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El autor del libro narra la historia de cómo la humanidad escapa de la privación y la muerte prematura,

de cómo las personas han conseguido mejorar sus vidas y han mostrado el camino a seguir a las
generaciones posteriores.

Los escapes dejan a algunas personas atrás, y la suerte favorece a algunos mas no a otros; crea
oportunidades, pero no todos están igualmente preparados o determinados para aprovecharlas, por lo
que afirma que la desigualdad es una consecuencia del progreso.

Los economistas piensan que las personas están mejor si tienen más dinero… lo cual está muy bien
dentro de lo que cabe. Si algunos logran tener mucho más dinero y la mayoría de las personas no
consigue tener sino poco o nada, pero no pierde, el autor comenta que los economistas normalmente
argumentarán que el mundo está mejor. Y en efecto, tiene un enorme atractivo la idea de que, siempre
que nadie salga perdiendo, resulta mejor estar mejor.

Los nuevos métodos barren con los viejos, destruyendo las vidas y el sustento de quienes dependen del
viejo orden. La globalización de hoy ha lastimado a muchos de estos grupos: importar bienes más
baratos del extranjero es como una nueva forma de producirlos, en perjuicio de quienes se ganaban la
vida produciendo esos bienes localmente.

No se puede discutir coherentemente el progreso sin definiciones y evidencia que lo respalde. En


realidad, un gobierno ilustrado es imposible sin la recolección de datos. Sin esas estadísticas vitales, la
política de salud pública está ciega.

El autor menciona que el escape más grande en la historia humana es el escape de la pobreza y la
muerte. El Gran Escape ha traído consigo un mundo diferente para quienes son más ricos, más
saludables, más altos, más grandes y mejor educados que nuestros abuelos y tatarabuelos. También ha
significado un mundo diferente en otro sentido, menos positivo: dado que gran parte de la población
mundial se ha quedado rezagada, el mundo es in conmensurablemente más desigual que hace 300 años.

Para tener una buena vida necesitas una vida, y la salud menguada y la discapacidad pueden limitar
severamente la posibilidad de disfrutar una vida que por lo demás es buena.

Vale la pena subrayar que cuanto más pobre es un país, tanto peores tienden a ser sus estadísticas de
salud.

Si diseñáramos un país ideal, incluiríamos entre las características deseables una esperanza de vida
prolongada, buena salud, ausencia de pobreza, democracia e imperio de la ley. Estas características
permiten que los individuos tengan una buena vida y procuren lo que es más importante para ellos. Sin
embargo, si no les preguntamos a las personas, no sabemos exactamente qué es lo que les importa,
cómo podrían sacrificar la salud en aras del ingreso, o incluso en qué medida les importan estas cosas.
La gente a veces es capaz de adaptarse a lo que parecerían condiciones intolerables, y quizá puede
extraer alguna pequeña cantidad de felicidad o incluso vivir una buena vida en lugares donde la
mortalidad y la pobreza son comunes; por así decirlo, prosperar en el valle de la sombra de la muerte.
Las personas pobres pueden reportar que están viviendo una buena vida en la condiciones más difíciles,
y la gente rica, que parece tenerlo todo, puede sentir que su vida es profundamente insatisfactoria.
El mundo es más saludable ahora que en casi cualquier otra época del pasado. Las personas viven más
años, son más altas y fuertes, y es menos probable que sus hijos se enfermen o mueran. Una mejor
salud hace que nuestra vida sea mejor en y por sí misma y nos permite hacer más cosas con ella,
trabajar de manera más efectiva, ganar más, pasar más tiempo aprendiendo y disfrutar más y mejor el
tiempo con nuestras familias y amigos.

¿Por qué los niños mueren en los países pobres cuando no habrían muerto si hubieran nacido en los
países ricos? ¿Qué es lo que impide que el conocimiento, que está disponible de manera gratuita y
efectiva en los países ricos, salve millones de vidas de personas que mueren en el mundo pobre? La
respuesta más obvia es la pobreza.

La globalización ha afectado a la salud en varias formas: directamente, a través de la difusión de las


enfermedades, la información y el tratamiento; e indirectamente, a través de las fuerzas económicas,
particularmente el creciente comercio y un mayor crecimiento económico.

Los avances más caros, como los tratamientos del cáncer o el trasplante de articulaciones, también se
están difundiendo, pero típicamente sólo están disponibles para los ricos o los bien conectados en un
número limitado de países pobres.

Los pueblos del mundo no sólo están viviendo vidas más largas o se están enriqueciendo; las personas
se están volviendo más altas y más fuertes, lo que acarrea varias consecuencias buenas que
posiblemente incluyen un incremento en la habilidad cognitiva. Pero igual que en los casos de la
mortalidad y el dinero, la distribución de los beneficios ha sido desigual. A las tasas que observamos
actualmente, tomará siglos para que los bolivianos, guatemaltecos, peruanos o sudasiáticos sean tan
altos como los europeos de hoy en día. Así que, aun cuando un gran número de personas ha realizado su
escape, millones más se han quedado atrás, de lo que se deriva un mundo de diferencia en el cual la
desigualdad es visible incluso en los cuerpos de las personas.

La desigualdad puede inspirar o incentivar a quienes se han quedado atrás a ponerse al corriente,
generando mejoras para ellos y para otros, pero igualmente puede convertirse en algo tan severo, y las
ganancias pueden concentrarse en las manos de tan pocos, que el crecimiento se ve aniquilado y el
funcionamiento de la economía comprometido.

El crecimiento requiere inversión en cosas, más máquinas, más servicios básicos como carreteras o
banda ancha y en personas, que necesitan más y mejor educación. Es necesario adquirir y aumentar el
conocimiento.

Aún más allá de la cuestión de haber escapado de la pobreza y la privación, los nuevos bienes y servicios
permiten que las personas hagan cosas que eran imposibles previamente, y estas nuevas posibilidades
hacen que la vida sea mejor.

Una economía en expansión significa que hay más para cada persona (al menos potencialmente), y
cuanto más rápido crece el pastel, menos difíciles son los conflictos de su distribución; cada uno puede
obtener más sin que otro obtenga menos.

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