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LAS

BIENAVENTURANZAS

¿Qué son?
Las bienaventuranzas son un pasaje literario en el libro de la Biblia,
es visible tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. A lo
largo de la biblia cuenta con multitud de ejemplos. Es común recurrir
a las bienaventuranzas para dar fe de una felicitación a aquellas
personas que, por mantener una buena conducta, o por tener una
determinada cualidad, están relacionadas con Dios, quién es
considerado por la Biblia como aquel que otorga felicidad y vida.

¿Dónde se encuentran?
Dentro de los numerosos libros en los que aparecen, las más célebres
sin duda son las ocho bienaventuranzas con las que comienza Jesús
en el Sermón del Monte.
El Monte de las bienaventuranzas, es el lugar en el que según la
tradición y la propia Biblia, Jesús pronunció su famoso sermón,

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frente a sus discípulos y a una gran multitud. El lugar se encuentra
en la orilla noroeste del Mar de Galilea, en Israel.

Qué implican las bienaventuranzas?


Estas palabras, concentran el conjunto de ministerio público y
enseñanzas de Jesús acerca de la compasión y la espiritualidad. Al
mismo tiempo, presentan un nuevo conjunto de ideales: Se centran
en la humildad y el amor al prójimo para ser bienaventurado, frente
a la imposición y la fuerza.
A continuación, cuales son las bienaventuranzas junto a sus
explicaciones y características principales:

Cuáles son las Bienaventuranzas?


Las bienaventuranzas, que Jesús dijo en el Monte de las
Bienaventuranzas. Están recogidas en Mateo 5, versículos del 3 al
12, y son las siguientes:
1 – Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es
el Reino de los cielos.
2 – Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en
herencia la tierra.
3 – Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados.
4 – Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
5 – Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia.
6 – Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán
a Dios.
7 – Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
8 – Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
9 – Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y
digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi
causa.
10 – Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será
grande en los cielos.

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Qué significa ser Bienaventurado?
Las bienaventuranzas recogen y perfeccionan las promesas de Dios
desde Abraham, ordenándolas al Reino de los cielos. Responden al
deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre.
Según las escrituras griegas, el termino bienaventurado, es
reservado a una etapa de los dioses, en la que pueden expresar su
condición de seres que se encuentran situados por encima de las
fatigas y penas propias de la vida en la tierra. Son, por
tanto, afortunados, no sufren ningún mal y viven en un estado de
satisfacción y felicidad.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque


de ellos es el Reino de los cielos

La primera bienaventuranza es para los pobres en espíritu, esto no


tiene nada que ver con lo material, ya que hay pobres que no son
pobres en espíritu y hay ricos que son pobres en espíritu.
Una persona rica es aquella que se aferra a su riqueza espiritual y
está dispuesta a abandonar todo para dar lugar a Dios, esta
humildad que muchas veces es considerada por el mundo como un
defecto, se convierte en una virtud para el cristianismo y en
una bienaventuranza para el creyente.
Ser pobre en nuestro mundo significa no tener la posibilidad de
obtener recursos para subsistir, pero cuando Jesucristo se refiere a
ser pobre de espíritu no es ser tímido, flojo u oprimido, sino más bien
es reconocer la necesidad espiritual ante la presencia de Dios, es
decir, confiar y depender totalmente en Dios, sin él nada podemos
hacer por nosotros mismos, en contraste con lo que dicen en el
mundo, con frases como: confía en ti mismo, tú tienes el poder, tú
puedes, depende de ti mismo.

¿CÓMO SER POBRE DE ESPÍRITU?


El punto de partida de la vida cristiana es tener fe, y precisamente al
tenerla, estás depositando la confianza en Dios, voluntariamente y
sin posición, se tiene humildad al reconocer que tienes limitaciones y
das paso a su capacidad, en este acto existe amor, ya que le estas
entregando tus esperanzas.
Entonces tener fe es el primer paso hacia la pobreza espiritual, pero
para ello debes estar consciente de que estas necesitado de Dios, y
presentarte ante él de manera transparente, tal cual como eres, esta

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es la única condición para poder pertenecer al reino de los cielos, y
que abre el resto de las bienaventuranzas sobre nuestras vidas.

Bienaventurados los mansos, porque ellos


poseerán en herencia la tierra.

Si las anteriores bienaventuranzas expresan una deficiencia, esta


tercera se refiere a una virtud del hombre: ser manso.
En el mundo actual ser manso puede ser considerado más bien una
debilidad, y no una bendición, ya que ser bendecido es ser poderoso
e influyente, en este sentido el progreso depende de los fuertes.
En esta de Jesucristo, la mansedumbre no significado ser pasivo,
cobarde o amable, tampoco buscar la paz a cualquier costo, sino
que aquellos hombres que han aceptado su pobreza de
espíritu, capaces de llorar ante Dios y por ello han recibido su
consolación, han aprendido a ser humildes de mente, amables ante
él y el resto de la humanidad.
La virtud de ser manso radica en amar y proteger a otros, aceptando
y obedeciendo las enseñanzas de Dios, por ello el manso siempre
será un guía para otras personas, tal cual como lo hizo Jesucristo,
desprendiéndose de todos aquellos defectos y emociones negativas
que perturban la paz del ser humano.
Entonces al cultivar la mansedumbre, no te quejarás, no serás
presumido sino más bien dócil, no te sentirás ofendido y entenderás
a aquellos que incluso te odian sin guardarles resentimiento; con
esta virtud cristiana serás poseedor de muchas realidades que
darán bienaventuranza en tu vida.
Por ello el hombre que produce el fruto de la mansedumbre heredará
la tierra.

¿PERO CÓMO LOS MANSOS HEREDARAN LA TIERRA?


Para la humanidad todo buen proceder debe ser premiado con algo
tangible, en este caso, poseer la tierra, brinda seguridad,
tranquilidad, serenidad y prosperidad.
Pero más allá del significado material, con esta bienaventuranza,
Jesucristo se refiere a las posesiones espirituales que alcanzará el
hombre manso cómo: ser querido, ser bienvenido, ser respetado por
los demás, y la bendición de pertenecer al reino de Dios, que nunca
perecerá, ni desaparecerá, y donde estará seguro, feliz y libre.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos


serán consolados
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Esta es la segunda bienaventuranza que Jesús enseño a sus
discípulos, que podría interpretarse como felices los que lloran,
aunque el llanto es una expresión natural del ser humano, ya bien
sea por tristeza o felicidad.
Para nuestro mundo el mayor bienestar de la vida es la alegría, que
encierra la búsqueda de saciar placeres como reírse, disfrutar,
comer, embriagarse; y una gran pena o castigo es la tristeza que se
refiere a pérdida, enfermedad, ruina, fracaso o sufrimiento, pero a
menudo no nos tomamos la molestia de buscar la verdad hasta que la
adversidad nos fuerza a hacerlo.
Con esta bienaventuranza, Jesús no se refiere a los que lloran por
una desgracia, un fracaso, una traición, desesperanza, enfermedad o
luto, sino más bien a quienes lloran por que han admitido su pobreza
espiritual, lamentando su adversidad, reconociendo sus pecados y
arrepintiéndose por ello.

¿QUÉ SIGNIFICADO TIENE SER CONSOLADO?


El acto de arrepentimiento es otro de los principios de la fe
cristiana, que viene dado más que por reconocer que se ha actuado
mal, por apartarse del pecado y entregarse a Dios en busca de la
verdad para recibir su perdón, con el sincero deseo de seguir su
camino.
Así como la pobreza espiritual no es algo material, también lo son los
que lloran estando conscientes de su necesidad espiritual,
porque tendrán la bienaventuranza de ser consolados en el acto de
arrepentimiento de sus pecados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de


justicia, porque ellos serán saciados
El “hambre y sed” son una necesidad del ser humano para subsistir a
través del alimento o la bebida, pero en esta bienaventuranza, se
puede asociar con la ambición de muchas personas en alcanzar cosas
materiales que el mundo les ofrece, que les cuesta para lograrlas, y
aun cuando las alcanzan, no se sienten satisfechas, no se sienten
totalmente saciadas.
Lamentablemente cuando no tenemos la misma “hambre y sed” por
las cosas espirituales, realmente no somos dichosos, porque no
somos “bienaventurados” ante los ojos de Dios.
Esta bienaventuranza es el resultado de las anteriores, ya que
representa a que todos los que estuvieron dispuestos a renunciar a
cualquier cosa propia, ya están totalmente vacíos, preparados y
dispuestos para ser saciados.

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Cuando Jesucristo en sus bienaventuranzas hablaba de “hambre y
sed”, estas no eran físicas, sino espirituales, y representan el vivo
deseo de alcanzar la justicia de acuerdo a la voluntad de Dios.

PERO, NOS PODEMOS PREGUNTAR SI ¿UN SER QUE ES FELIZ


PUEDE TENER SED Y HAMBRE DE JUSTICIA?
Comúnmente, la justicia significa integridad, rectitud, hacer lo
correcto o darle a cada parte lo que le corresponde, pero desde el
punto de vista del cristianismo, la justicia es vivir de la
manera correcta con el propósito de Dios.
Una vez más se trata de nuestras actuaciones, de lo que es correcto
y justo ante Dios, y que nos otorga una gran bendición muy justa,
como son la paz y la tranquilidad interna.
El verdadero creyente tendrá un profundo apetito por las cosas
espirituales, cuando esto sucede la persona es dichosa, ya que está
saciando su hambre y su sed con las bendiciones de Dios.
Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán la misericordia.
Vivimos en un mundo en donde “el ganador se lo lleva todo“, una
sociedad competitiva en la cual las personas son tratadas como
objetos, el poder es supremo y el éxito personal es la principal meta
del hombre, ser misericordioso en estas circunstancias te convierte
en perdedor.
Pero cuando Jesucristo, habló de la misericordia en
esta bienaventuranza, se refería al perdón y a la remisión de los
pecados, por ello esta tiene un carácter más elevado que la del
hombre pobre de espíritu, que la del que llora, o del que practica la
mansedumbre dispuesto a soportar humillaciones de otros.
La bienaventuranza de los que tienen hambre y sed de justicia está
muy unida a la de los misericordiosos, ya que la justicia sin
misericordia es despiadada y la misericordia sin justicia
es desaliento.

¿QUÉ ES SER MISERICORDIOSO?


Ser misericordioso es perdonar no sólo de palabra sino de corazón;
la misericordia es la disposición a compadecerse de los sufrimientos
y miserias ajenas, no sólo es un sentimiento es una práctica que
incluye amar los defectos de los demás, ser amable hacia los demás y
ayudar a los demás. Cuando amas al prójimo amas a Dios.
No eres misericordioso cuando críticas, juzgas y condenas al resto
de las personas; ser misericordioso es tener benevolencia para con
los que tienen necesidad y penuria, es ponerse en los zapatos del
otro.
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La misericordia puede ser tanto material como espiritual, como por
ejemplo, ofrecer alimento a un hambriento o dar un techo a quien no
tiene casa son obras de misericordia, al igual que enseñar a quien no
tiene acceso a la educación, consolar a quien está afligido o perdonar
al que se equivoca.
Cuando ponemos esta bienaventuranza en la práctica somos
merecedores de alcanzar la misericordia de Dios

Bienaventurados los limpios de corazón, porque


ellos verán a Dios.
Normalmente cuando pensamos en el corazón, lo hacemos en el
amor, en los sentimientos que son lastimados e incluso en los
instintos y emociones que incluye la pasión sexual, pero en
esta bienaventuranza, el corazón está ligado a nuestro interior.
En el cristianismo el significado del corazón se refiere al ser humano
en su totalidad, en cuerpo y alma, abarcando el intelecto, la
voluntad, las emociones y la conciencia.
La bienaventuranza de los limpios de corazón viene precedida por los
misericordiosos, porque el que dispensa la misericordia la pierde, si
no se compadece con un corazón limpio, en otras palabras quien
busca la ostentación puede perder las bendiciones dadas por Dios.

¿QUIÉNES SON LIMPIOS DE CORAZÓN?


Son los pobres en espíritu, los que sienten tristeza por sus pecados,
mientras que los misericordiosos son los mansos, llenos de hambre y
sed de justicia, y dispuestos a sufrir en nombre de Dios.
La persona limpia de corazón evita la codicia, los celos, la envidia, el
chisme, el falso testimonio, los malos deseos, los fraudes, cumple con
su palabra, ama incluso a sus enemigos, no juzga, no viven
exclusivamente por lo material, se aferran al bien, respetan y
obedecen la ley de Dios.
Cuando un corazón esta intoxicado por malos pensamientos se
aparta del camino y nunca podrá ver a Dios, en cambio quien obra
limpiamente de corazón tendrá la bienaventuranza ver a Dios.

Bienaventurados los que buscan la paz, porque


ellos serán llamados hijos de Dios
Las bienaventuranzas son el fiel cumplimiento de una promesa
que va dirigida a todos los que se dejan guiar por las exigencias de la
verdad, la justicia y el amor; pero aquellos que se entregan a Dios y a

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sus promesas, son considerados frecuentemente por el mundo como
ingenuos.
Actualmente en nuestra sociedad, que se hace llamar cívica,
podemos notar que la gente es grosera y falta de respeto con el
prójimo; algunos líderes atacan a su pueblo e incluso propician el
enfrentamiento contra otros pueblos por diferencias políticas o
religiosas, en estas circunstancias, muchos se preguntaran ¿cómo
puedo encontrar la paz?
Esta bienaventuranza nos dice que la paz es un don mesiánico y una
obra humana, pero para que exista paz debe haber una relación
directa entre el hombre y Dios, entre el hombre y su prójimo, y del
hombre consigo mismo.
Por ello esta séptima bienaventuranza, engrandece a los que
trabajan por la paz, a los que por amor a Dios se dedican a construir
la paz con la voluntad personal de vivir en armonía con los demás y
para los demás.
A quienes trabajan por la paz, también se les conoce
como pacificadores, ya que buscan la reconciliación entre aquellos
que pelean, se alejan de la violencia, ponen sosiego en su corazón
ante las tentaciones, y no encuentran ningún motivo para oponerse a
Dios, más bien se sumergen en él y son instrumentos de la paz con
los demás.

¿CÓMO LOS QUE BUSCAN LA PAZ LOGRAN SER HIJOS DE DIOS?


Todo aquel que invoca a nombre del señor estará a salvo, en este
sentido, Jesucristo, declara con esta bienaventuranza, que aquellos
quienes se han encomendado a la verdad, a la justicia, al amor, y a
trabajar por la paz tanto interna como la del prójimo, a imagen y
semejanza de Dios, tendrán la experiencia gozosa de ser llamados
hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la


justicia, porque de ellos es el Reino de los
cielos
En comparación al resto de las bienaventuranzas, esta es la única en
donde el creyente recibe: es perseguido, maltratado, e insultado, y se
da porque al mundo le molesta quienes llevan una vida entregada a
Dios.
Vivimos en un mundo vendido al pecado, en el que algunos creyentes
han sido perseguidos en lugares con mucha violencia, pero esto no
es nuevo, ya que Jesucristo fue perseguido por quienes le aborrecían,
por lo tanto, sus seguidores también lo serán.

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Toda persecución suele ser dolorosa, pero en estos momentos no
debemos poner la mirada en nosotros mismos sino en Dios, porque
los perseguidos por su causa serán bienaventurados.
Existen diferentes tipos de persecución como la física, el despojo de
bienes, las calumnias y los problemas con la familia; pero todas estas
son más que pruebas que puso Jesucristo cuando se refirió a
esta bienaventuranza.
Ser perseguido a causa la justicia es cuando se vive de acuerdo a la
palabra de Dios, por esta razón, quienes son pobres de espíritu,
lloran, practican la mansedumbre, tienen hambre de sed y justicia,
son misericordiosos, limpios de corazón y los que buscan la paz
serán asediados, y su gran recompensa es pertenecer al Reino de los
cielos.

¿POR QUÉ EL REINO DE LOS CIELOS ES DE LOS PERSEGUIDOS?


El Reino de los cielos no es más que el que se construye
internamente cuando abandonamos los intereses materiales, y todo
aquello que nos perturba para abordar la doctrina y las enseñanzas
de Dios.
En este sentido no podemos comprometer nuestra santidad por nada,
ya que Dios, estará por encima de todas las cosas.
En la bienaventuranza de los perseguidos se puede concluir
que sufrir como cristianos, sin avergonzarse de glorificar la justicia
de Dios, dará evidencia de pertenecer al Reino de los cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os


persigan y digan con mentira toda clase de
mal contra vosotros por mi causa
Esta bienaventuranza es una continuación de la anterior, siendo aún
más específica, ya que se trata de ser perseguido a causa de
Jesucristo, en este sentido, la persecución no es la razón para
obtener la felicidad, sino que la verdadera razón de la felicidad es la
fe en Jesucristo.
Asumir la verdad, la justicia, el amor, y trabajar por la paz implica
anunciar la causa de Jesucristo, por esta razón hablaran mal de ti, te
perseguirán, y usaran la mentira para hacerlo.
La injuria y la calumnia son persecuciones que sufre el cristiano de
conducta íntegra en conformidad con la voluntad divina, no se debe
ver como un fracaso, sino como una prueba que trae consigo una
gran victoria.
La felicidad de los perseguidos está relacionada con la fe de los
cristianos, una fe que debe ser capaz de soportar la prueba de la
persecución, como una manera de unirse a Jesucristo resucitado, con
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ello la vida del cristiano se llena de esperanza para el día del juicio
final.

¿POR QUÉ SERÁN BIENAVENTURADOS A LOS QUE INJURIAN Y


PERSIGUEN?
De acuerdo a la bienaventuranza, todos estos vilipendios que sufren
quienes predican la causa de Jesucristo, tiene una gratificación que
incluye comodidad, placer, grandeza y gloria, que sólo serán
satisfechos en el Reino de los cielos el día del juicio final.
Ciertamente la mayor retribución en el Reino de los cielos es el día
del juicio final, donde todo ser humano comparecerá ante Dios, para
ser juzgado por la condición de su alma, y aquellos que han obrado
apegados a la ley de Dios serán recompensados con la vida eterna.

Alegraos y regocijaos porque vuestra


recompensa será grande en los cielos
Es la última bienaventuranza, donde Jesucristo invita a los
perseguidos a la alegría y al regocijo, se anticipa a los beneficios del
Reino de los cielos, porque vuestra recompensa será grande.
La recompensa que Dios nos da en la vida terrenal no es sino un
anticipo de lo que nos tiene reservado al final de nuestras vidas;
Jesucristo menciona en la bienaventuranza, que nuestra
gratificación será grande en los cielos.

¿POR QUÉ LA RECOMPENSA SERÁ GRANDE EN LOS CIELOS?


Las bienaventuranzas son las respuestas al deseo natural de felicidad
en el hombre, este deseo tiene un origen divino, que es el que Dios
ha puesto en el hombre para llevarlo hacia él, para descubrir la
meta de la existencia humana.
Es así como los creyentes a través de sus buenas acciones hacia el
prójimo, llevando y trabajando la palabras dejada por Jesucristo, y
que serán perseguidos por ser hijos de Dios, pertenecerán al reino de
los cielos, el último día de su vida disfrutaran de
ser bienaventurados ante los ojos de Dios.
Esta promesa nos coloca en opciones morales decisivas, durante la
vida terrenal, que nos invita a purificar el corazón de sus malos
instintos y a buscar el amor de Dios por encima de todas las cosas, es
decir, la felicidad no está en las riquezas, en el poder, ni en ninguna
obra material del ser humano, sino en Dios, que es la fuente de todo
bien y de todo amor.

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El día del juicio final no es más que la rendición de cuentas ante Dios
por nuestras vidas, todos serán juzgados por la justicia perfecta en
base a la condición del alma, y aquellos que desde la vida terrenal
han sido capaces de seguir estas bienaventuranzas, recibirán el
regalo más grande que puede dar Dios en el Reino de los cielos que
es la vida eterna.

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Mateo 5:3
Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de
los cielos.
Lucas 6:20
Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados
{vosotros} los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Salmos 69:32-33
{Esto} han visto los humildes {y} se alegran. Viva vuestro corazón,
los que buscáis a Dios. Porque el SEÑOR oye a los necesitados, y no
menosprecia a los suyos {que están} presos.
Isaías 61:1
El Espíritu del Señor DIOS está sobre mí, porque me ha ungido el
SEÑOR para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para
vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los
cautivos y liberación a los prisioneros;
Mateo 23:12
Y cualquiera que se ensalce, será humillado, y cualquiera que se
humille, será ensalzado.
Lucas 18:9-14
Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos
como justos, y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al
templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El
fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ``Dios, te doy
gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores,
injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos.

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``Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que
gano." Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia,
no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho, diciendo: ``Dios, ten piedad de mí, pecador." Os digo que éste
descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se
ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.

Mateo 5:4
Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.
Lucas 6:21
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis
saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Salmos 51:17
Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y
humillado, oh Dios, no despreciarás.
Isaías 57:18-21
He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y le daré consuelo a él
y a los que con él lloran, poniendo alabanza en los labios. Paz, paz al
que está lejos y al que está cerca --dice el SEÑOR-- y yo lo sanaré.
Pero los impíos son como el mar agitado, que no puede estar quieto,
y sus aguas arrojan cieno y lodo.
No hay paz --dice mi Dios-- para los impíos.

Isaías 61:1-3
El Espíritu del Señor DIOS está sobre mí, porque me ha ungido el
SEÑOR para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para
vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los
cautivos y liberación a los prisioneros; para proclamar el año
favorable del SEÑOR, y el día de venganza de nuestro Dios; para
consolar a todos los que lloran, para conceder que a los que lloran
{en} Sion se les dé diadema en vez de ceniza, aceite de alegría en
vez de luto, manto de alabanza en vez de espíritu abatido; para que
sean llamados robles de justicia, plantío del SEÑOR, para que El sea
glorificado.
Jeremías 31:13
Entonces la virgen se alegrará en la danza, y los jóvenes y los
ancianos a una; cambiaré su duelo en gozo, los consolaré y los
alegraré de su tristeza.
Apocalipsis 7:17

13
pues el Cordero en medio del trono los pastoreará y los guiará a
manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus
ojos.

Apocalipsis 21:4
El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá
más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado.
Mateo 5:5
Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.
Salmos 37:11
Mas los humildes poseerán la tierra, y se deleitarán en abundante
prosperidad.
Sofonías 3:11-12
Aquel día no te avergonzarás de ninguna de tus acciones con que te
rebelaste contra mí; porque entonces yo quitaré de en medio de ti a
los que se regocijan en tu orgullo, y nunca más te envanecerás en mi
santo monte. Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, que
se refugiará en el nombre del SEÑOR.
Mateo 11:29
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS
ALMAS.
Mateo 5:6
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos
serán saciados.
Isaías 55:1-2
Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero,
venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin
costo alguno. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro
salario en lo que no sacia? Escuchadme atentamente, y comed lo que
es bueno, y se deleitará vuestra alma en la abundancia.
Mateo 6:33
Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas.
2 Timoteo 2:22
Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor
{y} la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro.
1 Pedro 3:12

14
PORQUE LOS OJOS DEL SEÑOR ESTAN SOBRE LOS JUSTOS, Y
SUS OIDOS ATENTOS A SUS ORACIONES; PERO EL ROSTRO DEL
SEÑOR ESTA CONTRA LOS QUE HACEN EL MAL.
Mateo 5:7
Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán
misericordia.
Éxodo 34:6-7
Entonces pasó el SEÑOR por delante de él y proclamó: El SEÑOR, el
SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en
misericordia y fidelidad; el que guarda misericordia a millares, el que
perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá
por inocente {al culpable}; el que castiga la iniquidad de los padres
sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta
generación.

Daniel 9:9
Al Señor nuestro Dios {pertenece} la compasión y el perdón, porque
nos hemos rebelado contra El,
Mateo 6:12
``Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos
perdonado a nuestros deudores.
Lucas 11:4
``Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros
perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación."
Mateo 6:14-15
Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también
vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis
a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras
transgresiones.
Mateo 18:21-35
Entonces se {le} acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces
pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta
siete veces? Jesús le dijo*: No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete. Por eso, el reino de los cielos puede compararse
a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.
Y al comenzar a ajustar{las,} le fue presentado uno que le debía
diez mil talentos. Pero no teniendo él {con qué} pagar, su señor
ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto
poseía, y así pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante
él, diciendo: ``Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré." Y el señor
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de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda. Pero
al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía
cien denarios, y echándole mano, {lo} ahogaba, diciendo: ``Paga lo
que debes." Entonces su consiervo, cayendo {a sus pies,} le
suplicaba, diciendo: ``Ten paciencia conmigo y te pagaré." Sin
embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que
pagara lo que debía. Así que cuando vieron sus consiervos lo que
había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su
señor todo lo que había sucedido. Entonces, llamándolo su señor, le
dijo*: ``Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me
suplicaste. `` ¿No deberías tú también haberte compadecido de tu
consiervo, así como yo me compadecí de ti?" Y enfurecido su señor,
lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así
también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de
corazón cada uno a su hermano.

Lucas 6:36
Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.
Santiago 2:13
Porque el juicio {será} sin misericordia para el que no ha mostrado
misericordia; la misericordia triunfa sobre el juicio.
Mateo 5:8
Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.
Salmos 24:3-5
¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién podrá estar en su lugar
santo? El de manos limpias y corazón puro; el que no ha alzado su
alma a la falsedad, ni jurado con engaño. Ese recibirá bendición del
SEÑOR, y justicia del Dios de su salvación.
Salmos 51:10
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto
dentro de mí.
Salmos 73:1
Salmo de Asaf. Ciertamente Dios es bueno para con Israel, para con
los puros de corazón.
1 Juan 3:2-3
Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo
que habremos de ser. {Pero} sabemos que cuando El se manifieste,
seremos semejantes a El porque le veremos como El es. Y todo el que
tiene esta esperanza {puesta} en El, se purifica, así como El es puro.
Mateo 5:9
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Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados
hijos de Dios.
Salmos 34:14
Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y síguela.
Mateo 5:44-45
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os
persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los
cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover
sobre justos e injustos.
Romanos 12:18
Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos
los hombres.
Romanos 14:19
Así que procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación
mutua.
Santiago 3:17-18
Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica,
amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos,
sin vacilación, sin hipocresía. Y la semilla cuyo fruto es la justicia se
siembra en paz por aquellos que hacen la paz.

Mateo 5:10-12
Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la
justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados
seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal
contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos,
porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros.
Lucas 6:22
Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os
apartan de sí, os colman de insultos y desechan vuestro nombre
como malo, por causa del Hijo del Hombre.
Juan 15:18-21
Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a
vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como
no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso
17
el mundo os odia. Acordaos de la palabra que yo os dije: ``Un siervo
no es mayor que su señor." Si me persiguieron a mí, también os
perseguirán a vosotros; si guardaron mi palabra, también guardarán
la vuestra. Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque
no conocen al que me envió.

2 Timoteo 3:10-12
Pero tú has seguido mi enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia,
amor, perseverancia, persecuciones, sufrimientos, como los que me
acaecieron en Antioquía, en Iconio {y} en Listra. ¡Qué persecuciones
sufrí! Y de todas ellas me libró el Señor. Y en verdad, todos los que
quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos.

18
Las bienaventuranzas
Los Evangelistas las entienden como el núcleo de la felicidad que
Cristo promete a los que le siguen.

La continua predicación y enseñanza de Jesús por estos parajes ha


quedado formulada en un único texto, resumen o compendio
asequible de aquello que los Evangelistas entienden como el núcleo
de la felicidad que Cristo promete a los que le siguen. Son las
bienaventuranzas. Se llaman así porque de modo armónico e
insistente explica las características de los justos en el nuevo reino.
Veamos estas bienaventuranzas e intentemos captar el contenido
más hondo.

"Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le


acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo:

 Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el


Reino de los Cielos.
 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios.
 Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos
de Dios.
 Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
 Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os
calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma
manera persiguieron a los profetas que os precedieron"(Mt).

Jesús, el bienaventurado

Lo que Jesús muestra en las bienaventuranzas es a Él mismo. Él es el


bienaventurado, el santo, la plenitud de la nueva ley. El cumplimiento
de la ley del nuevo reino de Dios consistirá en seguirle, en imitarle,
en ser igual que Él en la medida de lo posible.

Una mirada más profunda nos lleva a ver en Jesús al pobre, que sin
19
nada vino al mundo y sin nada se irá, siendo señor de todo lo creado.
Es el manso y el pacífico, que se manifiesta, animando, reconciliando
a los hombres con Dios, entre sí y en su interior. Las lágrimas
ocuparán un lugar en su vida y será consolado por ángeles antes del
sacrificio redentor. Es el hambriento y el sediento de la nueva
justicia, que como don divino se derramará sobre la tierra.
Sembrador de misericordia, alcanzará el perdón a los contritos de
corazón y a las ovejas perdidas. Su limpieza de corazón llegará hasta
la ausencia de todo amor propio, en un amor verdadero que se
derramará sobre todos los hombres. Él es el Hijo de Dios, en una
generación eterna de tal plenitud que es consustancial al Padre, “el
Padre y yo somos uno” dirá más adelante. Además, será el
perseguido por enseñar la senda del amor que el mundo no puede
entender, porque está lleno de pecado. Y en la octava
bienaventuranza, vemos a Cristo enclavado en la cruz, el sacrificio
perfecto entre el cielo y los hombres, salvando a todos. Cristo en las
bienaventuranzas se muestra a sí mismo como camino de la nueva
felicidad.

Una moral nueva


Todo este aluvión de luz, de verdad y de vida, debía ser comunicado
a los hombres de un modo gradual. De entrada, la mayoría no podía
soportar tanta verdad pues era necesario romper los esquemas
antiguos. Por eso, Cristo se revela veladamente, manifestándose a
través de una moral nueva, la moral de las bienaventuranzas. En un
primer nivel les dice que serán felices y justos si saben vivir con
pobreza, con mansedumbre, con ánimo pacífico y pacificador, con
corazón misericordioso, siendo limpios de corazón y llenos de
rectitud de intención en lo más íntimo; que los que tienen hambre y
sed de justicia la recibirán, igual que si saben llorar y llevar bien las
persecuciones. Nunca ha hecho felices a los hombres el ansia de
dinero o de poder, ni el espíritu violento, ni la rebeldía ante las
dificultades, ni el corazón sucio y retorcido, ni el alma inmisericorde
o duro, que no sabe sufrir con los que sufren, ni el rencor ante las
persecuciones. La felicidad sólo puede estar en el amor verdadero, y
las bienaventuranzas marcan la senda de un amor rico en matices
que abarca las situaciones reales de la vida.

El premio
Por otra parte el premio es extraordinario: el Reino de los cielos, con
lo que significa de poseer la tierra, ser consolados, ser saciados de
justicia, alcanzar misericordia, ver a Dios, ser llamados hijos de Dios
y, al morir, una gran recompensa en los cielos. Esta es la plenitud del
reino de Dios que Cristo anuncia. Más no se puede pedir. El reino de
las bienaventuranzas es la plenitud humana alcanzada como don de
20
Dios a los que quieren creer y vivir la nueva vida y la nueva alianza.
Al final de los tiempos los justos vivirán esa bienaventuranza de un
modo pleno.
Verdaderamente, es feliz el que sabe ser pobre y vivir desprendido
de las cosas de la tierra, libre de las ataduras del deseo y del ansia
de posesión.

Es feliz el que al llorar, recibe el consuelo de saber que sus


sufrimientos no son inútiles y sin sentido, sino que se pueden
convertir en un sacrificio que ayude a salvar a otros hombres en una
comunión espiritual de los santos.

Es feliz quien tiene dominio interior de sus pasiones, en una


mansedumbre, que es poder sereno, lejos de la violencia.

Es feliz el que sabe que todos los deseos de justicia y amor serán
saciados con abundancia.

Es feliz quien tiene buen corazón con el que sufre, en el alma o en el


cuerpo, y es tratado con una misericordia que, unas veces es perdón
y otras caricia.

Es feliz el que mira al mundo, las personas o a Dios, con mirada


limpia, y entiende las cosas con visión sobrenatural.

Es feliz quien siembra paz y concordia entre los hombres, para que
aprendan a amarse, también cuando son poco amables.

Puede ser feliz, incluso, el perseguido por ser fiel a Dios, ya que así
puede asemejarse a Jesús, que es el inocente que paga las deudas de
los pecadores porque los quiere con un amor que les eleva más que
les juzga.

En un juego de antítesis, Jesús enunciará, en otra ocasión, cuatro


ayes como lo opuesto al espíritu de las bienaventuranzas:
"¡Ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro
consuelo!
¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre!
¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!
¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros, pues de este modo,
se comportaban sus padres con los falsos profetas!"(Lc)

El amor verdadero frente al pecado

21
Son lamentos por los que se dejan llevar por el espíritu del mundo,
por el egoísmo y la falta de amor. Jesús desvela el amor verdadero
frente al pecado y al mal amor del que busca sólo lo propio.
Debe temer a quien pone su corazón en las cosas de la tierra; pues
todas le serán quitadas, y se le secará el corazón. El que se sacia,
buscando sólo bienes materiales, experimentará el vacío en el alma.

La sal y la luz
Como consecuencia de esta nueva moral de amor pleno, Jesús
anuncia a los que crean que serán sal de la tierra y luz del mundo. El
mundo y los hombres se salvarán de la corrupción si sus discípulos
saben llevar ese mensaje a todas las realidades humanas con su
palabra y, sobre todo, con su vida.

"Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con


qué se salará? No vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la
gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad


situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla
debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre
a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres,
para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los Cielos"(Mt).

El mundo movido por el pecado se mueve en la corrupción y en la


oscuridad. El sabor y la claridad en el camino vendrán de quien sepa
ser como Cristo en su nueva moral de amor pleno.

22
SAN AGUSTIN.-
EL SERMÓN DE LA MONTAÑA
Obras completas - versión española > Exégeticas

SERMÓN DE LA MONTAÑA
Traductor: Carlos Morán, OSA
LIBRO PRIMERO
Exposición de la primera parte del sermón del Señor en el monte,
contenido en el capítulo 5 del evangelio de San Mateo
CAPÍTULO I
VALOR CRISTIANO DE LAS BIENAVENTURANZAS
1. Si alguno con fe y con seriedad examinara el discurso que Nuestro Señor
Jesucristo pronunció en la montaña, como lo leemos en el Evangelio de San
Mateo, considero que encontraría la forma definitiva de vida cristiana, en lo que
se refiere a una recta moralidad. Y esto no lo decimos a la ligera, sino que lo
deducimos de las mismas palabras del Señor; en efecto, de tal manera concluye
el sermón, que parece estar presente todo aquello que pertenece a una recta
información de la vida cristiana. Pues dice así: Todo aquel que oye estas palabras
mías y las lleva a la práctica, lo asemejaré a un hombre sabio que construyó su
propia casa sobre roca. Descendió la lluvia, salieron de madre los ríos, soplaron
los vientos y dieron con ímpetu sobre aquella casa y no se derrumbó, pues
estaba edificada sobre roca. Y todo aquel que oye este discurso y no lo lleva a la
práctica, lo comparo con aquella persona necia que construye su casa sobre
arena. Descendió la lluvia, se desbordaron los ríos y soplaron los vientos y dieron
con ímpetu sobre aquella casa y se derrumbó y su ruina fue grande 1. Pero no
dijo solo quien escucha mis palabras, sino que añadió: quien escucha estas
palabras mías, indicando con estas palabras que pronunció el Señor sobre el
monte y que informan de tal manera la vida de aquellos que quieran vivir según
ellas, que con toda razón se pueda comparar a aquel que edificó sobre piedra.
Queriendo decir con esto que en el discurso aparecen todas las normas que
regulan la existencia cristiana. Pero de esto se tratará de forma más amplia en
otro lugar.
SIMBOLISMO DEL MONTE
2. Comienza así este discurso: Habiendo visto [Jesús] a la multitud, subió al
monte. Sentándose se acercaron a él sus discípulos y tomando la palabra les
enseñaba diciendo 2. Si se preguntara qué significa el monte, se entendería
correctamente referido a los preceptos mayores de la justicia, ya que los
menores iban los dirigidos a los judíos. Por tanto, un único Dios mediante sus
santos profetas y ministros, según una ordenada distribución de los tiempos, dio
los preceptos menores al pueblo que era oportuno sujetar todavía con el temor; y
por medio de su Hijo, dio los mayores al pueblo, que convenía fuese liberado por
la caridad. De esta manera son dados preceptos menores a los más pequeños y
mayores a los más grandes y son dados por Aquel que sabe dar al género
humano cuidados congruentes, según las necesidades propias de los tiempos. Y
no es de extrañar que hayan sido dados por un mismo Dios, que hizo el cielo y la
tierra, preceptos mayores por el reino de los cielos y menores por el reino
terrenal. De esta justicia mayor se dijo por el profeta: Tu justicia es como los
montes de Dios 3. Esto simboliza convenientemente que el único Maestro, el solo
23
idóneo para enseñar tantas verdades, enseña sobre el monte. Además enseña
sentado, cosa que pertenece a la dignidad del Maestro. Acércanse a Él sus
discípulos con el fin de que, al escuchar sus palabras, estuviesen más cerca con
el cuerpo aquellos que se adherían más con el espíritu en el observar los
preceptos. Toma la palabra y les enseñaba diciendo 4. La perífrasis con la que
dice: y tomando la palabra, quizás quiera decir que el discurso será más largo
que otras veces, al menos que, el haber dicho que ahora él ha tomado la palabra,
incluya que él mismo preparase a hablar a los profetas en el Antiguo Testamento.
FELICES LOS POBRES EN EL ESPÍRITU
3. Pero oigamos a aquel que dice: Felices los pobres en el espíritu, porque de
ellos es el reino de los cielos 5. Leemos que se ha escrito sobre el deseo de los
bienes de la tierra: Todo es vanidad y presunción del espíritu 6; ahora bien,
presunción del espíritu significa arrogancia y soberbia. El común de la gente dice
que los soberbios poseen un gran espíritu ciertamente, y es porque también en
algunos momentos al viento se le llama espíritu. Por esto, en la Escritura
leemos: el fuego, granizo, nieve, hielo, espíritu de tempestad 7. ¿Quién podría
ignorar que los soberbios son considerados inflados, como si estuviesen dilatados
por el viento? De donde viene aquello del Apóstol: La ciencia hincha, la caridad
edifica 8. También por esto en el texto bíblico son significados como pobres en el
espíritu los humildes y aquellos que temen a Dios, es decir, los que no poseen un
espíritu hinchado. Y no debía comenzar la bienaventuranza de otro modo, dado
que debe llegar a conseguir la suma sabiduría. En efecto, el principio de la
sabiduría es el temor del Señor 9, puesto que, por el contrario, está escrito que el
principio de todo pecado es la soberbia 10. Por consiguiente, los soberbios
apetezcan y amen los reinos de la tierra: Bienaventurados los pobres en el
espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos 11.
CAPÍTULO II
FELICES LOS HUMILDES
4. Felices los humildes, porque poseerán la tierra por herencia 12. Creo que se
alude a aquella tierra a la que se refieren los salmos: Tú eres mi esperanza, mi
porción en la tierra de los vivientes 13. En efecto, simboliza una cierta solidaridad
y estabilidad de la herencia perenne, porque en ella el alma, mediante un buen
afecto, reposa como en su propio lugar, de la misma forma que el cuerpo sobre
la tierra y de ahí toma su alimento como el cuerpo de la tierra. Ella misma es el
descanso y la vida de los santos. Son humildes quienes ceden ante los atropellos
de quienes son víctimas y no hacen resistencia a la ofensa, sino que vencen el
mal con el bien 14. Litiguen, pues, los soberbios y luchen por los bienes de la
tierra y del tiempo; no obstante, felices los humildes, porque tendrán como
heredad la tierra 15, aquella de la cual no han podido ser expulsados.
FELICES LOS QUE LLORAN
5. Felices los que lloran, porque ellos serán consolados 16. El luto es la tristeza
por la pérdida de los seres queridos. Los convertidos a Dios pierden todo aquello
a lo que estaban abrazados en este mundo; pues ya no se alegran con las cosas
que se alegraban en otro tiempo y, mientras que no se produzca en ellos el amor
de los bienes eternos, están doloridos de una cierta tristeza. Serán, pues,
consolados por el Espíritu Santo, ya que especialmente por esto se le llama
Paráclito, es decir Consolador, a fin de que, dejando las cosas temporales, se
gocen en las eternas alegrías.
FELICES LOS HAMBRIENTOS DE VIRTUD
24
6. Felices los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán saciados 17. Se
refiere aquí a los amadores del bien verdadero y eterno. Serán, pues, saciados
de aquella comida de la que dijo el Señor: Mi comida es hacer la voluntad de mi
Padre 18, que es la justicia, y de aquella agua de la cual quien beba, como Él
mismo dice, se convertirá en él en fuente de agua que salta hacia la vida
eterna 19.
FELICES LOS MISERICORDIOSOS
7. Felices los misericordiosos, porque de ellos se hará misericordia 20. Llama
felices a los que socorren a los infelices, porque a ellos se les dará como
contrapartida el ser librados de la infelicidad.
FELICES LOS DE CORAZÓN LIMPIO
8. Felices los que tiene un corazón limpio, porque ellos verán a Dios 21. Son
insensatos los que buscan a Dios con los ojos del cuerpo, dado que se le ve con
el corazón, como está escrito en otro lugar: Buscadlo con sencillez de corazón 22.
Un corazón limpio es un corazón sencillo. Y como esta luz del día solo puede ser
vista con ojos limpios, así no se puede ver a Dios si no está limpia la facultad con
la cual puede ser visto.
FELICES LOS PACÍFICOS
9. Felices los hacedores de paz, porque se llamarán los hijos de Dios 23. La
perfección está en la paz, donde no hay oposición alguna; y, por tanto, son hijos
de Dios los pacíficos, porque nada en ellos resiste a Dios; pues, en verdad, los
hijos deben tener la semejanza del Padre. Son hacedores de paz en ellos mismos
los que, ordenando y sometiendo toda la actividad del alma a la razón, es decir a
la mente y a la conciencia, y dominando todos los impulsos sensuales, llegan a
ser Reino de Dios, en el cual de tal forma están todas las cosas ordenadas, que
aquello que es más principal y excelso en el hombre, mande sobre cualquier otro
impulso común a hombres y animales, y lo que sobresale en el hombre, es decir
la razón y la mente, se someta a lo mejor, que es la misma verdad, el Unigénito
del Hijo de Dios. Pues nadie puede mandar a lo inferior si él mismo no se somete
a lo que es superior a él. Esta es la paz que se da en la tierra a los hombres de
buena voluntad 24, es la vida dada al sabio en el culmen de su perfección. De este
mismo reino tranquilo y ordenado ha sido echado fuera el príncipe de este
mundo, que es quien domina a los perversos y desordenados. Establecida y
afianzada esta paz interior, sea cual fuere el tipo de persecución que promueva
quien ha sido echado fuera, crece la gloria que es según Dios; y no podrá
derribar parte alguna de aquel edificio y con la ineficacia o impotencia de las
propias máquinas de la guerra, significa la gran solidez con que está estructurada
desde el interior. Por esto continúa: Felices aquellos que sufren persecución por
ser honestos, porque de ellos es el reino de los cielos 25.
CAPÍTULO III
EPÍLOGO DE OCHO SENTENCIAS
10. Todas estas bienaventuranzas constituyen ocho sentencias. Y como
convocando a otros, se dirige, no obstante, a los presentes diciéndoles: Seréis
felices cuando hablen mal de vosotros y os persigan 26. Hablaba en general en las
sentencias anteriores, pues no dijo: Felices los pobres en el espíritu, porque
vuestro es el reino de los cielos, sino porque de ellos es el reino de los cielos 27;
ni dijo: Felices los mansos, porque vosotros poseeréis la tierra; sino, porque ellos
poseerán la tierra 28; y así las otras sentencias hasta la octava a la que
añade: Bienaventurados los que padecen persecución por ser honestos, porque
25
de ellos es el reino de los cielos 29. Ahora comienza a hablar dirigiéndose ya a los
presentes, si bien es verdad que los aforismos que habían sido enunciados
anteriormente, se dirigen también a aquellos que, estando presentes,
escuchaban; y éstos, que parecen ser dichos de modo especial para los
presentes, se refieren también a los ausentes o a los que vendrán en el futuro.
Por lo cual hay que considerar con mucha diligencia este número de las
sentencias. Comienza la bienaventuranza por la humildad: Felices los pobres de
espíritu, es decir, los que no son hinchados, cuando el alma se somete a la divina
autoridad, ya que teme ir a la perdición después de esta vida, aunque, quizás, le
parezca ser feliz en esta vida. Como consecuencia llega al conocimiento de la
Sagrada Escritura, donde con espíritu de piedad aprende la mansedumbre, para
que nunca se propase a condenar aquello que los profanos juzgan absurdo y no
se haga indócil sosteniendo obstinadas contiendas. De aquí comienza a entender
con qué lazos de la vida presente se siente impedida mediante la costumbre
sensual y los pecados. Por consiguiente, en el tercer grado, en el cual se halla la
ciencia, se llora la pérdida del sumo bien que sacrificó, adhiriéndose a los más
ínfimos y despreciables. En el cuarto grado está presente el trabajo, que se da
cuando el alma hace esfuerzos vehementes para separarse de las cosas que le
cautivan con funesta delectación. Aquí tiene hambre y sed de honestidad y es
muy necesaria la fortaleza, ya que no se deja sin dolor lo que se posee con
delectación. En el quinto grado se da el consejo de dejar a un lado a quienes
persisten en el esfuerzo, ya que, si no son ayudados por un ser superior, no son
absolutamente capaces de desembarazarse de las múltiples complicaciones de
tantas miserias. Pues es un justo consejo que, quien quiere ser ayudado por un
ser superior, ayude a otros más débiles en aquello en que él es más fuerte. Así
pues, felices los misericordiosos, porque a ellos se les hará misericordia 30. En el
sexto grado se tiene la pureza del corazón, que, consciente de las buenas obras,
anhela contemplar el sumo bien que solo se puede vislumbrar con mente pura y
serena. Finalmente, la séptima bienaventuranza es la misma sabiduría, es decir,
la contemplación de la verdad que pacifica a todo el hombre al recibir la
semejanza de Dios y así concluye: Felices los pacíficos, porque se llamarán hijos
de Dios 31. La octava vuelve al principio, ya que muestra y prueba que se ha
consumado y perfeccionado. De hecho, en el primero y en el octavo se nombra el
reino de los cielos: Felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos 32, y felices los que padecerán persecución por la justicia, porque de
ellos es el reino de los cielos 33. De hecho, leemos en la Escritura: ¿Quién nos
separará de la caridad de Cristo: quizás la tribulación, la angustia, la
persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? 34 Son siete, por
tanto, las bienaventuranzas que llevan al cumplimiento; pues la octava, como
volviendo todavía al principio, clarifica y muestra lo que ha sido cumplido, a fin
de que a través de estos grados sean completados también los demás.
CAPÍTULO IV
PARANGÓN ENTRE BIENAVENTURANZAS
Y DONES DEL ESPÍRITU SANTO

11. Me parece que esta septiforme operación del Espíritu Santo de la que habla
Isaías 35 corresponde a estos grados y sentencias. No obstante, interesa el orden:
En el profeta la enumeración comienza por los grados más altos, aquí por los
más bajos; allí comienza con la sabiduría y termina con el temor de Dios, pues el
principio de la sabiduría es el temor del Señor 36. Por tanto, si los enumeramos
ascendiendo de grado en grado, nos encontramos con que el primero es el temor
26
de Dios; el segundo la piedad; el tercero la ciencia; el cuarto la fortaleza; el
quinto el consejo; el sexto la inteligencia, y el séptimo la sabiduría. El temor de
Dios corresponde a los humildes, de los cuales en el Evangelio 37 se dice: Felices
los pobres en el espíritu, es decir, los no hinchados y orgullosos, a los cuales dice
el Apóstol: No te engrías, antes bien vive con temor 38, es decir, no te
ensoberbezcas. La piedad corresponde a los mansos. Quien investiga
humildemente honra la Sagrada Escritura, no censura lo que aún no comprende
y, por tanto, no la contradice y esto es ser humilde; y por esto se dice felices los
mansos. La ciencia corresponde a los que lloran, los cuales conocieron ya en la
Escritura de qué clase de males han sido prisioneros y a causa de la ignorancia
los han deseado como buenos y gozosos; por esto se dice en el
Evangelio: Felices aquellos que lloran. La fortaleza corresponde con aquellos que
tienen hambre y sed. Trabajan anhelando el gozo de los verdaderos bienes y
deseando apartar su corazón del afecto a las cosas terrenas y temporales; de
esos se dice: Felices aquellos que tienen hambre y sed de la justicia. El consejo
corresponde a los que practican la misericordia. Hay un único remedio para
librarse de tan grandes males: que perdonemos como deseamos que se nos
perdone; y ayudemos a los demás en lo que podamos, como deseamos que se
nos ayude en aquello que no podemos; de ellos se dice: Felices los
misericordiosos. El entendimiento corresponde a los puros de corazón, entendido
como el ojo purificado, a fin de que se pueda percibir lo que ni ojo corporal
alguno vio, ni oído oyó, ni ha penetrado en el corazón del hombre 39, de los
cuales aquí se dice: Felices los limpios de corazón. La sabiduría corresponde a los
pacíficos, en los cuales todos sus actos están ordenados y no hay impulso alguno
contra la razón, sino que todo está sometido a la consciencia del hombre, dado
que también él está sometido a Dios; de esos se dice aquí: Felices los que obran
la paz.
ÚNICO PREMIO MULTIFORME DEL REINO
12. Sin embargo, un único premio, es decir el reino de los cielos, ha sido
repetido de diversas maneras, según los grados diferentes. En el primero, como
era conveniente, ha sido indicado el reino de los cielos, que es la total y suma
sabiduría del alma racional. Así pues, se ha dicho: Felices los pobres en el
espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos 40; como si se dijese: El principio
de la sabiduría es el temor del Señor 41. A los mansos les fue dada la herencia
como testamento del Padre, porque saben buscarle con piedad según lo expresan
las palabras: Felices los mansos, porque ellos en heredad poseerán la tierra 42. A
los que lloran se les ofrece la consolación, como aquellos que saben lo que han
perdido y en qué males estaban inmersos: Felices los que lloran, porque serán
consolados 43. A los hambrientos y sedientos se les promete la saciedad, como
alimento para reponerse de los fuertes trabajos en que se hallan empeñados por
la consecución de la salvación: Felices los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque serán saciados 44. A los misericordiosos se les ofrece misericordia, como a
aquellos que siguen el buen y óptimo consejo, que se les ofrezca por quien es
más fuerte lo que ellos ofrecen a los más débiles: Felices los misericordiosos,
porque de ellos se tendrá misericordia 45. A los limpios de corazón se les otorga la
facultad de ver a Dios, como aquellos que tienen el ojo puro para poder
contemplar las cosas eternas: Felices los puros de corazón, porque verán a
Dios 46. A los constructores de la paz se les promete la semejanza con Dios, como
a quienes poseen la perfecta sabiduría y han sido formados a semejanza de Dios,
mediante la regeneración del hombre nuevo: Felices los pacíficos, porque ellos
27
mismos se llamarán hijos de Dios 47. Todos estos valores pueden ser realizados
en esta vida, como creemos que fueron realizados en los Apóstoles; pues, en
efecto, no hay palabras que puedan expresar aquella perfecta transformación en
figura angélica que se promete después de esta vida. Felices, por tanto, los que
sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos 48. Esta
octava sentencia, que vuelve al principio y declara al hombre perfecto, se
significa quizás en la circuncisión al octavo día en el Antiguo Testamento y en la
resurrección del Señor después del sábado, que es a su vez el octavo día y al
mismo tiempo el primer día de la semana, y en la observancia de los ocho días
de descanso que practicamos en la regeneración del hombre nuevo y del mismo
número de Pentecostés. En efecto, multiplicando por siete el septenario, resultan
cuarenta y nueve y añadiendo un nuevo día tenemos cincuenta y así se retorna
al principio. En este día fue enviado el Espíritu Santo, que nos guía hacia el reino
de los cielos y recibimos la heredad, somos consolados y saciados, obtenemos
misericordia, somos purificados y se nos restituye la paz. Perfeccionados de este
modo, soportamos por la verdad y la justicia todas las molestias exteriores que
nos vinieren.
CAPÍTULO V
FELICIDAD INTERIOR DEL SUFRIDOR
13. Seréis felices, continúa, cuando os insulten y os persigan y, mintiendo,
dijeren toda clase de maldades contra vosotros por mi causa. Alegraos y
regocijaos, porque será grande vuestra recompensa en los cielos 49. Cualquiera
que busque en el nombre de cristiano la gloria de este mundo y la abundancia de
los bienes de la tierra, advierta que nuestra felicidad está en el interior, como se
dice del alma de la Iglesia con las palabras del profeta: toda la belleza de la hija
del rey está en el interior 50. Pues desde el exterior se prometen injurias,
persecuciones, difamaciones, por las cuales será grande la recompensa en los
cielos, la cual se percibe en el corazón de los que sufren, de los cuales se ha
podido decir: nos gloriamos en los sufrimientos, ya que sabemos que los
sufrimientos producen paciencia, y la paciencia es una virtud puesta a prueba y
la virtud probada produce la esperanza; y la esperanza no defrauda, ya que el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu
Santo que nos ha sido dado 51. En efecto, no es suficiente sufrir estos males para
recoger el fruto, sino que hace falta soportarlos por el nombre de Cristo, y no
solo con ánimo tranquilo, sino incluso hasta con alegría. En efecto, muchos
herejes, bajo el nombre de cristianos, conducen a error a las almas, soportan
muchos de estos sufrimientos, pero son excluidos de tales recompensas, ya que
no solo ha sido dicho: felices los que sufren persecuciones, sino que se ha
añadido: por la justicia. Pues donde no hay una recta fe, no puede haber justicia,
ya que el hombre justo vive de la fe 52. Ni tampoco los cismáticos presuman de
obtener tal recompensa, dado que no es posible que se dé honestidad donde no
hay caridad. En efecto, el amor al prójimo no hace el mal 53; pues si lo tuvieran,
no hubieran desgarrado el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia 54.
DIFERENCIA ENTRE INSULTO Y DIFAMACIÓN
14. Se puede poner la pregunta siguiente: ¿En qué se diferencian las
palabras: cuando os maldigan, y las otras: cuando digan toda clase de males
contra vosotros, dado que maldecir no es otra cosa que decir mal? Pues una cosa
es lanzar una maldición acompañada de injurias a la faz de una persona presente
a quien con contumelia se afrenta, como aconteció cuando los judíos dijeron a

28
nuestro Señor Jesucristo: ¿No decimos quizás la verdad indicando que eres un
samaritano y tienes un demonio? 55, y otra cosa distinta cuando se ofende la
reputación del ausente, como está escrito también de Nuestro Señor en la
Escritura: Algunos decían: es un profeta; y otros decían: No, sino que trae
embaucado al pueblo 56. Perseguir es, pues, usar violencia y agredir con
asechanzas, como lo hicieron el que le entregó y los que le crucificaron.
Tampoco se dijo simplemente: Y dirán toda clase de males contra vosotros, sino
que ha sido añadido: mintiendo, y también: por mi causa. Juzgo que esto ha sido
añadido por aquellos que quieren vanagloriarse de las persecuciones y de las
afrentas inferidas a su fama y, por tanto, piensan que Cristo les pertenece, dado
que se dicen tantas palabras malas acerca de ellos, ya que se dice la verdad,
cuando se habla de sus errores. Y si alguna vez se les inculpa de algunas cosas
falsas, lo que generalmente sucede por razón de la humana ligereza, sin
embargo, no sufren estas cosas por amor a Cristo. En efecto, no sigue a Cristo
aquel que no lleva el nombre de cristiano según la fe verdadera y la doctrina
católica.
RECOMPENSA ESCATOLÓGICA
15. Alegraos y regocijaos, continúa, porque es grande vuestra recompensa en
los cielos 57. Creo que en el texto no son llamados cielos a los lugares superiores
de este mundo visible. Pues no se debe colocar nuestra recompensa, que debe
ser estable y eterna, en estas realidades sujetas al devenir y al tiempo. Sino que
se dijo en los cielos, dando a entender las mansiones espirituales, donde habita
la eterna justicia, en cuya comparación se llama tierra el alma culpable, como fue
dicho al pecador: eres tierra y a la tierra retornarás 58. De estos cielos dice el
Apóstol: pues nuestra morada está ya en los cielos 59. Experimentan, pues, esta
recompensa en el tiempo quienes gozan de los bienes del espíritu; pero alcanzará
después la perfección completa, cuando también este cuerpo mortal sea
revestido de inmortalidad 60. Pues, dice, que así también persiguieron a los
profetas, que nos han precedido 61. En el tiempo presente coloca la persecución
centrada en las maldiciones y persecuciones. Les exhortó con un buen ejemplo,
porque de ordinario los que dicen la verdad suelen sufrir persecución. Y sin
embargo, no por el temor a la persecución, los antiguos profetas dejaron de
proclamar la verdad.
CAPÍTULO VI
SER SAL DE LA TIERRA
16. Con mucha coherencia continúa el Señor: Vosotros sois la sal de la tierra,
mostrando que han de ser tenidos por insensatos aquellos que, ambicionando la
abundancia y temiendo la escasez de bienes temporales, pierden los bienes
eternos que no pueden ser dados ni quitados por los hombres. Por tanto: Si la
sal se volviese sosa, ¿con qué se podría volver salada? 62; es decir, si vosotros,
por los cuales se podría decir que deben ser fundados los pueblos, por temor a
las persecuciones temporales perdieseis el reino de los cielos, ¿quiénes serán los
hombres mediante los cuales se os libre del error, dado que el Señor os ha
escogido para eliminar el error de los demás? En efecto: No sirve para nada la
sal insípida, sino para ser arrojada fuera y ser pisada por los hombres 63. Pues no
es pisoteado por los hombres quien padece persecución, sino quien temiendo la
persecución se vuelve fatuo. Sólo puede ser pisado quien es inferior; pero no es
inferior quien, aunque en el cuerpo sufra mucho en la tierra, sin embargo su
corazón está fijo en el cielo.

29
SER LUZ DEL MUNDO
17. Vosotros sois la luz del mundo 64. Así como antes había dicho: sal de la
tierra, ahora dice: luz del mundo. Ni antes se debe entender la tierra como
aquella que pisamos con los pies, sino los hombres que viven en la tierra, o
también los pecadores, ya que el Señor ha enviado la sal apostólica para
sazonarlos y extinguir su hedor. Ni aquí por mundo se ha de entender el cielo y la
tierra, sino los hombres que están en el mundo o aman el mundo y a los cuales
el Señor ha enviado a los apóstoles para iluminarlos. No se puede encubrir una
ciudad construida sobre el monte, es decir, fundada sobre una insigne y gran
justicia, simbolizada también por el monte donde el Señor está enseñando.
Ni encienden la lámpara y la ponen bajo el celemín, sino sobre el candelero 65.
¿Cómo podemos interpretar esto? ¿Juzgaremos que se ha dicho de esta
manera, debajo del celemín, para que se entienda solamente la ocultación de una
luz, como si dijera, nadie enciende una luz y la oculta? ¿O también puede
simbolizar el celemín alguna otra cosa, ya que poner la luz bajo el celemín es
considerar el bienestar del cuerpo más importante que el anuncio de la verdad,
hasta el punto de no anunciar la verdad, ya que teme sufrir cualquier molestia
tanto en lo que se refiera a las cosas corporales como a las temporales? La
palabra celemín está justamente empleada, antes de cualquier otro significado,
por la retribución de la medida con la que cada uno recibirá la recompensa de
aquello que hubiera practicado en vida, según el testimonio del Apóstol que
dice: porque allí recibe cada uno el pago debido a las buenas o malas acciones
que hubiere hecho mientras ha estado vestido de su cuerpo 66, y análogamente
como se dice en otro lugar de esta medida corporal: con la medida con la que
habéis medido, se os medirá 67. O ya sea porque los bienes transitorios, que se
consiguen con el cuerpo, empiezan y terminan con cierta medida o número de
días determinados, lo cual tal vez se significa con el celemín; mientras que los
bienes eternos y espirituales no son encerrados en tales límites: Pues Dios no ha
dado su espíritu tasado 68. Pone la luz bajo el celemín quien oculta y oscurece la
luz de la buena doctrina con las comodidades y ventajas temporales; mientras
que la pone sobre el candelero 69 quien somete el propio cuerpo al servicio de
Dios, de tal forma que en lo alto queda el anuncio de la verdad, y en lo bajo la
sumisión al cuerpo. Sin embargo, mediante tal sumisión al cuerpo debe
resplandecer en lo alto la doctrina que se manifiesta en las buenas obras a
quienes aprenden mediante la función del cuerpo, es decir, mediante la voz, la
lengua y otros movimientos del cuerpo. En consecuencia, sobre un candelero
colocó la luz el Apóstol cuando dijo: Peleo no como quien tira golpes al aire, sino
que castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo predicado a los otros,
venga yo a ser reprobado 70. Mas al decir: Para que alumbre a todos los que
están en la casa 71, juzgo que por casa ha de entenderse la morada dicha de los
hombres, es decir el mundo, por lo que dijo más arriba: Sois la luz del mundo 72.
O también, si alguno quiere entender por casa el significado de Iglesia, tampoco
esto sería absurdo.
CAPÍTULO VII
LA BONDAD DE LAS OBRAS, AGRADABLE A DIOS
18. Brille vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas
obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos 73. Si dijere
solamente: Brille vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras
buenas obras, parecería que había establecido la finalidad solo en las alabanzas

30
humanas, de las cuales están ávidos los hipócritas, aquellos que ambicionan los
honores y consiguen una gloria totalmente vacía. Contra éstos se puede leer: Si
todavía buscase el agrado de los hombres, no sería siervo de Cristo 74, y lo
mismo en el profeta: Aquellos que complacen a los hombres serán confundidos,
ya que Dios les convierte en nada, y añade: Dios aniquila el poder de los que
complacen a los hombres 75, y el Apóstol: No seamos ambiciosos de vanagloria 76,
y añade: El hombre, al contrario, debe examinarse a sí mismo y en él mismo y
no en el hombre encontrará motivo de gloria 77. Por tanto, no solo ha dicho: A fin
de que vean vuestras buenas obras, sino que añadió: Y den gloria a vuestro
Padre, que está en los cielos. Por consiguiente, el hombre no debe buscar como
fin el agradar a los hombres por el hecho que les agrade mediante las buenas
obras, sino que lo refiera a alabar a Dios y, como consecuencia, agrade a los
hombres, a fin de que en ello sea Dios glorificado. Conviene esto también a los
que alaban a fin de que dirijan sus alabanzas a Dios y no al hombre; como lo
manifestó el Señor a aquel hombre que le pusieron ante él con ocasión de
hombre paralítico a quien sanó, donde las turbas admiraron su poder, como está
escrito en el Evangelio: Temieron su poder y dieron gloria a Dios, que dio tal
poder a los hombres 78. Y Pablo, el imitador de Cristo, dice: Solamente habían
oído decir: Aquel que antes nos perseguía, ahora predica la fe que en otro
tiempo impugnaba, y glorificaban a Dios por mi causa 79.
INTEGRACIÓN INTERTESTAMENTARIA
19. Después de haber exhortado a los oyentes para que se prepararan a sufrir
todas las cosas por la verdad y la justicia y no ocultasen el bien que habían de
recibir, sino que instruyeran con estas cosas con la benévola intención de
enseñarles a todos los demás, dirigiendo las propias obras a la gloria de Dios y
no a la propia alabanza, comienza a informarles e instruirlos en aquello que
deben enseñar, como si ellos le hubieran preguntado diciendo: He aquí que
queremos sufrir todas las cosas por tu nombre y no esconder tu doctrina. Pero
¿qué es lo que prohíbe esconder y por lo que mandas tolerarlo todo?; ¿quizás
que debes decir cosas contrarias a aquellas que están escritas en la Ley? No,
dice. No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no he venido a
abolirla, sino a darle cumplimiento 80.
CAPÍTULO VIII
CUMPLIMIENTO PORMENORIZADO DE LA LEY
20. En esta sentencia nos encontramos con un doble sentido y hay que tratarlos
cada uno por separado. Pues el que dice: No vine a abolir la Ley, sino a
cumplirla, o afirma lo que añadirías a la Ley lo que tiene de menos o que
practicara lo que ella tiene. Hablemos primero de la primera proposición: En
efecto, el que añade alguna cosa a lo que le falta, ciertamente no destruye lo que
encontró, sino que lo ratifica haciéndolo más perfecto. Y por otro lado continúa
diciendo: En verdad os digo, hasta que no pasen el cielo y la tierra, no pasará ni
una jota de la ley o un solo acento sin que todo se cumpla 81.
Así pues, cuando se practican aquellas cosas que se añaden para la perfección,
con mucha más razón se cumplen las que previamente se ordenan para empezar.
El inciso: No pasarán de la Ley ni una jota, ni un acento, no se puede entender
de otra manera, sino como una expresión más vehemente de perfección, según
viene expresado por cada una de las letras entre las cuales la jota es la más
pequeña de todas, ya que se escribe de un solo trazo y el acento es un signo
pequeño colocado sobre ella. Con estas palabras hace ver el Señor que en la Ley

31
hasta las cosas más pequeñas se llevan a cumplimiento. Después prosigue
diciendo: Quien violare uno de estos mandamientos, por mínimo que parezca y
enseñare a los hombres a hacer lo mismo, será tenido por el más pequeño, esto
es, por nulo, en el reino de los cielos 82. Los mandamientos más pequeños son
simbolizados por una sola jota y un solo acento. Por consiguiente, el que
quebrantare y enseñare así, esto es, según aquello que quebrantó, no según
aquello que encontró y leyó, será tenido por el más pequeño en el reino de los
cielos. Quien los guardare significa: quien no los considera quebrantados y los
enseña así, en base a lo que no ha quebrantado. Este será considerado grande
en el reino de los cielos y estará en el reino de los cielos, en el cual son admitidos
los grandes. A esto pertenece lo que seguirá.
CAPÍTULO IX
DIFERENCIAS ENTRE LEY Y EVANGELIO
21. Porque os digo que si vuestra justicia no es más perfecta que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos 83; es decir, a menos que
cumpláis no solamente aquellos preceptos minoritarios de la Ley que inician al
hombre a la virtud, sino también estos que son añadidos por mí, que no vine a
quebrantar la Ley, sino a darle cumplimiento, no entraréis en el reino de los
cielos. Pero tu me dirás: Si cuando el Señor hablaba más arriba de aquellos
mandamientos mínimos, dijo que sería llamado mínimo, es decir, nulo, en el
reino de los cielos quienquiera que quebrantare uno de ellos y así hubiere
enseñado a otros a guardarlos y por consiguiente ya habría de morar en el reino
de los cielos, puesto que es grande, ¿qué es necesario añadir a los preceptos
mínimos de la ley, si puede estar ya en el reino de los cielos, porque es grande
aquel que los cumple y enseña a guardarlos? Por esta razón, hace falta que las
palabras: Pero el que lo guardare y así enseñase será llamado grande en el reino
de los cielos, sean entendidas no de aquellos preceptos mínimos, sino de aquellos
que yo publicaré. ¿Cuáles son estos? Que vuestra justicia, afirma, supere la de
los escribas y fariseos, ya que si no la superase, no entraréis en el reino de los
cielos. Luego el que violare aquellos preceptos mínimos y así enseñase a
traspasarlos, será llamado mínimo; pero el que cumpliere aquellos
mandamientos mínimos y así enseñare a observarlos, no ha de ser tenido ya por
grande e idóneo para el reino de los cielos, pero no tan pequeño como el que los
ha quebrantado. Para que sea grande y apto para el reino de los cielos debe
obrar y enseñar como Cristo enseña ahora; esto es, que sobresalga su justicia
sobre la justicia de los escribas y fariseos.
La justicia de los fariseos es no matar; la de quienes entrarán en el reino de los
cielos será el no enojarse sin motivo. El no matar es la observancia más pequeña
y quien la quebrante será considerado el más pequeño en el reino de los cielos.
Quien cumpla el no matar, no será ni más grande y apto para el reino de los
cielos; sin embargo ha ascendido algún grado. Se perfeccionará, sin embargo, si
no se enoja sin motivo, y si ha conseguido esta perfección, estará mucho más
lejos del homicidio. Por consiguiente, aquel que enseña que no nos enojemos, no
considera de ninguna manera olvidada la ley de no matarnos, sino que la observa
mejor, aunque sólo externamente, mientras no matamos y mantenemos la
inocencia en el corazón, si no nos enojamos.
TRIPLE GRADACIÓN DE LA CULPA Y SUS INSTANCIAS
22. Habéis oído, continúa, que se ha dicho a los antiguos, no matarás; y quien
matare, será reo de juicio. Sin embargo, yo os digo que todo el que se enoja

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contra su hermano sin motivo, será reo de juicio; y quien haya llamado a su
hermano racca, será reo de condena; quien le llame imbécil, será reo del fuego
del infierno 84. ¿Qué diferencia hay entre el que es reo de juicio, reo de condena y
reo del fuego del infierno? En efecto, este último contexto tiene un tono mucho
más grave y hace pensar que existe alguna gradación desde penas más ligeras a
las más graves, hasta llegar a la pena del infierno. Si es más leve ser merecedor
del juicio que de condena, así también es más leve ser merecedor de condena
que de la pena del infierno; es oportuno que se juzgue más leve enojarse sin
motivo con el hermano que llamarle racca y todavía es más leve
llamarle racca que llamarle imbécil. El ser culpable, en sí, no tendría gradación, si
los pecados no hubieran sido clasificados por grados.
"RACCA" O ÁNIMO CONMOCIONADO
23. En todo esto solo hay una palabra oscura, ya que racha no es palabra griega
ni latina, todas las otras se usan en nuestro lenguaje. Algunos han querido hacer
derivar del griego la traducción de esta palabra, manteniendo que racca significa
andrajoso, puesto que en griego pannosus, se dice ; mas cuando a esos
intérpretes se les pregunta cómo se dice en griego pannosus no responden racca.
Por lo demás, el intérprete latino podría, donde puso racca, haber
colocado pannosus y no usar una palabra que en latín no existe y en griego ni se
usa. Lo más probable es la versión que he tomado de un hebreo cuando le he
preguntado a este propósito. Me dice que es un sonido que no significa nada,
sino que manifiesta un movimiento súbito del ánimo indignado. Los gramáticos
llaman interjección a estas pequeñas partículas de la oración, que expresan algún
impulso del ánimo conmocionado, como cuando exclama heu (¡ay!) el que sufre;
y el iracundo, hem (¿cómo?). Son expresiones propias de todos los idiomas y no
tienen fácil traducción en otras lenguas. Y es este el motivo que ha movido al
traductor, tanto al griego como al latino, a poner la misma palabra, ya que no
encontraba otra palabra equivalente para interpretarla.
TRES IMPUTACIONES Y CULPOSIDADES
24. Se da, pues, gradación en estos pecados. En primer lugar, uno se enoja y
retiene la emoción que se forma en el interior. Acto seguido viene la conmoción
del ánimo, que arranca del que se indigna una expresión de ira, diciendo algo
que no significa nada, pero que declara la inquietud del ánimo con el mismo
arrebato con que mortifica a aquel contra quien se enoja, lo cual es ciertamente
más culpable que si al encenderse la ira fuese esta reprimida guardando silencio.
Si además no solo se oye la voz de quien está indignado, sino también se
pronuncia alguna palabra que designa y expresa algún vituperio cierto de aquella
persona contra la cual se profiere, ¿quién dudaría de que la falta es mayor que si
solamente se profiriese una indignación del ánimo indignado? Por tanto en el
primer caso se posee una sola señal, es decir, la ira en sí misma; en el segundo,
dos señales: la ira y el sonido que indica la ira y en el sonido mismo la
demostración de un ultraje deliberado. Ved ya ahora los tres castigos: de juicio,
de condena y de fuego del infierno. En el juicio aún se concede al reo lugar para
la defensa; en la condena, aunque también suele ser juicio, sin embargo, por
cuanto la misma distinción obliga a confesar que en este lugar se diferencia en
algo, parece que al tribunal pertenece pronunciar la sentencia, cuando ya no se
trata con el delincuente a fin de conocer si ha de ser condenado, sino que
deliberan entre sí los jueces acerca de la pena que conviene imponer al que
conste que debe ser condenado. El fuego del infierno realmente no implica duda

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alguna acerca de la sentencia, como sucede en el juicio, ni incertidumbre acerca
de la pena, como ocurre en el tribunal. En el fuego del infierno son ciertas tanto
la sentencia como la pena del condenado. Se advierten, por tanto, algunas
gradaciones tanto en las culpas como en las penas; ¿quién puede expresar en
qué términos son aplicadas de forma invisible las penas a los méritos de las
almas? Hay que prestar atención a la diferencia que se da entre la justicia de los
fariseos y aquella más grande que introduce en el reino de los cielos, porque
siendo más grave el matar que el proferir una palabra injuriosa, allí el homicidio
hace al delincuente reo de juicio, y aquí la simple cólera hácele también reo de
juicio, la cual es la más leve de las tres culpas mencionadas; porque allí se
juzgaba entre los hombres la cuestión del homicidio, y aquí todo se remite al
tribunal divino, donde el fin de los condenados es el fuego del infierno. Mas si
alguno dijese que en una justicia mayor es castigado el homicidio con una pena
más grave, si con la pena del fuego es castigado el insulto, esto induce a pensar
que hay diversidad de infierno.
TRES SENTENCIAS SIN CAUSA
25. En estas tres proposiciones, sin duda, se debe detectar un conjunto de
palabras que se sobreentienden. En efecto, la primera proposición contiene todas
las palabras necesarias, de tal manera que no necesita ser sobreentendida
ninguna: Quien se enoje contra su hermano sin motivo, será reo de juicio. No así
en la segunda, ya que afirma: quien llame a su hermano racca, se sobreentiende
sin motivo, pues añade: será reo de tribunal. Después en la tercera se
dice: quien le haya dicho imbécil 85, ahí se sobreentienden dos conceptos: a su
hermano y sin causa. Esta es la razón por la que se justifica que cuando el
apóstol San Pablo llamó necios a los gálatas, a los que también llamó
"hermanos", no lo hizo sin causa. Por tanto, en este inciso hay que
sobreentender la palabra "hermano", ya que del enemigo se dice acto seguido
cómo debe ser tratado con una justicia más grande.
CAPÍTULO X
RECONCILIACIÓN PREVIA A LA OFRENDA
26. Continúa, pues, diciendo: Por tanto, si al presentar tu ofrenda ante el altar,
allí te acuerdas que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu
ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después
volverás a presentar tu ofrenda 86. Según el texto, aparece lo que se había
hablado con anterioridad del hermano, porque la sentencia que sigue se une a la
precedente con una tal ligazón que confirma la precedente. Pues, en efecto, no
ha dicho: si al presentar la ofrenda ante el altar, sino que dice: en consecuencia,
si al presentar tu ofrenda ante el altar; luego, si no está permitido airarse sin
motivo con el hermano y llamarle racca o imbécil, mucho menos será lícito el
conservar cualquier cosa en el ánimo de tal manera que la indignación degenere
en odio. También se refiere a esto aquello que se dice en otro momento: No se
ponga el sol estando airados 87. Se nos ordena, pues: cuando llevemos nuestra
ofrenda ante el altar, si nos acordamos que el hermano tiene algo contra
nosotros, deja la ofrenda ante el altar y vete a reconciliarte con el hermano,
después ven y haz la ofrenda. Mas si esto se toma literalmente, tal vez alguno
opine que conviene hacerlo de la manera dicha, si el hermano está presente;
pues no conviene diferirlo por más tiempo, dado que se te ordena dejar la
ofrenda ante el altar. Pero si se tratase de un ausente y, lo que es posible, que
habitase al otro lado del mar, y viniese a la mente alguna cosa de esta

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naturaleza, es absurdo creer que deba dejarse la ofrenda ante el altar para
ofrecerla a Dios, después de haber recorrido tierra y mar. Estamos obligados a
recurrir a un sentido espiritual, a fin de que lo dicho se pueda entender sin caer
en el absurdo.
LA FE COMO INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA DEL ALTAR
27. Por tanto, podemos entender el altar en un sentido espiritual, en el templo
interior de Dios, la misma fe, cuyo signo exterior es el altar visible. En efecto,
cualquier don que ofrezcamos a Dios, ya sea la profecía, ya la enseñanza, o la
oración, un himno, un salmo o cualquier otro don espiritual que se nos ocurra, no
puede ser aceptado por Dios si no está apoyado en la sinceridad de la fe y
establecido sobre ella de modo fijo, de tal manera que lo que digamos sea
íntegro y sin errores. Pues muchos herejes que no tienen altar, es decir, la
verdadera fe, en vez de alabanzas, han dicho blasfemias, porque, cargados de
opiniones terrenas, han tirado por tierra, por así decirlo, el propio acto de
devoción. Pues debe ser también sana la intención del oferente. Sucede, pues, a
veces que si cuando estamos para ofrecer alguno de estos dones en nuestro
corazón, esto es, en el interior del templo de Dios, según dice el Apóstol: el
templo de Dios es santo y este sois vosotros 88, y en el hombre interior habita
Cristo mediante la fe en vuestros corazones 89, nos acordásemos que el hermano
tiene algo contra nosotros, es decir, si en algo le hemos herido, entonces es él
quien tiene algo contra nosotros; pero si nosotros tuviésemos algo contra él, si él
nos dañó, entonces no nos hace falta ir hacia él a fin de reconciliarnos, porque no
pedirás perdón a aquel que te injurió, sino que le perdonarás sencillamente,
como deseas ser perdonado por Dios de todo lo que hubieras pecado. Se debe ir
a reconciliarse cuando nos acordemos que eventualmente hemos ofendido al
hermano, y se debe ir no con los pies del cuerpo, sino con las actitudes de la
conciencia, a fin de que te postres con benevolencia ante el hermano, al cual has
ido con un pensamiento afectuoso, mientras estás en la presencia de aquel a
quien está presentando la ofrenda. Así pues, también si está presente podrás
aplacarlo con sinceridad y volverle a la benevolencia pidiendo perdón, si lo
hubieres hecho primero en la presencia de Dios, dirigiéndote a él no con tardos
movimientos del cuerpo, sino con el ligerísimo sentimiento de amistad. Y
volviendo de nuevo, es decir, renovando la intención hacia aquello que habías
comenzado a hacer, ofrecerás tu don.
HUMILDAD RECONCILIADORA COMO ANTÍDOTO DE LA SOBERBIA
28. Por lo demás, ¿quién se comporta de tal forma que no se enoje sin motivo
con el hermano, o no le diga racca sin motivo, o no le llame imbécil sin motivo, lo
cual se permite por un exceso de orgullo, o, si acaso faltase en algunas de esas
cosas, acuda al único remedio, que es pedir perdón de corazón con ademán
humilde, sino aquel hombre que no está hinchado con espíritu de vana jactancia?
Por consiguiente, felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos 90. Y, ahora, veamos lo que sigue.
CAPÍTULO XI
ACUERDO BENEVOLENTE FRENTE AL DISENSO
29. Ponte de acuerdo con tu contrario, mientras estás con él todavía en el
camino, no sea que te ponga en manos del juez, y el juez te entregue al alguacil
y te metan en la cárcel. En verdad te digo: No saldrás de allí hasta que pagues el
último cuadrante o maravedí 91. Entiendo quién es el juez: El Padre no juzga a
ninguno, sino que todo poder de juzgar se lo dio al Hijo 92, y conozco también

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quién es el alguacil: Los ángeles le servían 93, y mantenemos por la fe que vendrá
con los ángeles a juzgar a los vivos y a los muertos 94. También entiendo por
cárcel las penas del infierno, que en otro lugar llama exteriores 95. Creo, por
tanto, que el gozo de los premios divinos está en el interior del mismo
entendimiento o en la facultad más íntima que pueda pensarse. De este gozo se
dice al siervo benemérito: Entra en el gozo de tu Señor 96; al igual que en la
actual legislación de la República el que ha sido recluido en la cárcel, es liberado
bien sea por el secretario o por el tribunal del juez.
EXPIACIÓN TOTAL
30. En torno al inciso de pagar hasta la última moneda, se puede interpretar
probablemente que ha sido expresado en el sentido de que nada quedará
impune, como decimos cuando hablamos ordinariamente: hasta el fondo, cuando
queremos decir que de tal forma se ha exigido que no se deja nada; o también
que con el término hasta la última moneda se signifique los pecados cometidos
en la tierra. En efecto, la tierra es la cuarta parte o también la última de los
componentes superpuestos de este mundo, dado que hay que comenzar por los
cielos, seguido posteriormente por el aire, luego el agua y finalmente la tierra.
Por tanto, se puede interpretar convenientemente el inciso: hasta que se pague
la última moneda, hasta que sean expiados los pecados de la tierra. Y
precisamente esto es lo que ha oído también el pecador: Eres tierra y a la tierra
volverás 97. Me maravillo si la expresión: Hasta que no pagues no significa la
pena que es llamada eterna. Mas ¿cómo se paga aquella deuda, donde ya no se
da lugar al arrepentimiento ni a vivir de forma más correcta? Quizás en este paso
se ha dicho hasta que pagues, como en el otro donde se dijo: Siéntate a mi
derecha, hasta que coloque a todos tus enemigos bajo tus pies 98; en efecto,
hasta cuando los enemigos no sean colocados bajo sus pies, el Hijo no dejará de
sentarse a la derecha; o también, como dice el Apóstol: Él debe reinar hasta que
ponga a todos sus enemigos bajo sus pies 99. Pero no dejará de reinar cuando así
hubieren sido colocados. Por consiguiente, así como en las palabras de San Pablo
se entiende de aquel de quien dijo entretanto debe reinar hasta ponerle el Padre
los enemigos debajo de sus pies que reinará siempre, porque siempre estarán
ellos debajo de sus pies, así también aquí puede entenderse de aquel de quien se
dice no saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante, no saldrá para
siempre, porque estará pagando por siempre la última moneda, mientras expía
las penas eternas por los pecados terrenos. No habría dicho esto así, para que no
parezca que he evitado un tratamiento más diligente acerca de las penas de los
pecados y cómo en la Escritura se llaman eternas, o sean como sean, lo
importante es evitarlas más bien que conocerlas.
¿QUIÉN ES EL ADVERSARIO?
31. Veamos ahora quién es el adversario con el que se nos ordena que hagamos
las paces pronto, mientras estamos con él en el camino. Pues o es el diablo, o el
hombre, o es la carne, o es Dios, o su ley. No veo cómo se nos manda ser
benévolos con el diablo, es decir, estar concordes con él o serle
condescendientes; en efecto, algunos han traducido el término griego éunoon,
como concorde, otros como consintiente. Pues no se nos ordena mostrar
complacencia con el diablo, ya que donde está la complacencia, está la amistad y
nadie diría que debe hacerse amistad con el diablo; ni es admisible estar de
acuerdo con él, ya que, renunciando de una vez para siempre a él, le hemos
declarado la guerra y seremos premiados por haberlo vencido y ni siquiera se

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debe admitir el ser condescendientes con él, ya que si no hubiésemos sido nunca
condescendientes con él, nunca hubiésemos caído en estas miserias humanas. En
cuanto al hombre, aunque se nos mande tener paz con todos, en cuanto esté de
nuestra parte 100, y donde ciertamente pueden aplicarse las palabras
benevolencia, concordia y consentimiento, no veo con todo cómo se podría
explicar ser entregados por el hombre al juez, en el cual yo preveo que el juez es
Cristo, ante cuyo tribunal todos deben ser presentados, como dice el Apóstol 101.
¿Cómo puede entregarnos al juez aquel que ha de comparecer ante el juez? Pero
si es entregado al juez porque ha ofendido a un hombre, aunque no sea
entregado por el mismo ofendido, parece muy coherente que el culpable sea
entregado al juez por la misma ley contra la cual obró ofendiendo a un hombre.
En efecto, si alguno ha hecho mal al hombre matándolo, no habrá ya ocasión de
reconciliarse con él, ya que no está con él en el camino, es decir, en esta vida.
Sin embargo, tendrá posibilidad de obtener la curación arrepintiéndose y
recurriendo con la ofrenda de un corazón afligido a la misericordia de aquel que
perdona a los que se reconcilian con él y que se alegra más de un penitente que
de noventa y nueve justos 102. Pero en cuanto a la carne, veo mucho menos cómo
se nos manda ser benévolos, o estar de acuerdo con ella o ser consentidores de
sus apetitos. Los pecadores ciertamente aman su carne y condescienden con ella
y consienten a sus deseos; sin embargo, aquellos que la someten a servidumbre,
no condescienden con sus deseos, sino que la obligan a consentir a los suyos.
EL MAGISTERIO DIVINO, PROTECTOR DE LOS HUMILDES
32. Quizás se nos manda ponernos de acuerdo con Dios y ser benévolos con Él
para reconciliarnos con aquel de quien nos apartamos pecando y así puede ser
considerado nuestro adversario. Ciertamente es considerado adversario de
aquellos a quienes resiste: en efecto Dios resiste a los soberbios y da la gracia a
los humildes 103 y el origen de todo pecado está en la soberbia y el origen de la
soberbia del hombre es apostatar de Dios 104. Y el Apóstol dice: Si pues, habiendo
sido enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
mucho más estando ya reconciliados nos salvará por la vida del Resucitado 105.
Por este texto se puede entender que no hay ningún ser malo enemigo de Dios,
ya que han sido reconciliados con Él aquellos que antes eran enemigos. Por
tanto, quienquiera que en este camino, es decir, en esta vida, no se haya
reconciliado con Dios mediante la muerte de su Hijo, será entregado al juez por
Él, ya que el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo dio al Hijo 106. Y así,
todo lo que se ha escrito en este capítulo se sigue de lo que se ha tratado. Solo
hay una cuestión que causa dificultad a la comprensión de lo dicho, y es la
siguiente: Cómo se puede decir razonablemente que estamos con Dios en este
camino, si en este pasaje él mismo debe ser considerado adversario de los malos
y se nos ordena reconciliarnos con él lo antes posible, salvo que, dado que él
está en todas partes, también nosotros, aunque estamos todavía en este camino,
estamos evidentemente con Él. En efecto, la Escritura dice: Si subo al cielo, allí
estás tú; si desciendo a los infiernos, allí te encuentro; si al rayar el alba me
pusiere alas y fuese a posar en el último extremo del mar, allí igualmente me
conducirá tu mano y me hallaré bajo el poder de tu diestra 107. Y si no agradase
el decir que el impío está con Dios, aunque Dios está presente en todo, como no
pensemos que los ciegos están en la luz, aunque la luz irradia en sus ojos, resta
únicamente una cosa, y es que en este pasaje entendamos por adversario el
precepto de Dios. Pues ¿qué es lo que más se opone a quienes desean pecar que
el precepto de Dios, es decir, su Ley y la Sagrada Escritura? Ésta nos ha sido
37
dada para esta vida, para que nos acompañe en el camino y no conviene estar
enfrentados con ella con el fin de que no nos entregue al juez, sino que conviene
estar de acuerdo con ella. Nadie sabe, en efecto, cuándo deberá salir de esta
vida. Es condescendiente con la Sagrada Escritura el que la lee o la escucha con
atención, ya que le atribuye la máxima autoridad y, por tanto, no odia lo que ha
comprendido de la misma, si es verdad que se da cuenta que está en contraste
con los propios pecados; más aún, ama grandemente su corrección y se alegra
que no se le perdonen las propias enfermedades hasta que no esté todo sanado.
Y si algo le resulta oscuro o no verdadero, no suscite controversias de las
objeciones, sino que ore para poder entender y recuerde que debe ofrecer
benevolencia y reverencia a tanta autoridad. Pero ¿quién actúa así, sino aquel
que se apresura a abrir y conocer el testamento del Padre no con la amenaza de
litigios, sino apacible y lleno de piedad? Felices, pues, los sencillos, porque ellos
poseerán la tierra 108. Examinemos lo que sigue.
CAPÍTULO XII
VIRTUD MENOR Y MAYOR
33. Habéis oído que se ha dicho: No forniquéis. Mas yo digo: Todo el que mira a
una mujer con el ánimo de unirse a ella, ya ha fornicado con ella en su
corazón 109. Es virtud menor, en efecto, no fornicar con la unión corporal y es
virtud mayor del Reino no fornicar con el corazón. Por consiguiente, quien no
comete fornicación en el corazón evita mucho más fácilmente cometerla con el
cuerpo. Lo ha confirmado quien lo ha mandado, ya que no ha venido a abolir la
ley, sino a confirmarla 110. Se debe pensar, evidentemente, que no ha dicho:
quien se una con una mujer, sino quien mirare a una mujer para unirse con ella,
esto es, quien mirare a una mujer para desearla, es decir, con ese fin y con esa
intención de unirse a ella; lo cual, ya no es simplemente sentir la delectación de
la carne, sino consentir plenamente a la pasión; de tal manera que no solo no se
modera el impulso ilícito, sino que, si hay posibilidad, se le satisface.
TRIPLE PROCESO GRADUAL DEL PECADO
34. Son, pues, tres los momentos a través de los cuales se comete el pecado: la
sugestión, la delectación y el consentimiento. La sugestión procede o bien de la
memoria o bien de los sentidos corporales, bien sea cuando vemos algo, lo
oímos, lo olemos, lo gustamos o lo tocamos. Y si al percibir el objeto produjere
placer, el placer ilícito se debe reprimir. Por ejemplo, cuando estamos ayunando
y a la vista de los alimentos surge el apetito, no acontece sino la delectación;
pero ahí todavía no hemos consentido y la cohibimos con el dominio de la razón.
Pero si ha llegado ya el consentimiento, se habrá consumado ya el pecado,
conocido por Dios en nuestro corazón, aunque no hubiese llegado a ser conocido
abiertamente por los hombres. He aquí cómo son estos tres grados: la sugestión,
por decirlo así, está figurada por la serpiente, resbaladiza y voluble; efectúase
con el movimiento pasajero de los cuerpos, porque si tales y cuales imágenes se
representan en el alma, ellas proceden de fuera, del mundo corpóreo; y si algún
secreto movimiento agita el alma además de la acción de los cinco sentidos, es
también pasajero y lúbrico. Por consiguiente, cuando éste se deslice más
secretamente para penetrar en el entendimiento, tanto mayor es la razón para
compararle a la serpiente. Estos tres momentos, como había comenzado
diciendo, son semejantes a los acontecimientos que vienen narrados en el
Génesis, en el sentido que de la serpiente surge la sugestión y un cierto
convencimiento; en el deseo sensual, como en Eva, está la delectación; y en la

38
conciencia, como en el hombre, el consentimiento 111. Realizados todos estos
actos, el hombre es expulsado del paraíso terrestre, es decir, de la luz feliz de la
virtud a la muerte y todo ello con plena justicia. En efecto, quien persuade, no
obliga. Todos los seres son bellos en su propia naturaleza, orden y grado; pero
no debe descender de un orden superior, en el cual ha sido situada el alma
racional, a un orden inferior. Nadie está obligado a hacerlo así y, por tanto, si lo
hace, viene castigado con una justa ley por parte de Dios, ya que no la comete
contra la propia voluntad. Empero, la delectación antes de que se dé el
consentimiento, prácticamente es nula, o es tan leve, que en realidad es nula y el
consentir en ella es un pecado grave, dado que es ilícita, y tan pronto como uno
consiente, comete pecado en el corazón. Y si llegase a la realización, parece que
se sacia y extingue la pasión. Pero si después se repite la sugestión, se enciende
todavía más la delectación, pero aún es mucho más inferior que cuando, con la
repetición de actos, se ha formado la costumbre. En este caso es muy difícil
superarla; pero si uno no abandona y no rehúye el combate cristiano, superará
semejante costumbre con la guía y la ayuda de Dios. Así recobrará la paz y el
orden primero, así como el hombre se somete a Cristo y la mujer al hombre 112.
TRES MOMENTOS DIFERENCIALES DEL PECADO
35. Así, pues, como se llega al pecado a través de tres momentos: con el
estímulo, la delectación, el consentimiento, así son tres las diferencias de
pecados: en el corazón, en el acto y en la costumbre, casi como tres muertes.
Una, como en casa, es decir, cuando se consiente a la sensualidad en la
conciencia; la otra, como manifestada fuera de la puerta, cuando el
consentimiento se traduce ya en el acto; y la tercera, cuando de la fuerza de la
costumbre perversa, como si fuera una gran mole de tierra, se pudre ya en el
sepulcro. Quien lee el Evangelio sabe que el Señor ha resucitado a estos tres
tipos de muertos. Y quizás uno se puede dar cuenta de las diferencias que se dan
en las mismas expresiones en torno a la resurrección: en un lugar se dice: Niña,
levántate 113; en otro se indica: Joven, a ti te lo digo, levántate 114; y en el
otro: Se conmueve profundamente, llora y de nuevo se conmueve y después
gritó con una gran voz: Lázaro, sal afuera 115.
FORNICACIÓN O CONCUPISCENCIA LIBIDINOSA
36. Por consiguiente, en el concepto de fornicación considerado en este texto es
oportuno entender toda satisfacción carnal y deshonesta. Dado que, con mucha
frecuencia, la Escritura llama a la fornicación, idolatría, el apóstol Pablo, sin
embargo, a la avaricia la califica de idolatría 116. ¿Quién puede dudar que hay
razón cuando se dice que todo mal deseo es fornicación, cuando el alma,
despreciando la ley superior que le guía, se prostituye entregándose a seres de
naturaleza inferior por el precio de viles placeres? Y, por tanto, cualquiera que
sienta que la delectación carnal se rebela contra la recta voluntad por la
costumbre de pecar, cuya desenfrenada violencia le reduce a esclavitud,
reflexione cuanto pueda qué excelencia de paz perdió pecando y exclame: ¡Oh,
hombre infeliz!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios
por Jesucristo Nuestro Señor 117. Así pues, ya que se reconoce infeliz, implora,
llorando, la ayuda del Consolador. El conocimiento de la propia miseria, es una
aproximación no pequeña hacia la felicidad. Por lo tanto, Felices los que lloran,
porque ellos serán consolados 118.
CAPÍTULO XIII
AMPUTACIÓN DEL OJO ESCANDALIZADOR...

39
37. Después prosigue y dice: Pues, si tu ojo derecho te es ocasión de pecar,
sácatelo y arrójalo lejos de ti; pues te conviene más, que uno de tus miembros
se pierda que todo tu cuerpo sea arrojado a la pena eterna 119. En este caso, hay
que tener mucha fortaleza para amputar los miembros. Cualquier cosa que sea lo
que se signifique aquí por ojo, es indudable que se refiere a algo que se ama
intensamente. En efecto, aquellos que quieren expresar su amor con
vehemencia, suelen decir: "Lo amo como a mis ojos y más que a mis ojos". El
añadir derecho quizás sirve para aumentar la fuerza de ese amor. Si bien se
tornan ambos ojos conjuntamente para ver e influyen de la misma manera a la
hora de ver, sin embargo los hombres temen perder mayormente el derecho.
Este puede ser el sentido: Sea lo que sea lo que amas y dado que lo tienes como
si fuera el ojo derecho, si te es ocasión de escándalo, es decir, si te es
impedimento para conseguir la verdadera felicidad, sácalo y arrójalo lejos de ti.
Te conviene que perezca una de esas cosas, que la amas como miembros que te
están adheridos, antes de que todo tu cuerpo sea arrojado al castigo eterno.
... Y DE OTROS MIEMBROS ESCANDALIZADORES
38. Continúa hablando de la mano derecha y de ella dice igualmente: Si tu mano
derecha es ocasión de pecar, córtatela y arrójala lejos de ti; te conviene que se
pierda uno de tus miembros, antes de que todo el cuerpo sea arrojado en castigo
eterno 120. Esto nos obliga a examinar más atentamente qué es lo que se
entiende por ojo. En esta cuestión no se me ocurre algo más oportuno que se
refiera al amigo más íntimo. Pues se puede considerar como el miembro al que
amamos con más intensidad. Es también consejero, porque es el ojo que
muestra el camino, y consejero en las cosas divinas, porque es nuestro ojo
derecho, a fin de que también el izquierdo sea un amado consejero, pero para las
cosas de la tierra, atento a las necesidades del cuerpo. Era superfluo hablar de él
como ocasión de escándalo, desde el momento en que no se debe perdonar ni al
derecho. En las cosas de Dios el consejero es ocasión de escándalo, si con el
pretexto de la religión y de la doctrina intenta inducir a cualquier herejía ruinosa.
También se puede interpretar la mano derecha como un ayudante y querido
colaborador en las obras que se refieran a Dios. En efecto, así como en el ojo se
entiende la contemplación, así en la mano se entiende justamente la acción, de
tal forma que la mano izquierda se entienda de las obras que son necesarias para
esta vida y para el cuerpo.
CAPÍTULO XIV
MATRIMONIO CRISTIANO Y DIVORCIO INCOMPATIBLES
39. También se ha dicho: Quien despidiere a su mujer, dele libelo de repudio 121.
Esta justicia menor es propia de los fariseos y no le es contrario lo que dice el
Señor: Yo, en cambio, os digo: Cualquiera que despidiese a su propia mujer,
excepto en caso de fornicación, la expone al adulterio y quien se casa con una
repudiada del marido comete adulterio 122. En efecto, aquel que mandó dar acta
de repudio al despedir a su mujer, no mandó despedirla, sino que añadió: Quien
la despida, le dé libelo de repudio, a fin que el pensamiento del repudio mitigase
la cólera temeraria de quien desecha a su mujer. Y quien ordenó una dilación
para despedirla, dio a entender, en cuanto pudo, a los hombres violentos que él
no aprobaba el divorcio. Y por eso el Señor, preguntado sobre esto en otro lugar,
respondió de esta manera: Esto lo mandó Moisés por la dureza de vuestro
corazón 123. Pues, aunque fuese muy duro aquel que quería despedir a su mujer,
sin duda se aplacaría fácilmente pensando que, dado el libelo de repudio, ella

40
podría sin peligro alguno casarse con otro. Y, por tanto, el Señor, para confirmar
todo esto, es decir, que no se despidiera a la mujer con facilidad, hizo excepción
solo del acto de fornicación; todas las demás molestias, si se diesen algunas,
manda sean toleradas con firmeza por la fidelidad y la castidad conyugal. Y
afirma que es adúltero quien se desposare con una mujer divorciada del marido.
El apóstol Pablo muestra los límites de esta obligación, insistiendo en que esto se
debe respetar hasta que viva el marido, consintiéndole desposar después de
muerto 124. También él tuvo presente esta norma y mostró en ella no su opinión
personal, como en otros avisos, sino lo que mandó el Señor cuando dijo: A los
que viven en matrimonio les mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se
separe del marido; y si se separase, que permanezca sin casarse y se reconcilie
con el marido; y el marido que no repudie a su mujer 125. De igual manera, creo
que, si el marido la despide, no tome otra mujer, y cuando despidiere la propia,
procure reconciliarse con ella. Puede, pues, suceder que despida a la mujer por
motivo de fornicación, cosa que el mismo Señor quiso que fuese la excepción.
Ahora bien, y si a ella no se le ha permitido desposarse, si está vivo el marido del
cual se ha separado, ni a él casarse con otra, si está viva la mujer de la que se
separó, mucho menos se consiente el cometer violaciones carnales pecaminosas
con cualquier otra persona. Mas ha de juzgarse que son más felices los
matrimonios que, ya sea porque tienen criados los hijos, ya porque no pretenden
tener prole, han podido mantener por mutuo acuerdo entre sí la continencia, lo
cual no es contrario a aquel precepto en que el Señor prohíbe despedir a la mujer
-pues no la despide quien convive con ella, no según la carne, sino según el
espíritu - y así se observa lo que dice el Apóstol: Por lo demás, que los que
tienen mujer, vivan como si no la tuviesen 126.
CAPÍTULO XV
AVERSIÓN A LO TEMPORAL PARA AMAR LO ETERNO
40. Lo que suele inquietar la conciencia de los espíritus débiles, que, por otra
parte, se esfuerzan por vivir según los preceptos de Cristo, es aquello que el
mismo Señor dijo: Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre y
madre, a la mujer y a los hijos, y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida
misma, no puede ser mi discípulo 127. Para los menos inteligentes puede parecer
algo contradictorio el que el Señor en un sitio prohíba despedir a la mujer,
excepto por causa de fornicación, y en otro lugar niegue que pueda ser discípulo
suyo quienquiera que no aborrece a su mujer. Porque si lo dijere por la relación
carnal, no pondría en la misma condición al padre y a la madre, y a los
hermanos. Sin embargo, es muy cierto que el reino de los cielos sufre violencia y
los violentos lo conseguirán 128. En efecto, ¡cuánta violencia debe hacerse el
hombre para amar a sus enemigos y aborrecer al padre y a la madre, y a la
mujer y a los hijos y hermanos! Pues ambas cosas manda aquel que nos llama al
reino de los cielos. Y es fácil entender con su enseñanza que estas disposiciones
no son contradictorias, sino que, una vez comprendidas, es difícil ponerlas en
práctica, si bien también en este caso con su ayuda es muy fácil. En verdad, el
reino eterno, al cual se ha dignado llamar a sus discípulos, a quienes llama
hermanos 129, no posee este tipo de necesidades temporales: Pues no hay ni
judío ni griego, ni hombre, ni mujer, ni esclavo, ni libre, sino que Cristo está en
todo y en todos 130. Y el mismo Señor dice: Después de la resurrección no
tomarán ni marido, ni mujer, sino que serán como ángeles del cielo 131. Conviene,
por tanto, que quien quisiere contemplar ahora la vida de este reino, odie no a
los hombres, sino estas necesidades temporales con las que se sustenta esta
41
vida transitoria, que transcurre entre el nacer y el morir. Quien no odia este
estado temporal, no ama todavía aquella vida, que no está sujeta a estos
condicionamientos del nacer y morir, que son las causas que determinan las
relaciones matrimoniales.
AMAR LA CRIATURA HUMANA RENOVADA
41. Así pues, si yo preguntase a algún cristiano piadoso, que tiene mujer y que
aún le engendra hijos, si querría tener mujer en el reino de los cielos, sin duda
alguna, acordándose de las promesas de Dios relativas a aquella vida,
donde esto corruptible se viste de incorrupción y esto mortal se reviste de
inmortalidad 132, atraído por un grande, o al menos, cierto amor por aquella vida,
responderá con horror que de ninguna manera querría tenerla. Y si de nuevo le
interrogase, si después de la resurrección, aceptada la transformación angélica,
que se promete a los santos, quisiera vivir allí con su mujer, responderá que
desea esto con tanta vehemencia como no quería lo anterior. Así nos
encontramos con que el buen cristiano ama en una mujer la criatura de Dios, que
desea ser reformada y renovada, y sin embargo aborrece en ella la unión
corruptible y mortal, es decir, amar en ella lo que es criatura humana y aborrecer
lo que es de esposa. Así se ama también al enemigo, no en cuanto es enemigo,
sino en cuanto es hombre, dado que desea que llegue a él lo que desea para sí
mismo; es decir, que corregido y renovado llegue al reino de los cielos. Esto
mismo se ha de entender en lo que se refiere al padre y a la madre y a los otros
familiares 133, de tal forma que en ellos odiemos lo que corresponde al género
humano por su condición de nacer y morir y amemos lo que juntamente con
nosotros puede ser conducido a aquel reino en que nadie dice padre mío, sino
que todos llaman al Dios uno: Padre nuestro 134; ni dice nadie madre mía, sino
que todos dicen de la Jerusalén celestial: Madre nuestra 135; ni dice nadie
hermano mío, sino que todos y de todos dicen: Hermano nuestro 136. El
matrimonio, pues, consistirá en estar todos nosotros unidos en aquel que, por
decirlo así, será nuestro único esposo 137, el cual con la efusión de su sangre nos
rescató de la corrupción de este mundo. Es necesario, pues, que el discípulo de
Cristo aborrezca las cosas transitorias en aquellos que desea lleguen consigo a
poseer aquello que siempre permanecerá; y tanto más aborrecerá en ellos estas
cosas cuanto más les ama.
EL MATRIMONIO CRISTIANO IDEAL
42. Así pues, puede vivir el cristiano en concordia con la mujer, bien sea para
obtener el apaciguamiento de los sentidos, y esto, como dice el Apóstol, por
condescendencia, no por obligación 138, o para la propagación de la especie, lo
cual puede ser en algún grado laudable, o también viviendo con ella en sociedad
fraterna sin relación carnal, teniendo mujer como si no la tuviera 139, lo que es
excelente y sublime en el matrimonio cristiano, de tal manera que odiará lo
referente a la necesidad temporal y amará la esperanza de la felicidad eterna. En
efecto, odiamos sin duda alguna lo que deseamos que algún día se acabe, como
la misma vida en este mundo, ya que si no odiásemos esta vida temporal, no
amaríamos la eterna, que no está sujeta a las vicisitudes del tiempo. Para una tal
vida ha sido creada el alma, de la cual se ha dicho: Quien no aborrezca incluso
hasta su propia alma, no puede ser mi discípulo 140. Para esta vida es necesario el
alimento corruptible, del cual el Señor mismo dijo: ¿No vale más el alma que la
comida? 141, es decir, esta vida a la cual le es necesario el alimento. Y cuando

42
dice que da su alma por las ovejas 142, se refiere a esta vida presente, ya que
anuncia que morirá por nosotros.
CAPÍTULO XVI
PARIDAD CONYUGAL DE DERECHOS
43. Surge aquí otra cuestión. Dado que permite el Señor despedir a la mujer en
caso de fornicación: ¿cómo hay que entender a qué se refiere la expresión
fornicación? O entenderla como la entiende la gente normalmente, entendiéndola
como la fornicación que se comete en los actos libidinosos, o en el sentido como
lo que acostumbran entender las Escrituras, como ha sido indicado arriba, es
decir, toda concupiscencia ilícita, como es la idolatría, o la avaricia o también
toda transgresión de la ley para satisfacer apetitos desordenados. No obstante,
mejor es consultar al Apóstol para no decir algo inconveniente: Quienes están
casados, mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido; y si
se separare, que permanezca sin casarse y se reconcilie con el marido 143. Puede
suceder que se separe por la causa que exceptuó el Señor; ahora bien, si no es
lícito a la mujer dejar a su marido a no ser en caso de fornicación, y no le es
lícito tener otro, ¿qué diremos de lo que dice posteriormente: Y el hombre no
despida a su mujer? 144 ¿Por qué no añadió: excepto en caso de fornicación, cosa
permitida por el Señor, sino porque quiso que se entendiera en igual forma, esto
es, que, si el hombre repudia a la mujer -lo que se permite en caso de
fornicación -, permanezca sin unirse a otra mujer o se reconcilie con la que
tenía? No haría mal el marido en reconciliarse con aquella mujer a la cual, no
habiéndose nadie atrevido a apedrear, dijo el Señor: Anda y no peques más en
adelante 145. Porque el mismo que dijo que no está permitido despedir a la mujer
sino por causa de fornicación 146, obliga a retenerla, cuando no exista esta causa;
si se diese, no obliga a despedirla, sino que lo permite. De la misma manera se
dice: No le es lícito a la mujer casarse con otro a no ser que haya muerto el
marido; y si se hubiera casado antes de la muerte del marido, es culpable; pero
si no se casare después de la muerte del marido, no es culpable; pues no se
manda que se case, sino que se le permite 147. Pues, si es igual la fórmula en este
aspecto jurídico del matrimonio entre el marido y la mujer, hasta tal punto que
no solo de la mujer ha dicho el Apóstol: La mujer no tiene el poder sobre su
cuerpo, sino el marido; sino que del marido no se calló, sino que
dijo: Igualmente, tampoco el hombre tiene el poder sobre su cuerpo, sino la
mujer 148. Pues, si es idéntica la fórmula, no se debe pensar que le es lícito a la
mujer separarse del marido, salvo en caso de fornicación, al igual que tampoco le
es al marido.
MATRIMONIO DISPAR DISOLUBLE
44. Por consiguiente, debemos examinar cómo se ha de entender la palabra
fornicación y para ello debemos consultar al Apóstol, como ya habíamos
comenzado a hacerlo. Sigue diciendo: A los demás, digo yo, no el Señor 149. Aquí
ha de indagarse en primer lugar a quién se refiere el Señor cuando dice: a los
demás, porque arriba hablaba a los casados en nombre de Dios, pero ahora
habla en nombre propio: a los demás; luego parece que aquí se dirige a los no
casados; pero no es así, porque prosigue de esta manera: Si algún hermano
tiene por mujer a una infiel, y ésta consiente en habitar con él, no la repudie ; por
consiguiente, también aquí habla a los casados. ¿Qué quiere, pues, significar al
decir a los demás, sino que arriba hablaba a aquellos que se habían casado y que
ambos estaban unidos a la fe de Jesucristo; mientras que ahora con las

43
palabras a los demás designa a los matrimonios que no son los dos fieles
[cristianos]? Pero ¿qué les dice?: Si algún hermano tiene por mujer a una infiel
[no cristiana] y ésta consiente en habitar con él, no la repudie; y si alguna mujer
tiene por marido a un infiel [no cristiano] y éste consiente en habitar con ella, no
abandone a su marido 150. Por tanto, si no manda en nombre del Señor, sino que
aconseja en nombre propio, esto es bueno, de tal manera que si alguno obrara
de otro modo, no sería transgresor del precepto. Al igual que poco después
comenta sobre las vírgenes, que no tiene precepto del Señor, sino que
aconseja 151 y de tal manera alaba la virginidad, que uno la puede abrazar
libremente, de tal manera que si no lo hiciese, no se juzgue que lo hace contra el
precepto del Señor 152. Una cosa es, pues, el precepto, otra el consejo y otra la
condescendencia. Manda a la mujer que no se separe del marido; pero si llega a
separarse, debe permanecer sin casarse o debe reconciliarse con el marido 153.
No le es permitido obrar de otra manera. Aconseja al varón fiel, si tiene por
mujer a una infiel que consiente habitar con él, que no la repudie. Sin embargo,
le es lícito el repudiarla, porque no hay precepto del Señor que prohíba
despedirla, sino consejo del Apóstol; como se aconseja a una virgen que no se
case; pero, si se casa, no sigue el consejo del Apóstol, pero no obra contra
precepto alguno. Se tolera cuando se dice: esto lo digo por condescendencia, no
porque lo mande 154. Por lo cual, si es lícito despedir al cónyuge infiel, aunque sea
mejor el no despedirlo, puesto que no está permitido según el precepto del Señor
despedir al cónyuge sino por causa de fornicación, se deduce de aquí que la
infidelidad es también fornicación.
ELOGIO AL MATRIMONIO DISPAR CONVERTIBLE
45. Pero ¿qué es lo que dices, Apóstol? Ciertamente que el varón fiel no despida
a la mujer infiel que consiente habitar con él. Sí, afirma. Porque si incluso el
Señor manda que el varón no despida a la mujer sino por causa de fornicación,
pero ¿por qué dices yo lo digo, no el Señor? 155 Porque la idolatría que practican
los infieles y cualquier otra superstición maléfica es fornicación. El Señor, ha
permitido en caso de fornicación, que la mujer sea abandonada, pero porque lo
ha permitido, no obligado, ha dado posibilidad al Apóstol de aconsejar que quien
lo desease no abandone a la mujer pagana, porque pudiera llegar con el tiempo a
ser cristiana. Pues dice: Porque un marido infiel [no cristiano] se santifica por
una mujer fiel y la mujer infiel se santifique por el marido fiel [cristiano] 156.
Pienso que ya había sucedido que algunas mujeres habían conseguido llegar a la
fe a través de maridos cristianos y los maridos a través de las mujeres cristianas,
y, por tanto, sin nombrarlas, exhorta con los ejemplos para confirmar así su
consejo. Después continúa diciendo: De lo contrario, vuestros hijos serían
impuros; sin embargo ahora son santos 157. Había ya niños cristianos que habían
sido bautizados, bien fuera por obra de uno de los padres o por consentimiento
de ambos. Lo que no hubiera sucedido si el creyente hubiera disuelto el
matrimonio y no tolerase la infidelidad de su cónyuge hasta que llegase la
oportunidad de creer. Tal fue el consejo de aquel a quien me parece se le dijeron
estas palabras: Si gastases de más, te lo abonaré a mi vuelta 158.
ANALOGÍA DE FORNICACIONES
46. Todavía más: Si la infidelidad es fornicación y la idolatría es infidelidad y la
avaricia, idolatría, no se debe dudar que también la avaricia es fornicación.
¿Quién puede, pues, distinguir, con justo juicio, todo deseo ilícito del concepto
general de fornicación, si la avaricia es fornicación? De lo que se deduce que

44
puede el varón, sin faltar, despedir a la mujer y la mujer al marido por causa de
ilícitas concupiscencias, no solo por aquellas que tienen por objeto la relación
carnal con hombres o mujeres ajenos, sino por todas las que inducen al alma a
violar la ley de Dios abusando del cuerpo y que torpe y funestamente se
corrompa, y la razón es porque el Señor hace excepción de la causa de
fornicación. Y esta fornicación, como hemos indicado arriba, nos vemos obligados
a entenderla en su sentido más general y universal.
PARIDAD CONYUGAL DE OBLIGACIONES
47. Cuando dice: Excepto por causa de fornicación, no explica de parte de quién,
si del varón o de la mujer. En efecto, no se concede despedir solo a la mujer
culpable de fornicación, sino también cuando el hombre despide a la mujer, que
le obliga a fornicar, la despide por causa de fornicación. Como si la mujer induce
al marido a ofrecer sacrificios a los ídolos, quien por esto la repudia, por causa de
fornicación, la despide y no solo de parte de ella, sino también de él. De ella,
porque realmente fornica; y suya, para que no fornique. Nada hay más inicuo
que despedir a la mujer por causa de fornicación, si él mismo está convencido de
fornicar también. Ocurre aquello que dice el Apóstol: En lo que condenas a otro,
te condenas a ti mismo haciendo, como haces, aquellas mismas cosas que
condenas 159. Por tanto, quienquiera que desee despedir a la mujer en caso de
fornicación, antes debe estar limpio de ese pecado; lo que, igualmente, digo
también a la mujer.
RECIPROCIDAD ADULTERINA
48. En cuanto a aquellas palabras: El que se casare con la despedida, es un
adúltero 160, se puede preguntar que, así como el hombre que se casa con ella
comete adulterio, lo comete igualmente la mujer. Se le manda a ella que
permanezca sin casar, o que se reconcilie con el marido; pero se dijo que si ella
abandonase al marido primero. Conviene saber si es despedida o ella misma se
despide. Pues si ella misma despidiese al marido y se casase con otro 161, y,
según parece, abandona ella primero al marido por el deseo de cambiar de
matrimonio, sin duda es un pensamiento adulterino. Pero si ella es despedida por
el marido, con quien ella quería permanecer, es ciertamente adúltero el que se
casa con ella, según el mandato del Señor, pero no consta que ella sea culpable
de mismo delito. No se podría explicar muy bien, cómo, si el hombre y la mujer
se casan con mutuo consentimiento, uno sea adúltero y no lo sea también ella.
Añádase todavía a todo esto que, si es adúltero aquel que se casa con la que está
separada del marido, aunque ella no lo abandonase, sino que hubiera sido
despedida, ella misma le hace adúltero, esto ciertamente fue prohibido por el
Señor. De lo que se deduce que, bien sea que fuera despedida o que ella lo
despidiese, ella debe permanecer sin casarse o se debe reconciliar con el marido.
ILICITUD PERMISIVA DE BIGAMIA CONYUGAL
49. Se podría preguntar todavía si con el permiso de la mujer, ya sea porque es
estéril, o porque no quiere someterse a la relación conyugal, se acerca el marido
a otra mujer, que no esté casada con otro, ni separada del marido, si podría
hacerlo sin cometer adulterio. En la historia del Antiguo Testamento se encuentra
un ejemplo. Pero los preceptos actuales, para los cuales los antiguos prepararon
al género humano, son más elevados. Éstos deben ser considerados de tal
manera que no se vaya a encontrar allí normas de conducta, sino para distinguir
en diversos momentos la preocupación de la divina Providencia, según los cuales
Dios vino en ayuda del género humano de una forma muy ordenada. Qué

45
significa aquello que dice el Apóstol: La mujer no tiene potestad sobre su cuerpo,
sino el marido; y de idéntica manera, el marido no tiene potestad sobre su
cuerpo, sino la mujer 162: Puede tener tal valor que permitiéndolo la mujer, que
tiene potestad sobre el cuerpo del marido, pueda el varón unirse carnalmente
con otra, que ni sea mujer de otro, ni esté separada del marido. No se debe
pensar de esta forma, ni tampoco que pueda hacerlo la mujer con
consentimiento del marido. Todo ello lo excluye el sentido común.
SINGULAR Y DISCUTIBLE CASO DE UN ADULTERIO PERMITIDO
50. Aunque pudieran existir algunas circunstancias en las que parezca que la
mujer, con el consentimiento de su marido, debiera hacer esto en favor del
marido, como se refiere que aconteció en Antioquía, hace unos cincuenta años,
en tiempo de Constancio. Pues Acindino, prefecto a la sazón, y que también fue
cónsul, exigiendo al fisco a cierto deudor una libra de oro, irritado por no sé qué
causa, lo cual generalmente es muy peligroso en estas autoridades, a las que
todo les es lícito, o se cree que les es lícito, le amenazó, jurando y afirmando con
vehemencia que el deudor, si pasado cierto día, que señaló, no pagaba dicho oro,
le mataría. Así pues, estando él cruelmente detenido en la cárcel, y no pudiendo
librarse de aquella deuda, empezó a ser inminente y a acercarse el día tan
temido. Tenía, por cierto, una mujer bellísima, pero sin dinero alguno con el cual
pudiera ayudar al marido. Habiéndose enamorado un rico de la belleza de aquella
mujer y sabiendo que el marido se encontraba en aquel trance, envió a decirle
que le daría aquella cantidad de oro por una noche, si accedía a pasarla en su
compañía. Entonces ella, consciente de que no tenía el poder sobre su cuerpo,
sino el marido, se lo contó a él y que estaría dispuesta a hacerlo por el marido, si
él, dueño del cuerpo conyugal, al cual se le debía toda castidad, quería que esto
sucediese como si fuera algo propio por su vida. Le dio las gracias y le autorizó a
hacerlo, no juzgando que aquella era una relación adulterina, ya que lo que le
preocupaba no era la pasión, sino un gran amor por el marido, que así lo quería y
lo mandaba. La mujer se dirigió a la casa de campo de aquel rico e hizo lo que
quiso aquel desvergonzado. Pero ella entregó su cuerpo solo por el marido, dado
que no quería tener relaciones matrimoniales, como lo hacía de costumbre, sino
que lo que deseaba era seguir viviendo. Recibió el dinero, pero el rico, con
fraude, sustrajo lo que le había dado, sustituyéndolo con otro paquete semejante
lleno de tierra. Lo cual, así que la mujer, ya en su casa, descubrió todo aquello,
lo publicó, diciendo lo que había hecho impulsada por el amor al marido y el
motivo por el que se vio obligada a hacerlo. Interpela al prefecto, confiesa todo lo
hecho y manifiesta el fraude de que fue víctima.
Entonces el prefecto, reconociéndose culpable, dado que con sus amenazas se
había llegado a aquel extremo y como si pronunciase sentencia contra otro,
determinó que de los bienes de Acindino se abonase al fisco la libra de oro, y
aquella mujer fuese constituida dueña de aquel terreno de donde se tomó la
tierra cambiada por el oro. Sobre este acontecimiento no hay por qué discutir.
Que se permita a cada uno juzgar como mejor le parezca, ya que este hecho no
está tomado de ningún libro inspirado. Una vez referido el hecho, no repugna
tanto al sentido humano lo que realizó aquella mujer bajo el mandato del marido,
al igual que antes lo hemos rechazado cuando se trataba el caso sin ejemplo
alguno. Sin embargo, en este paso del Evangelio nada se debe considerar más
atentamente sino el gran mal que es la fornicación, hasta tal punto que, si bien
es cierto que los matrimonios son declarados indisolubles por un vínculo tan

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fuerte, sin embargo se presenta este motivo para ser disuelto. En qué consiste la
fornicación ha sido ya tratado más arriba.
CAPÍTULO XVII
ABUSO DE JURAMENTO O RIESGO DE PERJURIO
51. Y sigue diciendo Jesús: Habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en
falso, antes bien cumplirás los juramentos hechos al Señor. Yo os digo más: que
de ningún modo juréis, ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra,
porque es la peana de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran
Rey; ni tampoco juréis por vuestra cabeza, pues no está en vuestra mano el
hacer blanco o negro un solo cabello. Sea, pues, vuestro hablar: Sí, sí; no, no,
porque lo que pasa de esto proviene del mal 163. La justicia de los fariseos
consiste en no perjurar. Lo confirma esto quien prohíbe jurar, ya que esto
pertenece a la justicia del reino de los cielos. Así como no puede decir algo falso
quien no habla, así tampoco puede perjurar quien no jura. Sin embargo, dado
que jura quien pone como testigo a Dios, hay que considerar con cuidado este
capítulo, a fin de que no parezca que el Apóstol actuó contra el precepto del
Señor, ya que con frecuencia juró, cuando dice: Lo que os escribo, os lo digo
delante de Dios que no engaño 164. Y en otro lugar dice: El Dios y Padre de
Nuestro Señor Jesucristo, que es bendito por los siglos, sabe que no miento 165. Y
lo mismo después: Dios es mi testigo a quien sirvo con mi espíritu en el
Evangelio de su Hijo, como os recuerdo continuamente en mis oraciones 166. A no
ser que alguno diga que solamente hay juramento cuando se dice por qué se
jura; y así Pablo no ha jurado, ya que no ha dicho: por Dios, sino que dijo: Dios
es testigo. Es ridículo pensar de esta manera. Sin embargo, por lo obstinados y
cortos de mente, con el fin de que no piense alguien que haya diferencia, sepa
que el Apóstol juró cuando dice: Cada día muero por vuestra gloria 167.Y no se
piense que la frase significa: vuestra gloria me hace morir todos los días, según
se acostumbra a decir: por el magisterio de fulano he llegado a ser doctor, es
decir, por su magisterio se ha llegado a ser más docto. Los ejemplares griegos
dirimen la cuestión, pues en ellos se
escribe: ήήύ ύ, lo que solo puede decir el
que jura. Por lo tanto, se entiende así que el Señor mandase no jurar, a fin de
que el Señor no recurra al juramento como si fuera algo bueno y que con la
costumbre de jurar caiga en el perjurio. Por tanto, quien entiende que el
juramento se debe usar no para las buenas acciones, sino en caso de necesidad,
lo evite, en cuanto sea posible, y que solo lo use por necesidad, cuando se dé
cuenta que los hombres son tardos para poder creer una verdad que es útil para
ellos el creerla a no ser que venga confirmada con juramento.
A esto se refiere lo que se ha dicho: Sea vuestro modo de hablar: Sí, sí; no, no.
Esto es bueno y deseable. Lo que pasa de esto, viene del mal 168. Si te sientes
obligado a jurar, tienes que saber que viene de la debilidad de aquellos a quienes
aconsejas. Esta debilidad ciertamente es un mal, del cual cada día pedimos ser
liberados, cuando rezamos: Líbranos del mal 169. Es verdad que no dice: Todo lo
que pasa de esto es malo: tu ciertamente no haces el mal si estás usando
rectamente el juramento y, si no es bueno, sin embargo es necesario que de tal
forma convenzas al otro de algo útil que le aconsejas; pero viene de un principio
malo, por cuya debilidad te ves obligado a jurar. Pero solamente quien lo ha
experimentado, sabe qué difícil es reprimir la costumbre de jurar y de no realizar

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nunca desconsideradamente un acto, que en otro momento la necesidad le obliga
a realizar.
EL JURAMENTO IMPLICA A DIOS OMNIPRESENTE
52. Se puede preguntar por qué después de la frase: Yo os digo que de ningún
modo juréis, se añadió lo siguiente: Ni por el cielo, porque es el trono de Dios, y
lo restante hasta donde se dice: Ni por tu cabeza 170. Creo que porque los judíos
no juzgaban sentirse obligados al juramento, si jurasen por estas cosas. También
porque habían oído: Cumplirás los juramentos hechos al Señor 171, juzgaban que
no debían al Señor el juramento si juraban o por el cielo, o por la tierra, o por
Jerusalén o por la cabeza. Y esto se hizo no por culpa de quien mandaba, sino
por falta de comprensión de ellos. De esta forma enseña el Señor que nada es
tan vil en las criaturas del Señor que se juzgue que es posible jurar por ellas,
siendo así que todas estas cosas creadas desde las más perfectas a las menos
son gobernadas por la divina Providencia, comenzando por el trono de Dios hasta
el cabello blando o negro. Ni por el cielo, dice, porque es el trono de Dios; ni por
la tierra, porque es la peana de sus pies; es decir, que cuando juras por el cielo o
por la tierra, no juzgues que no debes a tu Señor el juramento, porque has sido
inducido a jurar por aquel cuyo trono es el cielo 172 y cuya peana es la tierra. Ni
por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey 173; es mejor que si dijese mía,
no obstante que se entiende en este sentido. Y dado que de ella es él
ciertamente el Señor, quienquiera que jura por Jerusalén, al Señor debe cumplir
el juramento. Ni jurarás por tu cabeza. ¿Qué cosa podría considerar un hombre
que le pertenece más a él que su misma cabeza? Pero ¿cómo se puede
considerar nuestra, si no tenemos el poder de hacer en ella que un cabello sea
blando o negro? Por tanto debe hacer juramento a Dios, que inefablemente
sostiene todas las cosas y en todo lugar está presente, todo aquel que quisiera
jurar por su cabeza. Aquí se entienden todas las demás cosas, las cuales
ciertamente no podrán nombrarse en este lugar, como aquella forma del Apóstol
que hemos mencionado más arriba, el cual dice: No hay día, hermanos, en que
yo no muera por vuestra gloria, cuyo juramento, para mostrar que lo debía
cumplir a Dios, añadió: la que está en Jesucristo, nuestro Señor 174.
53. Sin embargo, diré aquí por causa de los carnales: no se debe interpretar la
frase que el cielo es el trono de Dios y la tierra la peana de sus pies en sentido de
que Dios tenga colocados los miembros en el cielo y en la tierra como cuando
estamos sentados; pero aquel asiento que le asignamos significa juicio. Y porque
en el conjunto universal del mundo, el cielo tiene la mayor belleza, y la tierra la
menor, dícese que Dios se sienta en el cielo y que pisa la tierra, como si el poder
divino estuviese más próximo a la hermosura más excelente y concediera a la
menor un lugar más distante e inferior. En sentido espiritual el concepto de cielo
indica las almas elegidas y el de tierra las pecadoras. Y dado que el hombre
espiritual juzga todas las cosas y no es juzgado por nadie 175, es considerado
justamente como el trono de Dios. Pero el pecador, al cual fue dicho: tierra eres
y a la tierra irás 176, convenientemente se toma por la peana de sus pies; porque
la justicia otorga a cada uno lo que merece, le echará a un lugar inferior, y el que
no quiso permanecer en la ley, debajo de la ley será castigado.
CAPÍTULO XVIII
EL HAMBRE Y SED DE VIRTUD, SUPERADORAS DEL MAL
54. Sin embargo, para que podamos concluir esta temática importante, ¿qué se
puede decir o pensar que haya sido más trabajoso y laborioso, donde el alma fiel

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ejerza todo su vigor y habilidad, que el superar una costumbre viciosa? ¡Ampute
el cristiano todos los miembros que impidan la entrada en el reino de los cielos a
fin de que no se rompa con el dolor! Soporte en la fidelidad conyugal todas las
dificultades, que, aunque sean muy molestas, no tienen delito de corrupción
impura, esto es, de fornicación. Es como si uno tiene una mujer, bien que sea
estéril, o deforme del cuerpo, o con miembros muy débiles, ciega, sorda o coja o
con cualquier otra imperfección, o que esté consumida por enfermedades o
dolores, o cualquier otra cosa horrible que se pueda pensar, excepto la
fornicación, todo ello lo debe soportar por la fe y la humana convivencia. Y no
solo no debe repudiar a tal mujer, sino que, aunque no la tuviera, no se case con
una que está separada del marido, y que sea bella, sana, rica y fecunda. Y si no
le es lícito hacer todo esto, mucho menos se juzgará lícito acceder a otra
cualquier forma ilícita de relación sexual y huya de la fornicación por tratarse de
una perversión indecorosa. Y diga la verdad y no la confirme con frecuentes
juramentos, sino con la honestidad de las costumbres. Y refugiándose en la roca
del combate cristiano, como desde un lugar más elevado abata la innumerable
tropa, que se rebela contra uno mismo, de todas las malas costumbres, de las
que muy pocas han sido enumeradas con el fin de que sean todas conocidas.
Pero ¿quién se atreve a emprender tantas fatigas, sino quien arde de tal modo en
el amor a la justicia que, encendido ardientemente por el hambre o por la sed, y
sintiendo su vida insignificante hasta que no se sacie de ella y se hace violencia
por el reino de los cielos? En efecto, de ninguna otra manera se podría considerar
fuerte para poder soportar todo lo que, en el extirpar los malos hábitos, juzgan
los amadores de este mundo ser penoso, afanoso y de todo punto difícil. Felices,
pues, los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados 177.
SIMILITUD Y DIFERENCIA ENTRE MANSEDUMBRE Y MISERICORDIA
55. No obstante, cuando en estos trabajos alguno sufre dificultad, y caminando
por duras y ásperas sendas rodeado de varias tentaciones y viendo que por uno y
otro lado se levantan enormes obstáculos de la vida pasada, teme no poder
llevar a cabo la obra emprendida, acoja el consejo para merecer la ayuda. Y qué
otra cosa puede ser el consejo sino soportar la debilidad de los otros y socorrerla,
cuanto sea posible, ya que desea que también llegue la ayuda de Dios a su
propia debilidad. Y así podemos pasar a considerar las obras de misericordia. El
sencillo y el misericordioso parecen ser una misma cosa. Pero hay una diferencia,
y es que el sencillo, del que hemos hablado más arriba, no se opone a las
sentencias divinas pronunciadas contra sus pecados y a las palabras de Dios que
todavía no llega a entender, pero no presta ningún beneficio a quien no
contradice ni se opone: El misericordioso, sin embargo, de tal manera no se
opone que hace lo que sea por la corrección de aquel que con la oposición le
convertiría en peor.
CAPÍTULO XIX
GENEROSIDAD Y CONDESCENDENCIA
56. Sigue el Señor diciendo: Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por
diente; pero yo os digo que no os opongáis al que haga el mal; sin embargo, si
alguien te hiriese en la mejilla derecha, vuélvele también la izquierda; y a quien
te quiera llamar a juicio y quitarte la túnica, ofrécele también la capa; y quien te
forzare a ir con él mil pasos, vete con él otros dos mil. Al que te pida dale y no
vuelvas tu rostro al que pretende de ti algún préstamo 178. La justicia menor de
los fariseos consiste en no traspasar la medida de la venganza para que uno no

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devuelva mayor daño que el que recibió; este es un gran paso. Porque no se
encuentra fácilmente un hombre que, habiendo recibido un puñetazo, se limite a
devolver otro; o que a una palabra injuriosa de quien injuria, se contente con
devolver otra solamente y que esta signifique lo mismo; sin embargo, se venga
en demasía, bien sea perturbado por la ira o porque juzga justo dañar más
gravemente al ofensor que lo que fue el inocente ofendido. Tal disposición de
ánimo fue en gran parte frenada por la Ley, en la que se dice: ojo por ojo y
diente por diente 179; con estos términos se expresa la medida de la venganza, la
cual, según ella, no debe exceder a la injuria. Esto es el principio de la paz; la
paz perfecta: el no desear tal venganza.
DE LA DISCORDIA A LA CONCORDIA MISERICORDIOSA
57. Por tanto, entre aquello primero, que está fuera de la ley, en que uno
devuelve un mal mayor por uno menor, y esto último que mandó el Señor para
perfeccionar a sus discípulos, de no devolver mal por mal, hay un término medio,
es decir, que se devuelva cuanto se ha recibido; por lo cual, de esta forma, se ha
realizado, según la distribución de los tiempos, el paso de la suma discordia a la
concordia perfecta. Así, pensad qué diferencia tan grande hay, entre aquel
hombre que cometió primero el mal con la intención de ofender y dañar y el otro,
que no lo devuelve, aunque le hayan ofendido. Quien, por el contrario, no ha
realizado el mal en primer lugar, pero ofendido devuelve de voluntad o de obra
mayor mal que el que recibió, se separa un tanto de la extrema iniquidad y se
acerca a la justicia perfecta; sin embargo, no observa todavía lo que manda la
ley dada por medio de Moisés. Mas aquel que devuelve un daño igual al que
recibió, ya hace una concesión, porque no son iguales la pena que merece el
ofensor culpable y la sufrida por el inocente a quien dañó. Mas esta justicia, no
severa, sino misericordiosa, fue perfeccionada por aquel que vino a cumplir la
Ley, no a quebrantarla 180. Así pues, aun dejando a la penetración de las
inteligencias los dos grados que hay intermedios, prefirió el Señor hablar de la
suma perfección de la misericordia. Porque aún resta algo que hacer a aquel que
no cumple con todas sus fuerzas las grandezas de este precepto, dado con miras
al reino de los cielos; como es que no devuelva tanto daño como recibió, sino
menos; por ejemplo, dar una bofetada por dos que recibió o cortar una oreja por
un ojo que le fue vaciado. Pero sube más aquel que absolutamente no devuelve
mal alguno y se aproxima también más al precepto del Señor, pero aún no llega
a cumplirlo.
Le parece todavía poco al Señor, si en lugar del mal que has recibido no
devuelves nada de lo mismo, si no estás dispuesto a soportar algo más. Por lo
cual no dijo: Yo os digo que no devolváis mal por mal, aunque ya sea este un
gran precepto, sino que dijo: No resistáis al mal, de tal modo que no solo no
devuelvas lo que se ha irrogado, sino que no resistáis a los que os causen otro
daño. Esto es, pues, lo que dice acto seguido: Antes, si alguien te hiriere en la
mejilla derecha, vuélvele también la izquierda 181. Pues no ha dicho: Si alguno te
golpea, no debes golpearle, sino estate dispuesto a que te golpee todavía.
Entienden que el mandamiento pertenece a la misericordia sobre todo aquellos
que se entregan a los que aman sobremanera, por ejemplo a los hijos o a otras
persona queridas enfermas, o niños o a dementes. Frecuentemente reciben
muchos sufrimientos de estos y si su salud lo requiere están dispuestos a sufrir
más todavía, hasta el día que termine la crisis de la edad o de la enfermedad.
Pues ¿qué otra cosa podía enseñar el Señor, médico de las almas, a aquellos a
los que estaba educando para cuidar al prójimo, sino soportar con ánimo
50
tranquilo las deficiencias de aquellos que están dispuestos a preocuparse por su
salvación? Todo vicio procede de la deficiencia de la conciencia, ya que no hay
nada más inocente que quien es perfecto en la virtud.
SIMBOLISMO DE LA MEJILLA DERECHA
58. Se puede investigar qué significa la mejilla derecha, pues así se lee en los
códices griegos, que son los que merecen mayor credibilidad. Sin embargo,
muchos códices latinos solo dicen mejilla, no la derecha. Por la cara es por lo que
se reconoce a la gente. Así leemos en el Apóstol: Porque nosotros aguantamos a
quien os reduce a esclavitud, a quien os devora, a quien toma vuestros bienes, a
quien os trata con altanería, a quien os hiere en el rostro; añadiendo
después: digo esto en cuanto a la afrenta 182, con la intención de hacer ver qué
significa ser herido en el rostro, es decir, ser despreciado y confundido. El Apóstol
no dice estas cosas para dispensarles de sufrir a estos, sino más bien para que lo
soportasen como él mismo, que les amaba de tal manera que se sacrificaba por
ellos 183. Y dado que el rostro no se puede considerar derecho o izquierdo y,
además, siendo que la reputación puede ser o según Dios o según el mundo, se
señala la mejilla derecha y la izquierda, significando que todo discípulo de Cristo
que haya sido despreciado por el título de cristiano esté dispuesto a que sean
despreciados los honores mundanos, si tuviere alguno. A ejemplo del mismo
Apóstol, cuando los hombres condenaban en él el nombre de cristiano, no habría
presentado la otra mejilla a los que le herían en la derecha, si silenciaba el honor
que poseía en el mundo. Diciendo: Soy ciudadano romano 184, no quería decir con
esto que no estaba preparado para que esta pequeña gloria, que tenía en muy
poco, fuera en él menospreciada por aquellos que en él despreciaban un nombre
tan precioso y saludable. ¿Acaso soportó después con menos paciencia las
cadenas, que no era lícito colocar a los ciudadanos romanos, o decidió acusar a
alguno de esta injusticia? Y si algunos por el título de ciudadano romano se lo
perdonaron, no por eso dejó de ofrecerse a los golpes, anhelando con su
paciencia apartar de tanta perversidad a aquellos que veía querían honrar en él
más el lado izquierdo que el derecho. En efecto, se debe poner mucha atención
para ver con qué intención se hacía todo esto y cuánta benevolencia y dulzura
manifestó hacia aquellos de quienes recibió esta ofensa. Cuando por orden del
pontífice recibió una bofetada, por parecer a éste que hablaba con insolencia, al
decir: Dios te castigará, pared blanqueada 185, para los menos inteligentes parece
una injuria, pero para los inteligentes fue una profecía. La pared blanqueada es la
hipocresía, es decir, la ficción que se pavonea de la dignidad sacerdotal y que
bajo este título, como cándida vestidura, esconde la fealdad interior, parecida al
barro. Mantuvo milagrosamente una actitud humilde cuando se le dijo: ¿Ofendes
al jefe de los sacerdotes? Él respondió: No sabía, hermanos, que es el jefe de los
sacerdotes; ya que se escribió: No ofenderás al jefe de tu pueblo 186. De esta
manera demostró con cuánta tranquilidad pronunció aquellas palabras que
parecía haberlas dicho con ira, respondiendo con mucha rapidez y calma; y esto
no es posible que venga de personas indignas e inquietas. Y en eso mismo dijo
una verdad para los que quisieran entenderla: No sabía que es el príncipe de los
sacerdotes 187, como si quisiera decir: He conocido otro jefe de los sacerdotes, en
cuyo nombre soporto estas ofensas y a quien no es lícito insultar y, sin embargo,
le habéis insultado, ya que en mí no habéis odiado a otro sino a Él. Así, hace falta
hablar estas cosas sin fingimiento, y tener un corazón dispuesto a todo para
poder cantar aquellas palabras del profeta: Mi corazón está dispuesto, oh Dios,
dispuesto está mi corazón 188. Hay muchos que aprendieron a colocar la otra
51
mejilla, pero no saben amar a aquel que les ha herido. Mas el mismo Señor, que
fue el primero en cumplir lo que prescribió, no le puso la otra mejilla, sino que al
siervo del sacerdote que le hirió en la mejilla le dijo: Si he hablado mal, dame
pruebas; pero si he obrado bien, ¿por qué me pegas? 189 Sin embargo, no estaba
su corazón menos preparado, no solo para ofrecer la otra mejilla por la salvación
de todos, sino para entregar todo su cuerpo a ser crucificado.
GENEROSIDAD EN LA BONDAD
59. Por consiguiente lo que sigue: Y a quien quisiera llevarte a juicio y quitarte la
túnica, dale también la capa 190, se ha de entender rectamente este precepto en
orden a la disposición del corazón, no a un acto de ostentación. Y lo que se ha
dicho sobre la túnica y la capa no debe ser tenido en cuenta solo de eso, sino
dígase de todos los bienes, que por algún derecho los consideramos como de
nuestra propiedad. Y si esto ha sido mandado en cuanto a las cosas necesarias,
con más razón hay que despreciar las cosas superfluas. Sin embargo, los bienes
considerados de nuestra propiedad deben colocarse en el rango que el Señor
prescribió cuando dijo: Si alguno desea llevarte a juicio para quitarte la túnica.
Hay que entender esto referido a todos los bienes por los cuales se nos puede
llamar a juicio, de tal manera que de nuestra propiedad pasen a la propiedad de
aquel que llama a juicio o por quien se llama a juicio como es un vestido, una
casa, un campo, una bestia de carga o en general todo lo que sea dinero. Es un
problema más serio si se deben incluir también los esclavos. No es conveniente
que alguien posea un esclavo como puede poseer un caballo o el dinero, aunque
puede ser que valga más un caballo que el siervo y mucho más si es algo que
sea de oro o de plata. Sin embargo, si el siervo es educado por ti y dirigido por ti,
que eres su amo, más sabia, honesta y rectamente al servicio de Dios que lo
puede ser aquel que desea quitártelo, ignoro si alguien se atrevería a decirte que
lo debes despreciar como al vestido. Un hombre debe amar al otro como a sí
mismo 191, a quien mandó el Señor de todos que ame también a los enemigos,
como se demuestra en lo que sigue.
60. También se debe tener en cuenta que toda túnica es vestido, pero no todo
vestido es túnica. Por el término vestido se entienden más cosas que por el
nombre de túnica. Y, por consiguiente, por esto juzgo que se pudo decir así: Y
quien quisiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, entrégale también el vestido,
como si dijera: Quien te quisiere quitar la túnica, dásela e incluso cualquier clase
de vestido. Sin embargo hay algunos que interpretan por capa lo que en griego
se dice ά.
ACOMPAÑAMIENTO GENEROSO
61. Y a quien te forzare a ir con él mil pasos, vete otros dos mil 192, dice el Señor.
Y esto no tanto porque tú camines con los pies cuanto lo que estás dispuesto a
hacer con la intención. En efecto, en la historia del cristianismo, que tiene su
autoridad, no encuentras que un tal comportamiento fuera el de los santos o del
mismo Señor, que nos ofreció un modelo de conducta al asumir la naturaleza
humana. Y cómo en casi todos los lugares encuentres a todos preparados a
soportar con ánimo sereno las más injustas exigencias. Y lo de: vete con él otros
dos mil, ¿pensamos que se dijo como ejemplo o verbigracia?; ¿o quiso más bien
que se completaran tres mil, significando este número la perfección, recordando
alguien que haciendo esto cumple la plena justicia, soportando con misericordia
las enfermedades de aquellos que desea sanar? También se puede ver que
insinuase estos preceptos con tres ejemplos, de los cuales el primero es: si

52
alguno te abofetea en la mejilla; el segundo, si alguno quiere quitarte la túnica;
el tercero, si alguno te obligase a dar con él mil pasos, y en este tercer ejemplo,
a la unidad se le ha añadido el duplo, con el fin de que se complete el triplo. Y si
este número, en el paso que comentamos, no simboliza la perfección, según
hemos dicho, se interprete que el Señor comenzó por mandar lo más fácil y subió
paulatinamente hasta llegar a completar el doble. En efecto, en primer lugar se
ha querido que presente la mejilla izquierda aquel que fue abofeteado en la
derecha, significando que esté preparado para sufrir un agravio menor que el
inferido. Todo lo que pueda significar la derecha, es ciertamente más estimado
que lo que signifique la izquierda, y si alguno ha sufrido algo en un objeto muy
querido, es menos doloroso soportarlo cuando se trata de un objeto menos
apreciado. Después ordena ceder también la capa a aquel que quiere quitarle la
túnica, ya que es de la misma medida o no mucho más amplia, pero no el doble.
En el tercer caso, o sea de los mil pasos, al que le dice de añadir otros dos mil,
manda estar preparado hasta soportar el doble; significando así que si algún
malhechor quisiere ser malo contigo, se debe soportar con resignación, ya sea
algo menos o lo mismo o incluso más que lo sufrido anteriormente.
CAPÍTULO XX
DOBLE TIPO DE INJURIA
62. No veo que se haya omitido ningún tipo de injuria en estas tres clases de
ejemplos. En todos los casos en los que sufrimos alguna clase de maldad se
distinguen dos tipos, de los cuales uno se da si no es posible restituir, y el otro si
es posible la restitución. En el caso en que no es posible restituir normalmente se
recurre a un expediente de castigo. ¿Qué te aprovecha el golpear a aquel que te
golpeó?; ¿acaso volverá a su estado íntegramente la herida que se produjo en el
cuerpo? Y sin embargo una conciencia inquieta desea tales lenitivos; al sensato y
firme todo esto no le complace; al contrario, se juzga mejor tolerar
misericordiosamente la debilidad del otro, antes que, con el suplicio ajeno,
mitigar la propia, que es nula.
PUNICIÓN Y CORRECCIÓN
63. No se prohíbe en este caso aquel castigo que sirve para la corrección.
También ella misma pertenece a la benevolencia y no impide la determinación de
que cada uno esté dispuesto a tolerar muchas cosas de parte de aquel que desea
ser corregido. Pero solo es idóneo para aplicar esta venganza aquel que con la
grandeza del afecto haya superado el odio, que suele inflamar a quienes desean
vengarse. No se debe temer, pues, que los padres parezcan odiar al hijo pequeño
cuando le azotan por haber cometido una falta, a fin de que no vuelva a
cometerla. Por lo demás, ciertamente, la perfección del amor nos viene
propuesta en la imitación del mismo Dios Padre 193, cuando se nos dice: Amad a
vuestros enemigos, haced bien a los que os odien y orad por los que os
persiguen 194. Y, sin embargo, del mismo Dios dice el profeta: El Señor corrige al
que ama y aflige a todo hijo más querido 195. Y en otro lugar dice el Señor: El
siervo que no conoce la voluntad de su amo y comete acciones dignas de castigo,
recibirá pocos azotes; pero el siervo que conoce la voluntad de su amo y comete
acciones dignas de castigo, éste recibirá muchos 196. Se pide, por tanto, que solo
castigue aquel a quien, en el orden de las cosas, le ha sido concedido el poder y
castigue con la intención con la que un padre castiga a su hijo y al cual, dada su
edad, no puede odiar. Se ofrece aquí un ejemplo muy apropiado para demostrar
con claridad que se puede castigar mejor el pecado con amor que dejarlo

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impune; desea que aquel con el que usa el castigo no sea infeliz por el castigo,
sino feliz con la corrección, de tal manera que esté preparado, si fuera necesario,
a soportar muchas dificultades provocadas por quien quiere corregir, tanto si
tiene potestad para corregirlo como si no la tiene.
CORRECCIÓN CON AMOR INCLUSO MEDIANDO LA MUERTE
64. Algunos hombres grandes y santos, que sabían muy bien que esta muerte
que separa el alma del cuerpo no se debe temer; sin embargo, según el parecer
de aquellos que la temen, castigaron con la pena de muerte algunos pecados,
bien para infundir saludable temor a los vivientes, o porque no dañaría la muerte
a los que con ella eran castigados, sino el pecado que podría agravarse si
viviesen. No juzgaban desconsideradamente aquellos a quienes el mismo Dios
había concedido un tal juicio. De esto depende que Elías mató a muchos, bien
con la propia mano, o bien con el fuego, fruto de la impetración divina; lo cual
hicieron también otros muchos excelentes y santos varones no
inconsideradamente, sino con el mejor espíritu, para atender a las cosas
humanas. También, una vez los discípulos citaron al Señor el ejemplo del mismo
Elías, recordando lo que él había hecho 197, a fin de poder darle también a ellos el
poder de pedir fuego del cielo, con el fin de hacer desaparecer a aquellos que no
le habían dado hospitalidad. Reprendió el Señor en ellos no el ejemplo del santo
profeta, sino la ignorancia al pedir venganza, la cual todavía persistía en estas
personas ignorantes, reprendiéndoles que no deseaban la corrección con amor,
sino la venganza con odio 198. Después que les enseñó qué significa amar al
prójimo como a sí mismo 199 y una vez recibido el Espíritu Santo, que, como
había prometido, envió sobre ellos de lo alto diez días completos después de su
Ascensión 200, no faltaron tales ejemplos de venganza, si bien es verdad que
mucho más raros que en el Antiguo Testamento. Pues allí en su mayor parte,
como esclavos, eran sujetados por el temor; ahora como personas libres son
alimentados por el amor. Pues, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, a
las palabras de Pedro, Ananías y su mujer cayeron exánimes y no fueron
resucitados, sino sepultados 201.
65. Pero si los herejes, que no aceptan el Antiguo Testamento, no quieren creer
lo que dice este libro, consideren atentamente al apóstol Pablo, que lo leen como
nosotros, cuando dice de un pecador que le entregó a Satanás para la muerte del
cuerpo: A fin de que fuera salvada el alma 202. Y si no quieren entender aquí la
muerte, porque quizás se dude, confiesen que el Apóstol ejecutó algún castigo
por medio de Satanás. Y que lo realizó, no por odio, sino por amor, lo evidencia
lo que añade: A fin de que fuera salvada el alma 203. Y tomen nota de lo que
dicen aquellos libros, a los cuales atribuyen gran autoridad, en los cuales leen
que el apóstol Santo Tomás, habiendo sido abofeteado por un hombre, le
imprecó el suplicio de una muerte atrocísima; sin embargo, fue recomendada su
alma para que se le perdonara en el otro mundo. En efecto, aquel hombre fue
muerto por un león, y un perro separó la mano del resto del cuerpo y la llevó a la
mesa donde estaba convidado el apóstol. Aunque no es obligado el creer lo que
dicen tales escritos, pues no está en el canon católico, sin embargo ellos leen
estos escritos y los consideran como muy auténticos y verídicos; y no sabría
decir en virtud de qué ceguera se enfurecen acérrimamente contra los castigos
físicos que se leen en el Antiguo Testamento, ignorando por completo la intención
con que se ejecutaron y la distribución de los tiempos.

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66. Por consiguiente, en este género de injurias, que se expían por la venganza,
observarán los cristianos el siguiente comportamiento: Recibida la injusticia, que
no surja el odio, sino que en la benevolencia hacia la debilidad esté dispuesto el
ánimo a soportar muchas dificultades; no deje pasar la corrección que pueda
emplear, bien sea con consejos, con preceptos o con autoridad. Se da otra clase
de injusticias cuando los daños pueden restituirse íntegramente: una pertenece a
temas económicos, otra al comportamiento. Por lo cual, propone el Señor como
ejemplo de la primera la túnica y la capa; de la segunda el compromiso a
acompañar mil o dos mil pasos; porque el vestido puede hasta devolverse y a
quien hubiese ayudado en una obra puede también prestarle algún servicio si
fuere necesario. A no ser que se haga otra distinción. Por ejemplo, que se
coloque en primer lugar lo dicho en torno a la bofetada, que puede significar
todas las ofensas inferidas por los malhechores, que no pueden repararse sino
por la venganza; lo segundo que se dijo referente a los vestidos, que signifique
todas las ofensas que pueden ser reparadas sin castigo alguno y por esta razón
se añadió: si alguno quiere pleitear contigo 204, ya que lo que se quita por
sentencia del juez, no se debe pensar que sea quitado con la violencia, a la cual
se debe el castigo; y lo tercero que se forme de las dos anteriores, que se pueda
reparar o con castigo o sin él. En efecto, quien, fuera de juicio, exige
violentamente una obra indebida, como hace aquel que injustamente fuerza a
otro hombre a ir cargado, e ilícitamente obliga a uno contra su voluntad a que le
ayude, debe satisfacer la pena que merece su abuso y devolver la obra, si la
reclama aquel que forzado ayudó a su opresor. Enseña el Señor que en todos
estos géneros de injurias el espíritu del cristiano debe ser muy paciente y
misericordioso y estar dispuesto a soportar todavía mucho más.
PRESTACIÓN SIN PASIVIDAD
67. Pero como es muy poco el no dañar al prójimo si no se añade el prestarle
cuantos beneficios sea posible, consecuentemente prosiguió el Señor
diciendo: Da al que te pide y a quien te pide un préstamo no le vuelvas la
espalda 205. Dice a quien te pide y no todas las cosas que pide, con el fin de que
le des lo que puedas darle honesta y justamente. ¿Qué habría que hacer si uno
pide dinero, con el que pretende oprimir al inocente? ¿Y qué sucedería si
posteriormente solicita el cometer actos impuros? Mas para no alargarnos en
mucha casuística, que podría ser innumerable, se debe dar solo aquello que no
perjudique ni a ti ni a los otros, en cuanto pueda conocer y opinar el hombre. Y al
que le niegues lo que pide, indícale las causas de la negativa, para no despedirlo
con las manos vacías. Por tanto, darás a todo el que te pide, aunque no siempre
le darás lo que pide, dándole alguna vez cosas mejores, corrigiendo al que pida
cosas injustas.
DONACIÓN BENÉVOLA O SIMPLE PRÉSTAMO
68. Lo que dice: No vuelvas la espalda a quien pide de ti un préstamo 206, se
debe referir a la disposición del ánimo: Dios ama al que da con alegría 207. Recibe
préstamo todo aquel que recibe alguna cosa, aunque no haya de restituirlo él
mismo. Aunque Dios restituya mucho a los misericordiosos, todo el que hace
algún favor, da prestado. Y si no agrada entender por prestatario sino aquel que
recibe para devolverlo él mismo, hay que pensar que el Señor ha unido dos
formas de prestar. Pues, o donamos aquello que damos con benevolencia o
prestamos al que ha de devolverlo. Frecuentemente los individuos, que en
consideración del premio divino están dispuestos a dar, se muestran remisos a

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otorgar un crédito, como si no hubieran de recibir una recompensa de Dios, por
el hecho de que quien recibió el préstamo lo paga. Por esto justamente la divina
autoridad nos exhorta a esta forma de beneficencia con las palabras: No vuelvas
la espalda a quien pretende de ti algún préstamo 208, es decir, no te hagas
indiferente ante quien te pide, como si tu dinero no fructificase y Dios no te lo
restituyese, dado que quien te lo restituye es el hombre. Pero como esto lo
realizas por orden de Dios, no puede permanecer infructuoso ante aquel que lo
mandó.
CAPÍTULO XXI
AMOR EVANGÉLICO TAMBIÉN AL ENEMIGO
69. Añade después: Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu
enemigo; pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. Haced el bien a aquellos
que os odian y orad por vuestros perseguidores, a fin de que seáis hijos de
vuestro Padre celeste, que hace surgir el sol sobre los buenos y sobre los malos
y hace llover sobre justos e injustos. En efecto, si amáis a los que os aman, ¿qué
mérito tenéis? ¿No hacen esto también los publicanos? Y si saludáis solo a
vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen esto también los
paganos? Sed, por tanto, perfectos, como es perfecto vuestro Padre celeste 209.
Sin este amor, por el que se nos manda amar a los enemigos y a los que nos
persiguen, ¿quién puede cumplir lo que hemos dicho anteriormente? La
perfección de la misericordia, con la cual se hace mucho bien al alma que sufre,
no puede extenderse más allá del amor a los enemigos. Y concluye con estas
palabras: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto 210, pero
entendiendo que Dios se entienda perfecto como Dios y el alma lo sea como
alma.
LA LEY DEL ODIO ERA UNA CONCESIÓN A LA DEBILIDAD
70. Hay ciertamente un grado de progreso en relación con la justicia de los
fariseos, propia de la Ley de los fariseos, y esto hay que entenderlo en el hecho
de que muchas personas odian a aquellos que les han amado, como sucede con
los hijos libertinos que detestan a los padres que refrenan su liviandad. Ha subido
un peldaño quien ama al prójimo, si bien es verdad que todavía odia al enemigo.
Con el precepto de aquel que vino a cumplir y no a quebrantar le ley 211,
perfeccionará la benevolencia y la generosidad, si la condujere hasta a amar al
enemigo. Pero aquel primer grado, aunque ya sea algo, es tan pequeño que
puede ser común con los publicanos. Y lo que ha dicho en la Ley: Odiarás a tu
enemigo 212, no se debe considerar como la palabra que ordena al justo, sino una
concesión hecha al débil.
71. En este momento surge un problema que por ningún motivo debe pasarse en
silencio; se encuentran en la Sagrada Escritura muchos testimonios que, para
aquellos que las estudian con menos diligencia y sobriedad, parecen contrarios a
este mandamiento del Señor, con el cual se exhorta a amar a nuestros enemigos,
a hacer el bien a aquellos que nos odian y a orar por los que nos persiguen.
Incluso en los libros proféticos nos encontramos con muchas imprecaciones
contra los enemigos que se consideran maldiciones, como es aquello de: Sea su
mesa un lazo 213 y lo demás que allí se dice; también aquello de: Que
permanezcan sus hijos huérfanos y su mujer viuda 214, y otras cosas que se
dicen, antes y después, en el mismo salmo contra la persona de Judas mediante
el profeta. Muchas otras cosas se encuentran en una parte y en otra de la
Escritura que parecen contrarias al precepto del Señor y al del Apóstol: Bendecid

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y no maldigáis 215. Del Señor está también escrito que maldijo a las ciudades que
no recibieron su Palabra 216 y el susodicho Apóstol dijo a alguien: El Señor le dará
el pago según sus obras 217.
PREVISIONES PROFÉTICAS MÁS QUE MALDICIONES DESEADAS
72. Pero estas objeciones se resuelven fácilmente, ya que el profeta a través de
las imprecaciones anunció lo que iba a suceder, no deseándolo, sino previéndolo;
así también el Señor y el Apóstol, ya que en sus palabras no se encuentra que lo
hayan deseado, sino predicho. En efecto, cuando el Señor dijo: ¡Ay de ti,
Cafarnaún! 218, no otra cosa quiere advertir que a la ciudad le podría venir un
castigo por culpa de la increencia y el Señor todo esto no lo deseaba por
malevolencia, sino que lo preveía con intuición divina. El Apóstol no dijo: El Señor
le dé, sino: El Señor le dará el pago según sus obras 219; es expresión de quien
prenuncia, no de quien impreca. Y así de la célebre hipocresía de los hebreos, de
la que hemos hablado, cuya ruina veía que era inminente, dijo: El Señor te
castigará, pared blanqueada 220. Los profetas están acostumbrados a predecir
sobre todo los acontecimientos futuros en forma de imprecación, como con
frecuencia vaticinaron los acontecimientos futuros con la alegoría del tiempo
pasado, como en el paso siguiente: ¿Por qué se han embravecido las naciones y
los pueblos meditan vanos proyectos? 221 Pues no ha dicho: ¿Por qué se
embravecerán las naciones y los pueblos harán vanos proyectos? Porque no
recordaba aquellos acontecimientos como pasados, sino que los proyecta hacia el
futuro. Es muy semejante el otro paso: Dividieron mis vestidos y han echado
suertes sobre mi manto 222. Incluso aquí no ha dicho: se dividirán mis vestidos y
sortearán mi túnica. Y, sin embargo, nadie censura estas palabras, sino aquel
que no comprende que esta variedad de figuras en el hablar no disminuye nada a
la verdad de los hechos y añade mucho a los afectos del alma.
CAPÍTULO XXII
DISTINTA GRAVEDAD DE PECADOS
73. Pero agrava más la cuestión anterior lo que dice el apóstol Juan: El que sabe
que su hermano comete un pecado, que no es de muerte, orará por él y Dios le
dará la vida al que pecó no de muerte. Hay, no obstante, un pecado de muerte,
pero no es por este por el que se debe orar 223. Declara abiertamente que hay
hermanos por los cuales se nos manda no orar y, sin embargo, el Señor nos
manda orar por nuestros perseguidores 224. No se puede responder a esta
cuestión, a no ser que confesemos que se den pecados en ciertos hermanos que
son más graves todavía que la persecución de los enemigos. Se puede demostrar
con muchos testimonios de los libros de la Sagrada Escritura que la palabra
"hermanos" se refiere a los cristianos. Es muy claro el pensamiento que ofrece el
Apóstol en estos términos: El marido no cristiano se santifica por la mujer y la
mujer pagana se santifica por el hermano 225. No ha añadido nuestro, sino que lo
dio por supuesto, ya que con el apelativo de hermano quiso que se entendiese un
cristiano, cuya mujer era no cristiana y por esta razón dijo después: pero si el
cristiano se quiere separar, que se separe; en estas circunstancias, ni el hermano
ni la hermana deben sujetarse a servidumbre 226. Pienso que es pecado para la
muerte el pecado del hermano cuando, después de haber conocido a Dios por
medio de la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, alguien rechaza la fraternidad
cristiana y se rebela por instigación de la envidia contra la gracia misma,
mediante la cual se ha reconciliado con Dios; sin embargo, no será para la
muerte, si un individuo no retira el amor al hermano, sino que por una fragilidad

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del alma no ha cumplido las obligaciones debidas a la fraternidad cristiana. Por lo
cual también el Señor exclamó en la cruz: Padre, perdónales, porque no saben lo
que hacen 227. En efecto, todavía no se habían hecho partícipes de la gracia del
Espíritu Santo, pues no habían sido iniciados en la comunión de la santa
fraternidad. También San Esteban en los Hechos de los Apóstoles ora por
aquellos que le apedrearon 228, porque todavía no habían creído en Cristo ni
combatían aquella gracia común. Creo también que el apóstol Pablo no ora por
Alejandro, porque pertenecía ya a los hermanos y había pecado de muerte, es
decir, con envidia había traicionado la hermandad. Aquellos que no habían
violado el amor, pero habían sucumbido por miedo, pide que sean perdonados.
Así dice: Alejandro el calderero me ha hecho mucho mal; el Señor le pagará
según sus obras; guárdate tú también de él, ya que se ha opuesto muy
fuertemente a nuestras doctrinas. Y luego añade por quienes ora, diciendo: En
mi primera defensa nadie me asistió, antes todos me desampararon; ruego a
Dios que se lo perdone 229.
DIVERSIDAD DE ARREPENTIMIENTOS Y PENITENCIAS
74. Esta diferencia de pecados distingue a Judas que traiciona 230 y a Pedro que
le niega 231. Y esto, no porque no se deba perdonar al que se arrepiente, para no
contradecir la enseñanza del Señor con la que ha ordenado que para ser
perdonado por el hermano siempre se debe perdonar al hermano que lo pide 232,
sino que es tal la enormidad del pecado de Judas, que él no puede someterse a la
humildad de implorar perdón, aunque se vea obligado por su conciencia culpable
a reconocer y publicar su pecado. En efecto, Lucas después de haber dicho: He
pecado, ya que he entregado la sangre del justo 233, corrió más fácilmente, por
desesperación, a la horca 234, que, por la humildad, a pedir perdón. Por eso hace
falta saber a qué clase de penitencia ofrece Dios el perdón. Pues muchos
confiesan muy pronto que pecaron y se irritan contra sí mismos, ya que hubieran
deseado intensamente no haber pecado, pero no preparan su conciencia para
humillarse y someter el corazón y pedir perdón. Se debe creer que tienen esta
disposición de ánimo como resultado de la condenación que merece la enormidad
de sus pecados.
IMPENITENCIA COMO PECADO CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
75. Quizás sea este el pecado contra el Espíritu Santo, es decir, a través de la
maldad y la envidia tentar la caridad fraterna una vez recibida la gracia del
Espíritu Santo, pecado que, según el Señor, ni se podrá perdonar en este mundo
ni en el futuro 235. Se puede, pues, examinar si los judíos pecaron contra el
Espíritu Santo cuando dijeron que el Señor expulsaba los demonios en nombre de
Belcebú, jefe de los demonios 236. Se puede preguntar si lo recibimos como dicho
contra el mismo Señor, ya que en otro lugar se dijo: Si al paterfamilias le han
llamado Belcebú, ¿cuánto más a sus domésticos? 237 O también, dado que han
hablado con gran envidia y llenos de ingratitud por los grandes beneficios
recibidos, aunque todavía no eran cristianos, sin embargo por la magnitud de la
envidia se podría creer que pecaron contra el Espíritu Santo. Esto no se puede
deducir de las palabras del mismo Señor. Bien es verdad que en otro lugar
dice: Cualquiera que hablare contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero a
quien hablare contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en esta vida ni en la
otra 238; Sin embargo, puede parecer que les advirtió que se acerquen a la gracia
y después de recibirla que no pequen de esta forma, como habían pecado ahora.
En este momento habían dicho una palabra blasfema contra el Hijo del hombre y

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se les puede perdonar, si se convierten, y creyeren en él y aceptaren el Espíritu
Santo. Recibido el Espíritu Santo, si envidian la fraternidad y quisieran combatir
la gracia que han recibido, no se les perdonará ni en este siglo ni en el venidero.
Pero si ya se les considerara como condenados, de tal forma que ya no les
quedara esperanza alguna, no los habría considerado dispuestos a la corrección,
cuando añade: O plantad un árbol bueno y será bueno su fruto, o plantad un
árbol malo y será malo el fruto 239.
AUSENCIA DE INTERCESIÓN NO ES CONTRAINTERCESIÓN
76. Por tanto, si se debe amar a los enemigos, hacer el bien a quienes nos odian
y orar por los que nos persiguen, se debe interpretar en el sentido que para
algunos pecados, incluso de los hermanos, no ha sido ordenado orar de manera
que, por nuestra ineptitud, la Sagrada Escritura no parezca estar en contradicción
con ella misma, ya que esto no puede suceder. Pero no está todavía claro si, así
como no hay que orar por algunos, se deba orar contra algunos. En general, se
ha dicho: Bendecid y no maldigáis 240; y también: No devolváis mal por mal 241.
Por quien no oras, no es orar contra él. Puede ser que consideres su condena
segura y su salvación sin esperanza; pero no, porque lo odias, no oras por él,
sino porque eres consciente de que no puedes ayudarle y no quieres que tu
oración sea rechazada por el justo Juez. Pero ¿qué haremos con aquellos contra
los cuales aceptamos que han pedido los santos, no para que se corrijan, ya que
en este sentido se ha orado a su favor, sino por su condena final?; no la petición
que hizo el profeta contra aquel que entregó al Señor 242, pues ya hemos dicho
que fue una predicción de lo que había de suceder, no un deseo de condenación;
ni la del Apóstol contra Alejandro 243, pues de esto ya se ha hablado suficiente,
sino lo que leemos en el Apocalipsis de San Juan, donde los mártires piden a Dios
que vengue su sangre 244, mientras que el primer mártir pidió a Dios que
perdonara a aquellos que le apedreaban 245.
LA ORACIÓN MARTIRIAL CONTRA EL REINO DEL PECADO
77. Pero no conviene inquietarnos por este hecho. Porque ¿quién se atreverá a
afirmar que, dado que aquellos santos candidatos al martirio pidieran venganza,
hiciesen la petición contra los mismos hombres y no contra el reino del pecado?
Pues esta es la plena y sincera venganza de los mártires, llena de justicia y
misericordia, que sea aniquilado el reino del pecado, bajo cuyo reinado tanto
tuvieron que sufrir. Hacia esta aniquilación anima el Apóstol diciendo: Que no
reine el pecado en vuestros cuerpos mortales 246. Se destruye y aniquila el reino
del pecado, parte por la corrección de los hombres, con el fin de someter la carne
al espíritu, y parte con la condena de aquellos que perseveran en el pecado, para
que se comporten de tal manera que no puedan molestar a los justos que reinan
con Cristo. Mira lo que dice el apóstol Pablo: ¿No te parece que venga en su
persona al mártir San Esteban, cuando dice: No peleo como quien da golpes al
aire, sino que castigo mi cuerpo y lo someto a servidumbre? 247 Pues abatía en sí
mismo y quebrantaba y gobernaba vencido precisamente aquello por lo que
habían sido perseguidos Esteban y otros cristianos. ¿Quién puede demostrar que
no es como esta la venganza que los santos mártires pidieron a Dios, como
también que ellos pudieron libremente pedir para su venganza personal, el fin de
este mundo, en que tantas tribulaciones padecieron? Porque los que oran de esta
manera, oran también a favor de los enemigos, que son dignos de salvación, y
no oran contra aquellos que han preferido permanecer indignos de la misma, ya
que también Dios, castigándolos, no es cruel torturador, sino un justo

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gobernante. Sin duda alguna, pues, amemos a nuestros enemigos, hagamos el
bien a quien nos ha odiado y oremos por los que nos persiguen.
CAPÍTULO XXIII
HIJOS ADOPTIVOS POR RENACIMIENTO ESPIRITUAL
78. Como consecuencia de lo anterior se añade: Para que seáis hijos de vuestro
Padre que está en los cielos 248, y se debe entender sobre la base del principio
según el cual Juan afirma: Les dio poder para ser hijos de Dios 249. Hay un Hijo
por naturaleza y no puede nunca pecar; nosotros, sin embargo, obtenida la
potestad, llegamos a ser hijos si cumplimos lo mandado por Él. Por esto, la
enseñanza del Apóstol lo llama adopción, por la cual somos llamados a la
herencia eterna, para poder ser coherederos de Cristo 250. Llegamos a ser hijos a
través de un renacimiento espiritual y hemos sido adoptados en el reino de los
cielos, no como extraños, sino como hechos por él y creados, es decir, colocados
en la existencia. Por consiguiente, un primer don es el habernos hecho existir por
su omnipotencia, dado que antes no éramos nada; el otro es el habernos
adoptado y, por ello, poder disfrutar con él de la vida eterna como hijos, en
recompensa por nuestra participación. Por tanto no dijo: Haced estas cosas, ya
que sois hijos, sino: Haced esto para que seáis hijos.
SIMBOLISMO DE SOL Y LLUVIA ESPIRITUALES PARA LOS BUENOS
79. Dado que nos ha llamado a esta dignidad por medio de su Unigénito, nos
llama a ser semejantes a él. Pues como dice a continuación: Él hace salir el sol
sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos 251. Se puede entender
por sol no éste visible a los ojos de la carne, sino la sabiduría de la cual se ha
dicho: Que es resplandor de la luz eterna; y también se dice de ella: Nació para
mí el sol de la justicia 252; o también: Para vosotros que teméis el nombre del
Señor sale el sol de la justicia 253; y también se puede entender la lluvia como
riego a través de la doctrina de la verdad, ya que se manifestó a buenos y malos
y Cristo ha sido anunciado a buenos y malos. O si prefieres entender este sol
como expuesto a la mirada, no solo de los hombres, sino también de los
animales, y esta lluvia que produce los frutos que nos han sido concedidos para
la alimentación. Mantengo que esta interpretación deba ser tenida más en
cuenta, ya que el sol espiritual sale solo para los buenos y los santos, ya que de
esto se lamentan los malvados en el libro que lleva por título la Sabiduría de
Salomón: El sol no ha nacido para nosotros 254; y la lluvia espiritual solo riega a
los buenos, porque los malos son figurados por la viña, de la cual se
dijo: Mandaré a las nubes que no lluevan sobre ella 255. Bien sea que se entienda
de una manera o de otra, el hecho constata la gran bondad de Dios, que se nos
impone imitarla si queremos ser hijos de Dios. Y ¿quién es tan ingrato, que no se
dé cuenta de cuánto bienestar aporta a la vida física la luz visible y la lluvia
común? Observamos que este bienestar se ofrece en esta vida tanto a los justos
como a los pecadores. No dice después: Que hace salir el sol sobre buenos y
malos, sino que añade: Su sol, es decir, el que creó y asignó su lugar y que de
nadie recibió nada para crearlo, como se escribe de los demás astros en el libro
del Génesis 256. Él propiamente solo puede decir que son suyas todas las cosas
que creó de la nada, para que tomemos nota con cuánta liberalidad debemos
nosotros prestar, por mandato suyo, a nuestros enemigos las cosas que no
hemos creado, sino que las hemos recibido de su munificencia.
GRAN MISERICORDIA PARA LOS GRANDES MISERICORDIOSOS

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80. ¿Quién puede estar dispuesto a soportar injurias de los débiles, en la medida
que sirva de provecho para su salvación?; ¿y quién desea ser víctima de la
iniquidad ajena antes que devolver el mal padecido?; ¿quién está dispuesto a dar
a quien le pide algo, o lo que pide, si lo tiene y si lo puede dar honestamente, o
dar un buen consejo o un gesto de benevolencia?; ¿o no volver la espalda a
quien pide un préstamo, a amar a los enemigos, a hacer el bien a quien le odia, o
a orar por quienes le persiguen? ¿Quién puede hacer esto, sino el que es
completa y plenamente misericordioso? Con este consejo se evita la miseria con
la ayuda de quien dijo: Quiero misericordia más que sacrificio 257. Felices los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia 258. Pero creo que es tiempo
oportuno de que el lector, fatigado ya de tan extenso libro, se dé un respiro y se
recupere para examinar lo que va a llegar en el próximo.
SERMÓN DE LA MONTAÑA
Traductor: Carlos Morán, OSA
LIBRO SEGUNDO
Explicación de la última parte del sermón del Señor en el monte,
contenida en los capítulos 6 y 7 del evangelio de San Mateo
CAPÍTULO I
LIMPIEZA DE CORAZÓN Y ALABANZA A DIOS
1. Al libro primero, que terminó con el tratado de la misericordia, le sigue el
tratado de la purificación del corazón, con el que comienza este segundo. La
limpieza del corazón es como el ojo con el cual se ve a Dios; y para mantenerlo
limpio se requiere tanta preocupación cuanta exige la dignidad del ser que con él
se puede contemplar. No obstante, es difícil que en este ojo, en gran parte
purificado, no se insinúen subrepticiamente algunas impurezas que suelen
acompañar a las mismas buenas acciones, como puede ser la alabanza humana.
Ciertamente es pernicioso el vivir desordenadamente, pero vivir con rectitud y no
querer ser alabado, ¿qué otra cosa es sino aborrecer las cosas humanas, que,
ciertamente, son tanto más miserables cuanto menos agrada la vida recta de los
hombres? Si, pues, aquellos en medio de los cuales vives, no te alaban viviendo
rectamente, ellos están en error; pero, si te alabaran, tú estás en peligro, a no
ser que tuvieres un corazón tan sencillo y limpio, que todo lo que haces
honestamente, no lo hagas por las alabanzas humanas y te alegrarías por los que
te alaban con rectitud, ya que también les agrada lo que está bien hecho, más
que congratularte a ti mismo; ya que vivirías rectamente, aunque nadie te
alabase; y además comprendas que los mismos elogios que te tributan son
provechosos para los que te alaban, si pretenden no ensalzarte a ti por tu buena
conducta, sino que glorifican a Dios, cuyo templo santo es aquel que vive bien;
cumpliendo de esta manera lo que dice David: En el Señor se gloriará mi alma,
óiganlo los humildes y consuélense 1. Pertenece, pues, al ojo puro en el actuar
honestamente, no mirar las alabanzas humanas al obrar bien, ni dirigir a ellas lo
que haces, es decir, hacer una acción buena para agradar a los hombres; porque
así también podrá fingirse el bien, si solamente se busca que lo alabe el hombre,
el cual, dado que no puede ver el corazón, puede alabar también las cosas falsas.
Los que hacen esto, es decir, los que simulan bondad, poseen un corazón doble.
En consecuencia, no tiene corazón sencillo, es decir, corazón limpio, sino quien
trasciende las alabanzas humanas al vivir bien y busca solamente agradar a Dios,
que es el único en penetrar la conciencia. Lo que procede de la conciencia pura
es tanto más digno de alabanza cuanto menos ambiciona las alabanzas humanas.
NECESARIA RECTITUD DE INTENCIÓN
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2. Guardaos bien, dice el Señor, de practicar vuestra justicia delante de los
hombres con el fin de que os vean 2, es decir, guardaos de practicar la justicia
con el fin de que os vean los hombres y poner ahí vuestra satisfacción. De otra
manera no recibiréis el premio de vuestro Padre que está en los cielos. No dice el
Señor si sois vistos de los hombres, sino si vivís rectamente para que os vean los
hombres. De otra manera, ¿dónde quedaría lo que se dijo al principio de este
discurso: Vosotros sois la luz del mundo? No se puede encubrir una ciudad
edificada sobre un monte, ni se enciende la luz para ponerla debajo de un
celemín, sino sobre un candelero, a fin de alumbrar a todos los de la casa. Brille
así vuestra luz ante los hombres, de manera que vean vuestras buenas obras; y
no termina con estas palabras, sino que añade: y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos 3. Ahora reprende esto, es decir, si se pone allí el fin de las
obras buenas, o sea, si el motivo de obrar bien es solamente para ser vistos de
los hombres; después que dijo: Guardaos bien de hacer vuestras obras en
presencia de los hombres, con el fin de ser vistos de ellos 4 , nada añadió. De
todo esto se puede deducir que el Señor no prohibió que se actúe rectamente
delante de los hombres, sino que se obre rectamente delante de ellos con el fin
de que nos vean y lo pretendamos y pongamos en ello el fin de nuestra
determinación.
EJEMPLARIDAD SOBREHUMANA DE PABLO
3. En efecto, dice el Apóstol: Si todavía siguiera agradando a los hombres, no
sería ministro de Cristo 5. Y en otro momento dice: Agradad a todos en todo,
como yo agrado a todos en todo 6. Quienes no comprenden este pensamiento del
Apóstol, encuentran ahí una contradicción, dado que había afirmado no haber
agradado a los hombres, porque no hacía las cosas rectamente para no agradar a
los hombres sino a Dios, a cuyo amor quería convertir los corazones de los
hombres y en eso mismo les complacía. Por lo que decía rectamente de no
agradar a los hombres, ya que lo demostraba el hecho mismo de agradar a Dios
y ordenaba que se complaciese a los hombres, no con el fin de que se apetezca
esa complacencia como recompensa de las buenas obras, sino porque no podría
complacer a Dios quien no se ofreciese a la imitación de aquellos que quería
llevar a la salvación. De ninguna manera alguien puede imitar a quien no le haya
agradado. Como no hablaría absurdamente quien dijese: en este trabajo con el
que busco una nave, no busco la nave, sino la patria; así el Apóstol diría
lógicamente: por esta mi actividad, con la cual agrado a los hombres, no agrado
a los hombres sino a Dios, ya que no deseo esto último, sino que pretendo que
me imiten aquellos que quiero que sean salvados. Esto mismo dice de las
ofrendas que se dan a los fieles: No porque busco dádivas, sino que busco
fruto 7, es decir: lo que busco con vuestra ofrenda no es la ofrenda en sí misma,
sino el fruto de ella. Con esta precisión se podría poner de manifiesto cuánto se
podría haber progresado en el Señor, porque hacían libremente lo que se les
pedía, no por la satisfacción que provenía del regalo, sino por la comunión de la
caridad.
4. También cuando añade lo que dice: De lo contrario no tendréis la recompensa
junto al Padre que está en los cielos 8. Con esto no quiere decir otra cosa sino
que debemos evitar el exigir las alabanzas de los hombres como recompensa de
nuestras acciones, es decir, que pensemos que con ellas llegaremos a ser felices.
CAPÍTULO II
EVITACIÓN DE LA HIPOCRESÍA

62
5. Cuando, pues, hagas limosna, no vayas sonando la trompeta por delante,
como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las plazas, para ser glorificados
por los hombres 9. No os queráis hacer notar, dice, como los hipócritas. Es
evidente que los hipócritas no tienen en el corazón lo que colocan ante los ojos
de los hombres. En efecto, los hipócritas son simuladores, representando
personas distintas a la manera de los teatros y las fábulas. En efecto, el que hace
en la tragedia el papel de Agamenón, o de cualquier otro personaje histórico o
fabuloso que represente, no es verdaderamente él mismo, sino que finge serlo y
por eso se llama comediante. Así sucede también en la Iglesia y en toda
manifestación de la vida humana, es hipócrita quien manifiesta lo que no es.
Pues imita fingiendo al virtuoso, no lo representa, ya que pone todo el fruto en
ser alabado por los hombres, lo que pueden recibir también los que disimulan en
el hecho de engañar a quienes les parecen buenos y por los cuales son alabados.
Pero estos tales solo reciben de Dios, que escruta los corazones, como
recompensa, la condena del engaño. Recibieron, pues, su recompensa de los
hombres 10. Con toda razón se les dirá: Alejaos de mí, obreros falaces 11, porque
habéis llevado mi nombre con vosotros, pero no habéis practicado mis obras.
Recibieron su recompensa quienes dieron limosna, no por otro motivo sino para
que le alabaran los hombres; no precisamente porque sean alabados por los
hombres, sino porque lo hacen de tal manera para ser alabado, como arriba se
expuso. Aquel que obra bien no busca la alabanza humana, pero ésta seguirá a
quien actúa rectamente, para que sea de provecho a aquellos que pueden imitar
aquello que alaban, y no porque él piense que ellos, alabándolo, saquen alguna
ventaja.
6. Mas tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha 12. Si entendieras que por izquierda se refiriese a los gentiles, sería
evidente que no habría culpa el agradar a los fieles, mientras que nos está
completamente prohibido colocar como fruto y fin de cualquier obra buena la
alabanza de cualquier persona. Pero en lo que refiere a que te imiten aquellos a
quienes les hubieran agradado tus buenas acciones, se debe mostrar no solo a
los fieles, sino también a los gentiles, para que alabando nuestras buenas
acciones honren a Dios y lleguen a la salvación. Pero si entendieses que por la
izquierda se refiere al enemigo, en el sentido que el enemigo no sepa cuándo
haces limosna, ¿por qué el mismo Señor misericordiosamente sanó a personas
estando presentes los judíos enemigos?; ¿por qué el apóstol Pedro, compadecido
del hombre cojo que estaba a la puerta Hermosa, lo sanó y también atrajo sobre
sí y sobre otros discípulos de Cristo las iras de los enemigos? 13 Y después, si no
conviene que sepa el enemigo cuando hacemos limosna, ¿cómo haremos con el
mismo enemigo para poder cumplir el precepto: Si tu enemigo tuviera hambre,
dale de comer; y si tuviera sed, dale de beber? 14 .
7. Hay además una tercera opinión que suele ser de los hombres carnales; la
cual es tan absurda y ridícula, que no la mencionaría, si no fuera consciente de
que no hay pocos que mantienen este error, que dice que la palabra izquierda
significa la esposa. Dado que las mujeres en la gestión familiar se preocupan más
del dinero, no debían saber, debido a las disensiones domésticas, cuándo sus
maridos dan algo misericordiosamente a los necesitados. Como si solo los
maridos fueran los cristianos y no hubiera sido dado este precepto también para
las mujeres. Pues ¿a qué izquierda debe ocultar la mujer las obras de su
misericordia?; ¿no será acaso el marido la izquierda de la mujer? Naturalmente,
esto es absurdo. Si se pensase que uno es la izquierda del otro, de modo que
63
siempre que uno distribuyese algo del patrimonio familiar fuese contra la
voluntad del otro, tal matrimonio no sería cristiano. Pero es necesario que si uno
de los dos quisiera dar limosna, según el mandato del Señor, cualquiera que
estuviera en contra de ello, es enemigo del mandato del Señor y se le debe
considerar entre los infieles. Pues es un mandato del Señor, sobre el matrimonio,
que el marido fiel conquiste a su mujer con buena conversación y conducta y la
mujer cristiana al marido 15. Por esta razón no deben ocultarse el uno al otro sus
buenas acciones, con las cuales han de estimularse mutuamente, de tal forma
que pueda uno estimular al otro también en la profesión común de la fe cristiana.
No se deben cometer robos para ganarse la bondad de Dios. Mas si se debiese
ocultar algo, cuando la flaqueza del ánimo del otro fuera incapaz de mirarlo bien,
ya que no se actúa ni injusta ni ilícitamente; sin embargo, de la consideración de
todo este apartado no aparece fácilmente que se pueda referir aquí a la mano
izquierda; considerándolo a la vez con el otro se encontrará a qué se le llama la
mano izquierda.
MANO IZQUIERDA ES LA BÚSQUEDA DE LOA HUMANA
8. Guardaos bien, dice, de practicar vuestra justicia en presencia de los hombres
con el fin de que os vean; de otra manera no recibiréis la recompensa de vuestro
Padre que está en los cielos 16. Aquí nombra la justicia en general, después lo
desarrolla por separado. Forman parte de la justicia las obras que se hacen
mediante la limosna y por esto lo une diciendo: Cuando hagas limosna, no
suenes la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y
por las calles a fin de ser alabados por los hombres 17. A esto se refiere lo que se
dijo más arriba: Evitad practicar vuestra virtud delante de los hombres para ser
alabados por ellos. Sin embargo, lo que sigue: En verdad os digo que ya
recibieron su recompensa, se refiere al pensamiento expresado
precedentemente: De otra manera no tendréis la recompensa de vuestro Padre
que está en los cielos. Y continúa: Tú, en cambio, cuando des limosna. Cuando
dice: Tú, en cambio, ¿qué otra cosa quiere decir sino: no como ellos? En efecto,
¿qué me manda el Señor? Sin embargo, cuando tú des limosna, que no sepa tu
mano izquierda lo que hace tu derecha 18. Luego los otros hacen de tal forma que
su mano izquierda sabe lo que hace su derecha. Por consiguiente, se te prohíbe
hacer lo que en ellos es reprensible. En ellos es reprensible actuar de tal manera
que actúen buscando las alabanzas humanas. Por consiguiente, nada más
consecuente que se pueda entender por izquierda la misma complacencia en las
alabanzas. Por derecha, en cambio, se entiende la intención de cumplir los
preceptos del Señor. Cuando el anhelo de la alabanza humana penetra en la
conciencia de quien hace limosna, se hace la izquierda sabedora de lo que hace
la derecha. Que no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha 19, es decir: que no
se mezclen en tu conciencia el anhelo de las alabanzas humanas, cuando al dar
limosna deseas cumplir el precepto del Señor.
ELOGIO AL ANONIMATO DE LA LIMOSNA
9. Para que tu limosna quede en lo secreto 20. ¿Qué significa en lo secreto sino en
la misma recta conciencia que no se puede mostrar a la vista humana ni desvelar
con las palabras? En efecto, muchos mienten mucho. Por lo que si la derecha
obra interiormente en lo secreto, pertenecen a la izquierda todas las cosas
externas, que son visibles y temporales. Que tu limosna sea realizada en el
interior de la misma conciencia, en la cual hay muchos que dan limosna con
buena voluntad, aunque no tengan dinero o cualquier otro bien que se deba

64
ofrecer al necesitado. Hay muchos que lo hacen en el exterior y no lo realizan en
el interior. Esos son los que quieren aparecer misericordiosos por ambición o por
amor de cualquier otra preocupación temporal, en los cuales hay que pensar que
solo actúa la izquierda. Otros ocupan un lugar como intermedio entre esos dos
extremos y dan la limosna con la intención de que la dirigen a Dios y, sin
embargo, todavía se insinúa en esta buena disposición la ambición de la alabanza
humana o deseo de alguna ventaja efímera y temporal. Pero Nuestro Señor con
mucha vehemencia prohíbe que actúe en nosotros solo la izquierda, cuando
también prohíbe que en ella se mezcle en las obras de la derecha; a fin de que
no solo nos guardemos de dar limosna únicamente por la codicia de bienes
temporales, sino también a fin de que en esta obra no dirijamos nuestra atención
a Dios, de tal forma que haya mezcla o se añada codicia alguna de comodidades.
Se trata en todo esto de purificar el corazón, que, si no fuese sencillo, no estará
limpio. ¿Cómo puede ser sencillo si sirve a dos señores 21, y no purifica la propia
mirada con la única intención de los bienes eternos, sino que la oscurece con el
amor de las cosas perecederas y frágiles? Haz la limosna en lo oculto de tu
corazón y tu Padre que ve en lo oculto te recompensará 22. Absolutamente justo y
verdadero. Si, en consecuencia, esperas el premio de parte de aquel que es el
único que puede ver las conciencias, bástete para merecer el premio la misma
conciencia. Hay muchos códices latinos que dicen de esta manera: Y tu Padre,
que ve en lo oculto, te recompensará abiertamente. Sin embargo, como no he
encontrado en los códices griegos, que son los más antiguos, abiertamente, he
pensado que es mejor no tratarlo.
CAPÍTULO III
CONDENA DE LA ORACIÓN HIPÓCRITA...
10. Y cuando oréis, sigue diciendo, no seáis como los hipócritas que les gusta
estar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para ser vistos de
los hombres 23. Ni prohíbe aquí el Señor el ser vistos de los hombres, sino el
realizar estos actos para ser vistos de los hombres. Es superfluo repetir con tanta
frecuencia los mismos conceptos, dado que una sola regla debe ser observada;
por la cual se sabe que no se debe temer o evitar que los hombres sepan estas
cosas que hacemos, sino que se ha de evitar hacerlas para buscar su
recompensa, con la intención de agradar a los hombres. Usa aquí el mismo Señor
las mismas palabras, añadiendo como anteriormente: En verdad os digo,
recibieron ya su recompensa 24; dando a entender que él prohíbe esto para que
no se apetezca aquella recompensa de la que gozan los necios al ser alabados
por los hombres.
... Y ELOGIO A LA ORACIÓN INTERIOR
11. Vosotros, al contrario, cuando oréis, entrad en vuestro aposento 25, dice el
Señor. ¿Qué son estos aposentos sino los mismos corazones, como viene
indicado también en el salmo, cuando dice: En el retiro de vuestros aposentos
compungíos de las cosas que andáis meditando en vuestros corazones? 26 Y
cerrando las puertas orad, dice, a vuestro Padre en lo escondido 27. Es poco
entrar en los aposentos si la puerta está abierta a los curiosos, ya que a través
de ella irrumpen dentro las cosas externas de forma desconsiderada y disturban
nuestra interioridad. Ya dijimos que están fuera todas las cosas temporales y
visibles, las cuales penetran por la puerta, es decir, por el sentido carnal, en
nuestros pensamientos, y con la multitud de vanos fantasmas perturban nuestra
oración. Se deben cerrar las puertas, es decir, se ha de resistir al sentido carnal,

65
a fin de que la oración espiritual vaya dirigida al Padre, la cual se hace en lo
íntimo del corazón, donde se ora al Padre en lo escondido. Y vuestro Padre, sigue
diciendo, que ve en lo escondido, os recompensará 28. Este argumento debiera
haber terminado con esta cláusula. Y, en efecto, con esto no nos amonesta para
que oremos, sino cómo debemos orar; ni, como hizo más arriba, no nos
amonesta a dar limosna, sino con qué intención debemos darla 29. En efecto, nos
manda purificar el corazón y no lo purifica sino la única y simple intención
dirigida únicamente a la vida eterna por el puro y solo amor a la sabiduría.
ORACIÓN SIN PALABRERÍA...
12. Cuando oréis, no digáis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan
que van a ser oídos por usar muchas palabras 30. Así como es propio de los
hipócritas hacerse ver en la oración, y no tienen otro fruto que la aprobación de
los hombres, así también es propio de los paganos, esto es, de los gentiles,
imaginar que a fuerza de palabras serán oídos. Y, en verdad, el mucho hablar
viene de los gentiles, que se esfuerzan más en educar el lenguaje que en
purificar la conciencia. Y se esfuerzan en aplicar este género de lenguaje frívolo
en la oración para convencer a Dios, juzgando que puede uno convencerle con
palabras, como se induce al juez humano a dar una sentencia. No queráis, pues,
ser semejantes a ellos, dice el único y verdadero maestro; sabe vuestro Padre lo
que necesitáis antes de pedírselo 31. Si la multitud de palabras se emplea para
informar y enseñar al ignorante, ¿qué necesidad hay de ellas para aquel que
conoce todas las cosas, a quien todas las cosas que existen, por el hecho de
existir, hablan y se presentan como hechas por él? Y tampoco los
acontecimientos futuros están ocultos a su capacidad creativa y sabiduría, porque
en ella están presentes y no pasados todos los acontecimientos que han pasado y
que pasarán.
... Y PALABRAS CARGADAS DE AFECTO
13. Pero como él también nos enseña a orar con palabras, aunque pocas, sin
embargo son palabras y él mismo nos las dice, alguien se puede preguntar qué
necesidad hay aún de estas pocas palabras, ante aquel que sabe todas las cosas
antes que sean hechas y conoce, según hemos dicho, qué es lo que necesitamos
antes de que se lo pidamos. En primer lugar, debemos responder que, para
obtener lo que deseamos, no nos debemos dirigir a Dios con palabras, sino con
los sentimientos que tenemos en el ánimo y con la dirección de nuestro
pensamiento, junto con un amor puro y afecto sencillo. Pero Nuestro Señor nos
enseñó con palabras las mismas cosas, a fin de que, confiándolas a la memoria,
las recordemos al tiempo de la oración.
ORACIÓN DE CONVERSIÓN Y GENEROSIDAD
14. Pero se puede preguntar de nuevo, ya sea que se ore con obras o con las
palabras: ¿Qué necesidad hay de la misma oración, si Dios sabe ya antes lo que
necesitamos, a no ser que la misma intención de la oración serena y purifica
nuestro corazón y lo hace más apto para recibir los dones divinos que nos son
dados espiritualmente? En efecto, Dios no nos oye porque ambicione nuestras
plegarias, pues siempre está pronto para darnos su luz no visible, sino inteligible
y espiritual; pero nosotros no siempre estamos dispuestos a recibirla, porque
estamos inclinados a otras cosas y entenebrecidos por la codicia de los bienes
temporales. En la oración acontece la conversión de nuestro corazón a Dios, que
está siempre dispuesto a darse a sí mismo, si recibimos lo que nos va dando y en
la misma conversión se purifica el ojo interior, al excluir las cosas temporales que

66
se apetecían para que el ojo del corazón sencillo pueda acoger la luz pura que
irradia con el poder divino sin ocaso ni mutación alguna y no solo recibirla, sino
también permanecer en ella, no solo sin molestia alguna, sino también con gozo
inefable, en el cual se realiza verdadera y sinceramente la vida bienaventurada.
CAPÍTULO IV
EL "PADRENUESTRO", MODELO DE ORACIÓN DE ALABANZA
Y PETICIÓN

15. Pero ya es el momento de considerar qué es lo que nos ha mandado pedir en


la oración aquel que nos enseñó también lo que hemos de pedir y por el cual
conseguimos lo que pedimos: Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás
en los cielos, sea santificado tu nombre; venga tu reino; hágase tu voluntad,
como en el cielo, así en la tierra. Danos hoy nuestro pan de cada día; y perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; no
nos dejes caer en la tentación, sino líbranos de todo mal 32. En toda oración lo
primero que se debe ganar es la benevolencia de aquel a quien pedimos y
después decir lo que queremos pedir, lo cual se suele ganar con algún elogio a
quien se dirige la oración y esto se acostumbre colocar al principio de la oración.
Para ello, Nuestro Señor no nos mandó decir otra cosa sino: Padre nuestro que
estás en los cielos 33. Se han dicho muchas cosas en alabanza de Dios, las cuales
cualquiera que lea las Sagradas Escrituras podrá encontrar varia y
cumplidamente difundidas por todos sus libros: pero nunca se encuentra un
precepto dado al pueblo de Israel, que diga: Padre nuestro, o dirigirse en la
oración a Dios como Padre; sino que se insinuó a ellos como Señor que manda
los esclavos, es decir, a los que aún vivían bajo la carne. Esto lo digo en relación
con los que recibieron los preceptos de la ley que se les mandaba observar; pues
los profetas muestran con frecuencia que el mismo Señor Dios podría también
ser Padre, si no se apartasen de sus mandamientos, según aquello que se
dijo: He criado hijos y los he engrandecido: ellos mismos me despreciaron 34. Y
en el salmo: Yo dije: Vosotros sois dioses e hijos del Altísimo 35. Y en otro
lugar: Si soy vuestro Señor, ¿dónde está mi temor?; y si soy vuestro Padre,
¿dónde está mi honor? 36 Y así otros muchos lugares, donde se les arguye a los
judíos porque pecando no quisieron ser hijos de Dios, exceptuados aquellos
textos proféticos que hablan del futuro pueblo cristiano, el cual habría de tener a
Dios como Padre según lo dicho en el Evangelio: Les dio potestad de llegar a ser
hijos de Dios 37. Y el apóstol Pablo dijo: Mientras el heredero es niño, en nada se
diferencia de un siervo 38 y recuerda después que hemos recibido el Espíritu de
adopción: el cual nos hace clamar: Abba, Padre 39.
16. Y por cuanto la razón de nuestra vocación a la herencia eterna para ser
coherederos de Cristo y recibir la adopción de los hijos 40, no se funda en
nuestros méritos, sino en la gracia de Dios, la misma gracia mencionamos al
principio de la oración cuando decimos: Padre nuestro. Con este nombre se
inflama la caridad, pues ¿qué puede ser más querido para los hijos que el padre?
Cuando llaman los hombres a Dios: Padre nuestro, se aviva el afecto y cierta
presunción de obtener lo que debemos pedir, puesto que antes de pedir algo
hemos recibido un don tan grande, que nos atrevamos a decir a Dios: Padre
nuestro. ¿Qué no va a conceder a los hijos que piden, habiéndoles otorgado ya
antes el ser hijos? Finalmente, ¿con cuánto cuidado previene el interior del
hombre, para que aquel que dice: Padre Nuestro, no sea indigno de tan gran
Padre? Porque, si un plebeyo de edad madura fuera autorizado por un senador

67
para llamarle padre, sin duda alguna temblaría y ni se atrevería fácilmente a
hacerlo teniendo en cuenta la inferioridad de su estirpe, la indigencia de riquezas
y la vileza de una persona plebeya: Pero ¿cuánto más habrá de temblar uno de
llamar a Dios Padre, si es tanta la fealdad de su alma y tanta la maldad de sus
costumbres, que provocan a Dios para que las aleje de su unión mucho más
justamente que aquel senador alejara la pobreza de cualquier mendigo? Después
de todo, el senador desprecia en el mendigo lo que él puede llegar a ser por la
fragilidad de las cosas temporales. Sin embargo, Dios nunca cae en costumbres
viciosas. Y demos gracias a su misericordia, que nos exige solo aquello según lo
cual pueda ser padre y que a ningún precio se puede adquirir, sino solo con
buena voluntad. También aquí se amonesta a los ricos o a los nobles según el
mundo que, cuando se hiciesen cristianos, no se ensoberbezcan contra los pobres
y plebeyos, porque con ellos dicen a Dios: Padre nuestro, que no pueden decirlo
verdadera y piadosamente si no se reconocen como hermanos.
CAPÍTULO V
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO DE LOS SANTOS Y VIRTUOSOS
17. Use, por tanto, de la palabra del Nuevo Testamento el nuevo pueblo, llamado
a la herencia eterna y diga: Padre nuestro que estás en los cielos, es decir, en los
santos y virtuosos, ya que Dios no está limitado por el espacio cósmico. Los
cielos son los cuerpos más excelentes del cosmos, pero, no obstante, son
cuerpos, que solo pueden estar en un lugar. Pero si alguno cree que la sede de
Dios está en los cielos en cuanto que son las partes más altas del mundo, están
en mejores condiciones las aves, ya que sus vidas están más cerca de Dios. No
se ha escrito: El Señor está cerca de los hombres excelsos, y de los que habitan
en los montes, sino que está escrito: El Señor está cerca de los contritos de
corazón 41, y esto pertenece a la humildad. Así como el pecador es llamado tierra,
ya que de él se ha dicho: Tierra eres y a la tierra irás 42, así se puede decir que el
justo es el cielo. Pues se dice de los justos: El templo de Dios es santo, y éste
sois vosotros 43. Por lo tanto, si Dios habita en su templo y los santos son su
templo, que estás en los cielos significa que estás en los santos. Es muy
apropiado este símil para hacer ver que espiritualmente hay tanta diferencia
entre los virtuosos y los pecadores como corporalmente hay entre el cielo y la
tierra.
ANALOGÍAS DEL CIELO U OMNIPRESENCIA DE DIOS
18. Con la intención de significar este pensamiento, cuando nos ponemos en
oración, nos volvemos hacia oriente, donde se inicia el cielo; no como si habitase
allí Dios, como si hubiese abandonado las otras partes del mundo, él que está
presente en todas las partes, no en el espacio físico, sino con la fuerza de su
majestad. Con el fin de que tome conciencia el alma de la necesidad de
convertirse a la naturaleza más excelente, esto es, hacia Dios, puesto que su
mismo cuerpo, que es terreno, se convierta en un cuerpo más perfecto, es decir,
en un cuerpo celeste. Es bueno esto para el progreso religioso y aprovecha
mucho para que todos los sentidos, pequeños y grandes, sientan bien de Dios. Y
por esto aquellos que están cautivos de las bellezas terrenas y no pueden
imaginar algo incorpóreo, es necesario que estimen más el cielo que la tierra. Es
más tolerable la opinión de aquellos que tienen todavía una idea corpórea de
Dios, si creen que está más bien en el cielo que en la tierra. Y esto a fin de que,
cuando lleguen a saber que el valor del alma es superior a un cuerpo celeste, lo
busquen más bien en el alma que en un cuerpo, aunque sea celeste y cuando

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lleguen a conocer cuánta diferencia hay entre el alma de los pecadores y la de los
virtuosos, como no se atrevían a colocar a Dios en la tierra, sino en el cielo,
cuando lo intentaban todavía según la carne 44, así después con la fe más madura
y también con la inteligencia lo busquen más bien en el alma de los virtuosos que
en la de los pecadores. Por consiguiente, se interpreta correctamente diciendo
que Padre nuestro que estás en los cielos 45 significa en el corazón de los justos,
como en su templo santo. Al mismo tiempo, quien ora, quiere que también
habite en él aquel a quien ora; y mientras aspira a esto, practique la justicia, ya
que con esta finalidad es invitado Dios a habitar en el alma.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE Y SUS SIGNIFICACIONES
19. Veamos ahora qué es lo que se debe pedir. Se ha expuesto ya quién es a
quien se pide y dónde habita. Lo primero que se ha de pedir es: Que sea
santificado tu nombre 46. No se pide como si no fuera santo el nombre de Dios,
sino para que sea tenido por los hombres como santo, es decir, que de tal
manera se reconozca a Dios, que no se juzgue ninguna otra cosa como más
santa y a quien se tema más ofender. Ni tampoco por haberse dicho: Dios es
conocido en Judea, en Israel y su nombre es grande 47, se debe entender como si
en otro lugar sea Dios tenido por menor y en otro distinto por mayor; sino que
allí será tenido su nombre como grande donde se le nombre por su inmensa
grandeza. Allí será nombrado el nombre del Señor donde se le nombre con
veneración y con temor de ofenderle. Es esto lo que sucede ahora mientras el
Evangelio, dándole a conocer por muchos pueblos, recomienda el nombre del
único Dios por mediación de su Hijo.
CAPÍTULO VI
VENGA A NOSOTROS TU REINO MANIFESTADO,
RECONOCIDO, FINAL

20. Después continúa: Venga tu reino 48, como el mismo Señor enseña en el
Evangelio; entonces el día del juicio futuro llegará, cuando el Evangelio haya sido
anunciado a todas las gentes 49; esto pertenece a la santificación del nombre de
Dios. Ni tampoco se ha dicho aquí: Venga tu reino, como si en el momento
presente el Señor no reinara. Quizás alguno diga que la palabra venga significa
sobre la tierra: como si no reinara hoy en la tierra, ya que siempre ha reinado
desde la creación del mundo. El término venga se debe interpretar: que se
manifieste a los hombres. Como, en efecto, la luz, aunque presente, está ausente
para los ciegos y para los que cierran los ojos, así el reino de Dios, aunque nunca
abandona la tierra, es invisible para aquellos que no le conocen. A ninguno le
será lícito ignorar el reino de Dios, porque su Unigénito, no solo en el campo del
pensamiento, sino también en la experiencia, ha venido del cielo en la persona
del Señor para juzgar a vivos y muertos. Y después de este juicio, es decir,
cuando suceda la distinción y separación de buenos y malos, Dios estará
presente en los buenos de tal manera que no habrá más necesidad de la
enseñanza humana, sino que todos, como tenemos en la Escritura, serán
amaestrados por Dios 50. Después la felicidad será plenamente acabada como
final en los santos para siempre, al igual que ahora los ángeles del cielo,
sumamente santos y fieles, solo con la iluminación del Señor, poseen la plenitud
de la sabiduría y de la felicidad, ya que también el Señor prometió todo esto a los
suyos: En la resurrección serán, dice, como ángeles de Dios 51.
HÁGASE TU VOLUNTAD ACEPTADA

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21. Después de aquella petición en la que decíamos: Venga tu reino,
sigue: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra 52; es decir, así como
se hace tu voluntad en los ángeles que están en el cielo, de tal manera que están
tan unidos a ti y en ti son felices, ya que ningún error oscurece la plenitud de su
pensamiento, ninguna infelicidad impide su felicidad, así suceda en tus santos
que están en la tierra y han sido hechos de la tierra en cuanto se refiere al
cuerpo, y aunque tiendan a un lugar celeste e inmutable, siempre han de ser
tomados de la tierra. Se refiere a esto aquel anuncio de los ángeles: Gloria a
Dios en lo alto de los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad 53.
Esto a fin de que cuando preceda nuestra buena voluntad, que sigue al que es
llamado, se cumpla en nosotros la voluntad de Dios, al igual que en los ángeles
celestes, a fin de que ninguna adversidad turbe nuestra bienaventuranza, que es
la paz. Y así hay que entender de forma recta hágase tu voluntad, que se
obedezca a tus preceptos, así en el cielo como en la tierra 54, es decir, así como
por los ángeles, también por los hombres. El mismo Señor afirma que se cumple
la voluntad de Dios cuando se obedece a sus mandamientos, cuando dice: Mi
comida es hacer la voluntad de aquel que me envió 55, y con mucha
frecuencia: No vine a hacer mi voluntad, sino la voluntad de quien me envió 56. Y
cualquiera que haga la voluntad de Dios es mi hermano, mi madre y mi
hermana 57. Quienes hacen la voluntad de Dios, en ellos se cumple la voluntad de
Dios, no porque ellos hagan que Dios quiera, sino porque hacen lo que Él quiere,
es decir obran según su voluntad.
22. Hay otra forma de entender: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la
tierra, es decir, como en los santos y justos, también en los pecadores. Y esto a
su vez se puede entender de dos formas: bien sea que oremos también por
nuestros enemigos: ¿se pueden considerar, en verdad, de otro modo aquellos
contra cuya voluntad se dilata el nombre cristiano y católico? Se ha dicho de tal
menara: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra, como si pudiera
decirse: Que hagan tu voluntad así como la hacen los justos, también los
pecadores, para que se conviertan a ti. O también: Se haga tu voluntad en el
cielo como en la tierra, para que a cada uno se le dé lo suyo; se hará en el último
juicio, de tal forma que a los justos se les dará el premio y a los pecadores la
condena, cuando se separarán los corderos de los cabritos 58.
CIELO Y TIERRA SON EL ESPÍRITU Y LA CARNE...
23. Tampoco es absurdo, al contrario, muy de acuerdo con nuestra fe y
esperanza, el que entendamos por cielo y tierra el espíritu y la carne. Y dado que
dice el Apóstol: Con la mente sirvo a la ley de Dios, con la carne a la ley del
pecado 59, vemos que la voluntad de Dios se hace en la mente, esto es, en el
espíritu. Mas cuando la muerte sea absorbida por la victoria y este cuerpo mortal
sea absorbido por la inmortalidad, y esto sucederá con la resurrección de la carne
y con la transfiguración, que ha sido prometida según predicación del mismo
Apóstol a los justos 60, entonces se hará la voluntad de Dios en la tierra como se
hace en el cielo; es decir, así como el espíritu no se resiste a Dios siguiendo sus
mandatos y haciendo su voluntad, así tampoco el cuerpo se oponga al espíritu o
al alma, la cual es ahora atormentada por la enfermedad del cuerpo y está
propensa a la costumbre de la carne. En la vida eterna será propio de la paz
perfecta que no solo nos atraiga el querer, sino también el realizar el bien. Ahora
me atrae el querer el bien, dice el Apóstol, pero no el cumplirlo 61, porque todavía
no está cumplida la voluntad de Dios como en el cielo así en la tierra, es decir,
todavía no en la carne como en el espíritu. Pues en nuestra miseria se hace
70
también la voluntad de Dios cuando por la carne sufrimos todo aquello que
corresponde por la condición de mortalidad, que por el pecado mereció nuestra
naturaleza. Pero debemos orar que, así como en el cielo y en la tierra se cumple
la voluntad de Dios, es decir, que, así como nos complacemos en la ley de Dios
según el hombre interior 62, así también, realizada la transfiguración de nuestro
cuerpo, ninguna de nuestras partes, por dolores físicos o por delectaciones
terrenas, se oponga a esta nuestra felicidad.
24. Y no va en contra de la verdad interpretar las palabras Hágase tu voluntad,
como en el cielo, así en la tierra 63, como en el mismo Señor Jesucristo, así
también en la Iglesia; como en el hombre que ha cumplido la voluntad del Padre,
así también en la mujer, con la cual se ha casado. En efecto, cielo y la tierra se
puede convenientemente entender como el varón y la mujer, porque la tierra es
fructífera fertilizándola el cielo.
CAPÍTULO VII
PAN COTIDIANO ESPIRITUAL, SIN EXCLUSIÓN DEL MATERIAL
Y SACRAMENTAL

25. La cuarta petición es: Danos hoy nuestro pan de cada día 64. El pan cotidiano
se interpreta de diversas formas: o todo aquello que sirve para el sostenimiento
de la vida física; de hecho, exhortando a este respecto dice: No penséis en el día
de mañana 65, y por esto añade: Danos hoy; o por el sacramento del Cuerpo de
Cristo, que diariamente recibimos; o por la comida espiritual, de la cual dijo el
mismo Señor: Trabajad por la comida que no se corrompe 66; y también: Yo soy
el pan de vida, que ha descendido del cielo 67. Ahora se puede considerar cuál de
estas interpretaciones es la más probable. Puede darse que alguien pueda estar
preocupado por qué tenemos que orar para conseguir lo necesario para esta
vida, como es la comida y el vestido, dado que el Señor había dicho: No estéis
preocupados por lo que vais a comer o con qué os vais a vestir 68. ¿Puede alguien
no estar preocupado de las cosas por las cuales ora para conseguirlas, como que
haya que dirigir la oración con tanta atención 69, ya que a esto se refiere todo lo
que se dice de cerrar las puertas de la habitación 70, y lo que dice: Buscad
primero el reino de Dios y todas las demás cosas se os darán por
añadidura? 71 No ha dicho: Buscad en primer lugar el reino de Dios, y después
buscad todas estas cosas, sino: Todas estas cosas, dice, os serán dadas por
añadidura, incluso a los que no las pidan. Yo no sé encontrar la manera cómo se
pueda decir con verdad que alguno no busca aquello que, para recibirlo, suplica a
Dios con tanta atención.
26. Respecto del sacramento del cuerpo del Señor, para no entrar en cuestión
con muchos en las regiones orientales, que no comulgan el Cuerpo de Cristo
diariamente, aunque se haya dicho que este pan es cotidiano. Pues que se callen
y que no defiendan su opinión sobre este tema, bien sea con la autoridad
eclesiástica, ya que lo hacen sin escándalo, ni lo tienen prohibido por quienes
presiden las distintas iglesias, ni que sean acusados los que así obran. De donde
se prueba que en esos lugares no se pueda entender en este sentido el pan
cotidiano; pues serían acusados de grandes pecados los que no lo recibieran
diariamente. Pero para no discutir sobre ninguna de estas opiniones, según
queda dicho, se debe ciertamente recordar a los que reflexionan que hemos
recibido del Señor una norma de oración, la cual no se puede transgredir ni por
añadidura ni por omisión. Siendo esto así, ¿quién ha dicho que solo debemos
recitar una vez la plegaria del Señor o si se recite una segunda y tercera vez,

71
solo hasta la hora en que recibamos el cuerpo de Cristo y que después ya no se
ha de orar así durante el resto del día? En efecto, no podríamos decir: Danos
hoy, lo que ya hemos recibido. O ¿podría alguien obligar a que celebremos el
sacramento en la última parte del día?
27. Por tanto, solo queda el que podamos entender por pan cotidiano el pan
espiritual: es decir, los mandamientos del Señor, que se necesitan meditar y
observar todos los días. Pues de estos mismos dijo el Señor: Procuraos la comida
que no se corrompe 72. Se llama cotidiana esta comida aquí, mientras esta vida
temporal se desarrolla por días que pasan y se suceden. Mientras los afectos del
alma se alternan dirigiéndose unas veces hacia los bienes superiores, otras hacia
los inferiores, es decir, unas veces hacia los espirituales, otras hacia los carnales,
como aquel que unas veces toma el alimento, otras pasa hambre, pero todos los
días necesita comer pan para calmar el hambre y restaurar las fuerzas, así
también nuestro cuerpo, en esta vida y antes de la transfiguración, necesita
alimentarse con comida, ya que siente el desgaste; también el alma, ya que a
causa de los afectos temporales, sufre como una disminución de fuerzas en la
tensión hacia Dios y se restablece con el alimento de los mandamientos. Dánoslo
hoy también se dice: mientras se dice hoy, se refiere a esta vida temporal.
Después de esta vida seremos saciados del alimento espiritual por toda la
eternidad, de tal manera que entonces ya no se llamará pan cotidiano, pues allí
no habrá más volubilidad del tiempo, que hace que unos días sucedan a otros,
por lo que se llama cotidianamente. Como se ha dicho: Si oyerais hoy la voz del
Señor 73, lo que es interpretado por el apóstol Pablo en la Carta a los
Hebreos: Mientras dura el día que se dice hoy 74, lo que ha de
entenderse: Dánoslo hoy. Si alguno, por el contrario, quiere entender esta frase
en relación con el alimento necesario del cuerpo o el sacramento del Señor, es
conveniente que los tres significados se entiendan de forma unida, es decir, que
se pida al mismo tiempo el pan cotidiano, tanto el necesario para el cuerpo como
el pan consagrado visible y el pan invisible de la Palabra de Dios.
CAPÍTULO VIII
REMISIÓN AMPLIA Y GENEROSA
28. Sigue la quinta petición: Y perdona nuestros pecados, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores 75. Es evidente que se llama deuda a
los pecados o en el sentido que el mismo Señor indica: No saldrás de allí hasta
que no pagues el último céntimo 76, o también porque llamó deudores a aquellos
de quienes le fue anunciado que habían perecido, bien fuera por la ruina de la
torre o porque Pilatos había mezclado su sangre con la del sacrificio 77. Pues dijo
que pensaban los hombres que aquellos eran deudores en gran manera, es decir
pecadores, y añadió: En verdad os digo, a no ser que hagáis penitencia,
pereceréis igualmente 78. Con estas palabras no urge a cualquiera a perdonar el
dinero a los deudores, sino todas las ofensas que el otro ha cometido contra él.
Pues a perdonar el dinero, más bien se nos manda en aquel otro precepto que se
ha dicho arriba: Si alguien te quiere llevar a juicio para quitarte la túnica,
entrégale también la capa 79. Tampoco aquí es necesario perdonar la deuda a
cualquier deudor pecuniario, sino a aquel que no quisiere devolverla, hasta el
punto que quisiera incluso pleitear. Al siervo del Señor no le conviene pleitear,
dice el Apóstol 80. Se le debe perdonar a aquel que ni por propia iniciativa ni por
requerimiento quiere devolver el dinero debido. Por dos motivos no querrá
devolver la deuda: o porque no lo tiene, o porque es avaro y codicioso del bien

72
ajeno. Ambos motivos pertenecen a la indigencia: El primero pertenece a la
carencia de bienes materiales; el segundo a la pobreza de espíritu. Quienquiera
que perdona la deuda a un tal individuo, perdona a un necesitado y obra
cristianamente, manteniendo aquella regla que prescribe que esté preparado a
perder lo que se le debe. Mas, si modesta y mansamente actuara de tal manera
que se le restituyese, no atendiendo tanto al interés de recobrar el dinero cuanto
a que se corrija el hombre, al que es pernicioso el tener con qué restituir la
deuda y no restituirla, no solo no pecará, sino que le aprovechará muchísimo, a
fin de que el otro no sufra daño en su fe, por el hecho de querer aprovecharse
del dinero ajeno. Y esto es tanto más grave en cuanto que no tiene comparación
alguna. A esta conclusión se llega en la misma petición en la que
pedimos: Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a
los que nos ofenden 81; que no se trata explícitamente del dinero, sino de todos
los casos en los que alguien peca contra nosotros y por esto también del dinero.
Peca, pues, contra ti quien rechaza el restituir el dinero que te debe, cuando
tiene con qué devolver. Si no perdonas este pecado, no puedes
decir: Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos. Pero si
perdonas, ten en cuenta que a aquel a quien se le ordena pedir con esta oración,
se le exhorta a perdonar también la deuda monetaria.
CORRESPONDENCIA ENTRE PERDÓN DIVINO Y FRATERNO
29. Se puede, ciertamente, tratar este tema, porque decimos: Perdónanos,
como también nosotros perdonamos; nos debemos dar cuenta que hemos
actuado contra este mandato si no perdonamos a quienes piden perdón, ya que
queremos que el Padre misericordioso nos perdone a los que le pedimos perdón.
Pero en lo referente al precepto en que se nos pide orar por nuestros
enemigos 82, no se nos pide hacerlo por los que piden perdón. Estos tales ya no
son enemigos. De ningún modo diría alguien con sinceridad que ora por aquel a
quien no ha perdonado. Por tanto, se debe reconocer que se deben perdonar
todos los pecados cometidos contra nosotros, si queremos que nos sean
perdonadas las culpas que hemos cometido contra el Padre. Pues de la venganza,
según pienso, ya se ha hablado suficientemente.
CAPÍTULO IX
TENTACIÓN, NO INDUCCIÓN
30. La sexta petición dice: No nos dejes caer en la tentación 83. Algunos
manuscritos dicen: no nos induzcas a la tentación, que juzgo tenga el mismo
significado; en efecto, de la misma palabra eisenégkes ha sido traducida una y
otra. Muchos al rezar dicen así: No permitas que seamos inducidos a la tentación,
mostrando de esta forma cómo ha sido introducida la traducción induzcas a la
tentación. En efecto, Dios no nos induce a la tentación por sí mismo, sino que
permite sea inducido alguien a quien le quitó su ayuda por ocultos y justos
designios o por hacerse merecedor de ello. Muchas veces también por causas
manifiestas juzga que uno merece ser privado de su ayuda y le deja caer en la
tentación. Una cosa es ser inducido a la tentación y otra es ser tentado. Pues sin
tentación nadie puede ser probado, ni para sí mismo, como encontramos en la
Escritura: Quien no ha sido tentado, ¿qué puede saber? 84, ni para el otro, como
dice el Apóstol: No habéis despreciado lo que era para vosotros una tentación en
la carne 85. Precisamente por este hecho los reconoció fieles, ya que no se
separaron de la caridad a causa de los sufrimientos del Apóstol padecidos en su

73
físico. Mas Dios nos conoce a todos antes de cualquier tentación, ya que Él
conoce todo antes de que suceda.
31. En lo escrito: El Señor, Dios vuestro, os tienta para saber si le amáis 86 la
expresión para saber se ha de entender en el siguiente sentido: para que os haga
saber; como cuando decimos que un día está alegre, por un día que nos alegra;
un frío pesado, por un frío que entumece, y otras formas de hablar que se dan en
la jerga habitual, o en el lenguaje de los literatos y en los libros de Sagrada
Escritura. Lo cual no entienden los herejes que rechazan el Antiguo Testamento y
juzgan que esto es tachar de ignorante a aquel de quien se dijo: El Señor,
vuestro Dios, os tienta, como si en el Evangelio no estuviese escrito del
Señor: Esto lo decía para tentarle. Pues él sabía lo que iba a hacer 87. En efecto,
si conocía el corazón de aquel a quien tentaba, ¿qué intentaba conocer
tentándole? Ciertamente se realizó esto para que se conociera a sí mismo aquel
que era probado y condenase su desconfianza, viendo a la muchedumbre saciada
con el pan del Señor, mientras que él había pensado que no tenían qué comer.
TENTADOS, NO CAÍDOS, OH MANIQUEOS
32. Por consiguiente, no se pide aquí que no seamos tentados, sino de no caer
en la tentación; como si alguno es obligado a pasar la prueba del fuego, no se
pide el no ser tocado por el fuego, sino que no le abrase el fuego. En efecto, en
el horno se prueban los vasos de arcilla y en la tentación de la tribulación los
hombres justos 88. José fue tentado con la tentación del adulterio, pero no
sucumbió a la tentación 89; También Susana fue tentada y tampoco fue
arrastrada por la tentación 90; y muchos otros de uno y otro sexo, pero sobre
todo Job, de cuya admirable fidelidad a Dios, su Señor, pretenden mofarse
aquellos herejes enemigos del Antiguo Testamento con sacrílegas expresiones,
insistiendo sobre todo en aquel pasaje en que dice que Satanás pidió tentarle 91.
Preguntan a los ignorantes, absolutamente incapaces de entender algunas cosas,
de qué manera fue posible a Satanás hablar con Dios, no dándose cuenta -no
pueden, por otra parte, ya que están obcecados por la superstición y la
contienda- que Dios no ocupa un lugar en el espacio con la dimensión de su
cuerpo; de modo que en un sitio esté y en otro no esté, o que tenga aquí una
parte de sí mismo y en otro lugar otra, sino que está presente en todas partes
con su majestad, ni dividido en partes, sino en todo lugar perfecto. Y si entienden
en sentido literal la frase: El cielo es mi trono y la tierra peana de mis pies 92, a
este lugar se refiere también el Señor con las palabras: No juréis ni por el cielo,
porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es la peana de sus pies 93,
¿qué hay de extraño en que el diablo, situado en la tierra, se pusiera a los pies
de Dios, y que le hablara algo en su presencia? 94 ¿Cuándo terminarán de
entender estos tales que no hay un alma, aunque sea la más perversa, que
pueda razonar de alguna manera, en cuya conciencia Dios no hable? ¿Quién sino
Dios ha escrito en el corazón de los hombres la ley natural? De esta ley dice el
Apóstol: En verdad, cuando los gentiles, que no tienen ley, hacen por razón
natural lo que manda la ley, estos tales, no teniendo ley, son para sí mismos ley
viva y ellos hacen ver que lo que la ley ordena está escrito en sus corazones,
como se lo atestigua su propia conciencia y las diferentes reflexiones que allí en
su interior ya les acusan o también les defienden, como se verá aquel día en que
Dios juzgará los secretos de los hombres 95.
Por consiguiente, toda alma racional, aunque esté obcecada por las pasiones, sin
embargo, si todavía piensa y razona, todo lo que mediante su razonamiento es

74
verdadero, no se le debe atribuir a ella, sino a la luz de la verdad, la cual la
esclarece, aunque sea débilmente, según su capacidad, de tal forma que algo
verdadero encuentre en su razonamiento; ¿qué tiene de extraño que el alma del
diablo corrompida con perverso deseo oiga la voz de Dios, es decir, la voz de la
misma verdad, todo lo que pensó de un hombre justo cuando quería tentarle? 96.
Y al contrario, todo lo que era falso, se atribuye a aquella perversión de la que
recibe el nombre de diablo. Puesto que también, muchas veces, por medio de
criaturas corporales y visibles habló Dios, tanto a los buenos como a los malos,
como Señor y administrador de todas las cosas 97 y ordenador de ellas según la
capacidad de cada una; como asimismo se sirvió de los ángeles, que se
aparecieron también con apariencia de hombres 98 y por medio de los profetas
diciendo: Esto dice el Señor 99. ¿Por qué ha de asombrarse ahora uno, si se dice
que Dios ha hablado con el diablo, ciertamente no a través del pensamiento, sino
a través de una criatura acomodada a este cometido?
33. Y no juzguen que es deferencia y casi mérito a su virtud el hecho de que
Dios haya hablado con él, porque ha hablado con espíritu angélico, aunque necio
y apasionado, como si hablase con un alma humana necia y apasionada. O si no
digan ellos mismos de qué manera Dios ha hablado con aquel rico cuya estúpida
avaricia quiso reprender diciendo: Necio, esta misma noche han de exigir de ti la
entrega de tu alma: ¿De quién será cuanto has almacenado? 100 Ciertamente,
esto lo dice el mismo Señor en el Evangelio, al cual estos herejes, quiéranlo o no,
inclinan la cabeza. Mas si ellos se preocupan del hecho que Satanás pide a Dios
el tentar a un hombre justo, yo no pretendo explicar la razón de por qué sucedió
esto, pero les requiero que me aclaren por qué se dijo en el Evangelio a los
discípulos: He aquí que Satanás ha pedido cribaros como el trigo 101, y a Pedro le
dijo: Pero yo he rogado para que tu fe no perezca 102. Cuando me expliquen todo
esto, ellos a la vez se dan a sí mismos la solución de aquello que pretenden les
declare yo. Y si no son capaces de explicarlo, no se atrevan a reprobar
temerariamente en libro alguno lo que leen en el Evangelio sin ninguna
repugnancia.
PROVIDENCIA DE LAS TENTACIONES HUMANAS PERMITIDAS
34. Suceden, pues, las tentaciones de Satanás, no por su poder, sino con
permiso del Señor para castigar a los hombres por sus pecados o para probarlos
y ejercitarlos en referencia a la misericordia de Dios. Importa mucho distinguir en
qué tipo de tentación incurre cada uno. Pues no es lo mismo el tipo de tentación
en que cayó Judas, que vendió al Señor 103, que en la que cayó Pedro, que negó,
atemorizado, a su Señor 104. Hay, pues, tentaciones humanas, creo, como sucede
cuando uno con buena intención, según los límites de la humana debilidad, se
equivoca en algún proyecto o se irrita contra algún hermano con la intención de
corregirlo, pero un poco más allá de lo que pide la serenidad cristiana. A éstas se
refiere el Apóstol cuando dice: No os ha sobrevenido tentación que no fuera
humana, y el mismo dice: Pero fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados
sobre vuestras fuerzas, sino que de la misma tentación os hará sacar provecho,
para que podáis sosteneros 105. Con este pensamiento muestra suficientemente
que no debemos orar para no ser tentados, sino para que no caigamos en la
tentación. Caeremos, pues, si fueran de tal naturaleza que no pudiéramos
soportar. Pero dado que las tentaciones más peligrosas, en las cuales es
pernicioso sumergirse e introducirse en ellas, tienen su origen en las
prosperidades temporales o en las adversidades, nadie será abatido por la

75
molestia de la adversidad, que no se deje llevar por los atractivos de la
prosperidad.
LIBERACIÓN DE TODO MAL PRESENTE
35. La última y la séptima petición es: Líbranos de todo mal 106. Se debe orar
para no solo no caer en el mal que no tenemos -y esto se pide en el sexto lugar-,
sino para que seamos también liberados del mal, en el que ya hemos caído.
Pues, conseguido esto, ya no quedará nada que temer, ni se deberá ya temer
alguna tentación. Sin embargo, no se debe esperar que esto suceda en esta vida
mientras llevemos con nosotros esta nuestra condición mortal a que nos condujo
la seducción de la serpiente 107; más bien debemos esperar que llegará algún día
y esta es la esperanza que no se ve. Precisamente, hablando de esto el Apóstol,
dice: Una esperanza que se ve, no es esperanza 108. Sin embargo, no se debe
desesperar de la sabiduría que también en esta vida ha sido concedida a los
creyentes hijos de Dios. Consiste esta sabiduría en huir con especial diligencia de
todo aquello que por revelación de Dios entendamos que debe evitarse; y
apetezcamos con ardentísima caridad todo aquello que por revelación de Dios
entendamos que se ha de amar. Porque, cuando la muerte despoje al hombre del
restante peso de mortalidad, de parte de todo componente del hombre, en el
tiempo oportuno, será realizada como fin la felicidad que ha comenzado ya en
esta vida y que, para conseguirla definitivamente después, se pone ahora todo el
esfuerzo posible.
CAPÍTULO X
LAS TRES PRIMERAS PETICIONES SON TEMPORALES Y ETERNAS
36. Pero se debe considerar y discutir la distinción que hay entre estas siete
peticiones. Como nuestra vida actual se desarrolla en el tiempo y se espera la
vida eterna y como, por otra parte, los valores eternos son anteriores por
dignidad, si bien es verdad que se pasa a ellos después de haber realizado los del
tiempo. En efecto, la consecución de las tres primeras peticiones tiene su
principio ya en esta vida, que se desarrolla en el tiempo; de hecho, la
santificación del nombre del Señor ha comenzado a verificarse desde la venida
del Señor en nuestra humildad; la venida del reino del Señor, en el cual él vendrá
en esplendor, no se manifestará después del fin el tiempo, sino al final del
tiempo; y el cumplimiento de su voluntad como en el cielo, así en la tierra, bien
sea que por cielo y por tierra se entiendan los justos y los pecadores, o el espíritu
y la carne, o el Señor y la Iglesia, o todos al mismo tiempo, se completará con la
perfección de nuestra felicidad y por tanto será al final de los tiempos, aunque las
tres cosas permanecerán eternamente. Porque efectivamente la santificación del
nombre del Señor es eterna, su reino no tendrá fin y se promete la vida eterna
para nuestra perfecta felicidad. Permanecerán unidas y perfeccionadas estas tres
cosas en aquella vida que se nos promete.
TEMPORALIDAD DE LAS CUATRO ÚLTIMAS PETICIONES
37. Las otras cuatro cosas que pedimos me parecen pertenecer a esta vida
temporal. La que está en primer lugar: Danos hoy nuestro pan de cada día 109.
Por el hecho de ser llamado pan cotidiano, bien sea que se diga del pan espiritual
o el del sacramento o este visible del alimento, pertenece al tiempo presente,
que se le llamó hoy; no porque el alimento espiritual no sea eterno, sino porque
este pan, que en la Escritura ha sido considerado como cotidiano, se ofrece al
alma tanto con el sonido de las palabras como con varios signos temporales.
Todas estas cosas no existirán entonces, cuando, según San Juan, todos puedan

76
ser instruidos por Dios 110 y percibirán la inefable luz de la verdad no por
movimientos de cuerpos que la manifiesten, sino que la tocarán con un puro acto
de la mente. Y quizás por esto ha sido llamado pan, y no bebida, porque el pan
partiéndolo y masticándolo se convierte en alimento, así como la Escritura,
abriéndola y meditándola, sustenta al alma; mientras que la bebida preparada de
antemano pasa al interior del cuerpo, tal como es; de tal manera que en esta
vida la verdad es el pan, que se llama cotidiano, mas en la otra es la bebida,
puesto que no habrá trabajo alguno de discusión, ni de palabras, como de partir
y masticar, sino solamente contemplación pura y resplandeciente de la verdad.
En el tiempo presente nos serán perdonados los pecados y los perdonaremos, en
lo que consiste la segunda de las restantes cuatro peticiones; en la otra vida no
habrá perdón de los pecados, ya que no los habrá. Las tentaciones infectan esta
vida temporal; después ya no habrá más tentaciones y se cumplirá lo que dice el
salmo: tú les esconderás en lo secreto de tu rostro 111. Y el mal, del que
deseamos ser liberados y la misma liberación del mal pertenece también a esta
vida, que por la justicia de Dios hemos merecido estar sujeta a muerte y de la
cual por la misericordia de Dios seremos liberados.
CAPÍTULO XI
CORRESPONDENCIA ENTRE EL SEPTENARIO DE PETICIONES
Y DE DONES DEL ESPÍRITU

38. También me parece que el número siete de las peticiones se corresponde con
el número siete de las bienaventuranzas, del que deriva todo el discurso. En
efecto, si el temor de Dios es el que hace bienaventurados a los pobres de
espíritu porque de ellos es el reino de los cielos 112: pidamos que sea santificado
entre los hombres el nombre de Dios con el temor casto, que permanece por los
siglos de los siglos 113. Si la piedad es la que hace bienaventurados a los mansos,
porque ellos poseerán la tierra, pidamos que venga su reino, ya sea a nosotros
mismos para que nos amansemos y no le resistamos, ya del cielo a la tierra con
la gloria del advenimiento del Señor, en el cual nos alegraremos y conseguiremos
la gloria, porque él dice: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino que os ha
sido prometido desde la creación del mundo 114; pues en el Señor, dice el
profeta, se alegrará mi alma; oigan los humildes y se alegrarán 115. Si es por la
ciencia por la que son felices los que lloran, porque ellos serán consolados,
oremos para que se haga su voluntad así en el cielo como en la tierra, porque
cuando el cuerpo, como tierra, se conforme con el espíritu, como cielo, con suma
y completa paz, nosotros ya no lloraremos; porque no hay otra razón para que
lloremos en esta vida, sino cuando entre ellos, el cuerpo y el espíritu, luchen y
nos fuercen a decir: Veo que hay en mis miembros una ley que resiste a la ley de
mi espíritu 116, y a confesar nuestra aflicción con voz de llanto: ¡Oh, qué hombre
tan infeliz soy!; ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 117. Si la fortaleza
es la que hace que sean bienaventurados los que tienen hambre y sed de la
justicia, roguemos que el pan nuestro de cada día se nos dé hoy para que,
fortalecidos y sustentados por él, podamos llegar a aquella completísima hartura.
Si el consejo es el que hace bienaventurados a los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia, perdonemos las deudas a nuestros deudores, y oremos
para que se nos perdonen nuestras deudas. Si el entendimiento es el que hace
que sean bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios,
oremos para que no caigamos en la tentación, para que no tengamos un corazón
doble, no ordenando todo al verdadero bien al cual dirigir todas nuestras
acciones, sino persiguiendo al mismo tiempo los bienes temporales y los eternos.
77
La tentaciones, en efecto, que provienen de las cosas, que parecen a los hombres
molestas y desastrosas, no tienen poder sobre nosotros, si no lo tienen las que
provienen de los halagos de aquellas cosas que juzgan los hombres convenientes
y dignas de regocijo. Si es la sabiduría la que hace bienaventurados a los
pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios, pidamos que seamos
librados del mal, pues la misma liberación nos hace libres, esto es, hijos de Dios,
para que con el espíritu de adopción clamemos: ¡Abba, Padre! 118
PREVALENCIA DEL PERDÓN EN LA ORACIÓN
DEL "PADRENUESTRO"

39. Sin duda no se debe omitir por descuido que, de todas estas sentencias con
las cuales el Señor nos ha ordenado orar, ha juzgado deber recomendar sobre
todo aquella que se refiere al perdón de los pecados, en la cual ha querido que
fuésemos misericordiosos, que es el único consejo para evitar las miserias de la
vida. En ninguna otra sentencia oramos así como si pactáramos con Dios; pues
decimos: perdónanos, como nosotros perdonamos. Si mentimos en este acuerdo,
no sacamos provecho alguno de la oración. Así dice: Pues si perdonareis a los
hombres sus pecados, también vuestro Padre que está en los cielos os
perdonará. Pero si no perdonareis a los hombres, tampoco vuestro Padre
perdonará vuestras culpas 119.
CAPÍTULO XII
PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN POR EL AYUNO ESCONDIDO
40. Sigue ahora el precepto del ayuno, perteneciente también a la limpieza del
corazón, de la cual estamos tratando. También en este cometido se debe evitar
que se insinúen la ostentación y deseo de alabanzas humanas que infecta la
doblez del corazón y no le permite la pureza y sencillez necesarias para ver a
Dios. Así dice: Cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas;
desfiguran su rostro, para mostrar a los hombres que ayunan. En verdad os digo
que ya recibieron su galardón. Mas vosotros, cuando ayunéis, perfumad vuestra
cabeza y lavad bien vuestra cara para que no vean los hombres que ayunáis y
solo vuestro Padre que ve en lo secreto; y vuestro Padre, que ve en lo
escondido, os lo recompensará 120. Está claro que en estos preceptos toda
nuestra intención está dirigida a las alegrías interiores, para que no nos
conformemos al mundo buscando en el exterior la recompensa, y perdamos la
promesa de la bienaventuranza, tanto más segura y firme cuanto más interna,
en virtud de la cual nos eligió Dios para llegar a ser conformes a la imagen de su
Hijo.
PELIGRO DE OSTENTACIÓN JACTANCIOSA AUN EN EL DESALIÑO
41. En este apartado conviene tener en cuenta sobre todo que no solo en el brillo
y pompa, sino también en el lastimoso desaliño, puede haber jactancia, que es
tanto más peligrosa en cuanto que engaña con la apariencia de servir a Dios.
Quien se distingue por el inmoderado cuidado de su cuerpo y vestido, o el
esplendor de otras cosas, fácilmente es convencido por las mismas cosas de ser
partidario de las pompas del mundo y no engaña a nadie con una imagen
aparente de santidad. Sin embargo, si alguien, en la profesión de cristiano, hace
que se fijen en él las miradas de los hombres con el extraordinario desaseo y
miseria, si lo hace voluntariamente y no por necesidad, por sus otras obras
puede conjeturarse, si lo hace por menosprecio del adorno superfluo o por alguna
oculta ambición, dado que el Señor nos ha mandado que nos guardemos de los
lobos con piel de oveja: Por sus frutos, dice, los conoceréis 121. Cuando en

78
algunas pruebas se empezare a despojarles o a negarles aquellas mismas cosas
que con este vestido habían conseguido o desean conseguir, entonces
necesariamente aparecerá si es un lobo con piel de oveja o una oveja con la
suya. Por tanto, el cristiano no debe llamar la atención con adornos superfluos,
porque también los hipócritas muchas veces usurpan el traje modesto para
engañar a los incautos; porque las ovejas no deben dejar sus pieles, aunque
alguna vez los lobos se cubran con ella.
LIMPIEZA Y ALEGRÍA INTERIOR Y EXTERIOR EN EL AYUNO
42. Se acostumbra a preguntar qué significan las palabras: mas vosotros,
cuando ayunéis, perfumad vuestra cabeza y lavad vuestros rostros, para que no
conozcan los hombres que ayunáis 122. En efecto, nadie nos prescribirá
rectamente, aunque nos lavemos por costumbre todos los días, que debemos
tener perfumada la cabeza cuando ayunamos. Y aunque esto todos lo consideren
como algo indecoroso, sin embargo, debemos entender que el precepto de
perfumar la cabeza y lavar la cara se refiere al hombre interior. De hecho, el
perfumarse la cabeza se refiere a la alegría interior y el lavarse la cara a la
limpieza interior; y, por tanto, se unge la cabeza quien se alegra interiormente
con el espíritu y la razón. Se entiende convenientemente por cabeza la facultad
que domina el alma, con la cual se entiende que las otras facultades son
orientadas y dirigidas. Esto es lo que hace quien no busca la alegría externa, a fin
de no gozar carnalmente de las alabanzas de la gente. Pues la carne, que debe
ser sometida, de ninguna manera es la cabeza de toda la naturaleza humana.
Ciertamente, nadie ha odiado su propia carne 123, como dice el Apóstol, cuando
prescribe el amor que se debe a la esposa; sino que la cabeza de la mujer es el
hombre y Cristo es cabeza del varón 124. En consecuencia, quien quiera tener
perfumada la cabeza, según este precepto, se regocija interiormente en su
ayuno, y por eso mismo, ayunando de esta manera, se aparta de los placeres del
siglo para someterse a Cristo. Así también lavará la cara, es decir, purificará su
corazón, con el cual podrá ver a Dios, sin el obstáculo del velo producido por la
flaqueza del pecado, sino con firmeza y estabilidad, ya que estará limpio y
unificado. Lavaos y purificaos, dice Isaías; alejad la maldad de vuestra conciencia
y de mi vista 125. Se debe lavar vuestra cara de los pecados que ofenden la
mirada de Dios. Nosotros, contemplando a cara descubierta, como en un espejo,
la gloria de Dios, seremos transformados en la misma imagen 126.
AMOR PROVENIENTE DE LA PUREZA DE CORAZÓN,
BUENA CONCIENCIA Y FE AUTÉNTICA

43. Con frecuencia, incluso el pensamiento de las necesidades propias de esta


vida temporal ofende y mancha el ojo interior y la mayor parte de las veces
causa doblez en nuestro corazón, de suerte que aquellas cosas que parecen
hacernos bien a favor de los hombres, no las hacemos con el corazón que Dios
ha querido, es decir, no las hacemos porque lesamamos, sino porque queremos
conseguir a través de ellos algo provechoso como necesario para la vida
presente. Debemos hacerles el bien por su eterna salvación y no para nuestro
provecho personal. ¡Que Dios oriente nuestro corazón a sus enseñanzas y no a la
codicia! 127 El fin del precepto es la caridad que proviene de un corazón puro, de
una buena conciencia y de una fe no fingida 128. Aquel, pues, que auxilia a su
hermano con miras a sus necesidades materiales, ciertamente no lo ayuda por
caridad, porque no le ama como a sí mismo, sino que se ayuda a sí mismo, o

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mejor, ni siquiera a sí mismo, ya que se hace a sí mismo un corazón doble, que
le impide ver a Dios, en cuya visión está la felicidad cierta y duradera.
CAPÍTULO XIII
ATESORAR PARA SÍ EN EL CIELO
44. Quien insiste en la necesidad de purificar el corazón, continúa y ordena
diciendo: No acumuléis tesoros en la tierra, donde el orín y la polilla los
consumen y donde los ladrones asesinan y roban; atesorad, más bien, tesoros en
el cielo, donde ni el orín ni la polilla los consumen y donde los ladrones no
asesinan ni roban. En efecto, donde está tu tesoro, allí estará tu corazón 129. De
donde se sigue que, si el corazón está en la tierra, es decir, si alguien actúa con
el fin de conseguir bienes terrenos, ¿cómo podrá estar limpio lo que se mezcla
con la tierra? Pero si actúa en el cielo, estará limpio, ya que todos los seres del
cielo son limpios. Se envilece una cosa cuando se mezcla con otra de naturaleza
inferior, aunque de por sí no sea vil, porque incluso también el oro degenera
mezclado con la pura plata. Así también nuestra alma se envilece con el deseo de
las cosas terrenas, aunque la tierra sea limpia en su género y en su rango. En
este contexto, no se entiende el cielo corpóreo, ya que todo cuerpo debe
considerarse como tierra. En efecto, debe despreciar al mundo entero todo aquel
que desea atesorar para sí en el cielo, en el cielo del que se dijo de él: El cielo de
los cielos pertenece al Señor 130, es decir, el firmamento espiritual. No debemos
colocar nuestro tesoro en lo que pasa, sino en aquello que siempre
permanece: porque el cielo y la tierra pasarán 131.
LA LUZ OCULAR, SÍMBOLO DE LA INTENCIONALIDAD
45. Aquí manifiesta el Señor que todo lo preceptuado va dirigido a la limpieza del
corazón, cuando dice: antorcha de tu cuerpo son tus ojos. Si tu ojo fuese
sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. Mas, si tu ojo está enfermo, todo tu
cuerpo estará en las tinieblas. Y si la luz que está en ti es tiniebla, ¿cuán grandes
serán las tinieblas? 132 Esto se debe interpretar de tal manera que podamos
comprender que todas nuestras acciones son honestas y agradables en la
presencia del Señor si han sido realizadas con un corazón sencillo, es decir, con
la intención dirigida hacia el fin superior que es la caridad, dado que la plenitud
de la ley es la caridad 133. En este paso debemos entender por ojo la misma
intención con la que hacemos aquello que hacemos. Si ella es pura y recta y
dirigida a conseguir el fin que se debe conseguir, todas aquellas obras que
realicemos en conformidad con ella serán necesariamente buenas. Todas estas
obras las llamó todo el cuerpo, en el sentido en el cual el Apóstol afirma ser
miembros nuestros ciertas acciones que él condena y que manda mortificar
cuando dice: Mortificad vuestros miembros terrenos: la fornicación, la impureza,
la avaricia 134 y otros semejantes.
LA INTENCIÓN ILUMINA LA ACCIÓN
46. Por consiguiente, no se debe considerar la acción que se realiza, sino la
intención con la que se realiza. Esto es en verdad la luz que hay en nosotros,
porque ella nos revela que cumplimos con buena intención aquello que
realizamos: Ya que todo lo que se manifiesta es luz 135. En efecto, todas las
acciones que se dirigen a la sociedad humana tienen un origen incierto y el Señor
las ha llamado tinieblas. Porque cuando doy limosna a un pobre que me la pide,
no sé qué hará con ella o qué padecerá con ella; pues puede suceder que abuse
de ella o que con ella le acontezca alguna cosa mala, que yo, al dársela, ni quería
que sucediese ni se la hubiese dado con esa intención. Por consiguiente, si he

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cumplido con recta intención una acción que, mientras la cumplía, me era
conocida y, por tanto, se consideraba como luz, incluso mi acción está iluminada,
sea el que sea su resultado. A este resultado, dado que es incierto y desconocido,
se le llama tinieblas. Y si lo he realizado con mala intención, hasta la misma luz
es considerada tinieblas. En efecto, se llama luz, porque cada uno sabe con qué
intención obra, aunque se haga con mala intención. Sin embargo, la misma luz
es tinieblas, porque la intención unificada no se dirige hacia lo alto, sino que
deriva hacia lo bajo y con la doblez del corazón produce una especie de
oscuridad. Pues si la luz que hay en ti es tiniebla, ¿cuán grandes serán las
tinieblas? 136 Es decir, si la misma intención del corazón, por la que haces lo que
haces, te es conocida, se mancha y ciega con el apetito de las cosas terrenas y
temporales, ¿cuánto más impura y tenebrosa será la misma acción, cuyo
resultado se ignora? Porque, aun cuando aquello que hacéis con una intención
que no es pura ni recta, fuese provechoso para alguno, te será imputado, no
según el provecho que resultó, sino según la intención con que se obró.
CAPÍTULO XIV
DUALIDAD INTENCIONAL ANTITÉTICA CONDENABLE
47. El texto que sigue, dice: Nadie puede servir a dos señores, se refiere
también a la susodicha intención, explicándolo en lo que sigue: En efecto, u
odiará a uno y amará al otro, o soportará a uno y despreciará al otro 137. Son
palabras que se deben examinar atentamente. Después indica quiénes son estos
dos señores, diciendo: No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mammona en
hebreo se dice de las riquezas. Corresponde también con el nombre púnico, ya
que la ganancia en cartaginés se dice mammon. Sin embargo, el que sirve a las
riquezas, ciertamente sirve a aquel que, puesto en castigo de su perversidad a la
cabeza de estas cosas terrenas, es calificado por el Señor príncipe de este
siglo 138. Como consecuencia, el hombre odiará a éste y amará al otro, es decir a
Dios, o soportará al uno y despreciará al otro. Quien sirve a las riquezas se
somete a un señor duro y funesto; en efecto, amarrado por la propia pasión, está
sometido al diablo y no le ama, porque ¿quién puede amar al diablo?, y, sin
embargo, le soporta. Al igual que en un gran palacio, uno que se ha unido a la
esclava de otro, tolera, por su pasión, una dura esclavitud, aunque no ame a
aquel cuya esclava ama.
48. Despreciará al otro, ha dicho el Señor, no dice le odiará. Nadie puede en
conciencia odiar a Dios; sin embargo, alguno le desprecia, es decir, no le teme,
como que está seguro de su bondad. De esta negligencia y perniciosa seguridad
le disuade el Espíritu Santo, cuando dice por medio del profeta: Hijo, no añadas
pecado sobre pecado ni digas: La misericordia de Dios es grande, ignorando que
la paciencia de Dios te invita a la penitencia 139. ¿De quién se puede uno imaginar
que sea tan grande la misericordia, como la de aquél que perdona todos los
pecados a aquellos que se convierten y hace al acebuche partícipe de la
untuosidad del olivo? ¿Y de quién es tan grande la severidad, sino la de aquel
que no perdonó a las ramas naturales, sino que las cortó por causa de su
infidelidad? 140 Pero quien quiere amar a Dios y quiere evitar ofenderlo, no juzgue
que puede servir a dos señores y preserve la recta intención de su corazón de
toda duplicidad; así sentirá bien de Dios y le buscará con sencillez de corazón 141.
CAPÍTULO XV
CONFIANZA EN LA PROVIDENCIA SIN DOBLECES

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49. Por tanto, continúa el Señor, yo os digo que no os acongojéis por la
preocupación de qué comeréis, ni por vuestro cuerpo con qué os vestiréis 142, a
fin de que, aunque ya no busquéis las cosas superfluas, se duplique el corazón
con estas necesarias y que nuestra intención se pervierta al conseguir éstas,
cuando hagamos, al parecer, obras de misericordia, esto es para que, cuando
parece que queremos ayudar a alguien, atendamos más a nuestro provecho que
a la utilidad del prójimo, y por tanto que no nos parezca que pecamos, porque no
queremos conseguir lo superfluo, sino lo necesario. Pues el Señor nos exhorta a
recordar que Dios, por el hecho de habernos creado y formado de alma y cuerpo,
nos ha dado mucho más de lo que es la comida y el vestido, ya que, en la
preocupación por esas cosas, no desea que dupliquemos el corazón en la
intención. ¿Por ventura, continúa, no vale más el alma que el alimento?, para
que entendáis que aquel que os dio la vida, os dará más fácilmente el
alimento; ¿y el cuerpo que el vestido?, es decir, que más aventajado el cuerpo,
para que comprendáis igualmente que aquel que dio el cuerpo, mucho más
fácilmente os otorgará el vestido.
50. En este momento se acostumbra a preguntar si este alimento se relaciona
con el alma, ya que el alma es inmaterial y el alimento material. Sabemos, sin
embargo, que en este caso la expresión alma es usada en lugar de la vida, y el
alimento material es el sustento de la misma vida. Con este significado también
se ha dicho: Quien ama la propia vida, la perderá 143. Porque, si el alma no
significara la vida presente, la cual hace falta perder para adquirir el reino de
Dios, como es evidente que fue realizado en los mártires, habría contradicción
con el otro pasaje que dice: ¿Qué le aprovechará al hombre ganar todo el mundo
si pierde su alma? 144.
51. Mirad los pájaros del cielo, dice, cómo no siembran, ni siegan ni tienen
graneros, y vuestro Padre celestial los alimenta. Pues ¿no valéis vosotros mucho
más, sin comparación, que ellos? 145, es decir, ¿no sois vosotros de mucho más
valor? En efecto, sin duda el animal racional, como es el hombre, está constituido
en un peldaño más alto que los animales irracionales, como son los
pájaros. ¿Quién de vosotros, dice, puede añadir un codo a su estatura?; ¿por qué
estáis preocupados por el alimento? 146; es decir, vuestro cuerpo puede ser
revestido por la providencia de quien por su poder absoluto ha conseguido que
llegase a la estatura actual. Pero no ha sido obra de vuestro cuidado el que
vuestro cuerpo llegara a la presente estatura, de lo cual puede comprenderse
que, por mucha diligencia que pongáis y por mucho que deseéis añadir un codo a
vuestra estatura, no podéis realizarlo. Dejad, pues, a él también la preocupación
de cubrir el cuerpo, ya que os habéis dado cuenta que por su preocupación ha
sucedido haber llegado a la estatura que tenéis.
52. También se debía dar alguna enseñanza en torno al vestido, al igual que fue
dado sobre el alimento. Así sigue y dice: Observad cómo crecen los lirios del
campo; no trabajan ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, con todo su fasto,
se vestía como ellos. Ahora bien, si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy
es y mañana es arrojada al fuego, ¿cuánto mejor os vestirá el Señor, hombres
de poca fe? 147 Estas enseñanzas no deben ser tratadas como si fuesen alegorías,
preguntándonos qué significan las aves del cielo y los lirios del campo: son
presentadas a fin de que del valor de las cosas inferiores nos persuadamos de la
importancia de las mayores. Parecido es el caso del juez, que no temía ni a Dios
ni respetaba al hombre, y sin embargo se replegó ante la viuda que le suplicaba,
para que considerara su causa, y esto no por piedad o humanidad, sino para que
82
no le siguiese molestando 148. De ninguna manera aquel juez injusto representa a
la persona de Dios, sino que el Señor quiso que se sacase la conclusión de qué
modo Dios, que es bueno y justo, trata con amor a aquellos que le suplican, ya
que un hombre injusto, aunque solo fuera por evitar la molestia, no puede tratar
con indiferencia a aquellos que le molestan con continuas súplicas.
CAPÍTULO XVI
EL REINO DE DIOS ES NUESTRO BIEN Y NUESTRO FIN
53. Por tanto: No os afanéis diciendo: ¿Qué comeremos o qué beberemos, o con
qué nos vestiremos? De todo esto se preocupan los paganos; vuestro Padre
celestial sabe qué necesidades tenéis. Buscad primero el reino de Dios y su
justicia y todas estas cosas se os darán por añadidura 149. Con estas palabras
manifiesta de forma clara que estas cosas, que son necesarias, no se deben
desear como bienes de tal valor que, a la hora de realizar cualquier acción,
debemos considerarlas como fin en sí mismas. La diferencia que se da entre un
bien, que se debe apetecer como fin, y una cosa necesaria, que se debe usar, lo
ha declarado con esta máxima, cuando dice: Buscad primero el reino de Dios y
su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. En efecto, el reino y la
justicia de Dios son nuestro bien y eso se debe considerar y asignar como fin por
el cual hacer todo aquello que hagamos. Pero dado que somos como soldados de
viaje en esta vida para poder llegar a ese reino, una tal vida no se puede
conseguir sin estas cosas necesarias: Se os añadirán todas estas cosas, dijo, sin
embargo vosotros buscad primero el reino de Dios y su justicia. Puesto que ha
dicho lo primero, quiso dar a entender que lo necesario hay que buscarlo
después, no en el tiempo, sino en valor; aquello como nuestro bien y esto como
algo que nos es necesario, pero necesario para conseguir el otro bien.
COMER PARA EVANGELIZAR, NO EVANGELIZAR PARA COMER
54. Así pues, nosotros, por ejemplo, no debemos evangelizar para comer, sino
comer para evangelizar. En efecto, si evangelizamos para comer, manifestamos
menor aprecio al Evangelio que a la comida y será nuestro bien el comer y la
necesidad el evangelizar. Esto lo prohíbe también el Apóstol, cuando dice que le
es lícito y permitido por el Señor, que aquellos que anuncian el Evangelio, vivan
del Evangelio, es decir, que tengan del Evangelio lo necesario para la vida, pero
que él no se ha aprovechado de esta potestad 150. Había muchos que deseaban
tener la ocasión de adquirir y negociar con el Evangelio, a quienes el Apóstol,
queriendo impedírselo, les dice que se ganaba su comida con sus propias
manos 151. De éstos dice en otro lugar: Para cortar la ocasión a aquellos que la
buscan 152. Incluso si, como los otros buenos apóstoles, él con el permiso del
Señor hubiese conseguido la comida a través del Evangelio, no habría establecido
el fin de la predicación del Evangelio en la comida, más bien habría colocado en
el Evangelio el fin de la propia comida; es decir, como había dicho antes, no
habría predicado el Evangelio para ganar la comida y las otras cosas necesarias
para la vida, sino que hubiera tomado éstas para llevar a cabo aquello, a fin de
evangelizar por propia voluntad y no por necesidad. Lo mismo desaprueba
cuando dijo: ¿No sabéis que los que sirven en el templo se mantienen de lo que
es del templo y que los que sirven al altar participan de las ofrendas? Así
también dejó el Señor ordenado que los que predican el Evangelio vivan del
Evangelio. Mas yo de ninguna de estas cosas me he valido 153. Con estas palabras
demuestra que es una concesión, no un mandato; de otra manera parecerá que
ha actuado contra el mandato del Señor. Sigue después diciendo: Ni ahora

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escribo esto para que así se haga conmigo, porque tengo por mejor el morir que
el que alguno me haga perder esta gloria 154. Esto lo dijo, porque había
determinado ganar el alimento con las propias manos, por algunos que buscaban
un pretexto 155. Y continúa: En efecto, no es para mí ocasión de gloria el predicar
el Evangelio 156, es decir, si predicare el Evangelio a fin de que acontezcan en mí
estas cosas; o sea: si predicase el Evangelio precisamente para conseguir todas
esas cosas y colocar el fin del Evangelio en la comida, la bebida y el vestido. Pero
¿por qué carece de gloria? Porque estoy, añade, por necesidad obligado a ello; es
decir, que el motivo de evangelizar es porque no tengo de qué vivir o por sacar
algún fruto temporal de la predicación de las verdades eternas. De esta forma, la
predicación del Evangelio será por necesidad, no por libre aceptación. Y
añade: ¡Ay de mí si no evangelizare! 157 Pero ¿cómo se debe predicar el
Evangelio? Ciertamente buscando la recompensa en el mismo Evangelio y en el
reino de Dios; así se puede predicar el Evangelio no por coacción, sino en libre
elección. Si lo hago por libre elección, tengo recompensa; pero si lo hago por la
fuerza, es administración que me ha sido encargada 158; es decir, si predico el
Evangelio obligado por la falta de cosas necesarias para la vida física, otros
tendrán por mi medio la recompensa del Evangelio, porque con mi predicación
amarán el Evangelio; mas yo no lo tendré, porque no amo al mismo Evangelio,
sino su recompensa centrada en las necesidades temporales. Ahora bien, es una
obra perversa el que alguien anuncie el Evangelio no como un hijo, sino como un
esclavo, a quien se le ha encomendado su administración, repartiéndolo como un
bien ajeno, sin percibir él mismo de ello otra cosa fuera de los alimentos, que se
da a los extraños, no como participación en el reino, sino para el mantenimiento
de la mísera esclavitud. Aunque en otro lugar el mismo Apóstol se llame
dispensador 159. Efecto, incluso el esclavo, adoptado en el número de los hijos,
puede administrar fielmente a sus copartícipes aquello en que mereció la calidad
de coheredero. Pero ahora cuando dice: Mas si lo hago por fuerza, no hago más
que cumplir el encargo que se me ha dado 160, quiso que se entendiese aquella
especie de dispensador que distribuye el bien ajeno, sin percibir él mismo nada.
MEDIOS TEMPORALES ORIENTADOS AL FIN INTEMPORAL
55. Así pues, cualquier cosa que se busca en relación a otra es sin duda inferior a
aquello por lo que se busca. Y por tanto lo primero es por lo que buscas esta otra
y no aquella que buscas por ésta. Por consiguiente, si buscamos el Evangelio y el
reino de Dios por el alimento, colocamos en primer lugar el alimento y después el
reino de Dios; de tal manera que si no falta el alimento, no buscamos el reino de
Dios. Esto es buscar primero el alimento y después el reino de Dios, es decir, dar
preferencia a aquello y después a esto otro. Sin embargo, si buscamos el
alimento para tener el reino de Dios, observamos la máxima que dice: Buscad
primero el reino y la justicia de Dios, y todo lo demás se os dará por
añadidura 161.
CAPÍTULO XVII
PRIMACÍA DEL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA
56. Si buscamos primero el reino y la justicia de Dios, es decir, si lo
anteponemos a las otras cosas, de tal manera que las buscamos por ellos, no
debemos tener preocupación de que nos falte lo necesario para esta vida en
relación al reino de Dios. Pues dijo más arriba: Sabe vuestro Padre celestial que
necesitáis de todas estas cosas. Y después de haber dicho: Buscad en primer
lugar el reino y la justicia de Dios, no ha añadido el que haya que buscar después

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estas otras, aunque sean necesarias, sino que todas estas cosas os serán dadas
por añadidura 162, o sea, si buscáis las cosas de Dios, las otras vendrán
seguidamente sin dificultad por vuestra parte, a fin de que, mientras buscáis las
cosas de la tierra, no os distraigáis de las otras, o para que no constituyáis dos
fines, con el fin de que no deseéis el reino de Dios por sí mismo y las cosas
necesarias, sino que al buscar estas cosas, lo hagáis por el reino de Dios. De esta
manera, no os faltarán, porque no podéis servir a dos señores 163. Intenta servir
a dos señores quien desea el reino de Dios y las cosas del tiempo como un gran
bien. No podrá tener una mirada serena y servir a un solo Dios si no valora todas
las otras cosas, para ver si son necesarias en relación con esto, es decir, con el
reino de los cielos. Lo mismo que todos los soldados reciben el alimento y el
sueldo, así también todos los evangelizadores reciben el alimento y el vestido.
Pero no todos los soldados luchan por la salvación de la república, sino por lo que
reciben; así también no todos sirven a Dios por la salvación de la Iglesia, sino por
estas cosas temporales, que consiguen como alimento y estipendio, o por una
cosa y por la otra. Sin embargo, ya ha quedado indicado: No podéis servir a dos
señores. Por consiguiente, debemos hacer el bien con corazón sincero a todos
solo por el reino de los cielos y en el cumplir las buenas obras no esperar la
recompensa de estas cosas temporales, o solo y junto con el reino de los cielos. Y
al nombrar las cosas temporales hizo alusión al mañana diciendo: No os afanéis
por el día de mañana 164. No se puede indicar el mañana si no es en el tiempo, en
el cual al pasado sigue el futuro. Por tanto, cuando cumplamos alguna buena
obra, no pensemos en las cosas temporales, sino en las eternas. Entonces la
acción será buena y perfecta. El día de mañana, dice, tiene ya sus
preocupaciones, es decir, que toméis el alimento, la bebida y el vestido cuando
convenga, a saber, cuando la necesidad lo haga sentir. Pues todas estas cosas
aparecerán, ya que nuestro Padre sabe que tenemos necesidad de ellas 165. Le
basta a cada día su trabajo 166; es decir, es suficiente que al usar todas estas
cosas se sienta la necesidad y mantengo que, precisamente por esto, se ha
nombrado el trabajo, ya que para nosotros es una pena, dado que pertenece a
esta fragilidad y mortalidad que hemos merecido al haber pecado. No queráis
añadir algo más gravoso a la pena de la necesidad del tiempo, como será que, no
solo sufráis la necesidad de estas cosas, sino también que sirváis a Dios al
satisfacerla.
NO ENJUICIEMOS AL SIERVO DE DIOS PROVEEDOR
57. En este momento debemos guardarnos con gran cuidado, no sea que,
cuando observamos que un siervo de Dios se preocupa en que no le falten estas
cosas necesarias ni para él ni para aquellos que le han sido asignados para su
cuidado, juzguemos que lo hace contra el precepto del Señor y que está muy
preocupado por el día de mañana. El mismo Señor, a quien le servían los
ángeles 167, a título de ejemplo, a fin de que nadie posteriormente se
escandalizare, después de haber encargado a alguno de los suyos de proveer de
lo necesario, se dignó tener la bolsa con el dinero, de donde proveyese lo que
hiciera falta para las cosas necesarias. De esta bolsa fue guardián y ladrón Judas
el que le entregó, como se encuentra en la Escritura 168. También en Pablo el
apóstol se puede observar que se preocupó del día de mañana, cuando dice: En
cuanto a las limosnas que se recogen para los santos, practicadlo en la misma
forma que yo he ordenado a las iglesias de Galacia. El primer día de la semana,
cada uno de vosotros ponga aparte y deposite aquello que le dicte su buena
voluntad, a fin de que no se hagan las colectas al mismo tiempo de mi llegada.
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En cuanto llegue, aquello que tengáis a bien lo enviaré yo con cartas para llevar
vuestro obsequio a Jerusalén. Y si pareciese bien que también vaya yo, irán
conmigo. Yo iré hacia vosotros después de atravesar Macedonia, pues tengo el
propósito de pasar por Macedonia, y podría ser que me detuviese entre vosotros
y aun que pasara ahí el invierno, para que luego me encaminéis adonde fuere.
No quiero ahora veros de paso; espero más bien permanecer algún tiempo entre
vosotros, si el Señor lo permitiere. Me quedaré en Éfeso hasta Pentecostés 169.
También en los Hechos de los Apóstoles se escribió que las cosas necesarias para
la comida se procuraran para el futuro en previsión de una inminente hambruna.
Pues así podemos leer: Por aquellos días bajaron de Jerusalén a Antioquía
profetas y levantándose uno de ellos, de nombre Agabo, vaticinaba por el
Espíritu una gran hambre que había de venir sobre toda la tierra y que vino bajo
Claudio. Los discípulos resolvieron enviar socorros a los hermanos que habitaban
en Judea, cada uno según sus facultades, y lo hicieron, enviándoselo a los
ancianos por medio de Bernabé y Saulo 170. Y cuando al navegar el mismo
Apóstol fueron embarcadas las provisiones ofrecidas, parece ser que no se
procuró este alimento para un solo día 171. También él mismo escribe: Quien
robaba, que no robe más; antes bien afánese trabajando con sus propias manos
en algo de provecho de que poder dar al que tiene necesidad 172. Para aquellos
que no entienden parece que es contrario al mandamiento del Señor que
dice: Mirad las aves del cielo cómo no siembran, ni siegan, ni tienen graneros 173;
y contemplad los lirios del campo cómo crecen, ellos no trabajan, ni hilan 174,
siendo así que el Apóstol mandó a estos fieles que trabajasen con sus manos, de
tal manera que tengan con qué ayudar a otros. No parece, pues, que haya
imitado a los pájaros del cielo y a los lirios del campo, ya que afirma con
frecuencia de él mismo que ha trabajado con sus propias manos 175, para no ser
gravoso a nadie 176; y a su vez de él se ha escrito que se asoció a Áquila para un
trabajo en común del cual sacar la comida 177. De estos y otros testimonios de la
Escritura parece evidente que Nuestro Señor no desaprueba esto, si alguno
consigue la comida según la costumbre humana y sigue al servicio de Dios,
aunque en la propia actividad no se tenga en cuenta el reino de Dios, sino la
consecución de estas cosas.
TAMBIÉN VALE EL APROVISIONAMIENTO NECESARIO
PARA EL SERVICIO DEL REINO

58. Toda esta normativa se reduce a este principio: que incluso en el


aprovisionamiento de las cosas necesarias se tenga siempre presente el reino de
Dios, pero que en el servicio del reino de Dios no pensemos en estas cosas. De
tal manera que, aunque alguna vez faltasen, y con frecuencia lo permite Dios
para ponernos a prueba, no solo no debilitan nuestro propósito, sino que lo
confirman, porque está examinado y probado. Nos gloriamos, pues, en las
tribulaciones, sabiendo que la tribulación ejercita la paciencia, la paciencia sirve a
la prueba de nuestra fe y la prueba produce la esperanza; la esperanza que no
defrauda, porque la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones
por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado 178. En el recuerdo de sus
tribulaciones y trabajos, el Apóstol recuerda de haber sufrido no solo cárceles y
naufragios y otras aflicciones del mismo género, sino también hambre, sed y frío
y falta de vestidos 179. Cuando leemos estos hechos, no pensemos que las
promesas del Señor han flaqueado para que el Apóstol sufriese hambre, sed y
desnudez, buscando el reino de Dios y su justicia, ya que se nos ha
dicho: Buscad primero la justicia y el reino de Dios y todas estas cosas se os
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darán por añadidura 180. En efecto, nuestro médico considera todo esto como
remedios, porque de una vez para siempre hemos confiado plenamente en él y
de él tenemos la garantía de la vida presente y futura, sabe cuándo debe
dárnoslos y cuándo retirarlos según juzga que nos conviene. Así, él nos guía y
dirige para confortarnos y ejercitarnos en esta vida y para establecernos y
afirmarnos después de esta vida en el descanso eterno. También el hombre,
cuando retira el alimento a la bestia de carga, no la priva de su cuidado, sino que
hace esto principalmente para sanarla.
CAPÍTULO XVIII
INTERPRETACIÓN LIBERAL Y POSITIVA DE LAS INTERIORIDADES INTENCIONALES
59. Además, como todas estas cosas se procuran para el futuro o al reservarlas,
si no hay motivo para consumirlas, no se sabe con qué intención se actúa, ya que
se puede hacer con simplicidad de corazón o con doblez, oportunamente añadió
aquí el Señor: No juzguéis a los demás si no queréis ser juzgados, porque con el
mismo juicio que juzgareis, seréis juzgados, y con la misma medida con que
midiereis, seréis medidos 181. Opino que en este pasaje se nos invita a interpretar
aquellos hechos, de los que se duda con qué intención se realizan, de la manera
más positiva posible. Ya que la frase: Por sus frutos los conoceréis 182, se refiere
a los hechos manifiestos que no pueden ser realizados con buena intención, como
son los estupros, las blasfemias, los hurtos, las borracheras y otros, sobre los
cuales se nos permite juzgar, ya que dice el Apóstol: ¿acaso podría yo juzgar a
los que están fuera?; ¿no son los que están dentro a los que juzgáis? 183 Y en lo
referente a la clase de comidas, ya que se pueden usar de manera indiferente
con buena intención, con simplicidad de corazón, y sin vicio de concupiscencia,
de toda alimentación propia del hombre, el Apóstol prohíbe que se juzgue a
quienes se alimentaban de carne y bebían vino, por parte de aquellos que se
moderaban en el uso de tales alimentos. Quien coma, dice, que no desprecie al
que se abstiene; y el que no coma, no juzgue al que come. Y también dice
ahí: ¿Quién eres tú para juzgar al que es siervo de otro?; Si se mantiene firme o
cae, esto pertenece a su amo 184. Acerca de las diversas maneras de actuar, que
pueden realizarse con buena intención, sencilla y elevada, o también con una
intención dañada, los romanos deseaban, siendo hombres, dar su parecer sobre
las intenciones ocultas del corazón, de las cuales solo Dios puede juzgar.
JUICIO HUMANO DE LAS ACCIONES MANIFIESTAS E INHIBICIÓN
SOBRE LAS INTENCIONES OCULTAS

60. También a este mismo tema se refiere el Apóstol en otro paso, donde
dice: No juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor e ilumine lo
escondido de las tinieblas y manifestará las intenciones del corazón, y entonces
cada uno será alabado de Dios 185. Hay ciertas acciones indiferentes, que
ignoramos con qué intención se han realizado, dado que pueden ser hechas con
buena o mala intención y de las cuales es temerario juzgar, y menos todavía
para que las condenemos. Ya llegará el tiempo en que puedan ser juzgadas,
cuando el Señor iluminará los secretos de las tinieblas y manifestará las
intenciones de los corazones. Y lo mismo dice el Apóstol en otro lugar: De ciertas
personas los pecados son manifiestos antes de que preceda el juicio, de otros se
manifiestan después de él 186. Se consideran manifiestos los pecados de quienes
se sabe con qué intención se realizan; ésos preceden al juicio, es decir, que si el
juicio se hiciere después, este juicio no sería temerario. Le siguen aquellos que
son ocultos, y ni éstos quedarán escondidos a su hora. Esto mismo se debe

87
pensar de las buenas obras. Y así puede añadir: De igual modo serán manifiestas
las buenas obras; y las que no son tales no podrán permanecer escondidas 187.
Juzguemos, pues, solo de las obras que son manifiestas; de las escondidas
dejemos el juicio a Dios, ya que incluso ésas, sean buenas o malas, no pueden
permanecer escondidas cuando llegue el tiempo en que se hagan manifiestas.
PREVENCIÓN SOBRE JUICIOS TEMERARIOS
61. Hay dos casos en los cuales debemos prestar atención al juicio temerario:
Cuando es incierto con qué intención se ha realizado un hecho o cuando también
es incierto qué llegará a ser el que ahora parece malo o bueno. Por ejemplo, si
alguien que se queja del estómago, no ha querido ayunar, y tú, no creyéndole, lo
atribuyeres al vicio de la glotonería, harás un juicio temerario. Igualmente, si
conocieres de forma manifiesta su glotonería y embriaguez y le reprendieres,
como si nunca pudiese corregirse o cambiar, también le juzgarás
temerariamente. Por tanto, no reprendamos aquello que no sabemos con qué
intención se está realizando; ni de tal manera reprendamos lo que es tan
manifiesto, que desesperemos que pueda sanar y así evitaremos el juicio que
ahora nos dice: No juzguéis y no seréis juzgados 188.
LA TEMERIDAD DAÑA AL TEMERARIO
62. Pueden extrañar estas palabras: En efecto, con el juicio con que juzguéis, se
os juzgará; y con la medida que midiereis, seréis medidos 189. Acaso, si nosotros
hemos juzgado con juicio temerario, ¿no nos juzgará Dios también
temerariamente? O quizás si hemos juzgado con injusta medida, ¿tendrá también
Dios una medida injusta para medirnos? Pienso que el mismo juicio se significa
con el nombre de medida. Dios no juzga temerariamente de manera alguna, ni
mide con medida injusta a nadie. Esto se ha dicho porque es inevitable que la
temeridad con que condenas a alguien te condene a ti también. A menos que uno
se imagine que la injusticia daña algo a aquel contra quien se dirige y nada a
aquel de quien procede; sino lo contrario, no daña con frecuencia a quien sufre el
ultraje y daña inevitablemente a quien lo hace. ¿Qué mal causó a los mártires la
iniquidad de los perseguidores? A los perseguidores, sin embargo, muchísimo. Y
si es cierto que algunos de ellos se han convertido, todavía durante el tiempo que
perseguían, les cegaba la propia perversidad. De la misma manera, un juicio
temerario con frecuencia no daña a aquel que es juzgado con temeridad, pero la
misma temeridad daña a quien juzga con temeridad. En este mismo sentido
juzgo que se dijeron las siguientes palabras: Todo el que hiere con espada, a
espada morirá 190. Sin embargo, hay muchos que hieren a espada y no han
muerto con la espada, ni el mismo Pedro. Sin embrago, alguno podría pensar
que, en virtud del mérito del perdón de los pecados, él huyó de tal pena, aunque
nada más absurdo se pensaría: el que podría ser más grave la pena de la espada
que no tocó a Pedro que la de la cruz que tuvo que soportar. Pero ¿qué dirá de
los ladrones que fueron crucificados con el Señor, dado que aquel que mereció el
perdón, lo mereció después de haber sido crucificado y el otro ni siquiera lo
mereció? 191 ¿Acaso éstos habían crucificado a todos aquellos a quienes hubieran
asesinado y por este motivo merecieron ellos sufrir el mismo suplicio? Es ridículo
pensar esto. ¿Qué significan, pues, estas palabras: Todo el que hiere con espada,
morirá a espada, sino que cualquier pecado que el alma cometa, con el mismo
pecado morirá?
CAPÍTULO XIX
EL ODIO ES IRA INVETERADA QUE NO BUSCA CORRECCIÓN

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63. El Señor nos amonesta aquí sobre el juicio temerario y ofensivo, porque
quiere que hagamos todo lo que tenemos que hacer con un corazón sencillo y
dirigido solo a Dios; se dan muchas acciones en que es incierta la intención con
que se realizan y es temerario el juzgarlas, y juzgan temerariamente de las cosas
dudosas y las reprenden principalmente aquellos que aman más censurar y
condenar que enmendar y corregir, lo cual es vicio de soberbia y de envidia;
convenientemente añadió el Señor: ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano
y no ves la viga en el tuyo? 192; cómo es, por ejemplo, que él ha pecado de ira y
tú le criticas con odio, pues tanta distancia hay entre la cólera y el odio como
entre la paja y la viga. El odio es, pues, la ira inveterada y, por así decir, ha
recibido tanta fuerza por la duración prolongada, que con razón se le llama viga.
Puede acontecer que, si te irritas contra algún hombre, quieras que se corrija; sin
embargo, si lo odiaras, no es cierto que quieras que se corrija.
BONDAD Y BENEVOLENCIA, APTAS PARA CORREGIR VICIOS
64. ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Permíteme sacarte la paja de tu ojo,
mientras tú mismo tienes una viga en tu ojo? Hipócrita, quita en primer lugar la
vida de tu ojo y después verás cómo puedes sacar la paja del ojo de tu
hermano 193; es decir, quita en primer lugar el odio de ti mismo y después podrás
corregir a aquel que amas. Ha dicho bien, ¡Hipócrita! Reprender los vicios es
misión de los hombres buenos y benévolos; pero, cuando esto lo hacen los
malos, usurpan una representación ajena, como los hipócritas, que ocultan bajo
la careta lo que son, y muestran un personaje que no son. Por tanto, bajo el
apelativo de hipócritas se entienden los simuladores. Es verdaderamente terrible
y molesto este género de farsantes que, al tomar con odio y malignidad la
acusación de todos los vicios, quieren aparecer como consejeros. Se debe estar
atento con piedad y prudencia, de tal forma que, cuando la necesidad obligue a
reprender o a castigar a alguno, pensemos en primer lugar si acaso es tal el vicio
que nunca lo hemos tenido nosotros, o si ya nos hemos librado de él. Si nunca lo
tuvimos, pensemos que también nosotros somos hombres y lo pudimos tener; si
lo tuvimos, pero ya no lo tenemos, acordémonos con indulgencia de la común
debilidad, a fin de que a la reprensión o al castigo le preceda no el odio, sino la
misericordia, de tal manera que, bien sea que sirva lo que hacemos para la
corrección o sea que se pervierta más -ya que el éxito es incierto-, estemos
seguros de la sencillez de nuestro ojo o rectitud de la intención. Y si,
reflexionando, nos encontráramos nosotros mismos en el mismo vicio en el que
se encuentra aquel a quien estamos dispuestos a reprender, no lo hagamos, ni le
castiguemos, sino que gimamos con el culpable e invitémosle no a ceder a
nuestras amonestaciones, sino a intentar juntos la superación.
PABLO, MODELO DE ENCULTURACIÓN SIN SIMULACIÓN
65. Así pues, cuando el Apóstol dice: Me he hecho judío con los judíos, para
ganar a los judíos. Con los que viven bajo la ley me hago como si yo estuviera
sometido a ella, no estándolo, para ganar a los que bajo ella están. Con los que
están fuera de la ley me hago como si estuviera fuera de la ley, para ganarlos a
ellos, no estando yo fuera de la ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo. Me hago
con los flacos, flaco, para ganar a los flacos. Me hago todo para todos, para
salvarlos a todos 194. Ciertamente no hacía esta experiencia por fingimiento,
según querrían interpretar algunos, que pretenden apoyar su detestable
hipocresía con la autoridad de tal ejemplo, sino que él hacía esto por caridad,
porque consideraba como propia la debilidad de quienes quería socorrer. Esto

89
mismo decía él, prevenido: Siendo del todo libre, me hago siervo de todos, para
ganarlos a todos 195. Para que entiendas que no es por fingimiento, sino que lo
hace por caridad, por la cual compadezcamos a los hombres débiles, como si
fuésemos nosotros, aconseja también en otro lugar: Vosotros, hermanos, habéis
sido llamados a la libertad, pero cuidado con tomar la libertad por pretexto para
servir a la carne, antes servíos unos a otros por caridad 196. Y esto no se puede
realizar si uno no considera como propia la debilidad del otro, para llevarla con
ecuanimidad, hasta que no sea liberado de ella quien se preocupa de su
salvación.
PRUDENCIA EN LA CORRECCIÓN Y RAREZA DE CASTIGOS
66. Por consiguiente, raramente y con grave necesidad se deben aplicar castigos,
de tal manera que incluso en ellos mismos nos preocupemos de que se sirva a
Dios y no a nosotros mismos. Él es el último fin, de tal manera que no hagamos
nada con doblez de corazón, quitando de nuestro ojo la viga de la envidia, o de la
malicia o el fingimiento, para poder quitar la paja del ojo del hermano. Porque
veremos esa paja con los ojos de la paloma 197, con los ojos que son predicados
de la esposa de Cristo, la Iglesia gloriosa que Dios escogió para sí, la cual no
tiene mancha ni arruga, sino que es pura y sencilla 198.
CAPÍTULO XX
PRUDENCIA EN LA PRESENTACIÓN DE LA VERDAD
CON ATENCIÓN AL RECIPIENDARIO

67. Pero como algunos, deseosos de obedecer los mandamientos divinos, pueden
ser engañados por la palabra simplicidad, dado que juzguen ser una culpa el
ocultar alguna vez la verdad, como también es una culpa decir alguna vez la
falsedad y de este modo, manifestando cosas que a los que se les dice no pueden
soportar, les dañan más que si las tuviesen siempre ocultas, rectamente añade el
Señor: No deis las cosas santas a los perros y no arrojéis vuestras margaritas a
los puercos, para que no las pisen con sus patas, y se vuelvan y os
despedacen 199. En efecto, el Señor, si nunca había mentido, parece ocultar
algunas cosas verdaderas, cuando dice: Todavía tengo muchas cosas que
deciros, pero no podéis soportarlas por ahora 200. Y el apóstol Pablo dice
también: Yo no he podido hablaros como a hombres espirituales, sino como
carnales. Como niños en Cristo os he dado de beber leche, no comida; no erais
capaces, como tampoco ahora lo sois; pues todavía sois carnales 201.
INVESTIGACIÓN PREVIA DE LA MARGARITA DE LOS VALORES
Y DE SUS DESTINATARIOS IMPUGNADORES O DESPRECIADORES

68. En este precepto en que se nos prohíbe dar lo santo a los perros y arrojar a
los puercos las margaritas, se debe examinar atentamente qué significa una cosa
santa, qué son las margaritas, que significan los perros y qué los puercos. Una
cosa santa es la que no es posible violar y corromper. De este crimen se
considera culpable el intentarlo y la voluntad de realizarlo, aunque la realidad
santa se mantenga de por sí inviolable e incorruptible. Margaritas son
consideradas todos los grandes valores espirituales; y dado que están escondidas
en lugar oculto, se sacan como de un abismo profundo y se encuentran en las
envolturas de las alegorías como en conchas abiertas. También se puede
entender de esta forma: se puede considerar una misma y sola realidad una cosa
santa y la perla, pero una cosa santa en el sentido que no se puede profanar y
una margarita por el hecho que no debe despreciarse. Intenta uno profanar
aquello que no quiere que permanezca en su integridad; desprecia uno aquello

90
que tiene por vil y lo considera inferior a sí mismo y por esto se dice que es
pisado lo que se desprecia. Por esto los perros se lanzan a despedazar y no dejan
íntegro lo que desgarran, dice el Señor: No deis lo santo a los perros, porque
aunque no se puede despedazar y profanar y al mismo tiempo permanecer
íntegro e inviolable, se debe reflexionar qué pretenden los que se oponen con
encarnizada enemistad y en cuanto está de su parte, si fuese posible, intentan
destruir la verdad. Sin embargo, los cerdos, aunque no les apetece morder como
a los perros, ensucian pisando por todas partes. Por esto dice: No arrojéis las
margaritas a los puercos, a fin de que no las pisen con sus patas y se os vuelvan
y os despedacen 202. Juzgo que no es incongruente que los perros son los que
impugnan la verdad y los puercos los que la desprecian.
OCULTACIÓN DE LA VERDAD NO SE IDENTIFICA CON FALSEDAD
69. Respecto a lo que dice: se vuelvan contra vosotros y os despedacen, no dice
despedacen las mismas perlas. Pisando las mismas perlas, aunque se vuelvan, a
fin de poder oír alguna cosa, sin embargo destrozan a aquel que les ha echado
las perlas que han hollado. En verdad, no encontrarás con facilidad qué puede
ser del agrado de quien ha pisado las perlas, es decir, que haya pisado las
verdades divinas que con tanto esfuerzo se han conseguido. No veo la manera
cómo quien las enseña no sea despedazado por la indignación y el disgusto. Uno
y otro, el perro y el puerco, son animales inmundos. Hay que preocuparse de no
revelar cosa alguna a quien no la acoge; es mejor que busque lo que está
escondido que desprecie o corrompa lo que se le ha mostrado. No se encuentra
otra razón por la cual no puedan ser acogidas las grandes verdades reveladas
sino por el odio y el desprecio; por uno y por otro son llamados perros y cerdos
respectivamente. Toda esta inmundicia se puede comprender por el amor a las
cosas temporales, es decir, a través del amor a este mundo, al cual se nos añade
que se debe renunciar a fin de poder llegar a estar limpios. Pues quien desea
tener el corazón unificado y puro no se debe considerar culpable si mantiene en
secreto una verdad que aquel a quien se la oculta no la puede entender. Y no por
esto hay que pensar que es lícito mentir; pues no se sigue que quien oculta la
verdad diga algo falso. Se debe conseguir en primer lugar quitar todos los
impedimentos que impiden comprender; y si no lo recibe a causa de la
inmundicia, se debe purificar a través de la palabra y de la acción, en cuanto nos
sea posible.
JESÚS, MODELO DE ACTUACIÓN EVANGÉLICA TAMBIÉN
CON REPREGUNTAS

70. Y dado que encontramos que Nuestro Señor Jesucristo ha dicho algunas
verdades que muchos de los presentes, bien sea por ir en contra o bien por
desprecio, no las acogieron, no se debe juzgar que dio algo santo a los perros o
que arrojó las perlas a los cerdos, ya que él no se las dio a quienes no podían
entender, sino a los que sí entendían y estaban presentes allí también, pues la
impureza de los otros no era motivo para que éstos fueran abandonados; y
cuando le preguntaban los que le querían poner a prueba y les respondía de tal
manera que no podrían contradecirle, aunque ellos se consumían con sus
venenos en vez de nutrirse con el alimento que les proporcionaba; otros, sin
embargo, que podían comprender con ocasión de aquellos, oían muchas cosas
que les eran útiles. He dicho esto con el fin de que si uno, por casualidad, no
pudiera responder a quien le pregunte, no se excuse diciendo que no quiere dar
las cosas santas a los perros, ni echar las perlas a los puercos. Quien sepa qué

91
responder, debe hacerlo, al menos por los otros que se descorazonan, si llegan a
persuadirse de que la cuestión propuesta no puede resolverse y esto tratándose
de argumentos útiles y que se refieren al problema de la salvación. Hay,
ciertamente, muchos argumentos que pueden ser motivo de discusión por parte
de aquellos que no tienen otra preocupación, argumentos superfluos, inútiles,
vanos, y muchas veces nocivos, sobre los cuales todavía se puede decir algo,
pero se debe manifestar y explicar el motivo de por qué es conveniente
cuestionarse. Sobre los temas importantes se debe responder alguna vez a quien
pregunta, como hizo el Señor cuando los saduceos le preguntaron sobre la mujer
que tuvo siete maridos y de quién de ellos sería mujer en la resurrección. El les
contestó que en la resurrección ni se casan, ni toman mujer, sino que serán
como ángeles en el cielo 203. En alguna ocasión, aquel que pregunta se debe
preguntar sobre otro tema, y si lo expone, él mismo se responda a sí mismo
sobre lo que se ha preguntado y si no quiere exponerlo, no le parezca injusto a
los presentes si no tiene una respuesta sobre lo que se ha preguntado. En efecto,
aquellos que preguntaron para poner a prueba si se debía dar el tributo, él les
preguntó también sobre otro tema, a saber, sobre de quién era la efigie que tenía
la moneda que le habían mostrado; y porque respondieron lo que les habían
preguntado diciendo que era la imagen del César, ellos mismos, en cierto modo,
se contestaron a lo que le habían preguntado al Señor. Por lo cual Él les dio la
respuesta: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios 204.
Cuando los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo le preguntaron
con qué autoridad hacía todo esto, les preguntó él acerca del bautismo de Juan;
y dado que ellos no querían decir algo que, según su parecer, iba contra ellos
mismos, ya que ellos no se atrevían a hablar mal de Juan por causa de los
presentes, les dijo: Pues ni yo os diré con qué autoridad hago estas cosas 205, y
esto pareció muy justo a los que estaban allí. Dijeron que no sabían lo que sabían
perfectamente, pero no querían decirlo. En verdad era justo que ellos, que
querían que se les respondiese sobre lo que habían preguntado, hicieran ellos
primero aquello que querían se hiciera con ellos, y si lo hubieran practicado, ellos
mismos ciertamente se hubieran respondido. Ellos mismos, en efecto, habían
enviado a algunos a preguntar a Juan quién era, o mejor dicho, los mismos
enviados eran sacerdotes y levitas, que pensaban que Juan era Cristo, lo cual
negó él mismo y dio testimonio del Señor 206. Si hubiesen querido reconocerlo por
este testimonio, ellos mismos se hubieran instruido para comprender con qué
autoridad hacía Cristo aquellas obras; si bien ellos habían preguntado, fingiendo
ignorarlo, para encontrar pretexto de poderlo calumniar.
CAPÍTULO XXI
LA PETICIÓN ATIENDE A LA MORALIDAD DE LOS ACTOS
Y LA INVESTIGACIÓN A SU VERDAD

71. Habiendo sido preceptuado no dar lo santo a los perros y arrojar perlas a los
puercos, algún oyente podría replicar y decir, consciente de su ignorancia y
enfermedad y habiendo oído que se le mandaba que no diera lo que percibía no
haber recibido, podría replicar y decir: ¿Cuáles son las cosas santas que no debo
dar a los perros o las perlas que me prohibís echar a los cerdos, si todavía yo no
me he dado cuenta de tenerlas? Oportunamente el Señor añade: Pedid y se os
dará; buscad y hallaréis; pulsad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide,
recibe, y quien busca, halla, y al que llama, se le abrirá 207. El pedir se refiere a
conseguir la salud y firmeza del ánimo, a fin de que podamos cumplir lo que está
mandado; la búsqueda, sin embargo, va dirigida a descubrir la verdad. Pues la
92
felicidad se consigue con la acción y el conocimiento; la acción pide la moralidad
de los actos y la contemplación, la revelación de la verdad. De ellas, la primera
se debe pedir; la segunda hay que investigar, a fin de que la primera se nos dé y
la segunda la encontremos. Sin embargo, en esta vida el conocimiento es más
bien del camino que de la misma posesión. Pero cuando alguien hubiere
encontrado el camino verdadero, llegará a la misma posesión, la que ciertamente
le será abierta a quien pulse.
EJEMPLIFICACIÓN DEL TRIPLE PASO: PETICIÓN, BÚSQUEDA, ENCUENTRO
72. Con el fin de que sean aclarados estos tres pasos, la petición, la búsqueda y
la llamada, pongamos el ejemplo de un enfermo que no puede caminar con los
pies. Lo primero que hay que hacer es sanarlo y robustecerlo para que pueda
andar y a esto se refiere cuando dice: Pedid. Pues ¿de qué sirve el poder andar y
hasta correr, si se desvía por caminos extraviados? Lo segundo es el encontrar el
camino que le conduzca adonde desea llegar. Cuando lo hubiese encontrado y
recorrido, si encontrara cerrado el lugar donde quiere habitar, de nada le
aprovecharía el haber podido andar, ni el haber andado y llegado si no le abren:
a esto se refiere lo que se dijo de pulsad.
DIFERENCIA CUALITATIVA ENTRE DÁDIVAS DIVINAS Y HUMANAS
73. Nos ha dado una gran esperanza aquel que al prometer no decepciona, pues
dijo: Todo el que pide, recibe, y quien busca, encuentra, y a quien llama, se le
abrirá 208. Por tanto, se necesita perseverancia para recibir lo que pedimos,
encontrar lo que buscamos y para que se abra a quien llama. Así como se ha
hecho alusión a las aves del cielo y a los lirios del campo 209, para que no
perdiésemos la esperanza de que el alimento y el vestido no habían de faltarnos,
a fin de que nuestro espíritu se elevase de las cosas pequeñas a las grandes,
continúa así: ¿Quién de vosotros, si un hijo suyo le pidiese un pan, le daría una
piedra?; ¿o si le pidieses un pez, le daría una serpiente? Si, pues, vosotros, que
sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre
del cielo os dará cosas buenas a los que se las pidan! 210 ¿Cómo dan los malos
cosas buenas? El Señor llamó aquí malos a los que aman todavía al mundo y a
los pecadores. Las cosas buenas que dan se deben considerar buenas, según su
forma de actuar, porque las tienen por buenas. Aunque estas cosas sean buenas
por naturaleza, sin embargo todavía están en el tiempo y pertenecen a esta vida
sujeta a enfermedades. Y cualquier malvado que las diese, nada suyo da: Pues
del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella 211; el que ha hecho el cielo y la
tierra y el mar y todas las cosas que están en él 212. En consecuencia, ¡mucho
debemos esperar en que Dios nos dará los bienes que le pedimos y no nos puede
engañar, en el recibir una cosa por otra, cuando le pedimos algo, porque también
nosotros, a pesar de ser malos, sabemos dar cosas a quien nos las pide! En
efecto, nosotros no engañamos a nuestros hijos, y todas las cosas que les
damos, no las damos de lo nuestro, sino de lo suyo.
CAPÍTULO XXII
RECIPROCIDAD EN LA BONDAD DE LAS ACCIONES HUMANAS
74. La perseverancia y un cierto vigor del caminar están establecidos en la
honestidad moral, que se desarrolla hasta la purificación y la unificación del
corazón, de la cual, habiendo hablado ya, concluye así: Haced vosotros con los
demás hombres todas las cosas buenas que deseáis que hagan ellos con
vosotros, porque esta es la suma de la Ley y de los Profetas 213. En los códices
griegos se dice así: Haced vosotros con los hombres todas las cosas que deseáis

93
que hagan ellos con vosotros. Pero pienso que, para dar mayor realce a esta
máxima, los códices latinos añadieron la palabra buenas. En efecto, podía ocurrir
que, si alguno, apoyándose en este texto, deseara que le hicieran alguna cosa
pésima, como, por ejemplo, que fuera provocado a beber sin medida y
sumergirse en la embriaguez, y haga él primeramente a otro esto mismo que
desea le hagan, es ridículo que ese hombre imaginara haber cumplido ese
precepto. Y como esto podía dejar perplejos, como pienso, se añadió para
esclarecerlo una palabra, de tal forma que, después de haber dicho: Todas las
cosas que deseáis que hagan los hombres con vosotros, se añadió buenas. Y si
falta en los códices griegos, también ésos deben ser corregidos. Pero ¿quién se
atrevería a hacer esto? Por consiguiente, es necesario reconocer que la máxima
está completa y es del todo exacta, aunque no se añada esa palabra. La
expresión: Todo lo que queréis, debe ser entendida no en una significación
ordinaria, sino según un sentido propio. Uno no tiene voluntad más que para el
bien; mientras que para las acciones malas y deshonrosas se habla con
propiedad de pasión, no de voluntad. No siempre hablan así los libros de la
Escritura, sino que, donde es necesario, usan términos de tal manera apropiados,
que no permiten entenderse de otra manera.
LOS FRUTOS, SIGNO DE BONDAD O MALDAD
75. Parece que este mandamiento pertenezca al amor del prójimo, y no
igualmente al amor de Dios, ya que en otro lugar dice el Señor que son dos
preceptos en los cuales pende toda la Ley y los Profetas 214. En efecto, si hubiese
dicho: Todo lo que queréis que os sea hecho, hacedlo también vosotros, con esta
sola fórmula se incluirían uno y otro precepto; así se diría rápidamente cada uno
que él desea ser amado de Dios y de los hombres. Si se le mandase hacer lo que
quisiera que se le hiciese a él, esto se mandaría para amar a Dios y al prójimo.
Pero como se dice más expresamente de los hombres: Haced vosotros con los
hombres todas las cosas que deseáis que hagan ellos con vosotros 215, parece
que no se le ha mandado otra cosa sino: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Pero no se debe dejar a un lado lo que se ha añadido: Esta es la Ley y los
Profetas 216. En estos dos preceptos no solo dijo: Pende la Ley y los Profetas, sino
que añadió: toda la Ley y los Profetas, como si fuesen todas las profecías. Pero
como en este paso no lo ha añadido, reservó el lugar para el otro mandamiento
que se refiere al amor de Dios. Aquí, sin embargo, dado que completa los
preceptos referentes a la sinceridad del corazón y como es de temer que alguno
tenga el corazón doble con relación a aquellos a quienes el corazón puede estar
oculto, es decir, con relación a los hombres, fue necesario dar este
mandamiento. No hay nadie que quiera que alguien trate con él con doblez de
corazón. Según esto, no es posible que un hombre conceda alguna cosa a otro
hombre con corazón simple, a no ser que lo conceda de tal manera, que no
reciba de él alguna recompensa temporal y lo haga con la recta intención de la
cual ya hemos tratado largamente arriba, cuando hablamos del ojo sencillo.
PUREZA DE VISTA Y RECTA INTENCIÓN, NECESARIAS
PARA VER A DIOS

76. Por tanto, el ojo purificado y sencillo está ya apto para mirar y contemplar su
luz interior. Este es el ojo del corazón. Posee un ojo tal aquel que, para que sean
verdaderamente buenas sus obras, no se propone el fin de las mismas en
agradar a los hombres; pero si llegare a agradarles, refiere esto a la salud
espiritual de sus hermanos y a la gloria de Dios y no a la propia ostentación. Por

94
consiguiente, no ejecuta ningún bien referente a la salvación de su prójimo, si
exige de él las cosas necesarias para el sustento de esta vida; ni condena
temerariamente la intención y la voluntad del hombre en la acción, en que no
aparece con qué intención y voluntad han sido realizadas; y después que presta
al prójimo todos los servicios posibles con la misma intención con que quiere que
a él se los presten, es decir, sin pretender recompensa alguna temporal. Así será
el corazón simple y limpio en el cual se busca a Dios: Felices, pues, los limpios
de corazón, porque ellos verán a Dios 217.
CAPÍTULO XXIII
SENDA ESTRECHA Y PUERTA ANGOSTA PARA LA VIDA
77. Pero, dado que a esta situación llegan pocos, comienza el Señor a hablar de
la búsqueda y posesión de la sabiduría, que es el árbol de la vida 218. Pero para
buscarla y poseerla, es decir, para contemplarla, este ojo ha sido enderezado a
través de todas las pruebas anteriores, con el fin de poder darse cuenta del
camino estrecho y de la puerta angosta. Por lo cual, sigue diciendo: Entrad por la
puerta estrecha, porque la puerta ancha y el camino espacioso son los que
conducen a la perdición, y son muchos los que entran por él; ¡oh, qué angosta es
la puerta y cuán estrecha la senda que conduce a la vida y qué pocos son los que
entran por ella! 219 No dice esto porque el yugo del Señor sea duro y la carga sea
pesada, sino que son pocos los que quieren poner término a las tribulaciones por
falta de fe en el que clama: Venid a mí todos los que estáis agobiados y yo os
aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y hallaréis reposo para vuestras almas. Porque suave es mi
yugo y ligera mi carga 220. Por esto empezó este sermón hablando de los
humildes y sencillos de corazón 221. No obstante, muchos rechazan y pocos
aceptan el yugo suave y la carga ligera y por eso viene a ser angosto el camino
que conduce a la vida y estrecha la puerta por la que se entra en ella.
CAPÍTULO XXIV
78. Hace falta, pues, en este momento tener cuidado sobre todo de aquellos que
prometen la sabiduría y el conocimiento de la verdad que no tienen, como son los
herejes, los cuales se recomiendan a sí mismos por su escaso número. Y por esta
razón el Señor, después de haber dicho que son pocos aquellos que encuentran
la puerta estrecha y el camino angosto, a fin de que no se introduzcan con el
pretexto de ser un número reducido, rápidamente añade: guardaos de los falsos
profetas, que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro
son lobos voraces 222. Pero éstos no engañan al ojo simple, que sabe distinguir el
árbol por sus frutos; así dice: Por sus frutos los conoceréis. Acto seguido añade
algunas analogías: ¿Acaso se cogen uvas de los espinos o higos de las zarzas?
Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos y todo árbol malo da frutos
malos; un árbol bueno no puede dar frutos malos, y un árbol malo darlos
buenos. Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego. Por sus
frutos, pues, los podéis conocer 223.
79. En este lugar conviene prestar atención sobre todo al error de aquellos que
suponen que de los dos árboles son indicadas dos naturalezas. Una de las cuales
es la de Dios, y la otra, ni de Dios ni proviene de Dios. Sobre este error ya se ha
discutido largo y tendido en otros libros y, si todavía fuese poco, se discutirá en
el futuro; ahora se debe demostrar que estos dos árboles no apoyan esta
interpretación. En primer lugar está claro que el Señor habla de los hombres, de
tal forma que quien haya leído los pasos anteriores y posteriores se maravilla de

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la ceguera de estos tales. Después hay que atender a lo que dice
posteriormente: No puede el árbol bueno dar frutos malos, ni el árbol malo dar
frutos buenos, y por esto piensan que no puede suceder que un alma mala se
convierta en buena y que una buena se convierta en mala, como si se hubiese
dicho lo siguiente: No puede convertirse un árbol bueno en malo, ni un árbol
malo hacerse bueno. Sino que se dijo: No puede un árbol bueno dar malos
frutos, ni un árbol malo dar buenos frutos. El árbol es la misma alma, es decir, el
mismo hombre, y el fruto son las obras del hombre. No puede ser que un hombre
malo realice obras buenas, ni el bueno realice obras malas. Pues el malo, si
quiere realizar obras buenas, debe hacerse en primer lugar bueno. De esta
forma, dice el mismo Señor claramente: O bien haced el árbol bueno, o hacedlo
malo 224. Pues si con estos dos árboles se simbolizasen estas dos naturalezas, no
habría dicho: Haced. Pues ¿qué hombre puede hacer una naturaleza? Después
también allí, una vez que hizo mención de los dos árboles, añadió: Hipócritas,
¿cómo podéis hablar cosas buenas si sois malos? 225 Por tanto, mientras que uno
sea malo, no puede dar frutos buenos; y si diese frutos buenos, ya no será malo.
Con toda razón pudo seguir diciendo: no puede ser caliente la nieve; una vez que
comience a calentarse, ya no la llamamos nieve, sino agua. Puede darse que
aquello que fue nieve deje de serlo; pero es imposible que la nieve sea caliente.
Así puede suceder que quien fue malo no siga siéndolo, pero no puede ser que
quien es malo obre el bien. Y si en alguna circunstancia se hace útil, no lo realiza
él, sino que proviene de él con la intervención de la divina Providencia, como se
dijo de los fariseos: Haced lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen 226.
Esto mismo de decir cosas buenas y lo que decían, lo oían y practicaban
útilmente, no era obra de ellos, porque el Señor dice: Se sientan en la cátedra de
Moisés 227. Por la providencia divina, predicando la ley de Dios, pueden ser útiles
para los oyentes, aunque no lo sean para ellos. De estos tales se ha dicho por el
profeta en otro lugar: Sembráis trigo y recogéis espinos 228, porque enseñan
cosas buenas, pero hacen el mal. Quienes les escuchaban y hacían lo que les
decían, no recogían uvas de los espinos, sino recogían las uvas de la vid a través
de los espinos. Es como si uno metiese la mano a través de un vallado y cogiera
un racimo de la viña que está rodeada del vallado; ese racimo no es fruto de los
espinos, sino de la vid.
LOS FRUTOS DE BUENAS OBRAS IMPLICAN RECTITUD DE INTENCIÓN
80. Con justo criterio, ciertamente, se pregunta a qué frutos debemos atender
para que podamos conocer el árbol. Muchos consideran como frutos algunas
cosas como el vestido de las ovejas y así son engañados por los lobos, como son
los ayunos, las oraciones, las limosnas. Si todo esto no pudiera ser realizado por
los hipócritas, no habría dicho anteriormente: guardaos de practicar vuestra
justicia ante los hombres para ser vistos por ellos 229. Al proponer esta enseñanza
se tienen en cuenta estas tres cosas: la limosna, la oración y el ayuno. Muchos,
en efecto, distribuyen a los pobres muchas cosas, no por misericordia, sino por
vanagloria; otros muchos oran, o parece que oran, deseando no que los vea
Dios, sino agradar a los hombres; y otros muchos ayunan y ostentan una
admirable abstinencia ante aquellos a quienes parecen muy difíciles estas obras y
las juzgan muy dignas de honor. Y les atraen con fraudes de esta categoría,
aparentando una cosa para engañar y otra para robar y para matar a aquellos
que no pueden llegar a descubrir los lobos bajo estos vestidos de ovejas. Estos
no son los frutos por los cuales se amonesta conocer el árbol. Si todo esto se
hace con buena intención según la verdad, esto es propiamente el vestido de las
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ovejas; si se realiza con intención mala en el error, no cubren otra cosa que
lobos. Pero no por esto las ovejas deben odiar su vestido, aunque muchas veces
bajo este vestido se oculten los lobos.
CUÁLES SON FRUTOS DE MALAS Y BUENAS OBRAS
81. El Apóstol enseña cuáles son los frutos, por los que una vez reconocidos,
reconocemos al árbol malo: Son bien conocidas las obras de la carne:
fornicaciones, deshonestidades, lujurias, idolatrías, hechicerías, enemistades,
pleitos, celos, enojos, riñas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
embriagueces, glotonerías y cosas semejantes; sobre las cuales os prevengo,
como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de
Dios. Y acto seguido enseña cuáles son los frutos por los cuales podemos
reconocer al árbol bueno: Al contrario, los frutos del Espíritu son: caridad, gozo,
paz, paciencia, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
continencia 230. Se ha de saber que aquí la palabra gozo está puesta en sentido
propio; en efecto, los hombres malos no se puede decir propiamente que se
alegran, sino que se divierten, como dijimos antes que la palabra "voluntad" se
ponía en sentido propio, la cual no la tienen los malos, donde se dijo: Todo lo
que queréis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo vosotros con ellos 231.
Según esta propiedad de las palabras, por la cual el gozo no se da sino en los
buenos, también dice el profeta: No hay alegría para los malévolos, dice el
Señor 232. Así también la fe, de la cual se ha hablado, no es una fe cualquiera,
sino la verdadera fe, y todos los otros conceptos a los que se ha hecho alusión
tienen una cierta apariencia en los hombres malos e hipócritas, de tal manera
que engañan al otro si no se tiene el ojo puro y sincero, con el cual se conozcan
estos hechos. Por esto, con mucha lógica se ha tratado en primer lugar de la
purificación de la visión y después se han ido exponiendo las cosas de las cuales
hay que tener cuidado.
CAPÍTULO XXV
NO BASTA DECIR: SEÑOR, SEÑOR...
82. Pero, aunque cada uno pueda tener el ojo puro, es decir, vivir con sinceridad
y simplicidad de corazón, sin embargo no puede uno figurarse el corazón del
otro, pues se pone en claro en las tentaciones, lo que no se puede manifestar en
los hechos o en las palabras. Hay una doble tentación: con la esperanza de
conseguir una ventaja temporal o en la angustia de perderla. Y hay que
precaverse especialmente, no anhelando la sabiduría, que sólo se puede
encontrar en Cristo -en el cual están escondidos todos los tesoros de la sabiduría
y de la ciencia 233-; hay que cuidarse, por tanto, de que no seamos engañados en
el nombre mismo de Jesucristo por los herejes o por los mal instruidos o por los
amadores de este mundo. Por esto sigue amonestando: No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino aquel que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos, ése entrará en el reino de los cielos 234. No
debemos pensar que ya produce buenos frutos si alguno le dice a Nuestro
Señor: Señor, Señor, y por ello nos parezca ya un buen árbol. Pues los frutos son
éstos: hacer la voluntad del Padre que está en los cielos, porque haciendo su
voluntad el mismo Cristo se dignó mostrarse como modelo.
JESÚS ES EL SEÑOR BAJO LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
83. Pero, justamente, alguno puede encontrar dificultad para poder conciliar esta
enseñanza con aquello que dice el Apóstol: Nadie que hable bajo la acción del
Espíritu de Dios dice: anatema sea Jesús; y nadie puede decir: Jesús es el Señor,
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sino bajo la acción del Espíritu Santo 235. No podemos decir que algunos que
tienen el Espíritu Santo no entrarán en el reino de los cielos, si perseveran hasta
el final, ni podemos decir que tienen el Espíritu Santo aquellos que dicen Señor,
Señor y, sin embargo, no entran en el reino de los cielos. ¿En qué sentido dice:
Jesús es el Señor, sino bajo la acción del Espíritu Santo, a no ser porque el
Apóstol puso con propiedad la palabra dice, que significa la voluntad y la mente
del que lo dice? Sin embargo, el Señor colocó en sentido genérico la palabra que
dice: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
porque aquel que no entiende o no quiere lo que dice, tiene solamente la
apariencia de decir; pero propia y rigurosamente dice aquel que con el sonido de
su voz expresa su voluntad y su pensamiento; como poco antes se dijo al
enumerar los frutos del Espíritu Santo que la palabra gozo estaba empleada en
su sentido propio y no en la acepción en que la usa el mismo Apóstol cuando
dice: no se goza de la iniquidad 236. Como si uno pudiera gozarse de la iniquidad,
porque ello es una agitación del ánimo, que se divierte confusamente, y no gozo,
por cuanto éste solamente lo tienen los buenos. Por consiguiente, tienen también
apariencia de decir aquellos que no penetran con el entendimiento ni practican
con la voluntad aquello que dicen, sino que solamente lo expresan con la voz. En
este sentido dice el Señor: no todo aquel que dice ¡Señor, Señor! entrará en el
reino de los cielos. Sin embargo lo dicen con verdad y propiedad aquellos cuyo
discurso no está en desacuerdo con la voluntad y con el pensamiento; y con este
significado dice el Apóstol: Nadie puede decir: Jesús es el Señor, sino en el
Espíritu Santo.
CUIDADO CON LAS APARIENCIAS DE MARAVILLOSISMO
84. Y hay algo muy importante que pertenece a este tema, y es que, tendiendo a
la contemplación de la verdad, no nos dejemos engañar, no solo con el nombre
de Cristo, por influjo de aquellos que tienen el nombre, pero no las obras, sino
también por algunos hechos milagrosos. Si bien el Señor los realizó por el bien de
los incrédulos, les amonestó el no dejarse engañar por estos tales, juzgando que
allí está la sabiduría invisible de lo alto, donde quiera que viésemos un
acontecimiento visible maravilloso. Por tanto, continúa diciendo: Muchos me
dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado nosotros en tu nombre
y echado demonios en tu nombre y realizado muchos milagros en tu nombre? Y
entonces yo les diré: nunca os conocí; apartaos de mí, operarios de maldad 237.
Pues solo conoce a quien practique la justicia. Y prohibió a sus discípulos
alegrarse de los hechos maravillosos, es decir, que los demonios se les
sometieran, sino alegraos, les dijo, de que vuestros nombres estén escritos en el
cielo 238. Creo que se refiera a aquella ciudad celestial de Jerusalén, en la cual
solo reinarán los justos y los santos. ¿O no sabéis, dice el Apóstol, que los
injustos no poseerán el reino de Dios? 239
85. Sin embargo, quizás, alguno pudiera objetar que los malos no pueden
realizar aquellos prodigios y suponer que más bien mienten los que dirán: En tu
nombre ¿no hemos profetizado, echado demonios y realizado milagros? Lea,
pues, ¡cuántas obras prodigiosas realizaron los magos de Egipto al oponerse al
siervo de Dios, Moisés! 240 Y si no quiere leer este paso porque aquellos no
actuaron en nombre de Cristo, lea el que el mismo Señor dice de los falsos
profetas: Entonces, si alguno os dice: el Cristo está aquí o allí, no le creáis.
Porque aparecerán seudocristos y seudoprofetas y harán grandes maravillas y
prodigios, de tal manera que aun los escogidos caerán en error. He aquí que os lo
he predicho 241.
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LA SENCILLEZ DE CORAZÓN LLEVA A LA PAZ Y ESTABILIDAD
DE LA SABIDURÍA

86. ¡Cuán necesario es el ojo puro y simple a fin de encontrar el camino de la


sabiduría, al cual obstruyen tantos engaños y errores de los hombres malos y
perversos! Evitar todos ellos significa llegar a una paz segura y a una estabilidad
inamovible de la sabiduría. Se debe temer vehementemente que, en el empeño
de discutir y disputar, uno no se dé cuenta de lo que solo por parte de algunos
puede ser visto: que sea pequeño el alboroto de los que contradicen, aunque uno
no se oponga a sí mismo. A esto se refiere también lo que dice el Apóstol: Al
siervo de Dios no le conviene litigar, sino ser humilde con todos, dispuesto a
aprender, sufrido, que reprenda con modesta dulzura a los que opinan de forma
distinta, ya que quizás Dios les lleve a la penitencia para que conozcan la
verdad 242. Por tanto, Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados
hijos de Dios 243.
CONCLUSIÓN DEL SERMÓN: EDIFICAR SOBRE LA ROCA
QUE ES CRISTO

87. Debemos prestar especial atención a la terrible conclusión a la que lleva todo
este sermón: Por tanto, quienquiera que oiga estas mis palabras y las lleve a la
práctica, será semejante a un hombre prudente, que edificó su casa sobre
roca 244. Solo con la práctica hace uno efectivo lo que ha oído y entendido. Y si la
piedra es Cristo, como afirman muchos textos de la Sagrada Escritura 245, edifica
en Cristo quien lleva a la práctica aquello que ha oído. Cayó la lluvia, se
desbordaron los ríos, soplaron los vientos y dieron con ímpetu sobre aquella casa
y no fue destruida; estaba, pues, construida sobre la roca 246. Éste no teme las
tenebrosas supersticiones -porque ¿qué se entiende por lluvia, cuando se pone
con la significación de algún mal?-, o los rumores de los hombres, que juzgo que
se pueden comparar con los vientos; o el torrente de esta vida, que parece
inundar la tierra con las concupiscencias carnales. Quien se deja seducir por la
prosperidad de estos tres elementos es derribado por las adversidades; nada de
esto teme quien tiene construida su casa sobre la roca, es decir, aquel que no
solo oye los preceptos del Señor, sino que los lleva a la práctica. Por el contrario,
está expuesto peligrosamente a todos estos daños quien oye y no lo lleva a la
práctica; en efecto, no tiene una base sólida, sino, que oyendo y no actuando, lo
que edifica es su ruina. Por esto continúa diciendo el Señor: Pero cualquiera que
oye todas estas mis palabras y no las lleva a la práctica, se parece a aquel
hombre necio que edificó su casa sobre arena. Bajó la lluvia, se desbordaron los
ríos, soplaron los vientos y dieron con ímpetu sobre la casa y se cayó; y hubo
una gran ruina. Y sucedió que, una vez que Jesús concluyó de decir estas
palabras, la muchedumbre quedó admirada de su doctrina; pues les enseñaba
como teniendo autoridad y no como sus escribas 247. Esto es lo que dije
anteriormente que había sido significado por el profeta en los salmos cuando
dijo: Pondré toda mi confianza en Él. Los dichos del Señor son puros, plata
refinada en el crisol y siete veces refinada 248. Por esto, este número siete me
advierte que también estos preceptos se relacionan con aquellas siete sentencias
que el Señor expresó al principio del sermón, al hablar de las bienaventuranzas y
con las siete operaciones del Espíritu Santo que enumera el profeta Isaías 249.
Pero, bien sea que se tenga en consideración este orden u otro, lo importante es
que se debe poner en práctica lo que hemos oído del Señor, si queremos edificar
sobre piedra.

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