Nacional de Luque, de


1966 a 1971. En el año 1972, tras haber aprobado exitosamente el examen
de ingreso, se inscribió en la facultad de Derecho de la Universidad Nacio-
nal de Asunción, llevando adelante una carrera para abogado que no fue
posible concluir.

Con 20 años de edad, formó parte del primer plantel de profesores del Li-
ceo Nacional de Valle Pucú, que empezó a funcionar en 1973, junto a Rubia
Cáceres, Evelia Ortiz y Eulalia de Castillo. La institución luego se convirtió
en el Colegio Nacional de Valle Pucú (Juan de la Cruz Gaona). Hasta 1975
ocupó el cargo de secretario del colegio, cuando ya era director Juan de la
Cruz Cáceres.

En enero de 1977 empezó su larguísima carrera en la prensa nacional en


su condición de periodista. Arrancó en el diario ABC Color como corres-
ponsal de Areguá, pero al año siguiente fue incorporado en la redacción
deportiva. Dejó esta empresa en 1984, cuando el diario fue cerrado por
disposición del presidente Alfredo Stroessner. En ese ínterin trabajó en la
revista deportiva Marca, con los ex compañeros de ABC y con el destacado
periodista Julio del Puerto como jefe.

De nuevo se incorporó a la actividad de un diario el 7 de diciembre de 1985


cuando se fundó el diario La Tarde, que circulaba en horario vespertino y
formaba parte de la empresa que editaba el Diario Hoy. En ese entonces
ocupó el cargo de sub jefe de Deportes y luego jefe de Deportes hasta el
cierre del vespertino. Luego continuó en la misma empresa, pero ya tra-
bajando en el Diario Hoy, hasta que en 1993 fue nombrado secretario de
redacción del matutino.

En 1995, con nuevos dueños, se cerró el Diario Hoy naciendo en su reem-


plazo el diario El Día, donde Neri Insfrán Rojas asumió el cargo de vice-
director de Economía. Luego también fue nombrado jefe de las secciones
Política y Policiales. Cinco años después, en el 2000, El Día también se ce-
rró e inició otra nueva etapa en su ininterrumpida actividad periodística
pasando al diario La Nación. Poco después esta empresa editó un nuevo
diario, Crónica, donde Insfrán Rojas fue designado jefe de Deportes hasta
el 2003, cuando se le confió un cargo de mayor responsabilidad siendo el
número dos, después del director de Crónica, el señor Néstor Insaurralde.

304
El gustazo final

En octubre del 2009, Insaurralde, por orden del director de la empresa,


Alejandro Domínguez, pasó a tomar la jefatura de redacción del diario La
Nación y semanas después también Neri Insfrán Rojas pasó al mismo dia-
rio con el cargo de jefe-editor nocturno.

El largo trajinar como periodista llevó a Insfrán Rojas a acumular 40 años


de actividad continuada en la profesión, de los cuales 25 años como jefe en
distintas áreas de la redacción. Una mención especial merece el hecho de
que durante su presencia como periodista deportivo, por 14 años, desde
1978 hasta 1991, trabajó como cronista exclusivo del club Olimpia, coinci-
dente con los títulos de campeón nacional e internacional más relevantes
que alcanzó el club franjeado, como las dos Copa Libertadores y la Copa
Mundial de Clubes, como también el famoso hexacampeonato (seis títulos
de campeón consecutivos 1978-1983).

Ha podido viajar por todos los países sudamericanos, a más de visitar Esta-
dos Unidos, Japón, China, invitado por el gobierno de Taiwán en 1994 y en
Alemania, invitado por la Unión Europea en 1993.

A los 16 años, en 1969, comenzó su carrera como dirigente de su querido


club, el 24 de Setiembre, donde también fue futbolista. En 1977 fue vice-
presidente y en 1978 presidente por corto tiempo, para luego delegar el
cargo a José Angel Aguilera, debido a las ocupaciones que ya tenía como
periodista. Aquel fue el año en el que el “24” salió campeón de Areguá, de la
Quinta Región y Vicecampeón del primer torneo de campeones de clubes
del interior organizado por la UFI.

Fue delegado del club ante la Liga Aregueña de Fútbol desde 1973 y por va-
rios años más. Luego la misma Liga le nominó como representante ante la
Unión del Fútbol del Interior (UFI), siendo el delegado más joven que tuvo
el organismo. Tras una pausa regresó como dirigente en 1985, oportunidad
en que ocupó también el cargo de delegado y tesorero de la Liga Aregueña.

También fue presidente de la entonces Junta Vial de Valle Pucú (organismo


ya desaparecido) y miembro de la comisión Pro-Puesto Sanitario que per-
mitió la construcción del actual Puesto de Salud en 1977.

Como integrante de la comunidad religiosa Virgen de Las Mercedes, en


1967 fue miembro de la entonces Comisión Juvenil Católica (CJC) y por
305
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO

varios años se encargaba de recolectar -casa por casa- los aportes de la ciu-
dadanía para la Semana Santa y la fiesta patronal del 24 de Setiembre. En
1980 fue presidente de la comisión central de la iglesia, ocasión en que Valle
Pucú tuvo el privilegio de recibir a la Santa Imagen de la Virgen de Caacu-
pé, por primera y última vez en su historia. Aquella vez, una multitud de
fieles que nunca se ha visto, coronó la estadía –por dos días- de la Virgenci-
ta Azul en nuestra comunidad.

Ya jubilado, en el 2015, fue recontratado y nombrado Editor General (equi-


valente al cargo de Director) del diario Crónica, luego que la empresa fuera
adquirida por el Grupo Cartes, encabezada por doña Sarah Cartes, herma-
na de Horacio Cartes, presidente de la República entre 2013-2018. Su retiro
del periodismo se produjo el 1 de febrero del 2016 tras bordear los 40 años
de servicio activo.

306
El “24” ya es de la APF

Año 2016. El Club 24 de Setiembre, símbolo de Valle Pucú y Areguá, rea-


liza un paso gigantesco en su historia deportiva. Deja la Liga Aregueña
de Fútbol luego de 56 años e ingresa como afiliado de la Asociación Pa-
raguaya de Fútbol (APF), la liga de los grandes clubes del Paraguay. Ese
año participa en la División C y la foto corresponde al equipo que jugó
por primera vez en el estadio “Próculo Cortázar” frente al Valois Rivarola
al que ganó 2-0. Sus integrantes son, arriba: Cristian Sosa, Lucas Cabrera,
Kevin Agüero, Julio Bogado, Milciades Pérez y José Meza. Abajo: Pedro
Olmedo, Almide Ledesma, Ronaldo Díaz, Rodrigo Gerloff y Albert Verón.

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