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MI PUEBLO
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mico, electrónico, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo por escrito del autor.
IMPRESO EN PARAGUAY
ISBN: 978-99967-0-641-7
Prólogo
Estas memorias relatan los posibles orígenes de este pedazo de tierra entre
los límites de dos ciudades coloniales Luque y Areguá. Ambas dicen ser
madre de ella pero discutir que versión es la verdadera, hoy día solo llevara
a la discordia entre ciudadanos, ya que ante la falta de documentos oficiales
de los españoles de la fundación de la misma, solo queda memorar la exis-
tencia del Valle.
Les invito a que lean las páginas de estas memorias vivas de un poblador
quien escribe las circunstancias de su pueblo sin dejar pasar los mínimos
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
detalles, resaltando los hechos del pasado que emocionan a cualquier lec-
tor; desde el Kamión Lechero con los tarros que surtían del producto lácteo
a Asunción y a las mansiones históricas en sus calles hasta la lista de los
nombres de los soldados combatientes, hijos nacidos en las humildes casas
del interior del Valle, quienes partieron al frente de batalla defendiendo el
territorio paraguayo en el Chaco con valentía y heroísmo, muchos de ellos
ya sin retorno, otros con la gracia de volver, entre ellos mi abuelo materno
Fausto Benítez, cuyo nombre luce entre los demás heroicos soldados valle-
pucugua.
Cada página posee un valor mucho más que el monetario, posee un valor
patriótico donde nos enseña a amar la tierra que nos vio nacer. Valle Pucú,
Mi Pueblo es una invitación al viaje en el tiempo, a recordar y valorar nues-
tros orígenes y preservar la memoria cultural de un pueblo que se encuen-
tra en la lucha de no perder la batalla ante el olvido.
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CAPÍTULO 1 - PRESENTACIÓN
Noviembre de 1976. La misa celebrada por monseñor Ismael Rolón y que sirvió como referencia
de partida de este libro. En ese entonces el arzobispo de Asunción visitaba por primera vez Valle
Pucú. Lo acompañaban los sacerdotes Teófilo Ozuna y Mario Gambutti. A la izquierda, con
barba, el autor de este libro. A la derecha el comisario Morel, quien con un fusilero, en el mismo
altar, ordenó una custodia especial a tan selecta visita. Así era la costumbre.
Ramón Rojas en el violin, Ramón Orué en el bandoneón, y el coro que los dos músicos formaron
y cantaron en la Iglesia por mas de treinta años.
enero, por lo tanto, el día del aviso ya era el día del entierro.
Que los jesuitas pudieran participar o no del final del rezo, no cambió el
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Presentación
Era un día de verano, a las 19:00 el sol seguía estando bien alto y la ceremo-
nia en la iglesia estaba marcada para las 20:00. Repentinamente a esta hora
vimos llegar varios vehículos; novedosos en aquel entonces, ya que era un
pueblo todavía con camino de tierra y sin luz eléctrica. Se ve descender a
Montero Tirado, al monseñor Ismael Rolón y varios sacerdotes más. Espe-
rábamos por lo menos uno y llegaron casi 10. Qué más se podía pedir. Era
una alegría, una sorpresa; !un milagro!
Años después, el padre José María Blanch, que era camarada de Ozuna,
me confió lo siguiente: “El monseñor Rolón siempre recuerda a Valle Pucú,
por eso muchas veces ha visitado este lugar y solía decir que “celebrar la San-
ta Misa en Valle Pucú es toda una alegría, se siente una sensación especial
porque hay acompañamiento de la gente en el rezo y cuando se canta, todos
cantan”.
Valle Pucú es así, cautivante y muy especial que enamora a los visitantes y
se transforma en inolvidable para sus hijos que siempre añoran volver junto
a la madre de todos, la Virgen de Las Mercedes, por lo menos antes de la
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Pues bien, hablar de este pedacito de tierra bordeada por el arroyo Yuqu-
yry, no tiene sentido sin citar a la iglesia Virgen de Las Mercedes, el 24 de
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Presentación
1937. Esta es la primera fotografía oficial de un equipo del 24 de Setiembre. Fue tomada cuando
se inauguró su estadio “amurallado” con estaqueo de cocotero. Entonces ya usaba la casaca fran-
jeada. Sus integrantes eran todos jovenes que regresaron de la Guerra del Chaco. Sus integran-
tes: Parados: Anselmo Alvarenga, Pedro Estepa, Vitalino Torres, Genaro Nuñez y Santiago Ruiz
Díaz. En el medio: Segundo Nuñez, Francisco Mongelós y Ricardo Legüizamón. Abajo: José León
Legüizamón, “Juan’i” Orué y Lucio Cabrera.
Para entender a Valle Pucú hay que partir de la premisa de que tan solo es
una de las 9 compañías originarias de Areguá. Que nunca fue una ciudad
tipo Luque y Areguá, por citar solo a los que los rodea. Tampoco nunca
tuvo autoridad municipal propia ni mucho menos ese respaldo directo de
la coyuntura política y estatal. Sus éxitos siempre los consiguió en base al
trabajo y esfuerzo de sus hijos, por eso es tan celoso por lo que tiene y que
en ocasiones justifican su orgullo.
Impactado por esta situación, con más ahínco empecé a trabajar para fi-
nalmente convertir en disco todas las músicas del 24 de Setiembre, con
algunas composiciones mías, de Ramón Orué y de Ramón Rojas. La in-
terpretación corrió por cuenta de la orquesta del Clan Palacios, donde el
aporte del violinista Fabio Palacios fue determinante. Es un disco precioso
con músicas inéditas que tienen fechas de composición, que estoy seguro, a
través de los años será valorado como un aporte cultural relevante.
Y del dicho al hecho. El 31 de Agosto del 2014, nuestro querido club volvió
a ganar un título de campeón, pero esta conquista no fue cualquiera. Fue
la más significativa, emotiva y emblemática victoria que le puso de pie a
todo Valle Pucú y quien menos se sintió orgulloso de gritar ¡campeón! con
lágrimas de por medio. Es que el campeonato ganado se produjo justo en el
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Presentación
año del centenario del 24 de Setiembre. Los 100 años representó el gancho
de la pasión desbordante de un pueblo.
En los dos partidos finales, en cancha del Tapaicuá, nuestro club ganó 1-0
al 30 de Agosto de Costa Fleitas y la alegría íntima fue mayor cuando se es-
cuchó que en todos los automóviles, en todas las casas sonaban las músicas
del club que había grabado cuatro años atrás y cuyo propósito era que los
vallepuqueños hagamos la farra sin copiatínes y enarbolando nuestra pro-
pia identidad musical. Y el festejo se repitió porque el 1 de noviembre del
2015 la franja inmortal volvió a ser campeón de Areguá. Logró el bicam-
peonato en una deslumbrante jornada ganando por 3-0 con la inolvidable
actuación de su artillero Pedro Moran, autor de todos los goles.
-No, le contesté.
Pues bien, igual como ocurrió en el 2009, cuando por no gustarme lo que
cantaban los que festejaban el título de campeón del “24”, se grabaron las
músicas del club, esta vez la sugerencia del padre Gustavo fue determinante
para escribir lo que puede calificarse como la historia de Valle Pucú.
Desde luego siempre estuvo en los planes escribir un libro y para ello, se ha
recopilado datos desde casi 50 años atrás para este fin. En este largo tiempo,
por lo menos habré entrevistado a un centenar de pobladores, la mayoría
compueblanos, muchos de ellos hoy día ya fallecidos pero cuyos testimo-
nios quedaron registrados.
Entonces, este libro se basa en algunos documentos, pero por sobre todo en
relatos, en testimonios de la gente y en hechos de la propia vida del escritor,
porque de alguna manera por mi interés o porque siempre viví en el mismo
lugar, en el centro de todos los acontecimientos, desde niño tuve una activa
participación en muchas actividades. Es posible que la mía no sea la verdad
única de lo sucedido y lo que en adelante se leerá, pero también tengo la
certeza de que los datos son reales porque uno de los métodos aplicados
son las comparaciones; en honor de que no existe nada escrito: Por ejem-
plo, sobre un mismo dato se consultaba a varias personas y se dejaba como
válida las que más coincidían y tenían sentido.
Tal vez otros autores en algún momento podrán presentar datos más im-
portantes que éste escritor, pero es mi deber dejar un pedacito de aporte
cultural para la comunidad de mis amores. Es así que nació este libro titu-
lado “Valle Pucú, Mi Pueblo”. Es el resultado del apunte de un recuerdo,
porque en él se contempla ese intento de buscar la raíz de un pueblo, por-
que un pueblo que no tiene historia, pareciera que no tiene sentido, pare-
ciera como el hijo huérfano, sin padre ni madre. En cambio, aquel que tiene
raíz, encuentra en qué apoyarse y los vallepuqueños en adelante tendrán
cómo explicar su punto de partida, su origen, aún cuando sea totalmente
admisible altibajos en los apuntes.
Tras llegar a la madurez por los años de haber guardado “las pequeñas his-
torias en base a relatos”, se hace realidad este hermoso desafío de lanzar el
libro que también costó buen tiempo escribirlo. Llegué a la sana conclusión
de que si no hacía, ¿quién podrá contar la casi desconocida pero impre-
sionante historia de la familia Servín, la que trajo de España la imagen de
la Virgen de las Mercedes hace 160 años, la misma que hoy día es la santa
patrona del pueblo?. Por ejemplo ¿quién puede hablar del famoso “Kamión
Kamby” que partía de Valle Pucú repleto de tarros para abastecer de leche
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Presentación
¿Y saben lo que fue el denominado Clan Gaona?. Eran siete hermanos, una
mujer, seis varones y cinco de ellos policías. Uno se suicidó marcando un
suceso trágico en la comunidad. Los Gaona eran el prototipo del “poguasu”
paraguayo; mbaretecho ha omandakua´a. Creaban y solucionaban proble-
mas, tuvieron luces y sombras, algunos los recordarán de buen modo y
otros no. Ese clan dejó huellas en todos los colores. Por ejemplo, un colegio
y dos escuelas llevan el nombre de Juan de la Cruz Gaona y su esposa Sofía.
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
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CAPÍTULO 2
Independiente a esa célebre expresión muy polémica por cierto, cabe in-
dicar que el doctor Báez fue un caudillo liberal con respetable sabiduría,
uno de los primeros tres abogados que tuvo el Paraguay, fundó el Partido
Liberal y aparte de ser mandatario fue también canciller, ministro, historia-
dor, profesor universitario, escritor y uno de los que firmó el tratado de paz
con Bolivia (1938), después de terminada la fase de combate de la guerra
del Chaco. Y este señor ha realizado muchas visitas a Valle Pucú, porque
era el camino que utilizaba para llegar a Areguá donde construyó su casa
de verano.
Don Rosendo Aguilera recuerda que el doctor Báez siempre llegada al pue-
blo los fines de semana y que una de las casas donde se hospedaba era la
suya. La casa de don Rosendo quedaba pegadita al lado de la actual Casa
Parroquial, en el hermoso mangoty que hasta hoy perdura. La vivienda fue
demolida ya en los años 1990 habiendo sido una de las construcciones más
antiguas del valle.
Olmedo, que era el padre de Merardo, un liberal muy apreciado que tam-
bién tenía otros varios hermanos. Esa vivienda, lastimosamente, también
fue demolida sin más noción que la de derrumbar lo viejo para levantar lo
nuevo, un punto de vista muy discutible. Una tercera casa frecuentada era
la de Juan Serapio Velazco, que fue viceabuelo de este escritor. Aparente-
mente con Velazco su amistad era más fraterna pese a que políticamente
eran diferentes porque mi viceabuelo era colorado y ex combatiente de la
guerra del 70.
UN GRAN REGALO
Mis familiares cuentan que de esta relación surgió la idea de Cecilio Báez
de inscribir en el Registro Público una propiedad que nacía en el oeste (o
poniente) en el arroyo Yuquyry y se extendía hacia el este (hacía Caacu-
pemí) con un largor de unos 3 mil metros. La iglesia estaba dentro de ese
predio. Justamente, en este punto, cuando la propiedad fue titulada y regis-
trada, se anotó una constancia expresa, una voluntad personal del doctor
Báez de que esa tierra inscripta a su nombre y más adelante adquirida y
transferida a Juan Serapio Velazco, no incluía el predio de la iglesia, que así
quedaba como independiente y al servicio de la máxima autoridad eclesiás-
tica del Paraguay que tenía oficinas en Asunción. Esas oficinas son hoy día
La Curia, funcionando a cargo del arzobispado.
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CAPÍTULO 3
Valle Pucú...
…allá por el año 1570
Imagen del arroyo Yuquyry. Los conquistadores españoles, en el año 1570, la denominaron Isla
de las Salinas para crear los “Presidios”. En esta milenaria cuenca se cree que tuvo su orígen Valle
Pucú y Luque en tiempos de la colonia española.
Los guaicurúes vivían en un amplísimo territorio en los que hoy día son los
pueblos de Luque, Yuquyry, Maramburé, Valle Pucú, Itapuami, Ita´Anguá,
Tarumandy, incluso Limpio y Emboscada. Estos indígenas estaban mar-
ginados por el poder conquistador, empeñados en dominarlos y conver-
tirlos a través del bautismo al cristianismo, pero sobre todo, que fueran
obedientes, imponiendoles su cultura, principalmente el idioma español y
la religión católica.
EVIDENCIAS VÁLIDAS
Instalar 1570 como año de origen y justificar que en este 2018 Valle Pucú
cumple 448 años es bastante difícil de probar de manera contundente, pero
tampoco es muy atrevido ni descabellado sostener esta posibilidad. Es ver-
dad, no existen documentos que lo confirmen, pero sí existen evidencias
que también son válidas en todo proceso de construcción histórica, aquí y
en cualquier parte del mundo.
¿Cuáles son esas evidencias?. Aunque Valle Pucú orgánica, territorial y po-
líticamente es parte del municipio de Areguá, su proceso de formación his-
tórica está más estrechamente relacionada a Luque que a Areguá. Existe un
paralelismo que casi no arrojan dudas porque Luque, documentadamente
ubica su origen (no su fecha de fundación) en una comunidad de indígenas
bajo control español, que vivía en la gran cuenca del arroyo Yuquyry, en-
tonces denominada Isla de las Salinas, allá por el año 1570, o sea, 33 años
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Valle Pucú... allá por el año 1570
Uno se preguntará qué tiene que ver el origen de Valle Pucú con que el
gobernador Balderrama haya transferido a nombre de Antón de Luque la
propiedad de Salinas en 1635. Tal vez la respuesta sea más sencilla que com-
plicada, atendiendo a que Valle Pucú es parte integrante de la gran cuenca
del Yuquyry. Entonces, por lógica se puede deducir que los indígenas de
aquel tiempo debieron de haber tenido dominio de ambas orillas del arro-
yo. Además, la anchura del arroyo, por más caudaloso que fuere en aquel
entonces, solo rondaría los 30 metros, tal vez más, tal vez menos.
Pues bien, trasladado en términos actuales se puede deducir que los habi-
tantes de la orilla luqueña no podían desentenderse o ignorar la orilla de
enfrente, o sea, la vallepuqueña o aregueña, como quiera llamarse. Esto se-
ría obvio, más todavía cuando en aquellos tiempos los cultivos no existían
o no se habían desarrollado y la alimentación básica era frutas, la caza y la
pesca, que no se reducían a un solo lado sino a ambas orillas.
Imaginemos por ejemplo, que un indígena del lado luqueño de repente en-
cuentra un yacaré y cuando lo iba a cazar, el animal se tira al agua y cruza
al lado de Valle Pucú. ¿Usted cree que el cazador lo va a dejar escapar?
Jamás. Lo va a perseguir hasta la otra orilla, hasta alcanzar su objetivo de
capturarlo. Entonces aquí tenemos la evidencia de que aquellos indígenas
dominaban ambos lados del arroyo.
Todo esto nos lleva a valorar la alta seguridad de que en el siglo XVI ya ha-
bía gente que vivía en nuestro valle, probablemente de la misma familia de
los guaicurúes, aunque algunos sostienen que eran tribus de la familia de
los Carios. Esta deducción histórica, también vale para establecer el origen
aproximado de otros pueblos aregueños vecinos como Yuquyry, Isla Valle
y tambien Yuquyty.
EL NOMBRE DE LUQUE
Aquí no se está afirmando que Valle Pucú haya surgido en 1570. Precisa-
mente no, pero se juega con esta fecha probable vinculando lo sucedido en
las tierras de la cuenca del arroyo Yuquyry, habitado por indígenas llevados
en “presidios” y luego transferidos por el gobernador Balderrama a favor
de Antón de Luque en 1635. Si hay que buscar una raíz, apoyarse a estos
datos es sustentar una situación totalmente posible, porque Las Salinas es el
origen remoto de la ciudad de Luque.
Pero también hay una realidad muy cierta y en esto Regalado Pérez tiene un
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Valle Pucú... allá por el año 1570
punto de vista acertado: Tanto Luque, como Valle Pucú, que no tienen ac-
tas de fundación y ni quien los fundó, se fueron formando evolutivamente
como población con el paso de los años y cada uno por su lado constitu-
yeron a sus pobladores originarios, pero ya cristianizados y con apellidos
españolizados. Y ésta transformación pudo haber ocurrido en más de 200
años, como mínimo.
Los indios guaicurúes salieron del Yuquyry y encontraron mejor refugio entre Emboscada y Lim-
pio. Su cultura supo transmitir de generación en generación. Cada 24 de Julio realizan su fiesta
vistiéndose con restos de animales. Esta foto fue tomada en el 2014.
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Este origen, que cuesta tanto confirmar por la ausencia de acta de funda-
ción que lo testifique, sin embargo tiene otra evidencia ampliatoria de tre-
mendo valor cuando al analizar cómo y cuando surgió Areguá, encontra-
mos disposiciones similares en la distribución territorial del reino español,
por medio de los conquistadores, que ratifican el origen de Valle Pucú, tal
como se estaba mencionando anteriormente.
En efecto, cuentan los documentos que uno de los primeros españoles que
habitó Areguá fue Juan de la Torre. Este ciudadano formó parte de la expe-
dición de don Pedro de Mendoza, el primer adelantado del Río de la Plata
en 1536. Juan de la Torre posteriormente participó de la expedición de Juan
de Salazar y Espinosa que fundó Asunción en 1537.
Luque y en medio está Valle Pucú por formar parte de la cuenca del Yuqu-
yry. Es una clarísima mención para sustentar la teoría de que el origen de
nuestro pueblo se encuentra en la distribución de las tierras entre ambos
municipios separados por el arroyo Yuquyry.
Pero este caso necesita nuevamente una precisión: Las tierras cedidas a
Juan de la Torre tenían habitantes, como los Carios, quienes en su mayoría
habitaban la zona de Areguá, no hacia el Yuquyry. Pero también se cuenta
que en la comarca del Tapaicuá estaban instalados otras dos tribus rivales,
los de abajo, a los que se les decía “pueblerinamente” Carapeguá y a los de
arriba a quienes se les denominó Ariguá. La leyenda dice que los primeros
abandonaron el territorio cuando el agua del lago tomó sus tierras y los
segundos quedaron a vivir en los alrededores de la iglesia donde levantaron
sus casas que se conservan hasta hoy día.
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CAPÍTULO 4
Valle Pucú y su única calle, ahora ya asfaltada, que se extiende de sur a norte. Es la identidad de
un pueblo. Por aquí caminaban los Guaicurúes, indígenas que, según algunos, fueron los prime-
ros habitantes de la cuenca del Yuquyry. El largo “jeguatahá” quizás sirvió de base para que al
valle finalmente le denominaran Valle Pucú.
Un caso muy comentado, por lo chistoso que es, señala que dos amigos
volvieron a encontrarse después de 20 años. Se abrazaron una y otra vez por
el reencuentro sorpresivo y luego más calmado, uno pregunta al otro por
dónde andaba, que hace tanto tiempo que no se veían. El otro contestó que
estaba por el Chaco trabajando, y la réplica no se hizo esperar: “Pero si yo
también estoy en el Chaco, cómo es que no nos encontramos”. Medio eno-
jadito el otro volvió a responder, pero ya con vehemencia: “vos pio crees que
el Chaco es Valle Pucú mba´e para que nos encontremos en una sola calle”.
Esta anécdota que tan solo suena a chiste, sin embargo tiene su relevancia,
tal como aquella frase del Doctor Cecilio Báez, ex presidente de Paraguay,
cuando dijo: “Ipora la pende Tupasy ha ipuku la pende valle”. En ellos pue-
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
den apreciarse con certeza, que hace tantos, tantísimos años que a nuestro
pueblo se lo conoce y se lo distingue por tener una sola y larga calle de sur
a norte. ¿No será acaso esta característica la que nos lleve a encontrar la raíz
y el origen del nombre de nuestro pueblo?: Valle Pucú. Así de simple.
Basta mirar desde la ruta Las Residentas hacia el arroyo para darse cuenta
de ésta situación topográfica. Estamos en una pendiente, lo que general-
mente se conoce como valle. Y lo de Yuquyry viene por añadidura, porque
el nuestro es un valle que tiene unos 5 kilómetros de costa del milenario
arroyo. Este nombre de Valle del Yuquyry no tuvo arraigo, aunque sí se lo
menciona como parte de un hecho histórico en esa búsqueda sobre el ori-
gen del nombre de Valle Pucú.
Pero parece ser que el colonialismo español fue el que realmente determinó
para que a través de los años nuestro pueblo se llamara Valle Pucú. Y en este
punto encontramos cercanías muy firmes con Luque. Ya en el capítulo an-
terior citábamos que Luque primeramente fue denominado Isla de las Sali-
nas, situado en la gran cuenca del Yuquyry donde también se ubica a Valle
Pucú. Más adelante a Luque, la misma corona española la nombró como
Valle de Luque, luego Partido de Luque hasta que finalmente se convirtió
en Ciudad de Luque, en homenaje a Miguel Antón de Luque, un español
a quien se le adjudicó la tierra de las Salinas, en el año 1635. Estas tierras
anteriormente eran citadas por los españoles como “presidios”, según una
merced real del año 1570, plenamente documentado.
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Valle de Luque....¡Valle Pucú! La identidad de un pueblo con una sola calle
Con estos datos uno se podría imaginar que si los mismos conquistadores
españoles primeramente llamaron a Luque, Valle de Luque, que tan ex-
traño puede representar que fuesen ellos quienes hayan puesto a nuestro
pueblo el nombre de Valle Pucú.
El “jeguataha” tal vez haya sido obra de los indios guaicurués, quienes –
aparentemente- fueron los primeros habitantes de la cuenca del Yuquyry,
aunque algunos sostienen también la presencia de los Carios. Repasando
éstos hechos históricos encontramos bien consolidados los datos que pue-
den llevar a considerar de la manera cómo surgió el nombre de Valle Pucú.
Y pocas dudas habrían para señalar que nuestro pueblo probablemente ya
tiene una antigüedad de más de 400 años, enraizadas en repartos de tierras
ocurridos en los primeros años después de la fundación de Asunción por
parte de los españoles.
Desde luego hay que reconocer que fuera de esa dependencia política y
administrativa actual con Areguá, Valle Pucú tiene un vínculo práctico y
profundo con Luque desde sus orígenes, situación demostrable en los que-
haceres diarios de toda la población que hasta hoy sigue vigente.
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CAPÍTULO 5
El plagueo de la tía Simeona venía por el lado de que quería llegar tem-
prano para tomar mate con su hermana, abuela Honoria, relajarse y recién
después ir a la iglesia, porque en ese entonces la misa central en honor a la
Virgen de las Mercedes se iniciaba a las 9 de la mañana.
Por la actitud enojada de la tía Simeona, el tío José sólo atinó a sonreír con
un “pévako péicha nde voi iplagueóna”, y mientras saludaba a la familia llegó
el momento de cruzar la calle e irse a la iglesia. Ya era la hora, el campane-
ro “Leco” Alvarenga acababa de hacer sonar el tercer repique anunciando
el inicio de la celebración que estuvo a cargo del padre Teófilo Ozuna, y
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
quienes animaban la misa con sus cánticos eran las monjas dominícas de
Luque, utilizando como acompañamiento un Armonio (así decían a un
instrumento de cuerdas o viento, tipo Piano).
Luego se hizo la procesión, acto del que ya no participó Ortiz y cuando re-
tornó a la casa agarró agua del cántaro (ni soñar todavía en tener heladera),
bebió y preguntó a qué hora pasaba el micro para Luque. Dijo que necesita-
ba regresar porque a la tarde tenía una exposición en el prestigioso colegio
San José de Asunción y no quería perder su acostumbrada puntualidad. La
abuela Honoria le preguntó:
Sin embargo reclamó su porción de chancho, sopa y chipa -que eran las
codiciadas e infaltables comidas de la fiesta patronal- los cargó cuidadosa-
mente en un bolso y se puso a esperar el micro. En ese entonces José Con-
cepción Ortíz ya tenía 70 años y pese a su elevado status cultural y múltiples
actividades rentadas, no le sobraban recursos para comprarse un autito y uti-
lizaba el transporte público para su desplazamiento.
UN HIJO ILUSTRE
Valga esta pequeña y sencilla anécdota, más bien familiar, pero muy testimo-
nial, para presentar a José Concepción Ortíz, el más ilustre hijo de Valle Pucú
de todos los tiempos. Poeta, historiador, director de diario, funcionario del
Estado, escritor de libros y profesor sobresaliente de los colegios más distin-
guidos de Asunción. Si bien su vida adulta la vivió en Luque, él nació un 5 de
mayo de 1900 en Valle Pucú, hijo de Felipe Ortiz y María de la Cruz Frutos.
Se casó con Simeona Velazco, que era hermana de abuela Honoria Velazco
y pasaron a vivir en nuestra casa familiar. Del matrimonio nacieron cuatro
hijos; Juan Quirino, China, Chichito y Muñeca. Los tres primeros nacieron
en Valle Pucú y solo la última en Luque. Justamente la tía Muñeca, tal como
cariñosamente le llamamos, sigue acompañándonos con sus 78 años. Los
anteriores hermanos ya fallecieron. Han quedado una docena de nietos y
varios bisnietos. Pero también tuvo una hija natural con doña Ramuelda
Castillo. Esa hija se llama Benjamina Ortíz, viuda de Saldívar (1925-2017).
Por ello y por su nivel cultural, tenía mucha ascendencia entre los compue-
blanos, más todavía cuando -entre otras cosas- fue artífice de la construc-
ción del histórico puente “Josepé” en 1931, cuyos detalles se desarrollan
en otro capítulo. El también donó un centenar de libros, en 1941, para que
la escuela habilitara su primera biblioteca, según refiere Lorenzo Cáceres
Díaz. Igualmente regaló la imagen de la Virgen de los Dolores, para que
Valle Pucú pudiera celebrar la primera Semana Santa, en 1956.
Uno de los puntos que probablemente marcó el distanciamiento del tío José
con su valle es un proyecto suyo para urbanizar Valle Pucú, en 1958, que
chocó con la negativa de la gente que acudió a una reunión donde se debía
sellar el acuerdo final para abrir calles y tal vez proyectar una ciudad para
el futuro. En esa reunión participaron por lo menos 40 personas, entre ellos
los Gaona, poderoso clan familiar de comisarios, quienes ya con anticipa-
ción habían hecho comentarios de no compartir ese emprendimiento por-
que no veían todavía esa necesidad en el pueblo.
La tapa fue diseñada por Juan Sorrazábal, amigo suyo desde los tiempos
de la revista Juventud, que el artista ilustraba. En Amor de Caminante se
encuentran sobre todo poemas sentimentales y visiones del campo, y con
frecuencia los motivos de unos y otras se entrelazan en temas melancólicos
de gran eficacia expresiva. También incluyó en este volumen los sonetos a
Raúl Battilana y a Pedro Herrero Céspedes, compañeros de generación des-
aparecidos tempranamente. No solamente en ellos toca el tema de la muer-
te, que aparece con hondo sentimiento en otro poema dedicado a su madre.
Y ya tus días no serán de angustia, ¿Quién sino tú aligera los grillos y los males
ni tus noches serán de desamparo, y, sin moverse un paso, obra el milagro
porque pondré mi amor en tu alma mustia de echar la bendición por manos de un Rosales
y te cobijaré como un avaro. sobre el dolor inmemorial del agro?
Bajo las lunas dulces de tus ojos ¡Haz por el valle en fiesta, el valle en primavera,
me sentiré feliz con tu cariño, reflorecer la fe cada septiembre,
pues hallarán albergue mis antojos y haz que me entierren cerca de ti, cuando
en tu opulenta juventud de armiño. me muera,
para estar bajo tu mirada siempre!
Tus senos me darán calor de nido
para mis orfandades prematuras DÍA DE DIFUNTOS
y mis ansias se habrán desvanecido Una oración ahora
en el remanso azul de tus ternuras. por los lejanos muertos:
que no se aprenda ni se rece, sino
Olvidaré por siempre la tristeza se esconda y sufra adentro.
de vivir en mitad del abandono,
y a través del fulgor de tu belleza Una plegaria sin palabras, hecha
ya no veré la vida con encono. de miedo y de silencio
desde la ciega angustia de la vida
Y si con mi cariño aún no consigo hacia el límite sordo del misterio.
curar tu corazón, ya moribundo,
seremos, ¡qué me importa si es contigo! Una emoción, en fin, un vago rito
dos dolores errantes por el mundo. por los profundos y lejanos muertos,
que tardíamente vuelven, se aproximan
Mas, si mi afán es vano; si mi anhelo por la planicie blanca del recuerdo.
se frustra en el umbral de tu destino,
me alejaré de ti con el consuelo Su rito cada cual: yo, por los míos,
triste de haberte amado en mi camino... muero un poco: enmudezco.
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Me encuentro solo, más que nunca, en frente No decir males del destino malo
de todo mi pasado y mi presente; que en polvo anónimo el cariño aventa:
y pienso que mi vida es un absurdo ¿no queda al corazón, de él, como un halo
que rueda a la deriva, mientras urdo de dulzura remota y cenicienta?
Este vano crespón de mi nocturno. ¡Quién te dice que nadie llora junto
fui un ser taciturnamente huraño a los escombros tibios del presente,
antes; y hoy sigo siendo taciturno el rojo llanto del amor difunto:
y esquivo como antaño. rocío tinto de fulgor poniente!
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José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
-Yo comí poroto con los descalzos pies que recuerdan raíces,
y maní, las dos agachándote bajo todas las injusticias
más alimenticias con tal de aspirar el aire de la querencia.
legumbres de Dios. No hay en toda la tierra lugar como el amable
valle natal, en donde hasta el morir es dulce,
-Yo comí de postre por más que allí, a través del tiempo y sus
tanta fruta y miel, mudanzas,
que aún tengo la boca sólo tú permaneces infortunado siempre.
dulce de comer. (A causa de tu tristeza mediterránea,
desesperada y silenciosa, el guaraní
-Di ¿por qué en silencio tiene ese sonido entrecortado de sollozo. . .)
sólo quedas tú?
-Es que tengo hambre: Mas, te miro, paisana florida de paciencia,
no he comido aún. la del pecho crecido por la maternidad,
y tengo fe de nuevo: parirás todavía
(coro) unos hijos capaces de abrirse a sangre y fuego,
Giremos cantando, paso hacia el triunfo para vengar tu sacrificio
para no quedar de víctima sitiada y rendida por hambre.
en la tierra nunca Y eso que no tienes parangón en el mundo:
ninguno sin pan. hembra de ningún otro país nunca hizo
tanto;
PAÍS SECRETO mereciendo reinar, eres menos que esclava,
A LA PATRIA CHICA tú, sin derecho a nada, si no es la corona
Alguien alce a la patria grande y triste de fardos que tu nimbo de mártir disimula
el canto sesquisecular, ya roto y te oprime evitando que te subas al cielo.
el poderoso aliento de Fariña:
patria irredenta como ayer y siempre, DEL ROMANCERO CAMPESINO
a quien mi amor creyó más suspirada I
quizá por aflijida.. . Y no era cierto: Bajo tierra, Sixto Rojas,
no te amáramos menos si dichosa. duermes hace ya diez años
Sólo, tal vez, lo has sido cuando el Chaco, donde las cuatro palmeras
los Comuneros y la Guerra Grande, consabidas en el campo.
viento a tu prole unida, en tu defensa Salva, si puedes, las sombras;
para morir - de otra manera juntos vuelve y escúchame: ¿ufano,
sobre tu pecho todos no cupiéramos: ciego no fuiste al combate
aún no aprendimos de otro modo a unir- con el mayor de tus vástagos
nos. igual que si le llevaras
a pasear por el prado?
Canto a la patria chica, aquella donde Fuiste al campo de batalla
me aguarda aún la choza en que he nacido, feroz librada entre hermanos
a orillas de un arroyo, oliendo a tierra (si puede llamarse así
recién llovida y a primera novia... a quienes se están matando).
Que otros a la Patria con mayúscula, A pecho franco luchaste
luego de haber las manos puesto en ella, -tenías fe en tu “abogado”-
la loen y la lleven en los labios hasta caer, por las balas
con fingido fervor. Yo, en cambio, torno abatido, boca abajo.
con la memoria hacia la patria chica. Mandáronte a pelear
valiéndose del engaño:
CANTO AL HIJO DEL PAÍS ¡ir como contra enemigos,
En el trasverberado corazón de la América contra tus propios paisanos!
del Sur, penas ha siglos aferrado al terruño Ir aceptaste creyendo
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José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
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José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
De frente a los tiradores, de que nunca, tal vez, será bastante amada.
él mismo ¡fuego! mandando
como militar valiente, La misteriosa mano del destino la puso
cayó Godoy fusilado, junto a mi vía: al verla, reconocí que era
la Esperada, y le dije mi amor, todo confuso,
en marzo, el año catorce que rompió a florecer como una primavera.
a las seis del dieciocho,
cuando tenía de edad A UNA ESLAVA
veinticinco años sólo. No más soberbia y blanca, ni más bella
la eslava de Rubén que tú sería,
Ante el asombro del pueblo Mima, inmortalizada en la “Elegía
cayó con valor mostrando, pagana”, que se hundió como una estrella
-la multitud aplaudía- fugaz en las tinieblas de la muerte...
cómo muere un paraguayo. “Después apareció - dirán mañana
por ti, leyéndome - tardía hermana
SONETO suya, igualmente hermosa y con más suerte;
Digna de ser copiada es su faz pura, siempre amada y amando, el lema ha sido
ya en el metal de una medalla impresa, de su existencia ardiente y atrevida
ya en alguna preciosa miniatura “Sólo el gozar, a cualquier precio, es vida...“
que salve del olvido su belleza. Y en un verso también burló al olvido.
1946
A haber podido conocerla, habría
tal vez Ronsard sus gracias celebrado TENÍAS QUE SER TÚ...
tornándola inmortal, como a María, Día tras día me encendí en la espera
a Helena y a Casandra, en el pasado. de tu amor, sobre todos deseado.
Ninguna, es cierto, como tú me diera
Yo apenas sé, con silencioso y ciego la perfecta ilusión de ser amado.
fervor, besar sus pies, seguir su huella
susurrando a los dioses este ruego: Tenías que ser tú a quien le tejiera
mi vespertino canto enamorado:
¡Qué no se extinga antes que yo la llama contigo, el mundo es como en primavera,
de su vida. . . Morirme antes que ella! y las antiguas sombras he olvidado.
Es todo lo que pide uno que ama.
Cómo serás de grata que me dura
TENÍA ALGO DE VERSO... por la gozosa carne todavía,
Con su atracción secreta, que obraba poco lejos de ti, el sabor de tu dulzura...
a poco,
tenía algo de verso: de ritmo y de medida, Y estaría contento con mi suerte
pues no faltaba nada, ni excedía tampoco si fueras la última a quien yo debía
en su hermosura como del ensueño nacida. decir amor, camino de la muerte.
1948
Aunque tan de la tierra ¡cuánto evocaba el cielo
su claro ser, que hacía pensar que Dios existe! YO NO TE DIGO NADA...
Por tiempos se inflamaba de un recóndito Yo no te digo nada... Era una fiesta
anhelo tu amistad, que duró casi diez años
de dicha que, al frustrarse, la dejaba al fin y al fin se acaba, como todo en esta
triste. vida de hechos efímeros y extraños.
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José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo
Aunque muchos vástagos dejas de tu nombre Aunque tan de la tierra ¡cuánto evocaba el cielo
que en torno recuerden, con su sombra, al su claro ser, que hacía pensar que Dios existe!
hombre Por tiempos se inflamaba de un recóndito anhelo
tu amistad, por último -el refrán lo enseña: de dicha que, al frustrarse, la dejaba al fin triste.
del árbol caído todos hacen leña.
Echaba, a ratos, plena de vida y de contento,
ERA UN PERDIDO... a cantar porque sí, y a sonreír por nada,
Era un perdido, y a pesar de todo para enmudecer luego con el presentimiento
casi más que a mi madre le quería, de que nunca, tal vez, será bastante amada.
cuyo amor desde lejos me unge a modo
de un beso, al recordarla, todavía. La misteriosa mano del destino la puso
junto a mi vía: al verla, reconocí que era
Sufrió, pero a los hados inhumanos la Esperada, y le dije mi amor, todo confuso,
les puso un rostro siempre sonriente; que rompió a florecer como una primavera.
se asió a la vida con entrambas manos
y se dejó arrastrar por la corriente. BALANCE
Guardar de nuestras cosas las mejores...
Sin una queja proferir, a solas Te dejo la lejana imagen mía
y apunto de rodar bajo las olas, de que estuviste enamorada un día,
todo lo soportó: rigor, desdeño... y algunos versos sólo. No me llores.
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
(Ha tiempo ya, cuando te alcé mi canto, Por eso, en silenciosa despedida,
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José Concepción Ortiz, poeta de Valle Pucú, un poeta paraguayo
Cómo olvidarte, en fin, paloma fría, Van a secarse en flor tus pechos vírgenes,
si con tu sueño de alimaña dulce, sin que unos labios filiales nunca
me diste vida y muerte para siempre. les llegue a exprimir como unos frutos.
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CAPÍTULO 6
Puente Josepé
La mayor obra caminera de su tiempo
Abajo, el puente Josepé, pero ya ampliada en ambos costados. Arriba, el nuevo puente inaugu-
rado en el 2011 durante el gobierno de Fernando Lugo. La histórica pasarella del gobierno de los
liberales en Valle Pucú se mantiene como testimonio de un rico pasado.
Cuentan que Pedro Juan Fleitas, apodado “Titurí” y abuelo de Denis Torres,
electo intendente de Areguá (2015-2020) era alguien que ganó “mucha pla-
ta” porque tenía una carretilla para acarrear la tierra y por nada del mundo
le prestaba a otro porque él ganaba 1 peso por día con esa herramienta.
Don “Titurí” fue todo un personaje ya sea por su bajísima estatura que no
le impedía andar sobre un enorme caballo o porque años más adelante fue
un jefe de la tropa colorada en la fatídica revolución de 1947.
Todo hace indicar que la habilitación del puente “Josepe” como camino
apto para ser transitado por vehículos ocurrió hacia 1938, es decir, siete
años después de la inauguración encabezada por el presidente José P. Gu-
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
-“Yo suelo hablar con el doctor Cecilio Báez y él me contaba que la más her-
mosa imagen de Las Mercedes estaba en Valle Pucú y que era su protectora
desde hacía unos 30 años”. Cuando el mandatario paraguayo llegó al templo,
la mayordoma doña Andresa Castillo ya tenía abierta las puertas y Guggiari
entró y se maravilló por lo que vio, a la vez de hacer muchas preguntas para
satisfacer su curiosidad. En ese entonces solo el lado derecho de la torre
estaba finalizado y prometió que de alguna manera iba a hacer llegar su
ayuda para que el lado izquierdo de la torre pudiera construirse. Al finalizar
su visita, se encomendó a la Virgen para que lo protegiera.
ANTECEDENTES
orden para despejar Luque y desplazarse hacia el Este del país. La evacua-
ción se hizo de manera desordenada y se tomaron dos rumbos, uno utili-
zando la carretera que ahora es la ruta Luque-Areguá (que oficialmente se
llama De Las Residentas). El otro tomó un camino que partía del centro de
Luque, pasó por Maramburé, llegó a Valle Pucú y buscó salida por Areguá
tras cruzar el arroyo. Por éste motivo la leyenda dice que en Valle Pucú hay
mucho “plata yvyguy”, en la creencia de que las pertenencias del gobierno
del Mariscal López, “repletas de oro”, en algunos casos quedaron trancados
por el camino y para evitar ser tomados por el enemigo se enterró a buena
profundidad y el último soldado que taponaba el pozo era fusilado para que
no contara donde se guardó el oro.
Más, cuando Eligio Ayala fue presidente en 1928 (el último año de su se-
gundo mandato), se recordó del pedido de Ortiz y Martínez y un día los
convocó para anunciarles que aquella propuesta del puente es posible cons-
truir porque se disponía de rubros y de los ingenieros para hacer el proyec-
to. Al mismo tiempo, el mandatario tomó la decisión unilateral de elegir a
Valle Pucú como el lugar donde se realizará la grandiosa obra debido a dos
motivos: Uno, el más importante; Yuquyry ya tenía el puente del tren (lo
cual era cierto), por lo que no es urgente ni prioritario tener otra pasarela,
en tanto Valle Pucú no tenía y las veces que el arroyo crecía, ya quedaba
aislado.
Otro punto era que, al parecer, Eligio Ayala quería reconstruir el camino
utilizado en 1868 por las residentas en ese largo y sacrificado camino de de-
fender la Patria huyendo de los invasores de la Triple Alianza que vinieron
con la sola intención de aniquilar el Paraguay.
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
EL CAMBIAZO FINAL
El camino de tierra entre Luque y Areguá, que pasa por Valle Pucú, fue
alcanzado por el modernismo en 1975, cuando el gobierno de Alfredo
Stroessner ordenó el empedrado de la ruta que luego llegó hasta Ypacaraí y
terminó a finales de 1977. En 1982 se hizo el asfalto. En ambas situaciones
el puente “Josepe” mantuvo su estructura, salvo la ampliación de un metro
en los dos costados. En este punto hay que mencionar y destacar el gran
papel que tuvo el vallepuqueño Guillermo Gaona para construir el empe-
drado de la ruta y luego el asfaltado. En ese entonces Gaona era intendente
de Areguá y utilizó toda su influencia ganada con el entonces ministro de
Salud, Adan Godoy Giménez, ex camarada en la Policía, para concretar el
proyecto. De acuerdo a los datos, los intendentes de Luque y de Ypacaraí,
no movieron ni el dedo para ayudar el emprendimiento referido.
El “Josepe” sigue apto, pero ya no forma parte del circuito del transporte,
sino para hacer caminatas. Conservarla como reliquia de un tiempo en que
las obras públicas eran escasas y que Valle Pucú haya sido beneficiado jus-
tamente por ese hecho, siendo José Concepción Ortiz uno de sus propulso-
res, es todo un orgullo y también un compromiso de cuidarlo por siempre.
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CAPÍTULO 7
- “Aquí está…aquí está; Vicencia… Vicencia venga a ver, aquí está nuestra
Virgen, la encontré, ella nos esperó”. El grito de Natividad retumbaba en
aquella silenciosa y lejana madrugada de finales de 1871, hace ya 147 años.
Es que de nuevo en sus manos, allí estaba la imagen de la Virgen de las
Mercedes, firme como si de verdad las estuviera esperando para salir fuera,
y es esta misma, cuan milagrosa imagen, la que con el paso de los tiempos
se constituyó en motivo de una profunda devoción a María, orgullo de un
pueblo y raíz de la inigualable fiesta patronal de Valle Pucú que perdura
hasta hoy con una fuerza tradicional sorprendente. Simplemente nda ijo-
jahái.
RELATOS INIGUALABLES
Procesión de la imagen de la Virgen de las Mercedes por las calles de Valle Pucú.
A las dos señoritas, quienes rondaban por los 18 años, no les faltaba coraje
para irse a esa guerra, pero tenían un sentimiento profundo que les hacía
dudar. Es porque en aquellos tiempos los Servín eran propietarios de la
santa imagen de la Virgen de las Mercedes, patrona de la familia como tam-
bién del pueblo que empezaba a sentir tradición por su fiesta. Era lógico,
entonces, que las hermanas no las querían dejar abandonada porque nadie
sabía si regresarían. Tampoco era posible dejar a los vecinos porque la gue-
rra era total; defender la patria y defenderse de los agresores era una causa
nacional y casi todos habían dejado sus hogares para empuñar las armas.
Casi cuatro años estuvieron caminando por las Cordilleras, incluso en Ca-
raguatay y Acosta Ñu, cuna y batalla de los niños mártires y finalmente lle-
garon hasta Villa Curuguaty desde donde el Mariscal López había tomado
rumbo a Cerro Corá, en el Amambay, lugar en el que encontró la muerte el
1 de marzo de 1870 en manos de soldados brasileños.
no. Entre ellos estaban Vicencia, Natividad y Eduardo, los tres hermanos
Servín. Caminaron 300 kilómetros para llegar a Valle Pucú y la travesía ha-
brían hecho en casi dos años pasando por incontables sacrificios. No había
camino y en todo caso, ni sabían por dónde transitar. Se guiaban por el sol
y la luna, pues lo que sí sabían era que Areguá, Valle Pucú, Luque, Asunción
etc, estaban ubicados hacia el Oeste y ellos se habían ido a la guerra hacia
el Este.
Caminaban de día, pero más lo hacían de noche por temor a las tropas de
ocupación brasileña que se desplegaban por todo el territorio paraguayo.
Los Servín venían acompañados por un grupo de mujeres luqueñas y are-
gueñas quienes también fueron parte de las Residentas. Cuentan que un
día, después de meses de deambular, subieron a un cerro (probablemente
el cerro de la ciudad de Altos) y cuando alcanzaron la altura, de repente se
les apareció a la vista un enorme espejo de agua que no era otra cosa sino el
majestuoso lago Ypacaraí. Allí saltaron de alegría, se abrazaron y se dieron
cuenta de que estaban en el camino correcto del retorno a casa. El destino
les guió hacia donde verdaderamente querían llegar.
Pero antes de llegar a casa les esperaba una última sorpresa; al girar hacia
la localidad de Tacuaral (hoy se llama Ypacaraí) avistan la presencia de tro-
pas brasileñas, quienes seguían martirizando al Paraguay y habían formado
un pequeño destacamento cercano al lago. Entonces tuvieron que ingresar
nuevamente al monte tratando de esconderse y decidieron caminar de no-
che bordeando los esterales del lago, porque sabían que rumbeando esa
costa finalmente iban a llegar a Areguá. Pero tuvieron un contratiempo;
los soldados brasileños los avistó y pillaron que Eduardo, quien se vestía de
mujer, realmente era varón y lo detuvieron unos días hasta luego liberarlo.
Una semana después ¡por fin! alcanzaron el valle. Los tres Servín, junto a
otros dos vallepucuguá (aparentemente eran de la familia Ayala y Aguilera)
volvieron a casa una madrugada y encontraron una tremenda soledad por-
que muchos murieron y otros huyeron del pueblo.
LA FAMILIA SERVÍN
¿De dónde vino?. La imagen fue traída de España, esto es categórico, pese
a que existe otra versión –de poco sustento- resaltando que fue hecha en
Paraguay por los mercedarios, una orden religiosa española.
Don Pascual Servín, hijo de Castor Servín. Este es el documento que emitió el Ejército Para-
guayo en 1876 que concede la baja del servicio de
armas a Castor Servín que participó en la Guerra
del 70 como militar.
Tres preguntas y tres respuestas. Parecería que todo quedó resuelto, que la
centenaria curiosidad fue satisfecha de manera simple y sencilla. Sin em-
bargo, la verdad es que para explicar mejor los hechos, primero hay que
saber la historia de los Servín, un clan familiar que empezó a enraizarse
en Valle Pucú a finales del siglo XVIII, unos 240 años atrás, tal vez más o
tal vez menos, pero fue antes de que el país declarara su Independencia en
1811.
A continuación transcribimos la
parte inicial del documento de la
Corona española donde hace refe-
rencia de la presencia de José Servín
en Paraguay. Dice así:
“Por cuanto por parte de José Servín, Procurador General de las Pro-
vincias del Paraguay se me ha hecho relación de que los primeros
conquistadores y pobladores que pasaron a ellas no llevaron mujeres
españolas, por cuya causa se casaron con hijas de los indios caciques,
nobles de aquella tierra, de quien proceden los descendientes de los
dichos conquistadores, los cuales siempre han sido tenidos por hijos de
españoles y tratados con los privilegios y exenciones de tales sin que se
haya intentado encomendarlos, ni obligarlos a tributo alguno; y ha-
biendo don Juan Blázquez de Valverde, siendo mi gobernador de las
dichas provincias, encomendado cierto repartimiento de indios a Cris-
tóbal de Balbuena y comprendido en Andrés Benítez, descendientes de
españoles…”
Ahumada de Avila –según (Archivo General de Indias, Audiencia de Buenos Aires. Legajo
n° 2 – A esta versión, asentada en los Libros Cedularios, se le
relatos- era dueño de una ha modernizado la ortografía, y extendido las abreviaturas)
LA CORONA DE 1814
Ahora bien, en la actualidad la Virgen de las Mercedes lleva una corona que
tiene inscripto un registro llamativo: 1814. Fue regalado por Don Juan
Manuel de Grunce. Asi está el escrito grabado en la joya. Ciertamente es
una corona de oro cuyo origen no se discute. En la fiesta patronal del año
2014 fue presentada como sinónimo de que la joya representaba la anti-
güedad exacta de la corona, la imagen de la Virgen y en raíz, el inicio de la
fiesta patronal de Valle Pucú. En síntesis, se lo presentó como testimonio
del “Bicentenario de la Virgen de Las Mercedes” en nuestro pueblo. Pues,
para los que se apoyan en los datos descriptos en la corona de oro regalado
por don Juan Manuel de Grunce, hace ya 200 años que la virgen está en
Valle Pucú y se le hace la fiesta.
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Desde luego, antiguamente era común que la gente más pudiente regalara
lo mejor a la imagen santa de su predilección. Muchos de esos regalos se
materializaban a través de joyas y Las Mercedes tuvo muchas joyas, colla-
res, corona, prendedores, anillos etc. En el caso del señor Grunce, no tengo
dudas, hizo el regalo con el mejor de los propósitos, pero las dudas me
aparecen cuando se lo vincula con el “Bicentenario”. Sobre la antigüedad de
la imagen de Las Mercedes en Valle Pucú, se puede plantear muchas hipó-
tesis, pero la historia que tiene sustentabilidad real es la relacionada con la
familia Servín, porque hasta hoy viven muchos descendientes. Por lo tanto,
la antigüedad está por los 160 años y no 200 años.
como pueblo independiente recién en 1862, en tanto Luque –en esa época-
incluso ya era capital de la República durante la guerra. Los franciscanos,
quienes dirigían la Iglesia estaban mejor posicionados. Además, el vínculo
entre Valle Pucú con Luque se patentizaba en el hecho de que todos los
hijos nacidos se inscribían en la Parroquia de Luque. Es por ello que los
franciscanos tenían agendados la fiesta de Las Mercedes.
Ocurrió, sin embargo, que allá por 1913 un sacerdote a quien le tocó pre-
sidir la ceremonia, se fijó en el vestuario de la Virgen de Valle Pucú y a su
entender la vestimenta y las reliquias que adornaban a la imagen corres-
pondían a la Virgen de las Mercedes cuya fiesta es el 24 de Setiembre y no
el 8 de Setiembre como se estaba realizando. Aplicando el famoso dicho
paraguayo de “pa´ima he´i”, desde el siguiente año (1914) la fiesta patronal
de Valle Pucú se cambió y se festeja el 24 de Setiembre, como hasta ahora.
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2- Relato religioso:
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ACLARACIONES
Este artículo fue escrito a mano en 1978 por Arturo Jara Medina
(nieto de Vicencia Servín) y entregado a don “Kalaícho” Alvarenga.
Este, a su vez, entregó a su sobrina Eulalia Espínola de Castillo
para que lo guardara y mediante ése celoso custodio se puede co-
nocer uno de los escasos escritos sobre una etapa de la historia de
Valle Pucú.
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Virgen de Las Mercedes
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Virgen de Las Mercedes
(**) Hay una discordancia pues, en otro relato, ya del Tío Atilio, quien
conoció a la Tía Mbatu, ella había fallecido de 114 años, y había
nacido en 1821, o sea que falleció allá por 1935. De todos modos
el Tío Arturo ya estaba muy viejito y con muchos padecimientos de
salud en la época que escribió esto. Oportunamente les entregaré
la historia de la Tía Mbatú narrada por el Tío Atilio.
Este particular me consta por haber leídos y los que nos consta
porque Valle Pucú era jurisdicción de Luque.
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Largo de las Salinas”. Este caso también recuerdo muy bien que
cuando yo era muy chico, la finada señora Anita Páez Lingieri (o
Berlingieri- ilegible) de Servín, esposa del primo hermano de mi
finada madre, Don Juan Servín, mi tía política, también me refirió lo
que se comprueban documentalmente según las actas de bautismo
obrantes en los archivos de la ya mencionada Curia.
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Virgen de Las Mercedes
(*) ¡Que lastima! Como nos hubiera gustado conocer los nombres
de nuestros tatarabuelos y aun de sus padres y abuelos
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Virgen de Las Mercedes
(**) hay una discrepancia con otros relato conocidos por mí, Tengo
entendido que el bisabuelo Castor cayó herido en la batalla de los siete
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
La más grande sorpresa para las hermanas fue que los cajones
enterrados bajo la parralera, dejaron solamente huellas de los
enterrados, pero no así los intereses que sin embargo, la tinaja
enterrada en una de las piezas, con la imagen de la Virgen De
Las Mercedes estaba sin ser tocado, desenterraron entonces y
seguramente fue llevada como se puede a su pequeño oratorio, en
donde siguió por mucho tiempo más bajo el cuidado de la familia
Servín que se salvaron de la hecatombe del 70, como la de - ilegible
– de los pobladores y promeseros.
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Virgen de Las Mercedes
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Mis bisabuelos
En torno a la imagen de la Virgen del Carmen existe una muy linda, como
verídica historia y tiene a protagonistas muy peculiares, como la de doña
Saturnina Mercedes Franco de Orué. Esta, que más adelante se constituyó
en pilar de la fundación de la escuela de Valle Pucú en 1912, hoy denomi-
nada Juan de la Cruz Gaona, fue una “atrevida” como valiente mujer de
su época, pese a que apenas escribía y apenas leía. Y fue ella quien trajo al
pueblo la primera imagen de la Virgen del Carmen, en 1890. La imagen no
es la que hoy se venera en el oratorio del barrio que lleva su nombre.
De Valle Pucú viajó a ese acto una delegación encabezada por doña Satur-
nina, cuyo esposo era don José Antonio Orué. Utilizaron carretas para lle-
var las provistas y el resto acompañaba caminando. Una vez en Piribebuy,
donde llegaron en una semana, contemplaron el grado de destrucción de la
ciudad. Ingresaron a la iglesia y allí había imágenes de santos semidestrui-
dos por el incendio.
En este libro se puede ver la foto actualizada de la Virgen del Carmen “una
heroína de la guerra del 70” traída a Valle Pucú en 1895. Si uno observa con
detalles, se puede notar que la parte baja de la imagen está quemada, o en
todo caso y pese a su restauración, tiene todavía rastros del incendio a que
fue sometida por las tropas brasileñas la iglesia de Piribebuy de donde es
originaria la imagen. Por eso esta imagen no solo tiene su antigüedad, sino
su historia y su milagro.
NATIVIDAD DE MARIA
Una, la que tiene más arraigo, relata que fue el regalo de un ex carcelero
condenado a largos años de prisión y quien al salir del penal, en agradeci-
miento, vino a Valle Pucú portando una imagen de la Virgen de Las Mer-
cedes pero en tamaño inferior (Por eso el nombre de “Las Mercedes-mi”).
Dicen que aquel carcelerocué, que no era del pueblo, estando en prisión
fue visitado por su madre quien en una de esas le dejó el siguiente recado:
La mamá falleció antes de ver libre a su hijo, pero cuando éste quedó en
libertad se acordó de la promesa de su madre y se le ocurrió comprar una
imagen de Las Mercedes y llegó con ella a nuestro pueblo para pagar aque-
lla promesa de la mamá. Esto habría ocurrido ya después de la guerra del
Chaco (1932-1935).
La otra versión dice que un “santo vendeha” ofrecía varias imágenes en ca-
rreta y una vez le tomó una feroz tormenta con viento y lluvia. El vendedor
tuvo que refugiarse en la casa de doña Rosa Ibarra donde quedó dos días
habiéndosele ofrecido techo y comida. Antes de partir, y en agradecimien-
to, regaló la imagen de Natividad de María por haberlo salvado la vida y sus
mercaderías al recibir refugio en aquella casa en un día de tormenta.
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
En el barrio San Blás se reza al Santo Patrono del Paraguay. El oratorio fue
levantado a principios de 1960, cuando doña Catalina Aguilera de Chávez
donó el terreno, pero la fiesta ya se había hecho tradición con anterioridad
y a San Blás se construyó una pequeña capillita en la propiedad de los fa-
miliares de Amadito Cortázar (para mejor ilustración), de donde se mudó
al lugar donde actualmente se encuentra. La imagen era propiedad de don
Juansito Cortázar, quien hizo la donación para que el barrio tuviera un San-
to Patrono.
El barrio San Miguel surgió en 1982 cuando los damnificados por el río
Paraguay, en la zona de Asunción, vinieron a formar un hogar en Valle
Pucú. El barrio es popularmente conocido como Villa 1 y una señora muy
devota trajo consigo la imagen de San Miguel. Ella, quien había perdido la
vista, se llamaba Bonifacia Alvarenga y casualmente era originaria de Valle
Pucú, hermana de doña Eloisa, Fernanda y Albino Alvarenga, entre otros.
En ese entonces José María Blanch era el sacerdote que se encargaba de la
iglesia de Valle Pucú y bajo su consentimiento ese barrio tiene al Arcángel
como Santo Patrono.
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CAPÍTULO 8
La Iglesia Vírgen de las Mercedes de Valle Pucú, con sus dos torres y su llamativo escudo patrio.
-“Kóvako petei reliquia nacional y debe cuidarse”. Cuquejo añade que “esta
iglesia capaz que sea una copia de los edificios de la época de los López”.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
La Iglesia Vírgen de las Mercedes vista por dentro. Tiene una antigüedad de más de 100 años.
Otros desmienten que José Gaspar Rodríguez de Francia sea el ideólogo del
escudo, sino Carlos Antonio López, quien tras la muerte del dictador res-
tauró las relaciones del Estado con la Iglesia Católica que estaban rotas con
el doctor Francia. El escudo patrio en la fachada frontal de una iglesia en el
Paraguay apareció por primera vez en la Catedral de Asunción, más adelan-
te en la Iglesia de Trinidad y llamativamente también en la Iglesia de Valle
Pucú, insignia que existe hasta hoy día de manera curiosa y emblemática.
Entonces tenemos que en la zona central del Paraguay tres iglesias tienen
y mantienen hasta hoy la insignia patria: La Catedral de Asunción, la de
Trinidad (también de Asunción) y la de Valle Pucú, en la jurisdicción de
Areguá, esto relacionando un poco la antigüedad de los edificios que larga-
mente ya pasaron los 100 años.
Tenemos el caso de don Juan José Alvarenga (1876-1964), quien fue cam-
panero de la iglesia y durante casi 70 años de su vida se encargó de repicar
esas campanas. En una conversación de la niñez, cuando todos queríamos
ser campanero como él, nos contaba que a sus 8 años (o sea, en 1884) él
aprendió a repicar y lo enseñaban su padre Juan Pio Alvarenga y Castor
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Don Jaime Castillo, hermano de doña Andresa Castillo, cuya familia se en-
cargó de la mayordomía de la iglesia por 50 años, dijo que la iglesia actual
se empezó a construir unos diez años después de finalizar la guerra del
70. El testimonio de don Jaime vale mucho porque él, con sus hermanos
Silvio, Rafael y Eloy, apoyado por la familia de don Juan Franco, fueron los
carpinteros de la iglesia y ellos construyeron el altar mayor sin cobrar ni un
centavo por su trabajo.
TERMINO EN 60 AÑOS
Castor, quien llegó herido de la guerra, el que lideró lo que en adelante iba
a ocurrir con la Santa Imagen y la iglesia.
EL TUPASY YKUA
Resulta que la sensibilidad de la gente de aquel tiempo era tal, que aparte
de encontrar refugio en la fe, materializada en la devoción a la Virgen de las
Mercedes, se padecía de una terrible necesidad. La guerra destrozó al país,
al pueblo, a la gente y se pasaba hambre. Para más, en los años inmediatos
a la finalización de los combates, el Paraguay soportó una peste de diarrea
tremenda que llevó, incluso a algunos historiadores a decir que la peste
posiblemente mató más paraguayos que la mismísima guerra. Y muchos
buscaban remedio en las aguas del Tupasy Ycuá.
95
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Tal vez una falta de iniciativa derivó a que el lugar quedara medio aban-
donado, aunque el agua nunca terminó. Ya cuando el centro de salud se
instaló en el lugar (1978), se construyó un pozo de material para que el
manantial se mantuviera limpio y utilizable. Luego, con la presencia de un
sacerdote permanente en Valle Pucú, el padre Gustavo Acosta, atraído por
los testimonios de la existencia de un Tupasy Ykua, nacido en el mismo
lugar donde se construyó el primer oratorio a la Virgen, ordenó construir
una fuente para almacenar el agua. Esto ocurrió ya en la primera década
de este siglo.
AQUEL 1884
Se tiene que, para la década del año 1880, la numerosa familia Servín había
tomado diferentes caminos. Unos cuantos, incluyendo al patriarca Pedro
Nolazco, había fallecido en la guerra. El mismo Rufino, señalado como el
que trajo de España el busto de Las Mercedes, murió en el año 1875. En
tanto, las mujeres se casaron y pasaron a formar familia en Luque. Castor
Servín tuvo tres hijas en Valle Pucú, Ramona Aguilera, Guillerma Núñez y
Margarita Ayala (por una cuestión de formalismo, a ninguna las reconoció
para llevar su apellido porque asi se manejaba la gente de aquel tiempo). Y
don Castor se casó con una aregueña, pero se dio el caso particular de que
nunca abandonó su pueblo de origen, que es Valle Pucú.
Y fue don Castor con Juan Pio Alvarenga, los padres de don Juan Franco,
José Antonio Orué y varios más quienes se unieron para construir la nue-
va iglesia para la Virgen de Las Mercedes, la que actualmente existe. La
construcción se realizó con tremendo sacrificio, sin dinero en el bolsillo
sino trabajando con la fe y el corazón. La obra fue enorme y duró unos 20
años para levantar solo la pared y el techado. La pared estaba hecha con
piedras mezclado con “yvy pyta”.Tenía una anchura de casi medio metro.
El cimiento se hizo tan bien, tan duro, que cuando en 1966 se echó la pared
96
Iglesia de Valle Pucú
Finalmente; don Juan Franco se casó con doña Asunción Chávez. Su casa
hasta hoy perdura y es la que ocupa su nieto “Chingolo” Albera y familia.
Don Juan tuvo dos hijas, una fue doña “Poli”, o sea, Apolinaria Franco. La
otra fue doña Florentina Franco de Albera, a quien dejó su casa como he-
rencia. Doña Florentina, a la vez, tuvo varios hijos (Lita, Julio, Yiya, Magda,
Chino y Chingolo).
LA GRAN REMODELACIÓN
las picanas que llevaban bajo el tejado empezaron a caerse. Además, pájaros
como las golondrinas y los mbopi (murciélagos), armaron cientos de nidos
por encima de esas picanas y cada lluvia era un quebranto por las goteras.
En el año citado se inició la obra con el derrumbe del techado y las paredes.
Mucha gente, muchísima gente colaboró sin cobrar nada por su trabajo. La
obra demandó mucho dinero y recuerdo que uno de los ingresos se generó
con la venta de las pilastras del corredor. Se vendían a mil guaraníes y con
ello el comprador se ganaba el derecho de que su nombre apareciera escrito
en ese pilar y que dura hasta el presente. Mil guaraníes era mucha plata para
ese tiempo y la “escritura” hizo Juansito Cáceres, el ex director del Colegio
Juan de la Cruz Gaona. En dos años terminó la remodelación que significa-
ba pared y techado nuevo, pero ya sin los horcones de madera que llevaba
adentro. Recién en 1973, con la iniciativa de don Alejo Saldívar, se pusieron
las baldosas blanco y negro.
LA CASA PARROQUIAL
100
CAPÍTULO 9
El Pa´i Teófilo Ozuna vino a Valle Pucú en 1956, enviado por el arzobispo Anibal Mena Porta.
Celebró la primera Semana Santa en el valle. En su época las mujeres acudían a la iglesia con velo.
Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo existe casi 50 años de separación, pero en
medio han transcurrido muchas historias en comunión que desembocaron
para que la Iglesia de Valle Pucú sea lo que es hoy en materia de organiza-
ción religiosa. Y lo que es más, no ha habido un movimiento o una organi-
zación ciudadana católica que haya solicitado el nuevo rango alcanzado y
todo se produjo como “caído del cielo”. Entonces, por qué no considerar la
“mano de Dios” en este singular hecho y como muestra basta citar el caso
del monseñor Felipe Santiago Benítez (1926-2009) Arzobispo de Asunción.
102
Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo
EL PA’I OLAIZOLA
Pero vayamos por parte dentro de ese largo proceso evangelizador para
explicar cómo y porque Valle Pucú no siendo -políticamente- una ciudad
cabecera, sin embargo es cabecera de una comunidad religiosa por disposi-
ción del Arzobispado de Asunción.
Partiendo de atrás, hay que consignar que el primer sacerdote que tuvo
Areguá fue Juan Francisco Zayas, designado por el entonces obispo Gre-
gorio Urbieta, para celebrar la inauguración del ferrocarril aregueño el 25
de diciembre de 1862. La designación obedeció a un pedido particular de
Francisco Solano López, quien ya había asumido la presidencia del Para-
guay en reemplazo de su padre, Carlos Antonio López, quien falleció el 10
de setiembre de 1862.
El Pa´i Gustavo Acosta fue el primer sacerdote permanente que tuvo Valle Pucú, cuando la
iglesia Virgen de las Mercedes se elevó a la categoría de Cuasiparroquia, en el 2001.
Pero yendo nuevamente para atrás, a principios del siglo XX llega a Areguá
el Pa´i Costantino Olaizola, que también estaba vinculado a la iglesia de
Capiatá. Allá por 1905 Olaizola ya era conocido por ser párroco de iglesias
capitalinas. Pero fue en 1915 que este cura se presentó con fuerza en Areguá
porque fue el encargado de bautizar a familiares de la entonces poderosa y
rica familia de Carlota Palmerola, esta señora era la dueña de una enorme
mansión a orillas del lago, la mejor de la época y que luego de su falleci-
miento, en 1951, el castillo donó a la iglesia católica.
Juan de la Cruz Gaona (P) (1887-1977) dijo recordar que Olaizola, antes de
aparecer vinculado al bautismo de la familia de Carlota Palmerola, ya visi-
tó Valle Pucú y fue cuando se inauguró el cementerio, alrededor de 1910.
Enfatizó que aquella visita se produjo un día de manera forzada, porque
había fallecido un ciudadano a quien se le tenía que enterrar en el nuevo
cementerio. Por creencia de aquellos tiempos, nadie quería enterrar a un
familiar en un campo santo recién habilitado porque eso significaba “que
el resto de la familia pronto será alcanzada por la muerte” y nadie quería
enfrentar a la mala suerte.
104
Del Pa´i Ozuna al Pa´i Gustavo
-“A mí me tocó ir a buscar al Pa´i Olaizola, sobre caballo, con tres miembros
de la familia del fallecido”, menciona Gaona, quien también citó que por
precaución llevaron otro caballo “bien ensillado” para uso del sacerdote
por si él no tenía disponible su propio caballo. Resaltó que solo después que
Olaizola derramara agua bendita en el portón del cementerio, los familiares
aceptaron realizar el sepelio.
Pero don Fermín Cabrera ubica a 1924 como el año en que se habilitó el
cementerio de Valle Pucú con la presencia del referido Pa´i Costantino
Olaizola. En todo caso lo que habría ocurrido es que en ese 1924 y el caso
que recuerda Gaona, es cuando se realizó la primera ampliación del campo
santo, porque muchos años atrás ya se había habilitado el referido sitio de
sepultura.
EL PA’I PALAU
La pluma del maestro Escobar, con sus hijos Ranulfo Escobar y Amado
Escobar, con impecables letras, copiaron aquel texto y en 1940, aproxima-
damente, ya se empezó a rezar el Vía Crucis en Valle Pucú. Visto el texto,
no era nada cuestionable porque relataba los pasos dados por Jesús antes
de ser crucificado. Tenía 14 estaciones, las mismas paradas que tuvo Jesús
camino a la crucifixión, y al término de cada estación se cantaba el “Con-
sidera alma perdida”, que retumbaba en la silenciosa noche en gargantas
plena de devoción y fervor de Julio Olmedo, sus hermanas Dionisia, De
la Cruz, Fermina, René, Aurelia, los Saldívar, los Alvarenga, los Orué y un
mundo de gente más.
Para el rezo se fijaron los días lunes, martes y miércoles, dentro de la sema-
na santa, y se invitaba a la gente a traer la cruz de los familiares fallecidos
para armar el calvario que en general se levantaban de Tacuere´e (Cañave-
ral). Se fijaron esos días con la intención de que la gente ya viviera el sentido
de la Semana Santa antes del Jueves-Viernes y Sábado Santos, porque en
estos días todo el mundo tenía que ir a Capiatá o Luque para la celebración
litúrgica. Es en este aspecto que el “viejo” Vía Crucis tenía “sentido”, era to-
talmente justificable porque la intención era prepararle a la gente a meditar
sobre el valor religioso del “Ñandejara manò”, en vista de que Valle Pucú no
tenía todavía sacerdote para esos días especiales.
Por todo esto, aun cuando es una opinión particular, no fue una decisión
feliz haber suprimido el Vía Crucis (allá por el 2007) tal como estaba es-
tructurado por la tradición. No molestaba, tampoco blasfemaba, aquello
simplemente fue una iniciativa ciudadana para que el pueblo viviera ese
espíritu religioso de la Semana Santa.
Hoy día, lastimosamente, aquella Vía Crucis de los lunes, martes y miérco-
les, es un simple y añorado recuerdo de cómo el pueblo se ingeniaba para
manifestar su Fe, cuando todavía no existía sacerdote. La tradición duró
más de 60 años. Por todo ello es que para dejar sin efecto el Vía Crucis de
antaño, primero se debió estudiar la causa que la vio nacer y repito: en la
época que surgió, tenía sentido ese rezo que no perjudicaba a nadie y, al
contrario, le daba un sabor bien paraguayo a la Semana Santa.
El Pa´i Mario Gambutti de Areguá. De origen italiano, celebró durante muchos años la misa
en Valle Pucú. Era de la órden de los guanellianos.
107
CAPÍTULO 10
Cuando ella falleció, sus hijas Pabla y Dionisia Ruiz Díaz quedaron a car-
María Pabla y Dionisia Ruiz Díaz, las hermanas y recordadas mayordomas. Con su madre
Andresa, ellas cuidaron la iglesia durante 50 años.
110
La Semana Santa de 1956
La idea del rezo del Vía Crucis, como ya se explicó anteriormente, era hacer
sentir a la gente el espíritu de la Semana Santa por lo que se eligieron lunes,
martes y miércoles para tal menester, porque jueves, viernes y sábado todos
tenían que ir a Capiatá o Luque para la “fiesta grande”, tal como ya se men-
cionó también precedentemente.
Y con don Kalaícho se empezó el Vía Crucis. Pero también con el tiempo
se intercambiaron los “ñembo´e yva” y allí estuvieron Leandro Morel, otro
ex combatiente de la guerra y conocido como “Taguató hovy” porque era
muy liberal. También turnaron Julio Olmedo y en la última etapa la carga
total estuvo bajo la iniciativa de Andrés Alvarenga (hijo de don Paícho).
Posiblemente durante más de 20 años don Andrés, solitariamente, movilizó
esta tradición que ahora ya es puro recuerdo.
Los versos son históricos y religiosos y por cada estrofa –que riman a la
perfección- se hace la presentación de esos objetos que formaron parte del
“Ñandejara manò”. Estos versos del “Cristo Señor nuestro, dulce redentor”
no se escuchan en ninguna otra parte, más que en Valle Pucú, por lo que es
propio de nuestro patrimonio histórico cultural y religioso que ya tiene 80
años, habiendo sido incorporado mediante la animosa gestión del maestro
Esteban Escobar.
AQUEL FEBRERO....
El “tío Fermín” solía frecuentar visitas a don Lázaro a quien llevaba regalos
con paquetes de naranjas, pomelos, limón, guaviramí, que eran de su pro-
ducción casera. Pegado al edificio de La Riojana estaba la casa del obispo
Aníbal Mena Porta (1889-1977), entonces arzobispo de Asunción. Tantas
veces Cabrera estuvo en lo de Lázaro Morga que no era extraño en aquel
entonces hablar con el vecino y fue así que pudo conocer a Mena Porta.
De derecha a izquierda, marcados por las flechas, Anselmo Alvarenga, y Purificación Alvarenga
posando frente a la Cruz donde se realizaban los actos de la Semana Santa. Los dos fueron otros
de los organizadores -por años- de las fiestas religiosas del valle.
Cuando don Fermín regresó al valle con la “gran noticia”, nadie le quería
creer, pero la voz corrió y todo el mundo levantó las orejas y hasta hurras
113
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
bla y Dionisia Ruiz Díaz, se adquirió la imagen propia de Cristo, allá por
1961. Los ajustes de carpintería corrieron a cargo de don Eloy Castillo y los
hijos de don Jaime Castillo, muy allegados a las referidas mayordomas, en
tanto la de San Juan se utilizó prestado por mucho tiempo más, hasta que
también se compró la imagen dándose una “eterna muchas gracias” a sus
dueños originales.
Para hacer el calvario, los Viernes Santo a la madrugada unas diez carretas
iban hacia el arroyo Ka`aguy (que era todo verde) para cortar ramas de
laurel, mientras otros traían tacuere´e y pakova para completar antes del
mediodía el escenario para alzar las imágenes, previo toque de “matracas”
alrededor de la iglesia que anunciaban el inicio de las celebraciones, que
por novedoso, convocaba a una multitud, tanto de Valle Pucú, como de
Costa Sosa, Yuquyty, Yuquyry, Caacupemí, Maramburé, etc. La gente dejó
de ir a Capiatá o Luque y Valle Pucú se transformó en centro de la religio-
sidad por las celebraciones de Semana Santa.
115
CAPÍTULO 11
Como fui quien lo recibió, no sabía si reír a llorar. Era la reacción propia de
una alegría íntima, muy especial. En medio de la emoción le invité a pasar
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Tras su alejamiento del valle, la misa de los domingos y días especiales que-
dó en exclusividad a cargo de los guanelianos de Areguá. Cuando éstos
dieron por finalizada su misión en Areguá, algo que nadie esperaba, sacer-
118
José María Blanch
120
CAPÍTULO 12
Don Marciano Orué (1900-1985) cuenta que una vez faenó 15 cerdos, en
15 casas diferentes de Valle Pucú en vísperas de la fiesta del 24 de Setiem-
bre. Lo hizo en tres días de frenético trabajo en medio de esa extraña devo-
ción cristiana donde la tradición se manifestaba preparando un inigualable
karu guasu en homenaje a la Virgen de las Mercedes.
Y ciertamente así debió ser, como cuenta don Marciano, porque los prepa-
rativos de antes siempre se caracterizaban por estar a tono con la particula-
ridad del acontecimiento, ya que esa fecha también marcaba el reencuentro
con familiares y viejos amigos que vienen de otras partes para participar y
animar “la función patronal del pueblo”.
que cuando llegaban los meses de agosto y setiembre, ni los días domingo
descansaba, porque era contratado de aquí para allá para hacer un nuevo
tatakua o remendar lo que ya se disponía. Es que este elemento de cocina,
de extirpe bien paraguaya, tiene que ser infaltable en los hogares porque en
él se hacen la sopa, la chipa, el kuré ka´e y el ryguasu ka´e. Muchos, incluso,
de madrugada comenzaban el tatakua jehatapy y se dispersaba por el viento
el rico aroma de esa cocina listo para la comilona en el día de la Virgen.
Pues bien, llevo décadas haciendo cuenta de esta curiosa tradición que con-
serva Valle Pucú en el día de su fiesta patronal y no deja de sorprender cuan
enraizado se siente y se vive la ya antigua costumbre de preparar abundante
comida para festejar el día de la Santa Patrona y el aniversario de fundación
del club 24 de Setiembre.
El festejo de la comilona se hace casa por casa. No existe hina aipo karu
guasu preparado en un tinglado para unas cuantas personas o tal vez en
una plaza listo para vender. Nada de eso, y justamente es el caso llamativo
y sobresaliente de Valle Pucú. Aquí en el día de la fiesta patronal el karu
guasu es gratis, se come gratis, la comida se ofrece abundante y sin costo
alguno porque el pueblo tiene la creencia de que esta es la mejor manera de
dar gracias y festejar el día de la Virgen de Las Mercedes.
122
Fiesta Patronal de Las Mercedes
Antes, muchos años atrás, la festividad era completa. Realmente era casa
por casa, sin excepción. No había rincón donde no se vivía la fiesta del 24
de Setiembre, salvo en los hogares de los evangélicos, quienes por una cues-
tión religiosa, no formaban parte –totalmente- de los festejos. Pero tampo-
co eso significaba ignorar lo que ocurría en el valle y he sido testigo de que
en esa fecha, muchos de los que son de la “otra iglesia” realizaban trabajos
y compartían la mesa de la comilona, porque amohapópe, todos somos ve-
cinos, la mayoría familiares y, también, son numerosísimos los evangélicos
que son fanáticos del club 24 de Setiembre.
Pero los años pasan, los tiempos cambian y hoy día tenemos que nues-
tro pueblo vive en un escenario poblacional diferente. De tanto en tanto
aparecen nuevos barrios o nuevos grupos sociales que levantan sus casas
123
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Para dar un ejemplo del salto poblacional que tiene nuestro valle se pun-
tualiza cuanto sigue: en 1975 había ordenado, por mi iniciativa, relevar un
censo con alumnos del entonces todavía Liceo Nacional de Valle Pucú, en
donde era profesor de la materia denominada “Otras Actividades”. El re-
sultado del censo fue el siguiente: 360 casas y 1.800 habitantes. Hoy día,
40 años después de aquel censo, existen unas 2.800 casas y probablemente
entre 13.000 a 15.000 habitantes. Es un salto gigantesco, sí, gigantesco y a
todo color. Los datos surgen en base a la clientela que tiene el SENASA y
la ANDE. El primero distribuye agua potable en el pueblo y la otra es la
empresa estatal que vende energía eléctrica.
TRES CENTURIAS
Esto habría ocurrido alrededor del año 1877. Sin embargo, los Servín no
se desentendieron del tema al punto de que Castor Servín, quien regresó
gravemente herido de la guerra, se convirtió en el primer mayordomo y su
misma familia cedió el terreno para la construcción del primer oratorio, allí
donde actualmente está el Tupasy Ykua.
El tío Arturo Jara Medina, que era nieto de Vicencia Servín, contaba en un
escrito que en el día de la Virgen “la servinada”, que se distribuyó en varios
pueblos, llegaba en caravanas de carretas para participar de la fiesta y cada
uno trayendo el novillito (tambero también le llamaban), cerdos y gallinas
para animar el festejo con el karu guasu de todo el pueblo. Y cuentan que la
fiesta duraba varios días. O sea, aquí tenemos el dato preciso de que la gran
comilona de la fiesta patronal de Valle Pucú se enraizó desde el siglo XIX,
se potenció en todo el siglo XX y sigue tan vigente en este siglo XXI. Son
tres centurias que adornan una tradición sana, de fervor religioso inmenso
en un pueblo chico pero grandote y orgulloso de su historia.
EL ÑEMBISO YOVAI
Hace años falleció don Marciano Orué, también Segundo Núñez. Ellos
fueron soldados en la guerra del Chaco, ellos ya no están, pero se siguen
125
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
faenando cerdos y arreglándose los tatakua igual que antes. No es que don
Marciano haya sido el único carnicero de la época, pero sí era un famoso
kurejukaha apreciado por ser un hombre servicial que no cobraba ni un
centavo por su trabajo, nunca puso precio a lo que hacía. En el mejor de los
casos apenas aceptaba como recompensa un iñakangue, algo de chicharo
envuelto en pakova rogue y nada más. Su trabajo lo hacía tupasy rérape y
para él esto tenía mucho más valor que unas moneditas.
Los cerdos en general se faenaban dos o tres días antes del día “24”, porque
la grasa que salía del chicharo se tiene que enfriar para ser utilizada en la
sopa, en la chipa y también se regalaba a aquel vecino que por alguna razón
no pudo carnear. Es que eran años donde lo menos que había era dinero y
todo se cimentaba en la producción casera, en el fruto que daba el kokue,
incluyendo maíz. No se tenía molino, sino angu´a, y por las noches se es-
cuchaban el ñembisoyovái con el avatisoka (molienda de maíz) en medio
de casos ñemombe´u, carcajadas a pleno o algún ñemboki kañyhápe con la
amada. Todo bajo el amparo cómplice de la luna o un lampiun encendido
a base de kerosén.
NO OLVIDAR LO PASADO
La fiesta patronal de Valle Pucú perdura hasta hoy y siempre será grande
126
Fiesta Patronal de Las Mercedes
La idea es contar lo que muchos ni saben por el paso del tiempo o que otros
lo han olvidado porque hoy día la vida se camina a tanta velocidad que
muchas veces no hay tiempo para pensar en el ayer. Justamente para no
olvidar lo pasado es que este libro basa su escrito en lo antiguo. Del presen-
te ya hablará la nueva generación mucho más preparada que éste humilde
apuntador de relatos.
gente vendía leche en Asunción. También la escuela tenía maestras con ru-
bros y había gente que se iba a Buenos Aires y enviaba plata mensualmente
a sus familiares. Muchos se mudaban a Luque y los que iban a Asunción sí
que eran los grandes señores. Si te mudaste a Asunción era porque tenías
empleo y 50 años atrás ser empleado era una gran cosa.
Los primeros parlanteros del pueblo fueron los hermanos Evergito y Sil-
vano Aguilera, aunque antes eran famosos don Nicolás Aguilera y don Ño
Juan Aguilera. Ellos tenían un tocadisco; Vitrola se le decía. Era enorme,
128
Fiesta Patronal de Las Mercedes
Por el lado del “24” la atracción era saber qué equipo de fútbol de Asunción
iba a venir a jugar, si Sol de América, Rubio Ñu, General Caballero, Olim-
pia, Cerro Porteño o Sportivo Luqueño y si se le invitó a un árbitro de pres-
tigio, como aquel de 1964 cuando don Pedro Albera le trajo a José Dimas
Larrosa, el primer árbitro paraguayo de nivel internacional. Justamente los
calesiteros leían el programa y la gente paraba la oreja para escuchar.
Gracias a la difusión del referido programa se sabía qué orquesta iba a ac-
tuar en la noche del 24 de Setiembre, cuyo baile se organizaba en el día
aniversario, ni aunque cayera lunes. Además la gente curioseaba si el baile
iba a ser transmitido por radio, porque cuando eso el “24” hacía transmitir
su fiesta ya sea por la entonces exitosa y número uno radio Comuneros,
radio Guaraní, radio Teleco y una vez fue radio Ñandutí. Era lo máximo
escuchar que tu fiesta aniversaria transmitiera una radio. Producía fervor y
envidia al mismo tiempo.
En este tramo, quien fuera presidente del club, Juan Bautista Ayala, más
conocido como Tita Ayala, era el que siempre encontraba auspiciantes para
129
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
PASO A PASO
Este adornamiento tenía que finalizar antes del mediodía, porque a ésta
hora empezaba el izamiento de la bandera con presencia activa de la banda
de músicos. El izamiento del pabellón nacional se hizo costumbre porque
antes, frente a la iglesia –hacia la calle- se había construido y funcionaba la
primera comisaría policial, quien en frente tenía un mástil altísimo, hecho
de madera. Aquel mástil cayó por nuestra casa materna en un día de tor-
menta en 1962 y se lo reemplazó por otro mástil de eucalipto hasta que en
1973, por iniciativa de don Alejo Saldívar el mástil se hizo de hierro, pero
ya dentro de la propiedad de la iglesia.
Los Jokers era uno de los conjuntos de primer nivel que animaba la fiesta del 24 de Setiembre. La
imagen corresponde al año 1980 y vemos a sus cantantes Herkin Daniel y Kike Krona.
Cuando termina el fútbol, el siguiente paso era ir a casa para luego volver
a la gran fiesta aniversaria que se iniciaba a las 9 de la noche y terminaba a
la 1 de la madrugada, en días de semana. Si era sábado, el bailongo podía
continuar hasta las 2 de la madrugada y no pasaba ésta hora porque ha-
bía “Toque de queda” ordenado por el Gobierno de Stroessner. Si pasaba la
hora, te ibas preso ha ndaipori protesta.
Los varones acudían al baile con riguroso traje y las mujeres con vestido
con corte por debajo de la rodilla. Luego vino la maxifalda, que te tapa-
ba hasta el tobillo, eran vestimentas muy opuestas a la costumbre actual
donde las mujeres, por ejemplo, cuanto menos ropa pone, parece que se
sienten más cómoda. Para el comestible de la fiesta no había pancho ni
hamburguesa, sí un poco de chorizo, quizás mortadela casera o butifarra y
abundante ryguasu ka´e, cocinado en tatakua. Budín era el postre. Aquel
que reservaba una mesa para cenar con su familia durante el baile, ese era el
karai guasu de la noche. Si el varón acudía a cenar con la novia, era porque
ya estaban comprometidos a cazarse. Increíble.
Fue en 1973 que Alejo Saldívar, cuya casa estaba detrás mismo de la iglesia,
tomó la presidencia de la comisión Pro-templo (así se llamaba). El financió
para “amurallar” la propiedad del oratorio, siendo Ramón Rojas su princi-
pal colaborador. Es que don Alejo, hijo de Miguel Saldívar, primer presi-
dente del “24”, tenía una manera muy particular para trabajar y no todos le
entendía por lo que se alejaron de la comisión y don Ramón era el único en
quien confiaba. Esto, sin embargo, no le quitó méritos a don Alejo, porque
133
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
LLEGABA EL TURNO
-“Che ameéta la che contribución 1.000 guaraní, pero aipota la che réra oñe-
moi tenondeté”. (Yo voy a dar 1.000 guaraníes, pero mi nombre tiene que
figurar en la cabecera).
-“Terehó ejú” (andá y volvé) me contestó ya con una voz medio argelada.
Lo que en verdad hice fue salir corriendo en lo de don Kui´ito Cáceres que
134
Fiesta Patronal de Las Mercedes
Ya posteriormente me enteré que don Miano dio esa plata porque había
criado dos cerdos y uno vendió para hacerse un poco de efectivo para “la
función” y como lo negoció a buen precio, pues agradeció a la Virgen con-
tribuyendo con su mil´ i para la fiesta. Realmente sensacional.
Otro día llegué a la casa de Pedro Juan Fleitas, en el límite entre Valle Pu-
cú-Yuquyty. El hombre era de baja estatura, pero caudillo colorado y jefe de
zona durante la revolución de 1947.
-“Iliberal eterei voi ningo ha´e”. Sin problemas me dio 100 guaraníes y al
despedirme me preguntó:
Faltaban por lo menos 15 días para la fiesta patronal y por fin alcancé la
casa de don Manuel Medina (se le decía Manuel Ju´i), todo a pie se hacía el
trayecto surcando un inmenso arenal. La vivienda es la última que divide
135
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Bueno, anécdotas como los subrayados hubieron a montones, cada casa era
diferente y uno estaba obligado a adaptarse a la situación. El mejor consejo
es no apurarse, tener paciencia y desde luego no es simpático que uno lle-
gue para pedir dinero y se haga del argelcho. Si te invitan a sentar, hay que
sentarse, si te preguntan algo, tienes que contestar y la mayoría iñe´engatu.
pucugua, de esos que dan sin pedir recompensas. Solo es cuestión de saber
tratarlas. Redondeando, son demasiados buenos recuerdos de mi ya lejana
juventud. Son demasiadas emociones !ajépa!.
137
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Hay una sola grabación de “Che vállepe función”. Lo grabó Nelson Enciso
y Sus Diamantes Nativos, con el duo Mora-Enciso, hace unos 70 años. El
conjunto y sus integrantes ya desaparecieron, pero un hermano del músico,
que posiblemente era el menor de la familia, vive aún y él facilitó la copia
al señor Quirino Torres, quien me entregó el disco que tiene una alegre
melodía.
2 - Salvaje castigo. Con la pierna rota, Lakú Gaona fue llevado al hospital
de donde regresa unos días después y ordenó vengarse contra su caba-
llo, un enorme Alazán, a quien culpó de su caída. Pidió al Cabo Primero
Sotelo, un soldado de su confianza, a “pasear” al animal por la calle pero
“garrotepúpe”. Cuentan algunos testigos que el caballo era golpeado con
“tejuruguai” a mansalva y se paraba de tanto dolor por cada garrotazo que
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
página del enojo, se dieron un fuerte abrazo de amigos como si nada y con
el pintoresco saludo: “!mbaéichaico reiko compái!”
6 - “Bueno. Oíta la permiso los señores, pero primero pembo húrrata 24-
pe ha upéi pe hasáta”. Don Juan Mereles, 76 años, vive en Ita´angu´a
-Luque-, y riendose cuenta la anécdota forzada a la que Valeriano Gaona,
comisario en Yuquyry, les sometía a los jugadores del General Caballero,
todas las veces que venían hacia la zona de Areguá para jugar los partidos.
Dice que para pasar por la propiedad de la comisaría, hay que pedir per-
miso y Gaona les daba ese permiso pero a cambio de que primero hagan
hurras al 24 de Setiembre.
8 -La cara humana de Komí Lakú: “Kalaícho” Alvarenga cayó preso por el
simple hecho de ser presidente del Partido Liberal. Le llevan a Areguá,
que de por sí ya era un duro castigo. Le meten en el calabozo y luego a pie le
trasladan a Asunción con la amenaza de ser fusilado. Le ponen en el sótano
del Departamento de Policía y allí, de pura casualidad entró Lakú Gaona y
encontró a su valle, resignado a su suerte. Le pregunta el motivo de su de-
tención y luego hace gestiones para que “Kalaícho” salga en libertad, pero
con una condición: que no vuelva a ser dirigente liberal. Don Alvarenga re-
cordaba, de tanto en tanto, que no fue fusilado gracias a Komí Lakú. “ha´e
che salva kuri la fusilamiento gui”, decía.
143
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
9 - “Kóva ha é la pende castigo, ha nunca más que anive pejapo otra ma-
canada”. La voz de Valeriano Gaona dirigida a un montón de jóvenes
retumbaba al caer la tarde de un día de verano. Aquellos jóvenes fueron to-
mados preso por bañarse desnudos en el arroyo Yuquyry (algo muy común
en tiempos de la década de 1960). Desde luego, ya habían quejas contra
ellos y Gaona, como comisario de la dependencia policial prohibió a los
varones bañarse sin short, pero esos mitarusú “violaron la ley”, se bañaron
otra vez desnudos. Fueron pillados y traídos presos, caminando así como
estaban, sin ropas. Para más castigo se les obligó a regar la huerta de la
comisaría opívo y ante la mirada de la gente que pasaba por la calle. Luego
de aquel escándalo, esos muchachos nunca más aparecieron por el arroyo
porque les costó muy caro desafiar a la autoridad.
Así de duro eran los Gaona y lo que antecede son nueve anécdotas puntua-
les, pudiendo escribirse muchos, muchísimos más. Pero quien lo haya leído
con atención los casos referidos, podrá sacar sus propias conclusiones sin
necesidad de más explicaciones y cada uno podrá juzgar de la manera que
quiera la conducta de éstos ciudadanos, porque así eran los Gaona, un po-
deroso, multifacético y controvertido clan familiar que por 50 años, más o
menos, tuvo enorme influencia en Valle Pucú y siempre estaban en el limbo
de lo bueno y de lo malo.
Entre 1940 y 1990 eran “dueño y señor” de todo lo que era política, de todo
lo que se podía circunscribir en el ámbito policial y de las más diversas
actividades comunales, como educación, salud, vialidad, comunicación,
deportes, etc. Eran argelados, mbaretéchos; también buenos amigos, soli-
darios, serviciales, familieros y colorados hasta la mata. Eran una mezcla
grande entre lo positivo y negativo y corresponde a cada uno sacar sus con-
clusiones sobre este muy particular clan familiar.
Los Gaona eran siete hermanos, seis varones y una mujer. De ellos cinco
fueron policías. El mayor de todo fue Fabio, luego vinieron Juan de la Cruz
(h), Carmelo Valeriano, Guillermo, Rufino, Catalina y Luis. Este último se
había suicidado en 1952 en uno de los episodios luctuosos más impactantes
que vivió Valle Pucú, dado el rango familiar de donde procedía. Los cinco
primeros citados fueron policías, alcanzaron la investidura de comisarios y
se jubilaron como tales.
144
Así eran los Gaona
Los padres fueron Juan de la Cruz Gaona y Sofía Orué. Esta era hija de Sa-
turnina Mercedes Franco y José Antonio Orué, dirigente liberal de la épo-
ca. En realidad del matrimonio nacieron seis hijos, porque Fabio fue hijo
natural de don Juan de la Cruz y por eso llevaba primero el apellido de su
madre y luego el de su padre, quien en principio no lo había reconocido.
Don Fabio firmaba como Fleitas Gaona y todos nacieron en Valle Pucú.
Fue justamente Fabio Fleitas Gaona quien primero ingresó al cuadro policial y
después llevó a sus cuatro hermanos, Carmelo Valeriano, Juan de la Cruz, Gui-
llermo y Rufino. A don Luis, el otro hermano, jamás le gustó ser uniformado,
en tanto, doña Catalina pronto se había casado con don Ignacio Medina, un
dirigente liberal que vive en Costa Sosa, Luque y allí se mudó.
Todos ya han fallecido y el último fue Guillermo, quien hizo mucho por el
valle y por Areguá. Fue un caudillo que hablaba en guaraní con maestría,
con propiedad y lideró la modernización de la obsoleta municipalidad are-
gueña. Ciertamente habrá tenido altibajos como intendente, pero su auto-
145
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
ridad fue respetada, tanto por colorados como liberales y por la sociedad
independiente. Era un líder nato, pero cuando llegó el golpe del general
Andrés Rodríguez contra Stroessner en 1989, el golpe también le alcanzó
y se autoasiló en su casa, siendo rápidamente olvidado por quienes antes
le llenaban de elogios. Fue olvidado hasta por sus ahijados, porque antes
él era el “padrino” preferido de todos, a tal punto que llegó a tener unos 50
ahijados y era “padrino de honor” hasta para inaugurar un gallinero.
Excepto Guillermo, todos los otros hermanos tuvieron varios hijos, incluso,
Luis, el que se suicidó, dejó tres hijos, también Valeriano, Juan de la Cruz,
Rufino y Fabio. Quien más numeroso descendiente dejó fue doña Catalina.
148
CAPÍTULO 14
Don Luis Gaona, en una foto matrimonial con doña Serena, su esposa.
Fue un fin de semana al mediodía de 1952 que Silverio Rojas (abuelo Chi-
vé) y Luis Gaona llegaban a la casa, asada al hombro, tras una dura jornada
de limpieza en el “mandioty”. Lázaro Alvarenga y Estanislao Rojas, los otros
dos carpidores que estaban con ellos, se habían quedado en sus respectivos
domicilios. Esperando el almuerzo, Gaona le dice a mi abuelo que en la
semana siguiente no iba a venir porque tiene previsto pasar los días en la
casa de su padre, don Juan de la Cruz Gaona, en el barrio 8 de Setiembre.
Almorzó y se despidió....y nunca más volvió tal como se fue. Si volvió, fue
de la manera menos esperada, de la manera más dolorosa, de una manera
tal que todo Valle Pucú se conmocionó; volvió envuelto en un féretro hasta
la iglesia, camino al cementerio, porque don Luis Gaona, a sus 30 años, se
había suicidado. Se pegó un tiro a la altura de la garganta que lo mató in-
mediatamente, al anochecer del 14 de mayo de 1952. Se mató en la casa de
su padre donde contó a mi abuelo, que se quedaría una semana a descansar
para luego volver a carpir juntos la chacra.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
En tanto, la casa de los Gaona con su enorme patio se llenaba de gente que
también venían de los pueblos vecinos de Yuquyty y Costa Sosa, porque en
esta comunidad luqueña don Luis había formado familia casándose con
doña Serena de Gaona y tenía la vivienda en Costa Sosa. En ese entonces
ya habían nacido dos hijos y doña Serena estaba embarazada de seis me-
150
El suicidio de Luis Gaona
Más de 88 años ya tenía cuando me entrevisté con Juan de la Cruz sobre ese
151
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
tema y noté que el paso de los años nunca borró de su mente aquel episodio,
por lo que dejé de lado la intención de preguntarle sobre el motivo del suicidio.
Tampoco ninguno de sus hermanos quisieron hablar de la causa de la autoeli-
minación a pesar de que en muchos encuentros les había requerido. La que sí
habló fue Anselma, hija de don Luis, pero desde una perspectiva muy especial
porque ella tenía solo 2 años cuando falleció su papá. “Yo no le conocí a papá,
en todo caso era muy chiquitita, tenía dos años cuando él se mató, según contó mi
mamá”. Y agregó: “todo lo que se es lo que llegué a conversar con mi madre y es
cuestión de imaginar nomás lo triste que estoy cada vez que me acuerdo, porque
no es fácil crecer en la vida sin papá a tu lado”.
Anselma, que se casó con Meliano Núñez (Mellá) y vive en Valle Pucú,
tiene guardada celosamente la foto de su padre con su mamá, el día que
se casaron e indicó que don Luis dejó tres hijos, ella, la mayor y el último
nació tres meses después del suicidio. “Papá se mató el 14 de mayo de 1952
y mi mamá estaba embarazada de seis meses. Mi hermano nació en agosto”.
Las personas de la época han comentado las posibles causas, señalando que
don Luis vivía algo marginado en la familia porque cinco de sus hermanos
varones eran policías, tenían sueldos y él se negó a vestir el uniforme por lo
que no tenía salario. Nunca quiso ser policía y era algo bohemio. Entonces
andaba con la gente por la capuera ayudando, trabajando y no cobrando.
Era una persona más bien servicial, pero él se daba cuenta que no era queri-
do totalmente por su familia, testimonian muchos de los que le conocieron.
Kamión Kamby
Cuando Valle Pucú abastecía de leche a Asunción,
matizadas con reideras escenas de un mercado ambulante
protagonizadas por graciosas mujeres.
Una foto histórica del Kamión Kamby, tomada en 1963, en la parada, ubicada donde ahora está
el semáforo. El micro era conocido como “Amorcito”, la primera mujer a la derecha es Gertrudis
Leguizamón, en ese entonces con 18 años. El guarda era Evergito Aguilera. También se ven a
los burros y burreros transportadores de leche y los tarros que pronto serán llevados a Asunción.
Era un trabajo de todos los días. Por eso el Kamión Kamby es un caso úni-
co, porque no solo representaba el viaje a la capital para vender leche, sino
que al mismo tiempo representaba toda una estructura con consecuencias
económicas y sociales de profundas raíces dentro de una comunidad. La
actividad laboral, matizada con reideras anécdotas, pudo mantenerse con
todo su esplendor por lo menos durante 30 años, para luego ir cediendo
poco a poco cuando llegó la industrialización del producto lácteo y se pro-
dujo un cambio en la sociedad de consumo.
Santo Rosario, y tuvo que volver a la casa para traer. En el apuro se tropezó
y soltó su sandalia, pero por suerte tenía una alpargata de reserva con lo
que solucionó su problema, aunque se molestó bastante porque todos se
reían de ella.
También se presentó una situación inesperada, puesto que don José León
156
Kamión Kamby
Leguizamón quería viajar, ya se vistió todo, con zapato Charol bien lustra-
do, pero justo cuando se disponía a subir al kamión le avisaron que su vaca
rompió la estaca y entró en el tacuare´endy de su hermano Ricardo, por lo
que tuvo que suspender el viaje.
Bueno, don José León quedó plagueándose y los guardas, que suelen variar
mucho de personajes, dan la orden de partida y todo irá normal hasta la
lomada de 3 de Mayo. Allí Ña Ota de Giménez tenía por lo menos 80 litros
de leche distribuidos en diferentes tarros. Al llegar, Ña Lolí Aguilera lanza
un pirópo de lo más picante: “Rechedespedímapa ne ménagui”. Ña Ota da la
vuelta y le responde: “ha upéapiko ne problema”. En ese momento llega don
Libó Giménez, muy letrado él, y le da un beso en la mejilla a Ña Ota con un
“ejeporta poráke”, y la carcajada desde el colectivo no se hizo esperar.
De repente del techo gotea algo blanco. “Máva tárropa la hevi jekáva”, avisa
el chofer. El guarda sube, revisa y encuentra que era de fulana y que la le-
che se estaba derramando. “Pya´éke la cebodevela” se ordena, y como éste
accidente estaba en la lista de riesgos de todos los días, cada uno tenía pre-
parado su cebo de tataindy y muchos sique llevaban luego su santorataindy,
para mejor suerte. Otros llevaban araity, una cera “fabricada” por avispas.
Con estos elementos se taponaban el tarro averiado y el viaje continuaba.
Una vez superado éste tramo se llega a Asunción. El vehículo iba por la
avenida San Martín y gira por Mariscal López hasta la parada en el barrio
Sajonia, pero por el camino cada uno bajaba en la dirección donde tiene
sus clientes. El chusmerío y el festín culinario habían terminado y se daba
inicio a una larga caminata, tarro en mano para vender dos litros aquí, un
litro por allí, cinco litros si es que algún afortunado tenía como marchante
un bar y así sucesivamente. Algunas llevaban “secres”, otras solas, y cuando
158
Kamión Kamby
iban solas dejaban sus tarros más pesados, de 20 litros, en una parte y con
dos de 5 litros empezaban la distribución. Aquellos tarros nadie los tocaba
o si hubo algún robo, era lo menos. A las lechereras se les apreciaba y se les
respetaba y si por ahí había algún albañil, este ayudaba o cuidaba la merca-
dería. El reparto duraba horas en medio del sol o la lluvia, frío o calor, no
habían domingos ni feriados y todo era a pie.
La historia del Kamión Kamby de Valle Pucú es digna de una película por
su impresionante riqueza anecdótica vivida a lo Paraguay. Es la historia de
una época no tan lejana, pero sacrificada de nuestras madres, de nuestras
abuelas. Pero sobre todo es el retrato de un trabajo, de la laboriosidad de
una generación de mujeres que supo abrir caminos cuando la actividad
económica del país estaba sin poder ofrecer mejores alternativas.
Don Prieto era un hombre de mundo y aunque la guerra del Chaco lo tomó
muy joven (16 años), por cuya consecuencia no fue alistado al ejército,
supo relacionarse con mucha gente, con muchos “chacoré” y fue así que
consiguió para su Kamión. Era un vehículo del Ejército, con doble tracción,
potente y utilizaba nafta. Ese kamión le sirvió para trabajar y así venía por
Valle Pucú a transportar ladrillos. En sus varios viajes vio que las señoras
que vendían leche caminaban hasta Luque o se iban a Yuquyry para tomar
el tren que les llevaría a Asunción. Entonces se le ocurrió encarrozar su
kamión y habló con las kambyreras diciéndoles que él les podía llevar hasta
la capital y fue así que allá por 1946 Valle Pucú empezó a tener transporte
público de pasajeros, con preeminencia de transportar a las kambyreras,
que al fin y al postre eran los pasajeros más numerosos.
La carrocería era de madera, con asiento de madera (al final eran bancos),
solo tenía techo y sus ventanillas de tela (sin vidrio). Era rudimentario,
pero para la época ya daba, casi casi un lujo. Realizaba dos viajes por día
a Asunción, sin imaginarse jamás que aquella iniciativa iba a formar parte
de la historia de Valle Pucú. El camino a Luque era feísimo y fue por esto
mismo que se recuerda con gratitud a Don Prieto, porque para pasar los
tramos difíciles, él llevaba tablones y nadie más que éste atrevido chofer
podía desafiar los esteros y barrancos. Nunca lo detuvo una lluvia y tenía
un eficaz y vaqueano guarda, como era don Zoilo Pérez, quien con pala
rellenaba las zanjas para pisar las ruedas.
LA MUERTE DE ATILO
En un momento dado uno de ellos, Atilo Roa, hijo de doña Benita Roa, se
toma de la estribera justo cuando el kamión doblaba en una curva y Atilo
fue apretado por un árbol causándole la muerte. Ocurrió en el barrio Del
Carmen, frente a la casa de don Eladio Servín y don Alejandro Villalba, el
otro que corría con Atilo detrás del kamión, recuerda que cuando iban a
la escuela era costumbre subirse al vehículo de Don Prieto y vio cómo ac-
cidentalmente pasó lo que pasó al joven quinceañero. Este hecho produjo
una gran tristeza al dueño del Kamión, quien poco después puso fin a su
actividad de transportista.
De todas formas el Kamión Kamby siguió su curso. Después llegó don Papi
Herrera, con dos camiones marca Bebford. Uno de ellos era Ñato y tenía
bocinas de aire que por las madrugadas despertaba a todo el mundo. Uno
de sus guardas era Evergito Aguilera.
Allá por 1965 aparecieron otros tipos de vehículos hasta que el trayecto fue
tomado por la línea 28, Luque. Don Santiago González se compraba ca-
miones marca Volvo N85 y estrenaba con las kambyreras. Luego su sobrino
Papi Alfonso hizo lo mismo, por varios años. Papi Garcete, Irala, Lovera,
Dionisio Cabrera, Bartolo Ynsfrán y varios más conformaban la función de
chofer y guarda, hasta que a mitad de la década de 1970, cuando se cons-
truyó el empedrado Luque-Areguá-Ypacaraí, se terminó la exclusividad del
kamión kamby. Muchos se hicieron de transportes propios. El que por años
repartió leche a pie, fue don Nene Gallagher. Fue un meritorio trabajador
del ramo hasta hace pocos años.
LAS CANASTERAS
Doña Mercedes Zárate de Coronel, canastera. Doña Agustina Jara, también canastera.
Doña Vicenta Cortázar de Benítez llevaba leche y flores, doña Nena Yns-
frán de Cortázar llevaba cigarros po´i y cigarros poguasu. También leche.
Doña Lujeña de Bareiro igualmente ofrecía leche y flores y así las mujeres
de aquella época, trabajadoras todas ellas, mantenían activa la economía de
los hogares de Valle Pucú.
162
CAPÍTULO 16
Los 65 chacoré
Tres Vallepucuguá fallecieron en combate en la guerra del
Chaco y 62 regresaron con vida
Todo Valle Pucú se enteró del caso que afectó a las familias Alvarenga y
Núñez. La solidaridad transformada en llanto fue unánime, pero la visita
masiva eran de señoras, niños y ancianos. Los varones “desaparecieron” por
temor a ser reclutados. En esa época el club 24 de Setiembre ya tenía cons-
truida su hermosa cancha de fútbol y a alguien se le ocurrió organizar, en
esa cancha, una despedida a los cuatro jóvenes que iban a marcharse a la
guerra, en el lejano Chaco paraguayo.
Llegada la noche de ese mismo día jueves, doña Natividad Coronel de Al-
varenga lleva a sus hijos Lázaro y Purificación, en tanto doña Amalia Agui-
lera le lleva a Genaro y Segundo, siempre bajo la cuidadosa mirada de los
integrantes de la “comisión”. La comitiva sale de frente a la iglesia Virgen de
las Mercedes y todos llegan a la cancha llorando. Al rato se inicia el desfile
de despedida acompañado de unas 60 personas portando luces de lampiun,
que funcionaban a base de kerosén. También se prendían mbocaya tapekue
y otros tenían en mano vela encendida mientras se rezaba el Santo Rosario.
Don Juan´i Orué, que luego se convirtió en el más grande arquero que tuvo
el club 24 de Setiembre, se escondió en un Tuka y le sucedió algo muy cu-
rioso. El ni sabía leer, pero en su escondite le llevaban la Biblia que él ojeaba
y ojeaba. Cuando finalizó la guerra él salió sabiendo leer y predicando la
Biblia.
Pintoresco también fue lo que pasó con José Lino Villamayor. En realidad
este señor nació en Isla Valle y falleció en Caacupemí, pero casi 30 años
vivió por Valle Pucú, tiempo en el que tuvo 8 hijos y la guerra le tomó
estando en pareja con doña Victorina Núñez, por eso se le incluye como
vallepucuguá.
Pues bien, Jose Lino era violinista y cuando fue reclutado le preguntaron
qué sabía hacer, “soy violinista”, contestó. Entonces le dieron la misión de
instalarse como músico en Puerto Sajonia, allí desde donde partían los bar-
166
Los 65 chacoré
cos para el Chaco. Dicen que con otros colegas músicos tenía la misión de
ejecutar polkas kyre´y y marchas patrióticas para animar a los soldados y
tal tarea lo cumplió durante tres años sin que él pudiera ir nunca al frente
de batalla.
Don Pa´icho Ynsfrán fue un caso muy especial. Él era hijo de don Luis
Ynsfrán, uno de los que fundó el 24 de Setiembre (pero no fue reconocido y
llevaba el apellido Falcón). Fue a la guerra y cayó prisionero, estaba herido
tras una infernal batalla poco antes de finalizar la contienda. Le llevaron a
Bolivia donde se le curó en un hospital. Tiempo después, en medio de un
intercambio de prisioneros volvió al Paraguay y, naturalmente a Valle Pucú.
Luego formó familia en Yuquyry, pero lo anecdótico es que pese a haber
estado prisionero de los bolivianos, él nunca figuró en la planilla de pagos
de los excombatientes de la guerra del Chaco.
Hay también otro caso muy simpático que le sucedió a Francisco Olmedo,
que vivía frente a la iglesia. El siempre instruyó a sus hijas pequeñas que
cuando llegaban los de la “comisión” les dijera que el papá no está en casa.
Es que Francisco no quería ir a la guerra. Un día llegan los reclutadores y
preguntaron por el papá. Allí salen Dionisia Olmedo y su hermana Aurelia
Olmedo a responder que “nadie estaba en casa”. Los hombres se dispusie-
ron a salir cuando en la calle le encuentran llegar a René, la hija mayor de
don Francisco y como ella no sabía nada, fue interrogada si dónde estaba
su papá y doña René inocentona les responde: “mi papá está en la pieza”.
Los reclutadores entran en la pieza y encuentran a don Francisco escondido
detrás de la puerta. Tras algunas discusiones finalmente le llevaron a Fran-
cisco Olmedo a Asunción, pero él no se fue a la guerra porque era tuerto.
Entonces le dieron la misión de peluquero de los soldados acantonados en
la capital.
Don Jaime Castillo fue reclutado, pero quedó en Asunción, porque como
era carpintero le dieron la misión de trabajar en una funeraria, donde se
hacían los cajones fúnebres para los combatientes fallecidos.
frán quedó prisionero en Bolivia, pero después regresó. Don Luis Zárate
(1930-2017) recuerda que sus padres le habían contado que nunca tuvieron
noticias del resto de Albino Zárate, cuyo cuerpo quedó en los cañadones
chaqueños. Igual ocurrió con Angel Orué, que era hermano mayor de José
H. Orué, Avelino Orué y Lalito Castillo.
Se cuenta que Rafael Castillo ya tenía 42 años cuando fue reclutado a finales
de 1934, apenas había nacido su última hija, doña Lela de Zarza. Quizás
era su destino porque él hacía servicio en la comisaría de Valle Pucú y por
su edad ya no tendría que haberse ido, pero le llevaron. Ya en el Chaco, en
el mes de marzo, a tres meses de finalizar la guerra con Bolivia, cae herido
en un combate. Recibió un balazo en un muslo, probablemente en la zona
de Karanda´yty. Con él estaban varios vallepucuguá, como Santiago Ruiz
Díaz, Segundo Franco y Juan de Dios Pereira. Este último también quedó
herido y se ordenó la evacuación hacia Asunción, pero de regreso el camión
chocó justamente contra un Karanda´y y por falta de atención médica casi
todos fallecieron. En el caso de don Rafael Castillo murió desangrado.
que había muerto en el Chaco. Sin embargo, doña Justa Ramírez no creyó la
notica, dijo no creer en don Juan de Dios Pereira y que solamente va a creer
el día en que el Ejército Paraguayo brindaba la nómina de los fallecidos.
Pero doña Justa (1903-1987), que tenía entonces 32 años, juró amor eterno
a su marido fallecido, nunca más se casó, como nunca supo donde le ente-
rraron al padre de sus hijos. Sin embargo ella ordenó que en Valle Pucú se
rezara el novenario y pidió a sus hijos que cuando falleciera, en el panteón
se pusiera la foto de ambos, juntos, como inseparable pareja.
169
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Espeluznante eran sus relatos del manejo del machete como arma de
combate contra los bolivianos, más todavía cuando recuerda que hicie-
ron un túnel que les llevó a sorprender por detrás a los bolivianos. El
tío Tani recordaba con mucha pena la masacre que hubo en ese enfren-
tamiento, porque todo fue una lucha cruel donde la consigna era vivir
o morir.
Don Mateo Rodríguez se casó con doña Dorotea Espínola y tuvo seis
hijos; Efigenia, Raimunda, Filemón, Ramón, Juan de Dios y Leopol-
dino. En sus últimos años de vida vivía solo en una casita en el barrio
San Blás. Se echó a la bebida y cuando estaba borracho, mejor era no
pasar por donde estaba, porque a él le parecía que todo aquel que veía
era soldado boliviano y quería agredir. Don Mateo mató a muchos bo-
livianos, pero no fue un asesino, fue un soldado paraguayo valiente que
170
Los 65 chacoré
OTROS CASOS
Valga una aclaración: Probablemente haya más personas de Valle Pucú que
fueron a la guerra y capaz que hayan más fallecidos también. Sin embargo
la lista de los 65, que se menciona en este libro, es la aproximación real de
los compueblanos que fueron a defender la Patria en la guerra con Bolivia
entre los años 1932-1935 y que a continuación se citan:
171
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
172
Los 65 chacoré
Pedro Estepa (1905-1990) fue reclutado para la guerra a sus 27 años. Como
era inevitable su marcha para el combate contra los bolivianos, en su despe-
dida –en 1932- entregó al amor de su vida, doña Petrona Aguilera Coronel,
una foto de cuando él prestaba su servicio militar, en 1923, para que ella le
recordara siempre. Él se despidió sin saber que iba a retornar con vida. La
pareja ya tenía dos hijos: Lorenzo Estepa y Juansito Aguilera. Al terminar la
contienda, Estepa regresó vivo y reanudó su relación con Petrona y nació la
tercera hija, Anastasia Aguilera, en 1937. Ella falleció en el 2016.
Por algún motivo, en el año 1938 Pedro Estepa regresó a su valle, San Juan
Bautista de las Misiones. Después de 36 años (1974), volvió a Valle Pucú
y encontró a sus tres hijos ya todos adultos y varios nietos. Pese a su vejez
-tenía 69 años- le propuso matrimonio a la madre de sus hijos, pero Ña
Petrona ya ndoikuaasevéima mbaéve ichugui.
Pedro Estepa, alto y elegante con su uniforme Esta era doña Petrona Coronel Aguilera.
militar que entregó a doña Petrona como re-
cuerdo de amor, antes de ir al Chaco.
173
CAPÍTULO 17
Kurusu Hermógenes
El asesinato de un soldado del Chaco
Una bala en la nuca disparada desde corta distancia, puso fin a la vida de
Hermógenes Aguilera a sus floridos 20 años. Un confuso como lamentable
incidente ocurrido a pocos metros de su casa, desató la desgracia y Her-
mógenes ya no volvió al Chaco para seguir defendiendo a la Patria. En la
guerra habrá esquivado muchas balas, pero no pudo sortear aquella sola
bala que le arrancó su vida.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
“Yo estaba por lo menos a unos 200 metros de donde ocurrió el disparo”,
recuerda Ernesto Bareiro (1916-2016) sobre aquel suceso. Dijo que la des-
gracia se produjo al anochecer y “nadie sabía lo que pasó, solo escuchamos
el disparo. Fui uno de los primeros en llegar y vi el cuerpo sin vida de mi esti-
mado vecino”. Cándida Aguilera (1922), hermana de la víctima, rememoró
aquel episodio diciendo que al escuchar el disparo y llegó la noticia de que
le mataron a Hermógenes, “desesperada me fui a ganar la casa de mi vecino
Ezequiel Ayala, donde pasé toda la noche. Estaba asustada y no sabía qué
hacer”.
El autor del tiro que mató a Hermógenes Aguilera –según varios testimo-
nios- fue don Alejandro Florenciañez, en ese entonces ejerciendo el rol de
“comisario” de Valle Pucú, junto a José Miguel Franco, más conocido como
“Paíto” Franco. Ellos vivían en el barrio 8 de Setiembre y estaban autoriza-
dos a portar armas de fuego. Ambos eran liberales en un país gobernado
por liberales, en aquel tiempo. Ciertamente en el valle ya funcionaba (fren-
te a la Iglesia) una comisaría sin demasiadas atribuciones y a los dos citados
se les encomendó “poner orden” como autoridad. Según Ernesto Bareiro,
el nombre verdadero de ese grupo era “comisión de retaguardia”, pero que
ejercía la misión policial.
Cuando los dos “comisarios” encararon a don Juan Bautista, les dijeron que
debía de acompañarlos, que les iban a llevar al calabozo hasta que le pase
la borrachera y deje de molestar a los vecinos. Se armó una discusión a los
gritos que llegó al oído de Hermógenes que no estaba lejos del lugar. El
hijo vino a defender a su papá e impedir que le llevaran preso. La discusión
subió de tono y nadie cedía, hasta que en un momento dado Hermógenes
176
Kurusu Hermógenes
177
CAPÍTULO 18
La revolución del 47
Aquella salvaje misión de violar mujeres cuando colorados,
liberales y comunistas recurrieron a las armas para tomar el
poder.
Debido a experiencias anteriores, la gente sabía que todos los grupos revo-
lucionarios eran salvajes y que la estrategia de sometimiento que tenían no
era solo el arma de fuego, ni los machetes ni los tucumbó. La crueldad se
manifestaba en violar a las mujeres, sin importar la edad, que sean jovenci-
tas o abuelas daba lo mismo.
En Valle Pucú había una fanática mujer, colorada ella y dispuesta a todo
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Con la presión de doña Estelvina, don Fleitas armó una tropa de 40 re-
volucionarios, entre jóvenes y de mayor edad. Todos eran colorados que
se movilizaban a caballo, con perros caseros, con sus temibles tucumbó o
tejuruguái y naturalmente portando armas de fuego. A la tropa se le decía
“contrarevolucionarios”, porque supuestamente estaba preparada para en-
frentar a los liberales que venían de la Cordillera.
La realidad es que los colorados, igual que los liberales, eran salvajes y muy
temidos. Esa tropa defensiva se instaló en la plazoleta al lado de la iglesia
Virgen de las Mercedes bajo la sombra de las oveñas. La presencia de los
colo´o no era en son de paz, ellos estaban para pelear contra los chovy y sal-
vo a Estelvina Servín, Pedro Juan Fleitas y sus aliados, esta tropa no causó
ninguna gracia al pueblo.
Para más, se alistaron solo con sus armas, con sus amenazas, sus caballos
180
La revolución del 47
Pero los Gaona maniobraron mejor y acto seguido les pidió que levanten
el campamento, que Valle Pucú no es lugar para enfrentamientos y les in-
vitó a abandonar el lugar contándoles que los liberales que debían llegar
de las Cordilleras desviaron su camino y se fueron hacia Limpio. Con este
argumento los revolucionarios colorados salieron del pueblo, justo cuando
hacia el norte aparecieron los liberales y se armó el guyryry.
Sin embargo, los que llegaron no eran los 100 jineteros, sino una docena
de revolucionarios con su pañuelo y sombrero azul. Hicieron una pasada
montados en sus caballos mostrando fuerza con sus tejuruguái. El pánico
saltó de nuevo y la versión de que iban a llegar más gentes y que violarían
a las mujeres coloradas si se les encuentra en la calle, arrancó un miedo
tremendo.
Más, lo que hicieron los liberales fue verificar si los colorados traídos por
Pedro Juan Fleitas y Estelvina Servín salieron o no del pueblo. Al com-
probar que ya se fueron, llegaron a la casa de don Merardo Olmedo y don
Miguel Olmedo, éste también era presidente de los liberales. Mantuvieron
una reunión y ambos les advirtieron que en Valle Pucú no había tropas
de ningún bando y mejor que se retiraran. Ciertamente los Gaona tenían
razón, porque el grueso de la caballería que amenazaba llegar desde las
Cordilleras, desviaron su rumbo.
182
La revolución del 47
ADOLFINA DE GAUNA
una de sus compañeras se llamaba Soraida Baranda. Esta era hija de Cipria-
no Baranda, quien formaba parte del plantel de maestros de la escuela de
Valle Pucú y llegó a interinar la dirección. Andaba con muletas, le faltaba
una pierna, aparentemente quedó mutilado tras pelear en el Chaco.
Cuando estalló la revolución del 47, los colorados le tenían marcado a don
Enrique Da Costa y tenían actitud hostil contra él y su familia. De tanto en
tanto arrasaban y destruían sus cultivos. Él tenía en Caacupé plantaciones
de piña, banana y vendía leña y carbón. La presión fue subiendo hasta el
punto que los colorados amenazaron con violar a Adolfina, la hija de don
Enrique, que en ese tiempo tenía 27 años, era una hermosa y culta mujer.
De nada sirvió haber pedido auxilio al sacerdote de Caacupé, pues los co-
lorados insistían con la amenaza.
Esa discreción facilitó para que los colorados ni se enteraran del operativo.
Previamente la propia Adolfina acordó con su compañera Soraida Baranda,
que la recogiera del Mercado a la madrugada a fin de llevarla a su casa que
estaba en el barrio Recoleta, hacia Santa Rosa.
Pues bien, el viaje salió perfecto, el camión llegó a Asunción y Soraida res-
cató a Adolfina envuelta en bolsa de carbón y a su mamá, llevándolas a
su domicilio. Cuando los colorados de Caacupé se enteraron de la noticia,
empezaron a investigar y presionar sobre el paradero de Adolfina. Para evi-
tar cualquier riesgo, Soraida le dijo a Adolfina para que viajaran a Valle
Pucú, donde se encontraba su padre Cipriano Baranda, quien alquilaba
una piecita al lado mismo de la escuela graduada número 87 y detrás de la
iglesia Virgen de las Mercedes. La casa alquilada pertenecía a doña Juliana
Aguilera. Poco después mi abuela Honoria y mi abuelo Silverio (Chivé), le
invitaron a Adolfina y a su madre doña Dionisia, a mudarse en su casa que
era más amplia y ambas aceptaron.
184
La revolución del 47
185
CAPÍTULO 19
San Antonio
Imagen familiar de 160 años que sirvió de santo protector
durante la cruel guerra del ´70
Pablino Velazco llegó a la casa de Guazú Cuá y allí habló con su hermano
Juan Serapio Velazco, menor que él. Le puso al tanto de la actividad militar
y finalmente ambos se marcharon a la guerra. Antes, sin embargo, ingresan
en la pieza de la casa, construida con techo de paja y agarran una pequeña
imagen de San Antonio que Pablino ya había adquirido anteriormente y a
la que veneraba. Era una imagen de bolsillo, que tiene unos 5 centímetros
de alto. Los dos hermanos agarraron lo poco que tenían, cada uno montó
a caballo y se marcharon a Pilar. Se llevaron la imagen de San Antonio a
quien los dos se recomendaron para que los protegiera en una guerra dis-
par, donde los enemigos eran más numerosos y poderosos.
la medianoche y éste fulano solo le dijo pocas palabras para luego desapa-
recer. “Mi comandante; vienen gente para atropellar tu cuartel y matarle.
Usted tiene que marcharse ahora”. El extraño señor dio una media vuelta y
desapareció en la sombra de la noche.
Casi dos semanas después de aquel extraño suceso llegó a Asunción sobre
su caballo e informó lo ocurrido a sus superiores. En su último acto militar
fue nombrado edecán de un presidente de la República en 1912, luego del
cual solicitó su pase a retiro del Ejército.
El tío Pablino se marchó para Buenos Aires, era soltero y volvió con más
de 70 años a Valle Pucú, poco antes de la guerra del Chaco. Terminada la
guerra fue a vivir a Luque, donde su sobrina Simeona se había mudado
luego de casarse con José Concepción Ortiz y falleció en 1947 a los 98 años.
En tanto, Juan Serapio Velazco, que era su menor, falleció antes, a los 89
años en 1939. Previamente había fundado el club 24 de Setiembre, donó
parte de su propiedad para la cancha y también fue electo presidente de
la comisión pro-estadio del club, en 1931, tal como figura en un acta de la
institución.
Rojas. Él era de San José de los Arroyos, fue a la guerra de 1870 y cuando se
desmovilizó la tropa, tal vez era su destino; le conoció a Cleofa Pereira con
quien se casó y vivieron en el barrio 8 de Setiembre. La pareja tuvo varios
hijos, entre ellos Marciano Rojas (h), el mayor, Estanislao, Silverio (que fue
mi abuelo), Segundo, Blás, el tío Luchí, Ciriaca, Anacleta y Agavita Rojas.
191
CAPÍTULO 20
Maestras frente a la antigua fachada de la Escuela Arriba: Evelia Ortiz, Cristina Aguilera, Antonia
de 1912. Alberta Báez, Petronila Usher, Rubia Cá- Alvarenga, Pablina Báez y Antonia Báez. Abajo:
ceres, Pablina Báez, Yiya Vera, Virginia de Orué, Saturnina Orué, Alberta Báez, Dolores Medina,
Francisca Agüero, Reina Escobar, Eulalia de Cas- Rubia Cáceres y Eulalia de Castillo.
tillo y Efigenia de Cáceres.
Las maestras de la década del 60 en una fiesta de Dolores Medina, Pablina Báez, Antonia Alvaren-
cumpleaños de la directora Rubia Cáceres (centro). ga, Evelia Ortiz,Saturnina Orué, Antonia Báez,
Rubia Cáceres, Eulalia de Castillo, Alberta Báez,
Virginia de Orué y Trigidia Orué.
Esto ocurrió hace 106 años. Según refieren, una persona que influyó bas-
tante para ese reconocimiento casi inmediato por parte del Gobierno fue el
doctor Cecilio Báez, expresidente de la República, cuya activa presencia en
Valle Pucú ya hemos desarrollado en un capítulo anterior.
EL PRIMER DIRECTOR
Pero antes de entrar en más detalles sobre lo que fue este maestro, hagamos
un pasito para atrás con el propósito de reseñar que la educación en Valle
Pucú no arrancó en 1912, sino muchos años atrás, ya en la época de don
Carlos Antonio López, el primer presidente constitucional del Paraguay. Es
así que en 1856 llega un informe al Gobierno, al entonces ministro doctor
Francisco Sánchez , en el que se consigna que en Valle Pucú la escuela tenía
195
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
27 alumnos, de los cuales 6 estudiantes no eran del pueblo, sino de otro lu-
gar. El maestro era don José María Domínguez, quien varios años después
(1880) –lo quiso el destino- se convertiría en abuelo de Pascual Servín.
AQUELLAS MUJERES
EL TERRENO…EL EDIFICIO
La construcción se hizo por etapas en largos años y parece ser que poco
antes de la Guerra del Chaco se terminaron las primeras tres piezas de ma-
teriales cocidos, porque antes eran de paredes de mbokaya (se le decía es-
taqueo) y techo de kapi´i. Incluso, se cita que fue hacia el barrio San Blás
que se habilitó la primera y precaria escuela, luego se mudó al lado sur de la
198
Aquella escuela de 1912
Las mujeres, en largas caravanas, traían en carros, en “ajaka”, sobre sus ca-
bezas, las piedras desde Yuquyry, para la edificación. Las piedras se coloca-
ban con mezcla de “yvypyta”, porque no se disponían de materiales como
cal o cemento.
LA ESCUELA RURAL
Hay algunas versiones que han puesto en duda que la escuela de 1912 de
Valle Pucú haya sido fundada por Lorenzo Cáceres, aunque le reconocen
importante participación. Esas versiones atribuyen mayor mérito a doña
Saturnina Mercedes, quien por ser del valle y una mujer muy activa, aglu-
tinaba a mucha gente a su alrededor. Esta mujer se casó con José Antonio
Orué y tuvo como hijos a don Marciano Orué, Juan Orué, Sofía Orué y
doña Juanita Orué. Sobreviven un montón de nietos, bisnietos y tataranie-
tos.
199
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Era muy riguroso y muy patriota. Además, siempre mantuvo contacto con
gente de Asunción y se le atribuye también haber fundado otras escuelas,
como la de Yuquyty (1960), junto al maestro vallepucugua Eulogio Franco,
hijo del chacore don Rufino Franco, más una tercera escuela en el Chaco,
en el departamento de Presidente Hayes.
Don Lorenzo se casó con una mujer de nuestro valle; doña Filomena Sa-
nabria con quien tuvo tres hijas: Doña Pité, Ramona y Verena, quien tam-
bién fue docente. La primera nombrada, o sea, Ña Pité, tuvo siete hijos. El
“maestro” nació en 1887 y falleció a los 85 años, el 16 de octubre de 1972.
EL MAESTRO ESCOBAR
Otra persona emblemática de la cultura de Valle Pucú fue don Esteban Es-
cobar, más conocido como “Maestro Escobar”. Este nació en Villa del Rosa-
rio, San Pedro, pero el destino le trajo por nuestro valle, allá por la década
de 1920. De aquí se marchó a la guerra del Chaco y también aquí se casó
con doña Petrona Ruiz Díaz. Del matrimonio nacieron dos hijos; Amado
y Ranulfo. Esta familia vivió allí donde hoy funciona la casa parroquial. En
1964 se había mudado a Asunción.
hasta leche (en polvo) se servía como desayuno y merienda a los alumnos,
quienes en su mayoría acudían a la escuela descalzos.
Una de las cocineras era Blanca Rojas. La tía Adolfina ocupó el cargo hasta
1964 y al año siguiente se mudó con toda la familia a Asunción. Falleció en
el 2015 a los 95 años. En su reemplazo quedó brevemente Dalila Encina y
luego Eulalia de Castillo.
201
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
AQUELLOS MAESTROS
En la nueva época que vive el país y que se puede identificar desde 1989
en adelante, luego de ser derrocado el presidente Alfredo Stroessner en un
202
Aquella escuela de 1912
Finalmente hay que acotar que en Valle Pucú se fundó la primera Escuela
de Corte y Confección, allá por la década de 1950 de la mano de la luqueña
Doña Emilia de Doldán. Funcionaba en la casa de doña Teresa Jiménez, allí
frente a la plaza “Lorenzo Cáceres”. La maestra tenía un hijo que era sacer-
dote, Walter Doldán, y llegó al valle mediante don Félix Galeano, que era
yerno de Ña Teresa. Una de sus últimas alumnas que aún vive, es Dionisia
Leguizamón.
MEMORIA
205
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
asientos y una cruz (kurusú) clavado por el horcón principal del aula
y dos candeleros de madera gruesa.
206
Aquella escuela de 1912
Maestro Tura o Tío Tura: Como lo llamaban sus alumnos, era muy
bueno y venerado por todos los vecinos y amigos de este Valle
Pucú. El maestro Tura enseño hasta 1.886, falleció pobre con sus
pariente en este lugar. No dejo ni un descendiente
Maestro Victoriano Chaves: (Maestro Vitó) de Valle Pucú mutila-
do de guerra del 70 en la pierna izquierda, se presume que era ya
maestro antes de la guerra grande, este enseñó a Leandro Benítez
207
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
208
Aquella escuela de 1912
209
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
210
CAPÍTULO 21
La Junta General
Un espacio democrático que marcó el camino del pueblo.
La “ley” lo hacía cumplir el comisario. Sus éxitos y un
inesperado final.
Se han dado casos en que la ausencia a la reunión “se pagaba” al día siguien-
te con una citación a la comisaría para que el ciudadano explicara el motivo
de su ausencia, y como esto era muy molestoso, mejor era evitar, entonces
la gente se esmeraba en no faltar a la Junta. Incluso, algunas ausencias rein-
cidentes eran “castigados” realizando trabajos de limpieza en el cementerio,
en la plazoleta, el tupaokorapy o taponando baches en la calle, que en aquel
tiempo era todo de tierra.
En ese 1963 también surgió algo muy importante. Antes, para ir al barrio 8
de Setiembre (también a Yuquyty y Costa Fleitas), no existía camino, como
el de ahora. Se tenía que transitar por un “tape-sanja” o carretera que cru-
212
La Junta General
zaba la actual casa del señor Víctor Miranda –a partir del desvío- hasta
unos 700 metros, más o menos, pasando por las casas de Ramona Pereira
y Juan´i Orué, para luego girar a la izquierda al costado de la propiedad de
Laku Gaona. Pero ocurrió que un año antes, en 1962, Guillermo Gaona
terminó de construir su entonces hermosa residencia y le trajo a un famoso
pintor uruguayo llamado Mariol, quien le pintó un muro con el nombre de
“Villa Sofía”, que hasta ahora existe.
Entonces don Guillermo, que era una influyente persona, acordó con don
Fermín Cabrera y don Félix Nery Orué gestionar en Asunción la venida de
un tractor (motoniveladora) para abrir una nueva calle que pudiera conge-
niar con su hermosa residencia recién terminada y fue así que se abrió la
calle actual que sustituyó al “tape-sanja”.
Ese mismo tractor fue aprovechado para enderezar otro “tape-sanja” con
curva muy peligrosa de unos 200 metros que existía en el barrio Del Car-
men, allí donde están los domicilios de los herederos de Eladio Servín, Fi-
del Ayala, Chimó Cortázar y otros. En esa misma y peligrosa curva había
fallecido el joven Atilo Roa, hijo de ña Benita Roa, en el primer accidente de
tránsito que ocurrió en Valle Pucú en 1959. El camión de Don Florentino
Prieto había ocasionado aquel lamentable accidente.
Pero también tuvo sus puntos negros, como aquel 1958, cuando esta misma
asamblea rechazó el proyecto de urbanización del pueblo presentado por
José Concepción Ortiz, como así también la construcción de una avenida
arbolada ideada por Victoriano Núñez, en 1962, aunque a favor se tiene que
ambos rechazos se produjeron por votación de la mayoría y eso se respetó.
Cabe puntualizar que hoy día existe un barrio populoso con camino asfal-
tado, surgido en 1982 y se llama San Miguel, conocido también como Villa
1. Es el quinto barrio y su nacimiento se produjo con la fuerte inmigración,
en noviembre de ese año, de personas venidas de la zona ribereña de Asun-
ción promovido por el Gobierno de entonces, a través de la Municipalidad
de Asunción.
UN FINAL CONFLICTIVO
El ocaso del balneario Las Mercedes casi llegó paralelo con el final de la
vigencia de la Junta General. La muy fructífera asamblea del pueblo, la que
tanto sirvió para hacer muchas cosas por el valle, tuvo un desenlace con-
flictivo en agosto de 1977. El final, increíblemente, llegó de la mano de uno
de sus impulsores; Guillermo Gaona.
Con este plan se excluía al barrio San Blás y por dicho motivo sus vecinos se
alzaron pero furiosamente. Nunca estuvieron tan unidos católicos y evan-
gélicos como aquel entonces y empezaron a hacer la guerra para que el em-
pedrado les alcanzara. Tremendo fue el problema y la “yaguareada” contra
Gaona llegó hasta el Gobierno (Stroessner era el presidente).
216
CAPÍTULO 22
Iglesia Evangélica
La segunda comunidad religiosa. Sus inicios, las
persecuciones y anécdotas.
La presencia del grupo evangélico no fue bien vista en Valle Pucú, a tal pun-
to que ha habido maltratos y persecuciones tal vez innecesarias, todo con el
propósito de desalentarlos y si es posible que se vayan a otro lado.
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
La actitud del Pa´i Francisco Palau, del Pa´i Rejalada, más la declaración de
Germán Castillo, hay que contemporizar, hay que entenderlos en el tiempo
que transcurrió todo esto sin juzgarlos de una manera maliciosa. Tengo
también muchos, muchísimos testimonios similares de personas que se
opusieron a los protestantes, pero hoy día ya estamos en un mundo dife-
rente y tanto las víctimas de entonces como también los opositores, solo
fueron productos de una circunstancia y se debería tomarlo simplemente
como una situación que ya fue superado totalmente.
Hace unos años la agrupación evangélica también edificó y habilitó una es-
218
Iglesia Evangélica
cuela adonde acuden los niños cuyos padres profesan la religión protestan-
te y a 70 años de su creación, los evangélicos ya son una comunidad grande
a tal punto de convertirse en el segundo grupo religioso más importante en
Valle Pucú. Por ejemplo, San Blás y Del Carmen son los barrios que reúnen
a la mayoría de los adherentes. Incluso avanzaron a otras comunidades y
el más importante es el de Yuquyty. También en la Villa 1 han formado su
iglesia.
Algo similar ocurrió con don Emilio Núñez, quien más adelante se conver-
tiría en pastor evangélico hasta su fallecimiento. Don Emilio jugaba en el
“24”. Se le decía “Emilio cohete” y un buen día, allá por 1965, comunicó que
se alejaba de la cancha por cuestiones religiosas.
DE CATÓLICO A EVANGÉLICO
222
CAPÍTULO 23
El último eucalipto
El fallido intento de construir una avenida arbolada en Valle
Pucú. El fracaso se dio porque el proyectista era liberal.
Si aquel plan se hubiera concretado, Valle Pucú hubiese tenido una calle
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
más amplia de 10 metros de ancho con 2 metros de vereda libre por lado
y arborizado desde el desvío (así se le llama al troncal donde se une con
la ruta Luque-Areguá) hasta el pueblo de Yuquyry, por un lado, y desde el
desvío hasta unirse al pueblo de Yuquyty, por el otro lado. O sea, la avenida
completa debía de tener 14 metros de ancho, entre calle y veredas.
Don Victoriano Núñez quiso revivir aquel fallido proyecto de José Concep-
ción Ortiz, quien había presentado un plan de urbanización de Valle Pucú,
cuadra por cuadra, que le fue rechazado en 1958 en una reunión de vecinos
en la denominada Junta General. Desde luego había diferencia entre los dos
proyectos, porque mientras José Concepción Ortiz ya pensaba abrir calles
cada 100 metros, el de Victoriano Núñez pretendía ampliar y arborizar la
principal avenida de nuestro valle.
CONTACTOS Y PERSONAJES
Él tenía a su favor ser “el compadre” del general Marcial Samaniego, en-
tonces ministro de Obras Públicas. Con estos contactos don Fermín per-
manentemente mantenía en excelente condición la calle porque el citado
ministro ponía a su disposición motoniveladoras y camiones tumba.
eran los que “molestaban” para la ampliación y tal cosa se consideraba casi
irrelevante frente a la gran envergadura del plan caminero.
Todo iba bien encaminado, el plan ya fue debatido en la Junta General del
pueblo y una delegación fue al Jardín Botánico,
en el viejo camión de Don Prieto, a traer los ár-
boles, previo acuerdo con los que administraban
ese lugar. Fue así que se trajeron plantitas de eu-
caliptos y de yvyrapytá y algunos tajy. Se hizo un
gran acto en la plazoleta del Oveñaty, al lado de
la iglesia y se plantó un simbólico árbol de euca-
lipto, que estuvo a cargo de Jorge Gauna, enton-
ces con 8 años. Fue frente al actual colegio Juan
de la Cruz Gaona.
226
CAPÍTULO 24
al arroyo.
Una vez alcanzada la orilla se tiran al agua, que casualmente estaba desbor-
dado luego de una intensa lluvia. El grupo cruza a nado hacia Costa Sosa
para luego emprender a pie el viaje hasta la ruta donde los esperaba un
camión de carga fletado por Elio José Serafini (1917-2007) Este era un pla-
tudo dirigente comunista luqueño, famoso por haber construido 120 obras
benéficas.
Los “ta´yra” le dicen que camine dos cuadras más porque en esa dirección
le estaban esperando, y allí estaban los hermanos Guillermo, Laku y Fabio
Fleitas Gaona esperándole. Cuentan que al llegar se saludan y Guillermo le
da un soberano tovajepete a su compái con un “te dije luego que no te metas
más con los comunistas y ésta es la última vez que te salvo la vida”. Ayala
inclinó la cabeza con un “apromete ndeve pariente” y sube en una camioneta
que le trajo hasta Valle Pucú.
El mismo Gaona refirió que el operativo rescate se hizo tan bien que nadie,
sino unos pocos confidentes sabían que Ayala fue ayudado a huir en una
tambora. Para los registros policiales él figuraba como “desaparecido”.
AQUELLOS “COMUNISTAS”
Isidro Ayala nació en Valle Pucú en 1920 y falleció en 1982. Fue hijo de
Francisca Ayala y Anastasio Cortázar. Solo fue reconocido por la madre,
motivo por el que llevó el apellido Ayala y no Cortázar. En realidad quien
lo crió fue doña Evarista Ayala, hermana de Francisca, porque ésta se había
juntado con otro hombre.
Estuvo casado con doña René Aguilera y tuvo cuatro hijos, Rodrigo, Eli-
gio, Darly y Celia. Fue presidente del club 24 de Setiembre en la década de
1950 y se lo considera como el mejor dirigente de todos los tiempos por su
capacidad, por dinamismo, por ese darse por entero al trabajo. Fue quien
modernizó las instalaciones sociales del club que antes de eso funcionaba
en precarias condiciones. Ideó, con Juan Bautista Ayala, que en la tarde del
día aniversario del club se disputaran partidos de exhibición de clubes de
229
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Asunción y es así que llegaron a jugar en Valle Pucú Sol de América, Rubio
Ñu, General Caballero, Sportivo Luqueño, Cerro Porteño y Olimpia.
Fue albañil, pero sobre todo un pintor profesional de primer nivel. Fue en
éste ámbito que una vez, buscando trabajo en Asunción en la plaza Uru-
guaya, encontró a un maestro albañil que le ofreció trabajo. Increíblemente
aquel maestro era un comunista que tenía como misión reclutar a jóvenes
para integrarse al partido comunista.
Dio la casualidad que Franco Vera fue quien escribió la música del “24”,
conocido como “..el cuadro más victorioso….” junto a Papi Orrego. Próculo
Cortázar, hermano de Isidro Ayala, fue otro sindicado como comunista y
varias veces cayó preso y torturado, por lo que a consecuencia de ello falle-
ció muy joven, en 1954 con solo 36 años.
Pese a la intensa actividad que realizaron en Valle Pucú los operadores co-
munistas no consiguieron muchos adeptos por la “fuerte marcación” que
hicieron los Gaona. De todas maneras algunas personas muy conocidas
estaban en esa lista de “sospechosos” por ser comunistas y entre ellos esta-
ba mi padre, Tatito Insfrán, Timoteo Cortázar, Miguel Cortázar, Juansito
Aguilera, Ramón Rojas, el mismo Luis Gaona, el hermano de los “comi-
sarios” y Ernesto Bareiro. Este era hijo de un dirigente colorado, Joaquín
Bareiro, pero se le tenía en “la lista” por ser amigo de infancia y de trabajo
de los nombrados más arriba.
231
CAPÍTULO 25
La casa de los “Le Turquí”. Ya es antigua y sigue tal cual como siempre. Allí viven algunos de
sus nietos.
Don Jorge Said fue quizás, el primer inmigrante no español que llegó a
Valle Pucú a principios del siglo 20, de más allá del territorio americano.
Vino con su esposa Juana Said, ambos procedentes de Turquía y construyó
su vivienda en la esquina del camino que baja hacia el cementerio. Esta casa
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
En una época don Jorge también montó una ferretería bien surtida y fue en
ese tiempo que crió caballos y se metió en la apuesta de la carrera. Decía
que en Turquía él, y sus padres, también eran carreristas pero con la dife-
rencia de que criaban camellos. Por eso la reacción suya de aquel día en que
perdió todo diciendo que “el caballo no es como el camello”. Él era un hábil
apostador, pero el problema que tenía fue que hablaba muy poco el español
y menos el guaraní y por ahí le jodian todo.
Fue impresionante ver a tanta gente que vinieron exclusivamente para ver
al citado árbitro internacional. Sportivo Luqueño y General Caballero de
Zeballos Cue eran los clubes invitados para el encuentro amistoso. Se da
la casualidad que tanto la pareja “Le Turquí” como don Albera, fallecieron
allá por 1966.
235
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
236
CAPÍTULO 26
Ña Victorina
Tenía una extraña habilidad en el significado de las cartas y
maravillaba con sus adivinanzas
se acabó, o para que la respuesta no sea tan corta tal vez le agreguen que allí
se paga 10 mil guaraníes (2 dólares) para ingresar y disfrutar de sus piletas,
de la naturaleza y hasta allí.
A una respuesta como la citada más arriba nada hay para reprochar, porque
se dirá lo que es actualmente “Ña Victorina”, se dirá lo que se sabe de un
nombre que no le llama tanta atención más que el de ser un lugar recreativo
en formación, muy concurrido últimamente y que más adelante puede ir
creciendo más y más porque dicen que allí se construirá hasta un hotel.
Fue madre de 8 hijos, de los cuales 4 fueron mujeres Carmen (88 años),
Celina (86 años), Bertha (84 años) y Graciela (77 años). Los varones son
Víctor (78) Ricardo (71), Nicasio (69) y Sebastián (67). Nunca se casó pero
se dió el caso que todos sus hijos tuvieron un mismo padre: José Lino Villa-
mayor, un violinista de antaño que empezó a ejecutar el instrumento a los
10 años y seguía dando cuerdas hasta sus 94 años cuando falleció. Don José
Lino era tipo “Don Juan” de su época y en total tuvo 16 hijos reconocidos y
otros tantos no reconocidos.
Hoy día el modernismo tiene su lado y a los que adivinan los acontecimien-
tos se les denomina de muchas maneras: astróloga, parasicóloga, tarotista y
hasta payesera, paraguayisando un poco el término. No creo que ella fuese
ninguna de estas denominaciones. Más bien Ña Victorina fue “pruebera”.
Este es el término que le calza mejor, o en todo caso, adivinadora.
Cada carta tenía su significado y ella “le hacía hablar”. Por ejemplo, si te
sale el “5 de espada”, amóntema, te podes ir al mazo, porque ese número
era considerado como la carta maldita, la de la mala suerte. Pero el susto
se puede transformar en sonrisa y alegría si por ahí te aparece el “7 de oro”
que era la fortuna y que entre otras cosas puede significar que pronto te vas
a casar. ¡Cuántas mujeres hacían cola en vísperas del día de San Juan y San
Antonio para que Ña Victorina les leyera las cartas y rogando que les saliera
el “7 de oro”¡. Y la otra cara: si aparecía el “4 de copa”, es que el novio te dejó,
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VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
240
CAPÍTULO 27
Julio Olmedo
Cantó a Valle Pucú durante toda su vida
Don Julio fue animador de número en las fiestas de ára santo en la iglesia y
cantando al “24” era inigualable. Tuvo siete hijos (Blanca, Carlos, Porfiria,
242
Julio Olmedo
Jorge Maidana, Chacho Villamayor y Willys Llamosas, formaban el grupo “Los Príncipes del
Paraguay”. Esta foto fue tomada en Ecuador en la decada del 70.
montón de luqueños. Todos se juntaban. Que noche fue la noche aquella, que
alegría inmensa lejos de la patria. Jullito era del pueblo y sabía divertirse con
la gente cantando a su Valle Pucú”.
PROFESIONALISMO DE NIVEL
Casi en paralelo fue la carrera musical de los dos Ramón. Porque Ramón
Rojas no fue menos y después de Los Orrego, ambos se incorporaron a la
orquesta de Rodrigo Benítez (de Luque), conceptuado en la época como
la segunda orquesta típica del país. Eran memorables los años en que en
Valle Pucú Rodrigo Benítez animaba la fiesta del “24” con el Jazz de Osmar
Suarez.
Los dos también integraron otras orquestas cuando Benítez decidió po-
ner punto final a su carrera artística. Así surgieron las orquestas de Víctor
Landi, Juan Vidal, Valois Franco y hasta llegaron a tocar en la orquesta
sinfónica de Luque y Asunción. En un momento dado, año 1964, a Ramón
Ka´i se le ocurrió formar su propio conjunto que se llamaba “Areguá raka
memby”, que traducido sería como “Hijos de Areguá”. Tenía como cantante
al duo Cabrera-Alvarenga, o sea, Virino Cabrera y Alejo Alvarenga. Les
acompañaba en el acordeón, casi niño entonces, Julio César Báez, apodado
Nolo. Todos eran de Valle Pucú.
Hicieron su debut radial en Radio Teleco y aquel día –en horas de la tarde-
el pueblo entero se puso en sintonía para escuchar la actuación. Ramón
Rojas y Ramón Orué, en medio de esas intensas actuaciones profesionales,
244
Julio Olmedo
Ramón Orué (flecha) en 1955 cuando integraba la gran orquesta típica de Los Orrego.
VOCACIÓN MUSICAL
“CHACHO” VILLAMAYOR
En cierta medida fue Jorge Maidana el iniciador del grupo musical, yéndo-
se primero a Brasil y luego –tras unirse con Villamayor- el conjunto se ins-
taló en Perú. El primer arpista del grupo fue Amado González, ya fallecido
y luego lo reemplazó Willy Llamosas.
con la orientación del maestro Cecil Pereira, Ambos hermanos son habi-
tuales animadores de las celebraciones religiosas, tal como el conjunto de
los Hermanos Quiñónez.
248
CAPÍTULO 28
Graciela Villamayor
La fantástica, aunque silenciosa carrera artística nacional e
internacional de una cantante de gran nivel
-“Puede ser, pero hace tanto tiempo que almuerzo a esta hora que ya forma
parte de mi vida”.
Sin embargo, por una cuestión de tiempo, por varios años dejé de ir a la
referida casa, en tanto doña Victorina ya había fallecido en 1996. De aquel
tiempo al 2018 pasaron muchas cosas en la casa de los Villamayor, entre
ellas que Graciela tiene serios problemas de salud en la columna vertebral
y su cuerpo se ha encorvado. Ya no puede pararse recto y menos aún sin
bastón.
250
Graciela Villamayor
Gracielita posando para una producción de fotos para diarios de Perú. Su belleza era natural y
no necesitó “tunearse” para ser distinguida.
Ella nació el 15 de abril de 1941 y a sus 77 años verle así golpea un poco
sabiendo “el fisicazo” que tenía, con una belleza natural inigualable que des-
lumbraba ante los ojos de cualquiera. Para ser hermosa ella no necesitaba
tunearse, resaltaba por sí sola. No precisaba de cirugías de pechos de cara
o lo que sea, tal como hoy hacen muchas mujeres para aparentar ser más
lindas.
251
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Quien más que Graciela Villamayor ha sabido distinguir a Valle Pucú por
escenarios nacionales e internacionales. Era muy presentable por su buen
físico y admirada belleza y, sobre todo, por su encantadora voz.
Hija del violinista José Lino Villamayor y Victorina Núñez, adquirió los
dotes musicales de su padre, igual que todos sus hermanos. A sus 22 años
viajó al Perú a acoplarse al conjunto “Los Príncipes del Paraguay”, cuyo di-
rector era su hermano Víctor “Chacho” Villamayor, junto a Jorge Maidana y
Willis Llamosas. Fue en 1963 y estuvo tres años seguidos en Lima actuando
en los mejores escenarios.
que visitará a la familia y que en poco tiempo volvería a Lima. Jamás volvió.
Hoy Graciela Villamayor camina encorvada y con bastón, sus animales son
sus mejores amigos, pero a sus 77 años éstos avatares ingratos de la vida,
nunca le privó ni “michimí” de la voz que le hizo ser una cantante famosa,
encantadora y orgullosa de haber nacido y vivido en Valle Pucú.
253
CAPÍTULO 29
Club 24 de Setiembre
Primer club deportivo de Valle Pucú y Areguá
El actual estadio del 24 de Setiembre, denominado Próculo Cortázar, desde 1955, en honor a
quien fuera su presidente y quién falleciera a los 36 años.
Doña Reina, Don Luis Alberto y Doña Elvira, desfilando con la bandera del “24”. Los tres son
hijos de Don Emiliano Ferreira, uno de los fundadores del club.
Año 1961. Liga Luqueña de Fútbol, equipo del 24 de Setiembre: Parados: “Chicotanga” Orué,
Tomás Legüizamón, Dole Orué, Eugenio Nuñez, Epifanio Orué y Ramón Rojas. Abajo: Alejo
Alvarenga, Tita Alvarenga, Norberto Ibarra, Julián Rojas y Julio Olmedo.
El acta fue redactado por Emiliano Ferreira y Lorenzo Cáceres Díaz, bajo
la supervisión de Pascual Servín que era un docente de buena preparación
y todos dieron su conformidad, pero no todos firmaron porque la mayoría
no sabía leer ni escribir. La juventud de aquellos años no había tenido la
oportunidad de ir a la escuela, por lo que si aparecía alguien sabiendo leer y
escribir, ese era el karai guasu. Las tres únicas personas mayores que sabían
leer y escribir y que participaron de esa reunión fueron Pascual Servín,
Lorenzo Cáceres Díaz y Emiliano Ferreira.
Equipo del 24 de Setiembre, campeón invicto, Liga Aregueña en 1968. Arriba: Atilio Vargas,
Deolegario Orué, Catalino Franco, Virino Cabrera, Bernardo Orué, Tomás Legüizamón, Eu-
genio Nuñez, Bernardo Insfrán y Alejo Alvarenga. Abajo: Erico Ayala, Michell Sánchez, Ale-
jandro Legüizamón, Sabino Torales y Pedro Nuñez.
258
Club 24 de Setiembre
Sobre el primer punto hubo dos ponencias; uno, que el club se denomine
24 de Setiembre en homenaje al día de su fundación y para que su fiesta se
haga cada año en coincidencia con la fiesta de la Virgen de las Mercedes. La
otra ponencia fue que el nuevo club se llame Sportivo Valle Pucú para que
la entidad deportiva tuviera el mismo nombre del pueblo. Las dos propues-
tas fueron debatidas y les gustó a la gente, pero una vez llevada a votación
ganó la idea inicial de que la institución lleve el siguiente nombre: “24 de
Setiembre Football Club”. El “Football Club” es un término inglés que sig-
nifica “Club de Fútbol”, que era muy utilizado en aquellos tiempos por casi
todas las instituciones deportivas. Esto se debería a que los ingleses fueron
los creadores del fútbol, aunque hoy día hay algunos que ya sostienen que
el fútbol fue creación de los guaraníes, en la época de los Jesuítas.
Cuentan que don Pascual Servín hizo un vehemente discurso para que la
camiseta del “24” sea blanco y negro, igual que el vestido de la Virgen. Jus-
tamente don Pascual es parte de la familia que ha traído a Valle Pucú la
imagen de Las Mercedes allá por la década de 1850. También él tenía un le-
gajo de gran valor que significaba haber formado parte, siendo muy joven,
de la camada que fundó el Club Olimpia de Asunción en el año 1902, por
lo que para algunos, fue Pascual Servín quien trajo el fútbol en Valle Pucú.
259
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Cuando se fundó el “24”, ya hacía por lo menos siete u ocho años que se
jugaba “vai vai” a la pelota de fútbol en Valle Pucú. La actividad se nucleaba
dentro de un club que se llamaba Diamantino. Aunque el Diamantino nun-
ca fue un club de ley porque funcionaba “péichande” desde 1906 o 1907, no
existen dudas de que fue el origen del Club 24 de Setiembre. El nombre de
Diamantino se tomó de aquel barco artillero, que con esa denominación
participó de los combates navales durante la Guerra del 70. Fue propuesto
por descendientes de aquella terrible contienda.
picho para afuera y que eso llevaba a los partidos que se jugaban entre ve-
cinos y amigos. Sin embargo don Rosendo no recordó quien trajo ni cómo
consiguió aquella primera pelota, aunque todo apunta a que la pelota trajo
de Asunción Pascual Servín, por el vínculo que tenía con el Olimpia.
Como dato relevante también cabe consignar que cuando nació el “24”, ni
el Sportivo Luqueño todavía se había fundado. El Luqueño se fundó recién
en 1921. En aquella época no era fácil competir o encontrar adversarios
porque se tropezaba con algo muy grave: ni los reglamentos del fútbol se
conocían de manera clara. Todo era “péichande”.
Justamente don Marciano Orué comentaba que hubo dos intentos anterio-
res de fundar un club deportivo “de ley” para dejar sin efecto lo del Dia-
mantino, pero en ambas ocasiones no había acuerdo porque existía una
realidad; Poca gente sabía lo que era el fútbol para competir reglamenta-
riamente, se ignoraba de que se trataba y entonces fue difícil convencer a
la gente, o en todo caso, la gente no quería comprometerse oficialmente en
algo que no conocía a profundidad, como es la de organizar una institución
deportiva.
DESCENDIENTES DIRECTOS
262
Club 24 de Setiembre
Hay un hecho muy llamativo que involucró a dos de los fundadores del 24
de Setiembre, Pascual Servín y Emiliano Ferreira. Los aregueños le repro-
charon con todo que ellos hayan promovido la fundación del 24 de Setiem-
bre y olvidado a Areguá, según comentaban Guillermo Ynsfrán y Marciano
Orué, amigos de los citados.
Pues bien, don Pascual y don Emiliano, para solucionar el enojo egoísta de los
aregueños, tres meses después promovieron la fundación del Club Tapaicuá,
en la Navidad de diciembre de 1914. Es un caso fantástico y único; Servín y
Ferreira fundaron dos clubes: primero el 24 de Setiembre de Valle Pucú y
luego el Tapaicuá de Areguá, en el mismo año y con tres meses de diferen-
cia.
El terreno estaba dividido en cuatro partes. En la parte sur fue donado por
Juan Serapio Velazco; en el medio-sur estaban las siguientes propiedades,
primero José Antonio Orué, luego transfirió a Valeriano Gaona, y otra par-
te compartida por herederos de Anselmo Alvarenga. En el medio-norte el
terreno fue cedido por don Rosendo Aguilera y hacia el norte la familia Es-
cobar, integrada entre otros por doña Asunción, Teresa Escobar, Ña Wen-
ceslada y don Francisco Escobar, hijos de Juan Gregorio Escobar, conocido
como “Juan Gregorí”. Posteriormente lo que correspondía a los herederos
de Rosendo Aguilera fue adquirido por Lorenzo Insfrán Rojas que donó
por completo la parcela que al club se le asignó con anterioridad, en tanto
Claudelino “Caio” Agüero adquirió y luego donó al club la parte de los
Escobar, propiedad que figuraba a nombre de Leandro Morel, esposo de
Wenceslada.
Este cerco duró hasta 1960, ya que el paso del tiempo lo destruyó y el pre-
sidente de entonces, don Isidro Ayala, dijo que no era conveniente renovar
los estaqueos, pero tampoco había dinero suficiente para comprar ladrillos
y modernizar la muralla.
INSPIRACIÓN MUSICAL
El, que estaba concentrado y esperanzado por escuchar esas hurras, al es-
cucharlo reaccionó emotivamente alzando su pantalón y se puso a correr
al encuentro de los que venían de Luque. De tan angustioso y desesperado
que estaba, no se percató que ni se había limpiado y unos minutos después
se dió cuenta y en el camino entró en la casa de don Ricardo Leguizamón a
prestar un pantalón limpio. Le prestó y Próculo se fue nuevamente corrien-
do hasta encontrarse con la comitiva que regresaba con un triunfo de 3-0
contra el 18 de Enero de Luque.
Todo lo que pasó, todo lo que vivió aquel día, lo transformó en letras y de
ahí se explica el verso que dice:
En las actas del club se pueden leer los mensajes de condolencias que reci-
bió la comisión directiva tras el fallecimiento del referido dirigente en 1954,
a sus tan solo 36 años y se puede concluir que más que fanatismo, era una
persona apreciada y respetada en Valle Pucú, en Luque y en Areguá, como
también era delegado-oyente ante la entonces Liga Paraguaya de Fútbol,
porque él en su tiempo ya hacia gestiones para que el “24” ingresara a la
Liga mayor de nuestro fútbol, que finalmente se dio el 13 de enero del 2016.
267
CAPÍTULO 30
1974. Equipo del “24” con los siguientes jugadores: Arriba: Bebito Orué, Nimio Rojas, Walter
Marquez, Felipe Villalba, Rigoberto Nuñez, Julio César Insfrán y Sabino Torales DT. Abajo:
Virgilio Aguilera, Pedro Clemote, Marcelino Lezcano, Marcelino Nuñez y “Mango” Mendieta.
rio atajapenales que maravillaba a la gente quienes decían por él que tenía
magia porque casi no le entraban los goles. Y su sola presencia atraía a una
multitud en la cancha, incluso en los pocos partidos que se jugaban antes
de la guerra del Chaco. Y fue don Juan í Orué (en realidad no era tan chico,
medía casi dos metros de altura) quien empezó a hacer famoso al franjeado
de Valle Pucú.
Dicen que una vez jugando con el Sport Primavera, sus futbolistas no po-
dían vencer la defensa del arquerazo que era don Juan´i Orué y armaron un
feroz bochinche de puro pichados. Otras veces la gente acudía a la cancha
270
La leyenda Juan´i Orué
y cuando había penales corrían las apuestas por el arquero del “24” de que
iba a atajar y siempre atajaba.
En una ocasión tres luqueños perdieron 100 pesos (el guaraní recién circuló
desde 1943) en la apuesta y era mucha plata, les dolió tanto que promovie-
ron la revancha con el Sport Primavera de Luque. Elevaron a 300 pesos la
apuesta de que tal penal iba a entrar por Orué, y quien recibió la propuesta
fue Ricardo Martínez, conocido como “Martínez Mboy” (más adelante se
convertiría en prestamista).
Aquella vez, cuando se iba a chutar desde los 12 pasos, también aparecieron
tres señoras cruzando el arco con gestos mágicos, tirando polvos, extraños
objetos y hasta un sapo pusieron atado con cinta colorada. Había sido, los
apostadores contreras trajeron a payeseras para que hicieran “el trabajo” y
entrara el gol al arquero del 24, porque decían que don Juan´i era un mago,
que leía “aipo” magia negra.
Pues bien, se tiró el penal y Juan´i ni se movió del arco y la pelota derechito
se fue a él, no se sabe si porque el tirador se asustó o le salió mal el disparo.
Entonces Orué de taquito sacó la pelota y el público de Valle Pucú rodaba
por el suelo de alegría, luego alzaron en andas al arquero, don Martínez
Mboy ganó sus 300 pesos, distribuyó para la farra y los contrarios se echa-
ron a correr, de susto o de vergüenza.
La leyenda posterior a su retiro del fútbol señala que tan extraordinario era
este señor arquero, que las pelotas sacaba con la cabeza, los penales atajaba
de taquito o con una mano y toda la imaginación posible sobre quien fue
un superarquero que jugó hasta superar los 40 años. Su hijo, don Ramón
Orué, contaba que su padre le decía, con cierta humildad, que cuando la
gente gritaba que la pelota sacaba con la cabeza, lo que en realidad sucedió
es que el delantero contrario tiró por su cara.
Orué entendió que fue “la voz del Señor” que le ayudó a saber leer cuando
271
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Tan emblemático como Juan´i Orué, fue Eugenio Núñez, conocido como
“Aguara´i”, por su extraordinaria rapidez. Estuvo por Sportivo Luqueño,
como puntero izquierdo, pero pronto regresó al 24 de Setiembre, que es
el club donde de lució y fue todo un orgullo verlo jugar. Podía alistarse
en cualquier puesto y siempre rendía con eficacia. Salvaba o metía goles
haciendo chilena y era una atracción verlo jugar en una época dorada con
Ramón Rojas, Norberto Ibarra, Tita Alvarenga, Julio Olmedo, Julián Rojas,
“Chicotanga” Orué, Félix Pérez y muchísima gente más.
Dole Orué, Catalino Franco, Virino Cabrera, Bernardo Orué, Eugenio Nuñez, Tomás Legüiza-
món y Bernardo Insfrán. El gran “Aguara’i” jugó 25 años en el “24” y colgo los botines a sus 44
años. Era todo un ídolo y jugaba en cualquier puesto.
273
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Núñez jugó tanto que recién a sus 44 años colgó los botines, allá por 1974
(el nació en 1930 y falleció en el 2018). No necesitaba entrenarse para jugar,
su agilidad era brutal.
Sin dudas hay muchos nombres que citar y nombrar del equipo histórico
del 24 de Setiembre, pero es absolutamente imposible referirse a todos ellos
en un espacio reducido como es este libro que solo tiene la intención de
citar a grandes rasgos a los deportistas que antaño hicieron vibrar de emo-
ción y orgullo al equipo de Valle Pucú.
Pese a que el club seguía ganando campeonatos, pasaron muchos años para
que se volviera a tener a un jugador revelación nacido en el pueblo. Es el
caso de Pedro Morán, apodado “Kuremoi”, quien surgió en las inferiores
del 24 de Setiembre y debutó en primera en el 2008 con 17 años.
En el rango de ídolos, quien rompió todos los moldes fue el fichaje –en el
275
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
2012- del famoso Gabriel “Loco” González. Ya tenía 52 años pero conser-
vaba su fisonomía física. Llegó al club mediante las gestiones de Adriano
Samaniego, que en ese entonces era el entrenador.
Pues bien, cuando Samaniego fue entrenador, le invitó al “Loco” y las ges-
tiones fueron realizadas por la directiva encabezada por Andrés Núñez.
Debutó, jugó y marcó goles de tiro libre. Era como en la época de don
Juan´i Orué, la gente iba a ver al crack, al ídolo. Todos querían por lo me-
nos saludar a Gabriel González, quien por otra parte se adaptaba y se daba
con todo.
Yo, que en esa época asistía a muy pocos partidos, me hice de tiempo y fui
a la cancha no precisamente para ver al exjugador de Olimpia, sino para
ver como reaccionaba la gente. Era un observador detrás de la escena. Un
domingo le encuentro a dos señores, con sombrero y descalzos. Pregunté
si suelen venir a la cancha y contestaron que no, pero que esa vez llegaban
“porque rohechase al Loco”. Ni para su entrada tenían y estaban esperando
arrancar el segundo tiempo para que se abriera la boletería.
276
CAPÍTULO 31
¡Campeón en su Centenario!
Cuando cumplió 100 años de fundación, el 24 de Setiembre
ganó el título más emblemático de su rica historia y la
televisión paraguaya interrumpió la transmisión del clásico
Olimpia-Cerro para dar la noticia
Año 2014. Este es el equipo del 24 de Setiembre que ganó el título de campeón de la Liga
Aregueña n el año del Centenario del Club. Fue en la cancha del Tapaicuá de Areguá. En las
dos ocasiones ganó 1-0 al 30 de Agosto de Costa Fleitas. Integran el plantel: Arriba; Marciano
Rojas (Kinesiólogo), Cristian Sosa, Gustavo Coronel, Javier Ortiz, Guillermo Vera, Pedro Ol-
medo, Osvaldo Leiva, José Meza, Darío Cabrera, Richard Fernández, Cesar Amarilla, Wilfri-
do Gaona, Fernando Florenciáñez, Luis Pereira, Víctor Barreto, Albano Núñez, Julio Villagra
y Nelson Guerrero.
El domingo 31 de agosto del 2014 se estaba jugando el clásico del fútbol pa-
raguayo, en el estadio Defensores del Chaco entre Olimpia y Cerro Porteño,
con transmisión en vivo y en directo de la televisión, cuando de repente el
relator Rubén Darío Da Rosa dice a secas:
-“Interrumpimos esta transmisión del clásico para informar que acaba de ter-
minar el partido final de la Liga Aregueña de Fútbol con triunfo del club 24
de Setiembre por 1-0 frente al 30 de Agosto, consagrándose campeón nada
menos que en el año en que cumple 100 años. Nuestras felicitaciones a la nu-
merosa hinchada de ese equipo aregueño”. Y seguidamente el comentarista
Gabriel Cazenave lo secunda de esta manera:
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Rubia Cáceres, electa reina del 24 de Setiembre en 1963, después de 51 años volvió a desfilar como exrei-
na del club en su centenario.
AQUEL GOLAZO
Descendientes de fundadores y expresidentes del club portando carteles alusivos a los 100 años.
Jenny Paola Insfrán, Mónica María Insfrán y Daisy Ortiz encabezando el desfile en el Tapaicuá.
Los campeones fueron, no solo los que tuvieron la oportunidad de jugar ese
partido definitorio, sino todos aquellos que participaron a lo largo del campeo-
nato, porque para empezar, el máximo ídolo del equipo, Pedro Morán no había
jugado la final por hallarse suspendido tras una expulsión anterior.
Campeones fueron los 24 jugadores que formaron parte del plantel. Cam-
peón fue el entrenador Adriano Samaniego y el preparador físico Carlos
León. Igualmente campeones fueron los dirigentes que encabezaron el gran
desafío del centenario con Marcelino Núñez a la cabeza, secundado por sus
directivos, por la comisión de damas y una hinchada que nunca arrugó y
siempre mantuvo firme su aliento de que en el 2014 el equipo de Valle Pucú
iba a ganar el título de los 100 años.
UN DESFILE FANTÁSTICO
Aquel año, sin embargo, era muy especial porque dos de los equipos cum-
plirían sus 100 años de fundación; el 24 de Setiembre y el Tapaicuá. Siempre
se sostenía la equivocada idea de que el Tapaicuá es el primer club deporti-
vo fundado en Areguá y por largos años se mantuvo esa postura y el citado
elenco se autodefinía como el “decano del fútbol aregueño”.
Nada más falso y se demostró que en verdad el “24” fue el primer club de-
283
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Las hermosas niñas del colegio Virgen de las Mercedes que acompañaron al 24 de Setiembre
danzando en la memorable jornada en Areguá, el 9 de marzo de 2014.
Pues bien. Capaz que pasen muchos años para que en Areguá vuelva a rea-
lizarse un desfile, una presentación similar como hizo el “24” en aquel ca-
luroso domingo de tarde. Ese desfile organizado por la Liga, por sus largos
años y por lo rutinario que era, ya no generaba ninguna atracción ir a ver.
Sin embargo en el 2014 todo fue diferente, se rompió la rutina.
El franjeado de Valle Pucú entró en la cancha con por lo menos 300 perso-
284
¡Campeón en su Centenario!
Era impresionante ver a las más antiguas ex reinas de hace 50 años atrás
ponerse churras con vestido adecuado y caminar en la cancha como Rubia
Cáceres, reina en 1963 y Dionisia Leguizamón, reina en 1961. Los expresi-
dentes llevaban todas las copas ganadas a lo largo de los 100 años y prácti-
camente se bajó toda la estantería.
285
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Ciertamente ella era muy joven cuando hizo eso y tal vez ni siquiera di-
mensionó el gran significado de su gesto amistoso. Y justamente hoy día en
Valle Pucú necesitamos de muchas otras Natalia Riveros con una actitud
sencilla, amigable, audaz y valiente para contribuir a terminar la inútil ar-
gelería entre vecinos que en nada ha favorecido para armonizar las buenas
relaciones ente los vallepucugua.
AQUELLOS DIRIGENTES
El 24 de Setiembre jamás hubiera llegado a sus 100 años con tanto entusias-
mo, con tantas victorias, con tantos títulos de campeón y con tanto orgullo,
si no fuera por sus grandes dirigentes de todas las épocas. Nadie niega que
se repente en algún momento se hayan tenido altibajos en la conducción
de un club, pero esos altibajos fueron los menos frente a la gran virtud de
hacer y conseguir lo mejor para la institución de nuestros amores.
El sello y el membrete del club, por ejemplo, Juansito tenía siempre en su portafolio
por lo que si había alguna necesidad, el problema lo resolvía allí mismo, porque el
también “era capo en la Liga Aregueña y en la Municipalidad de Areguá.
287
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
Otro recordado presidente fue Juan Bautista Ayala, el querido Tita Ayala.
Falleció en 1994, pero a sus 70 años, él como un pendejo aceptaba todavía
ser presidente del club “che tavymiro jepe”, como solía comentar. Francis-
co Agüero tuvo una carrera larga y meritoria por más 30 años y solo su
tempranera muerte lo separo de algo que él hizo con buen criterio, mucha
dedicación, pasión y lealtad.
En fin, hay mucho a quien recordar y muchos a quienes se les debe agra-
decer. Si en el 2014 se festejó con orgullo el centenario, tenemos que partir
de atrás en el entendimiento de que ese orgullo nació desde el mismo año
que se fundó el club, en 1914 y el 24 de Setiembre es lo que es hoy gracias
a todos sus dirigentes apoyados siempre por un pueblo fiel a su tradición y
fanático por los colores blanco y negro, nuestra enseña de campeón.
288
CAPÍTULO 32
Año 2017. Este es el primer equipo del 24 de Setiembre que jugó en la Primera B. Enfrentó al
Ameliano. Parados: Pedro Morán, Carlos Montanía, Marcelo Díaz, Ronaldo Castillo, Cesar Mar-
tínez y Miguel Méreles. Abajo: Pedro Olmedo, Ronaldo Díaz, William Ocampos, Alfredo Ávila
y Cristian Mélida.
En el capítulo anterior abordando el tema de los 100 años que festejó nues-
tro club en el 2014, con un magnífico desfile presentado en la inauguración
del campeonato de la Liga Aregueña de Fútbol y el posterior título de cam-
peón ganado en el año del centenario, habíamos dicho que capaz pasen
muchísimo tiempo para que vuelva a repetirse algo similar, sinónimo de
fiesta, alegría, orgullo, pasión y sentimiento.
Incluso, varias personas entre las que me incluyo, hablábamos de que serán
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
otras generaciones y no la nuestra, tal vez dentro de otros 100 años, las que
tendrán la ocasión de vivir algo que desbordó nuestro corazón y trancó las pa-
labras en la garganta por esa alegría inigualable que hemos sentido aquel 2014.
Pero la vida está llena de sorpresas y sin darnos cuenta, había sido, hemos
errado o sencillamente hemos quedado corto en nuestra consideración,
porque jamás, ni imaginábamos que el “24” nos iba a dar una sorpresa ma-
yor, no mejor al festejo extraordinario del centenario, sino una sumatoria
especial, excepcional e histórica que patentiza que nuestro club, por más
humilde que fuere, nació para ser grande bajo el amparo de la Virgen de Las
Mercedes, la Santa Patrona de Valle Pucú.
Y fue así que en el año 2016, rompiendo todos los esquemas, el 24 de Se-
tiembre se afilia como club perteneciente a la Asociación Paraguaya de Fút-
bol (APF), la asociación de los grandes clubes del Paraguay, como Olimpia,
Cerro Porteño, Libertad, Guaraní, Luqueño, etc. y sale de la Liga Aregueña
de Fútbol, entidad que había contribuido a fundar allá por el año 1950.
La sorpresa fue tan grande que no se sabía cómo responder a tamaño de-
safío, porque la APF ya no es la Liga Aregueña de Fútbol y se presentaba el
momento de hacer un giro de 360 grados en nuestra mentalidad dirigen-
cial. En adelante los compromisos ya serán mayores y también ineludibles;
se acabó el “péicha péichande” que nos caracterizaba la competencia de las
ligas del interior del país y la hora del despegue hacia un nuevo rumbo ya
estaba en marcha.
290
Paso histórico: El “24” a la APF
Pues bien, como el “24” nació para ser grande, el pueblo de Valle Pucú se
armó de coraje y se afrontó el desafío. Se dejó atrás la debilidad de “no se
puede” y con un “sí se puede”, se trabajó tan bien que en los tres primeros
años de la competencia se han ganado no solamente partidos, sino respeto
de nuestros adversarios y elogios por parte de la prensa y las autoridades de
la APF, en especial de su presidente, el Lic. Robert Harrison. En definitivas,
el 24 de Setiembre cumplió, no defraudó e, inclusive dignificó no solo a Va-
lle Pucú, sino a todo el fútbol de Areguá, siendo el primer club de la capital
del Departamento Central que ingresaba a la liga mayor de nuestro fútbol.
LA GRAN PREGUNTA
Muchos se preguntan cómo fue que el “24” consiguió el cupo para ingresar
a la APF, más todavía considerando que el nuestro es un club de recursos
económicos limitadísimos para afrontar compromisos de alto vuelo y para
japa, una entidad que no es de la ciudad de Areguá, sino de Valle Pucú, una
compañía de Areguá y a decir verdad, a la mayoría de los aregueños no les
causó tanta gracia el paso gigante que daba nuestro club, tal vez por una
inútil actitud envidiosa, cuando lo que se imponía era una actitud positiva.
En fin, todo era muy llamativo, porque ingresar a la alta competencia del
fútbol paraguayo no es una macana, no es vyrorei, cuando existen otros
clubes de otras ciudades del departamento Central con mejor infraestruc-
tura y con ingresos más específicos de dinero para llevar la empresa hacia
adelante.
LA VERDAD…¡NADA!
Una frase muy sencilla merece como respuesta toda la curiosidad que ge-
neró en muchos ámbitos el ingreso del “24” a la APF. Esa respuesta es: ¡no
se pagó nada a nadie!
Pero hay una cosa cierta y decisiva; la carpeta presentada con un historial
de 100 años lleno de grandes triunfos en ligas regionales como en la propia
Unión del Fútbol del Interior (UFI) fue un factor determinante para ese
logro, a la que también se sumó la mano amiga de un dirigente. El se llama
Enrique Benítez.
El 17 de marzo del 2018. Robert Harrison, presidente de la APF y Claudelino Aguero, titular del
24 de Setiembre, el día que se inauguró el campeonato de la división “B” en el estadio Próculo
Cortázar. Fue un acontecimiento histórico.
todos los ámbitos, amparados por su muy numerosa hinchada, el que más
público lleva a la cancha en todos los escenarios sin causar bochinches y
solamente disfrutando de sus triunfos o resignandose ante la adversidad.
por varios periodos hasta que encontró un hueco y se metió como directi-
vo de la Unión del Fútbol de Interior y alcanzó la vicepresidencia. De aquí
hizo el paso que le faltaba y fue electo y reelecto como presidente de la UFI.
Esto también le permitió ganar un cupo para vincularse como dirigente del
poderoso Comité Ejecutivo de la Asociación Paraguaya de Fútbol, primero
estando con Juan Angel Napout, luego con Alejandro Domínguez y ahora
con Robert Harrison, presidentes de lo que antes era conocido como Liga
Paraguaya de Fútbol.
Esa visión particular y más profundo que tenía sobre los acontecimientos,
le permitió a Benítez valorar todo lo que ocurrió en el año del centenario,
en el 2014, con todas sus repercusiones y empezó a hablar a los dirigentes
del 24 de Setiembre de ese entonces encabezados por Marcelino Núñez,
Brígido Ojeda, Mauro Franco, Pedro Muñoz, Claudelino Aguero y otros
sugiriendo que se aprovechara el momento, “el barullo” y que se intente
ingresar como afiliado de la Asociación Paraguaya de Fútbol, prometiendo
que él va a correr con las gestiones. De paso, él hacía mucho tiempo que
se había acercado al “24”, su nuevo club, por lo que existía una relación de
mutua confianza.
UN PASO ATRÁS
295
VALLE PUCÚ, MI PUEBLO
El propio Enrique Benítez corrió con el cambio de estatuto del club, confor-
me a las reglas de la APF, como también arregló lo que hacía falta para que
el “24” pase de la Liga de Areguá a la Aso y prácticamente llave en mano le
entregó a la institución su nuevo rumbo. Hoy, Benítez y su familia ya son
socios del club y trabaja ayudando voluntariamente en todo lo que pueda.
LA PRIMERA COMISION
directiva del año de fundación del “24” en 1914, presidido por don Miguel
Saldívar.
DEBUT Y TRIUNFO
tando ese 8 de mayo contra el Atlético Tembetary, que años atrás era club
de primera división. En los papeles era un rival difícil, pero el 24 de Setiem-
bre le ganó 2 a 1 con goles anotados por Verón y Díaz.
298
CAPÍTULO 33
Vista de la casa habilitada para oficina de correos y teléfono en Valle Pucú en el año 1959.
“Es el primero entre primero amombe´úta peikuamí”, dice parte del verso de
la polka “Valle Pucú purahéi”, que justamente retrata que nuestro valle es
pionero en muchas cosas. En tal sentido se apunta que en 1959 se produjo
un paso gigante en la comunicación cuando en forma simultánea se habili-
taron dos oficinas estatales; una de correos y otra de teléfono.
Tener estos dos servicios era demasiado importante y la verdad que este
privilegio se reservaba solamente para las ciudades importantes. Sin em-
bargo, Valle Pucú siendo un pueblito, ya tenía las oficinas para recibir y en-
viar correspondencias y también para realizar y recibir llamadas nacionales
e internacionales.
Cirilo Guanes, jefe de la Antelco, recibiendo un El Pa’i Félix Fontini bendiciendo las nuevas ofici-
presente. nas.
facilitó su casa, ubicada frente al actual colegio Juan de la Cruz Gaona, para
que funcionaran las dos instituciones. Primero se habilitó Correos y luego
el teléfono. Una mañana de 1959 se realizó la inauguración y vinieron Mi-
guel Cirilo Guanes, el entonces capo máximo de la ANTELCO (hoy COPA-
CO) y otras autoridades de Areguá. La bendición estuvo a cargo del padre
Félix Fontini, quien hacía poco tiempo vino de Italia para estar al frente de
la congregación de los Guanelianos.
Antoliano Cardozo, más conocido como To´ino, fue el primer y único fun-
cionario de la ANTELO. Unos 20 años después se le acopló Dora López.
Fue en 1982 que se mudó a la actual oficina propia. Hoy día en las casas de
Valle Pucú por lo menos existen 500 instalaciones de línea baja. En tanto, la
oficina de Correos, como no tenía local propio, pasó a funcionar en el ba-
rrio 8 de Setiembre, en la casa de Pedro Juan Fleitas, quien al mismo tiempo
se constituyó en su funcionario.
Sin dudas, el más exitoso de todos fue la ANTELCO, porque como había
muchos vallepucuguá en Buenos Aires, se realizaban llamadas internacio-
nales de tanto en tanto. Las llamadas se podían hacer solamente desde la
central telefónica. Debajo de estas líneas recreamos con fotografías inéditas
aquel acto de inauguración de 1959 cuando Valle Pucú hizo un salto gigan-
te en la comunicación.
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CAPÍTULO 34
El gustazo final
La biografía de un compueblano
Neri Milciades Insfrán Rojas en la redacción del diario Hoy en 1988 utilizando la vieja máquina
de escribir. En ese entonces estabamos lejos de las computadoras.
Se casó con doña Vera Mariza Giménez Ibarra, con quien tuvo 7 hijos: Ma-
riza Raquel, Neri Antonio, Fátima Mercedes, Cynthya Magalí, Mónica Ma-
ría, Jenny Paola y Alejandro Rafael, así en este orden.
Con 20 años de edad, formó parte del primer plantel de profesores del Li-
ceo Nacional de Valle Pucú, que empezó a funcionar en 1973, junto a Rubia
Cáceres, Evelia Ortiz y Eulalia de Castillo. La institución luego se convirtió
en el Colegio Nacional de Valle Pucú (Juan de la Cruz Gaona). Hasta 1975
ocupó el cargo de secretario del colegio, cuando ya era director Juan de la
Cruz Cáceres.
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El gustazo final
Ha podido viajar por todos los países sudamericanos, a más de visitar Esta-
dos Unidos, Japón, China, invitado por el gobierno de Taiwán en 1994 y en
Alemania, invitado por la Unión Europea en 1993.
Fue delegado del club ante la Liga Aregueña de Fútbol desde 1973 y por va-
rios años más. Luego la misma Liga le nominó como representante ante la
Unión del Fútbol del Interior (UFI), siendo el delegado más joven que tuvo
el organismo. Tras una pausa regresó como dirigente en 1985, oportunidad
en que ocupó también el cargo de delegado y tesorero de la Liga Aregueña.
varios años se encargaba de recolectar -casa por casa- los aportes de la ciu-
dadanía para la Semana Santa y la fiesta patronal del 24 de Setiembre. En
1980 fue presidente de la comisión central de la iglesia, ocasión en que Valle
Pucú tuvo el privilegio de recibir a la Santa Imagen de la Virgen de Caacu-
pé, por primera y última vez en su historia. Aquella vez, una multitud de
fieles que nunca se ha visto, coronó la estadía –por dos días- de la Virgenci-
ta Azul en nuestra comunidad.
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El “24” ya es de la APF